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Cuentos

Cuentos

Gmez Efe

La Biblioteca Luis ngel ArangoTitulo: Cuentos

Autor: Gmez Efe

Edicin original: Medelln, Ediciones Antioqueo. 1991

Notas: Libro que recopila los escritos ms impotantes del autor antioqueo.

INDICE

Presentacin

Almas Rudas

Carne

Corazn de mujer

El alcalde de Ro limpio

El paisano Alvarez Gaviria

El monito Fleis

El to Tom

Finanzas

Guayabo Negro

Honni Soit Qui Mal Pense

La tragedia del minero

Lorenzo

Opinin cinco con setenta del abate Jernimo Coignard

Psicologas

Eutanasia

Un Hroe de la dura cerviz

Presentacin

E F E G M E Z

Efe Gmez se form durante la ltima parte del siglo pasado y su actividad de escritor se desarroll, hasta donde puede establecerse, sobre todo entre 1897 y 1925. Su adolescencia y la entrada al mundo adulto coinciden con un perodo de reordenamiento poltico en el pas, cuando se establecen las lneas dominantes del perodo de la regeneracin. En Antioquia los grupos de la lite se transforman aceleradamente durante esos aos. De la sociedad rural inculta, con poco contacto con el mundo exterior de mediados de siglo, descrita con gracia y desdn por Emiro Kastos, se pasa a unos aos de febril actividad. La vida social de Medelln se hace ms activa y compleja, y los grupos de donde se extraen los dirigentes econmicos y polticos manifiestan de mltiples formas su inters por colocar a Antioquia y ante todo a Medelln en contacto con la cultura universal. La efervescencia se advierte en la proliferacin de revistas culturales, como |La Miscelnea (1894-95), de Carlos E. Molina: |El Movimiento (1893) de Camilo Botero Guerra: |El Repertorio (1896-97) de Luis de Greiff y Horacio Rodrguez, |El Cirir (1897) de Jess del Corral y Jess Velsquez Garca y sobre todo |El Montas (1897-98) de Gabriel Latorre y Mariano Ospina Vsquez, en el cual se publican algunos de los primeros textos de Efe. La guerra de los mil das apenas interrumpe brevemente este afn literario, y recuperada la paz, aparecen |Vida Nueva (1904-05), |Lectura Amena ( 1904-1905), de Luis Cano, |Alpha (1906-12) de Mariano Ospina Vsquez, |Panida (1914) de Len de Greiff y Flix Meja, |Colombia (1916-22) de Carlos E. Restrepo, |Studio (1918) de Csar Uribe Piedrahita, |El Intelectual (1919) de Alfonso Mora Naranjo, |Sbado (1921-22) de Francisco Villa (Quico Villa), |Cyrano (1921), |Lecturas Breves (1923), tambin de Quico Villa, donde se public |Guayabo Negro, La Pluma Semanal (1922-23) y muchas ms. Tan en serio se tomaban estas revistas literarias, que algunas como |Alpha |, donde se public |Un Zaratustra Maicero, hasta pagaban a sus colaboradores: en 1906 Don Toms Carrasquilla se quejaba de que escriba "para publicar! Que horror! Lo hago por vil lucro". La fascinacin con la literatura se prestaba ya a la irona: Efe Gmez en un cuento de 1896 hace decir a su personaje: "Aqu todos quieren ser artistas, y a no hay quin cargue la herramienta", frase que retom Carrasquilla en 1906: "Aqu ya no hay quin cargue la herramienta: todos somos genios y almas enfermas".

En ese ambiente, la familiaridad con la literatura europea alcanz un alto nivel. Balzac, Zola, W. Scott, Dickens, y los espaoles Varela, Pereda, Emilia Pardo Bazn y Prez Galds eran ledos y discutidos. Para Efe Gmez el ms grande de los novelistas vivo era, en 1897, Tolstoi. Anatole France, Amiel, Dostoievski fueron tambin muy populares entre los escritores antioqueos. Pero, desde cundo? Qu tan conocidos seran Flaubert, Stendhal, Maupassant, Poe? En qu momento lleg el inters por DAnnunzio? En todo caso, aunque la produccin antioquea era antes de 1890 casi inexistente, el consumo de novelas era para entonces ya muy amplio.

Muchas de estas obras se discutan en tertulias literarias y se comentaban en peridicos y revistas. Baldomero Sann Cano nos habla de una tertulia de |La Consigna, un seminario dirigido por don Fidel Cano. All aparecan escritores que seguan un clasicismo artificioso o que preferan un costumbrismo picaresco. Uno de los contertulios era un mdico que importaba libros franceses, de ciencia y literatura. Qu traera? Se conoceran Baudelaire o Rimbaud, o slo los prestigios ms fugaces de la literatura francesa, gente como Jules Lemaitre, Paul Bourget y Catulle Mendes?

Para 1895, Carrasquilla contrasta el amplsimo conocimiento de la literatura que se tiene en Medelln con las lecturas ms superficiales y provincianas de Bogot: dice que all apenas se conoce a Tolstoi y se burla de los escasos conocimientos literarios de algunos intelectuales. Entre los autores que cita como ejemplos en sus argumentos estn Dickens, Zola, Goncourt.

En el campo de la filosofa, Schopenhauer debi ser ms o menos conocido, y su nombre aparece en un cuento de Efe. Kurt Levy ha sostenido que su influencia es muy importante en su obra. Pero ms inters despert Nietzche. A comienzos de la dcada de 1890, en Bogot, Silva se interes en l, y trat de conseguir sus obras, pero no se encontraban sino en alemn: Baldomero Sann Cano consigui algunos libros y se los lea. Ya en 1902 parece que en Medelln se lea en traducciones ms asequibles, y con algo de disciplina: Carrasquilla en 1906 insiste en que se le conoce mucho mejor en Medelln que en Bogot: "No te dir que he ledo a Nietzche -escribe en una carta-, lo vengo estudiando, obra por obra, hace cosa de cuatro aos. Mis amigos Efe Gmez y Flix Betancourt -que son bastante ms fuertes de lo que cualquiera pueda figurarse - son los virgilios que me han guiado por esos infiernos de la inteligencia". Es ms: segn don Toms, Nietzche era "por estas Beocias de lo ms ledo y comentado, de lo ms trado y llevado, pues por ac se lee muchsimo, aunque no crean, ni aproveche. En casi todas las bibliotecas particulares figuran las obras de Federico nico. Y como es condicin del antioqueo ser muy metido, no faltan por ah quienes se fajen sus exgesis, bastante claras y convincentes, sobre la nueva revelacin. Acaso hayas ledo la que public Sebastin Hoyos...". Que este inters se mantuvo lo prueba que en 1919 un Enrique Restrepo publicara en la revista barranquillera |Voces, orientada por Ramn Vinyes, un extenso artculo llamado "La influencia de Federico Nietzche en las generaciones jvenes de Antioquia", en el que desafortunadamente se mantiene en tal plano de abstraccin que es imposible saber en qu autores estaba pensando. Sin embargo, all afirma que el Zaratustra "ha venido a ser como el Korn de la juventud antioquea, a juzgar por la frecuencia con que se le invoca". Muchas veces se ha subrayado la influencia de Nietzche sobre Efe, aunque sin precisarla mayor cosa: en un plano superficial, uno de sus cuentos tiene un ttulo alusivo al filsofo del superhombre: |Un Zaratustra Maicero.

El ambiente literario reflejaba tambin la naciente influencia del modernismo: durante la ltima dcada del siglo se haba publicado la mayora de la obra de Silva, y las |Prosas Profanas de Rubn Daro (1896), la ltima de las cuales tendra un fuerte peso sobre el estilo de muchos cuentistas latinoamericanos y reforzara la bsqueda de preciosismos verbales y sonoros. Durante estos aos, puede decirse, surge el cuento en Amrica Espaola, como un gnero diferente al de los cuadros de costumbres: el primer libro de Horacio Quiroga, casi un total contemporneo de Efe, es de 1904; el primer libro de cuentos de Lugones es de 1906: |Las Fuerzas Extraas; de 1895 a 1910 aparece ese tipo de narracin breve cuyos principales modelos son de Poe y Maupassant.

En Colombia, los ltimos aos del siglo son testigos de una creciente produccin narrativa. Las tres novelas de Marroqun se publican entre 1896 y 1899 (y una de ellas ser parodiada en una serie de textos de Efe en 1903), as como la primera novela de Carrasquilla, |Frutos de mi Tierra. Ya en 1890 haba publicado su primer cuento, |Simn el Mago, y antes de fin de siglo narr esa pequea obra maestra de la literatura popular, |En la Diestra de Dios Padre. Jos Mara Vargas Vila publicara, entre otras obras, |Flor de Fango en 1895, y Eduardo Zuleta, en Antioquia, dara a conocer |Tierra Virgen (1896).

Son, pues los noventa los aos de la aparicin de la novela y el cuento en Antioquia, y los del surgir de una tradicin novelstica continua en Colombia; es tambin la poca en la que surge el cuento en Hispanoamrica. En Antioquia, en particular, los antecedentes narrativos se enmarcan muy claramente entre las convenciones del costumbrismo, y hasta la dcada de los 80 la literatura en prosa se redujo prcticamente a ese tipo de obras, de las que fueron buen ejemplo Emiro Kastos, Manuel Uribe ngel, Lisandro Restrepo y Camilo Botero Guerra.

De Efe Gmez, de su vida real, se han conservado muchas ancdotas y pocas precisiones. Fue un destacadsimo ingeniero, aunque no recibi el ttulo, por razones hidalgas, segn la leyenda. Fue minero, a ttulo personal y por encargo: estuvo en Marmato, en Titirib del Zancudo, varios aos en el Choc. Casado, tuvo muchos hijos, ya en el ltimo tercio de su vida y acab trabajando en el Ferrocarril de Antioquia. No se sabe mucho de los detalles de su vida, se ha perdido la secuencia. Lo que queda es una especie de imagen legendaria: parece que seduca a todos, y se fue creando desde temprano la figura del Maestro, altivo, manirroto, generoso, aristocrtico, cordial, conversador, caballeroso. Sus amigos lo adoraban, y los testimonios escritos resultan, de lo puro laudatorios, poco reveladores. Escribieron sobre l Carrasquilla, Horacio Franco, Alonso Restrepo Moreno, Luis de Greiff. Len de Greiff evoca las tertulias "con Efe y con Mexa y con Tizasa". A don Saturnino Restrepo, ya anciano, se le iluminaba el rostro cuando hablaba de l. Jaime Barrera Parra dej una crnica entusiasta a mediados de los treinta. Casi todos se refieren a su personalidad, a sus salidas, a sus gestos algo excntricos. Pero tambin se refieren a su obra con similar nimo laudatorio.

Son muchos los elementos de la vida de Efe que se reflejan en lo que escribi. Pero conocemos tan poco de aquella, en particular para los aos anteriores de su matrimonio, que tuvo lugar cuando ya haba alcanzado la edad madura, que no tendra nada de raro que parte de los que hoy creemos que vivi lo imaginemos a partir de sus cuentos. Sus personajes tienen la generosidad, la imprevisin, la actitud aristocrtica que desprecia el dinero, lo mezquino, el llevar cuentas. No se amoldan con las exigencias de vida prctica y rutinaria, y por desesperanza o bohemia, se entregan a al "aguardientico de mi Dios", como parece que lo hizo Efe, sobre todo en su juventud. Sus protagonistas urbanos son cultos, han estudiado ingeniera, pero los atrae la vida en la selva, en las minas y rechazan la hipocresa de las ciudades. Sin embargo, existe un contraste violento entre vida y literatura: los testimonios, los recuerdos de quienes lo conocieron nos lo dibujan optimista, alegre, vital, lleno de humorismo, de confianza y amor por la vida. Y su obra es, sobre todo, una descripcin de los horrores de la vida, de las fuerzas que impiden la felicidad, de la poco confiable condicin humana, del valor de la muerte, liberadora.

Si se pretendiera hacer una biografa literaria se deberan buscar aquellos elementos profundos de la personalidad del autor que permitan comprender los contenidos centrales de la obra, aquellas experiencias a partir de las cuales se forman esa manera de vivir y de sentir que se comunican a travs del texto literario. Sin embargo, no hay elementos adecuados para hacer estos anlisis sobre una base slida, pues no se ha escrito una biografa cuidadosa de Efe, ni es fcil hacerla, ya que son pocos los testimonios que pueden obtenerse de su vida antes de 1923, cuando realiz la mayor parte de su produccin, y no ha quedado, por ejemplo, una amplia correspondencia, una documentacin personal. Por ello, slo har alusiones ocasionales a la relacin entre la vida y la obra de Efe, y deber centrarme ms bien en el anlisis de sus escritos. De todos modos, el inters y el valor de un texto literario son independientes, para el lector, de los incidentes biogrficos del autor, que slo ofrecen apoyo secundario a los esfuerzos de crticos e historiadores por comprender y analizar una obra.

Por esto tratar de reconocer lo que en el lenguaje tradicional se denomina el contenido de la obra literaria: las experiencias centrales que se tratan de comunicar mediante el texto, tanto aquellas que hacen parte de las ideas, recuerdos y vivencias conscientes del autor, como los contenidos inconscientes, los fantasmas centrales a los que se debe en buena parte la energa y el dramatismo de sus mejores cuentos. Adems, me referir en alguna medida a la organizacin de esos contenidos, a la estructura que adoptan en la narracin (lo que podra llamarse algo paradjicamente la |forma del contenido) y por ltimo a lo que tradicionalmente se llama la forma, que son ante todo los procedimientos retricos, el manejo de las figuras expresivas, del lenguaje, del estilo.

La primera impresin que deja la lectura de la obra de Efe es su desigualdad. Se advierte la existencia de cuentos perfectamente acabados, vigorosos y en los que nada sobra, al lado de textos que han la impresin de ser esbozos, descripciones rpidas que no han sufrido una elaboracin paciente, ensayos que quizs destinaba a quedar integrados dentro de obras ms amplias. En |Mi Gente se ve que el autor reuni apresuradamente los cuentos ya escritos, surgidos en distintos momentos de su vida, sin encontrar un principio unificador que diera una estructura firma a la novela: slo una ancdota externa permite unirlos como incidentes sucesivos en la vida del protagonista. Muchos de los materiales publicados en sus obras son pginas de ocasin, escritas probablemente sin intencin de que se publicaran: los materiales inditos, con pocas excepciones, son tambin pginas de lbum, discursos conmemorativos, que aaden poco a su obra literaria.

Lo anterior tiene probablemente que ver con una caracterstica del autor, que no se dedic en forma continua y disciplinada a la escritura: su escasa ambicin de gloria literaria, que hizo que escribiera impulsado ms bien por el placer de la escritura misma, sin preocuparse por guardar o editar sus trabajos. Y si en algunos aos de su vida pudo ser la literatura una ambicin profunda, entr en competencia evidente con las necesidades de la vida cotidiana, con la prctica de la ingeniera, con el trabajo en las minas, con el goce de la conversacin, de la amistad, de vida misma; ms que inventar una obra de arte quiso ser un artista de su propia vida.

Es difcil seguir la secuencia de su produccin literaria, pues son pocos los relatos cuyas fechas se reportan en las ediciones de sus libros. Por los pocos datos que he podido reunir, la mayora de los cuentos fueron publicados en tres perodos relativamente concentrados: hacia 1897-99, hacia 1906, y entre 1919-23. Existen algunos textos de las pocas intermedias, aos que pas probablemente en las minas y en los que quizs elabor varios cuentos publicados a partir de 1919. Despus de 1923 aparecieron dos novelas frustradas: |Jesusito y Dientedioro, publicada en 1928 con una carta de remisin irnica y quiz algo amarga, en la que subraya que lo tiene sin cuidado lo que est escribiendo. Y en 1937, public |Mi Gente, supuestamente por presin de sus amigos, o por ganarse algunos pesos, como dice en el prlogo.

Dedicado entonces ms a la vida que a la literatura, a la bsqueda de la emocin embriagante de la pinta que aparece en la batea o de la veta que surge en el socavn, al culto de la amistad o del amor conyugal o paternal, y por supuesto, en la etapa final, a sostener una familia numerosa despus de haber vivido con una imprevisin que tena si tono de grandeza, su obra es pues, muchas veces, ocasional y apresurada. Y aunque en toda ella es posible encontrar rasgos comunes - el mismo dominio del idioma, la misma riqueza descriptiva- slo los cuentos breves, quizs aquellos que poda escribir de una sola vez, tienen el acabamiento que los hace impecables, mientras que los textos extensos tienden a diluirse, a llenarse de digresiones, de debates discursivos, de comentarios intrusos del narrador, y sobre todo, pierden la energa de su concepcin en una organizacin que no da fuerza a la narracin sino que se apoya fundamentalmente en la capacidad retrica y descriptiva del autor. Esto puede deberse a que ste no utiliza argumentos complejos, a que la mayora de sus cuentos se apartan del modelo clsico (como muchos cuentos clsicos, por lo dems) narrativo, a que estn formados sobre todo por un incidente de una carga emocional muy fuerte, cuyos antecedentes no se desarrollan, no se traman, y que se resuelve en un acto de violencia o -en los cuentos irnicos y humorsticos-, en una frase afortunada que da salida a las tensiones esbozadas. Uno de los cuentos que en forma excepcional tienen un desarrollo amplio y sin embargo mantiene toda su enrgica unidad es |Guayabo Negro.

Dentro del panorama antioqueo, la obra de Efe inicia el tratamiento de problemas y situaciones ajenos a las convenciones del costumbrismo, con el que en forma superficial se ha asimilado habitualmente. Si este trmino tiene algn sentido, no puede ser tan amplio que permita cubrir con l los cuadros descriptivos, buclicos o burlones, complacientes y sin conflicto, que dominaron el quehacer literario colombiano hacia 1869-90, la novela realista de Carrasquilla y los dramas psicolgicos y las tragedias vitales de los cuentos de Efe Gmez.

En la obra de Efe se encuentran algunos temas tratados con reiteracin. Buena parte de sus cuentos tienen como punto central un crimen: casi siempre este crimen es el resultado de celos, de la rivalidad por el amor. En otras ocasiones se da muerte a inocentes para ahorrarles una vida que se supone de sufrimiento. Con frecuencia el crimen ocurre en un ataque de locura o bajo el influjo del alcohol. Los autores de estos crmenes se presentan a veces como inocentes de lo que han hecho, o a veces en vez de la condena moral y el arrepentimiento, encontramos que reivindican sus acciones, las defienden y desafan, si es del caso, al infierno, aceptando con orgullo la condena eterna.

Otro de los elementos recurrentes en esta cuentstica es la contraposicin entre cultura y vida: el conocimiento, la conciencia, la complejidad mental se presentan como opuestos a la vida y al logro de la felicidad, al goce inmediato de la existencia. La cultura es una fuerza de represin, un freno al ejercicio de la energa vital de los hombres. La represin cultural y social encauza la vida de la mayora de los hombres en rutinas conformistas. Algunos se rebelan, pero usualmente su rebelin es derrotada, y el refugio que queda es el alcohol. Otros exhiben su triunfo aparente: son los que han conquistado el poder y la riqueza, que en la visin pesimista de Efe se apoyan necesariamente en la corrupcin, la mezquindad, la falsedad, el robo y el engao.

Lo anterior conduce a una visin muy crtica de la sociedad que entonces surga en Medelln, dominada por los valores de la riqueza y el xito econmico. En este mundo el triunfador es ante todo un explorador, que ha abandonado lo que tiene un valor genuinamente humano para recorrer tras el becerro de oro. Sin embargo, Efe presenta con algo de simpata irnica a algunos de los triunfadores en la guerra antioquea por la plata: aquellos que parecen continuar la tradicin del pcaro espaol, los que explotaban a sus prjimos son un desparpajo y un ingenio burln. Los derrotados son los indios, los negros, los proletarios, vctimas de los mentirosos, los venales, los triunfadores. Pero por otra parte hay un arquetipo de vencido: el hombre inteligente, orgulloso y sensible que no acepta contaminarse, el poeta, que afirma lo bello y lo autntico, la honestidad y el coraje real: es este personaje el que descubre, por ejemplo en |Retorno, la inutilidad de la vida, el incremento del dolor a medida que la conciencia aumenta, y acaba derrotado, entregado al alcohol o la autodestruccin.

Raras veces tienen estos cuentos un final feliz, y cuando lo tienes es sobre la base de la aceptacin del crimen: en un cuento los personajes pueden amarse porque el protagonista ha dado muerte bruta a su rival, en otro el final se apoya en ver a la muerte cono liberadora de los horrores y tristezas de la vida. En muchos relatos se nos presenta simplemente el triunfo de los malvados y corruptos, y quiz slo hay uno, |Lorenzo, en el que el protagonista, son su valenta genuina, gana el afecto de su amada, mientras el farsante, el militarcito vanidoso que estaba conquistndola, resulta derrotado. El cuento, de argumento algo convencional, est escrito con maestra, sobre todo el incidente central en el socavn de la mina; a pesar de ello no tiene el poder de conviccin de aquellos cuentos en los que la tragedia parece cebarse ante todo en los inocentes.

Algunos de los elementos de esta visin pesimista de la vida encuentran expresin explcita en los textos de Efe: "No est la vida gritando a todas horas que a medida que se agranda lo consciente, el campo del dolor tambin se agranda? Que no podemos suprimir jams ese desgarrador contraste entre el infinito que anhelamos, que ideamos, que imaginamos y creamos, y lo exiguo del vivir que actuar logramos, nosotros, fciles floraciones de un instante? Y la inutilidad de la existencia? El dolor de los que amamos?" ( |Retorno).

En |Evohe se defiende el alcohol por su capacidad de dar algo de alegra y olvido a una vida que est lejos de ser "amante y madre": "Est bien que no beban los fuertes, los adaptados, los victoriosos. Pero mientras en el mundo haya seres frgiles, fogosos, cuyas lamas generosas y selectas no pueden avenirse con la mezquina realidad ambiente, el alcohol, la religin, el arte disputarn a la vida real el privilegio de abrigar, de acoger las angustiadas humanas muchedumbres". "Mientras haya vencidos, mientras haya proletarios, mientras haya poetas, mientras haya oprimidos, mientras haya dolor, mientras haya injusticia, habr alcohol en el mundo"... "El dolor es eterno, irremediable, fatal; los hombres bebemos para escapar unos instantes, ... al implacable, al horror de vivir... La vida, la cual tiene contra el dolor los estados febriles, el sueo, el delirio, el llanto, el delito, la locura, la blasfemia... La dulce amnesia, precursora de la total, la celeste amnesia de la muerte".

En |Y le dije, que tiene la estructura de un aplogo que permite al autor expresar algunas de sus ideas, un joven que acaba de terminar su carrera se lamenta: es intil para la vida, pues lo aprendido, idealista, no corresponde a la corrupcin de la realidad: los ms sinceros las "almas rectas" se sublevan; los "temperamentos poticos", "se entregan al desorden de las pasiones, sin dejar tras de s ms que tal cual estrofa, tal cual dicho agudo en la memoria de sus compaeros vulgares de la prostitucin"; slo los mediocres triunfan, en medio de vilezas, para casarse con alguna joven que tiene esa "simpata sincera que comunican las pocas ideas y mucha salud". El pesimismo se extiende a las futuras generaciones: quien tiene esa "fementida distincin que comunica la cultura", no puede legar a sus hijos riquezas, sino esa "intelectualidad que ha de ser su martirio": los hijos acabarn en la misma miseria, la taberna, el delito, mientras las hijas sern risibles, con distincin pero sin riquezas. En resumen, sufrimiento y desesperacin, en un mundo dominado por el egosmo: "en esa lucha de seleccin social el dbil est destinado a abonar con sus despojos el humus en donde el fuerte se levanta. Y ya que no he de poder triunfar en la vida, busco siquiera el triste placer de elegir el lodazal en donde deba consumirme". En forma similar, |Rafael es una diatriba contra el progreso, pero no en los trminos costumbristas de la idealizacin de la tradicin o la naturaleza. Se idealizan lejanos valores aristocrticos, el orgullo, la arrogancia, la imprevisin, atribuida a los conquistadores, pero pronto dominada por la conquista de los comerciantes y agricultores que los siguieron.

Un curiosos mito se elabora: el pueblo antioqueo desciende de esos primeros conquistadores, mientras las clases altas provienen de la burguesa mediocre de la segunda conquista. "Porque eso, un gran seor arruinado, es nuestro pueblo... verdadero descendiente de los conquistadores semidioses. Eso se le ve en todo: en su imprevisin magnfica, en su orgullo taciturno, en la arrogancia con que tira de la espada ante cualquier ultraje... Pasada la epopeya, vino para ellos la paz con todos sus horrores..." "Estos primeros pobladores cayeron luego bajo el dominio de una nueva oleada de espaoles, llegados cuando se haba concluido la lucha de la conquista, oportunistas y negociantes". De estos descenderan las clases altas antioqueas, y de ellos habran heredado "las virtudes acaparadoras que los han tornado ricos y prsperos". Los descendientes de los conquistadores, tras esta "segunda conquista feroz, callada, incruenta", han sido vctimas, como el protagonista, de esta sociedad despreciable, donde rige la voracidad del dinero que cra, de ese dinero que parece haber bebido agua". Al morir, huyendo de la polica, Rafael lamenta no dejar nada a sus hijos y no haber cedido a la tentacin del crimen: "felices los que robaron a tiempo".

Cuando se afirma la esperanza y la moralidad aceptada, decae la energa literaria de Efe: Venga a nos tu reino, que contrapone la vida ordenada y disciplinada al desorden, donde el personaje mira un porvenir de sol "barrido de las inmundicias que para asegurar sus xitos de la librera, vomitaran en l los Schopenhauers de a cincuenta centavos la docena", | es, pese a la calidad sostenida de la escritura, un cuento moralista, ingenuo y plano. En |Inofensivo, a una perorata pesimista del personaje, se contrapone la "vida inagotable", que tiene "tristezas y consuelos para todos": si no fracasa completamente como narracin es por el tono ligero del final, por la irona de que la vida se manifieste en los pasos "airosos de una moza liviana", en contra de la moralidad convencional provinciana.

En forma igualmente explcita se hace con frecuencia el elogio del antioqueo, aunque este elogio est casi siempre mezclado con violentas crticas. El mulato, raza "de plasticidad intelectual sorprendente, adoradora de la instruccin, con ideas de libertad y de igualdad en la cabeza, inquieta y novelera, prolfica y sexual, producto verdadero de los trpicos por lo fecundo y ardoroso". "La magnificencia incomparable de los mineros de raza", luchadores de los que ninguno ha flotado, mientras "a muchos de esos znganos usureros he visto despus convertidos en padres de la Patria" ( |En las Minas).

Sin embargo, Efe se encuentra lejos de admitir las caracterizaciones usuales del costumbrismo sobre Antioquia, y rechaza expresamente varios de los mitos usuales sobre el antioqueo. En |Un Zaratustra Maicero o en |El Paisano Alvarez Gaviria, las virtudes antioqueas resultan ser sobre todo la capacidad de explotacin y engao. Y "el hacha que sus abuelos dejaron por herencia" al antioqueo no es motivo de elogios: "El hacha del antioqueo y el casco del caballo de Atila sern en la historia, los smbolos definitivos de la desolacin, con la sola diferencia de que Atila asolaba para saquear y los antioqueos para sembrar maz. Y saquear ha continuado siendo un magnfico negocio, en tanto que sembrar maz no ha dado nunca los gastos".

La imagen de la sociedad que nos presenta el autor se completa con una visin de injusticia social y de opresin de los de abajo: "Qu podemos nosotros, los infelices habitantes de los campos contra ustedes, los que saben, los que tienen la plata, los que viven en los pueblos grandes. Yo no digo que ustedes no se hagan justicia unos a otros, sobre todo si son igualmente ricos. Pero a nosotros! El poderoso puede matar al pobre: l es rico, l saldr libre!", reflexiona un personaje de |En las Minas.

En una sociedad regida por el dinero, el |mster se mueve como un pez en el agua, y su figura es descrita con irona y ferocidad por Efe en varias ocasiones: el trozo siguiente de |Mi gente puede servir de ejemplo:

Y lo vaciaron todo en una gran cuyabra. Ms o menos tres almudes de sancocho: nadando en un caldo celestial, tajadas blancas de una yuca de tierra caliente, caponeada, docilitas; papas del pramo, del tamao de pamplemusas; huevos de arracacha como pantorrillas de muchacha bonita; chcolos de perla; cebollas de cabeza; repollo, y las presas de cinco gallinas.

Mster -grit uno de los maiceros-. Ya est esto |for itin.

Entr el mster. Corri un banco junto al sancocho, tom como cuchara un remelln hecho con una totuma de regular tamao encabada en un palo redondo. Y comenz. Dos remellonados de caldo, y mano a la presa: una rabadilla. La aplico por un extremo -del lado hondo de la presa- los dientes de abajo y con un cuneto, con un pandeto... fue avanzando, fue recorrindola, hasta el otro extremo; luego volte la presa por el otro lado, hizo el mismo movimiento de garlopa que la vez primera, y tir al suelo el hueso mondo. Cay a los pies de Pedro. El cual se puso a examinarlo. Estaba como cepillado. Una hormiga, recorrindolo con anteojos de aumento, no habra, en quince das, encontrado all una partcula de carne. Iba cayendo al suelo una lluvia de huesos: fmures, esternones, costillares... todos mondos, limpios. Despus comenz a tragar yucas. Se meta a la boca una tajada de yuca de media libra -por ejemplo- la apretaba con la lengua contra el paladar, la yuca coga para adentro y el pabilo se sala por las narices.

Deben estar patentados para comer yucas estos msteres, pens Pedro.

Van desapareciendo en el interior de ese mster, papas, hartones, huevos de arracacha, repollos. Se le representaba vindolo comer, una estampa de un libro que tiene pap Cristbal escrito por un tal Fray Gerundio, en la que un hombre que representa el Tiempo, engulle ciudades, trenes, escuadras, generaciones de hombres y mujeres...

Hace a un lado la cuyabra vaca y le hecha mano a una totuma grande, en donde los maiceros le han vaciado tres kilos de conserva de frutas, con cuatro quesitos migados: se la manda. Despus se agarr a un litro de caf tinto y... trn!, adentro con l. Encendi la pipa, se tendi cobre un troje de maz y se qued quietecito.

-Qu opins?

-Ese mster tiene que ser popo.

-Hasta la punta de los dedos.

-Vea que poder acomodarse todo ese mundo de cosas adentro!

Ya ven: tanta bulla con los msteres y son hasta muy fciles de manejar. Con tal de que todo sea para ellos, no dan ni lidia.

En resumen exhibe Efe una concepcin de la sociedad y la vida profundamente pesimista, segn la cual las pocas cosas dignes no logran afirmarse ni imponerse en un medio entregado a la venalidad y la corrupcin. Quien adquiere esa conciencia superior que le impide entregarse a la mediocre acumulacin de riquezas, acaba derrotado por una sociedad que no lo alienta ni le permite realizar sus ideales. Todo esto se encuentra expresado en forma consciente y explcita, en mltiples variantes, en un conjunto de cuentos en los que los textos declarativos, las exposiciones y debates de opinin se sobreponen sobre el desarrollo dramtico: en algunos de ellos, la mnima elaboracin argumental ha impedido encarnar el drama, hacer que en vez de surgir en la conciencia y en el discurso del personaje, resulte del proceso ineluctable de la vida. Esta es su debilidad, a pesar de la riqueza de la descripcin, de la complejidad ocasional de los matices psicolgicos de los personajes, de la cuidadosa composicin literaria de la frase y de la bsqueda del lenguaje vigoroso y justo.

Declaraciones expresas como las citadas, contenidos manifiestos de las opiniones de los personajes o el narrador, ayudan a definir el mundo ideolgico de Efe. Pero para captar con mayor precisin las ideas y experiencias ms significativas para el autor, vale la pena analizar superficialmente la estructura de algunos cuentos en los que, precisamente en la medida en que estas experiencias estn incorporadas en la accin, en lo que sucede, parecen corresponder a vivencias ms profundas que las frases ingeniosas y los discursos colocados en boca de los personajes.

Uno de los primeros elementos que destaqu es la presencia del crimen, el desafo blasfemo, la ausencia de finales felices, el triunfo del mal sobre el bien. Muchos textos, ya lo he reiterado, son ms bien imgenes muy plsticas y bien descritas, momentos, estados de nimo. Pero aquellos cuentos en los que alcanza a elaborarse un argumento servirn ahora de ejemplo.

Ya mencion a |Lorenzo, y a |Venga a nos tu reino: cuentos convencionales, en los que triunfa el bien: se ve que no estaba en ello el talento de don Efe. |In memoriam describe con sencillez el fin de un maquinista: su muerte es el nico salario digno de una vida de lucha y de dolor. |Almas Rudas narra tambin una muerte, en este caso natural, pero la contradiccin entre la resignacin y la protesta introduce el drama. Momentneamente el protagonista confa en que va a curarse, el agua aparece como smbolo de la vida, pero al ir a tomarla advierte que no lograr hacerlo. Invoca a la Virgen, pero un momento despus la protesta rompe la ideologa religiosa y la pone de cabeza:

"y antes de rodar muerto en la hojarasca, articul con voz fiera; que se abra el infierno y que venga el Maldito. T ests aqu, Maldito! No me haces la vida? Llvate mi alma!"

El mismo tema de la rebelda blasfema, de los valores de la vida que no aceptan sujetarse a la promesa de la bienaventuranza, aparece en Cepas Raciales, donde el personaje, que va a morir, asesin hace aos a un noble espaol y lo suplant, y ha vivido de su nombre y su riqueza. El sacerdote trata de que se arrepienta, pero l prefiere la honestidad del infierno al compromiso de un arrepentimiento que no tiene: mat para darle posicin y riqueza a sus hijos, y el mismo Jesucristo, si en vez de "redimir a la humanidad hedionda" hubiera tenido hijos de la carne, "habra muerto por esos pedazos de su alma; habra, como yo, desafiados por ellos el infierno, habra, por ellos, renunciado a la diestra de su Padre". Entre revelar el crimen, con el consiguiente deshonor para los hijos, y el infierno para l, escoge esto ltimo: "Por mis hijos he sacrificado mi vida, por ellos sacrificar mi eternidad". El autor lo denomina hroe, y concluye, en frases sobrias que contrastan con la demasa desafiante y casi truculenta del personaje: "Aflojronse sus miembros. Caysele la espalda. Puso la muerte en sus facciones paz augusta. Qued de cara al cielo".

En varios de los cuentos que concluyen con un crimen los celos son el motivo esencial de aqul. En |La selva nos cuenta la historia de la rivalidad entre dos negros por Victoria. El novio verdadero, el bueno, el que ella ama, triunfa en una lucha final en la que da muerte a su rival rompindole a mordiscos la yugular: El amor de Mareo y Victoria, a pesar de asentarse sobre una muerte, puede realizarse, y el autor da a esto tono de final feliz. Que el autor pueda dar su simpata al homicida y presentar como un final feliz la muerte de su rival depende en parte de colocar la historia en la selva, entre hombres primitivos, donde la vida se impone sobre la moral convencional. Podra tambin pensarse que el torneo de los caballeros medioevales, incongruente en las ciudades antioqueas entregadas al afn del lucro, puede existir entre una poblacin negra cuyos valores primitivos se encuentran ms cerca de los de la aristocracia caballeresca.

En |Colonial son las mujeres de los indios las que tienen celos de la hija de un espaol, la consideran una bruja y la queman. Los indios encarnan la vida mientras que un sacerdote que trata de cristianizarlos, representa los valores de la cultura y la civilizacin: es un personaje formalista, vaco e hipcrita, y los indios desenmascaran fcilmente su falso puritanismo.

|Corazn de Mujer y |En las Minas son cuentos en los que las diferencias argumentales no ocultan ciertos temas comunes. En el segundo cuento un minero se rebela contra las provocaciones de un blanco, que quiere quitarle su novia. El tema del conflicto es eminentemente social, aunque se apoya sobre la inseguridad del protagonista acerca del amor de su prometida: lo que el autor subraya es la oposicin de ricos y pobres, la injusticia de la justicia y en general la opresin de los pobres. El minero termina volando, en una explosin tremenda, al accionista de la mina que provoca sus celos y l mismo muere en ella.

En |Corazn de Mujer el tratamiento de los celos es ms psicolgico, y es una narracin en la que se desarrollan con alguna complejidad los conflictos entre los deseos inconscientes de las personas y las normas morales y sociales, entre la violencia de los deseos primarios y el decoro aparente de la vida consciente. Aunque no parece que Efe haya tenido un gran inters por la obra de Freud, sabemos que la conoca. Sin embargo, es probable que las ideas de este cuento, y en general las de varias narraciones en las que se capta la fuerza del inconsciente, hayan surgido sin influencia alguna del creador del psicoanlisis. Sea como sea, |Corazn de Mujer tiene una conformacin simtrica, en la que la protagonista es causa de la muerte de su abuela, simblicamente, cuando es nia, y luego provoca, inconscientemente, la muerte de un enamorado. La nia juega, mientras agoniza la abuela, con una mariposa negra, a la que hace representar el papel de aquella; cuando no logra alimentarla y darle las drogas, usando una astilla de madera, se impacienta y la atraviesa con ella. La abuela muere en ese momento y la nia se aterroriza: "sus ojos se clavaron asustados en la mariposa muerta por ella, y el pensamiento de que era la causa de la muerte de la abuela, de que la haba matado, se apoderaba irremediablemente de su nimo". Ya adulta, a punto de casarse, llega inesperadamente su novio de juventud y ella, con la misma crueldad inocente de nia, juega con l, que ignora que ella est comprometida, y lo lleva a declararle su amor y, en cierto modo, lo seduce, pero se detiene: "comprendi que haba ido demasiado lejos, ms all de lo que era permitido: pero senta un placer acre, un goce cruel, en jugar de esa manera con ese corazn indefenso". Miguel, enterado de todo, da rienda a su despecho y a su agresividad en un bar de mala muerte, donde despus de emborracharse, provoca a un mulato que finalmente lo apuala. Al morir, senta "un relmpago fro de horror y gozo emparamarle el alma". Mientras tanto Julia, que como nia haba jugado con "azorada alegra" con la mariposa que agitaba sus alas, ahora, se recuesta en su marido, mientras salta su corazn "con azorada alegra, bajo su seno virgen, sin que la ms leve sombre de remordimiento batiera sus alas". El usar los mismos adjetivos para calificar la alegra nerviosa de la nia y de la mujer cruel, el retorno a la imagen de batir las alas, muestra que Efe quera subrayar la identidad de los dos actos de la protagonista: aquel por el cual asume la culpa de la muerte de su abuela, pues en su inconsciente le est dando muerte bajo la forma de mariposa, y aquel por el cual crea en Miguel, con su juego cruel, el estado de nimo que hace que busque ms o menos conscientemente la muerte. El uso del alcohol por Miguel lo emparienta con otros personajes de Efe, y la nia que trata de alimentar a la mariposa y la mata cuando no puede hacerlo, recuerda al personaje de |Guayabo Negro, que da muerte a su mejor amigo despus de tratar de hacerle beber a la fuerza aguardiente.

Hemos visto ya dos relatos en los que el protagonista busca la muerte a causa de los celos: el minero que vuela con su rival y Miguel, que provoca a un mulato para que lo acuchille. Tambin el personaje de |Un Padre de la Patria busca la muerte. Se trata de un joven lleno de cualidades que, mientras se recupera de una herida adquirida en la guerra, se enamora y es protegido por el padre de su novia. Este es un poltico dbil y oportunista que termina como gobernador, permitiendo que su futuro yerno sea acusado y destituido injustamente, y adems le impide ver a su hija. El hroe, en medio de la guerra civil, va a la batalla, y su valor convierte la derrota en victoria, pero a costa de su vida. El relato sugiere que se trata de un suicidio, nica afirmacin posible del hroe frente a los ambiciosos e hipcritas que son siempre los que triunfan, los "padres de la patria". Estos tres cuentos tienen en comn la incapacidad de sus hroes para enfrentar lo que los aleja de su amada, a pesar de que la narracin no presenta los obstculos como definitivamente insuperables: el minero confiesa su derrota de antemano, sabiendo que su rival tiene todo el poder social, y por eso su afirmacin es la explosin de dinamita en la que muere; el militar ni siquiera trata de ver a su novia y va ms bien a morir en la batalla; el protagonista de |Corazn Salvaje se da cuenta, cuando se entera de que su antigua novia va a casarse, de que nunca hizo nada para retenerla. Los celos son tambin el ncleo de |Carne, un cuento en el que el personaje, que ha fracasado en sus negocios y debe huir para no enfrentar las consecuencias de sus fraudes, corta la cara de su amante, la desfigura para que nadie ms se enamore de ella.

Adems de los cuentos de violencia originados en los celos, en dos relatos se presenta el tema de la muerte como bien. En |El Loco el protagonista da muerte a sus hijos para ahorrarles el horror de vivir. "Y me deca, con una sencillez trgica que me daba escalofro si no era deber suyo ahorrar a esos pedazos de su ser el sufrimiento estril, infinito, de vivir, de sufrir, de ser hombres...". Despus de que les ha dado muerte, se reivindica: l es el verdadero "hroe moral, el solo liberado, entre el infinito nmero de hombres, de la preocupacin ancestral que veda a un hombre el acto nico digno de ser llamado paternal: el de librar a los hijos inocentes, felices, del horror de despertar a la vida: del estril, trgico, humillante dolor de vivir...". La violencia de estas ideas no alcanza a recibir un adecuado tratamiento literario, y el argumento del cuento resulta dbil; la justificacin del hecho se presenta sobre todo en las palabras que pronuncia el loco. A pesar de ello, es interesante el esfuerzo por presentar como aceptable y coherente un acto que la conciencia normal rechaza con horror, en un desafo al lector similar al de los blasfemos que escogen el infierno. |Eutanasia nos cuenta cmo la nieta gua a la abuela ciega -una cantante famosa- a un amplio claustro y la convence de que all est reunido un gran pblico que quiere orla. La abuela canta y no resiste la emocin que le produce un vuelo de palomas que toma, engaada por su nieta, por aplausos apotesicos. La joven proporciona as una dulce muerte a su abuela, sin que el lector rechace esta idea, tambin opuesta a la moral aceptada por la sociedad. El cuento es narrado con preciosismo inusitado, y recuerda, por su perfeccin, los relatos trgicos de Horacio Quiroga.

La |Tragedia del Minero tiene un argumento sencillo pero eficaz: un minero que ha entrado difcilmente en un organal, por entre las estrechas hendiduras de las rocas, queda apresado cuando estas se mueven. Sus compaeros lo alimentan con tubos durante varios das, pero despus lo abandonan en esa especie de tero, la madre tierra, a la que ha entrado. Aunque los compaeros del minero presentan abandono de aqul como inevitable, no lo entiende as la viuda, que los juzga culpables y los acusa de cobarda.

|Un Crimen es el ttulo de otro cuento que trata de romper los juicios sociales convencionales sobre asesinos y homicidas. El personaje haba adquirido alegremente en las bodegas de Nare alguna enfermedad venrea, que explica la muerte temprana de una hija enfermiza y amada, y su debilitamiento mental. En los ataques de locura, revive la muerte de su hija y la cacera de un tigre que lo sacudi violentamente. En el delirio mezcla los dos incidentes, y se ve a s mismo dando muerte a la hija al dispararle al tigre. Sin posibilidad de defensa, paralizado, siente el tigre que le parte el crneo; enloquecido se lanza a correr y tropieza con una niita que va por la calle y "agarrndola por las gargantas de los pies, blandila en el aire y le estrell la cabeza contra un peasco". El cuento, a primera vista, tiene una violencia excesiva. Pero pronto se advierte la compleja estructura que le da verosimilitud literaria y psicolgica. Claudio siente que es el culpable de la muerte de su hija, por sus alegras juveniles. La violacin de las normas sexuales represivas le trae el castigo, por partida doble, pero el personaje contina buscando la explicacin: sus ataques comenzaron el da de la muerte de su hija, y la revive peridicamente. Esta "compulsin de repeticin" se expresa, en otro plano de la narracin, al repetir en la realidad, pero inconscientemente, el crimen que su inconsciente se atribuye: la muerte de su hija, encarnada en esa otra niita que carga agua (agua que es en casi toda la obra de Efe signo de vida). Esta cuento se escribe en un momento en el que la literatura descubre en todas partes el inconsciente, al tiempo que Freud: ya antes Dostoievski y otros haban presentado en la literatura esos personajes cuyo sentimiento de culpa los lleva inexorablemente al crimen, pero a un crimen sin culpa moral. Efe no duda en terminar el cuento contraponiendo el juicio social que lo llama asesino, con la inocencia real de Claudio Maloca, vctima de fuerzas que no puede controlar.

Como puede verse, los cuentos anteriores tienen una gran audacia y sus contenidos violan las convenciones morales y sociales vigentes en su poca. En este sentido, la obra de Efe resultaba profundamente desafiante y provocadora, y se opona al fcil optimismo social de otros escritores; sin embargo, no sobra sealar que la actitud de rechazo a una sociedad mercantilista e hipcrita era compartida por otros autores como Len de Greiff. Algunos de los cuentos sealados son muy bien logrados en trminos literarios, y en todos ellos aparecen las cualidades retricas de Efe, sus descripciones magistrales, breves y contundentes. Sin embargo, varios de ellos tienen un escaso desarrollo argumental o argumentos arquetpicos. Esto lleva en algunos casos a desarrollar las ideas del cuento en forma de discursos directos del personaje, de dilogos que debaten ideas y opiniones. Esto, y el apego a algunas convenciones retricas que se sienten hoy artificiales, ha hecho perder fuerza y atractivo a algunos de estos cuentos, aunque otros mantienen todo su impacto y vigor.

Existe otro grupo de cuentos en los que la crtica a las ideas dominantes se hace ms bien mediante la caricatura, la irona o la stira. Varios de estos cuentos muestran el dominio que tena Efe del humor, pues estn entre ellos los cuentos ms satisfactorios del autor. En ellos, aunque no desaparece la intencin crtica ni la visin pesimista de los hombres que permea toda la obra de Efe, sta se expresa a travs de la burla y no de la tragedia o el crimen.

En |El Paisano Alvarez Gaviria se celebra en cierta forma el triunfo de un farsante, de un pcaro que vive se los resultados de sus delitos. Ayudante de un contrabandista, cuando este se ahoga se queda con su riqueza y con su hija, y con riqueza y mujer monta una empresa civilizadora: la explotacin de los negros de las minas. El paisano Alvarez es la fonda, el comercio, la religin, la cultura, la civilizacin. Aliado del estado, este le ayuda a mantener la sujecin de los negros y le permite robarlos y extorsionarlos. El cuento concluye con el triunfo renovado del farsante, que reafirma su dominio al aparecer como el valiente que ha puesto en fuga un grupo de bandidos a pesar de que, en la realidad, el miedo lo ha tenido paralizado y le impidi escapar. La actitud del narrador hacia Alvarez es ambigua, pues aunque claramente censura el sistema explotador montado por el paisano, no deja de ver con simpata su ingenio estafador.

|Un Zaratustra Maicero, un cuento algo difuso y que haba ganado mucho con una poda severa, a pesar de lo cual sigue teniendo inters, relata la historia de otros de esos pcaros desenfadados que logran, al menos en sus trminos, triunfar; cuenta cmo mientras los estudiantes y sabios ingenieros no logran nunca encontrar el oro, ste resulta mica, el aventurero paisa trado por unos negros para dirigirles una mina, acaba apoderndose de ella, y finalmente se apodera de la mujer misma del dueo, al que echa ro arriba despus de un breve enfrentamiento a machetazos. El pcaro triunfa, y parte de su triunfo est en haber agarrado su negra y abandonado su noviecita paisa. Efe hace entonces el elogio -irnico- de la raza antioquea, "la ms audaz del Universo", la que "ser Colombia entera, como la ya olvidada, tesonera, Prusia, es hoy Germania imperial y victoriosa. Viva Antioquia".

|El Hroe de la Dura Cerviz es un cuento perfecto -permtaseme esta manifestacin edpica de admiracin filial-: la prosa precisa, ajustada, sin manierismos innecesarios. En unas pocas pinceladas se define el personaje, el tpico antioqueo, el verraco, para luego derribarlo de la mula y de su suficiencia. El desenlace lo da una frase inesperada, que pone en ridculo la prosopopeya del macho. Igualmente impecable es el |Alcalde de Riolimpio, breve y concentrado, variacin sobre el tema del juicio salomnico para subrayar que lo nico que uno a los hombres y a las mujeres es la coincidencia momentnea de sus intereses egostas: "la ideologa son vacas". Y |El Monito Fleis, donde los contrastes sociales se pintan en un pequeo y magistral aplogo que nos muestra a Dios unido con los poderosos.

El anecdotario de Efe subraya su ingenio, su arte mgico de conversador, su agudeza humorstica. En cuatro o cinco cuentos es el humor el mecanismo que permite hacer la crtica de lo aceptado, y estos cuentos estn entre sus mejores producciones: se nota que all se mueve a gusto. Tambin la tradicin sobre su personalidad subraya, con todo y su defensa literaria de unos personajes cuyos valores desafan violenta, agresivamente los valores de la sociedad, una moralidad a toda prueba, un super yo muy rgido, como dice la jerga del oficio. El humor le permita seguramente, como permita a Carrasquilla y como en general permiti a los antioqueos, hasta los aos recientes del "despelote", soportar una moralidad muy represiva, sobre todo en lo que esencialmente reprime la moral: el sexo. Y digo esto, pese a que el humor de Efe, en sus cuentos sobrevivientes, casi nunca se aplica a asuntos sexuales, -en |Mi Gente s- sino ms bien a la crtica social. Pero en esto adopta un mecanismo socialmente desarrollado, el humorismo paisa, con su fascinacin escatolgica, su desafo de las convenciones, su defensa de lo natural y burdo; |El Monito Fleis tuvo una continuacin, una segunda parte indita, con ribetes ms escatolgicos, y si pudo ir al cielo, all deba pagar para respirar un aire compuesto de flatulencias angelicales.

No pretendo hacer un anlisis estilstico de estos cuentos. Sin embargo, quiero destacar algunos aspectos que surgen a la mirada del lector. La escritura de Efe es extraordinariamente cuidadosa. Se advierte una conciencia muy grande de los efectos estilsticos y formales. La colocacin de los adjetivos, la bsqueda de una frase justa y gil, el uso de un lenguaje lleno de cultismos, apunta a unas convenciones literarias muy exigentes, y manejadas sin duda con gran destreza. No se me ocurre de dnde pudieron surgir esas convenciones. Son muy distintas a las de Carrasquilla, con su reproduccin de los ritmos del lenguaje oral, pero dotado de una coherencia tomada de la estructura de la frase del siglo de oro espaol. El preciosismo de la adjetivacin puede tener que ver con el tipo de prosa que impuls Rubn Daro, aunque puede provenir de una visin del lenguaje literario originada en los clsicos espaoles, en el preciosismo de Gngora y Baltasar Gracin o incluso en las leyendas de G. A. Becquer.

El cultismo antioqueo ya exista: Sann cano hable de un maestro, hacia 1880, que pona en las hojas de sus alumnos: "anda por los cerros de Ubeda", "marr" dos veces, "hizo novillos". Para el lector actual, muchos de los cuentos de Efe estn escritos en un estilo que no ha envejecido; aquellos en los que no estn presentes ciertos preciosismos que hoy se sienten como artificiosos, y probablemente ya lo eran entonces. Curiosamente parecen abundar en los cuentos cuya construccin es ms dbil o cuyo tema central es ms convencional, mientras que estn casi del todo ausentes de |Guayabo Negro, La Tragedia del Minero, Almas Rudas, o los cuentos de picaresca y humor. Los ms evidentes de estas convenciones artificiosas son:

1. Las interpolaciones discursivas. En muchos de los cuentos los personajes, y a veces el narrador, se lanzan a largas disquisiciones sobre la vida, la moral, la sociedad antioquea, el alcohol, la familia, la pureza de la mujer, etc. La convencin narrativa del cuento ha rechazado ms y ms este procedimiento en nuestro siglo. Lo usaron muchos de los mejores cuentistas del siglo XIX, de Poe en adelante. Pero ya a fines del siglo Maupassant, Chejov y otros estaban afirmando un modelo para la narracin breve que iba a imponerse en el siglo XX. No hay que olvidar que Efe Gmez, al escribir sus primeros cuentos, es casi contemporneo del surgimiento del cuento en Hispanoamrica.

2. El manejo muy especial del dilogo. Los personajes principales casi siempre son seres urbanos y cultos, metidos en los dramas de la vida y orientados en esos dramas por una cultura literaria y hasta filosfica. No resulta extrao que a veces hablen en forma muy culterana y elaborada. Pero, con excepcin de los cuentos humorsticos, tales personajes hablan casi siempre as. Incluso personajes cuya condicin no autorizara tal lenguaje: el misionero de |Colonial trata de adoctrinar al indgena con discursos en los que dice "si la lujuria llega a aposentarse en nuestro ser, como es monstruo insaciable que tiene sed hidrpica y hambre de chacal ayuno, beber nuestra sangre, devorar nuestras carnes, triturar nuestros huesos, hasta chupar su postrimer mdula". Las convenciones del dilogo realista son diferentes, y son las que se han impuesto: Efe lo usa cuando hablan los nios, los mendigos, los negros y las mujeres, y muestra entonces que puede hacerlo en forma muy convincente.

3. El uso repetido de procedimientos retricos que hoy suenan arcaizantes o artificiosos. La inversin del pronombre personal y el verbo ha envejecido mucho. Por ejemplo, "difundise por le rostro divino de Isabel..."; "la alusin fuela poseyendo... presentbansele entonces..." son formas que se encuentran con mucha frecuencia. Tambin utiliza Efe un hiprbaton demasiado fuerte: "sus manos, que besadas fueron por reyes y hroes"; "cadenas en los extremos de garrotes policiales puestas". A veces lo atraen expresiones cultas, arcaizantes, exticas: "albos fragmentos"; "placas de argento"; "fulgurado de terror". Algunos adjetivos se reiteran como un esfuerzo por probar que pueden repetirse sin convertirlos en lugares comunes: el uso de la palabra "divina", con todos sus peligros, dara pie para un interminable anlisis.

Sin embargo, lo que domina en su literatura es el dominio extraordinario del idioma, el uso creador y eficaz del lenguaje. En las descripciones, unos trazos breves, usualmente atentos al color y reforzados con alguna comparacin o metfora audaz, construyen un paisaje y dibujan una accin con el talento de un pintor puntillista: "la luz se derramaba en las montaas, se enhebraba centellando en el curso de los riachuelos; penetraba y se difunda en las casas"; "de las entraas de la roca saltaba un manantial, cuyas ondas limpias corran sin ruido debajo de los helechos"; "modul un chit tan suave, que ni una arruga riz el ocano de silencio que por los mbitos de los muertos salones, el patio inmensurable, de las desiertas terrazas, se extenda"; "nubes doradas de semillas de trigo"; "alcanz a ver sobre el suelo cubierto de charcas, fango y guijarros alisados, desparramndose como un esputo de luz, la claridad que se escapaba por la puerta de una tenducha"; "el torcido sendero tallado en la carne viva de ese suelo estril que alcanzaba apenas a cubrirse a veces con una crin de paja retostada, que se quedaba otras descubierto en terrenos como lceras resecas".

No sera difcil ilustrar todo un diccionario de figuras retricas, de formas de adjetivacin, de recursos expresivos, con la obra de Efe: no es de extraar que Carrasquilla hubiera aludido a las "elegancias hipcritas" de su estilo. Doy simplemente algunos ejemplos:

"sus manos inefables, blancas y traslcidas", donde se recurre como en muchos lugares, a un ritmo ternario;

"de su cuerpo oscuro y lanudo sali, pura y radiosa, su abuela", donde los dos sustantivos reciben, en distribucin simtrica, dos adjetivos;

"hasta el delirio, hasta el automatismo, hasta la brutalidad", donde se usan simultneamente la repeticin y el recurso a ritmos ternarios. Igualmente utiliza la repeticin un ejemplo como el que sigue: "sus ojos parpadeaban, parpadeaban como dos golondrinas que aleteasen".

"Plidas miradas, y feroces, se entrecruzaron", donde los adjetivos se colocan distribuidos alrededor del sustantivo.

"Todo arde, vegeta luz; los retazos de ro que se ven correr entre sauzales son luz lquida", donde adems de la repeticin vemos el uso insistente de la aliteracin: retazos de ro, luz lquida.

El siguiente ejemplo, muestra de tcnica descriptiva de efe, termina tambin con una aliteracin reiterada, propia del lenguaje potico:

"Un momento asomse la luna por entre unos nubarrones, y sus rayos, al herir el ro, formaron en la masa de sus aguas una columna fosforescente, cuya superficie temblaba con estremecimientos de ser vivo... Llova grueso. De improviso un latigazo de luz recorra el espacio vapulando las pupilas".

Termino con tres ejemplos de esas descripciones apretadas, casi cinematogrficas -recurdese que Efe hizo el guin para una pelcula sobre Rafael Uribe Uribe, la cual se film- que caracterizan su prosa:

"Ve Lezama pasar ante sus ojos como relmpagos blancos los techos de los toldos enemigos: siente un golpe terrible, se detiene, vacila, cae de espaldas, y por sus facciones se difunde la paz sublime de la muerte".

"Un camino atroz, imposible. Camino de las montaas antioqueas en invierno. Fangales hondos, blandos, sin orillas, como de purgante. Espinazos estrechsimos: un abismo a la izquierda, otro a la derecha".

Y por ltimo, perfecta en su brevedad:

"La cuesta era agria y parme a respirar".

Los ejemplos anteriores muestran una actitud muy consciente de preciosismo en el idioma, y el mismo Efe aluda a veces a ello: "estas pedanteras que las gentes de gusto y talento, los escolsticos, las gentes que saben escribir, me critican con razn, son mis vegetales".

Dejando de lado anotaciones estilsticas, y antes de considerar brevemente el cuento que es sin duda la obra maestra de Efe, vale la pena hacer algunas consideraciones algo abstractas: Desde Freud, y ante todo con base en las interpretaciones lacanianas de su obra, hemos aprendido a considerar el inconsciente como un lenguaje. Esas estructuras inconscientes, que son el resultado de la represin, se apoderan en determinadas circunstancias de los mensajes conscientes del individuo. El sntoma, el sueo, los actos fallidos son estructuras de comunicacin en las que lo reprimido lucha por salir a la conciencia, pero lo hace en la forma de un compromiso que hace irreconocible el mensaje original. La literatura maneja tambin los contenidos del inconsciente, y su material est de un modo y otro conformado por el retorno de lo reprimido: de los fantasmas sexuales o de los de destruccin y violencia. En las obras literarias de mayor violencia, en la tragedia, son los ncleos centrales de los contenidos inconscientes, el incesto, la muerte del padre, los que con frecuencia aparecen como tema central del texto literario. Pero el mensaje literario no puede tener, como el sueo, una organizacin secundaria que impida reconocer su sentido: cuando alguien nos cuenta un sueo, slo raras veces podemos sentir ese reconocimiento mnimo de que se trata de algo que tambin a nosotros nos atae. Los productos del compromiso entre el inconsciente y la censura son ininteligibles, y su sentido slo puede reconstruirse por un trabajo de interpretacin muy especial. En la literatura, los conflictos dramticos del argumento tienen que ser captados en forma directa por el lector, el contenido de la obra debe ser reconocible y asumible por el lector sin el recurso de una reorganizacin del material como la que se da en la interpretacin del sueo. Esta es una diferencia esencial entre la literatura y las dems formas de en las que se busca expresin del inconsciente, y una que con frecuencia olvidan quienes tratan de analizar los contenidos profundos de la obra literaria. Al tratar el cuento o el poema como un sueo olvidan que la forma del sueo tiende a ocultar el sentido, y que la forma de la literatura debe permitir la comunicacin del sentido: por eso es importante la forma del relato, la estructura de la narracin, la concatenacin de incidentes, y finalmente la retrica que se use. Del vigor de los contenidos profundos que se comunican, de la complejidad y riqueza de la forma de la narracin y de las estructuras de la retrica depende finalmente el impacto y la calidad literaria de la obra, busque sta el retorno de lo reprimido a travs del drama y la tragedia o evada la censura por medio del humor, y logre el goce del lector en la identificacin con el destino de los personajes o en el revivir los placeres formales del juego con el lenguaje mismo.

Por ello no hemos buscado reducir los textos a contenidos inconscientes profundos, pretendiendo que all resida su importancia. Hemos atendido hasta cierto punto a los aspectos formales y ms exteriores y a los contenidos conscientes que busca comunicar el autor. Y hemos visto cmo las estructuras narrativas y argumentales se basan en la persistencia de ciertos nudos, en la fascinacin con el crimen, el desafo, la afirmacin de la vida, el terror a la muerte pero a la vez la visin de la muerte como liberacin. Un anlisis ms completo debera permitir relacionar todos los aspectos anteriores con los contenidos fundamentales inconscientes de esta literatura, pero con plena conciencia de que no son esos contenidos los que le dan el carcter especficamente literario. Tratemos de ver esto por lo menos en un cuento, |Guayabo Negro.

El cuento comienza con el despertar, el retorno a la conciencia de Pedro Zabala, el cual se describe con prolijidad, intercalando elementos subjetivos y del mundo externo. El despertar es en el guayabo, y ste se nos presenta con toda su brutalidad: el narrador alucina y sufre, y empieza a recordar su borrachera, y a sentir los remordimientos. Qu habr hecho, a quin habr insultado. Empieza a recordar el da anterior, y pasa a una escena de pureza y optimismo. Casado con Matilde, tienen un nio de pecho, y salen de misa acompaados por otra pareja estrechamente relacionada con ellos: la de su hermana Ins y Manuel, su cuado por ambos lados, pues es a su vez hermano de Matilde. Pedro revela que a su mujer se le derrama la leche, y de ese modo sabe que el nio tiene hambre: escena de ternura sexual, mezclada con otros elementos menos obvios: Pedro est revelando a su cuado intimidades de pareja, adems admira la hermosura de se hermana, que va a casarse con Manuel en pocos das. Tan entusiasmado est Pedro con ese matrimonio, que est construyendo una casa para que vivan en ella, con sus manos ha estado construyendo los decorados.

Los dos hombres, despedidas las mujeres, siguen a beber, con todo el afecto de la borrachera de amigos cercanos: "sus frases se entrelazan como las trepadoras en la selva, sus ojos se humedecen dulcemente, se juran amistad eterna, filial amor, se cuentan todo, van a ser felices en el futuro, marchando juntos a la conquista de la vida!, y caa cada uno en los brazos del otro, y sus corazones se juntaban clidos, viriles!". La borrachera progresa, y la narracin regresa al despertar de Zabala, que ve el amanecer la invasin de la luz, pintada con un placer casi excesivo. Zabala recuerda a su mujer, "la fragancia de ese cuerpo esbelto, firme, mrbido y divino", a su hijo, y se hace propsitos de enmienda, se alegra y espera salir de donde est, la crcel, a donde seguramente lo llevaron por algn asunto menor.

Se empieza a arreglar, enva razones a su casa, cuando llegan las autoridades. Lentamente la narracin, que toma caracterstica de tragedia griega, nos lleva al momento en que le muestran a Pedro un cadver: el de Manuel. Pedro tarda en advertirlo, descubre el cuchillo que lo hiri, hecho por el mismo Manuel y de pronto recuerda que l ha sido el asesino.

Poco a poco reconstruye el incidente: quiso obligarlo a beber, le meta l mismo la botella y Manuel, enfurecido le dio una bofetada. l clav entonces el cuchillo "en el pecho de su hermano". Aparecen entonces su hermana y su esposa, y se describe el entrecruce de las miradas de los tres, en una descripcin que tiene el terror de una tragedia esquiliana; Pedro trata entonces de darse muerte con el mismo pual con el que mat a su amigo. Se lo impiden y l se queja de que quieran obligarlo a vivir. El narrador concluye la historia haciendo ver que "su voluntad al herir no gui su mano" y que la venganza de la sociedad es insensata: "de qu se venga el monstruo ese?".

La historia supera el simple relato de una muerte casual porque en el texto aparecen, de diversos modos, los elementos que hacen sentir que, profunda e inconscientemente, Pedro deseaba la muerte de Manuel. Estos deseos se apoyan en estructuras edpicas. El cuento, por supuesto, no nos habla de ellos: subraya ms bien el amor de Pedro por Manuel. Cuando su mujer regresa a casa a amamantar el nio Pedro prefiere quedarse con Manuel, al que conduce a una especia de idilio alcohlico y embriagado, con promesas de futuros comunes. Ahora bien, Manuel se va a casar con su hermana, que para Pedro representa a su madre, ya muerta. El prximo matrimonio revive la situacin edpica: es como si Manuel fuera a casarse con su madre: "y es bella Ins -comenta Pedro- tiene la bella augusta y santa de mi madre". En este nivel Manuel es su rival, que va a ocupar el lugar de su padre, tambin muerto. Un padre con el cual se ha identificado y al cual ama.

En todo caso, en la borrachera, Pedro fuerza a beber a Manuel hundindole la botella en la boca: el coqueteo culmina as con un gesto de claro simbolismo sexual, en una especia de esfuerzo por colocar al padre en posicin pasiva. Manuel reacciona, le da la bofetada, como respondera un padre enrgico, y Pedro le entierra el cuchillo. Este acto viola hasta tal punto la norma, la ley, que lo posee una "parlisis cerebral absoluta!", es un asesinato del padre, que slo puede ocurrir en la ms profunda inconsciencia, en la borrachera. Luego, en este juego de espejos identificatorios, cuando descubre que mat a Manuel, trata de matarse a s mismo.

Vemos pues que la estructura consciente y manifiesta del cuento la subyace una estructura edpica, en la cual Pedro, atrado por su hermana en cuanto sta representa a su madre, da muerte a su rival, que representa a su vez el padre. El hecho de que el padre est representado por un amigo cercano, por alguien que puede asumir el papel de hermano (y no, por ejemplo, por el amante de la madre, o el to, como en el mito griego o en Hamlet) facilita la colocacin del rival en el papel de recipiente de libido afectuosa, permite representar la contradiccin amor-odio que rige la relacin con el padre, incluso son sugerencias sexuales ms audaces que en las versiones clsicas. Y esto, a pesar de la ideologa consciente de Efe Gmez, probablemente tan rgida y restrictiva en asuntos sexuales como la de Pedro Zabala. En toda su obra, la mujer aparece como objeto de idealizacin, como madre o hermana. Se advierte y expresa en muchas ocasiones el rechazo a que la mujer asuma las actividades productivas tradicionalmente masculinas, y se quiere verla slo en la relacin con el afecto y el amor de los hombres, y dentro de una tica casi de la antigua caballera aristocrtica. Esta idealizacin de la mujer es por supuesto congruente con la mentalidad antioquea, hasta donde podemos conocerla -ver, por ejemplo, los estudios de Doa Virginia Gutirrez de Pineda-, y con un alto grado de represin sexual, que convierte a la mujer en la virgen intocable. En los cuentos de Efe las mujeres son vrgenes hermosas, o madres castas, y cuando son amantes, o compaeras (y Efe, evidentemente, no comparte el puritanismo que slo reconoce una relacin casta en el matrimonio), sus rasgos son muy similares a los de la joven virginal: la mujer de |Carne hace un juego de coquetera inocente con su amante, borda con manos finas, tiene la faz dulce y severa, el pie "atrevido y donoso" y cuando le cortan el rostro, es porque su amante no quiere que la sapotee la golosa piara de la honorable humanidad. Las descripciones de las mujeres, raras veces apuntan a una sexualidad explcita, sus formas y redondeces se describen en forma abstracta: el pie y los ojos parecen haber recibido el desplazamiento del inters. En particular los pies: no hay mujer atractiva cuya descripcin no incluya un elogio al pie. "Tiende los pies desnudos, blancos como gajos de azucenas": "Desnudo el pie divino": "El pie desnudo sobre el suelo, tan ntido y goloso: el delgado taln y el tobillo perfecto, asumen un gesto intrpido. . . aquel andar divino fluye de la forma del hermoso cuerpo, que es el propio cuerpo idealizado por el milagro del movimiento. . .".

Volviendo a |Guayabo Negro, es la energa del inconsciente, con sus estructuras edpicas, la que es elaborada en un relato verosmil, en el que lo reprimido inaceptable retorna, desplazado pero inteligible: el lector atento siente que la violencia trgica e inesperada de Pedro tiene que ver justamente con la felicidad de su vida familiar, con la estrechez casi incestuosa de los lazos entre las dos parejas. El desarrollo de este cuento impecable tiene la inexorabilidad de las grandes tragedias, en cuanto est regido por la lgica inevitable del inconsciente. Por su vigor, y por la perfeccin literaria y estilstica de la escritura, constituye la obra maestra de Efe y es un cuento que puede figurar en cualquier antologa del cuento universal.

A partir de este anlisis se podra regresar a los dems cuentos, para identificar tambin en ello los contenidos inconscientes, los elementos que conformaban la visin del mundo que Efe Gmez trata de comunicar en sus textos. Pero esto exigira una exposicin demasiado extensa. Lo dicho hasta ac, espero, debe haber ayudado algo a aclarar las caractersticas literarias y los contenidos profundos de una obra en parte desconocida y con frecuencia malinterpretada, cuyos momentos culminantes, en medio de muchos trabajos inacabados, tienen una grandeza, una energa, un vigor literario inolvidables.

Clarita Gmez

A L M A S R U D A S

Efe Gmez

Pedro el |Barcino, tan madrugador en otro tiempo, aguardaba ahora que el sol viniera a despertarle y se echaba fuera del lecho perezoso y tardamente. El viejo no estaba rendido por la edad; era que una dolencia, una mordedura tenaz hincada en el vientre, agotaba su vigor, se llevaba la vida de Pedro el Barcino. Y el viejo no pensaba en morir. Tumbando robles desde la maana hasta la tarde; viendo medrar en torno los becerros saltones y los hijos robustos, la muerte es una imagen lejana, un polvillo inconsciente que se deshace entre las manos.

Un da, despus de otros muchos en el lecho, sinti algo como un prurito de salud a lo largo de los brazos y el Barcino salt alborozado para ir a descolgar la cantimplora.

En seguida bebi, bebi ruidosamente, y asomado al portal sinti que su corazn se regocijaba en la luz de la maana. Horas ms tarde, trepaba, con el hacha al hombro, camino de la montaa. Cmo pareca joven y fuerte: ancho de espalda, el andar firme, serpentendole las venas hinchadas en torno de los brazos y de las piernas giles. La camisa, mal abrochada, dejaba al descubierto el pecho velloso; su barba gris se abra en dos porciones, meneada por el viento y aunque el rostro apareca demacrado, brillaba, intenso de vida, el ojo zahor. Tal era el Barcino, a cuyos golpes de hacha se estremeca la montaa, como el buey, tesonero en las labores del planto, certero y audaz como el novillo cuando era menester vengar el honor de su hembra.

El Barcino miraba, miraba con grandes ojos ambiciosos la inmensidad del horizonte. El sol iba triunfante por el cielo. Santo y bendito sol que adoraran sus abuelos! La luz se derramaba en las montaas; se enhebraba centelleando en el curso de los riachuelos; penetraba y se difunda en las casas. Los ojos de Pedro eran insaciables. Cmo haban madurado los maces en sus caas morenas; cunta alegra derramaban en su alma el oro verdegueante de los alverjones y la temprana blancura de los habales en flor. Una ternura paternal, un orgullo de esposo alentaba en su pecho. La tierra era buena para l. Qu importaban las fatigas de otro tiempo; el insecto enemigo que devast la cosecha, qu, en fin, la maldita dolencia clavada en el vientre, siempre fija all, semana tras semana!

-La tierra no es ingrata para el Barcino; el Seor bendice el trabajo de mis manos- pensaba el labriego; y hera el suelo con los desnudos pies, quebrantando los rastrojos marchitos, como para cerciorarse mejor de que sus miembros haban reconquistado la pujanza nativa.

Una bandada de loros salvajes cruz charloteando sobre su cabeza y fue a posarse en los ms tiernos renuevos de un surco. Pedro los contempl en silencio y no tuvo clera de los pjaros merodeadores. Por un atajo apenas marcado entre los arbustos, penetr en el bosque. El ruido de las aguas, del viento, del valle sonoro fue borrndose a medida que Pedro avanzaba en la espesura. Su paso era menos seguro desde que entr en el bosque; la mordedura hincada en el vientre haba venido despertando sordamente y ahora estaba all, viva, rabiosa, como en los primeros das de la enfermedad. El Barcino caminaba siempre e iba de plticas con su pensamiento. Recordaba que el cura le haba dicho: -Pedro, no andes descuidado; el Seor puede llamarte a cuentas y las tuyas no van a la justa. Otro da el boticario le haba llenado de ungentos, atosigndole con feas y amargas bebidas. Estara enfermo de veras; iba l a morir como todo el mundo; como sus vecinos; lo mismo que sus viejos perros de caza? -No, dijo rechinando los dientes, mientras descargaba con bro, hasta hundirla en el musgo, el hacha cortante. No, torn a repetir, siempre hiriendo el suelo, mirando rencoroso la hambrienta tierra que lo quera devorar.

Cuando lleg al claro del bosque, donde tena costumbre de cortar y hacinar la lea, un sudor que no era el ardiente sudor de otro tiempo, le mojaba las sienes. Sentado en un tronco se puso a remover con el hacha las desprendidas ramas, donde brotaban los renuevos. De las entraas de las rocas saltaba un manantial, cuyas ondas limpias corran sin ruido debajo de los helechos. Contemplndolas, se acord Pedro de las aguas vivas en que la Virgen Mara pone virtudes de salud. Si bebiera estas aguas, pens.

Algo como una ternura religiosa alboreaba en su corazn. Por qu no haba de sanar cuando bebiera en el claro arroyo? Ah!, un cirio para la Virgen bendita; una romera, acompaado de su mujer y de sus hijos. Cmo, hasta en ese instante no pensaba en ella? El Seor pona la medicina cerca de su boca y l era tan borrico que no alargaba la mano para recibirla. Quiso beber, mas cuando iba a inclinarse, la punzada mortal le retuvo sin fuerzas ni alientos apenas. Vibrndole, vibrndole en el vientre, subi hasta su garganta un vapor amargo, una congoja de muerte. -Virgen Mara, socrreme!- clam el viejo, tratando de juntar las manos, buscando despus sobre el pecho las cuentas del rosario. El dolor se alejaba, pero un fro intenso le invada las rodillas, suba hasta su pecho. Miraba, esforzndose en ver, y las cosas le aparecan como envueltas en humo ligero. Dios le abandonaba; el Barcino tuvo un impulso de rebelda.

Llameantes los ojos, recogido el aliento como para un grito supremo, amenazantes las frreas manos, se enderez un instante sobre el tronco que le serva de asiento, y antes de rodar muerto en la hojarasca, articul en voz fiera: -Que se abra el infierno y que venga el Maldito. T ests aqu, Maldito. No me haces la vida? Llvate mi alma.

C A R N EEfe Gmez

Era la noche fra y destemplada.

Sobre esa cuchilla estril y reseca, parecan las casas del pueblo, as agrupadas bajo el jirn de bruma que se disolva en lluvia menuda sobre ellas, como apretadas unas contra otras, ateridas, buscando calor para dormirse.

Pedro, envuelto en su amplia ruana, recostado a un pilar del corredor de una casa abandonada, se dejaba calar por la llovizna, indiferente a todo, sumido en sus tristezas.

Oyse el galope de un caballo, ahogado sobre el sendero liso y blando; luego, su tropel sonoro sobre el empedrado; despus, el estregn seco de la parada.

-Qu hay? -pregunt Pedro con ansiedad al que llegaba.

-Que la cosa va mal.

-Hablaste con mi padre?

-Dice que l nada puede hacer. Que ta abandona a tu suerte. Que harto ha hecho ya por ti.

-Y los dueos de la Renta?

-Estn calientsimos. Habl con uno de ellos esta tarde, y me dijo que el alcance que tienes pasa de cinco mil pesos; que lo que has hecho es un abuso de confianza, y que te van a calentar.

-Y por el otro lado, qu pudiste hacer?

-Nada! Los bancos no sueltan un medio ni con firmas, ni con hipotecas. Dicen que no tienen dinero... Aqu no hay ms remedio que largarte.

-Irme! -dijo Pedro, abstrado.

-No hay de otra. Puede que esta misma noche reciba el Alcalde de aqu la orden de prenderte. Aqu est mi caballo; huye en l -dijo, apendose-. Te llevar hasta los infiernos.

-Voy a despedirme de Ventura.

-Ojal no hicieras tal -dijo el amigo de Pedro, en tanto que se zafaba las espuelas-. En fin; haz lo que quieras. Qu diablo! Mundo este!...

Y no dijo ms.

Y se alej entre las sombras, sin despedirse, porque su brusquedad era la de tantos otros: el disfraz de un corazn tiernsimo, cuyas oleadas de emocin ya le anudaban la garganta.

Pedro se qued solitario.

Y de codos sobre el galpago de su montura, la frente entre las manos, sumise en ese sufrir turbio y oscuro de las grandes crisis de la vida.

l haba amado. l amaba todava con una pasin inmensa y loca. Y su error era no haber comprendido que en nuestras sociedades son imposibles las pasiones grandes; que el secreto para vivir en ellas consiste en hacer creer que se ama mucho, aun cuando no se ame; que se ha gozado mucho, aun cuando no se goce; que se sufre hondo, aun cuando uno sea incapaz de sufrir. Esa jactancia pueril de hacer creer que se ha sentido la existencia en todos sus matices; de exhibirse como desengaado de todo. Prurito que lleva a insultar la vida en estrofas infelices a gentes que no merecen ni vivirla.

Debatase en una red que ceda sin romperse, embotando sus esfuerzos, sin que por ninguna parte le presentase resistencias en qu ejercitar las energas de su voluntad viril; fatigado, anhelante, acribillado de sufrimientos voluptuosos. Paladeaba a diario esos placeres crueles en que el llanto y la risa se confunden; en que la sensibilidad se afina hasta lo espiritual, y el placer hace vibrar los nervios hasta los confines del dolor; en que se besa con tristeza y se goza entre amarguras. l conoca esas fiebres, esas locuras, esos apegos morbosos e imbciles a una criatura de carne, que nos hacen impotentes ante el impulso que nos lleva a palpar unas manos, a besar unos ojos, a sollozar ente un regazo. Gravitaba en esos limbos en que uno quiz no es responsable al anudar un eslabn ms a la cadena que lo ata, aunque s lo fue cuando empezaba a forjrsela. Y acontecile muchas veces, cuando vagaba solitario por la poblacin, maldiciendo de su debilidad, sorprenderse a s mismo golpeando a la misma puerta.

Y as le sucedi esa noche.

All estaba ella. Mirbala por el hueco de la cerradura, fascinado, palpitante; devorbala, ahogando el grito de su conciencia que le ordenaba huir sin despedirse, con la fruicin que determina la vista de un ser querido, por ltima vez saboreada. All estaba: sentada en una silla baja: el pie izquierdo, atrevido y donoso, estribando firme sobre el pavimento; la punta del derecho, que penda rebasando apenas el borde del vestido; en el regazo un tambor que bordaba; inclinada, atenta sobre la labor, la faz dulce y severa.

Mil veces se haba dicho que no entrara, que la mirara en silencio, que huira cuando se hubiese saciado de mirarla.

Y, sin embargo, empuj la puerta dulcemente.

-Ah! -exclam ella, dando un grito alegre-; me quiere, me quiere mucho.

Y hacindolo sentar a su lado:

-Mira: comenc a bordar este racimito de uvas, y me deca: si cuando l llegue voy en nmero par, es que me quiere... Y ve: cuenta y lo vers: voy en la octava!... Pero por qu no contestas? Qu tienes? Ests enfermo, crespecito mo?...Eh... se embob! No sabe hablar... A ver: saque la lengua... Eh!... no puede! Tiene el frenillo el muchachito.

Luego, fingindose enojada:

-Es que le ha pesado haberme regalado el anillo que me trajo hoy, y viene a hacerse el bravo para que se lo vuelva, el cicatero! Tome su anillo: no quiero nada de gente que pone trompa, como para cobrar lo que regala.

Y llevando a la altura del pecho sus manos breves, elsticas, blancas, en las cuales el trabajo delicado de su sexo haba cincelado las lneas enrgicas, batalladoras, de las manos que no son un rgano til, ci el anular izquierdo con los dedos de la diestra, recogidos, y, atrancndolos en una sortija de oro que lo rodeaba, cerr los ojos, mordi el labio inferior en ademn de hacer un grande esfuerzo y.. luego, sonriendo, con los ojos a medio cerrar, claros, grandes, acariciadores, desde all del sedoso enrejado de las crespas pestaas:

-No ves?, se me atranc: no puedo sacarlo.

Pedro sinti ante esa mirada crepitar todo su ser y partrsele en pedazos; y tendiendo la diestra abierta sobre aquellos ojos, los tap, mientras con la izquierda cerrada se oprima la frente, dando un vagido doloroso.

Ella se apoder de esa mano con ternura. Luego, reclinndose en la cama, comenz a charlar, alegre, bulliciosa; hasta que, arrullada con el sonido mismo de su voz, se fue quedando dormida, entreabierta y sonriente su boca charladora.

-Ahora es tiempo -pens Pedro.

Y cerrando los ojos para no verla, se arroj a la puerta.

No pudo contenerse, y, del umbral, dedicle una ltima mirada.

Estaba tan hermosa en su confiado y dulce sueo, ignorante de lo que pasaba a su rededor. Y al da siguiente se despertara abandonada!

Volvi a su lado y se inclin sobre ella a contemplar, as de cerca, ese rostro, nico para l; ese rostro que haca nacer en su alma los temblores irremediables y crueles del amor.

Y por qu abandonarla? -pens-. Por qu no arrostrarlo todo y escaparse con ella? No haba ya quemado en la hoguera de esa pasin su caudal, y su juventud, y hasta el jirn ltimo de su honra?

Y pasndole un brazo dulcemente por debajo del cuello, fue a levantarle en vilo. Rebullse ella, y dej caer la cabeza desmayada sobre el hombro de su amante, sonriendo dulcemente en medio de su sueo.

Faltronle a Pedro entraas para turbar ese reposo tranquilo con la realidad desnuda y espantosa; y, dejndola reclinar de nuevo sobre el lecho, fue a sentarse en un rincn, exasperado, las sienes en los puos.

-Por qu es tan hermosa este demonio? -exclam.

Y sintindose posedo de celos furiosos, se mir olvidado de la que en ese momento palpitaba toda para l; vio bocas odiadas posarse sobre esos labios adorados; y ante su vista se abri esa escala de Jacob invertida, por donde desciende la belleza en desamparo, sapoteada por la golosa piara de la |honorable humanidad.

Y estpidamente dej pasear sus miradas por la estancia.

All, alcance su mano, sobre una mesa, brillaba la hoja limpia de su navaja de afeitar. Sintise atrado por su filo fro y sutil; y con la velocidad brutal de la tentacin, empu el arma en la diestra, colocse de un salto al laso de su amada, y marcle la faz con herida ancha y larga.

Son un grito, y brot la sangre.

-Ahora ya nadie la querr para s! -dijo casi alegre, espantoso de verse, arrojando la navaja

A poco se oy el escape de su caballo sobre el fango del camino

C O R A Z N D E M U J E REfe Gmez

La abuelita, anciana, se mora. Las personas mayores, plidas por el insomnio, preocupadas y tristes, se deslizaban silenciosas por los corredores y aposentos del casern de la familia. En los rostros se pintaba el recogimiento doloroso, el soplo fro que encoge el corazn cuando se contempla de cerca ese negro agujero de la muerte que se entreabre para tragarse un ser querido.

Julia, la nietecilla de seis aos, vagaba, abriendo sus grandes ojos llenos de curiosidad a esa escena, nueva completamente para ella y que apenas entenda.

Por la maana, despus de que hubo salido el vitico, a cuyo paso deshojara flores, haba visto entrar, lentamente, avanzando con su vuelo incierto, vacilante, de copo que el viento lleva y mece, una mariposa negra y grande, que recorri los corredores y fue a posarse sobre el dintel del aposento en que la anciana agonizaba. Al entrar una ta suya, nerviosa y debilitada por las vigilias y el dolor, al cuarto de la enferma, distingui la mancha oscura de la mariposa que se destacaba sobre lo blanco de la pared. La pobre seora, herida por presentimientos angustiosos, llevse las manos a los ojos para cubrrselos, y entrse precipitadamente, dejndose caer sobre un sof del interior, en donde Julia la viera desde entonces, escondida la cabeza entre los brazos, vuelta un lo de ropas que se adivinaba cubran a una persona porque a cada momento se agitaban con hipidos de sollozos.

Entr tambin la nia al aposento de la agonizante. Levantada sobre muchas almohadas, vio su cara plida con perfiles de agona, sus manos flacas que reposaban en el hundido crucifijo sobre el cual los dedos se agitaban convulsos, nico movimiento de ese cuerpo inerte. Llena de curiosidad, acercse a la cama, y, prendida de las almohadas, se empin hasta poner su rostro casi sobre el de la abuelita. Sinti en ese instante que un brazo pasaba alrededor de su cuello, que su rostro era atrado hacia otro rostro, que su mejilla tocaba otra mejilla humedecida por lgrimas calientes: adivin, sin verla, que quien as la abrazaba era su madre, que velaba da y noche al borde del lecho de la anciana y a quien no haba visto arrimar, a causa de la semioscuridad del aposento. A un cambio de tono en el estertor de la moribunda, su madre la dej libre, para sacudir a la cabecera del lecho.

Julia sali al corredor. An estaba en el dintel la mariposa. Sobre un silln vio un chal abandonado, recogilo y lo dispar sobre el bicho. Este, cogido debajo, cay dando atontadas palpitaciones anhelantes con las alas. La nia se arrodill en el suelo, y con azorada alegra, temblndole las manitas, agarrla de las extremidades de las alas, se incorpor y psose a observarla y a soplarle el lanudo buchecito, para empezar en seguida a pasearse por toda la casa, llevndola as cogida. De golpe se tropez con su ta, la que sollozaba en el sof: la cual se incorpor sobrecogida, y al ver el para ella pavoroso animal en manos de la nia, no pudo contenerse y dio un grito. Acudieron todos. El pap, que conversaba en voz baja por all cerca con otros caballeros, vino tambin, levant a la nia en brazos, llevla al jardn, psola en el suelo y se volvi en silencio, cerrando tras s la puerta. Echse Julia a llorar, llena de despecho. En una mano tena un pedazo roto de una ala: en la otra, la mariposa, pegada del mun del ala opuesta. La arroj al suelo con ira, y se tumb en el csped a llorar inconsolable. Pero pronto cambi de humor y se entreg a un vivo monlogo, del cual result que la mariposa era la abuelita moribunda, y que ella la cuidaba y le encomendaba el nima. Con una astilla de madera, que ella deca ser una cuchara, le administraba alimentos y drogas, como haba visto practicarlo con la enferma. Al fin se impacient: esa enferma no tragaba nada. Psole la astilla de punta en la cabeza y empez a hundrsela lentamente. El pobre animalito azotaba la tierra con sus alas destrozadas, retorciendo su cuerpo de gusano: luego empez a temblar dbilmente, hasta que, al cabo, se qued muerta. En ese mismo instante se elev all adentro un gran grito, formado de sollozos y gemidos. Julia corri al agujero de la cerradura, y vio pasar por el corredor del frente a Juana, la criada vieja, con las manos en la cabeza, gritando con voz enronquecida y entre lgrimas: "ay, que se ha muerto mi seora!" Julia sinti un terror sbito, sobrenatural, desconocido. Sus ojos se clavaron asustados en la mariposa muerta por ella, y el pensamiento de que era la causa de la muerte de la abuela, de que ella la haba matado, se apoderaba irremisiblemente de su nimo. Oy que los gritos redoblaban, que se acercaban a la puerta del jardn. El pnico la invadi, y corri a esconderse en lo ms enmaraado, bajo una enredadera. All se ocult completamente, tapndose los odos para no or los gritos que venan del interior de la casa. Su corazoncito temblaba como el de una cor