GENETICA (Genética y Herencia) Biol. Natalia Ocampo Fernández. Enero 2014 .
Herencia Genética o Influencia 1
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¿Herencia genética o influencia ambiental?
agosto 22, 2010
Uno de los debates científicos y sociales más vivos durante los últimos años es el que gira
en torno a cuál es la influencia de los genes en nuestro comportamiento. Ya sea en
discusiones sobre feminismo, educación o delincuencia no tarda en salir la cuestión de si
los roles de género, el talento, la agresividad o cualquier otro rasgo de la personalidad son
algo heredado, que a cada persona le vino de serie al nacer, o bien lo aprendió de su
entorno.
Una polémica que suele estar avivada por las noticias que de un tiempo a esta parte han
empezado a surgir acerca del descubrimiento de genes que afectarían a comportamientos
cada vez más específicos: ya sea alcoholismo, timidez, homosexualidad… confío en que
hallen pronto el gen de ponerse nervioso si la persona que está delante en una cola no
avanza y deja demasiado espacio delante suyo. Explicaría bastantes cosas. Así que la
batalla entre ambientalistas e innantistas aparentemente está resolviéndose a favor de estos
últimos. Pero la disputa viene de lejos y el péndulo no ha dejado de oscilar de un lado a
otro según la época.
Comencemos en el siglo XVIII, cuando los filósofos ilustrados Locke y Hume sostenían
que al nacer la mente es como una página en blanco -todo dependía del entorno en el que
una persona creciera- mientras Rousseau teorizaba sobre el buen salvaje que no había sido
corrompido por la civilización. Pero a lo largo del siglo siguiente pasó a imperar la opinión
opuesta, en parte gracias a Francis Galton. Fue primo de Darwin, científico por el que
sentía una gran admiración y cuyos logros atribuía a una excepcional “disposición mental
hereditaria” y que como pariente suyo modestamente decía compartir…
Pero además de primo de Darwin, Galton ejerció de otras muchas cosas. Explorador que
descubrió el norte de Namibia, inventor del uso de huellas dactilares para la identificación
personal así como de los mapas del tiempo, hizo contribuciones fundamentales a la
estadística… y teorizó y promovió fervientemente la eugenesia. Fue el primero en
establecer como conceptos opuestos “naturaleza” y “entorno” (nature y nurture, en inglés).
Motivado por el orgullo que le producía su parentesco, investigó linajes de personajes
ilustres (y fue también pionero en el estudio de gemelos) para demostrar que el genio se
hereda, aunque por entonces evidentemente no se conocía qué eran los genes.
Ahora bájese los pantalones
Galton, en definitiva, fue partícipe de los valores racistas y clasistas victorianos que
sirvieron para justificar el imperialismo, la frenología y poco después, a comienzos del
siglo XX, las políticas de eugenesia con personas consideradas nocivas para la mejora de la
raza (esterilizando a retrasados, epilépticos o miembros de minorías étnicas) que se
iniciaron en Estados Unidos, Canadá y varios países europeos y sudamericanos, que
tendrían como colofón apoteósico el genocidio llevado a cabo por el III Reich.
Cambio de ciclo
El fin de la Segunda Guerra Mundial supuso en este debate un nuevo giro del péndulo en
sentido contrario, uno especialmente drástico. Pero al rechazar -con plena razón,
obviamente- las doctrinas eugenésicas y la pseudociencia racial nazi se tiró también al niño
junto con el agua sucia. Por temor a que cualquier hallazgo al respecto se convirtiera en un
caballo de Troya para la doctrina política que ya había devastado Europa, cualquier alusión
a posibles rasgos innatos y heredables pasó a considerarse tabú. Esto ocurrió también en
otros ámbitos, el hecho de que el tabaco es malo para la salud tardó en establecerse en los
países occidentales por haber sido los nazis los primeros en advertirlo.
Pero esa ley del silencio académica saltó por los aires con la publicación de
“Sociobiología” de Wilson en 1975, un libro sobre selección natural, herencia y parentesco
en el reino animal… y también en el ser humano. Ahí la lió. Nunca un experto en hormigas
provocó semejante huracán intelectual y político. Boicots a sus clases, manifestaciones de
estudiantes radicales, insultos e incluso agresiones ante lo que en principio era una anodina
publicación sobre zoología que parecía destinada a coger polvo junto a otras en bibliotecas
de las facultades.
Para las utopías igualitarias los rasgos heredados suponían un obstáculo
El revuelo no era a causa únicamente del recuerdo del nazismo. En las universidades de la
mayor parte de los países occidentales se vivía ambiente de agitación izquierdista mucho
mayor que el actual. Las utopías hippies y marxistas en torno a la creación del “hombre
nuevo” y de un mundo perfectamente igualitario en el que todo fuera paz, amor y
colectivismo, requerían un ser humano totalmente moldeable por medio de la
educación/adoctrinamiento. Si había algo en las personas que no podía ser modificado
mediante la educación entonces el cambio social no podría ser completo ni se lograría un
pleno igualitarismo, pensaban.
Pero con el paso de los años las aguas políticas fueron calmándose, los estudios sobre
genética comenzaron a proliferar y el clima intelectual fue abriéndose poco a poco a estas
ideas. El péndulo comenzó a moverse de nuevo en sentido contrario. Si se asume que la
igualdad de los ciudadanos debe ser un principio político, no un hecho biológico,
entonces se empezará a perder el miedo –casi siempre infundado- a cualquier hallazgo al
respecto. Sería absurdo estar esperando a los resultados de un laboratorio de ADN para
confirmar que todas las personas deben tener derechos. Y respecto a qué metas pueden
lograrse mediante la educación… simplemente habrá que renunciar a las expectativas
desmesuradas.
La primera impresión es la que importa
Así que tras estos vaivenes históricos, actualmente en el debate sobre naturaleza o cultura,
herencia genética o influencia ambiental, la conclusión más prudente para muchos podría
ser decir que mitad y mitad, que ambas son importantes. Pero esta respuesta presenta el
inconveniente de ser bastante tibia (y en cualquier polémica lo divertido es tomar partido y
no parar hasta aplastar el cráneo de los rivales) y además no entra en muchos detalles.
Konrad Lorenz y los patos que lo tomaban por su madre
Por eso Matt Ridley en “Qué nos hace humanos” propone una manera de enfocar el asunto
más interesante y sutil que limitarse a repartir salomónicamente la influencia entre los
genes y la educación. No hay rivalidad entre ambos, asegura, porque la función de los
genes es precisamente interactuar con el ambiente.
Para eso toma como referencia los estudios de Konrad Lorez en torno a la impronta, que es
como se denomina a la imagen que queda grabada en el cerebro de las crías de oca al nacer
y a la que pasarán a seguir a todas partes, que será o una oca madre o bien un científico con
barba y gafas. Esa impronta es claramente una influencia ambiental, pero es así porque sus
genes han establecido previamente que dicha primera impresión debe ser importante en la
vida de ese animal.
Existas improntas de muy diverso tipo tanto en el reino animal como en el ser humano. Una
abeja obrera cualquiera, por ejemplo, puede convertirse en Abeja Reina si tras nacer es
alimentada con jalea real, porque así está programada esa respuesta al entorno en sus genes.
Es una influencia que marca de por vida, por eso los psicólogos y psiquiatras suelen atribuir
tanta importancia a la infancia, porque contiene las improntas que en parte nos
determinaron.
nunca aprenderá nuestro idioma, aunque parece prestar mucha atención
De la misma forma, cada idioma es un artefacto cultural, pero la facilidad de un niño para
memorizar el vocabulario y adquirir pericia con su sintaxis -y conservar ese acento de por
vida, de paso- es claramente innata, véase la gramática universal de Chomsky. Hace falta
una disposición genética previa, por eso enseñar greguerías de Ramón Gómez de la Serna a
un mono langur resulta tan frustrante, creedme.
Gemelos, violencia y sentido del humor
Una herramienta muy valiosa para estudiar estos asuntos y en la como dijimos antes Galton
fue pionero, es el estudio de gemelos. Los gemelos univitelinos provienen ambos del
mismo óvulo y del mismo espermatozoide, así que su similitud genética es del 100%. Lo
interesante viene cuando cada uno de ellos ha sido criado en un entorno diferente,
proporcionando así una plataforma privilegiada para observar qué es lo que los distingue o
asemeja. Aquí enlazo una entrevista muy interesante a los investigadores Thomas J.
Bouchard y Nancy L. Segal que han tratado con casos de este tipo.
Por otra parte, un estudio elaborado en Dinamarca señala que el 52% de los gemelos
idénticos tenían el mismo grado de actividad criminal registrada, mientras que sólo el 22%
de los gemelos mellizos alcanzaban similares grados de criminalidad. También hay otros
estudios daneses sobre niños adoptados para estudiar si es mayor su afinidad a sus padres
biológicos o a sus padres adoptivos. De forma que un niño procedente de una familia que
no tuviera problemas con la justicia y fuera a parar a una familia igualmente honrada, tenía
un 13,5% de posibilidades de infringir la ley. Si la familia adoptiva era conflictiva, el
porcentaje subía sólo al 14,7%. Pero si la familia adoptiva era honrada y la biológica no,
sus posibilidades de delinquir ascendían nada menos que a un 20%. Y si ambas familias
eran del lado oscuro entonces la cifra asciende hasta un 24,5%. Lo cual nos muestra que
algunas personas serán especialmente sensibles a las influencias de su entorno… si
están genéticamente predispuestas para responder a esa influencia. Igual que la jalea
real para la abeja obrera.
Y entre col y col lechuga. Según una investigación que cita Ridley en su libro, el sentido
del humor presenta una baja heredabilidad. Los hermanos adoptados tienen un sentido del
humor similar, a diferencia de los gemelos separados. De forma que si usted adopta un niño
tal vez no pueda impedir que se convierta en un criminal psicópata, pero al menos ambos se
reirán de los mismos chistes.