Grexit : Resistencias abajo y autonomías
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ES EL MOMENTO DEREFORZAR LAS
RESISTENCIASPOPULARES
M O V I M I E N T O Y E M E R G E N C I A
G R E C I A 2 0 1 5
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SYRIZA SE HA RENDIDO.
Durante dos semanas, el tiempo político se ha condensado en
Grecia, y los ciudadanos vivieron en situaciones límite, luchando
contra fuerzas que parecen mucho más allá de su control. El 27 de
junio, el gobierno liderado por Syriza sometió el ultimátum de los
acreedores a referéndum e hizo campaña para el 'no'. El resultado del
referéndum –un rechazo rotundo de la austeridad perpetua y la
continuada servidumbre por endeudamiento– pasará a la historia
como un momento excepcional de dignidad de un pueblo que está bajo
ataque por los acreedores europeos y la élite griega.
A pesar de los matices patrióticos, este resultado fue la culminación de
cinco años de resistencia a la degradación constante de nuestras vidas.
Significó escapar del dominio de los medios de comunicación, superar
el miedo y hacer escuchar la voz del pueblo. Ratificó el descrédito
absoluto de las élites políticas que han estado gobernando desde
la transición democrática de 1974, que hicieron campaña por el 'sí'.
Por otra parte, el resultado reveló una sociedad dividida según la
clase: las clases medias y bajas, que hasta ahora han asumido
prácticamente todo el coste de la austeridad y el ajuste estructural,
votaron abrumadoramente 'no'. Sin embargo, el resultado resiste
todos los intentos de los partidos políticos de capitalizarlo; es la
negación categórica del presente arreglo político y económico, la
negación que necesariamente precede todos los actos de
autodeterminación social.
Sin embargo, menos de una semana después del referéndum, el
gobierno griego presentó una nueva propuesta de financiación a sus
acreedores, ligada a un paquete de medidas de austeridad aún más
duras que las rechazadas en el referéndum. Después de un fin de
semana de "negociaciones", que reveló una división entre los
acreedores de Grecia, se llegó en la madrugada del lunes a un acuerdo
humillante, que convierte a Grecia en una colonia de deuda europea.
Pero ¿cómo fue que este 'no' se transformó en un 'sí' en cuestión de
días?
EL DILEMA DE SYRIZA
Como muchos analistas preveían, la estrategia del gobierno de
utilizar el veredicto popular como medio de presión en las
negociaciones fracasó. Al regresar a la mesa de negociación, los
acreedores de línea dura, reunidos alrededor del ministro de Finanzas
alemán, Wolfgang Schäuble, dejaron claro que están dispuestos a
permitir que Grecia quiebre –con todas las implicaciones económicas y
políticas que ello tendría para la Eurozona– antes de ver la más mínima
grieta en la disciplina neoliberal de austeridad.
El gobierno liderado por Syriza se encontró en un dilema duro y
apremiante: o bien aceptar la implementación de un nuevo programa
de ajuste neoliberal, o tener que asumir el coste político de una
quiebra, con todos los efectos desastrosos sobre la población griega
que tal desenlace supondría.
Se optó por lo primero, poniendo así oficialmente fin a estos
cinco meses de enfrentamiento entre el gobierno griego y sus llamados
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"socios" europeos. Los términos de la capitulación son dolorosos, ya
que van en contra de la totalidad de las promesas electorales de
Syriza: el nuevo memorándum es quizá más duro que los dos
anteriores, un experimento extremo de ingeniería social y de
redistribución de la riqueza a favor de los poderosos. Mantiene
muchas de las medidas injustas aplicadas por los gobiernos
anteriores, como ENFIA, un impuesto transversal a la pequeña
propiedad que ha convertido a las familias de clase baja en inquilinos
dentro de sus propias casas, o la abolición del límite de ingresos no
imponibles para los trabajadores por cuenta propia, que hace
imposible que los trabajadores cualificados consigan salir de la trampa
del desempleo.
El nuevo acuerdo también reafirma el papel de TAIPED, y
posiblemente, le cambia el nombre. Se trata de una institución creada
para vender todos los activos públicos, sobre todo las infraestructuras
básicas, como puertos, aeropuertos y la empresa de la infraestructura
eléctrica. Además, el acuerdo exige la abolición de la moratoria a los
desahucios, abriendo el camino para una operación de expolio que
amenaza con provocar un desastre humanitario, como bien sabemos
por la experiencia española. Además de eso, se prevé un aumento de
los impuestos indirectos, un alza en los precios de los alimentos y el
transporte, así como recortes en los salarios y las pensiones a través
de un aumento de las contribuciones de seguridad social.
En definitiva, un paquete de medidas destinadas a comprimir
aún más las clases medias y bajas, aumentar la recesión y el
desempleo, destruir las pequeñas y medianas empresas, que
constituyen la columna vertebral de la economía griega, y entregar
todos los activos públicos y bienes comunes al capital transnacional. A
la vez perpetuando la depresión y aumentando la deuda,
paralizando efectivamente la economía de Grecia y destruyendo la
capacidad del país para salir de la crisis por su propio pie.
Los acreedores hicieron todo lo posible para asegurarse de que
las medidas son tan punitivas como fuera posible. Para humillar aún
más a sus oponentes, exigieron la votación inmediata de leyes de
reforma y el regreso a Atenas de los supervisores de la Troika, que
fueron expulsados por el gobierno durante las primeras etapas de la
negociación.
Los argumentos de los oficiales del gobierno y los cuadros del
partido que defienden los aspectos "positivos" del acuerdo son
irrisorios, ya que hacen eco a los argumentos de los gobiernos
anteriores, que repetían que la austeridad ampliaba las perspectivas a
largo plazo para la economía griega y que el coste del ajuste no sería
transferido a los más desfavorecidos. Es más honesto ver el acuerdo
como lo que es: una operación de desposesión a gran escala, un
sacrificio de todo un país para defender el engaño sobre el que se
construyó la Eurozona.
Parece que el gobierno de "salvación nacional" de Syriza ha
llegado al final de su trayecto. Está llamado a votar e implementar un
plan de austeridad que no sólo hace caso omiso de la lucha de los
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movimientos anti-austeridad de los últimos cinco años, de los cuales
Syriza formo anteriormente parte, sino que también traiciona el
veredicto del 61% de los griegos que votó en contra de la austeridad
sólo una semana antes.
Por supuesto, se podría argumentar que se trata de una apuesta
colectiva que ha salido mal, y frente al chantaje de los "socios", el
gobierno eligió la salida menos dolorosa. No hay duda de que un Grexit
desordenado, junto con las medidas punitivas que serían empleadas
por los extremistas neoliberales para hacer de los griegos un ejemplo,
sería a corto plazo un desastre, sobre todo para las clases populares. En
cualquier caso, los desenlaces políticos serán rápidos: el gobierno
seguramente será remodelado o reemplazado, y Syriza se enfrentará
a una división interna que podría significar el fin de este partido en su
forma actual.
UNA RELACIÓN CONTRADICTORIA
Durante los últimos tres años, los movimientos sociales de base en
Grecia han tenido una actitud profundamente contradictoria ante el
ascenso electoral de Syriza. Por un lado, la perspectiva de un
gobierno de izquierda fue una oportunidad para llevar el conflicto a
nivel institucional; después de todo, muchas de las demandas de las
luchas se reflejaron en el programa de Syriza y el partido siempre
mantuvo un perfil cercano a los movimientos.
Por otro lado, Syriza ha sido un agente de desmovilización,
poniendo fin a la crisis de legitimación que dio un papel protagonista a
la creatividad social y la autodeterminación de los movimientos, y ha
promovido la institucionalización de las luchas, la marginación de las
demandas que no encajaban con su proyecto de gestión estatal, y la
restitución de la lógica de la representación y delegación política, que
promovió la inacción y la complacencia.
Al mismo tiempo, Syriza cultivó la ilusión de que la
transformación social real era posible sin romper con los mecanismos
de la dominación capitalista, sin poner en cuestión el paradigma
económico dominante, sin la construcción de alternativas concretas a
las instituciones capitalistas desde abajo, sin siquiera cuestionar la
permanencia del país dentro de una unión monetaria que por diseño
favorece las economías del Norte, orientadas a la exportación, en
detrimento de la periferia europea.
Los líderes de Syriza se disociaron de las bases del partido y de
sus antiguos aliados dentro de los movimientos, y se resistieron
tenazmente a abrir un debate público referente a la elaboración de un
'Plan B' fuera de la Eurozona, por si el 'Plan A' de "fin a la austeridad
dentro de la eurozona" fallase, por temor a que esto fuera utilizado en
su contra por la oposición pro-austeridad como prueba de que tenían
una agenda oculta desde el principio.
Por desgracia, los acontecimientos recientes tienden a dar la
razón a los que sostenían que, dada la deslegitimación y la fragilidad
extrema del gobierno anterior, un nuevo memorándum sólo era
posible a través de un nuevo y popular gobierno ‘progresista’. Este es
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probablemente el papel que Syriza acabó jugando involuntariamente,
usando sus amplias reservas de capital político.
Levantando el velo de la ilusión
El hecho de que Syriza no consiguió cumplir ninguna de sus
promesas electorales o revertir la lógica de austeridad levanta el velo
de ilusión respecto a las soluciones institucionales desde arriba y deja
a los movimientos de base exactamente donde comenzaron: siendo
la principal fuerza antagónica al asalto neoliberal a la sociedad y la
única fuerza capaz de imaginar un mundo diferente que va más allá de
las instituciones fallidas del mercado capitalista depredador y la
democracia representativa.
Sin lugar a dudas muchos activistas honestos y comprometidos
están vinculados a las bases partidistas de Syriza. Es ahora su tarea
reconocer el fracaso del plan de Syriza y resistir los esfuerzos del
gobierno para vender el nuevo memorándum como un desarrollo
positivo o inevitable. Si Syriza, o una parte mayoritaria del mismo,
decide permanecer en el poder –en este conjunto gubernamental o en
algún otro, más servil, establecido por los acreedores– y supervisar la
aplicación de este brutal memorándum, es la tarea de la bases del
partido rebelarse y unirse con otras fuerzas sociales en busca de
una salida a la barbarie, a romper filas de un partido que podría ser
rápidamente convertido de una fuerza de cambio en un administrador
reacio de un sistema brutal sobre el cual no tiene ningún control.
El papel de la Izquierda –definida en términos amplios– no es la de
un administrador más benévolo de la barbarie capitalista: después de
todo, ese era el propósito original de la socialdemocracia, un proyecto
que se agotó ya en la década de los 80. No puede haber "austeridad
con rostro humano": la ingeniería social neoliberal es un ataque a la
dignidad humana y a los bienes comunes en todas sus manifestaciones,
de derecha o de izquierda.
He argumentado en otro lugar que el 'no' en el referéndum de la
semana pasada fue ambivalente, y la lucha para darle sentido acaba de
empezar. Horas después del anuncio de los resultados, el primer
ministro Tsipras interpretó el veredicto popular como un mandato
para "mantenerse dentro de la Eurozona a cualquier precio'. Es
evidente, sin embargo, que el nuevo paquete de 'rescate', está fuera de
su mandato: el Plan A, el único plan de Syriza, que vaticinaba el fin de
la austeridad sin un enfrentamiento con los poderes fácticos ha
fracasado totalmente.
Muchos europeos están dando un giro hacia partidos xenófobos y
reaccionarios que prometen un retorno al Estado-Nación autoritario
El Plan B, promovido en diversas formas por Antarsya, el
Partido Comunista y la propia Plataforma de Izquierda de Syriza
aboga por una recapacitación productiva fuera de la Eurozona.
Aunque se hace cada vez más popular después de que la inflexibilidad
del proyecto europeo se ha hecho evidente, todavía es un plan
productivista, centrado en el Estado, de arriba hacia abajo, que no
pone en tela de juicio los significados dominantes del capitalismo: el
crecimiento capitalista sin fin, la economía extractiva, la expansión de
la producción, el crédito y el consumo. Por otra parte, mediante el
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atrincheramiento nacional que promueve, conlleva el peligro de
desviaciones autoritarias.
UN PUNTO DE INFLEXIÓN DECISIVO
Como siempre, la crisis griega es un punto de inflexión referente
al futuro del proyecto europeo. Los representantes de la línea dura en
la Eurozona insisten en culpar a la gente de la periferia europea por
los defectos estructurales de la moneda común y por su propia
insistencia en socializar la deuda privada a través de los
eufemísticamente llamados "paquetes de rescate". Al mismo tiempo,
están envenenando las mentes de la gente del norte de Europa con un
discurso moralista neocolonial propagado a través de los medios de
comunicación.
La percepción de pérdida del poder político sobre su propia vida
está haciendo que muchos europeos den un giro hacia partidos
xenófobos y reaccionarios que prometen un retorno al Estado-Nación
autoritario. La izquierda europea mira con perplejidad como sus
esperanzas de una UE basada en la solidaridad y la justicia social se
desvanecen junto con los esfuerzos de Syriza de negociar una salida
humana de la crisis de la deuda griega.
Es el momento oportuno para que una amplia alianza de
fuerzas sociales lleve adelante un "Plan C", basado en la colaboración
social, el autogobierno descentralizado y la administración de los
bienes comunes. Sin pasar por alto su importancia, la política
electoral nacional no es el campo privilegiado de acción cuando se
trata de la transformación social.
La extinción de la democracia en Europa debe complementarse
por el fortalecimiento de las comunidades auto-organizadas a nivel
local y el establecimiento de fuertes lazos entre ellos, junto con un
giro hacia una economía basada en la solidaridad y las
necesidades humanas, y la gestión y defensa colectiva de los
bienes comunes. El contrapoder social de los oprimidos debe
enfrentar el poder social del capital directamente en su espacio
privilegiado: la vida cotidiana.
En Grecia, después de dar una vuelta completa, el debate sobre
nuestro futuro más allá de la austeridad acaba de empezar. El rotundo
61% de rechazo a la austeridad sirve para recordarnos que este debate
es urgente, y la reactivación de los movimientos sociales que
prefiguran nuevas relaciones sociales construidas desde abajo es
inminente, después de algunos años de relativa desmovilización.
Tenemos por delante un nuevo ciclo de resistencia creativa, de forjar
sujetos colectivos y de experimentación incansable por la
transformación de nuestra realidad desde abajo.
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LA ENCRUCIJADA DE LOS MOVIMIENTOS
ANTE EL GOBIERNO DE SYRIZA
Es ya un lugar común afirmar que la victoria electoral de Syriza
se basa en gran medida en las movilizaciones de los movimientos
sociales de los últimos cinco años en Grecia. No obstante, esta
afirmación puede ocultar la diversidad de idearios y demandas en la
sociedad griega, como también puede reforzar una imagen simplista
de lucha entre las fuerzas pro y antiausteridad. Si bien Syriza ha
estado presente en las grandes movilizaciones de los últimos años,
el factor determinante en la consolidación de su hegemonía fue su
capacidad de movilizar el voto de la clase media, convenciéndola
de que podía revertir las injusticias producidas por los recortes
indiscriminados, parar la movilidad hacia abajo y retomar el camino
hacia la prosperidad material de los años anteriores a la crisis.
Sin embargo, en el interior de los movimientos sociales hay dos
imaginarios distintos, complementarios y a la vez antagónicos. Por un
lado están los movimientos de ciudadanos afectados por el ataque
antisocial de la troika, que exigen la restitución del Estado de
bienestar como instrumento de redistribución, el fortalecimiento del
Estado como mediador de los antagonismos sociales y la vuelta al
crecimiento económico con el fin de paliar la pobreza y desesperación
que el desempleo masivo ha provocado. Por el otro, está una multitud
de movimientos que pretenden ir más allá del Estado y de la economía
capitalista como principios organizativos de la vida social y empiezan
a construir ya alternativas radicales basadas en la proximidad, la
solidaridad y la participación.
Por supuesto, los dos imaginarios coexisten en el seno de
muchos movimientos y están en fricción permanente. Debates
interminables se han producido, por ejemplo, en las asambleas de las
docenas de Clínicas Solidarias Autogestionadas de Grecia: ¿Es su
objetivo tapar los agujeros que produce el rápido
desmantelamiento del sistema público de salud o, por el contrario,
producir un modelo alternativo de gestión de la salud que vaya más
allá de lo estatal?
Los movimientos dominados por el primer imaginario
celebraron la llegada de Syriza al poder como una victoria propia.
Sin embargo, un mes después, se están dejando claras las
limitaciones de este ideario en la coyuntura actual. El poder del
Gobierno nacional se demuestra insuficiente para plantar cara
al poder establecido a nivel nacional y supranacional. A pesar
de la dura negociación, el nuevo gobierno ha vuelto de Bruselas con
un nuevo plan de austeridad que complicará muchísimo la puesta
en marcha de su “plan de salvación social” anunciado durante la
campaña electoral. Aunque este desenlace represente una mejora
comparado con los planes de rescate anteriores, y aunque sea sólo
un primer paso en la larga negociación, queda patente que en una
Europa dominada por un núcleo duro neoliberal que exige
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sacrificios humanos para aplacar el mercado, hay muy poco
margen de maniobra para un gobierno progresista. Además, con las
arcas públicas vacías y el chantaje permanente del servicio de la
deuda soberana, una recapacitación económica basada en políticas
de inspiración keynesiana parece también irrealizable.
DESMOVILIZACIÓN
Del otro lado, los movimientos inspirados en el segundo
ideario, después de la efervescencia social de los años 2011-2012,
vivieron una progresiva desmovilización, debido en parte a la
estrategia de desgaste y represión del gobierno anterior, pero
también a la dinámica electoral de Syriza, que ha canalizado de
nuevo el deseo de cambio social hacia la vía parlamentaria. No
obstante, pervive todavía su legado de empresas autogestionadas,
iniciativas de gestión de los bienes comunes, ecoaldeas,
cooperativas productivas o de consumo, centros sociales, asambleas
vecinales, y una larga serie de iniciativas de base que prefiguran
una institución alternativa de la sociedad en clave de democracia
radical y una economía construida sobre las necesidades humanas.
En este marco se celebró en Atenas a finales de febrero un
fórum de pensadores y activistas de los movimientos de base, con
cientos de participantes, bajo el rubro ‘Prosperidad sin
crecimiento’, con el fin explícito de traducir su actividad en
propuestas concretas, tanto hacia el poder político como hacia la
sociedad. Partiendo de la premisa de que el crecimiento
económico es ya incompatible con el bienestar social y la
sostenibilidad medioambiental, los movimientos de base buscan
complementar la resistencia creativa a las políticas neoliberales y la
construcción de alternativas viables desde abajo con la exigencia de
reformas radicales: desde la implantación de la renta básica
universal o la institución de nuevos regímenes de gestión de los
bienes comunes hasta la creación de un marco legal que permita el
funcionamiento de empresas recuperadas, como la Vio.Me de
Tesalónica. Se intenta así hacer uso de las oportunidades que ofrece
un gobierno que explícitamente reconoce la economía social y
solidaria como parte importante de su programa político.
No obstante, la relación entre el poder estatal y los
movimientos de base nunca está libre de fricción y contradicciones.
Históricamente, los gobiernos de izquierda presentan la amenaza
de cooptación y desmovilización de los movimientos. En la presente
coyuntura es importante que las iniciativas de base mantengan su
autonomía de pensamiento y acción, para evitar diluirse dentro del
proyecto hegemónico de Syriza. Es por esto que una de las
iniciativas más relevantes que surgieron del fórum fue el intento de
conectar e integrar los proyectos antagónicos en torno a los
bienes comunes en un actor político que pueda adquirir
protagonismo en una sociedad postconsumista, ayudando a
superar el dilema artificial entre austeridad y crecimiento.
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CIRCULACIÓN PA CURARNOS EL CORAZÓN
ORGANICÉMONOS LA VIDA
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– PENSARÉ –
Theodoros Karyotis es sociólogo, traductor y activista que participa en movimientos sociales que promueven la autogestión, la economía solidaria y la defensa de los
comunes. Escribe en autonomias.net y tuitea en twitter.com/TebeoTeo.
Ambos textos fueron publicados en Castellano en PeriódicoDiagonal