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Franciscanum. Revista de las ciencias del
espíritu
ISSN: 0120-1468
Universidad de San Buenaventura
Colombia
MELO RODRÍGUEZ, Clara Esther
LA AUTORIDAD DE LA CIENCIA UNA APROXIMACiÓN AL DEBATE SOBRE LA SUPREMACIA DEL
CONOCIMIENTO CIENTIFICO
Franciscanum. Revista de las ciencias del espíritu, núm. 140, 2005, pp. 65-74
Universidad de San Buenaventura
Bogotá, Colombia
Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=343529891006
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LA AUTORIDAD DE LA CIENCIAUNA APROXIMACiÓN AL DEBATE SOBRE LA
; ;
SUPREMACIA DEL CONOCIMIENTO CIENTIFICO
Clara Esther MELO RODRíGUEZ'
A través de esta exposición, no pretendo presentar una posición propia ni original
sobre los asuntos que planteo. Tampoco iniciar un debate que, por lo polémico, reque
riría un planteamiento más profundo y un análisis más detallado de las ideas que se
presentan y que desbordarían el espacio de este evento. Lo que pretendo es ante todo,
dar a conocer un debate que por lo pertinente y vigente, debe comenzar a visitar las
aulas de aquellos a quienes interesa la reflexión profunda y comprometida sobre las
fOlmas de pensamiento y las implicaciones que éstas tienen sobre nuestras maneras deabordar, percibir y discurrir sobre nuestra manera de ver el mundo.
Se tienen pruebas de la alta estima en que tienen los demás saberes al saber que se
denomina ciencia. La gente del común siente una especial reverencia por todo aquello
que tiene el adjetivo de científico. Como lo afirma Bunge "... la ciencia se nos aparece
como la más deslumbrante y asombrosa de las estrellas de la cultura ..."l.
El gran respeto que se tiene por la ciencia no se limita a la vida cotidiana y a los
medios de comunicación popular. Resulta evidente que en el mundo universitario y en
el académico y en muchos ámbitos del saber, se expresa el gran anhelo de que su
conocimiento sea catalogado como científico. Ni aun los filósofos han escapado a estedeseo.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Licenciada en matemáticas y filósofa. Magíster en docencia de la matemática de la UniversidadPedagógica Nacional, docente de lógica clásica y lógica matemática.
BUNGE, Mario. La ciencia: Sil método y Sil filosofía, p. 9
FEYERABEND, Paul. Por qué no PlafÓn. Madrid: Tecnos S.A, 1985, p. 60
Clara Esther Mela Rodríguez
Incluso los pensadores más osados y
revolucionarios se inclinan ante el juicio
de la ciencia, como lo señala Feyeraben:
... Kropotkin, un importante re
presentante del pensamiento
anarquista, quiere acabar con las
instituciones establecidas, pero
no toca la ciencia. Ibsen va muy
lejos en su crítica a la sociedad
burguesa y, sin embargo, consi
dera la ciencia como norma de
verdad. Levis-Strauss, que nos
ha ayudado a constatar que el
pensamiento occidental no es la
cima solitaria de las conquistas
humanas. Sin embargo, excluye
la ciencia de ese relativismo...
Marx y Engels estaban conven
cidos de que la ciencia ayudaría
en un proceso revolucionario a
conseguir la liberación social y
espiritual a que se aspiraba. Los
marxistas insisten entusiasmados
que el materialismo histórico es. • ouna ClenClQ".
La distinción entre ciencia y no cien
cia se remonta en la mayor parte de las
veces a una versión de la distinción que
los antiguos hacían entre episteme y doxa,
entre auténtico conocimiento y mera opi-
66
nión. A partir de la distinción griega se ha
seguido manteniendo que el auténtico co
nocimiento científico debe consistir o ba
sarse, en verdades necesarias establecidas
por la razón y que esas verdades deberían
ser verdades últimas, es decir, verdades
en sí mismas y que no necesitan explica
ción. En esa dirección, se consideró la
geometría euclídea como ciencia ejemplar
que se conformaba a ese ideaL
Los científicos y teóricos de la cien
cia se encargan de promocionar y defen
der con ahínco la supremacía de la cien
cia. En esta cuestión se comportan como
los defensores de un dogma religioso: la
doctrina es verdadera y todo lo demás es
desvarío pagano, pero la idea de suprema
cía natural de la ciencia se ha extendido
más allá de la misma y ha pasado a con~
vertirse en un artículo de fe para casi todo
el mundo.
La ciencia ya no es sólo una institu
ción más, sino que se ha convertido en
parte de la estructura fundamental de la
democracia, del mismo modo que en otra
época la Iglesia constituyó una parte de la
estructura básica de la sociedad. Y así,
mientras el Estado se cuida de separarse
cada vez más de la Iglesia, Estado y cien
cia trabajan en estrecha colaboración. Es
La autoridad de la ciencia, una aproximación al debate sobre la supremacía del conocimiento científico
un hecho que, los programas sociales de
gran importancia (como el diseño de los
programas educativos, la interacción fa
miliar, las propuestas de reformas a las
prisiones o la reforma militar) se someten
a un tratamiento científico. Mientras los
padres de un niño pueden decidir si edu
carlos en los principios de la religiónjudaica
o del protestantismo, o educarlos en una
perspectiva laica, la mayor parte de las
asignaturas científicas son obligatorias en
nuestros institutos de enseñanza. Las le
yes y las afirmaciones científicas acerca
de los hechos se aceptan, se enseñan en
las escuelas y se convierten en fundamen
to de importantes decisiones económicas,
políticas, sociales y hasta éticas. La cien
cia se ha convertido en una autoridad.
y pese a todo, casi nadie se cuestiona
sobre la excelencia de la ciencia. A casi
nadie le trasnocha cuestionarse el por qué
de esa supremacía, que se presupone de
antemano y que ha dejado de ser objeto de
discusión.
Pero ahora pregunto, ¿no es acaso una
tarea necesaria (por no decir urgente) co
menzar a cuestionamos por las razones que
nos han llevado a conceder un puesto tan
privilegiado al saber científico? Así como
otrora los pensadores de épocas pasadas
cuestionaron y sometieron a tan riguroso
examen al saber autoritario de la metafísi
ca y de la religión, para romper cadenas
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que ataban al ser humano a las condenas
del castigo, del pecado y a la quimera de
las esencias trascendentales, ¿no será ab
solutamente pertinente que dirijamos aho
ra la mirada sobre la forma de saber que
ahora se erige como la religión del presen
te?
Vale la pena preguntamos entonces,
¿qué es la ciencia? ¿Cómo procede y cuá
les son sus resultados? ¿En qué se dife
rencian sus normas, sus procedimientos
y sus resultados, de las normas, procedi
mientos y resultados de otras formas de
saber?
¿De dónde proviene la autoridad de la
ciencia? ¿En qué se basa esa autoridad?
¿Cuáles son las virtudes especiales del sa
ber científico que lo hace tan deseable
como saber meritorio y fiable? ¿Qué es lo
que hay de especial en la ciencia? ¿Qué es
lo que hace que la ciencia sea preferible a
formas de saber que aplican otras normas
y llegan, por tanto a otros resultados?
Han sido muchos los intentos desde
diferentes posturas y desde diferentes prin
cipios por defender la supremacía de la
ciencia, A continuación, pasaré revista por
algunos de los más destacados, no para
presentar argumentos contundentes en
defensa o en ataque sobre el lugar que le
corresponde a la ciencia, sino para invitar
a mirar la ciencia desde otra perspectiva,
CHALMERS. A. ¿Qué es esa cosa l/amada ciencia? Madrid: Siglo veintiuno editores. 1997, p. 24
Clara Esther Mela Rodríguez
El primer intento al que me quiero re
ferir es al de más larga tradición y que
mayor impacto ha tenido sobre nuestra
concepción de lo que es el saber científi
co; me refiero a la postura inductivista.
Según la postura inductivista el po
der explicativo y predictivo de la ciencia
reside en su objetividad. La objetividad de
la ciencia inductivista se deriva del hecho
de que tanto la observación, como el ra
zonamiento inductivo son objetos en sí
mismos. Cualquier observador que haga
uso normal de sus sentidos puede averi
guar los mismos enunciados observacio
nales. No se permite que se inmiscuya
ningún elemento personal, ni subjetivo. La
validez de los enunciados observacio
nales, cuando se obtienen de manera co
rrecta, no dependen del gusto, la opinión,
las esperanzas o las expectativas del ob
servador. Así se sustenta que el razona
miento inductivo no es una cuestión sub
jetiva ni de mera opinión.
Los enunciados obseniacionales
que fonl1an la base de la ciencia
son seguros y fiables porque su
verdad se puede detenninar ha
ciendo uso de los sentidos, ade
más la fiabilidad de los enuncia
dos obselvacionales se transmitirá
68
a las leyes y teorías derivadas de
ellos siempre y cuando satisfaga
las condiciones para una induc
ción lícita, lo cual queda garan
tizado por el principio de induc
ción que forma la base de la
ciencia3•
Pero, ¿se puede justificar el principio
de inducción basado en las condiciones
expuestas por los inductivistas? ¿Por qué
el razonamiento inductivo conduce al co
nocimiento científico fiable e incluso ver
dadero?
Enfrentados al problema de la induc
ción y a las cuestiones conexas, los in
ductivistas han tropezado con la dificultad
al intentar construir la ciencia como un
conjunto de enunciados que se pueden
establecer como verdaderos o como pro
bablemente verdaderos a partir de una evi
dencia dada.
Si se examina el principio de induc
ción por una vía lógica, se puede advertir
que es fallido el intento de aplicar las re
glas del silogismo deductivo al caso de la
argumentación inductiva pues no hay
relación lógica contundente entre las pre
misas y la conclusión, como es el caso
razonamiento deductivo.
La autoridad de la ciencia. una aproximación al debate sobre la supremacía del conocimiento cient(fico
Si se justifica el alcance de la induc
ción apelando los casos de éxito en dife
rentes áreas del conocimiento, se puede
mostrar que es una argumentación circu
lar ya que emplea el mismo principio de
inferencia inductiva que se pretende justi
ficar. Y tal como lo demostrara David Hume,
a mediados del siglo XVIII, tal justifica
ción de la inducción es completamente inaceptable.
Existen objeciones más serias y más
profundas a la tesis que sostiene el carác
ter inductivo de la construcción del cono
cimiento científico, se trata de las obje
ciones que se dirigen al estatus y el papel
desempeñado por la propia observación.
Hay dos supuestos importantes que
están a la base de la posición inductivista:
el uno es que la ciencia comienza con la
observación y el otro, que la observación
proporciona una base segura a partir de la
cual se puede derivar el conocimiento científico.
Pero se ha demostrado desde diver
sos ámbitos de la ciencia y desde diferen
tes ejemplos procedentes de la práctica
científica, (la geometría, la astronomía, la
medicina y por supuesto la física, la teoría
de la relatividad) que la experiencia visual
de un observador depende de su experien
cia pasada, su conocimiento y sus expec
tativas. Por otra parte, los enunciados
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observacionales se hacen siempre en el
lenguaje de una teoría y serán tan precisos
como lo sea el marco conceptual o teóri
co que utilicen. En ese sentido las teorías
preceden a la observación y no es en nin
gún sentido apropiado aseverar que la cien
cia comienza con la observación.
De otra parte, podemos considerar la
postura positivista, cuyo intento por defen
der la supremacía de la ciencia sobre otros
saberes se ha concentrado en defender la
posibilidad de un método y unas caracte
rísticas universales y ahistóricas que defi
nen lo que se ha llamado ciencia.
Los autodenominados científicos con
sideran que sus saberes son científicos
porque siguen el método científico de la
física, que para ellos consiste en recopilar
'hechos' mediante una observación y ex
perimentación cuidadosas y en derivar
posteriormente leyes y teorías de estos he
chos mediante una especie de procedimien
to lógico.
Pero realmente, ¿es el método científi
co el que ha producido los elementos más
importantes de la ciencia? ¿Todo saber cien
tífico utiliza el método científico? ¿Existe
realmente un método científico? ¿Puede
caracterizarse positivamente lo que es la
ciencia? ¿Existen rasgos particulares y bien
definidos de lo que pueda llamarse cien
cia? ¿Hay algún método que corrobore de
Clara Esther Melo Rodríguez
forma inequívoca que un conocimiento es
verdadero?
Un intento por justificar el método
científico como un buen principio para
distinguir la 'buena ciencia' consiste en ape
lar a la naturaleza humana. Puesto que el
ser humano es quien produce y evalúa el
conocimiento científico, para comprender
de qué manera se puede adquirir y evaluar
adecuadamente el conocimiento científi
co debemos considerar la naturaleza de los
seres humanos que lo adquieren y valo
ran. Los dos aspectos relevantes de la mis
ma son las capacidades de razonar y de
observar el mundo mediante los sentidos
y esto es precisamente lo que se condensa
en el método científico.
Pero no es probable que resulte fruc
tífero buscar la naturaleza de la ciencia en
todo lo que haya de universal en esas capa
cidades por la simple razón de que los pro
cesos de razonamiento, observación y ex
perimentación evolucionan históricamente.
La ciencia misma nos da un sinnúmero de
casos en los que los procedimientos de ra
zonamiento y de observación empleados
por ella han variado en mucho en las dife
rentes épocas y no tienen nada que ver con
una esencia permanente de esas capacida
des humanas, éstos han tenido que ver con
las escenas epistemológicas en que se die
ron y no en relación con las características
de la naturaleza humana.
70
Por otra parte, hay una serie de filó
sofos de la ciencia contemporáneos que
intentan justificar sus concepciones de la
ciencia y su método de un modo muy di
ferente.
Una postura que se intentó levantar
como el principal rival de la concepción del
positivismo es la concepción falsacionista
de Popper, quien afmna que las teorías cien
tíficas son falibles y susceptibles de mejora
o sustitución. El falsacionista acepta fran
camente que la observación es guiada por
la teoría y la presupone.
Según el falsacionismo, las teorías se
construyen como conjeturas y suposicio
nes especulativas y provisionales que el
intelecto humano crea libremente en un
intento por solucionar los problemas con
que tropezaron teorías anteriores y de pro
porcionar una explicación adecuada del
comportamiento de algunos aspectos del
mundo o del comportamiento. La ciencia
progresa gracias al ensayo y al error, a las
conjeturas y refutaciones.
Según esta concepción, hay una con
dición que cualquier hipótesis o sistemas
de hipótesis debe cumplir si se le ha de dar
el estatus de teOlía científica. Si ha de for
mar parte de la ciencia, una hipótesis ha
de ser falsable. Una hipótesis es falsable si
algún enunciado lógicamente posible, pue
de llegar a refutarla.
La autoridad de la ciencia, l/na aproximación al debate sobre la sl/premacía del conocimiellto ciemífico
Desde la perspectiva falsacionista, esta
es la manera en que progresa la ciencia y
en ésta nunca se puede decir que una teo
ría es absolutamente verdadera, pero si que
cada nueva teoría se acerca más a la ver
dad, y que por tanto toda teoría nueva es
superior a las predecesoras.
Si se trata de extraer de los criterios
falsacionistas, elementos, ya sea para aceptar
o para rechazar teorías dentro de la ciencia, o
para designar como científicas o no científi
cas áreas completas, caemos en problemas
semejantes a los que está sujeto el positivis
mo. Si se admiten los supuestos falsacionistas
muchas teorías admiradas y utilizadas deja
rían de ser calificadas como científicas. Hay
que dar a las teorías la oportunidad de mos
trar sus méritos y no se puede descartar
las a los primeros síntomas de dificultad.
De otra parte, se puede considerar la
metodología de Imre Lakatos, que con
lleva una liberación del criterio falsacionista
de Popper. Lakatos propone caracterizar
los diversos saberes científicos como pro
gramas de investigación científica. Un pro
grama es científico, si abre vías de inves
tigación y si la investigación conduce, al
menos en ocasiones, a éxitos en forma de
predicciones nuevas que se confirman.
Un problema que se plantea en el cri
terio de demarcación de Lakatos, es que
carece de fuerza normativa. No se puede
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rechazar un programa de investigación
como falsado porque el éxito puede estar
a la vuelta de la esquina, de manera que se
puede conservar un programa, pese que
haya sido sobrepasado por otro rival. Pero
entonces, ¿cómo se puede discriminar en
tre programas de investigación científicos
de indagaciones pseudocientíficas? En rea
lidad, como instrumentos para caracteri
zar la ciencia, la metodología de Lakatos
es muy poco fina.
La segunda dificultad importante en la
postura de Lakatos proviene del intento de
justificar las teorías generales de la ciencia,
apelando a la física y su historia. Lakatos y
quienes lo siguen suponen que todo co
nocimiento científico legítimo debe com
partir los métodos y normas de la física.
Resulta bastante inapropiado suponer que
el criterio de demarcación implícito en esa
metodología es aplicable a otras áreas di
ferentes de la física. Las personas, las socie
dades y los sistemas ecológicos, por
ejemplo, no son objetos inanimados que
se manipulen del modo en que se pueden
pensar los objetos físicos. Los experimen
tos artificiales resultan típicamente inade
cuados o imposibles como medio adecua
do para entenderlos.
Otra forma de distinguir la ciencia de
otras formas de conocimiento, se trata de
la apelación o examen de la finalidad de la
ciencia.
72
CHALMERS, A. La estructura y el desarrollo de la ciencia. Madrid: Alianza Editorial, 1984, p. 30
FEYERABEND, P. Contra el método. Madrid: Tecnos, 1986, p. 56
FEYERABEND, P. Adiós a la razón. Madrid: Tecnos, 1987, p. 61
CHALMERS. La ciencia y cómo se elabora. España: Siglo XXI, p. 82
Clara Esther Mela Rodríguez
Al respecto se puede decir, retomando
a Chalmers4:
al parecer, los filósofos no dis
ponen de recursos que permitan
formular una concepción gene
ral del conocimiento y sus fines,
pues hay un dominio tan amplio
de clases de conocimiento que
esforzarse por encontrar una ca
racterización del conocimiento
que capte los rasgos distintivos
de todos los tipos no está desti
nado a tener éxito.
Las concepciones tradicionales fallan
porque son utópicas. Especifican criterios
que no pueden ser satisfechos para deter
minar cuál es el auténtico conocimiento.
Este es el camino que les espera a los di
versos intentos por distinguir el conocimien
to de la mera opinión, que consideran que
la noción de verdad esencial y necesaria es
característica del auténtico conocimiento.
Así, entonces, el examen de la naturale
za y la justificación de la primacía del saber
científico nos llevan hasta una de las posturas
más polémicas y más osadas con respecto al
estatus de la ciencia, entre otros saberes, la
postura de los anarquistas epistemológicos
a la cabeza de Paul Feyerabend.
Según esta postura, no hay ningún
método que permita probar que las teorías
científicas son verdaderas y ni siquiera pro
bablemente verdaderas.
Los episodios de la historia de
la ciencia muestran que los epi
sodios de la ciencia que se con
sideran más característicos de
las principales adelantos cientí
ficos, no se han producido me
dimIte algo similar a los méto
dos típicamente descritos como
cientificos5•
"La ciencia no posee rasgos especiales que
la hagan intrínsecamente superior a otras
ramas del conocimiento"6.
SegLÍn la postura, relativista la
elección entre distintas teorías
se reduce a una elección deter
minada por los valores y de
seos subjetivos de los indivi
duos?
La autoridad de la ciencia. una aproximación al debate sobre la supremacía del conocimiento cient(fico
Las ciencias no poseen una estructu
ra común. No hay elementos que se den
en toda investigación científica y no hay
elementos que sean exclusivamente utili
zados por los científicos y que no aparez
can en otros dominios de conocimiento.
Ocasionalmente, desalTollos concretos tie
nen rasgos similares y por ello, en ciertas
circunstancias, se ha podido decir por qué
y cómo han conducido tales rasgos al éxi
to. Pero esto no es verdad para todo el
desalTollo científico.
La investigación con éxito no obede
ce a estándares generales. Ya se apoya en
una regla, ya en otra y no siempre se co
nocen explícitamente los movimientos que
la hacen avanzar. Las normas son, preci
samente, lo que usualmente se deja de usar
para tener éxito en una investigación cien
tífica. Ni siquiera las mismas leyes de la
lógica están exentas de abandono.
En palabras de relativistas epistemoló
gicos:
La ciencia en su mejor aspecto,
es decú; la ciencia en cuanto es
practicada por /luestros grandes
científicos, es una habilidad, un
arte, pero /la U/la ciencia en el
sentido de una empresa racional
¡bid., 6. p. 21
73
que obedece a estándares inalte
rables de la razón y que usa con
ceptos bien definidos, estables y
objetivos y por eso también in
dependientes de la prácticaS.
No hay nada así como un método
científico, ni criterios, ni rasgos claros y
coherentes con qué caracterizar el saber
científico. Y sin tales unidades y tales mé
todos unificadores no tiene sentido hablar
de la 'autoridad de la ciencia' o de la 'au
toridad de la razón', o afirmar la excelen
cia comparativa de la ciencia y/o de la ra
cionalidad.
Este punto de vista tenía pleno sentido
en los siglos XVII Y XVIII e incluso toda
vía en el siglo XIX cuando la ciencia no era
más que una de las múltiples ideologías
conculTentes, cuando todavía el Estado no
se había pronunciado a su favor. En aquel
tiempo, la ciencia fue un poder liberador,
no porque hubiera encontrado la verdad o
el método cOlTecto, sino porque ponía un
límite al influjo de otras ideologías y con
ello dejaba al individuo un espacio para la
libertad del pensamiento. Los enemigos de
la ciencia intentaban demostrar que la cien
cia seguía un camino equivocado minimi
zando su significado, lo que obligaba a los
científicos a responder a esta provocación.
FEYERABEND. Adiós a la razón. Madrid: Tecnos, 1987, p. 32
74
Clara Esther Melo Rodríguez
Los métodos y los logros de la ciencia eran
objeto de debates críticos. En esta situa
ción tenía pleno sentido apuntarse a la cau
sa de la ciencia.
Pero hoy ese no es el caso. La cien
cia ha dejado de presentarse como un sa
ber liberador. Nada en la ciencia, en la
medida en que se cierra en sí misma, hace
de ella de por sí algo liberador. Las ideolo
gías pueden degenerar y convertirse en
religiones dogmáticas. Este proceso de
degeneración comienza en el preciso ins
tante en que se tienen éxito: su triunfo es,
a la vez, el comienzo de su decadencia. El
desarrollo de la ciencia en los siglos XIX
y XX es un buen ejemplo de ello; el mis
mo medio que una vez proporcionó al
hombre las ideas y la energía necesarias
para liberarse del miedo de la religión
tiránica, lo convierte ahora en un esclavo
de sus intereses.
No nos alejamos de la verdad cuando
se dice que la esencia de la ciencia perma
nece aún en la oscuridad.
Actualmente se ha comprobado que
la ciencia es mucho más compleja de lo
que los lógicos filósofos y aún los cientí-
ficos se imaginan y que su desorden es
algo más que un fenómeno accidental ya
que sólo, gracias a su complejidad y par
cial incoherencia, la ciencia funciona, pro
gresa y hace descubrimientos. Y se po
dría retomar a Feyeraben cuando dice
que:
No existen ciencias en el senti
do de nuestros racionalistas;
solo hay humanidades. Las cien
cias en cuanto opuestas a las
humanidades solo existen en las
cabezas de los filósofos cabal
gadas por sus sueíios9•
Todo esto podría sugerimos que los
intentos por revivir tradiciones antiguas,
por proponer alternativas de comprensión
de los fenómenos por otras vías de cono
cimiento diferentes a las ciencias y por
introducir nuevas perspectivas ante el co
nocimiento científico, podrían, por qué no,
ser acogidos como al comienzo de una
nueva era de ilustración, donde nuestra
acción sea guiada por una buena dosis de
visión propia y de criterio personal y no
seguir aceptando acríticamente los juicios
de los expertos y obedeciendo, con fe re
ligiosa, los imperativos de la ciencia.