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18 y 'qué habrá más allá del infinito, esta bóveda hostil en el reverso, por donde nace y donde muere el mito? Deje al menos en este pobre verso de nuestro eterno anhelo el postrer hito. UNIVERSIDAD DE MEXICO H U M O R DE CÓMO TRATAR A LA SERVIDUMBRE Por Jean ROSTAND Dibujos de Andrée BURG La esperanza moribunda, pero no se resigna a monr del todo. Unamuno acepta la existencia de la "ilusión de ser" bajo la "bóveda hostil", pero si el uni- verso le parece carecer de pre: gunta simplemente qué habra mas alla o tras él, como el jugador acaba de perderlo todo y pregunta anSIOsamente, patéticamente, cuáles son las reglas de un nuevo jugador. "El poeta murió sin confesarse" y así llegamos por fin al último poema de Unamuno, escrito el 28 de diciembre, tres días antes de su muerte: Moril' soFíando, sí, mas si se sueña morir, la muel'te es sueño,' una ventana hacia el vacío; no soñal': niroana; del tiempo al fin la eternidad se adueña. Vivil' el día de hoy bajo la enseña del ayel' deshaciéndose en mañana; vivil' encadenado a la desgana ¿es acaso vivá? Y esto ¿qué enseña? Soñal' la muel'te ¿no es matal' el sueño? Vivil' el sueño ¿no es matar la vida? ¿A qué al poner en ello tanto empeño aprender lo que al punto al fin se olvida escudl'iñando el implacable ceño -cielo desierto- del eterno dueí'ío? En el poema -el m,is ambiguo y di- fícil de la serie- aparecen ecos del soli- loquio de Hamlet y de Quevedo. Se tra- ta, entre otras cosas, de escoger entre lucidez y ensueño como actitud aceptable para el momento de la muerte. Al final, paradojas y contradicciones: el cielo de- sierto aparece como implacable ceño de Dios. No hay dudas en cuanto a lo an- gustiado del tono. Sí las hay con respecto a la esencia de este eterno dueño, que es quizá Dios, o quizá la muerte o la nada. Tres días después moría Unamuno. La agonía fue corta. El poeta murió sin confesarse; las autoridades se negaron a darle un entierro público y solemne, co- mo tenían proyectado. Como el Cid, que ganaba batallas después de muerto, ha seguido Unamuno después de su muerte, su muerte individualista, altiva y soli- taria, agitando a los hombres de su tiem- po, de nuestro tiempo; incitándoles a que penetren en sí mismos, bien aden- tro, como él lo hizo, aunque sea para encontrar en su interior la soledad y la angustia que él encontró. Sería conveniente que los amos penetrasen las tinieblas en que viven los sirvientes. Jean Genet, Las criadas. NOTA Económicamente los profesol'es e investigadol'es de la Universidad no estamos mal del todo, pero tampoco bien del todo. Ganamos lo justo pa- ra viviy. Pero los investigadores so- bl'e todo, POl' las exigencias de nues- tro tmbajo, vamos perdiendo la poca elasticidad que originalmente poseíamos en lo que nuest!as re- laciones sociales se reftere. Mtentras los profesol'es univel'sitaYios hablan con los alumnos todos los días y así se mantienen socialmente "al día", nosotros casi no hablamos con na- die, y al llegal' a casa, cansados en la noche, nos encontmmos con que no sabemos ya ni tmtar con la 1 criada. Esto ocasiona que con fre- cuencia, por nuestm falta de habi- lidad y tacto, a POl' tiempo vanable, de los mdts- pensables sel'vicios caseros. ¡Qué no será de nosotTOs, cuando en este respecto incluso avezados industria- les y comerciantes confiesan tener serios problemas! N o cabe duda de que México atraviesa hoy, amén de otms, POl' una vadadem cl'isis de seroicios do- mésticos. Con el fin de ayudar es- pecialmente a los investigadol'es, hemos tmducido este capítulo del libro de ]. Rostand La Loi des Riches, publicado en 1920 ya que posee el doble valol': 19 de pel'te- necer al eminente biólogo fmncés, y 29 de sa uno de los mejol'es es- tudios extmbiológicos que de él conocemos. FOl'ma la novena sec- ción de un librito dividido en diez, de 127 páginas que comienza de esta manaa: "El Hombl'e se encontmba solo con su hijo en el cual'to cenado. Habló dumnte mucho tiempo, y no sabiendo que se le oía al otro lado de la pared, cl'eyó poder pl'escindil' de toda hipocresía." En efecto, se tmta de lo que un Rico dice a su hijo al llegal' éste a la mayoría de edad. Por supuesto, recomendamos al lectol', y sobl'e todo al investigador distmído, gual'dal' pam sí el conte- nido de la sección de La Loi des Riches que tmducimos y bajo nin- gún pretexto hacerla llegar a la ser- 'vidumbl'e pTOpia o ajena. Si en El asalto a la razón, Lukács mantiene y pmeba que no hay fi- losofía inocente, sino que toda filo- 1 Se utiliza aquí el singular por considerarlo científicamente más apegado a la J'ealidad. sofía acal'rea una actitud ante la lucha de intereses de las clases so- ciales, Rostand ejemplifica con gra- cia y conocimiento, algunos de los aspectos de estos intaeses, y una de estas actitudes. Santiago Genovés T. E N FIN, hay Pobres con los que no podrás evitar entrar en contacto cotidiano y en tu casa: la servidum- bre. Tienes pues necesidad de conocerlos' bien, ya que desempeñarán en tu exis- tencia un papel preponderante. Estos extranjeros, que habitan nuestra casa, a pesar de los elevados muros que hay en- tre ellos y nosotros, y aunque comen en la cocina, pasan por la escalera de servicio y se acuestan en las buhardillas, están mucho más estrechamente ligados a nuestras vidas que nuestro amigo más íntimo. No hay un día en que la conver- sación no trate infaliblemente de ellos, que no nos veamos forzados a reflexionar a propósito de ellos, o que no que tomar una decisión que les conCIer- na. El tiempo precioso que nos hacen perder es immaginable. Sm cesar debe- mos de echar a un lado las más graves preocupaciones para rebajarnos a pro- blemas mezquinos del servicio. Desde luego, de todas las recomendaciones, cu- yo conjunto constituye La Ley de los Jl.icos, las que tratan de la servidumbre son las que se trasmiten menos imperfec- tamente y las mejor observadas. H que conozca bien a la servidumbre puede vanagloriarse de conocer a fondo el alma compleja de los Pobres: estimo que su estUdio, si se hace a fondo, será una preparación excelente para todos los que, por su carrera, tienen necesidad de cono- cer la psicología de los inferiores. Existen ministros, jefes de Estado que pretenden gobernar un país, y que po- drían aprovechar con utilidad los conse- jos de ciertas amas de llaves. En suma, es a través de los mismos principios, hijo mío, como se dirige a pueblos enteros o a una simple ayudante de cocina. Por otra parte, la Sirvienta ofrece, para el estudio, grandes ventajas. Al igual que esos animales de laboratorio que el sa- bio escoge porque son fáciles de conse- guir y de enseñar, nosotros la tenemos constantemente bajo nuestros ojos, a do- micilio' nosotros la entrenamos, la vigb, lamas, 'y encontramos en ella un vasto' campo de observación, incluso de expe- riencia. Se trata de un Pobre tranqUIlo" sin peligro; como sus amenazas vía sólo individuales, resultan mofensl-' vas, y las molestias que nos ocasionan no podrían compararse, en lo que a su, gravedad se refiere, a las que causan a

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y 'qué habrá más allá del infinito,de~ esta bóveda hostil en el reverso,por donde nace y donde muere el mito?Deje al menos en este pobre versode nuestro eterno anhelo el postrer hito.

UNIVERSIDAD DE MEXICO

H U M O RDE CÓMO TRATAR A LA SERVIDUMBRE

Por Jean ROSTAND

Dibujos de Andrée BURG

La esperanza yac~, moribunda, pero nose resigna a monr del todo. Unamunoacepta la existencia de la "ilusión de ser"bajo la "bóveda hostil", pero si el uni­verso le parece carecer de sent~do ~e pre:gunta simplemente qué habra mas allao tras él, como el jugador qu~ acaba deperderlo todo y pregunta anSIOsamente,patéticamente, cuáles son las reglas deun nuevo jugador.

"El poeta murió sin confesarse"

y así llegamos por fin al último poemade Unamuno, escrito el 28 de diciembre,tres días antes de su muerte:

Moril' soFíando, sí, mas si se sueñamorir, la muel'te es sueño,' una ventanahacia el vacío; no soñal': niroana;del tiempo al fin la eternidad se adueña.Vivil' el día de hoy bajo la enseñadel ayel' deshaciéndose en mañana;vivil' encadenado a la desgana¿es acaso vivá? Y esto ¿qué enseña?Soñal' la muel'te ¿no es matal' el sueño?Vivil' el sueño ¿no es matar la vida?¿A qué al poner en ello tanto empeñoaprender lo que al punto al fin se olvidaescudl'iñando el implacable ceño-cielo desierto- del eterno dueí'ío?

En el poema -el m,is ambiguo y di­fícil de la serie- aparecen ecos del soli­loquio de Hamlet y de Quevedo. Se tra­ta, entre otras cosas, de escoger entrelucidez y ensueño como actitud aceptablepara el momento de la muerte. Al final,paradojas y contradicciones: el cielo de­sierto aparece como implacable ceño deDios. No hay dudas en cuanto a lo an­gustiado del tono. Sí las hay con respectoa la esencia de este eterno dueño, quees quizá Dios, o quizá la muerte o lanada.

Tres días después moría Unamuno.La agonía fue corta. El poeta murió sinconfesarse; las autoridades se negaron adarle un entierro público y solemne, co­mo tenían proyectado. Como el Cid, queganaba batallas después de muerto, haseguido Unamuno después de su muerte,su muerte individualista, altiva y soli­taria, agitando a los hombres de su tiem­po, de nuestro tiempo; incitándoles aque penetren en sí mismos, bien aden­tro, como él lo hizo, aunque sea paraencontrar en su interior la soledad y laangustia que él encontró.

Sería conveniente que los amospenetrasen las tinieblas en queviven los sirvientes.

Jean Genet, Las criadas.

NOTA

Económicamente los profesol'es einvestigadol'es de la Universidad noestamos mal del todo, pero tampocobien del todo. Ganamos lo justo pa­ra viviy. Pero los investigadores so­bl'e todo, POl' las exigencias de nues­tro tmbajo, vamos perdiendo lapoca elasticidad que originalmenteposeíamos en lo que ~ nuest!as re­laciones sociales se reftere. Mtentraslos profesol'es univel'sitaYios hablancon los alumnos todos los días y asíse mantienen socialmente "al día",nosotros casi no hablamos con na­die, y al llegal' a casa, cansados enla noche, nos encontmmos con queno sabemos ya ni tmtar con la 1

criada. Esto ocasiona que con fre­cuencia, por nuestm falta de habi­lidad y tacto, l~eguemos a ca.l'ec~l'

POl' tiempo vanable, de los mdts­pensables sel'vicios caseros. ¡Qué noserá de nosotTOs, cuando en esterespecto incluso avezados industria­les y comerciantes confiesan tenerserios problemas!

N o cabe duda de que Méxicoatraviesa hoy, amén de otms, POl'una vadadem cl'isis de seroicios do­mésticos. Con el fin de ayudar es­pecialmente a los investigadol'es,hemos tmducido este capítulo dellibro de ]. Rostand La Loi desRiches, publicado en 1920 ya queposee el doble valol': 19 de pel'te­necer al eminente biólogo fmncés,y 29 de sa uno de los mejol'es es­tudios extmbiológicos que de élconocemos. FOl'ma la novena sec­ción de un librito dividido en diez,de 127 páginas que comienza deesta manaa:

"El Hombl'e se encontmba solocon su hijo en el cual'to cenado.Habló dumnte mucho tiempo, y nosabiendo que se le oía al otro ladode la pared, cl'eyó poder pl'escindil'de toda hipocresía."

En efecto, se tmta de lo que unRico dice a su hijo al llegal' éste ala mayoría de edad.

Por supuesto, recomendamos allectol', y sobl'e todo al investigadordistmído, gual'dal' pam sí el conte­nido de la sección de La Loi desRiches que tmducimos y bajo nin­gún pretexto hacerla llegar a la ser­'vidumbl'e pTOpia o ajena.

•Si en El asalto a la razón, Lukács

mantiene y pmeba que no hay fi­losofía inocente, sino que toda filo-

1 Se utiliza aquí el singular por considerarlocientíficamente más apegado a la J'ealidad.

sofía acal'rea una actitud ante lalucha de intereses de las clases so­ciales, Rostand ejemplifica con gra­cia y conocimiento, algunos de losaspectos de estos intaeses, y una deestas actitudes.

Santiago Genovés T.

EN FIN, hay Pobres con los que tú nopodrás evitar entrar en contactocotidiano y en tu casa: la servidum­

bre. Tienes pues necesidad de conocerlos'bien, ya que desempeñarán en tu exis­tencia un papel preponderante. Estosextranjeros, que habitan nuestra casa, apesar de los elevados muros que hay en­tre ellos y nosotros, y aunque comenen la cocina, pasan por la escalera deservicio y se acuestan en las buhardillas,están mucho más estrechamente ligadosa nuestras vidas que nuestro amigo másíntimo. No hay un día en que la conver­sación no trate infaliblemente de ellos,que no nos veamos forzados a reflexionara propósito de ellos, o que no tenga~os

que tomar una decisión que les conCIer­na. El tiempo precioso que nos hacenperder es immaginable. Sm cesar debe­mos de echar a un lado las más gravespreocupaciones para rebajarnos a pro­blemas mezquinos del servicio. Desdeluego, de todas las recomendaciones, cu­yo conjunto constituye La Ley de losJl.icos, las que tratan de la servidumbreson las que se trasmiten menos imperfec­tamente y las mejor observadas. H queconozca bien a la servidumbre puedevanagloriarse de conocer a fondo el almacompleja de los Pobres: estimo que suestUdio, si se hace a fondo, será unapreparación excelente para todos los que,por su carrera, tienen necesidad de cono­cer la psicología de los inferiores.

Existen ministros, jefes de Estado quepretenden gobernar un país, y que po­drían aprovechar con utilidad los conse­jos de ciertas amas de llaves. En suma, esa través de los mismos principios, hijomío, como se dirige a pueblos enteros oa una simple ayudante de cocina.

Por otra parte, la Sirvienta ofrece, parael estudio, grandes ventajas. Al igual queesos animales de laboratorio que el sa­bio escoge porque son fáciles de conse­guir y de enseñar, nosotros la tenemosconstantemente bajo nuestros ojos, a do­micilio' nosotros la entrenamos, la vigb,lamas, 'y encontramos en ella un vasto'campo de observación, incluso de expe­riencia. Se trata de un Pobre tranqUIlo"sin peligro; como sus amenazas s~m tod~:;

vía sólo individuales, resultan mofensl-'vas, y las molestias que nos ocasionanno podrían compararse, en lo que a su,gravedad se refiere, a las que causan a

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remos llamarla para todo aquello quehaga falta: hacerla subir o bajar las es­caleras, enviarla' a recados. Nos conver­tiremos entonces en la víctima de lasirvienta frágil. ¿De qué nos sirve tenercriados a nuestro servicio si debemospreocuparnos de su salud? Lo peor quenos puede suceder es que la sirvientacaiga enferma. Por supuesto, si la enfer·medad es por lo menos un poco grave laexpedimos sin demora al hospital; siem·pre puede transportárseles y las ambulan·cias están, hoy, bien acondicionadas ycalientes. Sin embargo, lo más frecuentees que no ten¡?;an más que una ligeraindisposición. Terriblemente glotonas,comen siempre demasiado en casas comolas nuestras en las que abudan los ali­mentos, por lo que, a menos que poseanun estómago a toda prueba, se exponena continuas molestias gástricas: en estoscasos, hay que cuidarlas a domicilio, que­dando desorganizado todo el resto detu personal. Los otros sirvientes revolo­tean alrededor de la enferma, le propor­cionan toda clase de cuidados, le prepa­ran compresas, cataplasmas y tisanas; lehacen compañía, y le leen el periódico.La solicitud que despliegan por su ca­marada sirve admirablemente bien a supereza, por lo que alargarán la enfer·medad tanto como les sea posible. ¡Atré­vete a suscitar la menor queja, y te con­siderarán un monstruo! Créeme, no so­brealimentes a tu servidumbre.

En lo que al salario se refiere, sujétatea los usos locales, ya que desde luegodescansan en la vieja tradición estable­cida por los ricos. En fin, en esto quieroponerte en guardia contra toda propen­sión a la generosidad. Tenemos, en biende la comunidad de los amos, el debersagrado de no pagar demasiado a la ser­vidumbre. El que abusa de un excesode riqueza para pagarles mucho, llevaa cabo una acción egoísta y demoledora.Soslaya las funciones del amo. La sir­vienta que, hasta ese momento, se halla­ba perfectamente feliz, aparecerá bmsca­mente muy desdichada al saber que uncamarada gana más que ella. Recuerdoque un extranjero varias veces millona­rio vino un día a instalarse en el paísdonde yo vivía. Su servidumbre estabaun poco -mejor pagada que la I?ía. Ladiferencia no era grande: lo ÚlllCO quetenían de más era el vino, lo que noimpidió que los míos, al saberlo, tomasenuna actitud rezongona y gruñona. IComoque se les acabó la alegría! Cesé de oírsus groseras carcajadas, ascender por eltiro de' la chimenea a la hora de suscomidas. Empezaron a servirme con unamala voluntad evidente, y una buenamaiiana los vi llegar en grupo para pe­dirme aumento de salario. Por principio,tuve que echarlos a todos a la calle apesar de que había entre ellos algunosexcelentes que me agradaban mucho.

No te exaltej contra la servidumbre.No te indignes de lo que pueda hacer o

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evita en el certificado la palabra hones­tidad, puedes concluir inmediatamenteque la sirviente es una ladrona. Existeun cierto número de cualidades cardi­nales que el amo no puede olvidarse demencionar, y cuya ausencia no debe in·terpretarse sino como una omisión volun­taria y motivada. Un amo excepcional­mente sensible se esforzará en disimularla carencia de la cualidad cardinal bajoun montón de cualidades accesorias. Envez de "honesta", leerás: "trabajadora,bien dispuesta, activa ..." Por poco vivoque seas, no te dejarás engañar por estossubterfugios.

Extraerás un indicio complementariodel número de meses o de años que lasirvienta ha estado en otras casas. Laque ha pasado por pocas vale m.ls apriori que la que atraviesa nuestras ca­sas como un meteoro. Desconfía de la sir­vienta demasiado perfecta, es a menudola peor. Toda sirvienta tiene por lo me­nos una tara; en lo que a mí respecta,me tranquili.zo cuando la puedo ver alprimer golpe y no es redhibitoria.

Preferentemente busca tu sirvienta enel campo: están menos consentidas queen la ciudad. Vale más una rústica sinestilo, pero no corrompida. La dureza ylas privaciones de la vida en el campo,nos preparan las mejores sirvientas. Ben­dice tu buena suerte si gracias a ella en­cuentras en el campo a la joven dispuestaque quiera aprender en tu casa. Edúcalabien. Cuídala. Impídele que se pervierta

. al contacto con los demás.De cualquier forma escoge una sir­

vienta joven y vigorosa; no sea que porsu debilidad o por su edad avanzada teveas obligado a utilizar sus servicios concuentagotas. Evidentemente, desde el mo­mento en que le pagamos, tenemos elderecho de exigirle todo el servicio quenos debe; sin embargo con nuestra man­sedumbre habitual, de la que convienedesconfiar siempre, ocurrirá que no osa-

sus patrones, por ejemplo, los obreros.Tan pronto como nos disgusta, desapa.rece instantáneamente, o dentro de unperíodo máximo de ocho días. En fin, esel Pobre típico, el único que no poseemás que un nombre, el único que se'dirige a nosotros en tercera persona ynos presenta en gran esquema, lo quelos otros ejemplares de su clase nos dejanentrever mucho menos claramente.

No es precisamente fácil encontrar unabuena criada. La dificultad aumenta ca·da año; y estamos lejos, hoy, de poder es·coger con la facilidad de otros tiempos.La servidumbre lo sabe, desde luego, y sea provecha de su escasez para mostrarsemás exigente. Es ella quien nos dicta suscondiciones en el momento actual. Cier­tos Ricos, de temperamento pesimista,prevén que pronto llegaremos a una épo­ca ~n la que será imposible conseguirserVIdumbre. Sin ir tan lejos como estosamantes de lo negro, puesto que creoque un trabajo poco fatigoso y bien re­munerado en suma seducirá siempre auna parte notable de la Pobreza, deboadmitir que con frecuencia no sabemosqué hacer cuando se trata de reemplazara una criada que nos deja. Por grandequ~ sea tu impaciencia no deberás jamása~flesgarte por precipitación, a introdu·CIr en tu casa a un individuo del que nohayas podido reunir un mínimo de ga­rantías. Será preferible que tú mismo tearregles, durante varios días, mejor opeor tu casa y tu cocina antes que igno­rar quién es el que tomas. ¿Cómo defen­dernos de futuras jaquecas en el mo­mento de abrir a un inferior nuestracasa, normalmente tan cerrada? Lee aten­t~mente el certificado que te trae. Sé muybIen que en 'estos momentos de indul­gen~i~ universal en los que vivimos, elcertifIcado ha perdido mucho de su va­lor primitivo; sin embargo, de la mismaforma que en un artículo de crítica exa.geradamente laudatorio, tú puedes, si saobes leer entre líneas, discernir el méritoreal de la obra o del libro, así entre laslíneas del certificado, podrás aproxima­damente reconocer las cualidades de lasirvienta.

A p;sar de t?do,. los amos poseen unembnon de solIdandad, y tienen ciertosescrúpulos de recomendarse con demasia­do calor unos a otros una sirvienta de­masiado indigna. Lo que hay que buscaren el certifi~ado no es lo que en él seencuentra, SIlla lo que falta. Yo csaríadefinir el alma de la sirvienta como unnegativo fotográfico: las porciones ensombra no aparecen. Por ejemplo, si se

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decir; no vale el daño que uno hacea sus nervios al irritarse. ¿Qué esperar deestos seres que ven en la esclavitud unacarrera, que se constituyen voluntarja­mente en nuestros prisioneros y que op­tan por los más bajos menesteres? ¡Sirvá­monos de ellos ya que no sabríamos pres­cindir de sus labores, y felicitémonos deque sean lo suficientemente poco finospara servirnos, pero cuidémonos de con­siderarlos como humanos! Cualquieracercamiento, cualquier devoción de quenos den muestra, es parte de su servicio.No te encariñes nunca. Les hemos co:­rrespondido ampliamente cuando lespagamos su salario.

Siguiendo la táctica habitual de lospobres, la sirviente, tan pronto comopertenece a un nuevo amo, tantea el te­rreno, explora, observa, estudia las cos­tumbres de la casa, y pronto logra descu­brir las ventajas y los inconvenientes.Se esfuerza en discernir a qué especiepertenece su aIi).o; enérgico o' débil, vi­gilante o distraído, blando o severo, de­cidido' o irresoluto. En este r~specto, des­de luego, se le ha instrUIdo ya conanterioridad, pues cada amo tiene, sureputación bien asentada......en el resto de',la servidumbre. A pesar de todos los cer~

, tificados que nos trae sabe con frecuen­cia más sobre nosotros que nosotro$ so-bre, el1a. '

'Comenzará por ser ~bsolutamente per­fecta; después irá haciendo tentativas~inúsculas ~ene.gligencia,.de pereza, demdependenCla. SI no cortas de raíz estasveleidades la sirvienta éontinuará enva­lentonándose; todo lo que se le dejepasar sin reñirla será considerado comnadmitido, como aprobado; así, avanzandogradualmente, a sal titos infinitesimales,y. sin perd~r jamá~ el terreno ganado, irásIe1?'do mas y mas !1egligente, perezosao lIbre; y la gradaCIón es tan metódica'que nos encontramos, un día, sorprendi­dQs al darnos cuenta de que la sirvientaya no hace nada y nunca se'la encuentra., A'pr~nde pronto a marcarle el paso ala SIrVIenta. Como a esos animales a bsque hay que ~nseñarles a ser limpios,nunca es demasIado pronto para instruir­la en los buenos h,íbitos.

Que s~ sienta espia~a, con~~olada; quetenga bIen clara la ImpreslOn de queposees el don de la ubicuidad, que nadate pasa inadvertido, que de la boclep-aal granero unos ojos bien abiertos la ~b­servan en todo momento.. Cuand<;> cometa una paqueña 61t1,mcluso SI no merece una reprimenda,no te ahorres mostrar:le que tú te hasdado cuenta: le evitarás el placer decreer que ella te gobierna.C~m~ y.o te conozco ~ien, empezarás

por IntImIdarte ante la Idea de reñir aalguien mayor que tú. Todo es acostum­b!arse. Incluso acabarás por extraer un

'Clerto agrado al hacerlo.No pierdas ja~ás la oportunidad de

llamarle la atenCIón; con justicia o sinella, le hará mucho bien. Después de' quela has'reñido, el polvo desaparece comoP?r enc~nto y los suelos resplandecenbIen pulIdos.

C~all:do un~ sirvienta no te gusta, in­cluso S.I no tIe!1es ningun~. razón paradespedIrla, suscita con habIlIdad el pre­tex~o: verás la forma de hacerle la obser.vaCIón molesta a la que no puede dejarde contestar.

Para evitar los celos entre tus servi.dumbre, los tratarás a tqqQS sobre un'plano .de rigurosa justida. Nada de pre.ferenclas, nada de favoritismos, n~ ~i.

quiera para la que lleva en tu casa mu-cho tiempo. ..

No des jamás muestras de familiaridada los que te sirven; ya q~e no compren­den que la familiaridad no puede ser re­cíproca y que si bien es admisible denosotros a ellos, es intolerable de ellosa nosotros.

No bromees con ellos: no te tomaránmás en serio uha vez que los hayas he­cho .reír.

I No les otorg~es n~ngún cumplido, in-cluso cuando tu estés satisfecho ,de- suconducta: desde el momento que se lesdice que trabajan bien, concluyen pen­'sando que trabajan demasiado, y flo­jean. Si te encariñas éon tu servidumbre,no se lo dejes jamás ver: te pedirán unaumento de salario.

No hay más que dos circunstancias enlas que tú tienes el derecho de darles lamano: cuando acaban de perder a unfamiliar o cuando se van de viaje.. No les toleres ninguna iniciativa: cada

vez que obran sin tu permiso minan tuautoridad.

No los incites al desperdicio o al robocon tu desorden.' En una casa grandeno hay desperdicio pequeño. Cuéntalotodo, hasta las hojas de papel higiénico.

Evita que trasnochen: tienen necesi­dad de descanso y consumen la electrici­dad que tú pagas.

Impídeles toda distracción: desde elmomento en que se divierten, su trabajose resiente.

Puedes economizar en todo aquelloque concierne a la servidumbre, exceptoen una cosa: el uniforme.

No te entrometas jamás en sus pleitosinternos, ello equivaldría a rebajarte yse pondrán de acu'erdo para desmentirte.

Antes de dejarlos sin hacer nada, em­pléalos en quehaceres inútiles.

Trasn;1Íteles tus órdenes de una ma.nera br~ve,dara, autoritaria. Nada <.LeA'ritos, ya que dejarán de obedecerte.Como sucede con esos caballos a los que

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, se trata brutalmente, no sentirán ya elfreno, pues tienen la boca estropeada

No admitas que puedan tener razÓn,alguna. en contra de la tuya. A pesar decualqUIer error que tú puedas cometeres necesario que te crean infalible. •

Sepáralos de' la demás servidumbre.Que salgan lo más raramente posibleDos sirvientes q~e se encuéntran, c~mulgan en el odIO contra el amo. Mehe podido dar cuenta de que los míos sonpeores al día siguiente de sus salidas.

No hables delante de ellos: su imagi­nación ensucia y deforma. Sobre unapalabra insignificante, bordan novelastrasnochadas en las que naturalmente,el amo desempeña un papel abominable.Después d¡~ una inofensiva conversaciónde sobremesa ¡qué no les habré oído de­cir de mí, en mi cocina, un día que losescuchílba por la puerta!

Las faltas que puede cometer una sir­vienta soh más o menos graves. Entreellas la· indolencia, la torpeza, el atolon­dramiento, son todas veniales. Existe lai~solencia y la indisciplina: si una sir­VIenta te responde mal o sale sin tupermiso, no puede toletarse ni debe re­petirse. Se lo harás notar al culpable deuna vez por todas; si reincioe, lo despi­des. En fin, existe el robo que es la. faltamonstruosa, ya que atenta no solaI,Ilentecontra la economía de tu casa, sino con­tr,a el orden social y la propiedad, es

J decir, contra toda la riqueza. Desconfía:no tienes ninguna razón para no sóspe­c:har, por principio, de toda sirvienta. Ala primera sospecha contra una de ellas,envíala a un recado un poco largo y vea registrarle su recámara; tú estás en tucasa. Abre su baúl: toda sirvienta tieneun pequeño cofrecito de madera negrarodeado de cuerdas; si el objeto hurtadoha de estar en alguna parte, es allí. Jamáshe visto sin angustia desembarcar enmi casa el pequeño cofre negro. ¡"Quées lo ,que partirá ahí dentro, pensabayol" . I

No' desciendas jamás a retener a unafÍrvienta,que te ha hablado de marchar­se; incluso si cambia de parecer rápida­J!1ente, no puedes quedarte con ella. Apartir del momento en que le has di­cho que la despides, no tienes derechoa cambiar de decisión y volverla a tomar;al desdecirte, perderás tu prestigio sobrelos demás. Conozco amos pusilánimesque no pueden resolverse a despedir asu sirvienta; he conocido a los que, paraevitarse la molestia, se van de viaje. Estoyde acuerdo en que el despido es a veces~?le~to: hay sirvientas que gritan, queInJunan, que amenazan; hay otras quelloran, que suplican, que se ponen de ro­dillas, que nos toman de las manos~

¡Desconfía especialmen~e de las que llo­ran, y corta rápidamente sus lamentosque pueden llegar a ablandarte I Sobretodo si se trata: de un viejo criado, temela influencia de sus ~abellos blancos yde sus sollozos que podrían quebrantartu voluntad, e impedirte obedecer nues­tra ley. ¡La cantidad de criados que yohe ,~espedidol He perdido la cuenta. ¿Meha Ido mal? Seguramente al principiotranscurre un breve minuto difícil depasar: es cuando la sirvienta, habiéndosequitado' el uniforme nos llega, vestidacomo todo el mundo a hacer su últimatentativa de enternecimiento. Ha vueltoa ser una especie de ser humano; es másmolesto. Estoy tranquilo, tú harás igualque los demás. Estas son las pequeñasmiserias de los ricos.

(Tm4~¿~,dn de 'Santiago Genovés.)