Foro Energia Siglo XXI - UNIMET 2015 - Palabras Clausura - José Ignacio Moreno León

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PALABRAS DE CLAUSURA DEL FORO: ENERGÍA SIGLO XXI, perpectivas y realidades Universidad Metropolitana, Junio 3/2015 ENERGÍA Y SOCIEDAD EN EL SIGLO XXI José Ignacio Moreno León, director del CELAUP La energía ha sido históricamente motor fundamental del cambio en la sociedad humana. Desde que el hombre descubrió el fuego y la energía ha evolucionado en sus diferentes fuentes y aplicaciones, las sociedades han venido transformándose igualmente, al ritmo de esa interacción entre la energía, cambio económico y cambio social. Y es que desde la sobrevivencia individual hasta la más elemental actividad del ser humano en sociedad están íntimamente vinculados al uso o empleo de distintas formas de energía. Por ello, la energía constituye además, un elemento fundamental de los procesos económicos desde los inicios de la civilización humana. En los comienzos, las formas incipientes de energía derivaban de la combustión de la madera para fines directos de cocción de alimentos y la fundición de metales para las rusticas herramientas de guerra y como utensilios domésticos. El desarrollo de la energía como motor del cambio social se potenció históricamente con la primera Revolución Industrial que se inicia en Inglaterra en el siglo XVIII para luego extenderse al resto de Europa y a Norteamérica. Fue entonces cuando el Imperio Británico que prevaleció durante los siglos XVIII y XIX tuvo su soporte fundamental de desarrollo en

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Palabras de Clausura del Foro Energía Siglo XXI - UNIMET - José Ignacio Moreno León

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PALABRAS DE CLAUSURA DEL FORO: ENERGÍA SIGLO XXI,

perpectivas y realidades

Universidad Metropolitana, Junio 3/2015

ENERGÍA Y SOCIEDAD EN EL SIGLO XXI

José Ignacio Moreno León, director del CELAUP

La energía ha sido históricamente motor fundamental del cambio en la

sociedad humana. Desde que el hombre descubrió el fuego y la energía ha evolucionado en sus diferentes fuentes y aplicaciones, las sociedades han venido transformándose igualmente, al ritmo de esa interacción entre la energía, cambio económico y cambio social. Y es que desde la sobrevivencia individual hasta la más elemental actividad del ser humano en sociedad están íntimamente vinculados al uso o empleo de distintas formas de energía. Por ello, la energía constituye además, un elemento fundamental de los procesos económicos desde los inicios de la civilización humana.

En los comienzos, las formas incipientes de energía derivaban de la combustión de la madera para fines directos de cocción de alimentos y la fundición de metales para las rusticas herramientas de guerra y como utensilios domésticos.

El desarrollo de la energía como motor del cambio social se potenció históricamente con la primera Revolución Industrial que se inicia en Inglaterra en el siglo XVIII para luego extenderse al resto de Europa y a Norteamérica. Fue entonces cuando el Imperio Británico que prevaleció durante los siglos XVIII y XIX tuvo su soporte fundamental de desarrollo en

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el empleo del carbón y el vapor para mover la maquinaria del proceso industrial y económico durante esa época.

En el caso del petróleo, cabe destacar que su rápido desarrollo como la principal fuente de energía estuvo desde sus comienzos vinculado al dominio geoestratégico y militar. Y es que fue Winston Churchill, primer Lord del Almirantazgo inglés, quien en víspera de la Primera Guerra Mundial y, ante la amenaza de la Armada alemana impulsó la trascendental decisión de equipar la flota inglesa cambiando la combustión a carbón por el uso del petróleo como combustible, asegurando así mayor velocidad de las naves y un empleo más eficiente de las mismas.

El petróleo fue luego el impulsor del llamado Imperio Americano protagonizado por los Estados Unidos, en lo que se ha dado en llamar la era del petróleo que también incluye la incorporación del gas y de la energía nuclear. Es así como nos adentramos a la sociedad contemporánea con un crecimiento exponencial del transporte automotriz, basado en el motor de combustión interna que consume un relevante porcentaje de destilados de los hidrocarburos y con el desarrollo de la hidroelectricidad, la masificación de la demanda de los derivados plásticos y otras manifestaciones de la modernidad, acompañadas con el crecimiento de las ciudades. Todo ello en el contexto de la economía capitalista y su confrontación con el modelo del socialismo real impulsado

por la extinta Unión Soviética.

La velocidad de estos cambios y su impacto social se evidencia, entre otras manifestaciones, por la acelerada demanda comercial del uso del automóvil, cuyos primeros autos aparecieron en 1895 y, a partir de entonces, se incrementó la demanda comercial de este medio de transporte y por ende del combustible automotor. Para 1914 ya rodaban en el mundo más de 1 millón de vehículos. Pero la verdadera masificación del uso del automóvil se generó a partir de 1922, cuando Henry Ford lanzó su modelo “T” que impulsó la demanda a más de 40 millones de vehículos para 1938 y a 100 millones para 1956 y 170 millones para 1964. Este explosivo crecimiento automotriz ha generado igualmente un enorme crecimiento de consumo de combustible derivado de los hidrocarburos. Aunque ya han empezado a surgir vehículos alimentados con otras fuentes

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de energía; así como en la aeronáutica con el avión impulsado con energía solar, aún en etapa experimental.

Desde finales del siglo pasado y comienzos del actual, la sociedad contemporánea se ha estado apalancando básicamente en el consumo masivo del petróleo, el carbón, el gas natural, la energía nuclear de fisión y la energía hidráulica, como fuentes energéticas primarias que, en conjunto, representan cerca del 95% del consumo mundial de energía. Sin embargo, en algunos países de sociedades menos desarrolladas y denominadas del Tercer Mundo aun se continúan empleando fuentes energéticas primitivas como la biomasa y la leña.

Con los avances científicos y tecnológicos que se están logrando en el siglo XXI, se está igualmente incrementado la búsqueda y explotación comercial de fuentes energéticas limpias y renovables, en respuesta al preocupante tema del calentamiento global producto, básicamente del “efecto invernadero” generado fundamentalmente por la combustión de hidrocarburos fósiles. Es así como se están realizando importantes inversiones en investigación y desarrollo para el logro de energías alternativas y para el incremento de la eficiencia y ahorro energético en los diferentes procesos que se mueven con el consumo energético.

Dentro de las nuevas energías que están surgiendo, con francas posibilidades de un consumo futuro apreciable están: la eólica, la solar, celdas de combustible, geotérmica, maremotriz, uso del hidrogeno, licuefacción del carbono, biomasa, biocombustible y nuclear. Cabe señalar que en la actualidad las energías renovables aún solo representan un poco más del 11% de la producción energética primaria y si a ello agregamos la hidráulica (2,2%) y la nuclear (6,5%), tendríamos que estas fuentes energéticas solo representan aún un 20% de la oferta energética global, pero con un crecimiento sostenido.

No hay dudas que la sociedad del Siglo XXI se está configurando no solo bajo la influencia de los cambios en el suministro y consumo de las diferentes fuentes energéticas; sino igualmente en el entorno de un nuevo

mapa mundial de la energía y de una nueva realidad geopolítica energética

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global que seguramente va a incidir en los procesos de desarrollo y en nuevas configuraciones geopolíticas y luchas de poder a nivel mundial.

Un cambio significativo en la geopolítica energética lo va a representar el desarrollo del gas de esquistos en los Estados Unidos, conjuntamente con el petróleo de arenas bituminosas de Canadá y el crudo brasileño bajo lechos marinos, con lo cual, como afirma Daniel Yergin, las Américas podrían convertirse en el Oriente Medio del Siglo XXI (1). Con las nuevas realidades energéticas que se están configurando para asegurar la autosuficiencia energética de los Estados Unidos, la geopolítica energética global va a impulsar la tendencia del Oriente Medio hacia mayores relaciones con los países asiáticos, especialmente Japón, Corea del Sur, India y, en especial hacia China. Igualmente, la reducción de la demanda energética de importación de USA, influirá en la reorientación de las exportaciones energéticas de África Sub Sahariana hacia la región de Asia – Pacífico.

Conviene resaltar que, a pesar de la autosuficiencia energética que pueda lograr los Estados Unidos, este país desde el punto de vista geoestratégico siempre mantendría un papel vigilante en el Oriente Medio, zona en frecuentes conflictos, y en donde se originaron las 3 principales religiones monoteístas: el judaísmo, el cristianismo y el Islam.

El impacto de la energía en los países en vías de desarrollo está igualmente ligado a sus realidades sociales y económicas con niveles de

consumo energético menores; pero las tendencias señalan que dicho consumo se está incrementando en forma acelerada, al impulso de su crecimiento poblacional y de su desarrollo económico. Así, en proyecciones del crecimiento de la demanda de energía primaria hasta el 2.035, se estima que los países de Asia y los no pertenecientes a la OCDE, consumirán el 65% de la energía primaria del planeta, mientras que los de África y Oriente Medio participan en el 18 % y de consumo de los países de la OCDE representará solo el 4% de consumo de energía primaria del planeta.

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En el caso especifico de Venezuela, se ilustra la realidad de un país icono de una sociedad rentista, en la que el desarrollo petrolero ha generado históricamente profundos cambios económicos y sociales. Por otra parte no hay dudas que la evolución de esta fuente energética a lo largo del siglo XXI va a provocar trascendentales transformaciones, no solo en el comportamiento social sino igualmente en lo político y económico.

La realidad actual en Venezuela nos demuestra el fracaso del modelo rentista petrolera, expresado no solo en la grave crisis social, política, económica y ética que estamos viviendo; sino igualmente por el estado de deterioro en que se encuentra la industria petrolera nacional y la incapacidad de que la misma pueda, en un futuro, retomar su papel original de ser el hegemon de nuestra economía, dadas las nuevas circunstancias que están surgiendo en la geopolítica energética global.

En el país se requiere el cambio de una sociedad tradicionalmente rentista del petróleo, hacia una Venezuela productiva, con una economía diversificada y capaz de insertarse sin mayores traumas en las nuevas realidades que plantea la economía global y la sociedad del conocimiento. Una Venezuela en la que los cambios que se están produciendo en la geopolítica energética global no afecten negativamente su proceso de desarrollo; por ello para superar esa mentalidad rentista, tenemos que dejar de ser lo que somos y convencernos, como nos señalaba Arturo Uslar Pietri, que el recurso más valioso del país no es el petróleo, sino somos los venezolanos que debemos empeñarnos para hacer de esa nueva Venezuela una gloriosa realidad.

(1) Daniel Yergin, THE QUEST, The Penguin Press, New York, 2011.