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Guion Litúrgico Semana Santa 2017

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Semana Santa 2017

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Índice

Presentación Pág. 3 Ordinario de la Celebración Pág. 4 Domingo de Ramos Pág. 8 Lunes Santo Pág. 19 Martes Santo Pág. 23 Miércoles Santo Pág. 28 Santo Triduo Pascual Pág. 32 Jueves Santo Pág. 33 Viernes Santo Pág. 39 Sábado Santo Pág. 51 Domingo de Resurrección Pág. 71 Las 7 Palabras Pág. 75 Santo Vía Crucis Pág. 78 Cancionero Pág. 82 Índice Pág. 88

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Semana Santa 2017

SEMINARIO DIOCESANO

SAGRADO Corazón DE Jesús

TRUJILLO – VENEZUELA

GUION LITÚRGICO

SEMANA SANTA 2017

‘‘En el marco del plan trienal de Pastoral’’

Abril 2017

Guion Litúrgico

Guión Litúrgico Semana Santa 2017 Portada: Imagen de una Cruz rodeada de nubes, en tonalidad de colores lila, símbolo de Cristo esta en los cielos. Contraportada: Afiche promocional de la fiesta a Jesús de la Divina Misericordia en el Seminario Sagrado Corazón de Jesús de Trujillo con el tema “Oremos por Venezuela” Diseño de la Portada: Hebert Eduardo Torres Zerpa. Seminario Diocesano “Sagrado Corazón de Jesús” - Trujillo. Diseño de la Contraportada: José Roberto Valecillos Matheus Seminario Diocesano “Sagrado Corazón de Jesús” - Trujillo. Transcripción y levantamiento de texto: Comunidad de Seminario Mayor. Seminario Diocesano “Sagrado Corazón de Jesús” - Trujillo. Diseño y Diagramación: Hebert Eduardo Torres Zerpa. Seminario Diocesano “Sagrado Corazón de Jesús” - Trujillo. Corrección: Pbro. Carlos Zambrano y Pbro. Leonardo Cardoza. Seminario Diocesano “Sagrado Corazón de Jesús” - Trujillo.. Arte final: Hebert Eduardo Torres Zerpa. Seminario Diocesano “Sagrado Corazón de Jesús” - Trujillo. ®Reservados todos los derechos. Impresión: Seminario de Trujillo. IMPRESO EN VENEZUELA - PRINTED IN VENEZUELA.

Semana Santa 2017

doquiera su mensaje salvador; implantemos por el mundo la jus-ticia y el amor, en nombre del Señor. Gloria Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz, a los hombres paz, de buena voluntad. Te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glo-rificamos, te damos gracias, por tu inmensa gloria; Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopodero-so. Señor Hijo único, Jesucristo. Se-ñor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de noso-tros; tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros. Porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.

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alma sea llena. Y que las puertas del cielo sean abiertas para ti y para mí. Ilumíname, Señor Ilumíname, Señor, con tu Espíritu. Transfórmame, Señor, con tu Espí-ritu. Y déjame sentir el fuego de tu amor, aquí en mi corazón, señor. (2) Resucítame, Señor, con tu Es-píritu, conviérteme, Señor, con tu Espíritu. Resucítame, Señor, con tu Espíritu. Resucítame y conviérte-me, Señor. Fortaléceme, Señor, con tu Espíritu, consuélame, Señor, con tu Espíritu. Fortaléceme, Se-ñor, con tu Espíritu, fortaléceme y consuélame, Señor. Resucitó ¡Resucitó, resucitó, resucitó, alelu-ya! ¡Aleluya, aleluya, aleluya, re-sucitó! La muerte, ¿dónde está la muerte?, ¿dónde está mi muerte?, ¿dónde su victoria? Gracias sean dadas al Padre, que nos pasó a su Reino donde se vive de amor. Ale-gría, alegría hermanos, que si hoy nos queremos es porque resucitó. Hoy el Señor resucitó Hoy el Señor resucitó y de la muerte nos salvó. ¡Alegría y paz, hermanos, que el señor resucitó! Porque esperó, Dios le libró y de la muerte lo sacó. El pueblo en Él vida encontró; la esclavitud ya terminó. La luz de Dios en Él bri-lló, la nueva vida nos llenó. Con gozo alzad el rostro a Dios, que de Él nos llega la salvación. Todos cantad: ¡Aleluya!. Todos gritad:

¡Aleluya! Alegre la mañana Alegre la mañana que nos habla de ti, alegre la mañana.(2) En nombre de dios padre, del hijo y del espíritu salimos de la noche y estrenamos la aurora saludamos con gozo la luz que nos lle-ga resucitada y resucitadora. Tu mano acerca el fuego a la som-bría tierra y el rostro de las cosas se alegra en tu presencia silabeas el alba igual que una palabra tú pronuncias el mar como senten-cia. Regresa desde el sueño el hombre a su memoria acude a su trabajo, madruga a sus dolores le confías la tierra y a la tarde la encuentras rica de pan y amarga de sudores. Gloria, Aleluya Gloria, gloria, aleluya (3 veces) en nombre del señor. Cuando sientas que tu hermano necesita de tu amor, no le cierres las entrañas ni el calor del corazón. Busca pronto en tu recuerdo la Palabra del Se-ñor: «Mi Ley es el Amor». Cristo dijo que quien llore su consuelo encontrará, quien es pobre, quien es limpio, será libre y tendrá paz. Rompe pronto tus cadenas, eres libre de verdad, empieza a cami-nar. Si el camino se hace largo, si te cansas bajo el sol, si en tus cam-pos no ha nacido ni la más peque-ña flor, coge mi mano y cantemos, unidos por el amor en nombre del Señor. Caminemos siempre unidos en la fe y en el amor, anunciemos por

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Presentación

Estimados lectores, el Seminario Mayor Diocesano Sagrado Corazón de Jesús de Trujillo-Venezuela, les presenta, una vez más, este sencillo subsidio litúrgico, que contiene la liturgia para las celebraciones de la Semana Santa, las devociones y los cantos litúrgicos apropiados al tiempo. El propósito esperado es que pueda servir de herramienta accesi-ble, no solo a los seminaristas, sino también, a todos aquellos que ten-drán una experiencia pastoral a partir de la vivencia de los misterios de nuestra fe en la semana santa que dará inicio el nueve de abril del presente año. Durante esos días, la Iglesia Católica que peregrina en la tie-rra conmemora los misterios de la pasión, muerte y resurrección del Señor, para que de esta manera junto con la Victoria de Cristo sobre la muerte se pueda vivir la majestuosidad del acon-tecimiento Pascual. Por esta razón, la actitud como creyentes es orar, meditar, hacer penitencia y realizar prácticas de piedad corporales y espirituales para recibirlo con un corazón bien dis-puesto, como lo expresa el Evangelista Lucas “con lámparas en-cendidas” (Lc. 12, 35), para que al llegar les encuentre en vela, sabiendo que Él traerá la paz y la justicia, la alegría y el amor para contrarrestar el mal en una sociedad fracturada por la dis-cordia y la injusticia, la tristeza y el odio, en medio de la crisis política, económica y social que afecta a todo el pueblo venezo-lano. La comunidad del Seminario Mayor Diocesano le (s) desea a Ud. (s) una vivencia profunda de los misterios de la pasión, muerte y resurrec-ción del Señor y unas felices y santas Pascuas de Resurrección.

Departamento de Pastoral Seminario Mayor Diocesano Sagrado Corazón de Jesús

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Ordinario de la Celebración

I. Ritos Iniciales Reunido el pueblo, el que dirige la

celebración, va al Santísimo (si se encuen-tra presente), se entona el canto de entrada, hace la genuflexión correspondiente y en el altar sólo hace una venia profunda (no besa el altar).

SALUDO: Terminado el canto de entrada, el que

dirige y los fieles, de pie, se signan con la señal de la cruz, mientras el que dirige, vuelto hacia el pueblo, dice:

En el nombre del Padre, y del Hi-jo, y del Espíritu Santo.

El pueblo responde:

Amén. Inmediatamente, el que dirige, sin

extender las manos, saluda al pueblo di-ciendo:

Tiempo de Cuaresma:

El Señor, que nos llama a la con-versión, nos acompañe siempre.

Cincuentena Pascual: El Dios de la vida, que ha resucitado a Jesucristo, rompiendo las ataduras de la muerte, nos acompañen siempre.

El pueblo responde con una de las siguientes formulas

Amén. ACTO PENITENCIAL El que dirige invita a los fieles, di-

ciendo:

Hermanos: Para celebrar digna-mente estos sagrados misterios, reconozcamos nuestros pecados.

Breve silencio. Después, todos hacen en común la

fórmula de la confesión general:

Yo confieso ante Dios todo pode-roso y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de pensa-miento, palabra, obra y omisión:

Y, golpeándose el pecho, dicen:

por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Luego prosiguen:

Por eso ruego a Santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes, hermanos, que intercedan por mí ante Dios, Nuestro Señor.

El que dirige concluye con la siguiente plegaria:

El Señor todopoderoso tenga mi-sericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.

El pueblo responde:

Amén. Luego, si la liturgia del día lo prescribe, se canta o se dice el Gloria.

Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa gloria, te alaba-mos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Pa-dre todopoderoso. Señor, Hijo Único, Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de noso-tros; tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros; porque sólo Tú eres santo, sólo Tú Señor, sólo Tú Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre. Amén.

ORACIÓN COLECTA Acabado el Himno, breve silencio, durante el cual cada uno ofrece sus intenciones

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No me habéis vosotros elegi-do, No me habéis vosotros elegido, fui yo mismo quien os elegí; ya no os llamo siervos sino amigos, perma-neceréis, para siempre, junto a mí. Recordad mi nuevo mandamien-to, por el que os reconocerán; que os améis los unos a los otros, como yo os amé, para siempre, hasta el final. Tomad y comed, esto es mi Cuerpo, que se entrega por vues-tra salud; tomad y bebed, esta es mi Sangre, que yo derramé por vosotros en la cruz. Yo soy la ver-dad, soy el camino, soy la vida y la resurrección; quien me sigue no andará perdido, pues yo soy la luz, yo soy vuestra salvación.

Pascua y Cantos de

animación Alzad las manos Alzad las manos, y dadle la gloria a Dios. Alzad las manos y alabad-le como niños del Señor. Dios dijo a Noé, construye una barca. He-cha toda ella de madera como niños del Señor. Los animalitos subieron de dos en dos. Elefantes y canguros como niños del Señor. Si tú vas al cielo primero que yo. Dile a todos esos angelitos que también yo iré. Bautizame Señor Bautizame Señor con Tu espíritu. Bautizame Señor con Tu espíritu y déjame sentir, el fuego de tu amor, aqui en mi corazón Señor, y déjame sentir, el fuego de tu amor, aquí en mi corazón Se-ñor. Lavame Señor con Tu espíri-

tu. Renuevame Señor con Tu espíritu. Como corre un río Como corre un río dentro de mi ser. Así yo confío en Cristo, mi Rey. Como río de agua viva, que salta pa' arriba, que llevo dentro, que afirma y confirma en este mo-mento el Espíritu Santo y su de-rramamiento. Dame del agua que brota para la vida eterna; del agua para la vida eterna; del agua que le diste a la mujer sa-maritana. Oh, oh, oh, hay que nacer del agua, oh, oh, oh, hay que nacer del espíritu de Dios, oh, oh, oh, hay que nacer del agua y del espíritu de Dios, hay que nacer del Señor. El Espíritu de Dios El Espíritu de Dios está en este lu-gar, el Espíritu de Dios se mueve en este lugar Está aquí para consolar, está aquí para liberar, está aquí para guiar, el Espíritu de Dios está aquí. Qué-date en mí, quédate en mí, toca mi mente, mi corazón, llena mi vida de tu amor. Quédate en mí, Santo Espíritu, quédate en mí. Jesús está pasando por ahí. Jesús está pasando por ahí. Y cuando pasa todo lo transforma, lleva la tristeza, viene la alegría. Y cuando pasa todo lo transfor-ma, viene la alegría para ti y pa-ra mí. Ahora mismo Señor ahora mismo, yo te pido que rompas las cadenas, y que las puertas del cie-lo sean abiertas y de virtud mi

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Una vez más rezaré Una vez más rezaré, de rodillas me pondré puede ser que una vez más Él me perdone. Le diré que soy humano que pequé, que lu-cho en vano, puede ser que una vez más Él me perdone. Para un Dios que conoció la tentación del amigo la traición yo no dudo me perdone Dios mi amigo. Yo vi su-frir a mi hermano y no le tendí la mano, puede ser que una vez más Él me perdone. Lo vi solo y desahuciado y yo de brazos cru-zados puede ser que una vez más Él me perdone. Vengo ante ti mi Señor Vengo ante ti mi Se-ñor reconociendo mi culpa con la fe puesta en tu amor que tú me das como a un hijo. Te abro mi corazón y te ofrezco mi mise-ria despojado de mis cosas quiero llenarme de ti. Que tu Espíritu Señor abrase todo mi ser hazme dócil a tu voz transforma mi vida entera. Puesto en tus manos Señor siento que soy pobre y débil más tú me quieres así yo te bendigo y te alabo. Pueblo de reyes Pueblo de reyes, asamblea santa, pueblo sacerdotal, pueblo de Dios, bendice a tu Señor. Te cantamos, oh Hijo amado del Padre, te alabamos, eterna Pala-bra, salida de Dios. Te cantamos, oh Hijo de la Virgen María. Te alabamos, oh Cristo nuestro her-mano, nuestro Salvador. Te can-tamos a Ti, esplendor de la Gloria,

te alabamos, Estrella radiante que anuncia el día. Te cantamos, oh Luz que iluminas nuestras som-bras, te alabamos, Antorcha de la nueva Jerusalén. Te cantamos, Mesías que anunciaron los Profe-tas, te alabamos, oh Hijo de Abraham e Hijo de David. Te cantamos, Mesías esperado por los pobres, te alabamos, oh Cristo nuestro Rey de humilde corazón. Te cantamos mediador entre Dios y los hombres, te alabamos, oh Ruta viviente del cielo. Te canta-mos, Sacerdote de la Nueva Alianza, te alabamos, Tú eres nuestra paz por la sangre de la cruz. Te cantamos, Cordero de la Pascua eterna, te alabamos, oh Víctima que borras nuestros peca-dos. Te cantamos, oh Templo de la Nueva Alianza, te alabamos, oh Piedra Angular y Roca de Is-rael. En torno a la mesa del señor En torno a la mesa del señor, los apóstoles de la verdad, de Jesús el Nazareno. Sus miradas se posan en él, qué resplandeciente está, como la luz de una estrella en la mañana. Y les dijo coman de es-te pan es mi cuerpo el que se en-trega ahora para remisión de sus pecados. Esta es la alianza de vi-da eterna de redención. Y abra-zando a todos les pidió que se amaran sin temor es el manda-miento nuevo. Ha llegado la hora de partir pronto ya no me verán hasta que se cumpla en mí lo que está escrito.

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personales al Señor. Después el que dirige, sin extender las manos ofrece la oración de la comunidad a Dios Padre, por la interce-sión de Jesucristo, diciendo:

Oremos.

Y todos contestan:

Amén. II. Liturgia de la Palabra

A continuación, prosiguen las lecturas,

según lo prescriba la liturgia del día.

Después el celebrante va al ambón, y diri-

giéndose a los fieles dice:

Tomada del santo Evangelio según san N. Y mientras tanto hace la señal de la cruz

sobre su frente, labios y pecho, sin signar

el libro. El pueblo aclama:

Gloria a ti, Señor. Luego el que dirige proclama el Evan-

gelio. Acabado el Evangelio, el que dirige,

aclama:

Palabra del Señor. Todos responden:

Gloria a ti, Señor Jesús.

Luego tiene lugar la reflexión; ésta es obli-gatoria y forma parte fundamental dentro de la celebración de la Palabra Acabada la reflexión, si la liturgia del día lo prescribe, se hace la profesión de fe:

Creo en un solo Dios, Padre Todo-poderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, En las palabras que siguen, hasta María Virgen, todos se inclinan.

que fue concebido por obra y gra-cia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue cru-cificado, muerto y sepultado, des-cendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopo-deroso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia católica, la comunión de los san-tos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén ORACIÓN DE LOS FIELES Después se hace la oración universal u

oración de los fieles, según la fórmula que

propone el libro de las preces

Antes de proceder al rito de comunión, y

una vez finalizada la plegaria universal

puede hacerse para mayor provecho de la

celebración algunas ofrendas de manera

especial algunos alimentos que de destinen

a los pobres

III. Rito de la Comunión Seguidamente, se puede realizar un

canto adecuado. Se extiende el corporal en el centro del

altar y, el que dirige o el ministro extraor-dinario de la comunión, va al lugar de la

Si la oración se dirige al Padre:

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Si la oración se dirige al Padre, pero al final de ella se menciona al Hijo:

Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Si la oración se dirige al Hijo:

Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios, por los siglos de los siglos.

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Guion Litúrgico

reserva y busca el Santísimo al cual le hace la reverencia correspondiente. Se dirige con el copón hacia el altar donde lo ubica sobre el corporal, retira la tapa del copón y hace una genuflexión.

ORACIÓN DEL SEÑOR Seguidamente, el que dirige procede al

rito de la comunión, invitando al pueblo a orar con el Padre nuestro.

De no hacerse la distribución de la sagrada Comunión, se hace solamente el rito de la Oración del Señor (Padrenuestro), y el saludo de la Paz.

El que dirige, con las manos juntas, dice en alta voz:

Fieles a la recomendación del Sal-vador y siguiendo su divina ense-ñanza, nos atrevemos a decir:

Extiende las manos junto con el pue-blo, y continúa:

Padre nuestro, que estás en el cie-lo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofen-sas, como también nosotros per-donamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

Luego el que dirige, añade:

Démonos fraternalmente la paz. Y todos, según la costumbre del lugar,

se intercambian un signo de paz, de comu-nión y caridad.

Si no se distribuye la sagrada Comu-nión, se puede invitar al pueblo a hacer la comunión espiritual.

COMUNIÓN Se canta o se dice:

Cordero de Dios, que quitas el pe-cado del mundo, ten piedad de nosotros. Cordero de Dios, que quitas el pe-cado del mundo, ten piedad de nosotros.

Cordero de Dios, que quitas el pe-cado del mundo, danos la paz.

El que dirige hace genuflexión, toma la Hostia y sosteniéndola un poco elevada sobre el copón, de cara al pueblo dice con voz clara:

Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Di-chosos los invitados a la cena del Señor.

Y, juntamente con el pueblo, añade:

Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tu-ya bastará para sanarme.

El que dirige, vuelto hacia el altar, dice en secreto:

El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna.

Y consume reverentemente el Cuerpo de Cristo.

Después toma el copón y se acerca a los que van a comulgar.

Muestra la Hostia a cada uno soste-niéndola un poco elevada y le dice:

El Cuerpo de Cristo. El que va a comulgar responde:

Amén. Y comulga. Cuando el que dirige ha comulgado el

Cuerpo de Cristo, comienza el canto de comunión.

Finalizada la comunión el que dirige, o el ministro extraordinario de la comunión, lleva el copón al lugar de la reserva.

Después el que dirige puede volver a la sede. Si se considera oportuno, puede dejar un breve espacio de silencio sagrado o entonar un salmo o un cántico de alabanza, de lo contrario se realiza la siguiente ora-ción:

Alma de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, Sálvame. Sangre de Cristo, embriágame. Agua del costado de Cristo, láva-me. Pasión de Cristo, confórtame Oh mi buen Jesús, óyeme.

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como yo, pues nadie te ama como yo; mira a la cruz, fue por ti, fue porque te amo. Nadie te ama como yo. Yo sé bien lo que me dices aunque a veces no me ha-blas; yo sé bien lo que en ti sientes aunque nunca lo compartas. Yo a tu lado he caminado, junto a ti yo siempre he ido; aún a veces te he cargado. Yo he sido tu mejor ami-go. Perdona A Tu Pueblo Perdona a tu pueblo, Señor, Per-dona a tu pueblo, Perdónale, Se-ñor. No estés eternamente enoja-do, no estés eternamente enojado. Perdónale, Señor ¡Por las profundas llagas crueles, por tus salivas y por tus hieles. Perdónale, Señor! Por las heridas de pies y manos, por los azotes tan inhumanos. Per-dónale, Señor ¡Por los tres clavos que te clava-ron, y las espinas que te punzaron. Perdónale, Señor! ¡Por las tres horas de tu agonía, en que por Madre diste a María. Per-dónale, Señor! Pueblo mío, ¿qué te he hecho? Pueblo mío, ¿qué te he hecho? ¿En qué te he ofendido? Respón-deme. Yo te saqué de Egipto, y por cua-renta años te guie en el desierto, tú hiciste una cruz para tu Salva-dor. Yo te libré del mar, te di a beber el agua que manaba de la roca, tú hiciste una cruz para tu Salva-

dor. Yo te llevé a tu tierra, por ti vencí a los reyes de los pueblos cana-neos, tú hiciste una cruz para tu salvador. Yo te hice poderoso, estando yo a tu lado derroté a tus enemigos, tú hiciste una cruz para tu Salvador. Renuévame Renuévame Señor Jesús ya no quiero ser igual. Renuévame Se-ñor Jesús pon en mi tu corazón. Porque todo lo que hay dentro de mi necesita ser cambiado Señor. Porque todo lo que hay dentro de mi corazón necesita más de ti. Saliendo del pretorio Saliendo del pretorio marcha una procesión, con rumbo al calvario sufriendo va un varón la cruz sobre su espalda llagándo-le esta no puede caminar. No, no puede dar un paso y cae sobre el camino recibe un latigazo sobre su cuerpo herido no puede avanzar se escucha solo un grito: "levántate maldito". No, no puede ser maldi-to aquel que en su dolor exclama con un grito perdónales se-ñor perdónales sus faltas no mires su actuación de ellos ten compa-sión. Tu solo tú Estoy aquí para que obres en mí solo quiero imitarte solo quiero amarte tómame Señor que ha tu servicio estoy. Tu solo tú puedes hacer esto en mí cambia toda mi vida transfórma-me Señor.

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Cancionero

Cuaresma y Semana Santa Caminaré en presencia del Señor Amo al Señor porque escucha mi voz suplicante, porque inclina su oído hacia mí, el día que lo invo-co. Me envolvían en redes de la muerte, caí en tristeza y en angus-tia, invoque el Nombre del Se-ñor: “¡Señor, Salva Mi Vida!” El señor es benigno y justo, nuestro dios es compasivo, el señor guarda a los sencillos estando yo sin fuerza me salvó. Alma mía, recobra tú calma que el señor fue bueno contigo; arrancó ni alma de la muerte, mis ojos de las lágri-mas, mis pies de la caída. Hoy perdóname Hoy perdóname hoy por siempre, sin mirar la mentira el vacío de nuestras vidas nuestra falta de amor y caridad. Hoy perdóname hoy por siempre aun sabiendo que he caído que de ti siempre había huido aún regreso arrepen-tido vuelvo a ti. Vuelvo a ti vuel-vo a ti . Lávame con tu sangre Lávame con tu sangre, sana todas mis heridas, escucha mi voz y há-blame. Quiero entregarme entero, ofrecerte vida y alma, decirte que te quiero de verdad. Escúchame. Sentir de nuevo un viento cálido, verme en tus brazos sonreír, entre-garte todos mis problemas, volver a ser feliz. Escúchame. Muéstrame tu Palabra, siembra

en mi semilla nueva, que quiero ser fruto de tu amor. Líbrame de peligros, guíame por nueva senda, que siento cansancio al caminar. Escúchame. Dame tu pan, tu vino; alimenta mi alma enferma, que vive en anhelos de verdad. Há-blame de esa agua que me da la vida eterna y dime que siempre me amarás. Escúchame Misericordia Misericordia concédeme, oh Dios, y muéstrame tu inmensa compa-sión; de todo corazón te pido el perdón de mi delito límpiame Señor. Con el rocío del hisopo mis culpas tú podrás lavar; si tú me quitas el pecado, blanco cual la nieve quedaré. Los sacrificios que ofrezco tú no los puedes aceptar; por eso yo en el futuro mi corazón te inmolaré. Mi corazón, Señor, renueva, pues sólo tú das salvación y cuando sea rescatado, yo a los demás ayudaré. Nadie te ama como yo Cuánto he esperado este momen-to, cuánto he esperado que estu-vieras así. Cuánto he esperado que me hablaras, cuánto he espe-rado que vinieras a mí. Yo sé bien lo que has vivido, yo sé bien porque has llorado; yo sé bien lo que has sufrido pues de tu lado no me he ido. Pues nadie te ama como yo, pues nadie te ama como yo; mira a la cruz, esa es mi más grande prueba. Nadie te ama como yo. Pues nadie te ama

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Dentro de tus llagas, escóndeme. No permitas, que me separe de ti. Del enemigo, defiéndeme. En la hora de mi muerte, llámame. Y mándame, ir a ti. Para que, con tus santos, te alabe por los siglos de los siglos. Amen. ORACIÓN DESPUÉS DE LA

COMUNIÓN Luego, de pie en el altar o en la sede, el

que dirige, vuelto hacia el pueblo, con las manos juntas, dice:

Oremos. Y todos, junto con el que dirige oran en

silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio se halla hecho antes. Des-pués, el que dirige, sin extender las manos, dice la oración después de la comunión.

La oración después de la comunión termina con la conclusión breve.

El pueblo, al terminar, aclama:

Amén. IV. Rito de despedida Siguen, si es necesario, breves avisos

para el pueblo. Después tiene lugar la despedida. Pue-

de hacerse una mención especial a la Vir-gen María, elevando una oración o ento-nando el Ave María. El que dirige, vuelto hacia el pueblo, y trazándose la señal de la cruz, dice:

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal

y nos lleve a la vida eterna. El pueblo responde:

Amén. Luego el que dirige, con las manos

juntas, despide al pueblo, con una de las formulas siguientes:

Podemos ir en paz. El pueblo responde:

Demos gracias a Dios. Después el que dirige venera el altar

con una inclinación profunda, como al comienzo. Seguidamente, se retira a la sacristía.

Si la oración se dirige al Padre:

Por Jesucristo, nuestro Señor. Si la oración se dirige al Padre,

pero al final de la misma se menciona al Hijo:

Que vive y reina por los siglos de los siglos.

Si la oración se dirige al Hijo:

Tu que vives y reinas por los siglos de los siglos.

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Guion Litúrgico

¡Hosanna al que viene en el nombre del Señor! Queridos hermanos con este día inauguramos la semana Santa, en la cual nosotros los católicos con-memoramos y celebramos los Sa-grados misterios de la pasión, muerte y resurrección del Señor. ¡Portones! alzad los dinteles, le-vantaos puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria. (Sal 23, 9). La primera parte de la liturgia de este día es conmemorar la en-trada triunfal del Mesías en la ciu-dad Santa. Pero, la entrada triun-fal tiene una primera característi-ca presentada por el evangelista Mateo; es humilde, cumpliendo con la profecía de Zacarías, Jesús entra en la ciudad santa montado en un burro. A su entrada la gen-te le aclamaba extendiéndoles sus mantos y alabándoles con ramos de olivo, ante la pregunta de al-gunos sobre ¿quién es este?, la res-puesta es el profeta de Nazaret, así en el contexto Jesús es el profe-ta, el mesías, el esperado por to-dos para librar a Israel. Pero ante las grandezas de muchos que es-peraban al Salvador de Israel, de sus hipotéticos estratos sagrados, no se esperaban que proviniera de Nazaret, de la cual se decía “no podía salir nada bueno”. El papa Benedicto XVI lo expresa de esta manera “Él es un rey que rompe los arcos de guerra, un rey de la paz y un rey de la sencillez, un rey de los pobres. Y hemos vis-to, en fin, que gobierna un reino

que se extiende de mar a mar y abarca toda la tierra” (Jesús de Nazaret. Tomo II. pág. 14-15). Es así como Dios con la humildad nos golpea ante las grandezas, por-que el profeta esperado proviene de los humildes y sencillos. A lo que muchos esperaban que su entrada triunfal fuera con una fuerza de dominador, Jesús se da en la humildad. En este contexto evocamos aquel pasaje del Evan-gelio en el que se le encomienda a José, el esposo de la Virgen María, el imponerle al niño el nombre de Jesús: “Porque Él salvará a su pue-blo de todos sus pecados” (1,21) En este día de conmemorar la entrada triunfal del Mesías, la li-turgia se nos da como preludio a lo que viviremos durante esta se-mana, ya que la liturgia de la Pa-labra, girará en torno al cumpli-miento de las profecías y la narra-ción de la pasión del Señor, acon-tecimiento central de nuestra fe y de nuestra vivencia de cristianos. El profeta Isaías, nos presenta al cordero que ante los golpes y las ofensas, los insultos y salivazos, responde dando la otra mejilla, se mantiene callado. Profecía que Jesús cumplió al caminar cargan-do la cruz y no mediar palabra, respondiendo ante sus sufrimien-tos con una fe puesta en el Padre, cargando sobre sí las culpas de todos. El apóstol Pablo, muestra que Jesús no hizo alarde por su categoría de Dios, sino que con humildad cumplió la voluntad del

Domingo de Ramos

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disminuirlas, me esfuerce en ofre-cértelas también por ellos. Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí. (Padre nuestro, Ave María, Gloria)

XII Estación Jesús muere en la cruz. V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R. Porque por tu santa cruz redi-miste al mundo. Te adoro, mi Señor, muerto en la Cruz por Salvarme. Te adoro y beso tus llagas, las heridas de los clavos, la lanzada del costado... ¡Gracias, Señor, gracias! Has muerto por salvarme, por salvarnos. Dame responder a tu amor con amor, cumplir tu Volun-tad, trabajar por mi salvación, ayudado de tu gracia. Y dame trabajar con ahínco por la salva-ción de mis hermanos. Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí. (Padre nuestro, Ave María, Gloria)

XIII Estación Jesús es bajado de la cruz y puesto en brazos de su madre V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R. Porque por tu santa cruz redi-miste al mundo. Déjame estar a tu lado, Madre, especialmente en estos momentos de tu dolor incomparable. Déja-me estar a tu lado. Más te pido: que hoy y siempre me tengas cer-ca de Ti y te compadezcas de mí. ¡Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía! Señor, pequé, ten piedad y

misericordia de mí. (Padre nuestro, Ave María, Gloria)

XIV Estación Jesús es puesto en el sepulcro. V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R. Porque por tu santa cruz redi-miste al mundo. Todo ha terminado. Pero no: des-pués de la muerte, la Resurrec-ción. Enséñame a ver lo transitorio y pasajero, a la luz de lo que per-dura. Y que esa luz ilumine todos mis actos. Así sea. Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí. (Padre nuestro, Ave María, Gloria)

Oración f ina l Te suplico, Señor, que me conce-das, por intercesión de tu Madre la Virgen, que cada vez que me-dite tu Pasión, quede grabado en mí con marca de actualidad cons-tante, lo que Tú has hecho por mí y tus constantes beneficios. Haz, Señor, que me acompañe, duran-te toda mi vida, un agradeci-miento inmenso a tu Bondad. Amén. Oración a la Virgen María Virgen Santísima de los Dolores, mírame cargando la cruz de mi sufrimiento; acompáñame como acompañaste a tu Hijo Jesús en el camino del Calvario; eres mi Ma-dre y te necesito. Ayúdame a su-frir con amor y esperanza para que mi dolor sea dolor redentor que en las manos de Dios se con-vierta en un gran bien para la salvación de las almas. Amén.

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en tu caminar hacia el Calvario. Tal vez fueran más. Caes delante de todos... ¿Cuándo aprenderé yo a no temer el que-dar mal ante los demás, por un error, por una equivocación?. ¿Cuándo aprenderé que también eso se puede convertir en ofren-da? Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí. (Padre nuestro, Ave María, Gloria)

VIII Estación Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén. V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R. Porque por tu santa cruz redi-miste al mundo. Muchas veces, tendría yo que analizar la causa de mis lágrimas. Al menos, de mis pesares, de mis preocupaciones. Tal vez hay en ellos un fondo de orgullo, de amor propio mal entendido, de egoís-mo, de envidia. Debería llorar por mi falta de correspondencia a tus innumerables beneficios de cada día, que me manifiestan, Señor, cuánto me quieres. Dame profunda gratitud y corres-pondencia a tu misericordia. Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí. (Padre nuestro, Ave María, Gloria)

IX Estación Jesús cae por tercera vez. V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R. Porque por tu santa cruz redi-miste al mundo. Tercera caída. Más cerca de la Cruz. Más agotado, más falto de

fuerzas. Caes desfallecido, Señor. Yo digo que me pesan los años, que no soy el de antes, que me siento incapaz. Dame, Señor, imitarte en esta ter-cera caída y haz que mi desfalle-cimiento sea beneficioso para otros, porque te lo doy a Ti para ellos. Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí. (Padre nuestro, Ave María, Gloria)

X Estación Jesús despojado de sus vestiduras. V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R. Porque por tu santa cruz redi-miste al mundo. Arrancan tus vestiduras, adheridas a Ti por la sangre de tus heridas. A infinita distancia de tu dolor, yo he sentido, a veces, cómo algo se arrancaba dolorosamente de mí por la pérdida de mis seres queri-dos. Que yo sepa ofrecerte el re-cuerdo de las separaciones que me desgarraron, uniéndome a tu pasión y esforzándome en conso-lar a los que sufren, huyendo de mi propio egoísmo. Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí. (Padre nuestro, Ave María, Gloria)

XI Estación Jesús es clavado en la cruz. V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R. Porque por tu santa cruz redi-miste al mundo. Señor, que yo disminuya mis limi-taciones con mi esfuerzo y así pue-da ayudar a mis hermanos. Y que cuando mi esfuerzo no consiga

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Padre, sometiéndose a la muerte de cruz, y por ello es Dios quien lo levantó sobre todo, de esta mane-ra Cristo vence a la muerte y vive eternamente. La lectura de la Pasión que se lee este día, es la meditación y prepa-ración de la vivencia de toda esta semana, que girará en torno a la pasión del Señor que se vivirá el día viernes, la cual será narrada por el evangelista Juan. Toda la liturgia de este día tiene que llevarnos a hacer un parénte-sis en nuestra vida y darnos cuen-ta de cómo estamos actuando ante el Señor, porque hoy en me-dio del dolor y los sufrimientos te-nemos que llenar nuestros corazo-nes de la alegría de reconocer en nuestro Señor Jesucristo al Mesías esperado desde antiguo, al Salva-dor triunfante y humilde de Israel, y esta alegría tiene que llevarnos a buscar la paz, Paz primero en la interioridad de nuestras vidas, de nuestros corazones, en el cual re-conozcamos a Jesús como el Señor de nuestras vidas, para poder dar así de nuestra paz a nuestros her-manos, a aquellos que con anhelo la necesitan y la buscan, a los que han perdido la fe y la esperanza, a los que en su corazón se anida el odio y la maldad, tenemos noso-tros como cristianos ser luz en me-dio de la oscuridad, y ser testigos, anunciadores del mensaje que nos da Jesús, y ante los problemas que hoy vivimos en medio de nuestra sociedad, ante una Venezuela herida por el odio, la falta de in-sumos, la crisis económica, política y social, tenemos que ser recons-

tructores de paz, ser testigos del amor que Dios tiene para con no-sotros.

Smta. Hebert Torres II de Teología

1. En este día la Iglesia recuerda la entrada de Cristo nuestro Señor en Jerusalén para consumar su misterio pascual. Por lo tanto, en todas las Celebraciones se conmemora esta entrada del Señor por medio de una procesión o una entrada solemne, antes de la Celebración principal, y por medio de una entrada sencilla antes de las demás Celebraciones. Pero puede repetirse la entrada solemne (no la procesión), antes de algunas otras Celebraciones que se hagan con gran asistencia del pueblo.

Monición Ambiental Queridos hermanos ya desde el principio de la cuaresma nos veni-mos preparando con obras de pe-nitencia y caridad. Hoy, cercana ya la noche Santa de pascua, nos disponemos a inaugurar, en co-munión con toda la Iglesia, la ce-lebración anual de los misterios de la pasión y Resurrección de Jesu-cristo, misterios que empezaron con la solemne entrada del Señor en Jerusalén. Por ello, recordando con fe y devoción la entrada triunfal de Jesucristo en la ciudad Santa, le acompañaremos con nuestros cantos, para que, partici-pando ahora de su Cruz, merez-camos un día tener en su resurrec-ción.

Conmemoración de la Entrada del Señor en

Jerusalén I FORMA: PROCESIÓN 2. A la hora señalada, los fieles se reúnen en una iglesia menor o en otro lugar ade-cuado, fuera de la iglesia hacia la cual va a

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dirigirse la procesión. Los fieles llevan ramos en las manos. 3. El que dirige la Celebración y los minis-tros que le acompañan, revestido con el alba, se acercan al lugar donde el pueblo está congregado. 4. Entretanto se canta la siguiente antífona u otro cántico adecuado: Antífona Mt 21, 9

Hosanna al Hijo de David. Bendi-to el que viene en nombre del Se-ñor, el Rey de Israel. Hosanna en el cielo. 5. Enseguida el que dirige y los fieles se santiguan mientras el que dirige dice: “En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espí-ritu Santo”. Después que dirige saluda al pueblo como de costumbre y hace una breve monición para invitar a los fieles a participar activa y conscientemente en la celebración de este día. Puede hacerlo con estas o semejantes palabras: Queridos hermanos: Después de haber preparado nuestros corazo-nes desde el principio de la cuares-ma con nuestra penitencia y nues-tras obras de caridad, hoy nos reunimos para iniciar unidos con toda la Iglesia, la celebración anual del Misterio Pascual, es de-cir, de la pasión y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, misterios que empezaron con la entrada en Jerusalén, su ciudad. Por eso, re-cordando con toda fe y devoción esta entrada salvadora, sigamos al Señor, para que, participando de su cruz, tengamos parte con él en su resurrección y su vida. 6. Después de esta monición, el que dirige, con las manos juntas, dice la oración si-guiente:

Oremos. Dios todopoderoso y eterno, santi-fica con tu bendición estos ramos, para que, quienes acompañamos jubilosos a Cristo Rey, podamos

llegar, por él, a la Jerusalén del cielo. Él que vive y reina por los siglos de los siglos. R. Amén. Y en silencio, rocía los ramos con agua bendita. 7. Enseguida proclama de modo acostum-brado el Evangelio de la entrada del Señor en Jerusalén, según alguno de los cuatro evangelistas.

Monición al Santo Evangelio Mateo nos narra la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, y nos presenta el doble significado de ese hecho, tanto para Jesús como para el pueblo. Jesús se entrega a su misión salvadora. EVANGELIO Lectura tomada del santo evangelio según san Mateo 21, 1-11 Gloria a ti, Señor. Cuando se aproximaban ya a Je-rusalén, al llegar a Betfagé, junto al monte de los Olivos, envió Jesús a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Vayan al pueblo que ven allí enfrente; al entrar, encontrarán amarrada una burra y un burrito con ella; desátenlos y tráiganme-los. Si alguien les pregunta algo, díganle que el Señor los necesita y enseguida los devolverá». Esto sucedió para que se cumplieran las palabras del profeta: Díganle a la hija de Sión: He aquí que tu rey viene a ti, apacible y montado en un burro, en un burrito, hijo de animal de yugo. Fueron, pues, los discípulos e hicieron lo que Jesús les había encargado y trajeron consigo la burra y el burrito. Lue-go pusieron sobre ellos sus mantos y Jesús se sentó encima. La gente,

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V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R. Porque por tu santa cruz redi-miste al mundo. Tú caes, Señor, para redimirme. Para ayudarme a levantarme en mis caídas diarias, cuando después de haberme propuesto ser fiel, vuelvo a reincidir en mis defectos cotidianos. ¡Ayúdame a levantarme siempre y a seguir mi camino hacia Ti! Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí. (Padre nuestro, Ave María, Gloria)

IV Estación Jesús encuentra a su madre. V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R. Porque por tu santa cruz redi-miste al mundo. Haz Señor, que me encuentre al lado de tu Madre en todos los mo-mentos de mi vida. Con ella, apo-yándome en su cariño maternal, tengo la seguridad de llegar a Ti en el último día de mi existencia. ¡Ayúdame Madre! Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí. (Padre nuestro, Ave María, Gloria)

V Estación Jesús es ayudado por el Cirineo V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R. Porque por tu santa cruz redi-miste al mundo. Cada uno de nosotros tenemos nuestra vocación, hemos venido al mundo para algo concreto, para realizarnos de una manera parti-cular. ¿Cuál es la mía y cómo la

llevo a cabo? Pero hay algo, Señor, que es mi-sión mía y de todos: la de ser Ciri-neo de los demás, la de ayudar a todos. ¿Cómo llevo adelante la realiza-ción de mi misión de Cirineo? Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí. (Padre nuestro, Ave María, Gloria)

VI Estación La Verónica limpia el rostro de Jesús. V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R. Porque por tu santa cruz redi-miste al mundo. Es la mujer valiente, decidida, que se acerca a Ti cuando todos te abandonan. Yo, Señor, te aban-dono cuando me dejo llevar por el "qué dirán", del respeto humano, cuando no me atrevo a defender al prójimo ausente, cuando no me atrevo a replicar una broma que ridiculiza a los que tratan de acer-carse a Ti. Y en tantas otras oca-siones. Ayúdame a no dejarme llevar por el respeto humano, por el "qué dirán". Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí. (Padre nuestro, Ave María, Gloria)

VII Estación Jesús cae por segunda vez. V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R. Porque por tu santa cruz redi-miste al mundo. Caes, Señor, por segunda vez. El Vía Crucis nos señala tres caídas

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te el Padre celestial para que en-víe su Espíritu Santo sobre mí y me permita crecer en mi vida cris-tiana como creyente, de modo que sienta mi progreso personal y familiar. R. Amén. (Padre nuestro, Ave María y Gloria).

Séptima Palabra: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc. 23, 46). La tradición de Lucas dice que, en la cruz, Jesús rezó ese salmo de súplica confiada. El camino de la vida es difícil. Algunos en la socie-dad creen que excluyendo a Dios encontrarán el camino de la felici-dad. Pregúntale si son felices. Con frecuencia te dirán que sí para ser coherentes de lo que dicen o escri-ben. Cuando una persona no tie-

ne en cuenta a Dios, aunque bus-que mil caminos, es infeliz, vivirá interiormente vacío. Nosotros de-bemos intentar que cada día de nuestras vidas, este en las manos del Padre. Oración: Señor Jesús, que hasta el final de tus días entre nosotros te enco-mendaste al Padre, no permitas que la sociedad camine hasta la superficialidad humana, cristiana, familiar y social. Danos el espíritu de conversión para que tu Espíritu se quede siempre en los niños y jóvenes, adultos y ancianos y to-dos en el último suspiro de la vida digamos: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”. R. Amén. (Padre nuestro, Ave María y Gloria).

SANTO V ÍA CRUC IS

I Estación Jesús es sentenciado a muerte. V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R. Porque por tu santa cruz redi-miste al mundo. Sentenciado y no por un tribunal, sino por todos. Condenado por los mismos que le habían aclamado poco antes. Y El calla… Nosotros huimos de ser reprochados. Y sal-tamos inmediatamente… Dame, Señor, imitarte, uniéndome a Ti por el Silencio cuando alguien me haga sufrir. Yo lo merezco. ¡Ayúdame! Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí. (Padre nuestro, Ave María, Gloria)

II Estación

Jesús carga con la cruz. V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R. Porque por tu santa cruz redi-miste al mundo. Que yo comprenda, Señor, el va-lor de la cruz, de mis pequeñas cruces de cada día, de mis acha-ques, de mis dolencias, de mi sole-dad. Dame convertir en ofrenda amo-rosa, en reparación por mi vida y en apostolado por mis hermanos, mi cruz de cada día. Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí. (Padre nuestro, Ave María, Gloria) III Estación Jesús cae por primera vez.

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muy numerosa, extendía sus man-tos por el camino; algunos corta-ban ramas de los árboles y las tendían a su paso. Los que iban delante de Él y los que lo seguían gritaban: «¡Hosanna! ¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en el cielo!». Al entrar Jesús en Jerusa-lén, toda la ciudad se conmovió. Unos decían: «¿Quién es éste?». Y la gente respondía: «Este es el profeta Jesús, de Nazaret de Gali-lea». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. 8. Después del Evangelio, puede tenerse una breve reflexión. Al iniciar la proce-sión, el que dirige puede hacer una moni-ción con estas palabras u otras parecidas.

Como la muchedumbre que acla-maba a Jesús, acompañemos también con júbilo al señor. 9. Y se inicia del modo acostumbrado la procesión hacia la iglesia en donde va a hacerse la Celebración. Un acólito u otro ministro va adelante con la cruz adornada con ramos, según la costumbre del lugar, y, a su lado, dos ministros con velas encendi-das. Sigue luego el que preside y detrás de él, los fieles con ramos en las manos. Al avanzar la procesión, el coro y el pueblo entonan los siguientes cánticos u otros apropiados en honor a Cristo Rey.

Antífona Los niños hebreos, llevando ramos de olivo, salieron al encuentro del Señor, aclamando: «Hosanna en el cielo». 10. Al entrar la procesión en la Iglesia, se canta el siguiente responsorio u otro cánti-co alusivo a la entrada del Señor en Jerusa-lén:

Responsorio R. Al entrar el Señor en la ciudad santa, los niños hebreos, anuncian-do con anticipación a la resurrec-

ción del Señor de la vida, con pal-mas en las manos, cantaban: Ho-sanna en el cielo. R. Al enterarse de que Jesús llega-ba a Jerusalén, el pueblo salió a su encuentro. R. Con las palmas en las manos, aclamaban: Hosanna en el cielo. 11. El que dirige, al llegar al altar, hace la debida reverencia y va al lugar destinado para dirigir la celebración. Dice la oración colecta y prosigue la Celebración de la manera acostumbrada. 12. Después de la procesión o de la entrada solemne, el que dirige comienza la Cele-bración con la oración colecta.

Oración colecta Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que nuestro salvador se hiciera hombre y padeciera en la cruz para dar al género humano ejemplo de humildad, concédenos, benigno, seguir las enseñanzas de su pasión y que merezcamos par-ticipar de su gloriosa resurrección. Él que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. R. Amén. 13. Se lee la historia de la Pasión del Se-ñor. No se hace al principio el saludo. La lectura la hace el que dirige la Celebración. Puede también ser hecha por lectores, re-servando al que dirige, si es posible, la parte correspondiente a Cristo. 14. Después de la lectura de la Pasión, puede tenerse, si se cree oportuno, una breve reflexión. También se puede guardar un momento de silencio. Se dice Credo y se hace la oración universal o de los fieles.

Monición a la Liturgia de la Palabra El Siervo de Dios es un hombre fiel al Señor. En medio de los sufri-mientos mantiene la esperanza en Dios. Está siempre dispuesto a

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cumplir su voluntad aunque esto lo lleve al sufrimiento y a la muer-te. Es el anuncio de lo que vivió el mismo Jesús. San Pablo nos pre-senta a Cristo Jesús en su humani-dad, que se vació de sí mismo en servicio a todos los seres humanos, terminando en la muerte de cruz. Exaltado sobre todas las cosas, por eso recibe el nombre sobre todo nombre. Y así, el Evangelio de la Pasión nos invita a que contem-plemos el itinerario doloroso del Mesías, su paso definitivo de la muerte a la vida. PRIMERA LECTURA Lectura del libro del profeta Isaías 50, 4-7 En aquel entonces, dijo Isaías: «El Señor me ha dado una lengua experta, para que pueda confor-tar al abatido con palabras de aliento. Mañana tras mañana, el Señor despierta mi oído, para que escuche yo, como discípulo. El Se-ñor Dios me ha hecho oír sus pala-bras y yo no he opuesto resistencia ni me he echado para atrás. Ofre-cí la espalda a los que me golpea-ban, la mejilla a los que me tira-ban de la barba. No aparté mi rostro de los insultos y salivazos. Pero el Señor me ayuda por eso no quedaré confundido, por eso endurecí mi rostro como roca y sé que no quedaré avergonzado». Palabra de Dios. Te alabamos Señor. Salmo responsorial Sal 21 R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

L. Todos los que me ven, de mí se burlan, Me hacen gestos y dicen: «Confiaba en el Señor, pues que él lo salve; si de veras lo ama, que lo libre». R. L. Los malvados me cercan por doquiera como rabiosos perros. Mis manos y pis pies han taladra-do y se pueden contar todos mis huesos. R. L. Reparten entre sí mis vestiduras y se juegan mi túnica a los dados. Señor, auxilio mío, ven y ayúda-me, no te quedes de mí tan aleja-do. R. L. Contaré tu fama a mis herma-nos, en medio de la asamblea te alabare; fieles del Señor, alábenlo; glorifícalo, linaje de Jacob; témelo, estirpe de Israel. R. SEGUNDA LECTURA Lectura de la carta del após-tol san Pablo a los filipenses 2, 6-11 Cristo, siendo Dios, no consideró que debía aferrase a las prerroga-tivas de su condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres. Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obe-diencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que, al nombre de Jesús, todos doblen la rodilla en el cielo, y todos reconoz-can públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.

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gado en la cruz, es rechazado ahora, por el Cielo y por la tierra, porque el pecado no tiene lugar. Muchas veces en la vida hemos sentido el “abandono de Dios”, ¿Por qué a mí? ¿Por qué ahora? ¿Qué hice Señor? preguntas y pre-guntas como las de Cristo que en-cuentran como respuesta el silen-cio de Dios. Por lo general, es la mejor respuesta que nos puede dar, pero no la entendemos hasta que sepamos que del silencio bro-ta la resurrección. Oración: Señor Jesús, se tú la compañía de todas las personas que viven en soledad, dales la fortaleza, pero por sobre todo concédeles la gra-cia de aprovechar esos momentos de la vida para encontrarse conti-go y a ir a tu encuentro en cada hermano que necesite amor. R. Amén. (Padre nuestro, Ave María y Gloria).

Quinta Palabra: “Tengo sed” (Jn. 19, 28) La sed de Jesús, en Juan, represen-ta su deseo de cumplir la volun-tad del Padre. ¿De qué tiene sed la familia y la sociedad? inicia por ti mismo y pregúntate de qué tie-nes sed: “tengo sed de amar y ser amado, de tener una sociedad mejor, un trabajo estable y digno, unos días para encontrarme con-migo mismo, ser escuchado, que mi familia viva en armonía”. Comparte tu sed, tal vez ahí está un buen inicio. Ahora intenta des-cubrir de qué tiene sed tu familia: “de que seas amable, quieren más amor, de que seas más atento con

los hijos y la familia de origen”. Pregúntate sobre la sed de la so-ciedad: quieren que: “termine la corrupción, el egoísmo e indivi-dualismo; que se respete la vida, el matrimonio, la mujer, los niños; que haya trabajo para todos,…”. La pregunta es ¿es qué colaboras para que la familia y la sociedad sacien esta clase de sed? Oración: Señor Jesús que en tu cruz dijiste que tenías sed y se te dio vinagre, no permitas que la sed de la fami-lia sea saciada con el pecado. Da-les conciencia a los padres de fa-milia y a los hijos de saciar su sed común, el amor. R. Amén. (Padre nuestro, Ave María y Gloria). Sexta Palabra: “Todo está cumplido” (Jn. 10, 30). Jesús nos dice que la misión que el Padre le encomendó está cumpli-da. A la vida, todos llegamos con un programa que cumplir. Quien se dé cuenta de él a temprana edad y se esfuerza por cumplirlo, es la persona triunfadora que vive con serenidad, en cambio el que no descubre su proyecto, camina sin rumbo. Te invito a responder las siguientes preguntas: ¿Conoces el proyecto con el que Dios te en-vió a este mundo? ¿Estás seguro que el proyecto que estés reali-zando es el que Dios quiere? ¿Este proyecto lo estás realizando ciento por ciento? Procura que al final de tu vida digas con sinceridad al ver tu obra según la voluntad de Dios: “todo está cumplido”. Oración: Señor Jesús, te pido intercedas an-

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digo en el Padrenuestro, “perdóname porque yo perdono a quien me ofende”. R. Amén. (Padre nuestro, Ave María y Gloria).

Segunda Palabra: “Hoy estarás conmigo en el paraí-so” (Lc. 23,43). Jesús ofrece la salvación al crimi-nal. La tradición posterior dio nombre de Dimas a ese “buen ladrón”. El diálogo de Dimas con Jesús está lleno de verdad, cohe-rencia y sinceridad. Son las pala-bras que la sociedad necesita hoy. Tal es el caso de Dimas, el Evan-gelio no nos dice que era ladrón, pero si analizas sus palabras, no-tarás su gran corazón y una con-ciencia que lo mantenía en la ver-dad: “Tu y yo pagamos por lo que nos merecemos en cambio, éste es inocente”, le dice a su compañero. Reconoce la divinidad de Jesús, lo reconoce como el Hijo de Dios al decir, “acuérdate de mí cuando estés en tu reino”. Y Jesús lo cano-niza, “hoy estarás conmigo en el paraíso”. El paraíso puedes vivirlo ya desde ahora. Oración: Señor Jesús, me arrepiento como si estuviera al final de mi vida, da-me el don de la conversión para que al final de mi existencia me digas: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. R. Amén. (Padre nuestro, Ave María y Gloria).

Tercera Palabra: “Mujer he ahí a tu hijo. Luego dijo al discípulo: ahí tienes a tu Ma-dre” (Jn. 19, 26-27). Jesús al dejarle a Juan a María

como madre, y a María a Juan como hijo, no es para quedara desamparada. María tenía pa-rientes y por su vocación de Madre de Dios la Providencia no la desampararía, como no lo hace contigo. El pensamiento de Dios es otro; dejar a María como Madre de la humanidad. Desde ese mo-mento María comprende que su misión no termina en la cruz, ter-mina cuando se duerma en el Se-ñor el último ser de la historia. Ella puede colaborar contigo para que cumplas tu misión hasta el final de tus días. María y Cristo triunfaron. Cristo, María y tú también pueden triunfar. Oración: Señor Jesús concédeme la gracia de saber valorar a la mujer, pues ella es la portadora de la vida, de la dignidad humana, es la que lo da todo por la felicidad de la fa-milia. Bendícela, protégela y al final de sus días colócala al lado de tu Madre, la mujer de sí, de la obediencia, de la colaboración. R. Amén. (Padre nuestro, Ave María y Gloria).

Cuarta Palabra: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt. 27, 46) Esta palabra pronunciada por Jesús crucificado es más un repro-che al Padre, es la oración del jus-to que sufre y espera en Dios. Jesús en lugar de desesperar, clama al Padre pues confía en que Él lo escucha, pero Dios no responde, porque ha identificado a su Hijo con el pecado por amor a noso-tros, y éste debe morir. Jesús, col-

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Palabra de Dios. Te alabamos, Señor. Aclamación antes del Evan-gelio Fil 2, 8-9 R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Cristo se humilló por noso-tros y por obediencia acepto in-cluso la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nom-bre que está sobre todo nombre. R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús. EVANGELIO Las siglas que indican a los tres interlocutores son

las siguiente: †: Jesucristo; S: Discípulos, pueblo y otros personajes; C: Cronista. Pasión de Nuestro Señor Jesu-cristo según san Mateo 26. 3-5. 14-27. 66 C. En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: S. «¿Cuánto me dan si les en-trego a Jesús?» C. Ellos quedaron en darle treinta monedas de pla-ta. Y desde ese momento andaba buscando la oportunidad para entregárselo. El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, los dis-cípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: S. «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?» C. Él respondió: †. «Vayan a la ciudad, a casa de fulano y díganle: 'El Maestro dice: Mi hora está ya cerca. Voy a cele-brar la Pascua con mis discípulos en tu casa'». C. Ellos hicieron lo

que Jesús les había ordenado y prepararon la cena de Pascua. Al atardecer, se sentó a la mesa con los Doce, y mientras cenaban, les dijo: †. «Yo les aseguro que uno de ustedes va a entregarme». C. Ellos se pusieron muy tristes y co-menzaron a preguntarle uno por uno: S. «¿Acaso soy yo, Señor?» C. Él respondió: †. «El que moja su pan en el mismo plato que yo, ése va a entregarme. Porque el Hijo del hombre va a morir, como está escrito de Él; pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre va a ser entregado! Más le valiera a ese hombre no haber nacido». C. En-tonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: S. «¿Acaso soy yo, Maestro?» C. Jesús le respondió: †. «Tú lo has dicho». C. Durante la cena, Jesús tomó un pan, y pro-nunciada la bendición, lo partió y, lo dio a sus discípulos, diciendo: †. «Tomen y coman. Este es mi Cuer-po». C. Luego tomó en sus manos una copa de vino, y pronunciada la acción de gracias, la pasó a sus discípulos, diciendo: †. «Beban todos de ella, porque ésta es mi Sangre, Sangre de la nueva alian-za, que será derramada por to-dos, para el perdón de los peca-dos. Les digo que ya no beberé más del fruto de la vid, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el Reino de mi Pa-dre». C. Después de haber canta-do el himno, salieron hacia el monte de los Olivos. Entonces Jesús les dijo: †. «Todos ustedes se van a escandalizar de mí esta noche,

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porque está escrito: Heriré al pas-tor y se dispersarán las ovejas del rebaño. Pero después de que yo resucite, iré delante de ustedes a Galilea». C. Entonces Pedro le re-plicó: S. «Aunque todos se escan-dalicen de ti, yo nunca me escan-dalizaré». C. Jesús le dijo: †. «Yo te aseguro que esta misma noche, antes de que el gallo cante, me habrás negado tres veces». C. Pe-dro le replicó: S. «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré». C. Y lo mismo dijeron todos los discípulos. Entonces Jesús fue con ellos a un lugar llamado Getse-maní y dijo a los discípulos: †. «Quédense aquí mientras yo voy a orar más allá». C. Se llevó consi-go a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo y comenzó a sentir triste-za y angustia. Entonces les dijo: †. «Mi alma está llena de una triste-za mortal. Quédense aquí y velen conmigo». C. Avanzó unos pasos más, se postró rostro en tierra y comenzó a orar, diciendo: †. «Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz; pero que no se haga como yo quiero, sino como quieres tú». C. Volvió entonces a donde estaban los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro: †. « ¿No han podido velar conmi-go ni una hora? Velen y oren, pa-ra no caer en la tentación, porque el espíritu está pronto, pero la car-ne es débil». C. Y alejándose de nuevo, se puso a orar, diciendo: †. «Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad». C. Después volvió y

encontró a sus discípulos otra vez dormidos, porque tenían los ojos cargados de sueño. Los dejó y se fue a orar de nuevo, por tercera vez, repitiendo las mismas pala-bras. Después de esto, volvió a donde estaban los discípulos y les dijo: †. «Duerman ya y descansen. He aquí que llega la hora y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya está aquí el que me va a entregar». C. To-davía estaba hablando Jesús, cuando llegó Judas, uno de los Doce, seguido de una chusma nu-merosa con espadas y palos, en-viada por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El que lo iba a entregar les había dado esta señal: «Aquel a quien yo le dé un beso, ése es. Aprehéndanlo». Al instante se acercó a Jesús y le dijo: S. «¡Buenas noches, Maestro!» C. Y lo besó. Jesús le dijo: S. «Amigo, ¿es esto a lo que has venido?» C. En-tonces se acercaron a Jesús, le echaron mano y lo apresaron. Uno de los que estaban con Jesús, sacó la espada, hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó una oreja. Le dijo entonces Jesús: †. «Vuelve la espada a su lugar, pues quien usa la espada, a espa-da morirá. ¿No crees que si yo se lo pidiera a mi Padre, El pondría ahora mismo a mi disposición más de doce legiones de ángeles? Pero, ¿cómo se cumplirían entonces las Escrituras, que dicen que así debe suceder?» C. Enseguida dijo Jesús a aquella chusma: †. «¿Han salido ustedes a apresarme como a un

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fraternidad, de la solidaridad y la esperanza. Oremos. R. 4. Pidamos por los enfermos, los que sufren la soledad y los que padecen aislamiento, para que la Resurrección de Jesús rompa en sus vidas las cadenas del dolor, de la exclusión y de la muerte. Ore-mos. R. 5. Pidamos por nuestra Comuni-dad, para que, al experimentar la fuerza espiritual de la Resurrec-ción, se disponga al cumplimiento de construir sin miedo una comu-nidad de fe viva, con audacia mi-sionera y renovadora comunión. Oremos. R.

Padre misericordioso, escucha nuestras súplicas, y haznos exper-tos en deshacer nudos, en arrojar semillas de Evangelio y en conta-giar la alegría de la fe, del amor y la esperanza. Por Jesucristo, nues-tro Señor. R. Amén. Oración después de la comu-nión Dios de bondad, protege pater-nalmente con amor incansable a tu Iglesia, para que, renovada por los misterios pascuales, pueda lle-gar a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.

Las 7 Palabras

Oración Preparatoria Señor Jesucristo, salvador y reden-tor, me arrodillo ante tu bendita cruz. Mi espíritu y mi corazón se dedican ahora a reflexionar sobre tu sagrada Pasión. Levántese tu cruz ante mí, para hacerme com-prender mejor y grabar en mi co-razón todo cuanto hiciste y sufriste por todos los hombre. Oh, Señor, haz que en la hora de mi muerte yo escuche de tu boca palabras de misericordia y de amor. Concéde-me, recibir en mi corazón con do-cilidad, tus últimas palabras en la cruz. R. Amén. Primera Palabra: “Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc. 23,24) La palabra de Cristo en la cruz pidiéndole al Padre perdón para

quienes le estaban dando muerte, son muy profundas y encierran el camino para ti, saber perdonar siempre y en cualquier situación. La palabra perdón en la cruz salió del corazón de Cristo humilde, comprensivo, lleno de amor incon-dicional y de ternura. Para que de tu corazón pueda salir la palabra perdón, es necesario que te revises y te preguntes si eres cristiano de verdad, si tienes amor incondicio-nal a tus hermanos, si eres miseri-cordioso, comprensivo y lleno de ternura. Cuando Dios te perdona, restaura tu interior y te regresa la alegría. Cuando tú perdonas, Dios restaura a tu hermano a través de ese perdón. Oración: Señor Jesús, concédeme el don del perdón y recordar siempre lo que

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allí veréis los suyos la gloria de la Pas-cua». Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia, que estás resucitado; la muerte en ti no manda. Rey vencedor, apiádate de la miseria humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa. R. Aleluya, aleluya. Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado; celebremos, pues, la Pascua. R. Aleluya. EVANGELIO Lectura tomada del santo evangelio según san Juan 20, 1-9 Gloria a ti, Señor. El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio re-movida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa don-de estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepul-cro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo camino del se-pulcro. Los dos iban corriendo jun-tos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó pri-mero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró. En eso llegó tam-bién Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús,

puesto no con los lienzos en el sue-lo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de en-tre los muertos. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. Oración de los fieles C. Presentemos todas nuestras súplicas, afianzados en la ternura de nuestro Dios y Padre, que ha resucitado a Jesucristo de entre los muertos, manifestándonos que sólo Él es el dueño de la vida y que su amor es más fuerte que la muerte. R. Por tu resurrección, escúchanos, Señor. 1. Pidamos por la Iglesia para que la fuerza espiritual del Resucitado la haga experimentar el amor, la vida y la entrega que trae Cristo, Jesús. Oremos. R. 2. Pidamos por los servidores pú-blicos: presidente, gobernadores, alcaldes y líderes sociales, políticos y culturales, para que descubran en Cristo Resucitado que el servi-cio generoso y desinteresado es el camino que conduce al auténtico bienestar de las personas a quie-nes deben y a la satisfacción per-sonal y compartida por el bien cumplido. Oremos. R. 3. Pidamos por todas las personas que en este tiempo buscan con afán el profundo sentido de sus vidas, para que la luz de Jesús Re-sucitado los abra al camino de la

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bandido, con espadas y palos? Todos los días yo enseñaba, senta-do en el templo, y no me aprehendieron. Pero todo esto ha sucedido para que se cumplieran las predicciones de los profetas». C. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. Los que aprehendieron a Jesús lo llevaron a la casa del sumo sacerdote Cai-fás, donde los escribas y los ancia-nos estaban reunidos. Pedro los fue siguiendo de lejos hasta el pa-lacio del sumo sacerdote. Entró y se sentó con los criados para ver en qué paraba aquello. Los sumos sacerdotes y todo el sanedrín an-daban buscando un falso testimo-nio contra Jesús, con ánimo de darle muerte; pero no lo encon-traron, aunque se presentaron muchos testigos falsos. Al fin que dijeron: S. «Ése dijo: “Puedo derri-bar el templo de Dios y recons-truirlo en tres días”». C. Entonces el sumo sacerdote se levantó y le dijo: S. « ¿No respondes nada a lo que éstos atestiguan en contra tuya?» C. Como Jesús callaba, el sumo sacerdote le dijo: S. «Te con-juro por el Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías el Hijo de Dios». C. Jesús le respondió: †. «Tú lo has dicho. Además, yo les decla-ro que pronto verán al Hijo del hombre, sentado a la derecha de Dios, venir sobre las nubes del cie-lo». C. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras y exclamó: S. «¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes mismos han oído la blasfemia.

¿Qué les parece?» C. Ellos respon-dieron: S. «Es reo de muerte». C. Luego comenzaron a escupirle en la cara y a darle de bofetadas. Otros lo golpeaban, diciendo: S. «Adivina quién es el que te ha pegado». C. Entretanto, Pedro estaba fuera, sentado en el patio. Una criada se le acercó y le dijo: S. «Tú también estabas con Jesús, el galileo». C. Pero él lo negó ante todos, diciendo: S. «No sé de qué me estás hablan-do». C. Ya se iba hacia el zaguán, cuando lo vio otra criada y dijo a los que estaban ahí: S. «También ése andaba con Jesús, el naza-reno». C. Él de nuevo lo negó con juramento: S. «No conozco a ese hombre». C. Poco después se acercaron a Pedro los que esta-ban ahí y le dijeron: S. «No cabe duda de que tú también eres de ellos, pues hasta tu modo de ha-blar te delata». C. Entonces él co-menzó a echar maldiciones y a jurar que no conocía a aquel hombre. Y en aquel momento cantó el gallo. Entonces se acordó Pedro de que Jesús había dicho: «Antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces». Y sa-liendo de ahí se soltó a llorar amargamente. Llegada la maña-na, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejo contra Jesús para darle muerte. Después de atarlo, lo lle-varon ante el procurador, Poncio Pilato, y se lo entregaron. Enton-ces Judas, el que lo había entrega-do, viendo que Jesús había sido

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condenado a muerte, devolvió arrepentido las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos, diciendo: S. «Pequé, entregando la sangre de un inocente». C. Ellos dijeron: S. «¿Y a nosotros qué nos importa? Allá tú». C. Entonces Judas arrojó las monedas de plata en el tem-plo, se fue y se ahorcó. Los sumos sacerdotes tomaron las monedas de plata y dijeron: S. «No es lícito juntarlas con el dinero de las li-mosnas, porque son precio de san-gre». C. Después de deliberar, compraron con ellas el Campo del alfarero, para sepultar ahí a los extranjeros. Por eso aquel campo se llama hasta el día de hoy «Campo de sangre». Así se cum-plió lo que dijo el profeta Jere-mías: Tomaron las treinta mone-das de plata en que fue tasado aquel a quien pusieron precio al-gunos hijos de Israel, y las dieron por el Campo del alfarero, según lo que me ordenó el Señor. Jesús compareció ante el procurador, Poncio Pilato, quien le preguntó: S. «¿Eres tú el rey de los judíos?» C. Jesús respondió: †. «Tú lo has dicho». C. Pero nada respondió a las acusaciones que le hacían los sumos sacerdotes y los ancianos. Entonces le dijo Pilato: S. «¿No oyes todo lo que dicen contra ti?» C. Pero Él nada respondió, hasta el punto de que el procurador se quedó muy extrañado. Con oca-sión de la fiesta de la Pascua, el procurador solía conceder a la multitud la libertad del preso que

quisieran. Tenían entonces un pre-so famoso, llamado Barrabás. Di-jo, pues. Pilato a los ahí reunidos: S. «¿A quién quieren que les deje en libertad: a Barrabás o a Jesús, que se dice el Mesías?» C. Pilato sabía que se lo habían entregado por envidia. Estando él sentado en el tribunal, su mujer mandó decir-le: S. «No te metas con ese hom-bre justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa». C. Mientras tanto, los sumos sacerdo-tes y los ancianos convencieron a la muchedumbre de que pidieran la libertad de Barrabás y la muer-te de Jesús. Así, cuando el procu-rador les preguntó: S. «¿A cuál de los dos quieren que les suelte?» C. Ellos respondieron: S. «A Barra-bás». C. Pilato les dijo: S. «¿Y qué voy a hacer con Jesús, que se dice el Mesías?» C. Respondieron todos: S. «Crucifícalo». C. Pilato pregun-tó: S. «Pero, ¿qué mal ha hecho?» C. Más ellos seguían gritando ca-da vez con más fuerza: S. «¡Crucifícalo!» C. Entonces Pilato, viendo que nada conseguía y que crecía el tumulto, pidió agua y se lavó las manos ante el pueblo, diciendo: S. «Yo no me hago res-ponsable de la muerte de este hombre justo. Allá ustedes». C. Todo el pueblo respondió: S. «¡Que su sangre caiga sobre noso-tros y sobre nuestros hijos!» C. En-tonces Pilato puso en libertad a Barrabás. En cambio a Jesús lo hizo azotar y lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados del

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En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Ya saben ustedes lo sucedido en toda Judea, que tuvo principio en Galilea, después del bautismo predicado por Juan: cómo Dios ungió con el poder del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret y cómo éste pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimi-dos por el diablo, porque Dios es-taba con Él. Nosotros somos testi-gos de cuanto Él hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgán-dolo de la cruz, pero Dios lo resu-citó al tercer día y concedió verlo, no a todo el pueblo, sino única-mente a los testigos que Él, de antemano, había escogido: a no-sotros, que hemos comido y bebi-do con Él después de que resucitó de entre los muertos. Él nos man-dó predicar al pueblo y dar testi-monio de que Dios lo ha constitui-do juez de vivos y muertos. El tes-timonio de los profetas es unáni-me: que cuantos creen en Él reci-ben, por su medio, el perdón de los pecados». Palabra de Dios. Te alabamos, Señor. Salmo responsorial Sal 117 R. Éste es el día del triunfo del Señor. Aleluya. L. Te damos gracias, Señor, por-que eres bueno, porque tu miseri-cordia es eterna. Diga la casa de Israel: «Su misericordia es eterna». R. L. La diestra del Señor es podero-sa, la diestra del Señor es nuestro orgullo. No moriré, continuaré

viviendo para contar lo que el Señor ha hecho. R. L. La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto es obra de la mano del Señor, es un milagro patente. R. SEGUNDA LECTURA Lectura de la carta del após-tol san Pablo a los colosenses 3, 1-4 Hermanos: Puesto que ustedes han resucitado con Cristo, bus-quen los bienes de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios. Pongan todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra, porque han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, vida de ustedes, entonces también ustedes se manifestarán gloriosos, juntamente con Él Palabra de Dios. Te alabamos, Señor. SECUENCIA Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza a gloria de la víctima propi-cia de la Pascua. Cordero sin pecado, que a las ovejas salva, a Dios y a los culpables unió con nueva alianza. Lucharon vida y muerte en singular batalla, y, muerto el que es la vida, triunfante se levanta. «¿Qué has visto de camino, María en la mañana?» «A mi Señor glorioso, la tumba abandonada, los ángeles testi-gos, sudarios y mortaja. ¡Resucitó de veras, mi amor y mi esperanza! Venid a Galilea, allí el Señor aguarda;

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dificultades que se puedan pre-sentar como se tipifica en el santo Evangelio. En este sentido, el cristiano no de-be tener miedo frente a nada ni a nadie; pues no es la muerte su destino; sino la resurrección; ayer, como hoy, estamos invitados a verificar que el sepulcro está va-cío; que Jesús no está en el lugar de los muertos, porque Dios lo ha resucitado, y con Él todos han creído. Vivamos la experiencia de Cristo resucitado, y estemos seguros de vivir siempre un comportamiento ético digno del ser humano. En-tonces realmente la resurrección de Jesucristo será el centro de nuestra vida y nuestra fe. Que el Resucitado transforme nuestras vidas, y siempre nos con-duzca por caminos de bien y ver-dad; donde seamos capaces de dejarnos guiar por su amor, para aceptar con valentía las contrarie-dades de la vida.

Marsel Godoy II de Teología

Monición de Entrada: Queridos hermanos, hoy celebra-mos la resurrección del Señor, por ello la liturgia nos invita a vivir alegres, y creer que Cristo vive y que ha resucitado para nuestra salvación. Hoy celebramos el gran amor que Dios ha tenido para con nosotros, al vencer a la muerte y resucitar para darnos vida nueva. Por ello participemos gozosos ele-vando himnos de victoria porque Cristo el Señor vive eternamente.

Oración colecta Dios nuestro, que por medio de tu Unigénito, vencedor de la muerte, nos has abierto hoy las puertas de la vida eterna, concede, a quienes celebramos la solemnidad de la Resurrección del Señor, resucitar también en la luz de la vida eter-na, por la acción renovadora de tu Espíritu. Por nuestro Señor Jesu-cristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. R. Amén. Monición a la Liturgia de la Palabra En el libro de los Hechos, el após-tol Pedro evoca a la memoria las hazañas y prodigios que hizo el hijo de Dios en la región de Judea, el cual vive por medio de su resu-rrección y de la cual el apóstol da testimonio. El apóstol Pablo nos invita a vivir en la búsqueda de los bienes del cielo lugar en el que habita Cristo el Señor y del cual participamos por medio del bau-tismo de su gloria. Gloria que ve-mos manifestada en el relato post pascual del evangelista Juan en el que los apóstoles encuentran el sepulcro vacío y por medio de los signos de los lienzos y el sudario creyeron en el cumplimiento de las escrituras. PRIMERA LECTURA Lectura del libro de los He-chos de los Apóstoles 10, 34. 37-43

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procurador llevaron a Jesús al pre-torio y reunieron alrededor de Él a todo el batallón. Lo desnudaron, le echaron encima un manto de púrpura, trenzaron una corona de espinas y se la pusieron en la ca-beza; le pusieron una caña en su mano derecha, y arrodillándose ante Él, se burlaban diciendo: S. «¡Viva el rey de los judíos!» C. Y le escupían. Luego, quitándole la caña, lo golpeaban con ella en la cabeza. Después de que se burla-ron de Él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y lo llevaron a crucificar. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz. Al llegar a un lugar llamado Gólgota, es decir, «Lugar de la Calavera», le dieron a beber a Jesús vino mezclado con hiel; Él lo probó, pero no lo quiso beber. Los que lo crucificaron se repartieron sus vestidos, echando suertes, y se quedaron sentados ahí para cus-todiarlo. Sobre su cabeza pusieron por escrito la causa de su conde-na: «Éste es Jesús, el rey de los ju-díos». Juntamente con Él, crucifi-caron a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Los que pasaban por ahí lo insul-taban moviendo la cabeza y gri-tándole: S. «Tú, que destruyes el templo y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz». C. Tam-bién se burlaban de Él los sumos sacerdotes, los escribas y los ancia-nos, diciendo: S. «Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mis-mo. Si es el rey de Israel, que baje

de la cruz y creeremos en Él. Ha puesto su confianza en Dios, que Dios lo salve ahora, si es que de verdad lo ama, pues Él ha dicho: “Soy el Hijo de Dios”». C. Hasta los ladrones que estaban crucificados a su lado lo injuriaban. Desde el mediodía hasta las tres de la tar-de, se oscureció toda aquella tie-rra. Y alrededor de las tres, Jesús exclamó con fuerte voz: †. «Elí, Elí, ¿lemá sabactaní?» C. Que quiere decir: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Algu-nos de los presentes, al oírlo, de-cían: S. «Está llamando a Elías». C. Enseguida uno de ellos fue co-rriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y sujetándola a una caña, le ofreció de beber. Pero los otros le dijeron: S. «Déjalo. Vamos a ver si viene Elías a salvarlo». C. Entonces Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, expiró. Aquí todos se arrodillan y se hace un breve silencio de adoración

C. Entonces el velo del templo se rasgó en dos partes, de arriba a abajo, la tierra tembló y las rocas se partieron. Se abrieron los sepul-cros y resucitaron muchos justos que habían muerto, y después de la resurrección de Jesús, entraron en la ciudad santa y se aparecie-ron a mucha gente. Por su parte, el oficial y los que estaban con él custodiando a Jesús, al ver el te-rremoto y las cosas que ocurrían, se llenaron de un gran temor y dijeron: S. «Verdaderamente éste era Hijo de Dios». C. Estaban también allí, mirando desde lejos,

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muchas de las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo. Entre ellas estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo. Al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que se había hecho también discípulo de Jesús. Se pre-sentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús, y Pilato dio orden de que se lo entregaran. José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo, que había hecho excavar en la roca para sí mismo. Hizo rodar una gran piedra hasta la entrada del sepulcro y se retiró. Estaban ahí María Magdalena y la otra María, sentadas frente al sepulcro. Al otro día, el siguiente de la preparación de la Pascua, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron ante Pilato y le dije-ron: S. «Señor, nos hemos acorda-do de que ese impostor, estando aún en vida, dijo: “A los tres días resucitaré”. Manda, pues, asegu-rar el sepulcro hasta el tercer día; no sea que vengan sus discípulos, lo roben y digan luego al pueblo: “Resucitó de entre los muertos”, porque esta última impostura se-ría peor que la primera». C. Pilato les dijo: S. «Tomen un pelotón de soldados, vayan y aseguren el se-pulcro como ustedes quieran». C. Ellos fueron y aseguraron el sepul-cro, poniendo un sello sobre la puerta y dejaron ahí la guardia. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Oración de los fieles Presentemos queridos hermanos y hermanas, nuestra suplica a Dios todopoderoso, que en su bondad infinita nos escucha. R. Escúcha-nos con amor, Padre. 1. Por la Iglesia, que sufre en sus miembros, que quiere hacer suyo el sufrimiento de toda la humani-dad; para que sepa decir al abati-do una palabra de aliento. Ore-mos. R. 2. Por los enfermos, los moribun-dos y todos los que sufren; para que, apurando el cáliz de la pa-sión, a semejanza de Cristo pa-ciente, tengan la firme esperanza de participar con Él en su gloria. Oremos. R. 3. Por nosotros, que nos dispone-mos a celebrar la Pascua del Se-ñor; para que su muerte y resu-rrección se cumplan en nuestra vida. Oremos. R. 4. Para que todos los difuntos compartan la resurrección de Cris-to, igual que han compartido ya con él la muerte. Oremos. R. Acepta, Señor, estas peticiones que te hacemos y las que han quedado en lo profundo de nues-tros corazones, has que por los méritos de la Pasión de tu Hijo te sean agradables como nuestra humilde súplica. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén. Oración después de la comu-nión Tú que nos has alimentado con esta Eucaristía, y por medio de la

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pleno de la vida que no tiene fin. Oremos. R Padre que, por el poder del Espíri-tu Santo, has resucitado a Jesús del reino de la muerte para tu gloria y para nuestra salvación, escucha la oración que la Iglesia te dirige en esta noche, apoyada en la intercesión del mismo Jesu-cristo, tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. R. Amén.

Cuarta Parte Rito de la Comunión

Oración después de la comu-nión Infúndenos, Señor, el espíritu de tu caridad, para que, saciados con los sacramentos pascuales, viva-mos siempre unidos en tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.

“La vida del hombre; en torno al Resucitado” Anhelos de vida nueva, búsqueda de un sentido para la propia exis-tencia, miedo a la muerte como fracaso, esperanza de amor que todo lo renueva… Todo ello en-cuentra su razón de ser en la Re-surrección de Jesús. El amor que se hace presente en el corazón del hombre; genera la fe en la Resu-rrección de Cristo; por ende esta realidad suscita el testimonio de lo que se profesa a toda la comuni-dad cristiana por medio de la ex-periencia de la fe que se da como don precioso. Así pues; en los Hechos de los Apóstoles, se presenta la realidad de la disolución de la comunidad cristiana, a causa del ajusticia-miento de Jesús, que no solo se disgrega; sino que padece cierto temor a causa de las realidades que se presentan dentro de la so-ciedad a la cual pertenecen.

Sin embargo, la acción transfor-madora de la Resurrección de Cristo, es la manifestación de con-vertir la capacidad de los cristia-nos (sus discípulos) a la conversión de sus corazones por medio de su Evangelio, y así; regalarles el espí-ritu de perdón, y dar cohesión in-terna a la comunidad que le si-gue; en la solidaridad, fraterni-dad, e igualdad; que humana-mente es imposible; debido a la condición de pecado que existe dentro del corazón del hombre. En esta misma sintonía, Pablo, en la Carta a los Colosenses, invita a los cristianos a mirar las realidades terrenas como signos superfluos que pertenecen a un segundo plano dentro de la sociedad a la cual pertenecen; aspirando siem-pre los bienes celestiales como “promesa de Dios” a través del amor, la justicia, la igualdad, y la dignidad humana; para así afir-mar la adhesión de la vida al pro-yecto de salvación que se sostiene en el Resucitado a pesar de las

Domingo de Resurrección “Es Verdad, el Señor ha resucitado”

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R. Sí, creo. C. ¿Creen en Jesucristo, su Hijo único y Señor nuestro, que nació de la Virgen María, padeció y mu-rió por nosotros, resucitó y está sentado a la derecha del Padre? R. Sí, creo. C. ¿Creen en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia católica, en la co-munión de los santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eter-na? R. Sí, creo. Y el que dirige concluye:

C. Que Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos liberó del pecado y nos ha he-cho renacer por el agua y el Espí-ritu Santo, nos conserve con su gracia unidos a Jesucristo, nuestro Señor, hasta la vida eterna. R. Amén. 40. El que dirige rocía al pueblo con el agua bendita, mientras todos entonan un canto bautismal: 41. Hecha la aspersión, el que dirige vuel-ve al lugar destinado para dirigir la Cele-bración. Omitido el Credo, hace la oración universal.

Oración de los fieles En esta noche santa de la resu-rrección de Nuestro Señor Jesucris-to, por el poder del Espíritu, dirija-mos, nuestras súplicas al Padre. R. Cristo, vida nuestra, au-menta nuestra fe. 1. Para que el Papa Francisco, nuestro obispo Mons. Oswaldo Azuaje, los presbíteros, los diáco-nos y todo el pueblo de Dios de esta diócesis de Trujillo, formando

una sola Iglesia en unión con todos los que se han reunido en esta no-che por todo el mundo para cele-brar la Pascua del Señor, renove-mos nuestra adhesión a Cristo Je-sús, por la fuerza de su Espíritu. Oremos. R. 2. Por los gobernantes de nuestra Patria Venezuela y del mundo entero, para que, iluminados por el Espíritu Santo y fortalecidos por la resurrección de Jesucristo, ejer-zan su gobierno al servicio de la paz, el progreso de los pueblos y el bienestar de todo ser humano. Oremos. R. 3. Por todos los pueblos de la tie-rra, para que, con el gozo de la Pascua del Señor Jesucristo, pue-dan vivir en paz, se rompan las injusticias y divisiones, y en un es-píritu de solidaridad cada nación, pueblo y región del mundo, pue-da vivir en libertad su propia identidad. Oremos. R. 4. Por todos los que sufren en el mundo a causa de las guerras, las injusticias, el odio y la violencia, para que iluminados por el Espíri-tu Santo y fortalecidos por la resu-rrección de Jesucristo, se conserven en la espera de su plena libera-ción, anunciada en esta Pascua. Oremos. R. 5. Por todos y cada uno de noso-tros para que, renacidos del agua y del Espíritu, nos dispongamos a participar en el banquete de la Pascua y vivamos en plenitud el misterio de la resurrección del Se-ñor. Oremos. R. 6. Por todos los fieles difuntos, pa-ra que sean introducidos por la resurrección del Señor en el gozo

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muerte de tu Hijo nos das la espe-ranza de alcanzar lo que la fe nos promete, concédenos, Señor, lle-gar, por medio de su resurrección,

a la meta de nuestras esperanzas. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.

Estamos entrando en la Semana Santa, en la semana de la pascua de Jesús, de su pasaje de este mundo al Padre (Jn 13,1). La litur-gia de hoy coloca ante nosotros el comienzo del capítulo 12 del evan-gelio de Juan, que enlaza el Libro de las Señales (cc 1-11) y el Libro de la Glorificación (cc.13-21). Al final del "Libro de las Señales", aparece con claridad la tensión entre Jesús y las autoridades religiosas de la época (Jn 10,19-21.39) y el peligro que Jesús corre. Varias veces tra-tarán de matarle (Jn 10,31; 11,8.53; 12,10). Tanto es así que Jesús se ve obligado a llevar una vida clan-destina, pues podían detenerle en cualquier momento (Jn 10,40; 11,54). Jesús, perseguido por los judíos, va a Betania. Seis días antes da pas-cua, a casa de sus amigas Marta y María y de su amigo Lázaro. Be-tania significa Casa de la Pobreza. Él estaba siendo perseguido (Jn 11,57). Quieren matarle (Jn 11,50). Pero aun sabiendo que estaban detrás de Jesús, María, Marta y Lázaro reciben a Jesús en casa y le ofrecen comida. Acoger a una persona perseguida y ofrecerle comida era peligroso. Pero el amor hace superar el miedo. Ma-ría unge a Jesús. Durante la comi-da, María unge los pies de Jesús

con medio litro de perfume de nardo puro (cf. Lc 7,36-50). Era un perfume caro, muy caro, de trescientos denarios. Inmediata-mente, seca los pies a Jesús con sus cabellos. La casa entera se llena de perfume. En todo este episodio, María no habla. Sólo actúa. El gesto lleno de simbolismo habla de por sí. Lavando los pies, María se convierte en servidora. Jesús repetirá ese mismo gesto en la última cena (Jn 13,5). Por otra parte la reacción de Ju-das. Judas critica el gesto de Ma-ría. Afirma que es un desperdicio. ¡De hecho, trescientos denarios era el salario de trescientos días! ¡Así que el salario de casi un año ente-ro fue gastado de una sola vez! Judas piensa que el dinero habría que darlo a los pobres. El evange-lista comenta que Judas no tenía ninguna preocupación por los po-bres, sino que era un ladrón. Tenía la bolsa común y robaba dinero. Juicio fuerte que condena a Judas. No condena la inquietud por los pobres, sino la hipocresía que usa a los pobres para promoverse y enriquecerse. Según sus intereses egoístas, Judas piensa sólo en el dinero. Por esto no percibe lo que estaba pasando en el corazón de María. Jesús conoce el corazón y defiende a María.

Lunes Santo

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La prontitud de Jesús defiende a la mujer. Judas mira el gasto y critica a la mujer. Jesús mira el gesto y defiende a la mujer: “¡Déjala! Que lo guarde para el día de mi sepultura." Y Jesús aña-de después: "Porque pobres siem-pre tendréis entre vosotros." ¿Quién de los dos vivía más cerca de Jesús: Judas o María? Como discípulo, Judas convivía con Jesús desde hacía casi tres años, veinte cuatro horas al día. Formaba par-te del grupo. María se encontraba con él sólo una o dos veces al año, en ocasión de las fiestas, cuando Jesús iba a Jerusalén y la visitaba. Pero la convivencia sin amor no nos hace conocer. Impide ver. Ju-das era ciego. Mucha gente convi-ve con Jesús y hasta lo alaba con el canto, pero no le conoce de ver-dad, ni le revela (cf. Mt 7,21). Dos afirmaciones de Jesús merecen un comentario detallado: (a) “Pobres siempre tendréis”, y (b) “Déjale que lo guarde para el día de mi sepultura”. (a) “Pobres siempre tendréis” ¿Quiso Jesús decir que no debemos preocuparnos con los pobres, visto que va a haber siempre gente pobre? ¿La pobreza es un destino impuesto por Dios? ¿Cómo enten-der esta frase? En aquel tiempo, las personas conocían el Antiguo Testamento de memoria. Bastaba que Jesús citara el comienzo de una frase del AT, y las personas ya sabían lo demás. El comienzo de esta frase decía: “¡Los pobres los tendréis siempre con vosotros!” (Dt 15,11a). El resto de la frase que la gente ya conocía y que Jesús quiso

recordar, era ésta: “¡Por esto, os ordeno: debes abrir tu mano a tu hermano, a aquel de los tuyos que es indigente y pobre en tu tie-rra!” (Dt 15,11b). Según esta Ley, la comunidad debe acoger a los po-bres y compartir con ellos sus bie-nes. Pero Judas, en vez de decir “abre la mano a favor del pobre” y comparte con ellos tus propios bienes, quería decir que se haga caridad con el dinero de los de-más. Quería vender el perfume de María por trescientos denarios y usarlos para ayudar a los pobres. Jesús cita la Ley de Dios que ense-ñaba lo contrario. Quien, al igual que Judas, hace campaña con el dinero de la venta de los bienes de los demás, no incomoda. Pero aquel que, como Jesús, insiste en la obligación de acoger a los pobres y compartir con ellos sus bienes, éste incomoda y corre el peligro de ser condenado. (b) "Que lo guarde para el día de mi sepultura". La muerte en la cruz era el castigo terrible y ejem-plar, adoptado por los romanos para castigar a los subversivos que se oponían al imperio. Una perso-na condenada a muerte de cruz no recibía sepultura y no podía ser ungida, pues quedaba colgando de la cruz hasta que los animales se comían el cadáver, o recibía sepultura rasa de indigente. Ade-más de esto, según la Ley del An-tiguo Testamento, tenía que ser considerada como, "maldita por Dios" (Dt 21, 22-23). Jesús iba a ser condenado a muerte y muerte de cruz, consecuencia de su compro-miso con los pobres y de su fideli-

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Para que santifiques esta fuente bautismal por la que renacerán tus hijos a la vida nueva Te rogamos óyenos. Jesús, Hijo de Dios vivo Te rogamos óyenos. Cristo, óyenos Cristo, óyenos. Cristo, escúchanos Cristo, escúchanos.

Bendición del agua 38. Enseguida, el que dirige, hace la ora-ción de bendición del agua, diciendo con las manos juntas, esta oración:

Señor, Dios nuestro, mira con bon-dad a este pueblo tuyo, que vela en oración en esta noche santísi-ma, recordando la obra admira-ble de nuestra creación y la obra más admirable todavía, de nues-tra redención. Dígnate bendecir esta agua, que tú creaste para dar fertilidad a la tierra, frescura y limpieza a nuestros cuerpos. Tú, además, has convertido el agua en un instrumento de tu misericor-dia: a través de las aguas del mar Rojo liberaste a tu pueblo de la esclavitud; en el desierto hiciste brotar un manantial para saciar su sed; con la imagen del agua viva los profetas anunciaron la Nueva Alianza que deseabas es-tablecer con los hombres; final-mente, en el agua del Jordán, san-tificada por Cristo, inauguraste el sacramento de una vida nueva, que nos libra de la corrupción del pecado. Que esta agua nos re-cuerde ahora nuestro bautismo y nos haga participar en la alegría de nuestros hermanos, que han sido bautizados en esta Pascua del Señor, el cual vive y reina por los siglos de los siglos. R. Amén.

Renovación de las promesas bautismales

39. Después de la bendición del agua, to-dos, de pie y teniendo en sus manos las velas encendidas, hacen la renovación de las promesas del bautismo. El que dirige invita a los fieles con estas u otras pala-bras:

Hermanos, por medio del bautis-mo, hemos sido hechos partícipes del misterio pascual de Cristo; es decir, por medio del bautismo, hemos sido sepultados con Él en su muerte para resucitar con Él a una vida nueva. Por eso, después de haber terminado el tiempo de Cuaresma, que nos preparó a la Pascua, es muy conveniente que renovemos las promesas de nues-tro bautismo, con las cuales un día renunciamos a Satanás y a sus obras y nos comprometimos a ser-vir a Dios, en la santa Iglesia cató-lica. Por consiguiente: C. ¿Renuncian ustedes a Satanás? R. Sí, renuncio. C. ¿Renuncian a todas sus obras? R. Sí, renuncio. C. ¿Renuncian a todas sus seduc-ciones? R. Sí, renuncio. Prosigue el que dirige:

C. ¿Creen ustedes en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra?

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Letanías de los Santos Señor, ten piedad Señor, ten piedad Cristo, ten piedad Cristo, ten piedad Señor, ten piedad Señor, ten piedad. Santa María, Madre de Dios Ruega por nosotros. San Miguel Ruega por nosotros. Santos Ángeles de Dios Rueguen por nosotros. San Juan Bautista Ruega por nosotros. San José Ruega por nosotros. Santos Pedro y Pablo Rueguen por nosotros. San Andrés Ruega por nosotros. San Juan Ruega por nosotros. Santa María Magdalena Ruega por nosotros. San Esteban Ruega por nosotros. San Ignacio de Antioquía Ruega por nosotros. San Lorenzo Ruega por nosotros. Santas Perpetua y Felicitas Rueguen por nosotros. Santa Inés Ruega por nosotros. San Gregorio Ruega por nosotros. San Agustín Ruega por nosotros. San Atanasio Ruega por nosotros. San Basilio Ruega por nosotros. San Martín Ruega por nosotros. San Benito Ruega por nosotros. Santos Francisco y Domingo Rueguen por nosotros. San Francisco Javier Ruega por nosotros. San Juan María Vianney Ruega por nosotros. Santa Catalina de Siena Ruega por nosotros. Santa Teresa de Jesús Ruega por nosotros. San Juan XXIII Ruega por nosotros. San Juan Pablo II Ruega por nosotros. Beato Pablo VI Ruega por nosotros. Beata María de San José Ruega por nosotros. Beata Candelaria de San José Ruega por nosotros. Santos y santas de Dios Rueguen por nosotros. Muéstrate propicio Líbranos, Señor. De todo mal Líbranos, Señor. De todo pecado Líbranos, Señor. De la muerte eterna Líbranos, Señor. Por tu encamación Líbranos, Señor. Por tu muerte y resurrección Líbranos, Señor. Por el don del Espíritu Santo Líbranos, Señor. Nosotros, que somos pecadores Te rogamos óyenos.

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dad al Proyecto del Padre. No iba a tener un entierro. Por eso, des-pués de muerto, no iba a poder ser ungido. Sabiendo esto, María se anticipa y lo unge antes de ser crucificado. Con este gesto, indica que aceptaba a Jesús como me-sías, aunque estuviera ¡crucificado! Jesús entiende el gesto de la mujer y lo aprueba. Juan 12,9-11: La multitud y las au-toridades. Ser amigo de Jesús pue-de ser peligroso. Lázaro corre peli-gro de muerte por causa de la vida nueva que recibió de Jesús. Los judíos decidieron matarle. Lá-zaro vivo era la prueba viva de que Jesús era el Mesías. Por esto, la multitud lo buscaba, ya que la gente quería experimentar de cerca la prueba viva del poder de Jesús. Una comunidad viva corre peligro de vida porque es prueba viva de la Buena Nueva de Dios.

Smta. Andry Viloria III de Teología

Monición de entrada. Acercándonos ya a vivir el Miste-rio Pascual, que es vivir la alegría y la luz de Cristo para siempre. Comenzamos desde hoy a vivir y sobre todo a tener y sentir en nuestra interiorización el proceso que vivió Jesucristo. Por eso no nos hacemos ajenos a vivir tal proceso sino que como hombre hechos por El, que sentimos, padecemos y vivimos, sigamos experimentando en nuestra realidad humana lo que Dios nos quiere dar a conocer en nuestra actualidad.

Oración colecta Te rogamos, Dios todopoderoso, que quienes desfallecemos a cau-sa de nuestra debilidad, nos recu-peremos gracias a la pasión de tu Unigénito. Él que vive y reina con-tigo en la unidad del Espíritu San-to y es Dios por los siglos de los siglos. R. Amén. Monición a la Liturgia de la Palabra. Dentro de la liturgia de la pala-bra que hoy se contempla, se fu-sionan rasgos, importantes que hacen que el hombre pueda co-nocer la luz de Dios y que vivía en medio de ese rayo de luz, en el cual se complace Dios. Por eso acompañado del Dios que crea y despliega cuanto tenemos, para abrir los ojos de ciegos; estemos pues atentos y aprendamos sobre el amor de Cristo, para con todos. PRIMERA LECTURA Lectura del libro del profeta Isaías 42, 1-7 Miren a mi siervo, a quien sosten-go; a mi elegido, en quien tengo mis complacencias. En él he pues-to mi espíritu, para que haga bri-llar la justicia sobre las naciones. No gritará ni clamará, no hará oír su voz en las plazas, no romperá la caña resquebrajada, ni apaga-rá la mecha que aun humea. Pro-clamará la justicia con firmeza, no titubeará ni se doblegará, hasta haber establecido el derecho sobre la tierra y hasta que las islas escu-chen su enseñanza. Esto dice el

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Señor Dios, el que creó el cielo y lo extendió, el que dio firmeza a la tierra, con lo que en ella brota; el que dio el aliento a la gente que habita la tierra y la respiración a cuanto se mueve en ella: «Yo, el Señor, fiel a mi designio de salvación, te llame, te tome de la mano; te he formado y te he cons-tituido alianza de un pueblo, luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión y de la maz-morra a los que habitan en las tinieblas». Palabra de Dios. Te alabamos Señor. Salmo responsorial Sal 26 R. El Señor es mi luz y mi salva-ción. L. El Señor es mi luz y mi salva-ción, ¿a quién voy a tenerle mie-do? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme tem-blar? R. L. Cuando me asaltan los malva-dos para devorarme, ellos, enemi-gos y adversarios tropiezan y caen. R. L. Aunque se lance contra mí un ejército, no temerá mi corazón; aun cuando hagan la guerra con-tra mí, tendré plena confianza en el Señor. R. L. La bondad del Señor espero ver en esta misma vida. Ármate de valor y fortaleza y en el Señor confía. R. Aclamación antes del Evan-gelio R. Honor y gloria a ti, Señor

Jesús. Señor Jesús, Rey nuestro, solo tú, has tenido compasión de nuestras faltas. R. Honor y glo-ria a ti, Señor Jesús. EVANGELIO Lectura tomada del santo evangelio según san Juan 12, 1-11 Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lá-zaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó entonces una libra de perfume de nardo auténtico, muy costoso, le ungió a Jesús los pies con él y se los enjugó con su cabellera, y la casa se llenó con la fragancia del perfume. En-tonces Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que iba a entregar a Jesús, exclamó: «¿Por qué no se ha vendido ese perfume en trescien-tos denarios para dárselos a los pobres?». Esto lo dijo, no porque le importaran los pobres, sino por-que era ladrón, y como tenía a su cargo la bolsa, robaba lo que echaban en ella. Entonces dijo Jesús: «Déjala. Esto lo tenía guar-dado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tendrán siempre con ustedes, pero a mí no siempre me tendrán». Entre tan-to, la multitud de judíos, que se enteró de que Jesús estaba allí, acudió, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien el Señor había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes deliberaban para ma-

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del Señor, es un milagro patente. R. EVANGELIO Lectura tomada del santo evangelio según san Mateo 28, 1-10 Gloria a ti, Señor. Transcurrido el sábado, al amane-cer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. De pron-to se produjo un gran temblor, porque el ángel del Señor bajó del cielo y acercándose al sepulcro, hizo rodar la piedra que lo tapa-ba y se sentó encima de ella. Su rostro brillaba como el relámpago y sus vestiduras eran blancas co-mo la nieve. Los guardias, atemo-rizados ante él, se pusieron a tem-blar y se quedaron como muertos. El ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: «No teman. Ya sé que buscan a Jesús, el crucificado. No está aquí; ha resucitado, como lo había dicho. Vengan a ver el lu-gar donde lo habían puesto. Y ahora, vayan de prisa a decir a sus discípulos: “Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de ustedes a Galilea; allá lo verán”. Eso es todo». Ellas se alejaron a toda prisa del sepulcro, y llenas de temor y de gran alegría, corrieron a dar la noticia a los discípulos. Pero de repente Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se le acercaron, le abrazaron los pies y lo adoraron. Entonces les dijo Je-sús: «No tengan miedo. Vayan a decir a mis hermanos que se diri-jan a Galilea. Allá me verán».

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. 33. Después del Evangelio no se omita la reflexión, aunque sea breve.

Tercera parte Liturgia Bautismal

34. Después de la reflexión se pasa a la liturgia bautismal. El que dirige con los ministros, se encamina hasta la fuente bau-tismal, si ésta se encuentra a la vista de los fieles. De lo contrario se pone un recipien-te con agua en el presbiterio. 35. El que dirige inmediatamente hace la monición introductoria con estas palabras u otras semejantes:

Hermanos, pidamos a Dios todo-poderoso, que con su poder santi-fique esta fuente bautismal, para que cuantos en el bautismo van a ser regenerados en Cristo, sean agregados al número de hijos adoptivos de Dios. 36. Dos cantores entonan las Letanías, a las que todos responden, estando de pie (por razón del Tiempo Pascual). 37. En las Letanías se pueden añadir algu-nos nombres de los santos, especialmente el del titular de la iglesia, el de los patronos del lugar y el de los que van a ser bautiza-dos. Si no hay bendición de la fuente bau-tismal, y sólo se va a hacer la bendición del agua, se pasa directo a la bendición del agua (n. 57).

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29. Terminada la oración de la última lec-tura del Antiguo Testamento, con su salmo responsorial y la oración correspondiente, se encienden las velas del altar, y el que dirige entona el himno Gloria a Dios en el cielo, que todos prosiguen, mientras se tocan las campanas de acuerdo con las costumbres de cada lugar. 30. Terminado el himno, el que dirige dice la oración colecta, como de ordinario.

Oración colecta Dios nuestro, que haces resplande-cer esta noche con la gloria de la resurrección del Señor, aviva en tu Iglesia el espíritu de adopción fi-lial, para que, renovados en cuer-po y alma, nos entreguemos fiel-mente a tu servicio. Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los si-glos de los siglos. R. Amén. 31. Enseguida un lector lee la epístola del Apóstol. EPÍSTOLA Lectura de la carta del após-tol san Pablo a los romanos: 6, 3-11 Hermanos: Todos los que hemos sido incorporados a Cristo Jesús por medio del bautismo hemos sido incorporados a Él en su muer-te. En efecto, por el bautismo fui-mos sepultados con Él en su muer-te, para que, así como Cristo resu-citó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también no-sotros llevemos una vida nueva. Porque, si hemos estado íntima-mente unidos a Él por una muerte semejante a la suya, también lo estaremos en su resurrección. Sa-

bemos que nuestro hombre viejo fue crucificado con Cristo, para que el cuerpo del pecado queda-ra destruido, a fin de que ya no sirvamos al pecado, pues el que ha muerto queda libre del peca-do. Por lo tanto, si hemos muerto con Cristo, estamos seguros de que también viviremos con Él; pues sabemos que Cristo, una vez resu-citado de entre los muertos, ya no morirá nunca. La muerte ya no tiene dominio sobre Él, porque, al morir, murió al pecado de una vez para siempre; y al resucitar, vive ahora para Dios. Lo mismo ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor. 32. Leída la Epístola, todos se ponen de pie, y el que dirige entona solemnemente tres veces, elevando gradualmente su voz, el Aleluya, que todos repiten. Si hace falta, un salmista canta el Aleluya. Luego un salmista o un cantor dice el salmo 117, al que el pueblo responde Aleluya.

Salmo responsorial Sal 117 R. Aleluya, aleluya, aleluya. L. Te damos gracias, Señor, por-que eres bueno, porque tu miseri-cordia es eterna. Diga la casa de Israel: «Su misericordia es eterna». R. L. La diestra del Señor es podero-sa, la diestra del Señor es nuestro orgullo. No moriré, continuaré viviendo, para contar lo que el Señor ha hecho. R. L. La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto es obra de la mano

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tar a Lázaro, porque a causa de él, muchos judíos se separaban y creían en Jesús. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. Oración de los fieles Hermanos y hermanas, presente-mos nuestra suplica al Padre Ce-lestial que envió a su Hijo para nuestra Salvación y a liberarnos de la muerte por el pecado. R. Señor, ten piedad y escú-chanos. 1. Para que el Señor purifique a la Iglesia y le conceda el don de la caridad, especialmente por los más pobres y olvidados. Oremos. R. 2. Para que Jesús, El Mesías, forta-lezca al Papa y a los Obispos, y los acompañe en su labor y creci-miento espiritual, a fin de que desempeñando su misión con fide-lidad, den frutos de santidad. Ore-mos. R. 3. Para que esta semana en que vamos a acompañar a Jesús en su misterio de entrega y amor, que lo llevara a dar su vida en la cruz

para salvarnos, motive a los cris-tianos a reavivar nuestra fe y nuestra cercanía al Salvador. Ore-mos. R. 4. Para que el Espíritu de Jesús, impulse la transformación de nuestra sociedad y que la Justicia, el derecho y la libertad, sean una realidad estable y duradera. Ore-mos. R. Padre de bondad, escucha las su-plicas que te presenta tu Iglesia, y haz que nunca nos apartemos del camino que nos lleva a la Jerusa-lén Celestial. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén. Oración después de la comu-nión Visita, Señor, a tu pueblo y prote-ge con tu constante amor a quie-nes has santificado por estos mis-terios, para que recibamos de tu misericordia y conservemos con tu protección, a los auxilios para nuestra salvación eterna. Por Jesu-cristo, nuestro Señor. R. Amén.

“Uno de ustedes me entrega-rá” Hoy nos encontramos en el segun-do día de la semana santa. La liturgia de la palabra presenta la manifestación de la fe y la entre-ga de gloria destinada al Hijo de Dios, para redención del género humano. En estos días, prontos a celebrar el triduo pascual, es me-

nester preparar nuestras vidas con la profunda meditación de las escenas que conducen a Jesús a la muerte en la cruz, con la firme espera de la resurrección que re-nueva y llena de esperanza a la humanidad. Desde esta relación parte los tex-tos bíblicos de este día, sin duda el segundo cántico del Siervo dirigi-

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do a las naciones gentiles. Muestra la estructura análoga entre el profeta Isaías y Jeremías, en el sentido del llamado desde la ges-tación materna, indicando la vo-cación que ejercerá de anunciar lo bueno y lo no tan bueno. Además Dios sitúa a sus elegidos en el ca-mino de su especial vocación in-cluso antes de su nacimiento. Por ello la afirmación: “el Señor me llamó: expresa la continuación del llamado a anunciar sin desanimo el mensaje de salvación. En tiem-pos de divergencias y tropiezos, es necesario en el discípulo la acción viva del llamado recibido. La Imagen del Siervo, prefigura la actuación de Jesús en la manifes-tación redentora del hombre, asu-me la misión de Siervo, que es en-tregado a la muerte. En este contexto, en el Evangelio de Juan, se subraya el anuncio y acto de la traición y entrega de Jesús, por parte de Judas. En efec-to, el texto inicia “Jesús se estreme-ce” (Sal 42,5) y afirma estas pala-bras “les aseguro que uno de uste-des me va a entregar”; ya que conoce sus planes ocultos, el mis-mo da la orden al implicado para que actué. También la interven-ción de discípulo predilecto mues-tra la cercanía de Jesús y el desa-rrollo de la escena. Estaba apoya-do a la derecha de Jesús. Otro he-cho relevante es el marco del lu-gar, tiempo y espacio, era de no-che, es decir, las tinieblas invaden el ocaso del interior del hombre, en el que Judas queda sumergido en la oscuridad.

En este orden de ideas, en el tiem-po vivencial de nuestra Venezuela es necesario, salir de la oscuridad, de la indiferencia, desánimo, de la traición, del dolor. Que cada cris-tiano, escuche las palabras de es-peranza, pronunciadas por el Hijo de Dios. Hijitos, todavía estaré un poco más con ustedes. Esta expre-sión es el testamento, una despe-dida, una instrucción; donde luego se mostrará definitivamente la glorificación de Jesús en la entrega y el cumplimiento de lo anuncia-do por los profetas. Por ende en este mensaje de aliento que deja el Señor, sale a la luz la intervención de Pedro, quien pregunta Señor ¿a dónde vas?, claramente le señala que no le puede acompañar por ahora, ya que debe cumplir la voluntad del Padre y es la despedida en-torno a la mesa con sus amigos, sus discípulos. Ante todos estos hechos, el discípu-lo no queda perplejo ante la trai-ción, debe entrar en la luz de la vida que emanará Jesús con la esperanza de la resurrección. En la actualidad es necesaria la fideli-dad, la honestidad y la transpa-rencia en cualquier proyecto hu-mano. En la figura de Jesús pode-mos admitir que hoy como ayer nuestros pueblos han sido engaña-dos por sus líderes que los entre-gan a lo inhumano; pero la resis-tencia y la fe se abren camino en medio de tanta traición y engaño. Pidámosle al Dios de la vida que en estos días santos nos dé la ca-pacidad de ser fieles al proyecto de vida que hemos elegido, y nos

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conducta y con sus obras; como inmundicia fue su proceder ante mis ojos. Entonces descargué mi furor contra ellos, por la sangre que habían derramado en el país y por haberlo profanado con sus idolatrías. Los dispersé entre las naciones y anduvieron errantes por todas las tierras. Los juzgué según su conducta, según sus ac-ciones los sentencié. Y en las nacio-nes a las que se fueron, desacredi-taron mi santo nombre, haciendo que de ellos se dijera: “Éste es el pueblo del Señor, y ha tenido que salir de su tierra”. Pero, por mi santo nombre, que la casa de Is-rael profanó entre las naciones a donde llegó, me he compadecido. Por eso, dile a la casa de Israel: 'Esto dice el Señor: no lo hago por ustedes, casa de Israel. Yo mismo mostraré la santidad de mi nom-bre excelso, que ustedes profana-ron entre las naciones. Entonces ellas reconocerán que yo soy el Señor, cuando, por medio de uste-des les haga ver mi santidad. Los sacaré a ustedes de entre las na-ciones, los reuniré de todos los paí-ses y los llevaré a su tierra. Los ro-ciaré con agua pura y quedarán purificados; los purificaré de todas sus inmundicias e idolatrías. Les daré un corazón nuevo y les in-fundiré un espíritu nuevo; arran-caré de ustedes el corazón de pie-dra y les daré un corazón de car-ne. Les infundiré mi espíritu y los haré vivir según mis preceptos y guardar y cumplir mis manda-mientos. Habitarán en la tierra que di a sus padres; ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios”».

Palabra de Dios. Te alabamos, Señor. Salmo responsorial Sal 41 y 42 R. Estoy sediento del Dios que da la vida. L. Como el venado busca el agua de los ríos, así, cansada, mi alma te busca a ti, Dios mío. R. L. Del Dios que da la vida está mi ser sediento. ¿Cuándo será posible ver de nuevo su templo? R. L. Recuerdo cuando íbamos a ca-sa del Señor, cantando, jubilosos, alabanzas a Dios. R. L. Envíame, Señor, tu luz y tu ver-dad; que ellas se conviertan en mi guía y hasta tu monte santo me conduzcan, allí donde tú habitas. R. L. Al altar del Señor me acercaré, al Dios que es mi alegría, y a mi Dios, el Señor, le daré gracias al compás de la cítara. R. 28. Después de la séptima lectura: el cora-zón bueno y el espíritu nuevo (Ez 36, 16-28), y el salmo 41 y 42:

Oremos Dios de inmutable poder y eterna luz sin ocaso, Mira propicio el ad-mirable misterio de la Iglesia ente-ra y realiza serenamente, en vir-tud de tu eterno designio, la obra de la humana salvación; que todo el mundo vea y reconozca que los caídos se levantan, que se renue-va lo que había envejecido y que por obra de Jesucristo, todas las cosas concurren hacia la unidad que tuvieron en el origen. Él que vive y reina por los siglos de los siglos. R. Amén.

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nado por el trato con los muertos, que te veas contado entre los que descienden al abismo? Es que abandonaste la fuente de la sabi-duría. Si hubieras seguido los sen-deros de Dios, habitarías en paz eternamente. Aprende dónde es-tán la prudencia, la inteligencia y la energía, así aprenderás dónde se encuentra el secreto de vivir larga vida, y dónde la luz de los ojos y la paz. ¿Quién es el que ha-lló el lugar de la sabiduría y tuvo acceso a sus tesoros? El que todo lo sabe, la conoce; con su inteli-gencia la ha escudriñado. El que cimentó la tierra para todos los tiempos, y la pobló de animales cuadrúpedos; el que envía la luz, y ella va, la llama, y temblorosa le obedece; llama a los astros, que brillan jubilosos en sus puestos de guardia, y ellos le responden: "Aquí estamos", y refulgen gozosos para aquel que los hizo. Él es nuestro Dios y no hay otro como Él; Él ha escudriñado los caminos de la sabiduría y se la dio a su hijo Jacob, a Israel, su predilecto. Des-pués de esto, ella apareció en el mundo y convivió con los hom-bres. La sabiduría es el libro de los mandatos de Dios, la ley de vali-dez eterna; los que la guardan, vivirán, los que la abandonan, morirán. Vuélvete a ella, Jacob, y abrázala; camina hacia la clari-dad de su luz; no entregues a otros tu gloria, ni tu dignidad a un pueblo extranjero. Bienaventura-dos nosotros, Israel, porque lo que agrada al Señor nos ha sido reve-lado. Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor. Salmo responsorial Sal 18 R. Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna. L. La ley del Señor es perfecta del todo y reconforta el alma; inmu-tables son las palabras del Señor y hacen sabio al sencillo. R. L. En los mandamientos del Señor hay rectitud y alegría para el co-razón; son luz los preceptos del Señor para alumbrar el camino. R. L. La voluntad de Dios es santa y para siempre estable; los manda-tos del Señor son verdaderos y enteramente justos. R. L. Más deseables que el oro y las piedras preciosas son las normas del Señor, y más dulces que la miel de un panal que gotea. R. 27. Después de la sexta lectura: la fuente de la sabiduría (Ba 3, 9-15. 31-4,4), y el salmo 18:

Oremos Dios nuestro, que haces crecer continuamente a tu Iglesia con hijos llamados de todos los pue-blos, dígnate proteger siempre con tu gracia a quienes has hecho re-nacer en el bautismo. Por Jesucris-to, nuestro Señor. R. Amén. SEPTIMA LECTURA Lectura del libro del profeta Ezequiel 36, 16-28 En aquel tiempo, me fue dirigida la palabra del Señor en estos tér-minos: «Hijo de hombre, cuando los de la casa de Israel habitaban en su tierra, la mancharon con su

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mantengamos firmes en la fe y la esperanza.

Smta. José Daniel Briceño II de Teología

Monición De Entrada Queridos hermanos en Jesucristo, hoy martes Santo nos juntamos para celebrar con mucho entu-siasmo la Santa Misa, recordando por otra parte algo muy indispen-sable: los Santos Óleos que, en este día, son consagrados por el Obispo junto a su presbiterio, para el bien de la Iglesia. Así pues, estos aceites sagrados serán usados muy opor-tunamente en la digna adminis-tración de los sacramentos como signo de gracia santificante y sa-cramental. Oración colecta Concédenos, Dios todopoderoso y eterno, celebrar de tal modo los sacramentos de la pasión del Se-ñor que nos hagamos dignos, de recibir tu perdón. Por nuestro Se-ñor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. R. Amén. MONICIÓN A LA RECEPCIÓN DE LOS ÓLEOS En todas las culturas, el aceite es signo de abundancia, de alegría, que purifica antes y después del baño, suaviza la piel, cicatriza las heridas, incluso da agilidad. Es signo de curación que al mismo

tiempo causa en el ungido la pu-reza y fuerza sagrada. Crisma: Crisma, en latín, significa cabeza, este aceite consagrado, está elaborado con plantas aro-máticas perfumadas incluyendo aceites, que expresan su realidad para quien es o será ungido. Con-siderablemente Cristo mismo fue ungido, consagrado por el Padre para la misión que le confiaba. Este aceite será utilizado para ungir en la cabeza de los recién bautizados, inclusive aquellos que sean confirmados, con el cual es concedido la plenitud del Espíritu Santo. Sin embargo, propiamente también el Crisma se emplea en la Ordenación de Presbíteros, los cuales son ungidos en las manos por el Obispo, de hecho en la Con-sagración de un nuevo Obispo es ungido en la cabeza. Óleos de los Enfermos: Este aceite sagrado es extraído del aceite de oliva, o con aceite de otras plantas vegetales. Es signo de purificación y fortaleza para cuando el cristiano es probado en la enfermedad, robustece la fe, expresa curación y consuelo y, al mismo tiempo, es signo de la pre-sencia de Dios en el necesitado no sólo de sanación física sino tam-bién espiritual. Óleos de los Catecúmenos: Este Óleo es también extraído del acei-te de oliva, colocado en el pecho para el que reciba el Sacramento del Bautismo. Es signo de valentía, para que el cristiano no tenga miedo ante los peligros, tentacio-nes o pecados. Es signo de fortale-

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za como entrega total a Cristo y la Iglesia. La unción del mencio-nado aceite nos expresa del mis-mo modo que el Óleo de los En-fermos: una purificación para el alma. MONICIÓN A LAS LECTURAS Hermanos, la liturgia de la pala-bra, nos invita a escuchar el lla-mado que Dios nos hace a cada uno en particular y responderle, a imagen del Señor que como escu-charemos en el evangelio, se en-trega libremente porque nos ama y aun sabiendo lo que iba a pa-decer, cumple a cabalidad la vo-luntad del Padre. PRIMERA LECTURA Lectura del libro del profeta Isaías 49, 1-6 Escúchenme, islas; pueblos lejanos, atiéndanme. El Señor me llamó desde el vientre de mi madre; cuando aún estaba yo en el seno materno, él pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada filo-sa, me escondió en la sombra de su mano, me hizo flecha puntia-guda, me guardó en su aljaba y me dijo: «Tú eres mi siervo, Israel; en ti manifestaré mi gloria». En-tonces yo pensé: «En vano me he cansado, inútilmente he gastado mis fuerzas; en realidad mi causa estaba en manos del Señor, mi recompensa la tenía mi Dios». Ahora habla el Señor, el que me formó desde el seno materno, pa-ra que fuera su servidor, para ha-cer que Jacob volviera a él y con-gregar a Israel en torno suyo tanto

así me honró el Señor y mi Dios fue mi fuerza. Ahora, pues, dice el Señor: «Es poco que seas mi siervo sólo para restablecer a las tribus de Jacob y reunir a los sobrevi-vientes de Israel; te voy a convertir en luz de las naciones, para que mi salvación llegue hasta los últi-mos rincones de la tierra». Palabra de Dios. Te alabamos, Señor. Salmo responsorial Sal 70 R. En ti, Señor, he puesto mi espe-ranza. L. Señor, tú eres mi esperanza, que no quede yo jamás defrauda-do. Tú, que eres justo, ayúdame y defiéndeme; escucha mi oración y ponme a salvo. R. L. Sé para mí un refugio, ciudad fortificada en que me salves. Y pues eres mi auxilio y mi defensa, líbrame, Señor, de los malvados. R. L. Señor, tú eres mi esperanza, desde mi juventud en ti confió. Desde que estaba en el seno de mi madre, yo me apoyaba en ti y tú me sostenías. R. L. Yo proclamaré siempre tu justi-cia y a todas horas, tu misericor-dia. Me enseñaste a alabarte des-de niño y seguir alabándote es mi orgullo. R.

Aclamación antes del Evan-gelio R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Señor Jesús, rey nuestro, para obedecer al Padre, quisiste ser llevado a la cruz como manso cordero al sacrificio. R. Honor y

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go y coman; tomen vino y leche sin pagar. ¿Por qué gastar el dine-ro en lo que no es pan y el salario en lo que no alimenta? Escúchen-me atentos y comerán bien, sabo-rearán platillos sustanciosos. Prés-tenme atención, vengan a mí, escúchenme y vivirán. Sellaré con ustedes una alianza perpetua, cumpliré las promesas que hice a David. Como a él lo puse por tes-tigo ante los pueblos, como prínci-pe y soberano de las naciones, así tú reunirás a un pueblo desconoci-do, y las naciones que no te cono-cían acudirán a ti, por amor del Señor, tu Dios, por el Santo de Israel, que te ha honrado. Bus-quen al Señor mientras lo pueden encontrar, invóquenlo mientras está cerca; que el malvado aban-done su camino, y el criminal, sus planes; que regrese al Señor, y Él tendrá piedad; a nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis pensa-mientos no son los pensamientos de ustedes, sus caminos no son mis caminos. Porque así como aven-tajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los de ustedes y mis pensamientos a sus pensamientos. Como bajan del cielo la lluvia y la nieve y no vuel-ven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar a fin de que dé semilla para sembrar y pan para comer, así será la palabra que sale de mi boca: no volverá a mí sin resulta-do, sino que hará mi voluntad y cumplirá su misión». Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Is 12 R. El Señor es mi Dios y salvador. L. El Señor es mi Dios y salvador: con Él estoy seguro y nada temo. El Señor es mi protección y mi fuerza, y ha sido mi salvación. Sa-carán agua con gozo de la fuente de salvación. R. L. Den gracias al Señor, invoquen su nombre, cuenten a los pueblos sus hazañas, proclamen que su nombre es sublime. R. L. Alaben al Señor por sus proezas, anúncienlas a toda la tierra. Gri-ten jubilosos, habitantes de Sión, porque el Dios de Israel ha sido grande con ustedes. R. 26. Después de la quinta lectura: la salva-ción que se ofrece gratuitamente a todos (Is 55, 1-11), y el cántico (Is 12):

Oremos Dios todopoderoso y eterno, única esperanza del mundo, tú que anunciaste por la voz de tus pro-fetas, los misterios que estamos celebrando esta noche, multiplica en el corazón de tu pueblo los santos propósitos porque no po-dría ningún santo anhelo alcanzar crecimiento sin el impulso que procede de ti. Por Jesucristo, nues-tro Señor. R. Amén. SEXTA LECTURA Lectura del libro del profeta Baruc 3, 9-15. 32-4, 4 Escucha, Israel, los mandatos de vida, presta oído para que ad-quieras prudencia. ¿A qué se de-be, Israel, que estés aún en país enemigo, que envejezcas en tierra extranjera, que te hayas contami-

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CUARTA LECTURA Lectura del libro del profeta Isaías 54, 5-14 «El que te creó, te tomará por esposa; su nombre es “Señor de los ejércitos”. Tu redentor es el Santo de Israel; será llamado “Dios de toda la tierra”. Como a una mujer abandonada y abatida te vuelve a llamar el Señor. ¿Acaso repudia uno a la esposa de la juventud?, dice tu Dios. Por un instante te abandoné, pero con inmensa mi-sericordia te volveré a tomar. En un arrebato de ira te oculté un instante mi rostro, pero con amor eterno me he apiadado de ti, dice el Señor, tu redentor. Me pasa ahora como en los días de Noé: entonces juré que las aguas del diluvio no volverían a cubrir la tierra; ahora juro no enojarme ya contra ti ni volver a amenazarte. Podrán desaparecer los montes y hundirse las colinas, pero mi amor por ti no desaparecerá y mi alian-za de paz quedará firme para siempre. Lo dice el Señor, el que se apiada de ti. Tú, la afligida, la zarandeada por la tempestad, la no consolada: He aquí que yo mismo coloco tus piedras sobre piedras finas, tus cimientos sobre zafiros; te pondré almenas de rubí y puertas de esmeralda y murallas de piedras preciosas. Todos tus hijos serán discípulos del Señor, y será grande su prosperidad. Serás consolidada en la justicia. Destie-rra la angustia, pues ya nada tie-nes que temer; olvida tu miedo, porque ya no se acercará a ti». Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor. Salmo responsorial Sal 29 R. Te alabaré, Señor, eternamen-te. L. Te alabaré, Señor, pues no de-jaste que se rieran de mí mis enemigos. Tú, Señor, me salvaste de la muerte y a punto de morir, me reviviste. R. L. Alaben al Señor quienes lo aman, den gracias a su nombre, porque su ira dura un solo instan-te, y su bondad, toda la vida. El llanto nos visita por la tarde; por la mañana, el júbilo. R. L. Escúchame, Señor, y compadé-cete; Señor, ven en mi ayuda. Convertiste mi duelo en alegría, te alabaré por eso eternamente. R. 25. Después de la cuarta lectura: la nueva Jerusalén (Is 54, 5-14), y el salmo 29:

Oremos Dios todopoderoso y eterno, mul-tiplica en honor a tu nombre, cuanto prometiste a nuestros pa-dres en la fe y acrecienta la des-cendencia por ti prometida me-diante la santa adopción filial, para que aquello que los antiguos patriarcas no dudaron que habría de acontecer, tu Iglesia advierta que ya está en gran parte cumpli-do. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.

QUINTA LECTURA Lectura del libro del profeta Isaías 55, 1-11 Esto dice el Señor: «Todos ustedes, los que tienen sed, vengan por agua; y los que no tienen dinero, vengan, tomen tri-

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gloria a ti, Señor Jesús. EVANGELIO Lectura tomada del santo evangelio según san Juan 13, 21-33. 36-38 Gloria a ti, Señor Jesús. En aquel tiempo, cuando Jesús se sentó a la mesa con sus discípulos, se conmovió y profundamente declaró: «Les aseguro que uno de ustedes me va entregar.» Los dis-cípulos se miraban perplejos unos a otros, porque no sabían de quién hablaba. Uno de ellos, el que Jesús tanto amaba, se hallaba reclinado a su derecha. Simón Pe-dro le hizo una seña y le preguntó: « ¿De quién lo dice?». Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: «Señor, ¿quién es?» Le contesto Jesús: «Aquél a quien yo le de este trozo de pan, que voy a mojar.» Mojó el pan y se lo dio a Judas, hijo de Simón el Isca-riote; y tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dijo entonces a Judas: «Lo que tienes que hacer, hazlo pronto.» Pero ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas estaba encar-gado de la bolsa común, algunos supusieron que, como Judas tenía a cargo la bolsa, Jesús le había encomendado comprar lo necesa-rio para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el bocado, salió inmediatamente. Era de noche. Una vez que Judas se fue, Jesús dijo: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, tam-

bién lo glorificará en sí mismo, y pronto lo glorificará. Hijitos, toda-vía estaré un poco con ustedes. Me buscarán, pero como les dije a los judíos, así se lo digo a ustedes ahora: "A donde yo voy, ustedes no pueden ir"». Simón Pedro le dijo: «Señor, ¿a dónde vas?» Jesús le respondió: «Adonde yo voy, no me puedes seguir ahora; me se-guirás más tarde.» Pedro replicó: «Señor, ¿Por qué no puedo seguir-te ahora? Yo daré mi vida por ti.» Jesús le contestó: « ¿Conque darás tu vida por mí? Yo te aseguro que no cantará el gallo, antes que me hayas negado tres veces.» Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. Oración de los fieles. Hermanos y hermanas, recono-ciendo nuestras limitaciones y ne-cesidades, pidamos a Dios que nos escuche y bendiga al pueblo que Él redimió con la sangre de Jesús. R. Escúchanos, Padre. 1. Para que la Iglesia siempre se acoja a Jesús, en Él, se vea libre de sus enemigos y encuentre en su cruz y resurrección, su refugio y salvación. Oremos. R. 2. Para que cuantos, de alguna manera no viven su fe, arrastra-dos por la seducción del pecado y la indiferencia, contemplando a Cristo, que dio su vida por ellos, vuelvan a Él y lo invoquen como Dios y Salvador. Oremos. R. 3. Para que los cristianos sepamos reconocer en los pobres y necesita-dos y en cuantos reclaman nues-tra ayuda, compañía y consuelo,

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el rostro de Jesús sufriente. Ore-mos. R. 4. Para que la celebración de los misterios de nuestra fe, nos ayude a vivir al estilo de Cristo, creciendo en el amor y la caridad, desde el trabajo social o apostólico que realicemos. Oremos. R. Padre, tú escuchas el grito de do-lor de la humanidad. Haz que nuestros corazones sean capaces de comprender y compartir los sufrimientos de nuestros herma-

nos, en misión con Jesucristo, nues-tro Señor. R. Amén. Oración después de la comu-nión Alimentados por estos dones de tu salvación, suplicamos, Señor tu misericordia, para que este sacra-mento, que nos nutre en nuestra vida temporal, nos haga partíci-pes de la vida eterna. Por Jesucris-to, nuestro Señor. R. Amén.

En el evangelio se nos muestra una escena que integra a otros personajes dentro del plan ya puesto en marcha que tiene por objetivo entregar y traicionar a Jesús. Notamos que en toda ocasión en-contraremos siempre personas o grupos que desean aprovecharse de las circunstancias. En el relato, los sumos sacerdotes no le ofrecie-ron a Judas la posibilidad de sere-narse y pensar bien su decisión, sino que se apresuraron y aprove-charon la oportunidad de elimi-nar al que les estorbaba. Judas exige dinero. Dentro de la traición, parece ser que el dinero juega un papel fundamental pues tanto el lunes como el martes san-to se relaciona a Judas como la-drón y como alguien que deseaba enriquecerse mintiendo. El dinero representa aquello que puede nublar nuestro buen juicio.

Pensemos en ¿qué es aquello que me ubica vulnerable ante el mal?, es decir, aquello que todavía me hace desearle el mal al otro, o dañar física o emocionalmente a mi hermano. Aquello que vale tanto que me hace ser capaz de engañar, mentir, y –tal y como le ocurrió a Judas- traicionar y en-tregar a su maestro. La actitud de los discípulos con-trasta con la de Judas. Los discípu-los hacen lo que Jesús les dice, “buscar un lugar para celebrar la Pascua todos juntos”, en cambio Judas está solo pues tiene su pro-pio plan; los sumos sacerdotes no lo invitaron a compartir la mesa con ellos. Vemos con este contraste como el bien reúne y congrega, mientras que el mal, los que ha-cen el mal, viven alejados y bus-can su propio bienestar individual. Se privan de sentirse hermanos unos de otros. Pero no podemos quedarnos señalando a Judas y su

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sembró entre ellos el pánico. Tra-bó las ruedas de sus carros, de suerte que no avanzaban sino pesadamente. Dijeron entonces los egipcios: «Huyamos de Israel, por-que el Señor lucha en su favor contra Egipto». Entonces el Señor le dijo a Moisés: «Extiende tu mano sobre el mar, para que vuelvan las aguas sobre los egip-cios, sus carros y sus jinetes». Y ex-tendió Moisés su mano sobre el mar, y al amanecer, las aguas volvieron a su sitio, de suerte que, al huir, los egipcios se encontraron con ellas, y el Señor los derribó en medio del mar. Volvieron las aguas y cubrieron los carros, a los jinetes y a todo el ejército del fa-raón, que se había metido en el mar para perseguir a Israel. Ni uno solo se salvó. Pero los hijos de Israel caminaban por lo seco en medio del mar. Las aguas les ha-cían muralla a derecha e izquier-da. Aquel día salvó el Señor a Is-rael de las manos de Egipto. Israel vio a los egipcios, muertos en la orilla del mar. Israel vio la mano fuerte del Señor sobre los egipcios, y el pueblo temió al Señor y creyó en el Señor y en Moisés, su siervo. Entonces Moisés y los hijos de Israel cantaron este cántico al Señor: Palabra de Dios. Te alabamos, Señor. Salmo responsorial Éx 15 R. Alabemos al Señor por su vic-toria. L. Cantemos al Señor, sublime es su victoria: caballos y jinetes arrojó en el mar. Mi fortaleza y mi canto

es el Señor, Él es mi salvación; Él es mi Dios, y yo lo alabaré, es el Dios de mis padres, y yo le cantaré. R. L. El Señor es un guerrero, su nombre es el Señor. Precipitó en el mar los carros del faraón y a sus guerreros; ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes. R. L. Las olas los cubrieron, cayeron hasta el fondo, como piedras. Se-ñor, tu diestra brilla por su fuerza, tu diestra, Señor, tritura al enemi-go. R. L. Tú llevas a tu pueblo para plantarlo en el monte que le diste en herencia, en el lugar que con-vertiste en tu morada, en el san-tuario que construyeron tus ma-nos. Tú, Señor, reinarás para siem-pre. R. 24. Después de la tercera lectura: el paso del Mar Rojo (éx 14, 15-15, 1), y su cánti-co (éx 15):

Oremos Señor Dios, cuyos antiguos prodi-gios los percibimos resplandecien-do también en nuestros tiempos, puesto que aquello mismo que realizó la diestra de tu poder para librar a un solo pueblo de la escla-vitud del faraón, lo sigues reali-zando también ahora, por medio del agua del bautismo para sal-var a todas las naciones, concede que todos los hombres del mundo lleguen contarse entre los hijos de Abraham y participar de la digni-dad del pueblo elegido. Por Jesu-cristo, nuestro Señor. R. Amén.

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estrellas del cielo y las arenas del mar. Tus descendientes conquista-rán las ciudades enemigas. En tu descendencia serán bendecidos todos los pueblos de la tierra, por-que obedeciste a mis palabras». Palabra de Dios. Te alabamos, Señor. Salmo responsorial Sal 15 R. Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti. L. El Señor es la parte que me ha tocado en herencia: mi vida está en sus manos. Tengo siempre pre-sente al Señor, y con Él a mi lado, jamás tropezaré. R. L. Por eso se me alegran el cora-zón y el alma y mi cuerpo vivirá tranquilo, porque tú no me aban-donarás a la muerte ni dejarás que sufra yo la corrupción. R. L. Enséñame el camino de la vida, sáciame de gozo en tu presencia y de alegría perpetua junto a ti. R. 23. Después de la segunda lectura: el sacri-ficio de Abrahám (Gén 22, 1-18), y el sal-mo 15:

Oremos Dios nuestro, excelso Padre de los creyentes, que por medio de la gracia de la adopción y por el misterio pascual sigues cumplien-do la promesa hecha a Abraham de multiplicar su descendencia por toda la tierra y de hacerlo el pa-dre de todas las naciones, concede a tu pueblo responder dignamen-te a la gracia de tu llamado. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.

TERCERA LECTURA Lectura del libro del Éxodo 14, 15-15, 1 En aquellos días, dijo el Señor a Moisés: «¿Por qué sigues claman-do a mí? Diles a los israelitas que se pongan en marcha. Y tú, alza tu bastón, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los israelitas entren en el mar sin mo-jarse. Yo voy a endurecer el cora-zón de los egipcios para que los persigan, y me cubriré de gloria a expensas del faraón y de todo su ejército, de sus carros y jinetes. Cuando me haya cubierto de glo-ria a expensas del faraón, de sus carros y jinetes, los egipcios sabrán que yo soy el Señor». El ángel del Señor, que iba al frente de las huestes de Israel, se colocó tras ellas. Y la columna de nubes que iba adelante, también se desplazó y se puso a sus espaldas, entre el campamento de los israelitas y el campamento de los egipcios. La nube era tinieblas para unos y claridad para otros, y así los ejérci-tos no trabaron contacto durante toda la noche. Moisés extendió la mano sobre el mar, y el Señor hizo soplar durante toda la noche un fuerte viento del este, que secó el mar, y dividió las aguas. Los israe-litas entraron en el mar y no se mojaban, mientras las aguas for-maban una muralla a su derecha y a su izquierda. Los egipcios se lanzaron en su persecución y toda la caballería del faraón, sus carros y jinetes, entraron tras ellos en el mar. Hacia el amanecer, el Señor miró desde la columna de fuego y humo al ejército de los egipcios y

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papel fundamental en la trama de la traición. Ante el anuncio de traición de uno de ellos, uno a uno, es decir, todos los discípulos que estaban a la mesa con Jesús preguntaban “¿Acaso soy yo, Señor? Podemos engañar a todos. Podemos apa-rentar frente a los demás, incluso los que nos revestimos para presi-dir las liturgias. Por eso la pregun-ta ¿Acaso soy yo, Señor? parece ser obligatoria para todo aquel que participe en la cena del Se-ñor. ¿Acaso soy, yo Señor? ¿Acaso soy yo el que te puede cambiar por cualquier placer, emoción, cargo, persona o ideología? Agre-gue cada uno el que considere puede ser su propia debilidad o interés malsano. Podemos enga-ñar a todos, pero al cerrar nuestra habitación, al estar única y exclu-sivamente con nosotros mismos, sin disfraces y sin cargos, descubri-mos y enfrentamos nuestra reali-dad. No debe asustarnos que el daño provenga de las personas más cer-canas, pues mientras más cercana o conocida sea la persona, más dolor y tristeza nos causa el des-precio o, en este caso, la traición. ¿Cómo se sintió Jesús al ser traicio-nado por alguien tan cercano que incluso tomó alimento del mismo plato? Imaginemos la profunda frustración y tristeza que habitó en Jesús en ese momento. Pero Jesús no lamenta lo que le sucede a él. Lamenta el sufrimiento que tal traición le pueda provocar a Judas, a tal punto de decir “sería mejor para ese no haber nacido”.

El detalle de Mateo de incluir dentro de las palabras de Jesús la forma en que será entregado, es decir, traicionado, nos invita a pensar que nada es ajeno al plan divino. Que incluso en los momen-tos en que decidimos traicionar o traicionarnos, el plan de salvación nos muestra que Jesús se preocupa hasta por el sufrimiento del trai-dor.

Smta. Lenin García II de Teología

Monición de entrada Queridos hermanos, la celebración del día de hoy es propicia para invitarnos a contemplar al Naza-reno cargando la cruz al calvario, de esta manera el Señor carga consigo nuestras culpas y pecados; por ello abramos nuestro corazón para que podamos doblar ante el nombre del Señor Jesús nuestra rodilla. Oración colecta Padre misericordioso, que para librarnos del poder del enemigo, quisiste que tu Hijo sufriera por nosotros el suplicio de la cruz, con-cédenos alcanzar la gracia de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. R. Amén. Monición a la Liturgia de la Palabra La profecía de Isaías es cumplida en el camino que el Señor tuvo

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que hacer hacia el calvario, de la cual se nos invita a imagen del siervo sufriente a ser humildes an-te las acciones de los demás para con nosotros. En contraposición a esta actitud de humildad, Mateo nos relata cómo lleno de codicia Judas hace negocio para entregar a Jesús, y los sentimientos de Jesús en los instantes últimos a su pa-sión. PRIMERA LECTURA Lectura del libro del profeta Isaías 50, 4-9 En aquel entonces dijo Isaías: «El Señor me ha dado una lengua experta, para que pueda confor-tar al abatido con palabras de aliento. Mañana tras mañana, el Señor despierta mi oído, para que escuche yo, como discípulo. El Se-ñor Dios me ha hecho oír sus pala-bras y yo no he opuesto resisten-cia, ni me he echado para atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro a los insultos y salivazos. Pero el Señor me ayuda, por eso no quedaré confundido, por eso endureció mi rostro como roca y sé que no quedaré avergonzado. Cercano está de mí el que me ha-ce justicia, ¿quién luchará contra mí? ¿Quién es mi adversario? ¿Quién me acusa? Que se me en-frente. El Señor es mi ayuda, ¿Quién se atreverá a condenar-me?» Palabra de Dios. Te alabamos Señor.

Salmo responsorial Sal 68 R. Por tu bondad, Señor, socórre-me. L. Por ti he sufrido injurias y la vergüenza cubre mi semblante. Extraño soy y advenedizo, aún para aquellos de mi propia san-gre; pues me devora el celo de tu casa, el odio del que te odia, en mí recae. R. L. La afrenta me destroza el cora-zón, y desfallezco. Espero compa-sión y no la hallo; consoladores, y no los encuentro. En mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre. R. L. En mi cantar exultaré tu nom-bre, proclamaré tu gloria, agrade-cido. Se alegrarán al verlo los que sufren, quienes buscan a Dios ten-drán más ánimo, porque el Señor jamás desoye al pobre, ni olvida al que se encuentra encadenado. R. Aclamación antes del Evan-gelio Honor y gloria a ti, Señor Je-sús. Señor Jesús, rey nuestro, para obedecer al Padre, quisiste ser llevado a la cruz como manso cor-dero al sacrificio. R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús. EVANGELIO Lectura tomada del santo evangelio según san Mateo 26, 14-25 En aquel tiempo, uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: «¿Cuánto me dan si les entrego a

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L. Desde tu cielo riegas los montes y sacias la tierra del fruto de tus manos; haces brotar hierba para los ganados y pasto para los que sirven al hombre. R. L. ¡Qué numerosas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con maestría! La tierra está llena de tus creaturas. Bendice al Señor, alma mía. R. 22. Después de la primera lectura: creación del mundo (Gén 1, 1-2. 2), y el salmo 103:

Oremos Dios todopoderoso y eterno, que en todas las obras de tu amor te muestras admirable, concede a quienes has redimido, comprender que el sacrificio de Cristo, nuestra Pascua, en la plenitud de los tiempos, es una obra más maravi-llosa todavía que la misma crea-ción del mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén. SEGUNDA LECTURA Lectura del libro del Génesis 22, 1-18 En aquel tiempo, Dios le puso una prueba a Abraham y le dijo: « ¡Abraham, Abraham!». Él respon-dió: «Aquí estoy». Y Dios le dijo: «Toma a tu hijo único, Isaac, a quien tanto amas; vete a la re-gión de Moria y ofrécemelo en sacrificio, en el monte que yo te indicaré». Abraham madrugó, aparejó su burro, tomó consigo a dos de sus criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar que Dios le ha-bía indicado. Al tercer día divisó a lo lejos el lugar. Les dijo entonces a sus criados: «Quédense aquí con el

burro; yo iré con el muchacho has-ta allá, para adorar a Dios y des-pués regresaremos». Abraham tomó la leña para el sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac y tomó en su mano el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos. Isaac dijo a su padre Abraham: «¡Padre!». Él respondió: «¿Qué quieres, hijo?». El muchacho contestó: «Ya tene-mos fuego y leña, pero, ¿dónde está el cordero para el sacrificio?». Abraham le contestó: «Dios nos dará el cordero para el sacrificio, hijo mío». Y siguieron caminando juntos. Cuando llegaron al sitio que Dios le había señalado, Abraham levantó un altar y aco-modó la leña. Luego ató a su hijo Isaac, lo puso sobre el altar, enci-ma de la leña, y tomó el cuchillo para degollarlo. Pero el ángel del Señor lo llamó desde el cielo y le dijo: «¡Abraham, Abraham!». Él contestó: «Aquí estoy». El ángel le dijo: «No descargues la mano con-tra tu hijo ni le hagas daño. Ya veo que temes a Dios, porque no le has negado a tu hijo único». Abraham levantó los ojos y vio un carnero, enredado por los cuernos en la maleza. Atrapó el carnero y lo ofreció en sacrificio, en lugar de su hijo. Abraham puso por nom-bre a aquel sitio «el Señor pro-vee», por lo que aun el día de hoy se dice: «el monte donde el Señor provee». El ángel del Señor volvió a llamar a Abraham desde el cielo y le dijo: «Juro por mí mismo, dice el Señor, que por haber hecho esto y no haberme negado a tu hijo único, yo te bendeciré y multipli-caré tu descendencia como las

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fue. Hizo Dios las dos grandes lumbreras: la lumbrera mayor para regir el día y la menor para regir la noche; y también hizo las estrellas. Dios puso las lumbreras en la bóveda del cielo para ilumi-nar la tierra, para regir el día y la noche, y separar la luz de las tinie-blas. Y vio Dios que era bueno. Fue la tarde y la mañana del cuarto día. Dijo Dios: «Agítense las aguas con un hervidero de seres vivientes y revoloteen sobre la tierra las aves, bajo la bóveda del cielo». Creó Dios los grandes ani-males marinos y los vivientes que en el agua se deslizan y la pue-blan, según su especie. Creó tam-bién el mundo de las aves, según sus especies. Vio Dios que era bueno y los bendijo, diciendo: «Sean fecundos y multiplíquense; llenen las aguas del mar; que las aves se multipliquen en la tierra». Fue la tarde y la mañana del quinto día. Dijo Dios: «Produzca la tierra vivientes, según sus espe-cies: animales domésticos, reptiles y fieras, según sus especies». Y así fue. Hizo Dios las fieras, los anima-les domésticos y los reptiles, cada uno según su especie. Y vio Dios que era bueno. Dijo Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine a los peces del mar, a las aves del cielo, a los animales domésticos y a todo animal que se arrastra so-bre la tierra». Y creó Dios al hom-bre a su imagen; a imagen suya lo creó; hombre y mujer los creó. Y los bendijo Dios y les dijo: «Sean fecundos y multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a

los peces del mar, a las aves del cielo y a todo ser viviente que se mueve sobre la tierra». Y dijo Dios: «He aquí que les entrego todas las plantas de semilla que hay sobre la faz de la tierra, y to-dos los árboles que producen fruto y semilla, para que les sirvan de alimento. Y a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra, a todos los seres que respiran, tam-bién les doy por alimento las ver-des plantas». Y así fue. Vio Dios todo lo que había hecho y lo en-contró muy bueno. Fue la tarde y la mañana del sexto día. Así que-daron concluidos el cielo y la tierra con todos sus ornamentos, y ter-minada su obra, descansó Dios el séptimo día de todo cuanto había hecho. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor. Salmo responsorial Sal 103 R. Bendice al Señor, alma mía. L. Bendice al Señor, alma mía; Señor y Dios mío, inmensa es tu grandeza. Te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto. R. L. Sobre bases inconmovibles asentaste la tierra para siempre. Con un vestido de mares la cubris-te y las aguas en los montes con-centraste. R. L. En los valles haces brotar las fuentes, que van corriendo entre montañas; junto al arroyo vienen a vivir las aves, que cantan entre las ramas. R.

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Jesús?» Ellos quedaron en darle treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregár-selo. El primer día de la fiesta de los panes ázimos, se acercaron a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la ce-na de Pascua?» Él respondió: «Vayan a la ciudad, a casa de Fulano y díganle: "El Maestro dice: mi hora está ya cerca; voy a cele-brar la Pascua con mis discípulos en tu casa"». Ellos hicieron lo que Jesús les había ordenado y prepa-raron la cena de Pascua. Al atar-decer, se sentó a la mesa con los doce y mientras cenaban les dijo: «Yo les aseguro que uno de uste-des va a entregarme». Ellos se pusieron muy tristes y comenzaron a preguntarle uno por otro: « ¿Acaso soy yo, Señor?» El respon-dió: «El que moja su pan en el mismo plato que yo, ése va a en-tregarme. Porque el Hijo del hombre va a morir, como está escrito de él; pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre va a ser entregado! Más le valiera a ese hombre no haber nacido». Enton-ces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: « ¿Acaso soy yo, Maes-tro?» El respondió: «Tú lo has di-cho». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. Oración de los fieles Hermanos y hermanas, presente-mos nuestra súplica ante Dios, que en su bondad nos escucha y ben-dice.

R. Señor, Escucha y ten pie-dad. 1. Para que la Iglesia, por medio de sus pastores y ministros se man-tengan como Casa de acogida, de consuelo y predicación, teniendo los mismos sentimientos que Cristo. Oremos. R. 2. Para que quienes de alguna manera buscan a Dios, descubran en esta Pascua, que Jesús dio su vida por ellos y conociéndole lo proclamen como Dios y Salvador. Oremos. R. 3. Para que quienes sufren a cau-sa de la violencia o el odio, y ca-minan decepcionados y sin espe-ranza, se encuentren con Cristo que les infundirá valor y los colme de alegría y paz, que nos da su muerte y resurrección. Oremos. R. 4. Para que los jóvenes se sientan llamados a responder con genero-sidad y decisión, a la llamada del Señor, y participando de su mi-sión, tomen parte en la construc-ción de la Iglesia. Oremos. R. Padre, derrama tus bendiciones sobre este pueblo que te suplica, muéstranos tu rostro y danos tu Salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén. Oración después de la comu-nión Concédenos, Dios todopoderoso, creer y sentir profundamente que, por la muerte temporal de tu Hi-jo, proclamada en estos santos misterios, tú nos has dado la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Se-ñor. R. Amén.

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El Triduo Pascual comprende el Viernes santo, el Sábado santo y el Domingo de Resurrección. Sin embargo, dado el carácter pascual de la “Cena del Señor”, también entra en la celebración del Triduo la Mi-sa vespertina del Jueves Santo. El Domingo de resurrección es al mismo tiempo el último día del Triduo y el primero del tiempo pascual. El Gran “Triduo” constituye el corazón de las celebraciones pascua-les y de toda la vida eclesial. Los tres días presentan sucesivamente los distintos aspectos del Misterio: El Viernes santo celebra la Pasión, que culmina en la muerte: nos hace ver a Cristo que ha asumido nuestro trágico destino y ha querido cargar nuestros pecados. El Sábado santo celebra el misterio de la sepultura: aquel sepulcro vacío, que prepara el triunfo más allá de todas las apariencias, subra-ya en el cristianismo la importancia de la esperanza. La noche y el día de Pascua presentan la culminación del aconteci-miento pascual: el triunfo de Cristo sobre la muerte, que confiere a todo el mensaje evangélico su carácter decisivamente positivo y gozo y de victoria. La unidad del Triduo, que unifica los días en una única celebración, refleja la unidad del Misterio: en la Pascua de Cristo, muerte y resu-rrección son inseparables, porque la novedad de vida brota de la in-molación redentora. Si uno se deja plenamente compenetrar por las celebraciones de estos días, la mirada de fe se renueva: entonces se puede apreciar el esplendor de la gracia, y comprender “la excelencia del Bautismo que nos ha purificado, la grandeza del Espíritu que nos ha reengendrado y el precio de la sangre que nos ha redimido (oración del Domingo II de Pascua). Y con la fe se renueva toda la existencia: se camina en “novedad de vida”, como en una mañana de primavera.

(Diurnal de la Liturgia de las Horas

de la Conferencia Episcopal Peruana)

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18. En esta Vigilia, “madre de todas las Vigilias”, se proponen nueve lecturas, siete del Antiguo Testamento y dos del Nuevo Testamento (la Epístola y el Evangelio), que deben ser leídas todas, siempre que sea posible, para conservar la índole de la vigi-lia, la cual exige que dure un tiempo pro-longado. 19. Sin embargo, donde lo pidan circuns-tancias pastorales verdaderamente graves, puede reducirse el número de lecturas del Antiguo Testamento; pero téngase siempre en cuenta que la lectura de la Palabra de Dios, es parte fundamental de esta Vigilia Pascual. Deben leerse, por lo menos tres lecturas del Antiguo Testamento, tomadas de la Ley y de los Profetas, y cántese sus respectivos salmos responsoriales. Nunca se omita la tercera lectura, tomada del capítulo 14 del Éxodo, con su cántico. 20. Todos apagan sus velas y se sientan. Antes de comenzar las lecturas, el que dirige exhorta a la asamblea con estas pala-bras u otras semejantes:

Hermanos, habiendo iniciado so-lemnemente la Vigilia Pascual, escuchemos con recogimiento la palabra de Dios. Meditemos có-mo, en la antigua alianza, Dios salvó a su pueblo y en la plenitud de los tiempos, envió al mundo a su Hijo para que nos redimiera. Oremos para que Dios, lleve a su plenitud la obra de la redención realizada por el misterio pascual. 21. Siguen luego las lecturas. Un lector va al ambón y proclama la lectura. Después el salmista o cantor dice el salmo, alternando con las respuestas del pueblo. Enseguida todos se levantan, el que dirige dice: Ore-mos, y, después de que todos han orado en silencio durante unos momentos, dice, con las manos juntas, la oración que correspon-de a la lectura. En lugar del salmo respon-sorial, se puede guardar un momento de silencio sagrado. En este caso se omite la pausa después del Oremos.

PRIMERA LECTURA Lectura del libro del Génesis 1, 1-2. 2 En el principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era soledad y caos; y las tinieblas cubrían la faz del abismo. El espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas. Dijo Dios: «Que exista la luz». Y la luz existió. Vio Dios que la luz era buena, y separó la luz de las tinieblas. Llamó a la luz «día» y a las tinieblas, «noche». Fue la tarde y la mañana del pri-mer día. Dijo Dios: «Que haya una bóveda entre las aguas, que sepa-re unas aguas de otras». E hizo Dios una bóveda y separó con ella las aguas de arriba de las aguas de abajo. Y así fue. Llamó Dios a la bóveda «cielo». Fue la tarde y la mañana del segundo día. Dijo Dios: «Que se junten las aguas de debajo del cielo en un solo lugar y que aparezca el suelo seco». Y así fue. Llamó Dios «tierra» al suelo seco y «mar» a la masa de las aguas. Y vio Dios que era bueno. Dijo Dios: «Verdee la tierra con plantas que den semilla y árboles que den fruto y semilla, según su especie, sobre la tierra». Y así fue. Brotó de la tierra hierba verde, que producía semilla, según su especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla, según su espe-cie. Y vio Dios que era bueno. Fue la tarde y la mañana del tercer día. Dijo Dios: «Que haya lumbre-ras en la bóveda del cielo, que separen el día de la noche, seña-len las estaciones, los días y los años, y luzcan en la bóveda del cielo para iluminar la tierra». Y así

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sucristo. Porque él ha pagado por nosotros al eterno Padre la deuda de Adán y, derramando su san-gre, canceló el recibo del antiguo pecado. Porque éstas son las fies-tas de Pascua, en las que se inmo-la el verdadero Cordero, cuya sangre consagra las puertas de los fieles. Ésta es la noche en que sa-caste de Egipto a los israelitas, nuestros padres, y los hiciste pasar a pie el mar Rojo. Ésta es la noche en que la columna de fuego escla-reció las tinieblas del pecado. Ésta es la noche en que, por toda la tierra, los que confiesan su fe en Cristo son arrancados de los vicios del mundo y de la oscuridad del pecado, son restituidos a la gracia y son agregados a los santos. Ésta es la noche en que, rotas las cade-nas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo. ¿De qué nos serviría haber nacido si no hubié-ramos sido rescatados? ¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros! ¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo! Ne-cesario fue el pecado de Adán, que ha sido borrado por la muer-te de Cristo. ¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor! ¡Qué noche tan dichosa! Sólo ella conoció el momento en que Cristo resucitó de entre los muertos. Ésta es la noche de la que estaba escrito: «Será la noche clara como el día, la noche iluminada por mi gozo.» Y así, esta noche santa ahuyenta los pecados, lava las culpas, de-vuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a

los poderosos. En esta noche de gracia, acepta, Padre santo, este sacrificio vespertino de alabanza que la santa Iglesia te ofrece por medio de sus ministros en la so-lemne ofrenda de este cirio, hecho con cera de abejas. Sabernos ya lo que anuncia esta columna de fue-go, ardiendo en llama viva para gloria de Dios. Y aunque distribu-ye su luz, no mengua al repartirla, porque se alimenta de esta cera fundida, que elaboró la abeja fe-cunda para hacer esta lámpara preciosa. ¡Qué noche tan dichosa en que se une el cielo con la tierra, lo humano y lo divino! Te rogar-nos, Señor, que este cirio, consa-grado a tu nombre, arda sin apa-garse para destruir la oscuridad de esta noche, y, como ofrenda agradable, se asocie a las lumbre-ras del cielo. Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo, ese lucero que no conoce ocaso y es Cristo, tu Hijo resucitado, que, al salir del sepulcro, brilla sereno para el lina-je humano, y vive y reina glorioso por los siglos de los siglos. R. Amén.

Segunda Parte Liturgia de la Palabra

Monición a la Liturgia de la Palabra Las lecturas nos llevaran a con-templar la acción de Dios en la humanidad, los prodigios que obró para dar cumplimiento a su palabra y establecer una Alianza nueva y definitiva llevada a cabo por Cristo el Señor.

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Los amó hasta el extremo (Jn. 13,1) El amor comienza con una trai-ción, que sin duda alguna va acompañada de perdón y arre-pentimiento. Si bien es cierto en este día Solemne se apunta los siguientes temas: La Institución de la Eucaristía, el Sacramento del Amor y especialmente el día del Sacerdocio Común y Ministerial. Ya dirigidos por estos ejes teológi-cos, que van inmersos en la activi-dad pastoral y a su vez son partes esenciales como otros, del cuerpo místico de Cristo, La Iglesia. Euca-ristía, Amor y Sacerdote elemen-tos del inicio de una Pascua Sa-grada y Gloriosa, siendo nuestra Pascua Gloriosa el mismo Cristo, el Señor, elementos constituidos por: pan, agua, sangre, víctima, ele-mentos muy sencillos que se encie-rran en una entrega por amor, amor de salvación. Nos encontramos en primer lugar con una prefiguración desde el antiguo testamento del sacrificio de Cristo, que se ofrece por “muchos”, es decir, a todos. Ya san Pablo nos describe de lo que so-mos herederos, a través de las pa-labras de Jesús cuando toma el pan y la copa, al participar de dicho augusto misterio anuncia-mos la muerte del Señor y procla-mamos su resurrección. No cabe duda que al meditar sobre los acontecimientos del jue-

ves santo, nos adentramos al amor de Cristo, a un amor filial con el Padre de la misericordia que nos envía a su Hijo en rescate de nosotros los perdidos, con la promesa del Espíritu quien nos recuerda que somos eternamente amados por Dios en su Hijo. El amor lleva al amor. Por amor este día se inaugura nuestro sa-cerdocio, sacerdocio al que todo hemos nacido, no solo el sacerdote ministerial experimenta el amor de Cristo, hoy todos disfrutamos y contemplamos dicho amor, puesto que nace hoy en la cena del Señor y se reivindica al pie de la cruz. Viendo el gesto del lavatorio de los pies, que nuestras fibras se re-nueven y nuestro ser pueda repe-tir lo que el mismo Pablo dice a los gálatas: “Me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal 2,20). Hermanos y hermanas, hoy debe-mos salir de este cenáculo aman-do la Eucaristía, estamos invitados a la comunión frecuente, prepa-rados dignamente, hoy debemos insistir en el gran valor de la co-munión para la vida del cristiano. Porque la implicación del cristiano es servir al otro, al prójimo, de tal forma como no los pide el Sacer-dote eterno, “amarnos los unos a los otros como Él nos amó”; reto-memos el sacramento de la recon-ciliación, la confesión, para que bajo el compromiso del propósito de enmienda ayudemos también

JUEVES SANTO “En la Cena del Señor”

Celebración Vespertina

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a nuestros hermanos a acercarse con veneración a dicho sacramen-to, donde se entrega Jesús en su anonadado amor. Finalmente, la comunión nos se-para del pecado, y sin duda algu-na ahí está la Santísima Trinidad en su máximo esplendor, si el cuerpo de Cristo es entregado por nosotros, por qué perdernos el gran regalo de recibirlo, con el compromiso de estar dispuestos a amar más y mejor; a amar en lo grande y en lo pequeño; a amar en la prosperidad y en la adversi-dad; porque nosotros hemos sido amados e invitados a participar del amor de Dios. De esta manera construimos la sociedad sana, no es compromiso primordial de polí-ticos, líderes y mucho menos de concepciones ideológicas, el pro-blema yace porque hemos sacado a Dios de nuestras vidas y familia. Retomemos pues el valor de la familia, gran proyecto de Dios, volvámonos a Dios desde y con nuestra familia, bajo el amparo de la siempre Virgen María y cus-todia de su esposo san José. Recemos con la liturgia de san Juan Crisóstomo, así: “Hazme co-mulgar hoy en tu cena mística, oh Hijo de Dios. Porque no diré el secreto a tus enemigos ni te daré el beso de Judas. Sino que, como el buen ladrón, te digo: Acuérdate de mí, Señor, en tu Reino.”.

Smta. José Roberto Valecillos Matheus

IV de Teología 1. En la tarde, a la hora más oportuna, se lleva a cabo la Celebración de la Cena del

Señor, con la participación de toda la co-munidad. 2. Donde lo pida un motivo pastoral, el Ordinario del lugar puede permitir que lleve a cabo una Celebración en la tarde en iglesias u oratorios, y en caso de verdadera necesidad, aun en la mañana, pero sola-mente en favor de los fieles que de ninguna manera puedan asistir a la Celebración de la tarde. Téngase cuidado, sin embargo, de que estas celebraciones no se hagan en provecho de personas particulares o de pequeños grupos especiales, y de que no sean en perjuicio de la asistencia a la Cele-bración vespertina. 3. La Sagrada Comunión se puede distri-buir a los fieles sólo dentro de la celebra-ción; pero a los enfermos puede llevársele a cualquier hora del día. 4. Adórnese el altar con flores con la mo-deración que conviene a la índole de este día. El sagrario debe estar completamente vacío. Prevéanse suficientes hostias para la Comunión de hoy y mañana. 5. El sagrario debe estar completamente vacío.

Monición de Entrada Queridos hermanos hoy nos reuni-mos para celebrar la Conmemo-ración de la Santa Cena, donde Jesús se convierte en multitud por medio del amor fraterno del pan y el vino convertido en Cuerpo y Sangre. Además, se ve resumida la ley por medio del servicio a los hermanos, con el lavatorio de los pies hecha a sus discípulos. Por eso, Jesucristo constituido Sacerdo-te para siempre, ratifica el llama-do a la humildad de corazón en medio de la sociedad que nos ro-dea ya que para hacerse grande en el reino de Dios hay que su-mergirse en el inagotable mar del servicio, desarrollando así, la prác-tica del Evangelio. De esta mane-ra el Hijo del Hombre se ha mani-festado a nosotros, pidamos tam-

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12. Cuando por alguna razón no se puede encender el fuego fuera de la iglesia, el rito se acomoda a las circunstancias. El pueblo se reúne como de costumbre en la iglesia. El que dirige con los ministros, uno de los cuales lleva el cirio pascual, se dirige a la puerta de entrada. El pueblo, en cuanto sea posible, se vuelve hacia el que dirige. He-cho el saludo y la monición como se indica en el número 8, enseguida se bendice el fuego y se prepara el cirio como se indica en los números 9-11. 13. El que dirige enciende el cirio pascual con el fuego nuevo, diciendo:

Que la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espí-ritu. En cuanto a los elementos precedentes, las Conferencias episcopales pueden estable-cer otras formas de hacer los ritos más acomodadas a la idiosincrasia de cada pueblo.

Procesión Monición a la procesión con el cirio Iniciamos la procesión con la luz de Cristo que nos precede, símbolo de Cristo resucitado que ha de iluminar a todas las naciones. 14. Encendido el cirio, el que dirige lo recibe y se dispone la procesión. Siguen los ministros y luego el pueblo, que llevan todos en la mano las velas apagadas. En la puerta de la iglesia, el que dirige se detiene y elevando el cirio, canta:

C. Luz de Cristo. Y todos responden

R. Demos gracias a Dios. 15. Enseguida el que dirige avanza hasta la mitad de la iglesia, se detiene y elevando el cirio, canta por segunda vez:

C. Luz de Cristo. Y todos responden:

R. Demos gracias a Dios. Todos encienden su vela de la llama del cirio pascual y avanzan.

16. Al llegar ante el altar, el que dirige, vuelto hacia el pueblo, eleva el cirio y canta por tercera vez:

C. Luz de Cristo. Y todos responden:

R. Demos gracias a Dios. A continuación el que dirige pone el cirio pascual en el candelabro que está prepara-do junto al ambón o, en medio del presbite-rio. Y entonces se encienden las luces de la iglesia, con excepción de las velas del altar.

Pregón Pascual 17. El que dirige proclama el Pregón Pas-cual desde el ambón o desde un atril. To-dos permanecen de pie, teniendo en sus manos las velas encendidas.

Forma larga del Pregón Pascual

Exulten por fin los coros de los án-geles, exulten las jerarquías del cielo, y por la victoria de Rey tan poderoso que las trompetas anun-cien la salvación. Goce también la tierra, inundada de tanta clari-dad, y que, radiante con el fulgor del Rey eterno, se sienta libre de la tiniebla que cubría el orbe en-tero. Alégrese también nuestra madre la Iglesia, revestida de luz tan brillante; resuene este templo con las aclamaciones del pueblo. C. Levantemos el corazón. R. Lo tenemos levantado ha-cia el Señor. C. Demos gracias al Señor, nues-tro Dios. R. Es justo y necesario. En verdad es justo y necesario aclamar con nuestras voces y con todo el afecto del corazón a Dios invisible, el Padre todopoderoso, y a su único Hijo, nuestro Señor Je-

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cua del Señor, escuchando su pa-labra y participando en sus sacra-mentos, con la esperanza cierta de participar también en su triunfo sobre la muerte y de vivir con él para siempre en Dios. 9. Enseguida el que dirige hace la oración de bendición del fuego, diciendo con las manos juntas:

Oremos: Oh Dios, que por medio de tu Hijo has dado a tus fieles el fuego de tu luz, santifica este fuego nuevo, y concédenos que, al celebrar estas

fiestas pascuales, se encienda en nosotros el deseo de las cosas ce-lestes, para que podamos llegar con espíritu renovado a las fiestas de la eterna claridad. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén. 10. Una vez bendecido el fuego nuevo, uno de los ministros lleva el cirio pascual ante el que dirige. Éste, con un punzón, grava una cruz en el cirio. Después, traza sobre él, la letra griega Alfa, y, debajo, la letra Omega; entre los brazos de la cruz traza los cuatro números del año en curso, mien-tras dice:

1. Cristo ayer y hoy, Traza la línea vertical.

2. Principio y fin, Traza la línea horizontal.

3. Alfa Traza la letra Alfa, arriba de la línea Vertical.

4. y Omega. Traza la letra Omega, debajo de la línea vertical.

5. Suyo es el tiempo Traza el primer número del año en curso, en el ángulo superior izquierdo de la cruz.

6. y la eternidad. Traza el segundo número del año, en el ángulo superior derecho de la cruz.

7. A Él la gloria y el poder, Traza el tercer número del año, en el ángulo inferior izquierdo.

8. por los siglos de los siglos. Amén. Traza el cuarto número del año, en el ángulo inferior derecho. 11. Después de haber trazado la cruz y los demás signos, el que dirige puede incrustar en el cirio cinco granos de incienso, en forma de cruz, diciendo al mismo tiempo:

1. Por sus santas llagas 2. gloriosas, 3. nos proteja 4. y nos guarde 5. Jesucristo nuestro Señor.

Amén

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bién a Él ser Santos como el Padre es Santo. Dispongamos nuestro corazón a vivir esta Celebración. 6. Se dice Gloria. Mientras se canta este himno, se tocan las campanas. Terminado el canto, las campanas no vuelven a tocarse hasta el Gloria de la Vigilia Pascual, a no ser que el Obispo Diocesano disponga otra cosa. En este mismo tiempo, también pue-den usarse el órgano y los demás instru-mentos musicales, pero sólo para acompa-ñar en canto.

Oración colecta Dios nuestro, reunidos para cele-brar la santísima Cena en la que tu Hijo unigénito, antes de entre-garse a la muerte, confió a la Igle-sia el nuevo y eterno sacrificio, concédenos que, de tan sublime misterio, brote para nosotros la plenitud del amor y de la vida. Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. R. Amén. Monición a la Liturgia de la Palabra En la primera lectura relatada por el libro del Éxodo, muestra una preparación por parte del pueblo judío a la pascua venidera que se vivía en el mismo pueblo de Dios, pero además hace una alusión a la verdadera fiesta que es celebrada en Cristo después de la Resurrección. En la segunda lectura, Pablo, revela su alegría al enseñar lo que se la ha dado, pero sobre todo trasmite la verdadera alegría que es obtenida por la eucaristía siendo la misma un me-

morial de reconciliación con Dios y el hermano. Además en el evan-gelio, San Juan relata la última cena del Señor, mostrando un mensaje cargado de símbolos, ser-vicio y amor. Donde Jesús les muestra la liberación a sus amigos para que no vivan ya en el peca-do sino que se hagan participes de Él, por medio de la práctica de su Evangelio. PRIMERA LECTURA Lectura del libro del Éxodo 12, 1-8. 11-14 En aquellos días, el Señor les dijo a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: «Este mes será para uste-des el primero de todos los meses y el principio del año. Díganle a to-da la comunidad de Israel: "El día diez de este mes, Tomará cada uno un cordero por familia, uno por casa. Si la familia es demasia-do pequeña para comérselo, que se junte con los vecinos y elija un cordero adecuado al número de personas y a la cantidad que cada cual pueda comer. Será un ani-mal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guar-darán hasta el día catorce del mes, cuando toda la comunidad de los hijos de Israel lo inmolará al atardecer. Tomarán la sangre y rociarán las dos jambas y el dintel de la puerta de la casa donde vayan a comer el cordero. Esa noche comerán la carne, asada a fuego; comerán panes sin levadu-ra y hierbas amargas. Comerán así: con la cintura ceñida, las san-dalias en los pies, un bastón en la mano y a toda prisa, porque es la

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Pascua, es decir, el paso del Señor. Yo pasaré esa noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los pri-mogénitos del país de Egipto, des-de los hombres hasta los ganados. Castigaré a todos los dioses de Egipto, yo, el Señor. La sangre les servirá de señal en las casas donde habitan ustedes. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo y no habrá entre ustedes plaga exter-minadora, cuando hiera yo la tie-rra de Egipto. Ese día será para ustedes un memorial y lo celebra-rán como fiesta en honor del Se-ñor. De generación en generación celebrarán ésta festividad, como institución perpetua”». Palabra de Dios. Te alabamos Señor. Salmo responsorial Sal 115 R. Gracias, Señor, por tu sangre que nos lava. L. ¿Cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? levan-taré el cáliz de la salvación e invo-caré el nombre del Señor. R. L. A los ojos del Señor, es muy pe-noso que mueran sus amigos. De la muerte, Señor me has librado, a mí, tu esclavo e hijo de tu esclava. R. L. Te ofreceré con gratitud un sa-crificio, e invocaré tu nombre. Cumpliré mis promesas al Señor, ante todo su pueblo. R. SEGUNDA LECTURA Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios 12, 1-8. 11-14 Hermanos: Yo recibí del Señor lo

mismo que les he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan en sus manos, y pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. Lo mismo hizo con el cáliz después de cenar, diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza que se sella con mi sangre. Hagan esto en memoria mía”. Lo mismo hizo con el cáliz después de cenar, di-ciendo: “Este cáliz es la nueva alianza que se sella con mi sangre. Hagan esto en memoria mía siempre que beban de él”. Por eso, cada vez que ustedes comen de este pan y beben de este cáliz, proclaman la muerte del Señor, hasta que vuelva. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor. Aclamación antes del Evan-gelio Jn 13, 34 R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Les doy un mandamiento nuevo, dice el Señor, que se amen los unos a los otros, como yo los he amado. R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús. EVANGELIO Lectura tomada del santo evangelio según san Juan 13, 1-15 Gloria a ti, Señor. Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre y habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo,

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Vigilia Pascual en la noche santa

1. Según una tradición muy antigua, ésta es una noche de vigilia en honor del Señor (Éx 12, 43). Los fieles, llevando en la mano –según la exhortación evangélica (Lc 12, 35-37)- lámparas encendidas, se ase-mejan a quienes esperan el regreso de su Señor para que, cuando él vuelva, los en-cuentre vigilantes, y los haga sentar a su mesa. 2. La Vigilia de esta noche, la más grande y noble de todas las solemnidades, sea una sola para cada una de las iglesias. Así esta celebración de la vigilia se desarrolla de la siguiente manera: después de una breve liturgia de la luz o “lucernario” y del Pre-gón pascual (primera parte de la Vigilia), la Santa Iglesia, llena de fe en las palabras y promesas del Señor, medita los portentos que él obró desde el principio a favor de su pueblo (segunda parte o liturgia de la pala-bra), y cuando el día está por llegar, encon-trándose ya acompañada de sus nuevos miembros (tercera parte), es invitada a la mesa que el Señor ha preparado para su pueblo por medio del memorial de su muerte y resurrección, hasta que vuelva (cuarta parte). 3. Toda la celebración de la Vigilia Pascual se debe hacer en la noche, de modo que no debe comenzar antes del principio de la noche del sábado, ni terminar después del alba del domingo. 4. La Celebración de la Vigilia Pascual, aunque se haga antes de la media noche, es ya la Celebración Pascual del Domingo de Resurrección. 5. Quien participa en la Celebración de la media noche, puede comulgar también en la Celebración del día. La Vigilia Pascual ocupa el lugar del Oficio de Lectura. 6. Prepárense sufrientes velas para todos los fieles que participen en la Vigilia. Se apagan todas las luces de la iglesia.

Monición Ambiental Queridos hermanos, iniciada la noche nos reunimos para celebrar la Vigilia Pascual, la noche más santa para todos nosotros y la fies-ta más grande que como Iglesia

tenemos; en la que celebramos la victoria de Cristo sobre la muerte. Aunque estamos a oscuras una luz se enciende, la luz de Cristo que va abriendo paso a través de las tinieblas, de esta manera toda la Iglesia se alegra y canta ante el hecho de la resurrección de Cristo y con gozo se abre el camino para celebrar la pascua

Primera parte: Solemne inicio de la

Vigilia, o “Lucernario” Bendición del fuego y preparación del cirio

Monición a la bendición del fuego La primera parte de esta Vigilia celebra a Cristo, con la bendición del fuego santo que simbolizado en el cirio ilumina a todos los hombres. 7. En un lugar adecuado, fuera de la igle-sia, se prepara un fuego que llamee. Con-gregado allí el pueblo, llega el que va a dirigir con los ministros. Uno de los minis-tros lleva el cirio pascual. No se usan ni la cruz procesional ni los ciriales. Si las cir-cunstancias no permiten encender el fuego dentro de la iglesia, todo este rito se desa-rrolla como se indica en el número 12. 8. El que dirige y los fieles se signan mien-tras él dice: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, y enseguida saluda al pueblo, como de costumbre, le hace una breve monición sobre la vigilia de esta noche, con estas palabras u otras se-mejantes:

Hermanos: En esta noche santa, en que nuestro Señor Jesucristo pasó de la muerte a la vida, la Iglesia invita a todos sus hijos, dise-minados por el mundo, a que se reúnan para velar en ración. Con-memoremos, pues, juntos, la Pas-

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do" (Mt 4,16; Is9 1- 2). La luz mar-ca el inicio de esta santa liturgia, la luz del cirio pascual abrirá paso por las tinieblas hacia la luz plena que es Cristo el Señor y que nos conducirá durante toda la cin-cuentena pascual, y aunado al canto solemnísimo del Pregón Pascual, la iglesia entera Alaba la obra salvífica de Dios. El exultante canto del pregón pascual encierra todo el misterio teológico de nues-tra fe y nos lleva a adentrarnos profundamente a imagen del pa-saje del Evangelista Lucas (12, 35-37) porque aguardamos vigilantes con las lámparas encendidas la espera gloriosa del Señor, que co-mo Iglesia peregrina, junto a la Iglesia purgante y la Iglesia celeste esperamos ver manifestada en la Parusía al final de los tiempos. La liturgia de la Palabra nos ha de llevar a meditar la obra reden-tora del Señor, como obró en tiempos antiguos con la creación del mundo (Gen. 1, 1-2. 2), se esco-gió un pueblo y lo libro de la es-clavitud, más pactó con ellos una Alianza desde tiempos remotos al llamar a Abraham, probarlo en su fe y al sacar al pueblo de Israel de Egipto (Gen. 22, 1-18; Ex. 14, 15-15, 1), para adentrarnos en la crea-ción nueva y definitiva, manifes-tada en la Alianza nueva y eterna dada a todos nosotros en la resu-rrección del Señor (Mt. 28, 1-10). De esta manera Cristo vive, para que los que en Él creemos le de-mos gloria por los siglos de los si-glos, y renazcamos a una vida nueva por medio del agua y del bautismo que marcan la tercera

parte de nuestra liturgia pascual, así la epístola del apóstol Pablo (Rm. 6, 3-11) nos exhorta a que hemos sido por el bautismo sepul-tados con Cristo para con su resu-rrección participar así de una nue-va vida, ya de esta manera rena-cidos por el agua y el bautismo ya no somos esclavos del pecado sino que hemos sido liberados del pe-cado y “sacados del dominio de las tinieblas para ser trasladados al Reino de su Hijo Santo en la luz” (Cfr. Col. 1, 13) de esta manera podemos así sentarnos a partici-par en las nupcias del Rey Eterno de la Cena del Señor en la última parte de nuestra celebración “la comunión” en donde el mismo Cristo el Señor, Sacerdote y vícti-ma nos invita a comer de su carne inmolada en la Cruz. Que María Santísima que aguardó vigilante el cumplimiento de las promesas nos guíe durante toda nuestra vivencia pascual al lado de su hijo amado.

Hebert Torres II de Teología

1. Durante el Sábado Santo, la Iglesia per-manece en ayuno y oración, junto al sepul-cro del Señor, meditando en pasión y muerte, así como en su descenso al lugar de los muertos, y esperando su resurrec-ción. 2. Manteniendo el altar enteramente desnu-do, la Iglesia se abstiene de celebrar el sacrificio de Cristo, hasta que, después de la Vigilia solemne o espera nocturna de la resurrección, se desborda la alegría pas-cual, cuya exuberancia inunda los cincuen-ta días subsiguientes. 3. Este día la Sagrada Comunión puede administrarse sólo como viático.

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los amó hasta el extremo. En el transcurso de la Cena, cuando ya el diablo había puesto en el cora-zón de Judas Iscariote, la idea de entregarlo, Jesús, consciente de que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas y sabiendo que había salido de Dios y a Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó el manto y tomando una toalla, se la ciñó, luego echó agua en una jofaina y se puedo a la-varles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que se ha-bía ceñido. Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo: «Señor, ¿me vas a lavar tú a mí los pies?». Jesús le replicó: «Lo que estoy haciendo tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde». Pedro le dijo: «Tú no me lavarás los pies jamás». Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tendrás parte conmigo». Entonces le dijo Simón Pedro: «En ese caso, Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabe-za». Jesús le dijo: «El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos». Como sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos están limpios». Cuando acabó de lavarles los pies, se puso otra vez el manto, volvió a la mesa y les dijo: «¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, pa-

ra que lo que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo ha-gan». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. 7. Después de la proclamación del Evange-lio, el que dirige dice la reflexión, en la cual se exponen los grandes misterios que se recuerdan en esta celebración, es decir, la institución de la Sagrada Eucaristía y del Orden Sacerdotal y el mandamiento del Señor sobre el amor fraterno.

Lavatorio de los Pies 8. Después de la reflexión, donde lo acon-seje el bien pastoral, se lleva a cabo el lavatorio de los pies.

Monición al lavatorio de los pies La verdadera forma para de de-mostrar que existe la humildad en el corazón del hombre es anona-dándose así mismo para servir a los demás y fue lo que hizo Jesús. La radicalidad de la enseñanza del Señor está en proponer verda-dero amor pudiendo también lle-gar hasta la necesidad del pobre y con la escena de lavatorio de los pies manifiesta que ser sencillo es alcanzar la perfección y madures espiritual. 9. Los varones designados van, acompaña-dos por los ministros, a ocupar los asientos preparados para ellos. El que dirige se acerca a cada una de las personas designa-das. Con la ayuda de los ministros les lava los pies y se los seca. 10. Mientras tanto se canta alguna de las siguientes antífonas o algún canto apropia-do.

Antífona I Cfr. Jn 13, 4. 5. 15 El Señor se levantó de la mesa, echó agua en un recipiente y se puso a lavar los pies de sus discí-pulos, para darles ejemplo.

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Antífona II Jn 13, 6. 7. 8 Señor, ¿pretendes tú lavarme a mí los pies?. Jesús le respondió: si no te lavo los pies, no tendrás nada que ver conmigo. V. Fue Jesús hacia Simón Pedro y éste le dijo: -Señor, ¿pretendes tú lavarme a mí los pies?... V. Lo que yo estoy haciendo, tú no lo entiendes ahora; lo entende-rás más tarde. -Señor, ¿pretendes tú lavarme los pies?... 16. Después del lavatorio de los pies, el que dirige lava y seca sus manos y regresa al lugar destinado para dirigir la Celebra-ción, y desde ahí, dirige la oración univer-sal. 17. No se dice Credo.

Oración de los fieles Oremos a Dios Padre, que en Je-sucristo, su Hijo, nos ha amado hasta el extremo. R. Señor, ten piedad de noso-tros. 1. Por la Iglesia, Cuerpo de Cristo, para que guarde la unidad en la caridad, que quiso para ella Jesu-cristo, y así el mundo crea. Ore-mos. R. 2. Por el Papa, los obispos, los presbíteros y todos los que ejercen algún ministerio en la Iglesia; para que su vida sea siempre, a imagen de Cristo, servicio y entrega a sus hermanos. Oremos. R. 3. Por la unión de los cristianos de oriente y occidente; para que en-contremos la unidad en la Cena del Señor. Oremos. R.

4. Por los gobernantes de todas las naciones; para que sirvan a sus pueblos promoviendo la justicia y la paz. Oremos. R. 5. Por nosotros, reunidos en este Cenáculo para participar en la Cena del Señor; para que, siguien-do el ejemplo de Cristo, vivamos la urgencia del mandamiento nuevo de amar a todos, incluso a los que nos quieren mal. Oremos. R. Dios, Padre nuestro, que has amado tanto al mundo que en-tregaste a tu Hijo a la muerte por nosotros, escucha nuestras súplicas, concédenos lo que te pedimos. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén. Oración después de la comu-nión Concédenos, Señor, participar dig-namente en estos misterios, por-que cada vez que se celebra el memorial de este sacrificio, se rea-liza la obra de nuestra redención Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.

Traslado del Santísimo Sacra-

mento 11. Dicha la oración después de la Comu-nión, el que dirige, de pie, toma en sus manos el copón. 12. Se forma entonces la procesión para llevar el Santísimo Sacramento con ciriales a través de la iglesia, hasta el sitio donde se le va a guardar preparado en alguna parte de la iglesia o en una capilla conveniente-mente adornada. Va adelante un ministro laico con la cruz alta en medio de otros dos con ciriales encendidos. Siguen los demás con velas encendidas. El que dirige lleva el

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Oración después de la comu-nión. Dios todopoderosos y eterno, que nos has redimido con la gloriosa muerte y resurrección de tu Hijo Jesucristo, prosigue en nosotros la obra de tu misericordia, para que, mediante nuestra participación en este misterio, permanezcamos de-dicados a tu servicio. Por Jesucris-to, nuestro Señor. R. Amén. 28. Para la despedida, el que dirige, de pie y vuelto hacia el pueblo, con las manos juntas, dice la siguiente oración sobre el pueblo:

Envía, Señor, tu bendición sobre este pueblo tuyo, que ha conme-morado la muerte de tu Hijo, en espera de su resurrección, la abundancia de tu bendición; lle-gue a él tu perdón, reciba tu con-suelo, se acreciente su fe santa y se consolide su eterna redención. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén. 29. Y todos, haciendo genuflexión a la Cruz, se retiran en silencio. 30. Después de la celebración se desnuda el altar, dejando, sin embargo, sobre él la Cruz con los dos o cuatro candelabros. 31. Los que asistieron a esta solemne ac-ción litúrgica de la tarde, no están obliga-dos a rezar vísperas.

Muriendo destruyó nuestra muerte, y resucitando restau-ró nuestra vida (Prefacio de Pascua). En esto se vislumbra el misterio de nuestra fe, que vivimos a plenitud

al adentrarnos en la solemnidad de la noche santa de la vigilia de la Pascua; en la noche de hoy la más santa de todas la Iglesia en-tera se desborda de alegría al acompañar al coro de los Ángeles y proclamar la Victoria de Cristo sobre la muerte y así, darnos vida nueva. Durante la cuaresma di-mos un largo recorrido a imagen del pueblo de Israel que peregrinó durante cuarenta años en el de-sierto de la mano de Moisés y de Aarón para entrar a la tierra pro-metida. Para poder llegar purifi-cados por el ejercicio de las practi-cas cuaresmales al paso de la glo-ria en la resurrección del Señor. "El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una luz grande; a los que habitaban en paraje y sombras de muerte una luz les ha amaneci-

Sábado Santo “La resurrección culmen de la revelación”

Vigilia Pascual

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mero de asistentes no todos pueden acer-carse, el que dirige, después de que una parte de los fieles hayan hecho la adora-ción, toma la Cruz y de pie ante el altar, invita a todo el pueblo con breves palabras a a dorar la Santa Cruz. Luego la levanta en alto, por un momento, para que los fie-les la adoren en silencio. Monición para la colecta para los lugares santos La Sagrada Congregación para las Iglesias Orientales, que coordi-na la solicitud pastoral de la Igle-sia Católica a favor de toda la comunidad cristiana de Tierra Santa, recuerda cada año la im-portancia vital de la jornada del viernes santo para la superviven-cia del cristianismo en el país de Jesús. La colecta para los Santos Lugares, no va dirigida principal-mente a sostener los santuarios, que recuerdan el paso histórico de Jesús, sino el sostenimiento de la comunidad cristiana que, por la dramática situación actual, se en-cuentran en estado de margina-ción y cuya supervivencia depen-de de la solidaridad del mundo cristiano. Esta colecta se realiza, mientras se hace el gesto de ado-ración de la Santa Cruz.

Tercera parte

Sagrada Comunión 20. Se extiende un mantel de color blanco sobre el altar y sobre él se pone un corporal y el ritual. Entre tanto, el que dirige la Celebración trae el Santísimo Sacramento del lugar de la reserva directamente al altar, mientras todos permanecen de pie y en silencio. Dos ministros, con los candela-bros encendidos, acompañan al Santísimo Sacramento y depositan luego los candela-bros junto al altar o sobre él.

21. A continuación el que dirige, teniendo las manos juntas, dice con voz clara:

Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir: El que dirige, con las manos extendidas, dice junto con el pueblo:

Padre nuestro, que estás en el cie-lo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofen-sas, como también nosotros per-donamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. 22. A continuación, el que dirige se prepara para la comunión. 23. Seguidamente hace genuflexión, toma la Hostia, la mantiene un poco elevada sobre el copón, y dice en voz alta, de cara al pueblo:

Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Di-chosos los invitados a la cena del Señor. Y, juntamente con el pueblo, añade una sola vez:

Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tu-ya bastará para sanarme. 24. Y vuelto hacia el altar, dice en secreto:

El Cuerpo de Cristo. Y comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo. 25. Después distribuye la comunión a los fieles. Durante la Comunión se puede can-tar el salmo 21, u otro canto apropiado. 26. Acabada la comunión, un ministro idóneo lleva el copón a algún lugar espe-cialmente preparado fuera de la iglesia, o bien, si lo exigen las circunstancias lo re-serva en el Sagrario. 27. Después el que dirige dice: Oremos, y guardando si lo cree oportuno, un breve silencio, dice la oración después de la co-munión:

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Santísimo Sacramento. Entretanto se canta un canto eucarístico. 13. Al llegar la procesión al lugar donde va a depositarse el Santísimo Sacramento, el que dirige deposita el copón en el taber-náculo, mientras tanto se canta un canto eucarístico, y se cierra el tabernáculo. 14. Después de unos momentos de adora-ción en silencio, el que dirige y los minis-tros hacen genuflexión y se retiran a la sacristía. 15. En el momento oportuno se desnuda el altar y, si es posible, se quitan de la iglesia

las cruces. Si algunas no se pueden quitar, es conveniente que queden cubiertas con un velo. 16. Quienes asistieron a la Celebración vespertina de la Cena del Señor, no están obligados a rezar las Vísperas. 17. Invítese a los fieles, según las circuns-tancias y costumbres del lugar, a dedicar alguna parte de su tiempo, en la noche, a la adoración delante del Santísimo Sacramen-to. Esta adoración, después de la media noche, hágase sin solemnidad.

Nos encontramos ante el acon-tecimiento que define gran parte del misterio cristiano en lo referente al Kerigma. Hablar de la Pasión remonta al suceso del sufrimiento de Jesús antes de su muerte. La Sagrada es-critura recuerda que el viernes es el día de la preparación de la Pascua, es el día en que se sacrifica al cordero para la ce-na pascual, hay que señalar que si el cordero llegase a resis-tirse ya no sería digno para el sacrificio. Por ello el profeta Isaías señala en los cánticos del siervo que el Mesías será como cordero llevado al matadero. En este particular resalta el sa-crificio de Cristo, el cual no es válido sólo por ser capturado, el verdadero realce consiste en que éste se entrega, se inmola, se da. El lugar del sacrificio no es otro que el árbol de la cruz, cruz

que hoy adoramos. Al besarla, no sólo lo hacemos a un made-ro inerte, el beso de la cruz es la contemplación del gran acon-tecimiento del amor en su en-trega absoluta. Nos rendimos ante el hecho de que Aquél que no tuvo pecado paga el precio y nos libera de la pena que por nuestra desobediencia nos correspondía pagar. Sin lu-gar a duda el amor llegó tan lejos que no le bastó con encar-narse y tomar nuestra condi-ción, sino que unido a esto con su muerte rompe las ataduras de nuestra muerte. Cristo desde su pasión nos abre camino pa-ra nuestra salvación. La cruz se convierte en signo de vida, el sitio de castigo es hoy nuestra redención. Es el trono del rey, cuyo reino no es de este mundo. Cristo nos enseña desde la cruz que su misión va más allá de lo material y que su realeza es la que nos libera,

Viernes Santo Celebración de la Pasión de Señor

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pues toda esperanza de un mesianismo político es revoca-da desde su obra y su enseñan-za y se consolida con el sacrifi-cio cruento, derramando su sangre y entregándonos su cuerpo como alimento. Cristo en la cruz es el perfecto modelo de pastor que ama tanto a sus ovejas que se hace oveja por ellas, para no verlas morir. Le-vantado en cruz atrae a todos hacia sí mismo, se convierte en manantial de vida de cuyo cos-tado abierto brotan sangre y agua como afirma el evange-lista Juan. Los sacramentos del bautismo y de la eucaristía nos incorporan a la iglesia y nos hacen participar de sus miste-rios. Que hoy como María miremos a Cristo clavado en la cruz y que llenos de esperanza nos abramos a la Pascua como centro de nuestra fe, de pie an-te Cristo vivamos hoy el miste-rio del amor.

Smta. Raimundo Andrade IV de Teología

1. El día de hoy en la mañana, por una antiquísima tradición, la Iglesia omite por completo la celebración de los Sacramen-tos, excepto el de la Penitencia y la Unción de los enfermos. 2. En este día la Sagrada Comunión se distribuye a los fieles únicamente dentro de la celebración de la Pasión del Señor; pero a los enfermos que no pueden tomar parte en esta celebración, se les puede llevar a cualquier hora del día. 3. El altar debe estar desnudo por comple-to: sin cruz, sin candeleros y sin manteles.

Celebración de la Pasión del Señor

4. Después del mediodía, alrededor de las tres de la tarde, a no ser que por razón pastoral se elija una hora más avanzada, se celebra la Pasión del Señor, que consta de tres partes: Liturgia de la Palabra, Adora-ción de la Cruz y Sagrada Comunión. 5. El que dirige la Celebración va al altar en silencio, y hecha la debida reverencia, se arrodilla piadosamente, y ora en silencio durante un espacio de tiempo. Todos los demás también se arrodillan. 6. Después el que dirige, con los demás ministros, va a la sede, donde, vuelto hacia el pueblo, que está de pie, dice, con las manos juntas, la siguiente oración, omitida la invitación Oremos.

Oración Acuérdate, Señor, de tu gran mi-sericordia, y santifica a tus siervos con tu constante protección, ya que por ellos Cristo, tu Hijo, derra-mando su sangre, instituyó el mis-terio pascual. Él que vive y reina por los siglos de los siglos. R. Amén.

Primera Parte Liturgia de la Palabra

7. Todos se sientan, y se hace la primera lectura, tomada del profeta Isaías (52, 13-53, 12), con su salmo.

Monición a la Liturgia de la Palabra: En la Palabra que se leerá a con-tinuación se nos invita meditar los sufrimientos que tuvo que vivir Cristo, Isaías nos presenta la profe-cía que Cristo cumplió al hacerse el Siervo sufriente de Yahvé y car-gar consigo nuestras culpas y pe-cados, ya que como nos lo dirá San Pablo el hijo de Dios en su

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nen hambre, libere a los encarce-lados y haga justicia a los oprimi-dos, conceda seguridad a los que viajan, un buen retorno a los que se hallan lejos del hogar, la salud a los enfermos y la salvación a los moribundos. Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el que dirige:

Dios todopoderoso y eterno, con-suelo de los afligidos y fortaleza de los que sufren, escucha a los que te invocan en su tribulación, para que experimenten en sus necesi-dades la alegría de tu misericor-dia. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.

Segunda parte

Adoración de la Santa Cruz 14. Terminada la oración universal, se hace la adoración solemne de la santa Cruz. De las dos formas que se proponen a continua-ción para la presentación de la Cruz, elijase la que se juzgue más apropiada conforme a las necesidades pastorales.

Presentación de la Santa Cruz I FORMA

15. El que dirige la Celebración, se dirige a la sacristía, de donde trae procesionalmen-te la Cruz, cubierta con un velo rojo. Se dirige a través de la Iglesia hasta el centro del presbiterio, acompañado de dos minis-tros con velas encendidas. El que dirige, de pie ante el altar, de cara al pueblo, descubre un poco el extremo supe-rior de la Cruz, la eleva y canta: Mirad el árbol de la Cruz, ayudado en el canto, si es necesario, por el coro. Todos responden: Venid y adoremos. Terminado el canto, todos se arrodillan y adoran en silencio, durante unos instantes, la Cruz que el que dirige, de pie, mantiene en alto.

Mirad el árbol de la Cruz, Donde estuvo clavado Cristo, el salvador del mundo.

V. Venid y adoremos.

Enseguida el que dirige descubre el brazo derecho de la Cruz y, elevándola de nuevo, comienza a cantar (en el mismo tono que antes), Mirad el árbol de la Cruz, y se pro-sigue como la primera vez. Finalmente, descubre por completo la Cruz y, volvién-dola a elevar, comienza por tercera vez Mirad el árbol de la Cruz, como la primera vez.

II FORMA 16. El que dirige, va la puerta de la iglesia, juntamente con los ministros. Ahí recibe la Cruz ya descubierta, los ministros toman los ciriales encendidos, y todos avanzan en procesión hacia el presbiterio. Cerca de la puerta de la Iglesia, el que lleva la Cruz la eleva y canta: Mirad el árbol de la Cruz. Todos responden: Venid y adoremos, se arrodillan después de la respuesta, y adoran un momento en silencio. Esto mismo se repite a la mitad de la iglesia y a la entrada del presbiterio. (Se canta las tres veces en el mismo tono).

Adoración de la Santa Cruz 17. Enseguida, el que dirige, acompañado de dos ministros con velas encendidas, lleva la Cruz hasta la entrada del presbite-rio o hasta un lugar apto y la coloca ahí o la entrega a los ministros para que la sos-tengan, y se colocan las velas a la derecha y a la izquierda de la Cruz. 18. Para la adoración de la Cruz, se acerca primero el que dirige. Enseguida, se acer-can, a la manera de una procesión, los ministros y los fieles, y adoran la Cruz, haciendo delante de ella una genuflexión simple o algún otro signo de veneración, según la costumbre del lugar, por ejemplo, besando la Cruz. 19. Expóngase solamente una Cruz a la adoración de los fieles. Si por el gran nú-

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amor de su nombre y en la fideli-dad de su alianza. Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el que dirige:

Dios todopoderoso y eterno, que confiaste tus promesas a Abraham y a su descendencia, oye compasivo los ruegos de tu Iglesia, para que el pueblo que adquiriste primero como tuyo, merezca llegar a la plenitud de la redención. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén. VII. Por los que no creen en Cristo Oremos también por los que no creen en Cristo, para que, ilumi-nados por el Espíritu Santo, pue-dan ellos encontrar el camino de la salvación. Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el que dirige:

Dios todopoderoso y eterno, con-cede a quienes no creen en Cristo, que, caminando en tu presencia con sinceridad de corazón, en-cuentren la verdad; y a nosotros concédenos crecer en el amor mu-tuo y en el deseo de comprender mejor los misterios de tu vida, a fin de que seamos testigos cada vez más auténticos de tu amor en el mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén. VIII. Por los que no creen en Dios Oremos también por los que no conocen a Dios, para que, buscan-do con sinceridad lo que es recto, merezcan llegar hasta Él.

Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el que dirige:

Dios todopoderoso y eterno, que creaste a todos los hombres para que deseándote te busquen, y para que al encontrarte descan-sen en ti; concédenos que, en me-dio de las dificultades de este mundo, al ver los signos de tu amor y el testimonio de las bue-nas obras de los creyentes, todos los hombres se alegren al confe-sarte como único Dios verdadero y Padre de todos. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén. IX. Por los gobernantes Oremos también por todos los go-bernantes de las naciones, para que Dios nuestro Señor guíe sus mentes y corazones, según su vo-luntad providente, hacia la paz verdadera y la libertad de todos. Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el que dirige:

Dios todopoderoso y eterno, en cuyas manos están los corazones de los hombres y los derechos de las naciones, mira con bondad a nuestros gobernantes, para que, con tu ayuda, se afiance en toda la tierra un auténtico progreso social, una paz duradera y una verdadera libertad religiosa. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén. X. Por los que se encuentran en alguna tribulación. Oremos, a Dios Padre todopode-roso, para que libre al mundo de todos sus errores, aleje las enfer-medades, alimente a los que tie-

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humanidad fue igual a nosotros en todo menos en el pecado por ello al Jesús ofrecerse como vícti-ma no lo hace por sí mismo sino por cada uno de nosotros PRIMERA LECTURA Lectura del libro del profeta Isaías 52, 13-53, 12 He aquí que mi siervo prosperará, será engrandecido y exaltado, será puesto en alto. Muchos se ho-rrorizaron al verlo, porque estaba tan desfigurado su semblante, que no tenía ya aspecto de hombre; pero muchos pueblos se llenaron de asombro. Ante él los reyes ce-rrarán la boca, porque verán lo que nunca se les había contado y comprenderán lo que nunca se habían imaginado. ¿Quién habrá de creer lo que hemos anunciado? ¿A quién se le revelará el poder del Señor? Creció en su presencia como planta débil, como una raíz en el desierto. No tenía gracia ni belleza. No vimos en él ningún aspecto atrayente; despreciado y rechazado por los hombres, varón de dolores, habituado al sufri-miento; como uno del cual se aparta la mirada, despreciado y desestimado. Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo tuvimos por leproso, herido por Dios y humilla-do, traspasado por nuestras rebe-liones, triturado por nuestros crí-menes. Él soportó el castigo que nos trae la paz. Por sus llagas he-mos sido curados. Todos andába-mos errantes como ovejas, cada uno siguiendo su camino, y el Se-

ñor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Cuando lo maltrataban, se humillaba y no abría la boca, como un cordero llevado a dego-llar; como oveja ante el esquila-dor, enmudecía y no abría la bo-ca. Inicuamente y contra toda justicia se lo llevaron. ¿Quién se preocupó de su suerte? Lo arran-caron de la tierra de los vivos, lo hirieron de muerte por los peca-dos de mi pueblo, le dieron sepul-tura con los malhechores a la hora de su muerte, aunque no había cometido crímenes, ni hubo enga-ño en su boca. El Señor quiso tri-turarlo con el sufrimiento. Cuando entregue su vida como expiación, verá sus descendientes, prolonga-rá sus años y por medio de él pros-perarán los designios del Señor. Por las fatigas de su alma, verá la luz y se saciará; con sus sufrimien-tos justificará mi siervo a muchos, cargando con los crímenes de ellos. Por eso le daré una parte entre los grandes, y con los fuertes repartirá despojos, ya que indefenso se en-tregó a la muerte y fue contado entre los malhechores, cuando tomó sobre sí las culpas de todos e intercedió por los pecadores. Palabra de Dios. Te alabamos Señor. Salmo responsorial Sal 30 R. Padre, en tus manos enco-miendo mi espíritu. L. A ti, Señor, me acojo, que no quede yo nunca defraudado. En tus manos encomiendo mi espíritu y tú, mi Dios leal, me librarás. R.

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L. Se burlan de mí mis enemigos, mis vecinos y parientes de mí se espantan, los que me ven pasar huyen de mí. Estoy en el olvido, como un muerto, como un objeto tirado en la basura. R. L. Pero yo, Señor, en ti confío. Tú eres mi Dios, y en tus manos está mi destino. Líbrame de los enemi-gos que me persiguen. R. L. Vuelve, Señor, Tus ojos a tu sier-vo y sálvame, por tu misericordia. Sean fuertes y valientes de cora-zón, ustedes, los que esperan en el Señor. R. 8. A continuación se hace la segunda lectu-ra, tomada de la carta a los Hebreos (4, 14-16; 5, 7-9), con el canto antes del Evange-lio.

SEGUNDA LECTURA Lectura de la carta a los he-breos 4, 14-16; 5, 7-9 Hermanos: Jesús, el Hijo de Dios, es nuestro sumo sacerdote, que ha entrado en el cielo. Mantengamos firme la profesión de nuestra fe. En efecto, no tenemos un sumo sacerdote que no sea capaz de compadecerse de nuestros sufri-mientos, puesto que él mismo ha pasado por las mismas pruebas que nosotros, excepto el pecado. Acerquémonos, por tanto, con plena confianza al trono de la gracia, para recibir misericordia, hallar la gracia y obtener ayuda en el momento oportuno. Precisa-mente por eso, Cristo, durante su vida mortal, ofreció oraciones y súplicas, con fuertes voces y lágri-mas, a aquél que podía librarlo de la muerte, y fue escuchado por su piedad. A pesar de que era el

Hijo, aprendió a obedecer pade-ciendo, y llegando a su perfección, se convirtió en la causa de la sal-vación eterna para todos los que lo obedecen. Palabra de Dios. Te alabamos Señor. Aclamación antes del Evan-gelio R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Cristo se humilló por noso-tros y por obediencia acepto in-cluso la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nom-bre que está sobre todo nombre. R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús. 9. Finalmente se lee la Pasión del Señor, según san juan (18, 1-19, 42), del mismo modo que el domingo precedente.

EVANGELIO Pasión de nuestro Señor Jesu-cristo según san Juan 18, 1-19, 42 Gloria a ti, Señor. C. En aquel tiempo, Jesús fue con sus discípulos al otro lado del to-rrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí Él y sus dis-cípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discí-pulos. Entonces Judas tomó un batallón de soldados y guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos y entró en el huerto con linternas, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que iba a suce-der, se adelantó y les dijo: †.«¿A

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II. Por el Papa Oremos también por nuestro san-to Padre el Papa Francisco, para que Dios nuestro Señor, que lo eligió para el orden de los obispos, lo conserve a salvo y sin daño pa-ra bien de su santa Iglesia, a fin de que pueda gobernar al pueblo santo de Dios. Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el que dirige:

Dios todopoderoso y eterno, cuya sabiduría gobierna el universo, atiende favorablemente nuestras súplicas y protege con tu amor al Papa que nos diste, para que el pueblo cristiano, que tú mismo pastoreas, progrese bajo su cuida-do en la firmeza de su fe. Por Je-sucristo, nuestro Señor. R. Amén. III. Por el pueblo de Dios y sus ministros Oremos también por nuestro obis-po Mons. Oswaldo Azuaje, por todos los obispos, presbíteros, diá-conos de la Iglesia, y por todo el pueblo santo de Dios. Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el que dirige:

Dios todopoderoso y eterno, que con tu espíritu santificas y gobier-nas a toda la Iglesia, escucha nuestras súplicas por tus ministros, para que, con la ayuda de tu gra-cia, te sirvan con fidelidad. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén. IV. Por los catecúmenos Oremos también por los (nuestros) catecúmenos, para que Dios nues-tro Señor abra los oídos de sus co-

razones y les manifieste su miseri-cordia, y para que, mediante el bautismo, se les perdonen todos sus pecados y queden incorpora-dos a Cristo, Señor nuestro. Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el que dirige:

Dios todopoderoso y eterno, que sin cesar concedes nuevos hijos a tu Iglesia, acrecienta la fe y el co-nocimiento de los (nuestros) cate-cúmenos, para que, renacidos en la fuente bautismal, los cuentes entre tus hijos de adopción. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén. V. Por la unidad de los cris-tianos Oremos también por todos los hermanos que creen en Cristo, para que Dios nuestro Señor se digne congregar y custodiar en la única Iglesia a quienes procuran vivir en la verdad. Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el que dirige:

Dios todopoderoso y eterno, que reúnes a los que están dispersos y los mantienes en la unidad, mira benignamente la grey de tu Hijo, para que, a cuantos están consa-grados por el único bautismo, también los una la integridad de la fe y los asocie el vínculo de la caridad. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén. VI. Por los judíos Oremos también por los judíos, para que a quienes Dios nuestro Señor habló primero, les conceda progresar continuamente en el

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cruz. Fueron los soldados, le que-braron las piernas a uno y luego al otro de los que habían sido cru-cificados con Él. Pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muer-to, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza e inmediatamente salió sangre y agua. El que vio da testimonio de esto y su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. Esto sucedió para que se cumpliera lo que dice la Escritura: No le que-brarán ningún hueso; y en otro lugar la Escritura dice: Mirarán al que traspasaron. Después de esto, José de Arimatea, que era discípu-lo de Jesús, pero oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que lo dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue enton-ces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mezcla de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con esos aromas, según se acostumbra en-terrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucifi-caron, y en el huerto, un sepulcro nuevo, donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la prepara-ción de la Pascua y el sepulcro estaba cerca, allí pusieron a Jesús. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. 10. Después de la lectura de la Pasión, el que dirige dice una breve reflexión, des-pués de la cual se puede exhortar a los fieles a orar durante un breve espacio de tiempo.

Oración universal 11. La Liturgia De la Palabra se termina con la oración universal, que se hace de esta manera: un ministro laico, de pie, en el ambón, dice la invitación, en la cual se expresa la intención por la que se va a orar. Enseguida oran todos en silencio durante un breve espacio de tiempo, y luego el que dirige, de pie, desde el lugar indicado para dirigir la Celebración, dice la oración con las manos juntas. Los fieles pueden perma-necer arrodillados o de pie, durante todo el tiempo de la oración. 12. Las Conferencias Episcopales pueden proponer otras invitaciones para introducir la oración del que dirige. Antes de cada oración del que dirige puede utilizarse la invitación tradicional: Nos ponemos de rodillas-Nos ponemos de pie; en ese caso, los files se arrodillan en silencio durante la súplica. 13. Cuando hay una grave necesidad públi-ca, el Ordinario del lugar puede permitir o prescribir que se añada alguna intención especial.

I. Por la santa Iglesia Oremos, queridos hermanos, por la santa Iglesia de Dios, para que nuestro Dios y Señor le conceda la paz y la unidad, se digne prote-gerla en toda la tierra y nos con-ceda glorificarlo, como Dios Padre omnipotente, con una vida pacífi-ca y serena. Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el que dirige:

Dios todopoderoso y eterno, que en Cristo revelaste tu gloria a to-das las naciones, conserva la obra de tu misericordia, para que tu Iglesia, extendida por toda la tie-rra, persevere con fe inquebranta-ble en la confesión de tu nombre. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.

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quién buscan?». C. Le contestaron: S. «A Jesús, el nazareno». C. Les dijo Jesús: †.«Yo soy». C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Jesús les volvió a preguntar: †.«¿A quién bus-can?». C. Ellos dijeron: S. «A Jesús, el nazareno». C. Jesús contestó: †.«Les he dicho que soy yo. Si me buscan a mí, dejen que éstos se vayan». C. Así se cumplió lo que Jesús había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste». Entonces Simón Pedro, que lleva-ba una espada, la sacó e hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro: †.«Mete la espada en la vaina. ¿No voy a beber el cáliz que me ha dado mi Padre?». C. El batallón, su comandante y los criados de los judíos apresaron a Jesús, lo ataron y lo llevaron pri-mero ante Anás, porque era sue-gro de Caifás, sumo sacerdote aquel año. Caifás era el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo». Simón Pedro y otro discípulo iban si-guiendo a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló con la portera e hizo entrar a Pedro. La portera dijo entonces a Pedro: S. «¿No eres tú también uno de los

discípulos de ese hombre?». C. Él dijo: S. «No lo soy». C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro esta-ba con ellos de pie, calentándose. El sumo sacerdote interrogó a Je-sús acerca de sus discípulos y de su doctrina. Jesús le contestó: †.«Yo he hablado abiertamente al mun-do y he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? In-terroga a los que me han oído, sobre lo que les he hablado. Ellos saben lo que he dicho». C. Apenas dijo esto, uno de los guardias le dio una bofetada a Jesús, dicién-dole: S. «¿Así contestas al sumo sacerdote?». C. Jesús le respondió: †.«Si he faltado al hablar, de-muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?». C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, el sumo sacerdote. Simón Pedro estaba de pie, calentándose, y le dijeron: S. «¿No eres tú también uno de sus discípulos?». C. Él lo negó dicien-do: S. «No lo soy». C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pa-riente de aquel a quien Pedro le había cortado la oreja, le dijo: S. «¿Qué no te vi yo con Él en el huerto?». C. Pedro volvió a ne-garlo y enseguida cantó un gallo. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era muy de mañana y ellos no entraron en el palacio pa-ra no incurrir en impureza y poder

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así comer la cena de Pascua. Salió entonces Pilato a donde estaban ellos y les dijo: S. «¿De qué acusan a este hombre?». C. Le contesta-ron: S. «Si éste no fuera un malhe-chor, no te lo hubiéramos traído». C. Pilato les dijo: S. «Pues lléven-selo y júzguenlo según su ley». C. Los judíos le respondieron: S. «No estamos autorizados para dar muerte a nadie». C. Así se cum-plió lo que había dicho Jesús, indi-cando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el preto-rio, llamó a Jesús y le dijo: S. «¿Eres tú el rey de los judíos?». C. Jesús le contestó: †.«¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?». C. Pilato le respondió: S. «¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entre-gado a mí. ¿Qué es lo que has he-cho?». C. Jesús le contestó: †.«Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de aquí». C. Pilato le dijo: S. « ¿Conque tú eres rey?». C. Jesús le contestó: †.«Tú lo has dicho. Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz». C. Pilato le dijo: S. «¿Y qué es la verdad?». C. Dicho esto, salió otra vez a donde estaban los ju-díos y les dijo: S. «No encuentro en Él ninguna culpa. Entre ustedes es costumbre que por Pascua ponga en libertad a un preso. ¿Quieren

que les suelte al rey de los ju-díos?». C. Pero todos ellos gritaron: S. «¡No, a ése no! ¡A Barrabás!». C. El tal Barrabas era un bandido. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Los soldados tren-zaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza, le echaron encima un manto color púrpura y, acercándose a Él, le decían: S. «¡Viva el rey de los judíos!». C. Y le daban de bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo: S. «Aquí lo traigo para que sepan que no encuentro en Él ninguna culpa». C. Salió, pues, Jesús, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo: S. «Aquí está el hombre». C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y sus servidores, gritaron: S. «¡Crucifícalo, crucifícalo!». C. Pila-to les dijo: S. «Llévenselo ustedes y crucifíquenlo, porque yo no en-cuentro culpa en Él». C. Los judíos le contestaron: S. «Nosotros tene-mos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declara-do hijo de Dios». C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más, y entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús: S. « ¿De dón-de eres tú?». C. Pero Jesús no le respondió. Pilato le dijo entonces: S. «¿A mí no me hablas? ¿No sa-bes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucifi-carte?». C. Jesús le contestó: †.«No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso, el que me ha entre-

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gado a ti tiene un pecado ma-yor». C. Desde ese momento Pila-to trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban: S. «¡Si sueltas a ése, no eres amigo del César!; por-que todo el que pretende ser rey, es enemigo del César». C. Al oír estas palabras, Pilato sacó a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman "el Enlosado" (en he-breo Gábbata). Era el día de la preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los ju-díos: S. «Aquí tienen a su rey». C. Ellos gritaron: S. «¡Fuera, fuera! ¡Crucifícalo!». C. Pilato les dijo: S. « ¿A su rey voy a crucificar?». C. Contestaron los sumos sacerdotes: S. «No tenemos más rey que el César». C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y Él, cargando con la cruz, se dirigió hacia el sitio llamado "la Calavera" (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron, y con Él a otros dos, uno de cada lado, y en medio Jesús. Pilato mandó escribir un letrero y poner-lo encima de la cruz; en él estaba escrito: “Jesús el nazareno, el rey de los judíos”. Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cer-ca el lugar donde crucificaron a Jesús y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos le dijeron a Pilato: S. «No escribas: "El rey de los judíos", sino: "Éste ha dicho: Soy rey de los judíos"». C. Pilato les contestó: S. «Lo escrito, escrito es-tá». C. Cuando crucificaron a Je-sús, los soldados cogieron su ropa e

hicieron cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la tú-nica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arri-ba abajo. Por eso se dijeron: S. «No la rasguemos, sino echemos suertes para ver a quién le toca». C. Así se cumplió lo que dice la Escritura: Se repartieron mi ropa y echaron a suerte mi túnica. Y eso hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre: †.«Mujer, ahí es-tá tu hijo». C. Luego dijo al discí-pulo: †.«Ahí está tu madre». C. Y desde aquella hora el discípulo se la llevó a vivir con él. Después de esto, sabiendo Jesús que todo ha-bía llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo: †.«Tengo sed». C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Los solda-dos sujetaron una esponja empa-pada en vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca. Jesús probó el vinagre y dijo: †.«Todo está cumplido». C. E in-clinando la cabeza, entregó el es-píritu. Aquí se arrodillan todos y se hace un breve silencio de adoración.

C. Entonces, los judíos, como era el día de la preparación de la Pas-cua, para que los cuerpos de los ajusticiados no se quedaran en la cruz el sábado, porque aquel sá-bado era un día muy solemne, pidieron a Pilato que les quebra-ran las piernas y los quitaran de la

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