H.G. Wells - Cuentos Del Espacio y Del Tiempo

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H. G. WELLS CUENTOS DEL ESPACIO Y DEL TIEMPO

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H. G. WELLS CUENTOS DEL ESPACIO Y DEL TIEMPO NDICE EL HUEVO DE CRISTAL LA ESTRELLA UNA HISTORIA DE LA EDAD DE PIEDRAUNA HISTORIA DE TIEMPOS FUTUROS EL HOMBRE QUE PODA HACER MILAGROS EL HUEVO DE CRISTAL Hastahaceunao,habacercadelosSieteCuadrantes,unatiendecilladeaspecto mugrientosobrelaqueestabainscritoenletrasamarillasborradasporeltiempoel nombre de C. Cave, Naturalista y Anticuario. Los objetos expuestos en el escaparate eran curiosamente heterogneos. Comprendan algunos colmillos de elefante y un incompleto juegodeajedrez,abaloriosyarmas,unacajaconojos,doscrneosdetigreyuno humano, varios monos disecados comidos por la polilla -uno sosteniendo una lmpara-, un armario anticuado, un huevo de avestruz o algo as ensuciado por las moscas, algunos aparejosdepescayunapeceravacaextraordinariamentesucia.Tambinhaba,al comenzar esta historia, un trozo de cristal tallado en forma de huevo y pulido con un brillo intenso. Y eso era lo que miraban dos personas que estaban ante el escaparate, una de ellas un clrigo alto y delgado, la otra, un joven de negra barba, tez morena y ropas holgadas. El joven moreno hablaba con gestos impacientes y pareca ansioso porque su compaero comprara el artculo. Mientrasestabanenesas,entrensutiendaelseorCaveconrestosdelpanyla mantequilladelttodavaenlabarba.Alveraestoshombresyelobjetodesu consideracinselemudelsemblante.Mirporencimadelhombroconairede culpabilidad y suavemente cerr la puerta. Era un viejecito de rostro plido y peculiares ojos azules y acuosos. Tena el pelo de color gris sucio y llevaba una rada levita azul, un viejosombrerodecopayunaszapatillasconlostalonesmuygastados.Sequed observando a los dos hombres mientras hablaban. El clrigo registr a fondo el bolsillo delpantaln,examinunpuadodedineroyenselosdientesenunasonrisade aprobacin. El seor Cave pareci todava ms deprimido cuando entraron en la tienda. El clrigo, sin ms rodeos, pregunt el precio del huevo de cristal. El seor Cave mir con nerviosismo hacia la puerta que daba a la trastienda y dijo que cinco libras. El clrigo se quej, tanto a su compaero como al seor Cave, de que el precio era alto -era, desde luego, muchsimo ms de lo que el seor Cave haba pensado pedir cuando haba puesto el artculo a la venta- y pas a un intento de regateo. El seor Cave avanz hasta la puerta de la tienda y la abri. -Cinco libras es mi precio -dijo como si deseara ahorrarse la molestia de una discusin intil.Alhacerlo,lapartesuperiordelrostrodeunamujerasomporencimadela cortina del panel superior de cristal de la puerta que daba a la trastienda y examin con curiosidad a los dos clientes. -Cinco libras es mi precio -repiti el seor Cave con voz temblorosa. Eljovendetezmorenahabapermanecidohastaentoncescomomeroespectador, observando atentamente al seor Cave. Ahora habl. -Dele cinco libras -dijo. El clrigo le mir para cerciorarse de que lo deca en serio, y, cuando mir de nuevo al seor Cave, vio que tena la cara plida.-Esmuchodinero-dijoelclrigo,yrebuscandoenelbolsilloempezacontarsus recursos. Tena poco ms de treinta chelines, as que apel a su compaero, con quien parecaestarentrminosdeconsiderablefamiliaridad.EstoledioalseorCavela oportunidad de ordenar sus ideas y empez a explicar de manera agitada que, de hecho, el cristal no estaba del todo disponible para la venta. A los dos clientes esto les sorprendi mucho,naturalmente,ypreguntaronporqunolohabadichoantesdeempezara negociar. El seor Cave se turb, pero se aferr a la historia de que el cristal no estaba a laventaaquellatarde,queyahabaaparecidounprobablecomprador.Losdos, tomndolo por un intento de subir todava ms el precio, hicieron ademn de salir de la tienda. Pero en ese momento se abri la puerta de la trastienda y apareci la propietaria del flequillo oscuro y los ojos pequeos. Era una mujer de facciones toscas, corpulenta, ms joven y mucho ms gruesa que el seor Cave. Andaba pesadamente y tena la cara colorada. -Ese cristal est en venta -subray-. Y cinco libras es un buen precio. No s qu te pasa, Cave, mira que no aceptar la oferta del caballero! El seor Cave, muy perturbado por la interrupcin, la mir furioso por encima de la montura de las gafas, y, sin excesiva seguridad, reafirm su derecho a llevar los negocios a su manera. Comenz un altercado. Los dos clientes contemplaban la escena con inters y algo divertidos, proporcionando ocasionalmente sugerencias a la seora Cave. El seor Cave,acosado,persistienunaconfusaeimposiblehistoriadealguienquesehaba interesado por el cristal aquella maana y su nerviosismo se hizo penoso. Pero se aferr a su historia con extraordinaria tenacidad. Fue el joven oriental el que puso fin a la curiosa controversia. Propuso que volvieran al cabo de dos das para dar al pretendido interesado la debida oportunidad. -Y entonces, hemos de insistir -dijo el clrigo-. Cinco libras!La seora Cave se encarg de pedir disculpas por la actitud de su marido, explicando que a veces era un poco raro, y, cuando los dos clientes salieron, la pareja se prepar para discutir todos los aspectos del incidente con plena libertad. LaseoraCavelehablasumaridoenuntonoespecialmentedirecto.Elpobre hombrecillo, temblando de emocin, se hizo un lo con sus historias manteniendo por una partequetenaotroclientealavistayasegurando,porotra,queelcristalvala honradamente diez guineas. -Entoncesporqupedistecincolibras?-preguntsumujer.-Djamellevarlos negocios a mi manera -respondi el seor Cave. El seor Cave tena viviendo con l a un hijastro y a una hijastra, y por la noche en la cena se volvi a discutir la transaccin. Ninguno de ellos tena una opinin muy buena de losmtodoscomercialesdelseorCaveyestaactuacinlesparecielcolmodela locura. -Yo creo que no es la primera vez que se niega a vender ese cristal -asegur el hijastro, un fornido patn de dieciocho aos. -Pero cinco libras! -intervino la hijastra, una joven de veintisis aos propensa a las discusiones. LasrespuestasdelseorCaveeranlastimosas.Sloeracapazdefarfullardbiles afirmaciones de que conoca su negocio mejor que nadie. Hicieron que, dejando la cena a medio comer, se fuera a la tienda para cerrarla hasta el da siguiente, con las orejas al rojo vivo y lgrimas de humillacin detrs de las gafas. Por qu haba dejado tanto tiempo el cristalenelescaparate?Qulocura!seeraelproblemaquemslepreocupaba. Durante un tiempo no pudo encontrar forma alguna de evitar la venta. Despus de cenar, hijastra e hijastro se acicalaron y salieron, y la mujer se retir al piso dearribaparareflexionarsobrelosaspectoscomercialesdelcristalconunpocode azcar, limn y lo dems, en agua caliente. El seor Cave entr en la tienda y se qued allhastatardeconelpretextodeprepararrocasornamentalesparapeceras,peroen realidad con una finalidad personal que se explicar mejor ms tarde. Al da siguiente la seoraCaveadvirtiqueelcristalhabasidoretiradodelescaparateyseencontraba detrs de unos libros de pesca usados. Ella volvi a ponerlo en el escaparate, en un lugar destacado, pero no discuti ms sobre el asunto, dado que una jaqueca la desanimaba a discutir,alcontrarioqueelseorCave,siempreopuestoalasdiscusiones.Elda transcurri de forma desagradable. El seor Cave estuvo ms abstrado que de costumbre y, al mismo tiempo, excepcionalmente irritable. Por la tarde, cuando su mujer dorma su siesta habitual, retir de nuevo el cristal del escaparate. Al da siguiente el seor Cave tena que entregar un pedido de perros marinos en uno de los hospitales universitarios donde los necesitaban para prcticas de diseccin. Durante su ausencialaseoraCavevolviacavilarsobreeltemadelcristalylamanerams apropiada de gastarse cinco libras llovidas del cielo. Ya haba ideado algunos planes muy agradables, entre otros un vestido de seda verde para ella y una excursin a Richmond, cuando el chirrido de la campanilla de la puerta principal exigi su presencia en la tienda. El cliente era un profesor que vena a quejarse de que no haban sido entregadas ciertas ranas pedidas para el da anterior. La seora Cave no aprobaba esta rama especial de los negocios del seor Cave, y el caballero, que haba llegado con nimo un tanto agresivo, se retir despus de un breve intercambio de palabras -completamente educadas por lo que a l se refera. Los ojos de la seora Cave se volvieron entonces naturalmente hacia el escaparate, puesto que la visin del cristal significaba la seguridad de las cinco libras y de sus sueos. Cul no sera su sorpresa al ver que haba desaparecido! Fuealsitio,detrsdelacajasobreelmostrador,dondelohabadescubiertoelda anterior. No estaba all, as que inmediatamente empez una impaciente bsqueda por toda la tienda. Cuando el seor Cave volvi de su negocio con los perros marinos hacia las dos menos cuarto de la tarde, encontr la tienda en cierto desorden y a su mujer, extremadamente exasperadayderodillas,detrsdelmostradorrebuscandoentresusmaterialesde taxidermia. Cuando la crispante campanilla anunci su vuelta, asom la cara por encima del mostrador, acalorada y furiosa, y directamente le acus de esconderlo. -Esconder qu? -pregunt el seor Cave.-El cristal! A lo que el seor Cave, aparentemente muy sorprendido, corri al escaparate. -No est aqu? Cielos! Qu ha sido de l? J usto entonces el hijastro del seor Cave volvi a entrar en la tienda desde la habitacin interior -haba llegado a casa un minuto o as antes que el seor Cave- blasfemando a sus anchas.Estabadeaprendizconuncomerciantedemueblesusadoscalleabajo,pero comaencasay,naturalmente,estabaenojadopornohaberencontradolacomida dispuesta. Pero cuando se enter de la prdida del cristal, se olvid de la comida y el objeto de su clera pas de su madre a su padrastro. Lo primero que pensaron, desde luego, fue que l lo haba escondido. Pero el seor Cave neg categricamente todo conocimiento de su destinoofreciendovoluntariamentesuperjuradeclaracinjuradasobreelasunto,y finalmente lleg hasta el punto de acusar primero a su mujer y despus a su hijastro de haberlocogidoconvistasaunaventaprivada.Yascomenzunadiscusin extremadamente enconada y exaltada que termin con la seora Cave en un estado de nervios muy especial entre la histeria y el frenes, e hizo que el hijastro llegara por la tarde con media hora de retraso al establecimiento de muebles. El seor Cave escap a las emociones de su mujer refugindose en la tienda. Por la noche se volvi a tratar el asunto con menos pasin y un talante judicial bajo la presidencia de la hijastra. La cena transcurri de forma lamentable y culmin con una escena penosa. El seor Cave cedi finalmente a una extrema exasperacin y sali por la puerta principal dando un violento portazo. El resto de la familia, despus de hablar de l con la libertad que su ausencia garantizaba, registr la casa desde el desvn al stano esperando dar con el cristal. Al da siguiente se presentaron de nuevo los dos clientes. Fueron recibidos por la seora Cave casi llorando. Se enteraron de que nadie poda imaginarse todo lo que haba tenido que aguantar a Cave en diversas etapas de su matrimonial peregrinacin... Tambin les inform embrolladamente de la desaparicin. El clrigo y el oriental se rieron por dentro en silencio y dijeron que era de lo ms extraordinario. Y como la seora Cave pareca dispuesta a contarles la historia completa de su vida hicieron ademn de irse de la tienda, porloquelaseoraCave,aferrndosetodavaalaesperanza,pidiladireccindel clrigopara,encasodesacaralgoaCave,podercomunicrselo.Ladireccinfue entregada como era de esperar, pero, al parecer, posteriormente se extravi. La seora Cave no recuerda nada al respecto. Aquel da por la noche los Cave parecan haber agotado todas sus emociones y el seor Cave,quehabaestadofueraporlatarde,cenenunsombroaislamientoque contrastabaagradablementeconlaapasionadacontroversiadelosdasanteriores. Durante algn tiempo las relaciones dentro de la familia Cave estuvieron muy tensas, pero ni el cristal ni el cliente volvieron a aparecer. Ahora bien, para no andarnos con rodeos, tenemos que admitir que el seor Cave era un embustero. Saba perfectamente dnde estaba el cristal. Se hallaba en las habitaciones del seor J acoby Wace, profesor ayudante de prcticas en el hospital de Santa Catalina en la calle Westbourne. Se encontraba sobre el aparador, parcialmente cubierto por una tela de terciopelo negro y junto a una licorera con whisky americano. Y fue precisamente del seor Wace de quien se obtuvieron los pormenores en los que se basa esta historia. Cave lo haba llevado al hospital escondido en el saco de los perros marinos, y, una vez all, haba presionado al joven investigador para que se lo guardara. El seor Wace dud un poco al principio. Su relacin con Cave era especial. Le atraan los personajes raros, y ms de una vez haba invitado al viejo a fumar y a beber en sus habitaciones, animndole a desvelar sus opiniones, bastante divertidas, sobre la vida en general y sobre su esposa en particular. El seor Wace haba tenido que vrselas tambin con la seora Cave en ocasiones en que el seor Cave no estaba en casa para atenderle. Conoca las constantes interferenciasalasqueCaveestabasometidoy,habiendosopesadolahistoria judicialmente, decidi dar refugio al cristal. El seor Cave prometi explicar las razones de su extraordinario apego por el cristal de una manera ms detallada en una ocasin posterior, pero habl claramente de ver visiones en l. Aquella misma noche volvi a visitar al seor Wace. Cont una historia complicada. Dijo que el cristal haba llegado a su poder junto con otrosrestosenlasubastadelosefectosdeotrocomerciantedeantigedadesy, desconociendo cul pudiera ser su valor, le haba puesto el precio de diez chelines. Lo haba tenido a ese precio durante algunos meses y estaba pensando en reducir la cantidad cuando hizo un descubrimiento extraordinario. En aquella poca tena muy mala salud -hay que tener muy en cuenta que a lo largo de todaestaexperienciasuestadofsicoeradedecaimiento-,sufraunaangustia considerable a causa de la negligencia y hasta los verdaderos malos tratos que reciba de su mujer y de sus hijastros. Su mujer era vanidosa, extravagante, insensible y cada vez msaficionadaabeberasolas;suhijastraeraruinyambiciosa,ysuhijastrohaba concebidounaviolentaantipatahacialynoperdaocasindedemostrrsela.Las responsabilidades del negocio le opriman excesivamente y el seor Wace no cree que estuviera completamente limpio de ocasionales excesos en la bebida. Haba comenzado la vidaenunaposicinacomodada,habarecibidounabuenaeducacinypadeca melancola e insomnio que se prolongaban durante semanas. Cuando sus pensamientos se le hacan intolerables, temeroso de molestar a su familia, abandonaba el lecho conyugal deslizndose sin hacer ruido y vagaba por la casa. Y hacia las tres de la maana, un da a finales de agosto, la casualidad le llev a la tienda. Lasuciatiendecillaestabasumidaenunanegruraimpenetrablesalvoenunpunto donde percibi un inslito resplandor. Al acercarse, descubri que era el huevo de cristal que estaba en el rincn del mostrador en direccin a la ventana. Un fino rayo de luz penetraba por una rendija en la persiana, incida sobre el objeto y pareca como si fuera a llenar todo su interior. Al seor Cave se le ocurri que eso no concordaba con las leyes de la ptica que haba aprendido en su juventud. Poda comprender que los rayos fueran reflejados por el cristal hacia un foco en su interior, pero esta difusin no casaba con sus conocimientos de fsica. Seacercmsalcristal,observandoelinteriorylasuperficieconuntransitorio renacimiento de la curiosidad cientfica que en su juventud haba decidido su eleccin vocacional. Le sorprendi descubrir que la luz no era constante, sino que oscilaba dentro de la sustancia del huevo como si aquel objeto fuera una esfera hueca con algn vapor luminoso. Al cambiar de sitio para conseguir puntos de vista distintos, repentinamente not que se haba interpuesto entre el rayo y el cristal, y que a pesar de ello el cristal continuaba luminoso. Profundamente asombrado, lo retir de la luz y lo llev a la parte ms oscura de la tienda. All sigui brillando cuatro o cinco minutos, al trmino de los cuales se oscureci lentamente y se apag. Lo expuso al fino haz de luz de da y recobr la luminosidad casi al instante. Hasta aqu, por lo menos, el seor Wace pudo comprobar la sorprendente historia del seor Cave. l mismo haba tenido repetidas veces expuesto el cristal a un rayo de luz -su dimetro tena que ser inferior a un milmetro. En completa oscuridad, como la que puede proporcionarunaenvolturadeterciopelo,elcristalpresentabaindudablementeuna fosforescenciamuydbil.Pareca,noobstante,quelaluminosidaderadeunaclase excepcional,novisibleatodosporigual,puesalseorHarbinger-cuyonombrele resultar familiar al lector cientfico en relacin con el Instituto Pasteur- le fue comple-tamente imposible ver ninguna luz en absoluto. La propia capacidad del seor Wace para apreciarla era sin comparacin inferior a la del seor Cave. Incluso tratndose del seor Cave,lacapacidadvariabamuyconsiderablemente:suvisinresultabamuchoms intensa durante estados de debilidad y fatiga extremas. Pues bien, desde el comienzo, esta luz en el cristal ejerci una fascinacin irresistible sobreelseorCave.Quenocontarasusobservacionesaningnserhumanoexplica mejor la soledad de su alma de lo que lo hara todo un volumen de escritos patticos. Parece haber estado viviendo en tal atmsfera de mezquinos resentimientos que el admitir la existencia de un placer habra significado el riesgo de perderlo. Observ que a medida que avanzaba el amanecer y aumentaba la cantidad de luz esparcida el cristal perda toda trazadeluminosidad.Ydurantealgntiempofueincapazdevernadadentrodel, excepto por la noche, en rincones oscuros de la tienda. Pero se le ocurri utilizar una vieja pieza de terciopelo negro que empleaba como fondo paraunacoleccindemineralesy,doblndoloycubrindoseconllacabezaylas manos, pudo obtener una visin del movimiento luminoso en el interior del cristal incluso a la luz del da. Era muy cauteloso, no fuera a ser descubierto en esa guisa por su esposa, y practicaba esta ocupacin slo por las tardes, mientras ella dorma en el piso de arriba, y aun entonces, de manera muy circunspecta en un hueco debajo del mostrador. Y un da, dando vueltas al cristal en las manos, vio algo. Apareci y desapareci como un destello, pero le dio la impresin de que por un instante el objeto le haba mostrado la visin de un pas, ancho, extenso y extrao, y al girarlo de nuevo, precisamente cuando se debilitaba la luz, volvi a contemplar la misma visin. Est claro que resultara tedioso e innecesario relatar todas las fases del descubrimiento del seor Cave desde ese momento. Baste con decir que la conclusin fue sta: cuando se observaba el interior del cristal formando ste un ngulo de 137 grados respecto de la direccindelrayoluminoso,mostrabaunaimagenclaraycoherentedeunpaisaje extenso y extrao. No se pareca en absoluto a un sueo, daba una clara impresin de realidad,ycuantomejoreralaluz,msrealyslidapareca.Eraunaimagenen movimiento: es decir, ciertos objetos se movan dentro de ella, pero de forma lenta y ordenada como las cosas reales y, segn cambiaba la direccin de la iluminacin y de la visin, tambin cambiaba la imagen. Debi de haber sido, ciertamente, como contemplar unavistaatravsdeuncristalovaladogirndoloparaconseguirverlosdiferentes detalles. El seor Wace me asegura que las declaraciones del seor Cave eran extremadamente detalladasycarecanporcompletodecualquieradelosaspectosemocionalesque impregnan las impresiones alucinadoras. Pero hay que recordar que todos los esfuerzos delseorWaceparaverunaclaridadsimilarenladesvadaopalescenciadelcristal fracasaroncompletamentepormsquelointent.Ladiferenciadeintensidadenlas impresiones recibidas por los dos hombres era muy grande, y puede que lo que para el seor Cave era una visin para el seor Wace fuera una mera nebulosidad difusa. La visin, tal como la describa el seor Cave, era invariablemente la de una extensa llanura, y pareca que siempre la contemplaba desde una altura considerable, como desde unatorreounmstil.Alesteyaloestelallanuraestabaflanqueadaaunadistancia remotaporvastosacantiladosrojizosquelerecordabanalosquehabavistoenun cuadro,peroelseorWacenopudodeterminardequcuadrosetrataba.Estos acantiladosibandenorteasur-sabalospuntoscardinalesporlasestrellasqueeran visibles por la noche-, alejndose en una perspectiva casi ilimitada y desdibujndose en las nieblas de la distancia antes de encontrarse. En el momento de su primera visin l estaba ms cerca del macizo de acantilados orientales, el sol se elevaba sobre ellos y, negrascontralaluzdelsolyplidascontrasusombra,aparecieronmuchasformas volantes que el seor Cave tom por pjaros. Una vasta hilera de edificios se extenda por debajo,deformaquelparecaestarmirndolosdesdearriba,y,amedidaquese acercaban al extremo borroso y refractado de la imagen se tornaban indistintos. Tambin haba rboles con formas curiosas y, en cuanto a color, era de un verde profundo como de musgo y de un gris exquisito, junto a un canal ancho y reluciente. Y algo grande, de colores brillantes, cruz la imagen volando. Pero la primera vez que el seor Cave vio estas imgenes, lo hizo slo en destellos, las manos le temblaban, la cabeza se le mova, la visin apareca y desapareca y se tornaba nebulosa y poco ntida. Al principio tuvo las mayores dificultades para volver a recuperar la imagen una vez perdida su direccin. La siguiente visin clara, que se le present una semana ms o menos despus que la primera-enelintervalonohabacosechadomsquetentadoresvislumbresyalguna experiencia til-, le mostr el valle en toda su longitud. La visin era diferente, pero tuvo la curiosa conviccin, confirmada repetidamente por subsiguientes observaciones, de que estabacontemplandoeseextraomundoexactamentedesdeelmismositio,aunque mirando en una direccin diferente. La larga fachada del gran edificio cuyo tejado haba mirado antes desde arriba ahora se alejaba en la perspectiva. Reconoci el tejado. En la parte delantera de la fachada haba una terraza de masivas proporciones y extraordinaria longitud, y en medio de la terraza, a ciertos intervalos, se erguan mstiles enormes, pero muy grciles sosteniendo pequeos objetos brillantes que reflejaban la puesta de sol. La importancia de estos pequeos objetos no se le ocurri al seor Cave hasta algn tiempo despus, cuando describa la escena al seor Wace. La terraza sobresala por encima de un seto de la vegetacin ms exuberante y grcil, ms all haba un amplio y herboso cspedsobreelquereposabanciertascriaturasanchas,deformaparecidaaladelos escarabajos, pero muchsimo ms grandes. Ms all todava haba una calzada de piedra roscea ricamente decorada, y ms all, subiendo valle arriba en exacto paralelo con los remotosacantilados,bordeadadeunadensamalezadecolorrojo,habaunaancha extensin de agua parecida a un espejo. El aire pareca rebosar de escuadrillas de grandes pjaros que se deslizaban en curvas majestuosas, y al otro lado del ro haba una multitud deesplndidosedificiosdemuchoscoloresquerelucanconsus tracerasymltiples caras metlicas en medio de un bosque de rboles parecidos al musgo y al liquen. Y de repentealgocruzlavisinaleteandorepetidamentecomoelondeardeunenjoyado abanico o el batir de un ala; un rostro o ms bien la parte superior de un rostro con unos ojosmuygrandesapareci,pordecirloas,muycercadelasuyapropia,ycomosi estuviera al otro lado del cristal. Al seor Cave la absoluta realidad de estos ojos le dej tan atnito e impresionado que retir la cabeza del cristal para mirar por detrs. Se haba quedado tan absorto observando que le sorprendi mucho encontrarse en la fra oscuridad de su pequea tienda con los familiares olores a metlico, humedad y podrido. Y mientras miraba pestaeando a su alrededor, el resplandeciente cristal se oscureci y se apag. TalesfueronlasprimerasimpresionesgeneralesdelseorCave.Lahistoriaes curiosamente directa y detallada. Desde el comienzo, cuando el valle destell por primera vez momentneamente sobre sus sentidos, su imaginacin qued extraamente afectada, y, a medida que empezaba a apreciar los detalles de la escena que vea, su asombro se convertaenpasin.Atendasunegocioapticoydestrozado,pensandosloenel momento en que podra volver a su observacin. Entonces, unas semanas despus de su visin del valle, llegaron los dos clientes, la tensin y excitacin de su oferta, y el cristal que se libra de la venta por los pelos como ya he contado. Ahora bien, mientras aquello constituy el secreto del seor Cave sigui siendo una pura maravilla, algo a lo que se va sigilosamente para observar a hurtadillas, como un nio podra mirar un jardn prohibido. Pero el seor Wace posee unos hbitos mentales especialmente lcidos y consecuentes para un joven investigador cientfico. Tan pronto como el cristal y la historia llegaron hasta l y se convenci, al ver la fosforescencia con sus propios ojos, de que las declaraciones del seor Cave disponan realmente de ciertas pruebas procedi a desarrollar el asunto sistemticamente. El seor Cave estaba ms que deseosoderegalarselavistaconelmaravillosomundoquevea,yacudatodaslas noches desde las ocho y media hasta las diez y media, y a veces, en ausencia del seor Wace,duranteelda.Tambinibalastardesdelosdomingos.ElseorWacetom abundantesnotasdesdeelprincipio,ygraciasasumtodocientficosedemostrla relacin entre la direccin por la que el rayo inicial entraba en el cristal y la orientacin de la imagen. Y metiendo el cristal en una caja perforada nicamente con una pequea abertura para permitir el acceso del rayo excitador, y sustituyendo las cortinas color beige por otras de holanda negra mejor muchsimo las condiciones de las observaciones, de formaqueenpocotiempofueroncapacesdeexaminarelvalleencualquieradelas direcciones que queran. Unavezdespejadoelcamino,podemosdarunabreveexplicacindeestemundo visionario del interior del cristal. El que vea las cosas era siempre el seor Cave, y el mtodo de trabajo consista invariablemente en que l observaba el cristal e informaba de lo que vea, mientras el seor Wace, que como estudiante de ciencias haba aprendido el truco de escribir a oscuras, redactaba una breve nota de su informe. Cuando el cristal se oscureca, lo colocaban en su caja en la posicin adecuada y daban la luz elctrica. El seor Wace haca preguntas y sugera observaciones para aclarar puntos difciles. Nada, verdaderamente, poda haber sido menos visionario y ms prctico. La atencin del seor Cave se vio rpidamente dirigida hacia las criaturas parecidas a pjarosquetantoabundabanensusprimerasvisiones.Prontocorrigisuprimera impresin y durante algn tiempo consider que podan representar una especie diurna de murcilagos. Despus pens, de forma bastante grotesca, que podan ser querubines. Sus cabezas eran redondas y curiosamente humanas, y fueron los ojos de uno de ellos los que lehabanasustadotantoenlasegundaobservacin.Tenan anchasalasplateadas,sin plumas, pero que resplandecan casi con el mismo brillo que los peces recin pescados y con el mismo sutil juego de colores, y estas alas, segn supo el seor Wace, no estaban hechas a la manera de las alas de pjaros o murcilagos, sino soportadas por costillas curvas que irradiaban del cuerpo -una especie de ala de mariposa con costillas curvas parecelomejorparaindicarsuaspecto.Elcuerpoerapequeo,perodotadodedos manojos de rganos prensiles, semejantes a largos tentculos, inmediatamente debajo de laboca.PorincreblequelepudierapareceralseorWace,alfinaltuvoel convencimiento de que estas criaturas eran las propietarias de los grandes edificios cuasi-humanos y del magnfico jardn que daba tanto esplendor al ancho valle. Y el seor Cave percibique,entreotraspeculiaridades,losedificiosnotenanpuertas,sinoquelas grandes ventanas circulares que se abran libremente eran las que servan de entrada y salida a las criaturas. Se posaban sobre los tentculos, plegaban las alas reducindolas casi al tamao de un bastn y, saltando, entraban en el interior. Pero entre ellas haba una multituddecriaturasdealasmspequeas,comodegrandesliblulas,polillasy escarabajos voladores, y por el csped se arrastraban perezosamente de un lado para otro gigantescos escarabajos de tierra de brillantes colores. Adems, en las calzadas y terrazas seveanunascriaturasdegrandescabezassimilaresalasdelasmoscasaladasms grandes, pero sin alas, muy ocupadas saltando sobre su manojo de tentculos en forma de mano. Se ha aludido ya a los relucientes objetos sobre los mstiles que se erguan sobre la terrazadeledificiomsprximo.Despusdeobservarunodeestosmstiles minuciosamente en un da especialmente claro, al seor Cave se le ocurri que el objeto relucienteallsituadoerauncristalexactamenteigualalqueestabamirando.Yuna inspeccin an ms meticulosa le convenci de que cada uno de ellos, unos veinte en conjunto, tena un objeto similar. De vez en cuando una de las grandes criaturas voladoras revoloteaba hasta uno de ellos, y,plegandolasalasyenroscandoalgunostentculosalrededordelmstil,miraban fijamenteelcristalduranteunrato,aveceshastauncuartodehora.Unaseriede observaciones hechas a sugerencia del seor Wace convencieron a ambos observadores deque,porloqueaestemundovisionarioconcerna,elcristalcuyointeriorellos miraban estaba en realidad en la punta del ltimo mstil de la terraza, y que al menos en una ocasin uno de esos habitantes del otro mundo haba mirado al seor Cave a la cara mientras haca estas observaciones. Ystossonloshechosesencialesdeestahistoriasingularsima.Amenosquelo rechacemos todo como una ingeniosa invencin del seor Wace, tenemos que admitir una de las dos alternativas: o bien que el cristal del seor Cave se encontraba en dos mundos alavez,yquemientrasenunoselellevabadeacparaallenelotropermaneca estacionario, lo que parece completamente absurdo, o bien que tena una especial relacin de simpata con otro cristal exactamente igual en ese otro mundo, de forma que lo que se vea en el interior de uno en este mundo era, en las condiciones adecuadas, visible para el observador del cristal correspondiente del otro mundo, y viceversa. De momento, desde luego,noconocemosningunaformaenlaquedoscristalespudieranentraren comunicacin, pero hoy da sabemos lo suficiente como para comprender que la cosa no es completamente imposible. Esta teora de los cristales en comunicacin fue la supo-sicinqueseleocurrialseorWace,yalmenosam,mepareceextremadamente plausible... Y dnde estaba ese otro mundo? Sobre esto tambin la despierta inteligencia del seor Wace arroj luz rpidamente. Despus de ponerse el sol el cielo se oscureca muy deprisa -elcrepsculonoconstituarealmentemsqueunbreveintervalo-ylasestrellasse ponanabrillar.Eranevidentementelasmismasquevemosnosotros,formandolas mismas constelaciones. El seor Cave reconoci la Osa, las Plyades, Aldebaran y Sirio, de modo que el otro mundo deba de encontrarse en algn lugar del sistema solar y, como mximo, slo a unos cientos de millones de millas del nuestro. Siguiendo esta pista, el seor Wace averigu que el cielo de medianoche era de un azul ms oscuro incluso que el de nuestro cielo a mitad del invierno, y que el Sol pareca un poco ms pequeo. Y haba doslunaspequeas;como la nuestra, pero ms pequeas y con marcas muy diferentes, una de las cuales se mova tan deprisa que su movimiento resultaba claramente visible al mirarla.Estaslunasnuncaestabanaltasenelcielo,sinoqueseponancuandose elevaban: es decir, cada vez que daban vuelta se eclipsaban por estar tan cerca de su planetaprimario.Todoestorespondecompletamente,aunqueelseorCavenolo supiera, a las condiciones que deben de darse en Marte. Desde luego, parece una conclusin muy plausible que al observar el interior del cristal lo que el seor Cave en realidad vea era el planeta Marte y sus habitantes. Si se fuera el caso, entonces la estrella vespertina que reluca con tanto brillo en el cielo de aquella dis-tante visin no era ni ms ni menos que nuestra familiar Tierra. Durante algn tiempo los marcianos -si es que eran marcianos- no parecieron haberse percatado de la inspeccin del seor Cave. Una o dos veces alguno vino a mirar y march al poco a otro mstil, como si la visin no fuera satisfactoria. En ese periodo el seor Cavepudovigilarlosprocedimientosdeestepuebloaladosinsermolestadoporsus atenciones y, aunque su informe es necesariamente vago y fragmentario, resulta, a pesar detodo,muysugestivo.Imaginadlaimpresinquetendradelahumanidadun observador marciano que, despus de un difcil proceso de preparacin y con los ojos considerablemente fatigados, pudiera ver Londres desde el chapitel de la iglesia de San Martn a intervalos, como mximo, de cuatro minutos cada uno. El seor Cave no pudo cerciorarse de si los marcianos alados eran los mismos que los marcianos que saltaban por las calzadas y las terrazas, y si los ltimos podan ponerse las alas a voluntad. Vio variasvecesunosbpedostorpes,querecordabanvagamenteamonos,blancosy parcialmente translcidos, alimentndose entre algunos de los rboles de liquen, y, una vez, algunos de ellos huan delante de uno de los marcianos saltarines de cabeza redonda. Este ltimo cogi a uno con sus tentculos y luego la imagen se desvaneci de repente dejando al seor Cave absolutamente intrigado en la oscuridad. En otra ocasin, una cosa enorme,queelseorCavealprincipiotomporuninsectogigantesco,apareci avanzandoporlacalzadajuntoalcanalconrapidezextraordinaria.Amedidaquese acercabams,elseorCavepercibique eraunmecanismodemetalesrelucientesy sorprendentecomplejidad.Yluego,cuandovolviamirar,habadesaparecidodela vista. Pasado algn tiempo, el seor Wace pretendi atraer la atencin de los marcianos, y la siguiente vez que los extraos ojos de uno de ellos aparecieron pegados al cristal, el seor Cave grit y salt, dieron la luz inmediatamente y empezaron a gesticular como haciendo seales. Pero cuando finalmente el seor Cave examin de nuevo el cristal, el marciano se haba marchado. Hasta aqu haban avanzado las observaciones a principios del mes de noviembre, y entonceselseorCave,conlasensacindequelassospechasdelafamiliasobreel cristalsehabandisipado,empezallevrselodeacparaallconelfindepoder disfrutar, surgiera la ocasin de noche o de da, de lo que rpidamente se estaba convir-tiendo en lo ms real de su existencia. Endiciembre,elseorWacetuvomuchotrabajoacausadeunexamenquese aproximaba, suspendieron de mala gana las sesiones durante una semana, y en diez u once das -no est muy seguro de cuntos- no vio a Cave. Entonces, ansioso por reanudar lasinvestigaciones,yhabiendoamainadolatensindesustrabajostrimestrales,baj hasta los Siete Cuadrantes. En la esquina observ la contraventana ante el escaparate de un pajarero, y luego otra en el escaparate de un zapatero. La tienda del seor Cave estaba cerrada. Llam y le abri la puerta el hijastro vestido de negro. ste llam de inmediato a la seora Cave que, como el seor Wace no pudo por menos de observar, llevaba ropas de luto, baratas, pero amplias y de lo ms imponente. Sin gran sorpresa por su parte, el seor Wace supo que Cave haba muerto y estaba ya enterrado. Ella lloraba y tena la voz un pocoronca.AcababadellegardeHighgate.Parecatenerlamenteocupadaconsus propiosplanesyloshonorablesdetallesdelasexequias,peroelseorWacepudo finalmente conocer los pormenores de la muerte de Cave. Le haban encontrado muerto en la tienda por la maana temprano al da siguiente de su ltima visita al seor Wace, apretando el cristal entre sus fras manos. Tena la cara sonriente, segn dijo la seora Cave, y el pao de terciopelo de los minerales yaca a sus pies en el suelo. Deba de llevar cinco o seis horas muerto cuando lo encontraron. EstosupusounagranconmocinparaelseorWace,queempezareprocharse amargamente por no haber atendido los claros sntomas de la mala salud del viejo. Pero lo que ms le preocupaba era el cristal. Abord el tema con cuidado porque conoca las peculiaridades de la seora Cave. Se qued de una pieza al saber que lo haban vendido. El primer impulso de la seora Cave tan pronto como el cuerpo de Cave estuvo en el piso de arriba, haba sido el de escribir al loco clrigo que haba ofrecido cinco libras por el cristal, informndole de su recuperacin, pero tras una violenta bsqueda en la que se le uni su hija se convencieron de que haban perdido la direccin. Como no disponan de los medios necesarios para llorar y enterrar a Cave con el esmerado estilo que exige la dignidad de un antiguo habitante de los Siete Cuadrantes, haban apelado a un anticuario amigo de la calle Great Portland, quien amablemente se haba hecho cargo de parte de las mercancasapreciodetasacin.Latasacinlahabahechoelmismoyelhuevode cristal estaba incluido en uno de los lotes. El seor Wace, despus de las condolencias pertinentes,expresadas,quiz,unpocobruscamente,marchdeinmediatoyapresu-radamente a la calle Great Portland. Pero all se enter de que el huevo de cristal ya haba sido vendido a un hombre alto y moreno, vestido de gris. Y ah terminan sbitamente los hechosmaterialesdeestahistoriacuriosay,almenosparam,muysugestiva.El anticuario de la calle Great Portland no saba quin era el hombre alto vestido de gris, ni lo haba observado con la suficiente atencin como para describirlo minuciosamente. Ni siquiera saba qu direccin haba tomado al salir de la tienda. Durante un tiempo el seor Wace permaneci en la tienda poniendo a prueba la paciencia del anticuario con intiles preguntas, desahogando su propia exasperacin. Por fin, dndose cuenta repentinamente de que todo el asunto se le haba ido de las manos, haba desaparecido como una visin nocturna, volvi a sus habitaciones un poco asombrado de encontrar las notas que haba escrito todava tangibles y visibles sobre su desordenada mesa. Naturalmente, su disgusto y decepcin fueron muy grandes. Hizo una segunda visita (igualmente infructuosa) al anticuario de la calle Great Portland y recurri a anuncios en aquellosperidicosqueprobablementecaeranenlasmanosdecoleccionistasde chucheras.TambinescribicartasaTheDailyChronicleyaNature,peroambos peridicos,sospechandounabroma,lepidieronquereconsiderarasuaccinantesde imprimir, aconsejndole que una historia tan extraa, por desgracia tan desprovista de pruebas que la apoyaran, podra poner en peligro su reputacin de investigador. Adems, las obligaciones de su propio trabajo le urgan. As que despus de un mes ms o menos, salvo por algn ocasional recordatorio a ciertos anticuarios, tuvo que abandonar de mala ganalabsquedadelhuevodecristalque,desdeesedahastahoy,siguesinser descubierto. De vez en cuando, sin embargo, segn me dice y yo le creo absolutamente, le dan arrebatos de celo en los que abandona las ocupaciones ms urgentes y reanuda la bsqueda. Si permanecer o no perdido para siempre con su material y su procedencia son todo conjeturas por el momento. Si el actual comprador es un coleccionista era de esperar que lasindagacionesdelseorWacellegaranasusodosatravsdelosanticuarios.Ha conseguido descubrir al clrigo y al oriental del seor Cave, que no eran otros que el reverendoJ amesParkeryeljovenprncipedeBossokuni,enJ ava.Lesestoymuy agradecidoporciertosdetalles.Losmotivosdelprncipeeransimplementela curiosidad... y extravagancia. Estaba tan empeado en comprar porque Cave se resista de forma tan extraa a vender. Tambin es posible que el comprador en la segunda ocasin fuera simplemente un comprador casual y no un coleccionista en absoluto, y el huevo de cristal puede que se encuentre en estos momentos, vaya usted a saber, a una milla de aqu, decorando un saln o sirviendo de pisapapeles con sus extraordinarias propiedades completamente desconocidas. Desde luego que es en parte la idea de tal posibilidad la que me ha llevado a narrar la historia de una forma que le d la oportunidad de llegar a lectores habituales de ficcin. Mis ideas sobre este asunto son prcticamente idnticas a las del seor Wace. Creo que el cristal en el mstil en Marte y el huevo de cristal del seor Cave estn en algn tipo -por el momento completamente inexplicable- de comunicacin fsica, y los dos pensamos tambinqueelcristalterrestredebedehabersidoenviadoaqudesdeeseplaneta, posiblemente en fecha remota, para proporcionar a los marcianos una visin prxima de nuestrosasuntos.Posiblementeloscompaerosdeloscristalesqueestnenlosotros mstiles tambin se encuentran en nuestro planeta. Ninguna teora de la alucinacin es suficiente para explicar los hechos. LA ESTRELLA Fue el da de Ao Nuevo cuando tres observatorios anunciaron casi simultneamente que los movimientos del planeta Neptuno, el ms exterior de los que giran alrededor del Sol, se haban vuelto muy irregulares. Ogilvy ya haba llamado la atencin sobre una sospechosa disminucin de su velocidad en diciembre. Semejante noticia apenas si estaba pensada para interesar a un mundo en el que a la mayor parte de sus habitantes les pasa desapercibida la existencia del planeta Neptuno,nifueradelaprofesinastronmicaelsubsiguientedescubrimientodeuna dbil y remota mancha de luz en la regin del perturbado planeta caus ninguna gran excitacin.Loscientficos,sinembargo,consideraronlainformacinbastantenotable incluso antes de saberse que el nuevo cuerpo se haca rpidamente ms grande y brillante, quesusmovimientoserancompletamentediferentesdelordenadoprogresodelos planetas,yqueladesviacindeNeptunoydesusatliteadquiraproporcionessin precedentes. Poca gente sin preparacin cientfica puede darse cuenta del enorme aislamiento del sistemasolar.ElSol,consusmanchasdeplanetas,supolvodeplanetoidesysus impalpables cometas flota en una inmensidad vaca que casi derrota a la imaginacin. Ms all de la rbita de Neptuno hay espacio, vaco hasta donde la observacin humana hapenetrado,sincalor,niluz,nisonido,purovaco,conunaextensindeveinte millones de veces un milln de millas. se es el clculo ms bajo de la distancia que hay que atravesar para llegar a la ms prxima de las estrellas. Y, salvo algunos cometas ms inmateriales que la llama ms liviana, ninguna materia, que se sepa, haba atravesado jams este abismo espacial hasta que al comienzo del siglo XXapareci este extrao trotamundos. Era una ingente masa de materia, voluminosa y pesada, que sala sin avisar del negro misterio del cielo precipitndose en la luminosidad del sol. El segundo da del aoeraclaramentevisibleconcualquiertelescopiodecentecomounamanchade dimetro apenas apreciable en la constelacin de Leo, cerca de Rgulo. Al poco se le divisaba con gemelos de pera. Altercerdaloslectoresdeperidicosdelosdoshemisferiosfueronalertadospor primera vez de la importancia real de esta inusitada aparicin celeste. Unacolisinde planetastitulabalanoticiaunperidicodeLondres,yproclamabalaopininde Duchaine de que este extrao planeta nuevo probablemente chocara con Neptuno. Los escritores ms ledos abundaron en el tema. De forma que en la mayora de las capitales delmundoeltresdeenerohabaunaexpectacin,aunquevaga,dealgninminente fenmeno en el cielo, y a medida que la noche segua a la puesta de sol por todo el globo, miles de hombres volvieron sus ojos al cielo para ver... nicamente las viejas estrellas familiares de siempre. Hasta que amaneca en Londres y se estaba poniendo la constelacin de Plux y las estrellas,arriba,empezaronapalidecer.Eraunamanecerinvernal,unapastosa acumulacin de luz diurna que iba filtrndose, y la luz del gas y de las velas brillaba amarilla en las ventanas mostrando dnde la gente estaba en movimiento. Pero el polica que bostezaba lo vio, las atareadas muchedumbres de los mercados se quedaron con la boca abierta, y los obreros que iban temprano al trabajo, los lecheros, los repartidores de peridicos,losdisipadosquevolvanacasahastiadosyplidos,losvagabundossin techo, los centinelas en sus rondas, y, en el campo, los labriegos pateando el campo, los furtivos volviendo sigilosamente a casa, por todo el pas que lata en la oscuridad poda verse -y en el mar por los marineros que vigilaban la llegada del da-, una gran estrella blanca que entr de repente en el cielo por el oeste! Era ms brillante que ninguna otra estrella de nuestro cielo. Ms brillante que Venus en su pice de fulgor. Todava reluca, blanca y grande, no una mera mancha de luz que pestaea, sino como un pequeo disco redondo, claro y refulgente, una hora despus de haber salido el Sol. Y donde la ciencia no ha llegado los hombres miraron y temieron, hablndose unos a otros de las guerras y las pestes que son anunciadas por estas terribles seales de los cielos. Robustos bers, oscuros hotentotes, negros de la Costa de Oro, fran-ceses, espaoles, portugueses estaban en pie en la clida salida del sol observando cmo se pona esta extraa estrella nueva. En cientos de observatorios haba habido una contenida excitacin, que casi alcanz el nivel del grito, cuando los dos remotos cuerpos se haban precipitado el uno contra el otro, y apresurados ires y venires para conseguir espectroscopios y aparatos fotogrficos, y este aparato o el otro para registrar esta novedosa y sorprendente vista, la destruccin de un mundo. Porque era un mundo, un planeta hermano de nuestra Tierra, mucho mayor, desde luego, que nuestra Tierra, el que tan de repente se lanzaba como un rayo a una muerteflameante.Neptunoeraelquehabasidoalcanzadodellenoporelextrao planetavenidodelespacioexterior,yelcalordelacolisinhabaconvertido atropelladamente los dos slidos globos en una vasta masa incandescente. Ese da, dos horas antes del amanecer, la grande y plida estrella blanca gir alrededor del mundo, apagndose slo cuando desapareca por el oeste y el Sol se elevaba sobre ella. En todas partes los hombres quedaron maravillados, pero de todos los que la vieron ninguno ms sorprendido que los marineros, vigilantes habituales de las estrellas, que lejos en alta mar no haban tenido ninguna noticia de su llegada y la vean ahora levantarse como una Luna pigmea y ascender en direccin al cenit y colgarse all arriba y desaparecer en direccin oeste con el paso de la noche. CuandoacontinuacinseelevsobreEuropaportodasparteshabamultitudesde observadores en laderas de montaa, en tejados, en campo abierto escudriando por el este la salida de la gran estrella nueva. Sali con un resplandor blanco delante de ella, como el brillo de un fuego blanco, y aquellos que la haban visto nacer la noche anterior, al avistarla, gritaron: -Es mayor! -gritaron-. Es ms brillante! Ciertamente la Luna en cuarto creciente y desapareciendo por el oeste tena un tamao en apariencia sin comparacin, pero en toda su anchura apenas si tena tanto brillo ahora como el pequeo crculo de la extraa estrella nueva. -Es ms brillante -gritaba la gente apindose en las calles. Peroenlososcurosobservatorioslosobservadorescontenanlarespiracinyse miraban unos a otros. -Est ms cerca! -decan-. Ms cerca! Unavoztrasotrarepeta:Estmscerca,yeltintineodeltelgraforecogila expresin,ytemblporloscablesdeltelfonoyenmilciudadessucioscajistas seleccionabanlostipos.Estmscerca.Loshombresqueescribanenlasoficinas, asaltados por un extrao convencimiento, tiraron las plumas; los que charlaban en mil lugares encontraron de repente una grotesca posibilidad en esas palabras: est ms cerca. Las palabras corrieron por las calles que despertaban, fueron gritadas por los senderos cubiertos de escarcha de las tranquilas aldeas. Los hombres que las haban ledo en la palpitante cinta del telgrafo se quedaron en los portales iluminados con amarilla luz de gas gritando la noticia a los transentes. Est ms cerca. Mujeres hermosas, coloradas y resplandecientes,oyeronlanoticiabromeandoentrebaileybaile,yfingieronun inteligente inters que no sentan. -Ms cerca, desde luego! Qu curioso! Qu listsimos deben de ser esos seores para encontrar cosas como sa! Los vagabundos solitarios que caminaban en la noche invernal murmuraban aquellas palabras para consolarse -mirando al cielo:-Ms cerca tendra que estar, porque la noche es tan fra como la caridad. No parece que d ms calor con estar ms cerca, de todas formas. -Qu me importa a m una nueva estrella? -gritaba una mujer que lloraba arrodillada junto a su muerto. Elestudiante,quesehabalevantadotempranoparaprepararsusexmenes, solucionabaelproblemaporsucuenta-conlagranestrellablancabrillando,anchay reluciente, a travs de las heladas flores de la ventana. -Centrfuga, centrpeta -dijo con la barbilla apoyada en el puo-. Detener a un planeta en su curso, robarle su fuerza centrfuga, qu ocurrir despus? Domina la centrpeta y caer contra el Sol! Y sta...! Nos encontramos nosotros en su camino? Me pregunto... La luz de aquel da sigui el camino de los anteriores y con las ltimas guardias de la helada oscuridad sali de nuevo la extraa estrella. Ahora era tan brillante que la Luna, encuartocreciente,noparecasinounamarillentoyplidofantasmadesmisma, colgandoenormeenelcrepsculo.Enunaciudadsudafricanaungranhombrehaba contrado matrimonio y las calles estaban iluminadas para darle la bienvenida de vuelta con su novia. -Hasta los cielos se han iluminado -dijo el adulador. Bajo Capricornio dos amantes negros, desafiando a las bestias salvajes y a los malos espritus por amor, se agacharon juntos en el caaveral donde se cernan las lucirnagas. -sa es nuestra estrella -susurraron y se sintieron extraamente consolados por el dulce brillo de su luz. Elgranexpertoenmatemticasestabasentadoensudespachoyapartabadellos papeles.Habaterminadoyalosclculos.Enunapequeaampollablancatodava quedaba un poco de la droga que le haba mantenido despierto y activo durante cuatro largasnoches.Todoslosdashabadadoclasealosestudiantes,sereno,categricoy pacientecomosiempre,yluegohabavueltoinmediatamentealostrascendentales clculos. Tena el rostro grave, un poco demacrado y febril a causa de las drogas para mantenerseactivo.Durantealgntiempopareciabstrado.Despusseacercala ventana y la persiana subi con un chasquido. A medio camino all arriba en el cielo, sobre los apiados tejados, chimeneas y campanarios de la ciudad, colgaba la estrella. La contempl como se podra mirar a los ojos de un valiente enemigo. -Puede que me mates -dijo tras un silencio-. Pero ya te tengo, como a todo el universo por lo dems, atrapada en este pequeo cerebro. No cambiara. Ni siquiera ahora. Mir a la pequea ampolla. -Ya no necesitar dormir ms -dijo. Al da siguiente al medioda, puntual al minuto, entr en el anfiteatro donde daba la clase,dejelsombreroenelextremodelamesacomodecostumbre,yconmucho cuidado seleccion un gran trozo de tiza. Sus estudiantes contaban la broma de que no poda dar clase sin un trozo de tiza entre los dedos y que una vez que le haban escondido la tiza haba quedado reducido a la impotencia. Entr y mir bajo las cejas grises las hileras superpuestas de frescos rostros jvenes hablando con la acostumbrada y estudiada sencillez de expresin. -Han surgido circunstancias... circunstancias ajenas a mi voluntad -dijo haciendo una pausa- que me impedirn terminar el curso que haba programado. Al parecer, seores, para decirlo clara y brevemente... el hombre ha vivido en vano. Los estudiantes se miraron unos a otros. Haban odo bien? Estaba loco? Haba ceos fruncidosymuecasenloslabios,perounoodosrostrospermanecieronatentosal tranquilo rostro bordeado de gris. -Ser interesante -deca- dedicar esta maana a una exposicin, todo lo clara que pueda, de los clculos que me han llevado a esta conclusin. Supongamos... Se volvi hacia el encerado, meditando sobre un diagrama como acostumbraba. -Qu era eso de que ha vivido en vano? -susurr un estudiante a otro. -Escucha -respondi el otro, afirmando con la cabeza en direccin al conferenciante. Y pronto empezaron a comprender. Aquella noche la estrella sali ms tarde porque su propio movimiento hacia el este la haba arrastrado algo a travs de la constelacin de Leo hacia la de Virgo, y brillaba tanto queelcielosetorndeunazulluminosoamedidaquesalaytodaslasestrellas quedaronasuvezocultasconlasolaexcepcindeJ pitercercadelcenit,Cabra, Aldebarn, Sirio y los Lebreles. Era muy blanca y hermosa. En muchas partes del mundo aquella noche la rodeaba un plido halo. Era perceptiblemente mayor, desde el cielo claro y refractivo de los trpicos pareca como si fuera casi un cuarto del tamao de la Luna. La escarcha cubra todava el suelo en Inglaterra, pero el mundo estaba tan brillantemente iluminado como si fuera mitad de verano a la luz de la luna. Con aquella luz fra y clara se podan leer tipos de letra completamente corriente y en las ciudades las farolas ardan amarillas y plidas. En todas partes la gente estuvo despierta esa noche y por toda la cristiandad un sombro murmullo andaba suspendido en el sutil aire del campo como el zumbido de las abejas en la colmena, y este tumultuoso murmullo se convirti en clamor en las ciudades. Era el taer de las campanas de un milln de campanarios y espadaas convocando a la gente para que no durmiera ms, no pecara ms y se congregara en las iglesias a rezar. Y arriba, cada vez ms grande y ms brillante a medida que la Tierra giraba en su rbita y pasaba la noche, se elevaba la deslumbrante estrella. Las calles y las casas estaban iluminadas en todas las ciudades, y los muelles de los puertos resplandecan de luz y todas las carreteras que llevaban a las montaas estaban iluminadas y abarrotadas de gente toda la noche. Y en todos los mares, en torno de los pases civilizados, barcos con vibrantes mquinas y barcos con hinchadas velas atestados de hombres y de criaturas vivas luchaban por salir al ocano, hacia el norte. Porque el avisodelgranexpertoenmatemticashabasidoyatelegrafiadoatodoelmundoy traducidoacentenaresdeidiomas.ElnuevoplanetayNeptuno,fundidosenardiente abrazo, giraban vertiginosamente cada vez ms deprisa en direccin al Sol. Esta masa incandescentevolabayaacienmillasporsegundo,ycadasegundosuterrorfica velocidadaumentaba.Talycomovolabaahora,ciertamente,tenaquepasaraun centenar de millones de millas de la Tierra y apenas si poda afectarla. Pero cerca de su determinada ruta y an slo ligeramente perturbado, giraba el poderoso planeta J piter y suslunasdeslizndoseesplndidasalrededordelSol.Acadamomentocrecayala atraccinentrelaardienteestrellayelmayordelosplanetas.Yelresultadodeesa atraccin? Inevitablemente J piter sera desviado de su rbita haciendo una elptica y la ardiente estrella, separada notablemente de su precipitada carrera hacia el Sol, describira una curva y quiz colisionara con nuestra Tierra, desde luego pasara muy cerca de ella. Terremotos, erupciones volcnicas, ciclones, grandes olas marinas, inundaciones y una constanteelevacindelatemperaturahastaDiossabequaltura-esoesloque profetizaba el gran experto en matemticas. Y arriba, para llevar a cabo la previsin, solitaria, fra y lvida, resplandeca la estrella de la inminente catstrofe. A muchos que la observaron aquella noche hasta que los ojos les dolan, les pareci que estabaaproximndosevisiblemente.Yaquellanochetambincambieltiempo,yla escarcha,quesehabaapoderadodetodalaEuropacentral,FranciaeInglaterra,se derriti. Pero el lector no debe imaginarse, porque haya hablado de gentes rezando durante toda la noche, gentes embarcando y gentes que huan precipitadamente hacia las montaas, que todo el mundo estaba ya aterrado a causa de la estrella. De hecho, la costumbre y la necesidadtodavareganelmundoy,salvoporlacharlaenmomentosdeocioyel esplendor de la noche, nueve de cada diez seres humanos estaban todava entretenidos en sus ocupaciones habituales. En todas las ciudades las tiendas, excepto alguna por aqu y por all, abran y cerraban a las horas acostumbradas, el mdico y el funerario ejercan susoficios,losobrerosacudanalasfbricas,lossoldadoshacanejercicio,los investigadoresestudiaban,losamantessebuscaban,losladronesacechabanysalan volando, los polticos organizaban sus proyectos. Las rotativas de los peridicos rugan toda la noche y ms de un cura de esta o aquella parroquia no abra su sagrado edificio parafomentarloqueconsiderabaunpnicoestpido.Losperidicosinsistanenla leccin del ao 1000, pues entonces tambin la gente haba previsto el fin del mundo. La estrella no era tal -puro gas-, un cometa, y aunque fuera una estrella no poda chocar contra la Tierra. No haba ningn precedente de cosa semejante. El sentido comn era tenazentodaspartes,desdeoso,conburlasyalgoinclinadoaperseguiralmiedoso obstinado. Esa noche, a las 7:15 hora de Greenwich, la estrella estara en su punto ms prximo a J piter. Entonces el mundo vera por dnde iban a ir las cosas. Las sombras advertenciasdelmatemticoerantomadaspormuchoscomopuroyelaborado autobombo.Elsentidocomnporfin,unpocoacaloradoporlasdiscusiones,dej sentadas sus inalterables convicciones yndose a la cama. De la misma manera tambin, brbaros y salvajes, cansados de la novedad, se volvieron a sus importantes negocios, y salvoporalgnperroqueaullabaacyallelmundosalvajesedespreocupdela estrella. Y no obstante, cuando por fin los observadores de los estados europeos vieron salir la estrella, una hora ms tarde, es verdad, pero no mayor de lo que haba sido la noche anterior, haba todava muchos despiertos para rerse del gran experto en matemticas -para dar el peligro por pasado. Pero de ah en adelante la risa ces. La estrella creca, creca con terrible regularidad hora tras hora, un poco mayor cada hora, un poco ms cerca del cenit de medianoche, y cada vez ms brillante hasta que hubo convertido la noche en un segundo da. De haber venidodirectahacialaTierraenlugardedescribirunacurva,sinohubieraperdido velocidad por la atraccin de J piter, deba de haber saltado el abismo intermedio en un da, pero tal como fue tard cinco das en acercarse a nuestro planeta. La noche siguiente haba alcanzado el tamao de un tercio de la Luna antes de ponerse ante ojos ingleses, y el deshielo estaba asegurado. Apareci sobre Amrica casi con el tamao de la Luna, perodeunblancocegadoryardiente,yunacorrientedeairecalientesoplahora acompaando a su aparicin y robustecimiento, y en Virginia, y Brasil y el valle de San Lorenzo brill intermitentemente a travs de un hedor torrencial de nubes tronantes, de parpadeos de rayos de color violeta y de granizo sin precedentes. En Manitoba hubo un deshielo y devastadoras inundaciones. En todas las montaas de la Tierra la nieve y el hielo empezaron a fundirse aquella noche, y todos los ros que nacan en las montaas corran crecidos y turbios, y pronto, en las cuencas altas, con rboles arremolinados y los cuerposdebestiasydehombres.Seelevaronconstantemente,bajoelcontinuobrillo fantasmal, y finalmente empezaron a rebosar por encima de sus mrgenes a espaldas de la poblacin de los valles que hua. A lo largo de la costa de Argentina y subiendo por el Atlntico sur las mareas eran ms altas de lo que nadie poda recordar, y las tormentas empujaron las aguas en muchos casosmuchsimasmillastierraadentro,sumergiendociudadesenteras.Tantohaba subidoelcalordurantelanochequelasalidadelsolfuecomolaaparicindeuna sombra.LosterremotoscomenzaronysemultiplicaronhastaqueportodaAmrica, desde el Crculo rtico hasta el Cabo de Hornos, las laderas estaban deslizndose, se abran fisuras, y casas y muros se desmoronaban totalmente. Todo el lateral del Cotopaxi se desliz en una vasta convulsin y un tumulto de lava brot tan alto, ancho, rpido y lquido que en un da alcanz el mar. Y as la estrella, con la plida Luna saliendo, cruz el Pacfico, arrastr las tormentas de truenos como el dobladillo de una falda y las crecientes olas de la marea que avanzaban penosamentedetrsdeella,espumeantesyansiosas,cayeronsobreunaislatrasotra dejndolas barridas de hombres. Hasta que finalmente lleg aquella ola -en medio de una luz cegadora y con el aliento de un horno lleg rpida y terrible-, una muralla de agua de cincuentapiesdealto,rugiendohambrienta,sobrelaslargascostasdeAsia,ycruz arrasandolasllanuraschinastierraadentro.Duranteuntiempolaestrella,ahorams ardiente, grande y brillante que el Sol en toda su fuerza, mostr con su brillo implacable el extenso y populoso pas, ciudades y aldeas con sus pagodas, rboles, caminos, extensos campos cultivados, millones de personas sin dormir mirando con terror impotente al cielo incandescente, y despus, sordo y creciente, lleg el murmullo de la inundacin. Y eso fue lo que les pas a millones de hombres esa noche... la huida a ninguna parte, con los miembros pesados por el calor y la respiracin furiosa y escasa, y la inundacin como una muralla blanca y rpida detrs. Y luego la muerte. China estaba iluminada por un resplandor blanco, pero sobre J apn y J ava y todas las islas del este de Asia la gran estrella era una bola de sordo fuego rojo a causa del vapor y el humo y las cenizas que los volcanes escupan para saludar su llegada. Arriba estaban la lava, los ardientes gases y las cenizas, y abajo las bullentes aguas, y toda la tierra oscilaba yretumbabaconlassacudidasdelosterremotos.Prontolasinmemorialesnievesdel Tbet y del Himalaya estaban derritindose y precipitndose por diez millones de canales que se hacan ms hondos y convergan sobre las llanuras de Birmania y el Indostn. Las enmaraadas cumbres de las junglas de la India estaban en llamas en mil sitios, y debajo delasapresuradasaguasentornodelostalloshabaobjetososcurosquetodavase agitaban dbilmente y reflejaban las lenguas rojas de sangre del fuego. Y en desordenada confusin una multitud de hombres y mujeres huan por los anchos mrgenes de los ros hacia la ltima esperanza de los humanos... el mar abierto. Mayor y mayor se hizo la estrella, y ms calurosa y brillante, ahora con una rapidez terrible. El ocano tropical haba perdido la fosforescencia, y el remolino de vapor se elevabaenespiralesfantasmalesdesdelasnegrasolasquecaanincesantemente, moteadas de barcos sacudidos por la tormenta. Y luego lleg el misterio. A los que en Europa vigilaban la salida de la estrella les pareci que el movimiento de rotacin de la Tierra deba de haber cesado. En miles de sitios en campo abierto de las tierras altas y bajas a los que la gente se haba dirigido huyendo de las inundaciones, de las casas que se hundan y de las laderas de los montes que se desplazaban, esperaron la salida en vano. Una hora sigui a otra en medio de un terriblesuspenseylaestrellanosali.Unavezmsloshombresvieronlasviejas constelaciones que daban por perdidas para siempre. En Inglaterra la atmsfera estaba caliente y despejada aunque el suelo temblaba constantemente, pero en los trpicos, Sirio, Cabra y Aldebarn se vean a travs de un velo de vapor. Y cuando por fin la estrella sali con un retraso de casi diez horas, el Sol sali muy cerca de ella y en el centro de su blanco corazn tena un disco negro. Fue sobre Asia donde la estrella haba comenzado a quedarse rezagada en relacin con el movimiento del cielo, y luego, de repente, mientras estaba sobre la India, su luz se habavelado.TodalallanuradelaIndiadesdeladesembocaduradelIndoaladel Ganges era aquella noche un yermo poco profundo de brillantes aguas del que sobre-salan templos y palacios, montes y montculos, negros de gente. Cada minarete era una arracimada masa de gente que caa, uno tras otro, en las turbias aguas a medida que el calor y el pnico los dominaban. Todo el pas pareca estar gimiendo, y de repente una sombra cruz aquel horno de desesperacin, y de la enfriada atmsfera sali una rfaga de aire fro y una congregacin de nubes. Los hombres, que miraban arriba, casi cegados, a la estrella, vieron que un disco negro cruzaba lentamente la luz. Era la Luna que se interpona entre la estrella y la Tierra. Y hasta cuando los hombres clamaban a Dios por estealivio,poreleste,conextraaeinexplicabledulzura,salielSol.Yentonces estrella, Sol y Luna cruzaron precipitadamente los cielos al mismo tiempo. Y as fue cmo al poco, para los observadores europeos, la estrella y el Sol se elevaban muy cerca la una del otro, avanzaron precipitadamente durante un rato y despus ms despacio, y finalmente pararon, estrella y Sol se fundieron en un resplandor de fuego en el cenit del cielo. La Luna ya no eclipsaba a la estrella, sino que haba dejado de ser visible en el celeste resplandor. Y aunque los que todava estaban vivos lo miraron, en su mayora,conesaobtusaestupidezqueengendranelhambre,lafatiga,elcaloryla desesperacin, todava hubo hombres capaces de percibir el significado de estas seales. La estrella y la Tierra haban alcanzado el punto ms prximo, haban girado una sobre la otra, y la estrella haba pasado. Ya estaba retirndose, cada vez ms rpida, en la ltima etapa de su precipitada cada hacia el Sol. Y entonces se juntaron las nubes obstruyendo la visin del cielo, los rayos y los truenos tejieron una tela en torno al mundo. Por toda la tierra hubo tal diluvio como los hombres no haban visto jams, y donde los volcanes lanzaban rojas llamas contra el dosel de las nubesdescendierontorrentesdelodo.Portodasparteslasaguasabandonaban torrencialmente las tierras dejando a su paso ruinas cubiertas de cieno, y la tierra llena de basuracomounaplayabatidaporlatormentacontodoloqueflotabayloscuerpos muertos de hombres y bestias, sus hijos. Durante das las aguas estuvieron escurrindose delastierrasarrastrandoasupasosuelo,rbolesycasas,yamontonandoenormes terraplenesyexcavandotitnicosbarrancosporloscampos.sosfueronlosdasde tinieblas que siguieron a la estrella y al calor. Durante todos ellos, a lo largo de muchas semanas y meses, continuaron los terremotos. Pero la estrella haba pasado, y los hombres, impulsados por el hambre y recobrando fuerzasmuypocoapoco,pudieronvolverlentamentealasarruinadasciudades,los enterrados graneros y los empapados campos. Los pocos barcos que haban escapado a las tormentas llegaron aturdidos y desmantelados, sondeando con cautela la ruta por las nuevasmarcasybajosdelosotrorafamiliarespuertos.Ycuandolastormentas remitieron,loshombressedieroncuentadequeentodasparteslosdaseranms calurosos que antes y el Sol mayor, y la Luna, encogida a un tercio de su tamao anterior, ahora tardaba ochenta das en pasar de luna nueva a luna nueva. Peroestahistorianodicenadadelanuevafraternidadqueprontosurgientrelos hombres,nidelapreservacindelasleyes,loslibrosylasmquinas,nidelextrao cambio que haban sufrido Islandia y Groenlandia y las costas de la baha de Baffin, de forma que los marineros que iban all pronto las encontraron verdes y grciles y apenas si podan creer lo que vean. Ni tampoco de la migracin de la humanidad ahora que la Tierra era ms calurosa, hacia el norte y hacia el sur, en direccin a los polos. Se ocupa nicamente de la llegada y el paso de la estrella. Losastrnomosmarcianos-pueshayastrnomosenMarte,aunqueseanseresmuy diferentes a los hombres- estuvieron naturalmente muy interesados en estos fenmenos. Por supuesto, los vieron desde su propio punto de vista. Considerando la masa y la temperatura del proyectil que fue lanzado a travs de nuestro sistema solar contra el Sol -escriba uno de ellos- es sorprendente el escaso dao que ha sufridolaTierra,conlaquenoseestrellpormuypoco.Todaslasfamiliares delimitaciones continentales y las masas de los mares continan intactas, y ciertamente la nica diferencia parece consistir en la disminucin de la mancha blanca (que se supona ser agua helada) alrededor de los dos polos. Lo que slo muestra lo pequea que puede parecer la mayor de las catstrofes humanas a una distancia de unos cuantos millones de millas. UNA HISTORIA DE LA EDAD DE PIEDRA I Ugh-lomi y Uya Esta historia pertenece a tiempos ms all de la memoria de los hombres, antes del comienzodelahistoria,aunapocaenlaquesepodacaminarapieenjutodesde Francia-como la llamamos ahora- a Inglaterra, cuando un ancho y lento Tmesis corra entre sus marismas al encuentro de su padre el Rin, fluyendo por una tierra ancha y plana que en estos recientes tiempos nuestros est bajo el agua y a la que conocemos con el nombre de Mar del Norte. En esa edad remota el valle que se extiende a los pies de los Downs no exista y el sur de Surrey era una cadena de montaas cubiertas de abetos en lasladerasmediasycoronadasdenievelamayorpartedelao.Lofundamentalde aquellas cumbres todava existe con los nombres de Leith Hill, Pitch Hill y Hindhead. En lasladerasmsbajasdelacadena,pordebajodeloshierbalesdondepastabanlos caballos, haba bosques de tejos, castaos y olmos, y los matorrales y los lugares oscuros escondan al oso pardo y a la hiena, y los monos grises trepaban por las ramas. Y ms abajoan,entreelbosqueylamarismayelcampoabiertoalolargodelWey,se desarrolldeprincipioafinestepequeodramaquehedecontaros.Sucedihace cincuenta mil aos -cincuenta mil aos si los clculos de los gelogos son correctos. Enaquellostiemposlaprimaveraeratanjovialcomoloesahorayhacahervirla sangre en las venas de igual manera. El cielo vespertino estaba azul con amontonadas nubesblancasdeslizndoseporlyelvientodelsuroestesoplabacomounasuave caricia.Lasrecinllegadasgolondrinasibandeunladoparaotro.Lacuencadelro estaba tachonada de rannculos blancos y los lugares pantanosos salpicados de berros e iluminados de malvavisco all donde los regimientos de juncias bajaban sus espadas, y los hipoptamos,quesediriganhaciaelnorte,brillantesmonstruosnegros,torpemente deportivos,llegabanatravesndolotodoatrancasybarrancasconoscuroregocijoy obsesionados con la idea bien clara de convertir el ro en un barrizal con sus chapoteos. Roarribaybienalavistadeloshipoptamos,algunosanimalillosdecolorpardo chapoteabanenelagua.Nohabamiedo,nirivalidadnienemistadentreellosylos hipoptamos. Cuando las grandes moles llegaban aplastando las caas y rompiendo el espejo del ro en plateadas salpicaduras, estas diminutas criaturas gritaban y gesticulaban de alegra. Era la seal ms segura de la primavera avanzada.-Bol! -gritaban-. Baayah Bol! Eranloshijosdeloshumanos,elhumodecuyocampamentoseelevabadesdeel montculo del recodo del ro, jovenzuelos de mirada salvaje con una maraa de pelo y caraspequeasypcarasdeanchanariz,cubiertas-comoalgunosniosinclusoen nuestros das- con un delicado plumn de pelo. Eran estrechos de espalda y largos de brazos. Y sus orejas no tenan lbulos, sino pequeos extremos puntiagudos, algo que todava perdura en casos raros. Vivaces gitanillos desnudos, activos como monos y muy parlanchines, aunque algo faltos de palabras. Sus mayores estaban ocultos de los retozones hipoptamos por la cima del montculo. El campamento humano era una zona pisoteada entre ramas secas y marrones de helecho real por las que los nuevos brotes del ao se estaban abriendo a la luz y al calor. La hoguera era un montn de carbones ardiendo a fuego lento, de color gris claro y negro, alimentadodevezencuandoporlasancianasconhojassecas.Lamayoradelos hombres estaban dormidos -dorman sentados con la frente sobre las rodillas. Esa maana haban matado una buena presa, suficiente para todos, un ciervo herido por perros de caza, as que no haba habido pelea entre ellos, y algunas de las mujeres todava estaban royendoloshuesosqueyacandesparramados.Otrasestabanhaciendounmontnde hojas y palos para alimentar al Hermano Fuego cuando volviera la oscuridad, de modo que as pudiera crecer alto y fuerte y protegerlos contra las bestias. Dos amontonaban pedernales que traan, una brazada cada vez, desde el recodo del ro donde jugaban los nios. Ninguno de estos salvajes de piel parda estaba vestido, pero algunos llevaban alrededor de las caderas rudos cinturones de piel de vbora o de crujiente cuero sin curtir de los que colgaban pequeas bolsas no fabricadas por ellos, sino arrancadas de las garras de las bestias,yenlasquetrasportabanlosbastospedernalesqueconstituanlasarmase instrumentos fundamentales del hombre. Y una mujer, la compaera de Uya, el Astuto, llevaba un maravilloso collar de fsiles perforados -que otras haban llevado antes que ella.J unto a algunos de los hombres dormidos yacan las grandes astas de alce con los troncos tallados en bordes afilados, y palos largos con las puntas afiladas cortadas a tajo de pedernal. Salvo estas cosas y el ardiente fuego poco ms haba que distinguiera a estos seres humanos de los animales salvajes que habitaban la regin. Pero Uya, el Astuto, no dorma, sino que estaba sentado con un hueso en la mano, muy ocupado en araarlo con un pedernal, algo que no hara ningn animal. Era el hombre ms viejo de la tribu, con frente de escarabajo, prognato, de brazos desgarbados. Tena barba y mejillas peludas y el pecho y los brazos eran negros a causa del tupido vello. Y gracias tanto a su fuerza como a su astucia era el jefe de la tribu y su parte era la mayor y la mejor. Eudena se haba escondido entre los alisos porque tena miedo de Uya. Era todava una nia, de ojos brillantes y una sonrisa que daba gusto ver. l le haba dado un trozo de hgado, una pieza de hombres, y un maravilloso agasajo para una chica, pero cuando la cogi, la otra mujer con el collar la haba mirado, una mirada malvada, y Ugh-lomi haba hecho un ruido con la garganta, por lo que Uya le haba mirado fija y largamente y Ugh-lomi haba bajado el rostro. Luego Uya la haba mirado a ella. Estaba asustada y se haba escapado mientras la comida continuaba y Uya estaba entretenido con la mdula de un hueso. Despus haba andado por all como buscndola. Y ahora estaba agachada entre los alisos, completamente intrigada por lo que Uya pudiera estar haciendo con el pedernal y el hueso. Y a Ugh-lomi no se le vea por ninguna parte. Alpocounaardillallegsaltandoporlosalisosyellayacataninmvilqueel hombrecillo estuvo a seis pies de ella antes de verla. Al hacerlo blandi precipitadamente un tallo y comenz a parlotear y a regaarla. -Qu haces aqu -le pregunt-, alejada de las dems bestias humanas? -Paz -respondi Eudena. Perolnohizomsqueseguirhablando,yentoncesellaempezaromperlas diminutas pias negras para tirrselas. l las esquiv y la desafi, y ella se excit y se levant para lanzar mejor, y entonces vio a Uya bajando por el montculo. ste haba visto el movimiento del plido brazo entre el matorral -tena muy buena vista. Al verlo olvid la ardilla y sali corriendo por los alisos y las caas tan deprisa como pudo. No le importaba adnde iba mientras escapara de Uya. Chapote casi hasta las rodillas a travs de una cinaga y vio delante una ladera de helechos que crecan ms esbeltos y verdes segn suban pasando de la luz a la sombra de los jvenes castaos. Pronto estuvo entre los rboles, pues era muy gil, y corri y corri hasta internarse en la partemsviejadelbosque,dondelosvalleseranmsamplios,ylasenredaderas alrededor de los tallos a los que llegaba la luz eran tan gruesas como rboles jvenes, y las lianas de hiedra gruesas y tensas. All sigui corriendo y dobl la distancia y volvi a doblarla de nuevo, y entonces se tumb al fin entre unos helechos en un claro cerca de unos matorrales, y escuch con el corazn latindole en los odos. Pronto oy pisadas que hacan crujir las hojas secas a lo lejos, desaparecieron y todo volvi a estar en calma salvo por el escndalo de los mosquitos -pues la tarde avanzaba- y elincesantesusurrodelashojas.SeriensilenciodepensarqueelastutoUyala persiguiera. No estaba asustada. Algunas veces, jugando con los otros chicos y chicas, habahuidoalbosqueaunquenuncatanlejoscomoestavez.Eraagradableestar escondida y sola. Estuvo all tumbada mucho tiempo, contenta de la escapada, y despus se incorpor para escuchar. Se trataba de un rpido ruido de patas que se haca ms intenso y se diriga haciaella,yalpocopudoorgruidosychasquidosderamitas.Eraunamanadade cerdossalvajesdelgadosypeludos.Sediolavueltaporqueunjabalesunmal compaero para que le pase a uno demasiado cerca, dado el tajo lateral de sus colmillos, ysemarchtransversalmenteporentrelosrboles.Peroelpateoseacercms,no estaban comiendo a la vez que vagaban, sino que iban deprisa -o no la habran alcanzado-, y se agarr a la rama de un rbol, se balance y escal por el tronco con algo de la agilidad del mono. Cuandomiryaestabanpasandopordebajolashirsutasyafiladasespaldasdelos cerdos. Y ella saba que los gruidos breves y agudos que daban significaban miedo. De qu tenan miedo? Un hombre? Andaban muy apresurados slo por un hombre. Yentonces,tanderepentequelehizoapretarinvoluntariamenteelpuoconque agarraba la rama, una cra de ciervo se arranc y precipit tras los cerdos. Algo ms pas, bajoygris,conuncuerpolargo,peronosupoquera,puesslolovio momentneamente por los intersticios de las hojas recientes, y luego hubo una pausa. Permaneci rgida y expectante, tan rgida como si fuera parte del rbol al que estaba aferrada, mirando hacia abajo. Despus, lejos entre los rboles, claro por un momento, oculto luego, de nuevo visible con helechos hasta la rodilla, desaparecido otra vez, corra un hombre. Supo que era el joven Ugh-lomi por el color rubio de su pelo, y tena algo rojo por la cara. De algn modo la frentica huida y aquella mancha escarlata la hicieron sentirse mal. Y luego, ms cerca, corriendo fatigosamente y jadeando mucho, vena otro hombre. Al principio no poda ver, y despus vio, sesgado pero claro para ella, que se trataba de Uya que corra a grandes zancadas con los ojos fijos. No persegua a Ugh-lomi. Tena la cara plida. Era Uya... aterrado! Pas y todava se le oa muy alto cuando algo ms, algo grande y con piel entrecana balancendose con zancadas rpidas y suaves vino apresuradamente en su persecucin. Eudenasepusosbitamentergida,selecortlarespiracinyseagarr convulsivamente con los ojos sobresaltados. Nohabavistoaquelloantes,nisiquieraloveaconclaridadahora,pero inmediatamente supo que era el Terror del Bosque umbroso. Su nombre era toda una leyenda, los nios se asustaban unos a otros, incluso a s mismos, con el nombre y corran gritando al campamento. Ningn hombre haba matado jams a ninguno de su especie. Hasta el poderoso mamut tema su ira. Era el oso pardo, el seor del mundo tal y como el mundo era entonces. Al tiempo que corra iba dando constantes gruidos quejosos.-Los hombres en mi mismsima guarida! Guerra y sangre. En la mismsima entrada de mi guarida. Hombres, hombres, hombres. Guerra y sangre. Pues l era el seor del bosque y de las cavernas. Muchotiempodespusdequehubierapasado,ella,unamujerdepiedra,segua mirandofijamenteabajoentrelasramas.Todalacapacidaddeaccinlahaba abandonado.Instintivamenteseagarrconmanos,rodillasypies.Pasalgntiempo antes de que pudiera pensar, y entonces slo tuvo una cosa clara en la cabeza: que el Terror estaba entre ella y la tribu -que sera imposible descender. Pronto, cuando el miedo disminuy un poco, escal a una posicin ms cmoda, donde una gran rama se bifurcaba. Los rboles se elevaban a su alrededor de forma que no poda vernadadelHermanoFuego,queesnegroduranteelda.Lospjarosempezarona moverse y los animales que se haban escondido por miedo a sus movimientos salieron sigilosamente... Despus de un tiempo las ramas ms altas llamearon con el toque del crepsculo. Por encima, en lo alto, los grajos, ms prudentes que los hombres, volvan graznando a casa, a sus nidos entre los olmos. Mirando abajo, las cosas se tornaron ms claras y con ms sombras. Eudena pens en volver al campamento, se permiti bajar un trecho y luego el miedo al Terror del Bosque umbroso la domin de nuevo. Mientras dudaba, un conejo dio un lgubre chillido y no se atrevi a descender ms. Lassombrassecongregaronylasprofundidadesdelbosqueempezaronaagitarse. Eudena subi de nuevo rbol arriba para estar ms cerca de la luz. Abajo las sombras salan de sus escondites y se extendan, arriba el azul se haca ms profundo. Se impuso una calma terrible y luego las hojas empezaron a susurrar. Eudena tuvo escalofros y pens en el Hermano Fuego. Las sombras ahora se juntaban en los rboles, se sentaban en las ramas y la observaban. Las ramas y las hojas se tornaron quietas, ominosas formas negras que saltaran sobre ella sisemova.Luegoelbhoblanco,revoloteandosilenciosamente,llegfantasmala travs de las sombras. El mundo se volvi ms y ms oscuro hasta que las hojas y ramas resaltaron negras contra el cielo, y el suelo qued oculto. Permaneci all toda la noche, una vigilia que dur siglos, aguzando el odo para los ruidos que se producan abajo en la oscuridad y manteniendo la inmovilidad, no fuera a ser que alguna bestia sigilosa la descubriera. El hombre en aquellos tiempos no se queda-ba nunca solo en la oscuridad, salvo en ocasiones tan raras como sta. Siglo tras siglo habaaprendidolaleccindesuterror-unaleccinquenosotros,pobreshijossuyos tenemos ahora que desaprender penosamente. Eudena, aunque por la edad una mujer, era en el fondo como una nia pequea. Se mantuvo tan quieta, pobre animalillo, como una liebre antes de que la espanten. Las estrellas salieron y la observaron -su nica pizca de consuelo. En una ms brillante se imagin que haba algo como de Ugh-lomi. Luego se encaprich con que era Ugh-lomi. Y cerca de l, rojo y opaco, estaba Uya, y segn pasaba la noche Ugh-lomi hua de l cielo arriba. Intent divisar al Hermano Fuego que protega al campamento de las bestias, pero no se levea.Ylejosoyalosmamutshaciendosonarsustrompascuandobajabanal abrevadero, y una vez una mole enorme se apresur con pesadas zancadas, haciendo el ruido como de una ternera, pero no pudo ver lo que era. Aunque por la voz pens que era Yaaa, el rinoceronte, que mata con la nariz, va siempre solo y se enfurece sin ningn motivo. Por fin comenzaron a ocultarse las estrellas pequeas y despus las ms grandes. Fue igual que los animales desapareciendo delante del Terror. El Sol, seor del cielo como el oso pardo era el seor del bosque, estaba saliendo. Eudena se pregunt qu sucedera si una estrella se rezagaba. Y luego el cielo se puso plido para la aurora. Cuando lleg la luz del da el miedo a las cosas latentes pas y pudo descender. Estaba rgida, pero no tanto como lo hubiera estado usted, querida seorita -debido a vuestra educacin- y, como no la haban acostumbrado a comer al menos una vez cada tres horas, sinoquealcontrario,amenudohabaayunadodurantetresdas,nosesintiinc-modamente hambrienta. Se desliz rbol abajo con mucha cautela y fue por el bosque sigilosamente, y aunque no salt ni una ardilla ni se arranc ningn ciervo el terror al oso pardo le helaba la mdula. Ahora lo que deseaba era encontrar de nuevo a su gente. Su miedo a Uya, el Astuto, haba sido desplazado por el miedo mayor a la soledad. Pero se haba perdido. El da anterior haba corrido sin fijarse y no poda decir si el campamento estaba en direccin al Sol o dnde. Una y otra vez se detuvo a escuchar y por fin, muy lejos oy un rtmico tintineo. Era tan dbil aun en la quietud matinal que poda asegurar que deba de estar lejos. Pero saba que era el sonido de un hombre afilando un pedernal. Pronto los rboles empezaron a clarear y despus se present un regimiento de ortigas impidiendo el paso. Se volvi por un lado y luego lleg a un rbol cado que conoca, con zumbido de abejas en torno suyo. Y as estuvo pronto a la vista del montculo, muy lejos, y el ro debajo, y los nios y los hipoptamos igual que haban estado el da antes, y la delgada aguja de humo mecindose en la bruma matinal. A lo lejos, junto al ro, estaba el grupo de alisos donde se haba escondido. Y al verlos le volvi el miedo a Uya y se arrastr hasta un matorral de helechos del que sali corriendo un conejo y estuvo un rato tumbada observando el campamento. No se vea a la mayora de los hombres, excepto a Wau, el tallador de pedernales, y eso lahizosentirsemssegura.Sindudaestabanfuera,consiguiendocazaparacomer. Algunas de las mujeres estaban tambin abajo en la corriente, en inclinada concentracin, buscando mejillones, cangrejos, caracoles de agua, y al verlas Eudena sinti hambre. Se levant y atraves corriendo los helechos, decidida a unirse a ellas. Segn marchaba oy una voz entre los helechos que la llamaba suavemente. Se detuvo. Luego, de repente, oy un ruido detrs de ella, y volvindose vio a Ugh-lomi saliendo de los helechos. Tena franjas de sangre marrn y suciedad en la cara, los ojos fieros, y en la mano la piedra blanca de Uya, la piedra blanca del fuego que nadie ms que Uya osaba tocar. De una zancada estaba junto a ella y la agarr por el brazo. Le hizo girar y la empuj delante de l hacia el bosque. -Uya -dijo, y onde los brazos. Ella oy un grito, mir hacia atrs y vio a todas las mujeres de pie y dos que salan vadeando de la corriente. Despus llegaron alaridos ms cercanos, y la vieja con barba que cuidaba del fuego en el montculo mova los brazos, y Wau, el hombre que haba estado tallando el pedernal, se pona en pie. Los nios pequeos tambin se apresuraban y gritaban. -Ven! -dijo Ugh-lomi tirndola del brazo.Ella todava no comprenda. -Uya ha pronunciado la palabra mortal -dijo Ugh-lomi, y ella mir hacia atrs, a la curva de figuras que gritaban, y comprendi.Wau y todas las mujeres y nios venan hacia ellos, un disperso despliegue de figuras pardasconcabezasdesgreadas,gruendo,saltandoygritando.Porelmontculose apresuraban dos jvenes. Abajo por la derecha, entre los helechos, vena un hombre que los diriga saliendo del bosque. Ugh-lomi le solt el brazo y los dos comenzaron a correr el uno junto al otro saltando los helechos y pisando con holgura y precisin. Eudena, conociendolaagilidaddeUgh-lomiylasuyapropia,serienaltodeladesigual persecucin. Era una pareja con piernas extraordinariamente rectas para aquellos tiempos. Pronto recorrieron el campo abierto y se acercaron de nuevo al bosque de castaos -ningunotenaahoramiedoporquenoestabasolo.Disminuyeronelpaso,yano excesivamenterpido.YderepenteEudenagritygirbruscamenteaunlado, apuntandoymirandohaciaarribaentrelostroncosdelosrboles.Ugh-lomiviolas piernasylospiesdehombresquecorranhacial.Eudenayaestabacorriendo transversalmente. Y cuando tambin l se volvi para seguirla, oy la voz de Uya a travs de los rboles que ruga de rabia contra ellos. Entonces el terror invadi sus corazones, no el terror que paraliza, sino el terror que le vuelve a uno silencioso y rpido. Ahora estaban cercados por dos lados. Estaban en una especie de rincn de la persecucin. Por la derecha y cerca de ellos venan los hombres rpidosycorpulentosconelbarbudoUya,astaenmano,capitanendolos,yporla izquierda, dispersos como se esparce el cereal, manchas amarillas entre los helechos y la hierba, corran Wau y las mujeres, y hasta los nios pequeos del vado se haban unido a la cacera. Las dos partidas convergan sobre ellos. Salieron disparados con Eudena a la cabeza. Sabanquenohabrapiedadparaellos.Nohabacaceratanapetitosaparaestos antiguos humanos como la cacera del hombre. Una vez que se haba encendido la fiera pasin de la caza, los dbiles inicios de humanidad se los llevaba el viento. Y Uya por la noche haba marcado a Ugh-lomi con la palabra mortal. Ugh-lomi era la presa del da, el festn destinado. Corranenlnearecta-erasunicaoportunidad-,atravesandocualquierterrenoque encontraban, un campo de ortigas, un claro, una mata de hierba de la que sali gruendo una hiena. Luego, de nuevo, bosques, largas extensiones de umbroso lecho de hojas y musgobajolosverdestroncos.Despus,unaladeraempinada,cubiertaderbolesy grandes vistas de rboles, un espacio abierto, una suculenta zona verde de lodo negro, un amplioespacioabiertodenuevo,acontinuacinunamatadelacerantesespinoscon rastrosdelasbestiasprendidosenella.Detrsdeelloslapersecucinserezagabay dispersaba con Uya siempre a los talones. Eudena mantena el primer lugar corriendo ligera y con respiracin fcil, pues Ugh-lomi llevaba en la mano la Piedra del Fuego. Se not en su paso -no al principio, pero s despus de un rato. Sus pasos tras ella se volvieronderepentemsremotos.Mirandoatrsporencimadelhombrocuando cruzaban otro espacio abierto, Eudena vio que Ugh-lomi estaba a muchas yardas detrs de ella y que Uya se encontraba muy cerca de l con el asta levantada en el aire para derribarlo. Wau y los otros no estaban sino saliendo de las sombras de los bosques. Al ver a Ugh-lomi en peligro, Eudena corri lateralmente mirando hacia atrs, levant los brazos y grit en el momento en que el asta sali volando. Y el joven Ugh-lomi, esperandoesoycomprendiendoelgrito,inclinlacabezadeformaqueelproyectil apenas le golpe ligeramente el cuero cabelludo, hacindole slo una pequea herida y volandosobrel.SevolvideinmediatoconlacuarcitaPiedradelFuegoenambas manosylaarrojderechaalcuerpodeUyacuandostecorradesprevenidoporel lanzamiento. Uya grit, pero no pudo esquivarla. Le alcanz de lleno con todo su peso debajo de las costillas, se tambale y cay sin siquiera un grito. Ugh-lomi recogi el asta -cuya punta estaba manchada con su propia sangre- y vino corriendo de nuevo con un hilillo rojo de sangre brotndole del pelo. Uya dio dos vueltas completas y estuvo un momento tumbado antes de levantarse, pero despusnocorradeprisa.Lehabacambiadoelcolordelacara.Waulealcanzy despus los otros. Tosa y tena una respiracin trabajosa, pero sigui. Porfinlosdosfugitivosganaronlaorilladelrodondelacorrienteeraprofunday estrecha, y todava estaban a cincuenta yardas de Wau, el perseguidor ms adelantado, el hombrequehacalaspiedrasdematar.Llevabaunaencadamano,unospedernales grandes, en forma de ostra y de doble tamao, tallados con un borde afilado como un formn. Bajaron a saltos la inclinada orilla hasta la corriente, corrieron precipitadamente por el agua, cruzaron a nado la parte profunda con dos o tres brazadas y salieron vadeando de nuevo, chorreando pero refrescados, a escalar la orilla opuesta. Estaba socavada y llena de sauces que crecan all muy densos, as que haba que escalarla. Y mientras Eudena estaba todava entre las plateadas ramas y Ugh-lomi an en el agua -pues el asta le haba retrasado-, Wau subi a la orilla opuesta, su figura contra el cielo, y la piedra de matar, lanzadaconhabilidad,alcanzunladodelarodilladeEudena,quellegarriba forcejeando y cay. Oyeron a los perseguidores gritarse unos a otros, y Ugh-lomi, escalando hasta ella y movindose a rfagas para frustrar la puntera de Wau, sinti que la segunda piedra de matar le rozaba la oreja y oy su chapoteo al caer en el agua debajo de l. Entonces fue Ugh-lomi, el mocoso, el que demostr que se haba hecho un hombre de verdad.PuesalcontinuarcorriendonotqueEudenaserezagaba,cojeando,yacto seguidosevolviy,gritandodeformasalvaje,conunacaraterribleacausadela repentina furia y la sangre hirviente, la pas rpidamente corriendo de vuelta a la orilla al tiempo que ondeaba el asta sobre la cabeza. Y Eudena continu corriendo todava con fuerza, aunque tena necesariamente que cojear a cada paso y el dolor era ya agudo. As que Wau, al levantarse sobre el borde agarrando las rectas ramas del sauce vio a Ugh-lomi elevndose sobre l, gigantesco contra el azul, vio balancearse todo su cuerpo, las manos empuando el asta. El borde del asta vena atravesando el aire y no vio ms. El agua bajo las mimbreras hizo un remolino y ondas, y se volvi roja seis pies corriente abajo. Uya, que segua, se detuvo a media corriente con el agua hasta las rodillas y el hombre que estaba nadando se volvi. Los otros hombres que venan detrs en la persecucin -ninguno de ellos muy fuerte, puesUyaeramsastutoquefuerteynotolerabarivalesvigorosos-aflo