Guillaume Boccara - Fronteras, Mestizaje y Etnogénesis en Las Américas

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Las fronteras hispanocriollas del mundo indígena latinoamericano en los siglos XVIII-XIX. Un estudio comparativo. (2002)

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  • Mandrini, Ral j. y Paz, Carlos D. (Ed), Las fronteras hispanocriollas del mundo indgena latinoamericano en los siglos XVIII-XIX. Un estudio comparativo.

    Tandil, IEHS/CEHIR/UNS, 2002

    Fronteras, mestizaje y etnognesis en las Amricas

    Guillaume Boccara[1]

    Introduccin

    Ya no es necesario abogar por la colaboracin entre historia y antropologa en la aprehensin de las dinmicas sociales de los pueblos indgenas del Nuevo Mundo. Pues si nos limitamos a la produccin americanista de las ltimas dos dcadas verificamos la fecundidad de una aproximacin que combina los mtodos y las perspectivas de las dos disciplinas[2]. La idea segn la cual se hace preciso devolver todo su espesor sociohistrico a las sociedades indgenas parece haberse impuesto. Del mismo modo, se ha admitido que estas sociedades son tanto el producto de una historia como han sido capaces de desarrollar estrategias de resistencia y adaptacin que se inscriben en la continuidad de prcticas y representaciones anterior a la conquista pero que desembocaron tambin, a travs de los mltiples procesos de mestizaje, en la aparicin de nuevos mundos en el Nuevo Mundo. Por razones que remiten tanto a la evolucin de nuestras disciplinas como al protagonismo de las sociedades amerindias en tiempos de globalizacin, la visin que tenamos del pasado de estas formaciones sociales ha tendido a dinamizarse y las perspectivas ahistrica, esencialista y arcaizante han sido en gran parte descartadas. En fin, la produccin histrica y antroplogica americanista reciente da la sensacin de que el historiador y el antroplogo han sido llevados a edificar un espacio comn, una suerte de middle ground. Sacando provecho de las ideas avanzadas en las dos disciplinas y forjando nuevos objetos de estudios y nuevos enfoques, el antroplogo empez a tomar en consideracin la historicidad de las configuraciones sociales mientras que el historiador comenz a prestarle ms atencin

  • al carcter relativo de las categoras y a la constitucin de las identidades colectivas (Revel, bajo la dir. 1996).

    Desde un punto de vista ms general, advertimos que el carcter construido o histrico de las formaciones sociales y de las identidades as como tambin el dinamismo de las culturas y tradiciones han sido ampliamente reconocidos. Pues desde la idea de tradicin inventada, a la desconstruccin del objeto tnico pasando por la aproximacin dinmica de los saber-hacer locales o la toma en cuenta de la historia de los pueblos sin historia, se manifiesta la voluntad general de escapar a la reificacin de las acciones, de las relaciones y de las categoras.

    Importante en Europa y en Amrica Latina, esta nueva disposicin con respecto a las dinmicas socioculturales y a los procesos histricos de los pueblos indgenas es tambin notable en los Estados Unidos. Es as como, a principios de los aos 80, la New Western History y la New Indian History tuvieron entre sus objetivos volver a colocar al indgena en el centro de las preocupaciones. Poniendo en tela de juicio el mito de la wilderness y del vanishing indian, numerosos historiadores y etnohistoriadores estadounidenses rompieron con la concepcin "turneriana" de la frontera. Pretendiendo escapar al etnocentrismo que caracterizaba la historiografa tradicional, volvieron a leer la historia de los contactos entre invasores y nativos a partir de las estrategias desarrolladas por los propios indgenas y en funcin de una reconceptualizacin de la nocin de frontera, esta ltima ya no concebida como un espacio marcando un limite real entre civilizacin y barbarie, sino como un territorio imaginado, inestable y permeable de circulacin, compromiso y lucha de distintas ndoles entre individuos y grupos de distintos orgenes[3]. Es dable notar que este inters por los olvidados de la historia oficial fue emergiendo paralelamente al desarrollo de las crticas radicales que dirigan los post-colonial studies hacia el eurocentrismo de la historiografa occidental. Y aunque no existiera en la Nueva Historia del Oeste una crtica epistemolgica explcita de la Historia de tipo occidental, subyace sin embargo en los estudios de esta corriente una voluntad crtica de restituir su agency a los grupos subalternos (indgenas, mujeres, negros, etc.).

    Esta disposicin hacia una relectura del pasado y del presente de las sociedades nativas ha generado un verdadero cambio de perspectiva que se caracteriza por:

  • (1) tomar en cuenta el punto de vista indgena en la operacin de reconstruccin de los procesos histricos coloniales;

    (2) analizar los procesos combinados de resistencia, adaptacin y cambio, dejando atrs la vieja dicotoma entre permanencia de una tradicin inmemorial por un lado y dilucin de la entidad india va un mecanismo de aculturacin impuesta por el otro;

    (3) prestar atencin a la emergencia de nuevos grupos e identidades o de new peoples a travs de los mltiples procesos de mestizaje y etnognesis.

    Finalmente, esta tendencia hacia la re-inscripcin de las realidades indgenas en su contexto histrico por un lado y el nuevo inters por las estrategias y los discursos elaborados por los nativos por el otro, han conducido a romper con un conjunto de dicotomas discutibles (mito/historia, naturaleza/cultura, pureza originaria/contaminacin cultural, sociedades fras/sociedades clidas) para buscar en las narrativas y en los rituales indgenas as como tambin en las reconfiguraciones tnicas y en las reformulaciones identitarias, los elementos que permitan dar cuenta tanto de las conceptualizaciones nativas relativas al tremendo choque que representaron la conquista y colonizacin de Amrica como de las capacidades de adaptacin y reformulacin de las tradiciones que desembocaron en la formacin de Mundos Nuevos en el Nuevo Mundo.

    Tan aplastante unanimidad no dejar de producir un legtimo sentimiento de extraeza. Pues si ya no hay contienda es quizs por falta de combatientes. Se hace incluso legtimo preguntarse si acaso el debate no se habra desplazado. Y de hecho, si bien hoy en da los americanistas reconocen tanto la necesidad de estudiar a las sociedades indgenas en su contexto histrico como el carcter masivo del mestizaje y de los fenmenos de etnognesis, no parecen ponerse de acuerdo sobre el problema de la historicidad de estas sociedades como tampoco se entienden sobre las modalidades del mestizaje y la naturaleza de los cambios. Existen, segn mi punto de vista, tres temas relativamente nuevos que parecen animar el campo de la investigacin histrico-antropolgica americanista actual:

  • En primer lugar, la discusin que se organiza alrededor del asunto de la historicidad de las sociedades indgenas en general y amerindias en particular y que nos conduce a interrogarnos sobre los posibles vnculos entre historia de los amerindios (la etnohistoria en el sentido tradicional de la palabra, entendida como reconstruccin del pasado de las sociedades indgenas a partir de documentos histricos de distintas ndoles -escritos, iconogrficos, arquitectnicos, musicolgicos) e historia(s) amerindia(s) (la etnohistoria en el sentido antropolgico de la palabra vale decir, la manera como los pueblos indgenas piensan y conciben la temporalidad). Esta interrogacin, muy presente en los estudios andinos y amazonistas recientes, remite al problema ms general de la instrumentalizacin u objectivacin de la cultura en sociedades sin escritura y/o con concepciones cclicas del tiempo. Remite tambin a la manera como estas sociedades concibieron su inscripcin en la nueva historia colonial e internalizaron o interpretaron la presencia de los colonizadores.

    El segundo eje de investigacin atae a la manera de como abordar los cambios y las continuidades. Este segundo punto pareciera inscribirse en la continuidad de un problema que no haba sido zanjado durante el debate de los aos sesenta y setenta entre historia y antropologa. El hecho de que la reflexin alrededor de la cuestin de los cambios y de las permanencias no haya encontrado una solucin satisfactoria en el debate anterior, parece en gran parte determinado por la imagen dominante que se tena en la poca de las posibilidades brindadas a los indgenas en una situacin de tipo colonial: aculturacin o resistencia. Pues al no tomar en cuenta el carcter dialctico de la relacin entre estos dos fenmenos se tendi a concebir la asimilacin como el horizonte de la aculturacin por un lado, y a la permanencia de una tradicin inmemorial como horizonte de la resistencia por el otro. Condenadas a desaparecer paulatinamente o encerradas en un primitivismo eterno: tal sera la alternativa de las sociedades amerindias coloniales. Se consideraba implcitamente que estos dos procesos supuestamente antagnicos se haban desarrollado en territorios distintos y bajo modalidades radicalmente diferentes. El proceso de aculturacin se habra dado en espacios conquistados a travs de la evangelizacin, de la normalizacin jurdico-poltica y de la explotacin econmica. En cuanto a la resistencia, la encontraramos en las zonas fronterizas fundamentalmente bajo la forma de una confrontacin blica con los invasores. Sin embargo veremos ms adelante que al concebir la trayectoria histrica de las sociedades indgenas en base a esta dicotoma, se tendi a prolongar de manera

  • acrtica las concepciones imperantes en la poca colonial. Como escapar de este callejn sin salida? Permiten las nuevas reflexiones alrededor del mestizaje y del middle ground salir de este punto muerto? Podemos, tomando en cuenta los procesos bifacticos de etnificacin y etnognesis, romper con el estancamiento de la reflexin en torno dicotomas discutibles? Que hay que entender por mestizaje y es esta nocin una trampa como aparentemente lo eran las de sincretismo y de aculturacin? Nos encierra en una concepcin racialista de la historia el uso de la nocin de mestizaje? O Conlleva esta nocin el peligro de remitir a una poca anterior la existencia de tradiciones puras o no contaminadas? Al utilizar las nociones de etnognesis y de mestizaje estamos dejando escapar lo esencial, las estructuras simblicas de fondo, las permanencias de las sociedades tradicionales?

    El tercer problema, que trasciende el campo de los estudios americanistas, remite a las cuestiones formuladas por las distintas corrientes de los post-colonial studies. Tiene que ver con las categoras que utilizamos, nosotros occidentales, para hablar del Otro, para construir el Otro, para tratar de la Historia del Otro. Representa nuestro discurso, por ms cientfico que sea, unas de las tantas narrativas sobre la historia y la cultura de las otras sociedades? Existe una posibilidad de devolverles protagonismo a los agentes dominados o subalternos? Estamos definitivamente encerrados en el orden de nuestro propio discurso? Veremos que muy a menudo, efectivamente, lo estamos. Pues al no considerar los efectos de los discursos pasados y de nuestros propios discursos y al no interrogarnos suficientemente sobre ciertas categoras que aparecen en los textos que utilizamos como fuente de datos, prolongamos sin saberlo el etnocentrismo y el doble arbitrario (imposicin de un arbitrario cultural y arbitrario de la imposicin) que se ubican en la base de toda empresa colonial de explotacin, dominacin y sujecin.

    A travs del presente trabajo, intentaremos abordar por lo menos dos de los grandes temas que acabo de evocar: 1) el de las denominaciones y categoras, 2) el de los mestizajes y procesos de etnognesis y etnificacin. No pretendemos enfocar estos temas de manera global ni menos an entregar una respuesta zanjada. Hablaremos de un espacio bien acotado, marginal, casi anodino. El espacio de las llamadas fronteras o lmites de los imperios y de las naciones americanas en formacin, principalmente durante los perodos colonial y republicano temprano.

  • I. De la etnia como esencia a la produccin histrica de los sistemas socioculturales.

    Visin y divisin del mundo social

    Para gran parte de la produccin histrico-antropolgica reciente, el mayor desafo ha sido de desligarse de falsos arcasmos, de desconstruir los esquemas anquilosados y etnicista anteriores, con el objeto de aprehender el problema de las identidades indgenas en toda su complejidad y mostrar as de qu modo ciertas instituciones, que han sido consideradas milenarias, aparecen como el producto de un compromiso histrico entre entidades indgenas y autoridades coloniales (Bensa 2000)[4].

    Tal como lo advirti Amselle (1987), se trata de invertir la problemtica tradicional de la etnia como sustancia, del mestizaje como fusin de razas o de etnias anteriormente puras y de la identidad como creadora de diferencia. En un texto pionero el antroplogo francs invitaba a historizar las representaciones que un grupo se da a lo largo de toda su existencia, a analizar la manera en que un conglomerado de individuos puede integrarse sucesivamente a un grupo vertical (etnia, nacin) y a uno, horizontalmente (clase) (ibid.: 485), y a examinar el nacimiento de las etnias. Lejos de postular la existencia de grupos distintos, a partir de aqu, la interrogacin apunta a los procesos de fabricacin de las identidades de grupo y a la existencia autnoma que stas pueden alcanzar a continuacin (ibidem)[5].

    Los trabajos europeos y anglosajones que han adoptado esta perspectiva, ilustran el carcter cambiante y relativo de las denominaciones y permiten probar que la raza enva a una clasificacin social y cultural y no a una categora biolgica[6]. Permiten que surja de modo claro lo absurdo que significa sostener la problemtica de la etnicidad como sustancia, ya sea porque el paisaje sociocultural anterior a la conquista parece caracterizarse por la fluidez como porque parte de las etnias que conocemos a partir del siglo XVI son creaciones coloniales (Taylor 1994: 116-117).

    De acuerdo con Amselle, sostendra que es conveniente considerar la cultura como un recipiente, es decir, como un conjunto de prcticas internas y externas de un espacio social dado que los actores sociales movilizan en funcin de tal o cual coyuntura poltica(1990:12). Se desprende de esto la necesidad para los antroplogos

  • de estudiar las entidades culturales en su contexto y de prestar una muy especial atencin a lo que podramos llamar el comercio de identidades, las gestiones flexibles e interdigitadas de las identidades y los mestizajes de diversa naturaleza. En resumen, la etnia no sale de s misma. Y si para algunos es una evidencia, es ms que nada en el sentido en que la evidencia salta a la vista. Existe, de hecho, una enorme dificultad para desligarse del imperio de un pasado que sobrevive en el presente incorporado en forma de estructuras objetivas y mentales (Bourdieu 1982), al igual que la transposicin al pasado de realidades actuales contribuye a alimentar los anacronismos.

    Con el objeto de evitar estos dos escollos, resulta conveniente considerar un hecho esencial para el anlisis de las dinmicas culturales e identitarias: las luchas de clasificacin que se desarrollan en torno a diferentes grupos amerindios constituyen una dimensin fundamental de toda lucha social, de clase o tnica. Ellas remiten al hecho de saber qu es lo que significa ser indio en un momento determinado de la historia. Para tomar un ejemplo sacado de un terreno que me es familiar, dira que la reciente voluntad de imponer el uso del mapuche como nico trmino idneo y legtimo, encuentra su origen en la ambicin poltica indgena de autodefinirse, de oponerse (cuestionar) a la visin de mundo dominante, de escapar al estatus de indio definido exteriormente como desvalorizante y connotado por el uso del trmino aparentemente neutro de araucano y de releer el pasado indgena a partir de categoras pensadas como propiamente autctonas. Un trabajo sobre la representacin de Si Mismo que adquiere sentido en la operacin ms general de descolonizacin del imaginario indgena. Este cambio de perspectiva y de lucha, tanto simblica como fsica para imponer una nueva denominacin, se inscribe de modo muy evidente en un contexto regional y global especfico: el de los renacimientos indgenas y el del pan-indianismo.

    Actualmente se ha llegado a considerar necesario rehacer casi la totalidad de la nmina de las etnias americanas. Porque si bien los mapuche(s) actualmente ya no son los araucanos, se observa por igual que los wayu(s) ya no son los guajiros, que los nootka del capitn Cook son ahora los nuuchah-nulth, etc. Incluso los famosos kwakiutl, el pueblo del Potlatch inmortalizado por Boas y Mauss, han cambiado su nombre: ahora son los kwakwakawakw! Es as como cada vez resulta ms difcil ubicarse en el espacio geotnico amerindio global, ya que los contextos cambian, las estrategias identitarias se transforman y las relaciones de fuerza se encuentran

  • trastocadas. Los indios de hoy tienden a revalidar instituciones que se consideraban desaparecidas para siempre, al igual que sostienen que tal o cual institucin es una institucin tradicional, contrariamente a lo que certifican las fuentes de que se trata de una apropiacin que realizaron sus antepasados durante la poca colonial. Y por ltimo, nada nos impide pensar que estas luchas de clasificacin no se hayan producido por igual durante el perodo colonial o republicano temprano[7].

    Si bien como lo escribe Lvi-Strauss las denominaciones son de poco inters en s-mismas ya que remiten la mayor parte de las veces a una norma arbitraria (convention) (1991: 14-15), haremos notar que las luchas en torno a los etnnimos y heternimos no es tan desprovista de inters como lo aparenta. Pues en la base del funcionamiento de todo sistema social se encuentra siempre un principio legtimo y dominante de visin y de divisin del mundo. Parafraseando a Bourdieu (2000), dira que la produccin de categoras interviene en la construccin del mundo social. Sin embargo, los agentes sociales dominantes que producen estas taxonomas afirman que sus taxonomas son la expresin de la realidad, precisamente a travs de la imposicin de esas como principio legtimo y dominante de su visin-divisin del mundo. De este modo le confieren a su visin del mundo social, bien especial e histricamente fechada, un carcter universal y atemporal. Sabemos que la visin del mundo social es el resultado de una lucha y que las luchas entre grupos sociales (clases, etnias, etc.) tambin son luchas de clasificacin. Observemos, sin embargo, siguiendo a Bourdieu, que los diferentes agentes en lucha no poseen los mismos recursos sociales. La reparticin desigual de las diversas especies de capital (econmico, social, poltico, cultural) provoca que los diferentes agentes no tengan la misma capacidad de accin con respecto al nivel de denominaciones. De modo que la visin legtima del mundo social refleja el estado de las relaciones de fuerzas simblicas. Esta permanente lucha simblica la llevan a cabo los agentes colectivos que se enfrentan en el interior de un campo dado (Bourdieu 2000)[8].

    La nocin de frontera

    Tomemos un ejemplo preciso que nos permitir avanzar en nuestro tema, el del estatus de las poblaciones amerindias en la historia del Nuevo Mundo. Un vasto problema que abordar desde el ngulo de las denominaciones, y por lo tanto de las identidades, aplicadas o impuestas a las entidades indgenas.

  • De modo general, podemos decir que la preocupacin de los conquistadores y colonizadores ha sido siempre la de determinar la existencia de naciones (perodo colonial) o de etnias (perodo republicano) indgenas. Preocupacin que encuentra su origen en la explcita voluntad de las autoridades de circunscribir en un marco espacio-temporal especfico, y a partir de categoras sociopolticas bien especiales, entidades concebidas a priori como culturalmente homogneas, funcionando en un equilibrio estable e inscritas en un espacio de fronteras tnico-polticas bien delimitadas. El espacio indgena total aparece de este modo compuesto de entidades culturales y polticas discretas: dividido rgida y fijamente en territorios o segmentos, habitados por grupos supuestamente dotados de una misma lengua, de una misma cultura y de instituciones polticas, cada una de ellas organizando segmentos.

    Con esto queremos decir que, a causa de las necesidades de la conquista y a travs de la utilizacin de la escritura y de otros dispositivos de poder, los agentes colonizadores, tanto de la poca colonial como republicana, observaron y construyeron las realidades amerindias a semejanza de sus propias concepciones sociales, polticas y culturales y tendieron a fijar realidades que estaban en aquel tiempo en movimiento, como tambin, a acentuar la coherencia cultural, de este modo reificadas, clasificadas y ordenadas (Amselle 1990). Esta constatacin, trivial, no parece haber impedido que, a pesar de una crtica aparentemente acuciosa de las fuentes, parte de los estudios etnohistricos relativos a las zonas fronterizas hayan retomado representaciones coloniales bastante discutibles.

    Me parece, en efecto, que por una parte, se adoptaron ciertas categoras de la poca colonial de modo acrtico y que, por otra, se traspasaron categoras heredadas del siglo XIX, en especial las de estado y de nacin, como si stas pertenecieran al pasado, contribuyendo de este modo a la construccin de una Amrica indgena en gran parte imaginaria.

    Para resumir, dira que tanto la antropologa como la historia de las poblaciones amerindias de las fronteras o tierras interiores (hinterlands) no conquistadas demostraron durante largo tiempo su etnocentrismo, ya que hasta hace muy poco ha sido fundamentalmente una visin esttica, sustancialista y primitivista la que ha orientado la mayora de los estudios americanistas. Las nociones de estado y de nacin son las que han servido de nicos referentes implcitos para la determinacin de las

  • realidades indgenas. Estas sociedades llamadas actualmente nativas o originarias, fueron pensadas a partir de una serie de dicotomas absolutamente discutibles, como modernidad/tradicin, pureza original/sincretismo o contaminacin, etc.

    Recordemos de modo muy sucinto, dos de las expresiones ms netas, a mi parecer, de esta aproximacin acrtica y etnocntrica.

    En primer lugar, en la mayora de los estudios americanistas se tom sin ninguna otra consideracin la nocin de frontera que aparece en los primersimos escritos de la conquista. Incluso es posible encontrar en los mejores manuales de Historia del Nuevo Mundo la distincin entre centro y periferias. Pero, hubo un real inters en las representaciones a las que remite esta nocin de frontera, como en la percepcin y en la a-percepcin del mundo social que implica y supone dicha nocin?[9]

    En la Amrica de la conquista se disearon de inmediato dos espacios, tanto reales como simblicos, que dividan el continente: los espacios conquistados y aquellos no conquistados. Como sabemos, los espacios en cuyo seno se ejerci la dominacin colonial corresponden grosso modo a los antiguos imperios o a las as llamadas grandes civilizaciones, mientras que los espacios no sometidos, los llamados fronterizos, parecan superponerse a las zonas habitadas por sociedades desprovistas de una organizacin poltica centralizada.

    Sin embargo, considero que para caracterizar estos espacios resulta ms apropiado el trmino de lmite que el de frontera, porque el lmite es cronolgicamente y por lgica lo primero, en el sentido de que los elementos que habitaban a los dos lados del lmite son concebidos como heterogneos y en la medida en que todo el trabajo de sometimiento consiste precisamente en transformar este lmite en frontera, es decir, para introducir mecanismos de inclusin a travs de un trabajo sobre la liminalidad dirigido a incorporar al Otro (Molinie 1999). Desde entonces, la misin de los intermediarios consistir en horadar este lmite, que las mismas autoridades coloniales haban establecido al principio, con el fin de unir otra vez los grupos entre s sobre nuevas bases. Y muy a menudo, la transformacin del lmite en frontera implica sacrificios, violencias, martirios y batallas rituales. En resumen, los dispositivos coloniales crean al salvaje o a la alteridad radical en los mrgenes. Este salvaje es sujeto a un proceso de reificacin para ser luego incorporado a travs de mltiples mecanismos que

  • encontramos en muchas partes de Amrica. Se trata de una operacin fundamentalmente contradictoria de puesta en contacto y de establecimiento de separaciones. El requerimiento, la cruz, la capilla, la humillacin de los hechiceros indgenas, el discurso sobre los salvajes nmades y antropfagos, todos estos dispositivos deben ser interpretados como ritos de liminalidad y de construccin de la alteridad. Este espacio ritualmente cerrado es un espacio cargado de significado, un espacio arrancado al espacio restante con el fin de imprimirle las marcas de una cultura particular. Los limites-fronteras indgenas llegan a ser emblemas de la cultura misma. Se pone una diferencia cualitativa entre un lado y el otro del lmite. No se trata necesariamente de una frontera territorial. Es una frontera social y cultural que sirve a identificar un ethnos que no est siempre vinculado a un espacio preciso. El lmite separa para luego tender a travs de su metamorfosis en frontera a establecer una relacin. Tal como lo escribe Massenzio (1994), a quien tomamos prestado este modelo interpretativo, el lmite tiende por consiguiente a estimular en un primer momento la afirmacin de los particularismos.

    Al considerar la frontera como un hecho y a las etnias salvajes que vivan all como entidades que siempre existieron, durante largo tiempo los americanistas han reificado sin darse cuenta los actos de dominacin, de construccin simblica y de delimitacin territorial que realizaron los agentes coloniales del estado. A menudo, se ha prolongado y reforzado el fenmeno de reificacin de las colectividades indgenas de los lmites del imperio, mientras se dejaba escapar el inters de un estudio etnolgico de las prcticas y representaciones relativas a las construcciones de los lmites y de las fronteras consideradas como ritos de conquista y colonizacin.

    En ruptura con esta aproximacin, el objeto de la perspectiva contructivista que hemos adoptado consiste en pensar la frontera como un espacio transicional ya que para los agentes colonizadores, estaban destinadas a unir dos espacios simblicos: por un lado, el conquistado, poblado de personas civilizadas o en vas de civilizacin, y por otro, el no sometido que representa el caos, la no-socializacin de pueblos sin fe, sin rey y sin ley. Y as, al concebir los mrgenes del Imperio como fronteras construidas que tienden a no tener lmites, o como dispositivos de civilizacin reales y simblicos de reificacin, creo que se podr evitar la ficcin de un principio nico de biparticin del continente precolonial entre civilizados y salvajes. Conviene sealar que los ritos de

  • conquista generadores de alteridad y de etnicidad tienden, en razn a su carcter violento (guerra a sangre y fuego), a tener efectos profundos sobre los grupos fronterizos. Antes caracterizada por un tejido social muy flexible, las organizaciones sociales tienden a retractarse a la vez que aparecen nuevas unidades polticas. Estos procesos de concentracin poltica, impulsados por la necesidad de resistir al invasor y determinados por la violencia del primer choque blico, han sido analizados en dos libros recientes que plantean el problema de la tribalizacin de las entidades indgenas como consecuencia de la conquista militar llevada a cabo por los Estados (Hass (Ed.) 1990, Ferguson & Whitehead (Eds.) 1992, Sider 1994).

    En resumen, los lmites y las fronteras constituyen espacios que permitan que

    los conquistadores y los colonizadores pensaran, controlaran y sujetaran al Otro. Se cometera un grave error al considerarlos como la materializacin colonial de un espacio precolombino segmentado y rgido. Como tambin sera una equivocacin considerar estos espacios fronterizos como los ltimos bastiones de una Amrica indgena pura e inmemorial, ya que al examinar el lado inverso del lmite o el otro lado de la frontera, se observa que es a menudo en estas zonas donde se operan los cambios ms radicales. Y por ltimo, es conveniente volver a situar estos espacios en sus dimensiones regionales y continentales. Se trata pues de reconectar las sociedades y las historias que el prisma ideolgico colonial por un lado y las historiografas nacionales por el otro contribuyeron a des-conectar (Gruzinski 2001, Subrahmaniam 1997). Los indgenas evolucionaban en diversos espacios fronterizos y sacaban un feliz provecho de los antagonismos que se producan entre potencias europeas, al igual que de las tensiones que existan incluso dentro de los espacios coloniales hispano-criollos.

    De este modo podemos afirmar que los lmites que se desprenden de los documentos envan a un principio de visin y de divisin producido por el mundo occidental, y a priori no tenemos ninguna razn para pensar que ellos correspondan a la territorialidad y a las dinmicas identitarias amerindias. El uso acrtico de las fuentes a llevado a menudo a poblar de quimeras el continente americano.

    La fabricacin de estas Amricas indias imaginarias se ha visto reforzada por otros dos tipos de fenmenos que sera demasiado largo de detallar aqu, pero que bien merecen ser mencionados.

  • El primero lo constituye el paradigma que el estado-nacin evocaba anteriormente y que orienta nuestra visin del pasado hacia la determinacin de entidades culturales y polticas homogneas, en cuyo seno las identidades se inmovilizan, se encierran y se definen por la coincidencia a s-misma. Este panorama fijista y constreido de territorializacin de la nacin, impide pensar la mezcla, las construcciones identitarias interdigitadas (Martnez 1998), la fluidez de identidades mltiples y nmades. En resumen, lo que Amselle (1996) nombr un principio raciolgico continua informando la lectura de los pasados tanto nacionales como exticos.

    Nos remitimos ahora a la segunda dificultad que representa una cierta tradicin antropolgica e histrica que se basa en una gestin discontinuista y deshistorizante. No contenta de extraer, clasificar, de purificar, con el objeto de desprender tipos polticos, religiosos, tnicos y culturales (Amselle 1990) la razn etnolgica dominante reduce la historicidad de las sociedades primitivas a una operacin de esterilizacin del devenir histrico (Boccara 2000, Hill 1998, 1996, Taylor 1988). Segn esta tradicin antropolgica, estas sociedades eran concebidas como sociedades fras, radicalmente diferentes de las nuestras y claramente diferenciadas entre ellas, que slo se transformaban por contaminacin o como una mcula, incluso hasta negarles a veces toda capacidad de innovacin[10]: no pueden escapar a su ser tradicional, a su destino arcaizante. La alternativa se propone entonces de la siguiente forma: ya sea que estas sociedades entran en un proceso de aculturacin (espontnea o impuesta), o resisten encarnizadamente para defender una tradicin ancestral e inmemorial. Slo muy recientemente se han empezado ha observar los procesos de etnificacin y de etnognesis y se ha empezado a indagar con respecto a la fluidez de las construcciones identitarias: hay una zona de mestizaje entre resistencia y aculturacin, dentro de la cual se desplaza la mayora de las poblaciones fronterizas.

    Es as como desde hace poco, ha sido cuestionada esta gran dicotoma que separa por un lado las sociedades modernas y clidas y por otro, las sociedades tradicionales y glaciales. Las cosas resultan ser mucho ms complejas, ya que una misma sociedad puede experimentar variaciones en su modo de ser en la historia, pasando de una poca de gran efervescencia e innovacin a otra, de aparente apata y de rechazo de adaptacin. Pero adems, es posible que en el seno de una misma sociedad

  • coexistan al mismo tiempo estas dos lgicas, creando as desfases entre la economa, la poltica, y la religin que alimentan tensiones polticas entre los diferentes agentes tanto colectivos como individuales. Y por ltimo, resulta carente de seriedad considerar estas sociedades primitivas o tradicionales como un todo indiferenciado. Al igual que Maurice Bloch (1998), yo dira que es posible distinguir, en el seno mismo de esta imprecisa categora de sociedades tradicionales, sociedades platnicas y sociedades aristotlicas. Pero tambin existen tipos intermedios entre las primeras, platnicas, que consideran que todo est dado ya desde un principio y que la experiencia no agregar nada de fundamental a las verdades primitivas, y las otras, aristotlicas, que piensan que la gente se va construyendo a travs del aprendizaje y para las cuales el espritu, al igual que la arcilla se va moldeando a travs de la experiencia. De modo que mientras ciertos campos ms mviles y maleables de la sociedad reciben sin inconvenientes la marca del exterior, otros delimitan la persistencia de su ser en la inmovilidad, por lo menos ideolgicamente.

    2. Etnognesis, etnificacin y mestizaje en las fronteras americanas.

    En esta segunda parte, ilustrar lo expuesto anteriormente a travs de varios casos concretos de reconfiguraciones tnicas en las fronteras americanas. Pero antes de empezar a recorrer las fronteras septentrionales y meridionales del continente, dedicaremos algunas palabras a las nociones empleadas para caracterizarlas.

    De uso poco comn en Europa (Combes & Saignes 1991), la nocin de etnognesis es hoy en da empleada con frecuencia entre los estudiosos de Amrica del Norte. Este trmino hizo su entrada oficial en la literatura antropolgica norte-americana bajo la pluma de William Sturtevant en un artculo de 1971 titulado Creek into Seminole[11]. En este estudio pionero, Sturtevant mostraba que los Seminoles haban emergido en tanto que etnia a causa de las mltiples presiones ejercidas por los colonizadores ingleses en el sudeste de norteamrica entre los siglos XVII y XVIII. Segn l, es a raz de la migracin de un grupo de origen Creek que luego se mezcl con otros indgenas sureos y con negros fugitivos que surgi esta nueva etnia Seminole. El movimiento de los lower Creek hacia la Florida se habra producido por etapas para finalmente desembocar, a fines del siglo XVIII, en la desvinculacin de este

  • grupo de la Confederacin de los Creek. Es interesante observar que el trmino Seminole significa cimarrn o runaway en muskogee y que serva tambin para designar animales o plantas silvestres. Esta nueva entidad que emerge a travs de un doble proceso de fisin con la Confederacin Creek y de fusin con los indios nativistas Red Stick y los esclavos fugitivos tendr que enfrentar varias guerras contra las tropas norte-americanas, lo que la llev a refugiarse cada vez ms al sur de la Florida. Segn Sturtevant, nos encontramos aqu frente a un caso tpico de etnognesis, es decir de emergencia de un nuevo grupo a causa de la llegada de los europeos.

    Retomada luego por numerosos estudiosos norteamericanos, la nocin de etnognesis experiment un notable cambio semntico en los ltimos tiempos. Pues si para Sturtevant los fenmenos de etnognesis remitan estrictamente a la emergencia fsica de nuevos grupos polticos, se tiende hoy en da a utilizarla para caracterizar procesos muy diversos de transformaciones no solamente polticas sino que tambin en las formas de definicin identitarias de un mismo grupo a travs del tiempo. Al desvincular la nocin de etnognesis de su acepcin estrictamente biolgica, los estudios recientes pusieron nfasis en las capacidades de adaptacin y de creacin de las sociedades indgenas y empezaron a considerar la posibilidad de que nuevas configuraciones sociales se dibujaran no slo a travs de los procesos de fisin y fusin sino tambin va la incorporacin de elementos algenos y mediante las consecutivas modificaciones en las definiciones del Self (Hill (Ed.) 1996). Por otra parte, se considera desde ahora que los procesos de etnognesis no pueden ser estudiados sin tomar en cuenta los fenmenos de etnificacin y de etnocidio que los acompaan (Boccara 1998, Sider 1994, Whitehead 1996, Whitten 1976).

    La nocin de middle ground acuada por White (1991a) pone nfasis en los hechos de comunicacin y en la creacin de una cultura comn entre los indgenas y los europeos. Se trata de salir del enfoque tradicional y sin duda reductor del encuentro o malencuentro en trminos de una simple confrontacin entre dos bloques monolticos, los indios por un lado y los colonizadores por el otro. Pues las mltiples interacciones desembocaron en la formacin de nuevos espacios y de nuevas instituciones de comunicacin as como tambin en la definicin de nuevas pautas de comportamiento. Producto de la mezcla de distintas tradiciones, el middle ground, concebido como espacio real a la vez que simblico, es la expresin de la creacin de Nuevos Mundos en

  • el Nuevo Mundo. Tenemos aqu una definicin de los fenmenos de Middle Ground que se aproxima bastante de las caractersticas de este pensamiento mestizo analizado recientemente por Gruzinski (1999).

    Observemos que las nociones de etnognesis, middle ground y pensamiento mestizo remiten a fin de cuenta al mismo de tipo de preocupacin: se trata de salir de los modelos rgidos, etnocntricos y etnicistas anteriores con el fin de restituir toda su complejidad a la realidad colonial.

    Ilustremos ahora nuestro propsito a travs de varios ejemplos concretos.

    2 a. Los jumanos

    Siempre ha existido la duda con respecto a la identidad y la cultura de los jumanos. Estos indgenas, que aparentemente no contaban con ningn tipo de organizacin sociopoltica estable, pareca que tampoco posean territorios de lmites definidos de modo preciso. Evolucionaban como si estuvieran dotados de una suerte de don de ubicuidad en un espacio extremadamente vasto. Se mencionaba su presencia en Nuevo Mxico, al este de Texas, en Nueva Len, en Nueva Vizcaya y al norte del ro Arkansas. Eran de enorme movilidad y establecan alianzas con los ms diversos pueblos, como los Pueblos, los hasinai y los de Quivira. La identidad de los jumanos se torna an ms problemtica cuando a principios del siglo XVIII, esta nebulosa tnica se disipa, y esta extendida nacin desaparece furtivamente, al igual que como haba aparecido, en los intersticios de la historia, sin grandes rebeliones ni resistencias estruendosas. Ubicuidad, diseminacin, pasaje, mezcla y desaparicin, son fenmenos que crean problemas.

    El enigma que presentan los jumanos cuestiona de modo directo nuestras categoras de anlisis. La identidad y la entidad mezcladas de estos indgenas remecen nuestros hbitos intelectuales. Sin embargo, tenemos que reconocer que no son ellos quienes constituyen un problema, sino que es nuestra manera de aprehender los mundos mezclados, las identidades mltiples y las constantes metamorfosis (Gruzinski 1999: 19-20).

  • Para liberar nuestra mirada -y con el objeto de resolver el enigma jumano que los mismos etnohistoriadores contribuyeron a crear- se hace indispensable modificar por lo menos tres aspectos del enfoque tradicional:

    En primer lugar, tenemos que considerar esta sociedad en lo que ella es, es decir, una sociedad compuesta fundamentalmente de passeurs o de intermediarios. Luego, debemos pensar la identidad de estos aborgenes en trminos de diferenciacin. Por ltimo, conviene interpretar su desaparicin en trminos de mutacin.

    A continuacin, me referir brevemente al caso de los jumanos. Pues para estudiar esta historia en forma detalla, sera necesario abordar las configuraciones y re-configuraciones tnicas regionales de los llanos del sudoeste entre los siglos XVI y XIX. Lo que resulta una empresa por dems azarosa en la medida en que los especialistas de esta regin recin empiezan a descubrir el carcter absolutamente arbitrario de las antiguas parcelaciones tnicas. stas entregaban la imagen de un espacio compuesto de unidades culturales y sociopolticas discretas, de fronteras bien delimitadas: los apaches, los cheyennes, los kiowas, los comanches, etc. De modo que si evoco aqu el problema jumano, lo hago en especial para proponer algunos interrogantes en relacin a nuestro modo de abordar las etnias[12].

    La antroploga Nancy Hickerson (1996, 1994) propuso recientemente, una nueva lectura del pasado jumano entre los siglos XVI y XVIII, realizando bsicamente el trabajo de reconstruccin histrica a travs del anlisis minucioso de las fuentes ms ancianas: de Cabeza de Vaca (1533-1535), Coronado (1541), Espejo (1582-1583), Castao de Sosa (1590-1591), Oate (1598-1601) y Benavides (1630). Es as como determin las principales zonas de implantacin y las caractersticas socioeconmicas de los jumanos. Dispersos en un vasto territorio, el conglomerado jumano estaba compuesto por grupos cibolos, caguates, cholomes, otomoacas, tanpochoas, etc. Vivan exclusiva o temporalmente en aldeas en Nuevo Mxico, o en campamentos situados en los llanos. En otoo, realizaban expediciones de caza y giras comerciales a los valles del sur y a Texas. Lo que s es seguro es que estos indios eran comerciantes y cazadores de bisontes. Hacan circular objetos y cumplan el rol de intermediarios comerciales entre los indios de Texas (caddoan), los Pueblos y los wichitas de Quivira. La adopcin del caballo desde 1570 se produce muy rpidamente, dado el rol central que cumplen estos indios en los intercambios regionales, ya que los caballos, adems de acelerar las

  • comunicaciones, duplican su capacidad comercial, aumentan su capacidad de transporte al agregarles una carreta y al mismo tiempo, desarrollan su crianza, lo que les permite luego venderlos como monturas a los otros indgenas.

    De este modo, lo que distingue a estos indios de otros pueblos de la regin es lo que podramos llamar su cultura del comercio. Ellos hacen de fase intermedia (interface) entre los pueblos cazadores nmades de las llanuras y los agricultores de los valles del ro Grande. Ya que nos encontramos ante la ausencia total de caractersticas culturales bien definidas, quiz resulte ms adecuado entender el trmino jumano como una categora que designa a los comerciantes. Por consiguiente, estos indios se distinguiran de los otros, esencialmente por el tipo de actividad que realizan y no, en funcin de una supuesta serie de atributos culturales. Bien podra ser que ser jumano se refera a tener el estatus de comerciante, como parece confirmarlo su historia posterior. Pues al ser desplazados de su posicin de mediadores y de comerciantes por los apaches a fines del siglo XVII, los jumanos desaparecen en cuanto supuesta etnia, para renacer ms al norte, pero esta vez bajo el nombre de kiowa, tambin pueblo comerciante y cazador de bisontes.

    Por consiguiente, si la identidad social de los jumanos se defina en funcin de su actividad econmica, resulta lgico que la prdida de su signo distintivo a causa de los cambios en las relaciones de fuerza en la regin, haya conducido a la desaparicin, conversin y migracin de los miembros de este grupo. Aqu vemos ilustrado lo que afirmabamos anteriormente, es decir que las identidades culturales y los mestizajes son ante todo fenmenos polticos que remiten al tejido sociopoltico existente en un sistema regional dado, en un determinado momento de la historia.

    Los espaoles intentaron hacer de los jumanos una nacin en el sentido poltico del trmino. Reforzaron su rol como intermediarios en las comunicaciones con los indios de Texas con el objeto de crear una zona colchn o como baluarte defensivo contra las invasiones de las potencias extranjeras. En los aos 1630-1640 los franciscanos iniciaron sus obras misioneras en la zona de Salinas. En la segunda mitad del siglo XVII, el lder Juan Sabeata, nacido en 1630 en la provincia de Tompiro y que se deca cristiano, fue nombrado gobernador de los cibolos, de los jumanos y de las naciones del norte por el gobernador de Nueva Vizcaya. Sin embargo, la intensificacin de los raids y de la presencia apache transform radicalmente las

  • relaciones de fuerza en la regin. No era novedad la guerra entre apaches y jumanos. Pero durante todo el siglo XVII, los apaches aumentaron considerablemente su poder militar. Al atacar a los Pueblos, extendieron sus territorios hacia el sur y hacia el este, apropindose de este modo de los ejes comerciales controlados anteriormente por los jumanos. Los grandes trastornos provocados por las invasiones apaches explican en gran parte la dispersin de los jumanos que adems, debe entenderse como una mutacin. Como decamos, mientras que una parte de los jumanos se unieron con los apaches conquistadores, otra emigr hacia el este y particip en la formacin de los kiowas. Aliados a los caddoan, los antiguos jumanos reorientaron su comercio hacia el norte en direccin al Missouri. Durante el siglo XVIII, posiblemente bajo la presin de los comanches, los kiowas se instalaron ms al norte, en la regin de Arkansas, zona ideal para el pastoreo. Es as como los kiowas llegaron a ser los intermediarios comerciales entre los wichitas, los franceses de Luisiana y los indios de los valles del norte. Al igual que los antiguos jumanos, practicaban el comercio, la crianza de ganado y la caza.

    De esta manera, los jumanos desorganizados, participan con su conversin identitaria a la gnesis de una nueva nacin: los kiowas, tambin compuesta, y que mantena relaciones de intercambio, de alianzas poltico-matrimoniales con los crow, los mandans, los arikaras y los hidatsas. Y por ltimo, la irona de la historia, los kiowas se aliaron con los comanches a principios del siglo XIX, abrindose de este modo la puerta hacia el sur. Unos cien aos despus de la partida de los jumanos, los kiowas, sus lejanos herederos, volvan a encontrar las tierras del ro canadiense y los espacios texanos y mexicanos.

    2 b. Los miskitus

    El tercer caso que recordamos es el de los miskitus, que muestra muy netamente que una identidad colectiva no se reduce a una herencia cultural, sino que se construye como un sistema de distanciamiento y de diferencias en relacin a otros significantes en un contexto histrico y social determinado (Poutignat & Streiff-Fenart 1995: 192). Proporciona, adems, un perfecto ejemplo de etnia como creacin colonial y representa un caso de etnognesis en el sentido estricto de la palabra.

  • La costa centroamericana del Caribe, poblada de indios considerados como belicosos y pobre en minerales, poco atraa a los primeros espaoles que de preferencia se establecieron en la costa del Pacfico. Recin en el siglo XVII se realizaron contactos regulares entre los indgenas de la regin y los nuevos llegados: negros e ingleses. De acuerdo a las primeras descripciones, los indgenas se organizaban en rancheras dispersas. Eran seminmades y de acuerdo a su localizacin en la costa o al interior, practicaban la caza, la recoleccin, la horticultura y la pesca. El paisaje lingstico se caracteriza por su diversidad y parecen haber sido frecuentes las guerras entre indgenas. El bloque de poblacin as llamado sumu que habita la regin, se divide en varios subgrupos que hablaban dialectos diferentes. La nacin miskitu surge del subgrupo de dialecto bawhika del cabo de Gracias a Dios. Segn Nietschmann, lo que caracteriza a estos indios y los distingue de otros grupos de la regin es su cultura martima (1993: 23-26). Esta precisin tiene su importancia ya que fue precisamente su conocimiento profundo del litoral que har de ellos los intermediarios casi exclusivos de los ingleses.

    Luego de un breve contacto con los puritanos de la isla de Providencia en los aos de 1630 (Garca 1999, 1996), un segundo mestizaje biolgico se produjo en 1641, con ocasin del naufragio de un barco que transportaba esclavos africanos. Los nufragos que fueron capturados por los indios de la zona del cabo de Gracias a Dios, se asimilaron rpidamente y se casaron con mujeres de la sociedad de acogida. Luego de esta primera incorporacin que sell desde su origen la distincin entre zambos miskitus e indios miskitus, la historia parece acelerarse. Numerosos esclavos negros fugitivos encuentran refugio en la costa de Mosquitos. El mestizaje biolgico y cultural se intensifica por las relaciones que entrelazan los indios con los bucaneros y los comerciantes ingleses. El servicio domstico y sexual de las mujeres y ciertos productos locales (carne seca de tortuga, madera, piel de ciervo y de jaguar, ndigo, cacao, canoas, goma, etc.) se intercambian por cuchillos, vestimentas, clavos, anzuelos, plvora, hachas y armas de fuego. La posesin de armas de fuego, la intensificacin del comercio con los piratas y comerciantes ingleses y la amplitud del mestizaje, son precisamente los que transformaron el sistema de relaciones intertnicas de la regin. En un paisaje etnolgico caracterizado anteriormente por su fluidez, se comienzan a distinguir progresivamente dos grandes bloques de poblacin: por un lado los miskitus, guerreros, saqueadores y comerciantes que se encuentran abiertos hacia el exterior y que

  • se adaptan fcilmente a los cambios, y por otro, los sumus, dominados, sometidos a las incursiones de los miskitus en busca de esclavos y poco dispuestos a mezclarse con los nuevos llegados. La formacin de estas dos naciones remite por lo tanto fundamentalmente a los efectos de la irrupcin colonial. Los miskitus, fuertes por el aporte demogrfico externo, mejor armados y abiertos a las nuevas oportunidades que ofreca el comercio, extendieron progresivamente su dominacin al conjunto del litoral que se extiende entre ro Negro al norte y ro Escondido al sur. La gnesis de esta nacin, que se manifiesta a travs de importantes reestructuraciones en los campos econmico y social, se materializa en 1687, luego del establecimiento del reino miskitu bajo impulso de los ingleses. Cuarenta aos despus de instituir el primer rey, el reino sufre una nueva transformacin poltica. Queda compuesto de cuatro parcialidades: dos zambas, dirigidas por el rey y un general y dos indias a cuya cabeza se encontraba un gobernador y un almirante (Garca 2000). Es durante este perodo que los miskitus, aliados a los ingleses, se convierten en temibles piratas, comerciantes y cazadores de esclavos, cuyo radio de accin se extiende a lo largo del litoral central del caribe y penetra bien adentro al interior del territorio. Atacan por mar y por tierra los villorrios indios y los establecimientos espaoles de Honduras, de Nicaragua, de Costa Rica y de Panam. Entre 1654 y 1743, expediciones anglo-miskitu destruyen en cinco ocasiones la ciudad de Nueva Segovia. El rey miskitu fuerza a los sumu y los rama a entregarle un tributo en canoas, anzuelos y hawksbill shell. Ante la imposibilidad de repeler los ataques de los miskitus, las autoridades de la Audiencia de Guatemala y de Nicaragua, despus de haber pensado en el puro y simple exterminio y deportacin de esta clase de zambos compuesta de pocos indios puros, de algunos blancos y mulatos forajidos y de mestizos de negro e indiano[13], no pudieron impedir que se desarrollara localmente una poltica de paz por compra. Convertidos en cierta forma en tributarios de los indios, cada ao las autoridades locales envan el regalo del Rey Mosco a los habitantes de la costa de Mosquitos (Garca 1999: 104).

    La penetracin miskitu en el interior, el rol de intermediario comercial que juegan entre los sumus y los europeos de la costa y la dominacin poltica y econmica que ejercen en la regin, contribuyen a que el dialecto miskitu se imponga como lingua franca.

  • Entre los fenmenos que permiten explicar el ascenso poltico y econmico de los miskitus, conviene considerar la importancia de la caza de tortuga, cuya carne seca producida en cantidades considerables constitua un componente principal del rgimen alimenticio de indios y europeos de las costas caribeas de Amrica Central, como tambin de los trabajadores de las plantaciones de azcar de Jamaica. Y sucede que los turtlemen ms experimentados de la regin eran precisamente los miskitus quienes dominaban esta especie como los indios de los valles norteamericanos controlaban el bisonte y los de la Araucana y de las pampas, los animales bovinos y equinos.

    As es como a principios del siglo XVIII, la economa y la sociedad miskitu se encuentran completamente vuelta hacia el exterior. Retomando el trmino de Mary Helms (1971, 1969), podemos hablar de la entidad miskitu como de una purchase society. Los hombres se ausentaban de sus villorrios durante varios meses cuando realizaban expediciones guerreras y comerciales que los llevaban a lo largo de las costas del Caribe centroamericano que en ese entonces dominaban casi por completo. La estabilidad de su alianza con los britnicos y su gusto por la cultura inglesa slo es comparable a la repulsin y al odio que les inspiraban los espaoles: consideran al rey de Inglaterra como su soberano, aprenden nuestra lengua y consideran al gobernador de Jamaica como uno de los ms grandes prncipes del mundo escribe un testigo de la poca[14].

    En 1787, cuando los ingleses dejan el litoral, los miskitus son ms poderosos que nunca. El rey Jorge II domina la parcialidad de los zambos entre los ros Coco y Sandy Bay, y el gobernador Colville Briton se encuentra a la cabeza de la de los indios, ms al sur. Los conflictos internos que se desarrollan entre zambos e indios entre los aos 1787 y 1792, bajo un fondo de intervencin espaola, bien merecen ser recordados. Luego de la partida de los ingleses, los espaoles intentan dominar el reino miskitu. Como el rey Jorge se encontraba poco dispuesto a tratar con las autoridades de Nicaragua, los espaoles tratan de explotar las tensiones existentes entre las dos parcialidades. Comprometen al gobernador Briton a devolver a los esclavos espaoles que tiene en su poder y frente a su deseo de casarse con una de sus cautivas espaolas, le proponen realizar una unin cristiana. Poco despus, Briton se convierte al catolicismo y es bautizado en Len y se casa con Mara Manuela Rodrguez. Este bautizo absolutamente poltico se acompaa de una serie de acuerdos que consideran la

  • liberacin de las mujeres espaolas cautivas y el ingreso de misioneros franciscanos a tierras indias. Estas medidas que atan de una nueva manera y de modo ms restrictivo a los miskitus a una nacin extranjera aborrecida, atenta por aadidura contra el comercio de esclavos, provocando el descontento de los zambos del rey Jorge y de los sbditos del gobernador. En 1789, Briton es asesinado. El nuevo gobernador de los indios, Alparis, sobrino de Briton, reivindica entonces la corona Miskitu. Como verdadero indio [15], rechaza la autoridad del rey Jorge al igual que la supremaca de los zambos sobre los indios. Ante la amenaza que representa Alparis para su nacin, Jorge lo hace ejecutar en 1792. Jorge queda as el nico dueo de las dos parcialidades, unifica el reino miskitu, echa a los misioneros y pone trmino a las pretensiones espaolas de conquistar la Costa de Mosquitos. De hecho, el reino miskitu existir hasta 1860, fecha en la que los ingleses reconocen la soberana de Honduras y de Nicaragua y dejan definitivamente los territorios costeos. Resulta interesante observar que los miskitus continuarn sintindose atrados por la cultura anglosajona y no se sentirn jams integrados al estado nicaragense que a fines del siglo XIX tuvo que recurrir a las armas para conquistar sus territorios.

    Considerndose ms civilizados que los criollos y los mestizos del Pacfico, los miskitus dirigirn siempre su mirada hacia el Atlntico. Nacidos del contacto entre ingleses y negros, no corresponden en nada al estereotipo de la sociedad tradicional a la cual nos ha acostumbrado cierta etnologa exotizante. El rey Jorge Augusto Federico que rein entre 1845 y 1864 haba estudiado en Jamaica, deca que era ms ingls que los ingleses y tena una biblioteca que contena, fuera de libros sobre Amrica Central y la costa de Mosquitos, obras de Shakespeare, Byron y Walter Scott de los que l se daba el gusto de citar pasajes a sus visitantes de categora (Garca 1996: 50).

    Luego del golpe de fuerza militar de 1893, el ltimo rey miskitu se exilia en Jamaica. A fines del siglo XIX, el reino ya no existe, pero hasta hoy estos indios no han dejado de cultivar su diferencia, rechazando los elementos culturales y simblicos hispano-criollos e incorporando aquellos que provienen de la cultura anglosajona. La incorporacin de la alteridad en la construccin dinmica de s mismo se ha realizado de manera selectiva a travs de un juego de distanciamiento y de diferencias en relacin a otros significantes. La etnia miskitu no ha existido desde siempre y no ha existido jams como monada cultural. Su gnesis y su funcionamiento seguiran siendo

  • incomprensibles si no se toma en cuenta en el anlisis la totalidad de los protagonistas, presentes o imaginados. Como tampoco podramos comprender la historia de esta etnia si slo la percibiramos a travs de la idea de un largo proceso de desculturacin de indios originariamente puros. La identidad miskitu nos remite fundamentalmente a ese pensamiento mestizo cuyos mecanismos intent demostrar recientemente Serge Gruzinski (1999). Ya que es precisamente en la metamorfosis que se encuentra la verdadera continuidad de las cosas miskitus.

    2 d. Los reche-mapuche

    El mundo de los reche-mapuche tambin adquiere una mejor comprensin si se lo concibe de modo dinmico, si se lo acepta tal cual es en su realidad polimorfa. Tambin en esto veremos como los efectos de la conquista repercutieron hasta las extensiones ms profundas de las pampas, de modo que no podremos darnos por satisfechos con el mero anlisis de esta historia en trminos de aculturacin y de resistencia. Veamos brevemente algunos jalones cronolgicos.

    Fue en los aos 1550 que se emprende la conquista del centro-sur del Chile actual. Mientras que los territorios situados al norte del ro Bo-Bo fueron dominados sin grandes dificultades, la marcha hacia el sur se vio interrumpida por los araucanos. Estos indios, que en realidad se llamaban reche (la verdadera gente), resultaron ser feroces guerreros. El carcter accidentado del territorio, el rigor del clima y la naturaleza multicfala de la organizacin sociopoltica indgena fue un impedimento para que los espaoles pudieran establecerse en forma permanente. Sus fuertes eran constantemente atacados, el camino real constantemente cortado, de modo que lejos de llevar a una rendicin de parte de los indgenas, todo esto no haca ms que reforzar su determinacin a no dejarse someter. En 1598, es decir, ms de cuarenta aos despus de la primera rebelin general que le cost la vida a Pedro de Valdivia, los indios se sublevaron de nuevo. Esta vez, expulsaron definitivamente de sus tierras al invasor. Los siete establecimientos espaoles fueron saqueados y destruidos, ejecutado el gobernador Martn Garca de Loyola, los espaoles fueron obligados a retroceder al norte del Bo-Bo que se instituy desde entonces en la frontera meridional del reino de Chile. Es entonces que se inicia la guerra de la maloca. Hasta los aos 1655, y a pesar de las

  • tentativas de pacificacin poltica que promovan los jesuitas, los territorios indios fueron objeto de sistemticas razzias. Fueron aniquiladas sus cosechas, sus siembras y sus chozas, capturados los rebeldes y reducidos a esclavitud y deportados. Frente a lo cual, los indios no se quedaron impvidos. Los reche centrales que haban adoptado ya el caballo, emprenden a su vez malocas o malones en el territorio enemigo. Es as como la razzia y la crianza de ganado se van diseando poco a poco como los nuevos polos de la economa indgena. Los reche se apropian de los animales de las estancias hispano-criollas y de las reducciones de los indios amigos de la frontera. La captura de piezas se intensifica. Las mujeres blancas que eran muy valoradas, pasan a ser un smbolo de estatus. Las jvenes cautivas son integradas a la mquina productiva al igual que los hombres cuando stos no son sometidos al ritual canbal o incorporados a la tropa (Boccara 1999a, 1998).

    En la segunda mitad del siglo XVII, la dinmica de las guerras hispano-indgenas sufre un cambio. Por causas que resultan muy largas de sealar aqu, las autoridades coloniales fueron adoptando progresivamente otra poltica de conquista. Y desde entonces se propone pacificar la frontera meridional por medio de la misin y el parlamento (Boccara 1999b, Lzaro 1999). Los jesuitas, a quienes se les confa el trabajo de civilizacin de esos salvajes incorregibles, establecen sus misiones y efectan correras. Es el momento de la conquista espiritual en el que florecen capillas y cruces en el territorio pagano. Al trmino del siglo XVII, se institucionaliza y tiende a generalizarse, segn la terminologa de la poca, el parlamento o gran reunin poltica hispano-india, el segundo pilar de la nueva poltica de pacificacin, durante los cuales se llevan a cabo acuerdos econmicos, militares, polticos y religiosos. Las autoridades ambicionan reunir en un mismo espacio y durante un tiempo preciso, a la totalidad de las parcialidades indgenas de la frontera y de las tierras del interior.

    Los hispano-criollos van a utilizar estas dos tecnologas de poder, el parlamento y la misin, hasta el fin del perodo colonial. Pero cuando se producen las guerras de independencia, an no haban sido conquistadas las tierras situadas entre los ros Bo-Bo y Toltn. Ser el ejrcito chileno el que cincuenta aos ms tarde (1860-1883) va a proceder a su incorporacin a los territorios del joven estado-nacin.

    Luego de presentar este resumido escenario, pasemos a continuacin a la historia de este contacto bajo el ngulo privilegiado de los procesos de etnificacin y de

  • etnognesis. En primer trmino, vamos a observar en perspectiva un hecho masivo que permite comprender la dimensin del cambio que ocurri en el seno de las poblaciones indgenas entre los siglos XVI y XVIII. Los documentos de los primeros tiempos de la conquista son unnimes: la organizacin sociopoltica indgena se caracteriza por su dispersin. No existe ninguna institucin poltica central, ningn jefe que ejerza un poder de representacin permanente o que exija algn tributo. Tampoco, ninguna coordinacin institucionalizada de las diferentes unidades, fuera de la eleccin de un jefe, el toki en perodo de guerra. La trama social indgena aparece as muy floja y las mltiples parcialidades deben ser conquistadas una a una. Las unidades polticas autnomas que definen las partes ms grandes son los rewe y los ayllarewe, que comprenden una multitud de quielob o nexus endgamos. Finalmente, estos indgenas se llaman reche.

    Al trmino del perodo colonial: desde entonces, los documentos se refieren a la existencia de unidades polticas macro-regionales, los futamapu o grandes tierras, que reunan a varios ayllarewe. Estas unidades que dividan la Araucana en tres grandes espacios longitudinales, se caracterizan por su permanencia. Compuesta de varias miles de personas, cada una de estas tierras tiene un gran jefe o apoulmen a su cabeza. Los indios de los tres futamapu se autodenominan mapuche, y los que pertenecen a una tierra grande consideran extranjeros, ca-mapuche, a quienes pertenecen a los otros futamapu. Sin embargo, los mapuches de los tres futamapu hacen alianza para oponerse a los wingka, al Otro mximo, al Espaol (Boccara 1998).

    El contraste es tan fuerte que resulta difcil hablar de reche y de mapuche como de un solo y mismo pueblo. Estos cambios radicales en sus estructuras objetivas y en sus formas de definicin identitaria presentan el problema de las continuidades. Sin embargo hay que enfrentar sin temor el problema de los cambios para luego poder determinar la existencia de las permanencias. Como lo escriben Bensa y Leblic (2000: 5), los cambios son los que iluminan las permanencias.

    Recordemos entonces brevemente las transformaciones indgenas y tratemos de determinar los efectos combinados de las presiones exteriores y del movimiento interno que condujeron al surgimiento de una nueva etnia.

  • En primer trmino se hace evidente que el parlamento, la misin y las otras tecnologas del saber-poder (escuela de indios, caciques embajadores, capitanes de amigos, comisario de naciones), contribuyeron a fijar las cosas, a reificar las diferencias y a organizar el espacio. El parlamento no es un espacio neutro de la libre comunicacin y es mucho ms que el lugar de un pacto colonial como afirman algunos estudios recientes (Len 1993, 1992a). Es un espacio de imposicin de una norma jurdico-poltica (Boccara 1999b). Es un dispositivo de control de estado. Su objetivo es ms el de crear una commune mesure que el de reprimir los crmenes de lesa majestad. En primer trmino, pretende cuadricular un espacio. Los grupos indios que asisten son clasificados, ordenados y censados. Las parcialidades sueltas deben integrarse de modo permanente a conjuntos ms vastos y aunque los caciques presentes tienen derecho a la palabra, pesa ms la de los delegados ubicados en lo alto de la jerarqua. En este sentido, es significativo que slo las declaraciones de los representantes de las unidades polticas superiores hayan sido transcritas en las actas. El parlamento tiende a ser exhaustivo y en la medida en que se hace general, se propone reunir en un solo y mismo lugar a la totalidad de las unidades indias. Los nombres de los caciques son cuidadosamente establecidos y se utilizan las actas anteriores para recordarles a los jefes indios su deber de respetar los acuerdos de paz con las autoridades coloniales que firmaron sus antepasados y parientes.

    Por lo tanto, primer aspecto: el parlamento fija realidades e inmoviliza las identidades. Un indio pertenece exclusivamente a una de las tres grandes tierras. El orden socio-territorial que impone el parlamento se aplicar por igual a este mosaico tnico constituido por los as llamados pehuenches, indios de la cordillera. Estos pehuenches que no constituan una etnia homognea fueron sometidos a un intenso proceso de etnificacin en la medida que a travs de la designacin de delegados y de caciques gobernadores y con la distribucin de medallas y de bastones de mando a los supuestos representantes de esta nacin, los hispano-criollos crearon por completo esta entidad tnica. La etnificacin incluso fue contempornea a un proceso de etnicizacin ya que los conflictos que oponan a los indios de los Andes septentrionales a los de los Andes meridionales fueron interpretados como luchas fratricidas y hereditarias entre dos etnias, los pehuenches y los huilliches. Sin embargo, las divisiones entre pehuenches y huilliches no remiten en absoluto a distinciones tnicas o culturales[16]. La pehuencheidad se defina fundamentalmente en funcin del contexto poltico, militar

  • y econmico de fines del siglo XVIII. Los pehuenches, como grupo poltico y no como etnia, eran aliados de los espaoles. Reciban de estos ltimos un apoyo logstico apreciable en sus guerras por el control de las vas andinas de comunicacin, de las minas de sal y de lugares de pastoreo. Su nuevo estatus de intermediario y el surgimiento de una coordinacin poltica entre diferentes unidades anteriormente dispersas, terminaron en la formacin de una entidad que no exista anteriormente. Las autoridades coloniales contribuyeron en gran parte a la fabricacin de esta etnia nombrando al jefe Pichintur cacique general de la pehuenchada. En un acto de esencializacin que provoca an muchas vctimas entre los etnohistoriadores (Len 1999), proclam la reconciliacin entre ambas naciones, la pehuenche y la huilliche. Sin embargo, se observa que los as llamados huilliches andinos representaban a fines del siglo XVIII un conglomerado poltico muy complejo. Constaba de grupos de indios de las pampas, de los llanos de la Araucana e incluso miembros de la as llamada etnia pehuenche. En fin, se caracterizaban por su ubicuidad. Su presencia es de hecho mencionada en todas las fronteras espaolas del rea pan-mapuche. Segundo aspecto: el parlamento tiende a inventar una tradicin a travs de la escritura, tradicin que los indios harn suya, reclamando que se llevara a cabo un parlamento a cada cambio de gobierno. Y por ltimo, un tercer aspecto, que recuerda los efectos de la razn grfica en las sociedades de tradicin oral que analiz Goody, el parlamento proporciona a los indgenas una representacin resumida de la totalidad de su espacio.

    Tanto a nivel de las estructuras cognitivas como en las estructuras objetivas es que operan los mecanismos de reificacin, en la misma medida que la convocatoria regular de estas grandes reuniones obligaba a las unidades indias a institucionalizar un mecanismo de delegacin de poder. En cierto modo, algunos jefes se convierten en una especie de profesionales de la representacin, se transforman en intermediarios privilegiados y tienden a acumular las diferentes especies de capital. Sabemos que el objetivo de las autoridades coloniales fue la de crear cabezas. Se trataba de establecer una equivalencia perfecta entre el representante y los supuestos representados (Bourdieu 2000: 100). El parlamento se propone crear un pueblo mapuche con el objeto de poder luego substituirlo. Comprendemos entonces el sentido de instituir los caciques embajadores. Estos representantes mapuches en Santiago deban poder comprometerse y comprometer a sus pueblos desde la capital. Incluso las autoridades llegan a pensar en cambiar los parlamentos que resultaban muy caros y

  • polticamente poco rentables, por esta institucin. Y en verdad, para qu soportar el placer que tienen los indios por la palabra y tolerar sus ceremonias salvajes, cuando esta innovacin poltica permitira tener a mano a los plenipotenciarios indgenas que saben mejor que el pueblo mapuche lo que es mejor para el pueblo, y que sobretodo le entregara un poder absoluto a los espaoles. Las invenciones organizacionales que constituyen el parlamento y los caciques embajadores tienden a crear unidades indias discretas para absorberlas luego en el estado.

    El parlamento funciona, adems, como un mecanismo extremadamente poderoso de integracin del campo poltico indgena. Lleg a ser de tan capital importancia participar en l, que los indgenas que lo rechazan fueron expulsados de las esferas de poder[17]. Sin embargo, este incontestable proceso de etnificacin viene acompaado de una dinmica endgena, ya que si bien los indios de Araucana participan en la vida poltica en su frontera septentrional, ellos aprovechan las contradicciones propias a todo espacio fronterizo. Los vagabundos, conchavadores y otros malentretenidos del Bo-Bo intercambian cabezas de ganado robadas y aguardiente por ponchos indgenas. El capitn de amigos, que estaba destinado a vigilar y civilizar a los salvajes, vive de hecho a la usanza. En cuanto a los misioneros, si los indios los toleran es porque stos distribuyen bienes y se constituyen en un aliado poltico capital que proporciona licencias para el comercio fronterizo y puede resultar rentable en el orden espiritual. Pero consentir en la presencia de los misioneros no significa en ningn caso plegarse a la moral cristiana ni a la naciente disciplina capitalista (Boccara 1998).

    Los indios juegan el juego del parlamento, pero tienen ms de una cuerda en su arco. Las fronteras meridionales de Valdivia y las orientales de las pampas les permiten hacer la paz por el norte, al mismo tiempo que acometen con razzias otros espacios. A

    partir de la segunda mitad del siglo XVII los indgenas de la Araucana integran las inmensas pampas transandinas a su mbito de operaciones. Cazan al ganado cimarrn, atacan las estancias hispano-criollas y se mezclan con los indgenas de las pampas. La expansin indgena hacia el oriente durante todo el siglo XVIII es contempornea del movimiento de centralizacin y de cristalizacin del poder poltico. La economa se organiza desde entonces alrededor de tres polos: la razzia, el comercio y la crianza de ganado. El desarrollo de esta economa de depredacin, de comercio y de pastoreo viene acompaada por una transformacin de la naturaleza de las prcticas esclavistas. Las

  • mujeres robadas hilan y tejen los famosos ponchos. Los hombres y los nios son vendidos en las fronteras o circulan al interior de un territorio indgena que desde entonces se extiende entre los dos ocanos. La sociedad mapuche, animada por un poderoso movimiento interno no parece retroceder ante ninguna innovacin, salvo que sta conllevara el peligro de la heteronoma.

    Y es aqu donde calamos hondo en el principio fundamental del funcionamiento de la mquina social indgena: la construccin de s mismo en un movimiento de apertura hacia el Otro. Sabemos que los reche de los primeros tiempos de la conquista adoptaron muy rpidamente el caballo, diversos cultgenos y el hierro. Y que tambin incorporaban las cualidades del Otro mximo a travs del trabajo ritual en el cuerpo del enemigo capturado en combate. Los jefes mapuches se sentan atrados por las mujeres wingka y los nios que nacan de estas uniones mixtas eran integrados totalmente a la sociedad indgena. Los cautivos experimentaban un proceso de recheizacin forzado. Los misioneros que fueron tomados inicialmente por chamanes y luego secularizados, no pudieron librarse del lugar que los indios les asignaron en su universo mental y social. En el siglo XVIII, los mapuches sacaron tan buen partido del comercio, que la sociedad colonial de la frontera qued sin ganado porque lo haban cambiado por los ponchos que en ese entonces los indios producan por millares. Los grandes caciques mapuches del siglo XVIII eran generalmente mestizos o sang-ml. Saban espaol, aunque se negaban a hablarlo y cultivaban con distincin el mapudungn. Tenan a la vez nombres mapuches y cristianos, se bautizaban y reciban con honor el ttulo de soldado distinguido del ejrcito real, a cambio por supuesto de un sueldo y de algunos presentes. Enviaban a algunos de sus jvenes parientes a estudiar al colegio de hijos de caciques de Chilln o de Santiago y se aseguraban de los servicios de un escribano. En resumen, los ulmen (caciques) mapuches no corresponden en nada a la imagen estereotipada y arcaica del feroz guerrero emplumado que slo tena por arma una lanza de caa a la cual habra adaptado, en un acceso de locura innovadora, una punta de fierro!

    Si los contactos pluriseculares y polimorfos con el invasor wingka determinaron el surgimiento de la etnia mapuche, observamos que sus efectos se sintieron tambin, por rebote, al oriente de la cordillera, ya que durante los siglos XVII, XVIII y XIX, se advierte un verdadero trastorno de la configuracin tnica pampeana. Los estudios

  • etnohistricos no permiten an medir exactamente la dimensin de este fenmeno. Pero sabemos por lo menos que el as llamado proceso de araucanizacin de la pampa consta de varias etapas. A un primer momento de difusin de elementos culturales mapuches (lengua, tejidos, agricultura), habra sucedido una verdadera intensificacin de los flujos migratorios oeste-este. Lo que es seguro es que la intensidad de la circulacin entre los dos lados de los Andes, el establecimiento de redes comerciales, las alianzas poltico-matrimoniales, hacen de este inmenso espacio un laboratorio privilegiado para quien desee analizar los procesos de mestizaje y de etnognesis en los hinterlands americanos. Slo recientemente ha sido cuestionado el cuadro interpretativo dominante que reposa sobre la hiptesis de un mestizaje unilateral dominantemente araucano (Mandrini & Ortelli 1995, Ortelli 1996). Al igual que ha sido cuestionado el uso de macro-categoras pseudotnicas como las de tehuelche, pampa y auca (Nacuzzi 1998). De hecho, lejos de postular la existencia de cualquier etnia, hay que conocer su proceso de fabricacin, ms an si nos encontramos en presencia de territorios sometidos a tales trastornos.

    Es as como los ranqueles del sur de Mendoza y de San Luis no son ni araucanos de pura cepa ni oriundos de las pampas. Estos grupos que aparentemente surgieron de un primer mestizaje entre indios andinos de los alrededores de Neuqun con los autctonos de mamlmapu, hicieron su aparicin en la pampa central en el ltimo cuarto del siglo XVIII. Practicaban la crianza de animales y mantenan en sus campamentos centenares de cautivos (indios y no indios). Unan una poltica de aproximacin con las autoridades coloniales a la empresa maloquera. Uno de sus ms famosos caciques, Llanquetruz, tena una esposa blanca y numerosos consejeros cristianos. Baigorrita, otro de sus jefes, era un mestizo de madre criolla. Incluso exista un cierto cacique Blanco, de ojos azules y barba rubia. La unidad sociocultural de estos indios, tal como la concibe tradicionalmente la etnohistoria, acarrea problemas ya que en 1781, Zizur menciona dos poblaciones, los ranquichules y los peguenchis en la zona de Salinas (Fernndez 1998: 66). Sera posible que treinta aos despus de su emigracin, los indios andinos continuasen cultivando su especificidad? Y si hubiese sido as, por qu persiste esta diferenciacin?

    Por otra parte, sabemos que la prctica intensa de la esclavitud, la incorporacin de refugiados chilenos patriotas y realistas, de unitarios, montoneros y otros fugitivos

  • hicieron que la distincin entre ranqueles y gauchos resulte difcil de establecer. Al igual que muchos otros aspectos similares del proceso de mestizaje que experimentaron los cherokee de Amrica del norte (Delanoe 1982, Perdue 1979), la etnognesis de los ranqueles nos obliga a abandonar nuestras categoras tradicionales, sobretodo cuando sabemos que estos indios, a travs de su participacin en los parlamentos (1794 en Lloucha al sur de Mendoza y en 1799 en Mendoza con el comandante de la frontera Juan Francisco Amigorena) experimentaron los efectos de etnificacin al que nos hemos referido anteriormente: Amigorena entreg un pasaporte a los indios y design a Carripilon cacique gobernador principal caudillo de la nacin Ranquelche (Fernndez 1998: 84-85). A partir del gobierno de Rosas se acompaa la etnificacin (proceso por el cual se cristalizan elementos culturales y polticos anteriormente fluidos) de un proceso de etnicizacin, es decir, de lectura de la realidad social y poltica a partir de un prisma racial y tnico-cultural. La conquista del desierto convertir a los indios enemigos del joven estado-nacin en indgenas de origen chileno. Guerra de limpieza y de consolidacin de territorios argentinos, la conquista del desierto se realizar como guerra de independencia. De cierto modo, podramos decir que se nacionaliz como chilenos a los indios enemigos. Por ltimo, en los aos 1878-1879, acelerando la instauracin de un cuadro jurdico nico, las autoridades argentinas obligaron a los indios a repensar sus instituciones al igual que su relacin con el territorio. En la medida en que los tratados firmados entre caciques y autoridades comprometan al conjunto de los miembros de una supuesta nacin india, los jefes deban vigilar a sus miembros. En caso de que los indios sueltos violaran el tratado, se tomaban represalias contra toda la nacin y sus representantes. Como es de suponer, no fueron pocos este tipo de accidentes y es as como Roca justific la guerra contra los ranquelinos, guerra que termin en 1880 con la desaparicin de la raza ranquelina[18].

    Es necesario precisar que la modificacin del contexto econmico jug un rol crucial en la recomposicin y en la resignificacin de la configuracin tnica de las pampas. La extincin del ganado cimarrn y la expansin criolla de la crianza de ganado convirtieron al territorio en un asunto central. No se trataba ya de tener el acceso a los recursos de ciertos espacios de lmites inciertos, sino que de determinar los derechos de propiedad de territorios desde entonces claramente delimitados. Como lo ha demostrado muy certeramente Kristine Jones, la construccin del estado nacional argentino bajo Rosas se acompa de una sedentarizacin de los grupos indios (Jones

  • 1984). A la trashumancia estacional y a la multiplicidad de grupos domsticos se fueron substituyendo progresivamente entidades polticas sedentarias. Cambi la naturaleza del poder que ejercan los caciques y aparecieron poderosos cacicatos. El territorio ya no tena slo un valor de uso, sino que tena un valor en s. Luego de las campaas que Rosas llev a cabo a principios del ao 1830, las sociedades indgenas se establecieron en territorios relativamente bien circunscritos cuyos derechos fueron reconocidos en diferentes tratados. El paisaje geotnico amerindio, anteriormente caracterizado por la movilidad, se fij y se lleg a distinguir en funcin de criterios tnicos, los indios de las Salinas Grandes, los tehuelches de ro Negro, los voroganos, los indios del pas de la manzana, los ranqueles, etc. Desde entonces, todos estos grupos fueron identificables y se registraron a sus caciques. Los conflictos que los oponan eran desde entonces interpretados en trminos tnicos y se hicieron de ellos entidades culturalmente distintas. Estas tcnicas e ideologas de sustancializacin que tienden a crear fetiches y a fijar las identidades, se acentuaron entre 1860 a 1880 terminando en una representacin extremadamente simplificada del paisaje etnolgico de las pampas y de la Patagonia en tres grandes unidades: los pampas, los tehuelches y los araucanos. Sabemos que esta triparticin constituir el punto de partida de muchos estudios etnohistricos.

    En cuanto a nosotros propondremos la siguiente hiptesis: si admitimos que estas diferencias tnicas son el producto de una historia y que antes de que se dibuje un paisaje cultural hecho de segmentos, prevalecen cadenas de sociedades y espacios sociales configurados en base a redes de identidades interdigitadas, parece entonces ms apropiado interpretar la formacin de estas unidades en funcin de un sistema de transformacin en el cual el operador sera la intensidad de los lazos de dependencia poltica y econmica de los diversos grupos frente al mercado y al poder colonial[19]. Una simple hiptesis, por supuesto, pero que los recientes estudios de los etnohistoriadores argentinos tienden a confirmar.

    De este modo para explicar la formacin de las etnias de Araucana, de las pampas y del norte de la Patagonia hay que tomar en cuenta una multiplicidad de causas. Las etnias mapuche, ranquelche, pehuenche o huilliche, no son materiales

    preconstrudos, sino que son el producto conjunto de diversos ajustes coloniales y surgen luego de la aparicin de nuevas necesidades econmicas y polticas.

  • Antes que los dispositivos de poder y las tipologas trazadas por los colonizadores produjeran sus efectos, estas unidades sociales amerindias se situaban en un continuum sociocultural, de modo que lo que podramos llamar la mapuchidad, la ranquelidad, etc., no son posibles de definir fuera de las relaciones de fuerza de las pocas estudiadas. Como lo afirma Bensa (2000: 11), ninguna investigacin etnolgica puede ahorrarse un trabajo histrico. El registro de identidades, la puesta en marcha de mecanismos de delegacin de poder, la territorializacin de las unidades sociales, la determinacin de los atributos culturales, en resumen, todas las innovaciones polticas, contemporneas a la formacin del estado burocrtico moderno y de la expansin capitalista, se sitan en la base de la invencin de muchas de las culturas indias supuestas tradicionales. Como lo advierte Amselle para el caso africano, la razn etnolgica dominante no ha hecho ms que prolongar estos cortes realizados por los administradores coloniales y por los padres de los jvenes estados-naciones latinoamricanos. Los especialistas, no slo han estado ciegos a los procesos de etnificacin, sino que casi no han tomado en consideracin la facultad de innovacin de las as llamadas sociedades tradicionales, reconocindoles como mucho, a las ms primitivas y rebeldes, una notable capacidad de resistencia. Recin comenzamos a descubrir que nada es menos tradicional que una sociedad primitiva (Amselle 1990: 57) y que todo lo que es diferente a nosotros no es necesariamente extico, tradicional, desconnectado o fuera de la historia (Thomas 1998).

    A modo de conclusin

    Ms all de la diversidad de los casos y contextos sociohistricos abordados aqu, nos parece posible sacar algunas enseanzas generales en cuanto a las modalidades del contacto euro-indgena as como tambin acerca de la lgica social que parece manifestarse a travs de las experiencias miskitu, mapuche y jumano.

    En primer lugar, haremos observar que estos ejemplos ilustran de manera concreta lo que avanzaba en mi introduccin en trminos generales, a saber que algunas etnias amerindias son producciones coloniales que emergieron a travs de un doble proceso de etnificacin y etnognesis. Los mltiples registros, los parlamentos y tratados, la delegacin del poder poltico, la imposicin externa de identidades fijas,

  • todo lo que llamara los dispositivos de saber-poder, contribuyeron de manera capital en la etnficacin de esos grupos. Sin embargo, y parafraseando a Foucault (1991), har notar que si bien los agentes coloniales saban lo que hacan y porqu lo hacan, no pudieron medir las consecuencias de lo que hacan. En otros trminos, se puede afirmar que estos dispositivos de reificacin produjeron efectos perversos, en el sentido que Boudon (1977) da a este trmino. Las construcciones pluritnicas pan-mapuche, las dinmicas socio-econmicas y guerreras vinculadas a la emergencia de la entidad miskitu, la metamorfosis de los jumanos en kiowas, constituyen fenmenos que no fueron previstos por los colonizadores. Son estas adaptaciones y resistencias creadoras de transformaciones que transcienden a menudo las conciencias individuales las que llamo etnognesis. Esta misma constatacin, pero considerada ahora desde el punto de vista de las formas de definicin identitaria y de las identidades tnicas, nos permite apuntar hacia la existencia de una relacin dialctica entre la definicin interna de un grupo y la categorizacin externa. Las identidades no son fijas, sino que resultan ser el objeto de negociaciones y de reformulaciones (Garca 1996: 29). Es as como las trayectorias histricas de los mapuches, miskitus y jumanos demuestran que los colonizadores, a travs de sus sistemas econmicos, polticos y religiosos, se volvieron un elemento estructural de las sociedades indgenas de las fronteras. Sin los invasores, tales sociedades nunca hubieran existido. Es por ello que para re-encontrarnos con estas sociedades de las fronteras, se hace necesario mantenerse lo ms cerca posible del contexto sociohistrico. Pues es slo a travs de un anlisis terre terre que podremos evitar los escollos etnocntricos y esencialistas que marcaron las investigaciones

    etnohistricas hasta hace poco. Conviene deconstruir el objeto tnico a travs del estudio de las imgenes que se han aplicados a estas sociedades en distintos momentos de la historia. Hacer estallar el carcter de evidencia del objeto tnico es demostrar su naturaleza fundamentalmente relativa. Conviene tambin adherirse lo ms posible a la realidad con el fin de evitar el occidentalismo (Rotter 2000), esta nueva forma de esencialismo, que consiste en darle al proceso de colonizacin una coherencia ficticia y a la sociedad colonial un carcter monoltico que nunca tuvo. Mantenerse pegado al contexto nos lleva finalmente a rechazar la univocidad y el culturalismo de ciertas concepciones del mestizaje. La transferencia de tecnologas, la circulacin de objetos y personas o la adopcin de elementos exgenos no se efectuaron en un sentido nico, desde las sociedades coloniales euro-criollas hacia las sociedades indgenas (Alberro 1992, Ares & Gruzinski (Eds.) 1997, Bernand & Gruzinski 1992). Del mismo modo y

  • en contradiccin con la perspectiva culturalista queremos insistir sobre el hecho de que el mestizaje remite ante todo a fenmenos polticos. Las mezclas, hibridaciones y transformaciones socioculturales no son un asunto de esteta. Los individuos y grupos no mezclan las cosas por el placer de mezclarlas. Lo hacen por razones de supervivencia fsica y social. El mestizaje contituye a crucial domain of struggle (Sider 1994: 120). Decir esto significa recolocar al conflicto y a la violencia en el centro de los procesos de socializacin (Bloch 1997, Loraux 1997, Simmel 1995). Supone tambin reconocer que las identidades estn siempre en movimiento y dependen del contexto,