Francisco de Avila y La Extirpación

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FRANCISCO DE AVILA Y LA EXTIRPACIÓN DE LA IDOLATRÍA EN EL PERÚ * María Luisa Rivara de Tuesta Profesora Emérita, UNMSM Introducción El presente trabajo se ha centrado en la Extirpación de la idolatría en el Perú y está basado en el Tratado de los Evangelios 1 , conjunto de sermones en castellano y quechua escritos por Francisco de Avila, obra considerada como un texto evangelizador perteneciente al siglo XVII. Está íntimamente relacionado con nuestras investigaciones sobre pensamiento prehispánico en el siglo XVI cuya temática Dios, mundo, hombre seguimos profundizando a través de estos estudios colaterales. Y es que efectuada la conquista los indígenas se verán afectados por el fenómeno de transculturación occidental al cual oponen una resistencia que, en el plano de la religión y creencias ancestrales, se hace evidente en este tipo de estudio que está atento al orden ideológico e histórico del proceso de aculturación al modelo occidental-español. El orden de las ideas desarrolladas en este ensayo sobre “Francisco de Avila y la extirpación de la idolatría en el Perú” se inicia con los antecedentes de la extirpación y de los extirpadores de idolatrías. Se presenta una síntesis de la religiosidad indígena, refiriéndonos a Viracocha, Pachacamac y Runahuallpa como entidades superiores, para pasar a explicar modalidades específicas de la religión en el Tahuantinsuyo. Situamos a Francisco de Avila, a través de su biografía y de su obra, relievando que lo singular de sus sermones se da en el diálogo que establece con sus oyentes indios. A continuación nos ocupamos del Tratado de los Evangelios el cual es presentado en sus aspectos generales y en la singularidad que ofrece cada uno de los sermones que lo constituyen. A manera de ejemplo presentamos un diálogo específico, el referido al Sermón del Buen Pastor y pasamos a ocuparnos de las temáticas y problemáticas generales abordadas por Avila a través de la recreación de un diálogo referido a idolatrías, Dios, mundo y hombre, y concluimos indicando importantes temáticas referidas a la enseñanza misma del credo cristiano a los naturales. CAPÍTULO I L A EXTIRPACIÓN DE LA IDOLATRÍA Y LA RELIGIÓN INDÍGENA 1. Antecedentes La extirpación de la idolatría en el Perú está íntimamente vinculada al fenómeno de transculturación occidental y a la resistencia que en el plano de la religión y creencias opuso el indígena a la evangelización católica cristiana. * Trabajo auspiciado por el Instituto de Investigaciones Humanísticas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1995. En Logos Latinoamericano (Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Facultad de Letras y Ciencias Humanas), año 2, no. 2, 1996, pp. 33-56 y en Rivara de Tuesta, María Luisa. Pensamiento prehispánico y filosofía colonial en el Perú. Lima, FCE, 2000, Tomo I, pp. 317-350. 1 Avila, Francisco de. Tratado de los Evangelios, por sermones en lengua castellana e índica. Lima, 1646-1648, Tom. I. 564 p. y Tom. II. 134 p.

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FRANCISCO DE AVILA Y LA EXTIRPACIÓN DE LA IDOLATRÍA EN EL PERÚ*

María Luisa Rivara de Tuesta Profesora Emérita, UNMSM

Introducción

El presente trabajo se ha centrado en la Extirpación de la idolatría en el Perú y está

basado en el Tratado de los Evangelios1, conjunto de sermones en castellano y quechua escritos por Francisco de Avila, obra considerada como un texto evangelizador perteneciente al siglo XVII.

Está íntimamente relacionado con nuestras investigaciones sobre pensamiento prehispánico en el siglo XVI cuya temática Dios, mundo, hombre seguimos profundizando a través de estos estudios colaterales. Y es que efectuada la conquista los indígenas se verán afectados por el fenómeno de transculturación occidental al cual oponen una resistencia que, en el plano de la religión y creencias ancestrales, se hace evidente en este tipo de estudio que está atento al orden ideológico e histórico del proceso de aculturación al modelo occidental-español.

El orden de las ideas desarrolladas en este ensayo sobre “Francisco de Avila y la extirpación de la idolatría en el Perú” se inicia con los antecedentes de la extirpación y de los extirpadores de idolatrías.

Se presenta una síntesis de la religiosidad indígena, refiriéndonos a Viracocha, Pachacamac y Runahuallpa como entidades superiores, para pasar a explicar modalidades específicas de la religión en el Tahuantinsuyo.

Situamos a Francisco de Avila, a través de su biografía y de su obra, relievando que lo singular de sus sermones se da en el diálogo que establece con sus oyentes indios.

A continuación nos ocupamos del Tratado de los Evangelios el cual es presentado en sus aspectos generales y en la singularidad que ofrece cada uno de los sermones que lo constituyen.

A manera de ejemplo presentamos un diálogo específico, el referido al Sermón del Buen Pastor y pasamos a ocuparnos de las temáticas y problemáticas generales abordadas por Avila a través de la recreación de un diálogo referido a idolatrías, Dios, mundo y hombre, y concluimos indicando importantes temáticas referidas a la enseñanza misma del credo cristiano a los naturales.

CAPÍTULO I

LA EXTIRPACIÓN DE LA IDOLATRÍA Y LA RELIGIÓN INDÍGENA 1. Antecedentes

La extirpación de la idolatría en el Perú está íntimamente vinculada al fenómeno de transculturación occidental y a la resistencia que en el plano de la religión y creencias opuso el indígena a la evangelización católica cristiana.

* Trabajo auspiciado por el Instituto de Investigaciones Humanísticas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1995. En Logos Latinoamericano (Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Facultad de Letras y Ciencias Humanas), año 2, no. 2, 1996, pp. 33-56 y en Rivara de Tuesta, María Luisa. Pensamiento prehispánico y filosofía colonial en el Perú. Lima, FCE, 2000, Tomo I, pp. 317-350.

1 Avila, Francisco de. Tratado de los Evangelios, por sermones en lengua castellana e índica. Lima, 1646-1648, Tom. I. 564 p. y Tom. II. 134 p.

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Cuadro de texto
Rivara de Tuesta, María Luisa. 1996. Francisco de Avila y la extirpación de la idolatría en el Perú. Logos Latinoamericano (Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Facultad de Letras y Ciencias Humanas), año 2, no. 2, 1996, pp. 33-56
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Este proceso de resistencia se inicia en Cajamarca cuando Atahualpa arroja el evangelio que le entregara el padre Valverde diciéndole que él no sabía sino que Pachacamac era el que había creado todo cuanto existe. Se evidenció en ese momento un rechazo a la religión del extranjero, lo que se tomaría como pretexto para iniciar el ataque con armas por parte de hombres que profesaban el cristianismo y para quienes no podía existir otra forma de creencia religiosa que no fuera la que ellos practicaban.

La conquista fue un imperativo de transplante de formas ideológico-religiosas que se opondrían y se superpondrían a las existentes. Así, en concordancia con el pensar y sentir de la corona y del hombre español que realizaba la conquista era indispensable iniciar la evangelización de los naturales del Perú, la misma que se realizó obedeciendo a un vasto plan auspiciado desde España y realizado por intermedio de las órdenes religiosas de más prestigio en la península.

Esta tarea de evangelización no fue tarea fácil en el Tahuantinsuyo. Las denuncias sobre idolatría se inician en 1541, por parte de Luis de Morales, Vicario General del Cuzco, quien dirige al rey un informe donde se denuncia por primera vez las prácticas ancestrales. Entre 1545-1549, con Loayza se da el primer texto legislativo que trata de controlar las formas religiosas que practicaban los indígenas. En 1551 se realiza el Primer Concilio de Lima, en 1567 el Segundo y en 1570, con Toledo, se proyecta la intervención del Estado y las autoridades civiles sobre la evangelización.

Entre 1582 y 1585 tiene lugar el Tercer Concilio, el cual no se ocupa de la idolatría, sino de la creación, adaptación y publicación de catecismo, doctrinas, confesionarios y sermonarios, en quechua y aymara, pues queda establecido que la manera de enseñar a los indios ha sido deficiente. En estos años la mayor preocupación es sistematizar y adaptar tanto el evangelio como la doctrina a la mentalidad de los naturales.

Estos pasos dados por el sacerdocio español no fueron suficientes para desarraigar ni extirpar las antiguas creencias, simplemente, mejoraron los métodos y sistemas pedagógicos, se encargaron a un clero conocedor del idioma quechua o de la lengua local en que debía impartirse la doctrina y se uniformó el contenido a transmitir adaptándolo a la psicología y mejor entendimiento de los naturales, pero, el problema de fondo subsistía: los indios seguían aferrados a sus antiguas creencias y la implantación del credo cristiano se convirtió en una tarea no sólo difícil sino ardua y penosa de llevar a cabo, debido a la tenaz resistencia del indígena y a la secreta y continua enseñanza que realizaban los maestros de la religión ancestral.

Pero, de hecho, al finalizar el siglo XVI ya habían quedado atrás las improvisadas y ridículas formas y modalidades de la enseñanza religiosa con las que se había iniciado el proceso de evangelización, y que Calancha explica estaba en manos de encomenderos y haraganes vagabundos, así dice:

“Avía unos araganes vagabundos, que ni por leales huían de los traydores, ni por buenos se escusaban de las guerras, onbres para nada, que se alquilavan recibiendo de algunos encomêderos paga, para decir la dotrina dos ò tres semanas a sus Indios ... onbres de vida licenciosa, acomodados al propio deleyte, i enemigos de todo trabajo ... q aziêdo visajes de rezar la dotrina, los buscò el demonio para desautorizarla, pues enseñavan con nonbre de Cristianos las oraciones que rezaban como ciegos, sirviêdo por paga, i no devoción, aziendo Cristianos lo q no cometían Gentiles”2. Es a principios del siglo XVII cuando propiamente se evidencia la necesidad de

extirpar las antiguas creencias, ya que los indios han seguido practicando, con no poca habilidad y burla al sacerdocio, todas las formas de su antigua y compleja religiosidad. En este despertar a la “verdad” de la aparente aceptación de la nueva religión tuvo importante

2 Calancha, Fray Antonio de la. Coronica moralizada del orden de San Agvstín en el Perv, con svsesos egenplares en esta Monarqvia. Barcelona, Ed. Pedro Lacavallería, 1639, cap. VI p. 345.

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y significativa participación un grupo de sacerdotes conocidos en la historia como extirpadores de idolatrías. 2. Los extirpadores de idolatrías

Entre los cronistas del siglo XVI que pusieron suma atención al tema de la idolatría

destacan Polo de Ondegardo y José de Acosta. José de Acosta en De procuranda indorum salute (libro V, capítulos IX a XV) se ocupa

de la idolatría de los bárbaros, de los remedios contra ella, de la destrucción de los ídolos y templos y de la perseverancia en la instrucción de los indios. Aunque su información es valiosa e importante, como un hito en esta problemática3, no alcanza la dimensión que tuvo la acción destructora de los religiosos conocidos, en la historia de la evangelización, como los extirpadores de idolatrías.

Bajo esta denominación están comprendidos los cronistas que en su afán de investigar el pasado prehispánico aportan importante información sobre la religión indígena, y eclesiásticos que llevados por su celo apostólico procuran una penetración del complejo mundo de la religión y las creencias aborígenes ya que seguían constituyendo

3 “Y primeramente, en nada hay que poner más empeño ni trabajar más asiduamente, que en desarraigar de los ya cristianos o de los que van a serlo todo amor y sentimiento a la idolatría. Porque éste es el mayor de todos los males, siendo ... principio y fin de toda maldad, que de todas las maneras hace la guerra a la verdadera religión ... no hay amor tan insano que así embauque al torpe amador con su ocasión, como deja la idolatría cautivo el ánimo en la afición al ídolo. Por lo cual da frecuentemente la Escritura a la idolatría nombre de fornicación y amor de meretrices ... Pues con cuánta razón recomiendan esto las Sagradas Letras, lo muestran bien en sí nuestros bárbaros. No me ocurren palabras bastantes para dar a entender cómo están los ánimos de estos desgraciados, más que imbuídos, transformados totalmente en el sentimiento idolátrico; que ni en paz ni en guerra, en el descanso ni en el trabajo, en la vida pública ni en la privada, nada son capaces de hacer sin que preceda antes el culto supersticioso a sus ídolos. No se regocijan en sus bodas, ni lloran en sus entierros, ni dan o reciben banquete, ni salen de casa, ni comienzan el trabajo sin que acompañe el sacrificio gentil. Tan oprimidos los tiene el demonio con miserable esclavitud. Y con cuánto artificio ocultan sus idolatrías y las disimulan, cuando no se las dejan hacer en público, y con cuánta impudencia pierden el seso en ellas, cuando creen que no se lo impedirán, es cosa que más puedo admirarla que declararla con palabras ... Vuelvo a los indios ... se indignan algunos contra nuestros bárbaros, de los cuales más bien deberían compadecerse, por aquello de que es vano el sentido del hombre cuando no está imbuido de la ciencia de Dios. Más bien habría que pensar que es hereditaria la dolencia de la impiedad que contraída en el mismo seno de la madre, y criada al mamar su misma leche, robustecida con el ejemplo paterno y familiar, y fortalecida con la costumbre dilatada y la autoridad de las leyes públicas, tiene tal vigor que no la podrá sanar sino el riego muy abundante de la divina gracia, y el trabajo infatigable del doctor evangélico. ¿Por qué, pues, acusamos la tardanza de los indios en dejar la idolatría, debiendo más bien indignarnos contra nuestra desidia que clamando poco y fríamente contra la superstición de las guacas y homos, cantamos en seguida victoria, estando aún todo por hacer? Aquí, pues, conviene que asiente el pie el catequista, y para arrancar las últimas raíces de la idolatría del ánimo de los indios, ponga todo su pensamiento, su industria y su trabajo. Porque todos los géneros de ella ... reinan con gran fuerza entre los bárbaros. El mayor honor lo tributan al sol, y después de él, al trueno; al sol llaman Punchao, y al trueno, Yllapu; a la Quilla, que es la luna, y a Cuillor, que son los astros; a la tierra, a que llaman Pachamama, y al mar, Mamacocha ... Además, a sus reyes, hombres de fama ilustre, les atribuyen la divinidad y los adoran, y sus cuerpos, conservados con arte maravilloso enteros y como vivos, hasta ahora los tienen; así al primero de ellos Mangocapa, y Viracocha, Ynga Yupangui y Guainacapa y a sus demás progenitores en ciertas fiestas establecidas los veneraban religiosísimamente y les ofrecían sacrificios cuando les era permitido; tanto, que podrían competir en ingenio con los griegos para conservar la memoria de los mayores. Pues lo que toca a la superstición de los egipcios está tan en vigor entre los indios, que no se pueden contar los géneros de sacrilegios y guacas: montes, cuestas, rocas prominentes, aguas manantiales útiles, ríos que corren precipitados, cumbres altas de las peñas, montones grandes de arena, abertura de un hoyo tenebroso, un árbol gigantesco y añoso, una vena de metal, la forma rara y elegante de cualquier piedrecita; finalmente, por decirlo de una vez, cuanto observan que se aventaja mucho sobre sus cosas congéneres, luego al punto lo toman por divino y sin tardanza lo adoran. De esta peste perniciosa de la idolatría están llenos los montes, llenos los valles, los pueblos, las casas, los caminos, y no hay porción de tierra en el Perú que esté libre de esta superstición. Pues las víctimas, las libaciones, el orden de las ceremonias con que seguían todos estos cultos los principales de los Ingas, sería infinito contarlo”. Acosta, José de. De procuranda indorum salute (Predicación del Evangelio en las Indias). Introducción, traducción y notas por Francisco Mateos S.J. Madrid, Colección España Misionera, 1952, pp. 457-461.

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prácticas en plena vigencia que, por lo tanto, constituían el mayor obstáculo para una adecuada propagación del evangelio.

Tanto laicos como eclesiásticos nos transmiten noticias históricas sobre religión, creencias y ritos del antiguo Perú. Estudiando esta información es posible, mediante la decodificación del discurso evangelizador, aproximarnos al discurso indígena, a los fundamentos ideológicos de la cultura prehispánica que permanecían vigentes en el siglo XVII como una fuerza espiritual de resistencia del indígena a la cultura transplantada que se hace evidente en el aspecto religioso ya que el conocimiento y respeto de sus propias convicciones les impedía aceptar con plena credibilidad la prédica de la nueva religión impuesta.

Desde esta perspectiva el estudio de las fuentes históricas requiere de una relectura objetiva, no dirigida a seguir el proceso de la evangelización y sus avances, sino más bien los obstáculos e imponderables que se les fueron presentando a los doctrineros y que, en última instancia, son los que develan las observaciones lógicas y racionales que formulaban al credo cristiano los nuevos adoctrinados.

Es necesario, en primer lugar, describir en sus rasgos esenciales los elementos que constituían el complejo fenómeno de la “religiosidad” indígena.

A. Wiracocha

Reconocían como principio ontológico metafísico de todo lo existente a Viracocha.

A Ticci Viracocha, dice Polo de Ondegardo: “le atribuyen principalmente el poder y mando de todo”4.

Y José de Acosta expresa que a Ticci Viracocha le: “atribuían principalmente el poder y mando de todo ... estando todo debajo de su poder” y agregando que “ningún otro Dios hay ... sino uno; y que todo lo demás no tiene propio poder, ni propia operación”5.

Viracocha, trasladado al código occidental, representa una concepción filosófica compleja y unitaria que Bernabé Cobo interpreta como un acceso a “la primera causa” a quien:

“Daban ... títulos y nombres de gran excelencia: los más honrosos y usados eran dos ... Viracocha el uno, y el otro, Pachayacháchic; al primero solían anteponer o posponer algunas palabras, diciendo unas veces Ticciviracocha, y otras Viracochayacháchic. El de Ticciviracocha era tenido por misterioso, el cual, interpretado, significa “fundamento divino”; el nombre de Pachayacháchic quiere decir “Criador del mundo”; y la misma significación tiene el de Viracochayacháchic”6.

Los distintos vocablos quechuas recepcionados por los cronistas han sido motivo

de confusión en la intelección de Viracocha, sobre todo cuando, de acuerdo con los intereses cristianos, se le interpreta como hacedor o creador, como incomprensible Dios, y como movedor y causa de las demás causas, pero que para los propósitos de la transposición a la teología cristiana representó, aparte de una cuestión sólo atribuible a inspiración del demonio, una posibilidad de acercamiento a la filosofía cristiana cuyo credo descansaba en la indiscutible existencia y creencia en un Dios Padre Todopoderoso, creador del universo, del mundo y del hombre.

4 Polo de Ondegardo, Juan. Informaciones acerca de la religión y gobierno de los incas. Notas biográficas y concordancia de los textos por H. Urteaga. Lima, Imprenta y Librería Sanmarti y Ca., 1916-1917, Tom. III, p. 6.

5 Acosta, José de. Historia natural y moral de las Indias. En Obras del P. José de Acosta. Madrid, Ed. Atlas, 1954, pp. 144, 200 y 142. (Biblioteca de Autores Españoles Nº 73).

6 Cobo Bernabé. Historia del Nuevo Mundo. En Obras del P. Bernabé Cobo. Madrid, Ed. Atlas, 1964, p. 155. (Biblioteca de Autores Españoles Nº 92).

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En nuestra interpretación Viracocha representa un punto culminante de la reflexión indígena que, en su indagación gnoscitiva, condujo a la evidencia de la existencia de una entidad invisible, causa y origen de todo lo existente, es decir, un principio rector de todo lo visible cuya característica esencial era la de ser una fuerza ordenadora que tenía el “poder y mando” no sólo sobre el orden cósmico y la naturaleza sino también sobre el comportamiento del hombre.

Por esta razón el vocablo Viracocha ha de ser cuidadosamente desterrado por los españoles y sustituido por la idea del Dios Padre.

La transposición de esta entidad al código teológico occidental, por su característica de ostentar el poder y mando de todo lo existente, ser un “uno” separado de las creencias propiamente religiosas, facilitó grandemente la evangelización debido a que en mucho coincidía con el Dios de los cristianos.

A este Viracocha, concepción intelectualizada de la élite cuzqueña, no se osaba nombrarlo, mientras que a Pachacamac, el enseñador o creador del mundo, y al Runahuallpa, hacedor o creador del hombre –que no eran otros dioses como comúnmente se considera, sino expresiones en quechua que describían acciones ejecutadas por Viracocha– sí se les podía nombrar o invocar, aunque siempre con muchísimo respeto. B. La religión en el Tahuantinsuyo

Habiendo efectuado este deslinde es pertinente referirse a continuación a las creencias propiamente dichas de los indígenas. Las crónicas, obras históricas de los siglos XVI y XVII, trataron de descubrir y penetrar el aspecto cultural que encerraba el mundo mágico fantástico de los antiguos peruanos. Las fuentes nos permiten extraer información no sólo abundante, sino riquísima como material propio de la antropología filosófica y la ciencia etnológica.

En el caso presente y para poder apreciar convenientemente aspectos de la religiosidad indígena, combatida por los extirpadores de idolatrías, se hace necesario referirnos, en apretada síntesis, a la estructura general de las creencias y convicciones consignadas por cronistas, teólogos y religiosos españoles que profesionalmente, como sacerdotes, estaban interesados en conocer lo más a fondo posible las creencias religiosas y mágicas del pueblo que debían cristianizar con la especial finalidad de destruirlas, igualmente, debían penetrar en la vida interior o espiritual de cada hombre en su relación con esas fuerzas invisibles que eran las que determinaban el orden del mundo, orden que también reglamentaba su vida cotidiana a través de reglas de comportamiento sumamente estrictas que se cumplían con toda rigurosidad.

Dentro del marco de la religiosidad popular, hay que tener en cuenta que, pese al sentido político unificador que dio el incario al vasto territorio, fue respetuoso de las creencias ancestrales de cada etnia que era incorporada al Tahuantinsuyo. Teniendo, pues, en consideración que el fenómeno de la religiosidad es variado y complejo, en lo que sigue, sólo se atenderá a las prácticas más generalizadas. Hay que anotar, sin embargo, que las que han sobrevivido hasta el presente son, justamente, las más ancestrales, las que estuvieron vinculadas a la vida comunitaria y que se originaron en el enraizamiento en un determinado lugar, surgiendo de la relación hombre-tierra y hombre-agua.

Una idea generalizada era la de que el universo estaba dividido en tres sectores: el hanan pacha, (mundo de arriba) el cay pacha (mundo visible de aquí) y el ucu pacha (mundo de adentro, de la generación, de la corrupción y de la muerte).

En la esfera del hanan pacha, cuyo elemento era el fuego, le rendían culto al sol, a la luna, a las estrellas, al rayo, al arco iris; todos considerados venerables. El cay pacha, el de los seres terrestres, estaba constituido por hombres, animales, plantas, ríos y montañas, todos

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eran seres animados por espíritus propios a los seres vivos; por eso se consideraba a la serpiente como la madre de los ríos. Los elementos del cay pacha eran la tierra y el agua.

Había un canal de comunicación con el mundo de adentro (cavernas, cuevas, cráteres volcánicos, y lo profundo de las lagunas, entre otras cosas) a través de la llamada pacarina que significa surgir, amanecer, el lugar de origen (sea un cerro, una cueva, una fuente etc.). Esta idea está vinculada al modelaje en piedra que hizo Viracocha, en su segunda aparición en el mundo, después de haber destruido a una primera generación de hombres que vivían en la oscuridad, y de haber ordenado al sol, luna y estrellas que fuesen al hanan-pacha. El modelaje en piedra que hiciera Viracocha fue de diferentes modelos de hombres y cada modelo, con características específicas, recibió la orden de poblar en determinado lugar. Así pues la pacarina era el reconocimiento del lugar de origen asignado por Viracocha a las distintas etnias o grupos humanos que se fueron asentando tempranamente en lugares específicos del despoblado territorio, lugares a los que quedaron sagradamente vinculados a lo largo de cada historia local. Hay que agregar que animales y plantas también están vinculados a determinadas pacarinas.

Los mallquis (almácigo y momia) son significativos en cuanto los indios consideraban que existía una relación estrecha entre el cadáver y el germen de las plantas; pues así como hay que enterrar a los muertos para que vuelvan a nacer los hombres, de igual manera las semillas deben ponerse bajo la tierra para que surja la planta.

El inti o punchao, sol, y todos los seres del hanan-pacha influyen sobre los terrestres. El sol es padre no sólo de cada uno de los incas, sino también de todo ser viviente en la tierra porque está actuando continuamente sobre los seres que habitan el mundo. Por lo tanto hay que rendirle culto, no sólo para que aparezca cada día sino porque permite la vida, tener alimento, buenas cosechas y salud.

La quilla o coya, la luna, está íntimamente vinculada con el sol, del cual es esposa y hermana –creencia que explica el matrimonio de los incas con sus hermanas por ser descendientes directos o hijos del sol–. A la luna se le reconoce una influencia directa sobre las mujeres, actúa de manera constante sobre la vida orgánica de las mujeres y los animales hembras, por lo que las mujeres debían rendirle un culto especial.

Oncoy o coyllur, las estrellas, actúan también sobre los hombres y los animales y en las constelaciones distinguían figuras como la de la llama, el tigrillo (chinchay); estas constelaciones eran protectoras de esos animales.

Distinguían una constelación con forma de fogón en la cual destacaban dos pequeños hornillos y dos ollas: la coca manca, es decir la olla de la coca y la sara manca, la olla del maíz, constelación que se encargaba del cuidado o protección de estas dos plantas, las más representativas de la flora mágica y de la alimentación.

El culto a los muertos es significativo en cuanto el mundo de adentro, tiene acción sobre el mundo visible y viceversa. Enterrar un muerto era enviar un mensajero al ucu pacha. El mensaje está contenido en su ajuar funerario constituido por cerámica y tejidos con representaciones simbólicas mágico-religiosas. Su influencia sobre el cay pacha es directa sobre todo con la fecundidad, por eso hay que venerar a los habitantes del mundo subterráneo para que permitan que las semillas broten y que estén favorablemente inclinados para que esto se produzca.

La concepción de los tres mundos no puede ser entendida adecuadamente sin referirnos a la creencia en un mundo mágico de espíritus. Viven en este mundo visible aunque son invisibles e impalpables y se manifiestan a ciertas horas, en ciertos días y bajo determinadas circunstancias. Sus residencias son conocidas y en ellas se les encuentra e invoca para aplacarlos con ofrendas y sacrificios. Los espíritus habitan en lugares determinados como cerros, cuevas, lugares solitarios, manantiales, etc., pero también se transportan a otras residencias, se alojan por ejemplo en una piedra pequeña que el creyente porta consigo, o la coloca en el campo, en el techo de una casa, en una habitación o en una

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hendidura. No se trataba de la adoración a un cerro o a un árbol. No era el objeto en sí el motivo del culto y veneración, era que ese objeto tenía dentro de sí un espíritu escondido.

Los espíritus de la naturaleza son los que acabamos de mencionar, pero los espíritus de los muertos sólo aparecen con el deceso de la persona humana porque cada individuo tiene su espíritu –no en el sentido dualista de alma/cuerpo– ya que sólo se presenta cuando el ser humano muere.

Es cuando el espíritu sale del cuerpo y puede estar vagando, o salir de la tumba. Los vivos tratan de que permanezca en el sepulcro porque si sale ejerce un poder maléfico. El pacarico se hacía en la noche de la defunción o velorio y los llantos o lamentos duraban cinco días, al quinto día, en otros casos a los ocho, se procedía a lavar la ropa del fallecido. Era creencia general que el espíritu del muerto vivía por un año, que era cuando se extinguía el duelo y luto, al igual que la celebración de ritos y ceremonias, quedando al año cancelado todo compromiso con el espíritu del difunto, y por último hay que referirse a que los espíritus de los que no mueren se reúnen en determinados lugares solitarios a manera de fantasmas.

La religión popular es una religión de espíritus porque el mundo está densamente poblado de ellos y es a través de ofrendas y sacrificios que hay que aplacarlos o mantenerlos como benefactores: el huasicamayo, piedra colocada en el techo, cuida la casa y las habitaciones. El chajra-camayoc es el guardián del campo, hace que la tierra produzca e impide robos.

Hay también espíritus dueños del agua. Otros lo son de los animales silvestres y también existen los que protegen a los hombres en la salud y en los amores. El espíritu de la comunidad tiene jurisdicción más extensa que el espíritu personal o el de la familia y lo constituye la huaca, que es el nevado o el cerro más alto, residencia del apu, espíritu guardián de la comunidad. Se da una mítica relación de parentesco entre la huaca, el mallqui, momia de un curaca remoto, y los hombres que habitan esa comunidad. Las huacas también tienen grados genealógicos, como en el caso de los incas que están míticamente vinculados con el sol, lo que quiere indicar que la antigüedad de sus ascendentes se remonta a la segunda creación cuando Viracocha, desde el lago Titicaca, ordena a los astros –el más importante es el sol, pues es el que le dará luminosidad al mundo– fuesen a poblar el hanan pacha, pero al mismo tiempo modela distintos grupos humanos que poblarán, cada uno, un determinado lugar en el cay pacha, privilegiando al grupo que se adjudicaría la zona del Cuzco y que siempre se erogaría una genealogía solar. Así pues, en el caso de los incas, la huaca de la cual ellos devienen es el sol al cual considerarán, por los beneficios que otorga a los hombres, ser digno de la mayor veneración y respeto. Sin embargo, otros grupos étnicos de importancia y hasta los grupos menos destacados han de tener su propio origen e historia que preservarán de generación en generación, significados a través de su respectiva huaca y mallqui, la momia más antigua de la comunidad, siendo el curaca de turno el encargado de hacerla venerar y de velar por los miembros de esa comunidad.

En esta forma, enraizados en el pacha que significa: espacio, tierra, lugar, sitio, y también, tiempo e historia, a través de las pacarinas y huacas, se dio un sistema espacial-temporal intrínsecamente unido que permitía dentro de la unidad la pluralidad. La unidad en la creencia generalizada en las pacarinas y huacas y la pluralidad en la aceptación de las que pertenecían o eran propias a cada comunidad. Es decir, que en todo el territorio del Tahuantinsuyo se aceptaba que cada grupo humano tenía su propia historia representada por la huaca local.

Esta síntesis de las ideas y creencias, practicadas con profunda convicción por el pueblo, ha de constituir la mayor oposición al proyecto de cristianización constituido por las campañas de evangelización. La resistencia a la aceptación de la nueva religión ha de ser atribuida por los españoles a la idolatría de los indios. Había por lo tanto que extirparla, lo que significaba un intento de desterrar el cuerpo de creencias, pero se hacía indispensable

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su conocimiento por parte del extirpador. Es a mediados del siglo XVII cuando el sacerdocio español se percata de lo profundamente arraigadas que estaban las creencias precolombinas. Entre los extirpadores de idolatrías destacan el P. José de Arriaga (1564-1622), Hernando de Avendaño (1577-1655) y el Dr. Francisco de Avila (o Francisco Dávila), el más destacado de todos ellos.

CAPÍTULO II

FRANCISCO DE AVILA

1. Biografía Francisco de Avila (1573-1647) nació en el Cuzco de padres desconocidos, aunque

Avila insistió en que aun siendo expósito era hijo “de padres naturales de Castilla y nobles aunque no conocidos”. Se le considera mestizo por tradición, habiendo sido recogido por Beatriz Avila, de la cual adoptó el apellido. Estudió en el Colegio de la Compañía de Jesús, en el Cuzco, hasta 1592, año en que se dirigió a Lima para continuar sus estudios en San Marcos, donde se graduó de Bachiller. Se ordenó en 1596, como dominico y ganó por oposición el curato de San Damían de Huarochirí, del que se hizo cargo en 1597.

Avila era perito en la lengua de los indios y conocedor de sus costumbres y en Huarochirí se dio pronto cuenta de lo extendido que estaba la fingida religiosidad de los indios. Avila actuó desde ese momento bajo una doble convicción: servir a la Iglesia y servir a los indios, de quienes pensaba que extirpando sus idolatrías les estaba proporcionando un servicio excepcional.

En 1607 es acusado por los indios de su doctrina de cometer abusos, entre otras cosas, de pretender establecer un obraje en su curato y de imponerles contribuciones exageradas; permanece en la prisión eclesiástica por dos años y en 1610 queda absuelto en el pleito de sus indios. Va a intentar recuperar la consideración social, más aún, si se tiene en cuenta la ambición evidente y legítima que existía en este mestizo erudito que poseía una de las más grandes bibliotecas de Hispanoamérica. Era culto, inteligente, especialmente dotado y a la vez emprendedor, tenaz en su firme propósito de extirpar las antiguas idolatrías que –según Avila– conservaban los indios por ignorancia y por natural apego a las creencias y prácticas de sus antepasados y que debían ser reemplazados por el conocimiento de Cristo.

Avila siempre mostró aspiraciones para la carrera eclesiástica pero ésta experimentó serios tropiezos a partir del cuestionamiento y acusación de los indios. Fue canónigo de la Plata y Charcas de 1618 a 1632 –que fueron años difíciles–. Vuelto a Lima ya se habían borrado los recelos existentes y el cabildo lo acogió, unánimemente, considerándosele como “descubridor de la idolatría en el Perú”.

Según Antonio Acosta, uno de sus más penetrantes biógrafos, el hallazgo de idolatrías con que se defendiera en el juicio que le plantearon los indios “fue en realidad una especie de castigo que infligía a los indios por su demanda ... Lo que es prácticamente seguro, no obstante, es que Avila no pudiera prever la dimensión final que sus primeras acciones iban a terminar adquiriendo”7.

Lo que Acosta considera “prácticamente seguro”8 es muy discutible. La magna obra de Francisco de Avila es la de un ser humano compenetrado en el conocimiento de dos culturas en enfrentamiento. Por eso se vio existencialmente comprometido a decidir sobre una de ellas, pero su quehacer como extirpador tuvo una dimensión que paulatinamente envolvió y comprometió su vida desde una simpatía hacia el lado indígena. La penetración

7 Acosta, Antonio. “Estudio biográfico sobre Francisco de Avila”. En Taylor Gerald. Ritos y tradiciones de Huarochiri del siglo XVII. Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 1987, p. 584.

8 Loc. cit.

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del mundo indígena así como su afinidad y comprensión por los que adoctrinaba son evidentes, más bien habría que concluir que vivió a horcajadas entre el mundo religioso precolombino y la necesidad de lograr una armoniosa transposición de las creencias indígenas al código religioso occidental que, por otro lado, era el imperativo apropiado al comportamiento de un sacerdote católico.

2. Su obra

Avila escribió varias obras, entre ellas “Tratado y relación de los errores, falsos

dioses y otras supersticiones y ritos diabólicos en que vivían antiguamente los indios de las provincias de Huarochirí, Mama y Chaclla, y hoy también viven engañados con gran perdición de sus almas” que data de 1608 y que ha sido y es motivo de los más serios estudios filológicos, lingüísticos, históricos, etc., de peruanos (como José María Arguedas, Luis Valcárcel, Lorenzo Huertas Vallejo y Juan Carlos García Cabrera) y de extranjeros (como Pierre Duviols, Gerald Taylor, Kenneth Mills y Salomón Frank).

También escribió una “Relación que yo el doctor de Avila, presbítero cura y beneficiario de la ciudad de Huánuco hice por mandato del Arzobispo de los reyes acerca de los pueblos de indios de este Arzobispado” (1611); otra “Relación sobre idolatría” publicada por Toribio Medina, y un “Parecer y arbitrio del Dr. Francisco ... beneficiado de Guánuco y visitador de la idolatría para el remedio della en los indios de este Arzobispado” (1616).

Pero donde se aprecia mejor las condiciones intelectuales de Avila es en las páginas autobiográficas del “Prefación al libro de los sermones o homilías en la lengua castellana y la índica general quechua”, incluido en el Tratado de los Evangelios impreso en Lima, en 1646-1648, en dos volúmenes, de los cuales el segundo fue publicado después de su muerte. El primer tomo consta de 564 páginas y el segundo tomo de 134 páginas.

Un detenido examen de esta obra, un correcto análisis de cada uno de los sermones, en su contenido y estructura formal nos permiten adelantar, en esta ocasión, algunos conceptos generales y en particular referirnos al diálogo que establece con sus oyentes indios. Diálogo en el que afloran las objeciones y el rechazo de los indios a la doctrina que él procuraba impartirles, y que se constituye en valiosa fuente de información ideológica pues establece una interesante discusión, una verdadera dialéctica, entre teología cristiana y racionalidad indígena.

CAPÍTULO III EL TRATADO DE LOS EVANGELIOS

1. Aspectos generales de la obra

El texto bilingüe, a dos columnas, puede ser confrontado en su versión romance y quechua (runasimi). Ambas versiones son acabadas pues Avila dominaba a la perfección el quechua, el castellano y el latín.

La característica más destacable es el nivel intelectual que concede a sus oyentes; los términos que utiliza como método de acercamiento emocional son cariñosos, suaves, persuasivos, pero, sobre todo, conceden capacidad de intelección a su auditorio.

Es también interesante observar como procura situar a los indios en el tiempo y el espacio del respectivo texto bíblico con cuya lectura está obligado, en cada semana o fiesta religiosa, a iniciar su sermón. Les explica e interpreta el pasaje de la sagrada escritura con claridad y al mismo tiempo con la maestría de un historiador que posee un amplio panorama cultural.

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Luego vendrá el consejo moral, o sea la parte ética, la lección que pretende desarrollar para modificar el comportamiento. Por lo común aluden a sus idolatrías o a las prácticas en el comportamiento de un no creyente católico y a las creencias que deben desterrarse. El final del sermón revisa las ideas transmitidas y culmina en una invocación a la misericordia de Dios y a su divina gracia.

Pero la singularidad de estos sermones, que es la motivación del presente estudio, se da en el hecho de la inserción de un diálogo con un posible opositor indígena y es allí donde gravita su profundo conocimiento de la manera de pensar y de sentir de los seres humanos a quienes pretende cambiarles su concepción religiosa. 2. La singularidad en los sermones de Francisco de Avila

Siguiendo la modalidad de los catecismos basados en preguntas del sacerdote y respuestas del adoctrinado Francisco de Avila, en sus sermones, perfecciona el método que se venía usando y establece un diálogo con un posible opositor indígena. Este diálogo con el indígena puede ser decodificado y así los temas y cuestiones que no son aceptados por la mentalidad indígena y que el mismo Avila presenta y aborda de continuo pueden revelarnos las ideas, dogmas, o principios de la teología cristiana que los indios no comprendían o rechazaban, pero al mismo tiempo pueden informarnos con más detalle sobre aspectos fundamentales de la mentalidad religiosa indígena en el siglo XVII.

Para una mejor ilustración es pertinente presentar aquí el resumen de un diálogo específico que expresa en sus ideas cómo los indios se sentían diferentes a los españoles y por lo tanto no aceptaban ser ovejas de Jesucristo. 3. Un diálogo específico

El sermón del Buen Pastor. “Yo soy el Buen Pastor y conozco mis ovejas”9. Avila procede de la siguiente manera: Primero da lectura al texto del evangelio y

luego lo explica así: Avila: Veamos ahora, qué quiere decir Jesús diciendo que él es Buen Pastor?

Yo os lo diré. Oidme con atención. Jesucristo quiere decir que nosotros somos las ovejas y ganado de Dios, criados, hechos, alimentados, sustentados y conservados por él10. Después de haber desarrollado estos aspectos informativos del Sermón pasa a la

sección más significativa: las objeciones que podrían formularle sus feligreses. Estas objeciones aun cuando han sido elaboradas por el propio Avila representan las argumentaciones críticas de los indios, y por esta razón procederemos a considerarlas en boca de un interlocutor indio. Indio: Quizás alguno de vosotros dirá ahora, padre mío, los indios, no somos como los españoles,

nosotros tenemos diferente origen, y otro aspecto. Y siendo esto así, no somos ovejas de Dios, ni el Dios de los españoles no es el nuestro; porque nosotros desde el tiempo de nuestros progenitores, tenemos nuestros ídolos, y sacerdotes. Y demás de esto, antes que aportasen acá lo españoles, había muchos de nosotros, y nos aumentábamos sin número en la sierra, en las punas, en lo templado, en la yunga, y en la costa del mar. Pues las comidas como son el maíz, papas, quinua, occas, carneros, paccos, era sin número y medida, estaban los graneros del Inca embutidos de esto, y lo mismo era en las troxes de los particulares.

9 Avila. Ob. cit. “Domingo segundo después de pascua”. Tom. I, pp. 474-481. 10 Ob. cit. Tom. I, p. 475. El diálogo entre Avila y el indio ha sido trasladado al castellano actual; señalamos

entre paréntesis el tomo y la página correspondiente al texto del Tratado de los Evangelios.

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Y entonces no había ladrones, y las casas de los indios sin llaves; ... Pero después, que vinieron los españoles, todos los indios se han hecho ladrones y rompen las cerraduras de las puertas para hurtar. Y de aquí saco yo, que nosotros los indios, no somos una cosa con vosotros, y así no viene bien que seamos ovejas de Jesucristo (Ibid. p. 477). Y esta es la razón; porque nosotros los indios somos cristianos en solo lo aparente ..., que nuestro pensamiento, y corazón en solo los ídolos está; porque con ellos nos iba mejor ... y nuestras heredades y chacras se lo han tomado los españoles, y el hilar, tejer, y hacer cumbis es solo para el corregidor. ... ¡Oh padre mío! yo te lo suplico; ¿dime todo esto, que he dicho no es pura verdad? No es cosa que se pueda contradecir.

Avila: ¡Oh hijo mío! cuánto gusto me ha dado todo esto, que has dicho ... La causa es porque me has descubierto tu corazón y concepto. ... Mira, todo cuanto has dicho, verdadero parece, y que no tiene duda, siendo todo error (Ibid. p. 478). ... Oye ahora; porque esto no es cosa de momento. Oye pues: Siembras un grano blanco de maíz viene a hacerse choclo; ¿no sueles ver en ese choclo, que aunque todos esos granos son blancos, acontece, que hay algunos negros, pardos ó morados? ... así los descendientes de nuestros primeros padres que fueron blancos sus descendientes son unos pardos, otros negros y otros blancos. Todo lo que me has dicho después de vuestras desgracias por la venida de los españoles ... Oidme pues ahora. Todo cuanto hay y pasa, vida, muerte, aumento, disminución, tener salud, enfermedad, ... todo es y se funda en la voluntad de Dios, y así cuando él quiere, una nación sujeta a otra: y otro día viene a ser vencida, la que ahora prevaleció ... Pero es muy cierto, que muchas veces ha consumido, y asolado, reinos, y provincias, por sus pecados (Ibid. p. 479). Y así por sus pecados antiguos empezó a castigar a los incas, ... quitándoles las vidas ... Y los españoles fueron para esto como alguaciles y ministros de Dios. Y si no había ladrones ¿esto porqué? Porque el Inca, aunque fuese pequeño el hurto, lo castigaba con pena de muerte o con cruelísimos azotes. Y en aquel tiempo tenían los indios grandísimo trabajo pastoreando el ganado del Inca, criándolo, hilando para su vestir, ... cultivando las chacras, llevando el maíz y papas de muy lejos al Cuzco, así para él, como para la gente de guerra (Ibid. p. 480) ... y todo esto sin paga, y si no lo hacían los castigaban ¿cómo?: hasta darles muerte. ¿Esta vida mi hijo, llamabas buena vida? ¡Oh hijos míos! es cosa sin duda, que todos somos hechura de Dios, y ovejas y ganado de Jesucristo ... y él es nuestro verdadero pastor ... esto para llevarnos a la bien aventuranza, a patria donde no hay muerte, y en vuestra vida disparatada, el demonio es vuestro pastor, para llevaros con engaño al infierno. Creed esto que os he dicho de todo corazón, renegad del demonio, del maestro de idolatría ... Seguid sólo a Dios y a Jesucristo que es el que sin engaño nos busca. El nos da en esta vida su gracia y en el cielo la gloria (Ibid. p. 481).

Este sermón nos permite constatar el estilo peculiar de Avila; se trataba de entablar

una discusión teológica con los indios, por eso incluye en su sermón un diálogo utilizando los argumentos con que los indígenas refutaban las verdades de fe de los cristianos que él como extirpador de idolatrías conocía muy bien.

Este método de exposición de Avila, en nuestra opinión, es peculiar y lo utiliza con la convicción de que era la mejor forma de extirpar las antiguas creencias religiosas de los naturales.

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Queremos relievar que la metodología usada por Avila, si bien es cierto utiliza las buenas razones argumentadas por los indios, las convertirá en “verdades aparentes” concluyendo tajantemente en que todo es un error.

Así, pese a la objetividad de las razones dadas por los indios, Avila las va a negar, no aceptando ninguna de ellas para luego exponer e imponer, a través de su enseñanza del evangelio, las concepciones de la cultura occidental y del cristianismo como las únicas verdaderas y, por supuesto, sostener que eran superiores a las de la cultura indígena.

CAPÍTULO IV

TEMÁTICAS Y PROBLEMÁTICAS

1. Temáticas y problemáticas generales abordadas por Avila en el Tratado de los Evangelios

En esta parte del estudio se examinará en sus grandes rubros temáticas y

problemáticas reiteradas por Avila a lo largo de su obra. Están referidas a cuestiones sobre la idolatría, Dios, el mundo y el hombre que son

vistas desde la perspectiva cultural occidental y aunque Avila consigna valiosa información, de la réplica u oposición planteada por el indígena a cada una de las cuestiones propuestas, lo va a hacer sólo para negarlas rotundamente. Las coincidencias culturales que se dan y que aparecen como obvias para el lector contemporáneo no son vislumbradas por nuestro autor, quien parece más bien manejado por una lógica absurda basada en el principio de negar todo lo ancestral y gentilicio por valioso que fuere o que se encontrase fundamentado en la realidad objetiva.

Se trata de un diálogo entre Avila, representante de la cultura occidental, y los indígenas que explican, defienden y dan serias razones del por qué de su rechazo a la nueva religión.

Imaginemos a Avila en un diálogo con los llamados idólatras y presentemos argumentos y razones de los dos bandos. El atento lector podrá aquilatar el mensaje de nuestros indios en el siglo XVII, diálogo que sin grandes esfuerzos podría trasladarse al presente.

Ubiquémonos, pues, en una modesta parroquia de un pueblo perdido en nuestras serranías, donde el párroco imparte la doctrina a sus feligreses después de haberlos confesado.

Sólo queda por agregar que este intercambio de ideas, entre las concepciones occidental e indígena, se basa en el Tratado de los Evangelios. A. Diálogo sobre la idolatría Avila: ¿Ya habéis dejado la idolatría? Indio: Padre mío verdad es que allá en mi pueblo a veces acudo a lo que me dicen los viejos. Avila: Pues hijo eso es estar ciegos que si tu alma no lo estuviera, echaras de ver, que el cerro, la

nieve y el río no son capaces de adoración (Avila, 1646, Tom. I, p. 162) ... Pues siendo esto así, cuando algunos adoran la piedra, la tierra, el cerro, a las estrellas, a la luna, al sol, al arco del cielo; ¿qué hacen entonces? Están locos dando de ojos como embriagados caen como ciegos (Ibid. p. 523).

Indio: No padre mío, que tal vez en todo eso caigo. Avila: Pues eso hijo mío es estar ciega tu alma ¡Oh hijo! que si Dios no te libra de esta ceguedad

vas derecho al infierno, y como ciego pierdes el camino. Indio: Pues padre, ¿qué he de hacer para librarme de eso? Avila: Lo primero que creamos de veras en Dios y sigamos a Jesucristo (Ibid. p. 162) el Dios en

quién hemos de creer, a quién hemos de adorar y obedecer.

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El Dios que vosotros teníais ¿qué Dios era? Una vil piedra, una ccaullama, un cerro, una fuente, y la nieve, un cuerpo muerto cuya ánima está ahora con los demonios en el infierno. Estos eran vuestros dioses: esto adorabais engañados del demonio (Avila, 1648, Tom. II, pp. 71-72). ¡Oh gran señor!, no como los dioses, que adoran estos miserables indios, que son dioses falsos, inventados por ellos y tan de burla, que son piedras, cerros y la misma tierra ... No echáis de ver que los indios y los demás gentiles (por veros ... arrodillado lavando y enjuagando los pies a los pobres) dirán, que os ponéis en esto porque sois inferior al hombre, y os negarán la adoración y respeto (Ibid. Tom. I, p. 416).

Avila: Veamos ahora, si vos sois cristiano de Dios. Indio: Sí padre, yo conozco a Dios y a Jesucristo y oigo misa y me confieso cada año, y algunas

veces en la semana santa me azoto. Avila: Todo eso hijo mío es muy bien. Pero sin mentir dime una verdad. ¿Cuando haces todo esto

y caes enfermo, sueles consultar a los maestros de idolatrías, para saber de éstos si cobrarás la salud? ¿Y en ejecución de lo que te mandan hasles dado el cuy, para sacrificar a aquel o al otro, que te dice, que enojado contigo te causa la enfermedad? ¿Y haste hecho fregar el cuerpo con maíz molido, para arrojarlo donde se encuentran algunas aguas? ¿Y demás de esto, cuando llega la fiesta del ídolo principal del pueblo, ayunas como lo mandan tus sacerdotes, sin dormir la noche entera, haciendo todo lo demás? Mira habla la verdad, no te avergüences de mí.

Indio: ¡Oh señor padre! La pura verdad me dices. Sí señor, sí lo suelo decir: porque esto es conforme a mis mayores, y origen, y nuestros viejos, y sabios nos dicen, que esto no se ha de dejar pena de morir y acabarnos, y que no lo haciendo, los sembrados no se logran, y las heladas los destruyen, y que así no se puede omitir esto, aunque sea en oculto, porque el padre no lo sepa, y que bien es ir a la iglesia, confesarse, sin manifestar lo dicho. Por eso no es pecado (Ibid. p. 512).

Avila: Mira el enfermo es razón que sea curado, que para eso crió Dios muchas medicinas, unas de hierbas, otras de piedras y de aceites, unas para bebidas, otras para unturas, con eso tal debemos curarnos. Pero invocando los ídolos y a nuestros progenitores de ninguna manera; porque es cosa de burla y locura.

Indio: ... Pues padre vosotros los cristianos no llamáis también para que os dé salud a Santa María, San Pedro, San Francisco y otros Santos? Pues siendo esto así ¿por qué no haremos nosotros lo propio con nuestros progenitores?

Avila: Yo os lo diré ... Así es, y la verdad decís en que nosotros los cristianos hacemos eso: ..., veneramos al Santo y le rogamos que él ruegue a Dios nos la dé ... Pero vosotros no lo hacéis así, antes decís: mi abuelo o mi padre, me causa esta enfermedad y a él le adoráis, y pedís la salud y esto es gran error. Por dos razones, la una porque adoráis á aquellos, que están en el infierno con el demonio. La otra; porque les pedís a ellos la salud no teniendo virtud para ello (Ibid. pp. 272-273).

Indio: ... Quien nos puede decir: nosotros no somos de seguir lo que los españoles creen, que eso, que enseñan ellos, es bueno sólo para ellos, porque con eso siguen la doctrina de sus mayores, pero nosotros tenemos otro origen, y por tanto a Jesucristo, y lo demás, que dicen lo hemos de creer, y hacer de cumplimiento, para solo decir, que somos cristianos, porque no nos azoten. Que lo que hemos de adorar no ha de ser otro, que lo que nos enseñaron nuestros mayores, el sol, la luna, las cabrillas, el cerro, y nuestro ídolo mayor, los cuerpos muertos de nuestros antepasados; la mama zara, la ccaullama, y las cconopas: esto es lo que se debe adorar (Ibid. pp. 548-549).

Avila: ... Pues mira, que eso, que has referido con todo lo demás de los antiguos, es traza del demonio, para hacerse adorar a sí mismo con ello, y para que la gente no honre a Dios, y con esto se condene (Ibid. p. 512). ... Si, claro está. ¿Tenías más gusto de cuanto estabais haciendo taquies, borracheras y adorando ídolos? No. Pues bien viene, y vosotros sois por quién dijo Dios; vengan aunque no quieran ... que fue decir: oigan lo que se les predicare, ... Pero mira, que decir Dios, que aunque no quieran entren en su casa, en su ley y fe; no es para que ninguno sin querer, y sin su voluntad, sea cristiano porque esto no lo quiere Dios contra el libre albedrío del hombre (Ibid. Tom. II, p. 39).

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B. Diálogo sobre Dios, mundo y hombre a. Sobre Dios Avila: ... quien se quiere salvar y llegar a Dios, forzosamente ha de saber y creer qué cosa

es Dios y quién es Dios y como crió lo visible, y lo invisible, y como se hizo hombre, y lo parió la Virgen Santa María, como murió y resucitó, subió a los cielos, y como ha de volver a juzgar a todos, y que para esto han de resucitar los muertos, y que ha de echar al infierno a los malos, y llevar al cielo a los buenos. ... Esto que decimos Dios ¿Dios que cosa es? ¿Sabéis que es?. Ninguno lo sabe cumplida, y ajustadamente. Pero sabemos que Dios es un señor poderosísimo, y que nadie puede prevalecer contra él, ni contradecirle, y que todo lo hinche, y todo lo cría, y a todo da vida, y que el cielo y la tierra lo hizo de nada. Y luego sabemos, que este Dios no tuvo principio, y que es, y tiene ser de sí mismo, esto sabemos, porque él nos lo ha revelado (Ibid. Tom. I, p. 58). ... Y vos señor, que los criasteis todo y esa hermosura de los cielos, sol, luna y estrellas, y que con un soplo lo podéis convertir en nada ... ¡Oh gran señor!, no como los dioses que adoran estos miserables indios, que son dioses falsos inventados por ellos, y tan de burla, que son piedras, cerros y la misma tierra que huelle (Ibid. p. 416). Siendo esto así ¿Quién no reverencia a un Dios tan poderoso? ¿Quién no le obedece? y ¿Quién no le sigue? (Ibid. p. 288). Dios solamente es verdadero, y que nunca dice lo que no hay: que todos los demás, aunque muchas veces traten verdad, muchos no la dicen ... Todos mienten (Ibid. pp. 463-464). Dios nuestro señor, por su infinita bondad, y misericordia quiso, que el hombre no se perdiese y hacerle participante de su gloria, poniéndole en el cielo entre los ángeles, en lugar de los que de allá por su soberbia fueron desterrados, y hechos demonios. Pues para obrar este remedio del hombre, fue necesario que hiciese como un edificio, como casa donde estuviesen los que habían de acudir a esta obra de la salvación de los hombres. Esta casa fue primero formada de muchos varones santos, ... que predicaron, y enseñaron a los hombres de aquel tiempo. Pero aunque esto era así, ninguno entraba de los muertos, en el cielo: hasta que el mismo hijo de Dios se hizo hombre, y él propio renovó esta casa, y edificio, siendo él mismo el fundamento de ella, enseñando, predicando y haciendo milagros, venciendo al demonio, que se había hecho señor y lo venció muriendo en cuanto hombre en la cruz ... (Ibid. Tom. II, p. 52). Pero antes de morir escogió para este mismo edificio otros, que quedasen en su lugar, y fuesen como las paredes del que enseñasen lo que él había enseñado, y estos fueron los apóstoles ... (Ibid. p. 53). Pues veamos ahora, estos que así llamó para vencer al demonio, y quitarle de las garras al hombre, qué gente eran? ¿Eran letrados, sabios, valientes o ricos? No sino unos pobres, los más pescadores.

Indio: Pues porqué escogió este género de gente, Cristo nuestro señor?. No fuera más acertado escoger letrados, sabios, ricos y gente que estimara el mundo. Para que así hicieran caso de ellos ¿No lo han hecho, y lo hacen así todos los reyes y grandes señores?.

Avila: Mira esa es la sabiduría, y poder de Dios ...

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Pues mira ahora, tenía el demonio enredado todo el mundo con mentiras, con engaños, había hecho creer a los miserables hombres en casi todas las naciones, que el sol, la luna, las estrellas eran Dios, y que se debían adorar, y otras cosas muy inferiores, como es la tierra, la nieve, el agua, el maíz, y otras mil cosas, que aún hasta ahora vosotros adorabais, y estaba hecho el demonio señor de todos, y los mandaba, puesto en los corazones de todos (Ibid. p. 54), y encastillado allí, como en una fortaleza. Estos hombres así engañados del demonio, defendían la mala doctrina, que les había enseñado, y a los que decían contra ellos los castigaban, y los mataban. ... Pues mira. El mismo Jesús hijo de Dios, no quiso venir poderoso, con majestad, rodeado de ángeles, y haciéndose temer, antes hecho un niño tierno, hecho hombre pobre. Y luego ¿qué armas trajo? Su doctrina, su predicación, su enseñanza, su paciencia, y su buena vida ¿Y qué soldados y gente de guerra? ¿Y qué capitanes? Los capitanes fueron sólo doce ... Y estos fueron unos pobres pescadores ...

Indio: Pues padre mío, volvamos otra vez a lo pasado: ¿por qué escogió esta gente pobre, y no ricos ni poderosos? (Ibid. pp. 55-56).

Avila: ... Porque esa es la sabiduría de Dios y ese es su poder. Que cuando quiere con un soplito, deshace los montes, vence los fuertes, y derriba las fortalezas, y con esto luce más su poder ... y como conquistó el mundo con doce pobres pescadores, y gente sin riqueza, ni poder. Veis ahí un ejemplo de toda verdad. Otro ejemplo sea de aquí de vuestra propia tierra y de vosotros mismos, oidme con atención; porque os holgaréis de saber lo que os dijere. Oid pues. Este año de mil seiscientos y cuarenta y ocho, hace ciento y veinte y tres años, que trece españoles solos, que fueron don Francisco Pizarro su capitán y otros dieron principio a la conquista de esta tierra desde la isla del Gallo, y Gorgona, que fue el año de mil quinientos y veinte y cinco11 (Ibid. p. 56). ... Allí (en Cajamarca) cien españoles a pie, y sesenta a caballo no más, viniendo el Inca con cincuenta mil hombres armados, lo prendieron, y mataron muchísimos indios (Ibid. p. 57). Y por aquí se dio principio a conquistar, y sujetar tanta muchedumbre de gentes, y provincias, que no se pueden contar. De manera que muy pocos españoles vencieron, y rindieron tanta gente. Pues, esto, mira, fue y lo ordenó Dios así, para que lo conociesen los indios, y para sacarlos de la esclavitud, y servidumbre del demonio. Veis aquí como Dios cuando quiere con un soplo, con una nonada vence, desbarata, deshace, y vuelve a hacer lo que quiere, y en eso conocemos su gran poder.

Indio: ¿Padre todavía no me habéis declarado de todo punto porqué escogió Cristo señor nuestro estos pobres?

Avila: Escogió Dios, diré, lo que el mundo tenía por bobería, y necedad, para confundir con esto a los sabios, y a los flacos del mundo escogió para vencer lo fuerte, y lo abatido y menospreciado, y lo que parece que es nada para destruir, lo que parece mucho, para que en su presencia, no se ensoberbezca hombre alguno. ... Dios escogió pobres y gente que sabía poco, para que predicasen el santo Evangelio, y para echar al demonio, que tenía engañados a los hombres (Ibid. p. 58). Pues esto que es pura verdad, es muy difícil para que lo entendáis así. ¿Por qué es difícil? Yo os lo diré. Porque ustedes dirán ahora:

11 Avila va a explicar la conquista del Perú, con bastante precisión, hasta el momento del encuentro, en Cajamarca, de Pizarro con Atahualpa, el hermano de Huáscar Inca que estaba en el Cuzco.

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Indio: Pues padre antes que conocieran los incas nuestros reyes, a Jesucristo, ni nuestros padres, y mayores conocieron a Dios: ¿los pescadores de la mar, y de los ríos, ¿no cogían pescado? ¿Y los labradores, y todos los indios, no sembraban, y cogían maíz, quinua, papas, frijoles, yucas, y todo lo demás? Pues entonces no era esto; porque lo hiciesen en nombre de Jesucristo.

Avila: Pues mira eso mismo que vos decís, es causa de alabar más, y más a Dios, porque es tan piadoso, y tan grande su piedad, que a los que no lo reconocen, ni adoran, (Ibid. p. 59) ni tienen por Dios señor, y criador de todo, les sustenta ... ¿No lo veis claramente en que cuando sale el sol alumbra a buenos, y a malos, y cuando llueve así moja, y humedece la tierra, y chacras de unos como de otros? ... Y si los malos no quieren conocer esto, ni adorar, y servir a este gran Dios: en muriendo, irán a las penas infernales, donde cuanto comieron y bebieron será para mayor tormento (Ibid. p. 60).

Indio: Cuando Jesucristo dijo yo soy luz del mundo ... ¿Es Jesucristo ese sol? Avila: No hijos míos, no es Jesucristo el sol, antes es él quién crió e hizo el sol. Indio: Pues ¿cómo dice yo soy quién alumbra el mundo? Avila: Yo os lo diré: Jesucristo diciendo, que alumbra el mundo, no quiere decir, que

alumbra esta tierra, que hollamos y vemos. Indio: Pues, ¿qué? Avila: A la gente, que vive, y está en él como si ahora dijéramos: El Inca sujetó toda la

tierra; que entonces no queremos decir que sujetó el suelo. Indio: ¿Pues qué queremos decir? Avila: Que sujetó a la gente que estaba en ella (Ibid. Tom. I, p. 326). b. Sobre mundo Avila: No a siete mil años cabales, que Dios crió los cielos, y la tierra de nada; porque entonces no

había nada de esto. Pero Dios siempre lo hubo. Indio: ¿Qué quiere decir siempre? ¿desde cuándo? Avila: ¿Desde cuándo preguntas? Desde cuando no lo sé, (Ibid. p. 416) no se puede decir: porque

Dios es, y ha sido sin principio; ... todo (lo pasado) es como un día, para decir, cuanto hace que Dios es.

Indio: Pues padre ¿cuánto hace? Avila: No hay cuando, es sin principio, que en otro término se dice es eterno, que nunca tuvo

principio. ... y por eso ninguna cosa es Dios, porque todo lo demás tuvo principio, como los cielos, la tierra, y cuanto en ellos hay (Ibid. p. 417).

Indio: ... Pues antes de criar esto Dios ... por no haberlo criado, ¿era pobre, o que le hacía falta algo de lo criado?

Avila: No, de ninguna manera, tan rico, y poderoso era como ahora, la misma gloria tenía; ... siempre ha sido poderoso, rico, omnipotente, y cuando todo se consumiera y se acabara y no quedara cosa en pie; había de ser por su voluntad, y entonces no le hacía falta a Dios, ni por eso fuera pobre (Ibid. Tom. II, p. 45).

Indio: ... Pues ¿Dios en cualquier obra que hace es capaz de cansancio? ¿cada día no obra cosas nuevas y cría tantas criaturas en las entrañas de las mujeres? y por su orden y mandato ¿no anda el sol y sale cada mañana? y ¿aparece la luna y resplandecen las estrellas cada noche, vienen las lluvias cada año, y todo se sazona, y madura, se agota, revive y muere? ¿Esto y mucho más haciéndolo Dios es así que se cansa?

Avila: De ninguna manera se cansa obrando cuanto hay en el universo, dándole vida y causando la muerte, y no dando lugar a que paren los cielos, y su movimiento.

Indio: ¿Pues cómo, o por qué razón no se cansa? Avila: Porque es Dios y Dios tiene fuerzas infinitas. Indio: ¿Todo este mundo inferior y el superior y cuanto en ellos hay como lo obró? ¿Quién le

ayudó? ¿De dónde lo sacó?

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Avila: Todo esto le dio ser de la nada, con solo su querer, y lo hizo, lo acabó y hermoseó, y ahora prosigue sustentándolo y eso es fe católica, y que forzosamente se ha de creer así (Ibid. Tom. I, p. 277).

Indio: Pues padre todo eso hace más fuerte mi dificultad ¿Cómo me dijistéis, que Jesucristo se había cansado? siendo así que se cansó luego no es Dios (Ibid. pp. 277-278).

Avila: Hijo parece que dices razón, que concluye. Pero no lo es. Te lo daré a entender, si me oyes con atención. ... Jesucristo es verdadero Dios, y verdadero hombre, que siendo hijo de Dios se hizo hombre en el vientre de la Virgen María ... haciéndose hombre ... sin dejar de ser Dios, y así en cuanto tal hombre fue niño, muchacho y hombre perfecto, y comía, bebía, dormía, y se cansaba, lloraba y aún llegó a morir. Todo eso pasó Jesucristo en cuanto hombre ... se cansó, de manera, que fue en cuanto hombre, habiendo caminado (Ibid. p. 278). Pero quizá diréis ahora.

Indio: Si los vientos, y la mar obedecieron (a Jesucristo) luego, sin duda que tienen oídos y en el sermón pasado ... nos dijistéis lo contrario hablando del sol, y de la luna ¿pues cómo ahora decís que la mar y vientos oyeron?

Avila: Mira aunque yo lo he dicho así ..., con todo no es porque oyen, ni tienen oídos, porque eso sólo es para que entendamos que a la voluntad de Dios aún lo insensible obedece. Pero solo el hombre que es de duro corazón aunque Dios lo llame mil veces, no le responde (Ibid. p. 130). Mira hijo mío este sol, que nos alumbra, y la luna, y estrellas no oyen, ni ven, ni entienden, y por más que gritéis no te pueden oír.

Indio: ¿Y esto por qué razón? Avila: Porque todo esto no es cosa que tiene vida, aunque es tan hermoso y resplandeciente ¿No

veis un espejo? ¿No está muy liso y bruñido y resplandeciente? ¿Ese si le hablaráis oiríaos? De ninguna manera.

Indio: ¿Pues porqué? Avila: Porque no tiene vida. Indio: Padre mío así es del espejo: Pero el sol, luna (Ibid. p. 101) y estrellas no son así, ¿porqué a

todos estos no los vemos andar cada día y cada noche? Avila: Mira hijo aunque eso fuese así no son vivientes. Indio: ¿Pues cómo andan si no lo son? Avila: Mira que tampoco andan, porque yendo de aquí allá van llevados ¿No sabéis cómo? Si tú

fueras ahora de aquí a otro pueblo sobre una carreta, yendo la carreta tirada de los bueyes, ¿vas tú por tus pies? claro es que no, porque ellos llevan, y tiran la carreta que te lleva: lo mismo pasa con el sol, luna y estrellas. ... el sol, las estrellas y luna formados, en una tela azul tirada y extendida, ... ellos mismos no se mueven, ni andan, tampoco sino con aquella tela azul que es el cielo. ... y cuando llega el sol así traído al medio del cielo, decimos que es medio día, y cuando ha dado toda la vuelta, y se esconde, decimos que es noche.

Indio: Entonces ¿dónde se esconde? ¿dónde se oculta? Avila: ... ni se oculta, ni se esconde, sino que por debajo viene dando vuelta con el orbe del cielo

alumbrando y calentando (Ibid. p. 102) otras tierras ... Pues en este ejercicio están comúnmente sin cesar estos cielos llevando consigo al sol, luna y estrellas.

Indio: Y cuando así andan ¿quién los mueve? Avila: Un Angel, un valiente de Dios quién lo tiene mandado, él solo lo mueve todo. Indio: Y ¿para qué lo mueve? Avila: No mas de para alumbrarnos y calentarnos, y dar vida a todo, fomentándolo como es el

maíz, trigo, y árboles, y los cuadrúpedos y a los peces del mar, y todo lo demás. Y aunque esto todo sea así: ese sol, luna y estrellas no viven, no tienen ojos, oídos pies, ni manos, ni comen. Pues siendo esto así: de ninguna manera se deben adorar: porque por más que grites no te han de oír (Ibid. p. 103).

Indio: Y demás de lo dicho, vos padre, no habéis referido ... ¿qué una estrella caminando delante de los reyes los guiaba, y llevaba, y que en llegando donde estaba el niño Jesús, paró, y no

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anduvo más? ¿No dijistéis esto hace poco? ¿Pues cómo dices que las estrellas ni entienden, ni andan? (Ibid. p. 104).

Avila: ... Aquella estrella no fue como son las demás: porque las demás no se mueven solas de por sí.

Indio: Padre no me digáis eso. Contra lo que yo he visto muchas noches, que es correr una estrella y demás de esto, cuando me han hurtado ... consultando yo al sabio ... me suele decir, que hacia aquella parte que voló la estrella llevaron el hurto y que hacia allí vaya yo en su busca y lo hallaré: y creyéndolo lo he hecho, y hallado: Pues como padre decís que las estrellas no vuelan, ni se mueven?

Avila: Yo te lo diré hijo, óyeme con atención: eso que vuela no es estrella. Indio: ¿Pues qué es? Avila: Cuando la tierra vaporiza calentada del sol, se levantan nubes y también de la mar, estas se

levantan a lo alto llevadas del aire, y allí juntándose se refriegan, y aprietan, y toman calor, y se encienden, y encendidas revientan y en reventando parten aquí, y allí, como una saeta, hasta que aquel fuego se consumió, y así se pierden, se consumen, y se acaban, y esto es lo que tu llamas estrella, y tu crees lo que te dice el viejo y vieja mentecatos, y sin entendimiento, y dices que es estrella; y buscando lo hurtado a veces das con ello, y otras veces no, y lo mismo sucediera cuando no los hubieras consultado (Ibid. p. 107).

Indio: Pues padre ¿cómo no nos das a entender una cosa de mucha dificultad? Los incas, y reyes antiguos, para haber de adorar al sol, no le fabricaron una casa, y templo en el Cuzco, y allí no le sacrificaban con cuyes, y carneros blancos, y le quemaban maíz blanco, y daban a beber chicha blanca diciéndole ¡oh sol señor poderoso de barbas rubias, dame vida, porque tu eres el padre y criador de nosotros los incas! y le suelen poner chicha blanca, para que beba en una vasija muy grande de oro, poniéndola en la casa del sol, para que por una lumbrera entrando el rayo diese en el vaso, y entonces decían, ya bebe nuestro padre el sol: siendo esto así como decís lo contrario? (Ibid. p. 103).

Avila: Este sol que miramos, a vuestro entender, ¿qué tan grande será? ... Pues sabed, que ese sol es mayor, que toda la redondez de la tierra, y mar ciento y sesenta y cinco veces; y el ser tan grande lo saben, y entienden muy bien los filósofos. Siendo tan grande ¿si comiera con que se satisfaciera? ¿Con uno, o con dos, o tres carneros de la tierra? Esto es cosa de burla (Ibid. p. 106).

El que oye, ve y lo entiende todo, y el que lo cria y le da fondo y fin con su propio poder y fuerzas, sin ayuda, ni amparo de otro es solo Dios (Ibid. p. 105).

c. Sobre hombre Indio: ... Bien está, pero nosotros los indios no somos hechuras de Dios como los españoles, que

nuestro origen es diferente. Una parcialidad de indios tuvo origen de una cueva, y los progenitores, y cepa de otros salieron de unos huevos, y otros de una laguna, que siendo esto así padre, todo lo que habéis dicho, no cuadra para nosotros. Y además de esto nosotros los indios, tenemos diferente aspecto, y color, y carecemos de barbas, y los españoles son blancos, y parte de pelo negro, parte rubio, y la lengua, e idioma diferente. Por estas razones, ni lo que predican los padres, ni el Evangelio, hablan con nosotros, y esta es la razón, porque no creemos eso y por que no somos cristianos de corazón, que la verdad es, que de solo temor de vosotros los padres, parecemos cristianos (Ibid. p. 297).

Avila: ... Todos los hombres de cualquier color que sean, son hechura de Dios, porque cuanto vuestros mayores, dijeron contra esto es burlería, diciendo que salieron de aquí, y de acullá (Ibid. p. 547). ... es necesario, que primero entendáis, que no son sólo los indios, los que han dicho esto, que antiguamente así lo decían otras naciones. Son innumerables los que en esto erraron, y que dijeron varias cosas del origen de los hombres, y las enseñaron. Y en esta tierra, en todas las provincias refieren diferente origen los naturales de ellas, los ccollas dicen uno, los aymaras otro, y los incas lo propio, y todo es cosa ridícula, (Ibid. p. 297) cuentos y fábulas, sueños y errores, y cosas de hombres sin juicio.

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Lo cierto, y sin duda es, lo que está en la Escritura Divina acerca del origen de los hombres. Indio: ¿Pues qué dice allí? Avila: Que de un varón llamado Adán, y una mujer Eva (hechos de barro) proceden todos los

hombres, blancos, negros, pardos, de pelo rubio, o negro, altos de cuerpo, o pequeños; y las mujeres lo propio; ... pero las ánimas de nada las crió, y puso en los cuerpos, y así tuvieron vida, y de estos empezó a propagarse el género humano, esto es verdad infalible, y que no se puede ir contra ella ... y así somos hermanos el negro, el indio y todos los demás ... (Ibid. p. 298).

Indio: Padre declaradnos eso, más claramente. Avila: ... oídme con atención ...: En el mundo hay mucha gente, unos de color blanco, que llamáis

viracocha, otros de la china ... Pues todos estos son llamados de Dios para que se salven creyendo en él ... (Ibid. p. 146). De aquí se sigue, que lo que poco a dijiste, de que el indio tiene diferente origen, que el español, es cosa de burla, porque todos le tenemos igual (Ibid. p. 298).

Indio: ... Padre, aunque los oyentes somos indios, entendimiento y sentidos tenemos; y siendo así, ¿cómo nos queréis persuadir, a que somos hechos de barro? veamos ¿ésta mi carne es barro? El barro no tiene sentido, ni le puede doler nada, ni aunque lo hieran o aporreen, se puede quejar; ni el frío le da pena, ni el fuego y ni come ni bebe. Pero yo soy hecho de carne y así todo lo dicho lo siento, y con las cosas blandas, dulces, y regaladas, ella tiene contento, y le saben bien. Pues siendo esto así padre, claro es, que no soy hecho de barro, ni vos me tratáis verdad.

Avila: ¡Oh hijo mío!, bien has discurrido, pero con todo eso, lo que tú dices, no lleva camino; porque yo, y tu, somos sin duda de tierra, y el rey, y cualquier señor, es lo propio, y esto es cosa certísima por dos razones (Ibid. p. 165). La una porque el mismo Dios lo dice en la Escritura ... La otra razón es, que nosotros mismos vemos cada día, como somos tierra. Los incas, y reyes antiguos, y vuestro padre cuando murió, en corrompiéndose los cuerpos, ... ¿en qué se convierten? ¿en oro, o en plata, o en qué? Decidlo vos propio.

Indio: En tierra ... Avila: ... Acuérdate hombre, que eres polvo y en el te has de volver (Ibid. p. 166). Otra cosa os

conviene mucho saber, que un hombre, cuanto quiere que sea pobre, tuerto, ciego, ora sea indio, ora negro, se aventaja al sol, luna, y estrellas ... Si tú tienes un muchacho, o un negro que has comprado, cual es mejor ¿tú o tu negro? Claro es que tú. Porque ellos no hacen más de obedecer tu mandato. De la misma manera el sol, luna, y estrellas, son nuestros sirvientes.

Indio: ¿Y esto por qué? Avila: Porque el sol, luna, y estrellas, son sirvientes, y como criados del hombre; esos los crió la

providencia de Dios, para que alumbrasen al hombre de día y de noche, porque con su luz vemos para andar, y trabajar ... (Ibid. p. 105) ... Dios siendo criador de todo cuanto hay, el así mismo lo conserva, y sustenta, para que no perezca: y todo esto hace por nosotros solamente ... porque por el hombre solo crió el sol, la luna, las estrellas, y los cielos, la tierra, y cuanto hay en ella. Porque Dios para sí, ni lo quiere, ni lo a menester. Y de aquí es, que el hombre es señor de todo eso (Ibid. p. 358). Pues siendo esto así, cuanto debemos ponderar, temer, y estimar el poder de este señor.

Indio: ... ¡Oh padre!, que nosotros no vemos, que Dios nos dé el sustento: porque nosotros aramos, y quebramos los terrones, regamos, y sembramos, y de aquí procede nuestra comida, y nosotros apacentamos nuestro ganado, y le curamos la roña, y de aquí es la carne, que comemos, y la lana de que vestimos, y si no hiciéramos esto, no pudiéramos vivir.

Avila: Si hijo mío, bien dices, que tú siembras, tú crías el ganado, hilas la lana, y tejes la ropa, es pura verdad. Pero ¿a esa tierra quién le da virtud para que haga crecer y brotar lo sembrado, (Ibid. p. 290) y para madurarlo? ¿Quién envía cada año el invierno, y aguas, quién hace crecer la hierba en el campo? ¿Quién da vida al carnero? ¿Quién da fuerza a un grano de maíz, para que pudra, y brote, y heche tantas hojas, y el choclo? ¿Esto haces tú y aunque lloraras lo hicieras? De ninguna manera. Pues mira, que Dios es el autor de todo y de su mano procede, y a ti te da fuerza para que obres eso que dices (Ibid. p. 291). ... ¿Pues todo esto para quién es? ¿O para qué? Para sólo el hombre: para nosotros.

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Siendo esto así, evidente es que nos aventajemos a todos esos. Todos los cuadrúpedos ... y los volátiles, aunque oyen, ven, andan, y duermen, no discurren, fáltales el entendimiento, y aunque son vivientes, y se mueven, y nos cargan nuestras cargas, no tienen aquel conocimiento que el hombre, y aunque tienen ánima, es tal que en muriendo el cuerpo, ella también muere (Ibid. p. 105).

Indio: Padre mío, como dices, que ... las almas de los hombres no mueren: no decimos en el catecismo: las ánimas de los hombres, no mueren con los cuerpos, como las de las bestias, mas son inmortales, y nunca se acaban. Y aun nuestros antepasados, los indios viejos, así nos lo enseñaron, y aun dicen que en muriendo alguno por cinco días, se está el alma en casa. Y por esta razón le suelen de noche quemar maíz, y coca; para que coma, y hacer otras ceremonias. Siendo esto así como vos padre, decís ¿que el que peca mata su alma?

Avila: Entiéndeme bien hijo, que yo te declararé eso. Verdad apurada es, que de ninguna manera mueren las ánimas de los hombres; porque en muriendo el hombre, el cuerpo sólo muere desamparado del alma ... Pero en llegando a pecar mortalmente, se hace enemiga de Dios, y le es aborrecible: y esto es igual a la muerte (Ibid. p. 311). ... Y el ir al infierno como es tan grave pena, tiene nombre de muerte, y aún es peor que la muerte; porque nunca se ha de acabar: por esto pues la llamamos muerte del alma. Y lo que dicen vuestros mayores de que las almas de los que mueren están aquí por cinco días, y les dan de comer, y lo demás es cosa de burla, y de reír; porque al punto, que uno muere, si era enemigo de Dios, cuando murió va derecho al infierno con los demonios, y si muere en gracia de Dios, y amigo suyo, habiendo hecha cumplida penitencia de sus pecados, va a la gloria a la presencia de Dios a ser grande ... Veis aquí como os he enseñado que la ánima es inmortal, y que la tradición de vuestros mayores es mentira, y como aunque sea inmortal, en perdiendo la gracia, y ser amiga de Dios, decimos, que ha muerto. Y también sabéis como hay dos muertes, una del cuerpo, y otra del alma (Ibid. p. 312).

Indio: ... Sin duda que este padre nos tiene por bobos, pues que nos quiere hacer entender que los cuerpos de los que murieron han de resucitar, habiéndose la carne y nervios de ellos convertido en tierra y los huesos despedazados y habiendo comido los animales, y aves, y peces en la mar y ríos muchos cuerpos de estos. ¿Estos pues cómo se podrán juntar, ni conocerse, cuando no se hubieran consumido? Esto padre mío por amor de vos solamente digo que lo creo, más la verdad es que en mi interior me río de ello (Ibid. p. 22).

Avila: ... si eso dijerais de veras, sería grandísimo pecado mortal, y herejía, y si murieseis sin confesarlo, y arrepentiros de ello, os condenaríais para siempre (Ibid. p. 23). Porque la resurrección no es para vivir en esta vida, sino para ir en cuerpo y alma al cielo, o al infierno, según cada uno vivió.

Indio: ... padre ¿para qué han de ir en ánima, y cuerpo, no bastara que fuese la alma sola? Avila: No, porque es justo que pues cuando uno peca, es con alma y cuerpo; y cuando obra bien

de la misma suerte: también tengan cuerpo y alma la gloria, o la pena, según vivieron (Ibid. p. 22). Para entender esto bien, conviene, que primero sepáis, que comparada la alma con el cuerpo ella se aventaja sobremanera. Porque nuestro cuerpo es un poco hecho de barro, y que al fin se ha de convertir en barro. Pero nuestra alma no es así.

Indio: Pues ¿qué es? Avila: Es intelectual, y discurre, y no tiene cuerpo, ... es inmortal, y que la crió Dios de nada, para

que diese vida al cuerpo, y para vivir, y morar en el cielo (Ibid. p. 51). Veamos pues, y declaremos esto bien. Sabed pues, que nosotros somos formados, y hechos de dos cosas, la una es este nuestro cuerpo, nuestra carne, nuestros huesos, eso que ahora vemos. La otra cosa, es nuestra ánima, esa no la vemos, ni tampoco se puede ver; bien es verdad, que mediante ella vivimos, nos movemos, andamos y los ojos ven, y oímos, y todo cuanto obramos es mediante el alma. ... Pero tiene voluntad, y memoria, y entendimiento estas son sus tres potencias (Ibid. p. 266). Y luego el hombre, y la mujer por haberle dado Dios (como a los ángeles) entendimiento, y capacidad para ello, ... son los que oyen, saben, discurren, entienden, y tienen memoria (como Dios). Todo lo demás no es así (Ibid. p. 105). Pues de aquí ¿qué hemos de sacar? Esto: Ser agradecidos a quien nos hace bien. ¿Pues quién es el que nos ha hecho, y hace, y nos está ahora haciendo? ¿Sabéis quién? Dios.

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Indio: Pues ¿qué bien nos hace Dios? Porque ni lo vemos, ni nos habla, ni lo conocemos. Avila: ¡Oh hijo mío!, como verdaderamente dices la verdad. Si tú fueras cristiano de veras,

supieras ¿qué bien te hace Dios? y que le ves y que te habla; y lo conocieras. Avila: Esta es hijos míos, vuestra desventura, que al cabo de tantos años no acabáis de conocer a

Dios. Rezas, dices el catecismo, y no hacéis concepto de lo que habláis (Ibid. Tom. II, p. 127).

2. Otras temáticas

En las consideraciones de Avila sobre idolatrías, Dios, mundo y hombre que se han presentado en el acápite anterior, se ha procurado eludir materias que estén referidas, en forma específica, a cuestiones propias a la enseñanza religiosa cristiana: Dios, Jesucristo y el Espíritu Santo; la Iglesia, el clero, la veneración al sacerdote que imparte la doctrina, las oraciones: padre nuestro y credo, etc. El misterio de la Santísima Trinidad y los sacramentos: matrimonio y bautismo, etc. Las virtudes teologales. Los apóstoles, los profetas y mártires. El demonio, el infierno, el limbo y la gloria; el juicio final y la resurrección. Los pecados y el afán de riqueza.

Todas estas cuestiones se abordan desde un profundo conocimiento de la manera de pensar y sentir de los indígenas, constituyéndose el Tratado de los Evangelios en una maravillosa fuente de estudio teológico, filosófico, ideológico, histórico, antropológico, etnológico, lingüístico y filológico, que se espera aprovechar en próximos trabajos de investigación en torno a la problemática indígena.

Pese a todo el esfuerzo de catequización llevado a cabo en la praxis de la evangelización y a la magna obra escrita para uso de otros catequizadores, Avila no logró cumplir con su propósito fundamental: extirpar la idolatría del mundo andino ya que ésta subsiste hasta nuestros días encubierta en una forma peculiar de sincretismo religioso que se expresa en formas mágico-fantásticas, como brujería y curanderismo que representarían, en última instancia, una especial resistencia ideológica de la cultura prehispánica a la cultura occidental.

CONCLUSIONES

El estudio del Tratado de los Evangelios de Francisco de Avila permite certificar que,

en el siglo XVII, la evangelización en el Perú tropezaba con serios inconvenientes debido a la tenaz resistencia de los indígenas que seguían en la práctica, escondida y oculta, de su religión ancestral.

Los extirpadores de idolatrías procuran un nuevo esfuerzo pedagógico para lo cual les fue necesario conocer y penetrar el mundo religioso indígena. Resultan así los mejores cronistas informantes sobre la religión en el Tahuantinsuyo.

Avila, como cronista, volcó todo su talento y experiencia de extirpador en una obra monumental tanto por su extensión como por lo comprendido en ella (2 volúmenes: el I con 564 páginas y el II con 134).

Cada uno de los sermones del Tratado es digno de profundo estudio, no sólo por su contenido, sino por su estructura formal. Sistematiza y perfecciona en ellos el método de los catecismos de la época mediante la introducción de un diálogo con el catequizado, a quien se le permite expresar sus oposiciones a la cuestión tratada.

Esto es lo más valioso en la obra de Avila, pues esas oposiciones revelan las creencias prehispánicas que se mantenían en vigencia, y es así posible decodificar el discurso evangelizador y reconstruir la mentalidad religiosa indígena y sus conceptualizaciones en el siglo XVII.

Desde una perspectiva lógica el método de enseñanza es original. Procede enseñando una temática del evangelio, luego acepta como reales y ciertas las creencias y

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reflexiones de los indígenas, para concluir negándolas con argumentos que se fundamentan en la teología y filosofía cristiana, pero que sabe adecuar a la experiencia de vida y a la especial idiosincrasia del indígena.

Se ha logrado sintetizar las temáticas y problemáticas abordadas por Avila siguiendo su metodología, es decir, utilizando el diálogo referido a la idolatría, y a las conceptualizaciones sobre Dios, mundo, y hombre, de ambas culturas, con la intención de hacer posible una lectura dialéctica contemporánea, ágil, pero sin descuidar la decodificación del discurso evangelizador del más famoso extirpador en el Perú.

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