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Momento capital en la biología del individuo es la búsqueda y el uso de los medios de sustento diarios; para los animales, al es- tar privados de razón, es el instinto mismo el que, como dice S. Ambrosio, per quoddam nature mysterium 168 , los guía para evi- tar lo que es nocivo y para reconocer lo que es provechoso para su salud 169 La historia de la progresiva civilización del hombre está documentada en buena parte por la evolución de su régi- men alimentario; las atenciones y las preocupaciones en la elec- ción, en la confección y en el consumo de los alimentos miden y diferencian las etapas alcanzadas en las distintas épocas. El comer se ha transformado poco a poco de necesidad biológica en acontecimiento "humano", en instrumento racional y acto so- cial; es un componente importante de la misma cultura que in- forma a las estructuras mentales: la comida adquiere un lengua- je propio y expresa valores simbólicos, transmite mensajes 170 . La variedad léxica que se refiere a la alimentación del hombre no sólo atestigua sus diversos aspectos y los contenidos mate- riales, sino que indica también los sentimientos y las actitudes producidos por la aceptación de la comida; del primitivo viva que se pasa a la mesa, al comedor, al convite, al banquete, al sim- posio. La producción literaria e iconográfica no sólo nos dice qué y cómo comía el hombre medieval, sino que nos permite tam- bién averiguar la ideología de la alimentación 171 . Dentro de los más modestos límites de la presente investiga- ción, dedicada a indagar el comportamiento del hombre frente a la comida y a todo lo que sirve para su sustento cotidiano, en otras palabras las normas higiénicas de la alimentación, tene- mos una fuente copiosa, aunque no homogénea, en los nume- rosos Libri poenitentiales, casi todos de procedencia monástica. Se trata de recopilaciones, más o menos amplias, de reglas, decisiones sinodales, cánones litúrgicos, o pasajes elegidos de los escritos de los santos Padres ordenados según el tema tra- tado. Verdaderos manuales del comportamiento humano, minu- ciosos y circunstanciales, para uso de los confesores y de los guías espirituales, estaban destinados a disciplinar la vida y la conducta de laicos y de eclesiásticos 172 . En las distintas sec- ciones en que se dividen hay normas, disposiciones y sugeren- cias que hoy encontrarían su colocación natural y más lógica en los manuales y prontuarios de higiene y profilaxis que Ias edito- riales modernas destinan a las familias. Expresión de la tradición cultural en que estos libros se han re- dactado, reflejan también con fidelidad la imagen del paisaje y de la sociedad preferentemente rural en que se basa la visión antropológica y naturalista de cada autor 173 . Previendo una UNTREF VIRTUAL | 1 Higiene y Buenas Maneras En La Alta Edad Media Oronzo Giordano 168. "Por cierto misterio de la naturaleza". 169. An non oves et caprae ea quae sibi noxia sunt declinare didicerunt, et solo odore per quoddam naturae mysterium, cum sint rationis expertes, ra- tionem tarnen evadendi periculi, vel tuendae salutis agnoscunt?: Exemeron, III, 9, 40, en PL 14, 185. 170. Vid. la ponencia del Congreso Internacional de Imperia de 1983 de M. Montanari, "Il linguaggio del cibo: valori simboli messaggi alimentari nell'Alto medioevo"; cf. G. Musca, "Cultura e storia dell'alimentazione", en Quaderni Medievali, 16 (1983), págs. 167-78; A.Varagnac, Il cibo, sostanza sacra, en F. Braudel (al cuidado de), La storia e le altre scienze sociali, trad. it., Bari, 1974, págs. 18-30. 171. M. Montanari, L'alimentazione contadina nell'Alto medioevo, Napoli, Li- guori, 1979, págs. 457 y sigs. 172. Publicados ya en la Patrologia latina de J. P. Mignc, los reunió y publicó en una edición critica W. H. Wasscrschlcben, Die Bussordnungen der aben- dländischen Kir-che, Halle, 1851 (reed. anast., Gratz, 1958); H. J. Schmitz, Die Bussbircher und die Bussdisciplin der Kirche, t. I, Mainz, 1883 (reed. anast., Gratz, 1958), t. II, Die Bussbücher und das kanonische Bussverfahren, Düsseldorf, 1898 (reed. anast., Gratz, 1958), que en adelante se indicarán respectivamente con las iniciales del autor y la página. Más recientemente se han publicado los Penitenciales de origen irlandés por L. Bicicr, The Irish Penitentials (Scriptores Latini Hiberniae, vol.V), Dublin, 1963. En lo referente a la fecha, la clasificación, la doctrina penitencial y los diferentes problemas conexos, vid. M. G. Muzzarclli (al cuidado de), Una componente de la menta- lità occidentale: I Penitenziali nell'alto Medioevo, Bologna, 1980. De la misma autora y en relación con el argumento que aquí interesa, vid. la aportación más especifica: "Norme di comportamento alimentare nel libri penitenziali", en Quaderni Medievali, 13 (1982), págs. 45-80. 173. La "jurisprudencia" y la respectiva mensura poenitentiae que confluyen en estas colecciones quedan deliberadamente excluidas de la presente investigación. Capítulo II

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Momento capital en la biología del individuo es la búsqueda y eluso de los medios de sustento diarios; para los animales, al es-tar privados de razón, es el instinto mismo el que, como dice S.Ambrosio, per quoddam nature mysterium168, los guía para evi-tar lo que es nocivo y para reconocer lo que es provechoso parasu salud169 La historia de la progresiva civilización del hombreestá documentada en buena parte por la evolución de su régi-men alimentario; las atenciones y las preocupaciones en la elec-ción, en la confección y en el consumo de los alimentos mideny diferencian las etapas alcanzadas en las distintas épocas. Elcomer se ha transformado poco a poco de necesidad biológicaen acontecimiento "humano", en instrumento racional y acto so-cial; es un componente importante de la misma cultura que in-forma a las estructuras mentales: la comida adquiere un lengua-je propio y expresa valores simbólicos, transmite mensajes170.La variedad léxica que se refiere a la alimentación del hombreno sólo atestigua sus diversos aspectos y los contenidos mate-riales, sino que indica también los sentimientos y las actitudesproducidos por la aceptación de la comida; del primitivo viva quese pasa a la mesa, al comedor, al convite, al banquete, al sim-posio. La producción literaria e iconográfica no sólo nos dice quéy cómo comía el hombre medieval, sino que nos permite tam-bién averiguar la ideología de la alimentación171.

Dentro de los más modestos límites de la presente investiga-ción, dedicada a indagar el comportamiento del hombre frente ala comida y a todo lo que sirve para su sustento cotidiano, enotras palabras las normas higiénicas de la alimentación, tene-mos una fuente copiosa, aunque no homogénea, en los nume-rosos Libri poenitentiales, casi todos de procedencia monástica.Se trata de recopilaciones, más o menos amplias, de reglas,decisiones sinodales, cánones litúrgicos, o pasajes elegidos delos escritos de los santos Padres ordenados según el tema tra-tado. Verdaderos manuales del comportamiento humano, minu-ciosos y circunstanciales, para uso de los confesores y de losguías espirituales, estaban destinados a disciplinar la vida y laconducta de laicos y de eclesiásticos172. En las distintas sec-ciones en que se dividen hay normas, disposiciones y sugeren-

cias que hoy encontrarían su colocación natural y más lógica enlos manuales y prontuarios de higiene y profilaxis que Ias edito-riales modernas destinan a las familias.

Expresión de la tradición cultural en que estos libros se han re-dactado, reflejan también con fidelidad la imagen del paisaje yde la sociedad preferentemente rural en que se basa la visiónantropológica y naturalista de cada autor173. Previendo una

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168. "Por cierto misterio de la naturaleza".

169. An non oves et caprae ea quae sibi noxia sunt declinare didicerunt, etsolo odore per quoddam naturae mysterium, cum sint rationis expertes, ra-tionem tarnen evadendi periculi, vel tuendae salutis agnoscunt?: Exemeron,III, 9, 40, en PL 14, 185.

170. Vid. la ponencia del Congreso Internacional de Imperia de 1983 de M.Montanari, "Il linguaggio del cibo: valori simboli messaggi alimentari nell'Altomedioevo"; cf. G. Musca, "Cultura e storia dell'alimentazione", en QuaderniMedievali, 16 (1983), págs. 167-78; A. Varagnac, Il cibo, sostanza sacra, enF. Braudel (al cuidado de), La storia e le altre scienze sociali, trad. it., Bari,1974, págs. 18-30.

171. M. Montanari, L'alimentazione contadina nell'Alto medioevo, Napoli, Li-guori, 1979, págs. 457 y sigs.

172. Publicados ya en la Patrologia latina de J. P. Mignc, los reunió y publicóen una edición critica W. H. Wasscrschlcben, Die Bussordnungen der aben-dländischen Kir-che, Halle, 1851 (reed. anast., Gratz, 1958); H. J. Schmitz,Die Bussbircher und die Bussdisciplin der Kirche, t. I, Mainz, 1883 (reed.anast., Gratz, 1958), t. II, Die Bussbücher und das kanonische Bussverfahren,Düsseldorf, 1898 (reed. anast., Gratz, 1958), que en adelante se indicaránrespectivamente con las iniciales del autor y la página. Más recientementese han publicado los Penitenciales de origen irlandés por L. Bicicr, The IrishPenitentials (Scriptores Latini Hiberniae, vol.V), Dublin, 1963. En lo referentea la fecha, la clasificación, la doctrina penitencial y los diferentes problemasconexos, vid. M. G. Muzzarclli (al cuidado de), Una componente de la menta-lità occidentale: I Penitenziali nell'alto Medioevo, Bologna, 1980. De la mismaautora y en relación con el argumento que aquí interesa, vid. la aportaciónmás especifica: "Norme di comportamento alimentare nel libri penitenziali",en Quaderni Medievali, 13 (1982), págs. 45-80.

173. La "jurisprudencia" y la respectiva mensura poenitentiae que confluyenen estas colecciones quedan deliberadamente excluidas de la presenteinvestigación.

Capítulo II

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amplia gama de eventualidades y de posibilidades en la vida co-tidiana, estos manuales se transforman casi en anotacionespuntuales, en crónica atenta de la precariedad, de la inseguri-dad y de los riesgos afrontados en cada momento por hombresy animales, que todavía se disputan los mismos espacios y amenudo los mismos alimentos, enfrentándose no pocas vecesen lucha abierta por la supervivencia. Emerge incontrolada unanaturaleza en gran medida salvaje, mientras el bosque va retro-cediendo lentamente ante los campos de cultivo y, como escribeBoutruche, los pájaros huían ante el hacha de los leñadores queabrían los calveros174. En este paisaje constelado de villae, devici, de pagi, marcados en el horizonte por la domos más altadel propietario de las tierras y por la ecclesia, que es la domosDei, apenas se vislumbran los conglomerados de hospitiola y deca-sae, es decir, los tugurios y las cabañas valladas por unaempa-lizada de madera o por un seto de zarzas y espinos, encuyo interior se desarrolla gran parte de la vida familiar. Osos,lobos, jabalíes, ciervos, zorros merodean por los márgenes deselvas y boscajes, llegando hasta las pobres casas del hombre,y poniendo en peligro familias y animales domésticos: en la pan-talla geográfica de la Europa medieval se proyectan las vicisi-tudes y el hábitat de una fauna errática y no bien delimitada enque el hombre no siempre es protagonista vencedor. Las casasde los hombres, como espacios vividos, están en los límites dela mínima comodidad175 junto a las pocas construidas total-mente en piedra, abundan las hechas en parte de piedra y enparte de madera y paja, con poca luz y escasa ventilación. Amenudo se trata de un gran espacio dividido en varios cuartos,que evocan un poco nuestras habitaciones; generalmente, la fa-milia come y duerme en un mismo local; el hogar, con la chime-nea para la salida del humo, está en el centro; el pavimento esde tierra batida, y sobre él se ponen por la noche esteras y paja,donde padres e hijos duermen juntos. Tales viviendas, en cuan-to a la decoración, a los enseres y a la limpieza de las habita-ciones, no debían diferir mucho de los refugios de los animales.

Alimentos y bebidas mal guardados y expuestos a los agentesatmosféricos y a la avidez de los animales; cereales y granos detodo tipo amontonados de cualquier modo y con frecuencia nodemasiado alejados de los montones de estiércol que fermenta-

ban al lado de la casa, de valiosas reservas alimenticias se con-vertían rápidamente en vehículos naturales de infecciones y en-fermedades.

Hallar animales y bichos más o menos repugnantes en el agua,en la leche, en el vino, en el aceite y en toda clase de bebidas eranormal y de todos los días: ratones, perros, gatos, reptiles y pe-queños insectos que día y noche se movían con libertad igual a ladel hombre entre los cacharros esparcidos por todas partes, aca-baban a menudo cayendo dentro. Los mismos animales de corraly las aves que iban a beber en los recipientes comunes mal pro-tegidos, dejaban dentro de ellos porciones de fango y excremen-tos más o menos llamativos. Al ir al pozo (donde lo había) parasacar agua, podía suceder que se hallara dentro la carroña de unperro o el cadáver de un hombre; mientras se iba por los senderosdel campo, a través de sotos o a lo largo del río, se tropezaba amenudo con animales atacados y destrozados por otras bestias ose veían peces muertos flotando sobre el agua o abandonados enla orilla. En el vasto mundo rural, los accidentes y la muerte deanimales y hombres eran muy frecuentes.

El dramatismo o la trivialidad de los episodios, el carácter acci-dental de los hechos más corrientes, los sucesos fortuitos que

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174. R. Boutruche, Signoria efeudalesimo, Bologna, il Mulino, 1971, vol. II,pág. 11.

175. Los doctos de la época se ejercitaban en hallar y explicar las correspon-dencias entre los distintos étimos que indican la habitación de los hombresy los diferentes niveles socio-económicos: "Casa agreste habitaculum, palisatque virgultis arundinibusquc contextum quibus possint homines tucri a fri-goris vel calons aestu. Tugurium casula est quam faciunt custodes vinearumad tegimen sui quasi tegurium, sive propter ardorem solis, et radios decli-nandos, sive ut inde vel homines vel bestiolas, quae insidiari solent natisfrugibus, abigant. Nane rustici capannam vocant quod unum tantum capiiCasa sive tugurium possunt egestatem praesentis vitae significare": RábanoMauro, De Universo, XIV, 19, en PL III , 409 . Sólo la mansión del rico, delnoble (laico o eclesiástico) que allí reside largo tiempo y en ella come sellama aedes, precisamente porque, como indica la misma etimologia, aedesab edendo; se llama también aedificium, eo quod fuerit prius ad edendumfactum: Isidoro de Sevilla, Etytnologiae, XV, 3, 2 (ed. W. M. Lindsay, 1911).

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entreveran la jornada del hombre, sus reacciones y gestos, máso menos instintivos o deliberados, están previstos y reglamenta-dos de canon en canon, de capítulo en capítulo, con un verismoque no pocas veces suscita repugnancia y asco, con una cru-deza icástica que provoca en el lector moderno malestar y de-sasosiego. En estos esbozos penitenciales hallan sitio todos losmomentos y contenidos de la experiencia humana en un abani-co, a menudo inesperado, de circunstancias y manifestacionesinfinitas. Su lectura y utilización, para nuestro estudio, permitede algún modo delinear la que podía ser la práctica higiénicacomún ante los alimentos, cuáles eran los límites y el umbral dela repugnancia, de la melindrosidad y, por tanto, las atencionesy precauciones, el grado de limpieza y de higiene que la genteexigía o era capaz de dar176.

La casuística expuesta y las soluciones sugeridas o impuestasrevelan una información y un patrimonio de reglas higiénicas, detradiciones y de costumbres sociales bastante limitado y no po-cas veces rudamente primitivo, que se alimenta de prejuiciospopulares, de prácticas comunes de ascendencia mágico-reli-giosa y, naturalmente, de la total ignorancia de los procesos decontaminación, infección y contagio propios de una cultura cientí-fica que no habla descubierto aún el mundo de los microbios177.Anclados en una especie de conservadurismo y dogmáticamen-te inmóviles en sus conocimientos de la realidad material; intere-sados por la higiene del alma, por la limpieza espiritual, nuestroscanonistas coleccionan normas que están dictadas principalmen-te por preocupaciones religiosas. La ambigüedad semántica en-tre salus animae y sanitas corporis y la identificación de la purezafísica con la pureza moral sirven de base a prescripciones, pro-hibiciones, restricciones o concesiones que hoy nos parecenrepugnantes o, al menos, incomprensibles178.

Los Libri poenitentiales reflejan un género de angustias en la vi-da cotidiana ligadas al concepto de puro y de inmundo comoconsecuencia de una culpa cometida, de un pecado consuma-do, y tienen el efecto psicológico de crear en el individuo unasensación de peligro y de inseguridad. Pero con los ritos de pe-nitencia y los ceremoniales de purificación propuestos, junto conlas creencias asociadas a ellos, el individuo se ve al mismo

tiempo tranquilizado; una vez establecidos e institucionalizados,estos ritos, simbólicos o catárticos, adquieren el poder de conju-rar el peligro y devolver seguridad y tranquilidad a la concienciaturbada179. Como precisan los subtítulos de estos libros, sus

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Oronzo Giordano176. Se ha puesto de relieve que la disciplina penitencial se basa en el prin-cipio médico según el cual contraria contrariis curantur, y el mismo dictadonormativo revelauna mentalidad médica (cf..I. T. Mc Neill, Medicine for sin asprescribed in the Penitentials, en Church History, I (1932), págs. 14-26.Escribe Columbano: "Verbosus vero taciturnitate damnandus est, inquietusmansuctudine, gulosus ieiunio, somnolentus vigilia, superbus carcere, desti-tutor repulsione. Diversitas culparum diversitatem facit poenitentiarum; namet corporum medici diversis medicamenta generibus componunt... ita igituretiam spiritales medici diversis curationum generibus animarum vulnera,morbos, culpas, dolores aegritudinum, infirmitates, sanare debenb>: DePoenitentiarum mensura tazanda liber, XII, en PL 80, 225-26. Sin embargo,en las que en cierto modo podríamos llamar normas higiénico-sanitariasbien poco o nada ha penetrado del saber médico contenido en las obras demedicina que se continuaban transcribiendo y conservando precisamenteen las bibliotecas de los monasterios. Han sido valoradas también, o quizássupervaloradas la utilidad y la difusión de las prescripciones higiénicas y ali-mentarias de los Penitenciales (cf. C. Vogel, Les "libri poenitentiales", Turn-hout, 1978 [Typologie des sources du Moyen Âge occidental, 27), págs. III ysigs.), los cuales tenían finalidades y pretensiones más limitadas y especifi-cas: vid. observaciones conclusivas del trabajo, ya citado, de M. G. Muzza-relli, Norme di comportamento, cit., págs. 75 y sigs.

177. Cf. G. Penso, La conquista del mondo invisibile. Parassiti e microbi nellastoria della civiltà, Milano, 1973; M. D. Grmek, "Le concept d'infection dansl'Antiquité et au Moyen Âge", en Rad. Jugoslay. Alead.. Zagreb, 1980, pág. 155.

178. J. Agrimi-C. Crisciani, Malato, medico e medicina nel Medioevo. Torino,1986; de las mismas autoras vid. "Medicina del corpo e medicina dell'anima.Note sul sapere medico sino all'inizio del sec. XIII", en Episteme. 10 (1976),págs. 5-102.

179. Para Ias consideraciones que se hacen aquí, vid. Th. O'Dea, Sociologiadella religione, Bologna, il Mulino, 1979, págs. 17 y sigs. En lo referente alconcepto de alimentos impuros o contaminados, como se ha observadooportunamente, "toda la categoríaa de la pureza remite a un sistema de va-lores que no tiene necesariamente una base fisiológica"; incluso cuandoparece aceptarlo, el intento higiénico del tabú sobre la consumición de ali-mentos impuros "está reforzado por la existencia de una mentalidad mágicaligada a los procesos de ingestión"; M. G. Muzzarelli, Norme di comporta-mento alimentare, cit., pág. 73.

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autores quieren ofrecer los remedia peccatorum y, por consi-guiente, fijar la mensura poenitentiae; puesto que la vida se per-cibe en términos cultuales y en la dimensión religiosa, quierenponer freno a los impulsos individuales y corregir las manifesta-ciones de los instintos, dispuestos a desencadenarse sobretodo en la voracidad, en la embriaguez y en la sexualidad a lasque están dedicadas la mayor parte de las normas. La actitud amenudo severa, y en general apriorística de los autores respec-to al comportamiento humano hace que las prohibiciones y lasconcesiones aprobadas "se coloquen en el interior de una visión,o mejor aún de una previsión global del modo de comportarse enla vida cotidiana, personal y de relación, de un hipotético buencristiano"180 y que nos ayuden mucho menos a percibir los posi-bles modelos estándar de comportamiento, la conducta habi-tual, el común behaviour humano en el sentido de la psicologíamoderna. Una concepción antropológica fundada en la dicoto-mía buenos-malos, fideles-infideles, piezas-impietas, llevaba aconfundir y a identificar el comportamiento humano, la exigenciasocial, la práctica ética y la observancia religiosa, haciendo detodo ello una norma única y un solo modelo de valor inmutable.Las expresiones reales e ineliminables de la fisiología humana,los tiempos y los modos exigidos por ellas, se insertan en la es-fera ético-religiosa y se colocan en un tiempo sagrado, en con-traposición con la esfera laica y con el tiempo profano; el calen-dario de la vida del hombre, como el diario de sus jornadas, nose dejan a su iniciativa, sino que son sometidos a disciplinas ypreviamente dispuestos con autoridad.

La homologación de lo social, de lo laico con lo religioso haceque ya no haya acciones y actividades de suyo indiferentes y sinmás constricción que la satisfacción de una necesidad o la cos-tumbre y las reglas sociales en que se apoya. La disciplina ecle-siástica implica a todo el individuo, tanto en los momentos co-munitarios y de participación litúrgica, como cuando está fuerade la esfera eclesiástica. En el ámbito de la familia, en sus relcio-nes personales, en su trabajo y también en los actos que perte-necerían a la más secreta e incontrolable intimidad, es siempre elfidelis de la societas christianorum y, como tal, está sujeto al ma-gisterio y a la dirección de la autoridad religiosa responsable ygerente única de todo lo que le concierne.

* * *Bastante frecuente debía de ser la contaminación de comidas ybebidas por parte de los animales, especialmente de los pájarosque, revoloteando libremente, dejaban caer por todas partes susexcrementos; muy a menudo eran los animales mismos los queacababan cayendo en los alimentos líquidos y muriendo ahoga-dos. No sabemos cuál era en estas circunstancias el límite dedesagrado y repugnancia y, por tanto, la reacción habitual de lagente. Los libros penitenciales, previendo estos casos, estable-cen normas fundadas en una confianza rudimentaria en los ritossacramentales que convierten la que debería ser una preocu-pación higiénica en acto litúrgico y transforman una práctica dedesinfección en liturgia de la purificación. Fórmulas de bendi-ción, abluciones lustrales, aspersiones con sal y agua bendita,contacto con las reliquias u otros objetos sagrados provistos porsí mismos de eficacia taumatúrgica, devuelven al hombre y a sucomida integridad y pureza.

Cuando en un líquido cualquiera se encuentra estiércol de unanimal, la regla general mandaba quitar el estiércol, rociar conagua bendita el líquido y beber tranquilamente: Si aves sterco-rant in quemcumque liquorem, tollatur ab eo stercus et sanctif-cetur aqua sancta' et mundus erit cibus181.

Si, en cambio, era el animal mismo el que caía en el alimento lí-quido, entonces era preciso distinguir: si el huésped no deseado(ya fuera pájaro, ratón, perro, gato o lagartija) flotaba aún vivo,bastaba sacarlo fuera y, rociado el recipiente con un poco deagua bendita, el líquido volvía a ser puro y se podía beber. Si elanimal había muerto dentro ahogado, su muerte hacia impura

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180. M. G. Muzzarelli (al cuidado de), Norme di comportamento alimentare,cit., págs. 45 y sigs.

181. "Si Ias aves defecan en algún líquido, quítesele el estiércol y san-tifíquese con agua bendita, y será alimento limpio". Poenit. Cummeanl, 18,W., pág. 466; Theodorus: Canones Gregorii, 146, W., pág. 177. Poenit.Pseudo-Bedae. XXXV, I, W., pág. 273; Poenit. Remense, III, 39, W., pág. 503,Si stercus abium (avium) ceciderit in cibum hominum, tollatur stercus foraset mundetur cum aqua sacra et sumatur: Vigilanum, XCIII, W., pág. 534.

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toda la bebida y también el recipiente porque hablan sido con-taminados por un animal muerto por asfixia; en este caso eranecesario tirar el líquido y purificar el recipiente rociándolo conagua bendita: Si ceciderit sorix in liquorem, tollatur foras, et hocpotum aspergatur aqua santificata et sumatur, si vivens sit; simortua inventa fuerit, omne liquor proiiciatur foras et mundeturvas182. El agua convertida en impura por la presencia de un ani-mal muerto no podía servir siquiera para cocer carnes o verdu-ras, que quedarían a su vez contaminadas. Las sanciones con-tra quien no obedeciese esta norma parece que eran severas,especialmente si el transgresor pertenecía al ordo clericorum;de hecho, el sacerdote que comía carnes o verduras cocidas enaquella agua era depuesto y apartado de su ministerio183.

Pero en muchas regiones el agua, por su escasez o por la difi-cultad de aprovisionamiento, era sumamente apreciada; los es-casos pozos del período altomedieval, por otra parte, obligabana la gente a sacarla de los ríos y de los arroyos, en los cualesera normal encontrar animales muertos, excrementos e impure-zas de todo tipo. En estas circunstancias, las distinciones quehacían las normas canónicas no tenían ninguna probabilidad deaplicación; las precauciones o Ias soluciones que los individuostomaban estaban determinadas por el nivel de asco y repugnan-cia más de acuerdo con el estado de necesidad del momentoque con el grado de contaminación e impureza del agua que senecesitaba.

Quien esto escribe recuerda los años de su niñez, cuando, paraapagar la sed o para los usos domésticos, sólo se disponía delagua de lluvia recogida en las cisternas de casa y conservadaallí durante meses y meses. Cuando se sacaba un cubo lleno,uno se paraba un momento indeciso ante aquella agua hormi-gueante de vivísimos gusanitos; al acercar la boca al cubo o alsacar el agua con un cazo, se soplaba un rato para alejar de lasuperficie al menos los más grandes. La instintiva repugnanciay cierta renuncia nos eran suavizadas por los adultos, que nosrecordaban que aquella agua había caído del cielo, era casiagua bendita y no podía hacer ningún daño. En los niveles másprofundos del inconsciente ¿se había quizá sedimentado un re-siduo remoto, un lejano recuerdo de la eficacia de la aspersión

del agua bendita con que el hombre medieval estaba seguro dedepurar y desinfectar todo lo contaminado e impuro? En la litur-gia dominical estaba previsto que el sacerdote bendijera unabuena cantidad de agua, que los fieles podían llevarse a casapara tenerla disponible en cualquier circunstancia184.

Cuando se trataba de bebidas tan básicas como leche, vino,aceite, cerveza, el canonista omite la distinción entre animal vivoy animal muerto, o entre animal puro y animal impuro, y permiteque tal bebida contaminada se pueda consumir tranquilamentey sana fide tras la ritual purificación con agua bendita. Sobretodo cuando se estaba ante casos de necesidad y se trataba decantidades considerables, desperdiciar reservas indispensables

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182. "Si cae al agua una lechuza, sáquese afuera; rocíese con agua bendi-ta esta bebida y tómese, si está viva; si se hallare muerta, tírese toda el aguay Iimpiese el recipiente". Poenit. Cummeani, 19, W., pág. 467; Poenit. Theo-dori, 8, W., pág. 192; Poenit. Remense, 32 y 33, W., pág. 503; Poenit. Bedae,VII, 3, W., pág. 227. Si en el agua cala un lechón y se extraía aún vivo, eranecesario purificar el líquido con agua bendita e incienso: "Si porcellus ce-ciderit in liquorem, et vivus sit extractus, spargatur liquor iile aqua benedictaet suffiatur thure, et liquor sumatuf : Confessionale Pseudo-Egberti, XXXIX,W., pág. 316. En otro lugar, sin hablar de la purificación, se prohíbe, sindudas, beber el agua o el vino donde haya caldo un ratón o una gallina ocualquier otro animal: "Si quis mus aut gallina, aut aliquid ceciderit in vino autin aqua, de hoc nullus bibat": Poenit. Pseudo-Romanum, 27, W., pág. 375.Con el mismo recelo se vela a la gallina que había muerto en un pozo: "Sigallina in puteo mortua fuerit, puteus evacuetum: Poenit. Pseudo-Romanum.26, W., pág. 375.

183. Qui carnes immundas manducaverint et olera quacum carnes coquun-tur, cessare debent a ministerio: Theodorus, Capitula Dacheriana. 144, W.,pág. 158; esta norma la menciona también Burcardo, Decreta, X111, 15, enPL 140, 887.

184. Ut omni Dominico die quisque presbyter in sua ecclesia ante missarumsolemnia aquam bcnedictam faciat in vase nitido et tanto ministerio conveni-enti. de qua populus intrans ecclesiam aspergatur; et qui voluerit in vasculissuis nitidis ex lila accipiat, et per mansiones, et agros, et vineas, super peco-ra quoque sua, atque super pabula eorum, nec non et super cibos et potumsuum conspergat: Incmaro de Reims, Synodica capitula, V, en PL 125, 774.

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y que, además, habían costado no pocas fatigas, podía compro-meter el sustento del hombre, la tranquilidad de un núcleo fami-liar y a menudo de una comunidad entera: Si multus sit cibus illeliquidus, in quo mus mustelave immersa moritur purgetur etaspergatur aqua sancta et sumatur si necessitas sit185. Algúnpenitencial tiene en cuenta la alternativa de limitar a determina-dos usos el líquido contaminado: si un ratón o una gallina caíanen el aceite o en la miel, sigue vigente la prohibición de usarloscomo comida o condimento, pero no debían ser desperdiciadosy se concedía usarlos como medicamentos, para alimentar elcandil o para cualquier otra necesidad186.

Más elasticidad y mayor condescendencia tienen las normas cuan-do se trata de alimentos que, en la dieta de entonces, eran funda-mentales e insustituibles. Ante la necesidad primaria de los ali-mentos que en ciertas localidades ofrecían escasas y pobres al-ternativas, frente a las estrecheces y a las carencias alimentariasgeneralizadas, el canonista se contenta con ofrecer sugerenciasprácticas, sin añadir preceptos o prohibiciones particulares.

Legumbres y cereales de todo tipo eran la base de la sopa dia-ria, plato principal para la mayor parte de la población. La hari-na con que se hacían las tortas y las hogazas se obtenía detodo lo que se podía moler. El compango más frecuente era elqueso, que el campesino, al ser también con frecuencia pastory ganadero, podía hacer por sí mismo. Estas provisiones consti-tuían los recursos principales de la población, pero eran tambiénlas más expuestas a la voracidad de los animales y al fácil dete-rioro. Por consiguiente, la madre de familia no debía resistirsedemasiado a elaborar el pan o preparar potajes y sopas con ha-rina estropeada o parcialmente enmohecida, quizá descartandocon parsimonia sólo lo que parecía incomible. El queso, inclusohormigueante de gusanos y los lacticínios agriados eran, a pe-sar de todo, comidas buenas e insustituibles y preciados com-pangos, especialmente allí donde podían servir para variar lamonotonía de la alimentación. Incluso si en estos alimentos ha-bía caído un ratón o un animal cualquiera, la norma canónica noaconsejaba sino lo que ya hacía la gente: suprimir las partes es-tropeadas y quitar lo que parecía más contaminado: Si in farinaaut in aliquo cybo aut in potu aut in lacte coagulato mus vel

mustela mortua inveniuntur, quod in circuitu eius est, totum proi-ciatur foras, quod reliquum est manducetur187.

En el régimen alimentario de la época, el consumo de carneocupaba un puesto fundamental: la amplia cría de animales tan-to camperos como estabulados, la abundancia de fauna y los di-ferentes sistemas e instrumentos de captura, la libertad de cazano delimitada aún ni entorpecida por las numerosas "reservas"señoriales de los siglos posteriores, ponían a disposición detodos una cantidad de comida tan estimada como fácil de con-seguir. Si la nobleza veía en la caza ante todo una distracción,una "imagen de la guerra" para la que se mantenía entrenada,la gran masa de la gente encontraba en ella el recurso alimen-

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185. "Si es mucho tal alimento líquido, en el que muere sumergido un ratóno una comadreja, purifíquese y rocíese con agua bendita, y bébase si es ne-cesario". Poenit. Bedae, VII, 4, W., pág. 227; Poenit. Theodorl, 9, W., pág.193; Poenit. Pseudo-Bedae, XXXV, I, W., pág. 273; Confessionale Pseudo-Egberti, XXXVIII, W., pág. 338. Algún penitencial no tiene en cuenta la canti-dad de liquido; si en un pozo se descubría la carroña de un animal o el cadá-ver de un hombre, debía ser vaciado y el agua tirada: "Puteus in quo inveniturmorticinum sive hominis, sive canis, sive cuiuslibct animalis, primo evacuan-dus est, et humus eius, quia aqua putei madefecerat, foras proicienda, etmundus est: Canones Adomnani, 9, W., pag. 121.

186. Si (mus vel gallina) in oleum aut mel ceciderit, oleum expendatur in luc-cmam, mel vero in medicinam vel in aliam necessitatem: Poenit. Pseudo-Romanum. 27, W., pag. 375; Poenit. Pseudo-Theodori, XVI, 8, W., pag. 602;Poenit. Halitgarii, De Laceratis, en PL 105, 704. Sobre la importancia delaceite tanto vegetal como de grasa animal y su uso en los distintos nivelessociales, vid. M. Montanari, L 'alimentazione contadina. cit., págs. 390 y sigs.

187. "Si en la harina o en algún alimento, o en la bebida o en la leche cua-jada se hallan muertos un ratón o una comadreja, lo que está a su alrede-dor arrójese todo fuera; cómase lo demás". Poenit. Egberti, 10, W., pág. 244;Poenit. Cummeani, 31, W., pág. 468; Poenit. Merseburgense a., LXXXV, W.,pag. 400; Poenit. Vindobonense a.. LXXI, W., pag. 421. En algún penitencialse distingue entre animal puro y animal impuro: "Si in vino, in oleo, aut in me-lle avis munda ceciderit, sanctificetur et sumatur, si vero immunda avis autsorix, foras proiiciatur": Poenit. Hubertense, LXI, W., pag. 386.

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tario más cómodo y más seguro para hacer frente a las necesi-dades domésticas188.

La normativa penitencial, en este aspecto, se sitúa en una posi-ción intermedia entre el rígido preceptivismo bíblico y un acomo-daticio pragmatismo, por decirlo así, más realista y más atentoa las circunstancias y a las necesidades cotidianas. La dietéticaescriturística se basaba en la concepción de estado puro y deestado impuro del hombre, de las cosas por él usadas y de susalimentos, en especial la carne; en el Levítico y en el Deuterono-mio hallamos largas listas de animales puros y de animales im-puros, incluso sin dar un motivo razonable189. Además se pres-cribía que los animales comibles debían ser degollados, paraque saliese su sangre, considerada origen de la vida e identifi-cada con ella: No comeréis carne con vida190, norma ratificaday precisada más tarde por S. Pablo, que recomendaba a susfieles que se abstuvieran de comer carne de animales ahoga-dos o de beber su sangre, y de carne inmolada a los ídolos191.Esta prohibición parece ser común a todos los pueblos semíti-cos: también el Corán tiene suras en que se prohíbe comer "loque está muerto, beber sangre, nutrirse de carne de cerdo y detodo lo que se ofrece a otros fuera de Dios"192.

Los Libros penitenciales sólo consideran y confirman la prohibi-ción general de comer carne de animales muertos de cualquiermodo sin derramamiento de sangre: Suffocatum aut per manushominum gentili more, aut per se ipsum lege mortis, aut per bes-tias aut per ignem, aut per aguam aut per aliam quamcumquemortis causam efcitur, inlicitum est, morticinum est enim, quiaabsque effusione sanguinis emittit vitam et in quo moriatur ani-ma193. Por lo tanto, se consideraba morticinum o carnem morti-cinum la de los animales hallados muertos por diversas causasaccidentales o no, como el ahogamiento en ríos o lagos, el es-trangulamiento en las redes o en las trampas, el desgarramien-to por otras fieras. Muchas secciones y diversos capítulos denuestros Penitenciales tratan precisamente "de laceratis" y "desuffocatis", presentando toda una serie de eventualidades y decircunstancias cuya casuística manifiesta siempre el prejuicioreligioso, el buen sentido práctico y, no en último término, la pre-ocupación higiénica. Ciertamente no había entonces conscien-

cia y menos aún conocimiento racional de la peligrosidad objeti-va e intrínseca o de la toxicidad que la carne de los animales en-contrados muertos podía tener; pero la normativa alimentaria pre-

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Oronzo Giordano188. M. Montanari, L 'alimentazione contadina, cit., pág. 257. Sobre las con-diciones materiales de vida y las posibilidades alimentarias en el Medievo,para las cuales los Libros penitenciales no ofrecen noticias precisas ni datosvalorativos, vid. J. J. Hemardinquer (al cuidado de), Pour une histoire de l'ali-mentation, Paris, 1970; F. Melis, As-petti della vita economica medievale,Siena, 1962; J. Le Goff, La vita materiale, en La civiltà dell occidente medie-vale, trad. it., Firenze, 1969; G. Duby, Le origini dell'economia europea, Bari,Laterza, 1975; M. Montanari, Mutamenti economico-sociali, etc., en V. Fuma-galli-G.Rossetti (al cuidado de), Medioevo rurale, Bologna, il Mulino, 1980;G. Piccinni, "Note sull'alimentazione medievale", en Studi storici (Istituto A.Gramsci), 23 (1982), n. 3, págs. 603-615.

189. Acerca de los criterios en que se basaba esta bipartición, no concuer-dan las opi-, niones de los estudiosos: K. Wigand, ((Die altisraelitische Vors-tellung von unreinen Tieren)), en A.R.W., 17 (1914) ha pensado en razonesde orden estético, mientras quc A. Gemayel, L'Hygiène et la médecine à tra-vers la Bible, Paris, 1932, ha visto motivos higiénicos. Para otras interpreta-ciones, vid. W. Kornfeld, "Reine und unreine Tieren im alten Testament", enKairos, 7 (1965), págs. 137 y sigs.; M. Douglas, Purezza e perícolo, Bologna,il Mulino, 1976, págs. 57-72 y 75-94; P. Xella, ""Purezza" e "Integritá"", enStudi storico-religiosi, II/2 (1978), págs. 381 y sigs. Sobre el significado y elvalor de los conceptos de puro e impuro y las respectivas prohibiciones, se-gún la interpretación sociológica, vid. E. Durkheim, Le forme primitive dellavita religiosa, ed. Comunità, Milano, 1963, págs. 446-451 y págs. 428 y sigs.

190. Anima enim omnis carris in sanguine est, unde dixi filiis Israel: Sangui-nem universae carris non comedetis, quia anima carris in sanguine est: Lev.17, 14; vid. asimismo 7, 26-27.

191. Act. apart., 21, 25;1 Cor., 8, 1-13.

192. Cf.: fl Corano, II, 173 y V, 3, introd. trad. y comentario de F. Peirone,Milano, 1979.

193. "Es ilícito lo estrangulado o por manos de hombres según costumbrede los gentiles o por si mismo con la ley de muerte, o por las bestias o por elfuego, o por el agua o por cualquiera otra causa de muerte, pues es un cuer-po muerto, porque pierde la vida sin efusión de sangre y en il muere el al-ma". El pasaje es de S. Jerónimo, vid. W. H. Wasserschleben, Die frischeKanonensammlung. Leipzig, 1885, LIV, 6, pág. 216.Y además: Poenit. Pseu-do-Gregorii, III, XXIX, W., pág. 545; Canones Adomnani, 14, W., pág. 122,

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vista por los Penitenciales tuvo, indudablemente, un influjo positi-vo no desdeñable en la evolución del comportamiento, entendido,también, como progreso racional de las concepciones higiénicas.Al mismo tiempo, leyendo estas normas, es posible reconstruir oal menos imaginar el "día a día" del hombre medieval y entreverlas que podían ser las respuestas sociales, las reacciones psi-cológicas, en una palabra, el comportamiento de cada individuoen la búsqueda y consumo de los alimentos.

La regla general, ratificada constantemente, era que no se de-bía comer carne o beber la sangre de animales muertos porcausa natural o matados por perros, lobos, aves de rapiña: Noli-se manducare morticinum, neque sanguinem, neque animalia,vel oves, quas bestiae, vel canes, vel accipiter consummaverunt,si mortua inveniuntur 194. Si el animal hallado estaba agoni-zante y, por tanto, aún vivo, era preciso rematarlo con un armacualquiera, es decir, hacerle verter la sangre, y después se po-dían comer sus carnes; en otro caso se debía dejar como comi-da para los cerdos y para los perros: Animalia, quae a lupis seucanibus lacerantur, non sunt comedenda, nisi forte ab hominibusadhuc viva occidantur prius, sed poreis et canibus dentur195.También podía suceder que, al ir de caza, se hiriese con una fle-cha a un animal, pero que éste consiguiese huir; si tres díasdespués el cazador lo encontraba muerto porque lo había mata-do un perro, un zorro, un oso, un lobo o cualquier otra fiera, nopodía cogerlo para comer su came: Si homo quis sagitta percu-sserit feram, et ea lamen aufugerit, et post tertium diem mortuainventa fuerit, et ibi canis, ve! lupus, vel vulpes, vel ursus, vel aliacuiuslibet generis fera eam occupaverit, ne gustet eam homoquis christianus196. La norma suavemente perentoria delataquizás cierta duda por parte del canonista: ¿Aquella carne noera comestible porque entraba en la categoría "de lacerai is", oporque después de tres días podía ya comenzar a estropearse?Lo es que el canonista se da cuenta de que un cazador, sobretodo con el morral vacío, difícilmente habría renunciado a lo queconsideraba su presa?

En las zonas inaccesibles o montañosas donde pastaban reba-ños, ocurría a veces que algún animal caía por un despeñadero:¿Se podía comer aquella carne? Si el animal sólo se había roto

los huesos y después había muerto por otra causa natural, co-mo podía ser la falta de comida, y, por tanto, sin derramamientode sangre, se debía considerar "mortecino"; pero si, al estrellar-se contra las rocas, moría desangrado, sus carnes eran comes-tibles: Pecora de rupe cadentia, si sanguis eorum efusos sit, su-menda sunt; si vero, sed fratta sunt ossa eorum et sanguis foras

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194. "No comáis animales muertos, ni sangre, ni reses, ni ovejas, que hayansido matados por bestias salvajes, por perros, o por aves rapaces, si son ha-llados muertos". Pirmino, De singulis libris canonices scarapsus, en PL 89,1040. A propósito de la "came de animal muerto", de la que hablan tan amenudo los Libros Penitenciales, se ha formulado la pregunta de si se tratasiempre de animales, o de came humana; vid. L. R. Ménager, "Sesso e re-pressione: quando, perche? Una risposta della storia giuridica", en QuaderniMedievali, 4 (1977), págs. 44-68, y las breves observaciones al respecto deM. G. Muzzarelii, Norme di comportamento alimentare, etc., cit., pág. 58, enla n. 34.

195. "Los animales mortalmente heridos por lobos o perros no deben com-erse, a no ser que los maten los hombres cuando aún están vivos; debendarse a los cerdos y a los perros". Poenit. Cummeani, 20, W., pág. 467;Theodorus, Capitula Dacheriana, 21, W., pág. 147; Poenit. Bedae, VIII, 1, W.,pág. 227; Poenit. Theodori, XI, W., pág. 211; Theodorus, Canones Gregorii,138. A la categoria de los "ahogados" perteneclan los animales que el hom-bre podia matar sin provocar el derramamiento de su sangre, por ejemplo,con golpes de palo, de piedra o de cualquier objeto contundente desprovis-to de hierro afilado que atraviesa: "Si quis canis aut vulpis, si acceptor ali-quid monificaverint, sive de fuste, sive de lapide, sive sagitta, quae non habetferrum, mortuum fucrit, hace omnia suffocata sunt, non manducentunr Poe-nit. Pseudo-Romanum. X, 24, W., pág. 375. Es interesante notar cómo losmismos casos se contemplan también en el Corán: "Están prohibidos: labestia muerta por sí misma, la sangre, la carne de cerdo, la consagrada aotros fuera de Dios, además de la bestia muerta ahogada o por golpes o porcalda o por cornadas o comida en parte por Ias fieras, a no ser que se tengatiempo para degollarla": V, 3.

196. "Si un hombre hiere con una saeta a una fiera, y ésta huye, y es halla-da muerta tres días después, y se ha apoderado de ella un perro, o un lobo,o una zorra, o un oso, o una fiera de cualquier otra clase, no coma de ellaningún cristiano". Poenit. Pseudo Egberti, IV, XXVIII, W., pág. 337; Poenit.Pseudo-Theodori, XVI, 12, W., pág. 602.

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si non veneri!, reputanda ut morticina essent197. En todo caso,el pastor afectado no se paraba a observar si la víctima había ono derramado la sangre; seguro que no dejaba a los buitres unareserva alimentaria esencial para su familia.

Del mismo modo, cualquier animal muerto ahogado se conside-raba carne "mortecina": In aquis extincta morticina sunt, quorumsanguis intrinsecus lates198; el mismo principio valía para todoslos animales capturados a lazo o con redes: Aves vel animalia etcetera, si in real strangulantur, non sunt comedenda 199.

Este principio no se aplica cuando se trata de la carne de peces,animales que, una vez sacados de su elemento natural, muerenpor asfixia y, por tanto, sin derramamiento de sangre. Nuestroscanonistas quizá hubieran tenido dificultades para dictar unanorma precisa si no hubiera existido el reconocimiento generalde que los peces pertenecen a una especie diferente de la delos animales terrestres y, sobre todo, si no hubiera habido elapoyo del testimonio evangélico. Concedido que pisces verolicet comedere, quia alterius naturae sunt200, se tenía, además,el ejemplo de Jesús, que, tanto durante su predicación comodespués de su resurrección, había comido normalmente pesca-do junto con sus discípulos; por consiguiente, tampoco éstoshabían pensado nunca prohibir esta carne, de la que el Maestrohabía saciado a la muchedumbre que lo seguía, con la multipli-cación de los panes y de los peces: Piscem sane possumusmanducare, quem Dominas post resurreclionem comedit; hocenim nec apostoli prohibuerunt 201.

En lo relativo al hallazgo de peces muertos a lo largo de las ori-llas de los ríos o flotando aún sobre el agua, la norma canónicaes muy tolerante y comprensiva; la única restricción que halla-mos está dictada por la preocupación higiénica: si se estaba se-guro de que el pez encontrado había sido pescado el mismo díay después olvidado o abandonado por los pescadores, se podíacomer tranquilamente: Comedisti piscem, qui mortuus in flumineinventos, nisi eo die a piscatoribus tractus est, et sic mortuuseodem die inventus...202. No entraba, pues, entre los "cuerpos

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197. "Las reses caldas de una roca, si se ha derramado su sangre, puedencomerse; pero si se han roto sus huesos y la sangre no ha salido fuera,deben considerarse mortecinos". Canones Adomnani, 2, W., pág. 120; vid.asimismo n. 20, W., pág. 123.

198. "Los animales ahogados son mortecinos, cuya sangre permanece den-tro". Canones Adomnani, 3, W., pág. 120; ibidem, 14, pág. 122.

199. "Las aves o cualesquiera animales, si son estrangulados por Ias redes,no deben comerse". Poenit. Vallicellanum, 98, S., pág. 320; Poenit. Pseudo-Egberti, XXX, W., pág. 337; Corrector Burchardi, CXVIII, W., pág. 654; Poe-nit. Merseburgense, CXIX, W., pig. 403.

200. "En cambio, es lícito comer peces, porque son de otra naturaleza".Poenit. Theodori, XI, 3, W., pág. 212; Poenit. Vallicellanum, 98, S., pág. 320;Poenit. Pseudo Theodor, XVI, 15, W., pág. 212.

201. "Un pez ciertamente podemos comerlo, pues el Señor lo comió des-pués de su resurrección; y esto tampoco los apóstoles lo prohibieron". Elpasaje es de Isidoro de Sevilla (De officiis, I, 45, 2), vid. W. H. Wassers-chleben, Die Irische Kanonensammlung, cit., LIV, 8, pág. 216. Alguna reglamonástica más rígida, que prescribía una dieta vegetariana, concedía sóloun uso limitado de peces de río o de mar: "Vivant enim (monachi) soilsoleribus, et leguminibus, raroquc pisciculis fluvialibus, vel marinis": FructuosiRegula. V, en PL 87, 1102.

202. "Comiste un pez que fue hallado muerto en el río, a no ser que aqueldía hubiera sido sacado por los pescadores y hallado muerto aquel mismodía". Corrector Burchardi, CXIX, W., pág. 655. Sobre si se podían comer lospeces encontrados muertos, la normativa es bastante incierta y ambigua;según algunos se podían comer, según otros no: "Pisces licet comederequamvis mortui inveniantur. Sicut quibusdam placet, non manducentur, quiautem manducaverit, iciunct ebdomadas 1V": Poenit. Pseudo-Theodori, XVI,15, W., pág. 603; Poenit. Theodor!, Canones Gregorii, 142, W., pág. 176;Confessionale Pseudo-Egberti, XXXVIII, W., pág. 135. Otras veces, en cam-bio, se distingue entre pez muerto encontrado en el río o en el vivero o en laalberca: "Si quis piscem mortuum in piscina invenerit, et eum ederit, IV heb-domadas ieiunet... si in flumine piscis mortuus inventus sit, edatur": Poenit.Pseudo-Egbertl, IV, XXXI, W., pág. 337; pero tenemos asimismo la normaopuesta, que prohibe comer el pez encontrado muerto en el rio alegando "quianon est venatio hominis. Si vero piscando tritus (?) fuerit et ipso die fuerit inven-tus, qui non esitat, manducetur": Poenit. Hubertense, LIX, W., pág. 385.

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muertos" de los que se ocupan los capítulos que tratan "de su-ffocatis", precisamente por la naturaleza particular de este ani-mal. En otros penitenciales se permite comer libremente los pe-ces encontrados muertos, aun ignorándose cuánto tiempo ha-cia que habían sido sacados del agua, con tal de que no olierana podrido: Marina animalia, ad littora cadentia, quorum mortesnescimus, sumenda sunt sana fide, nisi Sint putrida203.

La pesca, ejercicio menos marcial y menos peligroso que la caza,preferida por los aristócratas, podía considerarse una actividadmás bien popular y, por lo tanto, también el pescado era alimentopopular y ampliamente difundido. A Ias motivaciones socio-eco-nómicas que inducían a favorecer este producto alimentario seasociaban motivos culturales y experiencias religiosas. La pre-dicación evangélica nacida a orillas del río y en las riberas dellago, entre peces y pescadores, convertidos luego en "pesca-dores de almas", influyó mucho en la simbología del pez comoexpresión de valores místicos. Con el nacimiento y la difusióndel monacato, el pescado adquiere gran importancia en la pre-ceptiva alimentaria; todas las reglas monásticas prescriben o laabstinencia total y perpetua o largas limitaciones periódicas enel uso de la carne, en provecho de un consumo de pescado ca-da vez más amplio. Así como los reyes y los nobles guerrerosbuscaban asegurarse grandes "reservas de caza", los monaste-rios eran grandes constructores y administradores de enormesviveros, donde se criaban en abundancia truchas, anguilas, ca-pitones, carpas, lucíos204. A los productos de los viveros seañadían los de la pesca marítima, y en varias fuentes hallamosmencionados salmones, esturiones, lampreas y sepias 205.

Otro motivo que hacía preferir el pescado a la carne era la difun-dida opinión de que la carne era un estímulo potente de la sen-sualidad y excitaba a la incontinencia, mientras que el pescado,precisamente porque era alterius naturae, no representaba nin-gún peligro; a propósito de esto se citaba el siguiente pasaje deS. Agustín: Una caro est, quae luxuriam non gignit, hoc est pis-cium, sed ler docet aliquos pistes inlicitos, ut inscamosos etpilosos et reliqua 206.

Suscitaba, en cambio, incertidumbres y perplejidad el consumode carne de cerdo, como se puede deducir de la fluidez y lo con-

tradictorio de las numerosas normas contenidas al respecto enlos Penitenciales. Éstos, superada la prescripción veterotesta-mentaria que lo consideraba animal impuro y, por tanto, exclui-do de la dieta alimentaria del hombre, permiten en general eluso de la carne porcina, que por otra parte es la fuente esencialpara la economía y la alimentación alto-medieval con el ganadolanar y las aves de corral, para todas las clases sociales, desdeel rey y sus aristócratas, eclesiásticos y laicos, hasta el más mo-desto colono207. Pero los cerdos, no obstante, al igual que lasgallinas y otros animales de corral, se nutren de todo lo que en-cuentran, sin exceptuar carroñas de animales y cadáveres hu-manos; y no debía de ser raro que jabalíes y cerdos enfurecidosdentellearan a personas o devoraran un brazo o una pierna deniños indefensos; a la improvisada comida acudían habitual-mente las gallinas que escarbaban en el corral o por el campo.

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203 "Los animales marinos arrojados a la costa, cuyas muertes desconoce-mos, deben comerse de buena fe, a no ser que estén podridos". CanonesAdomnani, I, W., pág. 120.

204. M. Montanari, L alimentazione contadina, cit., págs. 278-283.

205. Ulrico de Zell (Antiquiores Consuetudines Cluniacenses, II, 4, en PL149, 703) menciona sepiae, anguillae, lampredae, salmones, struthiones,lucia, trullae.

206. "Hay una carne que no produce lujuria, y es la de los peces; pero la leyenseña que hay algunos peces ilícitos, como los carentes de escamas y lospelosos y demás". Vid. W. H. Wasserschleben, Die Irische Kanonensa-mmlung. cit., LIV, 8, pág. 217.

207. M. Montanari, L'alimentazione contadina, cit., págs. 232 y sigs. Sobrelas técnicas de la matanza de reses para el abastecimiento, de los distintossistemas de conservación y el amplio consumo de la carne de este precia-do y exquisito "personaje" (pág. 7) de la historia alimentaria del hombre, vid.M. Baruzzi-M. Montanari (al cuidado de), Porei e porcari nel Medioevo.Paesaggio, economia, alimentazione, Bologna, ed. CLUEB, 1981. Acerca dela abolición de la antigua prohibición de comer carne de cerdo se citaba unpensamiento de Origenes: "Suis immunda prius, nunc consecrata per stra-gem corporum in evangelio, quasi probata per imperium in poena", con refe-rencia al episodio evangélico (Mt. 8, 29-32) de Jesús que expulsa a losdemonios, los cuales entran en una piara de cerdos que pastaban. Se cita-ba igualmente un pensamiento de S. Agustin, que había puesto en el mismo

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¿Qué normas debían seguirse en estos casos en que el animalse había vuelto impuro devorando carne humana o lamiendo susangre? Casi todos los Libros Penitenciales se ocupa de esto,pero las normas que dictan se abren en un abanico de solucio-nes que van desde la prohibición tajante y absoluta de comeraquella carne a la concesión generalizada, y recomiendan, co-mo mucho, precauciones. Si porcus vel gallina vel cuiuscumquegeneris animal de corpore hominis ederit, vel sanguinem eiusbiberit, occidatur animal et detur canibus208; no sólo no se po-dían comer, sino que ni siquiera se debían utilizar para la repro-ducción y la cría: Si porcus vel gallina manducaverit de corporehominis, non manducetur, neque servetur ad semen, sed occi-datur et canibus tradatur 209. Especialmente impuras eran con-sideradas las gallinas, así como sus huevos, y unas y otros sedestruían; pero se podían conservar los pollitos: Galline carnemhominis vel sanguinem eius gustantes multum immundae suntet ova eorum immunda sunt, pulli :amen observandi sunt 210.Pero en los mismos Penitenciales encontramos la norma total-mente opuesta: Si casu porci comedant carnem morticinam autsanguinem hominis, non abiiciendos credimus, nec gallinas; ergoporci qui sanguinem hominis gustant manducentur211. Entre losdos extremos se colocan las normas que permiten el consumode tales carnes, con tal de que, se dejen macerar durante cier-to tiempo, entre tres meses y un año, mientras que otras normasno preveían ni siquiera tal período de maceración y permitíanconsumirlas enseguida, siempre que se condimentaran con salbendita o se rociasen con agua bendita o se quemasen encimade ellas granos de incienso212. Después de tantas normas tandispares y opuestas ya no se comprende si aquellas carnes eranimpuras y hasta qué punto lo eran. Lo que parece seguro es quelos mismos canonistas, apresados entre las creencias de su cul-tura monástico-eclesiástica y las verdaderas condiciones eco-nómicas y los mecanismos de producción, se limitaban a ofre-cer sugerencias y a hacer propuestas, conscientes quizá de laimposibilidad de una norma unívoca y definitiva, válida paracualquier tiempo y lugar. Verdaderamente es difícil creer que unganadero o un simple campesino, cuya seguridad económica sebasaba en un bien tan esencial como la carne porcina, habríaestado dispuesto a privarse de ella él mismo y a privar a su pro-pia familia por obedecer a una prohibición que casi con seguri-dad desconocía.

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plano ovinos y porcinos: "Pecorum nomen his animalibus aptari soler, quaein usum sunt hominum sive adiuvandis laboribus, ut boves et equi, et si quaetalia, sive ad lanitium sive ad vescendum, ut oves et sues": W. H. Wassers-chleben, Die Irische Kanonensammlung, cit., pág. 176. También de la liebre,que para la dieta bíblica se enumeraba entre los animales impuros, los Li-bros Penitenciales permiten comer su came y la indican, incluso, como unbuen remedio contra la disenteria y la diarrca, y la hiel dcl roedor, mezcladacon pimienta, es un fármaco eficaz contra las estomatitis: "Leporem licetcomedere, et bonus est contra dysenteriam et diarrhoeam, in aqua elixus; etfel eius miscendum est cum pipere contra dolorem oris": ConfessionalePseudo-Egbertl, XXXVIII, W., pág. 316; Poenit. Theodori, Discipulus Um-brensium, 11, XI, 5, W., pág. 212; Poenit. Theodor!, Capitula Dacheriana.169, W., pág. 160; Poenit. Theodor!, Canones Gregorii, 145, W., pág. 176;Merseburgense b., XXXV, pág. 432; Poenit. Cummeani, 1, 24, W., pág. 467;Poenit. XXXV Capitulorum, I, W., pág. 519.

208. "Si un cerdo o una gallina o un animal de cualquier género come delcuerpo de una persona, o bebe su sangre, mátese ese animal y dése a losperros". Poenit. Pseudo-Egbertl, LVII, W., pág. 340; Canones Adomnanl. 8,W., pág. 121; Confessionale Pseudo-Egberti, 40, W., pág. 317.

209. Poenit. Pseudo-Theodori, XVI, 20, W., pág. 603.

210. "Las gallinas que han gustado la carne de una persona, o su sangre,son muy inmundas, y también son inmundos sus huevos; pero sus pollosdeben ser conserva-dos". Asimismo, a propósito de los cerdos se permitíatambién conservar sus crías: "Sues carnero hominum vel sanguinem gus-tantes illiciti stint semper... Foetus tarnen coram observandi sunt": Canonesadomnani, 7 y 8, W., pág. 121.

211. "Si por casualidad unos cerdos comen came o sangre de una personamuerta, no creemos que deban ser desechados, y tampoco las gallinas; có-manse, pues, los cerdos que prueban la sangre de una persona". Poenit.Theodori, 7, W., pág. 212; Confessionale Pseudo-Egberti, XL, W., pág. 317;Theodorus, Canones Gregorii, 137, W., pág. I 75.

212. Si vero porci cadavera mortuorum lacerantes manducant, comederoporcos non licebit, usque dum macerantur et post circulum anni: Theodorus,Canones Gregorii, 138, W., pág. 175; Poenit. Theodori, 7 y 8, W., pág. 212;Poenit. Pseudo Bedae, XXII, W., pág. 269; Poenit. Merseburgense, CL y CLI,W., pág. 406. Para las gallinas era suficiente un periodo de maceración detres meses: Confessionale Pseudo-Egberti, XL, W., pág. 317. Por la ignoran-cia de los mecanismos genéticos y por la particular grave-dad de la culpa,se consideraban siempre cames impuras las de los animales con los que elhombre hubiera tenido relaciones sexuales: "Sive cum capra, sivc cum pe-cude, aut alio animali peccaverit homo, nemo manducet cames eius, neque

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Las mismas observaciones se pueden hacer con respecto a lasabejas: si asaltaban a un hombre y lo mataban, debían ser a suvez matadas antes de que entraran en las colmenas, para queno contaminaran la miel durante la noche; en tal caso habríaque tirar también ésta: Apes si occiderint hominem, slatim occi-dantur, antequam ad mel perveniant, ita saltem, ut non pernoctem ibi restent, et mel quod fecerint, comedatur 213. Si tene-mos en cuenta que, durante todo el medievo, la miel constituyeel único edulcorante conocido y usado tanto para uso alimenta-do como terapéutico 214, una norma canónica que pretendíaprivar a los productores de una sustancia tan necesaria estabadestinada normalmente a ser incumplida. Además de miel, lasabejas producían cera, ingrediente indispensable para la con-fección de las velas, de las que iglesias y monasterios eran losprincipales consumidores.

En los Penitenciales vemos más de una alusión al uso alimenta-rio de la carne equina. Aunque no se incluye entre los animalesde cría tal como se entiende normalmente, el caballo ha tenidosiempre gran importancia en la vida económica y civil tanto de laAnti-güedad como del Medievo. Único medio disponible para losdes-plazamientos rápidos y para largos viajes, se usaba amplia yeficazmente en las operaciones de guerra y para tirar de los carrua-jes, tanto en el mundo del trabajo como en el de la milicia 215.

Sobre el consumo de la carne de caballo, se puede decir que apa-rece más bien de manera esporádica y geográficamente limita-do; por consiguiente, la normativa penitencial es, por decirlo así,expeditiva y sin una toma de posición precisa. Tratándose de ungénero de carne que no todos solían comer216, tampoco loscanonistas habían pensado en dictar normas generales, aun sa-biendo que varios autores tenían opiniones diversas y, a menu-do, se contradecían entre sí. Las distintas orientaciones las ha-llamos sintetizadas así: Lex prohibet, Hieronimus autem dicit inconflictu ad Arnubium: Equus et canis animalia immunda suntsemper. Theodorus episcopus: Equum non prohibent, tamenconsuetudo non est comedi. Synodus Carthaginensis: Equumnon pmhibet ecclesia, sed tanren inlicitum est comedi217. Enotro lugar leemos: Cam equina non est prohibita, etsi multaegentes earn comedere nolunt 218; sin embargo, no falta algún

Penitencial que impone una larga penitencia a pan y agua en losdías establecidos con una duración de cuatro años: Poenitentiaesus carni equi IV anni pane et aqua 219.

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coctus eius, sed occidatur et canibus tradatur": Alitgario, Liber poenitentia-rum, en PL 105, 704; Poenit. Hubertense, LVIII, W., pág. 385; Poenit. Mer-seburgense a., CXLIII, W., pág. 405; Poenit. Cummeani, I, 20, W., pág. 467.No obstante, aun en estos casos, a la enunciación del principio sigue la con-cesión del beneficio de la duda; los numerosos cánones sobre el tema es-tablecen que, en la incertidumbre, el animal no debe ser matado y tirado:Poenit. Theodor!. Capitula Dacheriana, 54, W., pág. 150; Canones Gregorii,139; Poenit. Bedae, III, 26, W., pág. 223; Poenit. Pseudo-Theodori, XVI, 21, W.,pág. 603. 13urcardo enumera en largos capítulos los diferentes tipos de rela-ciones hetcro y homosexualcs e incluso promiscuas con referencia al conjun-to de posibilidades eróticas, del que en los Libros Penitenciales no se hablacasi nunca: vid. PL 140, 966-69 para los hombres, y 971-72 para las mujeres.

213. "Si las abejas matan a una persona, se las debe matar enseguida, an-tes de que lleguen a la miel, evitando al menos que queden allí durante lanoche, y la miel que hayan hecho, cómase". Confessionale Pseudo-Egberti,XXXIX, W., pág. 316; Theodorus, Canones Gregorii, 141, W., pág. 176; Poe-nit. Cummeani, I, 25, W., pág. 467.

214. M. Montanari, L 'alimentazione contadina, cit., pág. 303 y sigs.

215. J. Dhont, L'alto Medioevo, Milano, 1970 (Storia Universale Feltrinelli.10); F. Cardini, Alle radici della cavalleria medievale, Firenze, 1981, págs.245-91, y la rica bibliografia citada en las págs. 337-360; H. Leclercq, "Ca-valiers et Cheval", en Dici. d'Archéol. Chrét. et de liturgie, 11/2, 2690 y sigs.y III/I, 1286 y sigs.

216. Equum non prohibent, et tarnen non est consuetudo comedere. Theo-dorus, Ca-nones Gregoril, 144, W., pág. 176; Theodorus, Capitula Dacheria-na, 22, W., pág. 147; Poenit. Merseburgense b., XXXV, W., pág. 432; Poenit.Cummeani, I, 23, pág. 467; Poenit. Pseudo-Theodori. XVI, 17, W., pág. 603.

217. Vid. W. H. Wasserschleben, Die Irische Kanonensammlung, cit., LIV, 13,pág. 218.

218. "La ley lo prohíbe, y Jerónimo dice en conflicto con Arnubio: El caballoy el perro son siempre animales inmundos. El obispo Teodoro: No prohíbenel caballo, pero la costumbre no es que se coma. El Sínodo Cartaginés: Laiglesia no prohíbe el caballo; sin embargo, es ilícito comerlo (...) La came decaballo no está prohibida, aunque muchos pueblos no quieren comerla (...)Penitencia por comer carne de caballo, IV años a pan y agua". Confessio-nale Pseudo-Egberti, XXXVIII, W., pág. 315.

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Como se ve, la realidad existencial con sus contingencias alea-torias e imprevisibles choca continuamente con las intencionesen que se basa la antropología propuesta por los redactores delas normas penitenciales. Pero el conflicto entre la mentalidad cle-rical-monástica y la práctica general habitual, formada por cos-tumbres y usanzas transmitidas por una sociedad pre-cristiana,no es llevado casi nunca hasta la intransigencia y la ruptura. Raravez la norma es perentoria y categórica: las varias distinciones,las continuas reservas y las excepciones a menudo inesperadasacaban por quitar valor obligatorio a Ias prohibiciones y a las pres-cripciones sancionadas. De tal normativa, servilmente repetitiva,sólo emergen los modelos culturales de una época o, a lo sumo,líneas de comportamiento puramente indicativas e inculcadas enel espíritu de la tradición eclesiástica.

El canonista se detiene dubitativo o queda totalmente desarma-do cuando se encuentra frente a los que viven en estado de po-breza o se ven obligados por la necesidad. Entonces el tabú decomer carne inmunda, el miedo a tocar alimentos con mano im-pura o la preocupación por infringir una norma eclesiástica de-saparecen: Qui pro necessitate manducat animal, quod immun-dum videtur, vel ovem vel bestiam, non nocet, y en otro lugar; Sinecessitas cogit, nihil est 220; la jurisprudencia penitencial termi-na cuando choca contra las leyes de la necesidad porque, de-clara el mismo canonista, una cosa es la licitud o la legitimidadde una acción v otra la necesidad que obliga a realizarla: Si enimnecessitas cogit famis, non nocet, quoniam aliud est legitimum,aliud quod necessitas cogito 221.

El hambre y la indigencia podían justificar incluso el hurto de ví-veres y de animales para nutrirse y de vestidos para cubrirse: Siquis per necessitatem furaverit cibaria, aut vestes, sive quadru-pedia propter famem ve! nuditatem venia datar222. Por lo de-más, los legisladores sabían bien a qué actos y a qué alimentospodia incitar la indigencia o una carestía, y no ignoraban losferoces episodios de canibalismo que en ciertas situaciones seproducían. Asimismo conocían bien a qué excesos incitabanciertas prácticas mágico-terapéuticas ampliamente difundidas:Qui comedit scabiem, aut vermiculos qui pediculi dicuntur, velurinam bibit, sive stercora comedit, si infantes sunt vel pueri, va-

pulent; si in virili aetate, septem dies poeniteat 223. Los fines te-rapéuticos de esta coprofagia se aclaran expresamente en otrospenitenciales: Commedisti scabiem corporalem pro aliqua sani-tate, aut bibisti propter solutionem vermiculos qui pediculi dicun-tur, vel bibisti urinam humanam sive stercora aliqua commedistipro sanitate aliqua 224?

La farmacopea medieval, como es sabido, incluía muchos reme-dios; entre los que se debían tomar por vía oral, hechos con in-gredientes extraños y repugnantes, baste pensar en la conoci-dísima triaca. Las penas previstas por las nomas en estos casoseran tan leves, y muchas veces nulas, que podían parecer másbien simbólicas.

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219. Canones Hibernenses, 13, W., pág. 137.

220. "Quien por necesidad come un animal que parece inmundo, sea ovejao bestia, no hace mal (...) Si la necesidad le obliga, no es nada". Poenit. Cu-mmeani, I, 14, W., pág. 466; Poenit. Remense, 41 y 42, W., pág. 503.

221. "Pues si obliga la necesidad del hambre, no obra mal, ya que una cosaes lo legitimo y otra aquello a lo que obliga la necesidad". Poenit. Theodori,VII, 6, W., pág. 191;Theodorus, Capitula Dacheriana, 120, W., pág. 157; Poe-nit. Bedae, VII, 2, W., pág. 227; Poenit. Cummeani, 1, 14, W., pág. 466. Tam-bién para el Corán el estado de necesidad absuelve de la violación de lasprohibiciones alimentarias: "... sin embargo, quien coma estas cosas obligadopor la necesidad en tiempo de hambruna, y no como rebelde y transgresor, noincurrirá en culpa, porque Dios perdona y es clemente": II, 173, y V, 3.

222. "Si uno por necesidad ha robado alimentos, o vestidos, o cuadrúpedosa causa del hambre o de la desnudez, se le perdona". Poenit. Mersebur-gense a., XXXI, W., pág. 394; Poenit. Pseudo-Egberti, XXV, W., pág. 336;Poenit. Pseudo-Romanum, 14, W., pág. 374.

223. "Quien come roña, o los bichitos llamados piojos, o bebe orina, o comeexcrementos, si son párvulos o niños, az6tcnlos; si son adultos, hagan pe-nitencia siete días". Ivón de Chartres, Decreta, XV, 96, en PL 161, 883.

224. "¿Comiste roña corporal para sanar de algo, o bebiste como soluciónlos bichillos llamados piojos, o bebiste orina humana, o comiste algunos ex-crementos para sanar de algo?". Corrector Burchardi. CXV, W., pág. 654;Poenit. Merseburgense, LXXVII, W., pág. 399; Poenit. Cummeani, I, 38, W.,pág. 468.

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Para nuestro tema basta observar que el estado de necesidadpodía desplazar, según las circunstancias y las coyunturas, elumbral del desagrado y de la repugnancia, determinando conse-cuentemente un comportamiento diverso con relación a los alimen-tos. La manifestación y el progresivo desarrollo de los sentimientosy de las actitudes a este respecto se inscriben en un arco de pro-cesos naturales y al mismo tiempo históricos que se desarrollanen tiempos y ritmos alternos225. En este aspecto, nuestras fuen-tes, que son los modelos culturales de la época, señalan una eta-pa y, al mismo tiempo, ofrecen documentación suficiente paraexplicar y comprender las razones culturales y sociales que sir-ven de base estos procesos.

Si frente al hambre y a la desnudez ni siquiera hay culpa, es de-cir, el peccatum que, en la óptica de los canonistas, se lava conlos ritos de la purificación y se expía con la poenitentia, en unavertiente totalmente opuesta se situaban los que disfrutaban dela comida y abusaban de ella más allá de las exigencias fisioló-gicas. Esta es la otra cara de la sociedad medieval que surge delas mismas fuentes examinadas. Todos los Libros Penitencialestienen secciones en que se trata "de gula et ebrietate", "de cra-pula et ebrietate", "de gula et ebrietate vel vomitu". Las reglasmonásticas, al fijar las raciones de comida y de vino correspon-dientes a cada miembro de la comunidad, parecen más preocu-padas de frenar su glotonería (gastrimargia) y su voracidad quede asegurar a cada uno el suficiente alimento cotidiano; inclusola literatura homilética y la pastoral nos hacen entrever multi-tudes de fieles hartos de comida y medio borrachos.

Desde siempre los moralistas habían reflexionado y teorizadosobre la actitud que el cristiano debe tener ante la comida; el co-mer es la operación más instintiva y vehemente que el hombre tie-ne en común con los animales; pero el hombre es también capazde traspasar y subvertir la ley de la naturaleza cuando de unalegítima necesidad hace una búsqueda excesiva de placeres gro-seros, cuando de una necesaria función natural hace un vicio.

El pecado de la gula se comete de tres maneras: excediendo lajusta cantidad; buscando el refinamiento de comidas exquisitas;no observando los tiempos naturales y los horarios prescritos 226.

La ventris ingluvies era además "quasi quoddam venereae exse-cutionis prooemium, et quasi quoddam antecedens ad vene-reum consequens" 227 o, como dice con más expresiva crudezaBenito de Aniano: "Nihil enim sic inflammat et titillat membra ge-nitalia quomodo indigestus cibus ructusque convulsos" 228.

Detrás de la fría concisión de las normas penitenciales o a tra-vés de las descripciones, a menudo pintorescas, de los predi-cadores eclesiásticos, podemos reconstruir de alguna manera laimagen del hombre medieval en la mesa, su comportamientohabitual tanto en el aspecto de la etiqueta convival como en el dela higiene de la alimentación. Se come y se bebe mientras hayqué, mientras se es capaz de tragar, corriendo el riesgo de retor-cerse por los dolores abdominales: Si quis per superfluitatemventris distensionem doloremque saturitatis sentit... 229. En esto

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225. N. Elias, La civiltà delle buone maniere. Bologna, il Mulino, 1982, pág. 297.

226. …dum homo horam canonicam et statutam gulae causa anticipare cu-pit, aut exquisitos cibos cibi praeparare iubet, quam necessitas corporis velsuae qualitas personae exigat, vel si plus accipiet in edendo vel bidendopropter desiderium intemperantiae suae, quam suce proficiat saluti: Alcuino,De virtutibus et vitiis liber, 2, en PL 101, 633. Más concisamente recordabaya Leandro de Sevilla a su hermana Florentina: "Triplex est gulae intempe-rantia: si quod non licet avidius adpetas, si licita quacquc exquisitis impen-diis praeparata accurantius qucras, si tempus edendi licita non sustincas":De ins-1ltullone virglnum XIII (ed. A. C. Vega, Madrid, 1971, pág. 51). Sobrelos tempora edendi, sólo se hacia excepción para los enfermos, a los que seles permitía comer y beber en el momento que lo desearan: "Infirmis liceatomni hora cibum et potum sumere, quando desiderano": Theodorus, Capi-tula Dacheriana, 69, W., pág. 151.

227 "Como cierto proemio del acto venéreo, y como cierto antecedente del con-siguiente venéreo". Alano de Lille, Liber de planclu naturae, en PL 210, 461.

228. "Pues nada inflama y excita los miembros genitales tanto como la comi-da indigesta y el flato convulso". Benito de Aniano, Coder regularum, II, 44,en PL 103, 635; la expresión la recoge de S. Jerónimo.

229. "Si alguien, a causa de la superfluidad del vientre, siente la distensióny el dolor de la saciedad ...". Poenit. Merseburgense a., LIV, W., pág. 397;Poenit. Egberti, III, 17, W., pág. 236; Poen11. Cummeani, I, 11, W., pág. 466;Poenit. Remense, 13, W., pág. 501. También para los excesos en la mesa las

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los eclesiásticos no se distinguen de los laicos; la norma canóni-ca relativa al vómito a causa del exceso de comida tiene encuenta al obispo, al presbítero, al diácono, al monje y al laico; esmás, para los pertenecientes al clero había a menudo la agra-vante consecuencia de vomitar la eucaristía apenas tomada, ode no estar en condiciones de celebrar los oficios divinos y decantar los salmos.

Entre los ocho vicios capitales atribuibles a los religiosos, lagastrimargia ocupaba el primer lugar, hasta el punto de que sedesconfiaba de los largos e incontrolados ayunos, a menudo deefectos equívocos y contraproducentes, y se recomendaba, encambio, una racional y moderada refección cotidiana porque"melior est rationabilis cum moderatione cotidiana refectio, quamper intervalla arduum longumque ieiunium"230. La literatura mo-nástica nos ha transmitido también picantes y divertidas descrip-ciones de lo que sucedía en los refectorios donde la gastrimargiay la "bacchilatria" tenían sus más asiduos y descomedidos fieles.Muchos, cuando se sientan a la mesa, escribe Hugo de San Víc-tor, revelan su glotonería contorsionándose con movimientosagitados y convulsos: mueven la cabeza, agitan los brazos, alar-gan las manos y, como si quisieran engullir toda la mesa de unasola vez, hacen grandes esfuerzos y gestos indecorosos; hoci-quean y jadean lamentando no tener mandíbulas más anchaspara asegurar a las apetencias del estómago una adecuadaabundancia. Mientras están sentados en un sitio, escudriñan ypersiguen por todas partes con los ojos y con las manos lo queestá dispuesto a lo largo de la mesa, despedazan hogazas,echan vino en las copas y en las jarras, pasan las fuentes y, co-mo un rey que está a punto de asaltar la ciudad asediada, miranpor dónde emprender el ataque, mientras ansían irrumpir portodos los puntos a la vez. Algunos, al comer, vacían las escudi-llas y meten en las servilletas bocados chorreantes y suculen-tos, o vuelven a poner en las fuentes trozos de carne tras haber-los despachurrado y descarnado; otros, al beber, meten los de-dos en los vasos o enjugándose las manos grasientas en losvestidos, las meten de nuevo en los platos; otros, usando los de-dos como un cazo, pescan en la propia escudilla, y así pareceque, mientras buscan la comida, se enjuagan también las ma-nos; otros muerden y devoran cortezas de pan o trozos de hoga-

za empapándolos cada vez en el plato, y lo que se salva de susdientes lo dejan caer en los vasos para hacer pelotillas 231.

También Alano de Lille habla de la "cibi canina aviditas" pensan-do especialmente en la actitud de los eclesiásticos, los cualesquidquid possident, in arca stomachi thesaurisant 232; se hacenpreparar salmones, lucios y otras clases de pescados caros so-

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normas preveían circunstancias atenuantes: "Si vero pro infirrnitate aut quialongo tempore se abstinuerit et in consuetudine non erat el multum biberevel manducare, aut pro gaudio in Natale domini, aut in pas-cha aut pro ali-cuius sanctorum commemoratione faciebat, et tuno plus accepit, quam de-cretum est a senioribus, nihil notes ": Poenit. Cummeani, I, 4, W., pág. 465;Poenit. Theodorl, 1, 4, W., pág. 184; Poenit. Bedae, VI, 5, W.

230. "Mejor es una razonable refección cotidiana con moderación, que unarduo y largo ayuno a intervalos". Casiano, De institutis coenobiorum et deocio princlpalium vitiorum remedíis, V, 9 (ed. J.-C. Guy, Paris, 1965).

231. ...sicut quidam faciunt, qui cum ad sedendum assederint, inquieta quad-am agitatione et confusione membrorum intemperantiam animi sui desig-nam. Caput excutiunt, brachia exerunt, manus in altum expandunt, et nonsine magoa turpidine quasi totum epulum simul Sint absorpturi, ingentesquosdam conatus et gestus satis indecoros ostendunt. Anhelant, et suspi-rant prae angustia, ita ut existimes cos alium rugienti ventri patentiorem adi-tum quaerere, quasi angustia faucium non possit esaurienti stomacho satissufficicntem abundantiam ministrare. In uno ergo loco sedentes, oculis etmanibus quae prope, quae longe, omnia circumcurrunt, simul panes com-minuunt, vina in calices et pateras effundunt, discos in gyrum circumducunt,et velut rex super obsessam civitatem assaltum facturas, dubitant ubi pri-mum expugnatione aggrediatur, dum simul in omni parte irruptionem facereconcupiscunt... Quidam inter comedendum dum scutellas exonerare votunt,quadrata ferculorum frusta adipem sive saginam superroratam distillantiamensalibus involvunt aut super iniiciunt, donec iterum evisceratis interioribusea quae remanserant, in pristinum locum reponant. Alii bibentes, digitosmediotenus po-culis immergunt. Alii unctas manus ad vestimenta sua deter-gentes, rursus ad cibaria tractanda redeunt. Alii nudis articulis coclearis viceolera sua piscantur, ita ut in eodem iure et manus ablutionem et venter refec-tionem quaerere videatur. Alii semicorrosas crustas et praemorsas collyridascibariis iterando infigunt, et reliquas dentium eorum offas fatturi in poculisdcmcrgunt: De institutione novitionrm, XVIII, en PL 176, 949, y XXI, en PL176, 951-952.

232. "Todo lo que poseen, lo atesoran en el arca del estómago".

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metiéndolos a todos los martirios y suplicios del arte culinaria y,profanando el rito del bautismo, los bautizan en la sagrada fuen-te de las especias picantes para que, redimidos por tal baño,consigan la gracia de un sabor variado. No saben frenar la gula,comen con desmesura y se abandonan a libaciones intermina-bles: frena gulae laxantes, dum comedunt mensuras excedunt,lineas potationis in infinitum extendunt 233; no beben para apa-gar la sed, sino que la provocan despertando el paladar con sal-sas picantes precisamente para beber mucho y a menudo: quipalata salsorum seducentes acumine, ut saepe et multum bibant,saepius sitire coguntur 234. Estos adoradores de Baco, "bacchila-tri", no quieren separarse de su dios un solo momento y, no so-portando que se quede durante mucho tiempo en los vasos aje-nos, lo encierran en el barril del propio estómago para que noles falte la asistencia del dios; puesto que, en general, la capaci-dad del estómago no es suficiente para contener la divinidad detan gran huésped, es el mismo dios el que se va por la puertaanterior o se evapora impúdicamente por la posterior 235.

Está fuera de duda que los intentos parenéticos o el complacidocapricho literario impulsaban a los escritores a adornar con hi-pérboles los testimonios que nos han dejado. Pero, incluso utili-zándolos con cautela y con el beneficio de amplias reduccionesy oportunos recortes, persiste la imagen de una sociedad pro-pensa, según los niveles, a los excesos de la mesa y a la bebidaexcesiva.Ya S. Jerónimo se escandalizaba de la incontrolada vo-racidad de los cristianos que se sentaban a la mesa ut immanemsui corporis impleant appelitum236; sobre todo las numerosasfiestas periódicamente repetidas eran buenas ocasiones para ce-lebrar banquetes y simposios. S. Agustín deploraba las juergas aque se entregaban sus fieles incluso en los cementerios parahonrar a los difuntos: Novi muitos esse qui luxuriosissime supermortuos bibent, et epulas cadaveri bus exhibentes, super sepul-tos seipsos sepeliant et voracitates ebrietatesque suas deputentreligioni 237.

Los mismos períodos cuaresmales se vivían de tal modo quesuscitaban las reprensiones de las autoridades eclesiásticas; aS. Agustín aquellos ayunos le parecían una burla y una parodia,porque no sólo se comía desmesuradamente sino con refinado

rebuscamiento: renunciando al vino, se abusaba de frecuentes ydelicados zumos de fruta, más atractivos y costosos; la carneprohibida se sustituía con nuevos y más delicados manjares quela fantasía gastronómica y la gula sabían inventar 238.

Que las costumbres no habían cambiado a través del tiemponos lo confirma Raterio de Verona, que reprende excesos aná-logos precisamente durante las largas cuaresmas: algunos lasiniciaban con devota observancia y escrupulosidad, pero ense-guida las interrumpían con abundantes comilonas, usque ad

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233. "Aflojando los frenos de la gula, traspasan las medidas al comer y alar-gan hasta el infinito las lineas de la bebida".

234. "Que seduciendo los paladares con el picante de las salsas, a fin debeber con frecuencia y mucho, se obligan a tener sed con más frecuencia".

235. Adeo ut homo bacchilatra, Bacchum plerumque locali intersticio a sesciungi non ferens, in alienis vasculorum capsulis suum deum diu perendi-narc non patiatur, sed ut sibi ciusdem dei familiarius assistat divinitas, iliumdolio sui ventris includat. Sed quia plerumque stomachi capsula tanti hospi-tis divinitatem diu sustinere non potest, idem deus aut per orientalis portaepolum arcticum, aut per occiduae rcgionis antarcticum turpiter evaporat:Liber de planctu naturae. en PL 210, 462-63.

236. "Para saciar el descomunal apetito de su cuerpo". Ep. 52, 12 adNepotianum, en PL 22, 537.

237. "Sé que hay muchos que beben abundantlsimamcnte sobre los muer-tos, y exhibiendo banquetes ante los cadáveres, se sepultan a sl mismossobre los sepultados y consideran religiosidad sus voracidades y bor-racheras". De moribus eccleslae catholicae, I, 34, en PL 32, 1342. Gauden-cio de Brescia recuerda fieles que se divierten sobre las tumbas de los parien-tes difuntos, a los que ofrecen vino, convencidos de que sus almas tienensed: "... dum super sepulchrorum mensas tremulis cbrietate manibus vinafundentes, spiritum sitire balbutiunt": Sereno IV, en PL 20, 870.

238. Vidras enim quosdam pro usitato vino, inusitatos liquores cxquirere, etaliorum expressione pomorum, quod ex uva sibi denegant, multo suaviuscompensare; cibos extra cames multiplici varietatc ac iucunditatc conquirerc;et suavitates quas alio tem-pore confcctari pudet, huic tempori quasi oppor-tune colligare; ut videlicet observatio quadragcsimac non sit vcterum concu-piscentiarum repressio, sed novarum deliciarum ocassio: Sereno 207, 2, enPL 38, 1043.

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crapulam et ebrietatem prandiis solemnibus incumbantes239, demanera que al día siguiente se velan entrar en la iglesia fielestambaleándose con pasos inseguros y farfullando oraciones des-cabelladas; otros practicaban una especie de ramadán cristiano,pues ayunaban de día, pero de noche comían opíparamente; talayuno no era una penitencia, sino más bien una preparación alas comilonas nocturnas, quasi cum licentia ventrem valeantingurgitare240.

Durante los eclipses de luna, que se creía que los provocabanmonstruos que agredían al astro, la gente gritaba y se agitabacomo para acudir en su ayuda: "Pero entre vosotros, ironizabanlos predicadores, la luna sólo se oscurece y sufre tribulacionesen las horas vespertinas, cuando tenéis el estómago lleno de to-da clase de comida y la cabeza os da vueltas por las excesivasjarras vaciadas con avidez"241. Nótese que habitualmente laúnica comida verdadera era la que se hacía al anochecer, alregresar del campo o, en todo caso, al final de la jornada, trasun duro trabajo agravado por lo rudimentario y por lo tosco delos utensilios usados, que requerían un dispendio considerablede energías. Los largos intervalos entre una comida y otra nocorrespondían a una nutrición adecuada y racional, ni la calidadde los alimentos aseguraba siempre la cantidad de calorías ne-cesarias. Por último, si tenemos en cuenta que muy a menudosucesos humanos y causas naturales amenazaban o compro-metían los ritmos de producción, el sustento y la supervivencia,para la mayor parte de la población, estaban ligados a un régi-men de vida de alto riesgo que, a través de una dinámica psico-lógica típica de los periodos de precariedad y de emergencia ali-mentaria siempre al acecho, avivaba los instintos voraces: elmiedo al hambre desencadenaba y legitimaba la avidez.

Para algunos, atiborrarse de comida hasta el vómito con las cor-respondientes libaciones hasta la ebriedad, podía representar,por decirlo así, un almuerzo de recuperación consentido por cir-cunstancias favorables; hallar peces muertos a orillas de los ríoso toparse con un ciervo, un jabalí o cualquier animal destrozadopor otras fieras, era una suerte inesperada a la que ninguna nor-ma penitencial conseguiría que se renunciara. Para otros, encambio, la habitual suntuosidad y superabundancia de la mesa

transformaba su voracidad en un emblema para simbolizar elpoder de la persona y su condición económica: fuerte y rico es elque come, el que puede comer cuando quiere y cuanto quiere.En un mundo en que, como observa G. Duby, la jerarquía socialse expresaba ante todo mediante la calidad de los alimentos 242,comer y beber, incluso hasta el exceso, servía para dar concre-tamente la imagen de sí mismo y del propio rango. Desde el Em-perador hasta el más humilde de sus funcionarios, laicos o ecle-siásticos, la capacidad de resistencia para devorar enormescantidades de carne, empujada por interminables efusiones devino, debía indicar la dignidad y la importancia de la persona. Lamesa representaba un momento político, una empresa gratifi-cante, un alegre torneo para campeones, los campeones de lacomilona: traducía fielmente y reunía los aspectos esenciales ymás característicos de quienes se consideraban los potentioresen una época guerrera y ruda 243.

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239. "Entregándose hasta la crápula y la ebriedad a comidas solemnes".

240. "Como si pudieran atiborrar Ifcitamente el vientre". Sermo II. en PL 136,693-95.

241. Sed apud vos vespertinis tantum horis laborare consuevit, quando co-piosa cena venter distenditur, quando maioribus poculis caput movetur. Tuneigitur apud vos labo-rat luna, quando laborat et vinum; tunc, inquam, apudvos turbatur carminibus lunae globus, quando calicibus turbantur et oculi:Máximo de Turin, Sermo XXX, 2, en Corpus Clrrístianorum, serie latinaXXIII, pág. 118.

242. G. Duby, L'economia rurale nell'Europa medievale, Bari, Latera, 1966,pág. 13. Para el periodo bajo-medieval, vid. A. M. Patrone, Il cibo del ricco eil cibo del povero. Contributo alla storia qualitativa dell'alimentazione. L'areapedemontana negli ultimi secoli del medioevo, Torino, Centro Studi Piemon-tesi, 1981.

243. Cf. M. Montanari, L'alimentazione contadina, cit., págs. 257 y sigs. Delvoraz desenfreno en la mesa el mismo autor refiere (pág. 460) el ejemplo deAdelchi, que, habiendo llegado furtivamente hasta la mesa de Carlomagno,y haciendo que le llevaran todos los huesos semidescamados de ciervos,osos y búfalos que hablan sido servidos, "ita confringcbat omnia ossa,comedens medullas, quasi !co esuriens vorans predam", de modo que elmismo Carlos, formidable devorador de asados, viendo aquella montaita de

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Comer o beber por apuesta, por desafió, era un ludus amplia-mente practicado igual que cualquier otro ejercicio gimnástico;tales competiciones, como se comprende por muchas normaspenitenciales 244, formaban parte de las tradiciones alimenta-rias y de las costumbres socia-les; la comida se transformaba amenudo en una competición, en un torneo gastronómico, en unduelo, en una confrontación entre campeones, tan congenialcon la mentalidad bárbara.

El origen hay que buscarlo quizá en las Trinkgemeinschaften delas poblaciones germánicas, en las libaciones rituales de cerve-za o hidromiel del paganismo nórdico, en los vivaques ritualesde los britanos, que inicialmente eran simposios sagrados; deaquí a la degeneración en juergas y crápulas había poca distan-cia. Cuando el cristianismo no conseguía eliminarlos, se veía obli-gado a absorberlos tratando de hacerlos coincidir con las festivi-dades en honor de algún santo; pero los resultados negativoseran siempre los mismos 245.

Las autoridades políticas y eclesiásticas se muestran a menudopreocupadas por la actitud y la idoneidad de sus respectivossubalternos en el cumplimiento de sus deberes y de sus tareasdespachadas tras comidas excesivas. Muchos cánones sinoda-les y no pocos capitulares contienen normas que sólo compren-demos a la luz de cuanto se ha dicho hasta aquí: los condesdebían acudir a las juntas imperiales totalmente en ayunas 246;jueces y testigos no podían presentarse en el tribunal en estadode embriaguez 247; al clero y a cuantos tenían la cura animarumles estaba prohibido participar en comidas y banquetes con loslaicos: pues muchos, todavía embriagados al día siguiente seolvidaban de las sagradas funciones que les esperaban248. So-bre todo el bajo clero, habitualmente en más estrecho contactocon el pueblo, compartía sus usos y costumbres y participabaen todos los acontecimientos cotidianos: toda festividad y lasdiversas circunstancias que marcan la vida del cristiano, naci-mientos, bautizos, bodas, terminaban en torno a una mesa másabundante de lo habitual, del mismo modo que eran más desen-frenados de lo normal los excesos a los que todos, laicos o ecle-siásticos, se entregaban249.

* * *

Cuestiones de decoro, de conveniencia y de respeto a los objetossagrados y a los ornamentos litúrgicos, pero, al mismo tiempo,también problemas de higiene, de estética o de urbanidad podían

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Oronzo Giordanohuesos reducidos a trocitos como pajaza, preguntó sorprendido quien hablasido: "miles perfortis", se le respondió, "qui cuncta cervina ursinaque ac bubi-na confregebat ossa, quasi quis confringcrct cannabina stipula": ChronlconNavalleiense, II!, 21. Cf. Jonás de Orleáns, De institutione ¡alcali, I, 20, en PL106, 164-165. Los refinados emperadores bizantinos echan en cara a Liut-prando, en misión diplomática en Constantino-pia, la rudeza y la voracidadde sus jefes occidentales "quorum Deus venter cst, quorum audacia crapu-la, fortitudo ebrietas, ieiunium dissolutio; pavor sobrietas": Liutprando, Rela-tio de legazione Constantinopolitana, XI, en M. G. H., Scrip/ores rer. germ.,ed. J. Becker, Hannover-Leipzig, 1915, pág. 182.

244. Inebriasti te unquam per iactantiam, ita dico, ut gloriareris in hoc, quodalios in potu vincere posses, et sic per ruam voluntatem et per ruam exorta-tionem te et alios ad ebrietatem perduxisti? Corrector Burchardi, LXX, W.,pág. 647. Competiciones seme-jantes eran habituales también entre los sol-dados: "Ut in hoste ncmo parem suum vel quemlibet alterum hominem bibe-re coget. Et quicumque in exercitu ebrius inventus fue-rit, ita excommunice-tur, ut in bibcndo sola aqua utatur, quousque se male fccissc cognoscat: M.G. H., Capitularia reg. franc. 111, 72 (citado también por Reginón de Prüm,De ecclesiasticis disciplinis, 1, 141 y 142, en PL 132, 205-206); Capitularia,I, n. 20, pág. 107; 16, pág. 116. Sobre el valor simbólico de los deberes dela guerra y los place-res del banquete, unidos ambos por el carácter sacro,vid. F. Cardini, Alle radici della cavalleria, cit., págs. 107-108.

245. H. Fichtenau, L'impero carolingio, Bari, Laterza, 1972, págs. 162. Cf. L.Mus-set, "La pénétration chrétienne dans l'Europe du Nord", en Settim. distudio del Centro it. di studi sull'alto Medioevo: La conversione al cristianes-imo nell'Europa dell'Alto Medioevo, XIV, Spoleto, 1967, págs. 301 y sigs.

246. Ut comites... in venationem non vadant illo die quando placitum debentcustodi-re nec ad pastum: M. G. H., Capitularia reg. franc., I, n.17, pág. 63.

247. Ut nullus ebrius suam causam in mallo possit conquirere nec testimoni-um dicere; nec placitum comis habeat nisi ieiunus: M. G. H., Capit. reg. franc.,1, n. 15, pág. 116; vid. igualmente: n. II, pág. 124; n. 5, pág. 148; n. 38, pág. 103.

248. M. G. H., Capir. reg. franc., I, n, 17, pág. 94; n. 4, pág. 238; n. 6, pág.243; n. 23, pág. 96.

249. Omnino prohibendum est omnibus ebrietatis malum, et istas coniuta-tiones quas faciunt per sanctum Stcphanum aut per nos aut per filios nostrosprohibemus: M. G. H., Capir. reg. franc., I, n. 26, pág. 64.

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presentarse durante las funciones religiosas y todos los actos yoperaciones inherentes al culto. Ciertas normas de los Libros Pe-nitenciales y diversos testimonios procedentes de otros orígenesnos informan o, por lo menos, nos permiten entrever las condi-ciones reales de no pocas iglesias, especialmente rurales o dis-persas por localidades inaccesibles y menesterosas.

Sabemos también que con demasiada facilidad se improvisabanaltares, capillas e iglesitas sin respetar las leyes eclesiásticas;además el clero asignado a estos lugares de culto y reclutado engeneral por poderosos laicos movidos por su personal interés 250,dejaba mucho que desear no sólo por su escaso celo, sino tam-bién por la falta de preparación doctrinal y por su nivel moral. Es-tos curas que repartían sus servicios entre la casa del amo quelos había elegido y la domus Dei, se distinguían por su rudezay suciedad251; los obispos más celosos y a menudo los reyesmismos debían intervenir para prohibirles el uso de armas, parareclamarles el cumplimiento mínimo de sus deberes, para prohi-birles celebrar misa descalzos o con el puñal o el cuchillo al cin-to y servirse de cuernos de animales en lugar del cáliz252.

En tales lugares de culto, a menudo frágiles o ruinosos, tanto lascelebraciones litúrgicas como la custodia y conservación de losornamentos y de los objetos sagrados eran bastante aleatoriosy carentes de toda seguridad o protección contra eventuales pe-ligros y daños, que las más de Ias veces rozaban la profanación.Más que eventualidades conjeturadas, ciertas normas reflejanrealidades concretas, hechos que a los canonistas no les erandesconocidos o quizá ellos mismos habían experimentado; sondeclaraciones que nos dejan turbados y sorprendidos porque serefieren a los momentos más solemnes y a los objetos más sa-grados del culto cristiano: Omne sacrificium sordida vetustatecorruptum, igni comburendum est 253; es decir, se trata de hos-tias consagradas que, abandonadas u olvidadas durante muchotiempo, enmohecían o se transformaban en un hervidero de gu-sanos, como explica mejor otra norma: Qui neglixerit sacrificium,ut vermes in eo sint, ve! colorem non habeat saporemque, inigne accendatur, cinis eius sub atare abscondatur254. Temien-do que sacerdotes ignorantes y fanáticos las consumieran o lasdistribuyeran también a los fieles, no sólo se prescribía quemar-

las, sino que, para evitar que sus cenizas fueran robadas y utili-zadas para otros fines, se recomendaba esconderlas y hacerlasdesaparecer bajo los altares 255.

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Oronzo Giordano250. H. Fichtenau, o. c., pág. 205.Vid. cartas de Agobardo de Lión y del papaZacarias en M. G. H., Epistolae, Ill, n. 83, pág. 365; V, n. 11, pág. 203; Jonásde Orleáns, De instil. laic., II, 21, en PL 106, 211-213; M. G. H., Capii. reg.franc., I, pág. 183.

251. J. Chelini, "Les laïcs dans la société ecclésiastique carolingienne", en Ilaici nella "Societas christianav dei secoli XI e XII, en Atti della iii serrim.intern. di studio, Mendola 21-27 agosto 1965, Milano, 1967, págs. 36 y sigs.

252. Nullus in calcareis, quos sperones rustice dicimus, et cultellis extrinse-cus dependentibus missam canter, quia indcccns et contra regulam eccicsi-asticam: Raterio de Verona, Synodica, 7, en PL 136, 560. En un sinodo delaño 786 se cstablecia, entre otras cosas: "... ne quislibet ex ministris altarisnudis cruribus ad missam celebrandam accedere audeat, ne turpitudo eiusappareat et offendatur Deus... Vetuimus etiam, ne de cornu bovis ealix autpatena ficret ad sacrificandum Deo, quia sanguinca sumo, en M. G. H.,Epistolae, IV/2, pág. 23.

253. "Todo sacramento eucarístico corrompido por sórdida vejez debe serquemado)>. Poenit. Bedae, 10, W., pág. 227; Poenit.Theodori, 6, W., pág. 196;Poenit. Cummeani. 15, W., pág. 490; Columbano, Regula coenobialis, X, enPL 80, 222.

254. "Si se olvida el sacramento eucarístico hasta el punto de que haya enél gusanos o no tenga color ni sabor, quémese y escóndase bajo d altar suceniza". Poenit. Egberti, Xll, 3, W., pág. 243; Poenit. Pseudo-Romanum. X, 7,W., pág. 372; Poenit. Bobiense. XLIV, W., pág. 411; Poenit. Merseburgense.LXXX, W., pág. 399; Poenit. Vindobonense, LXIX, W., pág. 421; Poenit.Pseudo-Egberti, XLIV, W., pág. 339.

255. Las disposiciones sinodales recomendaban, por consiguiente, tenerbien custodiados cálices y copones y renovar a menudo las hostias consa-gradas para evitar su deterioro: "Semperque sit super altare observatumpropter mures et nefarios homines; et de tertio in tertium diem semper mute-tur, id est, illa a presbytero sumatur, et alia quae eodem die consecrata estin locum subrogetur, nc forte diutius rcscrvata mucida, quod absit, fiat":Reginbn de Pram, De ecclesiasticis disciplinas, 1, 70, en PL 132, 205-206.Muchas veces las hostias consagradas, las reliquias, los santos óleos y clcrisma sagrado eran hurtados con fines mágicos como talismanes, especial-

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Asombra que la misma eventualidad se prevea también para lasiglesias monásticas; la penitencia impuesta en estos casos varia-ba según el grado de putrefacción que las hostias presentaban:Qui negligit sacrificium, et immutatum fuerit, et panis amiseritsa-porem: si rubro colore, viginti dies poeniteat; si hyacintino,quindecim dies poeniteat. Si autem non immutatum fuerit colore,sed conglutinatum, septem dies poeniteat 256.

Pero podían suceder cosas peores, sobre todo en las iglesiasrurales, frecuentemente construidas parte con piedra y parte conmadera y paja, por lo que estaban más expuestas a toda insidia,como incendios y hur-tos por parte de gente sacrílega o ensucia-das y deturpadas por animales inmundos: por la noche perros,ratones y otros animales semejantes vagaban libremente y en-traban por todas partes, incluso en las iglesias, royendo y devo-rando todo lo que encontraban comestible, hasta las mismashostias mal custodiadas o abandonadas por negligencia 257.

Del abandono y de la dejadez con que muchos sacerdotes de-sempeñaban las funciones sagradas nos informan bastantesdeliberaciones sinodales y también los capitulares; asimismo loslibros penitenciales contienen numerosos testimonios sobre es-to, que reflejan con mayor relieve y más viva adhesión a la reali-dad cotidiana el comportamiento, las convicciones y las catego-rías mentales difundidas en varios niveles.

Durante la celebración de la misa, podía suceder que el sacer-dote, por distracción, por negligencia o por la inestabilidad delaltar a menudo improvisado, vertiese el vino del cáliz en el man-tel o lo hiciera caer sobre el suelo, que en general era de simpletierra batida o estaba cubierto, como mucho por esteras de mim-bre. En estos casos las normas ordenaban que el celebranterecogiera el vino con la lengua y después lo secara muy biencon un paño; o bien, tras haber lamido con la lengua el vino ver-tido sobre el altar, debía lavar tres veces el mantel en el puntoen que se había derramado el líquido, retrociéndolo cada vezsobre el cáliz, y luego debía beber aquella agua 258; en otrasnormas vemos simplemente la prescripción de echar aquellaagua al fuego 259.

Es probable que todas estas normas no hicieran más que ratifi-car lo que ya espontáneamente hacían los sacerdotes, quienes,en tan desdichada circunstancia, turbados por el temor de habercometido un sacrilegio o al menos una profanación, aunqueinvoluntaria, se apresuraban a repararla, prosternándose congestos que querían ser también actos de reparación.

En Ias iglesias monásticas se prevé la misma eventualidad y cadavez se resuelve con el mismo escrúpulo reverencial, que, segúnlos lugares y las mentalidades, desde las complicadas operacio-

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mente en las ordalías y en los diferentes juicios de Dios: en M. G. H., Con-cilia, t. H, pars I, c. 20, pág. 289; Leges, II/I, c. 10, pág. 149; por eso los obis-pos recomendaban tenerlos siempre bajo rigurosa custodia: "... sacrumchrisma et oleum consecratum semper sub sera sit; ne illud... ali-quis infid-clis aut immundus tangat, aut aliquis perfidus ad Dei iudicium subvertendumsubripiat, quod experimento didicimus": Reginón de Pram, De eccl. discipl.,I, 72, en PL 132, 205.

256 "Quien olvide el sacramento eucarístico hasta el punto de que se cor-rompa y pierda el sabor de pan: Si con color rojo, haga penitencia veinte dias;si con color jacintino, haga penitencia quince dias. Pero si no ha cambiadode color, pero sl se ha aglutinado, haga penitencia siete días". Columbano,Regula coenobialis, X, en PL 80, 222; Poenit. Merseburgense, LXXXI, W.,pág. 393; Poenit. Vindobonense, LXIX, W., pág. 421.

257. Poenit. Cummeani, XIII, 6 y 7, W., pág. 489; Poenit. Pseudo-Egberti, L,W., pág. 339; Poenit. Pseudo-Romanum, X, I, W., pág. 371; Poenit. Mer-seburgense, LXXVIII, W., pág. 399.

258. Si super altare stillaverit calix, sorbcat minister stillam et lintcamina,quae tetigerit stilla, tribus vicibus abluat calice subterposito et aquam ablu-tionis sumat: Poenit. Merseburgense, LXXXVIII, W., pág. 400; Si vero perncglegcntiam de calice aliquid stillaverit in terra, lingua lambatur, tabula ra-datur: Poenit. Cummeani, 18 y 19, W., pág. 491; Si vero declinaverit in terra,lingua sua lingat: Poenit. Bobiense, XLVI, W., pág. 411. Vid. también: Poenit.Merseburgense, LXXXVIII, W., pág. 400; Poenit. Vindobonense, LXIX, W.,pág. 421; Poenit. Pseudo-Romanum, X, 9, W., pág. 372; Poenit. Vallicella-num, I, 26, S., pág. 335; PoeniL. Vigilanum, XII, W., pág. 528.

259 Si super altare stillaverit calix, sorbeat minister stillam... et linteamina,quac tctigerit stilla, per tres abluantur vices, calice subterposito; aqua ablu-tionis in ignem proiiciatur: Poenit. Pseudo-Cregorii, XXVIII, W., pág. 545.

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nes iniciales dictadas por una ingenua rudeza, va poco a pocomitigándose y simplificándose en formas cada vez más realistasy en prácticas inspiradas más por el sentido común que por pre-juicios y temores sagrados.

Si las sagradas especies caían sobre los corporales o bien sobreun paño igualmente limpio, era preciso lavarlo y escurrirlo tres ve-ces sobre otro cáliz; el agua del primer lavado se distribuía a loshermanos presentes, mientras que la de los dos siguientes seguardaba en una especie de sagrario260. En otros monasterios,aparte de la penitencia que podía imponerse o al sacerdote soloo a todos los asistentes, los paños sobre los que se había verti-do el cáliz o habían caído fragmentos de hostias se debían lavartres veces, primero en el vino y después en agua natural; losdos primeros enjuagues se daban a beber a todos los presentesy el tercero se vertía en el sagrario261.

Cuando el vino consagrado caía en piedra o en madera, era ne-cesario raspar y frotar lo más posible las partes mojadas y luegodepositar en el sagrario lo recogido; se lavaba diligentemente lapiedra o la madera y se bebía aquella agua. Pero, si el vino caíasobre el heno o sobre la estera de junco, en los que no era posi-ble realizar los habituales lavados, bastaba quemar el heno o laparte de la estera sobre la que se había producido el derrama-miento; la ceniza se guardaba en el sagrario habitual 262.

Pero, con el paso del tiempo, estas operaciones de purificaciónse fueron simplificando cada vez más y ya no encontramos aquelceremonial que manifestaba actitudes, convicciones y miedosbastante primitivos, quizá más próximos a un sentido mágico ysupersticioso de lo sagrado y de todo lo que a ello se refiere. Enlas Consuetudines redactadas por el abad Juan Rodas de S.Matías, muerto en 1439, se anota simplemente: si vero (corpusdomini vel sanguis) super paliam vel corporale ceciderit, pars iliaabscidatur et ad reliquias reponatur 263.

En los monasterios, la limpieza y la conservación de los para-mentos sagrados y de todo lo que servía para el culto y estabaen más estrecho contacto con cálices, copones y patenas, comolos cornijales, los corporales y demás, eran objeto de largas y

minuciosas prescripciones relativas a los tiempos en que se po-dían lavar, a los lugares y a los modos de tenderlos a secar, alas precauciones para evitar cualquier contacto con otros obje-tos no sagrados y para alejarlos de cualquier contaminación,sobre todo por parte de animales. En la realización de estos hu-mildes trabajos de lavandería se procedía de acuerdo con un ce-remonial que no descuidaba el más pequeño detalle, incluso elmás obvio y trivial.

El periodo mes adecuado eran las estaciones intermedias, pri-mavera y otoño, quia iam muscarum tanta non est insolentia 264.Un primero y largo lavado con agua fría se hacía en la iglesiadespués de vísperas, cuando el aire comenzaba a refrescar, yse servían para ello de hondos recipientes de bronce, reserva-dos exclusivamente para este uso. Renovada por tercera vez el

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260 Si vero super corporale vcl super aliqucm honcstum pannum sanguisceciderit certumque fuerit quo ceciderit, pars ilia panni in aliquo calice ablua-tur et prima ablutio a fratribus absumatur, reliquae duce in sacrarium proii-ciantur. Decreta Lanfranci, en Hallinger, III, 93, pág. 75.

261. Si vero corpus non intinctum... extra corporalia ceciderit vel sanguiseffusus fuerit aut vinum quod post sanguinem mittitur sive micae de patenaperierint, similitcrtotus conventus iudicium habebit. Panni super quos ceci-derint abluantur prius vino delude aqua; et ipsae binae ablutiones a fratribusqui affuerunt, bibentur, tertio laventur in sacrario: Consuetudines Beccenses,en Hallingcr, IV, 458, pág. 175.

262. Si super lapidem aut lignum ceciderit, radatur quamtum potent et lotumdiligenter in sacrario reponatur, lavatura vero bibitur. Si vero super mattamvel foenum ceciderit, comburatur foenum vel ila pars mattae super quamceciderit et in sacrario mittatur. ibidem. Para comprender esta norma, esnecesario tener en cuenta que los suelos de muchas iglesias y también delos monasterios estaban cubiertos de esteras de mimbre, y generalmente deheno o juncos: "luncus qui spargitur in ecclesia et claustro, per cicemosyna-rium providendus est. Sex enim vicibus per annum scopari facit utraquc to-tumque cum iunco recens acquisito contegi pavimentum": Ulrico de Zell, Ant.Consuetud. Cluniac., III, 24, en PL 149, 767.

263. "Pero si (el cuerpo del Señor o su sangre) cae sobre la palia o el cor-poral, córtese aquella parte y póngase junto a las reliquias". En Hallingcr, V,35, pág. 39.

264. "Porque ya no es tanta la insolencia de las moscas".

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agua, los paños se dejaban en remojo durante toda la noche. Aldía siguiente por la mañana, enjuagados y escurridos en la pile-ta en que se lavaban los cálices, se llevaban a la habitación delsecretarius para las operaciones de blanqueo, como diríamoshoy, y para el almidonado; durante todo este tiempo un monjeestaba siempre de guardia para que no se posaran encima pá-jaros, moscas u otros insectos; la cuerda en que serán tendidospara secar debía estar esmeradamente limpia; para el plancha-do final se tendrá cuidado de no apoyar los corporales sobre lamesa desnuda, sino sobre blanquísimos paños de lino265.

En otros lugares estas operaciones variaban o se enriquecíancon particularidades que quizá no sea superfluo destacar. Si setrataba de corporales nuevos no usados aún en la liturgia, po-dían lavarlos también las mujeres, es decir las monjas; pero, unavez usados para la celebración de la misa, tal incumbencia eraexclusiva del monje sacristán; se permitía, sin embargo, que elúltimo enjuague pudieran darlo las monjas, con tal de que losprimeros los hubiera hecho un sacerdote o un diácono. Este,tras el usual remojo en lejía, vestido con una alba (indutus alba),procede a las posteriores operaciones, que deben desarrollarseen lugar protegido y teniendo los corporales siempre envueltosen toallas de purísimo lino, mientras que un monje está atento aque pájaros e insectos no revoloteen alrededor. AI terminar,todos los recipientes utilizados debían ser cuidadosamente la-vados y enjugados 266.

En cuanto a los cálices, copones y patenas podríamos decirque, junto a la liturgia de la misa, a la que estaban destinados,existía una liturgia de su limpieza, de su conservación y de sucustodia. Las comunes exigencias de limpieza y decoro para losvasos sagrados se expresaban mediante atenciones y operacio-nes dictadas por un profundo temor reverencial, por una turbaciónreligiosa, por una aura de intangibilidad para todo lo relativo a losparamentos sagrados, a la ejecución del rito, al cumplimiento deun misterio divino. Lavar, enjugar y conservar aquellos objetoscasi formaban parte del mismo ceremonial del altar: cada gestotiene un significado y una cadencia litúrgica y todo está circun-dado por un halo de incontaminada pureza. Nadie podía tocar-los o cogerlos con la mano directamente sino sirviéndose de

limpísimos paños; debían guardarse en custodias especialesfinamente trabajadas; sólo un sacerdote o un diácono podían la-varlos utilizando una palangana especial, secarlos con una toa-lla especial y después secarse las manos con otra toalla. Sedebía asegurar especialmente la perfecta limpieza de las partesinternas, restregando cuidadosamente el fondo para que noquedase ninguna huella y ni siquiera el olor del vino: apportatumcalicem diligenter lavat aqua bis infusa... manu interius missabene quoque in fundo ipse calix confricetur, ne forte aliquantu-lum fetiscat propter vini crebram infusionem 267.

Desde el altar al lavadero el sagrado ajuar es objeto de una ob-sesión fetichista de limpieza material de los objetos y de las per-sonas que los manejan; la misma celebración de la misa con Iasrepetidas abluciones de las manos y del cáliz, antes y despuésde la "communio", hasta el final del rito, parece la sacralizaciónde la práctica de la higiene y es una ininterrumpida liturgia de lapurificación. El sacerdote tiene el pulgar y el índice de las dos

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265. Ad huius ctiam rei officium rite explendum vernale tempus sive autum-nale eligitur, eo quod vemali tempore remota hiemali asperitate, aer iam puri-or habeatur. Autumnali vero... quia iam muscarum tanta non est insolcncia,ut in tempore aestatis, qua-rum maculae difficilius abluuntur. Ad hoc saneministerium habentur vasa aenca altissima, nullis aliis usibus dedita, in qui-bus post vesperas in ecclesia bis corporalia intinguntur aquae frigidae, et tcr-cntur in manibus; iterum aqua tertio infunditur, ita per noctem mansura; manevero infunditur sicut et prius in piscinam super quam calices lavantur. Por-tantur deindc forts ad officinam secretarii, in qua sum ablucnda... Quae post-quam bene Iota fuerint, et aliquantulum siccata, rursus intinguntur aspersioniquae fit clara et liquida de optima farina, et ita siccantur ad perfcctum. Interimvcro minima carcnt custode, maxime qui muscas et vcrmiculos insidentes abeis abigat. Chorda, in qua extenduntur ad siccandum, non negligitur ut sitlota, quac ctiam in marsupio ad hoc solummodo opus iugiter servatur. Quan-do vero levigantur cadem corporalia cum vitreo cmisphaerio, unus eis sub-stcmitur pannus, nec ponuntur unquam super lignum nudum: Ulrico de Zell,Antiquiores Consuetudines Cluniacenses, III, 14, en PL 149, 758.266 Cf.Consuetudines monasterli Eynsham, en Hallingcr, II, 435, págs. 177 y sigs.

267. "Cogiendo el cáliz, lo lava cuidadosamente con agua echada dos ve-ces... metiendo dentro la mano, friéguese bien igualmente el cáliz en su fon-do, no sea que huela algo mal a causa de echarse vino en 61 con frecuen-cia". Ulrico de Zell, Ant. Consuet. Gun., II, 30, en PL 149, 715-7I 7.

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manos apretados el uno contra el otro y, con esos dedos desti-nados a coger las sagradas especies, no tocará ni el cáliz ni loscorporales 268. En tan incontaminada pureza parecería una pro-fanación una mota de polvo sobre el cáliz o sobre el copón, ouna mosca que diera vueltas a su alrededor 269. Y el diáconodebía asimismo hacer que las moscas no se acercasen al altar,ni al pan ni al vino, ni al sacerdote, durante las celebracioneslitúrgicas: Unus autem ministrorum, qui semper duo debent esse,stans cum flabello prope sacerdotem, ex quo muscarum infesta-tio exsurgere incipit, donec finiatur, eas amere a sacrificio, et abaltari, seu ab ipso sacerdote non negligit270. Cuando una moscao una pulga se posaba sobre el altar o sobre las hostias durantela misa, al sacerdote se le imponía una penitencia: Si musca velpulex tangit vel insidet corpori (domini) ve! locum ubi est, solussacerdos iudicium accipit 271.

La mención bastante frecuente de estos flabella, o más exacta-mente de estos muscatoria, como dicen otros textos, nos haceentrever otro de los aspectos negativos, de las molestias queafligían al hombre medieval: la presencia generalizada del mo-lesto insecto responsable, como sabemos hoy, de muchas en-fermedades e infecciones. Quien ha visitado ciertas regiones deltercer mundo o ha pasado algún tiempo en algunos lugares dela India o de África, como Lalibela en Etiopía, puede hacerseuna idea de la muscarum insolentia, a la que se refieren nues-tras fuentes. La presencia molesta y angustiosa de las moscas,a la que ya se había referido S. Agustín272, se aceptaba y so-portaba como tantos otros males anejos a la existencia hu-mana, lo mismo que las adversidades atmosféricas y las enfer-medades. No se tenía la menor sospecha de que en sus alasviajaran insidias y continuos peligros para la salud del hombre;la gente se protegía de ellas como se protegía del viento o de lalluvia, por el fastidio y la molestia que causaban; se las alejabaescrupulosamente de los objetos sagrados para que no los en-suciaran y contaminaran o turbaran el desarrollo de las ceremo-nias religiosas.

Abanicos y espantamoscas de todo tipo abundaban en las co-munidades monásticas; durante las largas horas del coro, perosobre todo en el refectorio, que las atraía especialmente, las

moscas representaban un verdadero flagelo, de manera parti-cular durante el verano. Pero más que para defender los alimen-tos y las bebidas de contactos impuros, aquellos flabelos ser-vían para aliviar la molestia de los comensales; si se posabanmoscas sobre el pan o sobre los platos mientras los monjes, depie delante de la mesa, recitaban la oración de acción de gra-cias, no estaba permitido usar los espantamoscas: Nulla re, necetiam flabello, quo muscae abiguntur, in aestate interim utitur,dum "Benedicite" super cibum et potum datur 273. El momentode la oración, la gratiarum actio, tenía preferencia y no debía serinterrumpido por ninguna otra necesidad o preocupación.

* * *En la cultura monástico-eclesiástica enamorada del "ceremoni-al", de los gestos simbólicos, de la pompa litúrgica, es difícil dis-tinguir las motivaciones sagradas y las finalidades religiosas delas que son simple comportamiento humano, necesidades con-tingentes, aspectos sociales, exigencias naturales. En efecto, en

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268. ... pollicem tarnen et indicem utriusque manus combinatos diligenterconstringit, ne vel ipsa corporalia cum eis tangat, cum quibus hostias habebitin proximo tange-re et tractare: ibidem.

269. Praedictam autem pixidem... bene cum linteolo de pulvere exteriustersa, abstrahit: ibidem.

270. "Pero uno de los ministros, que siempre deben ser dos, de pie junto alsacerdote con un espantamoscas desde que comienza a surgir la peste delas moscas hasta que se acabe, no deja de apartarlas dcl cuerpo de Cristo,y del altar, o del sacerdote mismo". Ibidem.

271. "Si una mosca o una pulga toca el cuerpo (del Señor) o se posa sobreél o sobre el lugar donde está, sólo el sacerdote es responsable".Consuetudines beccenses, en Hallinger, IV, 458, pág. 175.

272.Tractatus in Johannem, I, 14, en Corpus Christi, serie latina, XXXVI/VIII,pág. 8. S. Jerónimo regala uno de estos flabelos espantamoscas (muscari-um) a su hija espiritual Marcela: ep. 44 en PL 22, 480.

273. "Nada, ni siquiera el flabelo con que se ahuyentan las moscas, se usaen verano mientras se reza el "Benedicite" sobre la comida y la bebida".Guillermo de Hirschau, Constitutiones Hirsaugienses, 64, en PL 150, 994.

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otros momentos, incluso en los mismos ambientes, vemos másdesenvoltura y menos preocupaciones por las exigencias de de-coro y de limpieza que informan la costumbre y la conducta so-cial de los individuos.

Se ha hecho notar que, en el plano biológico del comportamien-to, lo que distingue al hombre de los animales es el hábito degesticular y de escupir. Para el actual nivel de "civilización" y pa-ra el progreso de los conocimientos científicos, el escupir libre-mente no es sólo una "mala costumbre" o cuestión de decenciao de estética. El conocimiento de los organismos patógenos,causa y vehículos de contaminaciones y de enfermedades, hacambiado radicalmente nuestro sentido de lo sucio y ha agrava-do los temores que suscita, porque se trata sobre todo de un ac-to antihigiénico; el descubrimiento relativamente reciente de lasbacterias ha cambiado las bases mismas de lo sucio; hoy nosresulta difícil pensar en lo sucio en general fuera del contexto dela patogenia 274.

Durante el período altomedieval la costumbre de escupir, lejosde suscitar nuestros temores, es un gesto absolutamente caren-te de importancia, tanto desde el punto de vista higiénico comodesde el estético; no causa repugnancia ni reacciones socialesde ningún género porque, según el comportamiento común, seinscribía en el conjunto de gestos y acciones totalmente norma-les e indiferentes, que la "buena educación" de la época acep-taba, como aceptaba que en la mesa los alimentos, incluso losjugosos, se cogieran con las manos, y se sonaran tranquilamen-te la nariz con los dedos; el descubrimiento del pañuelo parausarlo en esta operación se hará esperar mucho. El control o lapresión social que hoy condicionan nuestro comportamiento "cí-vico", entonces eran adecuados a los niveles y a las conviccionesvigentes y quizá representaban un paso adelante en la educa-ción, comparada con épocas precedentes, y cierto refinamientode maneras en la conducta exterior de la gente.

No sabemos cuál era el comportamiento común en este aspec-to; podemos adivinarlo a través de los testimonios procedentesde las reglas monásticas, y sobre todo de las numerosas Con-suetudines que han llegado hasta nosotros275. La vida monás-

tica es también una forma de comportamiento humano institu-cionalizado, aunque embebido, por la profesión religiosa, en lo sa-grado y en el ceremonialismo cultural, por lo que incluso la prác-tica monástica acaba convirtiéndose en el sistema social porexcelencia.

Cada individuo vive y actúa siempre en un ámbito comunitarioque no deja espacios para la intimidad de la persona; la Regula,y todas las costumbres que de ella se derivan, tienen siempre encuenta a la colectividad social y humana, al conventos en el sen-tido más pleno y rico de la palabra. En el monasterio, el indivi-duo con sus necesidades se sitúa como parte integrante en uncontexto más amplio, de ininterrumpidas relaciones interperso-nales. El dormitorio, la iglesia, el coro, el claustro, el refectorio,expresan siempre momentos y aspectos de convivencia comu-nitaria en un entrelazamiento constante de reciprocidad, dondetodo está regulado y disciplinado detalladamente. La "cultura delas buenas maneras", o al menos la historia de su lento progre-so podemos re-construirla con muchos capítulos de esta litera-tura monástica.

Incluso las manifestaciones inferiores de la fisiología humana seinsertaban en este constante cuadro comunitario, al que el indi-viduo no podía sustraerse nunca; frente a tales necesidades, elmomento y el lugar, pero, sobre todo, el ejemplo del comporta-miento ajeno le debían enseñar cómo comportarse a su vez. Setrataba de necesidades tan naturales y espontáneas que no ha-bía ninguna razón para disciplinarlas y menos aún para repri-mirlas. En la iglesia o en el coro, el monje estaba obligado aaclararse completamente la garganta, a golpes de tos y con lascorrespondientes expectoraciones antes de comenzar el canto

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274. M. Douglas, Purezza e pericolo, Bologna, il Mulino, 1976, pág. 65.

275. Publicadas en gran parte por Migne en la Patrologia Latina, reciente-mente sc ha comenzado a publicar una edición crítica dirigida por K. Hallin-ger, Corpus Consuetudinum Monasticarum, t. I. Initia consuetudines bene-dectinae, Sieburg, 1963; hasta ahora se han publicado cuatro volúmenes.Las distintas Consuetudines se citarán con el nombre del autor, el volumeny la página.

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de los salmos y de las distintas oraciones, que debían ejecutar-se con voz clara y limpia; a quien se interrumpía a causa de unamucosidad imprevista se le castigaba con seis golpes de fusta:Interim qui tussim in exordio non bene caverit, sex percussio-nibus emendari statuitur 276. La necesidad y la costumbre deexpectorar con despreocupada naturalidad y en todas direccio-nes era tal que ni siquiera se tenía cuidado de controlar las tra-yectorias seguidas, que no pocas veces daban en blancos ines-perados. Todavía en la Regula coenobialis de Columbano lee-mos: Si quis emittit sputa, et contigerit altare, viginti quatuorpsalmos (cantet); si parietem attingit, sex 277. Como se ve, nose amenaza con un castigo corporal, sino con una penitenciamás leve, es decir, recitar 24 salmos, a quien inadvertidamentedaba en el altar; pero, si el esputo caía simplemente sobre unapared cualquiera, tal penitencia se reducía a una cuarta parte.Por tanto, al legislador monástico no le interesa el gesto en sí,que no figuraba en los manuales de urbanidad de la época; perola irreverencia, incluso involuntaria, hacia el altar debía ser re-parada con la oración.

La caridad y el respeto a los cohermanos podían sugerir cautelay discreción para no provocaa r n aquel gesto fastidio, irritacióno náusea a quien se encontraba cerca. Cierto condicionamientoprocedía, pues, de la convivencia misma, que se convierte en loque ahora llamaríamos presión social. Cuál era el nivel común deurbanidad alcanzado lo vemos en ciertas Consuetudines, que in-cluso parecen redactadas en tiempos posteriores a la época de laque tratamos:... unusquisque cayere debet, ne quemquam fra-trem seu etiam extraneum suis sputis, excreationibus et immun-ditiis qualibuscumque ad nauseam seu ad indignationem provo-cet, sed necessitate urgente in hiis pudorem et honestatem, utocculte flan', observes et emissum repente pedibus abstergere 278.

Uno de los momentos comunitarios más socializantes, comodiríamos hoy, era el del refectorio, punto de encuentro de la dis-ciplina monástica y de las conveniencias sociales, palestra paralos ejercicios de mortificación y para la práctica de las buenasmaneras. El maestro encargado de la formación y del cuidadode los novicios cuidaba igualmente su buena educación, los in-formaba de los usos y de las costumbres del monasterio en todo

lo relativo a las actividades de la jornada y a la conducta que sedebía observar desde el reposo nocturno y posmeridiano hastala recitación del oficio en el coro, hasta la ingestión de Ias comi-das. Entre las varias recomendaciones que se hacían sobre laconducta que se debía observar en el refectorio, la principal eraque los religiosos debían sentarse en los largos bancos dejandoentre un comensal y otro un espacio suficiente para que cadauno estuviera, durante la comida, cómodo y a gusto, pero sobretodo para poder, en caso necesario, escupir con toda libertad,sin tener que abrirse paso cada vez de manera molesta: Est etiamtempore refectionis summa morum honestas servanda, quae insubsequentibus aliquantulum exprimitur et attenditur. Primo inhoc, quod fratres non nimis compresse sedeant, sed aliqualespatium inter duos relinquatur pro excreatione faciendar 279.

La misma summa morum honestas se recomendaba, por otraparte, en el coro, en la iglesia, en el claustro y en todos los luga-res más frecuentados por la comunidad. Durante Ias largas ho-

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276. "Quien al comenzar no tome bien sus precauciones contra la tos debeser corregido con seis golpes". Columbano, Regula coenobialis, X, en PL 80,217; Crodegango, Regula canonicorurn, 14, en PL 89, 1065. Golpes impre-vistos de tos durante el canto y sobre todo después de la comunión podíanprovocar enojosos inconvenientes: ((Quidam frater cantaverat post acceptio-nem hostiae et vini haustum tribus vel quatuor vicibus, fratrem cogente nimianecessitate excreavit, in ipsa excreatione quartam partem hostiae salutarissuper mattam eiecit. Comperit hoc statim et cum humore quem exspueratillam partem hostiae quam eiecit ore suscepit et mattam ut potuit lavavit insacrario": Consuetudines Beccenses, en Hallinger, IV, 459, pág. 176.

277. "Si alguien emite esputos y alcanza el altar, (cante) veinticuatro salmos;si da en la pared, seis". Ibidem, en PL 80, 222.

278. "... cada uno debe tener cuidado para no provocar el asco o la indigna-ción de algún hermano o bien de un extraño con sus esputos, escupitajos,o cualesquiera inmundicias; y en caso de necesidad urgente, guarde enestas cosas el pudor y la decencia, para que se hagan ocultamente, y lo emi-tido de repente, limpiarlo con los pies". En Hallinger, V, 10, pág. 11.

279. "También durante la refección debe guardarse el mayor decoro, que dealgún modo se expresa y se observa en lo siguiente. Primero, en que los her-manos no se sienten demasiado juntos, sino que se deje entre dos algún es-pacio para expectoran>, Ibidem.V, 214, pág. 198; vid. también 200, pág. 183.

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ras litúrgicas diurnas y nocturnas, principalmente en invierno,cuando los rigores del frío y los consiguientes catarros agudiza-ban las molestias y los fastidios procedentes de la nariz y de lagarganta, es fácil imaginar el continuo y abundante moquear y ex-pectorar entre novicios y monjes ancianos. ¿Cómo se comporta-ban personas que no conocían el uso del pañuelo y que, además,estaban obligadas a la larga inmovilidad del devoto recogimiento?

En las recopilaciones de costumbres monásticas redactadas enun largo período de tiempo, que desde la época carolingia apro-ximadamente se prolonga hasta el siglo XIII e incluso más, asis-timos siempre a la misma escena que hoy difícilmente podría-mos ver en los ambientes rurales más atrasados: Cum flegmaex naribus aut ex pectore excreverit, caute et curiose ante se velextra latos aut post tergum proiciat, et quod proicitur secundumquod opus fuerit pedibus conculcet, ne scilicet infirmis mentibusnauseam moveat et, cum aliqui fratres forte ibi ad orationem cur-vantur, vestes eorum sordidentur. Quod non in ecclesia tanturnsed in omni convento honestam est observara 280.

Es, por tanto, de buena educación, liberar la nariz y la gargantaechando con los dedos su contenido a un lado o hacia atrás;cuando es posible, es necesario aplastar con el pie lo que puederepugnar a las personas más frágiles y melindrosas, procurar talvez no esparcir por todas partes la suciedad que podría man-char los hábitos de los cohermanos que se arrodillaran precisa-mente allí para rezar.

Los diversos compiladores de estas consuetudines se atienenfielmente los unos a los otros copiándose casi literalmente notanto por el sistema antiguo de citar, sino porque el nivel de sen-sibilidad y el canon social se mantienen bastante invariables enel tiempo; los autores que se suceden no tienen novedades queañadir, no aportan ningún cambio, fruto de un progresivo desa-rrollo. Y no hay que asombrarse si la misma grosera práctica serecuerda incluso en las reglas de "urbanidad" compiladas parauso de los monasterios femeninos281; hombres y mujeres, lai-cos y eclesiásticos, campesinos y aristócratas escupen tranqui-lamente y por todas partes, y usan ampliamente los dedos o lamanga del hábito para las demás operaciones.

Tampoco en los periodos posteriores, cuando ya empieza a apa-recer el uso del pañuelo, se refina mucho el comportamiento ha-bitual de la gente en los distintos niveles, ni vemos adelantos; enel campo o en la ciudad, el humilde artesano igual que el monjeo el eclesiástico, el noble, el caballero o el perfecto "cortesano"en pleno Renacimiento no sienten aún, mayores exigencias delimpieza y de estética, o más fuertes rémoras para ciertos com-portamientos en la convivencia cívica. Empieza, como mucho, adelinearse un sentimiento de desaprobación cuando una perso-na de rango inferior realiza ciertos gestos en presencia de otrade rango superior; es la jerarquía social, el sentimiento de clase,lo que fundamenta una estética peculiar, crea una etiqueta pro-pia o, más exactamente, pretende el respeto de los privilegiosde los que cada uno se considera poseedor 282. Por lo demás,el código humanístico de las buenas maneras se contenta aúncon la observancia de algunas simples precauciones: cuando seestá comiendo, es correcto escupir debajo de la mesa o cercadel propio asiento; durante la conversación, si se tiene que escu-pir, es necesario estar atentos para no espurriar la cara o los há-bitos del interlocutor.

En un breve manual de modales "cívicos" que se deben obser-var, escrito por Erasmo de Rotterdam para el hijo del príncipeRodolfo, hallamos aún consejos y recomendaciones análogas alas de las costumbres monásticas, que probablemente el granhumanista no ignoraba: sólo se distinguen por su perfecto latíny por una veta de divertida ironía. "Cuando escupas -le escribeErasmo al joven príncipe- vuélvete a un lado para no ensuciar la

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280. "Cuando eche flema de las narices o del pecho, arrójela con precaucióny con cuidado hacia delante o hacia un lado o detrás de si, y lo arrojado pise-lo con los pies, no sea que provoque náuseas a mentes débiles y, cuandoalgunos hermanos acaso se inclinen allí para la oración, se ensucien sus há-bitos. Y esto no sólo en la iglesia sino en toda reunión es decoroso que secumpla". Consuetudines monasterii Eynsham, en Hallinger, II, 31, págs. 47y sigs.; I, I, pág. 232.

281. En Hallinger, I, 1, pág. 267.

282. N. Elias, o. c., pág. 270.

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cara de nadie; haz desaparecer con el pie cualquier cosa quequede en el suelo que pueda causar repugnancia a otros; no ha-gas como suelen hacer muchos que, cada tres palabras, echangargajos y eructan sin necesidad; por último, si no es posibleevitarlo, puedes servirte del pañuelo" 283.

Poco a poco las viejas maneras cambian y se encaminan haciauna progresiva urbanidad con la aparición de las escupide-ras284, que se difunden un poco por todas partes: cajitas de ma-dera o terracota colocadas en distintos puntos y llenas de arena,de ceniza o de cal, que se renovaba periódicamente. En losmonasterios donde la regla prescribe aún el oficio del coro, a lolargo de los asientos había bastantes, en general tantas comoeran los componentes habituales de la comunidad; encajadasen la parte interna del reclinatorio y al alcance de la mano, sepodían sacar cada vez que era necesario; después, cada se-mana, los sirvientes o los novicios se preocupaban de quitar ode renovar la ceniza o la cal agrumada en la superficie285. Esprobable que actualmente estos pequeños basureros hayan de-saparecido, así como desde hace tiempo desaparecieron tam-bién de los locales públicos, de las oficinas y de los hospitales,que igualmente los utilizaban hasta no hace mucho tiempo. Es-cupir libremente en la ceniza o en la cal de las escupideras noera sólo un gesto antiestético o, a lo sumo contrario a las bue-nas maneras de una sociedad desarrollada, sino un acto anti-higiénico y peligroso para la salud del hombre.

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283. Aversus exspuito, ne quem conspuas adspergasve. Si quid purulentiusin terrain rciectum cric, pede proteratur, ne cui nauseam moveat. Id si nonlicet, linteolo sputum excipito. Resorbcre salivam inurbanum cst, quemad-modum et illud quod quosdam videmus non ex necessitate, sed ex usu adtertium verbum cxspuere... Alii minus etiam decore ad tertium quodque ver-bum eructant, quae res si a teneris annis abicrit in consuetudinem, hacretetiam in grandiorem aetatem: De civilitate morum puerilium, c. 1, en Desi-derius Erasmus Roterodamus, Opera omnia, Lugduni Batavorum, 1703, t. I,pág. 1035 (repr. anast.).

284. N. Elias, o. c., págs. 292-97.

285. Famuli eciam sacristis deputati continuo circulo quindecim dierum se-paraciones subtus ct prope formas mundabunt: Consuet. monasterii Eyns-ham, en Hallinger, II, 438, pág. 179.