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8/13/2019 Hincapi Cristina - Sobre la pregunta por Dios.docx
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Sobre la pregunta por Dios.
Por Cristina Hincapi
Acerca de la autora: psicloga egresada de la Universidad de Antioquia y cofundadora del Centro
C. G. Jung de Medelln donde ejerce tambin como psicoterapeuta. Actualmente adelanta
estudios de maestra en teologa.
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Para la psicologa analtica, desarrollada bajo los fundamentos tericos del psiquiatra suizo Carl
Gustav Jung, la pregunta humana por la divinidad es un tema de vital importancia en el desarrollo
psquico individual y colectivo.
Durante muchos aos, debido a sus nutridos estudios sobre historia, antropologa, religin y
diversas culturas, as como por sus propias vivencias y las de sus pacientes, Jung sostuvo que la
vida simblica del hombre est ligada al sentido de la vida, y que sin duda alguna las religiones,
con sus rituales, imgenes y divinas providencias, proveen a la psique de esta profundidad que
alimenta las necesidades olvidadas del alma humana.
Desde las tribus ms primitivas, hasta en el hombre ms civilizado pareciera sobrevivir la cuestin
sobre Dios, la realidad de su existencia, su funcin en lo humano, su simbologa y la forma de
acercarse a l.
Hablamos entonces, desde la psicologa analtica de la necesidad de sentido en lo humano, de la
vida simblica y su expresin del alma, pues la existencia de algo divino que est por encima del
ego racional ayuda a dar profundidad y fundamento a la vida y a su experiencia. Durante siglos, las
civilizaciones se han constituido bajo sistemas religiosos que difieren en imgenes, libros sagrados,
rituales y creencias, pero la existencia de Dios persiste, se mantiene inmutable -de alguna forma-en las diferentes culturas, religiones y pocas. As como los hombres primitivos han cimentado sus
estructuras sociales en sistemas mticos, el hombre civilizado ha desplegado una larga lista de
religiones y doctrinas, bajo las cuales se esconde el misterio de la existencia de Dios y la necesidad
de la psique de ser tocada por su experiencia.
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A partir del siglo de la luces, por poner un punto de partida - aunque histricamente no podemos
apuntar una poca particular para este fenmeno que desemboca tambin en un desarrollo
terico de lo psquico-, las ciencias y su mtodo positivista han ocupado un lugar privilegiado en la
estructuracin del alma humana, siendo la razn, herramienta del ego y sus conductas, los
agentes al mando de la vida de los hombres. Dicho privilegio ha dejado como consecuencia una
posicin algo ms generalizada que antes, aunque el atesmo no sea un tema nuevo, frente a la
cuestin de Dios. Es innegable el momento crtico que viene enfrentando el ser humano frente a lo
espiritual y por ende frente a la relacin con Dios y lo divino. Sin embargo, y tal vez a modo de
compensacin psquica colectiva, en nuestros das pululan las prcticas que acercan al hombre al
sentido de la vida, entre ellas muchas prestadas de teoras orientales como el yoga, otras
heredadas de la edad media como los maestros ascendidos y las prcticas alqumicas, otras
cuantas ms relacionadas con la multiplicidad de Iglesias y credos que se desprenden del
cristianismo, y por qu no pensarlo, incluso de la psicologa.
Estas posturas parten pues de la pregunta por Dios, donde, claro est, cabe tambin como
respuesta una negacin de ste. Sealemos algunas posturas como el atesmo, postulados
cientficos que se han opuesto a la existencia de Dios e incluso podramos mencionar aqu el
desinters de algunas personas, especialmente adolescentes, por este tema. Pero, qu tan cierto
es que algunos no crean en algo que est por encima de lo humano (ego)?, qu tan real es que su
alma no tiende a entronizar y divinizar incluso su misma doctrina cientfica?. Qu tanto, en
verdad, no le importa a la gente el sentido de la vida?
En un mundo donde los avances tecnolgicos develan cada vez ms el misterio de lo humano,
dando al ego herramientas para justificar su respuesta a la no existencia de Dios, debemos
explorar la tan valorada conducta de lo colectivo, para descubrir si esta incredulidad slo
responde a una transferencia o cambio de objeto para aquella porcin de energa psquica que
propende por el sentido y por la conexin con lo divino. James Hillman, analista junguiano, invita
en muchos de sus textos a los terapeutas (y no creo que hable exclusivamente a los
psicoterapeutas) a salir de sus consultorios o claustros, pues el alma est en la calle, y no slo en
los sujetos sociales, sino tambin en sus construcciones y manifestaciones culturales, en los
edificios, en los comportamientos compulsivos y generalizados, en la naturaleza con la que
convivimos, en las dinmicas que hacen parte de nuestro momento histrico en la larga
trayectoria del trasegar humano.
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Obedecemos a un Dios y es la economa, profetiza Hillman, y nos posibilita imaginarnos los
compulsivos movimientos en la bolsa de Wall Street, las masas ahogadas en las promociones de
los supermercados y centros comerciales, la corrupcin y el robo indiscriminado de las riquezas
pblicas como intentos de mantener una vida plena de sentido; y no slo nos permite pensar en
la economa; all donde el vaco de la inexistencia de Dios se presenta, el alma busca un dolo
idealizado aunque suene un poco redundante- para adorar, buscando que la vida se provea deriqueza y sentido, pero obteniendo como resultado, en la gran mayora de los casos una
experiencia vaca de significado, o el acontecer efmero de un sentido vago que se pierde en la
superficial consciencia del ego.
Las implicaciones de este movimiento en la psique individual y colectiva, donde el ego se
manifiesta constelado como nico agente del podero de su existencia, han sido tambin
estudiadas por la psicologa analtica. Una de las tantas imgenes que nos llegan presentan un ego
inflado, entronizado como el absoluto responsable de la vida, asumiendo cargas que
definitivamente no dependen de su simple capricho, pues no cabe duda que la experiencia
humana resulta tan compleja e impredecible en ocasiones, que pareciera como si algo o
alguien tuviera una voluntad pre-existente a la del yo. Y esto sin mencionar la activacin de
imgenes y complejos de culpa con que los pacientes llegan a la psicoterapia. Aceptar y permitirse
la experiencia de Dios libera al ego, le ayuda a sobrellevar las cargas de una realidad cruda y
agresiva en la que caminamos en nuestros das.
Pero, qu o quin es Dios? Inevitablemente la pregunta de si creemos o no en l, nos empuja al
fondo de esta para presentarnos el carcter ontolgico de Dios. Y la teologa alumbra mis caminoscuando posibilito aqu la confluencia de mi experiencia profunda, es decir psquica, de Dios, con la
pregunta cientfica de mi ego constituido por imgenes colectivas y culturales que responden a un
modelo racional al cual pertenezco. Ambas me llevan en este punto al mismo lugar: hay algo en la
experiencia que no puede pasar por la palabra y que debe ser integrado en la consciencia
simblicamente; y hay algo en el discurso acadmico que comprendo con una racionalidad no
polarizada: incluso, teolgicamente, el misterio debe seguir siendo misterio, pues en su esencia se
encuentra su alma, es decir su profundidad.
Tanto para quienes hemos experimentado la existencia de Dios, como para quienes han decidido
racionalizar la existencia, el secreto deja algo abierto, a lo que la consciencia racional no puede
acceder con total certeza.
Quisiera continuar con esta idea y tratar de ver algunos puntos que resultan importantes en la
estructura psquica de los individuos y las comunidades. Si hablamos de una experiencia de Dios
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que provee a lo humano de sentido, cabra pensar que la consciencia y el ego deben estar un poco
de acuerdo para acceder intelectualmente a este sentido, pero como la comprensin de esta
experiencia, lo mencionamos antes, tiene un algo que escapa a la lgica del intelecto, resulta en
algunos casos reprochable y contradictorio para aqul cuyo pensar prima como funcin psquica.
Durante muchos aos se ha debatido el tema de las dos caras de Dios y es comn escuchar a
personas que reniegan de un Dios ambivalente y casi bipolar, que crea a lo humano a su imagen ysemejanza, pero que tiempo despus se avergenza de su creacin.
Debo aclara aqu que parto desde el desconocimiento, pues es justo este ejercicio acadmico el
que me est posibilitando encontrar rutas y estructurar ideas y formas, pero tambin hablo desde
mi conocimiento del alma humana y cmo lo psquico influye en la vida diaria. Espero pues no ser
anatema con estas ideas.
En el Primer Testamento nos enfrentamos justo a estas dos caras de Dios, es decir, a un Dios
ambivalente y ambiguo: por un lado est el Dios despiadado y sangriento, colrico y vengativoque se va en contra de lo humano por medio de la enfermedad, la destruccin de ciudades y la
muerte; y en oposicin encontramos un Dios amoroso, libertador y salvador de su pueblo, que
saca a su pueblo de la esclavitud y le da la fuerza para resistir el camino hacia su liberacin. Estos
dos aspectos, como veremos, resultarn incomprensibles para la lgica humana, pues no es
posible en la lgica racional del ego que el mismo Dios represente dos caras de una misma
moneda.
En el desarrollo psquico encontramos que la consciencia humana debe separarse del
inconsciente, un arduo trabajo que ha de emprender el ego. Ahora bien, para este complejo
agente de la consciencia, el ego, la diferenciacin, que se logra a partir de la separacin en
opuestos, es su herramienta fundamental de comprensin: la consciencia divide (blanco, negro;
sagrado, profano; arriba, abajo; bueno, malo) y si no se hace un ejercicio de integracin, la
consciencia toma partido por una de estas polaridades del ego anquilosndose en una
comprensin precaria, pues es parcializada. Y generalmente nuestras psiques, aunque tiendan
naturalmente a la integracin, no estn educadas ni preparadas para dichas tareas, pues en el
siglo de las luces (de la razn) es necesario tomar partido, definirse, y casi generalmente el ego
toma la nica va que conoce.
En nuestra prctica psicolgica observamos como estas imgenes ambiguas que se presentan en el
Primer Testamento de Dios tienen un efecto en las ideas o construcciones imaginales que se
tienen de l, pues la integracin no logra ser comprendida por los creyentes quienes no dan
mucha importancia a este tema, prefieren hablar de un Dios exclusivamente bueno obviando los
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acontecimientos del Primer Testamento, o bien hablan de un Dios ambiguo y despiadado,
justificando as la no creencia en su experiencia ni existencia.
De antemano reconozco que este esbozo es bastante simple, pues la profundidad que se
encuentra en estas imgenes pueden ser mucho ms amplias y ampliadas, ejercicio que debe
hacer la psique humana para acercarse a este profundo y complejo tema de explicar los atributos
de Dios.
Cuando en lo psquico hablamos de totalidad, y hacemos referencia a la integracin (que implica
en s misma a los opuestos o contrarios que han de ser integrados), no cerramos la puerta a los
aspectos denominados oscuros del acontecer histrico, incluso en este en el que Dios se ha
revelado, pues logramos ver ms all del acontecimiento y poner un lente diferente al del limitado
ego racional, para buscar el sentido que trasciende al hecho como tal. En lo psquico, nosencontramos frecuentemente con la limitacin de esta visin parcializada del ego, lo que le
imposibilita comprender y trascender, y es necesario, para hablar de Dios, ir hacia la profundidad
de la experiencia y comprender el misterio bajo la esencia del mismo. Nada es bueno o malo per
se como lo define la consciencia, as que esto abrira la posibilidad de una comprensin diferente y
plena de sentido para quien parcializa su visin de Dios a partir de esta supuesta ambigedad con
la que se nos presenta en el Primer Testamento.
Espero haber sido respetuosa, pues no soy quin para juzgar ni justificar los llamados
acontecimientos de Dios, ni mucho menos a partir de estos el actuar humano, solo me gusta
observar, preguntarme y conjeturar, por lo que dejo en m cierta inquietud que espero seguir
desarrollando y comprendiendo: s, es claro que en la Sagrada Escritura Dios est avergonzado de
su creacin. Pero no es real que los humanos hemos logrado lo ms sublime pero tambin lo
ms vil?
Y vi Yahveh que la maldad de los hombres era mucha en la tierra y que todo designio de los
pensamientos del corazn de ellos era de continuo solamente el mal Gnesis 6,5.
Nada lejos de lo real! Tan polarizada esta inquietud como polarizado el actuar humano en
nuestros das, donde slo el otro polo podra tocar el sentido de nuestro acontecer y transformar
nuestra experiencia humana y divina.