Gonzalez Echegaray Joaquin - Flavio Josefo

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BIBLIOTECA DE ESTUDIOS BÍBLICOS MINOR 20 Flavio Josefo es uno de los personajes más fascinantes de la Antigüedad. Nacido en Judea, en el siglo I d.C., recibió una amplia formación tanto judía como grecorromana. Durante los años que precedieron al enfrentamiento con Roma, desple- gó una intensa actividad diplomática y política; ya en la guerra, dirigió la defensa de Galilea. Capturado, logró convertirse en asesor e in- termediario de los romanos. Asi pudo presenciar la destrucción de Jerusalén en el año 70. Poste- riormente Josefo se trasladó a Roma, donde se de- dicó a redactar, además de su interesante auto- biografía, la historia de Israel hasta los últimos y trágicos acontecimientos. Estas páginas ofrecen una introducción básica y completa a la vida y escritos de Flavio Josefo, valiosísima fuente de información sobre el mundo en que vivió Jesús y nació el cristianismo. Joaquín González Echegaray (Santander 1930) es escritor, historiador y arqueólogo. Ha dirigido ex- cavaciones en España y en Oriente Próximo, y ha participado activamente en el Centro de Investi- gación y Museo Nacional deAltamira. 8782330118052

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  • BIBLIOTECA DE ESTUDIOS BBLICOS MINOR20

    Flavio Josefo es uno de los personajes ms fascinantes de la Antigedad. Nacido en Judea, en el siglo I d.C., recibi una amplia formacin tanto

    juda como grecorromana. Durante los aos que precedieron al enfrentamiento con Roma, desple

    g una intensa actividad diplomtica y poltica; ya en la guerra, dirigi la defensa de Galilea.

    Capturado, logr convertirse en asesor e in termediario de los romanos. Asi pudo presenciar

    la destruccin de Jerusaln en el ao 70. Posteriormente Josefo se traslad a Roma, donde se dedic a redactar, adems de su interesante autobiografa, la historia de Israel hasta los ltimos y trgicos acontecimientos.

    Estas pginas ofrecen una introduccin bsica y completa a la vida y escritos de Flavio Josefo, valiossima fuente de informacin sobre el mundo en que vivi Jess y naci el cristianismo.

    Joaqun Gonzlez Echegaray (Santander 1930) es

    escritor, historiador y arquelogo. Ha dirigido excavaciones en Espaa y en Oriente Prximo, y ha participado activamente en el Centro de Investigacin y Museo Nacional deAltamira.

    8782330118052

  • Joaqun Gonzlez Echegaray

    FLAVIO JOSEFOUn historiador judo de la poca de Jess y los primeros cristianos

  • BIBLIOTECA DE ESTUDIOS BBLICOS MINOR

    20

    Coleccin dirigida por Santiago Guijarro Oporto

  • JOAQUN GONZLEZ ECHEGARAY

    FLAVIO JOSEFOUn historiador judo de la poca

    de Jess y los primeros cristianos

    EDICIONES SGUEME SALAMANCA

    2012

  • Ediciones Sgueme S.A.U., 2012C/ Garca Tejado, 23-27 - E-37007 Salamanca / Espaa Tlf.: (+34) 923 218 203 - Fax: (+34) 923 270 563 [email protected] www.sigueme.es

    ISBN: 978-84-301-1805-2 Depsito legal: S. 353-2012 Impreso en Espaa / Unin Europea Imprime: Grficas Varona S.A.

    Cubierta diseada por Christian Hugo Martn

  • CONTENIDO

    Introduccin ................................................................. 9

    I. El PERSONAJE .......................................................... 131. Los primeros aos de su vida .......................... 172. El poltico y militar ........................................... 253. Enemigos dentro de c a s a .................................. 374. La guerra en G a lilea ......................................... 515. La conquista de Jerusaln................................ 596. Conclusin.......................................................... 67

    II. L a o b r a h i s t o r i o g r f i c a y a u t o b i o g r f i c a .. 697. Obras de Llavio Josefo ..................................... 758. Estilo lite rario ..................................................... 89Anexo. Transmisin de las obras de Jo sefo 91

    III. R e l a c i o n e s e n t r e J o s e f o y e l N u e v o T e s t a m e n t o ........................................................................................ 9 7

    9. El medio ambiente geogrfico......................... 10310. El medio sociopoltico...................................... 11111. Poncio Pilato ...................................................... 11712. Pablo y los ze lo te s............................................. 12313. Juan el B autista.................................................. 12914. Santiago, el hermano del S e o r....................... 13915. El Testimonium Flavianum ......................... 149

    Bibliografa .................................................................................... 157

  • INTRODUCCIN

    Para el estudioso de la vida de Jess de Nazaret y de los primeros pasos del cristianismo en el antiguo pas de Judea, la obra literaria de Flavio Josefo posee una importancia incuestionable. Pero este inters se extiende igualmente, ms all de la tarea propia de los especialistas., a muchas personas cultas., tanto creyentes como no creyentes, interesadas en los orgenes del fenmeno histrico cristiano. Por eso, Josefo es un autor particularmente buscado y apreciado. Si a ello se une el hecho de que fue testigo directo de uno de los acontecimientos ms sealados en la historia antigua - a saber: la conquista y destruccin de Jerusaln y su famoso templo por parte de los romanos, y de la gran dispora del pueblo judo que esto origin-, se comprender fcilmente el valor que la obra de Josefo ha conservado a lo largo de la historia y el inters que an sigue suscitando su lectura.

    La relacin de las ediciones de Josefo y de los estudios llevados a cabo tanto sobre el conjunto de su obra como sobre temas especficos de la misma constituye una inmensa bibliografa. Por eso, ha supuesto un considerable esfuerzo condensar la informacin

  • 10 Introduccin

    requerida por un lector medio y ajustada a las caractersticas de un libro como este. Pero nuestro propsito de llegar a un pblico amplio no comporta falta de rigor cientfico, tanto en la visin general como en los detalles, a pesar de que omitimos muchas referencias eruditas y soslayemos cuestiones menores discutidas entre los especialistas.

    Como decimos, la obra de Flavio Josefo despierta inters, singularmente hoy, que tanto atraen nuestra atencin las circunstancias histricas y sociales del siglo I de nuestra era. Entre otras razones, porque ella refleja, si bien de forma marginal, el cristianismo en sus orgenes. Por otra parte, dado que nuestro historiador rene en s mismo la doble condicin de sacerdote judo y de ciudadano romano, se constituye, de algn modo, en representante de las ideologas y sensibilidades de aquellas gentes que presenciaron la predicacin y muerte de Jess, as como el despuntar del nuevo movimiento cristiano.

    Es importante, pues, no slo leer las citas testimoniales de Josefo de forma aislada, sino tambin integrarlas en el contexto de su obra, la cual nos describe aquel mundo en el que vivieron Jess y, posteriormente, sus discpulos, que afirmaban haber sido testigos de su resurreccin. All nos adentramos en las ciudades y los campos, descritos de primera mano, y visitamos el templo de Jerusaln y otros edificios que aparecen en los escritos del Nuevo Testamento. Pero, sobre todo, nos sumergimos en el ambiente social, las costumbres, las prcticas religiosas y las distintas formas de concebir la poltica tanto del pueblo como de

  • Introduccin 11

    sus dirigentes. Incluso nos topamos con aquellos personajes que determinaron el rumbo de tan trascendentales acontecimientos, como fueron los miembros de la dinasta real de los Herodes, los sumos sacerdotes y sus familias, o los gobernadores romanos, entre ellos Poncio Pilato.

    Deseamos que el presente libro despierte en el lector el deseo de acceder sin intermediarios a las obras de Flavio Josefo y descubra la importancia de estas para el conocimiento del mundo judo del siglo I, as como sus conexiones con temas del mayor inters para la gente de hoy'.

    1. A lo largo de las siguientes pginas citaremos pasajes de las obras de Josefo. Generalmente, tomaremos la traduccin de las ediciones que se indican en la bibliografa (p. 157), pero en algunos casos ofreceremos nuestra propia versin del texto original griego.

  • EL PERSONAJE

  • Flavio Josefo fue uno de esos escritores cuya vida real, tremendamente agitada, comparte el dramatismo de los relatos contenidos en sus obras. l mismo protagoniz muchos de los acontecimientos que narra, hasta el punto de que su nombre nos resultara hoy conocido aunque no hubiera sido l quien los escribiera. Todo esto quiere decir que buena parte de sus relatos aparece descrita con un realismo singular, dotado de un palpitante apasionamiento. Es ms, los testimonios de que disponemos para reconstruir su biografa se hallan casi exclusivamente en sus obras, de modo que nuestros conocimientos sobre la vida de Josefo, por una parte, responden con garantas a la verdad, al proceder de una fuente fidedigna; pero, por otra, a veces adolecen de parcialidad al ser ofrecidos por el propio protagonista, sin contraste con otras opiniones y datos objetivos.

    Por eso, cuando nos asomamos a la historia narrada por Josefo, acude a nuestra memoria el caso de Julio Csar en La guerra de las Gallas y La guerra civil, aunque las diferencias entre ambos escritores y el estilo de sus obras sean considerables, pese a las apa

  • 16 El personaje

    riencias. De todos modos, en las obras de ambos autores, as como en las de otros de la Antigedad (como Tucdides, Jenofonte, Polibio...), encontramos lo que Michael Grant denomina justificacin personal, un defecto caracterstico de la historiografa clsica y que est en el origen de la desinformacin y los desaciertos en que suele caer este tipo de literatura1.

    1. M. Grant, Historiadores de Grecia y Roma, Madrid 2003, 88-92.

  • LOS PRIMEROS AOS DE SU VIDA

    1. N o m b r e , n a c im i e n t o y f a m il ia

    Nuestro personaje se llamaba Joset ben-Matthas (en hebreo, Yosef ben-Mattiyah). Slo en la segunda etapa de su vida, cuando recibi la ciudadana romana, utiliz el nombre latinizado de Flavius Josephus (Joseppos en griego, que fue la lengua que emple en sus escritos). Su padre Matas, de la tribu de Lev, era sacerdote del templo de Jerusaln y perteneca a la que se consideraba ms alta estirpe de descendientes de Aarn, la familia sacerdotal primera, llamada del turno de Joarib (1 Cro 24, 1-8). Sin embargo, no formaba parte de la clase social de los denominados entonces prncipes de los sacerdotes, dado que ningn miembro de su familia haba ocupado el cargo de sumo sacerdote, prebenda esta que en aquella poca los gobernantes -tanto los pertenecientes a la dinasta herodiana como las autoridades romanas- distribuan a su antojo. En todo caso, Matas era una persona importante en Jerusaln, como se deduce de sus

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    contactos y su proceder al enterarse de la conspiracin contra su hijo cuando este era gobernador de Galilea. Adems de a Josefo, sus padres tuvieron otro hijo, llamado tambin Matas.

    Sobre el nacimiento de Josefo sabemos que tuvo lugar en Jerusaln, pero desconocemos la fecha exacta. Debi de rondar el 37 d.C., pues, segn l, vino al mundo el primer ao del imperio de Calgula y contaba veintisis aos cuando hizo su primer viaje a Roma -del que hablaremos ms adelante-, debiendo situarse tal evento en el 64 d.C.

    No nos han llegado muchas referencias a la madre de Josefo. Ignoramos su nombre, pero sabemos que era descendiente de la dinasta real de los Asmoneos, ya que su tatarabuelo, llamado Matas, cas con una hija del sumo sacerdote y jefe de los judos Jonatn, el hermano de Judas Macabeo. Esta mujer aparece citada durante el sitio de Jerusaln, cuando su hijo Josefo fue herido frente a la muralla.

    2 . F o r m a c i n j u d a

    Con estos antecedentes se entiende con facilidad que Josefo, desde su infancia, fue una persona afortunada y bien considerada socialmente. Si a esto se une el talento natural que mostraba de adolescente y la esmerada educacin que recibi, obtenemos un cuadro elocuente de cmo debieron ser los primeros aos de vida de nuestro personaje en Jerusaln.

    Para los miembros de la elite juda de entonces, era fundamental escoger desde pequeos el camino, la

  • Los primeros aos de su vida 19

    va religiosa de interpretacin de la Ley (Tora), con el fin de ir asimilndola cada vez ms e ir adaptando la vida cotidiana a las mltiples y a menudo complicadas prescripciones inherentes en la opcin elegida. La religin juda, con sus implicaciones doctrinales y prcticas, llenaba entonces casi toda la vida de un hombre de alta posicin social. La situacin poltico-religiosa del judaismo de mediados del siglo I est muy bien reflejada por el propio Flavio Josefo, y puede enmarcarse perfectamente en lo que l llama las tres escuelas de filosofa, cuya descripcin desarrolla en su libro La guerra juda (Bell. Iud. II, 119-166).

    Josefo, pues, ya con diecisis aos, fe instruido por buenos maestros tanto fariseos -grandes estudiosos y estrictos cumplidores de la Ley- como saduceos -que constituan la secta ms numerosa entre los sacerdotes y daban preferencia al culto en el templo jerosolimitao-, Fariseos y saduceos llevaban entonces el peso de la direccin religiosa y poltica del pueblo judo, repartindose los puestos principales en el Gran Sanedrn o senado de la nacin israelita.

    La poca de estudios de Josefo coincide con el magisterio de Gamaliel el Viejo o con el de su hijo Simen en la escuela farisea. Podemos pensar que Josefo recibi enseanzas directas de estos rabinos, pero esto no es ms que una discutible conjetura, pues nuestro autor nada dice al respecto.

    Sorprende, sin embargo, que tras estudiar y formarse bajo la tutela de los maestros ms prestigiosos de la Ciudad Santa, Josefo fuera autorizado por su padre a iniciarse tambin en los principios de la tercera

  • 20 El personaje

    filosofa, es decir, en la escuela de los esenios. Estos, entre los que predominaban hombres de la estirpe sacerdotal, se hallaban en total oposicin al sistema establecido y no reconocan la autoridad de los dirigentes del templo jerosolimitano, empezando por el propio sumo sacerdote - a quien consideraban un impostor- y siguiendo por los guas religiosos del pueblo judo, incluido el mismo Sanedrn. Los esenios solan establecerse y vivir fuera de Jerusaln, formando una comunidad aparte. A una de sus ramas perteneca el monasterio de Qumrn, junto al mar Muerto, tal como describe el naturalista romano Plinio el Viejo (Nat. Hist. V, 13-73).

    Tras ese periodo de formacin en los tres sistemas dichos, el joven Josefo, no contento con ello, se retir al desierto de Jud, ya muy famoso como lugar de aislamiento asctico para llevar una vida religiosa intensa, no solo por la presencia all de la comunidad de Qumrn, sino tambin porque all haba desarrollado su predicacin y su dramtica llamada a la conversin Juan el Bautista. En ambos casos, las abluciones con agua -baos rituales en Qumrn, bautismos en el Jordn- aparecen como ritos de purificacin.

    El desierto, cargado de evocaciones y de experiencias msticas en la historia de Israel, ha sido un lugar al que el pueblo, o en su caso los iniciados, se sentan atrados para encontrarse directamente con la divinidad. Ms an, por entonces estaba muy extendida la creencia de que el Mesas esperado habra de aparecer en el desierto, como atestigua el propio evangelio (Mt 24, 26). Josefo lo confirmar narrando el surgimiento

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    de falsos mesas que pretendieron sublevar al pueblo contra la dominacin romana. Tal es el caso de Teu- das, el cual en tiempos del gobernador Cuspidio Fado concentr a sus partidarios en las riberas del Jordn (Antiq. XX, 5, 1), y tambin el de El Egipcio, que con varios miles de seguidores sali del desierto para caer sobre Jerusaln, siendo gobernador Antonio Flix (Bell. lud. II, 261-263). Ambos personajes aparecen asimismo mencionados en los Hechos de los apstoles (Hch 5, 36; 21, 38).

    Aqu, en el desierto de Jud, en tomo a los aos 50 d.C., habitaba un maestro anacoreta que no perteneca a ninguno de tales movimientos sectarios religiosos o polticos. Se llamaba Banno. Vesta y se alimentaba con productos naturales de la zona. El joven Josefo, que slo contaba entonces diecisis aos, pidi ser instmido por este maestro y permaneci junto a l, tal vez en compaa de otros condiscpulos, por espacio de tres aos, llevando una vida de rigurosa disciplina, estudio y oracin.

    3 . E s t u d io d e l a c u l t u r a n o j u d a

    Cumplidos los diecinueve aos, y tras haberlo probado todo, Josefo decidi regresar a Jerusaln y encauzar su vida de judo observante de acuerdo con las doctrinas de la corriente farisea. Comenz entonces su estudio de la cultura griega, tanto en el dominio de la lengua y la literatura como en el de la filosofa, inclinndose hacia el estoicismo por encontrarlo afn a las creencias y la moral judas. No cabe duda de que

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    la formacin clsica del joven Josefo fue profunda y esmerada, como lo prueban su dominio de la lengua griega -que escriba y hablaba con fluidez, si bien, como l mismo indica (Antiq. XX, 263), manteniendo cierto acento semita- y su conocimiento de la literatura y preceptiva literaria -que tambin se hace patente en sus escritos, como despus veremos-.

    Hay que tener en cuenta que en el siglo I d.C. la lengua griega y la cultura helenstico-romana estaban mucho ms extendidas por Palestina de lo que los estudiosos han credo hasta hace bien poco; as lo demuestran da tras da las investigaciones arqueolgicas. Existan, por tanto, grandes ciudades de ambiente helenstico, donde preferentemente se hablaba el griego, como Cesrea, Sforis, Tiberias y Tariquea en Galilea, y otras fuera de esta regin, tales como Sebaste en Samara y Escitpolis en la cuenca derecha del Jordn. Tambin en ciudades que todava conservaban un carcter muy judo, tales como Jeric y la propia Jerusaln, la lengua griega se hallaba muy generalizada. Los judos cultos no podan sustraerse al ambiente del mundo clsico que iba empapando la cultura y la vida del pas, hasta el punto de que en algunas regiones lleg a predominar lo helenstico, incluso en el aspecto religioso.

    Josefo, por lo que se deduce de su posterior actuacin, debi de dedicarse tambin a formarse en derecho, e incluso cabe pensar que estudi tambin latn, lengua que no utiliz en sus obras, pero que no deba desconocer, dado que -com o veremos- fue designado para ir a Roma en comisin de servicios y all pas los

  • Los primeros aos de su vida 23

    ltimos treinta aos de su vida. De hecho, fue un entusiasta de muchos aspectos de la cultura romana, entre ellos la organizacin y eficacia del ejrcito romano.

    4 . L a m a y o r a d e e d a d

    Ignoramos si Josefo, una vez alcanzada la mayora de edad, lleg a ejercer de forma habitual sus funciones sacerdotales en el templo de Jerusaln. El nmero de sacerdotes y levitas era entonces de unos 20000. Los sacerdotes que servan en el santuario se distribuan en veinticuatro tumos a lo largo del ao, lo cual quiere decir que, para un simple sacerdote, las ocasiones de oficiar en el culto eran escasas y, sobre todo, muy distanciadas en el tiempo. En cualquier caso, y tratndose de una persona como Josefo, con su estatus social y su cuidada formacin, cabe pensar que sus principales ocupaciones eran el estudio y las relaciones en la alta sociedad.

    Llama la atencin el hecho de que permaneciera soltero en su juventud, ya que no contrajo matrimonio hasta que fue hecho prisionero por los romanos el 67 d.C., cuando ya contaba treinta aos. La alusin en un discurso a su madre, esposa, raza y familia, que se hallaban dentro de Jerusaln durante su asedio (Bell. Iud. V, 419), parece un simple recurso retrico. No sabemos si la presunta soltera de Josefo responda a un prejuicio religioso adquirido por Josefo cuando vivi en el desierto junto a los esenios y otras sectas rigoristas, a pesar de que nuestro personaje era ya un fariseo declarado. En su Autobiografa (Vita, 80) cuenta que,

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    siendo gobernador de Galilea, tena buena fama por su escrupuloso respeto al honor de las mujeres, lo que podra ser otro indicio de su posible decisin de permanecer clibe en aquella poca de su vida.

    Por orden de Vespasiano contrajo matrimonio con una cautiva procedente de Cesrea, pero enviud poco despus, mientras acompaaba al futuro emperador en su viaje a Alejandra. En esta ciudad Josefo se cas con una alejandrina, con la que tuvo tres hijos, dos de los cuales murieron siendo muy nios -cosa frecuente entonces, dadas las psimas condiciones sanitarias de la poblacin-. El tercero, llamado Hircano, naci ya en Roma despus de la guerra, en el ao 73 d.C. Al poco tiempo, Josefo se divorci para casarse con una mujer juda de la alta sociedad de Creta, la cual le dio dos hijos (en el 77 y en el 79 d.C.), los cuales, ya como ciudadanos romanos, recibieron los nombres de Justo (Iustus) y Agripa, tambin llamado Simnides.

  • EL POLTICO Y MILITAR

    1. F l a v io J o s e f o p o l t ic o

    Cuando Josefo era ya un hombre de veintisis aos (64 d.C.), la situacin poltica de la provincia romana de Judea era tan tensa, que se vea como casi inevitable la violenta explosin revolucionaria, la cual aboc a la guerra y a la destruccin de Jerusaln y su templo. A dicha situacin contribuan tanto los extremismos nacionalistas de una alborotada minora juda, como los atropellos y las arbitrariedades de los ltimos gobernadores romanos en el pas, ms preocupados en obtener ventajas econmicas que en la recta administracin de la provincia.

    a) Bajo el procurador Antonio Flix

    El primero de estos procuradores venales fue Antonio Flix (52-60 d.C.). En su tiempo ya se produjeron revueltas y aparecieron los terroristas llamados sicarios, que cometan asesinatos en las calles. El gobernador mand crucificar a varios revoltosos y -no sabemos por qu razn- acus de complicidad a un

  • 26 El personaje

    pequeo grupo de sacerdotes distinguidos, a quienes envi a Roma para que comparecieran ante el tribunal del emperador. Las noticias que, al cabo de varios aos, llegaron a Jerusaln acerca de las condiciones en que, a la espera de juicio, se hallaban en Roma estos detenidos, fueron realmente alarmantes. Aquellos sacerdotes, fieles cumplidores de la Ley y de las prescripciones alimenticias judas, se negaban a comer la mayora de los alimentos que se les ofreca, por no ajustarse a las normas judas y ante el temor de que algunos pudieran haber sido previamente ofrendas en los templos paganos. En consecuencia, apenas coman otra cosa que higos y frutos secos.

    Aunque Josefo no lo dice expresamente, la decisin de viajar hasta la capital del imperio para asistir a los ilustres prisioneros y negociar su liberacin debi ser tomada por el Sanedrn en pleno, o al menos por un grupo de los principales dirigentes religiosos de Jerusaln. Fue entonces cuando se pens que la persona adecuada para tan difcil y comprometida gestin era el sacerdote Josef ben-Matthas. En su favor pes, adems de su autoridad y prestigio, emanados de su estatus social y de su profundo estudio de la Ley y las tradiciones judas, el hecho de que conoca el mundo no judo, que hablaba griego y probablemente tambin latn, y estaba familiarizado con la mentalidad y las normas de la sociedad romana.

    Josefo, pues, parti de Judea aquel ao 64 d.C., probablemente antes de que el actual gobernador de la provincia, llamado Albino, tras una lamentable actuacin durante dos aos en su cargo, fuera relevado por

  • El poltico y militar 27

    el nuevo procurador Gesio Floro, personaje an ms nefasto, si cabe. Josefo se embarc en el puerto ms importante del pas y capital de la provincia, Cesa- rea del Mar, pues all era donde la actividad martima contaba con mayores facilidades y estaban afincadas las principales compaas navieras que enviaban barcos a Italia. Por entonces, la navegacin de altura solo se llevaba a cabo entre el final de la primavera y el comienzo del otoo. Ignoramos el da exacto en que parti la nave que transportaba a Josefo, pero, dado el trgico resultado del periplo, cabe suponer que fue a principios o a finales de la temporada, los periodos en que estallaban ms tormentas. En todo caso, la travesa desde la costa palestinense a la italiana supona casi dos meses de navegacin a causa de, por un lado, la direccin de los vientos en el Mediterrneo en esas fechas y, por otro, la necesidad de que las naves tocaran bastantes puertos a lo largo del trayecto.

    Sabemos por la Autobiografa que la nave grande, en la que viajaba Josefo, se hundi en el mar Adritico (aunque debemos pensar que fue ms bien en el mar Jnico), sin duda por culpa de un temporal inesperado. La tripulacin y el pasaje, cuyo nmero total ascenda nada menos que a seiscientas personas, pasaron la noche a la deriva en el mar, aferrados a los restos de la nave que flotaban, hasta que muy de maana fueron avistados por un barco menor procedente de la costa de la Cirenaica, en el norte de Africa, y que haba logrado capear el temporal. Josefo se hall entre los ochenta nufragos que pudieron ser rescatados. La nave los condujo a Puteoli (hoy Pozzuoli), en el golfo de

  • 28 El personaje

    Npoles, que era uno de los puertos ms importantes de Italia y que en sus tiempos de colonia griega haba recibido el nombre de Dikaiarkheia. En esta ciudad comercial, Josefo encontr una importante colonia de judos, de la que habla en un pasaje de sus obras (Bell. Iud. II, 104) y a la que tambin se refiere el libro de los Hechos de los apstoles (Hch 28, 13-14).

    Entre los judos de Puteoli, apareci un personaje llamado Aliturus. Este -que, a juzgar por lo que se cuenta de l, no deba de ser demasiado practicante desde el punto de vista religioso- era un famoso actor de teatro que tena fcil acceso a la corte imperial de Roma en virtud de las preferencias y aficiones del emperador Nern. Josefo trab con Aliturus una gran amistad, y este, cuando por fin llegaron a Roma, lo introdujo en palacio. All Josefo conoci a la nueva esposa del emperador, Popea, cuyas afinidades y complacencias con la religin juda eran bien conocidas en la capital del imperio. Josefo, valindose de su prestigio como sacerdote y experto en las diversas corrientes del judaismo, logr ganarse el favor de la emperatriz, que no slo atendi su peticin de gestionar la liberacin de los presos, sino que tambin le hizo otros favores de los que habla Josefo sin especificar. Ni que decir tiene que, gracias a esta experiencia en la corte romana, nuestro historiador tuvo ocasin de ampliar sus conocimientos del mundo romano y ejercer sus finas dotes diplomticas entre la alta sociedad romana, cosas que, en las complicadas vicisitudes que le iba a deparar la vida, le resultaran muy tiles.

  • El poltico y militar 29

    b) Bajo el procurador Gesio Floro

    Cuando Josefo regres triunfante a Jerusaln con los prisioneros liberados -probablemente el 65 d .C -, la conflictiva situacin poltica en la provincia haba llegado a su culmen. De hecho, ese ao y el siguiente fueron trgicos para la Ciudad Santa. Coincidieron con el desastroso y provocativo gobierno del procurador romano Gesio Floro, hombre sin escrpulos que odiaba a los judos y al que slo le interesaba enriquecerse a costa de ellos lo antes posible. Su codicia lo llev incluso a tratar de apoderarse de parte del dinero depositado en el templo. Ocup Jerusaln con sus tropas y, sin atender a las autoridades religiosas y civiles de la ciudad, que estaban dispuestas a llegar a un acuerdo honorable, mand masacrar indiscriminadamente a buena parte de la poblacin, incluyendo mujeres y nios, as como judos distinguidos que posean la ciudadana romana. En este caldeado ambiente, prosperaron las ideas revolucionarias de los nacionalismos extremos, como los zelotas y los sicarios.

    c) Hacia la guerra del ao 70 d.C.

    Cuando el procurador y sus tropas lograron, a duras penas, abandonar la ciudad, que ya se haba sublevado en pleno, se produjo la mayor anarqua, en medio de la cual fue asesinado el sumo sacerdote Ana- nas y Manahn, uno de los caudillos nacionalistas, fue linchado por una multitud. La torre Antonia, cuartel de la guarnicin romana permanente en Jerusaln, fue asaltada e incendiada, y todos los militares que la

  • 30 El personaje

    habitaban fueron pasados a cuchillo. E idntica suerte corri poco ms tarde un contingente de soldados romanos que an permaneca refugiado en las torres de la muralla cercana al llamado Palacio de Heredes, la residencia oficial del gobernador romano cuando visitaba Jerusaln.

    Entre los judos de la ciudad, especialmente entre los miembros de las clases altas, predominaba la tendencia a la sensatez y a evitar a toda costa un enfrentamiento armado con Roma, lo que supondra un fin trgico para Jerusaln y para el pueblo judo en general, como as fue. Por su parte, el rey Agripa II y su hermana, la reina Berenice, aunque gobernaban estados que se hallaban en el norte del pas (en los Altos del Goln y en la zona de Galilea contigua al lago de Ge- nesaret), ejercan una especie de patronazgo sobre el templo jerosolimitano que Roma les haba concedido por ser judos. Pues bien, tambin ellos intentaron con empeo hacer entrar en razn al pueblo y a sus dirigentes para que renunciaran a la lucha armada contra los romanos, que no era sino una alternativa suicida. Asimismo, intentaron influir sobre el poderoso gobernador romano de Siria, Cestio Galo, que ejerca una tutela de hecho sobre el modesto gobernante de Judea, con el fin de apaciguar la situacin antes de que fuera demasiado tarde.

    Evidentemente, Josefo era uno de los notables ju dos que en Jerusaln se esforzaban por serenar los nimos y volver a la amistad con Roma. Consideraban la actuacin de los ltimos gobernadores como un episodio aislado que la propia autoridad romana, una vez

  • El poltico y militar 31

    bien informada, estara dispuesta a corregir, castigando incluso a tan siniestros personajes, como lo haba hecho en otras ocasiones similares.

    Pero la intensa labor de consejo y negociacin que llevaba a cabo nuestro personaje comenz a resultar sospechosa en aquel ambiente tan violento. Su vida lleg incluso a correr peligro. Por eso, Josefo dej de actuar y decidi pasar desapercibido en medio del catico ambiente de aquella explosiva sociedad. Durante los das ms duros de las revueltas, en que fue masacrada la guarnicin romana de la torre Antonia, Josefo permaneci encerrado en el templo en calidad de sacerdote, sin contacto con nadie del exterior. Esto sucedi en agosto del ao 66 d.C.

    Como era de prever, la autoridad romana ya no poda dejar impunes a los revoltosos y enseguida envi su contundente respuesta. As, al comienzo del otoo, el gobernador de Siria se present ante las murallas de Jerusaln al mando de un ejrcito de unos 17000 hombres, al que se uni el rey Agripa con 500 soldados ms. Por distintas causas que no vamos a detallar aqu, las tropas romanas fracasaron en su intento de atacar y someter la ciudad, y la retirada temporal del ejrcito a sus cuarteles de invierno acab en un autntico desastre, al sufrir el acoso de los partisanos judos durante la marcha.

    Pero la cosa no poda quedar ah. La guerra estaba ya irremediablemente declarada. Como, por una parte, los revoltosos judos se haban crecido con el triunfo obtenido y, por otra, Roma -regida entonces por N ern- no estaba dispuesta a que semejante si

  • 32 El personaje

    tuacin se prolongara ms, el emperador encomend al general Flavio Vespasiano que reuniera un gran ejrcito, reconquistara todo el pas comenzando por Galilea y sometiera definitivamente al rebelde pueblo judo, arrasando cuanto fuere necesario, incluida Jerusaln con su famoso templo.

    2 . F l a v io J o s e f o m il it a r

    Llegados a este punto, debemos detenemos a analizar la figura de Flavio Josefo, su actitud ante los acontecimientos, sus ideas y sentimientos, y el peso de las responsabilidades que se vio obligado a asumir. Leyendo sus obras, se aprecia claramente que, a lo largo de los aos, fluctu en la interpretacin y el juicio de cuanto l mismo realiz en aquellos das trgicos. En La guerra juda - la primera obra que escrib i- reconoce que desempe un papel beligerante en los acontecimientos de la guerra contra Roma. Acept el nombramiento de gobernador de Galilea con el fin de preparar all un ejrcito capaz de enfrentarse a los romanos, y de hecho asumi la responsabilidad de defender aquel pas y de ponerse al frente de sus tropas para dirigir el combate. Pero en su Autobiografa, escrita al final de sus das, ofrece una versin muy distinta de su proceder en la guerra. As, la misin que llev a cabo en Galilea habra consistido ms bien en sosegar y conciliar los nimos para buscar soluciones de paz, en aquietar a los revoltosos y en evitar vanos enfrentamientos cuando los romanos llegaran con su ejrcito. Cabra pensar que la distancia de bastantes

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    aos respecto de los acontecimientos reales haba permitido a Josefo olvidar algunas cosas y moldear otras para adquirir una visin ms madura y serena de los trgicos sucesos, aunque ello supusiera una cierta deformacin de los hechos.

    Nadie duda de que nuestro historiador, que admiraba la cultura helenstico-romana y era capaz de contemplar la acuciante situacin desde una perspectiva ms amplia que la mayora de sus compatriotas, habra preferido la paz. Su actitud se parece a la del rey Agripa II, un judo-romano empeado tambin en calmar los nimos de los sublevados y buscar vas que condujeran al entendimiento de todos y a recobrar la paz. Pero estos dos personajes -que, por cierto, en los aos finales de sus vidas trabaron una buena amistad- se posicionaron finalmente de formas muy distintas: Agripa acab unindose a las tropas romanas represoras; Josefo, en cambio, acept el encargo de ponerse al frente de un ejrcito rebelde en Galilea.

    Josefo fue un hombre de profesin civil, un intelectual, pero siempre mostr inters por el mundo militar, y especialmente por el prestigioso ejrcito romano, que le fascinaba. As lo demuestra en sus obras, en las cuales dedica amplios y entusiastas excursus a describir las caractersticas de las legiones, y ello con tal minuciosidad que los expertos los sitan entre las mejores aportaciones de la literatura clsica para el estudio del ejrcito romano durante el Alto Imperio (siglos I-II d.C.), al igual que el famoso texto de Polibio (Hist. VI, 19-42) lo es para el conocimiento de la antigua legin manipular (siglos III-II a.C.).

  • 34 El personaje i

    El texto ms importante se encuentra en La guerra juda III, 71-109, que Josefo sita al comienzo de las operaciones militares de Vespasiano en Galilea. En dichas pginas, adems de las brillantes y minuciosas descripciones, se pone de relieve la disciplina, el orden, la previsin y la valenta de los legionarios, factores que aseguraron a Roma la conquista del imperio. Son dueos de un imperio tan grande como resultado de su propio esfuerzo, no como si ello fuera un regalo de la fortuna {Bell. Iud. III, 71). En otro texto muy significativo, Josefo describe al ejrcito romano cuando, en la primavera del ao 70 d.C. y a las rdenes de Tito, se pone en marcha hacia Jerusaln {Bell. Iud. V, 39-53). Finalmente, entre otras muchas descripciones e informaciones, cabe resear el texto en que el ejrcito romano, perfectamente uniformado, con sus oficiales vestidos de gala, lleva a cabo una brillante parada militar frente a los muros de Jerusaln, con el fin de intimidar a la poblacin asediada, la cual se asoma admirada entre las almenas de la muralla para contemplar desde la distancia el singular espectculo {Bell. Iud. V, 349-354).

    Josefo no slo se muestra fascinado por el ejrcito romano, sino que, al ser nombrado gobernador de Galilea, se propone transformar el anrquico ejrcito irregular de las guerrillas judas en un remedo del aparato militar romano, copiando de l sus divisiones internas, los mandos de las distintas unidades, las tcticas para atacar y defender, la transmisin de rdenes mediante toques de trompeta, encareciendo sobre todo la disciplina y la valenta. Segn las cifras que da en

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    La guerra juda (II, 577-584), en slo unos meses lleg a preparar un ejrcito compuesto por 60000 soldados de infantera (tngase en cuenta que Josefo tiende a inflar las cifras; antes habl con ms verosimilitud de slo 10000) y 350 de caballera, sin contar los mercenarios que constituan una unidad militar de 4500 soldados y su guardia personal compuesta por 600 hombres. Dadas sus aficiones, sin duda Josefo se haba preocupado por conocer de cerca el aparato militar romano durante su prolongada estancia en Roma. Ahora la fortuna le haba dado un mando militar. Adems, dispona de abundante armamento, en parte de origen romano, procedente del enorme botn obtenido tras la derrota de Cestio, y en parte procedente del mercado negro armamentstico, muy extendido por Oriente en aquellos tiempos, del que se beneficiaban los reyezuelos de la zona y al que nuestro autor hace referencia en sus obras (Ant. XVIII, 251-252). Josefo se crea ahora un nuevo Jenofonte, un intelectual y futuro escritor de una obra sobre la guerra, que iba a ser capaz de ponerse al frente de sus compatriotas en armas, para obtener un triunfo militar que pasara a la historia.

  • ENEMIGOS DENTRO DE CASA

    Josefo comenz por fortificar varias ciudades de Galilea. A la vez, y ms all de la premura de tiempo y de hallarse sin un ejrcito profesional, se top con dos importantes dificultades.

    Por una parte, en Galilea, las mayores ciudades tenan una poblacin no juda, de habla y cultura helensticas, que se senta ms prxima a los romanos que a los judos sublevados.

    Por otra parte, la misin encomendada a Josefo con vistas a la sublevacin general se extenda tambin a las ciudades de ambas riberas del lago de Genesaret. Las de la orilla occidental pertenecieron en otro tiempo a la Galilea como parte de la provincia romana de Judea, pero desde haca unos cinco aos integraban, junto a los Altos del Goln, el Estado autnomo del rey Agripa II. Por tanto, la autoridad del nuevo gobernador resultaba aqu ms que cuestionable, sobre todo en un ambiente en que la poblacin juda estaba era minoritaria. El nuevo gobernador se enfrentaba, pues, a una tarea ardua en extremo cuyo xito, siendo realistas, no resultaba previsible.

  • 38 El personaje

    1. J u a n d e G i s c a l a

    Por otro lado, Josefo se encontr con la oposicin decidida de ciertos personajes galileos que crean tener ms derecho que l a ser nombrados jefes de la revuelta en el pas. Entre esos rivales del nuevo gobernador destac Juan hijo de Lev de Giscala (en hebreo, Yo- hanan ben-Lewi). Se trataba de una especie de cacique local, fantico, envidioso y sin escrpulos, que actuaba desde la pequea ciudad de Giscala, situada al norte de Galilea, casi en la frontera con los territorios fenicios de la provincia romana de Siria. Desde el principio actu de manera taimada, sin oponerse de frente a Josefo, pero tratando de socavar su autoridad y creando una corriente de opinin contraria al gobernador que lleg hasta las altas personalidades de Jerusaln, precisamente las que haban puesto a Josefo al frente de tan delicada e importante misin. Al principio, este Juan actu como si estuviera dispuesto a colaborar con el gobernador; sin embargo, con una indudable vocacin de caudillaje, haba formado por su cuenta un ejrcito propio integrado por 400 hombres, la mayora mercenarios procedentes de la regin de Tiro. El dinero para financiarlo lo obtena traficando en el mercado negro con trigo cosechado en tierras pertenecientes al Estado romano y que era patrimonio del emperador, y especulando con el aceite de oliva de la regin, que venda en Siria diez veces por encima de su valor real.

    Inmediatamente despus, pas ya a tender trampas a Josefo, con el fin de pillarlo por sorpresa y asesinarlo. As, en una ocasin lo convoc para que le ayudase

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    a apaciguar unos desrdenes surgidos en la comarca de Giscala. La intencin era acusar a nuestro personaje de negligencia si no acuda de inmediato, o tenderle una emboscada y darle muerte si ingenuamente se pona en camino. Pero Josefo advirti la estratagema y sali airoso de la situacin. Tiempo despus, y tambin bajo la apariencia de cortesa y amistad, Juan de Giscala solicit al gobernador el permiso para ir al balneario de Hamath, junto a Tiberias, ciudad a unos 5,5 km de Tariquea, donde entonces se hallaba Josefo. La intencin de Giscala no era otra que propagar sus ideas entre la poblacin de Tiberias y sembrar as el rechazo a Josefo. Dada la proximidad entre ambas ciudades, Juan convoca al gobernador para una entrevista. Este acude con el propsito de aclarar la situacin poltica del momento. Pero al llegar y encontrarse slo con unos emisarios de Juan -ya que este deca estar enferm o-, Josefo decide reunir al pueblo en el estadio de la ciudad. Ante el descontento de una poblacin ya maleada e incluso ante las amenazas de muerte por parte de varios seguidores de su rival, Josefo se ve obligado a abandonar el estadio y se dirige hacia el lago de Genesaret para embarcar y huir a Tariquea.

    Lo que el de Giscala iba sembrando por todas partes consista en la sospecha de que Josefo era en realidad partidario de los romanos, de modo que no se le poda considerar la persona indicada para dirigir la guerra contra ellos. A decir verdad, el cabecilla galileo no iba descaminado en su apreciacin de los sentimientos ntimos del gobernador, pero s en atribuirle un plan de entrega del pas al enemigo, pues Josefo

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    profesaba una lealtad total al pueblo judo y estaba decidido a luchar contra Roma arrostrando todas las consecuencias, como as sucedi de hecho.

    Sin embargo, como ya hemos indicado, el ambicioso Juan de Giscala iba a dar un paso ms all, tratando de sembrar la sospecha en el seno mismo del poder judo, es decir, en el Sanedrn y en los crculos de mayor influencia poltica y religiosa de Jerusaln. Mand, pues, a hbiles personas de su entorno, entre ellas a su hermano Simn y a Jonats, que fueran a la Ciudad Santa y expusieran all sus objeciones al nombramiento de Josefo como gobernador de Galilea y sus temores de que ste, en el momento oportuno, volviera su ejrcito contra la propia Jerusaln. Como solucin, deban proponer que el caudillo Juan de Giscala asumiera el poder y la defensa de Galilea frente a la prxima llegada de las fuerzas romanas.

    Los mensajeros fueron bien recibidos en Jerusaln por el rabino fariseo Simn hijo de Gamaliel (en hebreo, Simn ben-Gamaliel), quien dio cuenta de la situacin en el Sanedrn y se entrevist con los antiguos sumos sacerdotes Anano hijo de Anano y Jess hijo de Gamala (en hebreo, Yosua ben-Gamala). Aunque convencidos ambos, en lugar de proponer la remocin inmediata del gobernador - lo que podra acarrear divisiones en el Sanedrn-, decidieron seguir el consejo de Anano, el cual habra sido ya sobornado, segn Josefo. Tal consejo consista en crear primero una comisin que se desplazara a Galilea y que all recogiera informes negativos contra el gobernador, para despus presentarlos en Jerusaln y proceder a su

  • Enemigos dentro de casa 41

    destitucin. As, se form una comisin integrada por cuatro miembros, dos de ellos fariseos y dos sacerdotes (uno de estos tambin fariseo). Iran protegidos por una escolta del nuevo ejrcito rebelde judo.

    Pero esta comprometida decisin, que en principio se quera mantener en secreto, comenz a ser divulgada en Jerusaln y lleg al conocimiento del propio Josefo a travs de una carta enviada por su padre, que por entonces resida all y haba sido informado por el propio Jess hijo de Gamala. Ante la situacin, nuestro personaje estuvo a punto de adelantarse a los acontecimientos y presentar su renuncia. Pero en un sueo le fue revelado que deba seguir adelante y permanecer en su puesto. Ntese la tendencia de Josefo -que comprobaremos en ms ocasiones- de actuar movido por mensajes recibidos en sueos, prctica por otro lado muy generalizada en la poca, tanto entre los ju dos como en el mundo greco-romano.

    Cuando la comisin lleg a Galilea, astutamente y sin enfrentarse de forma directa con el gobernador, intent que este, acompaado tan slo por una pequea escolta, se desplazase a la localidad de Haloth, en la llanura de Esdreln, con el fin de mantener all una entrevista, aduciendo cnicamente que las autoridades de Jerusaln estaban dispuestas a apoyarlo contra las agresiones de Juan de Giscala. Josefo, como ya estaba advertido, se neg a ir, alegando que deba personarse urgentemente en la zona de Chabul, limtrofe con Pto- lomais, donde se haba comprobado la presencia de tropas romanas. El hecho era real, pero haba tenido lugar con anterioridad, y el gobernador se haba des

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    plazado all en su momento y haba logrado controlar la situacin sin necesidad de entrar en combate.

    Un tal Jonats, el portavoz de la comisin jeroso- limitana, repeti la estratagema y envo otra carta a Josefo donde le propona un nuevo lugar de encuentro, concretamente la localidad de Gabana. Pero los trminos de esta misiva eran bastante menos amigables que los de la primera. Josefo, entre tanto, se fue preparando y busc el apoyo popular de los galileos. Tras disponer sus tropas, contest a Jonats en un tono tambin muy serio, negndose abiertamente a acudir a lugares sospechosos que estuvieran controlados por Juan de Giscala y sus huestes.

    Por fin, y tras mltiples intentos de llegar a un encuentro, acciones de espionaje y diferentes estratagemas por parte de ambos bandos, se concert la entrevista en Gabara, no muy lejos de Kabul, una de las residencias habituales de Josefo. Sin embargo, el encuentro no lleg a realizarse propiamente, ya que cada una de las partes se situ sobre el terreno a bastante distancia de la otra. Entonces el enfurecido populacho de aquella localidad mostr su apoyo decidido a Josefo. En consecuencia, Jonats y los suyos se vieron obligados a abandonar el campo para salvar sus vidas. Por su parte, Josefo envi una delegacin a Jerusaln para informar de todo lo que haba pasado.

    Jonats y los suyos no regresaron a la Ciudad Santa, sino que se desplazaron hacia las orillas del lago de Genesaret, concretamente a la ciudad de Tiberias, para all tratar de obtener el triunfo que se les haba escapado en la Baja Galilea. Pero tambin Josefo se dirigi

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    a esa ciudad con el fin de desbaratar los planes de sus adversarios. De nuevo volvieron las buenas palabras por parte de la comisin jerosolimitana, que reconoci el prestigio y la autoridad del gobernador. Este se retir entonces a la vecina Tariquea (Mgdala), donde siempre se hallaba ms a su gusto, pero sin fiarse de la situacin y dejando en Tiberias personas de su confianza para que le informaran de cualquier novedad.

    El sbado se reuni el pueblo judo en la gran sinagoga de Tiberias, y Jonats y los suyos aprovecharon la ocasin para sembrar el descontento y las dudas contra Josefo. As pues, convocaron nueva reunin para la maana siguiente. Enterado Josefo, se present de improviso en la asamblea. Entonces los de la comisin hicieron correr el bulo de que se haban visto soldados romanos en la zona y de que Josefo, por consiguiente, deba salir de inmediato con sus hombres para enfrentarse a ellos. Mientras tanto, llamaron a Juan de Giscala para que viniera con sus tropas a Tiberias.

    Josefo, una vez ms, tuvo que embarcarse hacia Tariquea para salvar su vida. A pesar de que en esta otra ciudad tanto el pueblo como los soldados del ejrcito del gobernador quisieron ir a enfrentarse a Juan y Jonats, Josefo se lo impidi, ya que comprenda que no era el momento de guerras civiles, es decir, de contiendas entre judos, sino de prepararse para el ya inmediato ataque del ejrcito romano. Juan con su gente se vieron precisados a huir a Giscala.

    Llegaron por fin noticias desde Jerusaln. Las gestiones de la embajada enviada por Josefo haban logrado que los dirigentes poltico-religiosos de la ca

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    pital reprobaran la censurable actuacin de Anano y Simn de Gamaliel y, por tanto, tambin el proceder de la comisin de los cuatro enviada a Galilea, as como los manejos de Jonats y, por supuesto, de Juan de Giscala. En las cartas llegadas desde Jerusaln se estableca que la comisin deba regresar a la capital y se confirmaba a Josefo como gobernador de Galilea. Jonats y los suyos se opusieron y buscaron disculpas y dilaciones, pero Josefo actu entonces con rapidez y contundencia, atacando Tiberias por tierra y mar, cogiendo all prisioneros que envi a la ciudad de Jota- pata y devolviendo a Jerusaln, custodiados por soldados, a los miembros de la famosa comisin.

    As qued solventado el enfrentamiento con Juan de Giscala, el cual hasta en su ciudad sufri la inquina de muchos galileos procedentes de distintas localidades y comarcas. Poco despus, ya en plena contienda contra los romanos, Juan huir de Giscala, encerrndose en Jerusaln con sus huestes. All acabar convirtindose en un autntico tirano al frente de los zelotes y en uno de los caudillos ms pertinaces en la trgica defensa de Jerusaln, hasta que finalmente los romanos lo capturaron y lo exhibieron en el espectacular cortejo triunfal de Vespasiano y Tito en Roma, el ao 71 d.C., en calidad de trofeo de guerra. Su inveterado enemigo Flavio Josefo, que se hallaba en Roma por entonces, probablemente tuvo ocasin de contemplar el desfile, pero desde una posicin ms confortable: como ciudadano romano, amigo y cliente de la nueva familia imperial de los Flavios. Estas son las sorpresas que iba a deparar un futuro entonces ya no demasiado lejano.

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    2 . J e s s d e S a f a s

    Otro personaje judo que se enfrent a Josefo en Galilea fue Jess hijo de Safas (en hebreo, Yoshua ben-Safiah). Este era uno de los magistrados de Tiberias, la cual, como ciudad helenstico-romana, sola estar regida por dos arcontes (duoviri), con el refrendo del senado o concejo (bouleterion) y la asamblea popular (ecclesa). Tal vez uno de ellos era judo y el otro greco-sirio.

    Quizs por la hostilidad que las ciudades del lago, ahora pertenecientes a los estados de Agripa II, sentan hacia las poblaciones del resto de Galilea, y en especial hacia su capital, Sforis, Jess no vea con buenos ojos que la nueva autoridad impuesta por las autoridades judas de Jerusaln a todo el pas galileo fuera este sacerdote llamado Josefo. Jess se consideraba ms indicado, pues haba demostrado su patriotismo (ms bien, su fanatismo) dirigiendo una masacre contra la poblacin no juda de Tiberias.

    En todo caso, el hecho es que, desde el principio, Jess se opuso a Josefo, para lo cual busc el apoyo de Juan de Giscala. A su vez, encontr una baza a su favor en el hecho de que unos bandidos galileos haban asaltado a Ptolomeo, intendente del rey Agripa, mientras atravesaba la llanura de Esdreln, arrebatndole un cuantioso botn compuesto por vajillas y valiosos tejidos, un grueso lingote de plata y quinientas monedas de oro. Los bandoleros, aprovechndose del estado de guerra imperante en el pas, haban llevado el botn a la ciudad de Tariquea y se lo haban entrega

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    do a Josefo, con la esperanza de que se veran libres de castigos y de que el propio gobernador les entregara una buena recompensa. Josefo, sin embargo, decidi devolver el botn a Agripa, su propietario legal, si bien la situacin presente, en la que se estaba esperando la llegada de las tropas romanas -con las que, se deca, Agripa y su pequeo ejrcito iban a colaborar- aconsejaba retrasar la entrega. As, Josefo encarg la custodia del tesoro a un conocido personaje local llamado Aneo; no quiso retenerlo personalmente para evitar que lo acusaran de intentar quedarse con l.

    As pues, Jess de Safas pronto entr en contacto con Juan de Giscala para conspirar contra Josefo. Se dio cuenta de que el robo de la caravana de Ptol orneo poda servirle para desacreditar ante el pueblo al nuevo gobernador, sembrando el bulo de que Josefo haba recibido el tesoro de los bandidos y se haba quedado con l sin dar cuenta a nadie. Este reprobable delito cometido por una autoridad nacional, precisamente en los difciles momentos previos a una guerra, mereca la pena de muerte, y deba ser la autoridad municipal quien denunciase el robo y el pueblo quien ejecutase la sentencia. As las cosas, se convoc la asamblea de Tariquea en el hipdromo de la ciudad. Josefo, experto en idear estratagemas, se present ante la multitud de forma teatral, como si fuera un reo ya condenado, con la vestidura negra rasgada, la cabeza cubierta de ceniza y una espada colgada al cuello, como adelantando el tipo de muerte que le esperaba. Pidi hablar al pueblo en medio de la expectacin producida. En un alarde de oratoria, y declarando que quera contar

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    la verdad antes de morir, convenci al pueblo de que era inocente, admitiendo que haba retenido el tesoro, pero slo con la intencin de invertirlo en levantar las murallas de la ciudad y as protegerla del ataque de las fuerzas romanas.

    Enterados de todo los dirigentes de la vecina ciudad de Tiberias y no conformes con la explicacin, enviaron una partida de seiscientos hombres armados, que se dirigieron a la casa donde resida el gobernador con nimo de capturarlo. Josefo subi a la terraza y les pidi que designaran unos parlamentarios para que entraran en la casa, dialogaran y se hicieran cargo del tesoro. As lo hicieron. Al cabo de algn tiempo, los parlamentarios salieron del edificio semidesnudos y cubiertos de sangre, pues Josefo les haba aplicado la pena de los azotes. Los que aguardaban para el asalto a la mansin, desconcertados ante esa desafiante conducta del gobernador, se intimidaron y acabaron retirndose, con lo que los planes de Jess de Safas quedaron frustrados.

    De nuevo, Jess tram otro ataque semejante contra Josefo, esta vez cuando ya habia entrado en escena la comisin jerosolimitana de la que hemos informado ms arriba. El hecho tuvo lugar en la sinagoga de Tiberias. Ya nos hemos referido a l al hablar de Juan de Giscala, pues tanto Jess como Jonats haban pedido a ese caudillo que se acercara a Tiberias para capturar a Josefo cuando este fuera denunciado y acorralado ante el pueblo por otro presunto apropiamiento de dinero ^ pblico. Estaban reunidos, pues, los dirigentes judos ^ en la sinagoga de Tiberias -entre ellos Jess y Juan-

  • 48 El personaje

    para orar. A ellos se haba unido el propio Josefo, que haba acudido desde Tariquea y al que slo se le haba permitido entrar acompaado de dos amigos. Entonces, Jess de Safas interrumpi la ceremonia y pregunt a Josefo delante de todos que dnde estaban los lingotes de plata salvados del reciente incendio del palacio real de Tiberias. Tal incendio se haba producido tras el asalto al palacio que el propio Jess haba instigado. Josefo, que no se hallaba en la ciudad cuando se produjo el incidente, slo haba podido recuperar de la rapia de Jess y los suyos algunos objetos valiosos, como candelabros, mesas y los lingotes en cuestin. El gobernador respondi que ese tesoro no estaba en su poder, sino en manos de Julio Capella, jefe de una de las facciones de la ciudad partidaria del rey, excepto un lingote que haba sido vendido por veinte piezas de oro (ureos), dinero con que se haban sufragado los gastos de la comisin enviada a Jerusaln para que informase de la situacin actual de Galilea y contrarrestase los informes de la comisin de los cuatro.

    Pero Josefo aadi que estaba dispuesto a devolver ese dinero a la ciudad y pagar de su peculio particular los gastos de la comisin. La mayora de los presentes, una vez ms, acab ponindose del lado de Josefo, pero algunos de los secuaces de Jonats se acercaron a Josefo para asesinarlo all mismo. Los acompaantes del gobernador desenvainaron las espadas que llevaban ocultas y se produjo una importante refriega. Josefo y sus dos escoltas aprovecharon la gran confusin producida entre el pblico para huir del edificio hacia el lago, donde pudieron embarcarse cuando ya la ban

  • Enemigos dentro de casa 49

    da de Juan de Giscala, que haba llegado a la ciudad, les pisaba los talones. Este fue, al parecer, el ltimo enfrentamiento directo de Jess con Josefo.

    3 . J u s t o d e T ib e r ia s

    El tercer personaje a quien debemos considerar enemigo de Josefo fue Justo de Tiberias. Pero en este caso la perspectiva vara totalmente. En efecto, Justo no se enfrent directamente con Josefo mientras tenan lugar los dramticos acontecimientos que precedieron a la llegada del ejrcito de Vespasiano a Galilea. Su rivalidad estall tiempo despus de la guerra y la cada de Jerusaln, a la hora de escribir los hechos; pues, al igual que Josefo, Justo redact una obra sobre la guerra juda. El paso del tiempo haba propiciado que cambiaran las tomas, de modo que la mayora de los judos supervivientes de la guerra lleg a mostrar afecto y comprensin hacia los romanos, a la vez que sostena que el propio comportamiento haba sido siempre pacifista y encaminado a evitar enfrentamientos. Ya lo hemos expresado respecto de Josefo, especialmente en lo referido a su Autobiografa; ahora hay que decirlo tambin de Justo, que en su obra, desgraciadamente perdida, alardeaba de su aprecio a los romanos, cargando sobre el antiguo gobernador la culpa de la actitud beligerante que en aquellos tiempos reinaba en Galilea. Josefo, por su parte, dedica un amplio excursus en su Autobiografa a defenderse de tal acusacin. A esto se circunscribe el conflicto entre ambos personajes.

  • 50 El personaje

    Tanto en la forma helenizada que figuraba en su libro -Justo de Tiberias-, como en su forma juda -Justo hijo de Pistos; Iustus es nombre latino, y el del padre, Pistos, es griego-, el nombre denota su condicin de judo helenizado. A pesar de ello, durante la guerra Justo se sinti muy judo, mostr su odio a la rival ciudad de Sforis, siempre partidaria de los romanos, y apoy el enfrentamiento contra Roma. Su persona y opinin constituan una verdadera tuerza poltica en Tiberias, aunque, al parecer, su conducta trasluca sntomas de cierto desequilibrio mental. Mand incendiar los pueblos dependientes de las ciudades de Ga- dara e Hippos, colindantes con Tiberias y Escitpolis. Pronto comenz a recelar de Josefo y a tratar con Juan de Giscala, incluso apoy a veces al propio Jess de Safas. De hecho, fue l quien sublev Tiberias contra Roma. A punto de comenzar la invasin del ejrcito romano, Justo abandon Tiberias y pidi refugio en la corte de Agripa. Iniciada ya la campaa de Vespa- siano, fue hecho prisionero en Ptolemais y condenado a muerte a peticin de los habitantes de la Decpolis, que recordaban la quema de sus pueblos. El general romano concedi al rey Agripa la facultad de ejecutar o no la sentencia. A instancias de la reina Berenice, Justo fue indultado y reducido a prisin. Ms tarde, el mismo Agripa le concedi un puesto de secretario, pero con el tiempo termin apartndolo de s.

  • LA GUERRA EN GALILEA

    1. LO S PREPARATIVOS

    El tiempo haba transcurrido con una premura in- misericorde para quienes lo necesitaban con vistas a preparar la defensa militar ante la llegada de Flavio Vespasiano y su ejrcito. En efecto, los dramticos acontecimientos de la expedicin de Cestio Galo haban tenido lugar en pleno otoo del ao 66 d.C., y en consecuencia tanto los romanos como los judos sublevados solo dispusieron de aquel invierno para poner a punto sus nuevos ejrcitos. En Galilea -que por su situacin al norte del pas era la zona por la que se esperaba que penetrase la invasin de las tropas del flamante general Vespasiano, procedentes de Siria- haba, ya muy entrada la primavera, una enorme expectacin por avistar sobre el terreno a los exploradores y las vanguardias del ejrcito invasor.

    Por su parte, Josefo prcticamente no haba tenido ocasin de llevar a cabo su plan de instruir un ejrcito al estilo romano, ya que la contumaz oposicin interna dentro del bando judo le haba mantenido dema

  • 52 El personaje

    siado ocupado. En realidad, el ejrcito de Josefo casi no haba realizado ms que funciones de control militar y polica en el pas. En estas circunstancias, sus ideas de sacar adelante un ambicioso plan militar para enfrentarse a un poderoso enemigo, y de emular a los grandes soldados-historiadores que le haban precedido, como Jenofonte y Julio Csar, se esfumaron.

    2. E l e s c e n a r io

    Para entender la situacin de la Galilea en los tiempos de Josefo, hay que tener presente que, frente a la poblacin rural de pequeas ciudades, pueblos y aldeas, en su mayora de etnia y religin judaicas, existan tres grandes focos urbanos con poblaciones intensamente helenizadas, entre las que abundaban incluso los no judos, es decir, gentes greco-sirias de religin pagana, como han confirmado las excavaciones arqueolgicas.

    Estos ncleos urbanos eran, en primer lugar, la gran ciudad de Sforis, en la Baja Galilea, que haba sido capital del pas y que, tras su destruccin, fue reedificada por el tetrarca Herodes Antipas durante el primer cuarto del siglo 1 d.C. Al hallarse muy prxima la aldea de Nazaret, se ha pensado con fundamento que en Sforis Jos y Jess habran desempeado habitualmente su oficio de constructores (en griego, tektori), al que se refieren los evangelistas Marcos y Mateo (Me 6, 3; Mt 13, 55). Esta ciudad fue siempre partidaria de los romanos y no se senta ligada al movimiento inde- pendentista judo.

  • La guerra en Galilea 53

    La segunda ciudad era Tiberias (o Tiberades), en la orilla occidental del lago de Genesaret o Mar de Galilea. Haba sido construida por Heredes Antipas en los aos veinte del siglo 1 d.C. para sustituir a Sforis como capital de su tetrarqua. Inicialmente fue muy poco juda, pero en los aos sesenta los judos ya haban adquirido sobre ella un control mayor. Ahora perteneca a los dominios del rey Agripa II y, de acuerdo con la poltica de este monarca, se senta a gusto dentro del Imperio romano. Slo su arraigada rivalidad con Sforis permita a sus habitantes, y especialmente a sus dirigentes, jugar con la posibilidad de apoyar la revolucin juda.

    La tercera gran ciudad era Tariquea, llamada tambin Mgdala -de aqu era Mara Magdalena-, muy cerca de Tiberias, y se levantaba un poco ms al norte en la misma ribera del lago. Ahora perteneca igualmente al reino de Agripa. Pese a tratarse de una ciudad de mucha actividad comercial e industrial, estaba bastante influida por el elemento judo y, en consecuencia, resultaba propensa a apoyar la revuelta contra Roma, a lo que contribuan sus malas relaciones con Tiberias.

    Josefo, consciente de la situacin, no se fio nunca de Sforis, e incluso es posible deducir de sus escritos que, en cierta manera, comprenda la postura poltica de sus habitantes. Por otra parte, nuestro autor siempre se sinti a gusto en la ciudad de Tariquea, donde encontraba un cierto apoyo, a diferencia de lo que aconteca con Tiberias, a la que odiaba, y especialmente a sus dirigentes.

  • 54 El personaje

    3. E l COMIENZO DE LA INVASIN ROMANA

    Las primeras noticias serias sobre la llegada de las tropas invasoras se produjeron en la zona norte del lago de Genesaret. Agripa, cuyo modesto ejrcito se uni al de Vespasiano en Siria, mand por delante a su lugarteniente Sila con un contingente de caballera e infantera, para que tanteara la situacin y fuera tomando posiciones. El proyecto inmediato consista en recuperar dos ciudades de su reino, ahora en poder de los judos revoltosos: lulias/Betsaida, al norte del lago y al oriente de la cercana desembocadura del alto Jordn, y Gamala, en los Altos del Goln.

    Por su parte, Josefo envi a su lugarteniente Jeremas con una avanzadilla de doscientos hombres para salirles al paso. Detrs llegara el propio Josefo con un contingente de 3 000 soldados. Entre los dos ejrcitos enfrentados hubo algunas escaramuzas en la zona pantanosa prxima al ro, sin trabar verdadera batalla. Sin embargo, Josefo sufri un accidente: su caballo qued atrapado por el barro en una irregularidad del terreno y nuestro hombre cay a tierra, lesionndose gravemente la mueca. Incapaz de continuar en el combate, fue llevado hasta la pequea ciudad de Cafamam (por cierto, fuera de los evangelios, las obras de Josefo son de las pocas fuentes que citan esta localidad). Como el accidentado estaba muy molesto y febril, al siguiente da fue trasladado a Tariquea, donde los mdicos pudieron atenderle debidamente.

    Pero la alarma de la gran invasin romana no se localizaba precisamente en la zona del lago, sino ms

  • La guerra en Galilea

    a occidente, en el territorio galileo contiguo a la baha de Haifa, donde las tropas se iban concentrando a las afueras de la ciudad de Ptolemais (la San Juan de Acre de los cruzados). Josefo, tan pronto como se recuper, se dirigi all para comprobar la situacin de las defensas en las ciudades galileas, cuya construccin o reparacin se haba realizado durante el invierno.

    Sforis, polticamente siempre favorable a los romanos, era una ciudad bien defendida. Haba sido ocupada por las fuerzas de Josefo en el invierno, porque se deca que estaba ya en tratos con los romanos. Por ello, nuestro hombre a duras penas pudo lograr que sus soldados detuvieran el saqueo que haban iniciado y respetaran personas, edificios y bienes de los sefo- ritanos. Los problemas subsistieron, y la ciudad lleg incluso a recibir con agrado un pequeo destacamento de soldados romanos procedentes de Siria, al que Josefo atac sin conseguir el xito esperado ni la reconquista la ciudad. Ahora, en vsperas de la invasin, las autoridades de Sforis incluso se haban dirigido a Ptolemais para entrevistarse con Vespasiano y pedirle auxilio; recibieron entonces un primer contingente de tropas al mando del tribuno Plcido.

    4 . E l s it io d e J o t a p a t a ;

    Cuando todo el ejrcito romano haba atravesado la frontera y estaba ya en pleno territorio galileo, Josefo y sus tropas no pudieron ms que presentar alguna oposicin en campo abierto, cerca de la localidad de Garis, al este de Sforis. Josefo se retir a Tariquea,

  • 56 El personaje

    desde donde envi un comunicado a Jerusaln dando cuenta de la precaria situacin estratgica de Galilea frente al enemigo. Mientras tanto, las tropas comandadas por Vespasiano tomaban la ciudad de Garaba, al norte de Sforis, a la vez que Trajano, el lugarteniente de Vespasiano, padre del futuro emperador que llevara su mismo nombre, se apoderaba de Yafia, desde luego no la conocida ciudad juda de la costa, sino una pequea localidad homnima al sur de Sforis.

    Josefo, viendo comprometido todo el plan de resistencia, decidi encerrarse en la ciudad de Jotapata (Yodefat), situada a poca distancia al norte de Garaba. Se trataba de la plaza con mejores condiciones de defensa de toda Galilea, que poco antes haba sido atacada sin xito por el tribuno Plcido y sus soldados. Se hallaba edificada sobre una colina, cuyas laderas estaban cortadas casi a pico, salvo por uno de sus lados, defendido por una slida muralla. Las tropas de Vespasiano, renunciando en principio al asalto directo, levantaron contra la ciudad un cerco fortificado que impeda la salida o entrada en la misma de bastimentos o personas. Simultneamente, construyeron una rampa (agger), compuesta de cantos y tierra y con un armazn de madera, que permitiera a las mquinas de guerra aproximarse a las murallas. En respuesta, los defensores decidieron recrecer las murallas, pero para entonces ya se hallaban prximos a ellas poderosos arietes que las machacaban, as como catapultas y balistas que arrojaban sobre los defensores una lluvia constante de flechas y de gruesas balas o proyectiles de piedra. Una vez que los asaltantes se acercaron a la

  • La guerra en Galilea 57

    altura de los muros desde torres mviles de madera, fueron recibidos por los defensores con dardos y aceite hirviendo, lo cual caus estragos en el ejrcito romano. Por fin, abierta una brecha en la muralla, los romanos penetraron en la ciudad y masacraron a sus ocupantes, incluidos mujeres y nios, arrasndolo todo e incendiando las casas. Josefo habla de 40000 vctimas, pero la cifra, una vez ms, resulta desorbitada. Los arquelogos que en los ltimos aos han excavado la ciudad calculan que su poblacin al comienzo del asedio no superara las 7 000 personas. Por otra parte, se han hallado restos y huellas del asalto romano, incluida la rampa, y numerosos proyectiles y flechas; igualmente, han aparecido los huesos de muchos judos cuyos cadveres quedaron sin enterrar1.

    Josefo, que hasta el momento -com o hemos visto- no se haba caracterizado por ser un general realmente brillante y eficaz, se convierte por fin ahora en un militar excelente por su heroica defensa de la ciudad. Con un ejrcito escaso de efectivos y de medios, fue capaz de defender la plaza durante cuarenta y siete das, infligiendo importantes prdidas al enemigo, que contaba con muchos ms hombres y toda clase de pertrechos y mquinas de guerra. Es cierto que hubo un momento en que Josefo estuvo a punto de abandonar la ciudad en medio del ataque, con el pretexto de ir en busca de ayuda; sin embargo, ante los ruegos de los defensores, Josefo asumi definitivamente su responsabilidad y

    1. M. Aviam, Yodfat, en E. Stem (ed.), The New Encyclopedia ofthe Archaeological Excavations in The Holy Land V, Jerusalem 2008, 2076-2078.

  • 58 El personaje

    se qued, con resignacin pero a la vez con coraje, al frente de la plaza hasta el inevitable final.

    Durante la campaa blica de Galilea sucedieron otros muchos acontecimientos, antes y despus de la cada de Jotapata. Sin embargo, no los vamos a tratar aqu porque en ellos no intervino directamente Josefo.

  • LA CONQUISTA DE JERUSALN

    1. J o s e f o c a p t u r a d o p o r l o s r o m a n o s

    Cuando las tropas romanas penetraron por fin en Jotapata en la madrugada del 20 de julio del ao 67 d.C. (el 1 del mes de Panemo del ao 13 de Nern), en medio de la atroz masacre, algunos judos pudieron esconderse en las cuevas que se encuentran en el subsuelo de la ciudad. El propio Josefo huy descolgndose por una profunda cisterna vaca de agua. El fondo de la misma comunicaba con un sistema de covachas, donde hall un grupo de refugiados que tenan provisiones.

    Los soldados romanos registraron todas las ruinas de la ciudad, incluidas las estructuras subterrneas, y cuando descubran a alguien normalmente le daban muerte. Sin embargo, resultaba muy peligroso para los soldados desplazarse por las angostas y oscuras galeras, donde podan ser vctimas fciles de emboscadas. Pero finalmente, y al parecer gracias al chivatazo de una mujer cautiva, localizaron la covacha donde se escondan Josefo y sus acompaantes.

  • 60 El personaje

    Corri la voz de que el antiguo jefe y defensor de la ciudad se encontraba entre el grupo de judos recin descubierto. Entonces Vespasiano, que quera capturar vivo a Josefo, envi a dos de sus oficiales para que, a travs de las galeras, hablaran con Josefo y le garantizaran que, si se entregaba, salvara su vida y la de los suyos. Con el fin de reforzar el valor de la oferta, Vespasiano envi a un comandante (tribuno militar, chiliarchos en griego) llamado Nicanor que era viejo amigo de Josefo, al que probablemente haba conocido en Roma y que acaso fue uno de los militares que haban iniciado a nuestro autor en el conocimiento de las tcticas del ejrcito romano. Gracias a Nicanor, por cierto, no se puso por obra la idea de algunos soldados de llenar las galeras de fuego y humo para acabar con los huidos.

    El grupo de judos escondidos con Josefo se plante entonces el dilema de si entregarse al enemigo o no; en caso de decidir que no, barajaron la posibilidad del suicidio colectivo. Josefo trat de convencerles de que lo mejor era la entrega, ya que el suicidio no se avena con la moral juda. Ninguna de las alternativas terminaba de convencerlos a todos, y al final optaron por una especie de matanza ritual, dndose muerte unos a otros por tumo, segn un riguroso sistema de echar a suertes. Uno a uno fueron muriendo hasta que slo quedaron Josefo y otro. Entonces el primero convenci a su obligado contrincante de que, llegados a este punto, lo mejor era entregarse a los romanos, y as lo hicieron.

  • La conquista de Jerusaln

    2 . L a p r o f e c a d e J o s e f o

    Desde el primer momento, Vespasiano trat con mucho respeto y deferencia a Josefo, imponindole unas condiciones de prisin muy suaves. Tito, el hijo de Vespasiano, lleg incluso a trabar amistad con el prisionero. Un da que Josefo se hallaba ante Vespasiano y su hijo, el general romano le comunic que haba decidido enviarlo a Roma, para que all, con todas las garantas, compareciera ante el tribunal del propio emperador Nern. Entonces Josefo, dirigindose a Vespasiano, le declar que tal comparecencia judicial ante el emperador resultaba superflua, pues Nern iba a durar muy poco y su sucesor sera el propio Vespasiano, y posteriormente su hijo Tito. Josefo conoca esto por revelacin del Dios de los judos, de quien l era sacerdote. Tanto Vespasiano como Tito se quedaron pasmados y fuertemente impactados por tan inesperada y feliz profeca. Sin embargo, el veterano general, hombre de mucha experiencia y muy baqueteado por la vida, enseguida interpret el presagio como una estratagema del judo para librarse de un ms que comprometido juicio.

    Algo, no obstante, qued en la recmara psicolgica de Vespasiano y sobre todo de su hijo, que entonces contaba unos 30 aos, la misma edad de Josefo. A esto se unan las noticias que llegaban desde Roma y el ambiente de inquietud y revolucin en todo el Imperio frente a las arbitrariedades, las simplezas, las actitudes bochornosas e incluso los instintos criminales de Nern. A partir de entonces, la situacin del ilustre

  • 62 El personaje

    prisionero judo fue hacindose cada vez ms cmoda y honorable, hasta el punto de que Josefo lleg a convertirse en poco menos que miembro de la camarilla privada del general. As transcurri el ao 67.

    3 . V e s p a s ia n o e m p e r a d o r

    Durante los meses siguientes, una vez conquistada Galilea, Vespasiano se fue apoderando de Judea, a excepcin de Jerusaln. Cuando, por fin, en la segunda mitad del ao 68, llegaron las noticias de la muerte de Nern, del levantamiento de Galba en Hispania y de los inquietantes movimientos -con vistas a la sucesin en el Imperio- de los generales acuartelados junto al Rin y el Danubio, Vespasiano debi ver claramente que la profeca de Josefo poda ser verdica. En realidad, no sabemos si Josefo utiliz ese supuesto presagio como una simple y hbil estratagema para salvar la vida, o si efectivamente crea que se le haba revelado, pues no sera el primer caso en que los sueos jugaron un papel decisivo en las importantes resoluciones que nuestro personaje tom, de acuerdo con lo que l mismo dej escrito en sus obras.

    Vespasiano entonces suspendi por el momento el ataque definitivo a Jerusaln. Mientras tanto, haba enviado a Roma al rey Agripa II en compaa de Tito, para que lo mantuvieran al corriente de la explosiva y cambiante situacin en la capital del Imperio, si bien su hijo se volvi a medio camino. Durante el verano del 69, en Alejandra, los generales y lderes polticos de Oriente tomaron la determinacin de elegir a Ves-

  • La conquista de Jerusaln 63

    pasiano emperador, a la vista de lo decidido por los jefes militares del resto del Imperio, que haban pro- mocionado para tal puesto a Galba en Hispania y las Galias, a Vitelio entre las legiones acampadas en las dos Germanias, y a Otn entre la poderosa guarnicin de la propia Roma, es decir, las cohortes pretorianas.

    4 . La c a d a d e J e r u s a l n

    En este momento Flavio Vespasiano, sobre todo a instancias de su hijo Tito, liber oficialmente a Josefo de su condicin de prisionero de guerra y lo declar colaborador del ejrcito romano. Nuestro autor acompa a Vespasiano a Alejandra, donde este se proclam emperador. Entre tanto, y apoyado por las legiones del Danubio, Vespasiano se apoder de Italia a travs de su lugarteniente el general Antonio Primo, y prepar su viaje triunfal a Roma, dejando a Tito al frente del ejrcito de Judea, para que fuera l quien tomara Jerusaln. Josefo, como experto conocedor del pas, de sus gentes y de su lengua, sera el consejero de Tito y el intermediario para las obligadas relaciones con el enemigo, sobre todo en orden a las futuras propuestas de rendicin y entrega de las armas.

    Y as, durante el asedio a la Ciudad Santa, a lo largo de la primavera y el verano del ao 70, Josefo permaneci al lado de Tito. Los judos encerrados en Jerusaln crean que el antiguo gobernador de Galilea haba muerto en la toma de Jotapata, de modo que descubrir su presencia entre el ejrcito romano fue motivo de sorpresa y de indignacin. En cierta

  • 64 El personaje

    ocasin, Josefo acompa al tribuno Nicanor, que se acerc a las murallas para hacer una propuesta a los sitiados. Entonces ambos fueron atacados por los defensores y una flecha hiri al militar romano, mientras que Josefo sali ileso del trance. En otra ocasin, se encomend directamente a Josefo la difcil misin de parlamentar, dirigindose a los habitantes de Jerusaln desde fuera de la muralla para exhortarles a aceptar una rendicin honorable, en vista de la absoluta imposibilidad, por parte de los defensores, de superar el podero indiscutible del ejrcito sitiador. Debi de ser entonces, o poco despus, cuando Josefo, mientras trataba de convencer a los judos que se hallaban sobre los muros, fue atacado por ellos y cay en tierra. Los sitiados pensaron que lo haban matado, pero afortunadamente slo haba resultado herido y no de gravedad. La madre de Josefo, que estaba en una crcel de Jerusaln, hizo unas declaraciones un poco ambiguas sobre la conducta y misin de su hijo, aunque en privado y entre los suyos mostr su plena identificacin con Josefo. Por entonces el padre de Josefo, que tambin viva en la ciudad, haba sido ya detenido por las cambiantes autoridades que asuman el mando de la defensa.

    Todava hubo una tercera ocasin en la que Josefo se vio comprometido a ejercer el peligroso papel de parlamentario en plena lucha. Esta vez tuvo lugar cuando ya el ejrcito romano haba penetrado en Jerusaln. El caudillo Juan de Giscala, el viejo enemigo de Josefo, an resista atrincherado en el templo. Entonces se hizo una pausa en los combates para que Jos-

  • La conquista de Jerusaln 65

    fo, a voces y en arameo, pudiera ofrecerle una ltima oportunidad de hacer las paces. Todo fue intil, salvo para algunos judos aislados que se pasaron al bando romano. Al final, las tropas de Tito destruyeron el templo, se hicieron con el control absoluto de la ciudad y masacraron horriblemente a sus habitantes.

    Tras la cada de Jerusaln, Tito ofreci a su amigo Josefo tomar el botn que quisiera. Este tan solo acept una coleccin de libros sagrados y la facultad de rescatar, librndolos de la muerte, a los seres queridos que estaban presos. As, al primero que busc y liber fue su hermano Matas, pues sus padres haban muerto ya; despus hizo lo propio con otros familiares y amigos, hasta un total de cincuenta personas, a las que se sumaron despus otras ciento noventa. Incluso cuando, al regresar de una visita a la cercana Tcua, encontr por el camino a tres conocidos suyos que estaban ya crucificados, pidi autorizacin para bajarlos de la cruz. Slo uno de ellos logr recuperarse de la tortura, mientras que los otros dos murieron en sus casas.

    5 . J o s e f o , c iu d a d a n o r o m a n o

    Cuando en el ao 71 se dispuso el viaje a Roma de Tito para reunirse all con su padre Vespasiano, el nuevo emperador, con objeto de celebrar en la capital un espectacular desfile de triunfo -que, por cierto, quedara registrado como uno de los acontecimientos ms memorables de la historia de la ciudad-, Josefo fue invitado a acompaar a la nueva familia imperial. En Roma recibi honores, casa (la antigua domus fa

  • 66 El personaje

    miliar de los Flavios), una pensin cuya cuanta debi de rondar los 100000 sestercios anuales y, sobre todo, la condicin de ciudadano romano, a raz de lo cual incorpor a su propio nombre el de sus benefactores, los Flavios. Adems, se le concedieron buenas fincas en la nueva Judea, para que en el futuro pudiera disfrutar holgadamente de sus rentas.

    En Roma el nuevo honrado ciudadano llev una vida social distinguida y trab amistad con otro ciudadano judeo-romano, nada menos que el mismsimo rey Agripa II. Con este intercambi impresiones y datos de cara a redactar La guerra juda, pues Josefo decidi dedicarse en adelante a su otra vocacin, la de escritor, dejando ya a un lado la que hasta entonces haba ejercido, es decir, la de poltico y militar.

    Un pequeo incidente, que apenas tuvo trascendencia, quizs lleg a preocupar a nuestro personaje por un tiempo. Lo protagoniz un judo llamado Jonatn, que haba organizado una revuelta contra Roma en la provincia africana de la Cirenaica. Cuando fue capturado, declar que haba recibido auxilio y dinero de Josefo. La acusacin era muy grave, aunque realmente careca de fundamento. Cuando el caso lleg al emperador Vespasiano, este mand rechazar los cargos contra Josefo, considerndolos una vil calumnia.

    Josefo, rodeado de su esposa e hijos, debi de fallecer en Roma poco despus de Agripa II, cuya muerte se sita hacia el ao 100 d.C. >

  • CONCLUSIN

    Esto es cuanto sabemos de la biografa de Flavio Josefo, una vida verdaderamente apasionante y marcada por tremendas contradicciones. Era un intelectual, pero se vio obligado a sumergirse por completo en la poltica. Fue en su juventud un verdadero asceta, pero en su edad madura vivi en la Roma imperial y se cas tres veces. Tena vocacin de servir en el ejrcito, pero no lleg a ser un verdadero militar. A veces dio muestras de lo que podramos llamar cobarda antes de entrar en combate o ya en el campo de batalla, pero supo portarse como un hroe cuando defendi a sangre y fuego una posicin o se arriesg a acercarse al enemigo para negociar la paz. Fue un hombre sereno y calculador, mas a menudo se dejaba llevar por simples corazonadas o recurra a pequeas estratagemas circunstanciales. Fue un judo cabal, sacerdote en el templo de Jerusaln, pero a la vez admirador de los romanos, llegando a sentirse orgulloso cuando consigui el ttulo de ciudadano romano. General del ejrcito rebelde de los judos y gobernador de la regin de Galilea, pas a ser asesor del ejrcito

  • 68 El personaje

    romano, ante el que sucumbi trgicamente el nacionalismo judaico. Su lengua materna era semita en su doble vertiente hebrea y aramea, pero escribi todas sus obras en una lengua indoeuropea como es el griego, aunque hasta el ltimo momento de su vida le result un tanto ajena.

    As era la contradictoria personalidad de Flavio Josefo, uno de los personajes ms destacados de su tiempo. En la historia y en la literatura de la segunda mitad del siglo I d.C., su nombre, su aportacin a la cultura y su amplio conocimiento del mundo antiguo sern siempre valorados de forma singular y altamente positiva.

  • LA OBRA HISTORIOGRFICA Y AUTOBIOGRFICA

  • Flavio Josefo es, ante todo, un historiador, y como tal se comporta prcticamente en todas sus obras, sin apenas pretensiones de internarse en otros campos del mundo literario. Pertenece al mbito de los historiadores de temas romanos pero que escriben en griego en lugar de en latn, segn un viejo modelo que se inicia con Polibio en el siglo II a.C., contina con Apiano ya en el siglo II d.C. y desemboca en Dion Casio con su famosa Historia romana, escrita en el primer tercio del siglo III d.C.

    En rigor, Josefo no es propiamente un historiador de Roma, sino del pueblo judo. Pero el periodo que, en el conjunto de sus obras, es objeto de su ms amplia atencin y al que dedica mayor espacio es precisamente la etapa en que los judos entran en contacto con los romanos. La guerra juda est dedicada en su integridad al conflicto entre ambos pueblos, con sus precedentes y sus consecuencias inmediatas; en las Antigedades judas, la parte dedicada a las relaciones entre Roma y los judos ocupa un tercio de la obra, y en la Autobiografa se habla de los romanos desde el principio hasta el final.

  • 72 La obra historiogrfica y autobiogrfica

    Para ser considerado un historiador romano, no es necesario que su obra abarque una larga etapa de la historia de Roma. Puede limitarse a un periodo muy concreto, incluso simplemente a una guerra; es el caso de Salustio con la Guerra de Yugurta, o de Julio Csar con La guerra de las Galias. Lo que s cabe subrayar es la necesidad de que esos acontecimientos estn vistos -com o en los ejemplos citados- desde la perspectiva romana, y no desde la de los pueblos n- mida y galo que se enfrentan a Roma. En el caso de Josefo, y pese al propsito aparente de contar la historia del pueblo judo, en realidad nuestro historiador se muestra como un narrador imparcial, que no inclina la balanza hacia ninguno de los lados. Ms an, en el conjunto de su obra se percibe la sintona de Josefo con Roma y con lo que ella significa para la cultura y la paz del mundo, frente a la ciega obstinacin del pueblo judo, por el que ciertamente siente afecto y de cuya tradicin tnica y religiosa se considera heredero, pero nada ms.

    En definitiva, Josefo es en el mundo de la cultura clsica y de las letras, ante todo, un historiador. Y debe ser considerado un historiador romano. No deja de resultar altamente significativo que escriba sus obras cuando ya vive en Roma, gozando del privilegio de ser ciudadano romano y, adems, cliente y amigo de la familia imperial.

    Pero, por otra parte, sera injusto ignorar el hecho de que Josefo encaja igualmente dentro de una corriente de historiadores judos de la poca, que escriben en griego por ser la lengua ms hablada por las

  • Introduccin 73

    distintas comunidades judas de la dispora, entre las que destaca la de Alejandra con una tradicin que se remonta al siglo 111 a.C. Estos historiadores o tratan viejos temas de la antigedad de Israel, o se refieren a acontecimientos recientes. Es el caso de Filn de Alejandra o de Justo de Tiberades, de quien hemos hablado ms arriba.

    Una vez determinada la perspectiva desde la que nuestro autor aborda los hechos que narra, pasemos a presentar cada una de sus obras.

  • OBRAS DE FLAVIO JOSEFO

    1. L A GUERRA JUDA

    Se trata de la obra ms importante de Flavio Josefo. Su ttulo presenta variaciones, como La guerra ju daica, La guerra de los judos o Historia de la guerra juda. Antiguamente tambin fue conocida como Destruccin del templo y ciudad de Jerusaln, o Sobre la conquista. Para las citas bibliogrficas suele emplearse el ttulo de la versin latina, Bellum Iudaicum.

    La obra fue compuesta por su autor en Roma muy pocos aos despus de la guerra que relata. A juzgar por ciertas citas, se cree que fue publicada entre los aos 75 y 79, si bien su ltima parte, el llamado Libro VII, pudo aadirse posteriormente. Consta, pues, de siete libros, cuyo texto actualmente aparece dividido en prrafos numerados. Como precedentes de la obra deben sealarse algunos relatos que Josefo escribi en arameo y que le habran servido de base.

    a) Estructura y contenido

    La guerra juda comienza con un breve prembulo, en el que se denuncian ciertas historias que se es

  • 76 La obra historiogrfica y autobiogrfica

    tn divulgando en tomo a la guerra con visiones muy parciales e inexactas de la misma. As, en algunas se exalta desmesuradamente el podero de los romanos, despreciando el valor de los judos. El autor hace profesin de su imparcialidad en cuanto historiador, pero no ahorra crticas a los revolucionarios, a quienes tacha de bandidos (en griego, lestai), y reivindica su propia competencia de veraz relator de hechos, en los que l particip de forma directa.

    En el Libro I toma perspectiva, retrotrayndose a ms de dos siglos antes de la guerra, con el fin de estudiar y presentar las causas remotas y el ambiente social y poltico que iban a derivar en el choque entre el Imperio romano y el pueblo judo de Palestina. Aparecen aqu personajes como Antoco IV, el monarca que inici la persecucin contra la religin juda; los hermanos Macabeos que lucharon contra los reyes selucidas hasta conseguir la independencia del pas y restituir el culto en el templo de Jerusaln; sus descendientes, los monarcas conocidos como los Asmoneos; la conquista romana a manos de Pompeyo; la presencia de Julio Csar en Egipto y, en fin, el reinado en Judea del nuevo monarca Herodes el Grande, creador de una dinasta apoyada por los romanos, de cuya vida y agitada actividad poltica se ocupa Josefo con gran extensin. A la muerte de este personaje, le suceden sus hijos Arquelao en Judea, Antipas en Galilea y Fi- lipo en la regin de los Altos del Goln.

    El Libro II es particularmente importante, pues narra los hechos que de forma inmediata precedieron a la guerra y dedica especial atencin al estado de la so

  • Obras de Josefo 77

    ciedad juda en el siglo I, describiendo con amplitud los grupos o sectas religiosas de entonces (esenios, fariseos y saduceos) y las nuevas facciones polticas de zelotes y sicarios. Cuenta la historia de los gobernadores romanos de la nueva provincia de Judea, entre ellos Pilato; la subida al trono de Herodes Agripa I y despus de su hijo Agripa II. Por ltimo, narra el levantamiento de Jerusaln contra el procurador romano Gesio Floro, la llegada de las tropas del gobernador de Siria, Cestio, que ponen cerco a la ciudad, as como su inesperada retirada y la derrota que entonces sufrieron. Con la panormica de la compleja situacin poltica en el pas, antes de la llegada de las tropas de Vespasiano, da fin a este interesantsimo libro.

    Viene a continuacin el Libro III, que relata la campaa de los romanos en Galilea, en la que,