Hijos de Alcant, La Leyenda de Sebastien Venom

download Hijos de Alcant, La Leyenda de Sebastien Venom

If you can't read please download the document

description

“Incluso el amor puede convertirse en la puerta hacia el infierno para el hombre” Sinopsis¿Qué ocurriría si dos semidioses se enfrentasen en una terrible guerra que podría cambiar el futuro de la humanidad?Una hermandad oculta dentro de la propia Iglesia Católica, guardianes de un peligroso secreto y seguros de haber encontrado al Diablo en la tierra, pondrán tras este al Templario, el arma ofrecida por el Creador para que les ayude a erradicar el mal que, desde el comienzo de los tiempos, vaga entre nosotros.Hijos De Alcant es la eterna búsqueda del ser humano a través de la soledad de dos seres inmortales. Una historia que navegará entre dos líneas temporales que no darán tregua al lector, con un hilo conductor tan cambiante, que va desde la realidad más perturbadora, hasta fundirse con la fantasía más surrealista.Una parte desconocida del libro del Apocalípsis, que dota a la biblia de una literal crudeza, capaz de cambiar el rumbo de la fe…Una Profecía, escrita con la propia sangre de Cristo, y revelada en un “Rulo Divino”…Un Pergamo lacrado con Siete Sellos, donde cada uno de ellos contiene la ira reprimida del Señor…

Transcript of Hijos de Alcant, La Leyenda de Sebastien Venom

  • Hijos de Alcant *La leyenda de Sebastien VenomTodos los derechos reservados. Sonia Crdoba y Alberto Valverde Editorial Universo Web de los Autor:es www.hijosdealcant.comWeb Editorial: www.editorial-universo.com ISBN: 978-84-941948-9-4Depsito legal: M-5975-2014Diseo de portada: Xavi PastorWeb: Xvdigital.blogspot.comDiseo y maquetacin: Maialen Alonso IMPRESO EN ESPAA UNIN EUROPEA

  • A mis hijos, Jorge y Daniel.Gracias por vuestro entusiasmo y paciencia.Os quiero.

    A mis padres, Conchi y Jess.Por vuestra infinita incondicionalidad.

    Os amo.

    En memoria de Federico Crdoba Ballester yJess Valverde Fernndez

    Tantos recuerdos de ti se me acumulan,

    que no dejan espacio a la tristeza,

    y te vivo intensamente sin tenerte.

    Te haces presente en las pequeas cosas,

    y es en ellas que te pienso y que te evoco.

    No volvers nunca jams,

    pero perduras en las cosas, y en m, de tal manera,

    que me cuesta imaginarte ausente por siempre jams.

    MIQUEL MART POL

    (A Dolores)

  • 9

    I1 De Enero de 1432Alcant

    La memoria del corazn elimina los malos recuerdos y magnifi ca los buenos. Gracias a ese artifi cio, logramos sobrellevar el pasado

    Gabriel Garca Mrquez

    La cada de las ltimas hojas anunciaba la llega-da del invierno y, con l, las primeras lluvias. El viento extraviado dejaba caer las hojas en delicada

    armona, cubriendo el suelo con un manto de color ocre y amari-llo que invitaba a la nostalgia. Esa noche se antojaba plcida, un regalo que otorgaba en muy pocas ocasiones un final de otoo malcriado.

    El cielo que reposaba exhausto tras su ltima batalla, mostra-ba ahora un manto negro salpicado de miles de pequeas estre-llas que trataban de brillar desde la profundidad de su lejana, mostrndose ante la tregua como si estuviesen reclamando su sitio y su propia existencia en el universo.

    La luna se alzaba poderosa y duea de la noche; llena, visible, henchida de luminosidad y de rabia a partes iguales, por haberse sentido humillada por la furia de los Dioses. Oculta a miradas in-discretas por los abrazos oscuros de las nubes, volva a ser el faro

  • Hijos de Alcant

    10

    de la noche; la gua de los viajeros, el enemigo de los incautos, la aliada de los amantes, un testigo silencioso, mudo e inalcan-zable. Esa misma luna, llena de secretos, se mostraba desafiante. Exhibiendo todo su poder, no permita que el manto verde que conformaban las copas de los reyes de la floresta, eclipsara sus horas en la ms lgubre de las penumbras.

    En aquellas tierras arropadas por montaas, frondosos bos-ques vstagos del tiempo crecan imponentes, triunfantes sobre la inmensa naturaleza, cubrindolas por una gran cpula de co-lor verde.

    En uno de aquellos bosques, el ms prximo al pueblo de Al-cant, se hallaba un paraje, uno de esos pequeos parasos terre-nales que brindaba la naturaleza, y que eran casi desconocidos para el hombre.

    Haca poco ms de treinta aos, cuando el siglo XIV se presta-ba a dar paso al inminente siglo XV, anunciando el fin de la Edad Media, dos muchachos de poco ms de diez aos iniciaron la que sera una de sus mejores e inolvidables aventuras de juventud, ofrecidas por aquellos territorios que sus progenitores concep-tuaban de hoscos, zainos y hostiles. Un territorio prohibido para la puericia de dos nios.

    Tras la gran hambruna sufrida entre los aos 1315 y 1317 en el continente, Europa sufri una de sus mayores crisis socio-econ-mica, provocando millones de muertos. Un tiempo inusual, h-medo y fro, tras aos de cosechas exiguas, cultivos podridos y la escasez de alimentos, produjo una hambruna generalizada que pareca no acabarse nunca. Mientras, la criminalidad ascenda y, en el furor de lo religioso, las oraciones parecan no surtir efecto. La creencia en demonios bailaba rondas diablicas.

    Ahora, la delincuencia se haba visto reducida de un modo drstico, siendo el mayor peligro para el hombre la extensa vas-

  • La leyenda de Sebastien Venom

    11

    tedad del bosque, y la facilidad para desorientarse y perderse en l. Aquella mezcolanza entre montaas y el terreno escarpado, que se mezclaba con extensas llanuras de prados verdes abraza-dos por enormes rboles, ayudaba an ms al azoramiento.

    Sus montaas estaban salpicadas de recnditas cuevas, y en-tre sus rboles serpenteaban innumerables riachuelos que, cada cierto recorrido, confluan dando lugar a su muerte en un enor-me ro: El Nerv.

    El ro y el conocimiento de sus races eran las nicas brju-las que permitan desplazarse sin peligro por aquellas tierras si uno quera ahorrarse los incalculables trayectos que ofreca aquel vergel de naturaleza en estado puro, a travs de las le-janas y sinuosas vas de acceso que rodeaban las laderas de las montaas, como si trataran de vestirlas, confundiendo al errante en su curso.

    El difcil acceso, y los imprevisibles encontronazos con los actos delictivos de los jornaleros, moradores en las entraas del bosque, y sabedores de sus lmites y lindes, eran las razones por las que Alcant y sus alrededores se haban convertido en un re-manso de paz.

    A ello tambin ayudaba el ejrcito de soldados que custodia-ban la entrada y salida del bosque.

    Eran tiempos difciles, a los que se les haba unido una epi-demia incontrolable conocida como la Peste Negra: la pandemia ms destructiva de la Edad Media. Todo ello, unido al unsono comps de una devastadora desolacin, convirti aquellas tierras plagadas de demonios por las atrocidades cometidas por el hom-bre en pro de su supervivencia, en un paseo por el inframundo; y, adems, dot al bosque de un aura lgubre que fue creciendo a medida que las historias se fueron convirtiendo en leyendas.

  • Hijos de Alcant

    12

    Aquellos bosques eran conocidos como La Morada del Dia-blo.

    Cientos de personas perecieron en su interior, vctimas entre s ante la imposibilidad de poder abandonar la Morada. Bien por los soldados que la custodiaban impasibles, o bien porque la ma-yora jams supo cmo salir de all.

    Huidos, desconocedores del lugar en el que se adentraban buscando refugio, muchos osados trataron de desafiarla pene-trando en ella.

    Un centenar de historias se le haban achacado al bosque. Du-rante aos, infinidad de relatos haban ido pasando de padres a hijos, como mtodo de persuasin para que los incautos no se adentraran en sus entraas. Creaban instructivas tretas para que los jvenes, vidos de emociones y aventuras, respetasen el bosque; historias con un tinte macabro y escabroso, de cuerpos mutilados por doquier, degollados, empalados, rostros en los que haba quedado reflejado el miedo del ltimo aliento de vida; cadveres que se amontonaban siendo pasto de las ratas. Una imagen dantesca, incluso para los insensibles.

    Pero, de alguna manera, nunca se supo el por qu nadie los vio salir; ni siquiera cuando los soldados, apostados en el lmite del mismo, abandonaron la vigilancia de aquel enorme perme-tro de seguridad que durante aos haban guardado con recelo.

    Con el tiempo, todo esto se olvid y la normalidad volvi a restablecerse. Los robos, asesinatos, desapariciones Todo aquello pas a ser cantares en bocas de trovadores y padres pro-tectores.

    Los nios, con odos atentos, presenciaban atnitos de boca de uno de sus mayores, la historia que este, el ms viejo del lugar, les ofreca. Por derecho haba vivido ms aventuras y tena mu-

  • La leyenda de Sebastien Venom

    13

    cho ms que contar.

    Mientras relataba con exacerbada teatralidad y grandes aspa-vientos, los nios escuchaban con los ojos vidos de brillo, al an-ciano hablar de bestias sedientas de sangre, capaces de destrozar a sus vctimas de un solo zarpazo.

    Describa con todo detalle el dimetro de sus fauces, y el tama-o de sus colmillos afilados. La tensin del momento mantena a los nios en una lucha interna con ellos mismos, debatindose en la constante de or, o no, lo que aquel viejo les relataba.

    Las gentes de Alcant volvan de nuevo a transitar sus bosques con la misma seguridad de antao. Todas esas historias se haban convertido en eso: leyendas que se contaban en el albor de las no-ches de invierno, al rescoldo de una buena hoguera, en el centro de la plaza del pueblo.

    Exceptuando aquellos episodios, Alcant siempre haba sido un remanso de paz. Una fortaleza casi inexpugnable. La distan-cia que haba que recorrer hasta llegar a ella se haca eterna.

    Aunque las batallas se disputaban muy lejos de all, la Guerra de los Cien Aos, que durante aos se sucedieron por el control de aquellos territorios entre ingleses y franceses, salpicaron a Alcant de una forma indirecta, dejando secuela de lo all sucedi-do; no hubo ilacin lgica entre las causas y las consecuencias.

    Como en el resto de Europa, donde acabaron imponindose las monarquas autoritarias, aqu tambin haba aumentado el poder de los reyes de un modo pactista o en equilibrio. Pasaron de depender de la jerarqua de un seor, a tener un rey en el que se concentraba todo el poder poltico. Por supuesto, se trataba del mismo perro, pero con diferente collar. Por alguna extraa ramificacin en su rbol genealgico, result que ahora era rey.

    Alcant pas a ser un reino...

  • Hijos de Alcant

    14

    A los nios no les estaba permitido adentrarse en el bosque. El respeto a sus mayores, y a las historias que contaban, les era ms que suficiente para no entrar en La Morada del Diablo.

    Pero aquellos dos nios no eran como el resto. Tenan la re-belda corriendo por sus venas. Avezados estudiantes, inteligen-tes y con la curiosidad normal de su edad, cualquier historia o enigma era todo un reto para ellos, y una aventura por descubrir. Aquella injerencia innata e inherente a ellos, les haba llevado a severos castigos y azotainas. Pero todo aquello no era suficiente para frenar la curiosidad de sus alocadas cabecitas.

    Aprovecharon una tarde en la que su tutor en la escuela se haba sentido indispuesto, y decidieron investigar un poco en los alrededores del bosque, cerca de la casa de Jop.

    En realidad, la idea fue de Seb.

    Seb era intrpido y decidido, algo impetuoso y muy impul-sivo. Su inteligencia y astucia rozaba la perfeccin. Era diestro con la espada, palos, o cualquier cosa que pudiera blandir y le sirviera para defenderse.

    Jop, ms pausado, cerebral y reflexivo, posea la prudencia que a Seb le faltaba. Tan joven, ya gustaba de madurar bien las ideas y sus repercusiones. Despuntaba como un hbil estratega en una especie de juego de la poca, surgido de la fusin de tres juegos: las fichas de las tablas, el tablero de ajedrez, y los movi-mientos del *alquerque1. Conocido comoFerses, en sus inicios este era el nombre por el que se conoca a la reina en el ajedrez. Este juego requera de analizar y valorar no solo las consecuen-cias que generaba los posibles movimientos propios, sino tam-bin las que ocasionaban los movimientos del contrincante como respuesta. Y esa elaboracin constante de planificar una estrate-gia, dependiendo del grado de informacin que tena Jop desde

    1 Alquerque: Base del juego que hoy se conoce como Damas.

  • La leyenda de Sebastien Venom

    15

    un principio, evidenciaba a los mayores, por su agilidad de res-puesta.

    Jop era un buen discpulo en todo aquello que se propona, pero la espada se le resista. Careca de esa iniciativa espontnea de Seb para meterse en los. Pero era un gran mediador.

    Descendientes de caballeros, su destino era ingresar en las fi-las de la nueva guardia del rey. Aunque en ocasiones como aque-lla, se sentan como uno de ellos, dispuestos a entablar aventuras en pos de la verdad, a resolver entuertos y librar batallas lejos de Alcant, para regresar y contar envueltos en loas sus hazaas. O cmo hicieron justicia enfrentndose a ladrones, delincuentes y gentes de la peor calaa, imponiendo el orden y el respeto haca la ley.

    A esa edad, preponderaban en ellos actitudes claramente des-tacables para ese futuro que se estaban labrando, no sin esfuer-zo. Se conocan hasta el ltimo recoveco de Alcant, se saban de memoria las vidas ajenas de cada uno de los habitantes del lugar. Pero lo que ms deseaban era tener quince aos para poder en-trar en el castillo y terminar su formacin. Era el nico lugar de Alcant que hasta el momento desconocan y su curiosidad les llevaba a desearlo con impaciencia. Solo quedaba un lugar por investigar. El que ms misterios guardaba de todos, y del que solo haban odo hablar en boca de los dems.

    Bajo la promesa de que no se alejaran mucho, dejaron la ex-planada que daba acceso a la casa de Jop en la cima de una pe-quea colina, y se adentraron entre unos matorrales, perdindo-se bajo la espesura de aquellos enormes rboles.

    Jop recordaba que justo al entrar de frente, siguiendo un estre-cho camino que se haba formado de tanto pisotear la hierba, na-ca un pequeo riachuelo donde se formaba una diminuta poza, a la que su padre les sola llevar a baarse y pescar. Justo tras los

  • Hijos de Alcant

    16

    primeros rboles que daban inicio a aquella grandiosa maraa que configuraba el bosque la misma que pona cada color en su sitio y le daba vida a unpaisaje inanimado, y tras dejar la fina hierba verde en todo su esplendor, se adentraron en un te-rritorio formado por multitud de hojas ocres que descansaban en el suelo y crujan ante el paso firme del viajero. Llegaron donde las copas de los rboles se enlazaban en un abrazo interminable, dotando a la tarde de un sutil toque siniestro pero, a su vez, re-lajante claroscuro salpicado de luces y sombras, convirtiendo a aquel bosque encantado en uno ms sombro. A pesar del esfuer-zo por colarse entre los huecos de la inmensa espesura, solo con-siguieron filtrarse unos pequeos rayos de luz que se afanaban por encontrar un resquicio, proyectndose a modo de enormes focos que iluminaban en vertical desde el cielo all donde podan dejarse notar.

    Llegaron al ro, el cual transitaba un par de palmos por debajo del nivel de la hierba, oculta tras la hojarasca. La erosin de al-guna gran riada debi provocar aquel paisaje, y con l, aquellas orillas que en verano les servan de lugar para sus excursiones familiares. Decidieron seguir un poco el curso del riachuelo. No se alejaron de l, aunque debieran abandonar su orilla para sor-tear algn tronco cado, rocas o algn paso obstruido a causa del rebelde crecimiento de la salvaje vegetacin. Quitando algn que otro obstculo que les llev a tener que rodear la orilla, al final les dirigi prcticamente rectos, paralelos entre el ro y los rboles. All donde no encontraron la aventura que sus cabezas y joven-csimos corazones infantiles ansiaban, un descubrimiento apla-cara cualquier indicio de decepcin. Un pequeo mundo hecho a la medida de sus imaginaciones se convertira en el mayor de sus secretos.

    Al poco de su recin iniciada aventura, el ro giraba a la iz-quierda frente a una, en principio, pequea montaa que comen-

  • La leyenda de Sebastien Venom

    17

    zaba a erigirse rida y abrupta frente a ellos desde algn punto del bosque hasta penetrar en el agua. Mientras, los rboles pare-can retorcerse entre sus laderas tratando de rodearla por com-pleto.

    En la otra orilla, la situacin era igual. Puede que la misma montaa abordara el curso del ro, agazapada tras el frondoso bosque, impidiendo que este pudiera seguir por el ancho natu-ral y chocara contra su roca como si encontrara un dique en su camino.

    El ro pareca escapar del bosque, entre dos montaas cuyas faldas simulaban con sus paredes una especie de puerta por la que el agua era obligada a pasar.

    Cambiando el verde paisaje por el rido gris, abandonando la compaa de los rboles por paredes de roca escarpadas que lo observaban amenazante, simulando abalanzarse sobre l de un momento a otro.

    Aunque haba poca profundidad y distancia entre las orillas, ya que no se trataba ms que de uno de los diversos afluentes del Nerv, no pareca buena idea seguir por all. Y mucho menos adentrarse en el bosque tratando de rodear la montaa para lue-go encontrarse de nuevo con l. Ambas opciones suponan pe-netrar en un territorio desconocido para ellos, ya que no saban cundo el ro recuperara el bosque, ni dnde. O si directamente ira a dar al Nerv cientos de metros ms adelante. Tal vez, la roca acabara poco ms all de donde la vista les alcanzaba.

    Con esta tesitura, comprendieron lo pronto que el bosque po-da comenzar a mostrarse hostil y misterioso. Apenas estaban a un kilmetro de la casa de Jop! Rodear la montaa tampoco pa-reca buena idea. No conocan su grosor y, por tanto, cunto les obligara a adentrarse entre los rboles para rodearla, y con ello, alejarse de la orilla que era su camino. Tal vez unos pocos metros,

  • Hijos de Alcant

    18

    pero quin saba si cientos.

    Aquella era la nica zona que, dada su edad, conocan del bosque y ya les estaba pidiendo una decisin: el querer o no con-tinuar con la aventura que no haba hecho ms que empezar, plantendoles un reto.

    Aquello no era como curiosear las estrechas y oscuras calles de Alcant, ni los alrededores del castillo. Aquello era muy dis-tinto. Era excitante, peligroso, desconocido y, sobre todo, estaba prohibido. Todo un cctel tentador para sucumbir en la tentacin de unos espritus libres y curiosos como los de Seb y Jop.

    Ambos comprendieron que su pequea travesura de investi-gacin, y pequeo paso a la gloria cuando contaran su incursin en aquel temido lugar, haba dado a su fin.

    Se encontraban contemplando cmo el agua golpeaba contra las paredes de roca, hasta enfilar su camino a travs del embudo que formaban las montaas, cuando Jop cerr un poco los ojos y frunci el ceo, mientras observaba con extraeza el agua que golpeaba en la montaa que emerga justo frente a ellos.

    Seb conoca esa mirada. Su amigo haba visto algo que le lla-maba la atencin. Y Jop no era de los que se alertaba ante cual-quier ligereza. Al contrario, lo sutil era asimilado por l con na-turalidad.

    Cuando Jop analizaba algo podas estar seguro de que era algo en lo que nadie ms haba reparado todava. Tuviera la edad que tuviera.

    En las enseanzas primarias que reciban de estrategia, Jop se aburra. Se trataba de juegos mediante los cuales los chavales entrenaban su sentido de la memoria y acentuaban su capacidad de razonamiento. Localizacin y posicionamiento. Visualizacin y recuerdo.

  • La leyenda de Sebastien Venom

    19

    Pequeos juegos de los errores en los que Jop competa por escolar obligacin. Cuando los dems nios an no haban ini-ciado su bsqueda, l ya saba qu errores haba, qu faltaba o qu sobraba. Sin ms. Antes de que empezara el juego, cuando el tutor lo estaba planteando, ya haba asimilado de qu se trataba y lo haba resuelto. Sin instrucciones. Era una obviedad a sus ojos. Lleg un momento en el que el tutor explicaba el juego a los dems, mientras Jop tena los ojos vendados, llevaba puesto en la cabeza el casco de Willy, la armadura de combate que tenan expuesta en el colegio, y los odos taponados. Toda aquella para-fernalia se le quitaba cuando los dems iniciaban el juego.

    Cuando el aburrimiento los apresaba, se iban a la plaza del pueblo e iniciaban un reto. A pesar de sus cortas edades sentan el acicate de retar y ser retados. Incluso en alguna que otra oca-sin bajaban del castillo para retar al nio invencible, como se le conoca all. El Ferses, un juego complicado para su edad, le haba dado gran reconocimiento en diversos crculos. Su estra-tegia y dominio en este juego de mesa no pasaba desapercibido para nadie, ni siquiera para su padre. Dada la situacin de Ed-ward Greenval II, como caballero real de Alcant, no le haca de-masiada gracia que su hijo anduviese siendo causa de apuestas entre el resto de la poblacin.

    La verdad es que Jop y Seb haban sido agasajados y recom-pensados en ms de una ocasin con abundantes meriendas, adems de algn que otro regalo por dejarse retar a peticin de los presentes. Las habilidades de Jop haban ido y venido de boca en boca, y muchos mercaderes llegaban hasta Alcant para dar fe de lo que se contaba, o llenos de un ego imposible de saciar y de reponerse cuando eran vencidos por un nio de apenas diez aos. Eso s que dola

    Aunque a su padre no le gustaba y alguna azotaina se haba

  • Hijos de Alcant

    20

    llevado a consecuencia de ello, Jop pensaba que no estaba mal que algunas de las pobres gentes del pueblo sacaran algn di-nero, viandas o material a aquellas gentes que no eran del lugar. Era una forma de hacer el bien y servir a Alcant. Jop era as. Ha-ca tiempo que dej de jugar cuando el rival era del pueblo o las apuestas eran entre sus gentes.

    A Seb, desde temprana edad tambin le gustaban las damas, algo en lo que despus lleg a convertirse en un autntico estra-tega. Pero eran otro tipo de damas Tan canijo y estirado como hbil, as como rpido con su pequea espada de madera, muy pronto le empezaban a llamar la atencin las mujeres. Tonteaba y arrancaba besitos en la boca a todas las nias atractivas del pueblo, espiaba a las sirvientas y observaba a las mozas cuando se baaban en los barracones aledaos del castillo. Observaba a las parejas cuando se besaban y despedan en la penumbra de las calles Coqueteaba y tonteaba con mujeres, de las cuales, la ms joven podra ser su madre.

    Alenda, su madre, le deca que era muy nio para esas cosas. Mientras, a su padre, Thio Venom, se le hencha el orgullo macho del varn que haba engendrado, rindole el gracejo y ocurren-cias que a su corta edad ya mostraba. Le alentaba aun en tierna edad, y delante de sus amigos, a que disfrutara cuando creciera de las mujeres, y que ni tratara de comprenderlas ni hiciera caso de sus argucias, porque podra acabar como l. Todo un capitn de la guardia que no era ms que un soldado raso en su casa. Cuando deca esto, miraba con una sonrisa de complicidad a su mujer, y ella le corresponda con otra an mayor.

    Seb saba que su padre adoraba a su madre. La idolatraba. Que la amaba desde la primera vez que la vio. Sola comentr-selo alguna que otra noche, a solas, al acostarse, cuando Seb le preguntaba espoleado por esa prematura curiosidad, por cmo

  • La leyenda de Sebastien Venom

    21

    la conoci. Saba que su padre dejaba cualquier cosa para poder regresar a casa con ella. Con ellos.

    Pero, ante todo, era un capitn de la guardia del rey Sobre todo ante sus amigos. Su madre le deca que algn da conocera a alguien y, entonces, ya no habra en su corazn ni en su mirada ms mujeres en el mundo. Que solo tendra ojos para ella.

    Mientras hizo caso del consejo de su padre, su vida fue ple-na. Se divirti. Se divirti y disfrut. Mucho. Exceptuando algn que otro escarceo con presencia del marido incorporada y que, en consecuencia, supuso algn que otro problemilla. Cuando se complicaba demasiado, all estaba Jop para solucionarlo.

    Jop poda ser tanto el mejor mediador posible, como el mejor compaero de armas que pudiera desear tener siempre a su lado.

    El da que ocurri lo que predijo su madre, el da que Seb co-noci el amor en estado puro, ese da acab todo. O peor an All donde la luz guiaba cada uno de sus pasos, se torn todo en oscuridad.

    Incluso el amor puede convertirse en la puerta haca el infier-no para el hombre.

    Qu miras, Jop?

    Viendo que segua en igual actitud, Seb se haba dejado llevar por la impaciencia y no esper a que su amigo acabara uno de sus eternos anlisis.

    Jop era de esos que gustaba de explicar la solucin, o de de-ciresto o aquello, el por qu le pareca demasiado obvio. Pero cuando pensaba tanto, le gustaba explayarse para regocijar-se de su habilidad. Era el nico momento de vanidad que se per-mita en su vida. Pero nunca de forma arrogante. Quera que los dems aprendiesen. Tena la necesidad de mostrar todo aquello que le resultaba interesante, instructivo, revelador y todo un reto

  • Hijos de Alcant

    22

    al profano. De una forma distendida, amena y magistral, nece-sitaba el acicate de la discusin para dar un aire de dramatismo a toda la perorata interminable y cansina para los odos menos atentos, y poder captar la atencin de los que oan sin escuchar.

    Aos despus, aplacara esta vanidad enseando estrategia al ejrcito del rey, e incluso en batallas que les mezclaron con ejr-citos de pueblos hermanos entre gentes desconocidas. Si lucha-bas al lado de Jop sabas que el derramamiento de sangre sera menor y la batalla ms cmoda, aumentando lasposibilidades de victoria.

    Pero s, le gustaba compartir. En Jop la vanidad y la ostenta-cin no suponan ningn defecto. Simplemente no las tena.

    Seb, aunque de buen corazn como l, sera siempre bastante ms fanfarrn en todo.

    Eh! Qu miras!? volvi a preguntar ms impaciente.

    Has visto ah, donde el agua golpea con la roca y se levanta un poco para caer hacia la izquierda y coger de nuevo e l cauce a travs de las rocas?

    S, el agua golpea contra la roca se levanta se cae y sigue. Vaya cosa! contest Seb sonriendo y alzando los hom-bros un poco.

    Para lo crecido que baja el ro debera ser ms agua la que se levantase.

    No es que estuviese muy crecido, porque apenas les llegaba el agua por las rodillas, pero si es cierto que, en comparacin a otras veces, s estaba alto. Por lo general, el agua les cubra por encima de los tobillos. Un poco ms en la poza que se formaba justo frente a la casa de Jop. Y, adems, sola fluir plcida al paso por all. Claro que acostumbraban a ir en las pocas bue-nas de primavera y verano. Y despus, como mnimo, un par

  • La leyenda de Sebastien Venom

    23

    de das de buen tiempo.

    Y? pregunt Seb con cara de incredulidad y previendo que llegaba la pertinente explicacin. Ciencias ahora no, por favor! Permteme seguir agradeciendo en mi alma a quien haya servido esa sopa asesina que tiene a nuestro tutor postrado en los retretes No empieces t ahora!

    Sus miradas se cruzaron con gran complicidad y, al unsono, una estruendosa carcajada retumb en el bosque. Estaba claro que aquella excursin no haba sido del todo espontnea.

    Has sido t! asever divertido Jop. Pero, cmo?

    Despus de las clases de la maana, al ser el ltimo en salir, porque el seor Mills me estaba reprendiendo, he visto al pasar a la seora Mills en la cocina preparando el almuerzo. Entonces re-cord que el seor Mills el otro da cogi una botellita de laxante de un estante que hay en el pasillo, junto a la entrada de la coci-na. Lo s porque son iguales que las que le receta el boticario a mi madre para el estreimiento ambos sonrieron, y se ech un par de gotas en el t mientras estbamos en la hora de estudio. Bueno, mientras yo trataba de echar una cabezada Y, al poco tiempo, sali disparado al retrete!

    S, me acuerdo de aquello Entonces?

    Regres sobre mis pasos, observ que el seor Mills se en-contraba recogiendo y ordenando los pupitres, cog el frasco, en-tr en la cocina y le ped con educacin a la seora Mills que me diera un poco de agua y cuando esta se gir y sali al patio a llenarme un vaso en la bomba...

    Cunto echaste?

    Digamos que el seor Mills me pidi que reflexionara sobre mi actitud y yo le estoy ofreciendo ahora a l la posibilidad de reflexionar sobre la suya, sentadito tranquilamente en la letrina.

  • Hijos de Alcant

    24

    Solo espero que la buena de la seora Mills haya comido otra cosa, porque si no la situacin puede resultar bastante embara-zosa!

    Los dos rieron imaginando al delgaducho seor Mills y a su oronda seora disputndose un puesto en la letrina.

    Jop recuper la seriedad y volvi a mirar el agua rebotando sobre la roca. Seb comprendi que la clase no haba finalizado.

    A ver qu pasa? pregunt fingiendo que imploraba una explicacin mientras alzaba los brazos y la mirada al cielo.

    Nada, solo que debido a las lluvias de los ltimos das el ro baja con ms fuerza de lo normal y, sin embargo, cuando golpea la roca, el impacto no hace que se eleve en la proporcin que al parecer le corresponde.

    Y eso qu son ahora? Matemticas? Seb se haba perdi-do. De la ltima parte de la frase no saba muy bien lo que Jop haba querido decir. De verdad que no te ests tomando el jarabe de la tos de tu madre?

    Es simple, observa el otro lado.

    Algo tan obvio que a Seb no se le haba ocurrido. Observ la otra orilla. El agua golpeaba contra la roca, pero se alzaba ms sobre su nivel que en el lado en que ellos se encontraban.

    Y qu ocurre? Seb segua sin entender la curiosidad de Jop sobre ese suceso. Para l ni siquiera se podra decir que era un dato curioso.Cosas de Jop!, pens.

    Que parte del agua se est metiendo por debajo de la mon-taa. La parte que choca es la parte superior, el resto pasa por debajo.

    Seb, al que cualquier mnima e incluso inexistente invitacin le pareca suficiente disculpa para iniciar trabajo de campo y pa-

  • La leyenda de Sebastien Venom

    25

    sar de la observacin a la accin, se meti en el agua sin dema-siado cuidado, salpicando levemente a Jop al hundir sus botas y sus pantalones de tela hasta casi la rodilla.

    No calcul bien la fuerza que traa el agua y esta le bambole casi hacindole caer, pero un pequeo impulso, ayudado por la corriente, le empuj contra la pared quedando de pie contra ella, con las piernas abiertas y sus manos extendidas y apoyadas so-bre la misma. Como esculpido en ella, pegado a la fra y hmeda roca.

    Ja, ja, qu cmico! Jop rio. Debe de estar helada!

    No mucho.

    El orgullo ante todo. El agua estaba congelada, sobre todo en aquella primera y brusca toma de contacto, pero esas eran el tipo de cosas que Seb ni admita ni admitira jams, y con las que lue-go fanfarroneaba comparndose con los otros chicos.

    Y si para demostrarlo deba baarse desnudo all mismo, lo hara sin dudarlo. Aunque luego estuviera dos semanas en cama, perdido entre mantas y con la cataplasma del boticario aplas-tndole la cara con aquel asqueroso y fuerte sabor de eucaliptus mezclado con sabe Dios qu.

    Seb recobr el equilibrio afianzando sus pies para frenar la fuerza de la corriente. Con su mano derecha segua estabilizn-dose sobre la pared, mientras se encorvaba tratando de agachar-se. Haciendo un esfuerzo introdujo su brazo izquierdo en el agua, tanteando y siguiendo la superficie.

    Aqu abajo hay un hueco, no muy alto pero s bastante alar-gado, como si la roca se elevara unos cuantos centmetros for-mando una especie de puente sobre el agua.

    Se agach ms y estir el brazo hacia dentro. S, pasa por debajo certific. Aqu!

  • Hijos de Alcant

    26

    Dnde ir el agua? La curiosidad de Jop ante los fen-menos naturales era temida por todos sus compaeros en la clase de Ciencias. Incluso desesperaban al bueno del seor Mills. Debe haber una especie de afluente subterrneo, porque el agua no parece rebotar en ninguna pared interior, ya que se llenara y volvera a tratar de salir. Incluso salpicara ms, porque se colap-sara la entrada al colisionar el agua que quiere entrar, con la que quiere salir y la que chocara contra la roca.

    S, claro, se colastara dijo Seb asintiendo seriamente asomando unos leves morritos. Jop, como otras tantas veces, dej sus ojos en blanco y, suspirando por no tener remedio su querido Seb, no le dio mayor importancia.

    Igual vuelve a salir ms adelante y se reincorpora a travs de otro agujero parecido.

    Seb, con cuidado, trat de pasar al otro lado del ro. Mientras se deslizaba casi pegado a la pared no tuvo menor problema, pero cuando abandon esta, para atravesar los casi cinco metros que le separaban de la otra, qued expuesto contra la corriente, acrecentada por la sbita reaparicin de la que golpeaba contra la roca, dejandole mojado.

    Jop saba que no haba demasiado peligro de que se lo llevara la corriente. Ms all de un chapuzn, haba demasiadas rocas salientes sobre las que apoyarse y a las que aferrarse. Adems, la corriente no era ni mucho menos tan poderosa. Aunque siem-pre quedaba el riesgo de una mala y trgica cada. Ese factor de riesgo en el que nunca piensan los cros cuando hacen sus trave-suras.

    Ni siquiera Jop.

    Empapado, y disimulando la tiritona que por momentos se apoderaba de su cuerpo, lleg a la otra parte de la orilla. Apoy

  • La leyenda de Sebastien Venom

    27

    su espalda, las palmas de sus manos y su trasero contra la pared interna, por donde entraba el agua en aquel nuevo pasillo de pie-dra y roca.

    Se puede saber qu haces? A Jop aquellos arranques sal-vajes y repentinos de explorador le inquietaban un poco. Y ms en el intrpido Seb. Jop nunca haca nada que no hubiera sido an-tes premeditado y valorado. Y, por supuesto, cuando se trabajaba en equipo, consensuado.

    Ya que estamos, y estoy calado hasta los huesos, quera ver si sale por aqu cerca.

    Ests loco? No sabemos cmo es esta montaa de gran-de. Podra salir muy lejos de aqu, o no salir hasta el mismsimo Nerv. Podran ser aguas subterrneas o qu se yo. No pienso ni meterme en el agua, ni seguirte un paso ms all de donde nos encontramos en este preciso instante.

    Jop conoca el autntico propsito de Seb. La frustracin que senta debido a tener que ver finalizada su aventura en aquel lu-gar, casi al momento de comenzarla. No haban explorado nada! Se haban limitado a llegar unos metros ms all de los lmites de lo que ya conocan.

    Lo que quieres es seguir continuo Jop. No podemos avanzar ms. Ni siquiera conocemos ms all de la punta de nuestra nariz, como para meternos en el ro! Mi padre me mata si se entera! Tu padre te mata si se entera! Sal de ah y vayamos al sol para que te seques. Ya le preguntaremos a mi padre si co-noce dnde va el agua que aqu se filtra.

    Vengaaaa! Seb imploraba de forma cmica, imitando a un nio ms pequeo. Solo un poco ms! Por favor! El agua no est tan fra.Jop entenda aquella situacin de un modo su-rrealista, ah estaba Seb con sus labios de un tono lila y casi sin

  • Hijos de Alcant

    28

    poder controlar el balbuceo que le provocaba la tiritona, y aun as le deca que el agua no estaba fra.Y an tenemos toda la tarde ante nosotros. Queda sol de sobra para secar nuestras ro-pas. Nadie lo sabr. Hagmoslo por el pobre y, a estas alturas, seguramente, exhausto seor Mills! Que su descomposicin no haya sido en vano!

    Jop sonri. Su amigo nunca dejaba de arrancarle una carcaja-da con sus ocurrencias. Seb saba que la nica manera de arras-trarlo era esa, tratando de provocar el instinto aventurero que saba que tena. Lo haba demostrado ya otras veces, el hacer que este estuviera distendido y se dejara llevar. Porque si de lo que se trataba era de razonar, estaba claro que para Seb era una batalla perdida.

    Era consciente de que el hecho de estar ahora mismo all, em-papado y recostado de espaldas contra la falda de una montaa que, a su vez, haca de cauce de un ro como si se encontrara en un tnel abnegado de agua... Pues no, no era muy buena idea. Y a l su padre le mataba seguro si se enteraba.

    Pero ya estaba en el agua. Ya lo haba hecho. Igual que lo del seor Mills. Acto que en parte tambin jugaba a su favor, porque Jop siempre respetaba y respaldaba la iniciativa propia, siem-pre que esta tuviera un resultado ptimo. Y esta lo haba tenido. Vaya si lo haba tenido!

    Saba que le costara pasar por alto este detalle. El que se la hubiera jugado para poder disfrutar de la tarde libre y adentrar-se solos por primera vez en el bosque. Eran un equipo y valorara mucho haberle dejado correr ese riesgo para nada.

    Ya estaban en el bosque. Qu ms daba unos metros ms all o si estaban calados hasta los huesos. El mal ya estaba hecho. No habra nada ni nadie que pudiera salvarlos del castigo por mu-cha redencin y buenos propsitos futuros si los padres de algu-

  • La leyenda de Sebastien Venom

    29

    no de ellos se enteraban. Esa era una de las cosas que explicaban a la perfeccin el carcter de Seb. Pensaba las cosas, s Solo que despus de haberlas hecho.

    El riesgo ya haba sido asumido desde el principio. Desde que decidieron irse de excursin al bosque.

    Venga va! suplic Seb Cuando el cuerpo se acostum-bra no se est tan mal en el agua. Adems, t mismo dices que tu madre te obliga a baarte a menudo.Seb odiaba desde nio el momento del bao; el que le restregasen todo el cuerpo con aquel tosco cepillo de cerdas, para eliminar toda la mugre que traa cada noche al regresar de sus juegos. Pero aquello no era lo peor, sino el empeo que su madre pona en que no solo quedase limpio, sino que oliese bien. No soportaba el olor a flores que le quedaba despus de ser restregado con aquel jabn aromtico.

    Era humillante.

    Hemos eliminado al seor Mills y hemos permitido que todos nuestros compaeros disfruten de una maravillosa tarde. Hemos entrado en el bosque, has descubierto una cosa curiosa que te ha llamado la atencin... Tenemos la oportunidad de fis-gonear un poco! La corriente no es tan fuerte, si no me lleva a m, a ti ni te mover!

    Jop era un chico grueso, sin llegar a la exageracin; pero Seb era muy delgado, y fibroso.

    Jop rio.

    Vamos! No es peligroso, no cubre demasiado y hay un mon-tn de rocas para agarrarse si vamos con tiento Adems, ah dentro las veo an ms grandes! Venga Jop, tenemos toda la tar-de por delante! Una tarde preciosa e inesperada! Hemos hecho algo inesperado! Y hemos encontrado un misterio! A dnde ir el agua? No es peligroso. Adems es imposible perderse. Esto es

  • Hijos de Alcant

    30

    como una calle llena de agua. Lo que se ve desde aqu transcurre entre las dos montaas. Solo tendramos que girar sobre nosotros mismos al cabo de un poco si vemos cualquier riesgo. Solo un poco, salimos y nos secamos. Nadie lo sabr.

    A Jop segua sin parecerle buena idea meterse en el ro. Eso no era lo planeado. De hecho, nisiquiera lo haban llegado a imagi-nar. Y seguro que estaba helada! Saba que ya haba hecho una mala accin adentrndose hasta aquel lugar y que, dijese lo que dijese el alocado de su amigo, seguir adelante un trecho a travs del agua s que empeorara las cosas.

    Por el momento, siempre podran decir que solo haban lle-gado hasta el lugar donde se encontraba la poza. Lo conocido. A partir de ese lugar, dijera lo que dijera Seb, no saban lo que se iban a encontrar. Su idea era curiosear y explorar un poco por un paisaje similar al que hasta ahora conocan. Su prolongacin, de hecho. Ms bien tratando de encontrar la recompensa personal que otorga el triunfo de la rebelda frente a lo prohibido.

    No pienso meterme en el agua. Dejmoslo, tal vez otro da podamos encontrar otro acceso. Sam me dijo hace tiempo en la escuela que su padre les suele llevar a l y a su hermana al bosque de su casa, al norte de la ciudad, hasta un claro donde acostum-bran a almorzar los domingos que el tiempo lo permite. Podra-mos convencerle para que un da nos acerque y nos lo muestre, y jugar por all. Sera un lugar desconocido para nosotros.

    Seb mir al agua y, pensativo, alz la mirada para preguntar con gesto de incredulidad a Jop:

    Quin es Sam?

    Por Dios Seb!, el pelirrojo de nuestra clase. Sam Plazcan, el hermano de Teodora Teodora Plazcan! grit Jop reiterando el nombre de ella.

  • La leyenda de Sebastien Venom

    31

    Ahhhhh! exclam con sonrisa socarrona Seb. Ese Sam!

    Teodora Plazcan tena diecisiete aos. Para Jop y Seb era toda una mujer, y su apariencia fsica no pasaba desapercibida para nadie, as como su forma de vestir, moverse o comportarse con el gnero opuesto. Nada que ver con su hermano Sam, el pobre era la anttesis de Teodora.

    No sera lo mismo!replic Seb con aire de fastidio. No sera un descubrimiento, sino ms bien una visita guiada por ese engredo pelirrojo. No sera una aventura, nuestra aventura. No seramos aventureros ni exploradores. La nica forma de ir con ese, sera si su hermana Teodora nos acompaase Una mira-da llena de picarda se cruz entre ambos, y una pequea sonrisa nerviosa les hizo por un instante perder el norte. Vivmoslo! grit Seb, devolvindoles al dilogo de su pequea discusin por seguir o no con la aventura. Una controversia que los llevaba a cada uno de ellos por un camino distinto.

    No pienso entrar en el agua y seguirte dentro de esa especie de tnel.

    Vale. Hagamos una cosa. Qudate aqu y vigila que no ven-ga nadie. Yo avanzar solo un poco ms. Hasta girar esa esquina.

    A pocos metros, la pared del lado de Jop sobresala como una panza que se abalanzaba haca el lado contrario. Y en la posicin donde se encontraba Seb, la montaa pareca retraerse, sin que estas llegaran a tocarse.

    Haca de esta forma que el cauce por el que transcurra el agua se abriera bastante hacia la izquierda, para luego seguir hacia la derecha dibujando una especie de ese entre las dos montaas.

    Para qu...?

    para echar un vistazo, por ver cmo sigue continu Seb.

  • Hijos de Alcant

    32

    Vigilar qu?

    Vigilar que no pase nadie.

    Y qu arreglamos con eso? Con que a cualquier persona se le ocurra pasar por aqu y nos vea, se enterarn nuestros padres. Y no pretenders que me oculte dentro del bosque y te deje me-tido ah si oigo o veo venir a alguien. Y cmo te aviso? Grito? Hasta este punto podemos dar una explicacin ms o menos l-gica, pero, cmo explicamos que ests metido en el agua vesti-do? No es buena idea!

    La gente ahora est en los campos o en el mercado y las mujeres en sus casas! Es martes, mucha casualidad sera! Qu probabilidades hay?

    S, tanta casualidad y tantas probabilidades como que un martes en estos momentos estemos t y yo aqu!

    Vaaaaaaaa, solo un poco. Est todo controlado

    Seb saba que ese tipo de discusiones con Jop podan ser eter-nas y no le llevaran a ninguna parte. Jams le vio desdecirse de una decisin ya tomada. Cuando hablaba ya haba valorado cualquier opcin y sus palabras eran ya la mejor de las posibles elecciones. Pero tambin saba que no se lo impedira. As que, casi sin acabar la frase, comenz a avanzar apoyado en la pared y sorteando las piedras que por el camino iba encontrando. Al poco tiempo ya comenz a girar hacia la izquierda bordeando la panza de la pared contraria, hasta perderse de la vista de Jop tras la misma.

    A Jop, sin embargo, le inquietaban las situaciones controla-das segn Seb. No le gustaba la idea de no poder ver a su ami-go, pero saba que este era demasiado cabezota como para no avanzar unos metros ms, ya que estaba en aquel sitio y l, con su comentario sobre el agua, haba despertado aquel pequeo

  • La leyenda de Sebastien Venom

    33

    misterio en su cabeza. Pero tambin era consciente de que no ira muy lejos solo. As que se dispuso a observar la panza de la mon-taa a la espera de que su amigo saciara vagamente su espritu aventurero y volviera a aparecer por all.

    Pasados cerca de tres minutos, comenz a impacientarse y a gritar el nombre de su amigo, pidiendo primero, e implorando despus, que regresara.

    No hubo respuesta. El silencio que se respiraba, solo roto por el fluir del agua y ese golpeo constante contra la roca, haca que se inquietara a la espera de volver a ver a Seb de un momento a otro.

    A los diez minutos, le pareci escuchar piedras golpear contra el agua. Por el ruido deban de ser bastante grandes, como si se desprendieran de la montaa.

    Ahora s que estaba asustado y volvi a gritar el nombre de su amigo, pero en vez de un grito desgarrador, surgi de su gargan-ta un sonido gutural.

    Empez a sentirse an ms nervioso, haban pasado veinte minutos y se debata en la constante de salir corriendo a buscar ayuda, destapando de esa forma su pequea incursin en los l-mites de su imprudencia, y dirigirse directamente al paredn del castigo que les esperaba. Si es que Seb sala de esta. No dejaba de mortificarse, de preguntarse una y otra vez cmo le haba dejado ir solo.

    Y si le haba pasado algo?

    Temeroso y nervioso en sus disertaciones, de repente fue l quien escuch la voz de su amigo llamndole.

    Jop...Jop...tienes que ver esto! Es increble!

    Seb volva a aparecer detrs de la panza de la montaa que

  • Hijos de Alcant

    34

    le impeda ver el trayecto del ro, de nuevo pegado a la pared contraria. Volva sonriente como era de prever. Mojado, exhausto pero radiante, tratando de llamar la atencin de Jop.

    Este dudaba en aquel momento si deba participar de la felici-dad de su amigo o, simplemente, matarlo con sus propias manos por el mal rato que le haba hecho pasar. Tard unos segundos en reaccionar, esperando que el alma que haba permanecido en vilo durante la espera volviera a su cuerpo. Pero, despus de todo, Seb estaba bien. Jams se le ocurrira hacer algo as.

    Ests loco? Dnde demonios has ido? He estado a punto de recibirte con nuestros padres al lado. Me ha faltado esto para ir buscarlos Jop mostraba los dedos pulgar e ndice de su mano derecha a punto de tocarse.

    Bah!, saba que no lo haras. T nunca me haras eso! Antes hubieras entrado t mismo a buscarme.

    S, bueno, esa era la otra opcin dijo con tono de hasto.

    No hay tiempo para reprimendas ni explicaciones. Esto tie-nes que verlo con tus propios ojos. Ven, sgueme. Tienes que ver esto repiti Seb mientras sus ojos dejaban percibir la emocin que le embargaba en ese momento. Brillaban y se abran hasta casi salrsele de las rbitas.

    Ver el qu? Dnde has estado? No pienso meterme en el agua si no me das ms explicaciones.

    Confa en m.

    Esa era buena. Pero no haba cuestin, porque la nica res-puesta era que s confiaba en aquel imprudente. Incluso cuando se metan en algn lo y su madre Iduna le preguntaba cmo siendo tan listo haca caso a Seb. Su respuesta siempre fue no lo s. Lo llamaba: lo irracional que da sentido a lo racional. La excepcin que confirma toda regla. Adems, la verdad es que

  • La leyenda de Sebastien Venom

    35

    al final, por unas cosas u otras, no solan salir demasiado mal parados. Sobre todo teniendo en cuenta la proporcin de trave-suras que desde los cinco aos hacan juntos, frente al nmero de castigos que haban sufrido. Es decir, de las que sus padres se haban enterado.

    Seb haca indicaciones con su mano para que su amigo fuera hacia l.

    Que confe? Siempre era bueno insistir y tratar de hacer recapacitar a Seb. Qu has visto?

    Est justo aqu al lado. Vamos.

    Pues has tardado un buen rato

    Es que no he podido resistirme a curiosear un poco.

    Curiosear qu? Dnde?

    Hazme caso. No te vas a arrepentir Seb cambi la ento-nacin a una ms dbil y misteriosa. He descubierto nuestra nueva guarida secreta. Ven, no estaremos mucho tiempo. Te pro-meto que hoy solo la veremos. Ya tendremos tiempo de regresar y disfrutarlo.

    El misterio pudo con l. Saba que Seb no soltara ni prenda si no era l mismo quien iba a ver lo que fuera que hubiese des-cubierto.

    Con cuidado, entr en el agua y, para buscar apoyo, se adhiri a la emergente montaa e imit a Seb en la forma de desplazarse. El agua estaba fra, pero se poda aguantar. No recordaba haber visto brillar nunca los ojos de su amigo de esa forma. Deba ser un gran descubrimiento.

    Y la verdad es que poda ser l quien controlara a la corriente y no a la inversa. No tena tanta fuerza. Seb era ligero como una pluma, pens.

  • Hijos de Alcant

    36

    Esta confianza le provoc una mala pasada cuando se acab la pared y lleg el momento de atravesar el ro para llegar a la contraria. Pos de manera muy ligera el pie de apoyo al ir a dar un paso, y el agua le bambole lo suficiente como para tener que apoyarse con una mano en una roca que emerga del agua, salpi-cndole todo el rostro al hacerlo.

    A que no est tan fra? rio Seb.

    Jop lleg junto a su amigo que, estirando la mano, se la al-canz para ayudarlo a llegar hasta l. Aun sin dejarle acabar de afianzarse, le indic, ladeando su cabeza hacia la izquierda.

    Vamos!

    Sigui a Seb tratando de apoyarse lo ms posible en la roca y mantenindose lo ms alejado que poda de la parte central, don-de la corriente pareca ser ms fuerte, sobre todo una vez que el agua entraba por el embudo, aumentando su caudal, obligando al ro a estrecharse por el paso entre montaas. Lo estrechaba en ms de un metro repentinamente.

    Siguieron en esa posicin hasta dar la vuelta, alrededor de la panza que sobresala de la montaa de enfrente.

    Desde donde estaban, el ro discurra por una especie de pa-sillo recto e inundado, durante unos treinta metros para luego girar en ngulo recto hacia la derecha. Justo frente a donde se encontraban, puesto que Seb haba detenido la marcha, haba va-rias rocas apiladas que sobresalan bastante del agua y que pare-can haberse desprendido de la montaa.

    Jop pens en el peligro de un desprendimiento sobre sus ca-bezas con ellos metidos dentro de aquel can abnegado a causa del ro.

    Vmonos, esto podra ser peligroso.

  • La leyenda de Sebastien Venom

    37

    No te preocupes, es aqu.

    Aqu?, el qu es aqu?

    Jop solo vea aquel agua avanzar emparedada, que se perda rpido ms adelante hacia la derecha y que, por cierto, al entrar en aquel pasillo que se estrechaba haba aumentado considera-blemente su profundidad, cubrindoles ahora hasta la cintura.

    Esto es todo? Para eso me has hecho calarme hasta los huesos? Para ver una especie de calle por la que solo circula agua? Te conozco Seb, no voy a seguir ms. Me salgo ya mismo. Y t vas a hacer lo mismo. Salgamos y sequemos nuestras ropas.

    Ah, mi joven discpulo! Seb adopt una actitud cmica y condescendiente.

    Nada en este mundo le gustaba ms que tener que ser l el que explicara algo a Jop. Le encantaba hacerle rabiar regodendose en haber sido quien haba detectado algo que para su amigo ha-ba pasado inadvertido. No era maldad, simplemente le diverta y le gustaba sacar de quicio un poco a su compaero de tropelas. Adems, ese tipo de acontecimientos no eran habituales. Haba que aprovecharlos.

    Ves que ocurre algo bajo el agua y no eres capaz de ver lo que tienes frente a ti? Joven estudiante. Ahora arrugaba la na-riz y cerraba un poco los ojos, tratando de imitar al seor Mills. No me diga que no es capaz de apreciar lo que se alza frente a usted. Seb se regodeaba un poquito.

    Jop dej de mirar el pasillo y observ la pared que tenan justo enfrente. La montaa se eriga tras las rocas que parecan haberse desprendido, terminando de un modo abrupto un par de escasos metros sobre sus cabezas, formando una pequea cornisa para ascender de nuevo como una pared lisa.

    Exceptuando esa pequea erosin, la montaa se extenda a

  • Hijos de Alcant

    38

    su izquierda formando aquel enorme pasillo de piedra gris, sal-picada con algn que otro matojo verde que la desafiaba abrin-dose a la vida en aquel lugar.

    S, estamos como dos estpidos calndonos vivos, parados, apoyados contra una pared helada, en un agua helada, a punto de coger una pulmona dentro de algo parecido a un enorme ca-n formado por dos montaas.

    Eso es lo obvio joven Jop. Seb prosegua con su mala imi-tacin del seor Mills. Enfrente de su naricita de sabueso no-vato!

    Vale. La montaa se alza y forma una especie de pequea cornisa. Qu quieres, que nos subamos ah?

    S!, porque no es ninguna repisa contest, mientras sonrea maliciosamente.

    Cmo?

    Desde aqu abajo, en esta posicin, lo parece, verdad? Pa-rece que la pared sigue su curso despus de adentrarse sobre s misma, disminuyendo su grosor, para despus recuperar su camino hacia arriba dibujando una especie de pequea bancada con respaldo, verdad?

    S.

    Pues no es la misma pared. Creo que ni siquiera es la misma montaa. De hecho, hay un espacio de separacin entre ambas. Es la respectiva esa que nos explicaron en clase.

    Qu respectiva...? La perspectiva!

    Y yo qu he dicho? Pues eso... la perspectiva! A Seb le fastidiaba ese gesto que en ocasiones pona Jop por no saber qu hacer con l. Le recordaba al mismo que sola poner su madre cuando levantaba la vista al cielo y, poniendo los ojos en blanco,

  • La leyenda de Sebastien Venom

    39

    preguntaba en voz alta, como esperando que alguien le contes-tara, a quin haba salido. La montaa no se achata de repente en ese tramo, ni se erosiona perdiendo parte de su superficie for-mando la repisa. Esa parte de la montaa acaba ah, sin ms. En ese trozo que parece que forma un mirador. Pero, lo cierto es que, en ese punto la pared solo llega hasta ah. Se acaba. La que ves, y que parece que la contina hacia arriba, es otra. Nace detrs y desde aqu parecen pegadas, pero no lo estn. O eso o tu querida naturaleza ha hecho un agujero justo en ese lugar. Desde aqu parece su prolongacin, pero no hay tal prolongacin. Estn... separadas. Volvi a dejar un leve momento de silencio que aumentara la tensin y el regocijo de su exposicin; Seb estaba disfrutando. Su separacin es tal como para que entre incluso alguien tan robusto como tja, ja.

    Y cmo ests tan seguro? Te has subido t ya?

    Tira una piedra contra esa pared. No muy fuerte, para que no rebote y vuelva hacia nosotros. Trata de lanzar de forma que la golpees suave, es decir, de manera que debiera quedar en la pequea repisa.

    Jop se agach y cogi una piedra de mediano tamao del fon-do del ro. Mir hacia su objetivo y decidi lanzar al estilo cucha-ra, como lo hacan las nias, le deca Seb. De esa forma posara mejor y ms suave la piedra en la repisa y, si caa, lo hara tras rebotar en su superficie y no en la pared. Lanz con delicadeza la piedra y su rostro cambi cuando esta desapareci bajo lo que deba ser el suelo de aquella falsa cornisa.

    Lo ves?Ha cado detrs.

    Cmo lo has descubierto?

    Te extraa, eh? Seb rio. Sabes bien que a m lo de ob-servar y esas cosas no se me da muy bien. No tengo paciencia

  • Hijos de Alcant

    40

    para la vigilancia... ja, ja. Simplemente al llegar aqu no s qu pens que iba a encontrar Tal vez, al girar esa montaa, el bos-que recuperara su normalidad y as te convencera para seguir un poco ms. Pero al ver este largo pasillo, lo desmesurado que se vea este can desde aqu abajo, me di cuenta de que era es-tpido continuar. Al girarme para regresar, he resbalado, y al in-tentar apoyarme en una piedra que sobresala para no caerme y recuperar el equilibrio, de la presin, la roca se ha roto por su parte ms estrecha y me he quedado con ella en la mano. Al estar tan decepcionado por la excursin y a la vez furioso a causa de la cada, arroj la piedra contra la pared, justo al ras de la repisa, de forma que peg contra la pared posterior, rebotando contra la anterior y, desapareci de mi vista cuando imagin que vendra de vuelta haca m. Mi primer impulso fue cubrirme la cabeza. Entonces, cog otra piedra y la tir del mismo modo que acabas de hacer t, para ver si la consegua depositar justo encima, y nada. La piedra volva a desaparecer por detrs. As que

    As que decidiste subir, claro.

    Prcticamente me vi obligado a hacerlo, ja,ja! Iba yo a que-darme sin saber lo que haba detrs despus de meterme en el agua solo para ver por dnde sala! Ambos rieron. Ven, es muy fcil subir usando esas piedras a modo de escalinata. Res-baladiza, eso s. As que ojo donde pones los pies y las manos.

    Agarrado de una mano de su compaero, para no verse arras-trados por la corriente y golpeados por alguna piedra o roca sa-liente, Seb inici el paso hacia el otro lado, donde se encontraban las piedras precipitadas de la montaa.

    Jop le agarraba de la mano mientras cruzaba y l permaneca pegado a la pared contraria para, una vez que este llegara, fuera Seb quien lo atrajera hacia s.

    Jop observaba la pila de piedras hmedas y resbaladizas mez-

  • La leyenda de Sebastien Venom

    41

    cladas con cantos secos en sus partes superiores, ms alejadas del agua, y que se amontonaban donde ellos se apoyaban ahora.

    No te preocupes. No hay riesgo. Yo te indico cules son por las que debes subir. S cules estn seguras y bien fijadas. La ni-ca piedra suelta que haba en la cornisa, esa ya me la he comido yo antes.

    Jop record haber escuchado una piedra grande que caa al ro mientras esperaba a Seb.

    Sonri imaginando a su amigo y el encuentro con aquella roca saliente y desprendida al agarrarse a ella.

    T solo sgueme y, en estas primeras piedras, sube por don-de yo suba. Pisa donde yo pise y agrrate a lo que yo me agarre. Una vez arriba alcanzaremos sin problema la repisa. He aadido unas cuantas piedras para alcanzarla mejor, porque en realidad s que hay un pequeo saliente lo suficientemente ancho como para asirse y subirse en ella. Lo mejor de todo es que por el otro lado no hay tanta altura y es ms fcil regresar. Adems, ya he colocado tambin un par de piedras como aqu. Debido a ello, tard tanto en regresar. No hubiera bajado de no haber sabido seguro que iba a poder volver a subir.

    Comenzaron su pequea ascensin.

    Seb primero. Se encaram con facilidad por las piedras hasta llegar a una redonda que se encontraba en la parte ms alta de la pila y, desde all, se colg de un salto en la pequea corni-sa quedando sus piernas colgando. A pulso, ascendi su cuerpo para despus pasar las piernas por encima de la repisa y quedar sentado en ella mirando hacia el lado contrario al de la escalada.

    Jop tent bastante ms el camino, aunque recordando los lu-gares por los que Seb haba pasado, subi tambin sin la menor incidencia. Desde la piedra redonda alcanz la repisa y le cost

  • Hijos de Alcant

    42

    un poco ms subir, haciendo pulso con sus brazos mientras con las piernas trataba de espolearse hacia arriba, pataleando en pos de una superficie en la que tomar impulso. Seb sonrea.

    Cuando por fin lo consigui y se sent resoplando junto a su amigo, este le hizo una indicacin golpendole el hombro y mo-viendo la cabeza hacia abajo para que mirara, le dijo:

    Ah, por cierto, se me olvidaba, ah tienes tu agua!

    Efectivamente, bajo sus pies flua el agua que desde el bosque se filtraba bajo la montaa, como una variante paralela y oculta del ro, que discurra mucho ms ligero y menos caudaloso entre dos paredes.

    Hacia la derecha, al fondo de aquel oscuro tnel en cuyo ni-co acceso despejado al cielo ellos se encontraban, poda ver la pared a travs de cuya parte inferior entraba el agua desde fuera, para un par de metros a su izquierda girar de un modo brusco en ngulo recto, dejndole como nico paisaje otra pared.

    Jop miraba sorprendido aquel paraje producto de la naturale-za. Disfrutaba con cada pequeo descubrimiento que aquel lugar le ofreca.

    Y lo mejor de todo es que tambin s a dnde va. Seb estaba satisfecho de sorprender y, sobre todo, de poder ver la expresin feliz y emocionada en el rostro de Jop. Complacer y hacer feliz a su amigo era una de las dos cosas que ms le gusta-ban en esta vida. Lo que es la perspectiva esa, eh? Ja,ja. Ven, bajemos.

    Como asegur, hacia ese lado haba menor altura desde don-de ellos se encontraban, y haba apilado unas cuantas piedras que se hallaban justo bajo los pies de Jop desafiantes al vaco.

    Una vez colgados hacia abajo, les permitan apoyarse con fa-cilidad y, desde all, meterse en una bifurcacin subterrnea del

  • La leyenda de Sebastien Venom

    43

    ro que les cubra hasta los tobillos.

    Mirando hacia arriba podan ver el cielo azul que les coro-naba e iluminaba aquella grieta. Al avanzar hacia la izquierda se introdujeron por debajo de la misma, en lo que pareca una cueva tenuemente iluminada gracias a la luz que entraba por un resquicio, y por otra luz que pareca relumbrar justo donde el ro giraba a la derecha.

    Jop sigui a Seb durante aquellos pequeos metros de pe-numbra y, cuando giraron en ngulo recto, qued inmvil. Mien-tras sus ojos trataban de no salrsele de las rbitas, Seb lo miraba satisfecho y, llevando la mano a su mandbula, le cerr la boca.

    Frente a ellos el ro abandonaba la cueva para entrar en un enorme claro que naca en el mismo corazn de la montaa, has-ta desembocar en una enorme laguna circular.

    Antes de desembocar, el terreno se abra formando una es-pecie de jardn de finas y brillante hierbas que la circundaban, convirtindose en una orilla formada por un manto verde salpi-cado por pequeas florecillas silvestres de distintos colores que se arremolinaban agrupndose, y alejndose sectariamente de aquellas que no eran iguales, como almenas protectoras de se-mejante paraso.

    La montaa se escarpaba a su alrededor elevndose y prote-gindolo en diferentes niveles. Se vea con nitidez que a los ni-veles inferiores se poda acceder con facilidad. Jop lleg a contar hasta tres. Tambin observ cinco agujeros negros que podran ser entradas de cuevas.

    Desde all, y mirando hacia arriba, se poda comprobar la in-mensidad de aquella montaa cuyas races vieron florecer junto al bosque. Se elevaba como una cpula que quedaba abierta a mitad de su profundidad hacindola inaccesible desde fuera.

  • Hijos de Alcant

    44

    Desde la casa de Jop se poda ver cmo en ese tramo haba una enorme montaa, pero no pareca que estuviese tan cerca, ni mucho menos que fuesen dos las montaas que conformaran aquel pequeo laberinto de vas acuticas. O quiz eran tres, o simplemente era una sola que se abra de alguna forma extraa para dar paso al ro Hasta donde se extenda el cielo en crculo, habra un centenar de metros, pero alrededor de aquel inexisten-te techo, se poda ver que la montaa ascenda an ms, como si fuera una chimenea. No era posible bajar por all y, tal y como haban visto que creca la montaa desde fuera, nadie con dos dedos de frente se atrevera a intentarlo. Ni siquiera ellos, que no tenan ni un solo dedo de frente Escalar aquella montaa no llevaba a ninguna parte.

    Los conocedores del lugar se desplazaran a travs del bos-que, o incluso, y con toda certeza, lo haran a travs del embudo por el que ellos accedieron. Atravesar la montaa era intil, ex-tremadamente complicado y llevara a una muerte segura. Co-nocera alguien la existencia de ese lugar?

    S lo que piensas Seb rompi el silencio, la fascinante en-soacin y los pensamientos absortos de su amigo. Yo no creo que nadie lo conozca. Si este es un lugar de paso por el que se puede cruzar debido al caudal del ro, no creo que a nadie le haya dado por tirar una piedra o sentarse en esa repisa a descan-sar. Adems, la grieta, como has visto, es imperceptible a la vista. Solo alguien como t se fija y se pregunta dnde va el agua. Des-de fuera, incluso con el ro ms bajo, el agujero a travs del que se filtra permanece sumergido e invisible. T... porque eres t sonri Seb, y hoy que el ro estaba ms crecido te has puesto a comparar el golpeo del agua contra las dos paredes. A quin ms se le ocurre?, cuando baja calmado ni siquiera se nota que filtra agua y el ro pierde parte de su volumen al encauzarse a travs de la montaa. Y seguro que el desprendimiento que nos

  • La leyenda de Sebastien Venom

    45

    ha servido de escalera es reciente. De estas ltimas tormentas. Si alguien pasa por all, pasa sin ms. Creo que se puede seguir el curso del ro entre estas montaas. No s hacia dnde, pero po-dra ser un camino utilizado para ir a algn sitio. La gente puede que pase, pero bastante tendr con caminar por el agua como para fijarse en un paisaje cuya contemplacin no les sirve de ayu-da. Ni tampoco es la finalidad de pasar por ah. Adems, seguro que solo lo utilizan cuando el ro baja calmado y es ms accesible a su uso. Est muy cerca de tu casa, del pueblo, no crees que si alguien lo conociera ya lo sabramos? No soy muy ducho en cien-cias como t sabes, pero esto no se habr formado de la noche a la maana. Llevar siglos! No creo que jams nadie haya venido aqu. Mira el suelo, explorador, esta hierba somos los primeros que la pisan. Como medida de precaucin al salir, desharemos la pila de rocas y dejaremos algunas sumergidas estratgicamente para que no se note que estn puestas ah adrede, y despierten la curiosidad de alguien. De ese modo, cuando queramos, podre-mos volver a utilizarlas para entrar. Porque este sitio es nuestro, hermano! grit mirando el trozo de cielo que se abra entre los muros de roca y caa sobre ellos. Abriendo sus brazos. Es nuestro refugio!

    Como de costumbre, la explicacin de Seb haba sido tosca y ruda. Pero en el fondo Jop saba que sus razonamientos sobre la invisibilidad de aquel lugar, a ojos del resto del mundo, eran correctos.

    De todas formas, tambin pens que sera mejor construir al-gn tipo de pequea escalera que se pudiera ocultar fuera en el bosque y usar cuando quisieran entrar. Lo de esconder las pie-dras y volver a colocarlas cada vez, s que no pareca una idea muy buena.

    Pero, en esos detalles, ya habra tiempo para pensar. Ahora,

  • Hijos de Alcant

    46

    como Seb deca, era momento de disfrutar de su descubrimiento. Esta vez s que haban hecho un gran hallazgo.

    Debemos procurar que jams nadie nos vea entrar ni salir. Y que nadie nunca nos siga apuntill Jop. Aqu podemos hacer lo que queramos. Solos t y yo. Nadie ms debe conocerlo, ni siquiera nuestros padres.

    Eso es asinti Seb, es nuestro. Solo nuestro. Por cierto, para que veas que yo tambin soy curioso: dnde ir el agua? Porque si esto lleva aqu toda la vida debera estar hasta arriba y no parece que se llene ms.

    Seguramente, en algn lugar en el interior de esa poza, se filtra an ms bajo la montaa. Creo con toda seguridad que aqu se convierte en un ro subterrneo, que vete t a saber dn-de va a salir Jop mir a su compaero y sonriendo apostill, y no creo que aguantaras tanto tiempo sin respirar bajo el agua. Ambos se echaron a rer.

    Desde aquel instante, aquel lugar se convertira en el pequeo paraso terrenal de juegos, aventuras y estudio de ambos. All se baaban en verano. Practicaron y estudiaron tranquilos durante aos. Exploraron el lugar y tres de aquellos cinco agujeros que eran cuevas; en dos de ellas, las cuales se comunicaban entre s, acomodaron mantas que les sirvieran de lecho y abrigo para las fras tardes de invierno, dos lmparas de aceite, utensilios para poder dar buena cuenta de sus meriendas y que, de cuando en cuando, fregaban en aquella poza cuyo agua se renovaba de for-ma natural y constante. Ropa para cuando en invierno llegaban demasiado hmedos y as permanecer secos en aquella estancia, y a la salida revertir la situacin regresando a casa con la misma. Novelas de caballeros que Jop lea en voz alta mientras Seb es-cuchaba con los ojos cerrados dando imgenes y luz a aquellas batallas Qu ms se poda pedir?

  • La leyenda de Sebastien Venom

    47

    Aquel lugar les serva de cobijo cuando algo les perturbaba, o se refugiaban huyendo de algn castigo seguro merecido. Busca-ban paz, emancipndose brevemente en un arrebato durante una discusin familiar, cuando algo iba mal o, cuando uno no saba del otro. Siempre tenan claro dnde podran encontrarse

    Aquella maravillosa noche, la luna se mostraba radiante so-bre el techo abierto de aquel vergel, iluminando con su brillo la plcida agua de la charca, permitiendo ver el manto hmedo que el roco de la noche posaba sobre la fina hierba. En primera fila. Presta a ser una noche ms el testigo silencioso de los hechos. Ni un solo ruido rasgaba el silencio ni trataba de alterar la paz que reinaba en aquel lugar.

    Vanidosa, no imaginaba que estaba a punto de ser destronada.

    A orillas de la laguna, se encontraban dos hombres de pie, el uno frente al otro. Separados por la misma distancia que marca-ba el reflejo de la luna, el cual se extenda hasta justo morir en la orilla. El lmite de su anchura pareca marcar la frontera entre ambos.

    Josep B. Greenval III, Capitn de la guardia del Rey y General I de los ejrcitos de Alcant. Toda autoridad uniformada del reino estaba bajo sus rdenes y deba rendirle cuentas a l. En el esca-lafn de la cadena de mando nicamente una persona se alzaba sobre l: el rey.

    Sebastien Venom, Teniente de la guardia del rey y Comandan-te de los ejrcitos de Alcant. Tercera persona en el escalafn de la cadena de mando militar de Alcant. Hroe de campo de batalla y especialista en campaas de incursin de mximo riesgo en territorio enemigo, con la ayuda de un puado de hombres. El hombre que tantas veces haba liberado al pueblo de terribles batallas, ejecutando el plan previamente trazado por su capitn.

  • Hijos de Alcant

    48

    Su gran amigo.

    Su hermano.

    Y esa noche, ante la atenta presencia de la luna como testigo mudo, uno de los dos iba a morir.

  • 49

    II En la Actualidad

    MedianCuanta ms conexin con el ser se tiene, mayor empata con

    el prjimoGabriel Corval

    I know/thats just it goes/and you aint right/for sure/you turned your back on love/for the last time/ it wont take much longer now/ time makes me stronger

    One Day In Your Live, de Anastacia, sonaba en la ca-dena M80 a travs del antiguo aparato de radio si-tuado sobre una de las baldas que se encontraban

    tras el pequeo mostrador. Mientras, Luna tecleaba el importe de la compra de la seora Bred, tratando, no sin cierto esfuerzo, de que su eterna sonrisa no acabase inundando aquel espacio de trabajo con una estruendosa carcajada, ante el relato de Mary Ann. Esta relataba cmo su marido Paul trat de sorprenderla, y desde luego que lo consigui, preparando una cena romnti-ca. Todo un desastre. Su hiperblica y exagerada descripcin de lo sucedido, le daba al relato y a la seora Bred un aire cmico, obligando a Luna a llevarse continuamente la mano a la boca en un intento de controlarse.

  • Hijos de Alcant

    50

    Luna tena una sonrisa cautivadora, sus dientes blancos se ali-neaban en perfecta armona en una boca grande, delimitada por unos finos y sensuales labios que invitaban a ser besados. Era sabedora de una sonrisa devastadora y una belleza que otros se empeaban en que ella viera y en la que no reparaba. No era ms que una chica normal.

    Tal vez, era su forma de ser y de ver el mundo y a las personas que habitaban en l. Capaz de ver la belleza de los dems, pero incapaz de ver la suya propia.

    El fsico nunca fue importante para ella y, en cierto modo, se enorgulleca por ello. Solo la envidia y las malas lenguas, decan que pensaba as porque era una mujer bella.

    Luna Dovar era alegre, extrovertida y muy optimista. Afron-taba su da a da con la mayor predisposicin posible. Pensaba siempre en positivo, aunque el momento no hiciera justicia. Crea que vivir de manera apasionada, esperando algo bueno en cada momento, y tomndoselo todo con filosofa, conseguira atraer haca ella solo cosas buenas y positivas. Crea que ramos lo que vivamos, y que no debamos conformarnos con ser el reflejo de nuestras pretensiones.

    La misma sonrisa que ofreca, era la misma que la haca desdi-chada. Se esconda tras ella y nunca mostraba al mundo su ver-dadero sentir. Un muro infranqueable se haba establecido entre los dos yos que conformaban su persona. Esa lucha interior y constante por ofrecer lo mejor de ella, por no querer decepcionar a nadie, la haba llevado a convertirse en una esclava de sus ver-daderos sentimientos. Los mismos que esconda tras su sonrisa a modo de escudo.

    Mary Ann acab al fin su ancdota, la cual surgi de la nada. La seora Bred era incapaz de callar ni debajo del agua. Expli-caba a Luna el motivo por el cual siempre llevaba a casa tanto

  • La leyenda de Sebastien Venom

    51

    embutido y conservas. Por aquello de la buena predisposicin y voluntad de su marido. Como siempre, tena a bien recordarle que de la buena voluntad no se coma...

    A Luna no le cost imaginar lo que cenaron el da de la famosa cena improvisada por el voluntarioso seor Bred.

    Bueno, me voy antes de que Paul se ponga de nuevo a jugar a las cocinitas, no vaya a ser que me estropee el salmn que ten-go para cenar hoy. No te entretengo ms, mi nia. Qu te doy bonita?

    Veintiuno con diez respondi Luna con una sonrisa de lado a lado.

    Mientras, alcanzaba con su mano a la seora Bred el ticket de compra. Haca ya un rato que lo haba expedido la caja registra-dora, cuyo sonido al abrirse no interrumpi lo ms mnimo la retahla interminable de Mary Ann.

    Esta sac un billete de veinte de su cartera y rebusc en su monedero, en pos de alguna moneda que le permitiera pagar sin tener que obligar a Luna a darle cambio de un billete de cincuen-ta, que guardaba con recelo en uno de los pequeos comparti-mentos de una billetera de piel. En tiempos mejores se vea que haba sido muy refinada, de un color camello y con un pequeo dibujo grabado en la esquina inferior de la misma. Gastada por el roce y alguna que otra mancha, haba perdido toda la elegan-cia que antao tuvo. Debi ser de su padre, o quiz de su abuelo, porque era evidente que no solo era de hombre, sino que tena muchos aos.

    Aqu tienes. Justito!

    La seora Bred se ajust el asa del bolso a su hombro derecho, y con ambas manos cogi las dos bolsas que Luna tena ya pre-paradas encima del mostrador. Cuando Mary Ann se dispona a

  • Hijos de Alcant

    52

    abandonar la pequea tienda de ultramarinos, justo bajo el mar-co de la puerta, se gir y con una enorme y amarillenta sonrisa, le dedic las mismas palabras de siempre:

    Y a ver cundo te echas un novio!, pero que sepa cocinar!

    Se hizo tanta gracia a s misma, por lo de cocinar, que la car-cajada que acompa al final de su frase, casi hace que se aho-gue. Un acceso de tos hizo que no pudiera decir ms. Esto ltimo volvi a provocar que Luna se llevara una vez ms la mano a su boca tratando de no rerse de la seora Bred.

    Despus de que presenciara, desde su posicin tras el mostra-dor, cmo Mary Ann se haba repuesto de su ataque de tos, y tras salir y cerrar la puerta, pudo observar cmo se dispona a parar ella solita el trfico al cruzar la calle a modo de guardia urbano. Y an pudo orla gritar, ya de espaldas a ella, con inusitada tris-teza y un trasfondo de suspiro, Con lo guapa que es!, mientras sorteaba los coches que le iban avisando con el sonido del claxon o algn que otro gesto.

    Mary Ann iba por el medio de la carretera.

    Luna no puedo evitar dedicarle una tierna y callada sonrisa. Le caa bien la seora Bred. Tena ese punto de maruja alocada que le haca tanta gracia y que, en ms de una ocasin, la llevaba a elucubrar cmo sera ella a la edad de Mary Ann.

    Se preguntaba si sera igual. Un escalofro recorri todo su cuerpo devolvindola a la realidad, acompaando el momento de un repels y una muda risita nerviosa.

    No le importaba el inters que mostraba la seora Bred por ella. Aunque quisiera evitarla, le resultara casi imposible, ya que era no solo clienta asidua, sino que tambin eran vecinas. Puerta con puerta. Siempre pendiente y preocupada, le llevaba comida que casualmente, y a menudo, haba hecho de ms. No s qu

  • La leyenda de Sebastien Venom

    53

    pasa, que no he calculado bien, me debo estar haciendo ms vieja de lo que ya soy, sola decir con gesto indulgente para que Luna no entendiese aquellas palabras como un acoso constante a su intimidad, y tomara con ella una actitud condescendiente. Pero lo cierto era que a Luna no le importaba esa actitud protectora. Ponte el termmetro, no tienes buena cara!, trabajas mucho!... has comido algo hoy?... Mira que te ests quedado en los hue-sos, y con el tiempo que le dedicas a la tienda no tienes tiempo para cocinar y andas malcomiendo comida basura y precocina-dos de hospital.

    Los Bred no haban podido tener hijos, y la llegada de Luna a la comunidad haba hecho florecer en Mary Ann un instinto maternal que crea haber pedido con el paso de los aos. Ha-ba despertado en ella algn tipo de instinto protector para con Luna, cuya preocupacin y cuidados, superaban con amplitud las normas de conducta del buen vecino.

    La llegada de una mujer joven y emprendedora le haba dado vida al barrio de Azur. Sus rascacielos de entre diez y catorce plantas, se alineaban de forma rectangular, construyendo barria-das que se distribuan de un modo consecutivo, entre parques y jardines verdes que delimitaban las mismas, y ocupaban las zo-nas no edificables que por lo general componan las numerosas pendientes que formaban Sant Joan.

    Median haba pasado de ser una pequea ciudad enclavada entre montaas cerca de la costa, a extenderse entre la misma montaa y arrimarse a sus playas. Azur era un pequeo barrio formado por cuatro enormes edificios de diez plantas cada uno, que se alineaban en paralelo formando el consabido rectngulo. Cada edificio, de ladrillo rojizo, tena cuatro portales cuyas zo-nas quedaban delimitadas por unos pequeos patios grisceos en los que reposaban algunas jardineras, y que se encontraban

  • Hijos de Alcant

    54

    rodeados por un pequeo murete que, a su vez, haca de enorme bancada, quedando abierto en su parte frontal para dar acceso a los vecinos.

    Los edificios estaban unidos entre s a travs de una enorme escalera por la parte izquierda, tomando como referencia el por-tal Uno, situado en la parte ms baja y que ascenda entre dos pequeas explanadas de barro, que con el tiempo se transfor-maron en jardines. De esta manera, los vecinos de Azur estaban conectados entre s, ellos y sus comercios, sin necesidad de dar el rodeo que significaba ascender por la acera para tener que lle-gar al edificio que se encontraba enfrente. Por su derecha, donde estara situado el portal Cuatro, haba una enorme carretera de nica direccin que bajaba en pendiente y cuyas aceras la unan con los edificios de la parte de arriba. Por esa carretera uno deja-ba Sant Joan.

    Luna haba decidido no solo instalarse en un coqueto apar-tamento en el nmero cinco de este pequeo barrio obrero, sino que eligi como zona de trabajo aquel mismo lugar. Un pintores-co edificio donde sus habitantes eran tan peculiares como extra-os.

    Estaban el seor y la seora Bred, que vivan en l desde la dcada de los cuarenta y eran vecinos.

    En el piso inferior, justo abajo del de Luna, vivan dos les-bianas que le daban al edificio un are fresco de obscenidad a un ambiente recogido de beatitud decorosa. Eran varias las veces que las haban encontrado mordindose la boca debajo de la escalera, con los pechos al descubierto mientras una de ellas, alternando aquella feroz ansia por devorarse, le lama y morda los pezones a la otra, en la excitacin ms frentica y desbordante por conseguir y dar el placer ms absoluto. Era el seor Bred el que las haba pillado en semejante situacin y

  • La leyenda de Sebastien Venom

    55

    haba subido a su casa en calentura.

    En el tercero, viva un matrimonio joven que se haba mudado recientemente y que todava no tena nios. Y frente a ellos, vi-va la seora Margarette, una mujer mayor de unos setenta aos, rodeada de gatos y de los muchos recuerdos que su marido le haba dejado al morir, ya haca cerca de quince aos. Los dos apartamentos del segundo y primer piso estaban vacos. En los cuatro haban puesto carteles de que se alquilaban o se vendan.

    Aquellos eran los habitantes ms reseables del edificio en lo concerniente a la mnima curiosidad de Luna. El resto, eran ma-trimonios de cierta edad con hijos mayores, o parejas a quienes sus hijos ya haban abandonado, emprendiendo su propia vida.

    Algunas tardes de verano Luna y la seora Bred tomaban caf en casa de esta. Luna esperaba en el sof mientras Mary Ann lo preparaba. Este tambin tuvo que pertenecer a algn antepasa-do. Era casi imposible permanecer sentada en l ms de un mi-nuto, ya que los resortes asomaban por pequeos orificios que se haban hecho en la tela del sof buscando una salida. Sola ojear las fotos que envolvan las paredes de aquella pequea habita-cin. La estancia estaba cargada de un aire viciado, y el olor a rancio llenaba aquellas cuatro paredes.

    Todo era un caos. En menos de quince metros cuadrados se podan contar ms de seis clases diferentes de muebles, y nin-guno tena nada que ver con el otro. A Luna le recordaba a un museo. Mientras ella pululaba por la habitacin, y sacuda sus piernas a cada paso que daba para que volviera la sangre a cir-cular, Mary Ann gritaba desde la cocina dnde y cundo se hizo la foto, el por qu, cmo surgi aquel momento, y las personas inmortalizadas en llas.

    Desde luego que s, aquello no solo era un museo, sino que adems, con toda la informacin vertida por Mary Ann, era lo

  • Hijos de Alcant

    56

    ms parecido a una visita guiada. Ser consciente de ello hizo que la situacin le resultara graciosa y no pudo contener la risa. Le describa con todo lujo de detalles una historia pretrita para cada una de las fotos, en un tono de nostalgia que la evocaba al pasado y haca pensar a Luna que para la seora Bred cualquier tiempo pasado fue mejor.

    Cuando Ann se hubo ido, Luna volvi a sentarse en su tabu-rete. Con avidez retom la lectura que haba dejado al entrar su vecina. Se haba sumergido tanto en ella, que no se haba dado cuenta del tintineo de las estrellas azules que colgaban del techo, frente a la puerta, para avisar de un nuevo cliente. Pero aquello no fue lo que la sac del letargo de su lectura, sino una cancin que sonaba de fondo en la radio.

    Luna Dovar tena treinta y tres aos. Haca casi dos que se haba trasladado, dejando atrs su vida pasada en el campo, muy cerca de una de esas ciudades que haban ido creciendo entre la vasta naturaleza, usurpando un territorio exclusivo y por dere-cho propio de frondosos bosques y gigantescas montaas, para llegar a la capital, cerca de la costa de Median.

    La vida est llena de constantes decisiones, e inevitablemente cuando elegimos una nos enfrentamos a un duelo de prdida Y, para Luna, aquella decisin supona lanzarse al vaco a sabien-das que nada ni nadie podra salvarla despus.

    En un plano onrico, aquel salto representara no solo quedar expuesta a las constantes decisiones del da a da, sino que tam-bin significara el cambio a una vida nueva a la que deba hacer frente. As que vendi su casa de campo en la pedana de Tente, a las afueras de Alcant, e inici, sin mirar atrs, lo que sera su nueva vida.

    Haba escapado de una relacin de casi diez aos con Ethan, un arquitecto dos aos ms joven que ella. Lo que comenz como

  • La leyenda de Sebastien Venom

    57

    algo casual, se fue consolidando con el tiempo. Toda la vida de Luna pas a un segundo plano, dej de ser ella para convertirse en lo que Ethan quera. Su da a da se fue haciendo insostenible, cayendo en la monotona y el hasto.

    Se conocieron en la piscina municipal del pueblo. Ella iba tres veces por semana y l empez a nadar por casualidad. Por aquel entonces estaba trabajando en un proyecto muy ambicioso, que hizo que tuviera que trasladarse a Tente durante unos meses. Nadar result ser una buena va de escape para relajarse

    El primer encuentro entre los dos fue como cualquier otro en-tre desconocidos. Ninguno de ellos repar en la existencia del otro.

    La coincidencia les llev con los das al acercamiento. Prime-ro un hola a la llegada y un adis al despedirse. De vez en cuando, Luna se encontraba con una mirada furtiva de Ethan. Con el tiempo, l se dio cuenta de que, si segua all tras su rutina de ejercicios, era por ella. La reiteracin de la coincidencia les llev del saludo a una sonrisa y, despus, a ser capaces de enta-blar una conversacin. Descubrieron que tenan algunas cosas en comn.

    Ethan era extrovertido, haca rer a Luna y esa virtud en las personas la atrapaba. Era un hombre culto e inteligente. Le gus-taba mucho estar siempre rodeado de gente. Era el alma de las fiestas y reuniones. Aunque a veces contrarias a las de Luna, este defenda vehementemente sus convicciones, pero sin imposicin alguna. Se ganaba el respeto respetando a los dems, y portaba con diligencia la tica en su trabajo.

    Comenzaron a verse fuera de la piscina. Disfrutaban de largas conversaciones en las que solo se le oa hablar a l. Ella se limi-taba a escuchar curiosa por saber ms de su trabajo, de su vida, de su da a da. Quera descubrir al hombre que estaba frente a

  • Hijos de Alcant

    58

    ella. Era generoso en todos los aspectos. Buen hijo y amigo de sus amigos. En aquel momento, era todo lo que necesitaba.

    Ethan se enamor de ella. Se enamor de su dulzura y de un carcter arrollador, del que no dudaba en hacer uso si era nece-sario.

    Luna era un compendio de emociones que estallaban al un-sono y de las que no podas escapar si te cruzabas en su camino.

    Se enamor de aquel aire de despiste encantador. Su curio-sidad era un tornado que arrasaba llevndose a su paso todo lo que hubiera por el medio.

    Se enamor de esa fuente inagotable de energa y vitalidad, que emanaba por cada poro de su piel. De esa mujer decidida, que saba en todo momento lo que quera; de ideas claras y filo-sofa de vida algo minimalista.

    Por un lado estaba una Luna algo eremita. Le gustaba esa so-ledad no impuesta, de la que haca uso siempre que se le per-mita. La otra cara comparta grandes trazos de la personalidad arrolladora de la primera. Unindose a esta, una mujer vehemen-te y, con un orgullo que la perda. Tan sincera, que en ocasiones rozaba la irona. El conjunto de sus dos yos la convertan en todo un volcn que no sabas cundo entrara en erupcin.

    Al principio, la relacin pareca funcionar. Ethan volvi a Alcant, a su residencia habitual, y al trabajo en su estudio. Ella sigui residiendo en Tente, aunque su trabajo la obligaba a reco-rrer cada da los apenas once kilmetros que la separaban de la ciudad, donde haca poco ms de un mes estaba cubriendo una baja por maternidad en una gestora. De esa manera, la relacin continu sin problemas y dndose cada uno el tiempo y el espa-cio que necesitaban.

    Aunque era una mujer de carcter y no se dejaba llevar por

  • La leyenda de Sebastien Venom

    59

    los dems, con el tiempo la presin fue recayendo sobre ambos. Llevaban cerca de dos aos juntos y todava no haban hablado de formalizar la relacin. Quiz Luna tuvo algo de culpa en esto. De alguna manera indirecta en conversaciones entre Ethan y ella, dej ver muy claro sus intenciones, por lo que l entendi con esos mensajes implcitos que no deba presionarla. Pero la vida da muchas vueltas y al final se ataron ms. Quiz ms de lo que hubiese deseado.

    Haca tiempo que ella haba perdido la fe en el principio de la cohesin interna del mundo y, en consecuencia, de la humani-dad. Sola decir que cuanto ms conoca a las personas, ms que-ra a su perro. Pensaba que el destino de cada uno se labraba con los propios actos, acciones y decisiones. No crea en la predesti-nacin ni en una vida programada, llamada por los creyentes, destino. Para ella solo exista el libre albedro, la libre eleccin de hacer algo, de tomar decisiones que nos llevaran a ser esclavos de nuestros propios actos y en consecuencia a vivir con ellos. Y ahora, ella empezaba a recoger los frutos que haba sembrado.

    Luna nunca se enamor. El cario que profesaba por l era incalculable, el mismo que senta por el seor y la seora Bred. De una forma natural, sin intencin alguna. Era un cario basado en el da a da y la costumbre, pero lejos de sentir ese cosquilleo en el estmago, de perder el apetito y sentirte estpida. Era cons-ciente de que nunca haba sentido semejantes sensaciones.

    Me quieres?, largos silencios se interponan entre una pre-gunta hecha con pasin a la espera de una respuesta con la mis-ma emocin. Pero no poda ser ms cnica de lo que ya era. As que los silencios fueron cada vez ms largos e incmodos.

    El amor te ciega ante todo.

    Y Ethan lo estaba a partes iguales, por el deseo libidinoso que despertaba en l una mujer como Luna que, a pesar de su timi-

  • Hijos de Alcant

    60

    dez, en la intimidad lo daba todo, mostrndose sensual, ardiente y, en ocasiones, algo salvaje. Y tambin por la ilusin de com-partir sus vidas, tenerla cerca de l. Quera controlar an ms la vida de Luna. Deseaba dejar de tener que volver a la ciudad tras un fin de semana en su casa. O de verla marchar al alba de su apartamento en Alcant, para regresar primero al trabajo y al anochecer, a Tente.

    No poda entender cmo semejante mujer que le ofreca lo que le daba en la intimidad, no fuera capaz de quererle ni un poco.

    Compraron una casa en las afueras, en una nueva urbaniza-cin en Tente, ya que ambos preferan la vida en el campo. Con el tiempo, Luna vio invadido su espacio. l dej de ser tan permisi-vo como lo era al principio del ir y venir de ambos.

    No era suficiente lo que le ofreca, a sabiendas del esfuerzo que le supona seguir ah a su lado, a pesar de los sentimientos de ella. Ahora no tena donde esconderse para disfrutar de esa soledad que, en ocasiones, se impona a s misma. Estaba agota-da de luchar contra su voluntad. Y cuando crey que las cosas no podan ir a peor

    Luna lo trataba en todo momento con respeto, pero su com-portamiento haca l era el mismo que mostraba con el resto del mundo. Y Ethan no lo encajaba muy bien.

    l quera ms, no quera ser tratado con cordialidad como si fuese un vecino cualquiera.

    Su actitud no ayudaba para nada a Luna. Empez a sentirse mal y la culpabilidad comenz a hacer mella en el poco juicio que le quedaba. Era consciente de que no poda, de q