Gassan Kanafani - Muros de Fierro

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Cuento

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    MUROS DE FIERRO

    Todo el mundo ya saba que dentro del paquete rectangular que el pequeo Hassan acababa de recibir, en la maana de su cumpleaos, haba una pequea jaula con un pajarito. Agrupados alrededor del pequeo, omos, antes que l arrancase el papel lleno de hoyos, el batir dubitativo de las alas y un gorjeo asfixiado. A pesar de eso, nadie crea que el pjaro pudiese haber llegado vivo. Y, qu poda hacer un nio como aqul con un pjaro de verdad? Momento despus, el paquete estaba abierto. Hassan se acerc a la jaula, agarrndola y apretndola con fuerza. Grita excitado: Es un gorrin!

    Poco tiempo tuvimos de mirar, durante el viaje, la jaula y el gorrin. Hassan estaba emocionado, con las mejillas rojas y los ojos brillando mientras giraba por el cuarto, sin saber qu hacer. Despus de algunos minutos, nos dej ver ms de cerca el pjaro preso, pero no acercaba la mano a la jaula. Agarraba la argolla que estaba en lo alto de ella con fuerza. La jaula no estaba pintada y tena la madera cubierta por una mano de barniz. En el centro, estaba incrustado un palito de gallinero. Haba un platillo para el agua, fijado en un ngulo, y un recipiente para granos, en el otro. En el techo de la jaula, que tena la forma de una pirmide, pequeas barras de fierro haban sido cuidadosamente encajadas. El pjaro se agarraba en lo alto con todas las fuerzas de sus frgiles patas. Temblaba al sacudir, desesperadamente, la cabeza, pero colocaba sobre nosotros aquellos pequeos ojos brillantes, como dos aros negros. El alto de la jaula era de un rojo metlico, lo que pareca

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    dar a sus movimientos una violencia impotente y triste. Tena, en el mirar sin esperanza, una especie de herosmo. Por unos momentos, dejaba de saltar por entre las barras de las jaulas y del techo. Cada vez aterrizaba pesadamente, poniendo el pico entre las barras, buscando frenticamente una salida. Los puntos negros y rojos que tenan la cabeza le daban un cierto aire de furia y tristeza simultneas, una tristeza punzante. Su pequeo cuerpo inclinado, las garras crispadas y los ojos febriles daban la impresin que meditaba pronto a tomar una importante decisin. Por qu no se queda quieto un poco? Est con miedo... De quin?

    De ti...

    Hassan observa el ave con una mirada de decepcin. Se preguntaba si alguna cosa en l podra asustarlo. Su rostro revelaba la confusin interior del nio que no sabe cmo conducir las cosas para que todo camine conforme a sus propios deseos. Fue entonces que mi hermano ms viejo, que estaba atrs de m, dijo: No, l no tiene miedo de ti. Un gorrin no siente miedo. Entonces, por qu l no para de agitarse? Est acabando de tomar posesin de su nueva casa... no ests viendo? Mira bien... Est observando pedazo por pedazo, parte por parte, aprendiendo a mecerse, conociendo la jaula... Todos, juntos, miraban el pjaro que revoloteaba sin descanso por entre las barras. Realmente, era bien posible que estuviese haciendo o reconociendo el nuevo hogar... Hassan, entretanto, necesitaba de respuestas ms exactas:

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    Pero l ya estaba en esta jaula antes de llegar aqu. Ya tuvo tiempo para descubrir la casa nueva antes... Tu to la compro, o tal vez captur al pajarito, hace poco tiempo. En todo caso, la jaula es una cosa nueva para l. Por eso se mece tanto. Nuestro mirar se volvi otra vez al pjaro. l continuaba, balancendose dentro de la malla de fierro que lo sujetaba. Mi hermano volvi a hablar, con la misma voz tranquila:

    Un gorrin necesita de dos a tres meses para acostumbrarse con su nueva casa. Durante ese perodo, l observa todo con la mayor atencin. Al mismo, tiempo no deja de buscar una salida al exterior. Hassan aprieta sus manos a las espaldas y, sin sacar los ojos del pjaro gris salpicado de un rojo de sangre, dice: Va a estar as tres meses?

    S, va a estar as.

    Y no va a cantar durante los tres meses? No. Va a gorjear un poco, pero no va a cantar. Y despus? Despus, tal vez cante...

    Y de noche, l va a dormir como la gente duerme? No. l se queda de pie, sin acostarse. Y deja los ojos bien abiertos

    para ver todo a su alrededor. Mi hermano, que saba que las preguntas de Hassan no dejaran dormir a la noche, que ira a ocupar todo el tiempo en el pjaro, mirndolo en cualquier movimiento.

    Durante cinco das enteros, el pjaro se apoder de todos los espacios de vida de Hassan. l convidaba a sus amigos para contemplar al animal, que

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    ahora le daba por chupar las barras de la jaula. Pareca estar descubriendo cada rincn, cada rendija, cada color. El pequeo repeta a sus amigos lo que mi hermano haba dicho, y agrandaba, como hacen los nios, cada una de las explicaciones, una nueva imagen o un nuevo trazo.

    Sin embargo, Hassan no me pareca enteramente convencido de que el pjaro asustado acabara por acostumbrarse a su nuevo hogar. Habl de sus dudas conmigo en muchas oportunidades, pues no tena valenta de hablar con mi hermano mayor. Un da, l me pregunt: Si despus de tres meses resuelvo abrir la jaula y dejo que l hulla, volver?

    No poda responder. No conoca nada sobre la vida y los hbitos de los pjaros. Promet que me informara con mi hermano y llevara la respuesta. Cuando habl con mi hermano, l murmur: No seas idiota. l se acostumbra a la jaula, si se conforma con vivir all. Pero si fuera colocado fuera de ella, no volvera nunca ms. No cont eso a Hassan. No era el caso complicar la historia, que ya era

    mucho para su pequea cabeza. Era mejor que l encarase las cosas a su manera. Era ms cmodo para Hassan, y para nosotros tambin. Mi hermano crea lo mismo. l crea an que la idea de dar un pjaro vivo a un nio era absurda. Eso poda hacer que otros aspectos de su vida quedasen ms sombros: Mira aqu. l abandon todos sus juguetes, sus animales de plstico, de tela o de algodn. Un milln de pjaros de plstico o de tela no van a tomar el lugar de ese maldito gorrin... Cul fue el nombre que l le di? Hassoun.

    Qu?

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    Hassoun. l no entiende por qu quieren darle otro nombre. Luego, Hassan me pidi dinero para comprar una jaula un poco mayor. Yo ya haba notado que la otra jaula era muy pequea para abrigar el vuelo desvariado e incansable del ave. Pero la nueva jaula no cambi nada. Ella solamente le permiti ir ms lejos a cada batir de las alas. Entretanto, Hassan se encantaba, sobre todo cuando le anunci que el cambio quedara por su cuenta.

    Le expliqu que deba asegurar al pjaro con las dos manos, sin apretar mucho para no matarlo, pero tambin sin dejarlo suelto para que huyese. Y si l me picotea?

    Solamente si t lo aprietas mucho. En ese caso, afloja un poco. Y si l huye?

    Slo no lo sueltes demasiado. l me mira sin comprender muy bien. Pero, de una manera u otra, deba ser l mismo el responsable de la mudanza. E hizo todo mejor de lo que poda imaginar. Ni se quej cuando el pjaro meti el pico en su mano. En los das siguientes, habl mucho y crey que el gorrin estaba ms feliz en su nueva jaula. Mi hermano mayor, escuchando pacientemente durante el almuerzo, no concordaba. Dijo a Hassan, sin levantar los ojos del plato: No fue bueno comprar una jaula nueva... Por qu?

    Perdiste un mes. El pjaro necesita recomenzar a acostumbrarse ahora a la nueva casa. Eso va a llevar ms tiempo, porque esa jaula es ms grande. Observ con el canto de los ojos al nio, que miraba tristemente alrededor, haciendo fuerza para continuar comiendo. Luego l desiste, pone la

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    cuchara al lado del plato, y me encara. Viendo la reaccin de l, mi hermano intenta arreglar:

    Pero, Quin puede saber? Al pjaro le puede hasta gustar su nueva casa y acostumbrarse deprisa. l tiene el modo de quien entiende de esas cosas... Antes de que mi hermano acabase de decir lo que quera, nuestras miradas se encontraron. Hassan continuaba observndome fijamente, esperando algn gesto que lo tranquilizase. Pero su hermano, acabando de engullir un enorme bocado, continu: Pues es... tu pjaro debe ser un especialista. l debe haber demorado unos dos meses en una jaula de mimbre en la casa de tu to. Despus, l lo coloc en una jaula de madera que compr especialmente para mandrtelo. Entonces, aqu, despus de un mes t le compraste esa jaula nuevita... Sin esperar el fin de la frase, Hassan impuls la cadera, se levant y fue en silencio a su cuarto. Intent evitarlo asegurndolo por el brazo. Con la cabeza baja, el mentn tocando el pecho l tena los ojos llenos de lgrimas que estaba intentando contener, en la mesa. Antes que comenzase a sacudirse con el hipo, yo le susurr al odo. Qu tienes? l no lleg a responder. Solt su brazo y l corri al cuarto. Algunos minutos despus fui hasta all. l estaba arrodillado cerca de la jaula donde el pjaro saltaba de un lado para otro. Cuando se dio vuelta hacia m, pareca tener preparado lo que me fue diciendo: Hace tres meses que l no para de agitarse. Y tiene an otros tres meses ms...

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    Pens de repente que las pequeas alas no iran a aguantar tres meses. Iba a proponer a Hassan que abriese la puerta de la jaula y lo soltase. Me control, para dejarlo llegar por s mismo a esa decisin. En el instante siguiente, una cosa extraa sucedi: El pjaro par de una vez. Asegurando una barra con sus garras, el cuello estirado un cuello blanco hecho de espuma de mar. Nos miraba sin movimiento. Luego me di cuenta de lo que suceda. Pero Hassan qued feliz. Poniendo sobre m sus grandes ojos, sonri. Una sonrisa que ya estaba dejando singular todo aquello. Yo repet su sonrisa. Corri hecho una flecha rumbo al comedor. O los gritos de alegra que l daba, mezclados con el sonido de sus pasos al corredor: l par! Hassoun par! Despus o cuando volva. Abraz la jaula y se arrodill otra vez. Tamborileaba con los dedos sobre las piernas, lleno de alegra. Mi hermano se acerca y queda parado por un momento detrs de l, sin dar mucha atencin al pjaro. De repente, se inclina al frente con las manos apoyadas en las rodillas, observa el pjaro siempre inmvil, cuando Hassan repite sin parar: Ests viendo? l se detuvo... Con los ojos siempre fijos en el gorrin, mi hermano mueve lentamente la cabeza, frunce el ceo y dice simplemente: l acaba de morir.