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FUNCIÓN DEL ATENEO EN EL PROCESOHISTÓRICO DE PUERTO RICO

Reflexiones sobre un tema vital

FUNCIÓN DEL ATENEO

EN EL PROCESO HISTÓRICO

DE PUERTO RICO

Reflexiones sobre un tema vital

Eladio Rodríguez Otero

SAN JUAN DE PUERTO RICO

2008

Función del Ateneo en el proceso histórico de Puerto Rico;reflexiones sobre un tema vital / Eladio Rodríguez Otero ©

Primera Edición: 2008

Editores: Sucesores de Eladio Rodríguez Otero ©Directores:

Josefina Marxuach de la Cuétara Vda. de Rodríguez OteroEladio Rodríguez Marxuach

Diagramación: Marcos R. Pastrana Fuentes

Dirección Postal:Miguel Juan Rodríguez MarxuachApartado 16636San Juan, Puerto Rico 00908-6636

Dirección electrónica: [email protected]ágina web: eladiorodriguezotero.com

Reservados todos los derechos. La reproducción parcial ototal queda rigurosamente prohibida por cualquier me-dio o procedimiento. Quedan autorizadas citas brevessiempre que se reconozca al autor y la obra. Cualquierotro uso requiere el consentimiento por escrito por partede los Editores.

ISBN 13: 978-0-9795080-0-4ISBN-10: 0-9795080-0-2

Rodríguez Otero , EladioFunción del Ateneo en el proceso histórico de Puerto Rico;reflexiones sobre un tema vital.

1. Puerto Rico – Ateneo Puertorriqueño, Cultura, Edu-cación, Historia, Instituciones, Nacionalismo, Política,Patriotas, Próceres.

Impreso en Colombia-Printed in ColombiaPor D’vinni

Dedicatoria .............................................................. viiAgradecimientos ..................................................... ixDatos biográficos y foto del autor ......................... xiPrefacio por Eladio Rodríguez Marxuach ............ xv

FUNCIÓN DEL ATENEO EN EL PROCESOHISTÓRICO DE PUERTO RICO ....................... 1

La personalidad de Elzaburu ................................. 3

Baldorioty, Betances y De Hostos .......................... 8

Plasmación de nuestra conciencia nacional ......... 10

El gobierno colonial ante lafundación del Ateneo ......................................... 13

La creación de la Institución deEnseñanza Superior ........................................... 17

Principales realizaciones hasta 1898 ..................... 18

TABLA DE CONTENIDO

v

El Ateneo ante los acontecimientos de 1898 ......... 20La crisis interna de 1903 ........................................ 24Rechazo del asimilismo.......................................... 27La presidencia de José de Diego ............................ 30Desde la muerte de José de Diego hasta

la Generación del 30 .......................................... 35Los años decisivos .................................................. 39La Generación del Treinta ...................................... 45La extraordinaria labor de Vicente Géigel Polanco 47La presidencia de Nilita Vientós Gastón ............... 49Desde 1961 hasta nuestros días ............................. 52La voz insobornable del Ateneo ............................. 57Concepto del Ateneo ............................................... 58Reevaluación de la significación del Ateneo ......... 62

El Ateneo: centro cultural y bastión denuestra integridad nacional ............................... 66

Posición frente a los movimientos políticos ......... 72¿Qué es ser ateneísta? ............................................. 75Las realidades del presente .................................... 76Razón de ser del Ateneo ......................................... 80Proyección hacia el futuro ..................................... 85

Notas ....................................................................... 89Índice onomástico .................................................. 153

vi Tabla de Contenido

A mis hijos, con la alegríade saber que verán la plenitud

de la Patria.

El autor agradece a doña Clara Luz Salivade Lergier y a doña Alina Zapata Martínezla compilación de gran parte de los datos

consignados en las notas y apéndices de este libro,así como la preparación de sus índices. Tambiénexpresa su reconocimiento a don Enrique BlancoBarrios, ya fallecido, por la transcripciónmecanográfica de los borradores iniciales y a doñaIsabel Ortiz del Rivero por la colaboración queprestó en esta labor y en la obtención del materialgráfico usado en la obra.

ix

DATOS BIOGRÁFICOS

Eladio Rodríguez Otero nació el 9 de mayo de 1919en Río Piedras, Puerto Rico. Hizo sus estudios prima-rios en la Escuela Hawthorne de Río Piedras, graduán-dose de la Escuela Superior de la Universidad de Puer-to Rico en el año 1935. Obtuvo el grado de Bachilleren Artes de la Universidad de George Washington en1939, y el de Bachiller en Derecho de la Universidad

Eladio Rodríguez Otero1919-1977

xi

de Puerto Rico en 1942. Hizo dos maestrías en la Uni-versidad de Harvard. La primera en Derecho, en 1943,y la segunda en Artes con especialización en CienciasPolíticas, en 1947.

Catedrático Asociado en Ciencias Políticas de la Uni-versidad de Puerto Rico de 1947 a 1948 y del ColegioUniversitario del Sagrado Corazón, de 1948 a 1949.Ejerció su profesión de abogado del 1948 al 1961. Par-ticipó activamente como escritor en la vida intelectual,cultural y política de Puerto Rico.

Perteneció, entre otras, a las siguientes organizacio-nes e instituciones, donde ocupó los siguientes cargos:Presidente del Centro Católico de la Universidad dePuerto Rico de 1941 a 1942, y delegado de los Universi-tarios Católicos de Puerto Rico, Santo Domingo y Hai-tí ante los Congresos de la Confederación Iberoameri-cana de Estudiantes Católicos y de Pax Romana cele-brados en Bogotá, Colombia, en julio de 1941; sub-Di-rector de la revista cultural universitaria Criterio (1936);redactor del semanario universitario SER (1941); miem-bro fundador de la Junta Directiva de la Unión ProDefensa de la Moral Natural (1951); miembro funda-dor de la Directiva de la Sociedad Obispo ArizmendiPro Defensa del Idioma (1962); miembro fundador delComité Permanente Pro Obispos Puertorriqueños(1962-1965); co-fundador y primer vice-Presidente delCongreso Puertorriqueño Anticolonialista (1962-1965);miembro de la Junta de Gobierno del Instituto Puerto-rriqueño de Cultura Hispánica (1965-1971); miembrode la Junta de Gobierno del Ateneo Puertorriqueño

Eladio Rodríguez Otero

xii

desde 1965; Presidente del Comité Pro Defensa del Idio-ma (Ateneo; 1967); y Presidente del Ateneo Puertorri-queño desde 1967 hasta su fallecimiento en 1977; miem-bro de la Comisión del Colegio de Abogados sobre elImpacto Económico y Social de la Inmigración en Puer-to Rico (1966-1967); miembro de la Junta de Directo-res del Museo de Bellas Artes de Puerto Rico (1966);Presidente de la Organización Puertorriqueña de In-versiones y Servicios, Inc. (OPIS), 1966; miembro fun-dador y de la Junta de Directores de la Sociedad Boli-variana de Puerto Rico (1969); miembro correspondien-te del Instituto de Estudios Históricos Mirandino deVenezuela (1969); miembro del Instituto de LiteraturaPuertorriqueña (1970); miembro de la Comisión de laRevista del Colegio de Abogados (1971); miembro de laJunta de Directores del Instituto de Estudios Jurídicosdel Colegio de Abogados de Puerto Rico (1971); asesordel Comité de Historia y Cultura de la Asociación Mé-dica de Puerto Rico (1972-1976); consejero de la Aso-ciación Puertorriqueña de la UNESCO (1973-1977);Académico Electo de la Academia Puertorriqueña dela Lengua Española (1976); miembro de la Academiade Artes y Ciencias de Puerto Rico.

Abogado, catedrático, escritor, intelectual católico,líder cívico y cultural, empresario, falleció en 1977 alos 57 años de edad. Le fue concedido póstumamenteel Premio de Honor del Ateneo.

El Ateneo Puertorriqueño

xiii

PREFACIO

xv

La presente obra sobre el Ateneo Puertorrique-ño, publicada simultáneamente con la primeraedición de Eladio Rodríguez Otero, Obras Comple-tas, no fue incluida en las Obras Completas ya queel presente libro es producto de un posterior desa-rrollo del discurso pronunciado en el Ateneo Puer-torriqueño, el 29 de junio de 1971, en ocasión delacto conmemorativo del 95 Aniversario de la Fun-dación de dicha Institución1 y el cual sí fue inclui-do en las Obras Completas.

1 Véase bajo Discursos, tema del Ateneo, en EladioRodríguez Otero, Obras Completas: “El Ateneo Puerto-rriqueño: Examen del pasado y perspectiva del futuro”,29 de junio de 1971, página 43.

Se ha dicidido publicar esta obra de manera se-parada, evitando las repeticiones que hubiesenexistido de publicarse juntos ambos trabajos. A suvez, se preservan las sustanciales aportaciones que,en el desarrollo del tema, logró posteriormente elautor, así como el carácter inédito del libro, ter-minado, al final de su vida, en la cumbre de sumadurez.

Luego de haber cumplido con sus deberes y másallá de éstos, Rodríguez Otero nos ha dejado a to-dos los puertorriqueños, como un último legado,esta obra, ilusionado con que la misma sirva deguía, y fuente de inspiración a las futuras genera-ciones y a los que habrán de dirigir los destinos detan digna Institución, con la firme esperanza deque sea de provecho a nuestra Nación y A la MayorGloria de la Patria.

Eladio Rodríguez Marxuach

xvi

Prefacio

El Ateneo Puertorriqueño 1

1

FUNCIÓN DEL ATENEO EN ELPROCESO HISTÓRICO

DE PUERTO RICO

Crear la independencia espiritual deun pueblo es crear una patria. La pa-tria, en el orden político, es el fruto dela patria preconstituida en el ordenmoral. El Ateneo Puertorriqueño cum-ple esta noble y trascendental misión:contribuir a la formación de la patriaespiritual, sin la cual la patria políti-ca no puede surgir.

—Max Henríquez Ureña—

Fue en el año 1875, mientras conversaba con dosamigos bajo los soportales de la Alcaldía de San Juan,que un joven de 24 años, Manuel de Elzaburu yVizcarrondo, expresó su determinación de estable-cer el Ateneo Puertorriqueño.1 Si bien es cierto que

2 Eladio Rodríguez Otero

el primero en proponer su creación, hacia 1856, fueel insigne Alejandro Tapia y Rivera,2 correspondió aElzaburu el honor de ser el fervoroso impulsador dela idea hasta conducirla a feliz realización.

Efectivamente, el 30 de abril de 1876, despuésde innumerables gestiones privadas y oficiales, yprevia convocatoria suscrita por él y los señoresFrancisco de Paula Acuña y Paniagua, Ramón Ma-ría Moreno, José Pérez Moris, José Ignacio Beyens,Alejandro Tapia y Rivera y José Ramón Becerra, sereunieron en la Casa-Alcaldía de San Juan, segúnconsta del Acta de la Primera Junta General deSocios, los cuarenta y ocho caballeros que funda-ron el Ateneo.3 Entre otros, respondieron al llama-miento hecho a “cuantas personas se consideraronque pudieran ser afectas al pensamiento de esta-blecer en esta localidad un Ateneo científico, artís-tico y literario”, además del propio Elzaburu, y deAcuña y Paniagua, quien fue electo primer presi-dente,4 don Alejandro Tapia y Rivera, don JoséGéigel y Zenón,5 don Manuel Alcalá del Olmo,6 donJosé Julián Acosta, don José de Jesús Tizol,7 donJosé Antonio Canals,8 don Fidel Guillermety,9 donIgnacio Díaz Caneja,10 don Pablo Sáez,11 donGabriel Ferrer Hernández,12 don José Ramón Be-cerra,13 don Calixto Romero,14 don Wenceslao LugoViña,15 don Francisco del Valle Atiles,16 don FelipeGutiérrez Espinosa17 y don Pólux J. Padilla.18 Los


estatutos fueron aprobados por el Gobierno el 27de junio de 1876 y dos días después se celebró elacto público de inauguración en los altos de la casanúmero veintiocho de la calle de La Fortaleza enSan Juan.19 Allí, entre otras personalidades, el jo-ven Elzaburu recibiría los parabienes por la bri-llante culminación de su fecunda iniciativa.20

Al igual que Lares fue la proclama-ción de nuestra toma de concienciapolítica, el establecimiento del Ateneofue el acta de nuestra toma de con-ciencia cultural.*

La personalidad de Elzaburu

Manuel de Elzaburu y Vizcarrondo, descendien-te de vascos por ambas ramas, hizo sus estudiossecundarios en el Colegio de los Padres Jesuitas deSan Juan y obtuvo el título de abogado en la Uni-versidad Central de Madrid. Era sobrino del ilus-tre hombre público, abolicionista y filántropo, don

*Nota de los Editores: palabras del autor pronuncia-das en su discurso “En el Centenario del Ateneo” el 30 deabril de 1976 en el acto conmemorativo de dicho Cente-nario. (Véase Discursos, en el tema Ateneo, en EladioRodríguez Otero, Obras Completas.)


Julio Vizcarrondo y Coronado, y se hospedó en sucasa mientras cursaba estudios universitarios. Apoco de regresar a la tierra natal se dedicó con éxi-to al ejercicio de su profesión a la vez que partici-paba en la vida política y cultivaba su vocación li-teraria, en la que influyeron los más notables auto-res franceses de la época, especialmente Baudelaire.Adquirió renombre como orador académico, y subufete, centro de tertulias de poetas y escritores,vino a conocerse como el Parnasillo por haber sidoallí donde se inició en Puerto Rico el parnasianismobajo la influencia de las traducciones de los poe-mas de Teófilo Gautier que para 1875 realizabaElzaburu. Junto a su entrañable amigo José GautierBenítez fundó en 1878 la Revista Puertorriqueña.Fue miembro prominente del Partido Liberal Re-formista y diputado provincial durante doce años.Actuó como consejero de redacción de El Clamoral asumir este órgano periodístico la defensa delautonomismo insular.

Un estudioso de la obra de Elzaburu, el escritorLuis Hernández Aquino, dice de él lo siguiente: “Vi-vió una vida armónica, pero al mismo tiempo muyintensa. Dotado de un gran don de gentes, señorialen sus maneras, hidalgo en su forma de ser, carita-tivo con los humanos y amigo sincero y desprendi-do, se dedicó a numerosas actividades, entre las quedescollaron las de su profesión de jurisconsulto, la


política, la pedagógica y la de las letras, todas conmiras al engrandecimiento de su tierra puertorri-queña”.21

El historiador Cayetano Coll y Toste lo describecomo “un joven buen mozo, de estatura regular,enjuto de carnes, aspecto muy simpático, atrayen-te por su verba fluida y diplomática. Vestía siem-pre con elegancia; y era inclinado en sus diálogosmás al elogio entusiasta que a la sátira mordaz. Notenía enemigos personales”.22 Para don Adolfo deHostos era Elzaburu “un hombre delgado, de ros-tro atrayente, ademanes refinados; de bigote retor-cido a la moda de su época; que se acicalaba y ves-tía cuidadosamente; hombre cordial a media voz,expresivo sin efusiones sonoras; cumplidor de supalabra al primer ofrecimiento; hombre bien leídoy bien estudiado; aleccionado por los Jesuitas y li-cenciado en leyes por la Universidad Central deMadrid; respondía rápidamente a todos los estímu-los artísticos, ya fueran expresado por las bellasletras, la música o las artes plásticas; hombre dehonor, de fe y de espíritu público; hombre suave enel proponer y fuerte en el insistir”.23

De Elzaburu dijo con admiración don ManuelFernández Juncos: “No conocí nunca hombre al-guno que se impresionara más vivamente queElzaburu leyendo una buena poesía o un trozo deexcelente prosa, contemplando un cuadro hermoso


o sintiendo la sugestión de una bella obra musical.Su fisonomía se animaba extraordinariamente,brillaban sus ojos con el fuego de una pasiónextrahumana; su voz adquiría inflexiones y mati-ces de variedad inimitables, y todo su ser se trans-formaba como el de un iluminado o un asceta enestático arrobamiento”.

“Poseía como Tapia, la ola del entusiasmo ardo-roso y comunicativo; pero en Elzaburu no se ma-nifestaba en formas tan vehementes y explosivas.Era más dulce, más insinuante y reposado; sentíacon igual intensidad y persistencia, pero su expre-sión era más apacible, más amorosa y femenil. ”

“El don de gentes no ha tenido nunca un órga-no más afectuoso y atractivo...”24

Aunque Elzaburu, a diferencia de otrosprohombres de su época, funcionara dentro delmarco de la legalidad, su ideología y ejecutorias lehan situado en un nivel más alto que el de un sim-ple reformador. Sus urgencias intelectuales, mora-les y espirituales le impulsaban a procurar, con ver-dadero ardor, cambios profundos de vastos alcan-ces sociales. Le dolía el sistema político y econó-mico que propiciaba la ignorancia, la pasividad yel conformismo de la gran mayoría de los puerto-rriqueños. Le angustiaba el “quietismo desoladorde nuestra tierra,”25 el ambiente de factoría que leera característico. “Para nosotros –decía– pasa la


vida del arte como si no hubiéramos nacido paracultivarla; no nos preguntéis del movimiento lite-rario porque no lo conocemos; no nos habléis delnuevo libro, del último cuadro, del más recienteautor, porque ni sus nombres han llegado a nues-tros oídos; todo cuanto sea relativo al espíritu, pasainadvertido a nuestros ojos. En cambio, habladnosdel negocio del último día y veréis cómo lo hemosestudiado y entendido en su menor detalle, y en sumás velada trascendencia”.26

Hombre de desahogada posición, vinculado pornexos familiares y profesionales a fuerzas económi-cas de gran importancia en el país, Elzaburu nuncadesoyó la voz de su conciencia para aceptar comobueno un régimen que permite las enormes e injus-tas desigualdades entre los pocos que todo lo poseeny los muchos que tan poco o nada tienen. “¿Será cier-ta la palabra de Cristo? –se preguntaba– ¿Habrá eter-namente pobres entre nosotros? ¿Se engañará el ca-ritativo socialismo en creer que posee el remedio aesa desgracia? La providencia lo sabrá. Si es innega-ble la verdad de Cristo, es una terrible verdad”.27

Fue Elzaburu un espíritu profundamente tole-rante y de arraigadas convicciones democráticas.“Tengan sus muros para nosotros –decía refirién-dose al Ateneo– una especie de derecho de asilocontra las amarguras y las tristezas de la reali-dad; y acojamos en su recinto, con el espíritu de


la mayor tolerancia, todas, absolutamente todas lasmanifestaciones del pensamiento, siempre que ésteno se incline para abatir su vuelo, ni sus alas preten-dan ensangrentarse en los combates de la vida”.28

A pesar de sus íntimas vinculaciones afectivascon España, la tierra de sus antepasados, Elzaburuamó entrañablemente a su patria, Puerto Rico, acuyo engrandecimiento dedicó su vida entera. “Elamor a la patria –afirmaba – tiene que empezar paranosotros, como para todo el mundo, en los lazosque nos unen al territorio donde hemos nacido yarraigado como plantas humanas, ante este prísti-no cielo que vieron nuestros ojos, frente a este so-nante mar que nos adormeció, bajo este diluvio deluz que nos enciende el corazón...”29

La prematura muerte de Elzaburu, ocurrida alos 41 años, privó al país de los brillantes y noblesservicios de este espíritu selecto, noble adelantadode los más hermosos ideales humanos.

Baldorioty, Betances, y De Hostos

Mientras el trascendental acontecimiento de lafundación del Ateneo ocurría en San Juan, ¿dóndeestaban y qué hacían Román Baldorioty de Castro,Ramón Emeterio Betances y Eugenio María deHostos?


Baldorioty se encontraba en la República Do-minicana, a donde se había trasladado por causade las actuaciones dictatoriales del Gobernador JoséLaureano Sanz, quien derogó la Ley de Asociación,destituyó a los miembros liberales de la DiputaciónProvincial y de los Ayuntamientos, suprimió el Ins-tituto Civil de Segunda Enseñanza, sometió a laprensa a rígidas restricciones y persiguió tenazmen-te a los maestros, funcionarios y prohombres detendencias liberales.30

Desde el hermano país escribía Baldorioty a donJosé Julián Acosta: “El hambre me ha compelido atodo... sin embargo, soy moralmente feliz... mi con-ciencia está altiva e ilesa. Los ricos negreros quetruenan y triunfan ahí y más allá, no son, puedesjurarlo, más felices que yo... Recibo muestras deestimación y de respeto de esta sociedad, pobre, escierto, pero compuesta de hombres libres. ¿Quémás puedo desear?”.31

Eugenio María de Hostos, en su perenne exilio,conspiraba en Nueva York por la libertad de Puer-to Rico y Cuba a la par que escribía los Estatutosde la Liga de los Independientes, asociación políti-ca creada con el fin de “trabajar material, intelec-tual y moralmente en favor de la independenciaabsoluta de Cuba y Puerto Rico, hasta conseguirsu total separación de España y su indiscutible exis-tencia como naciones soberanas”.32


Betances, en constante actividad revolucionaria,había regresado a París después de un viaje a Haitíy a Santo Domingo donde se había reunido con DeHostos y el general dominicano Gregorio Luperón.En dicha ciudad inició la publicación de sus céle-bres artículos suscritos con el seudónimo de ElAntillano.

El proceso histórico que conducía felizmente ala afirmación de nuestra conciencia nacional hizoposible que el 29 de junio de 1876, aunque distan-tes unos de otros, Elzaburu, Betances, Baldoriotyy De Hostos, hombres de diferentes estratos socia-les, diversa formación cultural y disímil metodolo-gía política, convergieran admirablemente en susafanes patrióticos y en su generosa dedicación a lapatria puertorriqueña.

Plasmación de nuestra conciencia nacional

Hacía años que Puerto Rico había dejado de sermero concepto geográfico y militar. El noble senti-miento de la Patria –que en el 1797 impulsó a loscriollos a realizar actos heroicos en la defensa deSan Juan frente al tercer y último intento inglés deapoderarse de la Isla– pronto alcanzaría, en las ac-tuaciones cívicas del Obispo Arizmendi y el dipu-tado Power, así como en la acción revolucionaria


de María Mercedes Barbudo33 y Andrés Salvadorde Vizcarrondo,34 la categoría rectora que habríade culminar en el Grito de Lares. El desarrollo delos estudios humanísticos que iniciara el ObispoPedro Gutiérrez de Cos en el Seminario Conciliar yla notable labor de mejoramiento cultural y mate-rial realizada por la Sociedad Económica de Ami-gos del País, que fundara el Intendente AlejandroRamírez,35 hacía años que dejaba sentir sus enri-quecedores efectos. La economía, que hasta prin-cipios de siglo fue casi totalmente de consumo do-méstico, adquirió insospechado vigor al trans-formarse en una de exportación a la vez que hacíaposible el desarrollo de una burguesía liberal y re-formista. La generosidad y constancia de SegundoRuiz Belvis, Ramón Emeterio Betances, RománBaldorioty de Castro, José Julián Acosta, Luis Padialy Vizcarrondo, Francisco Mariano Quiñones, y Ju-lio de Vizcarrondo y Coronado, entre otros, habíandestruido las infamantes cadenas de la esclavitudnegra; el apostolado de Betances, de De Hostos yde Baldorioty impulsaba decisivamente el desarro-llo de nuestra conciencia colectiva, y Lola Rodrí-guez de Tió, con sus revolucionarias estrofas, im-partía carácter de himno nacional a La Borinqueña.Alejandro Tapia y Rivera tenía dados ya los primerospasos de su producción novelística y teatral, y jun-to con Acosta, Baldorioty, y Ruiz Belvis, perfilaba


la imagen puertorriqueña al dar a la estampa laBiblioteca Histórica de Puerto Rico. Manuel A.Alonso recién iniciaba, con gran acierto, nuestraprosa costumbrista; María Bibiana Benítez y San-tiago Vidarte habían ya escrito los primeros poe-mas de la literatura puertorriqueña y GautierBenítez trabajaba en su célebre oda A Puerto Rico.Establecidas ya las bases de nuestra tradición pic-tórica por José Campeche, la continuaba Francis-co Oller haciendo gala de su excepcional maestría.José Julián Andino y Manuel Gregorio Tavárez ha-bían creado las formas musicales que el fecundogenio de Juan Morel Campos llevaría a brillanteculminación. Y en medio de éstas y de muchas otrasrealizaciones, forjadoras de nuestra personalidadcolectiva, adquieren especial significación dos he-chos, dos acontecimientos, que, en efecto, resumenel desarrollo de nuestra conciencia de pueblo du-rante el período formativo de la nación puertorri-queña: El Grito de Lares y la creación del Ateneo.Al igual que Lares fue la proclamación de nuestratoma de conciencia política, el establecimiento delAteneo fue el acta de nuestra toma de concienciacultural. Habíamos dejado de ser españoles; éra-mos puertorriqueños.


El Gobierno Colonial ante la fundación del Ateneo

Que éramos ya puertorriqueños tanto lo confir-ma la cautelosa y suspicaz actitud del gobierno es-pañol ante la iniciativa de Elzaburu como la abier-ta acusación de filibustero o subversivo que losincondicionales le prodigaron. En su discurso del29 de enero de 1887 él nos revela algunos de losobstáculos que tuvo que salvar para fundar el Ate-neo. “Presentes debemos tener todos vivamente –manifiesta Elzaburu– los tiempos en que esta Ins-titución nació, al impulso de nuestros deseos....Nadie habrá olvidado aquel período. Cercana aúnla terminación de la Guerra de Cuba, existían to-davía, entre nosotros, maliciosas suspicacias y tris-tes sospechas para todo lo que significara manifes-tación de vida y signo de actividad, siquiera se man-tuviesen estos movimientos del alma dentro de laesfera puramente intelectual, y permaneciesen to-talmente ajenos e indiferentes a toda mira políti-ca... Aún recuerdo la conferencia por mí celebra-da con el entonces Director del Boletín Mercantilde Puerto Rico, don José Pérez Moris, quien nopudiendo negárseme a la idea de crear un Ate-neo en Puerto Rico, cuya base primera fuese laalejación absoluta de la política militante, aco-gió el artículo que le entregué, y que insertó superiódico, como de la Redacción, siendo, aquélla,la primera palabra que se pronunció en la prensa


a favor del pensamiento; aún recuerdo también losgraves cargos que le hicieron a aquel periodista,por persona principalísima de su partido, que leatribuía la debilidad de haberse dejado sorprenderpor las maquinaciones para establecer un Centrofilibustero”.36

Si en la misma España la creación de los ate-neos se miraba con recelo, por el evidente vínculoque existía entre dichas instituciones y las corrien-tes liberales y progresistas, era lógico esperar que,en las colonias, se consideraran como entidades al-tamente sospechosas.37

Es pertinente recordar que el precursor del pri-mer Ateneo que se fundara en España, en 1820, lofue el llamado Liceo de Cádiz, centro social y cul-tural organizado en el siglo 18 y significativamentebautizado por el pueblo como la “Casa de la Camo-rra”. En esta Institución se congregaba la genteculta de la ciudad, representativa del espíritu libe-ral de la época. Adquirió connotaciones políticasdurante los acontecimientos de carácter nacionalque estremecieron a España en 1808.

El 14 de mayo de 1820 nació en Madrid el “Ate-neo Español” pero fue clausurado por las autori-dades oficiales tres años después. En 1835, inspi-rado por el deseo patriótico de ayudar a mejorar elnivel cultural del pueblo y de fomentar la libre dis-cusión de las ideas, a iniciativas de Salustiano


Olózaga, y Mesonero Romanos, se estableció el Ate-neo de Madrid bajo la presidencia de don Ángel deSaavedra, Duque de Rivas.

En este ateneo, y en los muchos otros que seorganizaron en provincias, presidía el espíritu bur-gués, romántico y liberal. El pensamiento de van-guardia siempre encontró en ellos abierta acogida.Era en estos centros, en un ambiente de amplia li-bertad, en donde las más encontradas ideas se so-metían a discusión y análisis y se fraguaban lascorrientes ideológicas de avanzada. Aunque desdeque el emperador Calígula fundó en Lyon el pri-mer ateneo,38 por los años 30 al 37 de nuestra era,estas instituciones han estado dedicadas –princi-palmente en Francia, Inglaterra, Italia, Rumanía yEstados Unidos– al fomento de las letras, las artesy las ciencias, lo cierto es que en España e Hispa-noamérica, además de cumplir con la función cul-tural, se desarrollaron como importantes centrosorientadores de la opinión pública, particularmen-te en el ámbito político.39

A pesar de lo sospechosa que resultara en lasesferas oficiales la solicitud formulada porElzaburu, el Gobierno consideró que no era conve-niente a sus intereses el rechazarla, ya que tal acti-tud hubiese significado una abierta oposición aladelanto educativo y cultural del pueblo puertorri-queño. No vaciló, sin embargo, en imponer como


condición sine qua non que en el Ateneo solamentepodrían abordarse temas de carácter científico, ar-tístico y literario. Así se consignó en los primerosartículos de los Estatutos, aprobados el 27 de juniode 1876, que leen como sigue: “Artículo 1° –Se fun-da en la Ciudad de San Juan Bautista de PuertoRico, un Centro destinado a la cultura de las cien-cias, letras y bellas artes, bajo la denominación deAteneo Puertorriqueño. Artículo 2° –El objeto de laInstitución será el expresado en el artículo ante-rior, y tratará de asemejarse a los que se designande igual modo en Madrid y otras Ciudades de laPenínsula, quedando excluidas de su recinto todaslas discusiones o conferencias que no sean pura-mente las de su objeto (científico, artístico y litera-rio). Artículo 3° –Queda prohibida la circulación ylectura de las publicaciones periódicas, cuyo ca-rácter no esté conforme con el espíritu y la letradel artículo anterior. “Y, como sello y rúbrica de loprecedente, el Artículo 4° disponía: “El Excelentí-simo Sr. Gobernador General de la Provincia seráconsiderado como Protector nato de la Asociacióny Presidente Honorario de la misma”.


La Creación de la Institución de Enseñanza Supe-rior

Para un espíritu libre como el de Manuel deElzaburu seguramente fue difícil y penoso el versecompelido a aceptar estas condiciones. Tiene quehaber sido así para un hombre que, doce años des-pués, en una disertación pública hecha en el pro-pio Ateneo, señalaba al régimen español en PuertoRico como “injusto y arbitrario” y lo calificaba de“sistema colonial que agoniza.”40 A pesar de todo,él indudablemente confiaba en que tales restriccio-nes cederían gradualmente ante el progresivo des-envolvimiento de las libertades individuales.

Pero el sentido creador y la indomable voluntadde Elzaburu no habían encontrado su límite con lafundación del Ateneo. Consciente de que el desa-rrollo de la nacionalidad no podía realizarse ple-namente sin la presencia de instituciones de niveluniversitario, Elzaburu puso todos sus empeños enlograr, bajo los auspicios del Ateneo, la creación dela Institución de Enseñanza Superior. Ésta tendríacomo objeto la preparación de alumnos para obte-ner los títulos facultativos de carreras universita-rias, especiales y de aplicación, con arreglo a la Leyde Instrucción Pública. Después de múltiples ges-tiones, en la noche del 10 de octubre de 1888 se ce-lebró el acto de inauguración de la Institución deEnseñanza Superior y la apertura solemne de su


primer curso académico. Quedaron establecidasentonces las Facultades de Filosofía y Letras, Dere-cho, Medicina y Ciencias, y dos cátedras de idiomas,con un total de 35 profesores y 37 asignaturas.

Entre los diversos cursos ofrecidos inicialmen-te por el Instituto se encontraban los siguientes:Metafísica, Historia Universal, Literatura Univer-sal, Literatura Española, Historia Crítica de Espa-ña, Física, Química General, Mineralogía, Botáni-ca, Zoología, Análisis Matemático, y Geometría.Dictaban cátedra don José Julián Acosta, don Al-berto Regúlez y Sanz del Río, don José de JesúsTizol, don Julio María Padilla, don Enrique ÁlvarezPérez, don Manuel Tenés, don Jaime Annexy, donAgustín Stahl, don Juan José Potous, don JuanBautista Rodríguez, y don Leonides Villalón.

Esta universidad embrionaria, que prestó valio-sos servicios a nuestra educación hasta 1898, fun-cionó en colaboración con la Universidad de LaHabana, que anualmente enviaba a Puerto Rico avarios catedráticos para examinar a los estudiantes.41

Principales realizaciones hasta 1898

¿Cuáles fueron las principales realizaciones delAteneo desde su fundación hasta el 1898? Prime-ramente, fomentó la ilustración de los núcleos di-


rigentes, así como sus aportaciones literarias, ar-tísticas y científicas; ayudó a ampliar el ámbito dela libertad de pensamiento y de palabra; y, por últi-mo, robusteció la fe de nuestras clases directorasen la valía de lo puertorriqueño, a la vez que acre-centaba el amor a nuestra patria.

La labor desarrollada por el Ateneo hasta el 1898bien amerita calificarse de ingente. Bastará conseñalar que, al poco tiempo de haberse fundado,ya era la más activa e importante entidad culturaldel país y núcleo receptor de las nuevas corrientesintelectuales de Europa y América; que su bibliote-ca fue valioso centro de investigación y estudios;que durante sus primeros doce años se dictaron ensus salas 47 conferencias, se celebraron 8 veladasliterarias y tres foros, se produjeron 13 estudios omemorias; y se auspiciaron siete cátedras. Y es al-tamente revelador del cambio radical que su laborprodujo en nuestro clima cultural el hecho de que,durante los primeros diez años transcurridos des-de su creación, se publicaron en el país 155 obras,en contraste con las escasamente 100 publicadasdesde 1831 hasta 1876.42

A pesar de las disposiciones oficiales restricti-vas de la libertad de pensamiento y de palabra, locierto es que el Ateneo, aunque dio cumplimientoformal a tales mandatos, amparó siempre, en lo po-sible, la libre discusión de las ideas. Fue por ello


considerado por los conservadores e incondiciona-les como un peligroso centro de “filibusteros”, ca-lificativo que ellos daban entonces a los defensoresde nuestras libertades individuales y colectivas.

Al promover el enriquecimiento cultural de Puer-to Rico esta institución había ayudado a acrecen-tar el amor a la patria, a despertar en el puebloconciencia de sus derechos y a orientar el rumbode nuestro destino nacional. Cuando en 1897, des-pués de tantos años de desvelos, luchas y sacrifi-cios, el país vio en gran parte plasmadas sus ansiasde libertad política, debió ser motivo de legítimoorgullo para el núcleo ateneísta la exaltación a lapresidencia del Consejo de Administración (Sena-do) del Parlamento Autonómico Puertorriqueño, dequien fuese primer presidente del Ateneo, don Fran-cisco de Paula Acuña y Paniagua.43

El Ateneo ante los acontecimientos de 1898

No fue fácil para el Ateneo, como tampoco lofue para el país, aquilatar la verdadera significa-ción de los acontecimientos que estremecieron aPuerto Rico en 1898.44 La presencia en nuestro sue-lo del ejército invasor de la nación que ejemplari-zaba el progreso material, la riqueza, las libertadesindividuales y las instituciones democráticas, con-


fundió a muchos puertorriqueños que, de buenafe, creyeron ver en tan extraordinarios hechos elinicio de una era de libertad y bienandanzas parael país. Y cuando las fuerzas de ocupación, por vozde su más alto representante, proclamaron, a nom-bre de la potencia vencedora, la libertad de pala-bra, de asociación, de culto, y demás derechos fun-damentales, es explicable el por qué, entre otros,llegara a confundirse en aquellos momentos –pro-pugnando la incorporación de Puerto Rico a esta-do de la Unión Norteamericana– un puertorrique-ño excepcional como Rosendo Matienzo Cintrón.45

La Guerra Hispanoamericana, más que por serun desastre militar, conmovió el alma nacional deEspaña y acentuó en forma dramática la corrientede insatisfacción y pesimismo que caracterizó elsiglo diecinueve español. El verdadero fracaso erade orden espiritual. Rezagada desde hacía muchomás de un siglo en el orden político, económico ysocial, empobrecida y desorientada por las luchasintestinas, España y todas las naciones hacía mu-chos años que observaban, con una mezcla de ad-miración y temor, el surgimiento de una potenciagigantesca en la tierra de promisión: los EstadosUnidos, símbolo de una nueva época para la hu-manidad.

La realidad era que mucho antes de 1898 losideales democráticos representados por Estados


Unidos habían derrotado el mundo ideológico queEspaña seguía imponiendo en Cuba y Puerto Rico.Y los propios españoles –víctimas de una especiede parálisis nacional– aunque no lo admitieran, másque intuirlo lo sabían. Por eso siempre he concep-tuado como injusta –aparte de revelar un profun-do desconocimiento de los factores determinantesde aquel momento histórico– el que se haya pre-tendido cuestionar el patriotismo y la capacidadpolítica de los puertorriqueños por el solo hechode no haber ofrecido resistencia a la entrada de lastropas norteamericanas en 1898.

Los decretos que aseguraban a nuestro puebloel disfrute de los derechos individuales, políticos yciviles dieron lugar a la aprobación, el 23 de marzode 1900, de varias enmiendas a los estatutos de laSociedad, en las cuales quedó desde entonces con-signada la libertad para discutir temas políticos yreligiosos. El Ateneo no se enfrentaba ya a trabasoficiales para cumplir con uno de sus principalesobjetivos: el de ser tribuna libre, centro abierto a ladiscusión y análisis de todas las ideas.

Pero muy pronto sus dirigentes, al igual que lamayoría de los puertorriqueños, se percataron deque el disfrute de las libertades individuales no ve-nía acompañado por el reconocimiento de nues-tros derechos colectivos, y, más aún, de que los nue-vos gobernantes no ocultaban sus intenciones


anexionistas en todos los órdenes: político, econó-mico y cultural. En la nueva etapa histórica no sólose agudizaba el problema colonial, sino, lo que eramás grave aún, se iniciaba el proceso de desplaza-miento de nuestros valores fundamentales, la asi-milación de todo un Pueblo. Frente a esa insólitapretensión de los nuevos dominadores se levanta-rían muchas voces, entre ellas la de Luis MuñozRivera. “Seamos fieles a nuestras costumbres –de-cía– a nuestra lengua, a nuestra raza, a cuanto cons-tituye y debe constituir nuestra personalidad depueblo que se estima a sí mismo y que no se postrade hinojos ante nadie”.46

Tiene profundo significado el hecho de que du-rante año y medio, desde el 9 de junio de 1897 hastael 29 de diciembre de 1898, no se celebrara reuniónalguna de la Junta de Gobierno ni de los socios delAteneo. El entonces presidente, licenciado JuanHernández López, quien había ocupado el cargode Ministro de Comunicaciones y Obras Públicasen el gabinete autonómico, abrió la sesión de laJunta del 29 de diciembre del ‘98 con las escuetaspero reveladoras palabras que cito a continuación:“Las circunstancias por las cuales ha atravesado elpaís desde junio del pasado año han determinadoel mutismo de este Ateneo durante año y medio.Restablecida ya la normalidad, puede esta Institu-ción reanudar su gloriosa tradición de influjo en lacultura puertorriqueña”.


La crisis interna de 1903

Pero el Ateneo se debilitaba. No faltaron, den-tro de su directiva, proposiciones de naturalezaasimilista tanto en el orden político como en elcultural.47 Llegó el momento en que su matrículaescasamente alcanzaba el número de cien socios y,muchos de sus dirigentes, ante la apatía que haciala institución reinaba en los círculos oficiales yabrumados por la aparente imposibilidad de sol-ventar las deudas de la sociedad, perdieron la es-peranza de prolongar su existencia.

“Por aquellos días –nos relata el historiador LuisM. Díaz Soler– andaban muy preocupadas las per-sonas ligadas en una forma u otra con la vida delAteneo Puertorriqueño, cuya existencia se veía ame-nazada por falta de recursos económicos. En unareunión celebrada para discutir los problemas queaquejaban a la Institución, Matienzo Cintrón ma-nifestó que, aunque agonizante, el Ateneo tenía aúnreservas de vida que podían garantizarle su exis-tencia. Sin embargo, dijo, ‘el Ateneo se muere por-que el espíritu artístico y literario ha caído en unperíodo de languidez; porque el patriotismo va co-rriendo parejo con el espíritu literario... ’ Se creyóa Matienzo el candidato lógico para presidir laDocta Casa y fue designado por los allí reunidos,pero éste declinó el cargo. No quiso aceptar la opor-


tunidad que se le ofrecía, porque le pareció ‘que elpensamiento y la voluntad de mantener ese centrode cultura, no existía’. Matienzo señaló que los hi-jos del país hablaban de patria pero no estaban dis-puestos a sacrificar en aras de ese sentimiento lasmiserables rencillas personales; hablaban de razay nada hacían por levantarla del decaimiento enque estaba, ‘sacrificando en su culto nuestra indo-lencia... y nuestros vicios. Hablamos de la rica ha-bla castellana ... de la religión de nuestros padres...[y] los sacerdotes carecen de lo indispensable parala vida. Nuestra fisonomía regional nos importa unbledo porque no sabemos lo que es y la manera dedar culto a la rica habla castellana es haciendo galade gringotear un pésimo inglés de circunstancias...Hablamos de patria, de raza latina, de fisonomíaregional y de la lengua castellana y el único órga-no viviente que representa en Puerto Rico la posi-ble cristalización de tan altas ideas, el Ateneo,...lo dejamos morir sin una pizca de emoción ennuestros corazones. Hablé con federales, repu-blicanos y españoles; todos reconocían que erauna iniquidad dejar morir una institución que tie-ne recursos suficientes para vivir con holgura...pero la capa no apareció y yo no insistí más, reti-rándome...’ ”48

Las únicas causas que aparentemente motiva-ban el decaimiento institucional eran de naturaleza


económica. Pero lo cierto es que si las finanzas delAteneo andaban muy mal era –como apuntabaMatienzo Cintrón– debido a la falta de interés departe de los llamados a insuflarle dinamismo y ener-gía a la sociedad. La verdadera causa de toda estasituación era el desconcertante estado sicológicoque vivía el país como secuela de los acontecimien-tos de 1898; la presunción dominante, tanto en elambiente oficial de Washington como en el de SanJuan, era que el país se preparaba aceleradamentepara la integración total con los Estados Unidos.En medio de ese clima político, el Ateneo, baluartede nuestra personalidad de pueblo, parecía irre-mediablemente destinado a perecer.

La angustiosa situación en que se debatía el Ate-neo hizo crisis el 10 de julio de 1903. En la sesiónde la Junta de Gobierno de esa fecha el ex-Presi-dente, doctor José Gómez Brioso,49 propuso for-malmente la disolución de la Sociedad, siendo de-rrotada dicha moción después de un intenso y ex-tenso debate en el que intervinieron, oponiéndosetenazmente a la misma, el doctor Manuel QuevedoBáez, don Manuel Fernández Juncos, el doctor Ra-món Ruiz Arnau, y el entonces presidente donCayetano Coll y Toste. La oportuna y patriótica in-tervención de estas personalidades, así como la deotros destacados ateneístas, evitaron la muerte delAteneo.


La política de “americanización” del país llegóa tener el beneplácito de los puertorriqueños. Peroes preciso distinguir. Una cosa era transplantar aPuerto Rico las instituciones democráticas norte-americanas y otra cosa era asimilarnos a los patro-nes culturales y espirituales de los Estados Unidos.Lo primero obtuvo la aceptación general. Lo se-gundo tuvo que enfrentarse al repudio de la inmen-sa mayoría de los puertorriqueños.

Rechazo del asimilismo

Pasados estos primeros años de confusión y per-plejidad, la Sociedad se reafirmó en su propósitode seguir luchando por la conservación y enrique-cimiento de nuestros valores nacionales. Su matrí-cula creció notablemente. Se incorporaron a la di-rectiva notables dirigentes de la vida profesional ycultural del país y fueron elevadas a su presidenciafiguras de relevantes dotes, tales como el doctorCayetano Coll y Toste,50 quien con anterioridadhabía ocupado el cargo durante un semestre, elescritor y educador Manuel Fernández Juncos, eldoctor Manuel Quevedo Báez,51 el jurista JacintoTexidor y Alcalá del Olmo, y los poetas FerdinandR. Cestero y Jesús María Lago, culminado los pri-


meros dieciséis años del siglo con la presidenciade José de Diego.

El 9 de abril de 1907, en un artículo publicadoen el diario de San Juan, El Heraldo Español, alcomentar un acto celebrado por el Ateneo en ho-menaje a Juan Morel Campos, el periodista don Vi-cente Balbás Capó llamó al Ateneo “templo en querendimos culto a los ideales de la Raza” ... “partedel corazón de la Patria”, afirmando además quela Institución “tiene una misión muy alta que cum-plir en nuestra sociedad”. Estas expresiones delbatallador escritor son representativas del concep-to que siempre ha tenido el pueblo puertorriqueñodel Ateneo, y muy especialmente en aquella épocaen que el país se debatía solo, en medio de una casitotal desorientación, frente a la presencia en nues-tro territorio del enorme poderío militar y econó-mico de los Estados Unidos.52

Haciendo honor a tan altos conceptos, el Ate-neo no escatimó esfuerzos, muchas veces verdade-ramente extraordinarios, por no decir heroicos,para encauzar la lucha por la conservación y de-fensa de nuestro patrimonio cultural. Conscientede que la fortaleza del país estaba en sus raícesculturales hispánicas, y con el propósito de reafir-mar nuestra inquebrantable adhesión a esas fuen-tes culturales, la Institución patrocinó la publica-ción de una edición de El Quijote, en ocasión de


celebrarse en 1905 el tercer centenario de su publi-cación. Todo lo que significara enriquecimientopara la personalidad nacional puertorriqueña ha-lló calurosa acogida de parte de la Junta de Gobier-no de la institución: se fomentó la enseñanza de lahistoria de Puerto Rico, ignorada totalmente pornuestras escuelas públicas; se realizaron trabajosde investigación para dar a conocer la riqueza denuestra música; se patrocinaron clases de arte y sedio especial respaldo a la concesión de becas a es-tudiantes puertorriqueños.

Frente a la escuela oficial que tenía como abiertoobjetivo el desplazamiento de la cultura y valorespatrios, el Ateneo redobló su actividad en defensade lo nuestro. En sus salones, entonces ubicadosfrente a la Alcaldía de San Juan, se congregaba laclase profesional, la intelectualidad y especialmen-te la juventud, ávida de orientación y de saber, paraoír hablar a Herminio Díaz Navarro, Manuel F.Rossy, Antonio Álvarez Nava, Federico Degetau,Rosendo Matienzo Cintrón, Juan Hernández Lópezy José de Diego. Atraían grandes concurrencias losactos que se celebraban para honrar la memoria deJosé Julián Acosta, Segundo Ruiz Belvis, RamónEmeterio Betances, Manuel Corchado y Juarbe, LolaRodríguez de Tió, Juan Morel Campos, ManuelGregorio Tavárez, Eugenio María de Hostos, RománBaldorioty de Castro, Ramón Power y Giralt, Sal-


vador Brau, el obispo Juan Alejo de Arizmendi, ymuchos otros de nuestros altos valores. La activi-dad múltiple e incesante llevó a la Institución acrear un Colegio de Derecho en 1911 que sirvió deestímulo para la fundación, dos años después, dela Facultad de Derecho de la Universidad de Puer-to Rico. Se reactivó la celebración de los certáme-nes artísticos y literarios, muchas veces con la co-operación del Ateneo de La Habana, que propor-cionó no pocos de los jurados que entendían en laevaluación de los trabajos sometidos a concurso.

Durante todos esos años el Ateneo se mantuvosiempre a la vanguardia en la lucha por la ense-ñanza en nuestro idioma y, en febrero de 1915, en-vió un luminoso memorial a la Cámara de Repre-sentantes en respaldo del proyecto de ley radicadoen dicho cuerpo legislativo por José de Diego –com-batido por el Departamento de Instrucción– paraponerle fin a la imposición del inglés como mediode instrucción en nuestras escuelas.53

La presidencia de José de Diego

Afortunado fue el Ateneo con el advenimientode José de Diego a la presidencia de la Institución.En este insigne puertorriqueño convergieron sin-gulares dotes intelectuales, poéticas y oratóricas,que unidas a su preeminencia cívica y patriótica le


convirtieron en el más alto representante de las másnobles aspiraciones colectivas de nuestro pueblo.Aunque no ocupó la posición máxima en la escaladel poder político, todo el país le admiraba y que-ría y la juventud le rendía fervoroso tributo. Era elportaestandarte, el símbolo del espíritu nacionalpuertorriqueño que se resistía a perecer ante losprimeros embates asimilistas de los Estados Uni-dos en nuestro suelo.

Durante su presidencia, la Institución amplió susrelaciones con ateneos y academias en España e His-panoamérica, se celebraron varios certámenesinterantillanos, se establecieron cátedras de Litera-tura, Economía y Hacienda Pública e Historia de Puer-to Rico, las cuales fueron dictadas por Luis LlorénsTorres, Rafael López Landrón y el propio De Diego,respectivamente, y se enriqueció notablemente la Ga-lería de Puertorriqueños Ilustres, de la Institución.De Diego propuso, y así lo acordó la Junta de Gobier-no, el establecimiento de una sección de ciencia po-pular (folklore) para la recopilación, estudio y depu-ración de las coplas, canciones, refranes y modismospopulares. Se acordó también fomentar elreestablecimiento “de las antiguas costumbres y fies-tas puertorriqueñas, nacimientos, rosarios de cruz,aguinaldos, carreras de San Juan y todas aquellas tra-diciones buenas y sencillas de nuestro pueblo”.

De gran significación para las luchas de aquella


época fue el caluroso respaldo dado por el Ateneoa la gran obra del “Instituto Universitario José deDiego”, el más alto núcleo universitario de resis-tencia cultural de aquella época.54

El país en general respaldó la extraordinaria la-bor que llevaba a cabo el Ateneo, y en especial laefectuada bajo la dirección de José de Diego, cuyosideales de afirmación puertorriqueña secundó conentusiasmo, así como las actuaciones que en de-fensa de nuestros valores nacionales realizó en Puer-to Rico, España e Hispanoamérica.

No tardaron en surgir sospechas en algunos quetachaban a la Sociedad con epítetos de igual natu-raleza a los que Elzaburu escuchó en tantas oca-siones. Tan negativas como viciosas acusaciones sedesvanecían, sin embargo, ante la magnitud de laobra realizada por la Institución, demostrativa deque desde 1876 hasta 1918 –año de la muerte deJosé de Diego– no ocurrió movimiento cultural deimportancia en el país, en el cual, en algún grado yforma, no estuviera presente el Ateneo Puertorri-queño.55 “Por su tribuna pasaron Acosta, Tapia,Corchado, Giménez, Peñaranda, Regúlez, Latorre,Ferrer, Fernández Juncos, García Salgado,Villaronga, Del Valle, Molina, Romero, Tous, Nar-ciso González, Pujazón, Power, Loredo, Ormachea,Del Monte, Baralt, Sánchez Pesquera, Garrido,Vilanova, Vinajeras, Lola Rodríguez, Padilla, Brau,


Gautier, Daubón, Valdivia... todo cuanto significabay representaba la valía intelectual de aquella épocaliteraria, y por sus cátedras pasaron Hernández,Larrinaga, Paniagua, Stahl, Tapia, Cuevas Zequeira,Gutiérrez, Annexy, Asenjo, Rufo Manuel Fernández,Gutiérrez de Cos, Álvarez Pérez, Tizol, Potous, etc.,que llenaron de gloria el Ateneo”.56

Los certámenes anuales, iniciados en 1877, fue-ron también una muestra de la magnitud de la obrarealizada. Hasta 1918 la Institución había premia-do por sus ejecutorias intelectuales y artísticas adecenas de puertorriqueños, entre ellos a BraulioDueño Colón, Manuel Gregorio Tavárez, FelipeGutiérrez Espinosa, Juan Morel Campos, RafaelBalseiro, José Agulló y Prats, y Monsita Ferrer Ote-ro, por sus composiciones musicales; FranciscoOller y Fernando Díaz McKenna, por sus obras pic-tóricas; José Gautier Benítez, José María Monge,Salvador Brau, José de Diego, Manuel PadillaDávila, José de Jesús Esteves, José I. de Diego Padró,Jesús María Lago, Antonio Nicolás Blanco, EvaristoRibera Chevremont y Félix Matos Bernier, por suspoesías; Augusto Malaret, por un ensayo biográfi-co; Manuel María Sama, por un catálogo razonadode bibliografía puertorriqueña; y Francisco del Va-lle Atiles, Gabriel Villaronga, Agustín Stahl, PedroTimothée, Manuel Quevedo Báez y Eusebio MolinaSerrano, por sus trabajos de carácter científico.


José de Diego fue el principal protagonista, du-rante las primeras dos décadas del presente siglo,no sólo de la defensa de la integridad cultural delpaís sino también de la dura lucha que se libró paratratar de evitar que los Estados Unidos impusieransu ciudadanía al pueblo puertorriqueño, como fi-nalmente lo hicieron el 2 de marzo de 1917.

De Diego estaba muy consciente de que la susti-tución de la ciudadanía puertorriqueña (reconoci-da por los Estados Unidos en 1900) por la norte-americana, conllevaría mayor confusión para lospuertorriqueños sobre su destino político y milita-ría a favor del proceso de americanización inicia-do en 1898. Por ello se opuso tenazmente a tal im-posición.

Obra de su pluma fue el memorial aprobado el12 de marzo de 1914 por la Cámara de Delegados(único cuerpo representativo del electorado puer-torriqueño que entonces existía) y enviado al Pre-sidente de los Estados Unidos para consignar laoposición a la extensión de la ciudadanía del podermetropolítico a nuestro país. De dicho memorialson los siguientes dos párrafos:

“Podéis seguramente, por una ley de vuestroCongreso, decretar que todos los ciudadanos dePuerto Rico sean ciudadanos de los Estados Uni-dos: tenéis el poder político para hacerlo, y ¿tenéistambién el poder natural, real, genetliaco, creador,


de convertir instantáneamente a un puertorrique-ño en un americano, no precisamente en un ame-ricano nacido en vuestro país, pero en un verdade-ro ciudadano americano, íntima y esencialmenteconfundido con vosotros en vuestro origen, en vues-tra evolución histórica, en vuestro lenguaje, en vues-tras luchas, en vuestros destinos, en toda aquellamúltiple psicología determinadora de vuestro es-píritu nacional?”.

“Sinceramente os decimos que reconoceríamosvuestra noble ciudadanía, que encierra los divinosatributos de la grandeza de la primera Patria fun-dadora de la libertad en América; pero os decimostambién, con igual sinceridad, que estamos con-tentos con nuestra bien amada ciudadanía puerto-rriqueña y orgullosos de haber nacido y ser herma-nos en nuestra madre Isla”.57

Desde la muerte de José de Diego hasta la Generacióndel 30

Fue duro el golpe que sufrió el Ateneo –al igualque todo Puerto Rico– con la temprana desapari-ción de José de Diego. Pero su partida, si bien mar-có la terminación de una memorable épocainstitucional, no debilitó el entusiasmo del grupode jóvenes que en acto conmovedor se juramentó,


ante su tumba, a proseguir la lucha en defensa denuestros valores patrios. Sucedió a De Diego en lapresidencia un escritor de excepcionales méritos:Epifanio Fernández Vanga.58 Años después de ce-sar en el honroso cargo expresaría las siguientespalabras, laudatorias de la obra ateneísta: “Todocuanto en Puerto Rico significó progreso y culturadesinteresados durante los últimos años del sigloXIX, y los primeros del XX, se relacionó directa oindirectamente con el Ateneo... En la tribuna delAteneo han resonado las voces más autorizadas dela elocuencia puertorriqueña; desde ManuelCorchado hasta José de Diego, todos los compa-triotas que traían el mensaje de una vieja inquie-tud o de una nueva orientación, antes de bajar anteel pueblo quisieron decirlo entre las cuatro únicasparedes de Puerto Rico en que se ofrece unánime-mente calor de incubación para todas las ideas yespíritu de tolerancia para todas las opiniones...Baste decir, resumiendo, que el Ateneo ha sido du-rante los cuarentiséis años de su fructífera existen-cia un foco irradiador de cultura; lo que llaman losfranceses un foyer de espiritualidad”.

Bajo su guía, el Ateneo continuó con vigor suobra de difusión cultural y de afirmación puerto-rriqueña, particularmente en defensa de nuestroidioma, casi proscrito entonces de nuestro sistemaescolar, sujeto para esa época a la omnímoda vo-


luntad de los comisionados de instrucción públi-ca que nos imponían desde Washington.59 La dé-cada del veinte, que se inició en el Ateneo bajo lapresidencia de Fernández Vanga, señala un mar-cado predominio de la poesía, con énfasis en latendencia modernista. La nota poética predomi-nó en casi todos sus actos culturales, desde loscertámenes hasta las veladas lírico-literarias, tancaracterísticas de aquellos tiempos, así como deépocas anteriores.

A las innumerables gestiones y desvelos del poetaJesús María Lago –puertorriqueño de exquisita sen-sibilidad estética– le debe principalmente el Ate-neo el edificio que actualmente ocupa, construidoen 1923 en un solar donado en 1913 por la Asam-blea Legislativa a instancias de don Cayetano Colly Toste y de don José de Diego, entonces Presiden-te de la Cámara de Delegados. Bajo la presidenciade Lago se levantó la nueva sede y ocurrió el trasla-do desde la vieja casona que por tantos años ocupóla Institución frente a la Plaza de Baldorioty en SanJuan, en el lado opuesto a la Casa-Ayuntamiento.Aunque se alejaba así del centro de la antigua ciu-dad, para situarse, a tono con la corriente de lostiempos, en la zona de expansión urbana haciaPuerta de Tierra y Santurce, el Ateneo habría decobrar mayor estabilidad con la posesión de unedificio propio.60


El período que transcurrió desde 1927 hasta1933, bajo la presidencia de don Manuel BenítezFlores, don Emilio del Toro Cuebas, don JoséRamírez Santibáñez, y don Rafael Rivera Zayas, secaracterizó por el desarrollo de las relaciones cul-turales con Iberoamérica, y en particular, por elestrechamiento de los vínculos antillanos. El Ate-neo intensificó sus nexos con los más prominentesintelectuales de Centroamérica, Cuba y la Repúbli-ca Dominicana, ofreciéndoles nuestra solidaridaden la lucha que libraban frente a las repetidas in-tervenciones de Estados Unidos en sus asuntosdomésticos. Ejemplo de ello fue la resolución pre-sentada el l de marzo de 1927 ante la Junta de Go-bierno por el licenciado Samuel R. Quiñones, yaprobada por unanimidad, en la cual se expresaque “por un natural sentido de justicia y por unaineludible responsabilidad histórica” el Ateneo de-clara improcedente la intervención armada de Es-tados Unidos en Nicaragua.61

Las relaciones con Venezuela también se hicie-ron más estrechas, principalmente como resulta-do del establecimiento, bajo la presidencia del li-cenciado Benítez Flores, de la Sociedad Bolivarianade Puerto Rico, con carácter de filial de la Socie-dad Bolivariana de Venezuela. La creación de estasociedad se debió en gran medida a la intensa la-bor cultural y de acercamiento espiritual con el país


hermano realizada en nuestro medio por un ilustreexiliado venezolano, don Lope Bello, quien convi-vió con nosotros durante largos años hasta la caídaen 1935 del dictador Juan Vicente Gómez. El forodel Ateneo estuvo también a la disposición de lasmás brillantes avanzadas intelectuales de España enAmérica, representadas por figuras de la talla de losdoctores Amado Alonso, Ángel del Río, AméricoCastro, Tomás Navarro Tomás y Federico de Onís,quienes formaron parte del destacado grupo de edu-cadores y hombres de letras que, procedentes delCentro de Estudios Históricos de Madrid, vinierona ayudar en la fundación del Departamento de Es-tudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico.

Los años decisivos

La Generación del Treinta hace suyo el podero-so grito de protesta que se había venido incubandodurante los tres primeros decenios del régimencolonial norteamericano. Grito de protesta quenutría su pujanza en la patente injusticia del régi-men político, económico y cultural impuesto porlos Estados Unidos a Puerto Rico.

Treinta años después de Puerto Rico haber as-cendido muy cerca de la cumbre de sus aspiracio-nes políticas mediante la obtención en 1897 de la


Carta Autonómica, la política colonial de EstadosUnidos había dividido al país en dos bandos irre-conciliables –asimilistas y anexionistas frente aautonomistas e independentistas– que lo sumíanen un estado de angustia y confusión frente a sudestino colectivo.

Como afirma el doctor Arturo Morales Carrión,“cuando sobreviene el decaimiento de 1929, PuertoRico no posee ni una sólida estructura económicani una estabilidad política que le permita afrontarcon decisión la gravedad de la hora.... Cobra paraentonces la vida puertorriqueña una inusitada ten-sión. Hacia 1930 son ya visibles las injusticias socia-les del régimen de plantación; la alta natalidad conla consiguiente presión demográfica sobre los recur-sos; el creciente desempleo; la confusión política ycultural que acentúase ante la indiferencia de laMetrópoli Norteña; y entre los grupos jóvenes, laagitación agria, inconformista, radical”.62

En la plenitud de esta grave crisis surge la vozprepotente de Pedro Albizu Campos. El grito de pro-testa que se hizo presente en los acontecimientosque transcurrieron desde Lares hasta José de Diegose transformó en violento estallido en la palabra deeste nuevo dirigente. Dotado de atributos carismá-ticos excepcionales, de dramática personalidad y deun admirable e inagotable espíritu de sacrificio, agru-pa en torno suyo a los hombres más selectos del


país, en el orden moral e intelectual. La lucha porla independencia trascendería del salón académi-co y de la legislatura a la acción revolucionaria.

Consciente del peligro de muerte que afrontabael país, Albizu hace brotar en su palabra la angus-tia acumulada en el espíritu de muchos de nues-tros compatriotas y logra estremecer la conciencianacional puertorriqueña. “Estamos –dirá– en ple-na bancarrota cívica y es menester que llevemosuna infusión moral a nuestro pueblo para que vuel-va a creer en su destino y en sus posibilidades.Nuestra Patria está en plena guerra sin defenderse,sólo un resurgimiento de la moral colectiva puedesalvarla... El Nacionalismo no es un partido, en elsentido limitado de la palabra, sino un movimien-to que tiende a salvar todos los valores constituti-vos de la nacionalidad. Por eso nosotros no repo-saremos hasta que la bandera de Estados Unidosse haya arriado de Puerto Rico”.63

Antonio S. Pedreira, Emilio S. Belaval, TomásBlanco, Juan Augusto Perea y Vicente Géigel Po-lanco, entre otros, profundizarían en el tema de laidentidad y la cultura puertorriqueña. Aunque nocoincidieran exactamente en la fórmula política quepropiciara la final concreción de nuestro carácternacional, todos coincidirían en el frontal rechazodel asimilismo en cualesquiera de sus formas.

Para Pedreira existía el alma puertorriqueña


“disgregada, dispersa, en potencia, luminosamen-te fragmentada, como un rompecabezas dolorosoque no ha gozado nunca de integralidad”.64

Belaval afirmaba: “Ya no podremos ser españo-les, nada más que para muy dilatadas aviacionesdel pensamiento; ya hemos intentado ser norteame-ricanos por conmixtión y hemos fracasado; la úni-ca realidad, la única verdad es que lo que podre-mos ser es puertorriqueños”; por eso decía:“nuestra generación no debe darle reposo a lageneración anterior a la nuestra, que se refugióen su torre de cristal, para permitir impasiblementeel desorden caótico de nuestra cultura”.65

Puerto Rico era, para Tomás Blanco, “un pue-blo con problemas propios, caracteres regionalesbien definidos, recursos modestos, pero suficientessi se administran en provecho de su población; vita-lidad más que suficiente si se le dirige por caucesapropiados, y hasta, quizás, con alguna misión his-tórica que cumplir... Pero vive desorganizado por losmales económicos y morales inherentes al colonia-lismo; mediatizado por normas ajenas, muchas ve-ces antagónicas a la realidad isleña; desorientadopor falta de esperanzas concretas, inmediatamenteasequibles, en que pueda tener fe; incapacitado porsometimiento de su voluntad a un grupo de intere-ses extraños que ni siquiera representan los más al-tos intereses del pueblo que lo domina”.66


Juan Augusto Perea, al examinar a fondo losantecedentes históricos de nuestro ser nacional enel foro que en 1940 auspició el Ateneo Puertorri-queño sobre los problemas de la cultura puertorri-queña, no solamente reafirmó su convicción en laexistencia de una patria puertorriqueña, perfecta-mente definida, sino que adelantó la interesantetesis de que Puerto Rico, a diferencia de las demásnaciones hispanoamericanas, es el “resultado deinteracción combinada, tanto de España como deHispanoamérica. En el siglo XIX –afirma– noso-tros fuimos literalmente colonizados por Hispa-noamérica. Primero el éxodo de 1814, luego eltriunfo de las armas patriotas en Carabobo y des-pués la dominación de los Monagas y la GuerraFederal trajeron a nuestro suelo grandes contin-gentes de hombres, mujeres y niños... que traje-ron una misma, y hasta donde fue posible, ho-mogénea cultura social y educacional, flor de lacultura del Continente, que lograron enseguidatransplantar y cultivar con lozanía en el refugioinsular de Puerto Rico”.

Vicente Géigel Polanco reiteraba en 1936 la an-gustiosa interrogante levantado por Matienzo en1903: “¿Tiene Puerto Rico conciencia de pueblo omera conciencia de muchedumbre? ¿Funda su rea-lidad social sobre bases de cultura o sobre la in-certidumbre de inconciliables módulos de vida,


filosofías dispares y encontradas corrientes de ar-ticulación política?.... La dolorosa verdad –con-cluye Géigel Polanco– es que está muerta la vo-luntad de nuestro pueblo, porque nuestro pueblovive bajo el imperio de una espantosa coloniamoral. Piensa como colonia, siente como colonia,actúa como colonia, vegeta como colonia, se mue-ve como colonia. Ya he apuntado que, al tibio arri-mo de la política paternal que desarrolló aquí Es-paña durante los cuatro siglos que ejerció sobera-nía sobre Puerto Rico, se formó esa mentalidadcolonial en que cobra razón de ser nuestro con-cepto de dependencia, nuestra apatía, nuestraabulia, nuestra indiferencia para la demanda delderecho, para el empeño constructivo, para la bregaafanosa”.67

“Aflora para esos años una literatura de protes-ta –nos dice Arturo Morales Carrión– y de autoa-nálisis. Se intenta descubrir los resortes de la per-sonalidad puertorriqueña. Se interroga el pasadohistórico con el fin de hallar un nuevo sentido dela realidad insular y procédese a una revisión dellegado cultural hispánico. Este revisionismo en-cuentra acogedor ambiente en el Ateneo y en laUniversidad de Puerto Rico. La juventud ateneís-ta siente la atracción de las modernas corrientesdel pensamiento hispanoamericano. Lee con avi-dez a José Vasconcelos y a los escritores


anti-imperialistas y exhibe una afinidad esencialcon los grupos jóvenes de la post-guerra que a lolargo del continente se preguntan, angustiosos einconformes, sobre el sentido de su misión”.68

El país busca afanosamente una salida airosaque le permita ensanchar sus posibilidades de pro-greso sin renunciar a su personalidad histórica ycultural. Las paredes de la prisión norteamericanade Atlanta silenciarían durante diez largos años elgrito de protesta de Albizu Campos. Pero el eco desu voz estaba presente en la conciencia de lo másselecto de la juventud puertorriqueña. La realidades que a pesar de que el país no respaldó con susvotos al Partido Nacionalista, después de PedroAlbizu Campos ya no era posible que Estados Uni-dos obtuviese la anuencia de Puerto Rico para quedócilmente se sometiera al proceso político y cul-tural que hubiese conducido a su propia negación,a su eventual destrucción nacional.

La Generación del Treinta

Si bien desde antes de finalizar la tercera déca-da del siglo ya se palpaba en el Ateneo la influenciade la Generación del 30, no fue hasta 1934 que –electo presidente el licenciado Samuel R. Quiño-nes– tomó la misma el comando de la Institución.


Junto con Emilio S. Belaval,69 Vicente Géigel Po-lanco, Miguel Meléndez Muñoz y Nilita VientósGastón, que luego, y en orden sucesivo, presidiríanel Ateneo, y contando con la presencia, en la Juntade Gobierno, de personalidades de la talla de JoséS. Alegría, Augusto A. Rodríguez, Carlos N. Carre-ras, Antonio Paniagua Picazo, Margot Arce, Augus-to Malaret y Arturo Morales Carrión, entre otros,el licenciado Samuel R. Quiñones inició la renova-dora gestión que habría de llevar al Ateneo de sucondición de sociedad patrocinadora de actoslírico-literarios y musicales, conferencias, exposi-ciones de pintura y conmemoraciones históricas, auna posición de señalada importancia en el encau-zamiento de la vida cultural puertorriqueña.

Justo es calificar de extraordinaria la obra rea-lizada par el licenciado Samuel R. Quiñones desdela dirección del Ateneo. Durante su presidencia laInstitución celebró numerosos actos, en y fuera desu domicilio social, para mantener viva en el almadel pueblo el recuerdo de nuestros próceres y hom-bres ilustres, a la vez que servía de voz orientadoraen la lucha por la enseñanza en el vernáculo en lasescuelas públicas. Bien puede afirmarse que du-rante su término presidencial el Ateneo siempreestuvo a la vanguardia en la defensa de nuestrosvalores patrios. Entre los muchos logros de ese pe-ríodo debe destacarse la publicación de la Revista


del Ateneo, que fue excelente vocero de nuestra cla-se intelectual. 70

La extraordinaria labor de Vicente Géigel Polanco

Fue notable el acrecentamiento de la actividaddel Ateneo durante la década del treinta y los pri-meros años del cuarenta, principalmente bajo labrillante dirección del licenciado Vicente GéigelPolanco, quien, a lo largo de quince años, de 1927a 1942, ocupó sucesivamente la secretaría, la pre-sidencia de la sección de Historia de Puerto Rico,la vicepresidencia y la presidencia de la Institución.

Durante la gestión de Géigel Polanco se fundóel Instituto Popular de Enseñanza Libre71 y la Aca-demia Puertorriqueña de la Historia; se dio nuevoimpulso a la celebración de actos conmemorativosde nuestros acontecimientos históricos, y con mo-tivo del sexagésimo-cuarto aniversario de la fun-dación del Ateneo se celebró un foro, de gran reso-nancia y significación, sobre los problemas de lacultura puertorriqueña, en el cual participaronmuchas de las más destacadas figuras culturalesdel país, tales como Juan Augusto Perea, MiguelMeléndez Muñoz, Luis Lloréns Torres, Emilio S.Belaval, Jaime Benítez, Enrique A. Laguerre, An-tonio Fernós Isérn, Benjamín Ortiz, monseñor


Rafael Grovas, Eugenio Astol, Luis Muñoz Marín,Adolfo de Hostos, Gerardo Sellés Solá, José GonzálezGinorio, María Teresa Babín, Epifanio FernándezVanga, Juan B. Soto, Margot Arce, Antonia Sáez,Concha Meléndez y Rafael Arjona Siaca.72 Las vas-tas iniciativas de Géigel Polanco incluyeron tambiénel reinicio de las publicaciones del Ateneo, la pre-sentación de obras teatrales de autores puertorri-queños; un programa bajo el título de “Ruedas al Ate-neo”, destinado a extender la obra de la institución alos caseríos y barriadas pobres; un ciclo de conferen-cias en las escuelas públicas de San Juan sobre lavida y la obra de las personalidades que dan nombrea las mismas, en el que se destacaron, entre otras, lasfiguras de Román Baldorioty de Castro, José JuliánAcosta, Pedro G. Goyco, Segundo Ruiz Belvis, RafaelCordero, Rafael María de Labra, Julián E. Blanco,Rosendo Matienzo Cintrón y Luis Muñoz Rivera.

Puede afirmarse que el Ateneo fue uno de losprincipales centros de pensamiento y acción, elprincipal baluarte cultural desde donde la Genera-ción del 30 irrumpió en la vida pública del país paraimprimirle el viraje de afirmación nacional puer-torriqueña que caracterizó la política oficial durantelos primeros años que siguieron a la ominosa dé-cada del treinta. Fue también en esta época que elAteneo afirmó definitivamente su carácter de cen-tro cívico-cultural, excluyendo de sus programas


los de tipo recreativo, propios de los centros socia-les o casinos, y los cuales –con exclusión de los bai-les– habían formado parte de sus actividades des-de su fundación.73

La presidencia de Nilita Vientós Gastón

Por lo fructífera y prolongada –duró quinceaños– merece mención especial la gestión de NilitaVientós Gastón desde la presidencia del Ateneo.

Es fácil de apreciar el carácter amplio y abarca-dor de la actividad cultural durante esa época –1946a 1961– cuando observamos que, solamente los ac-tos conmemorativos incluyeron, entre muchosotros, el centenario de la publicación de “ElGíbaro”, los homenajes a Gabriela Mistral, JoséIgnacio Quintón, Julia de Burgos, José Martí y PíoBaroja, los natalicios de Elzaburu y Coll y Toste,los cien años del nacimiento de Zeno Gandía y deLuis Bonafoux, el bicentenario del natalicio deGoethe, el de la muerte de Handel, y los cuatro si-glos del nacimiento de Cervantes.

Durante este período se crearon los certámenesdel Festival de Navidad en sustitución de los queusualmente celebraba el Ateneo. Con este Festivaldichos certámenes cobraron mayor impulso y bri-llantez, sobre todo en el campo de las artes plásti-


cas y de la literatura, a la vez que impulsaron vigo-rosamente el desarrollo del género del cuento ennuestra letras.

Adquirió igualmente auge durante este períodola actividad musical al fundarse Acción Musicalbajo la hábil conducción del profesor RogerMartínez, quien organizó y dirigió una pequeñaorquesta que ofreció conciertos de música de cá-mara puertorriqueña y extranjera.

De gran significación cultural fue la fundacióndel Teatro Experimental del Ateneo, encabezado porel dramaturgo René Marqués, y que representó obrasde Camus, Ruiz Iriarte, Azorín, Pirandello, Strinberg,René Marqués, Chejov, Ramón Méndez Quiñones,Synge, Pedro Juan Soto, Gerard Paul Marín, Fran-cisco Arriví, Luis Rafael Sánchez, Rivas Cheriff yNemesio Canales. De importancia también fue lafundación de la Comedia de Muñecos, que popula-rizó entre los niños los cuentos de Juan Bobo.

Fue bajo la presidencia de Nilita Vientós Gastónque se fundó el Cine Club, de labor pionera en laexhibición de películas extranjeras y en destacarla importancia de los clásicos del cine. Asimismose publicaron los cuadernos de poesía de José P.H. Hernández, Nimia Vicéns, José Antonio Dávila,Eugenio Fernández Méndez, Pachín Marín, Fran-cisco Matos Paoli, Antonio Pérez Pierret, LauraGallego, Antonio Nicolás Blanco, Jesús María


Lago, José Emilio González y Joaquín López López.También se dio a la estampa el libro de Federico deOnís sobre Luis Palés Matos.

De señalada importancia en el desarrollo de lasartes plásticas fue la inauguración del Salón deExposiciones del Ateneo que dirigió la profesoraLuisa Géigel de Gandía. En él dieron a conocer suobra artistas como Julio Rosado del Valle, RafaelTufiño, Epifanio Irizarry, Lorenzo Homar y Cristó-bal Ruiz, entre otros.

La calidad de los cursillos y conferencias dicta-das durante la presidencia de Nilita Vientós Gastónfue verdaderamente notable.74 Durante estos quin-ce años de intensa actividad el Ateneo intervino entodos los asuntos fundamentales que motivarondebate en el país, como la promulgación de los pro-yectos de ley restrictivos de la libertad de palabra(conocidos popularmente como Leyes de la Mor-daza), la propuesta de 1950 sobre reforma de laLey Jones bajo el nombre de Estado Libre Asocia-do, la supresión de la cátedra de literatura puerto-rriqueña como asignatura obligatoria en la Univer-sidad de Puerto Rico y las Cartas Pastorales de1960.75


Desde 1961 hasta nuestros días

¿Qué decir de la labor efectuada por el Ateneodesde 1961 hasta nuestros días?

Imposible sería, dada la limitada extensión de esteensayo, hacer ni tan siquiera un breve recuento dela obra realizada durante los años transcurridos des-de 1961 hasta el presente. Debe, sin embargo,consignarse que bajo la presidencia de la doctoraPiri Fernández de Lewis la Institución mantuvo suacelerado ritmo de actividad cultural, especialmen-te en el campo de las artes escénicas. Igual puedeafirmarse del período presidencial que le siguió –elde don Luis Manuel Rodríguez Morales– con la di-ferencia de que el énfasis recayó en la docencia y, enespecial, en la prolongada serie de conferencias quese celebraron sobre el problema del idioma y de laidentidad cultural de Puerto Rico.76

Puede afirmarse que el Ateneo Puertorriqueñoha sido, desde su fundación, un verdadero centroimpulsor de todas las manifestaciones de las letrasy de las artes en Puerto Rico, que su recinto ha sidoel escenario por donde han desfilado y actuado losmás distinguidos intelectuales, artistas, profesores,escritores, oradores, dramaturgos, profesionales ydirigentes políticos del país. Bajo el patrocinio delAteneo se han celebrado innumerables conferen-cias, foros, coloquios, conciertos y exposiciones;han publicado sus obras muchos de los más nota-


bles escritores puertorriqueños77 y han sido pre-miados nuestros más destacados creadores litera-rios y artísticos.78 La Biblioteca79 y la Galería pic-tórica de Puertorriqueños Ilustres80 han sido fuentede ilustración intelectual y cívica para millares decompatriotas y, en ocasión de su fallecimiento, hansido muchas las personalidades distinguidas a quie-nes se les han celebrado solemnes honras fúnebresen el recinto de la Institución.

Es importante recordar que gran número de lasinstituciones culturales del país han tenido su gé-nesis en el Ateneo o han sido promovidas o inspi-radas por personas de afiliación ateneísta. Tal es elcaso, entre otras entidades, de la Sociedad Protec-tora de la Inteligencia, la Academia Puertorrique-ña de la Historia, la Academia Puertorriqueña dela Lengua, Pro Arte Musical de Puerto Rico, la So-ciedad Teatral Areyto, el Instituto de LiteraturaPuertorriqueña, el Departamento de Estudios His-pánicos, el Centro de Investigaciones Sociales dela Universidad de Puerto Rico, el Instituto Puerto-rriqueño de Cultura Hispánica, y la SociedadBolivariana de Puerto Rico.

Resulta casi imposible señalar un tema de fun-damental importancia para nuestra cultura, paralas libertades individuales o para nuestra existen-cia como pueblo, en que el Ateneo no haya dejadosentir, con altura, responsabilidad y valentía, su voz


orientadora, no importa lo difícil del momento his-tórico y los riesgos que se hayan tenido que arros-trar. Cuando, por temor o por exceso de prudencia,las demás instituciones han permanecido en silen-cio, el Ateneo ha hablado, y lo ha hecho con diáfa-no acento. Y cuando por ello ha sido mirado conrecelo o ha tenido que sufrir graves estrecheceseconómicas, las ha sabido soportar y superar confirmeza y dignidad.

De ello pueden dar fe Samuel R. Quiñones, Emi-lio S. Belaval, Vicente Géigel Polanco, Nilita VientósGastón, Piri Fernández de Lewis y Luis ManuelRodríguez Morales, quienes desde la presidenciadel Ateneo han sido testigos de la vida angustiosa,por no decir heroica, que ha tenido que llevar casisiempre la Institución para poder mantener suspuertas abiertas. Pero Dios hizo posible la ejem-plar dedicación de estos distinguidos puertorrique-ños que, unida a la de los anteriores presidentes,así como a la extraordinaria labor de muchos di-rectores, socios y amigos, ha realizado el hermosomilagro de una existencia tan fecunda como pro-longada.81

Excelente evaluación de lo que ha significado ysignifica el Ateneo en la vida de Puerto Rico sonlas siguientes palabras de la licenciada NilitaVientós Gastón:

“El Ateneo forma parte tan esencial de la histo-


ria de nuestro país, que es difícil encontrar un puer-torriqueño de alguna significación que no haya fi-gurado o figure en su matrícula. Es la más vieja delas instituciones dedicadas en Puerto Rico al vital,noble y desinteresado propósito de fomentar lacultura”.

“Durante un período que abarca la vida de casitres generaciones, ha sido símbolo para todos lospuertorriqueños de lo mejor, más característico yperdurable de nuestro espíritu. Durante 73 años ungrupo pequeño, consciente de la importancia de sumisión, ha puesto empeño en sostenerla”.

“Ha sobrevivido al cambio trascendental ocu-rrido en nuestro medio social con el paso de una aotra soberanía, así como a los vaivenes de la políti-ca insular. Ha perdurado a pesar de que otras insti-tuciones, creadas varias de ellas bajo su techo, efec-túen, en gran parte, la labor que ella sólo desempe-ña en el modesto clima cultural de fines del sigloXIX y principios del XX: la Universidad, Pro ArteMusical, la Asociación de Graduadas, etc. Ha re-sistido a nuestra idiosincrásica apatía y se ha sos-tenido a pesar de la penuria de sus recursos. Esteinusitado espíritu de conservación, esta tenacidaden persistir, merecen algo que nosotros no solemoshacer con frecuencia: meditar, buscar la razón deesta vitalidad en un medio en que casi toda empre-sa de esta índole perece por falta de entusiasmo y


carencia de sentido de responsabilidad de quienestienen la obligación de sostenerlas. La razón meparece obvia y sencilla”.

“Es, entre todas nuestras instituciones, la quecon mayor dignidad y comprensión ha sabido sos-tener el estilo de lo puertorriqueño. Unas veces de-liberadamente, y otras por instinto, ha caído siem-pre del lado de lo genuinamente nuestro. Ha sidoel fijador y el mantenedor de lo puertorriqueño,misión difícil y delicada por la condición políticade Puerto Rico. Mantener esa cosa intangible quedenominamos el espíritu de un pueblo, velar porsu conservación y depuración, lograr ese finísimoajuste entre lo espiritual y lo material que ha deposeer una comunidad civilizada, es empresa ar-dua cuando se carece de la norma reguladora deuna condición política definida”.

Con el correr de los años el Ateneo ha cobradouna significación de primer orden en el desarrollode las ideas en Puerto Rico. Su condición de tribu-na libre, abierta para la exposición y discusión detodas las doctrinas, proposiciones y credos políti-cos, económicos, sociales, críticos, literarios, esté-ticos y científicos, le permite facilitar a la comuni-dad un foro intelectual de inapreciable valía paraventilar problemas, orientaciones, rumbos ideoló-gicos, temas sociales, proyectos de mejoramiento hu-mano, análisis de nuestro proceso histórico e inda-


gaciones sobre el destino colectivo. Así lo ha enten-dido el pueblo que acude a sus actividades, al igualque los escritores, críticos, investigadores, hombresde ciencia, líderes sociales y dirigentes políticos queusan su tribuna como medio efectivo de llevar suspuntos de vista al conocimiento público.

La voz insobornable del Ateneo

Cuando hablo de la valentía y claridad caracte-rísticas de los pronunciamientos del Ateneo, nopuedo olvidarme de aquel 16 de abril de 1937, ani-versario del natalicio de José de Diego. Acababa deocurrir –el 21 de marzo de ese mismo año– la Ma-sacre de Ponce. El país, bajo el mando del despóti-co Blanton Winship, vivía graves momentos.82 Ungrupo de estudiantes universitarios nos dirigimosen aquel día al Cementerio de San Juan a deposi-tar flores sobre la tumba de José de Diego. No pu-dimos llegar hasta el recinto: el Cementerio y susalrededores estaban ocupados por fuerzas policia-cas y militares con órdenes de prohibir el paso ha-cia esos lugares. Grande fue nuestra sorpresa, peromayor aún lo fue cuando, al regreso, encontramosque la Catedral de San Juan había sido clausuradapara evitar la celebración de oficios religiosos por elalma de José de Diego. La intervención del Gobierno


había logrado que todas las puertas se cerraran paraimpedir el homenaje al patricio ¡Cuál no fue nues-tra emoción al advertir que era el Ateneo la únicaentidad que no se rendía ante las amenazas! ¡Cuálno fue nuestro júbilo al poder entrar a su recinto,y, en un acto inolvidable, honrar la memoria delprócer! En aquel momento, al igual que en tantosotros de nuestra agitada vida de pueblo, pude dar-me cabal cuenta de la enorme significación del Ate-neo en la defensa de las libertades fundamentalesde los puertorriqueños. ¡Si esa defensa hubiesesido su única contribución a nuestro desarrollonacional, ella de por sí justificaría plenamentesu existencia!

Concepto del Ateneo

Noventiocho años después de su fundación, ¿quéconcepto tenemos del Ateneo? ¿Cuáles son sus po-sibilidades y proyecciones hacia el futuro?

En primer lugar, es importante reflexionar so-bre el concepto que muchos tienen de la institu-ción: el de un valioso legado cultural, fruto de lasluchas e inquietudes del pasado, el cual venimosobligados a conservar. Si limitamos la visión delAteneo a esta noción, por muy importante que sea,corremos el riesgo de verlo como una institución


estática, como un trofeo, como un monumento,como una entidad cuya existencia debe prolongar-se sólo por el afecto y respeto que debemos a nues-tros antepasados.

Al desarrollarse los esperanzadores aconteci-mientos políticos y sociales de la década del cua-renta, no fueron pocos los que expresaron su con-vicción de que la etapa de la primacía intelectual ycívica del Ateneo en la vida puertorriqueña habíatocado a su fin, creyendo que su función se habíareducido a una de carácter meramente histórico yconmemorativo. Desde la Universidad, un grupode miembros del partido en el poder, encabezadopor el dirigente político y Rector, licenciado JaimeBenítez, se mofaba de la cultura puertorriqueña yde sus figuras históricas más representativas, y ledeclaraba la guerra al Ateneo por considerarlo unorganismo obsoleto y, por tanto, inoperante en elPuerto Rico “moderno”. Don Miguel MeléndezMuñoz, quien presidió la institución desde 1943hasta 1945, hondamente preocupado por la displi-cencia con que se miraba al Ateneo desde las esfe-ras oficiales, expresó su sentir en las siguientes pa-labras:

“Alguna gente cree que han desaparecido denuestros hábitos sociales ciertas modalidades dis-tintivas y definitorias de nuestro carácter nacional.Y que se le han superpuesto otras de estilo colo-


nialista que franquean el proceso de su hibridacióncon perjuicio de la integración de nuestra persona-lidad. Y al contemplar de pasada las cuatro paredesdel edificio del Ateneo, o recordar su estructura físi-ca, piensan que en ellas han ido a refugiarse, a ejer-cer el viejo derecho de asilo, las características fun-damentales y genotípicas de nuestro ser social”.

“Para los escépticos y los epicúreos, el Ateneoes un cenotafio en que yacen los restos de una cul-tura apolillada, representada por una serie de re-tratos de un procerato en olvido, una biblioteca delibros viejos y pasados de moda, y algunas colec-ciones de antiguallas. Sitio en donde se reúne ungrupo de intelectuales para saturarse de esa atmós-fera de moho, de ese ambiente sepulcral, enrareci-do por la descomposición del pasado, con la fútilesperanza de que los cuelguen allí en estampa postmortem”.83

Los acontecimientos han comprobado que eljuicio a que aludía Meléndez Muñoz sobre la fun-ción del Ateneo no era correcto; que la Instituciónno es un “cenotafio” ni un mero enlace entre elpasado y el presente.84 Es cierto que el Ateneo, porrazones históricas, no desempeña en la actualidadla misma función que le tocó realizar desde su fun-dación hasta la segunda década del presente siglo,cuando era el único centro cívico-cultural de SanJuan. Los tiempos han transformado al país, pero


el Ateneo ha mantenido inalterable ante la concien-cia de Puerto Rico su liderazgo moral y espiritual.Su activa, robusta y creciente vida intelectual yartística; la presencia de su voz en todo aconteci-miento de trascendencia en la historia de nuestropueblo; y la libertad, firmeza y valor moral con queexpresa sus posiciones, han acrecentado el respetoque desde su fundación, hace 98 años, le ha profe-sado nuestra sociedad. En justicia puede decirseque, si bien el Ateneo es la más antigua de nuestrasinstituciones culturales, es a la vez la más joven.Es centro que atesora y cultiva la riqueza de nues-tro pasado, pero –fermento y levadura– ocupa conhonor una posición de vanguardia en la defensa delos derechos humanos y de nuestro patrimoniocolectivo.

El Ateneo es rica y venerable herencia de nues-tros abuelos, pero también es mucho más que eso:es parte esencial de la vida nacional puertorrique-ña y ésta apenas ha comenzado. ¿Qué son unos es-casos doscientos años en la vida de un pueblo, elúnico tiempo de existencia verdaderamente nacio-nal que hemos tenido? Más aún: ¿han sido real-mente doscientos años de pleno desarrollo puerto-rriqueño? ¿No han estado, por el contrario, condi-cionados por tensiones y luchas para evitar queotros valores nacionales, diferentes desde laplasmación de nuestra personalidad de pueblo has-


ta el 1898, extraños desde esa fecha hasta el pre-sente, se impusieran en Puerto Rico? La realidadhistórica es que desde que adquirió conciencia co-lectiva, a principios del siglo diecinueve, el país nun-ca ha estado libre de ajenas y arbitrarias interven-ciones, y no ha gozado, por tanto, de la paz y elsosiego necesarios para llevar al máximo el desen-volvimiento ordenado y fructífero de sus valoresautóctonos. Justo es decirlo: al igual que ha ocurri-do en casi todos los ámbitos de nuestra existencianacional, la cultura puertorriqueña ha sido siem-pre una cultura intervenida. Frente a esa interven-ción, el Ateneo se ha caracterizado invariablemen-te como una de las fuerzas de resistencia nacionalde mayor significación en nuestro desarrollo his-tórico.

Reevaluación de la significación del Ateneo

Pero a pesar de ser ésta la realidad, a la funda-ción y a la existencia casi secular del Ateneo toda-vía no se le ha reconocido su verdadera significa-ción en la formación y desarrollo de la personalidadnacional de Puerto Rico, como tampoco se recono-cía la profunda trascendencia del Grito de Lareshasta hace relativamente pocos años. Es cierto queen todas las historias de Puerto Rico aparece


consignada la fundación del Ateneo, pero en nin-guna de ellas se le atribuye a ese hecho, y a la acti-vidad cultural y de afirmación de los valores pa-trios que de él se ha derivado, su verdadera dimen-sión en el proceso formativo de nuestra cultura yde la nación puertorriqueña. Igual podría decirsede la Sociedad Económica de Amigos del País, fun-dada en 1812 y cuya existencia se proyectó hastafines del siglo.

Me inclino a creer que este error de perspectivadebe atribuirse a la marcada tendencia a no reco-nocer toda la relevancia que en el acontecer histó-rico reviste la dinámica cultural de un pueblo, mien-tras se le concede la misma, casi con exclusividad,a los hechos políticos y económicos. Estedesbalance se ha venido acentuando cada día máshasta alcanzar su mayor desproporción durante lasdos últimas décadas. Bastará con hojear las pági-nas de nuestra prensa para comprobar que ésta casiha perdido contacto con la vida de la cultura en elpaís. Verdaderamente, los que en el futuro escri-ban la historia de nuestros tiempos van a tener gra-ves dificultades en realizar dicha labor si preten-den valerse de la prensa como fuente principal delos hechos históricos. Podrán obtener de ella grancaudal de información sobre los acontecimientospolíticos y económicos, y, por supuesto, en lo refe-rente a los hechos delictivos y la vida deportiva.


No así en lo tocante a la historia de las letras, lasartes y las ciencias.

En vista de esta penosa realidad sería muy con-veniente que el gobierno, además de recopilar la in-formación estadística de carácter social y económi-co, asumiese también la responsabilidad de mante-ner un registro oficial de todas nuestras actividadesculturales. Creo que nos sorprenderíamos agrada-blemente si tuviésemos la oportunidad de enterar-nos de los múltiples actos culturales que se celebranen el país, tanto a nivel nacional como municipal.

Esta persistente actitud de no concederle todala importancia que merece el impulso cultural denuestro pueblo –claramente observable desde elinicio de la prensa en Puerto Rico en el siglo 19 yrecrudecida en nuestro época– tiene una clara ex-plicación. Es en el ámbito de las letras, las artes ylas ciencias en donde el espíritu del hombre semanifiesta a plenitud en su lucha por llevar hastalejanos horizontes los ideales de cultura, justicia ylibertad. Por eso es natural que en la conciencia delos conformistas, de ayer y de hoy –sean éstos puer-torriqueños, norteamericanos, españoles o sovié-ticos, por sólo mencionar algunos– exista la acti-tud muy arraigada de no confiar en los hombresde profunda sensibilidad intelectual y artística,por razón de que en el fondo de su espíritu duer-me, cuando no se agita peligrosamente, un grito


de protesta y rebeldía contra las injusticias del vi-gente orden social y político.

La toma de conciencia nacional de un pueblo,sus luchas reivindicadoras y sus gestas heroicas tie-nen su origen en causas tan dispares como el injustosalario de los obreros y la ausencia de libertad po-lítica o religiosa. Pero todo grito de rebeldía yprotesta se moldea finalmente como arma efectivaen un poema, en un ensayo, en una pieza oratórica,en una composición musical, en una pintura, enuna expresión artística o literaria. Son estas expre-siones las que, por su poderoso impacto espiritual,impulsan a los grandes hechos a los hombres quemarchan al frente de los acontecimientos históricos.¿Y qué es el Ateneo sino el cenáculo que congregalos espíritus más liberales de un pueblo en su rutahacia el logro de los nobles ideales de cultura, jus-ticia y libertad?

Es por ello que las poderosas fuerzas que obsta-culizan el progreso de la humanidad tratan de res-tarle prominencia, principalmente en la prensa ylos medios de comunicación social, a la actividadintelectual y espiritual de los pueblos, con el consi-guiente perjuicio para la labor de los historiado-res, quienes no habrán de disponer en el futuro deuna relación completa de todos los hechos de rele-vancia histórica acaecidos en el presente.

Invito a reevaluar la significación de la obra del


Ateneo en la vida de nuestro pueblo. Creo que pro-cede el reexamen, a lo largo de los 98 años de suexistencia, pero sobre todo en nuestros tiempos,en que las obras del intelecto y del espíritu resul-tan lamentablemente orilladas por la exageradaimportancia que se le concede a las realizacionesde orden material.

El Ateneo: centro cultural y bastión de nuestraintegridad nacional

Regresemos al tema central de estas últimas con-sideraciones sobre el concepto del Ateneo. Es evi-dente, tanto por lo que disponen los estatutos quegobiernan la Institución como por su larga histo-ria, que el Ateneo es una sociedad cultural dedica-da al fomento de las letras, las artes y las ciencias.Es también evidente que, debido a la situación co-lonial del país, tanto bajo España como hasta elpresente bajo los Estados Unidos, el Ateneo, desdesu origen, ha desempeñado además otra función:la de ser baluarte de la Patria, defensor de nuestracultura y de todos los otros valores nacionales. Ésaha sido la noble trayectoria que ha caracterizado ala Institución durante sus noventiocho años de exis-tencia y la cual le ha valido el respeto y la admira-ción de nuestros compatriotas.


En medio de ese estado de subordinación polí-tica, económica y cultural en que Puerto Rico lu-cha por mantener la totalidad de sus valores, y hastala propia indemnidad de su territorio,85 yo conciboal Ateneo como un centro de cultura y, a la vez,como casa de puertorriqueñidad, bastión de nues-tra integridad de pueblo. Centro de cultura con losmismos propósitos y fines, nacionales y universa-les,86 que inspiran al Ateneo de Caracas, al de Bue-nos Aires o al de Boston. Pero, a diferencia de és-tos, cuya vida se desenvuelve en países donde elidioma y la cultura no están sometidos a presionese interferencias extraordinarias o anormales, detipo político, y donde no está en discusión la iden-tidad de dichos países, el Ateneo tiene que ser enPuerto Rico, además de Casa de cultura, baluartede nuestra integridad nacional.

¿Y qué debe entenderse por baluarte de nuestraintegridad nacional? No sería necesario explicar unconcepto tan meridianamente claro si estuviésemosen Ciudad de México o en Lima; pero en nuestromedio, donde ya en ciertos círculos a lo nacionalse le llama “regional” o “local” y, a lo norteamerica-no, “nacional”, se precisa una clarificación de lostérminos. El Ateneo presupone, de forma inequí-voca, que Puerto Rico es nuestra única Patria ynuestra única Nación.87 Y presupone, además, que


todos sus elementos constitutivos deben ser ama-dos y defendidos por los puertorriqueños: desde elidioma hasta la integridad misma de la tierra queDios nos deparó. Por eso, cada vez que la Institu-ción ha intervenido públicamente en defensa denuestra existencia nacional, no ha hecho otra cosaque cumplir con la responsabilidad moral que lecorresponde asumir a todos y cada uno de los puer-torriqueños. Y estas intervenciones no pueden ca-lificarse de actos de naturaleza política, en el senti-do partidista y pequeño en que, por ignorancia, con-fusión, u otras razones, algunos insisten en consi-derarlas.88 En la época de Elzaburu el Ateneo teníacomo uno de sus principales objetivos –aunque noconstara expresamente en sus estatutos– impulsarel desarrollo de la naciente personalidad puerto-rriqueña y diferenciarla de la nacionalidadprogenitora. En el presente, nos ha tocado a noso-tros encauzar buena parte de la actividad ateneístapara resistir los intentos de asimilación y despla-zamiento de nuestra personalidad nacional, inicia-dos en 1898. Como ha dicho el licenciado VicenteGéigel Polanco: “Con el andar del tiempo, y frentea las vicisitudes que ha afrontado nuestro país ensu desenvolvimiento histórico, el Ateneo ha queda-do como un bastión irreductible de la nacionali-dad, oponiendo eficaz resistencia a las fuerzas dedesintegración y propulsando victoriosamente,


mediante empresas creadoras y de dinámico estí-mulo, el fomento de las letras, las artes, la educa-ción y la ciencia”.89

Independientemente de su labor afirmativa dela personalidad puertorriqueña, surge la pregun-ta: ¿Cuál debe ser la posición del Ateneo en elámbito de las luchas ideológicas y, en general, dela cultura? Coincido plenamente con el criterioque, sobre los propósitos del Ateneo, expresararecientemente el distinguido intelectual, doctorLuis M. de Arrigoitia, quien, al pronunciar el dis-curso de la noche en el acto de entrega de pre-mios de los certámenes del Festival de Navidadde 1972, auspiciado por el Ateneo, dijo: “Conci-bo al Ateneo Puertorriqueño a la luz de su presti-giosa tradición, como una institución educadoradel pueblo, punto de referencia en el azaroso vi-vir isleño, teatro de polémicas esclarecedoras,fuente difusora de los nuevos principios y de losresultados de las últimas experimentaciones einvestigaciones; ámbito propicio a las novedadesdel arte: literatura, plástica, música, teatro... yconsidero que si esta Institución de ciencia y cul-tura, refugio y cátedra de los valores de nuestratradición cultural, ha de salvarse, será conservan-do lo logrado, pero abriéndose a la vez al diálo-go con los tiempos. Divulgadora de cultura, estáobligada a dar ejemplo de dignidad y libertad;


conservadora de una tradición, ha de crear con-ciencia histórica, temporal, en nuestros hombres yla perspectiva que ella conlleva; pero, instituciónlibre y crítica, ha de sostener una posición radical,ni tibiamente liberal ni destructoramente sectarista”(énfasis nuestro).

Posición radical, dice el doctor De Arrigoitia. Yha dicho bien. Radical en su sentido etimológico:perteneciente o relativo a la raíz. Porque no seríapropio de un ateneo el abordar los problemas de lacultura y de la libertad con enfoques frívolos o su-perficiales y en actitud medrosa o vacilante. Malpuede orientarse a un pueblo cuando no se tiene niel valor ni la seriedad de arrostrar los riesgos queconlleva el ir a la raíz de los problemas, a lo funda-mental de la cuestión que se debate. Un ateneo deespíritu conformista que marche a la cola de losacontecimientos, que en vez de ser puntero queseñale los cambios sociales busque el sosiego delas posiciones intermedias, podrá ser sociedad re-creativa o club social, pero nunca ateneo.

Considero muy acertados los conceptos que so-bre la naturaleza y objetivos del Ateneo expresararecientemente el licenciado Roberto BeascoecheaLota en comunicación enviada a la Junta de Go-bierno y los cuales cito íntegramente a continua-ción: “De acuerdo con el nombre que lleva, con el


espíritu e intención de sus fundadores, con la tra-dición ateneísta española, de la que se deriva, conla trayectoria y evolución de la Institución dentrodel derrotero histórico de Puerto Rico y el mundo,y, en las actuales circunstancias, con la convenien-cia del país y la suya propia, creo que el AteneoPuertorriqueño está y debe seguir fundamentadoen los siguientes principios: 1) Reconocimiento yfomento de la cultura universal en sus diversasmanifestaciones; 2) Reconocimiento, fomento ydefensa de la cultura nacional puertorriqueña ensus distintas expresiones; 3) Presuposición y pos-tulado de la autonomía de la cultura con respectoal Estado y al orden político en general, sin negarlos deberes y derechos que al primero correspon-den en el plano de la actividad cultural; 4) Defensade los derechos de Puerto Rico como nación y delos derechos humanos individuales y colectivos engeneral; 5) Reconocimiento del pluralismo ideoló-gico existente tanto dentro del Ateneo como en elpaís en lo que respecta a posiciones religiosas, filo-sóficas, culturales, científicas, políticas, sociales yeconómicas; y mantenimiento del Ateneo, en con-secuencia, como tribuna libre para expresión detodas las ideas”.


Posición frente a los movimientos políticos

No puedo compartir el criterio expresado poralgunos compatriotas –defensores, al igual que elque esto escribe, de nuestra independencia nacio-nal –para quienes el Ateneo debe ser, por encimade todo, un organismo que opere casi con los mis-mos propósitos, métodos y criterios con que fun-cionan nuestros movimientos independentistas.90

Es cierto que Puerto Rico se encuentra desdehace setentiséis años dividido en dos bandos: unoque afirma el carácter nacional de la puertorrique-ñidad, otro que sólo la reconoce a lo sumo comomera expresión regional y la sitúa en un segundoplano frente a lo que consideran su nación: los Es-tados Unidos. Obviamente la orientación del Ate-neo no debe estar en manos de los que niegan lapersonalidad nacional de nuestro pueblo pero tam-poco debe estar exclusivamente en manos de unosolo de los sectores que la afirman.

Por considerarlas altamente esclarecedoras, enrelación con el problema en discusión, paso a citarlas palabras del licenciado Roberto BeascoecheaLota expresadas en reciente comunicación que di-rigiese a la Junta de Gobierno: “El Ateneo es esen-cial y primordialmente una sociedad cultural, defines culturales. Los deberes que viene obligado a


cumplir el Ateneo en el plano patriótico y en la es-fera de los derechos humanos, son deberes genéri-cos de todos los organismos y sociedades, de cual-quier naturaleza que sean.... El Ateneo tiene quecumplir con estos deberes en la forma que corres-ponde a un organismo cultural, de fines intelec-tuales, y no de la manera que pertenece al Colegiode Abogados o a los partidos políticos. Pretenderque el Ateneo, violentando su naturaleza específi-ca, se convierta en una sociedad política, consti-tuiría el mismo error que pretender que un orga-nismo político (llámese movimiento o partido) seconvierta en una sociedad cultural”.

El Ateneo, como dije antes, tiene el doble carác-ter cultural y patriótico, pero, por su peculiar na-turaleza, siempre debe hablar en el idioma propiode una entidad que sirve a la Patria sin identificar-se o asimilarse a grupos o partidos políticos, pormás respetables que éstos puedan ser. No hay queolvidar que, dentro del marco de la excepcional si-tuación política del país, y con exclusión de aque-llos pocos anexionistas que han renegado de su idio-ma y cultura nacional, la mayoría de nuestros com-patriotas, trascendiendo sus discrepancias sobreel futuro político de Puerto Rico, se sienten espi-ritualmente vinculados al Ateneo y a su obra dedivulgación cultural y afirmación patria. Por esoafirmo que la Institución siempre debe mantener


sus puertas abiertas a todos aquellos que no hayanrenunciado a su puertorriqueñidad.

Como muy bien dice el ex-Presidente del Ate-neo, y actual miembro de su Junta de Gobierno,don Luis Manuel Rodríguez Morales, al darle a co-nocer al cuerpo directivo de la Institución sus ideasen torno al concepto del Ateneo:

“El Ateneo ha evolucionado a través de su histo-ria según han demandado los tiempos, y así debeseguir siendo. Lo que el Ateneo no debe hacer esparcializarse innecesariamente en perjuicio de suamplia misión para con nuestro pueblo y para connuestro futuro. El Ateneo no puede perder su pers-pectiva histórica y si en el 1939 no estaba bien quese fusionara, como una herramienta más del movi-miento de renovación y justicia social que enton-ces afloraba –y que luego se cuestionó y se enjuicióseveramente– tampoco en el 1973 debe el Ateneofusionarse a tendencia política alguna ni permitirque se le convierta en otra herramienta más en eltaller político de ideología alguna, por más de modaque esté, por más justa que pueda ser su visión delhombre, por más que parezca que se ayuda a laindependencia y soberanía de nuestro pueblo, peroque convertiría al Ateneo en un grupo político más”.


¿Qué es ser ateneísta?

La confusión que durante los últimos años haprevalecido sobre la verdadera función del Ateneoha llevado a muchos a creer que basta con abrazarel ideal de independencia para adquirir la catego-ría de ateneísta. Tampoco comparto este criterio.

Ser ateneísta, en el sentido cabal del término,supone la adhesión a unos principios que abarcanmucho más que las mas meritorias posturasanticolonialistas. Cualidades esenciales de un au-téntico ateneísta son el amor por las letras, las ar-tes y las ciencias, tanto en su expresión de tipo na-cional como de orden cosmopolita o universal; laprimacía del pensamiento y de la sensibilidad esté-tica; el respeto a la libertad, individual y colectiva, ya la suprema dignidad del hombre, así como la ca-pacidad para escuchar las opiniones más adversascon absoluta consideración por la persona que lasexpone. No basta, pues, con defender los derechosnacionales de Puerto Rico para ser ateneísta. Y mu-cho menos si a esa defensa se vinculan ideologíasde carácter totalitario que atenten contra la digni-dad del hombre, sean de izquierda o de derecha. Losprincipios de libertad intelectual y tolerancia quepresiden los ateneos son incompatibles con el con-cepto totalitario de la sociedad y la cultura.

Creo muy acertadas las siguientes palabras, ex-


presadas por el distinguido educador y actual rec-tor del Recinto de Río Piedras de la Universidadde Puerto Rico, doctor Ismael Rodríguez Bou, enel acto conmemorativo de los noventa años de lafundación del Ateneo: “Entre las funciones de unacasa de pensamiento y cultura está la de adelan-tarse a los acontecimientos, la de guiar y orientara los que en su diario bregar carecen de los cono-cimientos suficientes para el certero razonar. Unacasa de estudios, de cultura, de pensamiento, nodebe convertirse en fortín de poder político, de pro-selitismo político, de parcialidad social, de prefe-rencias religiosas o raciales. Una casa de culturaes seguridad de un Pueblo, es sostén del pensa-miento libre y es agencia, libre de confusión y en-gaño” (énfasis nuestro).91

Las realidades del presente

A pesar de que los orígenes de los ateneos seremontan al Imperio Romano, la institución, talcomo la conocemos hoy, surgió a la historia a prin-cipios del siglo 19. Su organización, objetivos ymétodos responden a las necesidades de aquellaépoca. Sería absurdo pretender que tuviesen vigen-cia en nuestros tiempos las fórmulas de acción, losmétodos empleados para enfrentarse a los proble-


mas de una época, si bien lejana a la nuestra en eltiempo, mucho más distante en lo tocante al mundode las ideas e instituciones políticas, económicas yculturales. Pretender tal cosa sería igual que patro-cinar la idea de que la Iglesia Católica empleara hoylos dictámenes del Concilio Vaticano I, celebradoen l869, que las universidades o que el estado mo-derno se rigieran por normas y procedimientos quepertenecen a un mundo ya sepultado por los cam-bios revolucionarios que han transformado tan ra-dicalmente el mundo durante los últimos tiempos.

Esas transformaciones han hecho posible queel acceso a la cultura –por lo menos a cierto niveleducativo– sea derecho y patrimonio de todos loshombres. Ante esa realidad, los ateneos del mundomoderno –si han de sobrevivir y merecer el respetode la comunidad en donde operan– no puedenpreocuparse solamente por el desarrollo cultural eilustración de sus socios. El Ateneo, como círculocultural cerrado, pertenece a la Historia.

El Ateneo Puertorriqueño no podía ser excep-ción a las consecuencias del fenómeno de cambiosocial a que nos hemos referido. Ya a fines del siglo19 la ciudad de San Juan pugnaba por romper elcerco de las murallas. El crecimiento demográfi-co, económico y social del siglo exigía ámbitos dedesarrollo urbano fuera de la isleta. En 1903 se fun-da la Universidad de Puerto Rico a la vez que se


inicia la educación masiva a través del Departamen-to de Instrucción Pública. Poco después surgen lasiniciativas culturales propias del presente siglo, consus nuevas fórmulas de vida y su espíritu vertigi-noso, pragmático y materialista. La democratiza-ción de la enseñanza hace que la educación deje deser patrimonio de un pequeño círculo. Correspon-día al estado hacerse cargo en forma total de la di-fusión de la cultura al nivel popular mediante laenseñanza pública.

A poco de iniciarse el presente siglo ya se discu-tía en el seno de la Junta de Gobierno la urgenciade trasladar la sede institucional a las afueras deSan Juan, pero no fue hasta 1923 que el plan seconvirtió en realidad gracias a las previsoras ini-ciativas del prócer José de Diego, del historiadorCayetano Coll y Toste, y del poeta Jesús María Lago,todos ex-Presidentes de la Institución.

El año de 1973 vio cumplir medio siglo del tras-lado del Ateneo a su actual ubicación. Cincuentaaños durante los cuales, además de duplicarse elnúmero de habitantes, se han producido vastoscambios en nuestras estructuras sociales, talescomo la masificación de la educación y la cultura –y muchas veces la incultura, llevada directamentea los hogares a través de los medios de comunica-ción–, el auge desmedido de la especialización, laavasallante revolución tecnológica con sus enormes


consecuencias en las formas de vida, y los profun-dos cambios en la mentalidad de las clases intelec-tual y artística del país.

Es natural que toda esta transformación socialhaya convertido en cosas del pasado la bohemia delos escritores y artistas y las tertulias del Ateneo –como han convertido también en agradables recuer-dos las tertulias literarias de los ateneos y cafés deMadrid, Barcelona y Buenos Aires– las veladaslírico-literarias y la oratoria castelarina. No veo ra-zón alguna– por más hermosas que nos pudiesenparecer aquellas manifestaciones de la cultura–para intentar revivir unas formas de expresión queno corresponden con las exigencias ni con el geniode nuestra época. Como tampoco veo justificaciónalguna para que en el Ateneo, como se hacía antes,se ofrezcan cursos de taquigrafía y de artes ma-nuales, se enseñen idiomas o se patrocinen activi-dades propias de los casinos y centros recreativos.

No es de lamentar que los cambios sociales y elprogresivo desenvolvimiento del país hayan rele-vado al Ateneo de funciones que ciertamente noson consustanciales a su fundamental razón de ser.Por el contrario, tal cosa hace resaltar la verdaderanaturaleza de la Institución y la reafirma en el cum-plimiento de aquellas responsabilidades que le sonpropias y que no debe transferir al estado ni a nin-guna otra institución.


El Ateneo no se estableció para permanecer porsiempre identificado con una sola época. Hay quebuscar y encontrar en esta Institución la razónprimaria de su existencia, su verdadera esencia,aparte de las variables modas y costumbres, delas formas de expresión cultural que cambian conlas épocas.

Razón de ser del Ateneo

El Ateneo fue, es y deberá ser centro donde seame y enaltezca la cultura por sí misma, donde ten-gan franca acogida todas las manifestaciones de lacultura nacional y universal y, en especial, las deavanzada, las que luchan por dar paso a nuevasmanifestaciones del pensamiento; núcleo orienta-dor de los rumbos intelectuales del país; foro deespíritu acogedor y abierto en donde se practiquenla tolerancia y la convivencia a través del constan-te diálogo; casa representativa del más fino espíri-tu intelectual del país; tribuna que no reconozcalimitación alguna para la expresión responsable delas ideas; remanso donde puedan darse cita todoslos puertorriqueños que aman y afirman nuestracultura y personalidad nacional, no importa lasdiscrepancias de orden político que puedan existirentre ellas para lograr esa afirmación nacional.


El Ateneo fue, es y siempre deberá ser, como lofue para Francisco de Paula Acuña, Manuel de El-zaburu y Vizcarrondo, y sus seguidores en la presi-dencia, recinto de libertad – de total y absoluta li-bertad– ejercida, por supuesto, en forma digna yresponsable. Creo que está en orden volver a recor-dar las palabras del fundador sobre la función delAteneo: “...tengan sus muros para nosotros una es-pecie de derecho de asilo contra las amarguras ylas tristezas de la realidad; acojamos en su recinto,con el espíritu de la mayor tolerancia, todas, absolu-tamente todas las manifestaciones del pensamien-to, siempre que éste no se incline para abatir suvuelo, ni sus alas pretendan ensangrentarse en loscombates de la vida” (énfasis nuestro). Esto quieredecir –compañeros y amigos– en términos de larealidad del presente, lo mismo que significó en laépoca de Elzaburu: que ninguna manifestación res-ponsable del pensamiento debe ser excluida de esterecinto.

Ahora bien, son diversas las formas y manerasque pueden emplearse para excluir de la tribunadel Ateneo muchas de las manifestaciones respon-sables del pensamiento. Exclusión que se produci-ría inevitablemente si lo que presidiera la mente yel espíritu de los directores del Ateneo fuese el celoproselitista, si la pasión que la dominara fuese la


de valerse del Ateneo para convertir a otros a sucredo, a lo que ellos consideran que es la verdadabsoluta. Una persona poseída por tales imperati-vos ideológicos podría quizás realizar una magní-fica labor en un movimiento o partido político, oen una iglesia o movimiento apostólico, pero no enun Ateneo. El proselitismo es tan ajeno y tan con-trario a la razón de ser de esta Institución como loes a la razón de ser de la cátedra universitaria. Nose puede utilizar un Ateneo para hacer la revolu-ción política o social, o para convertir a los infie-les, sin causarle a la Institución un grave daño, talvez irreparable.

El Ateneo, considerado como tribuna libre, tienedos ámbitos de acción: el externo y el interno. En elprimer caso, el del ámbito externo, tribuna libre sig-nifica que la Institución está obligada a abrir suspuertas, y específicamente a ceder el uso de sus lo-cales, gratuitamente o mediante paga, a todas laspersonas, grupos u organizaciones que los soliciten,dentro de las normas y reglamentos vigentes, paracelebrar actos, reuniones y asambleas.

Pero la función de tribuna libre en el ámbitoexterno no se limita a la obligación del Ateneo deceder liberalmente el uso de sus locales. El Ateneotiene también la obligación de velar porque ningúnplan o propósito proselitista influya en la prepara-ción de los programas de actividades culturales que


auspicie la Institución o cualesquiera de sus seccio-nes. Estas actividades deben ser el producto de unaequilibrada selección de temas y conferenciantes,basados exclusivamente en los criterios que debenservir de guía a un centro de alta cultura. Todo estoen conjunción con la obra de afirmación nacionalpuertorriqueña que le corresponde hacer al Ateneoy de la que constituye expresión, entre otros actos,la celebración de efemérides de carácter patrióticoque, en la conciencia de la gran mayoría de nuestropueblo, estén por encima de la política partidista.

En el segundo caso, el del ámbito interno, tri-buna libre significa que ni la Junta de Gobierno, nila asamblea de socios, ni la matrícula de la Institu-ción deberán ser coto cerrado y exclusivo para unparticular grupo ideológico, con exclusión de otrospuertorriqueños que, con distintos puntos de vis-ta, también deseen laborar en el Ateneo por la con-servación y engrandecimiento de los valores cultu-rales y los derechos de Puerto Rico.

¿Quiere esto decir que nuestro Ateneo debe seruna entidad desposeída de todo criterio de valor,centro del más absoluto relativismo, núcleo asép-tico alejado de las realidades circundantes? Porsupuesto que no. El Ateneo está comprometido conla existencia misma de la patria puertorriqueña, desus variadas manifestaciones, principalmente suexpresión cultural. En la defensa, pues, de nues-


tros valores nacionales al Ateneo le va la vida. Perouna cosa es esto, y otra es querer identificarlo conla particular visión que de la patria y sus proble-mas pueda tener un sector de nuestros compatrio-tas. Y mucho menos hacer causa común con loscriterios económicos, sociales y filosóficos de undeterminado grupo o movimiento.

Tal es el espíritu del Ateneo, el cual, más quejustificar, hace necesario su existencia para el biende Puerto Rico. Si ésa no hubiese sido siempre surazón de ser, una personalidad tan exquisita comoElzaburu no hubiese identificado su vida con estainstitución; una mentalidad de avanzada como Joséde Diego no la hubiese presidido; Pedro AlbizuCampos y Luis Muñoz Marín no hubiesen encon-trado en ella las puertas abiertas para exponer li-bremente sus pensamientos en la década del trein-ta, cuando se les hacía difícil, si no imposible, en-contrar una institución que les permitiese ocuparsu tribuna.

Mientras ése sea el espíritu que presida la insti-tución, habrá Ateneo. El día en que la intoleranciase apodere de ella, sea por la intervención del Esta-do – como ha ocurrido en La Habana y en Madrid* –sea por la de grupos enemigos de la libertad de

* Nota de los Editores: El autor se refiere a los gobier-nos de Fidel Castro Ruz y Francisco Franco Bahamonde.


expresión, en ese mismo día habrá dejado de exis-tir el Ateneo.

Proyección hacia el futuro

Es lógico concluir que aún en el supuesto de queno hubiese ya peligro alguno para nuestra existen-cia nacional, luego de haberse resuelto el proble-ma político con el reconocimiento al pueblo puer-torriqueño de su natural derecho a gobernarse a símismo; aún en ese supuesto, el Ateneo tendría mu-chas razones para perpetuar su vida. Además delfomento de las letras, las artes y las ciencias, fun-ción principal que por su naturaleza siempre deberealizar, y realizar bien, aún bajo las más adver-sas circunstancias históricas,92 la Institución ten-dría que mantener siempre en alto la defensa delos derechos fundamentales del ser humano entodos los órdenes: político, religioso, económico ysocial. Y con ello quiero decir que mientras quedeun ámbito en que la cultura y la libertad de los puer-torriqueños no se haya ensanchado hasta llevarlaa sus máximas posibilidades, deberá haber com-patriotas que mantengan abiertas las puertas delAteneo para luchar por la consecución de tan no-bles ideales. La Institución seguiría cumpliendo en-tonces con su alta e histórica misión al mantener


su carácter de centro difusor de las letras, las artesy las ciencias; de tribuna libre, en guardia siemprecontra cualquier intento totalitario de supresión dela libertad, provenga de la izquierda o de la dere-cha; de orientador de la opinión pública en los pro-blemas fundamentales que afecten su cultura y sulibertad; de foro abierto a todo intercambio deideas, y de perpetuo promotor de una civilizaciónsuperior basada en la suprema dignidad del ser hu-mano.93

Creo, pues, muy justo y natural que admiremosen el Ateneo la respetabilidad que le proporcionasu larga y fructífera vida, pero me parece que sivislumbramos en forma trascendente sus altas eje-cutorias, debemos ver en los años precedentes sóloel inicio, el comienzo de una obra de ilimitadas pro-yecciones hacia el futuro.94

Mientras tanto, en lo que llega el día en que laPatria ya no esté en peligro y se aproxime la horade su plenitud, continuemos resueltos en nuestrospropósitos, firmes en nuestras labores, impertur-bables en nuestros afanes, para seguir ayudando,desde el Ateneo, en la obra del engrandecimientocultural y espiritual de Puerto Rico. Porque, comodijese el insigne escritor y pensador dominicanoMax Henríquez Ureña hace 50 años, al estamparsu firma en el libro de visitantes ilustres de la Insti-tución: “Crear la independencia espiritual de un


pueblo es crear una patria. La patria, en el ordenpolítico, es el fruto de la patria preconstituida en elorden moral. El Ateneo Puertorriqueño cumple estanoble y trascendental misión: contribuir a la for-mación de la patria espiritual, sin la cual la patriapolítica no puede surgir”.


NOTAS

1 Un antiguo periodista, don Jacinto Aquenza, narróla génesis de la fundación de nuestro más antiguo cen-tro de cultura, de la manera siguiente: “Hace de estobastantes años. Elzaburu era muy joven. Yo no habíallegado, ni que mucho, a los malditos 30. Departíamos,cierta vez, ya de noche, bajo los pórticos del Cabildo,mientras caía menuda lluvia, Elzaburu, otro amigo yyo. Hablábamos del Ateneo (aquí no existía aún) y dela vida literaria de Madrid. Elzaburu se producía consu proverbial entusiasmo por las letras. De pronto ex-clamamos: ¿Por qué no ha de haber aquí Ateneo? ¿Porqué no han de tener su templo los devotos de la Lite-ratura? Debiéramos de tenerlo, contestamos todos. Lotendrán, repuso él. Y nos separamos. Acababa de pro-nunciarse el fiat del Ateneo Puertorriqueño. Elzaburuno cesó en su noble empeño, y el Ateneo fue un he-cho”. –Revista de las Antillas, junio de 1914, San Juan,Puerto Rico, pág. 55.

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2 “En 1855, o 1856 próximamente, traté de fundarun Ateneo, ya tenía casa, subscriptores, muebles apa-labrados y solo faltaba el permiso del Gobernador.Escribió entonces con objeto de alentar el pensamientodon Nicolás Aguayo recomendando que en el Ateneoque iba a fundarse no se omitiese la enseñanza de lamoral cristiana y católica, de que era Aguayoreconocidamente celoso, y el censor prohibió la pu-blicación del escrito”.

“Y díjeme yo: ¿Si cuando aún no ha comenzado elAteneo andamos con prohibiciones estólidas, qué serámás adelante?”

“Desistí, pues, de su fundación juzgándolo imposi-ble. Estaba visto, con aquella administración tan es-trecha, era incompatible toda ilustración y todo pro-greso”. Alejandro Tapia y Rivera, Mis Memorias, Edi-torial Coquí, San Juan de Puerto Rico, 1966, pág. 97.

3 “Al hablar de los constantes y delicados esfuerzosque culminaron en la creación de este alto y memora-ble centro docente, hay que poner, junto al nombrede aquel Presidente del Ateneo (Elzaburu), el nom-bre de nuestro compatriota don Julio Vizcarrondo,residente a la sazón en la capital de España, en cu-yas cortes representaba, como Diputado, a PuertoRico, y quien paralelamente laboró sin descanso antelas supremas autoridades legislativas y administrati-vas de aquella época, venciendo obstáculos, limandoasperezas, destruyendo prejuicios, caldeando entu-siasmo, asegurándose colaboraciones y amistades”.Antonio Paniagua Picazo, “El Ateneo Puertorrique-ño”, Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña,


octubre-diciembre de 1966, número 33, San Juan,pág. 45.

4 Don Francisco de Paula Acuña y Paniagua nacióel 16 de abril de 1839 en San Juan, en donde cursó susestudios primarios y secundarios. En la Universidadde Sevilla obtuvo su Licenciatura en Derecho Civil yCanónico el 6 de junio de 1861. Regresó a Puerto Ricoy fue admitido a ejercer su profesión por la AudienciaTerritorial el 27 de febrero de 1862. Juez de Paz deldistrito de Catedral (San Juan) en 1866. Teniente Fis-cal de la Audiencia Territorial, 1867. Asesor letradode los Juzgados de Artillería e Ingenieros, 1867. Abo-gado fiscal sustituto de la Audiencia Territorial, 1873.Asesor letrado de la Real Comandancia de Marina,1876. Primer Presidente del Ateneo Puertorriqueño,1876. Magistrado suplente de la Audiencia Territorial,1881-1898. Presidente del Consejo de Administración(Senado) del Parlamento Autonómico de Puerto Rico,1898. Fiscal de la Corte Suprema de Justicia, 1898.Secretario de Estado del Gobierno Militar, 1899. Miem-bro de la Junta de Síndicos de la Universidad de Puer-to Rico, 1907. Presidente de la Cámara de Delegados,1907. Miembro del Consejo Educativo, 1907. Decanodel Colegio de Abogados. Presidente del Partido Fede-ral. Miembro fundador del Partido Unión de PuertoRico. Presidente Honorario de la Asociación de Abo-gados de Puerto Rico, 1916. Murió en 1929.

5 Don José Géigel y Zenón (1841-1892), hombre degran cultura, durante muchos años, y hasta su muer-te, desempeñó el cargo de bibliotecario del Ateneo.Comenzó a escribir para la Exposición Regional de


Puerto Rico, que se celebraría en 1893, una obra bi-bliográfica puertorriqueña, logrando reunir y clasifi-car, tras ardua labor, abundantes materiales. La obra,sin embargo, quedó inconclusa con su muerte, acae-cida antes de la exposición. El doctor Abelardo Mora-les Ferrer, su amigo, continuó la labor emprendida porGéigel y presentó el libro, todavía inédito e incomple-to, en la mencionada Exposición, siendo premiado conmedalla de oro. Este manuscrito quedó en una gavetadel escritorio que usaba Géigel en el Ateneo hasta 1930,cuando fue entregado a su hijo, don Fernando Géigely Sabat, quien lo hizo publicar en 1934.

6 Figura prominente del Partido Conservador y Di-putado a Cortes.

7 Prominente médico que prestó valiosos serviciosa la salud pública del país. Hombre de intereses cultu-rales y de señalado amor por la música, apoyó mu-chas iniciativas públicas y privadas en beneficio de lailustración y del progreso de Puerto Rico.

8 Figura destacada del Partido Liberal y Diputado aCortes.

9 Don Fidel Guillermety Quintero (1845-1917), se dioa conocer como farmacéutico y político. Fue liberal, luegoautonomista y finalmente ortodoxo, seguidor de Barbosa.Desempeñó muchos cargos de importancia en dichospartidos. Estuvo activo en prolongadas luchas políticasdurante el pasado siglo y a principios del presente. Subotica en San Juan, en la calle de San Francisco esquinaa de la Cruz, era famosa por sus tertulias.

10 Don Ignacio Díaz Caneja, escritor y periodista, fueel primer bibliotecario del Ateneo. En la Bibliografía


Puertorriqueña de Géigel y Zenón, y Morales Ferrer,aparecen incluidas tres de sus obras y, entre ellas, latitulada La Autonomía de las Antillas, en la cual haceduras críticas al autonomismo y expone su pensamien-to político conservador.

11 Don Pablo Sáez (1827-1879), abogado, escritor,poeta y hombre público. De joven, mientras estudia-ba derecho en Barcelona, formó parte del célebre gru-po de estudiantes que inmortalizó la publicación delÁlbum Puertorriqueño en 1844 y el Cancionero deBorinquen en 1846. Fue miembro de la Diputación Pro-vincial en 1871 y su vice-Presidente en 1873. Figuródestacadamente en el Comité Central del Partido Li-beral Reformista.

12 Don Gabriel Ferrer Hernández (1847-1900), mé-dico, escritor y hombre público, fue diputado provin-cial y miembro del directorio del Partido Autonomis-ta y de la Cámara de Representantes. Ocupó la cátedrade Física y Química en el Instituto Civil y de Anatomíaen la Institución de Estudios Superiores. Fue vice-Pre-sidente del Ateneo, conferenciante y colaborador efi-caz de esta Institución. Escribió en los principalesperiódicos del país y prestó ayuda entusiasta a casitodas las organizaciones cívicas y culturales desde1875 hasta su fallecimiento. Entre sus escritos seencuentra La Instrucción Pública en Puerto Rico,considerada por Fernández Juncos como la mejormemoria que sobre este tema se escribió bajo la do-minación española.

13 Don José Ramón Becerra, además de dirigente delPartido Liberal, fue Alcalde de San Juan y miembro de


la Diputación Provincial, Catedrático de Geografía eHistoria y Secretario del Instituto Civil de Segunda.Propuso en 1882 el establecimiento de una Universi-dad. Promovió obras de grandes alcances sociales yculturales.

14 Don Calixto Romero Togores, notable cirujano,figuró destacadamente en las luchas cívicas y políti-cas durante la segunda mitad del siglo XIX. Fue unode los profesionales que llevó el peso de la asistenciamédica en la capital después de 1880. Abolicionista,en su residencia tuvo lugar, en 1833, la histórica asam-blea de liberales pro autonomía. Fue desterrado porel General Marchesi en 1867 y en 1868. Al ocurrir elGrito de Lares, fue encarcelado en el Castillo de SanCristóbal junto con el doctor Pedro Gerónimo Goyco.El país le debe también muchas gestiones en pro dela segunda enseñanza.

15 Prominente miembro del Partido Liberal y Dipu-tado a Cortes.

16 Don Francisco del Valle Atiles (1847-1928), médi-co, sociólogo, político y literato, colaboró estrechamentecon Elzaburu en la fundación del Ateneo y luego lo pre-sidió. Fue delegado a la asamblea constituyente del Par-tido Autonomista en 1887, Alcalde de San Juan, Presi-dente de la Junta Insular de Elecciones y miembro dela Academia Puertorriqueña de la Lengua.

17 Don Felipe Gutiérrez Espinosa (1825-1900), aquien el profesor Augusto Rodríguez ha llamado “nues-tro primer músico de eminencia” fue Maestro de Ca-pilla de la Catedral de San Juan durante cuarenta años.Compuso tres óperas: Guarionex, Macías y el Bearnés;


una zarzuela, El Amor de un Pescador, varias misas ysinfonías. Don Fernando Callejo dijo de él que en elcampo de la música fue cual otro Campeche en el dela pintura. Sin preparación adecuada y guiado sólopor su fantasía inagotable, escribió más de 300 com-posiciones.

18 Abolicionista, miembro del Partido Liberal, Con-sejero del Ayuntamiento, Corregidor y Alcalde de SanJuan. Favoreció la realización de obras educativas degran alcance social.

La lista completa de los cuarenta y ocho fundadoresdel Ateneo es como sigue: Manuel de Elzaburu yVizcarrondo, Francisco de Paula Acuña y Paniagua, JoséIgnacio Beyens, Alejandro Tapia, José Ramón Becerra,José Géigel y Zenón, Juan Z. Hernández, WenceslaoLugo Viña, José María Autrán, Ricardo Hernández, JoséJulián Acosta, Miguel Larregui, León M. Acuña, Joséde Jesús Tizol, Pólux J. Padilla, Fermín Toledo, JuanIglesias, Gerardo Soler, Manuel López Bayo, RamónSarriera, Laureano Vega, Francisco Acosta, AntonioOlózaga, Calixto Romero, Juan Oller, RaimundoCamprubí, José Ruiz, Francisco Cortés, Ignacio DíazCaneja, José Antonio Gutiérrez, Manuel Alcalá delOlmo, José Antonio Canals, Fidel Guillermety, ManuelDaubón, Severo Bastón, Francisco Fabro, Manuel J.Cuevas, César de Guillerna, Rafael Pacheco, Pablo Sáez,Gabriel Ferrer, Francisco del Valle, Fernando Núñez,Ramón García Moreno, Antonio Pineda, EnriqueLosada, Felipe Gutiérrez y Juan Fort (Acta de la prime-ra junta general de socios celebrada en el Ayuntamien-to de San Juan el 30 de abril de 1876).


19 En la primera junta general de socios, celebradael 30 de abril de 1876, se acordó considerar tambiéncomo fundadores a todos los que se adhiriesen al Ate-neo hasta la fecha de su inauguración.

20 “De 1868 a 1876 se establecieron en el país, ade-más del Ateneo, varias instituciones de carácter re-creativo, social e intelectual que fueron viveros de va-liosas iniciativas y centros promotores de ilustracióny cultura. Para 1869 funcionaba en la Capital el Casi-no y Círculo Artístico y Literario. En 1871 se fundabaen Cabo Rojo un teatro, por iniciativa de don Salva-dor Brau Asencio, don Alejandro Cabassa y don Eduar-do Texidor y en San Sebastián se fundaba un Casino.Hacia 1872 se organizaba en San Juan el Orfeón Puer-torriqueño, bajo la dirección del maestro don FelipeGutiérrez Espinosa. En 1873 se establecía en San Juanel Casino Español, en Toa Alta la Biblioteca Popular yen Mayagüez el Centro Hispano Ultramarino. En 1874se establecía en Fajardo el centro de recreo artísticoLa Unión Fajardeña, en Ponce una Biblioteca Públicay, en Mayagüez, el Casino de Mayagüez, el Círculo deAmigos y la Biblioteca Municipal. En 1875 se estable-cía en San Juan el Círculo San José y en Yauco sefundaba un teatro”. En 1876 –año de la fundacióndel Ateneo– se establecía en Ponce el Casino Espa-ñol. Véase Lidio Cruz Monclova, Historia de PuertoRico (siglo XIX) Tomo II, Parte 2, 1875-1885, Edito-rial Universitaria, Universidad de Puerto Rico, 1957,págs. 874-5.

21 Manuel Elzaburu Vizcarrondo, Prosas, poemas yconferencias, recopilación, estudio preliminar y notas


de Luis Hernández Aquino, Instituto de Cultura Puer-torriqueña, San Juan, Puerto Rico, 1971, págs. 6 y 7.

22 Fernández Juncos lo considera como “el más de-licado intérprete que ha tenido jamás entre nosotrosel gusto literario francés”. Manuel Fernández Juncos,Antología de sus obras, selección, prólogo y notas deJosé Antonio Torres Morales, Editorial Orión, Méxi-co, 1965, pág. 152. De su labor traductora dijo donMarcelino Menéndez y Pelayo en su Historia de la poe-sía hispanoamericana: “Apenas conozco versos suyosoriginales, pero dejó muy lindas traducciones de poe-tas franceses, modernos, especialmente Teófilo Gautier–El madrigal panteísta, La sinfonía en blanco mayor,Lo que dicen las golondrinas, La nube, Tristeza en elmar, La rosa de té– y quien conozca el extraño y sutilartificio de los versos originales, no dejará de dar aestos esfuerzos el debido precio”.

23 Adolfo de Hostos, “Manuel de Elzaburu: Promo-tor de la cultura insular”, Revista Puerto Rico Ilustra-do, 27 de enero de 1951, año 41, núm. 2127.

24 Manuel Fernández Juncos, op. cit. págs. 147 y148.

25 Manuel Elzaburu Vizcarrondo, op. cit., pág. 267.26 Op. cit., pág. 89.27 Op. cit. pág. 77.28 Op. cit.., pág. 235.29 Op. cit., pág. 292.30 Véase Lidio Cruz Monclova, Historia de Puerto

Rico (Siglo XIX), Editorial Universitaria, Universidadde Puerto Rico, Río Piedras, Tomo II, 1957, Partes I yII, págs. 377 y siguientes.


31 Lidio Cruz Monclova, Baldorioty de Castro, Insti-tuto de Cultura Puertorriqueña, San Juan, Puerto Rico,1966, págs. 78-81.

32 Eugenio María de Hostos, Obras Completas, Dia-rio, Tomo II, Vol. II, pág. 220 (edición facsimilar de laconmemorativa del centenario), Instituto de CulturaPuertorriqueña, San Juan, Puerto Rico, 1969.

33 No fue hasta el año 1952, en la Historia de PuertoRico (siglo XIX) del profesor Lidio Cruz Monclova,que se dio noticia pública de las actividades revolu-cionarias de María Mercedes Barbudo. En ella se con-signa que el 23 de octubre fueron interceptadas en SanJuan unas cartas y algunos impresos subversivos, pro-cedentes de St. Thomas y Venezuela. “Descubierto quetal correspondencia la recibía y repartía una dama dela Capital, nombrada María Mercedes Barbudo, natu-ral y vecina de la misma ciudad, y que su casa erapunto de reunión de los separatistas, el Mariscal de laTorre mandó ponerla bajo arresto en el Castillo de SanCristóbal. Y conforme a las recomendaciones del fis-cal don Francisco Marcos Santaella, se apresuró aordenar su destierro a la isla de Cuba. Al paso quepublicaba una circular, amonestando a los separatis-tas, de que si no enmendaban su conducta, procede-ría a hacer un grave escarmiento”.

“Doña María Mercedes Barbudo salió desterradade San Juan el 28 de octubre de 1824 en la goleta elMarinero, con destino a La Habana, desde donde, se-gún órdenes del Mariscal de la Torre, podía tomar elrumbo que le sea posible o más análogo a sus designiosdetestables, con la prohibición de volver a Puerto Rico,


mientras no suministrase la más positiva demostra-ción de su sumisión perfecta al Rey y previo el compe-tente permiso”.

En el mismo libro revela el historiador CruzMonclova que don José Barbudo, hermano de doñaMaría Mercedes, fue arrestado en Añasco el 22 de abrilde 1825 por orden del Mariscal de la Torre. “Dióselepor cárcel, bajo la custodia del oficial de urbanos donPedro Bruno, una sala de los bajos de la Casa Alcaldía,de donde fue luego trasladado a la Real Cárcel, en SanJuan. Desterrado a La Habana el 19 de noviembre de1825, fué remitido a España el 4 de febrero de 1826”.Lidio Cruz Monclova, op. cit., Tomo I (1808-1868), págs.238 y 243.

El Ateneo Puertorriqueño incorporó el 28 de marzode 1973 un retrato al óleo de doña María MercedesBarbudo a su Galería de Puertorriqueños Ilustres paraperpetuar el recuerdo de esta valiente puertorriqueña,la primera compatriota en ser encarcelada y exiliadapor sus actividades en pro de nuestra independencia.

34 “Andrés Salvador de Vizcarrondo y Ortiz de Záratenació en San Juan el 30 de mayo de 1804. En 1821ocupó el cargo de oficial escribiente meritorio del RealCuerpo de Artillería. Su padre, el coronel don AndrésCayetano de Vizcarrondo y Martínez de Andino, lue-go le encomendó la dirección de las haciendas quetenía en Trujillo Bajo, hoy jurisdicción de Carolina.Él, a su vez, fundó otra hacienda en la misma vecin-dad, desarrollándolas todas con notable éxito. Dosaños más tarde, cuando apenas contaba diecinuevede edad, le nombraron alcalde de Trujillo Bajo”.


“Mientras dirigía las haciendas, de 1824 a 1835, ensu amplia casona residencial, don Andrés Salvador,revolucionario por temperamento y devoción ideoló-gica, fué haciendo una intensa labor de conciencianacional, preparatoria para la liberación de PuertoRico del régimen español. La prédica constante llega-ba por igual a los grandes de la colonia y del clero deentonces, a los militares de alto rango, a tenientes,sargentos, cabos, soldados, a los terratenientes, a loscampesinos, a la gente humilde. Frecuentes intercam-bios de opinión en sus haciendas, persuasivas perora-ciones, mensajes difundidos por todo el país, conver-saciones discretas, fueron abriendo paso a la idea dela independencia política como forma de liberaciónde los irritantes atropellos, persecuciones y vejámenesdel sistema imperante”.

“Ante el acuerdo de las Cortes Españolas de que lasAntillas se regirían por leyes especiales, privándoselesde la representación parlamentaria, don Andrés Sal-vador Vizcarrondo y Ortiz de Zárate juzgó propicio elmomento para organizar un poderoso movimientorevolucionario dirigido a establecer la independenciade Puerto Rico. Asumiendo la jefatura, reunió en suhacienda de Carolina a familiares suyos, como sushermanos don Juan y don Lorenzo Vizcarrondo, ésteCapitán de Infantería, su cuñado, don BuenaventuraValentín Quiñones y Vizcarrondo, personalidades dedestacada posición en la comunidad como don San-tiago Dalmau, don Florentino Gimbernier, don San-tiago Bacaro, don José Escuté, quien ya era conoci-do por su radicalismo, los sargentos don Francisco


Salinas y don Ezequiel Santillana, numerosos oficia-les y soldados del Regimiento de Granada y centena-res de personas de otras poblaciones de Puerto Rico.Refiere el historiador Lidio Cruz Monclova que “pa-trocinó colectas pecuniarias de cerca de veinte milpesos para sostener el movimiento que adoptó comodivisa una bandera rectangular enteramente roja. Lainsurrección habría de estallar el 15 de julio de 1838.Enterado de los preparativos, el gobernador MariscalMiguel López de Baños, mandó instruir un sumario ycomo resultado del mismo, se decretó el arresto contradon Andrés Salvador, su hermano don Juan, don Bue-naventura Valentín, cuñado del primero, los capitanesdon Lorenzo de Vizcarrondo y Ortiz de Zárate y donPablo Andino, así como numerosos sargentos, cabos,fusileros y granaderos del referido Regimiento”.

“Al diligenciarse las órdenes de arresto no pudie-ron localizar a don Andrés Salvador ni a su hermanodon Juan por haber logrado éstos burlar la vigilanciatrasladándose luego a Venezuela. El Consejo de Gue-rra celebrado durante los días 7 y 8 del mes de marzode 1839 condenó a muerte a don Andrés Salvador y asu hermano don Juan, así como a los sargentos Fran-cisco Salinas y Ezequiel Santillana, quienes, ejecuta-dos a garrote, pagaron con su vida la adhesión a lacausa de la independencia de Puerto Rico. Los demásparticipantes fueron sentenciados a diversas penas deprisión y don Buenaventura Valentín Quiñones yVizcarrondo, encarcelado en el Castillo del Morro,apareció en la mañana del 14 de agosto de 1838 ahor-cado en su celda”.


“Algunos años después, a base de una amnistía po-lítica, el gobernador indultó a don Andrés Salvador ya don Juan Vizcarrondo. Con posterioridad a los su-cesos de 1838, don Andrés Salvador vivió largos añosen Venezuela en donde llegó a ser General de los Ejér-citos de dicha República. Luego visitó España, en oca-sión de la amnistía que decretó Isabel II para los deli-tos políticos. En 1849 regresó a Puerto Rico hasta elaño 1859 en que se trasladó con su esposa e hijos a LaHabana, residiendo allí hasta marzo de 1863”.

“Don Andrés Salvador de Vizcarrondo y Ortiz deZárate, fue, no sólo el primero en acaudillar la grancausa de la independencia nacional de Puerto Rico,sino uno de los pocos que la mantuvieron viva en suesfuerzo, en su mente, en su corazón, en su integri-dad de hombre, durante todo el largo transcurrir desu existencia ejemplar. El mayor reconocimiento quese ha ofrendado a don Andrés Salvador lo hizo uno delos poquísimos compatriotas suyos, con conocimien-to de la historia, autoridad moral y pareja vida de sa-crificios y luchas esforzadas, el doctor RamónEmeterio Betances, quien en las postrimerías de suvida de patricio insobornable, escribió al austero y ab-negado Sotero Figueroa, devoto colaborador del após-tol José Martí, una carta desde su destierro en París el8 de julio de 1892 con esta frase lapidaria: ‘el venera-ble antillano don Andrés Salvador de Vizcarrondo, quefué el primero de los precursores de la independencia’y en otra carta, también dirigida a Sotero Figueroa,fechada el 17 de mayo de 1894, le rindió este tributo:‘el venerable decano de los Republicanos don Andrés


Vizcarrondo’ ”. La ejemplar hoja de servicios de donAndrés Salvador de Vizcarrondo y Ortiz de Zárate estotalmente desconocida de su pueblo. Ni en las escue-las públicas ni en la Universidad se menciona su nom-bre. No se ha dedicado un edificio, ni un parque, niuna calle al recuerdo de su azarosa vida de comba-tiente por los derechos de su patria” (citado de Vicen-te Géigel Polanco, Andrés Salvador de Vizcarrondo,Semblanza de un Prócer, escrito inédito leído en lanoche del 14 de agosto de 1970 en el acto que en ho-menaje al prócer celebró el Ateneo Puertorriqueño yen cuya ocasión se develó un retrato al óleo de donAndrés Salvador, que fue incorporado a la Galería dePuertorriqueños Ilustres, de la Institución).

35 “La Real Orden del 28 de noviembre de 1811 quecreaba la Intendencia de Puerto Rico ordenaba ade-más al Intendente a fundar una Sociedad Económicade Amigos del País siguiendo el patrón de las ya exis-tentes en España y en otros lugares de América. Encumplimiento de lo mandado Ramírez redactó losestatutos de la Sociedad y los envió a España para suaprobación. En el interín, y por mutuo acuerdo con elCapitán General Don Salvador Meléndez, se procedióa organizar la misma”.

“...Se acordó que todos los ciudadanos notables dela Isla pasaran a formar parte de la Sociedad en cali-dad de socios fundadores con lo cual el número deéstos alcanzó a 77. El Rey aprobó los estatutos el 2 dejulio de 1814 y tan pronto se tuvo conocimiento deesto se reunió la Sociedad y Ramírez fué nombradodirector de la misma”.


“La Sociedad desempeñó un destacado papelen el desarrollo económico y en el fomento de la edu-cación en Puerto Rico a lo largo del siglo XIX. Se esti-muló el mejoramiento de la agricultura mediante laintroducción de nuevas y mejores semillas y a travésde la divulgación de nuevas técnicas de cultivo. En elcampo educativo Ramírez fué responsable del esta-blecimiento, bajo los auspicios de la Sociedad, de cur-sos de geografía, comercio y matemáticas. Años mástarde la Sociedad habría de jugar un papel muy signi-ficativo en el establecimiento del Instituto de Segun-da Enseñanza”. Luis E. González Vales, AlejandroRamírez: La vida de un intendente liberal, EditorialCoquí, San Juan de Puerto Rico, 1972, pág. 18.

A instancias del Ateneo, la Asociación de Bancosde Puerto Rico, con la cooperación del Instituto deCultura Puertorriqueña, hizo erigir en 1971 una esta-tua del Intendente Ramírez frente al edificio de Ha-cienda, en San Juan, que lleva el nombre del Inten-dente. Este digno monumento, obra del escultor puer-torriqueño Rafael López del Campo, es un merecidotributo al ilustre funcionario español que tanto bienhizo a Puerto Rico con sus múltiples iniciativas, entrelas cuales se destacan la reorganización de nuestrahacienda pública, el establecimiento del primer pe-riódico, El Diario Económico, y la fundación de laReal Sociedad Económica de Amigos del País.

El Ateneo Puertorriqueño conserva en su colecciónde pinturas el único retrato que existe en el país deeste insigne benefactor, obra de Ramón Atiles.


36 Manuel Elzaburu, El Ateneo, Imprenta de JoséGonzález Font, Puerto Rico, 1888, págs. 6 y 7.

Por su gran valor histórico y humano, transcribimos acontinuación las palabras escritas el 28 de enero de 1921por don Manuel Fernández Juncos en el Libro de Visitan-tes Ilustres del Ateneo, sobre su participación en las ges-tiones para el establecimiento de esta Institución:

“Asistí a la génesis del Ateneo Puertorriqueño, haciael año 1876. Don Manuel Elzaburu y Vizcarrondo, jo-ven abogado de clarísima inteligencia y de poderosasiniciativas, dotado de un admirable don de gentes, nu-trido mentalmente desde la adolescencia al calor de lasideas generosas y liberales producidas por la Revolu-ción Española del 68, así como de las luminosas aulasde la Universidad Central de Madrid, y saturado delcálido ambiente de arte y democracia en el hogar de sutío don Julio Vizcarrondo, había concebido en hora fe-liz la idea de fundar en la Capital de Puerto Rico esteCentro de estudio, de discusión y de cultura”.

“Era preciso contar con la aquiescencia y la coope-ración de todos los elementos cultos de la sociedad,dividida a la sazón en partidos políticos rivales y envarias direcciones del pensamiento. Ofrecía serias di-ficultades la tarea de dar cohesión a las fuerzas vivaspero dispersas del país, para utilizarlas en un empeñode aquella índole, aunque noblemente orientado ha-cia el honor y el provecho de todos, y éste fue el grantriunfo diplomático de Elzaburu”.

“Tuvo por de contado la cooperación del grupo re-formista, capitaneado por Baldorioty de Castro,Acosta, Morales, Goyco, Blanco y otros prohombres


del país, y la parte más docta del partido conservadory del clero”.

“El marqués de Machicote, cliente de Elzaburu enasuntos judiciales y muy adicto a él, influyó con susamigos en favor del Ateneo proyectado, y peninsula-res influyentes de la isla, como Ledesma, Brunet,Valdés (don Ramón ) y algunos más, simpatizaban re-sueltamente con el mismo pensamiento”.

“Residía yo entonces en Vega Baja, desde dondeayudaba en lo posible a Elzaburu en su feliz empresa,y tuve ocasión de servirle en un detalle de importan-cia. Había indicios de que Don José Pérez Moris, pe-riodista inteligente y batallador que dirigía entoncesel Boletín Mercantil, órgano del partido conservador yde gran influencia en las opiniones del mismo, no pare-cía dispuesto a favorecer la fundación del Ateneo. Ejer-cía, además, el Sr. Pérez Moris, los cargos oficiales deJefe de la Estación del Telégrafo en esta ciudad y deDirector de la Escuela de telegrafistas, de la cual ha-bía sido yo alumno recientemente, y conservaba bue-nas relaciones de amistad con mi maestro. Elzaburume comisionó para que explorase la opinión del Sr.Pérez Moris acerca de aquel asunto; le hice una visitacon este objeto, y cambiamos ideas sobre la conve-niencia del Ateneo”.

“Soy partidario, me dijo, de estos centros de estu-dio y cultura, y sólo abrigo el temor de que aquí –dadala actitud actual de nuestras luchas– se convierta eseAteneo en un Club político que destruya la mentali-dad y desnaturalice el espíritu independiente y educa-tivo de la institución. Tendría –añadió– mucho gusto


en apoyar y defender la idea, siempre que en los Esta-tutos de nuestro Ateneo, se prohiba toda discusiónsobre política local y sobre asuntos de religión”.

“–Ya tenemos Ateneo, exclamó regocijado Elzaburu,al oír tan favorable noticia. Pocos días después apare-ció en el Boletín un artículo favorable a la fundacióndel Ateneo Puertorriqueño”.

“¡Así vino a la vida esa Institución, de la que se gloríafundadamente el pueblo puertorriqueño!”.

37 La agitación política existente en España para lafecha en que se gesta el Ateneo Puertorriqueño es tras-fondo histórico que da relieve al tesón y empeño desus fundadores. Del 1821 al 1898 hubo en Puerto Rico47 Capitanes Generales, a razón de uno por cada 18meses. Estos generales movían y removían, estrangu-laban, si querían, la organización educativa. Quita-ban y ponían maestros, alcaldes y concejales, a suantojo... La agitación política que afectaba a la metró-poli y a los pueblos americanos trajo como consecuen-cia la idea de restringir y censurar los procesos educa-tivos por el temor de que a mayor ilustración, a ma-yor luz de entendimiento, a mayores lecturas, máspropenso se estaba a los movimientos de independen-cia, o lo que es igual, a mayor ignorancia menos posi-bilidad de subversión”. Doctor Ismael Rodríguez Bou,“Significado del Ateneo desde el punto de vista de uneducador”, Revista del Instituto de Cultura Puertorri-queña, San Juan, Puerto Rico, octubre-diciembre,1966, número 33, págs. 39-40.

38 El Athenaion era el templo de Atenea– diosa dela inteligencia y la sabiduría –en la ciudad de Atenas.


39 Ramón Solís, Pasado y presente del Ateneo deMadrid, en memoria del Ateneo de Madrid (1962-1967), Imprenta del Ministerio de Información y Tu-rismo, Madrid, 1968.

40 Manuel Elzaburu, La Institución de EnseñanzaSuperior de Puerto Rico, Imprenta de José GonzálezFont, Puerto Rico, 1888, pág. 36.

41 A continuación, las bases de la Institución deEnseñanza Superior de Puerto Rico:

ARTICULO IEl Ateneo Puertorriqueño funda, dentro de la esfe-

ra de su acción, una Institución de Enseñanza Supe-rior, usando de las facultades que le concede el artícu-lo I° de sus Estatutos, el cual lo define como un Cen-tro destinado a la cultura de las ciencias, letras y be-llas artes, y con arreglo al artículo 24 de su Reglamen-to interior que le habilita para establecer Cátedras re-tribuidas, con la organización acordada en Junta ge-neral extraordinaria.

ARTICULO IILa Institución de Enseñanza Superior tendrá por

objeto la preparación de alumnos para obtener los tí-tulos facultativos de carreras universitarias, especia-les y de aplicación, con arreglo a la Ley de InstrucciónPública.

ARTICULO IIIEl domicilio de la Institución será por ahora el mis-

mo Ateneo.


ARTICULO IVLa dirección y administración estará a cargo de la

Junta Directiva del Ateneo.

ARTICULO VLos recursos con que cuenta la Institución, para

atender a sus gastos, son los mismos fondos del Ate-neo y las suscripciones voluntarias que se obtengandentro y fuera de la Isla.

ARTICULO VILa aplicación que habrá de darse a los fondos re-

caudados con este objeto, en caso de disolución, serásiempre el sostenimiento, en la forma posible, de Cá-tedras de enseñanza que se acerquen, del mejor modo,a aquéllas para las que se obtuvo la dicha suscripcióna que se refiere el artículo 5°.

ARTICULO VIILa organización de las Cátedras, matrículas, dura-

ción del curso, etc., será objeto de un Reglamento in-terior que se redactará oportunamente y del cual seenviará copia certificada al Gobierno General para losefectos legales.

Para mayor información véase Adolfo de Hostos,Historia de San Juan, Ciudad Murada, Instituto deCultura Puertorriqueña, San Juan, Puerto Rico, 1966,págs. 388 y 389.

42 Véase Manuel Elzaburu, op. cit., pág. 8.


43 El régimen autonómico fue inaugurado por elGobernador D. Manuel Macías Casado, con el nom-bramiento del Gabinete, el 9 de febrero de 1898. ElParlamento iba a comenzar sus funciones el 25 de abrildel mismo año, pero el día 21 el Gobernador Macías,debido a la amenaza de invasión de la isla por las fuer-zas norteamericanas, suspendió las garantías consti-tucionales y la apertura de dicho cuerpo político. Alfin, el 17 de julio se inauguraron las Cámaras, siendoelecto presidente del Consejo de Administración (Se-nado) don Francisco de Paula Acuña y Paniagua, ypresidente de la Cámara de Diputados don HerminioDíaz Navarro.

En 1921, don Francisco de Paula Acuña y Paniaguaconsignó lo siguiente en el Libro de Visitantes Ilustresdel Ateneo Puertorriqueño: “Fundado el Ateneo Puer-torriqueño, los elementos dispersos de la intelectuali-dad puertorriqueña se asociaron, y cuanto ha tenidoy tiene valor en ciencias, letras y bellas artes ha cruza-do sus salones dejando una estela luminosa de saber yde cultura. El Ateneo, con sus conferencias, sus ense-ñanzas y sus veladas, que han abarcado todas las ra-mas de la instrucción, ha sido el más poderoso factorde nuestro progreso y a él debemos nuestro conceptointelectual en el exterior”.

44 Los acontecimientos de la Guerra Hispanoame-ricana se sucedieron con extraordinaria rapidez enPuerto Rico. En la madrugada del 12 de mayo de 1898la escuadra norteamericana, sin previo aviso, bombar-deó San Juan; el 25 de julio el grueso de las tropasinvasoras desembarcó por Guánica y el 13 de agosto,


cuando se proponían cruzar la Cordillera Central ensu marcha hacia la Capital, se decretó el armisticio.Cuatro meses después, el 10 de diciembre, se firmabaentre España y los Estados Unidos el Tratado de Pa-rís, en el que se dispuso sobre el destino de PuertoRico sin consultarse a los puertorriqueños. La tomade posesión oficial de la isla tuvo lugar el 18 de octu-bre en La Fortaleza, residencia de los gobernadoresespañoles. Un gobierno militar establecido por decre-to sustituyó al recién inaugurado régimen autonómi-co, que había constituido un significativo paso de avan-ce político para nuestro pueblo, logrado a cambio degrandes y prolongadas luchas y sacrificios.

45 “El Ateneo Puertorriqueño, de cuya directiva eravocal, le serviría de tribuna para exponer sus ideas so-bre el presente y porvenir de su tierra. En uno de susprimeros discursos en la Docta Casa, arengó a su pue-blo a trabajar duro y con rapidez para que Puerto Rico,que aún se hallaba en su infancia, alcanzara su mayo-ría de edad. Era necesario estimular el estudio, que haríaposible el desarrollo intelectual que fortalecería a PuertoRico en su lucha contra fuerzas más poderosas. Exhor-taba a los hombres de saber a aprovecharse de la tribu-na libre que les ofrecía el Ateneo, para colaborar en laeducación colectiva de sus compatriotas.” Luis M. DíazSoler, Rosendo Matienzo Cintrón, Orientador y Guardiánde una Cultura, Edición del Instituto de Literatura Puer-torriqueña y de la Universidad de Puerto Rico, Río Pie-dras, Puerto Rico, págs. 214 y 215.

Ante la realidad del régimen colonial imperante enPuerto Rico, no le tomó mucho tiempo a Rosendo


Matienzo Cintrón para rectificar su posición política.En 1902 abandonó el Partido Republicano que presi-día Barbosa y se dedicó de lleno a la fundación delPartido Unión de Puerto Rico, que tuvo lugar en 1904.Desde 1902 hasta su muerte, acaecida en 1912, su nortepolítico fue el ideal de independencia. Meses antes demorir, en unión de Luis Lloréns Torres y del doctorManuel Zeno Gandía, entre otros, había fundado elPartido de la Independencia.

En 1911 se expresó en la siguiente forma sobre lasituación colonial del país: “...ya es tarde. No quere-mos más vuestro gobierno sin ciudadanía, ni con ciu-dadanía americana. Antes creíamos que la libertad nopodía conseguirse sin vosotros. Hoy creemos que laverdadera libertad, que lleva consigo la soberanía, elgobierno propio, no puede conseguirse con vosotrossino sin vosotros, quizás contra vosotros”. Citado porLuis M. Díaz Soler, Rosendo Matienzo Cintrón, tomoII, Ediciones del Instituto de Literatura Puertorrique-ña, Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, PuertoRico, 1960, pág. 112.

46 Poemas y pensamientos de Luis Muñoz Rivera,Instituto de Cultura Puertorriqueña, San Juan de Puer-to Rico, 1959, pág. 19.

En sus instrucciones al primer gobernador civil, Mr.Charles Allen, el presidente McKinley le dijo específi-camente que su misión más importante era “prepa-rarlos (a los puertorriqueños) para la estadidad lo másrápidamente posible”. Citado en B. y J. Diffie, PortoRico: A Broken Pledge, The Vanguard Press, New York,1931. Es representativo de la actitud oficial el infor-


me sometido al presidente McKinley por Henry K.Carroll, enviado especial de Estados Unidos para es-tudiar la situación de la isla y hacer recomendacio-nes. Dice Carroll en su informe: “La diferencia entreOklahoma y Puerto Rico es principalmente geográfi-ca. La primera proveía espacio para la población so-brante de los estados circundantes; el segundo pro-porcionará terreno para el capital y las empresas nor-teamericanas, y posiblemente para la población so-brante. Es (Puerto Rico) americano y deberá y seráamericanizado”. Henry K. Carroll, Report on PortoRico, 1899, p. 61. Y en el memorial de la Comisiónenviada por el gobierno de Estados Unidos en 1899para rendir un informe sobre los asuntos civiles dePuerto Rico se afirma: “Somos claramente de opiniónque la educación debe impartirse en inglés. PuertoRico es ahora y será en adelante parte de las posesio-nes americanas y su gente deberá ser americana”. Re-port of the United States Insular Commission to theSecretary of War upon Investigation made into the CivilAffairs of the Island of Porto Rico, 1899, pág. 53. Parainformación detallada sobre el proceso de asimilacióna través del sistema escolar, véase Aida Negrón deMontilla, Americanization in Puerto Rico and the Pu-blic-School System (1900-1930). Editorial Edil, RíoPiedras, Puerto Rico, 1970.

47 Según consta de las actas del Ateneo, en la reuniónde la Junta de Gobierno del 6 de febrero de 1899, elPresidente, doctor Francisco del Valle Atiles, informóque “el Ateneo había sido invitado a celebrar una fies-ta en honor de Washington”. Expresó, además, que


“el Ateneo debe iniciar la nueva vida intelectual conesa fiesta y debemos organizarla de un modo solem-ne” (énfasis nuestro).

En la reunión del 12 de abril de 1899, el doctor DelValle Atiles propuso que el Ateneo ofreciera clases deinglés para los socios y sus familias “para contribuir apropagar el nuevo idioma nacional” (énfasis nuestro).Su propuesta fue aprobada por la Junta pero las cla-ses fueron suprimidas el 24 de mayo del mismo añopor “falta de alumnos”. Posteriormente fueronreestablecidas hasta la segunda década del siglo enque se desistió de ofrecerlas.

48 Luis M. Díaz Soler, op. cit., págs. 268 y 269.49 El doctor José Gómez Brioso, quien figuró pro-

minentemente en el movimiento autonomista a finesdel siglo XIX, formó parte de la Comisión del Pactoque acordó con Sagasta la concesión de la autonomíapara Puerto Rico. Al ocurrir la invasión en 1898 seunió a las fuerzas anexionistas que bajo el nombre dePartido Republicano acaudilló el doctor José CelsoBarbosa, pasando a ocupar más tarde la presidenciade dicho partido.

50 “El Ateneo, desde el cambio de Nacionalidad,sufre de la falta de apoyo gubernamental y del cuida-do de todos los que tienen el deber moral de ser sociosy no lo son. En tiempos de España tuvo el auxilio fi-nanciero del Gobierno y pudo desenvolver los Estu-dios Superiores con catedráticos retribuidos. La So-ciedad Económica de Amigos del País, que tan bue-nos servicios prestó desde 1813, se vió precisada a ple-gar sus banderas” (en 1898).


“En estos tiempos de desconcierto político-socialnuestro viejo centro de Cultura ha luchado con gran-des trabas y ha salido siempre triunfante de todos esoscombates que ha tenido que sostener para mantenerseenhiesto con carácter esencialmente regional. En éstanuestra tradicional Casa es que tenemos que defendercon tesón nuestro idioma y nuestra personalidad”. Deuna carta dirigida por don Cayetano Coll y Toste a donJesús María Lago el 10 de enero de 1915. Su texto com-pleto aparece en Cayetano Coll y Toste, Boletín Históri-co de Puerto Rico, Tipografía Cantero, Fernández y Cía.,San Juan, Puerto Rico (reimpresión de Kraus ReprintCo., New York, U. S. A., 1968), vol. V, pág. 379.

51 El doctor Manuel Quevedo Báez, quien ocupó lapresidencia durante los años 1904 al 1906, se expresóen la siguiente forma al pronunciar un discurso, cua-renta años después, en el acto conmemorativo cele-brado en el Ateneo en julio de 1946, con motivo decumplirse setenta años de su fundación:

“Al igual que ayer, sigo entendiendo que este rin-cón amado, por su solar humilde, pero por su signifi-cación y su destino, solemne y grande, con toda la se-veridad de un templo, es guardador genuino del almay del pensamiento puertorriqueño”.

“Ahora bien, señores: en la inquietud mental y deatisbo, de confusión y de incertidumbre en que va lahumanidad de estos días, todos tenemos puesto el pieen el estribo de una interrogación, y cabe preguntar:¿qué es el Ateneo? ¿qué representa, de dónde viene y adónde va?”.


“¿Quién duda que el Ateneo representa el espíritude raza, al cual lo vinculó la historia? Es un solar deella; es nuestra escuela de civismo y de cultura, y don-de está la interrogación abierta sobre lo que cabe dis-cutir y pensar”.

“El Ateneo, hogar y patria espiritual puertorrique-ños, comprende en sus funciones cuanto pueda con-quistar para el mayor realce de nuestra personalidad...”El Mundo, 7 de julio de 1946. pág. 2.

52 “Ningún pueblo de América, de los que se liber-taron con el esfuerzo de su brazo y de su genio military guerrero, osó constituirse en dueño de tierras ame-ricanas, nacidas para ser libres e independientes, ysalvo los restos que aún quedan del influjo coloniza-dor europeo en estas latitudes, siempre se enarbolóen el asta que ocupó un día la bandera colonizadora,una nueva bandera creada para simbolizar la propiapersonalidad del país redimido”.

“Sólo hay más acá del Atlántico, un pueblo (PuertoRico) que es hermano vuestro” (el autor se dirige a lasnaciones hispanoamericanas) “en la raza, en la men-talidad, en las costumbres, en el temperamento, en elidioma, en la religión, en sus grandes defectos y ensus grandes virtudes; un pueblo que dió ilustres varo-nes a la causa de la civilización; que tiene superiorgrado de cultura, igual al vuestro; que es digno de fi-gurar como hermano menor emancipado y libre en-tre sus mayores hermanos de América, y que, sin em-bargo, en opinión de un pueblo de otra raza a cuyoférreo poder hubo de pasar por consecuencia de losazares de una guerra injusta, aparece hoy ante los ojos


del mundo relegado por el egoísmo sórdido de la na-ción que en su poder le retiene, y como para justificarla inhumana tutela ejercida, como pueblo incapaz deregir sus propios destinos y de ostentar entre los pue-blos de América el sello de la propia personalidad,soberana de sus derechos y de sus libertades”. VicenteBalbás Capó, Puerto Rico a los diez años deamericanización, Tipografía El Heraldo Español, SanJuan, Puerto Rico, 1910, págs. VI y VII.

53 Véase La Democracia, 13 de febrero de 1915, añoXXVI, núm. 6988, pág. 4. José de Diego calificó la im-posición de la enseñanza en inglés como “el acto másindiscreto, más trascendental, más positivamente des-pótico realizado por el gobierno oligárquico de PuertoRico durante los diecisiete años de dominación norte-americana”. Le llamó además: “absurdo pedagógico,tortura y atrofia de las inteligencias juveniles, fracasode la instrucción pública, ataque brutal a la vida de nues-tro país y a la integridad de nuestra raza en América”.Citado del proemio del Anuario de la Clase de 1915 dela Alta Escuela José de Diego, págs. 9-10.

54 El 17 de marzo de 1915 se estableció en San Juanla Alta Escuela José de Diego, con una matrícula demás de cien alumnos. En junio del siguiente año seadicionó al plantel un instituto universitario en don-de se preparaba a los alumnos para la carrera de De-recho. Las siguientes personalidades integraron la fa-cultad del nuevo centro educativo: licenciadosCayetano Coll y Cuchí, José de Diego, Rafael LópezLandrón, Manuel Rodríguez Serra y Salvador Suau;el doctor Manuel Quevedo Báez; los señores Teodoro


Aguilar, Pedro Moczó, Vicente Balbás Capó, Pedro C.Timothée, Ignacio Merjeliza, Federico Legrand y Jai-me Annexy Cayol; y la señora Marie Lavergne. Estecentro educativo, símbolo de los más nobles idealespatrios de José de Diego, en donde se enseñaba enespañol, según la expresión de la doctora Ada SuárezDíaz, “será concreción de la protesta de una juventudconsciente, isla de puertorriqueñidad dentro del marde conformismo que la rodeaba”. El entonces Comi-sionado Insular de Instrucción, don Juan B. Huyke,figura prominente del movimiento asimilista, se negóa acreditar oficialmente el nuevo plantel, aduciendocomo única razón para ello el “proceso de organiza-ción y desarrollo” en que se encontraba la Escuela.Por dicha razón, el Instituto José de Diego tuvo quecerrar sus puertas en 1924, y sin embargo, en ese mis-mo año, el Instituto Politécnico de San Germán, cen-tro de americanización del estudiantado, obtuvo suacreditación oficial aún cuando se encontraba en “pro-ceso de organización y desarrollo”. Véase, Ada SuárezDíaz, “El Instituto José de Diego”, Asomante, San Juan,Puerto Rico, año XXII (octubre-diciembre), volumen22, número 4, 1966.

55 El Ateneo, como se ha apuntado antes, fue la Ins-titución creadora de la única Escuela de Derecho quefuncionó en el país durante el régimen español. Lamisma se estableció en 1888 como parte de la Institu-ción de Enseñanza Superior. Fue también el Ateneo,en 1912, la Institución organizadora de la primeraEscuela de Derecho bajo el régimen norteamerica-no. Esta escuela funcionó durante un año, tuvo como


decano a don Emilio del Toro Cuebas y dictaron cáte-dra en ella, además de su decano, Rafael LópezLandrón, Jorge Domínguez, Jesús M. Rossy, LuisMuñoz Morales, José Benedicto, Cayetano Coll y Tos-te, Antonio Sarmiento, Félix Córdova Dávila, CayetanoColl y Cuchí, Luis Lloréns Torres, Jacinto Texidor yAlcalá del Olmo y Miguel Guerra Mondragón. La crea-ción y exitoso funcionamiento de esta Escuela de De-recho fue uno de los factores determinantes del esta-blecimiento de la Escuela de Derecho de la Universi-dad de Puerto Rico en 1913. Véase licenciado CarmeloDelgado Cintrón: “La Escuela de Derecho del AteneoPuertorriqueño”, separata de la Revista del Colegio deAbogados de Puerto Rico, vol. 33, agosto 1972, núm. 3,pág. 309.

56 Revista de las Antillas, ibid.57 José de Diego, Nuevas Campañas, Sociedad Ge-

neral de Publicaciones, Calle de la Diputación 211, Bar-celona, España, 1916, págs. 204 y 205. Años más tar-de, Pedro Albizu Campos habría de decir, refiriéndosea la imposición de la ciudadanía de Estados Unidos alos puertorriqueños: “La extensión de la ciudadaníapor un imperio a los naturales de una nación invadi-da por él es con el propósito deliberado de atomizarsu resistencia colectiva. Así se disuelve formalmentela nacionalidad. El imperio, en lugar de tener de fren-te a un país constituido con organismos gubernativosexclusivamente responsable a los gobernados, y quepueda ofrecerle resistencia a su política, tiene a unamasa de “ciudadanos” suyos, dispuestos a cooperarcon su política para destruir la nacionalidad que esos


mismos naturales constituyen”. Pedro Albizu Campos,Independencia Económica, Publicaciones de la Fede-ración de Organizaciones Estudiantiles de la Univer-sidad de Puerto Rico, 1970, pág. 35.

En 1934, Emilio S. Belaval diría la siguiente pro-funda verdad sobre el problema de la ciudadanía: “Elprincipal objetivo de la extensión de una ciudadanía essaldar el problema de espíritu de la tierra a la cual seextiende. La ciudadanía románica a pesar de su espe-sor penetrante tuvo este hondo sentido nacionalista.De ella surgió un concierto de pueblos. La ciudadaníanorteamericana no unió una sola pulgada el problemaétnico y psicológico de ambos pueblos (Estados Uni-dos y Puerto Rico) y de ahí su fracaso fundamental”.Emilio S. Belaval, “Los problemas de la cultura puerto-rriqueña”, Revista del Ateneo Puertorriqueño, vol. I, Núm.3, tercer trimestre de 1935, pág. 235.

58 Epifanio Fernández Vanga, “El Ateneo Puertorri-queño”, en El Libro Azul de Puerto Rico, doctor EugenioFernández García, editor, pág. 872, El Libro AzulPublishing Co., San Juan, Puerto Rico, 1923.

59 Desde la tribuna del Ateneo y en la prensa de-mandaba Fernández Vanga la eliminación de la ense-ñanza en inglés en las escuelas del país. Pero tambiénpedía –basándose en los dictámenes pedagógicos delas más reconocidas autoridades universales en lamateria– que a nuestros estudiantes no se les pusieraen contacto con el inglés, ni con ningún otro idiomaextranjero, hasta que terminaran su enseñanza pri-maria. Decía al efecto: “¿Que vamos a aprender in-glés? Positivamente sí; pero lo vamos a aprender en la


única forma en que podemos y debemos aprenderlo,y hasta donde es conveniente y por lo que es conve-niente que lo aprendamos. Lo vamos a aprender en laenseñanza secundaria, lo vamos a desterrar totalmentede la enseñanza primaria o elemental. Pretender queun niño abra los ojos al sol a las pocas horas de naci-do equivale a convertirlo para siempre en un ciego;pretender que un niño ande sobre sus pies a las pocassemanas de nacido equivale a convertirle para siem-pre en un inválido; y pretender que un niño a los po-cos años de nacido (antes de cumplir los trece) se pon-ga en intenso contacto con una lengua extranjera, equi-vale a convertirlo para siempre en un tartamudo delentendimiento”.

“Lo que se ha hecho y se quiere seguir haciendo enlas escuelas elementales de Puerto Rico, enseñandoinglés y en inglés a nuestros niños, equivale a no ense-ñarles inglés, a echarles a perder su maternal idioma,y a incapacitarles para, en tiempo y sazón, aprenderni el inglés, ni su idioma, ni cosa de provecho. Prácti-camente equivale a privarles del uso de la palabra”.Epifanio Fernández Vanga, El idioma de Puerto Rico yel idioma escolar de Puerto Rico, Editorial CanteroFernández, San Juan, Puerto Rico, 1931, pág. 111.

60 El discurso pronunciado por don Jesús MaríaLago al colocarse la primera piedra del nuevo edificioes representativo de su clásico concepto del Ateneo.Oigámosle:

“La edificación de un Ateneo tiene para nosotrosla misma importancia que tuvo para los griegos enépocas pretéritas, porque todavía existen los espíritus


superiores que gustan congregarse en estos recintosdedicados al culto de las ciencias y de las artes, paradar tregua a la fatiga diaria en las luchas contra laignorancia y la fealdad que nos rodean”.

............................................................................................

“El Ateneo es la cabeza radiante de Minerva ergui-da serenamente sobre nuestras más altas esferas cul-turales, y por ello debemos sentirnos orgullosos”.Cayetano Coll y Toste, Boletín Histórico de Puerto Rico,Tipografía Cantero, Fernández y Cía., San Juan, Puer-to Rico, 1922 (Reimpresión de Kraus Reprint Co., NewYork, U.S.A., 1968), vol. 10, págs. 187 y 189.

61 El texto íntegro de la resolución aparece en laRevista Los Quijotes, San Juan, Puerto Rico, núm. 54,12 de marzo de 1927, páginas sin numerar.

62 Arturo Morales Carrión, Ojeada al proceso históri-co de Puerto Rico, Editorial del Departamento de Ins-trucción Pública, San Juan, Puerto Rico, 1965, pág. 35.

63 Imagen de Pedro Albizu Campos, Instituto de Cul-tura Puertorriqueña, San Juan, Puerto Rico, 1973,págs. 14 y 18.

64 Antonio S. Pedreira, Insularismo, Biblioteca deAutores Puertorriqueños (2a edición), San Juan, Puer-to Rico, 1942, pág. 168.

65 Emilio S. Belaval, op. cit., págs. 228 y 231.66 Tomás Blanco, Prontuario Histórico de Puerto

Rico, Madrid, Imprenta de Juan Pueyo, 1935, pág. 144.67 Vicente Géigel Polanco, El Despertar de un Pue-

blo, Biblioteca de Autores Puertorriqueños, San Juan,Puerto Rico, 1942, págs. 30 y 98.


68 Arturo Morales Carrión, op. cit., págs. 35 y 36.69 Durante la presidencia del licenciado Emilio S.

Belaval, además de intensificarse las labores en prodel desarrollo del teatro puertorriqueño, la vida inte-lectual de la Institución se mantuvo a un elevado rit-mo. Ocuparon la tribuna del Ateneo personalidadesespañolas e hispanoamericanas de la prominencia dedon Juan Bosch, don Adolfo Salazar, don Ginés deAlbareda, don Antonio de la Villa, don FranciscoLarcegui, don Ángel Lázaro, don Gordón Ordás y donJuan I. Jiménez Grullón. Dictaron conferencias figu-ras destacadas de nuestro mundo profesional e inte-lectual, tales como don Miguel Meléndez Muñoz, ladoctora Margot Arce, el doctor Jorge Luis Porras Cruz,el licenciado José López Baralt, el doctor José A.Fránquiz, el doctor Luis Ortega, la doctora AntoniaSáez, el doctor Francisco Manrique Cabrera, el profe-sor Augusto A. Rodríguez y el licenciado Emilio S.Belaval. Se celebraron homenajes al poeta don LuisPalés Matos, al crítico español don Adolfo Salazar, alilustre dominicano don Federico Henríquez y Carva-jal, a doña Patria Tió de Sánchez Fuentes y al pianistaJesús María Sanromá.

70 En la Revista del Ateneo colaboraron, entre otros,Tomás Blanco, Emilio S. Belaval, Margot Arce, ClaraLair, Concha Meléndez, Miguel Meléndez Muñoz, LuisPalés Matos, Samuel R. Quiñones, Emilio RodríguezDemorizi, Luis Samalea Iglesias, Nilita Vientós Gas-tón, María Teresa Babín, Carmen Alicia Cadilla, Car-los N. Carreras, José A. Fránquiz, Vicente Géigel Po-lanco, Joaquín López López, Luis Manuel Morales,


Gustavo Agrait, Eugenio Astol, Juan Bosch, Julia deBurgos, José Antonio Dávila, Adolfo de Hostos, Enri-que A. Laguerre, Martha Lomar, Samuel Lugo, Gra-ciany Miranda Archilla, Antonio S. Pedreira, EvaristoRibera Chevremont, Fernando Sierra Berdecía, Emi-lio del Toro Cuebas, Luis Villaronga, Carmelina Viz-carrondo, Enrique T. Blanco, Francisco ManriqueCabrera, Lidio Cruz Monclova, Emilio Delgado, Es-ther Feliciano Mendoza, Luis Lloréns Torres, CarmenMarrero, Luis Muñoz Marín, Juan Augusto Perea, Sal-vador Perea, Jorge Luis Porras Cruz, Luis RechaniAgrait, y Manuel Rivera Matos.

71 El 4 de febrero de 1936, a iniciativa del licencia-do Vicente Géigel Polanco, miembro entonces de laJunta de Gobierno del Ateneo y presidente de su Sec-ción de Historia, se aprobaron las bases del InstitutoPopular de Enseñanza Libre, entidad creada con elpropósito de “democratizar la enseñanza, de divulgarel saber, de poner la cultura en contacto directo con elpueblo y de difundir los nuevos movimientos de orien-tación social como medio indispensable para fortale-cer la conciencia colectiva”. La matrícula era libre ygratuita y para el ingreso no se exigía requisito acadé-mico alguno. El Instituto ponía especial empeño enque recibieran sus beneficios, obreros, empleados ypersonas adultas que no habían tenido la oportuni-dad de asistir a los centros de enseñanza superior.

Gobernaba la institución un Consejo Superior in-tegrado por los Presidentes del Ateneo, la Asocia-ción de Maestros, la Federación Libre de Trabaja-dores, la Liga Insular de Padres y Maestros, los


miembros de la Facultad y cinco personas de recono-cida competencia en materias pedagógicas, cultura-les o sociales electas por la Asamblea Constituyentedel Instituto.

Fueron designadas para formar el Consejo Supe-rior las siguientes personas: Presidente, don MiguelMeléndez Muñoz; vicepresidente, don Juan Carreras;secretario ejecutivo, licenciado Vicente Géigel Polanco;tesorero, doctor Julio B. Ortiz; vocal, licenciadoSamuel R. Quiñones; y miembros, doctor José Padín,doctor Juan Augusto Perea, don Prudencio RiveraMartínez, don Fulgencio Piñero y don Pedro R. Arán.También formaban parte del Consejo Superior todoslos miembros de la Facultad.

A continuación se relacionan los nombres de losque integraban la Facultad: licenciado Rafael MartínezÁlvarez, licenciado Domingo Toledo Álamo, doctorRafael de J. Cordero, profesor José C. Rosario, presbí-tero Vicente Murga, Vicente Reyes Fitzpatrick, doctorAntonio J. Colorado, doctor Julio B. Ortiz, Joseph Kiss,licenciado Vicente Géigel Polanco, Esperanza Riverade Reyes, Antonio Paniagua Picazo, licenciado JaimeBenítez, doctor Tomás Blanco, licenciado Manuel TousSoto, doctor José A. Fránquiz, profesor Gerardo SellésSolá, licenciado Lidio Cruz Monclova, profesor Ra-fael Picó, profesor Sol Luis Descartes, licenciadoSamuel R. Quiñones, Rafael Torres Mazzorana, pro-fesora María Teresa Babín, doctor Francisco ManriqueCabrera, profesora Angelita S. Richardson, ArturoAndreu Salvá, Jorge Amy, profesora Luisa M. Oyola,profesor Cecilio Lebrón, profesor Germán P. Náter,


ingeniero George Clark, profesor Carlos MaestreSerbiá, profesora Adela Gerardino, profesor MiguelA. Santana, profesor Lewis C. Richardson, profesorGeorge Warreck, profesor Fred Sackett, profesorMaurice Segall, profesor J. Hudders, profesor A. Prín-cipe, profesora Margaret Nance de Goenaga, profeso-ra Lucille R. de Ramírez, doctor Luis M. Morales, doc-tor D. Crespo, Juan Carreras, Leopoldo Santiago La-vandero, licenciado Ernesto Juan Fonfrías, RamónGandía Córdova, ingeniero Martín López Sanabria,profesor Samuel L. Rodríguez, profesor ArmandoChaar, profesor Pedro Montes Hernández, profesorJosé Raúl Rosario.

El Instituto quedó inaugurado en la noche del 16de abril de 1936 con un solemne acto en el Ateneo.Las clases dieron comienzo al siguiente día con unamatrícula aproximada de 1, 200 alumnos. Se dictarondos programas de tres meses de duración cada uno.

Para mayor información sobre el Instituto Popularde Enseñanza Libre véase la revista Ateneo Puertorri-queño, vol. II, págs. 1-14, así como un extenso artícu-lo del periodista Juan Bautista Pagán publicado en eldiario El Mundo, de San Juan, el 19 de noviembre de1939.

72 El foro se llevó a cabo ante una concurrencia quellenó totalmente el salón de actos de la Institución, enel curso de cinco sesiones públicas en la tarde y nochedel sábado 29 de junio y mañana, tarde y noche deldomingo 30.

En la sesión inaugural se examinaron los antece-dentes históricos de nuestra formación cultural y los


temas de población, tiempo y organización económi-ca en relación con la cultura. En la segunda sesión seenjuiciaron sus vehículos de expresión: poesía, teatro,novela, música, artes plásticas, folklore y derecho.

En la tercera sesión el enfoque se dirigió a los apor-tes espirituales en la orientación de nuestra cultura:de la Iglesia Católica, de las Iglesias Protestantes, delEspiritismo y de la Masonería. Se abordó la investiga-ción científica en el campo de la geología, mineralogíay la minería. Además, se consideró la crítica comoorientación de la cultura, el posible desarrollo del Ín-dice Histórico de Puerto Rico y la necesidad de crearempresas editoriales puertorriqueñas.

La cuarta sesión versó sobre problemas educativos,con detenido estudio de temas controvertibles, entreotros, la necesidad de adaptar el sistema educativo,entonces vigente, a las necesidades del país; si la es-cuela era o no factor de orientación de nuestra cultu-ra; el problema de la lengua; la función de la Universi-dad; y la educación de adultos.

En la quinta y última sesión fueron objeto de re-flexivo examen las relaciones culturales con Hispano-américa y Estados Unidos, la definición del estadopolítico final de Puerto Rico en sus nexos con la cul-tura, los valores cívicos, y los conceptos de cultura ydemocracia.

En la ceremonia de apertura del foro el licenciadoVicente Géigel Polanco se expresó en la siguiente for-ma sobre los alcances de la labor del Ateneo:

“El Ateneo ha sido el más efectivo animador denuestra cultura. Durante los sesenta y cuatro años de


su existencia ha realizado una fecunda tarea en favordel cultivo y la difusión de las artes, las letras y lasciencias. La vida intelectual de Puerto Rico ha tenidoen esta institución su centro de mayor actividad, y escon profundo sentido de verdad y de justicia históricaque se le llama la ‘casa solariega de la cultura puerto-rriqueña’. Su tribuna ha estado abierta para el libreexamen de todos nuestros problemas políticos, eco-nómicos, sociales y culturales. A través de certáme-nes, concursos, lecturas, conferencias, exposiciones,conciertos y otras actividades de carácter literario, ar-tístico y científico, el Ateneo ha dado permanente im-pulso a todas las manifestaciones de la cultura, man-teniendo viva la devoción por nuestras tradiciones ypropiciando el estudio de nuestros valores históricos”.

73 Cuando alguien pidió permiso para jugar tresilloen el Ateneo de Madrid, don Rafael María de Labra,presidente de la institución durante los años 1913 al1917, exclamó: “¡Cómo! ¿El Ateneo tomando las for-mas de casino?”.

74 Bastará con señalar los nombres de algunos delos conferenciantes: Pedro Salinas, Mariano PicónSalas, José Medina Echeverría, Luis Jiménez de Azúa,Victoria Kent, José María Oats Capdequí, Francis-co Matos Paoli, Lidio Cruz Monclova, Margot Arcede Vázquez, José Emilio González, Vicente GéigelPolanco, Sebastián González García, LudwigSchajowicz, Francisco Manrique Cabrera, GeorgesCallois, Luis Recasséns Sichos, Gustavo Pittaluga,Miguel de Ferdinandy, Julio Mantovani, RicardoGullón, Federico de Onís, Muna Lee, Antonia Sáez,


Emilio Delgado, Alfredo Gómez Sicre, María TeresaBabín, Concha Meléndez, y Alfred Stern.

75 Fue también durante este período que se realiza-ron importantes obras de reconstrucción y mejoras aledificio de la Institución bajo el patrocinio del ComitéPro-Restauración del Ateneo integrado por don Mi-guel Such y los licenciados Enrique Campos del Toro,Guillermo Silva y James R. Beverley, entre otros. Asi-mismo, por gestiones de la licenciada Vientós Gastón,se obtuvo en 1956 una asignación legislativa anual de$6,000.00, primer subsidio oficial otorgado a esta Ins-titución después de haber cesado en 1898 el que leconcediera el gobierno español. Durante la domina-ción española la Diputación Provincial contribuía con1,000.00 pesos primero y 2,000.00 después, desde quese iniciaron en 1888 los cursos de nivel universitariodel Instituto de Enseñanza Superior. En 1893 el Go-bierno de Madrid ordenó que de los fondos del Estadose le auxiliara todos los años con 7,000.00 pesos para elfomento de la enseñanza de Facultad Mayor. Desde el1 de julio de 1973 la ayuda oficial asciende a $62,000.00anuales: $50,000.00 que asigna la Asamblea Legislati-va para gastos generales de operación y mantenimien-to del edificio, $8,000.00 que aporta el Departamentode Instrucción para el funcionamiento de la bibliotecapública que mantiene la Institución y una ayuda anualde $5,000.00 que da el Instituto de Cultura Puertorri-queña para solventar los gastos de producción de latemporada de Teatro de Vanguardia del Ateneo.

76 Fue bajo la presidencia de don Luis M. Rodrí-guez Morales que el Ateneo objetó firmemente la


celebración del Plebiscito sobre el status político dePuerto Rico celebrado el 23 de julio de 1967 por con-siderar que la fórmula de Estado Libre Asociado ensu actual condición es de naturaleza claramente colo-nial y por lo tanto no debía ser sometida a votacióncomo alternativa, conjuntamente con la independen-cia y la estadidad, que son fórmulas de soberanía. Eltercer por cuanto de la resolución aprobada por laasamblea extraordinaria de socios celebrada el 3 deenero de 1967 lee así: “Por cuanto, bajo la fórmulapolítica oficialmente denominada Estado Libre Aso-ciado de Puerto Rico, el pueblo puertorriqueño no tie-ne, como cuestión de derecho y de hecho, poder paratomar las decisiones fundamentales que afectan suvida, en el orden interno ni en el internacional, ya queel Congreso de los Estados Unidos es el que ejerce lasoberanía sobre Puerto Rico a pesar de las ampliacio-nes administrativas concedidas hasta ahora al gobier-no local”.

77 Además de los numerosos libros que han sidoimpresos bajo el sello de la institución, el Ateneo hapublicado las siguientes revistas: La Revista, (quince-nal), que circuló desde enero hasta noviembre de 1878;Revista del Ateneo; director: doctor Manuel QuevedoBáez; salió en octubre de 1905 y circuló pocos meses;Ateneo Puertorriqueño, (trimestral), iniciada en enerode 1935 y suspendida en diciembre de 1940; en totalse publicaron quince números; Junta de Redacción:Samuel R. Quiñones, Vicente Géigel Polanco, EmilioS. Belaval, Margot Arce, Nilita Vientós Gastón, Mi-guel Meléndez Muñoz, Ramón Lavandero y Manuel


García Cabrera (este último sólo durante el año 1936).Son muchas las revistas y publicaciones de índole

cultural que han nacido al impulso de la actividaddel Ateneo o de alguno de sus más destacados miem-bros. Ejemplos de ello lo son las revistas Asomante,que dirigió la ex-presidente del Ateneo, licenciadaNilita Vientós Gastón, desde 1945 hasta 1970; SinNombre (continuación de Asomante); Índice; Brúju-la; y otras.

78 Desde que la célebre oda “Puerto Rico”, de JoséGautier Benítez, ganó premio en el primer concursoliterario del Ateneo celebrado en 1877, y desde queManuel G. Tavárez, Juan Morel Campos, y BraulioDueño Colón fueron premiados por sus obras musi-cales y Francisco Oller por sus pinturas, difícilmenteha habido un puertorriqueño que se haya destacadoen el mundo de nuestra cultura que no haya sido ga-lardonado por el Ateneo Puertorriqueño. A continua-ción los nombres de algunos de los premiados, desde1877 hasta 1975, en los certámenes literarios, artísti-cos y científicos que anualmente auspicia la Institución.

Poesía: José María Monge, Salvador Brau, José deDiego, Manuel Padilla Dávila, Ferdinand R. Cestero,Clemente Ramírez de Arellano, Vicente Palés, RamónNegrón Flores, José de Jesús Esteves, Rafael MartínezÁlvarez, Jesús María Lago, Antonio Nicolás Blanco,Arturo Gómez Costa, Eugenio Benítez Castaño, Jacin-to Texidor y Alcalá del Olmo, Antonio Pérez Pierret,Evaristo Ribera Chevremont, José I. de Diego Padró,José P. H. Hernández, Luis Antonio Miranda, Félix MatosBernier, Cristóbal Real, Antonio Coll y Vidal, José A.


Balseiro, José Limón de Arce, Francisco Matos Paoli,Manuel Joglar Cacho, Francisco Arriví, CarmenNatalia Martínez, Luis Hernández Aquino, Juan SáezBurgos, Andrés Castro Ríos, Marina Arzola, MarcosRodríguez Frese, María Arrillaga, Angélica Luiña yAdrián Santos Tirado.

Novela: Fernando Sierra Berdecía, César AndreuIglesias, Pedro Juan Soto y Jaime Carrero.

Ensayo: Salvador Brau, Gabriel Ferrer Hernández,Francisco del Valle Atiles, Pedro Timothée, PabloMorales Cabrera, Cristóbal Real, Cayetano Coll y Tos-te, Augusto Malaret, Manuel Fernández Juncos, FélixMatos Bernier, Clotilde Betances, Francisco M. Zeno,José Enamorado Cuesta, Alfredo Margenat, SamuelR. Quiñones, Abelardo Casanova Prats, ArturoCórdova Landrón, Domingo Marrero, Lidio CruzMonclova, Amaury Veray, Edelmira GonzálezMaldonado, Francisco López Cruz, Aida Caro Costas,y Félix Mejías.

Cuento: Lidio Cruz Monclova, Antonio J. Colorado,Miguel Meléndez Muñoz, Emilio S. Belaval, RenéMarqués, Edwin Figueroa, Pedro Juan Soto, JuanEnrique Colberg, José Emilio González, EstherFeliciano Mendoza, Luis Quero Chiesa, Emilio DíazValcárcel, José Ramón de la Torre, Luis RafaelSánchez, Julio Marrero Núñez, Gerard Paul Marín,José Manuel Torres Santiago, Edelmira GonzálezMaldonado, Magali García Ramis y Rosario Ferré.

Teatro: José Ramírez Santibáñez, Carlos N. Carreras,Matías González García, Manuel Méndez Ballester, Pe-


dro Juan Soto, María Teresa Babín, César Andreu Igle-sias, Luis Rafael Sánchez y Jaime Carrero.

Artes Plásticas: Mario Brau, Fernando DíazMcKenna, Miguel Pou, Luisa Géigel de Gandía, Ra-fael Tufiño, José Antonio Torres Martinó, Julio Rosa-do del Valle, Francisco Palacios, Lorenzo Homar, JoséR. Oliver, Félix Rodríguez Báez, Carlos Raquel Rive-ra, Fran Cervoni, Samuel Sánchez, Manuel HernándezAcevedo, Epifanio Irizarry, Augusto Marín, TomásBatista, Francisco Rodón, Domingo García, José R.Alicea, Myrna Báez, Luis Germán Cajiga, Rafael Co-lón Morales, Marcos Irizarry, Luis Medina Gaud, FélixJ. Bonilla, Julio Micheli (hijo), Jaime Romano, OlgaAlbizu, John Balossi, Rafael Tufiño (hijo), IsabelVázquez, Rubén Moreira, José Rosa, y Rafael Lópezdel Campo.

Música: Felipe Gutiérrez Espinosa, Rafael Balseiro,Monsita Ferrer Otero, Héctor Campos Parsi, RafaelDuchesne, Amaury Veray, Jack Delano, Luis AntonioRamírez, Rafael Aponte Ledée, Alfredo Romero, Nar-ciso Figueroa, Luis Ángel, Roberto Sierra y ErnestoCordero.

Ciencias Naturales: Gabriel Villaronga, Francisco delValle Atiles, Agustín Stahl, Manuel Quevedo Báez, yFrancisco Seín.

En 1970 la Junta de Gobierno instituyó el Premiode Honor del Ateneo Puertorriqueño, máximo reco-nocimiento que confiere la Institución. Se otorga a“aquellos cuyas obras o ejecutorias, logradas a través deuna vida de dedicación en la esfera intelectual, artística


o científica, se destaque por su excelencia y su com-penetración con los valores patrios”.

En 1972 se otorgó el premio por primera vez, co-rrespondiendo a las siguientes personalidades: docto-ra Concha Meléndez, doctora Margot Arce, profesorLidio Cruz Monclova, profesor Augusto A. Rodríguezy don Evaristo Ribera Chevremont. En 1973 se confi-rió a don Juan Antonio Corretjer, y, con carácter pós-tumo, al licenciado Emilio S. Belaval. Los doctoresTomás Blanco y Ramón M. Suárez recibieron el pre-mio en los años 1974 y 1975, respectivamente. En elAño del Centenario (1976) correspondió el Premiode Honor a los licenciados Samuel R. Quiñones, Vi-cente Géigel Polanco, y al profesor Francisco MatosPaoli. Con carácter póstumo al licenciado EladioRodríguez Otero en 1977. (Esta nota fue añadida porlos editores).

79 Bibliotecarios del Ateneo desde su fundación has-ta el año 1968: Ignacio Díaz Caneja, 1876; ManuelFernández Juncos, 1877; José Géigel y Zenón, 1879;Manuel F. Rossy, 1891; José M. Gutiérrez, 1893; Anto-nio Álvarez Nava, 1894; José Antonio Gutiérrez ,1897;Enrique Hernández, 1900; Pedro C. Timothée, 1900;Ángel Rivero Méndez, 1902; Manuel Camuñas, 1903;L. R. Sawyer, l904; José Antonio Gutiérrez, 1906; Ma-nuel N. Yordán, 1906; Rafael W. Ramírez de Arellano,1907; Antonio López Tizol, 1909; Antonio MediavillaMorey, 1912; Luis L. de Vizcarrondo, 1915; Oscar A.Gandía, 1916; Sebastián Siragusa, 1917; Luis SamaleaIglesias, 1918; Roberto H. Todd, 1919; Bolívar Pagán,1922; Roberto H. Todd, 1924; Antonio Paniagua


Picazo, 1932, Clara Luz Saliva de Lergier, 1968. (Estanota fue añadida por los editores).

80 Es importante consignar la valiosa obra de edu-cación cívica y patriótica que representa la colecciónde retratos de puertorriqueños ilustres expuestos per-manentemente en el Ateneo. Esta colección no com-prende, sin embargo, los retratos de todas las perso-nalidades cuyos nombres han sido incorporados a suGalería de Hombres y Mujeres Ilustres, y cuya nómi-na es, hasta la fecha, la siguiente: Mariano Abril, JoséJulián Acosta, Francisco de Paula Acuña y Paniagua,Pedro Albizu Campos, Manuel A. Alonso, José deAndino, Juan Alejo de Arizmendi, Federico Asenjo yArteaga, Francisco de Ayerra Santa María, RománBaldorioty de Castro, María Mercedes Barbudo,Alejandrina Benítez, Bibiana Benítez, RamónEmeterio Betances, Julián E. Blanco Sosa, LuisBonafoux Quintero, Mariana Bracetti, Mario Braschi,Salvador Brau, Julia de Burgos, María Cadilla deMartínez, José Campeche, Nemesio Canales, José deCelis Aguilera, Cayetano Coll y Toste, Gilberto Con-cepción de Gracia, Manuel Corchado y Juarbe, RafaelCordero, Antonio Cortón Toro, José Antonio Daubón,Virgilio Dávila, Federico Degetau, José de Diego,Braulio Dueño Colón, Manuel de Elzaburu yVizcarrondo, José de Jesús Esteves, Carmela EulateSanjurjo, Manuel Fernández Juncos, EpifanioFernández Vanga, Sotero Figueroa, José RamónFreyre, José Gautier Benítez, José Géigel y Zenón,Matías González García, Pedro Gerónimo Goyco,Felipe Gutiérrez Espinosa, José P. H. Hernández,


Carmen Hernández de Araújo, Eugenio María deHostos, Luis Lloréns Torres, Augusto Malaret, PachínMarín, Ramón Marín, Rosendo Matienzo Cintrón,Félix Matos Bernier, Miguel Meléndez Muñoz, JoséMaría Monge, José Pablo Morales, Juan Morel Cam-pos, Luis Muñoz Rivera, Demetrio O’Daly de la Puen-te, Francisco Oller, Ana Otero, Luis Padial yVizcarrondo, José Gualberto Padilla, Trina Padilla deSanz, Luis Palés Matos, Antonio Paoli, Antonio S.Pedreira, Juan Augusto Perea, Juan Ponce de León yTroche, Ramón Power y Giralt, José I. Quintón, Fran-cisco Mariano Quiñones, Juan Rius Rivera, Lola Ro-dríguez de Tió, Manuel Rojas, Ana Roqué de Duprey,Segundo Ruiz Belvis, Antonia Sáez Torres, ManuelMaría Sama, Juan Sicardó Osuna, Agustín Stahl, Ale-jandro Tapia y Rivera, Manuel Gregorio Tavárez, Die-go de Torres Vargas, Antonio Valero de Bernabé, Fran-cisco del Valle Atiles, Rafael del Valle Rodríguez, San-tiago Vidarte, Andrés Salvador de Vizcarrondo, Juliode Vizcarrondo y Coronado y Manuel Zeno Gandía.(Esta nota fue añadida por los editores).

81 Presidentes del Ateneo:Por meses, trimestres y semestres (1876-1885): Fran-

cisco de Paula Acuña, Ignacio García Tudela, RamónRodríguez de Rivera, Leonardo Tejada, Alejandro Ta-pia y Rivera, Francisco Osorio, Olimpio Aguado, Ca-lixto Romero y Cantero, Francisco Garrido Sánchez,Ramón Buega, Joaquín Adriaensens, Nicolás Arespa-cochaga, Manuel Corchado y Juarbe, José Julián Acos-ta, Aureliano Medina, José Laguna Saint Just, Fran-cisco Larrea, Fernando Núñez Salarín, José Ramón


Becerra Gárate, Manuel Elzaburu Vizcarrondo, Ma-nuel Alonso y Pacheco, Benito Macías.

Por años: Alberto Regúlez y Sanz del Río (1886),Manuel de Elzaburu y Vizcarrondo (2da. época;1887-92), Francisco del Valle Atiles (1893), CarlosMaría Soler y Martorell (1894), Juan Hernández López(1895-98), Francisco del Valle Atiles (2da época; 1899),Salvador Ros y Pochet (1900-01), José Gómez Brioso(1902), Cayetano Coll y Toste (ler semestre, 1903), Ma-nuel Fernández Juncos (2do semestre, 1903), ManuelQuevedo Báez (1904-06), Jacinto Texidor y Alcalá delOlmo (1907), Ferdinand R. Cestero (1908-10),Cayetano Coll y Toste (2da. época; 1911-14), JesúsMaría Lago (1915), José de Diego (1916-18), EpifanioFernández Vanga (1919-21), Jesús María Lago (2da.época; 1922-26), Manuel Benítez Flores (1927-29),Emilio del Toro Cuebas (1930-31), José RamírezSantibáñez (1932), Rafael Rivera Zayas (1933), SamuelR. Quiñones (1934-36), Emilio S. Belaval (1937-38), Vi-cente Géigel Polanco (1939-42), Miguel Meléndez Muñoz(1943-45), Nilita Vientós Gastón (1946-61), PiriFernández de Lewis (1961-65), Luis M. Rodríguez Mo-rales (1965 a 67), Eladio Rodríguez Otero (1967-1977),Osiris Delgado Mercado (1978-1979), Eduardo MoralesColl (1980- ). (Esta nota fue añadida por los editores).

Personalidades que han pertenecido a la Junta deGobierno: No podríamos forjarnos una idea de la ver-dadera significación del Ateneo Puertorriqueño en lavida cultural, política y social de Puerto Rico si noincluyéramos en este recuento histórico a algunas delas personalidades que han pertenecido a su Junta de


Gobierno. A continuación sus nombres: TulioLarrinaga, Juan Hernández López, José Géigel yZenón, Gabriel Ferrer Hernández, Fidel Guillermety,José M. Marxuach, Salvador Brau, José Celso Barbosa,Manuel F. Rossy, Vicente Balbás Capó, Luis SánchezMorales, Antonio Álvarez Nava, Pedro C. Timothée,Ramón Gandía Córdova, Eduardo Neumann Gandía,Ángel Rivero Méndez, Rosendo Matienzo Cintrón,Eliseo Font y Guillot, Ramón Ruiz Arnau, TeodoroAguilar Mora, José Pérez Losada, Eugenio Astol, An-tonio Pérez Pierret, Federico Degetau, AugustoMalaret, Rafael Balseiro, Luis Muñoz Rivera, LuisMuñoz Morales, Isaac González Martínez, FélixCórdova Dávila, Rafael W. Ramírez de Arellano, Joséde Jesús Esteves, Luis Lloréns Torres, Luis SamaleaIglesias, José Coll Vidal, Carlos N. Carreras, RobertoH. Todd (hijo), Luis Villaronga, José González Ginorio,Juan B. Soto, Enrique Zorrilla de San Martín, BolívarPagán, Pedro Gutiérrez Igaravídez, Enrique Adsuar,Bailey K. Ashford, José Coll Cuchí, Fernando DíazMcKenna, Antonio Fernós Isérn, Ramón Lavandero,Rafael Martínez Álvarez, José S. Alegría, LeopoldoFigueroa, Antonio Coll Vidal, José A. Balseiro, RafaelLópez Sicardó, Etienne Totti, Augusto A. Rodríguez,Isabel Andreu de Aguilar, Concha Meléndez, AntonioS. Pedreira, Adolfo de Hostos, Manuel Pavía Fernández,Jaime Sifre Dávila, Margot Arce, Julio García Díaz,Manuel Rivera Matos, Manuel García Cabrera, JoséDávila Ricci, Jorge Font Saldaña, Enrique Koppisch,Luis M. Morales, Jaime Benítez, Oscar Costa Mandry,Carmelina Vizcarrondo, Luisa Géigel de Gandía,


Fernando Sierra Berdecía, Facundo Bueso, EnriqueA. Laguerre, María Teresa Cortés, Rafael Arjona Siaca,Miguel Such, Francisco Matos Paoli, Arturo MoralesCarrión, Monelisa Pérez Marchand, Fran Cervoni, Ro-berto Beascoechea Lota, Guillermo Silva, René Mar-qués, Manuel Rodríguez Ramos, Amaury Veray, JuanMartínez Capó, Irma Isérn de Vallecillo, Luis A. Ferré,Francisco Arriví, Lidio Cruz Monclova, José A. PérezRuiz, Emilio M. Colón, José R. Oliver, Osiris Delgado,Wilfredo Braschi, Myrna Casas, José Emilio González,Isabel Gutiérrez del Arroyo, Maricusa Ornés, RogerMartínez, Manuel Maldonado Denis, Andrés QuiñonesVizcarrondo, Luis Hernández Cruz, Myrna Báez,Héctor Campos Parsi, José F. Cadilla Bernal, Luis An-tonio Ramírez, José Ferrer Canales, Salvador Tió, AidaCaro Costas, Alberto Cibes Viadé, Félix FrancoOppenheimer, Salvador Arana Soto, Patria Figueroade Cifredo, Antonio J. González y Adolfo JímenezHernández. (Esta nota fue añadida por los editores).

82 Ante la situación tan crítica por la cual atravesa-ba el país, un grupo de prominentes puertorriqueños,entre los que se encontraba el Presidente del Ateneo,junto con el consejero general de la Unión de Liberta-des Civiles de Nueva York, el doctor Arthur GarfieldHays, organizaron una Comisión de Encuesta sobrelos Derechos Civiles en Puerto Rico.

Dicha comisión rindió un extenso informe en el cualculpó al gobernador Winship, como jefe supremo dela policía, por los sucesos de Ponce así como por vio-lar los derechos civiles en todo el país, inclusive en laUniversidad de Puerto Rico.


Integraron la Comisión de Encuesta los siguien-tes: Arthur Garfield Hays, Presidente; Emilio S.Belaval, Secretario, Presidente del Ateneo Puertorri-queño; Mariano Acosta Velarde, Presidente del Cole-gio de Abogados; Fulgencio Piñeiro, Presidente de laAsociación de Maestros; Francisco M. Zeno, Direc-tor del diario La Correspondencia; Antonio AyusoValdivieso, Director de El Imparcial; José Dávila Ricci,de la redacción del diario El Mundo; y el doctor Ma-nuel Díaz García, ex-Presidente de la AsociaciónMédica.

83 Miguel Meléndez Muñoz, Un profano en el Ate-neo Puertorriqueño, Editorial Campos, San Juan dePuerto Rico, 1963, pág. 62.

Es altamente reveladora la carta que con fecha 14de enero de 1946 dirigió don Miguel Meléndez Muñozal entonces secretario ejecutivo del Ateneo, don Anto-nio Paniagua Picazo. En ella, el ilustre escritor expo-ne sus razones para no aceptar un cuarto término enla presidencia del Ateneo. Dice así:

“La crisis en que se halla el Ateneo, tan grave yaque puede frustrar su futuro inmediato, no es mate-rial, de origen económico. Tiene recursos para soste-nerse, aunque limitados, y en cualquier momento quese intentara se conseguiría la cooperación de las fuer-zas vivas del país, que nunca negaron su concursocuando se solicitó”.

“La situación de abandono y desamparo a que hasido confinado nuestro Ateneo por los intelectuales, porlos que siempre demostraron fervientes y fecundas in-


quietudes por nuestra cultura y por los simpatizado-res de su culto, aunque no fuesen escritores, poetas niartistas, es la causa única de esa crisis. Esas motiva-ciones hacen más difícil su situación. Cuando un ejér-cito arroja las armas y abandona su bandera ha con-sumado su derrota”.

“Yo pude conjurar la precaria situación económicaen que hallé al Ateneo cuando me hice cargo de supresidencia. Por falta de recursos materiales no tuveque clausurarlo y aceptar la triste celebridad, antenuestra historia, de ser su último Presidente y su al-bacea testamentario”.

“Pero no pude conjurar su crisis espiritual, ni evi-tar la traición de nuestros intelectuales, desertores dela causa de nuestra cultura. No respondieron a miscontinuos requerimientos. No atendieron mis deman-das para conseguir su colaboración. Los hombres quepudieron distribuir su tiempo y sus actividades entreel ejercicio, para algunos penoso y humilde, de unaprofesión y sus obligaciones, como intelectuales, conel Ateneo, no han podido coordinar el usufructo delpoder y su militancia activa en la política con la conti-nuidad del cumplimiento de aquellos deberes ”. Ibid.,págs. 108 y 109.

84 Representativo del concepto del Ateneo comoinstitución que tiene como función primordial, si noúnica, “el avivar y estimular la formación de una con-ciencia histórica” lo es el doctor Arturo MoralesCarrión. En 1951 –con motivo de la celebración delnatalicio de Elzaburu– se expresó en la siguiente for-ma en torno a la función institucional:


“...su función máxima (del Ateneo) estriba en crearun sentido de continuidad en la cultura, en tejer los nu-dos que aúnan a las generaciones, y en precisar el lega-do que da tono y carácter al trasiego de la historia”.

“Tal nuestro Ateneo de hoy... La generación Ateneís-ta del presente no tiene universidad que fundar nipuede recabar para sí el privilegio de promover lascorrientes determinantes de nuestra vida cultural.Otras instituciones, otros grupos, rivalizan con ella enese empeño”.

“Mas en el orden institucional puertorriqueño, el Ate-neo sirve aún para enlazar el pasado con el presente; esdecir, para avivar y estimular la formulación de unaconciencia histórica” (énfasis nuestro). –Arturo Mora-les Carrión, Ojeada al Proceso Histórico, Editorial Cor-dillera, San Juan, Puerto Rico, 1971, pág. 75.

85 La Asamblea Anual de Socios del Ateneo del 16de junio de 1970 aprobó por unanimidad la siguienteresolución en defensa de la integridad territorial de laIsla de Culebra:

Por cuanto: la Isla de Culebra es parte integrante dela nación puertorriqueña; por cuanto: ella constituyeuna comunidad con personalidad jurídica estableci-da; por cuanto: esa comunidad está sujeta al uso abu-sivo, como blanco para pruebas de armas de guerrapor parte de la Marina de los Estados Unidos y flotasde otras naciones, por lo cual ha sufrido mermas con-siderables en el uso de su territorio; por cuanto: dichasituación perturba grandemente la paz y tranquilidady el derecho natural de sus habitantes a vivir y traba-


jar en su propia tierra; por tanto: esta Asamblea deSocios del Ateneo Puertorriqueño se solidariza con lasgestiones enderezadas a lograr el retiro de la Marinade los Estados Unidos de la Isla de Culebra.

86 “El Ateneo Puertorriqueño es la institución nues-tra que mejor refleja el espíritu de lo nacional y a lavez la que tanto empeño en hacer comprender a nues-tro país que es sujeto de la historia; ninguna otra ponetanto empeño en darle a conocer las ideas por las quelos hombres de todos los países viven y mueren. Y nopodría ser de otro modo. Porque sólo el conocimientoy el respeto de lo nuestro permite respetar y conocer loajeno. Siempre se va a lo universal por el camino de lonacional”. –Nilita Vientós Gastón, “Los noventa añosdel Ateneo Puertorriqueño”, Revista del Instituto de Cul-tura Puertorriqueña, octubre-diciembre, 1966, pág. 38.

87 Como parte de su plan de asimilación política ycultural el gobernador Luis A. Ferré expresó pública-mente que Puerto Rico era su patria pero EstadosUnidos era su nación. El entonces Presidente del Se-nado y actual gobernador, licenciado RafaelHernández Colón, le contestó, al ser electo Presidentedel Partido Popular Democrático el 14 de diciembrede 1969, en la siguiente forma: “A la defensa de nues-tra cultura, de nuestra personalidad puertorriqueña yde nuestra identidad de pueblo dedicamos nuevamenteeste instrumento del pueblo de Puerto Rico (el Parti-do Popular Democrático)... Entre las grandes aberra-ciones que venimos escuchando desde el pasado ene-ro, ninguna tan desorientadora y carente de sentidocomo el manejo absurdo de los conceptos de patria y


de nación para estructurar una seudo filosofía cultu-ral que es también otra aberración: la llamadaEstadidad Jíbara... Desde aquí, desde Ponce, el Parti-do Popular replica a la Estadidad Jíbara diciéndole:Puerto Rico es nuestra patria y nuestra nación.” Ra-fael Hernández Colón; Discurso pronunciado el 14 dediciembre de 1969 ante la Asamblea del Partido Popu-lar Democrático en Ponce al ser electo por aclamaciónpresidente de dicha colectividad política, Publicaciónoficial del Partido Popular Democrático, 1970, pági-nas no numeradas.

Cuatro años más tarde, el 19 de noviembre de 1973,en el acto de develación de la estatua de Simón Bolí-var en San Juan, el licenciado Hernández Colón, ha-blando en su carácter de Gobernador del Estado Li-bre Asociado de Puerto Rico, reafirmaría lo expresa-do en el discurso de Ponce, al manifestar:

“Ya hemos dicho en repetidas ocasiones que Puer-to Rico es una nación latinoamericana, que PuertoRico se afirma en sus raíces, que quiere seguir siendo,cada vez en una forma mejor, lo que siempre ha sido ynunca dejará de ser”.

“El hecho de que tengamos una singular asocia-ción político-económica con los Estados Unidos nosignifica que los puertorriqueños hayamos renuncia-do a nuestro carácter latinoamericano ni que este-mos dispuestos a abandonar la lengua que hace 480años trajo Colón a esta tierra y nos sirve de indes-tructible nexo de unión con los pueblos de nuestra es-tirpe. Queremos, por el contrario, afirmar ese carácter


y hacer de la lengua un vehículo verdaderamente efi-caz de comunicación entre nuestra isla y las 20 nacio-nes hermanas”. Inauguración de la estatua del Liberta-dor Simón Bolívar, Publicación oficial del Departamen-to de Estado del Estado Libre Asociado de Puerto Rico,1973.

88 La resolución de la Junta de Gobierno de 16 denoviembre de 1970, sobre los depósitos de armas nu-cleares en Puerto Rico, es un buen ejemplo de lo queafirmamos. A continuación, su texto íntegro:

“POR CUANTO, el Tratado de Tlatelolco para laproscripción de las armas nucleares en la AméricaLatina ya ha sido suscrito por veintiuno de los veinti-trés países latinoamericanos;

“POR CUANTO, los países firmantes del Tratado hansolicitado la adhesión de todas las naciones que tie-nen responsabilidad internacional de jure o de factosobre territorios localizados en las zonas incluidas enel documento;

“POR CUANTO, en vistas públicas celebradas re-cientemente ante el Comité de Relaciones Exterioresdel Senado norteamericano, Estados Unidos ha reite-rado su negativa a incluir a Puerto Rico en el Tratado;

“POR CUANTO, esa negativa implica que EstadosUnidos tiene depósitos de armas nucleares en nuestroterritorio, habiendo convertido así a Puerto Rico enseguro blanco de ataque con armas similares en casode una guerra nuclear;

“POR CUANTO, debe tomarse en consideraciónel hecho de que las más potentes bombas nucleares


tienen una fuerza explosiva tres mil veces mayor quela que destruyó a Hiroshima (con un saldo de 240,000 víctimas entre muertos y heridos), y que, por ello,un ataque nuclear a Puerto Rico, isla de escaso terri-torio y gran densidad poblacional, significaría nues-tra completa aniquilación;

“POR CUANTO, el depósito de armas nucleares ennuestro territorio se ha realizado a espaldas del pue-blo puertorriqueño;

“POR TANTO, esta Junta de Gobierno del AteneoPuertorriqueño resuelve:

1. Solicitar del Gobierno de los Estados Unidos queretire inmediatamente toda clase de armas nuclearesdel territorio puertorriqueño;

2. Solicitar asimismo que incluya a Puerto Rico enel Tratado para la Prohibición de Armas Nucleares enla América Latina;

3. Enviar copia de esta resolución al Presidente delos Estados Unidos; a los Presidentes del Senado y dela Cámara de Representantes de dicho país; al sena-dor William J. Fulbright, Presidente del Comité deRelaciones Exteriores del Senado de los Estados Uni-dos; al Secretario General de la Organización de lasNaciones Unidas; al Presidente del Comité de los Vein-ticuatro de las Naciones Unidas; al Presidente de laOrganización de Estados Americanos; al Gobernadory a los presidentes de la Asamblea Legislativa de Puer-to Rico; a la prensa y demás medios informativos delpaís e internacionales”.


89 Vicente Géigel Polanco, “Una antorcha que siguealumbrando”, Revista del Instituto de Cultura Puerto-rriqueña, San Juan, Puerto Rico, octubre-diciembre,1966, número 33, pág. 33.

90 Portavoz de esta posición extrema lo esmonseñor Antulio Parrilla Bonilla, Obispo Titular deUcres, quien, en el semanario La Hora, de 6 de octu-bre de 1972, expresó que el Ateneo, entre otras insti-tuciones, no había cumplido con su deber patrióticoante la declaración que sobre Puerto Rico emitió elComité de Descolonización de las Naciones Unidas.A continuación citamos de las manifestaciones demonseñor Parrilla:

“Es muy comprensible que la declaración sobrePuerto Rico de la institución profeta mundial (se re-fiere a la Organización de las Naciones Unidas) hayarecibido la repulsa de individuos colonizados y de ins-tituciones opresoras en nuestro ambiente puertorri-queño. Lo que no se entiende y resulta muy criticablees que la respuesta a tan trascendental dictamen pro-fético, de nuestras instituciones profetas que lo sonpor tener dentro de sus postulados la liberación delhombre de todas sus dimensiones, haya sido callarhasta la mudez total y permanecer pasivas o hacer co-mentarios fuera de la realidad. Algunas de estas insti-tuciones, que están comprometidas en la defensa dela libertad, de la independencia de los pueblos, contrael colonialismo y el neocolonialismo, contra la opre-sión y explotación del hombre por el hombre y con elrepudio a toda forma de injusticia, representan en


nuestra patria una esperanza. Por ello han debido sa-lir en franco apoyo de la independencia nacional, dela autodeterminación dentro de la soberanía y de lamás rápida descolonización de Puerto Rico ante laescueta Resolución del Comité de Descolonización”.

“¿Cuáles son estas instituciones profetas que no hanestado a la altura de su misión? Primero, la Iglesia entodas sus confesiones. Luego, las Universidades, el Ate-neo Puertorriqueño, el movimiento cooperativo, elmovimiento sindical y las asociaciones profesionales,de maestros, de abogados, de médicos, y otras. La prin-cipal excusa que estas instituciones presentan ahoray presentarán luego, cuando les interpele la historia,para no ser profetas y haberse aliado con su silenciocondenable de cómplices con los sistemas de opresiónde aquí y de los Estados Unidos, será una de corte deliberalismo trasnochado: somos propulsores de la ‘li-bertad’, damos cabida a todas las ideas, hay en nues-tro seno personas pertenecientes a diversas ideas po-líticas, al ELA, al estadoísmo. Se les aguan mientrastanto todos sus principios por abrazar un sincretismovacío e irreal. Ante esta excusa que compromete losprincipios fundamentales en la verdad y en la expe-riencia, no podemos menos que condenar la mudezy la falsa neutralidad de estas instituciones. Rigenpara estas instituciones, no los principios claros yradicales como eran los de los profetas del Antiguo yNuevo Testamentos y de los modernos profetasmartirizados y que están dispuestos a morir por susideales, sino el expedienteo basado en probadamentefalsas actitudes liberales de que todas las ideas valen


igual y que lo que siempre piense la mayoría es lo ver-dadero”.

“Incluimos en la lista de las instituciones al AteneoPuertorriqueño con gran renuencia, pues la Docta Casaha sido baluarte y defensora de la cultura y lapuertorriqueñidad. Críticas hechas irresponsablemen-te recientemente al Ateneo las hemos censurado; sinembargo, no basta con defender lo puertorriqueño,hay que defender también la independencia y la auto-determinación en la plena soberanía”.

Monseñor Parrilla parece desconocer las resolucio-nes aprobadas unánimemente por la Asamblea Gene-ral de Socios del Ateneo y su Junta de Gobierno, enlas cuales se expresa lo siguiente: “El Ateneo Puerto-rriqueño solicita del Comité de Descolonización de lasNaciones Unidas que apruebe la inclusión del caso dePuerto Rico para discusión en su presente sesión comoparte de la lista de los territorios que aún no han al-canzado su independencia”. (Aprobada por la Asam-blea Anual de Socios el 16 de junio de 1972). “Se aprue-ba que la Institución envíe una delegación a las au-diencias sobre el problema colonial de Puerto Ricoque con toda probabilidad habrán de celebrarse próxi-mamente por el Comité de Descolonización de la Or-ganización de las Naciones Unidas. Esta Junta consi-dera que la ocasión es propicia para que se ventilen anivel internacional, ante el citado organismo, en for-ma abarcadora, todos los aspectos relativos al proble-ma del status político de Puerto Rico, inclusive el as-pecto cultural del mismo. A tales efectos se designaráuna comisión que se trasladará oportunamente a la


sede de las Naciones Unidas para dar cumplimiento aeste acuerdo”. (Aprobada por la Junta de Gobierno en26 de julio de 1972). Monseñor Parrilla, pues, ha sidoinjusto con el Ateneo Puertorriqueño al incluirlo en lalista de las instituciones que según sus palabras “sehan aliado con su silencio condenable de cómplices conlos sistemas de opresión de aquí y de los Estados Uni-dos....” (énfasis nuestro). (Ver nota de los Editores alfinal de estas notas).

91 Doctor Ismael Rodríguez Bou, op. cit., pág. 41.92 A pesar de la supeditación política en que se ha

debatido la nación puertorriqueña desde sus orígenes–situación anormal que desde su creación y en especialdesde 1898 ha obligado al Ateneo a acentuar conside-rablemente su actividad en defensa de nuestros valorespatrios– lo cierto es que la Institución no ha descuida-do su responsabilidad, inherente a su condición de cen-tro cultural, de fomentar el conocimiento de la culturauniversal. Bastará con examinar la prensa del país paraver la asombrosa cantidad y variedad de temas de otrasculturas nacionales, incluyendo la de Estados Unidos,que han sido objeto de discusión en el Ateneo. Confir-ma lo anterior el hecho de haber sido el Ateneo la úni-ca entidad cultural en Puerto Rico que celebró en elpresente año de 1973 el Quinto Centenario del Natali-cio de Copérnico y que auspició actos en recordacióndel Tercer Centenario de la Muerte de Moliére. Malpuede, por lo tanto, calificarse de chauvinista a unade las instituciones que más ha hecho y hace por ladifusión de la cultura universal en Puerto Rico.


93 La libertad de conciencia y de expresión es, porsupuesto, consustancial con la existencia misma delos ateneos. Éstos son los primeros centros que dejande existir cuando el totalitarismo, sea de izquierda ode derecha, suprime la democracia. Ejemplo de elloson los ateneos de La Habana y Madrid: el primerodejó de existir a poco del advenimiento al poder deFidel Castro; el segundo, imposibilitado desde 1936de cumplir con su función principal, la de ser tribunalibre, se ha convertido en un organismo inerte, la an-títesis de lo que debe ser un ateneo.

Es justo señalar que el Ateneo de Madrid se desa-rrolló dentro de un clima de genuina libertad bajo elrégimen monárquico. Prueba elocuente de ello es elhecho de que aunque Alfonso XIII fue admitido comosocio, a solicitud suya, sin embargo la Junta de Go-bierno se negó a seguir la costumbre entonces en bogade darle al Rey el número uno de socio. Se limitó adarle un capicúa, el 7,777, y en su ficha se escribió:nombre, Alfonso de Borbón, profesión, Rey, domicilio,Palacio de Oriente. El ilustre “consocio”, como se lellamara desde entonces en la docta casa, asistió a nu-merosos actos en su sala de conferencias. En el ocasode la monarquía, Valle-Inclán pedirá con insistencia laexpulsión de un socio, el 7,777. Ramón Solís, Pasado ypresente del Ateneo de Madrid, Memoria de actividadesdurante el quincenio 1962-1967, Madrid, 1968.

94 “El Ateneo Puertorriqueño puede sentirse com-placido al mirar hacia atrás y contemplar una vidalarga y fructífera. El Ateneo, sin embargo, no sien-te la morosa complacencia del que vive de pasados


laureles. Los laureles del pasado han de inspirar losesfuerzos del presente si es que han de merecer el res-peto del futuro. Para el Ateneo no existen más laure-les que una responsabilidad cumplida en el pasado yuna obligación de continuar su cumplimiento”. Pala-bras pronunciadas en la noche del 29 de junio de 1966por el entonces Presidente del Ateneo, don Luis Ma-nuel Rodríguez Morales, en el acto conmemorativocelebrado en la sede de la Institución al cumplirse no-venta años de su fundación.

Nota de los Editores: Con relación a la nota núm. 90 suge-rimos al lector familiarizarse con la declaración del autor confecha de 29 de abril de 1971, titulada: “Acuerdo y desacuerdocon monseñor Parrilla”, que aparece en las Declaraciones enel tema de Religión y Moral, de la obra titulada: EladioRodríguez Otero, Obras Completas, pág. 214.


ÍNDICE ONOMÁSTICO

153

A

Abril y Ostaló, Mariano; 135Academia de Artes y Ciencias

de Puerto Rico; xiiiAcademia Puertorriqueña de

la Historia; 47, 53Academia Puertorriqueña de

la Lengua Española; xiii,53, 94

Acción Musical; 50Acosta, Francisco; 95Acosta Velarde, Mariano; 140Acosta y Calbo, José Julián; 2,

9, 11, 18, 29, 32, 48, 95, 105,135, 136

Acuña, León M.; 95Adriaensens, Joaquín; 136Adsuar, Enrique; 138Agrait, Gustavo; 124Aguado, Olimpio; 136Aguayo, Nicolás; 90Aguilar Mora, Teodoro; 118,

138

Agulló y Prats, José; 33Albareda, Ginés de; 123Albizu Campos, Pedro; 40, 41,

45, 84, 119, 120, 122, 135Albizu, Olga; 133Alcalá del Olmo, Manuel; 2,

95, 131Alcalde de San Juan; 93, 94,

95Alcaldía de San Juan; 1, 29Alegría, José S.; 46, 138Alfonso XIII; 151Alicea, José R.; 133Allen, Charles; 112Alonso y Pacheco, Manuel;

137Alonso, Amado; 39Alonso, Manuel A.; 12, 135Alta Escuela José de Diego;

117Álvarez Nava, Antonio; 29,

134, 138Álvarez Pérez, Enrique; 18, 33América Latina; 145


América; 19, 35, 39, 103, 116,117

Amy, Jorge; 125Andino, José de; 135Antillas; 100Añasco; 99Andino, José Julián; 12Andino, Pablo; 101Andreu de Aguilar, Isabel; 138Andreu Iglesias, César; 132,

133Andreu Salvá, Arturo; 125Ángel, Luis ; 133Annexy; 33Annexy Cayol, Jaime; 18, 118Antiguo Testamento; 148Aponte Ledée, Rafael; 133Aquenza, Jacinto; 89Arán, Pedro R.; 125Arana Soto, Salvador; 139Arce de Vázquez, Margot; 46,

48, 123, 128, 130, 134, 138Arespacochaga, Nicolás; 136Arizmendi y de la Torre, Juan

Alejo de; 10, 30, 135Arjona Siaca, Rafael; 48, 139Arrigoitia, Luis M. de; 69, 70Arrillaga, María; 132Arriví, Francisco; 50; 132, 139Arzola, Marina; 132Asamblea Legislativa de Puer-

to Rico; 37, 129, 146Asenjo y Arteaga, Federico; 33,

135Ashford, Bailey K.; 138Asociación de Abogados de

Puerto Rico; 91

Asociación de Bancos de Puer-to Rico; 104

Asociación de Graduadas; 55Asociación de Maestros; 124,

140Asociación Médica; 140Asociación Puertorriqueña de

la UNESCO; xiiiAsomante; 118, 131Astol, Eugenio; 48, 124, 138Atenas; 107Atenea; 107Ateneo de Boston; 67Ateneo de Buenos Aires; 67Ateneo de Caracas; 67Ateneo de La Habana; 30Ateneo de Madrid; 15, 108,

128, 151Ateneo Español; 14Ateneo Puertorriqueño; xii,

xvii, 1, 2, 3, 7, 8, 12, 13, 16,17, 19, 20, 22, 23, 24, 25,26, 27, 28, 29, 30, 32, 35,36, 37, 38, 39, 43, 44, 45,46, 47, 48, 49, 51, 52, 53,54, 55, 56, 57, 58, 59, 60,61, 62, 63, 65, 67, 68, 69,70, 71, 72, 73, 74, 75, 76,77, 78, 79, 80, 81, 82, 83,84, 85, 86, 87, 89, 90, 91,92, 93, 94, 96, 99, 103, 104,105, 106, 107, 108, 110,111, 113, 114, 115, 116,118, 120, 121, 122, 123,124, 126, 127, 128, 129,130, 131, 134, 135, 136,137, 140, 141, 142, 143,


146, 147, 148, 149, 150,151, 152

Ateneo Puertorriqueño (Revis-ta); 130

Athenaion; 107Atiles Pérez, Ramón; 104Atlanta, prisión de; 45Atlántico; 116Audiencia Territorial; 91Autrán, José María; 95Ayerra Santa María, Francis-

co de; 135Ayuntamiento; 9, 95Ayuso Valdivieso, Antonio; 140Azorín; 50

B

Babín, María Teresa; 48, 123,125, 129, 133

Bacaro, Santiago; 100Báez, Myrna; 133, 139Balbás Capó, Vicente; 28, 117,

118, 138Baldorioty de Castro, Román;

8, 9, 10, 11, 29, 48, 98, 105,135

Balossi, John; 133Balseiro, José A.; 132, 138Balseiro, Rafael; 33, 133, 138Baralt; 32Barbosa y Alcalá, José Celso;

92, 112, 114, 138Barbudo, José; 99Barbudo y Coronado, María

de las Mercedes; 11, 98, 99,135

Barcelona; 79, 93, 119

Baroja, Pío; 49Bastón, Severo; 95Batista, Tomás; 133Baudelaire; 4Beascoechea Lota, Roberto;

70; 72, 139Becerra Gárate, José Ramón;

2, 93, 95, 136Belaval Maldonado, Emilio S.;

41, 42, 46, 47, 54, 120, 122,123, 130, 132, 134, 137, 140

Bello, Lope; 39Benedicto, José; 119Benítez de Arce de Gautier,

Alejandrina; 135Benítez Castaño, Eugenio; 131Benítez Flores, Manuel; 38,

137Benítez Rexach, Jaime; 47, 59,

125, 138Benítez Constanza, María

Bibiana; 12, 135Betances, Clotilde; 132Betances Alacán, Ramón Eme-

terio; 8, 10, 11, 29, 102, 135Beverley, James R.; 129Beyens, José Ignacio; 2, 95Biblioteca de Autores Puerto-

rriqueños; 122Biblioteca Municipal de

Mayagüez; 96Biblioteca Popular de Toa

Alta; 96Biblioteca Pública de Ponce;

96Blanco, Antonio Nicolás ; 33,

50, 131


Blanco Barrios, Enrique; ixBlanco Sosa, Julián E.; 48,

105, 135Blanco, Enrique T.; 124Blanco Géigel, Tomás; 41, 42,

105, 122, 123, 125, 134Bogotá; xiiBoletín Histórico de Puerto

Rico; 115, 122Boletín Mercantil de Puerto

Rico; 13, 106, 107Bolívar, Simón; 144, 145Bonafoux Quintero, Luis; 49,

135Bonilla, Félix J.; 133Borbón, Alfonso de; 151Bosch, Juan; 123, 124Bracetti Cuevas, Mariana; 135Braschi, Mario; 135Braschi, Wilfredo; 139Brau Asencio, Salvador; 30,

32, 33, 96, 131, 132, 135,138

Brau, Mario; 133Brújula; 131Brunet; 106Buega, Ramón; 136Buenos Aires; 79Bueso, Facundo; 139Burgos, Julia de; 49, 124, 135

C

Cabassa, Alejandro; 96Cabildo; 89Cabo Rojo, Teatro de; 96Cadilla Bernal, José F.; 139Cadilla de Martínez, María;

135Cadilla, Carmen Alicia; 123Cajiga, Luis Germán; 133Calígula; 15Calle de la Cruz; 92Calle de la Fortaleza; 3Calle de San Francisco; 92Callejo, Fernando; 95Callois, Georges; 128Cámaras (Consejo de Admi-

nistración y Cámara deDiputados); 110

Cámara de Delegados; 34, 37,91

Cámara de Diputados; 110Cámara de Representantes;

30, 93, 146Cámara de Representantes de

los Estados Unidos; 146Campeche Jordán, José; 12,

95, 135Campos del Toro, Enrique;

129Campos Parsi, Héctor; 133,

139Camprubí, Raimundo; 95Camuñas, Manuel; 134Camus; 50Canales, Nemesio R.; 50, 135Canals, José Antonio; 2, 95Capitanes Generales; 107Carabobo; 43Caro Costas, Aida; 132, 139Carolina; 99, 100Carreras, Carlos N.; 46, 123,

132, 138


Carreras, Juan; 125, 126Carrero, Jaime; 132, 133Carroll, Henry K.; 113Carta Autonómica; 40Cartas Pastorales de 1960; 51Casa-Alcaldía de San Juan; 2,

99Casa-Ayuntamiento de San

Juan; 37Casanova Prats, Abelardo; 132Casas, Myrna; 139Casino de Mayagüez; 96Casino Español de San Juan; 96Casino Español de Ponce; 96Casino y Círculo Artístico y

Literario de San Juan; 96Castillo de San Cristóbal; 94, 98Castillo del Morro; 101Castro Ríos, Andrés; 132Castro, Américo; 39Castro Ruz, Fidel; 84, 151Catedral de San Juan; 57, 94Celis Aguilera, José de; 135Cementerio de San Juan; 57Centenario del Ateneo; 3Centro Católico de la Univer-

sidad de Puerto Rico; xiiCentro de Estudios Históricos

de Madrid; 39Centro de Investigaciones So-

ciales de la Universidad dePuerto Rico; 53

Centro Hispano Ultramarinode Mayagüez; 96

Centroamérica; 38Cervantes Saavedra, Miguel

de; 49Cervoni Gely, Fran; 133, 139

Cestero, Ferdinand R.; 28, 131,137

Chaar, Armando; 126Chejov; 50Cibes Viadé, Alberto; 139Cine Club; 50Círculo de Amigos de Maya-

güez; 96Círculo San José de San Juan;

96Ciudad de México; 67Clark, George; 126Colberg, Juan Enrique; 132Colegio de Abogados; 73, 91,

140Colegio de Derecho; 30Colegio de los Padres Jesuitas

de San Juan; 3Colegio Universitario del Sa-

grado Corazón; xiiColl Cuchí, José; 138Coll Vidal, José; 138Coll y Cuchí, Cayetano; 117,

119Coll y Toste, Cayetano; 5, 26,

27, 37, 49, 78, 115, 119,122, 132, 135, 137

Coll y Vidal, Antonio; 131, 138Colombia; xiiColón, Cristóbal; 144Colón Morales, Rafael; 133Colón, Emilio M.; 139Colorado, Antonio J.; 125, 132Comedia de Muñecos; 50Comisión de Encuesta sobre

los Derechos Civiles enPuerto Rico; 139, 140


Comisión de la Revista delColegio de Abogados; xiii

Comisión del Colegio deAbogados sobre el Impac-to Económico y Social dela Inmigración en PuertoRico; xiii

Comisión del Pacto; 114Comité de Descolonización de

las Naciones Unidas; 147,148, 149

Comité de Historia y Culturade la Asociación Médica dePuerto Rico; xiii

Comité de Relaciones Exterio-res del Senado de los Esta-dos Unidos; 145, 146

Comité de Veinticuatro de lasNaciones Unidas; 146

Comité Permanente Pro Obis-pos Puertorriqueños; xii

Comité Pro Defensa del Idio-ma del Ateneo; xiii

Comité Pro Restauración delAteneo; 129

Concepción de Gracia, Gil-berto; 135

Concilio Vaticano I; 77Congreso de los Estados Uni-

dos; 34, 130Congreso Puertorriqueño

Anticolonialista; xiiCongresos de la Confedera-

ción Iberoamericana deEstudiantes Católicos y dePax Romana; xii

Consejo de Administración;91, 110

Consejo de Guerra; 101Consejo Educativo; 91Consejo Superior; 124, 125Copérnico, Nicolás; 150Corchado; 32Corchado y Juarbe, Manuel;

29, 32, 36, 135, 136Cordero, Ernesto; 133Cordero, Rafael de J.; 125Cordero, Rafael (El Maestro);

48, 135Cordillera Central; 111Córdova Dávila, Félix; 119,

138Córdova Landrón, Arturo; 132Corregidor; 95Corretjer, Juan Antonio; 134Corte Suprema de Justicia; 91Cortes Españolas; 100Cortés, Francisco; 95Cortés, María Teresa; 139Cortón Toro, Antonio; 135Costa Mandry, Oscar; 138Crespo, D.; 126CRISTO; 7Cruz Monclova, Lidio; 96, 97,

98, 99, 101, 124, 125, 128,132, 134, 139

Cuba; 9, 13, 22, 38, 98Cuevas Zequeira; 33Cuevas, Manuel J.; 95Culebra, isla de; 142, 143

D

Dalmau, Santiago; 100Daubón; 33


Daubón, José Antonio; 135Daubón, Manuel; 95Dávila, José Antonio; 50, 124Dávila Ricci, José; 138, 140Dávila, Virgilio; 135Degetau González, Federico;

29, 135, 138Delano, Jack; 133Delgado Cintrón, Carmelo; 119Delgado Mercado, Osiris; 137,

139Delgado, Emilio; 124, 129Departamento de Estado del

Estado Libre Asociado de,Puerto Rico; 145

Departamento de EstudiosHispánicos de la Universi-dad de Puerto Rico; 39, 53

Departamento de InstrucciónPública; 30, 78, 129

Descartes Andreu, Sol Luis; 125Díaz Caneja, Ignacio; 2, 92, 95,

134Díaz García, Manuel; 140Díaz McKenna, Fernando; 33,

133, 138Díaz Navarro, Herminio; 29,

110Díaz Soler, Luis M.; 24, 111,

112, 114Díaz Valcárcel, Emilio; 132Diego Padró, José I. de; 33, 131Diego y Martínez, José de; 28,

29, 30, 31, 32, 33, 34, 35,36, 37, 40, 57, 58, 78, 84,117, 118, 119, 131, 135, 137

Diffie, B. y J.; 112

DIOS; 54Diputación Provincial; 9, 93,

94, 129Diputado a Cortes; 90, 92, 94Domínguez, Jorge; 119Duchesne, Rafael; 133Dueño Colón, Braulio; 33, 131,

135

E

Ediciones del Instituto de Li-teratura Puertorriqueña;112

Edificio de Hacienda Inten-dente Ramírez; 104

Editorial Campos; 140Editorial Cantero Fernández;

121Editorial Coquí; 90; 104Editorial Cordillera; 142Editorial del Departamento de

Instrucción Pública; 122Editorial Edil; 113Editorial Orión; 97Editorial Universitaria; 96, 97El Clamor; 4El Diario Económico; 104El Gíbaro; 48El Heraldo Español; 28El Imparcial; 140El Libro Azul Publishing Co.;

120El Mundo; 116, 126, 140El Quijote; 29Elzaburu y Vizcarrondo, Ma-

nuel de; 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8,10, 13, 15, 17, 32, 49, 68,


81, 84, 89, 90, 94, 95, 96,97, 105, 106, 107, 108, 109,135, 137, 141

Enamorado Cuesta, José; 132Escuela de Derecho de la Uni-

versidad de Puerto Rico; 119Escuela de Derecho del Ateneo

Puertorriqueño; 118, 119Escuela de telegrafistas; 106Escuela Hawthorne; xiEscuela Superior de la Univer-

sidad de Puerto Rico; xiEscuté, José; 100España; 8, 9, 14, 15, 18, 21, 22,

31, 32, 39, 43, 44, 66, 90,99, 102, 103, 107, 111, 113,114, 119

Espiritismo; 127Estación del Telégrafo; 106Estadidad Jíbara; 144Estado Libre Asociado; 51,

130, 148Estados Unidos; 15, 21, 26, 27,

28, 31, 34, 38, 39, 40, 41,45, 66, 72, 111, 119, 120,127, 143, 144, 145, 146,148, 150

Estatutos de la Liga de los In-dependientes; 9

Europa; 19Exposición Regional de Puer-

to Rico; 91, 92

F

Fabro, Francisco; 95Facultad de Derecho de la

Universidad de Puerto

Rico; 30Fajardo; 96Federación de Organizaciones

Estudiantiles de la Univer-sidad de Puerto Rico; 120

Federación Libre de Trabaja-dores; 124

Feliciano Mendoza, Esther;124, 132

Ferdinandy, Miguel de; 128Fernández Carballido, Rufo

Manuel; 33Fernández de Lewis, Carmen

Pilar (Piri); 52, 54, 137Fernández García, Eugenio;

120Fernández Juncos, Manuel; 5,

26, 27, 32, 93, 97, 105, 132,134, 135, 137

Fernández Méndez, Eugenio;50

Fernández Vanga, Epifanio;36, 37, 48, 120, 121, 135,137

Fernández y Cía.; 115, 122Fernós Isérn, Antonio; 47, 138Ferré Aguayo, Luis A.; 139,

143Ferré Ramírez de Arellano,

Rosario; 132Ferrer; 32Ferrer Canales, José; 139Ferrer Hernández, Gabriel; 2,

93, 95, 132, 138Ferrer Morales; 93Ferrer Otero, Monsita; 33, 133Festival de Navidad; 49, 69


Figueroa de Cifredo, Patria;139

Figueroa Berríos, Edwin; 132Figueroa Carrera, Leopoldo;

138Figueroa Sanabia, Narciso;

133Figueroa, Sotero; 102, 135Fonfrías Rivera, Ernesto Juan;

126Font Saldaña, Jorge; 138Font y Guillot, Eliseo; 138Fort, Juan; 95Francia; 15Franco Oppenheimer, Félix;

139Franco Bahamonde, Francis-

co; 84Fránquiz, José A.; 123, 125Freyre, José Ramón; 135Fulbright, William J.; 146

G

Galería de PuertorriqueñosIlustres del Ateneo Puerto-rriqueño; 31, 99, 103, 135

Gallego, Laura; 51Gandía Córdova, Ramón; 126,

138Gandía, Oscar A.; 134García, Domingo; 133García Cabrera, Manuel; 130,

138García Díaz, Julio; 138García Moreno, Ramón; 95García Ramis, Magali; 132

García Salgado; 32García Tudela, Ignacio; 136Garfield Hays, Arthur; 139,

140Garrido Sánchez, Francisco;

136Garrido; 32Gautier; 33Gautier Benítez, José; 4, 12,

33, 131, 135Gautier, Teófilo; 4, 97Géigel de Gandía, Luisa; 51,

133, 138Géigel Polanco, Vicente; 41,

43, 44, 46, 47, 54, 68, 93,103, 122, 123, 124, 125,127, 128, 130, 134, 137, 147

Géigel y Sabat, Fernando; 92Géigel y Zenón, José; 2, 91, 92,

93, 95, 134, 135, 138Generación del Treinta; 35, 39,

45, 48General de los Ejércitos de la

República de Venezuela;102

Gerardino, Adela; 126Gimbernier, Florentino; 100Giménez; 32Gobernador del Estado Libre

Asociado de Puerto Rico;144, 146

Gobernador General de la Pro-vincia; 16, 90

Gobernador Macías; 110Gobierno Militar; 91Goethe; 49Goleta el Marinero; 98


Gómez Brioso, José; 26, 114,137

Gómez Costa, Arturo; 131Gómez Sicre, Alfredo; 129González, Antonio J.; 139González García, Matías; 132,

135González García, Sebastián;

128González Ginorio, José; 48,

138González Maldonado, Edel-

mira; 132González Martínez, Isaac; 138González, Narciso; 32González Vales, Luis E.; 104González, José Emilio; 51,

128, 132, 139Goyco; 105Goyco, Pedro Gerónimo; 48,

94, 135Grito de Lares; 11, 12, 62, 94Grovas Félix, Rafael; 48Guánica; 110Guerra Federal; 43Guerra Hispanoamericana;

110Guerra Mondragón, Miguel;

119Guillermety Quintero, Fidel; 2,

92, 95, 138Guillerna, César de; 95Gullón, Ricardo; 128Gutiérrez; 33Gutiérrez de Cos; 33Gutiérrez del Arroyo, Isabel;

139

Gutiérrez Espinosa, Felipe; 2,33, 94, 95, 96, 133, 135

Gutiérrez Igaravídez, Pedro;138

Gutiérrez, José Antonio; 95, 134Gutiérrez, José M.; 134

H

Haití; xii, 10Handel; 49Henríquez Ureña, Max; 1, 86Henríquez y Carvajal, Federi-

co; 123Hernández Acevedo, Manuel;

133Hernández Aquino, Luis; 4,

97, 132Hernández Colón, Rafael; 143,

144Hernández Cruz, Luis; 139Hernández de Araújo, Car-

men; 136Hernández López, Juan; 23,

29, 137, 138Hernández, Enrique; 134Hernández, José P. H.; 50, 131,

135Hernández, Juan Z.; 95Hernández Larrinaga; 33Hernández, Ricardo; 95Hiroshima; 146Hispanoamérica; 15, 31, 32,

43, 127Homar Gelabert, Lorenzo; 51,

133Hostos Bonilla, Eugenio Ma-

ría de; 8, 9, 10, 11, 29, 98,136


Hostos de Ayala, Adolfo J. de;5, 48, 97, 109, 124, 138

Hudders, J.; 126Huyke, Juan B.; 118

I

Iberoamérica; 38Iglesia Católica; 77, 127, 148Iglesias; 134Iglesias, Juan; 95Iglesias Protestantes; 127Imperio Romano; 76Imprenta de José González

Font; 105, 108Imprenta de Juan Pueyo; 122Imprenta del Ministerio de

Información y Turismo;108

Índice; 131Índice Histórico de Puerto

Rico; 127Inglaterra; 15Institución de Enseñanza Su-

perior de Puerto Rico; 17,93, 108, 118, 129

Instituto Civil de SegundaEnseñanza; 9, 94, 104

Instituto de Cultura Puertorri-queña; 97, 98, 104, 109,112, 122, 129

Instituto de Estudios Históri-cos Mirandinos de Vene-zuela; xiii

Instituto de Estudios Jurídicosdel Colegio de Abogados;xiii

Instituto de Literatura Puerto-rriqueña; xiii, 53, 111

Instituto Politécnico de SanGermán; 118

Instituto Popular de Enseñan-za Libre; 47, 124, 126

Instituto Puertorriqueño deCultura Hispánica; xii, 53

Instituto Universitario José deDiego; 32, 118

Intendencia de Puerto Rico;103

Irizarry, Epifanio; 51, 133Irizarry, Marcos; 133Isabel II; 102Isern de Vallecillo, Irma; 139Italia; 15

J

Jesuitas; 5Jesús Esteves, José de; 33, 131,

135, 138Jesús Tizol, José de; 2, 18, 95Jiménez de Azúa, Luis; 128Jiménez Grullón, Juan I.; 123Jímenez Hernández, Adolfo;

139Joglar Cacho, Manuel; 132Juan Bobo, cuentos de; 50Juez de Paz del Distrito de

Catedral; 91Junta de Síndicos de la Uni-

versidad de Puerto Rico; 91Junta Insular de Elecciones;

94Juzgados de Artillería e Inge-

nieros; 91


K

Kent, Victoria; 128Kiss, Joseph; 125Koppisch, Enrique; 138Kraus Reprint Co.; 115, 122

L

La Borinqueña; 11La Correspondencia; 140La Democracia; 117La Fortaleza; 111La Habana; 84, 98, 99, 102,

151La Hora; 147La Real Orden del 28 de No-

viembre de 1811; 103La Revista; 130La Unión Fajardeña; 96Labra, Rafael María de; 48,

128Lago Quiñones, Jesús María;

27, 33, 37, 51, 78, 115, 121,131, 137

Laguerre Vélez, Enrique A.;47, 124, 139

Laguna Saint Just, José; 136Lair, Clara; 123Larcegui, Francisco; 123Lares; 3Larrea, Francisco; 136Larregui, Miguel; 95Larrinaga; 33Larrinaga, Tulio; 138Latorre; 32

Lavandero, Ramón; 130, 138Lavergne, Marie; 118Lázaro, Ángel; 123Lebrón, Cecilio; 125Ledesma; 106Lee, Muna; 128Legrand, Federico; 118Ley de Instrucción Pública; 17Ley Jones; 51Leyes de la Mordaza; 51Libro de Visitantes Ilustres del

Ateneo; 86, 105, 110Liceo de Cádiz; 14Liga Insular de Padres y Maes-

tros; 124Lima; 67Limón de Arce, José; 132Lloréns Torres, Luis; 31, 47,

112, 119, 124, 136, 138Lomar, Martha; 124López Baralt, José; 123López Bayo, Manuel; 95López Cruz, Francisco; 132López de Baños, Miguel; 101López del Campo, Rafael; 104,

133López Landrón, Rafael; 31,

117, 119López López, Joaquín; 51, 123López Sanabria, Martín; 126López Sicardó, Rafael; 138López Tizol, Antonio; 134Loredo; 32Losada, Enrique; 95Lugo, Samuel; 124Lugo Viña, Wenceslao; 2, 95Luiña, Angélica; 132


Luperón, Gregorio; 10Lyon; 15

M

Machicote (marqués de); 106Macías Casado, Manuel; 110Macías, Benito; 137Madrid; 14, 16, 79, 84, 89, 108,

122, 129, 151Maestre Serbiá, Carlos; 126Malaret, Augusto ; 33, 46, 132,

136, 138Maldonado Denis, Manuel;

139Manrique Cabrera, Francisco;

123, 124, 125, 128Mantovani, Julio; 128Marchesi; 94Margenat, Alfredo; 132Marín, Augusto; 133Marín, Gerard Paul; 50; 132Marín, Pachín; 50; 136Marín, Ramón; 136Marina de los Estados Unidos;

142, 143Marqués, René; 50; 132, 139Marrero Núñez, Julio; 132Marrero, Carmen; 124Marrero Navarro, Domingo;

132Martí, José; 49, 102Martínez Álvarez, Rafael; 125,

131, 138Martínez Capó, Juan ; 139Martínez, Carmen Natalia;

132

Martínez, Roger; 50; 139Marxuach de la Cuétara Vda.

de Rodríguez Otero, Jose-fina; iv

Marxuach y Echavarría, JoséMonserrate; 138

Masacre de Ponce; 57Masonería; 127Matienzo Cintrón, Rosendo;

21, 24, 25, 26, 29, 43, 48,111, 112, 136, 138

Matos Bernier, Félix; 33, 131,132, 136

Matos Paoli, Francisco; 50;128, 132, 134, 139

Mayagüez; 96McKinley, William; 112, 113Mediavilla Morey, Antonio;

134Medina Echeverría, José; 128Medina Gaud, Luis; 133Medina, Aureliano; 136Mejías, Félix; 132Meléndez Muñoz, Miguel; 46,

47, 59, 60, 123, 125, 130,132, 136, 137, 140

Meléndez, Concha; 48, 123,129, 134, 138

Meléndez, Salvador; 103Méndez Ballester, Manuel; 132Méndez Quiñones, Ramón; 50Menéndez y Pelayo, Marceli-

no; 97Merjeliza, Ignacio; 118Mesonero Romanos, Ramón;

15México; 97


Micheli, Julio (hijo); 133Minerva; 122Ministro de Comunicaciones

y Obras Públicas; 23Miranda Archilla,Graciany;

124Miranda, Luis Antonio; 131Mistral, Gabriela; 49Moczó, Pedro; 118Molière; 150Molina; 32Molina Serrano, Eusebio; 33Monagas, Los; 43Monge, José María; 33, 131,

136Monte del; 32Montes Hernández, Pedro;

126Morales; 105Morales Cabrera, Pablo; 132Morales Carrión, Arturo; 40, 44,

46, 122, 123, 139, 141, 142Morales Coll, Eduardo; 137Morales Ferrer, Abelardo; 92,

93Morales, José Pablo; 136Morales, Luis Manuel; 123,

126, 138Moreira, Rubén; 133Morel Campos, Juan; 12, 28,

29, 33, 131, 136Moreno, Ramón María; 2Muñoz Marín, Luis; 48, 84, 124Muñoz Morales, Luis; 119, 138Muñoz Rivera, Luis; 23, 48,

112, 136, 138Murga Sanz, Vicente; 125

Museo de Bellas Artes de Puer-to Rico; xiii

N

Nación; 68Nacionalismo; 41Nance de Goenaga, Margaret;

126Náter, Germán P.; 125Navarro Tomás, Tomás; 39Negrón de Montilla, Aida; 113Negrón Flores, Ramón; 131Neumann Gandía, Eduardo;

138New York (Nueva York); 9,

112, 115, 122Nicaragua; 38Nuevo Testamento; 148Núñez Salarín, Fernando; 95,

136

O

O’Daly de la Puente, Demetrio;136

Oats Capdequí, José María;128

Obispo Titular de Ucres; 147Oklahoma; 113Oliver, José R.; 133, 139Oller Cestero, Francisco; 12,

33, 131, 136Oller, Juan; 95Olózaga Acosta, Antonio; 95Olózaga , Salustiano; 15Onís, Federico de; 39, 51, 128Ordás, Gordón; 123


Orfeón Puertorriqueño; 96Organización de Estados

Americanos; 146Organización de las Naciones

Unidas; 146, 147, 150Organización Puertorriqueña

de Inversiones y Servicios(OPIS); xiii

Ormachea; 32Ornés, Maricusa; 139Onís, Federico de; 39, 51Ortega, Luis; 123Ortiz, Benjamín; 47Ortiz del Rivero, Isabel; ixOrtiz, Julio B.; 125Osorio, Francisco; 136Otero, Ana; 136Oyola, Luisa M.; 125

P

Pacheco, Rafael; 95Padial y Vizcarrondo, Luis; 11,

136Padilla; 32Padilla Dávila, Manuel; 33,

131Padilla de Sanz, Trinidad (Tri-

na); 136Padilla, José Gualberto, “El

Caribe”; 136Padilla, Julio María; 18Padilla, Pólux J.; 2, 95Padín Rodríguez, José; 125Pagán Lucca, Bolívar; 34, 134,

138Pagán, Juan Bautista; 126

Palacio de Oriente; 151Palacios, Francisco; 133Palés Matos, Luis; 51, 123, 136Palés, Vicente; 131Paniagua Picazo, Antonio; 46,

90, 125, 134, 140Paniagua; 33Paoli Marcano, Antonio E.; 136París; 10, 102Parlamento Autonómico Puer-

torriqueño; 20, 91, 110Parnasillo; 4Parrilla Bonilla, Antulio; 147,

149, 150Partido Autonomista; 93, 94Partido Conservador; 92Partido de la Independencia;

112Partido Federal; 91Partido Liberal Reformista; 4,

93Partido Liberal; 92, 94, 95Partido Nacionalista de Puer-

to Rico; 45Partido Popular Democrático;

143, 144Partido Republicano; 112, 114Partido Unión de Puerto Rico;

91, 112Pastrana Fuentes, Marcos; ivPatria; 67, 73, 83, 87Paula Acuña y Paniagua, Fran-

cisco de; 2, 20, 81, 91, 95,110, 135, 136

Pavía Fernández, Manuel; 138Pedreira, Antonio S.; 41, 42,

122, 124, 136, 138


Peñaranda; 32Perea Roselló, Juan Augusto;

41, 43, 47, 124, 125, 136Perea Roselló, Salvador; 124Pérez Losada, José; 138Pérez Marchand, Monelisa;

139Pérez Moris, José; 2, 13, 106Pérez Pierret, Antonio; 50;

131, 138Pérez Ruiz, José A.; 139Picó, Rafael; 125Picón Salas, Mariano; 128Pineda, Antonio; 95Piñeiro, Fulgencio; 125, 140Pirandello; 50Pittaluga, Gustavo; 128Plaza de Baldorioty; 37Ponce; 96, 139, 144Ponce de León y Troche, Juan;

136Porras Cruz, Jorge Luis; 123,

124Porto Rico; 113Potous, Juan José; 18, 33Pou Becerra, Miguel; 133Power y Giralt, Ramón; 10, 29;

32, 136Premio de Honor del Ateneo

Puertorriqueño; xiii, 133Presidente de los Estados Uni-

dos; 34, 146Presidente del Ateneo Puerto-

rriqueño; 90; 139Presidente del Senado de

Puerto Rico; 143Príncipe, A.; 126

Pro Arte Musical de PuertoRico; 53, 55

Public-School System; 113Puerta de Tierra; 37Puerto Rico; xi, xii, 4, 8, 9, 10,

12, 13, 16, 17, 18, 20, 21, 22,25, 27, 29, 31, 32, 34, 35, 36,39, 40, 41, 42, 43, 44, 45, 47,52, 54, 55, 56, 59, 61, 62, 63,64, 67, 71, 72, 73, 75, 83, 84,86, 89, 90, 92, 97, 98, 100,101, 102, 104, 105, 107, 108,109, 110, 111, 112, 113, 114,115, 116, 117, 118, 120, 121,122, 127, 128, 130, 137, 140,142, 143, 144, 145, 146, 147,148, 149, 150

Pujazón; 32Quero Chiesa, Luis; 132Quevedo Báez, Manuel; 26, 27,

33, 115, 117, 130, 133, 137Quiñones Vizcarrondo, An-

drés; 139Quiñones, Francisco Mariano;

11, 136Quiñones Quiñones, Samuel

R.; 38, 45, 46, 54, 123, 125,130, 132, 134, 137

Quiñones y Vizcarrondo, Bue-naventura Valentín; 100,101

Quintón, José Ignacio; 49, 136

R

Ramírez, Alejandro; 11, 103,104


Ramírez de Arellano, Clemen-te; 131

Ramírez de Arellano, RafaelW.; 134, 138

Ramírez Santibáñez, José; 38,132, 137

Ramírez, Lucille R. de; 126Ramírez, Luis Antonio; 133,

139Real Cárcel; 99Real Comandancia de Marina;

91Real, Cristóbal; 131, 132Real Cuerpo de Artillería; 99Real Orden del 28 de noviem-

bre de 1811; 103Recasséns Sichos, Luis; 128Rechani Agrait, Luis; 124Regimiento de Granada; 101Regúlez y Sanz del Río, Alber-

to; 18, 32, 137República Dominicana (San-

to Domingo); xii, 9, 10, 38Revista Cultural Universitaria

Criterio; xiiRevista de las Antillas; 89, 119Revista del Ateneo Puertorri-

queño; 47, 120, 126, 130Revista del Colegio de Aboga-

dos de Puerto Rico; 119Revista del Instituto de Cultu-

ra Puertorriqueña; 90, 107,143, 147

Revista Los Quijotes; 122Revista Puerto Rico Ilustrado;

97Revista Puertorriqueña; 4

Revista Sin Nombre; 131Revolución Española; 105Rey de España; 99, 103, 151Reyes Fitzpatrick, Vicente; 125Río, Ángel del; 39Ribera Chevremont, Evaristo;

33, 124, 131, 134Richardson, Angelita S.; 125Richardson, Lewis C.; 126Río Piedras; xi, 76, 97, 111,

112, 113Rius Rivera, Juan; 136Rivas Cheriff; 50Rivera de Reyes, Esperanza;

125Rivera Martínez, Prudencio;

125Rivera Matos, Manuel; 124, 138Rivera Zayas, Rafael; 38, 137Rivera, Carlos Raquel; 133Rivero Méndez, Ángel; 134,

138Robles, María Esther; 139Rodón, Francisco; 133Rodríguez, Augusto A.; 46, 94,

123, 134, 138Rodríguez Báez, Félix; 133Rodríguez Bou, Ismael; 76,

107, 150Rodríguez de Rivera, Ramón;

136Rodríguez de Tió, Lola; 11, 29,

32, 136Rodríguez Demorizi, Emilio;

123Rodríguez Frese, Marcos; 132Rodríguez, Juan Bautista; 18


Rodríguez Marxuach, MiguelJuan ; iv,

Rodríguez Marxuach, Eladio;iv, xviii

Rodríguez Morales, Luis Ma-nuel; 52, 54, 74, 129, 137,152

Rodríguez Otero, Eladio. ObrasCompletas; xvii, 3

Rodríguez Ramos, Manuel;139

Rodríguez, Samuel L.; 126Rodríguez Serra, Manuel; 117Rojas, Manuel; 136Romano, Jaime; 133Romero; 32Romero Togores , Calixto; 2,

94, 95, 136Romero y Cantero, Calixto; 136Romero, Alfredo; 133Roqué de Duprey, Ana; 136Ros y Pochet, Salvador; 137Rosa, José; 133Rosado del Valle, Julio; 51, 133Rosario, José C.; 125Rosario, José Raúl; 126Rossy, Jesús M.; 119Rossy Calderón, Manuel F.; 29,

134, 138Ruedas al Ateneo; 48Ruiz Arnau, Ramón; 26, 138Ruiz Belvis, Segundo; 11, 29,

48, 136Ruiz, Cristóbal; 51Ruiz Iriarte; 50Ruiz, José; 95Rumanía; 15

S

Saavedra, Ángel de, Duque deRivas; 15

Sackett, Fred; 126Sáez Burgos, Juan; 132Sáez, Pablo; 2, 93, 95Sáez Torres, Antonia; 48, 123,

128, 136Sagasta; 114Salazar, Adolfo; 123Salinas, Francisco; 100, 101Salinas, Pedro; 128Saliva de Lergier, Clara Luz.;

ix, 135Salvador, Juan; 101Sama, Manuel María; 33, 136Samalea Iglesias, Luis; 123,

134, 138San Juan de Puerto Rico; 3, 8,

10, 16, 26, 28, 31, 37, 48,61, 77, 78, 89, 90, 91, 92,95, 96, 97, 98, 99, 104, 107,109, 110, 112, 115, 117,118, 120, 121, 122, 126,140, 142, 144, 147

San Sebastián; 96Sánchez Morales, Luis; 138Sánchez Pesquera; 32Sánchez, Luis Rafael; 50, 132,

133Sánchez, Samuel; 133Sanjurjo, Carmela Eulate; 135Sanromá y Torra de la Riba,

Jesús María; 123Santaella, Francisco Marcos;

98


Santana, Miguel A.; 126Santiago Lavandero, Leopol-

do; 126Santillana, Ezequiel; 101Santos Tirado, Adrián; 132Santurce; 37Sanz y Posse, José Laureano; 9Sarmiento, Antonio; 119Sarriera, Ramón; 95Sawyer, L. R.; 134Schajowicz, Ludwig; 128Secretario General de la Orga-

nización de las NacionesUnidas; 146

Segall, Maurice; 126Seín, Francisco; 133Sellés Solá, Gerardo; 48, 125Semanario Universitario SER;

xiiSenado de los Estados Unidos;

146Sicardó Osuna, Juan; 136Sierra Berdecía, Fernando;

124, 132, 139Sierra, Roberto; 133Sifre Dávila, Jaime; 138Silva, Guillermo; 129, 139Siragusa, Sebastián; 134Sociedad Bolivariana de Puer-

to Rico; xiii, 38, 53Sociedad Bolivariana de Vene-

zuela; 38Sociedad Económica de Ami-

gos del País; 11, 63, 103,104, 114

Sociedad General de Publica-ciones; 119

Sociedad Obispo ArizmendiPro Defensa del Idioma; xii

Sociedad Protectora de la In-teligencia; 53

Sociedad Teatral Areyto; 53Soler y Martorell, Carlos Ma-

ría; 137Soler, Gerardo; 95Solís, Ramón; 108, 151Soto, Juan B.; 48, 138Soto, Pedro Juan; 50, 132, 133St. Thomas; 98Stahl Estamm, Agustín;18, 33,

133, 136Stern, Alfred; 129Strinberg; 50Suárez Díaz, Ada; 118Suárez, Ramón M.; 134Suau, Salvador; 117Such Rodríguez, Miguel; 129,

139Synge; 50

T

Tapia y Rivera, Alejandro ; 2,6, 11, 32, 33, 90, 95, 136

Tavárez, Manuel Gregorio; 12,29, 33, 131, 136

Teatro de Vanguardia del Ate-neo; 129

Teatro de Yauco; 96Teatro Experimental del Ate-

neo; 50Tejada, Leonardo; 136Tenés, Manuel; 18Teniente Fiscal de la Audien-

cia Territorial; 91


Texidor y Alcalá del Olmo, Ja-cinto; 27, 119, 131, 137

Texidor, Eduardo; 96The Vanguard Press; 112Timothée, Pedro C.; 33, 118,

132, 134, 138Tió de Sánchez Fuentes, Pa-

tria; 123Tió Montes de Oca, Salvador;

139Tipografía Cantero, Fernán-

dez y Cía.; 115, 122Tipografía El Heraldo Espa-

ñol; 117Tizol; 33Toa Alta; 96Todd, Roberto H.; 134Todd, Roberto H., hijo; 138Toledo Álamo, Domingo; 125Toledo, Fermín; 95Toro Cuebas, Emilio del ; 38,

119, 124, 137Torre, José Ramón de la; 132,

139Torre, Miguel de la; 98, 99Torres Martinó, José Antonio;

133Torres Mazzorana, Rafael; 125Torres Morales, José Antonio;

97Torres Santiago, José Manuel;

132Torres Vargas, Diego de; 136Totti, Etienne; 138Tous Soto, Manuel; 32, 125Tratado de París; 111Tratado de Tlatelolco; 145Tratado para la Prohibición de

Armas Nucleares en laAmérica Latina; 146

Trujillo Bajo; 99Tufiño, Rafael; 51, 133Tufiño, Rafael (hijo); 133

U

Unión de Libertades Civiles deNueva York; 139

Unión Norteamericana; 21Unión Pro Defensa de la Mo-

ral Natural; xiiUnited States Insular Com-

mission to the Secretary ofWar; 113

Universidad Central de Ma-drid; 3, 5, 105

Universidad de George Washing-ton; xi

Universidad de Harvard; xiiUniversidad de La Habana; 18Universidad de Puerto Rico;

xi, xii, 44, 51, 55, 59, 76, 78,91, 96, 97, 103, 111, 112,139

Universidad de Sevilla; 91

V

Valdés, Ramón; 106Valdivia; 33Valero de Bernabé, Antonio;

136Valle Atiles, Francisco del; 2,

33, 94, 113, 114, 132, 133,136, 137

Valle del; 32


Valle, Francisco del; 95Valle-Inclán; 151Valle Rodríguez, Rafael del;

136Vasconcelos, José; 44Vázquez, Isabel; 133Vega Baja; 106Vega, Laureano; 95Venezuela; 38, 98, 101, 102Veray Torregrosa, Amaury;

132, 133, 139Vicéns, Nimia; 50Vicente Gómez, Juan; 39Vidarte, Santiago; 12, 136Vientós Gastón, Nilita; 46, 49,

50, 51, 54, 123, 129, 130,131, 137, 143

Vilanova; 32Villa, Antonio de la; 123Villalón, Leonides; 18Villaronga; 32Villaronga, Gabriel; 33, 133Villaronga, Luis; 124, 138Vinajeras; 32Vizcarrondo, Carmelina; 124,

138Vizcarrondo, Luis L. de; 134Vizcarrondo y Coronado, Ju-

lio L. de; 4, 11, 90, 105, 136Vizcarrondo y Martínez de

Andino, Andrés Cayetanode; 99

Vizcarrondo y Ortiz de Zárate,Andrés Salvador de ; 11, 99,100, 101, 102, 103, 136

Vizcarrondo y Ortiz de Zárate,Juan de; 100

Vizcarrondo y Ortiz de Zárate,Lorenzo de; 100, 101

W

Warreck, George; 126Washington, George; 113Washington, Gobierno de; 26,

37Winship, Blanton; 57, 139

Y

Yauco; 96Yordán, Manuel N.; 134

Z

Zapata Martínez, Alina; ixZeno Gandía, Manuel; 49, 112,

136Zeno Vázquez, Francisco M.;

132, 140Zorrilla de San Martín, Enri-

que; 138

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