HISTORIA DE LA PATRIA - peronistakirchnerista.com

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HISTORIA DE LA PATRIA PATRIA-O-COLONIA FEDERALES-O-UNITARIOS BARBARIE-O-CIVILIZACIÓN FEDERALES-O-PARTIDO LIBERAL FEDERALES-O-PARTIDO NACIONAL PATRIA-O-IMPERIO PUEBLO-O-ANTIPUEBLO PERÓN-O-BRADEN PERONISMO-O-ANTIPERONISMO LIBERACIÓN-O-DEPENDENCIA DEMOCRACIA-O-GENOCIDIO RESISTENCIA-O-NEOLIBERALISMO "PATRIA-O-BUITRES" PATRIA-O-CORPORACIONES NACIONALES E INTERNACIONALES “LA PATRIA ES EL OTRO” ARGENTINO Y LATINOAMERICANO ---------------------------------------------------------------------------- “Necesitamos que los distintos dirigentes responsables de las organizaciones, también organicen cursos de formación sobre política internacional, sobre historia internacional”. “Ustedes se dieron cuenta que prácticamente, salvo cuestiones catastróficas o muy evidentes, parece como que la Argentina fuera un planeta solo en el mundo, que no existiera el resto, porque no hay una sola noticia internacional de nada, de las económicas ni hablemos”. “Tenemos que prepararnos, tenemos que saber, porque al que no estudia, al que n o sabe lo que pasa y cómo se fueron produciendo los acontecimientos, lo llevan de la nariz. Sobre todo, en un mundo, donde los medios de comunicación y, fundamentalmente también, las redes sociales han adquirido una gran importancia, el problema es la selectividad de la información” (Militante peronista, ex Presidenta de la República Argentina por 2 períodos consecutivos 2007-2015, Cristina Fernández de Kirchner

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HISTORIA DE LA PATRIA

PATRIA-O-COLONIA

FEDERALES-O-UNITARIOS

BARBARIE-O-CIVILIZACIÓN

FEDERALES-O-PARTIDO LIBERAL

FEDERALES-O-PARTIDO NACIONAL

PATRIA-O-IMPERIO

PUEBLO-O-ANTIPUEBLO

PERÓN-O-BRADEN

PERONISMO-O-ANTIPERONISMO

LIBERACIÓN-O-DEPENDENCIA

DEMOCRACIA-O-GENOCIDIO

RESISTENCIA-O-NEOLIBERALISMO

"PATRIA-O-BUITRES"

PATRIA-O-CORPORACIONES NACIONALES E

INTERNACIONALES

“LA PATRIA ES EL OTRO” ARGENTINO Y LATINOAMERICANO

---------------------------------------------------------------------------- “Necesitamos que los distintos dirigentes responsables de las organizaciones,

también organicen cursos de formación sobre política internacional, sobre historia

internacional”.

“Ustedes se dieron cuenta que prácticamente, salvo cuestiones catastróficas o muy

evidentes, parece como que la Argentina fuera un planeta solo en el mundo, que no

existiera el resto, porque no hay una sola noticia internacional de nada, de las

económicas ni hablemos”.

“Tenemos que prepararnos, tenemos que saber, porque al que no estudia, al que no

sabe lo que pasa y cómo se fueron produciendo los acontecimientos, lo llevan de la

nariz. Sobre todo, en un mundo, donde los medios de comunicación y,

fundamentalmente también, las redes sociales han adquirido una gran importancia,

el problema es la selectividad de la información” (Militante peronista, ex Presidenta de la

República Argentina por 2 períodos consecutivos 2007-2015, Cristina Fernández de Kirchner

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1976-2003: LA LARGA NOCHE NEOLIBERAL

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Línea de Tiempo Internacional

1979- Revolución iraní. Cae el gobierno del Sha. Se instaura la República Islámica de

Irán. 1979- Asume MargaretThatcher como primer ministra del Reino Unido.

Aplica políticas de corte neoliberal que son fuertemente resistidas por la clase trabajadora

británica. 1979- Invasión soviética a Afganistán. Fin del periodo de distensión en la Guerra Fría.

1979- Cae la dictadura de los Somoza en Nicaragua, comienza la Revolución Sandinista. Intervención estadounidense a través de la financiación de contrainsurgentes. 1980- Guerra Irán- Irak. Estados Unidos apoya a las fuerzas iraquíes comandadas porSaddam Hussein.

1980- Comienza la guerra civil en El Salvador. 1981- Asume Ronald Reagan la presidencia de Estados Unidos. Su gestión está marcada por políticas de neto corte neoliberal y una política exterior agresiva.

1982- Crisis de deuda en varios países latinoamericanos.

1983- Invasión estadounidense de Grenada. 1983- Creación del Grupo Contadora, antecedente del Grupo de Río y la CELAC. Grupo de apoyo a contadora búsqueda de posiciones comunes en relación a la deuda extema.

1984- Restauración democrática en Uruguay

1985- Asume Mikhail Gorbachov como líder de la Unión Soviética, comienza un periodo de reformas conocidas como Perestroika (reestructuración de la economía) y Glasnost (Apertura política).

1985- Restauración democrática en Brasil.

1988- Retirada de las tropas soviéticas en Afganistán.

1989- Invasión estadounidense en Panamá. Es derrocado Manuel Noriega.

1989- Caída del Muro de Berlín, hecho que marca el final de la Guerra Fría.

1989- Consenso de Washington. Periodo neoliberal en América Latina.

1990- Reunificación de Alemania.

1990- Restauración democrática en Chile.

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1991- Guerra del Golfo Pérsico. Invasión de Kuwait por parte de Irak, repelida por fuerzas de Naciones Unidas (mayormente estadounidenses).

1991- Creación del Mercosur a través del Tratado de Asunción.

1991- Disolución de la Unión Soviética del Pacto de Varsovia. Boris Yeltsin Presidente de Rusia.

1992- Se forma la Unión Europea a través del través del Tratado Maastricht.

1993- Se firma el primero de los Acuerdos de Oslo dentro del marco del proceso de paz entre la OLP (Organización para la liberación de Palestina) e Israel.

1994- Fin del Apartheid en Sudáfrica. Nelson Mándela es elegido presidente.

1994- Entrada en vigencia del NAFTA, zona de libre comercio entre México, Estados Unidos y

Canadá. Propuesta estadounidense para establecer un área de libre comercio en todo el territorio americano con exclusión de Cuba.

1995- Es asesinado el primer ministro israelí Yitzhak Rabin lo que significa un retroceso en el proceso de paz entre Israel y Palestina.

2001- Ataque terrorista al Centro Mundial de Comercio y al Pentágono en Estados Unidos.

2001- Invasión estadounidense en Afganistán 2003- Guerra de Irak. Cae Saddam Hussein.

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"1976 - LA REVANCHA NEOLIBERAL"

NOTA I

te nombraré veces y veces.

me acostaré con vos noche y día.

noches y días con vos.

me ensuciaré cogiendo con tu sombra.

te mostraré mi rabioso corazón.

te pisaré loco de furia.

te mataré los pedacitos.

te mataré una con paco.

otro lo mato con rodolfo.

con Haroldo te mato un pedacito más.

te mataré con mi hijo en la mano.

y con el hijo de mi hijo/ muertito.

voy a venir con diana y te mataré.

voy a venir con jote y te mataré.

te voy a matar/derrota.

nunca me faltará un rostro amado para matarte otra vez.

vivo o muerto/un rostro amado.

hasta que mueras/

dolida como estás/ya lo sé.

te voy a matar/yo

te voy a matar.

Juan Gelman, Notas, 1979.

Las diferentes etapas que componen el período que va desde 1976 a 2001 tienen varios ejes en

común, los cuales responden en general a la aplicación de políticas económicas neoliberales en el

Estado. La doctrina económica neoliberal surgió como una respuesta reaccionaria a la crisis que

estaba padeciendo el Estado de Bienestar en todo el mundo durante los años 70 y tuvo en Argentina

una de sus primeras aplicaciones prácticas a nivel mundial, a partir del Golpe de Estado de 1976

hasta la gran crisis de 2001.

Los diferentes gobiernos que transitaron este ciclo tuvieron entonces una serie de políticas

económicas similares. La primera de ellas fue la desindustrialización, que se aplicó con la intención

de reducir la inflación y de poner fin los ciclos de estancamiento padecidos crónicamente en el país,

así como debilitar al históricamente combativo movimiento sindical. En segundo lugar, y a partir de

ello, el período se caracterizó por la hegemonía del capital financiero por sobre los sectores

productivos, gracias a diversas leyes que dieron lugar a que se privilegie la especulación cambiaría

y bancaria, no solo como modo de acumulación de los sectores dominantes sino también como

modo de "ahorro" para la población en general. En tercer lugar, al considerar el neoliberalismo que

la intervención del Estado en ciertos sectores productivos es contraproducente y al confiar en la

"eficacia" de la administración privada, se procedió durante estos años a una desregulación

sistemática del Estado.

Por último, durante todo este período, y siguiendo los lincamientos del FMI, se procedió a pedidos

de préstamos sistemáticos a inversores externos como modo de sostener las políticas cambiarías y de obtener los recursos monetarios que ya no generaba el sector productivo; esto provocó que la

deuda externa creciese exponencialmente y que el deber de pagarla condicionase las políticas económicas de todos los gobiernos.

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Terminar con la militancia para instalar otro modelo de país

Para la aplicación de este plan, sin embargo, se hacía necesario poner fin a la agitada militancia

popular que se había desplegado con fuerza (tanto en agrupaciones políticas como en

organizaciones armadas o en el sindicalismo) en los años anteriores a 1976, lo cual se logró con el

telón de acero que supuso el terrorismo de Estado de la dictadura militar. La presencia durante estos

25 años de gobiernos tanto militares como civiles que, con sus matices, colaboraron con los sectores

oligárquicos locales y con el establishment extranjero, supuso, entonces, que este sea un período de

retroceso de los sectores populares en comparación con las conquistas obtenidas en las décadas

anteriores.

No hace falta aclarar por qué se ha elegido al año 1976 como el que da comienzo a esta etapa, pero

sí conviene recordar que lo que se consolida y sistematiza a partir del golpe de Estado había tenido

su antecedente directo en el gobierno de María Estela Martínez de Perón (1974-1976): fue durante

esa administración que se pusieron en práctica el terrorismo de Estado (mediante la Triple A y el

Operativo Independencia en Tucumán) y los planes económicos neoliberales (como lo fue el

Rodrigazo de junio de 1975, que debió abortarse por la presión de la CGT, que encabezó huelgas y

movilizaciones contra el programa de ajuste).

El golpe de Estado de 1976 debe ser entendido, entonces, como la necesidad que tenía el

establishment de un gobierno militar fuerte que le permitiera llevar a cabo sus programas de

liberalización de la economía que, desde 1955, la presión popular no le había permitido

implementar, al menos con la intensidad y la rapidez que pretendían. El terrorismo de Estado fue,

de este modo, el arma que usaron las Fuerzas Armadas para terminar con el "empate hegemónico"

al que habían llegado la oligarquía y los diferentes sectores sociales representantes de la

militancia popular desde el surgimiento del peronismo en 1945.

De este modo, la anulación de la movilización popular que supuso la dictadura fue solo el medio

por el que esta pudo implementar su proyecto de país. El mismo se vio cristalizado en el plan

económico de Martínez de Hoz, miembro destacado de una de las principales familias oligárquicas

del país y primer ministro de Economía de Videla. Los objetivos manifiestos de este programa

fueron controlar la inflación, incrementar la productividad, equilibrar la balanza de pagos y

restablecer la hegemonía del mercado en el manejo de la economía.

Sin embargo, más allá de estas metas instrumentales, el objetivo del plan era mucho más

estructural: el cierre de las ramas industriales más pesadas (siderurgia, metalmecánica, etc), que

funcionaban gracias a la importación de medios de producción, para conservar solo aquellas que

utilizaban recursos naturales locales, es decir, las livianas y agropecuarias (que, según la teoría

económica liberal, serían las más competitivas para un país agro como Argentina).

Para ello, Martínez de Hoz dio lugar a una apertura comercial mediante la reducción de los

aranceles aduaneros y dispuso una devaluación controlada, dejando un dólar "barato", generando así

una situación poco competitiva para las industrias locales. Un símbolo de la apertura importadora

en desmedro de la industria local fue la tristemente célebre publicidad oficial en donde las sillas

argentinas se rompían mientras que las importadas, al ser usadas, no sufrían ningún problema. La

publicidad funcionó como parte de la campaña de legitimación mediática de una política económica

anti industria nacional, a la vez que impactaba también en algo mucho más profundo: la idea de que

lo argentino era, por naturaleza, malo.

Apuntando al autoestima de la sociedad en su conjunto, al bajar la línea de que en Argentina "no se pueden" hacer bien las cosas.

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Además de esta apertura importadora, el ministro alentó la especulación financiera a través de la

Ley de Entidades Financieras de 1977, que liberalizó las tasas de interés y creó bancos de la noche a

la mañana, haciendo que para muchos empresarios fuera más rentable invertir su dinero en el

mercado financiero, antes que volcarlo en el sector productivo. Estas medidas, al poco tiempo,

volvieron a generar un aumento aún mayor de la inflación y, como era de esperar, produjeron el

cierre de cientos de ramas industriales, aumentando el desempleo, la pobreza, y contrayendo la

actividad económica en general.

El Estado, entonces, generó una relación de represión y control sobre las clases populares mediante

el régimen de terror y la militarización de las calles; pero también dio lugar a una relación de

exclusión económica y social, en la medida en que millones de personas, sobre todo obreros

industriales, quedaron fuera del sistema productivo. La consecuencia para aquellos sectores

empresarios que sobrevivieron a la apertura comercial, fue una recomposición de las tasas de

ganancia, en tanto la caída de los salarios les garantizó mano de obra más barata. El reparto entre

capital y trabajo, que había alcanzado niveles inéditos

de igualdad en el año 1974, mostró una brecha creciente.

La resistencia a la dictadura

Sin embargo, un régimen con estas características, en un país con una sociedad civil históricamente

activa como es Argentina, estaba destinado a caer, tarde o temprano. Esto ocurrió en forma

acelerada a partir de 1981. Tres factores diferentes contribuyeron al colapso de la dictadura. El primero fue la crisis económica que eclosionó ese año.

Las medidas de Martínez de Hoz habían dado como resultado el aumento exponencial de la deuda

externa (¡Que pasó de 4.500 millones en 1976 a 35.000 millones en cinco años!), la caída del PBI, un déficit comercial (solo saldado por la entrada de capitales externos) y una inflación cada vez mayor.

Cuando el general Roberto Viola sucedió a Jorge Rafael Videla en la presidencia, en marzo de

1981, nombró como nuevo ministro de Economía a Lorenzo Sigaut, con la tarea de corregir estos

índices. Sin embargo la brusca devaluación de un peso sobrevalorado que este realizó con el fin de

recuperar competitividad sólo dio como resultado un aumento todavía mayor de la inflación, que se

disparó ese año a un 131%. La crisis económica le quitó a la dictadura el apoyo tácito que de otra

manera podría haber tenido entre sectores medios y medios-altos.

El segundo factor que contribuyó al fin del régimen fue la creciente movilización de la sociedad

civil que, aunque moderada en un comienzo, se hizo cada vez más visible a partir de 1977. Las

rondas de las Madres de Plaza de Mayo, fueron el símbolo más claro de esa resistencia, aunque no

el único. A ellas y a otros organismos de derechos humanos que surgieron en ese tiempo, se sumó

entonces la formación de la Multipartidaria, que núcleo a los mayores partidos políticos (la UCR, el

PJ, el Partido Intransigente, el Partido Demócrata Cristiano y el MID) con el objetivo de presionar

para el retorno de la democracia, y las primeras huelgas generales de la CGT; estas nuevas formas

de oposición al régimen se vieron potenciadas por la marcha de "Paz, Pan y Trabajo" del 30 de

marzo de 1982, la primera manifestación pública multitudinaria en contra del régimen.

Por último, la derrota argentina en la guerra de Malvinas le quitó a la dictadura cualquier

posibilidad de acordar una salida ordenada del poder (como sí fueron los casos de Chile y Brasil).

La derrota, sentida como propia por muchos argentinos, fue sin duda una doble derrota para las

fuerzas armadas. Después de años de hacer propaganda como luchadores contra la "subversión",

cuando les tocó defender el territorio nacional frente a un ejército enemigo en vez de combatir

legalmente contra sus propios ciudadanos, la inoperancia de las fuerzas armadas fue demasiado

evidente para ocultarla. La retirada, desde ese momento, se convirtió en estampida. Tras la

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rendición frente a los ingleses en junio de 1982 se sucedió la renuncia de Galtieri. Bignone, otro

militar que lo sucedió en la presidencia, asumió con la convocatoria a elecciones democráticas en la

mira. El ciclo más oscuro de la historia argentina había llegado a su fin.

El alfonsinismo, entre ser y no ser.

El radicalismo había desarrollado buena parte de su campaña electoral en favor de los derechos

humanos, y el juzgamiento a los crímenes cometidos por la dictadura militar. Una posición que el

candidato del Partido Justicialista no se había animado a tomar, y en vez de eso, proponía una

nublosa anmistía. Además la figura de Alfonsín había alcanzado predicamento desde el momento en

que se opuso a la guerra de Malvinas, en un contexto donde el sentimiento nacional parecía

impregnarlo todo. Junto a esto, el recuerdo del último gobierno peronista, donde la convulsión

política había llegado a niveles muy altos, hizo que el radicalismo, por primera vez en la historia

después de 1945, ganara elecciones democráticas.

La asunción de Alfonsín a la presidencia en diciembre de 1983 no cambiaría, sin embargo, la

estrategia económica de los sectores dominantes, los cuales buscaron continuar aplicando sus

proyectos neoliberales en el nuevo contexto democrático. El nuevo gobierno tuvo una actitud

ambivalente para con ellos. En el marco de una crisis económica que todavía no había sido resuelta,

durante el primer año y medio de su gestión Alfonsín buscó hacer frente a la escalada inflacionaria

y a la cuestión de la deuda sin afectar el crecimiento de los salarios, contemplando la expansión

económica, evitando una negociación directa con el FMI y suspendiendo los deberes de pagos.

Sin embargo, a lo largo del año 1984 comenzó a ser cada vez más evidente que esta estrategia

estaba fracasando: la postergación de los pagos de la deuda se hacía ya insostenible, Estados Unidos

y los países europeos presionaban para un acuerdo con el FMI so pena de aislamiento internacional

y la Cumbre de Cartagena, en la que Argentina, Brasil, México y Colombia se reunieron con la

intención de diagramar una estrategia conjunta para el pago de sus deudas, no había dado ningún

resultado concreto.

En este contexto, el gobierno radical acabó por ceder. El punto de inflexión lo marcó la salida de

Bernardo Grinspun del cargo de ministro de Economía y su reemplazo por Juan Vital Sourrouille en

febrero de 1985. En junio de ese mismo año, y tras haberlo consensuado con el FMI, Alfonsín lanzó

el Plan Austral, que implicaba un congelamiento de salarios, una reducción del déficit fiscal

(mediante el ajuste de los servicios públicos y el aumento de los impuestos a las exportaciones), y el

envío de un nuevo préstamo por parte del FMI mismo.

Conjuntamente, se buscó detener la inflación con el reemplazo del peso por el austral, una nueva

moneda que se mantuvo hasta el retorno del peso en 1991, de mano del plan de Convertibilidad. Sí

bien esta nueva estrategia representó un golpe para los trabajadores, la misma fue exitosa en el corto

plazo para estabilizar los indicadores macroeconómicos, pues supuso un freno a la inflación, la

mejora de la balanza de pagos, el aumento de las reservas y el crecimiento del PBI.

Sin embargo, como era de esperarse, los trabajadores a través de la CGT buscaron recomponer salarios, lo que condujo a varios planes de lucha y huelgas generales.

Desde la vereda de enfrente, las presiones corporativas de las Fuerzas Armadas y de los sectores

conservadores no se detenían. En 1985, el gobierno de Alfonsín llevó a cabo el juicio por delitos a

los derechos humanos a los comandantes de la dictadura militar, conocido como el Juicio a las

Juntas. Nunca antes en la historia mundial un gobierno civil había logrado juzgar a una cúpula

militar en esos términos. El caso más similar, el de los juicios a los nazis en la Alemania de

posguerra fue posible por la ocupación militar de Estados Unidos y la Unión Soviética. El paso

histórico que la sociedad argentina dio en 1985 fue único y sentó las bases, más allá de los

retrocesos que se vivieron, a la actual política de derechos humanos. Sin embargo, esa audacia que

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tuvo el alfonsinismo a la hora de enfrentarse a los fuerzas armadas a comienzos de su mandato no se

tradujo en una fortaleza similar al momento de las disputas con otros sectores de poder (como el

financiero o empresario), y ni siquiera con los propios militares, quienes dos años después

comenzaron con los alzamientos en distintos cuarteles, frente a los cuales el gobierno eligió siempre

la negociación y posterior concesión. En 1987 se produjo un alzamiento militar liderado por el

coronel Saineldín. En cuestión de horas, la Plaza de Mayo se llenó de cientos de miles de personas

en defensa del gobierno. Sin embargo, Alfonsín eligió la negociación y cuando logró la rendición de

los golpistas, se dirigió a la multitud para decir: "La casa está en orden, felices pascuas". Es decir,

desinflando a la movilización social que se había conformado en su propia defensa y sin decir que

la rendición tenía como contrapartida las leyes de punto final y obediencia debida. En poco tiempo,

lo que el radicalismo el mayor logro del radicalismo (el juzgamiento a los crímenes de la dictadura)

caía en saco roto, desilucionando a buena parte de la sociedad. Ese vínculo roto lo terminó

debilitando aún más, porque a partir de ese momento había quedado sólo frente a los poderes

fácticos, sin defensa social.

La actuación ambivalente del presidente se vio reflejada en las características y reclamos adoptados por la movilización popular en esos años, que vivió entonces un nuevo período de auge con el fin de

la dictadura, que se vio reflejada en una oleada de militancia y participación que tenía como

objetivo de llevar la democracia a las instituciones civiles (como la universidad, la escuela o los sindicatos).

Sin embargo, ante la progresiva resignación de Alfonsín frente a los reclamos de las corporaciones

y la irresolución de la crisis económica, diversos sectores comenzaron a movilizarse activamente en

contra del gobierno: la CGT, por un lado, abandonó en 1985 su estrategia de diálogo para lanzarse

definitivamente a los paros generales como modo de lograr sus reclamos; por otro, organismos de

derechos humanos, como Madres, Abuelas y el CELS, se distanciaron tras las leyes de impunidad.

Lo que sí se mantuvo constante fue el apoyo de la sociedad civil a la democracia. La política hacia

los sectores más humildes se caracterizó por intentar paliar la situación de estos sectores mediante

parches económicos (como las cajas PAN, un complemento alimentario que se repartía en barrios

carenciados) pero sin modificar su situación estructural. Finalmente, si bien durante este gobierno

se frenó con la política de erradicación de las villas miserias en la Capital Federal y el Conurbano, y

se impulsó la conformación de las primeras Juntas Vecinales en los barrios más humildes, estos

nuevos espacios de organización no pudieron superar en esta etapa la lógica asistencialista que les

brindaba el Estado.

En este contexto de creciente deslegitimidad social y descontrol inflacionario, se realizaron en

septiembre de 1987 las elecciones de diputados y gobernadores. La importante derrota radical (los

radicales sólo ganaron en Río Negro y Capital Federal) llevó a una reestructuración de la UCR y a

un cambio del rumbo del gobierno alfonsinista hacia posiciones más cercanas al neoliberalismo.

Nuevamente, se producía una retroalimentación entre defección programática e ideológica del

gobierno y abandono de apoyo popular. Por su parte -y de cara a las elecciones presidenciales de

1989- el PJ decidió definir a su candidato a través de internas, en donde se enfrentaron el presidente

del partido y gobernador de la provincia de Buenos Aires -Antonio Cafiero- por la corriente

renovadora y Carlos Saúl Menem, gobernador de La Rioja y representante el sector más ortodoxo.

El triunfo de Menem llevó a su vez al deterioro del acuerdo que mantenía el alfonsinismo con "la

renovación" en el parlamento, al punto que todas las reformas económicas que envió el ejecutivo al

Congreso no fueron aprobadas.

El rechazo del gobierno a aumentar los salarios por encima de la inflación, las críticas generadas

por el intento del oficialismo de aprobar un paquete de reformas tendientes a liberalizar la economía

y la privatización parcial de algunas empresas del Estado, el poco compromiso empresarial para

mantener el acuerdo de precios en un contexto de creciente control oligopólico del mercado,

llevaron a un nuevo fracaso los planes de concertación económica y social del gobierno, que

redundó en un mayor descontento social y en una espiral hiperinflacionaria. Para complicar aún más

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la situación, en 1988 se produjeron dos nuevos levantamientos militares que fueron rápidamente

sofocados, y en enero de 1989 un foco guerrillero -perteneciente al Movimiento Todos por la Patria-

intentó copar el 3o Regimiento de infantería de la Tablada. En pocas palabras, el último año del

gobierno de Alfonsín no sólo se caracterizó por una profunda crisis económica y social, sino que la

misma se dio en un marco en el que las instituciones democráticas demostraban ser aún muy

débiles. La desconfianza de los organismos financieros internacionales y la imposibilidad del

gobierno de encontrar bases de acuerdos entre los diferentes grupos de interés, llevó a una escalada

hiperinflacionaria (613% en los primeros seis meses del año 1989), a la profundización de la crisis

social que se vio reflejada en los masivos saqueos que se realizaron a lo largo del país en el verano

de 1989 y, finalmente, a la entrega anticipada del gobierno tras el triunfo de Carlos Menem en las

elecciones presidenciales de ese mismo año.

El menemismo, neoliberalismo extremo

Los dos primeros años de gobierno menemista también se caracterizaron por una alta conflictividad

social y la continuación de la crisis económica. El año 1991 fue clave para la profundización del

modelo neoliberal, ya que con la promulgación de la ley de convertibilidad que establecía la paridad

del peso y el dólar, el gobierno pudo avanzar en el terreno jurídico constitucional en la construcción

del Estado Neoliberal. Por primera vez un gobierno democrático, con el apoyo de la opinión y los

intereses neoliberales y de los mercados internacionales avanzaba sobre las bases legales de este

régimen económico. Este punto era indispensable para contar con los instrumentos necesarios que

permitieran actuar sobre la distribución del ingreso (como la desregulación financiera y la

apreciación cambiaría), transferir a sectores claves de la economía a manos privadas

(principalmente extranjeras), la privatización del régimen de previsión social y la formación de las

AFJP para administrar a través de grupos privados un importante porción del ahorro argentino, la

liberalización del comercio externo e interno, la flexibilización laboral y el ajuste fiscal.

Todo el paquete de reformas neoliberales, no sólo se dio con el apoyo de un gran sector de la

sociedad argentina, sino que además se dio en un contexto internacional que se caracterizó por la

puesta en marcha del "Consenso de Washington" y los planes de refinanciamiento de deuda

promovidos por los acreedores y el FMI. De esta manera el modelo económico argentino iba a

depender cada vez más del capital financiero internacional (con el consecuente aumento a niveles

históricos de la deuda externa), en detrimento de la producción y del mercado interno. Con este

cambio en el rumbo de la política económica, las primeras resistencias al nuevo modelo vinieron de

la mano de los trabajadores de las empresas que fueron privatizadas y de los jubilados que tenían

congelado su haber. Así y todo, en los primeros años de gobierno los índices macroeconómicos

indicaban que Argentina crecía de forma sostenida (producto del ingreso de capital especulativo), y

una parte importante de la sociedad apoyaba de manera pasiva las nuevas transformaciones.

La política del gobierno afectaba de manera directa los intereses de los trabajadores. Sin embargo,

la CGT había sido cooptada mayoritariamente por el menemismo a partir de que el gobierno les

brindara a los gremialistas dispuestos a colaborar la posibilidad de participar en los "sindicatos

empresarios" a partir del manejo de un porcentaje cercano al 10% de las acciones de las empresas

privatizadas, la licuación de las deudas de los sindicatos, más otros incentivos que incrementarían

de manera significativa los fondos sociales manejados por los gremios. La inmovilidad de los

principales dirigentes sindicales llevó a una ruptura dentro de este movimiento, creándose la Central

de los Trabajadores Argentinos en 1991 (CTA) y el Movimiento de los Trabajadores Argentinos en

1994 (MTA). Estas nuevas organizaciones, junto a los Organismos de DDHH -que ampliaron su

lucha contra las leyes del perdón y contra el indulto al crearse la organización HIJOS y la

implementación de los "escraches", marcaron la dinámica de la lucha contra el neoliberalismo en

los siguientes años.

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Tras reprimir un nuevo levantamiento militar en 1989, al año siguiente Menem decretó el indulto a

los militares condenados tras los juicios realizados durante el gobierno de Alfonsín. Con este

decreto buscaba neutralizar uno de los actores de desestabilización de la política argentina. Cuatro

años después, tras el asesinato del conscripto Carrasco, Menem eliminó el servicio militar

obligatorio eliminando así una buena parte de la influencia social y política de las FFAA sobre la

sociedad. Si bien esta medida fue bien recibida, la mayoría de los organismos de DDHH

encontraban en el gobierno a uno de los principales garantes de la impunidad de los genocidas.

Con la reforma constitucional de 1994, gracias al acuerdo con el radicalismo en el "Pacto de

Olivos", Menem logró la posibilidad de ser reelecto. A pesar del estallido de la "crisis del Tequila"

que provocó una fuga masiva de capitales, una fuerte recesión y un aumento exponencial de la

desocupación (se superó por primera vez en más de cincuenta años el 10% de desocupación),

Menem logró ganar las elecciones de 1995. El segundo gobierno de

Menem se caracterizó por el declive de un modelo que tenía como base dejar afuera a un amplio

sector del pueblo. Como ya se había señalado, los sindicatos aglutinados en diferentes expresiones

opuestas a la CGT oficial y al gobierno, habían sido los principales aglutinadores de las protestas

contra el neolíberalismo en diferentes paros y movilizaciones que se extendían a lo largo y ancho

del país. Principalmente eran los sindicatos de servicios como el de maestros, camioneros, estatales,

los que encabezaban la protesta. Los sindicatos más vinculados con el sector productivo, que habían

sido los más fuertes en décadas anteriores (como la UOM), se habían debilitado de forma visible

producto de la fuerte desindustrialización del país. Los maestros habían comenzado sus protestas en

el primer gobierno a causa del desfinanciamiento del presupuesto educativo y en contra de la ley

Federal de Educación que obligaba a los magros presupuestos provinciales a financiar el sistema

educativo. A cominezo del segundo mandato, Menem, decretó una nueva ley bajo presión del

Banco Mundial que afectaba a la educación universitaria. La nueva Ley de Educación Superior

(LES), llevó al movimiento universitario a sumarse de manera masiva a las movilizaciones contra la

política neoliberal, conformándose en las diferentes facultades del país nuevas organizaciones

independientes a los partidos políticos tradicionales que se oponían al gobierno de Menem a nivel

nacional, y al gobierno de la Franja Morada a nivel universitario.

La resistencia al neoliberalismo

El aumento de la pobreza y la desocupación, el desfinanciamiento del Estado, los sucesivos

escándalos de corrupción, llevaron a que diferentes sectores de la sociedad fueran articulando sus

luchas de manera conjunta. En este contexto es que en el 20° aniversario del golpe de Estado de

1976, la movilización que se realizaba todos 24 de marzo cobró un carácter diferente, ya que logró

unir todos los reclamos que se venían realizando en los últimos años, convirtiéndose en la

movilización más grande de la década Menemista. Las cien mil personas que participaron aquel día

marcaron un nuevo punto de inflexión. De la apatía generalizada que se había vivido hasta aquel

año bajo el lema "sálvese quien pueda", la participación política y social comenzó a crecer

lentamente, pero de manera sostenida. El movimiento piquetero comenzó a formarse en aquellos

años, principalmente tras las puebladas de Cutral Có, General Mosconi y los primeros cortes de ruta

en La Matanza. Esta nueva modalidad de protesta fue clave para que los trabajadores desocupados,

fuera de las fábricas y de la posibilidad de expresarse a través de las huelgas, pudieran ser

escuchados.

La oposición política al menemismo parecía desvinculada al porceso de crisis social, ya que se

replegó bajo liderazgos personalistas que en vez de producir vínculos sociales y organización

colectiva, confiaban la comunicación (principalmente denuncias contra la corrupción del gobierno)

a la estructura mediática. Esta estrategia por parte de los partidos políticos de la oposición (UCR y

FREPASO) resultó ser atractiva para un amplio sector de la clase media, y sumada al desgaste del

gobierno de Menem, le permitió ganar las elecciones presidenciales de 1999.

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El gobierno de la Alianza llegó con un discurso que hablaba de transparencia, pero que nada decía de modificar el sistema económico. Con sólo una semana de haber asumido, el gobierno reprimió una protesta piquetera en el puente que une Corrientes con Chaco, con el saldo de dos personas muertas. Esta represión licuó rápidamente la esperanza de cambio depositada por la sociedad en el nuevo gobierno, además de demostrar que el gobierno de la Alianza estaba convencido en seguir con los dictados de los organismos financieros internacionales a costa de los intereses de los argentinos. Así, los dos años que duró este gobierno se caracterizaron por nuevos ajustes: recorte del 13% al haber de los jubilados y a los salarios estatales, nueva ley de flexibilización laboral, intento de recorte en más de 300 millones de pesos a las universidades, etc. La profundizaron de la política económica neoliberal no hizo más que acrecentar los niveles de desocupación (en 2001 la desocupación alcanzó su pico histórico del 25%) y profundizar la recesión en el país. A la crisis económica, se le sumó la crisis política producto de un escándalo de corrupción tras la aprobación de la nueva ley de flexibilización laboral y la renuncia del vicepresidente de la Nación.

En este marco, los movimientos sociales crecían al calor de nuevas movilizaciones que reclamaban

el fin del pago al FMI, la lucha contra el ALCA, trabajo, el aumento del presupuesto en salud y

educación, comida para los comedores, etc. La militancia que comenzó a crecer en esos años, a

diferencia de décadas anteriores, se caracterizó por priorizar la identidad social por sobre la

identidad política producto de la crisis de representatividad que sufría en sistema de partidos en la

Argentina. El trabajo social en las barriadas comenzó a multiplicarse en la organización de

comedores, copas de leche, pequeñas cooperativas de trabajo, centros de salud, donde miles de

desocupados se organizaban los diferentes movimientos sociales, trabajando codo a codo con los

estudiantes que cada vez más se sumaban al trabajo social.

Si bien los niveles de organización iban creciendo, las identidades estaban fuertemente segmentadas

y esto se podía ver en los numerosas organizaciones sociales que se creaban y en la gran cantidad de

agrupaciones estudiantiles que se formaban en las universidades.(1) Esta segmentación debilitó la

lucha contra el neoliberalismo en esos años, impidiendo superar la instancia de resistencia a partir

de un discurso fuertemente reivindicativo. Esta debilidad que tenía el movimiento anti

neoliberalismo en Argentina, tanto como el hartazgo popular inorgánico pero decisivo frente a las

políticas de ajuste, quedarían expresados claramente en el estallido del 19 y 20 de diciembre del

2001. -----------------------------------------------

(1) Un importante hecho político en donde por un tiempo quedaron en un segundo plano las

diferentes identidades y objetivos en pos de uno común fue la constitución del FRENAPO

(Frente Nacional Contra la Pobreza) entre el 14 y el 16 de diciembre de 2001. La consulta

plesbicitaba la propuesta de entregar una asignación a los mayores sin cobertura jubilatoria,

a los desocupados y una asignación universal para los niños. La consulta popular obtuvo

más de 3 millones de votos a favor de las medidas propuestas. Sin embargo, a los pocos días

estallaría la revuelta popular que acabaría con el gobierno de Fernando De La Rúa, dejando

un tanto eclipsada la iniciativa de las organizaciones gremiales, políticas, sociales,

territoriales, religiosas y culturales que la habían emprendido.

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"EL PERÍODO 1976-2003

DESDE UNA PERSPECTIVA

DE DERECHOS HUMANOS"

Contexto Internacional Luego de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), los dos grandes vencedores, EE.UU. (Estados

Unidos) y la U.R.S.S. (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) virtualmente se dividieron el

mundo en lo que se conoce como Guerra Fría, denominada de esta manera porque no incluía

conflictos bélicos entre esas dos potencias mundiales. Casi todo el mundo quedó fraccionado en

dos, según cada país se alineara con alguna de las potencias vencedoras, por decisiones soberanas o

por las presiones de las superpotencias. Del nuevo orden geopolítico mundial surgió un mundo

bipolar que distinguía dos conceptualizaciones ideológicas diferentes.

La Unión Soviética sostenía la igualdad como valor fundamental, lo colectivo, la propiedad comunitaria de la tierra y de los medios de producción como pilares de su sistema ideológico-político.

El Estado era la herramienta para sostener este sistema de concepción universalista. Estados

Unidos, en cambio, expresaba su acérrima defensa de la libertad, del valor individual y de la

propiedad privada de los medios de producción. El capital y el mercado, sus herramientas.

De esta manera, el mundo bipolar tenía, por un lado, el modelo capitalista liderado por Estados Unidos y por el otro, el modelo socialista liderado por la Unión Soviética.

La Revolución Cubana que se inicia en la isla en 1959 enfrenta, en las narices mismas de Estados

Unidos, el modelo socialista presente en América Latina. El triunfo de la revolución se convirtió en

el faro que alumbró los idearios revolucionarios de los años sesenta.

La reacción de EE.UU. no se hizo esperar, y además de accionar medidas concretas (como intentos de invasión y bloqueo económico) contra el modelo cubano, estructuró una estrategia regional para contrarrestarlo.

Esta estrategia se llevó a cabo mediante la llamada Escuela de las Américas, institución "educativa -

militar" que instruía a las fuerzas armadas latinoamericanas acerca de la teoría que se desarrolla en

este momento: la Doctrina de la Seguridad Nacional. Los primeros formadores en el nuevo

paradigma represivo a aplicarse en contexto de guerra fría en Latinoamérica fueron los franceses, a

partir de la estrategia y táctica desplegada en Argelia, contra los procesos de descolonización que se

vivían en algunos países del continente africano. Los primeros "encuentros de formación" en

Latinoamérica se realizaron en Argentina, organizados conjuntamente entre el EMGE (Estado

Mayor General del Ejército) argentino y el Ejército francés, que educaban a militares

estadounidenses y de distintos países del cono sur. Los norteamericanos estaban atravesando la

experiencia en Vietnam y tenían la revolución cubana al otro lado del mar, y una vez que los

franceses comenzaron la "capacitación", pusieron los recursos humanos y materiales a través de la

Escuela de Las Américas. Muchos de los represores franceses que crearon la doctrina fueron

profesores durante muchos años en la Escuela de las Américas en Panamá. En síntesis, EE.UU.

puso los recursos y estructuró la coordinación regional y la Doctrina de Seguridad Nacional es un

desprendimiento de la doctrina de contrainsurgencia francesa.

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Básicamente, es una estrategia represiva, el brazo armado del sistema económico que se diseña en Estados Unidos y se imponía en el resto de América, y planteaba la noción de guerra interna

contraponiéndola a la guerra externa conocida entre dos ejércitos nacionales en pugna por intereses encontrados. Esta "guerra interna"

se desarrolla contra un enemigo precisamente interno, disidente ideológico de la civilización

occidental y cristiana propugnada por Estados Unidos como modelo a seguir (2).

Esta política internacional de EE.UU. programaba para Latinoamérica ayudar al continuo desarrollo

de las fuerzas militares de cada país, capaces de proporcionar en unión con la política, con fuerzas de seguridad y policiales la necesaria seguridad interna que era imprescindible para detener la

infiltración marxista.

La acción concreta fue que todas las fuerzas armadas latinoamericanas al educarse en este sentido a

la Escuela de las Américas en Panamá fueron dotadas de fundamentación teórica al respecto y de

armamento, estrategias, etc., para llevar a cabo en cada país la guerra contrainsurgente contra los

disidentes políticos, sean estos integrantes de un ejército rebelde, militantes estudiantiles,

integrantes de comisiones internas de sindicatos, integrantes de organismos de Derechos Humanos,

sacerdotes comprometidos con el pueblo o militantes barriales.

En la Argentina esto contiene además un elemento particular que hace que se desarrollen

movimientos de disidencia política con el modelo estadounidense y con la política represiva

instaurada en 1955: la resistencia peronista y los movimientos juveniles. Estos dos actores surgen al

calor de la proscripción del peronismo y del clima revolucionario que se instaura en la década del

'60 (con la revolución cubana dando cuentas de la posibilidad concreta de llevar a cabo un país más

justo y libre) (3).

Así, el Estado Argentino, a través de sus fuerzas armadas educadas en Panamá, perseguirá a los militantes del regreso de Perón a la Argentina y a los que militaban en pos de la revolución popular.

Terrorismo de Estado

El Terrorismo de Estado no puede conceptualizarse sin ser comparado con las anteriores

experiencias de golpes de Estado que ocurren en la Argentina en 1930, 1943, 1955, 1962 y 1966.

Todas estas dictaduras que se instauraron desde 1955 (la primera después de culminada la Segunda

Guerra Mundial) llevaron a cabo las estrategias mencionadas anteriormente, persiguiendo a quienes

militaban políticamente o representaban intereses populares (mayoritariamente peronistas).

Cuando en 1955, un sector reaccionario de las fuerzas armadas derroca al gobierno popular y

democrático de Perón, comienza a desarrollarse en nuestro país la violencia sistemática por parte

del Estado contra los compañeros. Esta violencia estatal será feroz. Como ejemplos de ella podemos

citar los fusilamientos de 1956 donde el gobierno de facto de Aramburu asesina a 33 compañeros de

la resistencia peronista; la desaparición, profanación y cambio de identidad del cadáver de Evita; el

decreto 4161 y el 7165 que prohibían decir toda palabra relacionada al imaginario del peronismo; la

violenta represión contra los trabajadores del frigorífico Lisandro de la Torre en 1958; el plan de

Conmoción Interna del Estado (CONINTES) desarrollado primeramente en el gobierno de Frondizi

(1958-1962) que encarcelaba a peronistas; la desaparición de compañeros (Felipe Valiese,

Alejandro Baldú); la Noche de los Bastones Largos de 1966, cuando recién asumía la dictadura

encabezada por Juan Carlos Onganía, que reprimió a los estudiantes universitarios organizados y

que provocó la prisión y el exilio de muchísimos científicos e intelectuales argentinos ("fuga de

cerebros"); en 1969 una tremenda represión al primer movimiento popular integrado conjuntamente

por obreros y estudiantes que en Córdoba tomó el espacio público para luchar por reivindicaciones

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populares dio origen al llamado Cordobazo (4); el mendozazo, rosariazo, viborazo y otras luchas

populares y el 22 de agosto de 1972, ya bajo la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse, se

fusilaron a muchos compañeros detenidos por razones políticas en la base aeronaval de Trelew,

como escarmiento a los que no habían logrado concluir la fuga de la cárcel de Rawson adonde

originalmente estaban detenidos.

Este breve recorrido por supuesto está incompleto, pero da un panorama de la violencia política que

llevaba a cabo el Estado y que no dejaba canales institucionales, democráticos y pacíficos para otorgar voz a los proscriptos, mayoritarios en la sociedad. Los militantes peronistas y los militantes

de partidos de izquierda tuvieron que recurrir a la violencia como modo de expresión política debido a la inexistencia de otra vía para hacerlo.

El golpe de Estado que se inicia el 24 de marzo de 1976 aunque conserva muchas características de

las anteriores dictaduras le imprime un sello particular a su accionar que hace que se lo denomine

con la conceptualización realizada por el anterior Secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis

Duhalde, y que es el Terrorismo de Estado (5). Este Estado es terrorista porque su objetivo

fundamental es generar terror en toda la sociedad para poder implementar sin oposición un modelo

económico, político, social y cultural exclusivo, represivo y persecutorio, eliminando todos los

focos de resistencia que le disputaran la hegemonía del poder.

Otra de las características fundamentales que ayudan a definir el accionar terrorista de este Estado

que se instala en 1976 tiene que ver con toda una cruel pedagogía que tenía a toda la sociedad como

destinataria de un único mensaje: el miedo, la parálisis y la ruptura de los lazos sociales. Así el terror se utilizó como instrumento de disciplinamiento social y político constante, no aislado y

excepcional.

Este golpe de Estado tuvo también la particularidad de ser perpetrado por las tres fuerzas armadas

en conjunto, situación inédita en la historia argentina. Las tres armas para garantizar el ejercicio

conjunto del poder se dividieron el Estado en 33,3% del control de las distintas jurisdicciones e

instituciones estatales para cada una de las fuerzas armadas (ejército, marina y fuerza aérea); se

dividió el territorio nacional en zonas, subzonas y áreas en coincidencia con los comandos de los

Cuerpos del Ejército, lo que implicó la organización y división de la responsabilidad en la tarea

represiva, sobre aquello que denominaban "el accionar subversivo". No debe olvidarse que la

división territorial por cuadrículas fue definida en 1968 con la última reforma estructural doctrinaria

que se realizó en el Ejército Argentino en función de la capacitación francesa. La división territorial

ya existía con anterioridad al golpe y sólo se utilizó lo que ya venía funcionando.

El Terrorismo de Estado, perpetrado por la dictadura cívico-militar, se atribuyó la suma del poder

público, se arrogó facultades extraordinarias y en el ejercicio de esos poderes ilegales llevó adelante

la práctica sistemática de graves violaciones a los derechos humanos.

Asimismo, continuó con el estado de sitio decretado por María Estela Martínez en

noviembre de 1974, consideró objetivos militares a todos los lugares de trabajo y producción,

removió los poderes ejecutivos y legislativos nacionales y provinciales, cesó en sus funciones a

todas las autoridades federales y provinciales como así también a las municipales, y a los elementos

populares que figuraban en el poder judicial nacional y provinciales; declaró en comisión a todos

los jueces, suspendió la actividad de los partidos políticos, intervino los sindicatos y las

confederaciones obreras y empresariales, prohibió el derecho a huelga, anuló las convenciones

colectivas de trabajo e instaló la pena de muerte para los delitos de orden público, medidas que

incidían directamente sobre el orden económico.

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Para ello, fue necesario sistematizar la represión popular mediante la estrategia del secuestro,

detención, tortura, desaparición y asesinato de militantes, adherentes, estudiantes, obreros, etc., es

decir, a la sociedad civil en su conjunto. Sin embargo, esta sistematicidad represiva, con los más de

500 Centros Clandestinos de Detención y Exterminio como ejes fundamentales, tuvo otro carácter

distintivo: la clandestinidad de ese accionar terrorista. Así, este Estado Terrorista se presenta como

un Estado Dual, ya que, por un lado, existe un Estado visible, legalista aunque ilegítimo, ordenado y

propulsor de la paz social, y por el otro, un Estado invisible, clandestino que reprimía ferozmente en

las sombras, sin juicio, sin garantías, sin información pública al respecto. Estos dos Estados

coexistían y se autoalimentaban siendo imposible concebir uno sin el otro.

Para abundar en su definición, podemos decir también, a través del esquema aportado por Gramsci,

que este Estado para consolidar su hegemonía, ponía de manifiesto dos elementos fundamentales:

consenso y coerción; consenso a través de su parte visible, refrendado por gran parte del poder

judicial y amplificado por los medios masivos de comunicación, estatales y privados, y, por

supuesto, coerción a través del accionar clandestino depredador.

La consecuencia de ese accionar fue: miles de desaparecidos, asesinados, detenidos, exiliados y cientos de niños con su identidad robada, lejos de sus familias biológicas.

Complicidad Civil

Se desprende de lo dicho antes, que este Estado también utilizó una herramienta muy eficaz para el

disciplinamiento social como es el terror, pero, terror ejercido de manera pendular, es decir,

mostrándose y ocultándose a los ojos de la sociedad civil. No deja de ser clandestino su accionar,

pero funciona como un secreto a voces, por ejemplo: los vecinos de un Centro Clandestino podían

ver parte del esquema represivo (los autos con compañeros secuestrados, sin patente, ruidos

extraños, gritos desgarradores y hombres con armas largas vestidos de civil) pero de esa represión

no daba cuentas el Estado en términos públicos. El terror se hace irrespirable, y no quedan opciones

dentro del Estado legal. Con esa alarma y consternación sobre los cuerpos la sociedad reacciona con

elementos que le son provistos por los medios de comunicación, en ausencia de otra voz pública al

respecto: "algo habrán hecho", "por algo será", en referencia al destino de los secuestrados.

Plan Económico

José Alfredo Martínez de Hoz, descendiente del fundador y miembro activo de la Sociedad Rural

Argentina, y cabeza visible del apoyo civil a la dictadura, fue designado como Ministro de

Economía (un civil, al igual que todos los ministros de economía de todas las dictaduras) y

comenzó a ejecutar políticas de desindustrialización nacional, fomento indiscriminado del capital

financiero y persecución a los trabajadores; medidas tendientes a la eliminación del Estado de

Bienestar que intervenía fuertemente en la economía, que garantizaba la soberanía nacional y los

plenos derechos para la población en general y para las clases trabajadoras en particular. Las clases

dominantes buscaban así cerrar el ciclo de conquistas sociales que se habían inaugurado durante el

gobierno de Perón y la militancia de Evita y que se había ensayado demoler anteriormente desde

1955. Las clases dominantes lograron en este período instaurar el modelo neoliberal, de

concentración del capital en pocas manos, en las suyas (6).

Desde el punto de vista de los jefes militares, de los grupos económicos y de los civiles que los

apoyaban, el origen de los conflictos sociales en la Argentina y de la inestabilidad política

imperante luego de 1955 con el derrocamiento del gobierno constitucional de Perón, estaba

relacionado con el desarrollo de la industrialización y la modernización en sentido amplio (que se

había dado con la ESI, Industrialización por Sustitución de Importaciones).

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Estos sectores afirmaban que se trataba de un modelo sostenido artificialmente por la intervención

del Estado; entendían que esto motivaba un exagerado crecimiento del aparato estatal y el

fortalecimiento de un movimiento obrero organizado, dispuesto y capaz de defender sus derechos e

intereses por diversas vías. En la Conferencia Monetaria Internacional de México, realizada en

mayo de 1977, el ministro de Economía dijo que el cambio de gobierno constituía "la

transformación de la estructura política y económica-

social que el país tuvo durante casi treinta años" (que requería el sistema capitalista mundial en el que estábamos inmersos por razones históricas).

Así, para sentar las bases de ese nuevo modelo que querían imponer en el país era necesario

modificar las estructuras de la economía argentina. El cambio propuesto era muy profundo; no

bastaba con un simple proceso de reordenamiento, sino que había que transformar normas y marcos

institucionales, administrativos y empresariales; políticas, métodos, hábitos, y hasta la misma

mentalidad (dolarización de la economía, etc.). Esto sólo podía implementarse con la violencia y el terror.

Varios autores coinciden en denominar a la dictadura cívico militar como un proceso signado por

"La revancha oligárquica" (7). En palabras de Juan Carlos Marín "La burguesía

se comporta como una clase dominante -propietaria- de un territorio social y no sólo material (...) Es la conciencia de clase poseedora que la burguesía tiene de sí misma -como expresión de su ser

social - la que la lleva permanentemente a "sentirse" atacada ante cada intento de conquista, recuperación social y política de los sectores desposeídos (...). De ahí

su vocación de clase propietaria -dominante- de hacer la guerra ante cualquier intento de los

sectores desposeídos de establecer la continuidad de sus luchas sociales y políticas. La guerra es para la burguesía la otra cara del proceso de acumulación capitalista, en la que la crisis de

acumulación es mediatizada por esa capacidad de "potencia económica" que Marx le otorgaba a la violencia en el capitalismo" (8).

El diagnóstico que realizaba la oligarquía terrateniente y los grupos económicos tanto nacionales

como extranjeros que corporizaban al capital era una situación social y política caracterizada como

revolucionaria: "La burguesía se comporta como una clase dominante -propietaria- de un territorio

social y no sólo material" (9). Su conclusión era que como clase social poseedora y propietaria

estaba amenazado su status quo, estaban desde su percepción y análisis en una situación de guerra.

De allí, la implementación del terrorismo de Estado (10).

Las precursoras y dignas palabras de Rodolfo Walsh en su Carta Abierta de un Escritor a la Junta

Militar lo expresaban de este modo: En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo

la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos

con la miseria planificada. En un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al

40%, disminuido su participación en el ingreso nacional al 30%, elevado de 6 a 18 horas la jornada

de labor que necesita un obrero para pagar la canasta familiar, resucitando así formas de trabajo

forzado que no persisten ni en los últimos reductos coloniales. Congelando salarios a culatazos

mientras los precios suben en las puntas de las bayonetas, aboliendo toda forma de reclamación

colectiva, prohibiendo asambleas y comisiones internas, alargando horarios, elevando la

desocupación al récord del 9% prometiendo aumentarla con 300.000 nuevos despidos, han

retrotraído las relaciones de producción a los comienzos de la era industrial, y cuando los

trabajadores han querido protestar los han calificados de subversivos, secuestrando cuerpos enteros

de delegados que en algunos casos aparecieron muertos, y en otros no aparecieron.".

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Las medidas tomadas por Martínez de Hoz fueron la liberalización generalizada de los mercados

(sobre todo el financiero) y apertura económica al exterior (diferencias sustantivas con las políticas

económicas aplicadas históricamente en el país, aún en otros regímenes militares). La misma

procuraba modificar radicalmente la estructura económica del país, su base social de sustentación y

su inserción en la división internacional del trabajo (11). Pero esta "liberalización" de precios

pronto tendría una restricción: "no es factible pensar que puedan tener vigencia las condiciones

ideales de libre contratación entre la parte obrera y la empresarial para la fijación del nivel de

salarios" (12). Se implementó un nuevo régimen de inversiones extranjeras (Ley 21382, de agosto

1976); la desregulación generalizada de las empresas de capital extranjero. Se consagró la igualdad

de derechos con las nacionales. Contemplaba que los actos celebrados con su matriz u otra filial de

la misma empresa transnacional serán considerados como realizadas entre "entes independientes".

A fines de 1976 se unificó la paridad cambiaría (financiera y comercial). Los derechos de

exportación que oscilaban entre un 10% y un 50%, se redujeron entre 5% y 25%. Se suprimió el depósito previo para las importaciones. Se sancionó el Decreto 3008/76 por el cual se reducían los

aranceles de importación. En el memorándum enviado por el gobierno argentino al Fondo Monetario Internacional en septiembre de 1977 de dejaba claro que "... los aranceles a las importaciones han sido gradualmente reducidos con el propósito de permitir que

la competencia extema cumpla una función de límite potencial en la determinación de precios".

A mediados 1977 se realizó la Reforma Financiera, la cual cumpliría un rol hegemónico en la

absorción y reasignación de recursos al desvincular al Estado del manejo de la oferta monetaria. El

Estado se convierte en tomador de crédito para financiar su déficit, los bancos prestan con altas

tasas de interés y empiezan a caer las empresas más débiles. Con la liberalización de las tasas de

interés, se produce alza de la misma y la consecuente "bicicleta financiera".

En julio de 1977 se sancionó la Ley de Promoción Industrial, beneficiaría para el capital extranjero. En agosto se sancionó la Ley de Trasferencia de Tecnología. Hacia fines de 1978 da comienzo una

nueva etapa en donde predomina el enfoque monetario de la balanza de pagos. Se sustenta en la "apertura de la economía y la confianza en las empresas privadas como sostén y motor de la

economía” (13).

Un nuevo patrón de acumulación se instauraba a mediante represión, tortura y transferencia de

ingresos del trabajo hacia el capital. Era el proyecto económico oligarca diseñado e implementado

para un modelo de sociedad en donde un sector minoritario de la población

tuviera acceso a un nivel de vida muy alto, mientras las grandes mayorías veían la degradación de la

calidad de vida con la consiguiente dualización de la sociedad. A ello se sumaría la deuda externa.

Eduardo Basualdo así lo explica: “La deuda externa privada fue la que definió el ritmo y las

modalidades de todo el endeudamiento externo a partir de 1979; estuvo estrechamente vinculada

con la fuga de capitales al exterior; posteriormente a 1980, la deuda externa del sector privado fue

transferida en gran parte al Estado mediante los regímenes de seguro de cambio y la emisión de

bonos" (14).

En el año 82 Domingo Cavallo como presidente del BCRA (Banco Central de la República Argentina) emite la Comunicación "A" 251, por la cual transformó la deuda privada en pública.

La actividad manufacturera fue el sector más afectado por la política económica implementada por

el régimen militar. El PBI industrial del 83 equivale al 90% del de 1973 o al 85% de 1974. La

contracción de la actividad industrial fue la repercusión más relevante de la política económica del

régimen militar. En 1978 cae el producto industrial más del 10%. En el 1980 la crisis es la más

profunda, difundida y persistente de la posguerra. Entre el 80-82 el producto industrial cayó casi un

25%. Esto no constituye un fenómeno común en la historia de las sociedades.

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El volumen físico de la producción se contrajo poco menos del 10%. La cantidad de obreros

ocupados en la industria se redujo en más de un tercio (34,3%) y las horas-obrero trabajadas en poco más del 30% (30,4%). Esta disímil contracción refleja un incremento de la jornada media de

trabajo equivalente al 5,9%.

La productividad media de la mano de obra muestra un crecimiento por demás significativo (37,6%

si se refiere a los obreros ocupados y 29,9% en función de las horas trabajadas). El salario real y el

costo salarial disminuyeron casi un 20% (17,3% y 18,6% respectivamente). La relación

productividad/costo salarial, o en otras palabras, la distribución interna del ingreso industrial revela

una creciente apropiación del excedente por parte del sector empresarial (se incrementó en un 69%).

En el mercado laboral esta política económica haría estragos: a partir de 1976 y más

específicamente desde el segundo trimestre, desde el golpe militar, hay expulsión sistemática e

ininterrumpida de trabajadores que sólo se revierte en 1983, cuando la ocupación en el sector se

incrementa un 3,3%, alcanzándose un nivel equivalente a menos de los dos tercios de la dotación de

personal existente antes del golpe militar de 1976. Se prolonga la jornada media de trabajo, otra

forma de disciplinar a la clase obrera, con la recurrencia a uno de los mecanismos más arcaicos de

intensificación del trabajo.

La disociación de la evolución de la producción industrial iniciada en 1975 y la expulsión de la

mano de obra está relacionada con el "poder sindical" que en el peronismo intensificó su margen de

acción y poder de negociación. El fenómeno de creciente ocupación y

disminución de la jomada laboral media son eliminados drásticamente a partir del golpe.

A partir del 2º trimestre de 1976 hasta el 1º de 1977, la eliminación del sobre - empleo vía la

adecuación de los planteles a los nuevos y más bajos niveles de producción, o sea un ritmo de expulsión de trabajadores superior al de la caída de mano de obra.

A partir del 2º trimestre de 1977 se inicia una segunda fase con una nueva disociación entre la evolución de la producción y la del empleo, de signo opuesto a la verificada durante el peronismo.

A pesar de la reactivación de la producción industrial con tasas que, para los tres últimos trimestres de 1977, oscilan entre el 3,7% y 14,4%, persiste la expulsión de mano de obra a un ritmo nunca

inferior al 5%.

Esta desvinculación se mantiene en forma ininterrumpida hasta el inicio de 1983. Son 27 trimestres (2º 1976 a 4º de 1982) en que cae permanentemente el nivel de ocupación, con el agravante que en

diez de esos trimestres se registran tasas de crecimiento positivas de la producción industrial.

El salario real comienza a deteriorarse en 1975 luego del rodrigazo (3,3%). Con el inicio de la

gestión militar, el congelamiento salarial y liberalización generalizada de precios, se establece un nuevo nivel de remuneraciones que implica para los trabajadores una pérdida de un tercio de sus

ingresos. En 1976 el salario real disminuyó un 32,7%.

Para el empresariado industrial esos nuevos niveles suponen para 1976, una reducción en sus costos laborales equivalente a 35,7% y, si se los contrasta con los de 1974, del 43% se evidencia aun más el impacto social derivado.

Durante 1977 y 78 persiste el deterioro, menos intenso que en el 76, En 1979 y 1980 muestran

cierta recuperación salarial. La crisis de 1981, en que la producción industrial cayó un 16%, inicia una contracción salarial que deriva en una caída de casi el 20% en remuneración real.

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Por ello, autores como los citados Khavisse-Basualdo-Aspizu, entre otros, hablan de "La distribución regresiva del ingreso industrial".

El comportamiento diferencial entre la productividad de la mano de obra -entre 1974 y 1983 creció

el 37,6% - y el costo laboral de la misma - decayó el 18,6% -, la magnitud del excedente captado

por el empresariado industrial, en su conjunto, se incrementó en el decenio en un 69%. Esta

transferencia de ingresos desde los sectores obreros al capital aparece como una constante desde el

mismo inicio de la gestión militar. En los últimos 9 meses del 76, como producto de la pronunciada

contracción salarial y el leve incremento de la productividad, el excedente sectorial apropiado por el

sector empresario se incrementó en un 56,1%; redistribución de ingresos que no tiene precedentes

históricos, más aun considerando tan corto plazo.

Medios de Comunicación.

Frente a lo que describimos anteriormente no hubo una sola reacción por parte de los medios de

comunicación gráficos. En resumidas cuentas hubo tres maneras de pararse frente al discurso único

emanado del Terrorismo de Estado. La primera de ellas, muy minoritaria, representada por aquellos

medios que intentaron a través de prácticas y estrategias diversas, restar consenso mediante

operaciones críticas o denuncias abiertas, como es el caso de ANCLA (Agencia de Noticias

CLAndestina, liderada por Rodolfo Walsh de la organización Montoneros), la prensa de las

diferentes organizaciones político-militares (Estrella Roja del PRT-ERP, Evita Montonera, el

Descamisado, etc.). La segunda reacción estaba basada en la omisión informativa y autocensura

sistemática, en la cual los periodistas borraban su opinión y trasmitían a secas los partes oficiales,

como es el caso de El Cronista Comercial. La tercera y última posibilidad tiene que ver con los

medios gráficos que deliberadamente fueron cómplices del accionar terrorista y acérrimos

defensores de lo que postulaba el gobierno cívico - militar; los diarios Clarín, La Razón y La

Nación fueron coautores de la diseminación del terror propugnada por el régimen. Aquí no

podemos dejar de mencionar el negocio espurio en el que formaron parte para apropiarse

¡legalmente de la empresa Papel Prensa, cuando se amenazó y detuvo ¡legalmente a la familia

Graiver, accionista mayoritaria de la empresa.

La intención de controlar y suprimir la libertad de expresión quedó plasmada en el comunicado N°

19 del 24 de marzo de 1976 que operó como marco general de la estrategia respecto a los medios

masivos de comunicación: "se comunica a la población que la Junta de Comandantes Generales ha

resuelto que sea reprimido con la pena de reclusión por tiempo indeterminado el que por cualquier

medio difundiere, divulgare o propagase comunicados o imágenes provenientes o atribuidas a

asociaciones ilícitas o personas o grupos notoriamente dedicados a actividades subversivas o al

terrorismo. Será reprimido con reclusión de hasta 10 años, el que por cualquier medio difundiere,

divulgare o propagare noticias, comunicados o imágenes con el propósito de perturbar, perjudicar o

desprestigiar las actividades de las Fuerzas Armadas, de Seguridad o policiales". La ambigüedad de

este comunicado alimenta la autocensura de prensa por la indefinición de los límites, por la

inconsistencia de la definición de lo prohibido.

Este comunicado es distintivo de este Terrorismo de Estado, y esto es así porque cuando lo comparamos con el Decreto emanado del Poder Ejecutivo de la autodenominada Revolución Libertadora cuando claramente establecía lo prohibido (Perón, Evita, la marcha, el escudo, etc.)

En cuanto a los medios audiovisuales, entraron en la división por tercios que llevaron a cabo las

fuerzas armadas. Así, el Ejército se hizo del control de canal 9 y las radios Belgrano, Argentina y

Del Pueblo; la Marina controló canal 13 y las radios Mitre, El Mundo y Antártida; por su lado la

fuerza aérea intervino en canal 11 y en las radios Excelsior y Splendid. Canal 7, denominado

Argentina Televisora Color (ATC) tuvo un control tripartito, al igual que la agencia de noticias

Telam.

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En consonancia con el accionar terrorista la dictadura intervino, expropió y clausuró algunos diarios y revistas mientras era socio de otros como Clarín y la editorial Atlántida (revistas Gente, Para Ti,

El Gráfico, Billiken, etc.). Además desapareció a 80 trabajadores de prensa y muchos sufrieron cárcel y exilio forzoso.

En ese sentido, el 15 de septiembre de 1980, Videla promulgó el decreto-ley N° 22.285 de

radiodifusión para fijar "los objetivos, las políticas y las bases" que tenía que "observar los servicios

de radiodifusión". En este momento también fue creado el COMFER (Comité Federal de

Radiodifusión) destinado a controlar que los medios cumplieran con las normativas vigentes. Esta

ley, que tenía entre sus principales limitaciones definir que sólo podrían acceder a licencias de radio

y televisión aquellas personas que tuvieran fines de lucro, remora del Terrorismo de Estado que

permaneció signando la comunicación argentina hasta la promulgación de la Ley de Servicios de

Comunicación Audiovisual del año 2009, y que todavía esperamos implementar en su totalidad por

medidas fraudulentas llevadas a cabo por el Grupo Clarín en connivencia con rancios sectores del

poder judicial vinculados a los intereses económicos del grupo y a sus concepciones políticas.

Así, siguiendo lo mencionado antes respecto del discurso que emana de los medio de comunicación cómplices, debería retomarse que esta arenga terrorista era la que llegaba a las casas a través de la

multiplicidad de bienes culturales que producían estos medios comunicacionales.

LA DEMOCRACIA

Teoría de los dos demonios

La teoría de los dos demonios se plasmó en el prólogo del libro "Nunca Más", confeccionado con el

informe presentado por la recién creada Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) al Presidente Alfonsín en 1984, que va a ser la base de la acusación de la fiscalía en el

denominado Juicio a las Juntas Militares.

Esta teoría presentaba justamente, dos demonios que peleaban por intereses encontrados y que

tenían la misma dimensión. Estos dos demonios serían el Estado por una parte, y por la otra las organizaciones político-militares. Desde el gobierno radical se medía con la misma vara el accionar

terrorista del Estado y el accionar de esas organizaciones sin distinguir la diferencia de su magnitud y de sus objetivos.

Así, no es concebida como legítima la violencia ejercida por el pueblo cuando desde hace más de 20

años que es perseguido, proscripto y silenciado. Olvidando que la violencia política es un rasgo característico de la historia de nuestro país y que la misma se sostiene en el contexto planteado. Que

la violencia política era resultado de la represión estatal y no generadora de ésta.

Estos dos demonios, delineados en el prólogo del Nunca Más, serían dos extremos ideológicos, la extrema derecha a través del Estado Terrorista, y la extrema izquierda a través de la violencia revolucionaria. O sea, que legitiman el accionar estatal considerándolo respuesta a la violencia política revolucionaria y no como originador de ésta, aunque considera

exagerado el accionar del Estado, pero sólo eso.

Este relato reduce el conflicto socio-político generalizado de la época al enfrentamiento de dos grupos armados y coloca a la mayoría de la sociedad argentina como una víctima inocente, ajena al

enfrentamiento y a sus consecuencias, olvidando la acción siempre activa de las sociedades, aunque más no sea para estar de acuerdo.

El error es fatal. Considerar a la sociedad en su conjunto como ajena a lo acontecido durante el

Terrorismo de Estado es anular tanto el apoyo tácito de gran parte de la sociedad al régimen como

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la complicidad civil que tuvo concretamente la dictadura, cancelar la connivencia de los medios de

comunicación con su accionar, olvidar la participación necesaria de las empresas privadas

(Mercedes Benz, Acindar, La Veloz del Norte, Astarsa, Fiat, Techint, Macri, City Bank, La Nación,

Clarín, Ledesma, la Sociedad Rural Argentina, Ford, Loma Negra, etc.) en la represión al

movimiento obrero, la justificación espiritual de la represión por parte de la Iglesia Católica, etc. Es

decir, diluye la militancia política de las víctimas, las reduce a simples guerrilleros que

aterrorizaban a la sociedad pacífica o a víctimas inocentes de los excesos de la dictadura, y piensa a

los dictadores como insanos que llevan adelante excesos y extralimitaciones y los corre del lugar

que les corresponde: militantes de un proyecto económico vinculado a los intereses extranjeros

capitalistas con estrategias aprendidas en la Escuela de la Américas con la Doctrina de la Seguridad

Nacional como fundamento.

Esta teoría, además de tener los errores conceptuales que mencionamos provoca también algo que se convertirá en distintivo en los '80 y '90: la despolitización como base de la paz social.

En la década del 80, es casi inevitable encontrarse con la "teoría de los dos demonios" y el camino

sinuoso transitado por el gobierno radical, que así como avanzó en los primeros juicios a la Junta Militar, retrocedió con la impunidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida,

contemporáneas a toda una "economía de guerra" y al "ajuste de los cinturones", a la creciente conflictividad social y la debacle hiperinflacionaria.

La década del '90 ilustra una etapa donde las políticas neoliberales incluyeron privatizaciones con

despidos masivos de trabajadores y trabajadoras, un consecuente aumento de la pobreza, de la marginalidad, y un crecimiento exponencial de la deuda externa, interna y social, mientras también

se indultaba a los genocidas.

Culmina este período con el decreto del 2001 de Fernando De la Rúa, el cual impidió la extradición de los represores que estaban siendo requeridos por tribunales de otros países.

Los Familiares, las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, aquellos que salieron a la calle desde los

años 70 a reclamar la aparición con vida de los hijos y nietos desaparecidos y se manifestaron en

contra de aquellas leyes de impunidad, y los H.I.J.O.S., utilizando métodos novedosos como los

escraches, fueron la voz viva de la resistencia popular. Ellos marcaron el camino para retornar a la

democracia, cifrando un ejemplo que el kirchnerismo ha querido reivindicar y continuar: una lucha

que nunca buscó venganza, siempre justicia.

(2) Las categorías económicas no constituyen más que expresiones teóricas, abstracciones de las

relaciones sociales de la producción. (...) Esas relaciones sociales determinadas son tan producidas por el hombre como la tela, el lino, etc. Las relaciones sociales se hallan íntimamente

unidas a las fuerzas productivas. Marx, Carlos: « Miseria de la filosofía », Ed. Sarpe, Madrid, 1984.

(3)... un poder que no sólo no disimula que se ejerce directamente sobre los cuerpos, sino

que se exalta y se refuerza con sus manifestaciones físicas; un poder que se afirma como poder armado, y cuyas funciones de orden, en todo caso, no están enteramente separadas de las funciones

de guerra; un poder que se vale de las reglas y las obligaciones como vínculos personales cuya ruptura constituye una ofensa y pide una venganza; un poder para el cual la desobediencia es un

acto de hostilidad, un comienzo de sublevación ...

Foucault, Michel: "Vigilar y castigar";

(4) La percepción de lo que ocurría no era igual para todos. Tal vez el cuadro de la oligarquía más

claro en ese aspecto así lo manifestaba: "Yo intuí, ese difícil 29 de mayo de 1969, que algo estaba

pasando en el país, algo nuevo cuya singularidad trataba de precisar

Page 28: HISTORIA DE LA PATRIA - peronistakirchnerista.com

dentro del marco de mis preocupaciones mayores. No podía saber en qué terminarla aquello, cómo reaccionaría ante los acontecimientos, cuáles eran sus causas mediatas y profundas. Pero

empezaba a convencerme que otros elementos, inusuales hasta entonces, estaban entrando a la realidad política y a la forma en que nosotros vivíamos esa realidad". Lanusse, Alejandro A.: "Mi

testimonio", Lasserre Editores, Bs. As. julio 1977.

(5) "Estado Terrorista Argentino", Eduardo Luis Duhalde, 1884 / 85?

(6)La política económica trasciende lo "económico" y la convierte en un programa de reestructuración integral de la propia organización social. Aspiazu, D.-Basualdo, E.-Khavisse, M: "El nuevo poder económico"; Ed. Hyspamerica.

(7) Entre ellos Miguel Khavisse, Eduardo Basualdo y Guillermo O'Donnell.

(8) Marín, Juan Carlos: "Los hechos armados, Argentina 1973-1976, la acumulación primitiva del genocidio"; Ed. P.I.CA.SO./La Rosa Blindada, Bs. As., 1996.

(9) Marín, Juan Carlos, op. Cit.

(10) Es interesante la reflexión de Karl Von Clausewitz, para quien la guerra era la continuación

de la política "bajo otras formas": "La guerra no surge con la ofensiva, porque esta tiene como

objetivo absoluto, no tanto el combate sino tomar posesión de algo. La guerra surge primero con la

defensa, porque ésta tiene como objetivo directo el combate, ya que la acción de detener el golpe y

el combate son, evidentemente, una misma cosa".

(11) Aspiazu, D.-Basualdo, E.-Khavisse, op. Cit.

(12) Discurso de Martínez de Hoz al anunciar el programa económico del 2-4-76 transnacional serán considerados como realizadas entre "entes independientes".

(13) Discurso Ministerial, Boletín Semanal del Ministerio de Economía, N° 265, 25 de diciembre de 1978

(14) Basualdo, Eduardo: "Economía y genocidio" en Gelman, Juan-Lamadrid, Mará: "Ni el flaco perdón de Dios", Editorial Planeta, Buenos Aires, 1997.

Page 29: HISTORIA DE LA PATRIA - peronistakirchnerista.com

"LA POLÍTICA ECONÓMICA

DE MARTÍNEZ DE HOZ" Pablo Lalanne

"... se abre señores un nuevo capítulo en la historia económica Argentina.

Hemos dado vuelta una hoja del intervencionismo

estatizante y agobiante de la actividad económica,

para dar paso a la liberación de las fuerzas productivas..."

Discurso de José Alfredo Martínez de Hoz,

primer Ministro de Economía de la dictadura cívico militar

1976 - 1983, pronunciado el 2 de abril de 1976.

La dictadura cívico militar del período 1976 - 1983 no sólo significó la ruptura, una vez más, del

orden institucional democrático. En este caso, la política económica también cambió drásticamente y la tristemente célebre frase que se reproduce al inicio nos muestra le esencia del plan económico

de la dictadura: terminar con un Estado presente y activo en la escena económica para pasar al

reinado del mercado (las supuestas fuerzas productivas).

Este proceso se enmarca dentro del cambio global de un patrón de acumulación productivo a un

patrón de acumulación financiero, que comenzó a operar en el mundo capitalista a mediados de la

década de 1970. Este cambio de patrón de acumulación significaba que el principal origen de la

ganancia no estaría más en el campo de la economía real (producción de bienes y servicios reales)

sino que se encontraría en la esfera de la especulación y valorización financiera.

En esta coyuntura, y dada la tradición de resistencia y organización política popular en

Latinoamérica en general y en Argentina en particular (sumando, en el caso Argentino, su

desarrollo industrial y el Estado de bienestar diseñado en los gobiernos Peronistas) se hacen

necesarios sangrientos golpes de Estado para poder llevar adelante las medidas económicas que ese

cambio de patrón de acumulación requería y que debemos identificar con el inicio del

Neoliberalismo.

El primer Ministro de Economía de esta etapa fue Martínez de Hoz, quien ocupó el cargo desde 1976 hasta 1981. Estos son los principales lineamientos de su plan económico.

En primera instancia, se congelan los salarios pues se consideraba que estaban muy altos en relación

a la productividad del trabajo y, por ende, se identificaba a dicha variable con el origen de la

inflación. Se reducen considerablemente los aranceles de importación y se suprimen subsidios

directos al sector privado, dejando expuesta la producción nacional a la competencia externa. Al

mismo tiempo, se liberaliza el mercado financiero (Ley de Entidades Financieras de 1977), el

acceso al mercado de divisas y la Cuenta Capital (no hay

restricciones para el ingreso, egreso y compra venta de dólares), todas condiciones absolutamente

necesarias para la especulación financiera generalizada. Sin embargo, se garantizó la rentabilidad en dólares con el sistema preanunciado de devaluación controlada (la famosa "tablita").

La eliminación de los controles de precios, combinado con el congelamiento de salarios produjeron

una caída del salario real sin precedentes. La participación del salario en la distribución funcional

del ingreso cayó de aproximadamente 50% a 35% (estas estimaciones pueden variar dependiendo

Page 30: HISTORIA DE LA PATRIA - peronistakirchnerista.com

de la metodología, organismo que la realiza, etc. El punto significativo es destacar la violenta

transferencia de recursos del sector trabajo al sector capital).

La apertura externa (baja de aranceles a las importaciones) deja fuera de competencia a la

producción nacional. La liberalización del sistema Néstor Kirchner al Gobie financiero y de la

Cuenta Capital incentivan la especulación financiera, la toma de créditos en el exterior y la entrada

de capitales especulativos que, cuando se revierte la gran liquidez internacional y suben las tasas de

interés, conducen al aumento exponencial del endeudamiento externo.

La combinación de estas políticas determinan el empobrecimiento de la clase trabajadora, la destrucción del sistema industrial Argentino a manos de la especulación financiera y el creciente endeudamiento externo.

En síntesis: el congelamiento de salarios y alta inflación derivan en una reducción sin precedentes

del salario real; la posibilidad de obtener grandes ganancias en el sistema financiero dadas las altas

tasas de interés locales y la liberalización del sistema fomentan la especulación financiera (la

bicicleta financiera) en detrimento de la inversión real. Sumado a esto la apertura del mercado

externo resulta el estancamiento del nivel de actividad (bajas tasas de crecimiento del PIB e incluso

decrecimiento), el retroceso de la actividad industrial y la reprimarización de la economía. El

estrangulamiento en la cuenta corriente del sector externo (déficit de la cuenta corriente) es

compensado con endeudamiento, lo cual que incrementa la deuda externa argentina, tanto pública

como privada, que pasa de aproximadamente 7500 millones de dólares a casi 50.000 millones en

1982.

Llegamos así a 1981, momento en el cual Martínez de Hoz es reemplazado por Sigaut sin que esto signifique cambios de rumbo importantes en la política económica. El heredero del fundador de la

Sociedad Rural Argentina había hecho muy bien su trabajo y, sea por incapacidad política o por

decisión manifiesta, ningún gobierno ni equipo económico significó un cambio radical hasta la llegada de Néstor Kirchner al Gobierno Nacional.

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INTERNACIONALES

Francis Fukuyama

"¿EL FIN DE LA HISTORIA?"

El texto del intelectual neoconservador (republicano) apareció originalmente en una revista

especializada en Estados Unidos. Luego se convirtió en un libro que circuló por todo el mundo.

Fukuyama sostiene que la caída de Socialismo Real, los de los fascismos y de diversos

experimentos socialdemócratas anuncia el triunfo final del capitalismo neoliberal y la limitada

democracia que se permite en ese marco. El paso de los años fue dejando en ridículo la declaración

de un "mundo sin conflictos" la utopía del neoliberalismo. Sin embargo, es un importante

documento para entender una época a la que las oligarquías retrógradas desean volver.

Al observar el flujo de los acontecimientos de la última década, difícilmente podemos evitar la

sensación de que algo muy fundamental ha sucedido en la historia del mundo. El año pasado hubo

una avalancha de artículos que celebraban el fin de la guerra fría y el hecho de que la "paz" parecía

brotar en muchas regiones del mundo. Pero la mayoría de estos análisis carecen de un marco

conceptual más amplio que permita distinguir entre lo esencial y lo contingente o accidental en la

historia del mundo, y son predeciblemente superficiales. Si Gorbachov fuese expulsado del Kremlin

o un nuevo Ayatollah proclamara el milenio desde una desolada capital del Medio Oriente, estos

mismos comentaristas se precipitarían a anunciar el comienzo de una nueva era de conflictos.

Y, sin embargo, todas estas personas entrevén que otro proceso más vasto está en movimiento, un

proceso que da coherencia y orden a los titulares de los diarios. El siglo veinte presenció cómo el

mundo desarrollado descendía hasta un paroxismo de violencia ideológica, cuando el liberalismo

batallaba, primero, con los remanentes del absolutismo, luego, con el bolchevismo y el fascismo, y,

finalmente, con un marxismo actualizado que amenazaba conducir al apocalipsis definitivo de la

guerra nuclear. Pero el siglo que comenzó lleno de confianza en el triunfo que al final obtendría la

democracia liberal occidental parece, al concluir, volver en un círculo a su punto de origen: no a un

"fin de la ideología" o a una convergencia entre capitalismo y socialismo, como se predijo antes,

sino a la impertérrita victoria del liberalismo económico y político.

Ei triunfo de Occidente, de la "idea" occidental, es evidente, en primer lugar, en el total agotamiento

de sistemáticas alternativas viables al liberalismo occidental. En la década pasada ha habido

cambios inequívocos en el clima intelectual de los dos países comunistas más grandes del mundo, y

en ambos se han iniciado significativos movimientos reformistas.

Pero este fenómeno se extiende más allá de la alta política, y puede observársele también en la

propagación inevitable de la cultura de consumo occidental en contextos tan diversos como los

mercados campesinos y los televisores en colores, ahora omnipresentes en toda China; en los

restaurantes cooperativos y las tiendas de vestuario que se abrieron el año pasado en Moscú; en la

música de Beethoven que se transmite de fondo en las tiendas japonesas, y en la música rock que se

disfruta igual en Praga, Rangún y Teherán.

Lo que podríamos estar presenciando no sólo es el fin de la guerra fría, o la culminación de un período específico de la historia de la posguerra, sino el fin de la historia como tal: esto es, el punto

final de la evolución ideológica de la humanidad y la universalización de la democracia liberal occidental como la forma final de gobierno humano.

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Lo cual no significa que ya no habrá acontecimientos que puedan llenar las páginas de los

resúmenes anuales de las relaciones internacionales en el Foreign Affairs, porque el liberalismo ha

triunfado fundamentalmente en la esfera de las ideas y de la conciencia, y su victoria todavía es

incompleta en el mundo real o material. Pero hay razones importantes para creer que éste es el ideal

que "a la larga" se impondrá en el mundo material. Para entender por qué es esto así, debemos,

primero, considerar algunos problemas teóricos relativos a la naturaleza del cambio histórico.

I.- La idea del fin de la historia no es original. Su más grande difusor conocido fue Karl Marx, que

pensaba que la dirección del desarrollo histórico contenía una intencionalidad determinada por la

interacción de fuerzas materiales, y llegaría a término sólo cuando se alcanzase la utopía comunista

que finalmente resolvería todas las anteriores contradicciones. Pero el concepto de historia como

proceso dialéctico con un comienzo, una etapa intermedia y un final, lo tomó prestado Marx de su

gran predecesor alemán, George Wilhelm Friedrich Hegel.

Para mejor o peor, gran parte del historicismo de Hegel se ha integrado a nuestro bagaje intelectual

contemporáneo. La idea de que la humanidad ha avanzado a través de una serie de etapas primitivas

de conciencia en su trayecto hacia el presente, y que estas etapas correspondían a formas concretas

de organización social, como las tribales, esclavistas, teocráticas, y, finalmente, las sociedades

igualitarias democráticas, ha pasado a ser inseparable de la mentalidad moderna del hombre. Hegel

fue el primer filósofo que utiliz el lenguaje de la ciencia social moderna, en tanto creía que el

hombre era producto de su entorno histórico y social concreto, y no, como anteriores teóricos del

derecho natural habrían sostenido, un conjunto de atributos "naturales" más o menos fijos. El

dominio y la transformación del entorno natural del hombre a través de la aplicación de la ciencia y

la tecnología no fue un concepto originalmente marxista, sino hegeliano. A diferencia de

historicistas posteriores, cuyo relativismo histórico degeneró en un relativismo a secas, Hegel

pensaba, sin embargo, que la historia culminaba en un momento absoluto, en el que triunfaba la

forma definitiva, racional, de la sociedad y del Estado.

La desgracia de Hegel es que hoy principalmente se le conozca como precursor de Marx, y la nuestra estriba en que pocos estamos familiarizados en forma directa con la obra de

Hegel, y, con esta ya filtrada a través de los lentes distorsionadores del marxismo. En Francia, sin

embargo, se ha hecho un esfuerzo por rescatar a Hegel de sus intérpretes marxistas y resucitarlo

como el filósofo que se dirige a nuestra época con mayor propiedad. Entre estos modernos

intérpretes franceses de Hegel, ciertamente el principal fue Alexandre Kojéve, brillante emigrado

ruso que dirigió, en la Ecole Practique des Hautes Eludes de París en la década de los 30, una serie

de seminarios que tuvieron gran influencia. Si bien era prácticamente desconocido en los Estados

Unidos, Kojéve tuvo un importante impacto en la vida intelectual del continente. Entre sus

estudiantes hubo futuras luminarias como Jean-Paul Sartre, en la izquierda, y Raymond Aron, en la

derecha; el existencialismo de posguerra tomó muchas de sus categorías básicas de Hegel, a través

de Kojéve.

Kojéve procuró resucitar el Hegel de la Phenomenology of Mind, el Hegel que proclamó en 1806

que la historia había llegado a su fin. Pues ya en aquel entonces Hegel vio en la derrota de la

monarquía prusiana por Napoleón en la batalla de Jena, el triunfo de los ideales de la Revolución

Francesa y la inminente universalización del Estado que incorporaba los principios de libertad e

igualdad. Kojéve, lejos de rechazar a Hegel a la luz de los turbulentos acontecimientos del siglo y

medio siguiente, insistió en que en lo esencial había tenido razón. La batalla de Jena marcaba el fin

de la historia porque fue en ese punto que la "vanguardia" de la humanidad (término muy familiar

para los marxistas) llevó a la práctica los principios de la Revolución Francesa.

Aunque quedaba mucho por hacer después de 1806 —abolir la esclavitud y el comercio de

esclavos; extender el derecho a voto a los trabajadores, mujeres, negros y otras minorías raciales,

etcétera—, los principios básicos del Estado liberal democrático ya no podrían mejorarse. Las dos

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guerras mundiales de este siglo y sus concomitantes revoluciones y levantamientos simplemente

extendieron espacialmente esos principios, de modo que ios diversos reductos de la civilización

humana fueron elevados al nivel de sus puestos de avanzada, y aquellas sociedades en Europa y

Norteamérica en la vanguardia de la civilización se vieron obligadas a aplicar su liberalismo de

manera más cabal.

El Estado que emerge al final de la historia es liberal en la medida que reconoce y protege, a través

de un sistema de leyes, el derecho universal del hombre a la libertad, y democrático en tanto existe

sólo con el consentimiento de los gobernados. Para Kojéve, este así llamado "Estado homogéneo

universal" tuvo encarnación real en los países de la Europa Occidental de posguerra: precisamente

en aquellos países blandos, prósperos, satisfechos de sí mismos, volcados hacia dentro y de

voluntad débil, cuyo proyecto más grandioso no tuvo mayor heroicidad que la creación del Mercado

Común . Pero esto era de esperar. Porque la historia humana y el conflicto que la caracterizaba se

basaba en la existencia de "contradicciones": la búsqueda de reconocimiento mutuo del hombre

primitivo, la dialéctica del amo y el esclavo, la transformación y el dominio de la naturaleza, la

lucha por el reconocimiento universal de los derechos y la dicotomía entre proletario y capitalista.

Pero en el Estado homogéneo universal, todas las anteriores contradicciones se resuelven y todas las

necesidades humanas se satisfacen. No hay lucha o conflicto en torno a grandes asuntos, y, en

consecuencia, no se precisa de generales ni estadistas: lo que queda es principalmente actividad

económica. Y, efectivamente, la vida de Kojéve fue consecuente con sus enseñanzas. Estimando

que ya no había trabajo para los filósofos, puesto que Hegel (correctamente entendido) había

alcanzado el conocimiento absoluto, Kojéve dejó la docencia después de la guerra y pasó el resto de

su vida trabajando como burócrata en la Comunidad Económica Europea, hasta su muerte en 1968.

A sus contemporáneos de mediados de siglo, la proclamación de Kojéve sobre el fin de la historia

debió parecerles el típico solipsismo excéntrico de un intelectual francés, hecha, como lo fue,

inmediatamente después de la segunda guerra mundial y en el momento cúspide de la guerra fría.

Para entender cómo Kojéve pudo tener la audacia de afirmar que la historia había terminado,

debemos comprender primero el significado del idealismo hegeliano.

II.- Para Hegel, las contradicciones que mueven la historia existen primero en la esfera de la

conciencia humana, es decir, en el nivel de las ideas; no se trata aquí de las propuestas electorales

triviales de los políticos americanos, sino de ideas en el sentido de amplias visiones unificadoras del

mundo, que podrían entenderse mejor bajo la rúbrica de ideología. En este sentido, la ideología no

se limita a las doctrinas políticas seculares y explícitas que asociamos habitualmente con el término,

sino que también puede incluir a la religión, la cultura y el conjunto de valores morales subyacentes

a cualquier sociedad.

La visión que Hegel tenía de la relación entre el mundo ideal y el mundo real o material era

extremadamente compleja, comenzando por el hecho que, para él, la distinción entre ambos era sólo

aparente. No creía que el mundo real se ajustase o se le pudiese ajustar de manera sencilla a las

preconcepciones ideológicas de los profesores de filosofía, o que el mundo "material" no tuviese

injerencia en el mundo ideal. De hecho Hegel, el profesor, fue removido temporalmente del trabajo

debido a un acontecimiento muy material, la batalla de Jena.

Pero aunque los escritos y el pensamiento de Hegel podían ser interrumpidos por una bala del mundo material, lo que movía la mano en el gatillo del revólver, a su vez, eran las ideas de libertad e igualdad que había impulsado la Revolución Francesa.

Para Hegel toda conducta humana en el mundo material y, por tanto, toda historia humana, está

enraizada en un estado previo de conciencia; idea similar, por cierto, a la expresada por John

Maynard Keynes cuando decía que las opiniones de los hombres de negocio generalmente

derivaban de economistas difuntos y escritorzuelos académicos de generaciones pasadas. Esta

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conciencia puede no ser explícita y su existencia no reconocerse, como ocurre con las doctrinas

políticas modernas, sino adoptar, más bien, la forma de la religión o de simples hábitos morales o

culturales. Sin embargo, esta esfera de la conciencia a la larga necesariamente se hace manifiesta en

el mundo material; en verdad, ella crea el mundo material a su propia imagen. La conciencia es

causa y no efecto, y puede desarrollarse autónomamente del mundo material; por tanto, el verdadero

subtexto que subyace a la maraña aparente de acontecimientos es la historia de la ideología.

El idealismo de Hegel no ha sido bien tratado por los pensadores posteriores. Marx invirtió por

completo las prioridades de lo real y lo ideal, relegando toda la esfera de la conciencia —religión,

arte, cultura y la filosofía misma— a una "superestructura" que estaba determinada enteramente por

el modo de producción prevaleciente. Además, otra desafortunada herencia del marxismo es nuestra

tendencia a atrincherarnos en explicaciones materialistas o utilitarias de ios fenómenos políticos o

históricos, así como nuestra inclinación a no creer en el poder autónomo de las ideas. Un ejemplo

reciente de esto es el enorme éxito de The Rise and Fall of Great Powers, de Paul Kennedy, que

atribuye la decadencia de las grandes potencias simplemente a una excesiva extensión económica.

Obviamente que ello es verdad en cierta medida: un imperio cuya economía escasamente sobrepasa

el nivel de subsistencia no puede mantener sus arcas fiscales indefinidamente en déficit. El que una

sociedad industrial moderna, altamente productiva, decida gastar el 3 o el 7% de su PIB en defensa,

en lugar de bienes de consumo, se debe exclusivamente a las prioridades políticas de esa sociedad,

las que a su vez se determinan en la esfera de la conciencia.

El sesgo materialista del pensamiento moderno es característico no sólo de la gente de izquierda que

puede simpatizar con el marxismo, sino también de muchos apasionados antimarxistas. En efecto,

en la derecha existe lo que se podría llamar la escuela Wall Street Journal de materialismo

determinista, que descarta la importancia de la ideología y la cultura y ve al hombre esencialmente

como un individuo racional y maximizador del lucro. Precisamente es esta clase de individuo y su

prosecución de incentivos materiales el que se propone en los textos de economía como fundamento

de la vida económica en sí . Un pequeño ejemplo ilustra el carácter problemático de tales puntos de

vista materialistas.

Max Weber comienza su famoso libro The Protestant Ethic and the Spirit of Capitalism, destacando

las diferencias en el desempeño económico de las comunidades católicas y protestantes en toda

Europa y América, que se resume en el proverbio de que los protestantes comen bien mientras los

católicos duermen bien. Weber observa que de acuerdo a cualquier teoría económica que postule

que el hombre es un maximizador racional de utilidades, al elevarse la tarifa por trabajo entregado

se debería incrementar la productividad laboral.

Sin embargo, en numerosas comunidades tradicionales de campesinos, en realidad, el alza de la

tarifa por trabajo entregado producía el efecto contrario, es decir, "disminuía" la productividad del

trabajador: con una tarifa más alta, un campesino acostumbrado a ganar dos marcos y medio al día

concluía que podía obtener la misma cantidad trabajando menos, y así lo hacía porque valoraba más

el ocio que su renta. La elección del ocio sobre el ingreso, o la vida militarista del hoplita espartano

sobre la riqueza del comerciante ateniense, o aun la vida ascética del antiguo empresario capitalista,

sobre aquella holgada del aristócrata tradicional, no puede realmente explicarse por el trabajo

impersonal de las fuerzas materiales, sino que procede eminentemente de la esfera de la conciencia,

de lo que en términos amplios hemos etiquetado aquí de ideología. Y, en efecto, un tema central de

la obra de Weber era probar que, contrariamente a lo que Marx había sostenido, el modo de

producción material, lejos de constituir la "base", era en sí una "superestructura" enraizada en la

religión y la cultura, y que para entender el surgimiento del capitalismo moderno y el

incentivo de la utilidad debía uno estudiar sus antecedentes en el ámbito del espíritu.

Cuando se observa el mundo contemporáneo, la pobreza de las teorías materialistas del desarrollo

económico se hace del todo evidente. La escuela Wall Street Journal de materialismo determinista

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suele llamar la atención sobre el sorprendente éxito económico de Asia en las últimas décadas como

prueba de la viabilidad de las economías de libre mercado, implicando con ello que todas las

sociedades experimentarían un desarrollo similar si sólo dejaran que su población persiguiera

libremente sus intereses materiales. Por cierto, los mercados libres y los sistemas políticos estables

son una precondición necesaria para el crecimiento económico capitalista. Pero también es cierto

que la herencia cultural de esas sociedades del Lejano Oriente, la ética del trabajo, el ahorro y la

familia; una herencia religiosa que no restringe, como lo hace el Islam, ciertas formas de conducta

económica y otras cualidades morales profundamente arraigadas, son igualmente importantes en la

explicación de su desempeño económico.

Y, sin embargo, el peso intelectual del materialismo es tal que ni una sola teoría contemporánea respetable del desarrollo económico aborda seriamente la conciencia y la cultura como la matriz dentro de la cual se forma la conducta económica.

La incapacidad de entender que las raíces del comportamiento económico se encuentran en el

ámbito de la conciencia y la cultura, conduce al error común de atribuir causas materiales a

fenómenos que son, esencialmente, de naturaleza ideal. Por ejemplo, los movimientos reformistas,

primero en China y más recientemente en la Unión Soviética, se suelen interpretar en Occidente

como el triunfo de lo material sobre lo ideal, esto es, se reconoce que los incentivos ideológicos no

podían reemplazar a los materiales como estímulo para una economía moderna altamente

productiva, y que si se deseaba prosperar había que apelar a formas menos nobles de interés

personal. Pero los principales defectos de las economías socialistas eran evidentes hace treinta o

cuarenta años para quienquiera que las observase. ¿Por qué razón estos países vinieron a

distanciarse de la planificación central sólo en los años 80? La respuesta debe buscarse en la

conciencia de las élites y de los líderes que los gobernaban, que decidieron optar por la forma de

vida "protestante" de riqueza y riesgo, en vez de seguir el camino "católico" de pobreza y seguridad.

Ese cambio, de ningún modo era inevitable, atendidas las condiciones materiales que presentaba

cada uno de esos países en la víspera de la reforma, sino más bien se produjo como resultado de la

victoria de una idea sobre otra.

Para Kojéve, como para todos los buenos hegelianos, entender los procesos subyacentes de la historia supone comprender los desarrollos en la esfera de la conciencia o las ideas, ya que la conciencia recreará finalmente el mundo material a su propia imagen.

Expresar que la historia terminaba en 1806 quería decir que la evolución ideológica de la

humanidad concluía en los ideales de las revoluciones francesa o norteamericana. Aunque determinados regímenes del mundo real no aplicaran cabalmente estos ideales, su verdad teórica es

absoluta y no puede ya mejorarse. De ahí que a Kojéve no le importaba que la conciencia de la

generación europea de posguerra no se hubiese universalizado; si el

desarrollo ideológico en efecto había llegado a su término, el Estado homogéneo finalmente triunfaría en todo el mundo material.

No tengo el espacio ni, francamente, los medios para defender en profundidad la perspectiva

idealista radical de Hegel. Lo que interesa no es si el sistema hegeliano era correcto, sino si su

perspectiva podría develar la naturaleza problemática de muchas explicaciones materialistas que a

menudo damos por sentadas. Esto no significa negar el papel de los factores materialistas como

tales. Para un idealista literal, la sociedad humana puede construirse en torno a cualquier conjunto

de principios, sin importar su relación con el mundo material. Y, de hecho, los hombres han

demostrado ser capaces de soportar las más extremas penurias materiales en nombre de ideales que

existen sólo en el reino del espíritu, ya se trate de la divinidad de las vacas o de la naturaleza de la

Santísima Trinidad.

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Pero aunque la percepción misma del hombre respecto del mundo material está moldeada por la

conciencia histórica que tenga de éste, el mundo material a su vez puede afectar claramente la

viabilidad de un determinado estado de conciencia. En especial, la espectacular profusión de

economías liberales avanzadas y la infinitamente variada cultura de consumo que ellas han hecho

posible, parecen simultáneamente fomentar y preservar el liberalismo en la esfera política. Quiero

eludir el determinismo materialista que dice que la economía liberal inevitablemente produce

políticas liberales, porque creo que tanto la economía como la política presuponen un previo estado

autónomo de conciencia que las hace posibles. Pero ese estado de conciencia que permite el

desarrollo del liberalismo parece estabilizarse de la manera en que se esperaría al final de la historia

si se asegura la abundancia de una moderna economía de libre mercado.

Podríamos resumir el contenido del Estado homogéneo universal como democracia liberal en la esfera política unida a un acceso fácil a las grabadoras de video y los equipos estéreos en la económica.

III.- ¿Hemos realmente llegado al término de la historia? En otras palabras, ¿hay "contradicciones" fundamentales en la vida humana que no pudiendo resolverse en el contexto del liberalismo

moderno encontrarían solución en una estructura politicoeconómica alternativa?

Si aceptamos las premisas idealistas expresadas más arriba, debemos buscar una respuesta a esta

pregunta en la esfera de la ideología y la conciencia. Nuestra tarea no consiste en responder

exhaustivamente las objeciones al liberalismo que promueve cada insensato que circula por el

mundo, sino sólo las que están encarnadas en fuerzas y movimientos políticos o sociales

importantes y que son, por tanto, parte de la historia del mundo. Para nuestros propósitos importa

muy poco cuan extrañas puedan ser las ideas que se les ocurran a los habitantes de Albania o

Burkina Faso, pues estamos interesados en lo que podríamos llamar en cierto sentido la común

herencia ideológica de la humanidad.

En lo que ha transcurrido del siglo, el liberalismo ha tenido dos importantes desafíos: el fascismo y el comunismo. El primero, percibió la debilidad política, el materialismo, la

anemia y la falta de sentido de comunidad de Occidente como contradicciones fundamentales de las sociedades liberales, que sólo podrían resolverse con un Estado fuerte que forjara un nuevo "pueblo" sobre la base del exclusivismo nacional.

El fascismo fue destruido como ideología viviente por la segunda guerra mundial. Esta, por cierto,

fue una derrota en un nivel muy material, pero significó también la derrota de la idea. Lo que

destruyó el fascismo como idea no fue la repulsa moral universal hacia él, pues muchas personas

estaban dispuestas a respaldar la idea en tanto parecía ser la ola del futuro, sino su falta de éxito.

Después de la guerra, a la mayoría de la gente le parecía que el fascismo germano, así como sus

otras variantes europeas y asiáticas, estaban condenados a la autodestrucción. No había razón

material para que no hubiesen vuelto a brotar, en otros lugares, nuevos movimientos fascistas

después de la guerra, salvo por el hecho de que el ultranacionalismo expansionista, con su promesa

de un conflicto permanente que conduciría a la desastrosa derrota militar, había perdido por

completo su atractivo. Las ruinas de la cancillería del Reich, al igual que las bombas atómicas

arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki, mataron esta ideología tanto a nivel de la conciencia como

materialmente, y todos los movimientos pro fascistas generados por los ejemplos alemanes y

japonés, como el movimiento peronista en Argentina o el ejército Nacional Indio de Subhas

Chandra Bose, decayeron después de la guerra.

El desafío ideológico montado por la otra gran alternativa al liberalismo, el comunismo, fue mucho

más serio. Marx, hablando el lenguaje de Hegel, afirmó que la sociedad liberal contenía una contra-

dicción fundamental que no podía resolverse dentro de su contexto, la que había entre el capital y el

trabajo; y esta contradicción ha constituido desde entonces la principal acusación contra el

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liberalismo. Pero, sin duda, el problema de clase ha sido en realidad resuelto con éxito en

Occidente. Como Kojéve (entre otros) señalara, el igualitarismo de la Norteamérica moderna

representa el logro esencial de la sociedad sin clases vislumbrada por Marx. Esto no quiere decir

que no haya ricos y pobres en los Estados Unidos, o que la brecha entre ellos no haya aumentado en

los últimos años. Pero las causas básicas de la desigualdad económica no conciernen tanto a la

estructura legal y social subyacente a nuestra sociedad —la cual continúa siendo fundamentalmente

igualitaria y moderadamente redistributiva—, como a las características culturales y sociales de los

grupos que la conforman, que son, a su vez, el legado histórico de las condiciones premodemas.

Así, la pobreza de los negros en Estados Unidos no es un producto inherente del liberalismo, sino

más bien la "herencia de la esclavitud y el racismo" que perduró por mucho tiempo después de la

abolición formal de la esclavitud.

Como consecuencia del descenso del problema de clase, puede decirse con seguridad que el

comunismo resulta menos atractivo hoy en el mundo occidental desarrollado que en cualquier otro

momento desde que finalizara la primera guerra mundial. Esto puede apreciarse de variadas

maneras: en la sostenida disminución de la militancia y votación electoral de los partidos

comunistas más importantes de Europa, así como en sus programas manifiestamente revisionistas;

en el correspondiente éxito electoral de los partidos conservadores desde Gran Bretaña y Alemania

hasta los de Estados Unidos y el Japón, que son abiertamente antiestatistas y pro mercado; y en un

clima intelectual donde los más

"avanzados" ya no creen que la sociedad burguesa deba finalmente superarse. Lo cual no significa que las opiniones de los intelectuales progresistas en los países occidentales no sean en extremo

patológicas en muchos aspectos. Pero quienes creen que el futuro será inevitablemente socialista suelen ser muy ancianos o bien están al margen del discurso político real de sus sociedades.

Podríamos argumentar que la alternativa socialista nunca fue demasiado plausible en el mundo del

Atlántico Norte, y que su base de sustentación en las últimas décadas fue principalmente su éxito

fuera de esta región. Pero son las grandes transformaciones ideológicas en el mundo no europeo,

precisamente, las que le causan a uno mayor sorpresa. Por cieno, los cambios más extraordinarios

han ocurrido en Asia. Debido a la fortaleza y adaptabilidad de las culturas nativas de allí, Asia pasó

a ser desde comienzos de siglo campo de batalla de una serie de ideologías importadas de

Occidente. En Asia, el liberalismo era muy débil en el período posterior a la primera guerra

mundial; es fácil hoy olvidar cuan sombrío se veía el futuro político asiático hace sólo diez o quince

años. También se olvida con facilidad cuan trascendentales parecían ser los resultados de las luchas

ideológicas asiáticas para el desarrollo político del mundo entero.

La primera alternativa asiática al liberalismo que fuera derrotada definitivamente fue la fascista,

representada por el Japón Imperial. El fascismo japonés (como su versión alemana) fue derrotado

por la fuerza de las armas americanas en la Guerra del Pacífico, y la democracia liberal la

impusieron en Japón unos Estados Unidos victoriosos. El capitalismo occidental y el liberalismo

político, una vez trasplantados a Japón, fueron objeto de tales adaptaciones y transformaciones por

parte de los japoneses que apenas son reconocibles . Muchos norteamericanos se han dado cuenta

ahora de que la organización industrial japonesa es muy diferente de la que prevalece en Estados

Unidos o Europa, y U relación que pueda existir entre las maniobras faccionales al interior del

gobernante Partido Democrático Liberal y la democracia es cuestionable. Pese a ello, el hecho

mismo de que los elementos esenciales del liberalismo político y económico se hayan insertado con

tanto éxito en las peculiares tradiciones japonesas es garantía de su sobrevivencia en el largo plazo.

Más importante es la contribución que ha hecho Japón, a su vez, a la historia mundial, al seguir los

pasos de los Estados Unidos para crear una verdadera cultura de consumo universal, que ha llegado

a ser tanto un símbolo como la base de soporte del Estado homogéneo universal. V.S. Naipaul,

viajando por el Irán de Khomeini poco después de la revolución, tomó nota de las señales

omnipresentes de la publicidad de los productos Sony, Hitachi y JVC, cuyo atractivo continuaba

siendo virtualmente irresistible y era un mentís a las pretensiones del régimen de restaurar un

Estado basado en las reglas del Shariab. El deseo de acceder a la cultura de consumo, engendrada

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en gran medida por Japón, ha desempeñado un papel crucial en la propagación del liberalismo

económico a través de Asia, y por tanto, del liberalismo político también.

El éxito económico de los otros países asiáticos en reciente proceso de industrialización (NICs) que

han imitado el ejemplo de Japón, es hoy historia conocida. Lo importante desde un punto de vista

hegeliano es que el liberalismo político ha venido siguiendo al liberalismo económico, de manera

más lenta de que lo que muchos esperaban, pero con aparente

inevitabilidad. Aquí observamos, una vez más, el triunfo del Estado homogéneo universal. Corea

del Sur se ha transformado en una sociedad moderna y urbana, con una clase medía cada vez más

extensa y mejor educada que difícilmente podría mantenerse aislada de las grandes tendencias

democráticas de su alrededor. En estas circunstancias, a una parte importante de la población le

pareció intolerable el gobierno de un régimen militar anacrónico, mientras Japón, que en términos

económicos apenas le llevaba una década de ventaja, tenía instituciones parlamentarias desde hace

más de cuarenta años. Incluso el anterior régimen socialista de Birmania, que por tantas décadas

permaneció en funesto aislamiento de las grandes tendencias dominantes en Asia, fue sacudido el

año pasado por presiones tendientes a la liberación del sistema económico y político. Se dice que el

descontento con el hombre fuerte, Ne Win, comenzó cuando un alto funcionario birmano tuvo que

viajar a Singapur para recibir tratamiento médico, y, al ver cuan atrasada estaba la Birmania

socialista respecto de sus vecinos de la ANSEA (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático),

estalló en llanto.

Pero la fuerza de la idea liberal parecería mucho menos impresionante si no hubiese contagiado a la

más extensa y antigua cultura en Asia, China. La mera existencia de China comunista creaba un

polo alternativo de atracción ideológica, y como tal constituía una amenaza al liberalismo. Sin

embargo, en los últimos quince años se ha desacreditado casi por completo el marxismo-leninismo

como sistema económico. Comenzando por el famoso tercer plenario del Décimo Comité Central,

en 1978, el partido comunista chino emprendió la descolectivización agrícola que afectaría a los

ochocientos millones de chinos que aún vivían en el campo. El rol del Estado en el agro se redujo al

de un recaudador de impuestos, mientras la producción de bienes de consumo se incrementaba

drásticamente con el objeto de dar a probar a los campesinos el sabor del Estado homogéneo

universal y, con ello, un incentivo para trabajar. La reforma duplicó la producción china de cereales

en sólo cinco años, y en el proceso le creó a Deng Xiao-ping una sólida base política desde la cual

estuvo en condiciones de extender la reforma a otros sectores de la economía.

Las estadísticas económicas apenas dan cuenta del dinamismo, la iniciativa y la apertura evidentes en China desde que se inició la reforma.

De ningún modo podría decirse que China es ahora una democracia liberal. En la actualidad, no más

de un 20 por ciento de su economía es de mercado, y más importante todavía, continúa siendo

gobernada por un partido comunista autodesignado, que no ha dado señal de querer traspasar el

poder. Deng no ha hecho las promesas de Gorbachov respecto a la democratización del sistema

político, y no existe equivalente chino de la glasnost. El liderazgo chino de hecho ha sido mucho

más cuidadoso al criticar a Mao y el maoísmo que Gorbachov respecto de Brezhnev y Stalin, y el

régimen sigue considerando, de palabra, al marxismo-leninismo como su base ideológica. Pero

cualquiera que esté familiarizado con la mentalidad y la conducta de la nueva élite tecnocrática que

hoy gobierna en China, sabe que el marxismo y los principios ideológicos son prácticamente

irrélevantes como elementos de orientación política, y que el consumismo burgués tiene por primera

vez desde la revolución significado real en ese país.

Los diversos frenos en el andar de la reforma, las campañas en contra de la "contaminación

espiritual" y las medidas represivas contra la disidencia política se ven más propiamente como

ajustes tácticos en el proceso de conducir lo que constituye una transición política sumamente

difícil. Al eludir la cuestión de la reforma política, mientras coloca a la economía en nuevo pie,

Deng ha logrado evitar el quiebre de autoridad que ha acompañado a la perestroika de Gorbachov.

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Sin embargo, el peso de la idea liberal continúa siendo muy fuerte a medida que el poder económico

se traspasa y la economía se abre más al mundo exterior. En la actualidad hay más de veinte mil

estudiantes chinos en los Estados Unidos y otros países occidentales, casi todos ellos hijos de

miembros de la élite china. Resulta difícil imaginar que cuando vuelvan a casa para gobernar se

contenten con que China sea el único país en Asia que no se vea afectado por la gran tendencia

democratizadora. En Pekín, las manifestaciones estudiantiles que estallaron primero en diciembre

de 1986, y que hace poco volvieron a ocurrir con motivo de la impactante muerte de Hu Yao,

fueron sólo el comienzo de lo que inevitablemente constituirá una mayor presión para un cambio

también dentro del sistema político.

Lo importante respecto de China, desde el punto de vista de la historia mundial, no es el estado

actual de la reforma ni aun sus perspectivas futuras. La cuestión central es el hecho que la

República Popular China ya no puede servir de faro de las diversas fuerzas antiliberales del mundo,

ya se trate de guerrilleros en alguna selva asiática o de estudiantes de clase media en París. El

maoísmo, más que constituir el modelo para el Asia del futuro, se ha convertido en un anacronismo,

y, en efecto, fueron los chinos continentales quienes se vieron afectados de manera decisiva por la

influencia de la prosperidad y dinamismo de sus hermanos de raza de ultramar: la irónica victoria

final de Taiwán.

Por importantes que hayan sido estos cambios en China, sin embargo, son los avances en la Unión

Soviética —la patria "del proletariado mundial"— los que han puesto el último clavo en el

sarcófago de la alternativa marxista-leninista a la democracia liberal. Es preciso que se entienda con

claridad que, en términos de instituciones formales, no ha habido grandes cambios en los cuatro

años transcurridos desde que Gorbachov llegara al poder: los mercados libres y las cooperativas

representan sólo una pequeña parte de la economía soviética, la cual permanece centralmente

planificada; el sistema político sigue estando dominado por el partido comunista, que sólo ha

comenzado a democratizarse internamente y a compartir el poder con otros grupos; el régimen

continúa afirmando que sólo busca modernizar el socialismo y que su base ideológica no es otra que

el marxismo-leninismo; y, por último, Gorbachov encara una oposición conservadora

potencialmente poderosa que puede revertir muchos de los cambios que han tenido lugar hasta

ahora. Más aún, difícilmente pueden albergarse demasiadas esperanzas en las posibilidades de éxito

de las reformas propuestas por Gorbachov, ya sea en la esfera de la economía o en la política. Pero

no me propongo aquí analizar los acontecimientos en el corto plazo ni hacer predicciones cuyo

objeto sea la formulación de políticas, sino examinar las tendencias subyacentes en la esfera de la

ideología y de la conciencia. Y en ese respecto, claro está que ha habido una transformación

sorprendente.

Los emigrados de la Unión Soviética han estado denunciando, por lo menos ahora hasta la

última generación, que prácticamente nadie en ese país creía ya de verdad en el marxismo-

leninismo, y que en ninguna otra parte sería esto más cierto que en la élite soviética, que continuaba

recitando cínicamente slogans marxistas. Sin embargo, la corrupción y la decadencia del Estado

soviético de los últimos años de Brezhnev parecían importar poco, ya que en tanto el Estado mismo

se rehusase a cuestionar cualesquiera de los principios fundamentales subyacentes a la sociedad

soviética, el sistema podía funcionar adecuadamente por simple inercia, e incluso exhibir cierto

dinamismo en el campo de las políticas exterior y de defensa. El marxismo-leninismo era como un

encantamiento mágico que, aunque absurdo y desprovisto de significado, constituía la única base

común sobre la cual la élite podía gobernar la sociedad.

Lo que ha sucedido en los cuatro años desde que Gorbachov asumiera el poder es una embestida

revolucionaria contra las instituciones y principios más fundamentales del stalinismo, y su

reemplazo por otros principios que no llegan a ser equivalentes al liberalismo per se, pero cuyo

único hilo de conexión es el liberalismo. Esto se hace más evidente en la esfera económica, donde

los economistas reformistas que rodean a Gorbachov se han vuelto cada vez más radicales en su

respaldo a los mercados libres, al punto que a algunos, como Nikolai Shmelev, no les importa que

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se les compare en público con Milton Friedman. Hoy existe un virtual consenso dentro de la escuela

de economistas soviéticos actualmente dominante, en cuanto a que la planificación central y el

sistema dirigido de asignaciones son la causa originaria de la ¡neficiencia económica, y que el

sistema soviético podrá sanar algún día sólo si permite que se adopten decisiones libres y

descentralizadas respecto de la inversión, el trabajo y los precios.

Luego de un par de años iniciales de confusión ideológica, estos principios se han incorporado

finalmente a las políticas, con la promulgación de nuevas leyes sobre autonomía empresarial,

cooperativas, y por último, en 1988, sobre modalidades de arrendamientos y predios agrícolas de

explotación familiar. Hay, por cierto, numerosos errores fatales en la actual aplicación de la

reforma, especialmente en lo que respecta a la ausencia de una modificación integral del sistema de

precios. Pero el problema ya no es de orden "conceptual": Corbachov y sus lugartenientes parecen

comprender suficientemente bien la lógica económica del mercado, pero al igual que los dirigentes

de un país del Tercer Mundo que enfrenta al FMI, temen a las consecuencias sociales derivadas del

término de los subsidios a los productos de consumo y otras formas de dependencia del sector

público.

En la esfera política, los cambios propuestos a la Constitución soviética, al sistema legal y los

reglamentos del partido no significan ni mucho menos el establecimiento de un Estado liberal.

Gorbachov ha hablado de democratización principalmente en la esfera de los asuntos internos del

partido, y ha dado pocas señales de querer poner fin al monopolio del poder que detenta el partido

comunista; de hecho, la reforma política busca legitimar y, por tanto, fortalecer el mando del PCUS

. No obstante, los principios generales que subyacen en muchas de las reformas —que el "pueblo"

ha de ser verdaderamente responsable de sus propios asuntos; que los poderes políticos superiores

deben responder a los inferiores y no a la inversa; que el imperio de la ley debe prevalecer sobre las

acciones policíacas arbitrarias, con separación de poderes y un poder judicial independiente; que

deben protegerse legalmente los derechos de propiedad, el debate abierto de los asuntos públicos y

la disidencia pública; que los soviets se deben habilitar como un foro en el que todo el pueblo pueda

participar, y que ha de existir una cultura política más tolerante y pluralista— provienen de una

fuente completamente ajena a la tradición marxista-leninista de la URSS, aunque la formulación de

ellos sea incompleta y su implementación muy pobre.

Las reiteradas afirmaciones de Gorbachov en el sentido que sólo está procurando recuperar el

significado original del leninismo son en sí una suerte de doble lenguaje orwelliano. Gorbachov y

sus aliados permanentemente han sostenido que la democracia al interior del partido era de algún

modo la esencia del leninismo, y que las diversas prácticas liberales de debate abierto, elecciones

con voto secreto, e imperio de la ley, formaban todos parte del legado leninista, y sólo se

corrompieron más tarde con Stalin. Aunque prácticamente cualquiera puede parecer bueno si se le

compara con Stalin, trazar una línea tan drástica entre Lenin y su sucesor es cuestionable. La

esencia del centralismo democrático de Lenin era el centralismo, no la democracia; esto es, la

dictadura absolutamente rígida, monolítica y disciplinada de un partido comunista de vanguardia

jerárquicamente organizado, que habla en nombre del demos. Todos los virulentos ataques de Lenin

contra Karl Kautsky, Rosa Luxemburgo y varios otros mencheviques y rivales social demócratas,

para no mencionar su desprecio por la "legalidad burguesa" y sus libertades, se centraban en su

profunda convicción de que una revolución dirigida por una organización gobernada

democráticamente no podía tener éxito.

La afirmación de Gorbachov de que busca retomar al verdadero Lenin es fácilmente comprensible:

habiendo promovido una denuncia exhaustiva del stalinismo y el brezhnevismo, sindicados como

causa originaria del actual predicamento en que se encuentra la URSS, necesita de un punto de

apoyo en la historia soviética en el cual afincar la legitimidad de la continuación del mando del

PCUS. Pero los requerimientos tácticos de Gorbachov no deben obnubilarnos el hecho que los

principios democráticos y descentralizadores que ha enunciado, tanto en la esfera política como en

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la económica, son altamente subversivos de algunos de los preceptos más fundamentales del

marxismo y del leninismo. En realidad, si el grueso de las proposiciones de reforma económica se

llevaran a efecto, es difícil pensar que la economía soviética podría ser más socialista que la de

otros países occidentales con enormes sectores públicos.

La Unión Soviética de ningún modo podría ahora catalogarse de país democrático o liberal, y

tampoco creo que la perestroika tenga muchas posibilidades de triunfar en forma tal que dicha

etiqueta pueda ser concebible en un futuro cercano. Pero al término de la historia no es necesario

que todos los países se transformen en sociedades liberales exitosas, sólo basta que abandonen sus

pretensiones ideológicas de representar formas diferentes y más elevadas de sociedad humana. Y en

este respecto creo que algo muy importante ha sucedido en la Unión Soviética en los últimos años:

las críticas al sistema soviético sancionadas por Gorbachov han sido tan vastas y devastadoras, que

las posibilidades de retroceder con facilidad al stalinismo o al brezhnevismo son muy escasas.

Gorbachov finalmente ha permitido que la gente diga lo que privadamente había comprendido

desde hacía muchos años, es decir, que los mágicos encantamientos del marxismo-leninismo eran

un absurdo, que el socialismo soviético no era superior en ningún aspecto al sistema occidental,

sino que fue, en realidad, un fracaso monumental. La oposición conservadora en la URSS,

conformada tanto por sencillos trabajadores que temen al desempleo y la inflación, como por

funcionarios del partido temerosos de perder sus trabajos y privilegios, se expresa con claridad, es

franco y puede ser lo suficientemente fuerte como para forzar la salida de Gorbachov en los

próximos años. Pero lo que ambos grupos desean es tradición, orden y autoridad: y no manifiestan

un compromiso muy profundo con el marxismo-leninismo, salvo por el hecho de haber dedicado

gran parte de su propia vida a él . Para que en la Unión Soviética se pueda restaurar la autoridad,

después de la demoledora obra de Gorbachov, se precisará de una nueva y vigorosa base ideológica,

que aún no se vislumbra en el horizonte.

Si aceptamos por el momento que ya no existen los desafíos al liberalismo presentados por el

fascismo y el comunismo, ¿quiere decir que ya no quedan otros competidores ideológicos? O, dicho de manera diferente, ¿existen otras contradicciones en las sociedades liberales, más allá de la de

clases, que no se puedan resolver? Se plantean dos posibilidades: la de religión y la del nacionalismo.

El surgimiento en los últimos años del fundamentalismo religioso en las tradiciones Cristiana, Judía

y Musulmana ha sido extensamente descrito. Se tiende a pensar que el renacimiento de la religión

confirma, en cierto modo, una gran insatisfacción con la impersonalidad y vacuidad espiritual de las

sociedades consumistas liberales. Sin embargo, aun cuando el vacío que hay en el fondo del

liberalismo es, con toda seguridad, un defecto de la ideología —para cuyo reconocimiento, en

verdad, no se necesita de la perspectiva de la religión—, no está del todo claro que esto pueda

remediarse a través de la política. El propio liberalismo moderno fue históricamente consecuencia

de la debilidad de sociedades de base religiosa, las que no pudiendo llegar a un acuerdo sobre la

naturaleza de la buena vida, fueron incapaces de proveer siquiera las mínimas precondiciones de

paz y estabilidad. En el mundo contemporáneo, sólo el Islam ha presentado un Estado teocrático

como alternativa política tanto al liberalismo como al comunismo. Pero la doctrina tiene poco

atractivo para quienes no son musulmanes, y resulta difícil imaginar que el movimiento adquiera

alguna significación universal. Otros impulsos religiosos menos organizados se han satisfecho

exitosamente dentro de la esfera de la vida personal que se permite en las sociedades liberales.

La otra "contradicción" mayor potencialmente insoluble en el liberalismo es la que plantean el

nacionalismo y otras formas de conciencia racial y étnica. En realidad, es verdad que el

nacionalismo ha sido la causa de un gran número de conflictos desde la batalla de Jena. En este

siglo, dos guerras catastróficas fueron generadas, de un modo u otro, por el nacionalismo del mundo

desarrollado, y si esas pasiones han enmudecido hasta cierto punto en la Europa de la posguerra,

ellas son aún extremadamente poderosas en el Tercer Mundo. El nacionalismo ha sido

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históricamente una amenaza para el liberalismo en Alemania, y lo continúa siendo en algunos

lugares aislados de la Europa "poshistórica", como Irlanda del Norte.

Pero no está claro que el nacionalismo represente una contradicción irreconciliable en el

corazón del liberalismo. En primer lugar, el nacionalismo no es sólo un fenómeno sino varios que

van desde la tibia nostalgia cultural a la altamente organizada y elaboradamente articulada doctrina

Nacional Socialista. Solamente los nacionalismos sistemáticos de esta última clase pueden

calificarse de ideología formal en el mismo nivel del liberalismo y el comunismo. La gran mayoría

de los movimientos nacionalistas del mundo no tienen una proposición política más allá del anhelo

negativo de independizarse "de" algún otro grupo o pueblo, y no ofrecen nada que se asemeje a un

programa detallado de organización socioeconómica. Como tales, son compatibles con doctrinas e

ideologías que sí ofrecen dichos programas. Y si bien ellos pueden constituir una fuente de conflicto

para las sociedades liberales, este conflicto no surge tanto del liberalismo mismo como del hecho

que el liberalismo en cuestión es incompleto. Por cierto, gran número de tensiones étnicas

nacionalistas pueden explicarse en términos de pueblos que se ven forzados a vivir en sistemas

políticos no representativos, que ellos no han escogido.

Puesto que es imposible descartar la aparición súbita de nuevas ideologías o contradicciones antes

no reconocidas en las sociedades liberales, el mundo de hoy parece entonces confirmar que el

avance de los principios fundamentales de la organización politico-social no ha sido muy

extraordinario desde 1806. Muchas de las guerras y revoluciones que han tenido lugar desde esa

fecha, se emprendieron en nombre de ideologías que afirmaban ser más avanzadas que el

liberalismo, pero cuyas pretensiones fueron en definitiva desenmascaradas por la historia. Y, al

tiempo, han contribuido a propagar el Estado homogéneo universal al punto que éste podrá tener un

efecto significativo en el carácter global de las relaciones internacionales.

IV.- ¿Cuáles son las implicancias del fin de la historia para las relaciones internacionales?

Claramente, la enorme mayoría del Tercer Mundo permanece atrapada en la historia, y será área de

conflicto por muchos años más. Pero concentrémonos, por el momento, en los Estados más grandes

y desarrollados del mundo, quienes son, después de todo, los responsables de la mayor parte de la

política mundial. No es probable, en un futuro predecible, que Rusia y China se unan a las naciones

desarrolladas de Occidente en calidad de sociedades liberales, pero supongamos por un instante que

el marxismo-leninismo cesa de ser un factor que impulse las políticas exteriores de estos Estados,

una perspectiva que si aún no está presente, en los últimos años se ha convertido en real posibilidad.

En una coyuntura hipotética como ésa: ¿cuan diferentes serían las características de un mundo

desideologizado de las del mundo con el cual estamos familiarizados?

La respuesta más común es la siguiente: no muy distintas. Porque muchos son los observadores de

las relaciones internacionales que creen que bajo la piel de la ideología hay un núcleo duro de

interés nacional de gran potencia que garantiza un nivel relativamente alto de competencia y de

conflicto entre las naciones. En efecto, según una escuela de teoría de las relaciones internacionales,

que goza de popularidad académica, el conflicto es inherente al sistema internacional como tal, y

para comprender la factibilidad del conflicto debe examinarse la forma del sistema —por ejemplo,

si es bipolar o multipolar— más que el carácter específico de las naciones y regímenes que lo

constituyen. Esta escuela, en efecto, aplica una visión hobbesiana de la política a las relaciones

internacionales y presupone que la agresión y la inseguridad son características universales de las

sociedades humanas, más que el producto de circunstancias históricas específicas.

Quienes comparten esa línea de pensamiento consideran las relaciones existentes entre los países de

la Europa del siglo XIX, en el sistema clásico de equilibrio de poderes, como modelo de lo que seria

un mundo contemporáneo desideologizado. Charles Krauthammer, por ejemplo, explicaba poco

tiempo atrás que si la URSS se viera despojada de la ideología marxista-leninista como resultado de

las reformas de Gorbachov, su conducta volvería a ser la misma de la Rusia Imperial decimonónica

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. Aunque estima que esto es más alentador que la amenaza de una Rusia comunista, deja entrever

que todavía habrá un substancial grado de competencia y de conflicto en el sistema internacional,

tal como lo hubo, digamos, entre Rusia y Gran Bretaña o la Alemania guillermina en el siglo

pasado. Este es, por cierto, un punto de vista conveniente para aquellos que desean admitir que algo

importante está cambiando en la Unión Soviética, pero que no quieren aceptar la responsabilidad de

recomendar la reorientación radical de las políticas implícita en esa visión. Pero ¿es esto cierto?

En realidad, la noción de que la ideología es una superestructura impuesta sobre un substrato constituido por los intereses permanentes de una gran potencia, es una proposición sumamente discutible.

Porque la manera en que un Estado define su interés nacional no es universal, sino que se apoya en

cierto tipo de base ideológica, así como vimos que la conducta económica está determinada por un

estado previo de conciencia. En este siglo, los Estados han adoptado doctrinas claras y coherentes,

con programas explícitos de política exterior que legitiman el expansionismo, a semejanza del

marxismo- leninismo o el nacional socialismo. La conducta expansionista y competitiva de los

Estados europeos en el siglo diecinueve descansaba sobre una base no menos idealista; únicamente

que la ideología que la impulsaba era menos explícita que las doctrinas del siglo veinte. No sin

razón la mayoría de las sociedades "liberales"

europeas no eran liberales en cuanto creían en la legitimidad del imperialismo, esto es, en el

derecho de una nación a dominar a otras naciones sin tomar en cuenta los deseos de los dominados.

Las justificaciones del imperialismo variaban de nación en nación, e iban desde la cruda creencia en

la legitimidad de la fuerza, especialmente cuando se la aplicaba a los no europeos, a la

Responsabilidad del Hombre Blanco y la Misión Evangelizadora de Europa, hasta el anhelo de dar a

la gente de color acceso a la cultura de Rabelais y Moliere.

Pero cualesquiera fuesen las bases ideológicas específicas, todo país "desarrollado" creía que las civilizaciones superiores debían dominar a las inferiores, incluido, incidentalmente, el caso de los

Estados Unidos respecto a Filipinas. En la última parte del siglo, esto produjo las ansias de una

expansión territorial pura, la que desempeñara un papel nada pequeño en la generación de la Gran Guerra.

El fruto del imperalismo radical y desfigurado del siglo diecinueve fue el fascismo alemán,

una ideología que justificaba el derecho de Alemania no sólo a dominar a los pueblos no europeos, sino también a "todos" aquellos que no eran alemanes. Pero, retrospectivamente, Hitler al parecer

representó un insano desvío en el curso general del desarrollo europeo, y, desde su candente derrota, la legitimidad de cualquier clase de expansión territorial ha quedado desacreditada por completo.

Luego de la segunda guerra mundial, el nacionalismo europeo se ha visto despojado de sus garras y

de toda relevancia real en la política exterior, con el resultado de que el modelo decimonónico de

conducta de las grandes potencias ha pasado a ser un severo anacronismo. La forma más extrema de

nacionalismo que un país europeo ha podido exhibir desde 1945 fue el gaullismo, cuya asertividad

ha sido ampliamente confinada a la esfera de la política y cultura perniciosas.

La vida internacional en aquella parte del mundo donde se ha llegado al fin de la historia, se centra mucho más en la economía que en la política o la estrategia.

Los Estados occidentales desarrollados mantienen, por cierto, instituciones de defensa, y en el

período de posguerra se han disputado arduamente su influencia para hacer frente al peligro

comunista mundial. Esta conducta ha sido alentada, sin embargo, por la amenaza externa

proveniente de Estados que poseen ideologías abiertamente expansionistas, y no se daría si no fuera

por ello. Para que la teoría "neorrealista" pueda considerarse seriamente, tendríamos que creer que

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entre los países miembros de la OECD se restablecería la "natural" conducta competitiva si Rusia y

China llegasen a desaparecer de la faz de la Tierra. Esto es, Alemania Occidental y Francia se

armarían una contra la otra como lo hicieron en los años 30; Australia y Nueva Zelandia enviarían

asesores militares con el objeto de bloquearse uno al otro sus respectivos avances en África, y se

fortificaría la frontera entre EE.UU. y Canadá. Dicha perspectiva, por supuesto, es irrisoria: sin la

ideología marxista-leninista tenemos muchas más posibilidades de ver la Common Marketization de

la política mundial que la desintegración de la CEE por una competitividad propia del siglo

diecinueve. Efectivamente, como lo demuestra nuestra experiencia cuando hemos tenido que

abordar con los europeos materias tales como el terrorismo o Libia, ellos han ido mucho más lejos

que nosotros en el camino de negar la legitimidad del uso de la fuerza en la política internacional,

incluso en defensa propia.

La suposición automática de que una Rusia despojada de su ideología comunista expansionista

retomaría el camino en el que los zares la dejaron justo antes de la Revolución Bolchevique, resulta,

por tanto, muy curiosa. Da por supuesto que la evolución de la conciencia humana ha quedado

detenida en el intertanto, y que los soviéticos, aunque adopten ideas de moda en el campo de la

economía, retornarán en materia de política exterior a concepciones que hace un siglo quedaron

obsoletas en el resto de Europa. Esto, por cierto, no es lo que ocurrió en China luego que se iniciara

el proceso de reforma. La competitividad y el expansionismo chinos han desaparecido virtualmente

del escenario mundial. Pekín ya no patrocina insurgencias maoístas ni intenta cultivar influencias en

lejanos países africanos como lo hacía en los años sesenta. Esto no significa que la actual política

exterior no presente aspectos perturbadores, como la imprudente venta de tecnología de misiles

balísticos al Medio Oriente; y la República China continúa exhibiendo la tradicional conducta de

gran potencia al apadrinar el Khmer Rouge contra Vietnam. Pero lo primero se explica por motivos

económicos, y lo último es un vestigio de antiguas rivalidades de base ideológica. La nueva China

se asemeja mucho más a la Francia de De Gaulle que a la Alemania de la primera guerra mundial.

La verdadera interrogante del futuro, sin embargo, es el grado en que las élites soviéticas han

asimilado la conciencia del Estado homogéneo universal que es la Europa poshitleriana. Por sus

escritos, y por mis contactos personales con ella no me cabe duda alguna que la intelligentsia liberal

soviética congregada en torno a Gorbachov ha llegado a la visión del fin de la historia en un lapso

extraordinariamente corto, y esto se debe, en no poca medida, a los contactos que sus miembros han

tenido, desde la era Brezhnev, con la civilización europea que les rodea. El "Nuevo Pensamiento

Político", la rúbrica de sus concepciones, describe un mundo dominado por preocupaciones

económicas, en el que no existen bases ideológicas para un conflicto importante entre las naciones,

y en el cual, por consiguiente, el uso de la fuerza militar va perdiendo legitimidad. Como señalara el

Ministro de Relaciones Exteriores, Eduard Shevardnadze, a mediados de 1988:

La lucha entre dos sistemas opuestos ha dejado de ser una tendencia determinante de la era actual.

En la etapa moderna, la capacidad para acumular riqueza material a una tasa acelerada —sobre la

base de una ciencia de avanzada y de un alto nivel técnico y tecnológico— y su justa distribución,

así como la restauración y protección, mediante un esfuerzo conjunto, de los recursos necesarios

para la supervivencia de la humanidad, adquieren decisiva importancia .

Sin embargo, la conciencia poshistórica que representa el "nuevo pensamiento" sólo es uno de los futuros posibles de la Unión Soviética.

Ha existido siempre en la Unión Soviética una fuerte corriente de chovinismo ruso, la que ha

podido expresarse con mayor libertad desde el advenimiento de la glasnost. Es posible que por un

tiempo se retorne al marxismo-leninismo tradicional, simplemente como una oportunidad de

reagrupación para aquellos que quieren restaurar la autoridad que Gorbachov ha disipado. Pero

como en Polonia, el marxismo-leninismo ha muerto como ideología movilizadora: bajo sus

banderas no puede lograrse que la gente trabaje más, y sus adherentes han perdido la confianza en sí

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mismos. A diferencia de los propagandistas del marxismo-leninismo tradicional, sin embargo, los

ultranacionalistas en la URSS creen apasionadamente en su causa eslavófíla, y tiene uno la

sensación de que la alternativa fascista no es algo que allí se haya desvanecido por completo.

La Unión Soviética, por tanto, se encuentra en un punto de bifurcación del camino: puede comenzar

a andar por el que Europa occidental demarcó hace cuarenta y cinco años, un camino que ha

seguido la mayor parte de Asia, o puede consumar su propia singularidad y permanecer estancada

en la historia. La decisión que adopte será muy importante para nosotros, dados el tamaño y el

poderío militar de la Unión Soviética; porque esta potencia seguirá preocupándonos y disminuirá

nuestra conciencia de que ya hemos emergido al otro lado de la historia.

V.- La desaparición del marxismo-leninismo, primero en China y luego en la Unión Soviética,

significará su muerte como ideología viviente de importancia histórica mundial. Porque si bien

pueden haber algunos auténticos creyentes aislados en lugares como Managua, Pyongyang, o en

Cambridge, Massachusetts, el hecho de que no haya un solo Estado importante en el que tenga éxito

socava completamente sus pretensiones de estar en la vanguardia de la historia humana. Y la muerte

de esta ideología significa la creciente Common Marketization de las relaciones internacionales, y

la disminución de la posibilidad de un conflicto en gran escala entre los Estados.

Esto no significa, por motivo alguno, el fin del conflicto internacional per se. Porque el mundo, en

ese punto, estaría dividido entre una parte que sería histórica y una parte que sería poshistórica.

Incluso podrían darse conflictos entre los Estados que todavía permanecen en la historia, y entre

estos Estados y aquellos que se encuentran al final de la historia. Se mantendrá también un nivel

elevado y quizás creciente de violencia étnica y nacionalista puesto que estos impulsos aún no se

han agotado por completo en algunas regiones del mundo poshistórico.

Palestinos y kurdos, sikhs y tamiles, católicos irlandeses y valones, armenios y azerbaijaníes

seguirán manteniendo sus reclamaciones pendientes. Esto implica que el terrorismo y las guerras de

liberación nacional continuarán siendo un asunto importante en la agenda internacional. Pero un

conflicto en gran escala tendría que incluir a grandes Estados aún atrapados en la garra de la

historia, y éstos son los que parecen estar abandonando la escena.

El fin de la historia será un momento muy triste. La lucha por el reconocimiento, la voluntad de

arriesgar la propia vida por una meta puramente abstracta, la lucha ideológica a escala mundial que

exigía audacia, coraje, imaginación e idealismo, será reemplazada por el cálculo económico, la

interminable resolución de problemas técnicos, la preocupación por el medio ambiente, y la

satisfacción de las sofisticadas demandas de los consumidores. En el período poshistórico no habrá

arte ni filosofía, sólo la perpetua conservación del museo de la historia humana. Lo que siento

dentro de mí, y que veo en otros alrededor mío, es una fuerte nostalgia de la época en que existía la

historia. Dicha nostalgia, en verdad, va a seguir alentando por algún tiempo la competencia y el

conflicto, aun en el mundo poshistórico.

Aunque reconozco su inevitabilidad, tengo los sentimientos más ambivalentes por la civilización que se ha creado en Europa a partir de 1945, con sus descendientes en el Atlántico Norte y en Asia. Tal vez esta misma perspectiva de siglos de aburrimiento al final de la historia servirá para que la

historia nuevamente se ponga en marcha.

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PERRY ANDERSON

NEOLIBERALISMO:

UN BALANCE PROVISORIO (1996)

Comencemos con los orígenes de lo que se puede definir como neoliberalismo en tanto fenómeno

distinto del mero liberalismo clásico, del siglo pasado. El neoliberalismo nació después de la

Segunda Guerra Mundial, en una región de Europa y de América del Norte donde imperaba el

capitalismo. Fue una reacción teórica y política vehemente contra el Estado intervencionista y de

Bienestar. Su texto de origen es Camino de Servidumbre, de Friedrich Hayek, escrito en 1944. Se

trata de un ataque apasionado contra cualquier limitación de los mecanismos del mercado por parte

del Estado, denunciada como una amenaza letal a la libertad, no solamente económica sino también

política. El blanco inmediato de Hayek, en aquel momento, era el Partido Laborista inglés, en las

vísperas de la elección general de 1945 en Inglaterra, que este partido finalmente ganaría. El

mensaje de Hayek era drástico: "A pesar de sus buenas intenciones, la socialdemocracia moderada

inglesa conduce al mismo desastre que el nazismo alemán: a una servidumbre moderna". Tres años

después, en 1947, cuando las bases del Estado de Bienestar en la Europa de posguerra

efectivamente se constituían, no sólo en Inglaterra sino también en otros países, Hayek convocó a

quienes compartían su orientación ideológica a una reunión en la pequeña estación de Mont Pélerin,

en Suiza. Entre los célebres participantes estaban no solamente adversarios firmes del Estado de

Bienestar europeo, sino también enemigos férreos del New Deal norteamericano.

En la selecta asistencia se encontraban, entre otros, Milton Friedman, Karl Popper, Lionel Robbins,

Ludwig Von Mises, Walter Eukpen, Walter Lippman, Michael Polanyi y Salvador de Madariaga.

Allí se fundó la Sociedad de Mont Pélerin, una suerte de franco masonería neoliberal, altamente

dedicada y organizada, con reuniones internacionales cada dos años. Su propósito era combatir el

keynesianismo y el solidarismo reinantes, y preparar las bases de otro tipo de capitalismo, duro y

libre de reglas, para el futuro. Las condiciones para este trabajo no eran del todo favorables, una vez

que el capitalismo avanzado estaba entrando en una larga fase de auge sin precedentes su edad de

oro , presentando el crecimiento más rápido de su historia durante las décadas de los '50 y '60. Por

esta razón, no parecían muy verosímiles las advertencias neoliberales de los peligros que

representaba cualquier regulación del mercado por parte del Estado. La polémica contra la

regulación social, entre tanto, tuvo una repercusión mayor.

Hayek y sus compañeros argumentaban que el nuevo "igualitarismo" de este período

(ciertamente relativo), promovido por el Estado de Bienestar, destruía la libertad de los ciudadanos y la vitalidad de la competencia, de la cual dependía la prosperidad de todos.

Desafiando el consenso oficial de la época ellos argumentaban que la desigualdad era un valor positivo en realidad imprescindible en sí mismo, que mucho precisaban las sociedades occidentales. Este mensaje permaneció en teoría por más o menos veinte años.

Con la llegada de la gran crisis del modelo económico de posguerra, en 1973 cuando todo el mundo

capitalista avanzado cayó en una larga y profunda recesión, combinando, por primera vez, bajas

tasas de crecimiento con altas tasas de inflación todo cambió. A partir de ahí las ¡deas neoliberales

pasaron a ganar terreno. Las raíces de la crisis, afirmaban Hayek y sus compañeros, estaban

localizadas en el poder excesivo y nefasto de los sindicatos y, de manera más general, del

movimiento obrero, que había socavado las bases de la acumulación privada con sus presiones

reivindicativas sobre los salarios y con su presión parasitaria para que el Estado aumentase cada vez

más los gastos sociales.

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Esos dos procesos destruyeron los niveles necesarios de beneficio de las empresas y

desencadenaron procesos inflacionarios que no podían dejar de terminar en una crisis generalizada

de las economías de mercado. El remedio, entonces, era claro: mantener un Estado fuerte en su

capacidad de quebrar el poder de los sindicatos y en el control del dinero, pero limitado en lo

referido a los gastos sociales y a las intervenciones económicas. La estabilidad monetaria debería

ser la meta suprema de cualquier gobierno. Para eso era necesaria una disciplina presupuestaria, con

la contención de gasto social y la restauración de una tasa "natural de desempleo", o sea, la creación

de un ejército industrial de reserva para quebrar a los sindicatos. Además, eran imprescindibles

reformas fiscales para incentivar a los agentes económicos. En otras palabras, esto significaba

reducciones de impuestos sobre las ganancias más altas y sobre las rentas. De esta forma, una nueva

y saludable desigualdad volvería a dinamizar las economías avanzadas, entonces afectadas por la

estagflación, resultado directo de los legados combinados de Keynes y Beveridge, o sea, la

intervención anticíclica y la redistribución social, las cuales habían deformado tan desastrosamente

el curso normal de la acumulación y el libre mercado. El crecimiento retornaría cuando la

estabilidad monetaria y los incentivos esenciales hubiesen sido restituidos.

La ofensiva neoliberal en el poder.

La hegemonía de este programa no se realizó de la noche a la mañana. Llevó más o menos una

década, los años '70, cuando la mayoría de los gobiernos de la OECD (Organización para el

Desarrollo y la Cooperación Económica) trataba de aplicar remedios keynesianos a las crisis

económicas. Pero al final de la década, en 1979, surgió la oportunidad. En Inglaterra fue elegido el

gobierno Thatcher, el primer régimen de un país capitalista avanzado públicamente empeñado en

poner en práctica un programa neoliberal. Un año después, en 1980, Reagan llegó a la presidencia

de los Estados Unidos. En 1982, Kohl

derrotó al régimen social liberal de Helmut Schmidt en Alemania. En 1983, en Dinamarca, Estado

modelo del Bienestar escandinavo, cayó bajo el control de una coalición clara de derecha el

gobierno de Schluter. Enseguida, casi todos los países del norte de Europa Occidental, con

excepción de Suecia y de Austria, también viraron hacía la derecha. A partir de ahí, la ola de

derechización de esos años fue ganando sustento político, más allá del que le garantizaba la crisis

económica del período. En 1978, la segunda Guerra Fría se agravó con la intervención soviética en

Afganistán y la decisión norteamericana de incrementar una nueva generación de cohetes nucleares

en Europa Occidental. El ideario del neoliberalismo había incluido siempre, como un componente

central, el anticomunismo más intransigente de todas las corrientes capitalistas de posguerra. El

nuevo combate contra el imperio del mal la servidumbre humana más completa a los ojos de

Hayek- inevitablemente fortaleció el poder de atracción del neoliberalismo político, consolidando el

predominio de una nueva derecha en Europa y en América del Norte. Los años '80 vieron el triunfo

más o menos incontrastado de la ideología neoliberal en esta región del capitalismo avanzado.

Ahora bien, ¿qué hicieron, en la práctica, los gobiernos neoliberales del período? El modelo inglés

fue, al mismo tiempo, la experiencia pionera y más acabada de estos regímenes. Durante sus

gobiernos sucesivos, Margaret Thatcher contrajo la emisión monetaria, elevó las tasas de interés,

bajó drásticamente los impuestos sobre los ingresos altos, abolió los controles sobre los flujos

financieros, creó niveles de desempleo masivos, aplastó huelgas, impuso una nueva legislación anti

sindical y cortó los gastos sociales. Finalmente y ésta fue una medida sorprendentemente tardía , se

lanzó a un amplio programa de privatizaciones, comenzando con la vivienda pública y pasando

enseguida a industrias básicas como el acero, la electricidad, el petróleo, el gas y el agua. Este

paquete de medidas fue el más sistemático y ambicioso de todas las experiencias neoliberales en los

países del capitalismo avanzado.

La variante norteamericana fue bastante diferente. En los Estados Unidos, donde casi no existía un

Estado de Bienestar del tipo europeo, la prioridad neoliberal se concentró más en la competencia

militar con la Unión Soviética, concebida como una estrategia para quebrar la economía soviética y

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por esa vía derrumbar el régimen comunista en Rusia. Se debe resaltar que, en la política interna,

Reagan también redujo los impuestos en favor de los ricos, elevó las tasas de interés y aplastó la

única huelga seria de su gestión. Pero, decididamente, no respetó la disciplina presupuestaria; por el

contrario, se lanzó a una carrera armamentista sin precedentes, comprometiendo gastos militares

enormes que crearon un déficit público mucho mayor que cualquier otro presidente de la historia

norteamericana. Sin embargo, ese recurso a un keynesianismo militar disfrazado, decisivo para una

recuperación de las economías capitalistas de Europa Occidental y de América del Norte, no fue

imitado. Sólo los Estados Unidos, a causa de su peso en la economía mundial, podían darse el lujo

de un déficit masivo en la balanza de pagos resultante de tal política.

En el continente europeo, los gobiernos de derecha de este período a menudo de perfil católico

practicaron en general un neoliberalismo más cauteloso y matizado que las potencias anglosajonas,

manteniendo el énfasis en la disciplina monetaria y en las reformas fiscales más que en los cortes

drásticos de los gastos sociales o en enfrentamientos

deliberados con los sindicatos. A pesar de todo, la distancia entre estas políticas y las de la

socialdemocracia, propia de los anteriores gobiernos, era grande. Y mientras la mayoría de los

países del Norte de Europa elegía gobiernos de derecha empeñados en distintas versiones del

neoliberalismo, en el Sur del continente (territorio de De Gaulle, Franco, Salazar, Fanfani,

Papadopoulos, etc.), antiguamente una región mucho más conservadora en términos políticos,

llegaban al poder, por primera vez, gobiernos de izquierda, llamados eurosocialistas: Mitterrand en

Francia, González en España, Soares en Portugal, Craxi en Italia, Papandreu en Grecia. Todos se

presentaban como una alternativa progresista, basada en movimientos obreros o populares,

contrastando con la línea reaccionaria de los gobiernos de Reagan, Thatcher, Kohl y otros del Norte

de Europa. No hay duda, en efecto, de que por lo menos Mitterrand y Papandreu, en Francia y en

Grecia, se esforzaron genuinamente en realizar una política de deflación y redistribución, de pleno

empleo y protección social. Fue una tentativa de crear un equivalente en el Sur de Europa de lo que

había sido la socialdemocracia de posguerra en el Norte del continente en sus años de oro. Pero el

proyecto fracasó, y ya en 1982 y 1983 el gobierno socialista en Francia se vio forzado por los

mercados financieros internacionales a cambiar su curso dramáticamente y reorientarse para hacer

una política mucho más próxima a la ortodoxia neoliberal, con prioridad en la estabilidad

monetaria, la contención presupuestaria, las concesiones fiscales a los capitalistas y el abandono

definitivo del pleno empleo. Al final de la década, el nivel de desempleo en Francia era más alto

que en la Inglaterra conservadora, como Thatcher se jactaba en señalar. En España, el gobierno de

González jamás trató de realizar una política keynesiana o redistributiva. Al contrario, desde el

inicio, el régimen del partido en el poder se mostró firmemente monetarista en su política

económica, gran amigo del capital financiero, favorable al principio de la privatización y sereno

cuando el desempleo alcanzó rápidamente el record europeo de 20% de la población

económicamente activa.

Mientras tanto, en el otro extremo del mundo, en Australia y Nueva Zelandia, un modelo de características similares asumió proporciones verdaderamente dramáticas. En efecto, los gobiernos laboristas superaron a los conservadores locales en su radicalidad neoliberal.

Probablemente Nueva Zelandia sea el ejemplo más extremo de todo el mundo capitalista avanzado. Allí, el proceso de desintegración del Estado de Bienestar fue mucho más completo y feroz que en

la Inglaterra de Margaret Thatcher.

Alcances y límites del programa neoliberal

Lo que demostraron estas experiencias fue la impresionante hegemonía alcanzada por el

neoliberalismo en materia ideológica. Si bien en un comienzo sólo los gobiernos de derecha se

atrevieron a poner en práctica políticas neoliberales, poco tiempo después siguieron este rumbo

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inclusive aquellos gobiernos que se autoproclamaban a la izquierda del mapa político. En los países

del capitalismo avanzado, el neoliberalismo había tenido su origen a partir de una crítica implacable

a los regímenes socialdemócratas. Sin embargo, y con excepción de Suecia y Austria, hacia fines de

los años '80, la propia socialdemocracia europea fue incorporando a su programa las ideas e

iniciativas que defendían e impulsaban los gobiernos neoliberales. Paradojalmente, eran ahora los socialdemócratas quienes se mostraban decididos a llevar a la

práctica las propuestas más audaces formuladas por el neoliberalismo. Fuera del continente europeo

sólo Japón se mostró reacio a aceptar este recetario. Más allá de esto, en casi todos los países de la

OECD, las ideas de la Sociedad de Mont Pélerin habían triunfado plenamente. ¿Qué evaluación

efectiva podemos realizar de la hegemonía neoliberal en el mundo capitalista avanzado, durante los

años '80? ¿Cumplió o no sus promesas?

Veamos un panorama de conjunto.

La prioridad más inmediata del neoliberalismo fue detener la inflación de los años 70. En este

aspecto, su éxito ha sido innegable. En el conjunto de los países de la OECD, la tasa de inflación

cayó de 8,8% a 5,2% entre los años 70 y '80 y la tendencia a la baja continuó en los años '90. La

deflación, a su vez, debía ser la condición para la recuperación de las ganancias. También en este

sentido el neoliberalismo obtuvo éxitos reales. Si en los años 70 la tasa de ganancia en la industria

de los países de la OECD cayó cerca de 4,2%, en los años '80 aumentó 4,7%. Esa recuperación fue

aún más impresionante considerando a Europa Occidental como un todo: de 5,4 puntos negativos

pasó a 5,3 puntos positivos. La razón principal de esta transformación fue sin duda la derrota del

movimiento sindical, expresada en la caída dramática del número de huelgas durante los años '80 y

en la notable contención de los salarios. Esta nueva postura sindical, mucho más moderada, tuvo su

origen, en gran medida, en un tercer éxito del neoliberalismo: el crecimiento de las tasas de

desempleo, concebido como un mecanismo natural y necesario de cualquier economía de mercado

eficiente. La tasa media de desempleo en los países de la OECD, que había sido de alrededor de 4%

en los años '70, llegó a duplicarse en la década del '80. También fue éste un resultado satisfactorio.

Finalmente, el grado de desigualdad otro objetivo sumamente importante para el neoliberalismo-

aumentó significativamente en el conjunto de los países de la OECD: la tributación de los salarios

más altos cayó un 20% a mediados de los años '80 y los valores de la bolsa aumentaron cuatro veces

más rápidamente que los salarios.

En todos estos aspectos (deflación, ganancias, desempleo y salarios) podemos decir que el

programa neoliberal se mostró realista y obtuvo éxito. Pero, a final de cuentas, todas estas medidas

habían sido concebidas como medios para alcanzar un fin histórico: la reanimación del capitalismo

avanzado mundial, restaurando altas tasas de crecimiento estables, como existían antes de la crisis

de los años 70. En este aspecto, sin embargo, el cuadro se mostró sumamente decepcionante. Entre

los años 70 y '80 no hubo ningún cambio significativo en la tasa media de crecimiento, muy baja en

los países de la OECD. De los ritmos presentados durante la larga onda expansiva, en los años '50 y

'60, sólo quedaba un recuerdo lejano.

¿Cuál es la razón de este resultado paradoja!? Sin ninguna duda, el hecho de que a pesar de todas

las nuevas condiciones institucionales creadas en favor del capital la tasa de acumulación, o sea, la

efectiva inversión en el parque de equipamientos productivos, apenas creció en los años '80, y cayó

en relación a sus niveles ya medios de los años 70. En el conjunto de los países del capitalismo

avanzado, las cifras son de un incremento anual de 5,5% en los años '60, 3,6% en los 70, y sólo

2,9% en los '80. Una curva absolutamente descendente.

Cabe preguntarse aún por qué la recuperación de las ganancias no condujo a una recuperación de la inversión.

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Esencialmente, porque la desregulación financiera, que fue un elemento de suma importancia en el programa neoliberal, creó condiciones mucho más propicias para la inversión especulativa que la productiva.

Los años '80 asistieron a una verdadera explosión de los mercados cambíanos internacionales, cuyas transacciones puramente monetarias terminaron por reducir de forma sustancial el comercio mundial de mercancías reales. El peso de las operaciones de carácter parasitario tuvo un incremento vertiginoso en estos años.

Por otro lado, y éste fue el fracaso del neoliberalismo, el peso del Estado de Bienestar no disminuyó

mucho, a pesar de todas las medidas tomadas para contener los gastos sociales. Aunque el

crecimiento de la proporción del PNB consumido por el Estado ha sido notablemente desacelerado,

la proporción absoluta no cayó, sino que aumentó, durante los años '80, de más o menos 46% a 48%

del PNB medio de los países de la OECD. Dos razones básicas explican esta paradoja: el aumento

de los gastos sociales con el desempleo, lo cual significó enormes erogaciones para los estados, y el

aumento demográfico de los jubilados, lo cual condujo a gastar otros tantos millones en pensiones.

Por fin, irónicamente, cuando el capitalismo avanzado entró de nuevo en una profunda recesión, en 1991, la deuda pública de casi todos los países occidentales comenzó a reasumir dimensiones

alarmantes, inclusive en Inglaterra y en los Estados Unidos, en tanto que el endeudamiento privado

de las familias y de las empresas llegaba a niveles sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial.

Actualmente, con la recesión de los primeros años de la década de los '90, todos los índices

económicos se tornaron mucho más sombríos en los países de la OECD, donde hoy la desocupación

alcanza a 38 millones de personas, aproximadamente dos veces la población de Escandinavia. En

estas condiciones de crisis tan aguda, era lógico esperar una fuerte reacción contra el neoliberalismo

en los años '90. ¿Sucedió de esta forma? Al contrario: por extraño que parezca, el neoliberalismo

ganó un segundo aliento, por lo menos en su tierra natal, Europa. No solamente el thatcherismo

sobrevivió a la propia Thatcher, con la victoria de Major en las elecciones de 1992 en Inglaterra; en

Suecia, la socialdemocracia, que había resistido el embate neoliberal en los años '80, fue derrotada

por un frente unido de la derecha en 1991. El socialismo francés salió desgastado de las elecciones

de 1993. En Italia, Berlusconi, una suerte de Reagan italiano, llegó al poder conduciendo una

coalición en la cual uno de sus integrantes era hasta hace poco un partido oficialmente fascista. En

Alemania, el gobierno de Kohl probablemente continuará en el poder.

En España la derecha está en las puertas del poder.

El segundo aliento de los gobiernos neoliberales.

Sin embargo, más allá de estos éxitos electorales, el proyecto neoliberal continúa demostrando una

vitalidad impresionante. Su dinamismo aún no está agotado, como puede verse en la nueva ola de privatizaciones llevadas a cabo en países hasta hace poco tiempo bastantes resistentes a ellas, como

Alemania, Austria e Italia.

La hegemonía neoliberal se expresa igualmente en el comportamiento de partidos y gobiernos que formalmente se definen como claros opositores a este tipo de regímenes. La primera prioridad del

presidente Clinton, en los Estados Unidos, fue reducir el déficit presupuestario, y la segunda adoptar una legislación draconiana y regresiva contra la delincuencia, lema principal también del nuevo liderazgo laborista en Inglaterra. La agenda política sigue estando dictada por los parámetros del neoliberalismo, aun cuando su momento de actuación económica parece ampliamente estéril y desastroso.

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¿Cómo explicar este segundo impulso de los regímenes neoliberales en el mundo capitalista avanzado? Una de sus razones fundamentales fue, claramente, la victoria del neoliberalismo en otra región del mundo.

En efecto, la caída del comunismo en Europa Oriental y en la Unión Soviética, del '89 al '91, se

produjo en el exacto momento en que los límites del neoliberalismo occidental se tornaban cada vez

más evidentes. La victoria de Occidente en la Guerra Fría, con el colapso de su adversario

comunista, no fue el triunfo de cualquier capitalismo, sino el tipo específico liderado y simbolizado

por Reagan y Thatcher en los años '80. Los nuevos arquitectos de las economías poscomunistas en

el Este, gente como Balcerovicz en Polonia, Gaidar en Rusia, Maus en la República Checa, eran y

son ardientes seguidores de Hayek y Fríedman, con un menosprecio total por el keynesianismo y

por el Estado de Bienestar, por la economía mixta y, en general, por todo el modelo dominante del

capitalismo occidental correspondiente al período de posguerra. Esos líderes políticos preconizan y

realizan privatizaciones mucho más amplias y rápidas de las que se habían hecho en Occidente;

para sanear sus economías, promueven caídas de la producción infinitamente más drásticas de las

que jamás se ensayaron en el capitalismo avanzado; y, al mismo tiempo, promueven grados de

desigualdad y empobrecimiento mucho más brutales de los que se han visto en los países

occidentales.

No hay neoliberales más intransigentes en el mundo que los "reformadores" del Este. Dos años

atrás, Vaclav Klaus, Primer Ministro de la República Checa, atacó públicamente al presidente de la

Federal Reserve Bank de los Estados Unidos durante el gobierno de Ronald Reagan, Alan

Greenspan, acusándolo de demostrar una debilidad lamentable en su política monetaria. En un

artículo para la revista The Economist, Klaus fue incisivo: "El sistema social de Europa occidental

está demasiado amarrado por reglas y controles excesivos. El Estado de Bienestar, con todas sus

generosas transferencias de pagos desligadas de cualquier criterio, de esfuerzos o de méritos,

destruyó la moralidad básica del trabajo y el sentido de la responsabilidad individual. Hay excesiva

protección a la burocracia. Debe decirse que la revolución thatcheriana, o sea, antikeynesiana o

liberal, apareció (con una apreciación positiva) en medio del camino de Europa Occidental, y es

preciso completarla". Bien entendido, este tipo de extremismo neoliberal, por influyente que sea en

los países poscomunístas, también desencadenó una reacción popular, como se puede ver en las

últimas elecciones en Polonia, Hungría y Lituania, donde partidos ex comunistas ganaron, y ahora

gobiernan nuevamente sus países. Pero en la práctica, sus políticas de gobierno no se distinguen

mucho de las de sus adversarios declaradamente neoliberales. La deflación, el desmantelamiento de

los servicios públicos, las privatizaciones, el crecimiento del capital corrupto y la polarización

social siguen, un poco menos rápidamente, por él mismo rumbo. Una analogía con el

eurosocialismo del Sur de Europa se hace evidente. En ambos casos se trata de una variante mansa

al menos en él discurso, aunque no siempre en las acciones de un paradigma neoliberal común tanto

a la derecha como a la izquierda oficial. El dinamismo continuado del neoliberalismo como fuerza

ideológica a escala mundial está sustentado en gran parte, hoy, por este "efecto de demostración"

del mundo post soviético. Los neoliberales pueden ufanarse de estar frente a una transformación

socioeconómica gigantesca, que va a perdurar por décadas.

América Latina, escenario de experimentación.

El impacto del triunfo neoliberal en el Este europeo tardó en sentirse en otras partes del globo,

particularmente aquí en América Latina, que hoy en día se convierte en el tercer gran escenario de

experimentación neoliberal. De hecho, aunque en su conjunto le ha llegado la hora de las

privatizaciones masivas después de los países de la OECD y de la antigua Unión Soviética,

genealógicamente este continente fue testigo de la primera experiencia neoliberal sistemática del

mundo. Me refiero, obviamente, a Chile bajo la dictadura de Pinochet: aquel régimen tiene el mérito

de haber sido el verdadero pionero del ciclo neoliberal en la historia contemporánea. El Chile de

Pinochet comenzó sus programas de forma drástica y decidida: desregulación, desempleo masivo,

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represión sindical, redistribución de la renta en favor de los ricos, privatización de los bienes

públicos. Todo esto comenzó casi una década antes que el experimento thatcheriano.

En Chile, naturalmente, la inspiración teórica de la experiencia pinochetista era más norteamericana

que austríaca: Friedman, y no Hayek, como era de esperarse en las Américas. Pero es de notar tanto

que la experiencia chilena de los años 70 interesó muchísimo a ciertos consejeros británicos

importantes para Thatcher, como que siempre existieron excelentes relaciones entre los dos

regímenes hacia los años '80. El neoliberalismo chileno, bien entendido, presuponía la abolición de

la democracia y la instalación de una de las más crueles dictaduras de posguerra. Sin embargo,

debemos recordar que la democracia en sí misma -como explicaba incansablemente Hayek jamás

había sido un valor central del neoliberalismo. La libertad y la democracia, explicaba Hayek, podían

tomarse fácilmente incompatibles, si la mayoría democrática decidiese interferir en los derechos

incondicionales de cada agente económico para disponer de su renta y sus propiedades a su antojo.

En ese sentido, Friedman y Hayek podían ver con admiración la experiencia chilena, sin ninguna

inconsistencia intelectual o compromiso de principios. Pero esta admiración fue realmente

merecida, dado que a diferencia de las economías del capitalismo avanzado bajo los regímenes

neoliberales en los '80 , la economía chilena creció a un ritmo bastante rápido bajo el régimen de

Pinochet, como lo sigue haciendo con la continuidad político económica de los gobiernos

pospinochetistas de los últimos años.

Si Chile fue, en este sentido, una experiencia piloto para el nuevo neoliberalismo en los países

avanzados de Occidente, América Latina también proporcionó la experiencia piloto para el

neoliberalismo del Este pos soviético. Aquí me refiero a Bolivia, donde en 1985 Jeffrey Sachs

perfeccionó su tratamiento de shock, aplicado más tarde en Polonia y Rusia, pero preparado

originariamente para el gobierno de Banzer, y después aplicado imperturbablemente por Víctor Paz

Estenssoro, sorprendentemente cuando fue electo presidente en lugar de Banzer. En Bolivia, la

puesta en marcha de la experiencia neoliberal no tenía urgente necesidad de quebrar a un

movimiento obrero poderoso, como en Chile, sino de parar la hiperinflación. Por otro lado, el

régimen que adoptó el plan de Sachs no era una dictadura, sino el heredero del partido populista que

había hecho la revolución social de 1952. En otras palabras, América Latina también inició una

variante neoliberal "progresista", difundida más tarde en el Sur de Europa, en los años del

eurosocialismo. Pero Chile y Bolivia eran experiencias aisladas hasta finales de los años '80.

El viraje continental en dirección al neoliberalismo no comenzó antes de la presidencia de Salinas,

en México, en 1988, seguido de la llegada de Menem al poder, en 1989, de la segunda presidencia de Carlos Andrés Pérez en el mismo año en Venezuela, y de la elección de Fujimori en el Perú en el

'90. Ninguno de esos gobernantes confesó al pueblo, antes de ser electo, lo que efectivamente hizo después.

Menem, Carlos Andrés Pérez y Fujimori, por cierto, prometieron exactamente lo opuesto a las

políticas radicalmente antipopulistas que implementaron en los años '90. Salinas ni siquiera fue electo, apelando, como es bien sabido, a uno de los tradicionales recursos de la política mexicana: el

fraude.

De las cuatro experiencias vividas en esta década, podemos decir que tres registraron éxitos

impresionantes a corto plazo (México, Argentina y Perú) y una fracasó: Venezuela. La diferencia es

significativa. La condición política que garantizó la deflación, la desregulación, el desempleo y la

privatización de las economías mexicana, argentina y peruana fue una concentración formidable del

poder ejecutivo; algo que siempre existió en México, un régimen de partido único. Sin embargo,

Menem y Fujimori tuvieron que innovar con una legislación de emergencia, autogolpes y reforma

de la Constitución. Esta dosis de autoritarismo político no fue posible en Venezuela, con una

democracia partidaria más continua y sólida que en cualquier otro país de América del Sur, y el

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único que escapó de las dictaduras militares y regímenes oligárquicos desde los años '50. De ahí el

colapso de la segunda presidencia de Carlos Andrés Pérez.

A pesar de esto sería arriesgado concluir que en América Latina sólo los regímenes autoritarios

pueden imponer con éxito las políticas neoliberales. El caso de Bolivia, donde todos los gobiernos

electos después de 1985, tanto el de Paz Zamora como el de Sánchez de Losada, continuaron con la

misma línea, está ahí para comprobarlo. La lección que deja la larga experiencia boliviana es clara.

Existe un equivalente funcional al trauma de la dictadura militar como mecanismo para inducir

democrática y no coercitivamente a un pueblo a aceptar las más drásticas políticas neoliberales: la

hiperinflación. Sus consecuencias son muy parecidas. Recuerdo una conversación en Rio de Janeiro

en 1987, cuando era consultor de un equipo del Banco Mundial y hacía un análisis comparativo de

alrededor de veinticuatro países del Sur, en lo relativo a políticas económicas. Un amigo neoliberal

del equipo, sumamente inteligente, economista destacado, gran admirador de la experiencia chilena

bajo el régimen de Pinochet, me confió que el problema crítico del Brasil durante la presidencia de

Samey no era una tasa de inflación demasiado alta como creía la mayoría de los funcionarios del

Banco Mundial , sino una tasa de inflación demasiado baja. "Esperemos que los diques se rompan",

decía. "Aquí precisamos una hiperinflación para condicionar al pueblo a aceptar la drástica

medicina deflacionaria que falta en este país".

Después, como sabemos, la hiperinflación llegó al Brasil, y las consecuencias prometen o amenazan confirmar la sagacidad de este neoliberal local.

Un balance provisorio

La pregunta que queda abierta es si el neoliberalismo encontrará aquí, en América Latina, más o

menos resistencia a su implementación duradera que la que encontró en Europa Occidental y en la

antigua URSS. ¿Será el populismo o el laborismo latinoamericano un obstáculo más fácil o más

difícil para la realización de los planes neoliberales que la socialdemocracia reformista o el

comunismo? No voy a entrar en esta cuestión; otros aquí pueden juzgarla mejor que yo. Sin duda, la

respuesta va a depender también del destino del neoliberalismo fuera de América Latina, donde

continúa avanzando en tierras hasta ahora inmunes a su influencia.

Actualmente, en Asia, por ejemplo, la economía de la India comienza, por primera vez, a ser

adaptada al paradigma liberal, y hasta el mismo Japón no es totalmente indiferente a las presiones

norteamericanas para desregular la economía. La región del capitalismo mundial que presenta más

éxitos en los últimos veinte años es también la menos neoliberal, o sea, las economías de Extremo

Oriente como Japón, Corea, Taiwán, Singapur y Malasia. ¿Por cuánto tiempo estos países

permanecerán fuera de la influencia de este tipo de regímenes? Todo lo que podemos decir es que

éste es un movimiento ideológico a escala verdaderamente mundial, como el capitalismo jamás

había producido en el pasado. Se trata de un cuerpo de doctrina coherente, autoconsistente,

militante, lúcidamente decidido a transformar el mundo a su imagen, en su ambición estructural y

en su extensión internacional. Algo mucho más parecido al antiguo movimiento comunista que al

liberalismo ecléctico y distendido del siglo pasado.

En este sentido, cualquier balance actual del neoliberalismo sólo puede ser provisorio. Se trata de un movimiento inconcluso. Por el momento, a pesar de todo, es posible dar un veredicto sobre su actuación durante casi quince años en los países más ricos del mundo,

única área donde sus frutos parecen maduros. Económicamente, el neoliberalismo fracasó. No

consiguió ninguna revitalización básica de capitalismo avanzado. Socialmente, por el contrario, ha logrado muchos de sus objetivos, creando sociedades marcadamente más desiguales, aunque no tan

desestatizadas como se lo había propuesto.

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Política e ideológicamente, sin embargo, ha logrado un grado de éxito quizás jamás soñado por sus

fundadores, diseminando la simple idea de que no hay alternativas para sus principios, y que todos,

partidarios u opositores, tienen que adaptarse a sus normas. Probablemente, desde principios de

siglo, ninguna sabiduría convencional consiguió un predominio de carácter tan abarcativo como hoy

lo ha hecho el neoliberalismo. Este fenómeno se llama hegemonía, aunque, naturalmente, millones

de personas no crean en sus promesas y resistan cotidianamente a sus terribles efectos. Creo que la

tarea de sus opositores es ofrecer otras recetas y preparar otros regímenes. Alternativas que apenas

podemos prever cuándo y dónde van a surgir. Históricamente, el momento de viraje de una onda es

siempre una sorpresa.

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HUGO CHAVEZ

DISCURSO EN LA UNIVERSIDAD DE LA HABANA

(1994)

Palabras de Hugo Chávez en el acto efectuado en su honor, durante su primera visita a la República de Cuba, Aula Magna de la Universidad de La Habana, miércoles, 14 de diciembre de 1994.

Señor Comandante en Jefe de la Revolución Cubana y presidente de la República de Cuba; señor

rector de esta insigne casa de estudios; señor presidente de la Federación de Estudiantes

Universitarios; señor presidente de la Casa Simón Bolívar; queridos compatriotas, profesores

universitarios, estudiantes de Cuba, de esta tierra de Martí y de Bolívar. Compañeros de armas:

reciban, en primer lugar, un caluroso y sentido abrazo bolivariano que viene de esa tierra

venezolana, de la cual nos sentimos tan llenos y en la cual tenemos comprometida nuestra vida

entera.

Anoche, en este viaje fugaz pero profundo a Cuba, una compatriota cubana me preguntaba en el avión que sí era la primera vez que yo venía a Cuba, le dije que sí, pero al mismo tiempo le dije

algo que quisiera repetir en este momento, tan emotivo y tan emocionante: primera vez que vengo físicamente, porque en sueños a Cuba vinimos muchas veces los jóvenes latinoamericanos.

En sueños a Cuba vinimos infinidad de veces, los soldados bolivarianos del Ejército venezolano,

que desde hace años decidimos entregarle la vida a un proyecto revolucionario, a un proyecto

transformador. Así que, de verdad, agradezco este nuevo honor que me hace el presidente Fidel

Castro, que me hacen todos ustedes, y como les decía anoche, cuando recibí la inmensa y agradable

sorpresa de ser esperado en el Aeropuerto Internacional José Martí por él mismo, en persona, le

dije: Yo no merezco este honor, aspiro a merecerlo algún día, en los meses y en los años por venir.

Lo mismo les digo a todos ustedes, queridos compatriotas cubano-latinoamericanos, algún día

esperamos venir a Cuba en condiciones de extender los brazos y en condiciones de mutuamente alimentarnos en un proyecto revolucionario latinoamericano, imbuidos como estamos desde siglos

hace, en la idea de un continente hispanoamericano, latinoamericano y caribeño, integrado como una sola nación que somos.

En ese camino andamos, y como Aquiles Nazoa dijo de José Martí, nos sentimos de todos los

tiempos y de todos los lugares, y andamos como el viento tras esa semilla que aquí cayó

un día, y aquí en terreno fértil retoñó y se levanta, como lo que siempre hemos dicho, y no lo digo

aquí en Cuba porque esté en Cuba, y porque como dicen en mi tierra, en el llano venezolano, me

sienta guapo y apoyao, sino que lo decíamos en el mismo Ejército venezolano antes de ser soldados

insurrectos, lo decíamos en los salones en las escuelas militares de Venezuela: Cuba es un bastión

de la dignidad latinoamericana y como tal hay que verla y como tal hay que seguirla y como tal hay

que alimentarla.

Hay -por supuesto- en este momento un huracán de emociones, de ideas, de pasiones y de sentimientos cruzando mi mente y anidándose en el alma de soldado, de revolucionario, de latinoamericano. ¡Tantas cosas que se agolpan en la mente, tantos recuerdos, tantas veces soñar con Cuba, estar en Cuba y al fin, estar aquí!

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Recordaba, dentro de tanto cúmulo de cosas que me llega ahora en este momento, en esta Aula

Magna de esta Universidad de La Habana -donde, por cierto, me decía un ilustre compatriota de

esta universidad que aquí estuvo Andrés Eloy Blanco con sus poemas, con sus sueños-, haber leído

en la cárcel, comandante Castro, presidente de Cuba, haber releído en primer lugar, en la cárcel de

Yare, aquella encendida defensa, aquella encendida palabra suya, "La historia me absolverá", y

haber leído también en la cárcel Un grano de maíz. La entrevista hecha en este tiempo por el

comandante Tomás Borges, y haber comparado, y dentro de tantas comparaciones, de tantas ideas,

con 40 años casi de diferencia, una de la otra, sacar varias conclusiones como soldado prisionero.

Una de ellas, que vale la pena, que hay que hacerlo, mantener la bandera de la dignidad y de los

principios en alto, aún a riesgo de quedarse solo en cualquier momento, mantener contra vientos

desfavorables las velas en alto, mantener posiciones de dignidad. Eso lo releíamos, lo leíamos en la

cárcel, y fue para nosotros alimento de prisioneros, y fue, y sigue siendo para nosotros, alimento de

rebeldes.

Y hablando de rebeldes, subrayo lo dicho por el presidente de la Federación de Estudiantes, y lo dicho por el comandante en jefe Fidel Castro, acerca de la cumbre de Miami: Esa cumbre no se hizo para rebeldes, por lo tanto no estuvieron allí los cubanos.

Nosotros tampoco podemos entrar a territorio norteamericano, nos tienen prohibida la entrada. Lo

dije una vez en Colombia y lo vuelvo a decir ahora en Cuba con más fuerza y con más vigor: Nos honra como soldados rebeldes que no nos dejen entrar a territorio norteamericano.

Ahora, sin duda que están ocurriendo cosas interesantes en la América Latina y en el Caribe; sin duda que ese insigne poeta y escritor nuestro, de esta América nuestra, don Pablo Neruda, tiene profunda razón cuando escribió que Bolívar despierta cada 100 años, cuando despierta el pueblo.

Sin duda que estamos en una era de despertares, de resurrecciones, de pueblos, de fuerzas y de

esperanzas; sin duda, Presidente, que esa ola que usted anuncia o que anunció y sigue anunciando en esa entrevista a la que me he referido, Un grano de maíz, se siente y se palpa por toda la América

Latina.

Sin duda que estamos en era bicentenaria. Nosotros tuvimos la osadía de fundar un movimiento dentro de las filas del Ejército Nacional de Venezuela, hastiados de tanta corrupción, y nos juramos

dedicarle la vida a la construcción de un movimiento revolucionario y a la lucha revolucionaria en Venezuela, y, ahora, en el ámbito latinoamericano.

Eso comenzamos a hacerlo en el año bicentenario del nacimiento de Bolívar. Pero veamos que este

próximo año es el centenario de la muerte de José Martí, veamos que este año que viene es el

bicentenario del nacimiento del Mariscal Antonio José de Sucre, veamos que este año que viene es

el bicentenario de la rebelión y muerte del zambo José Leonardo Chirinos en las costas de Coro, en

Venezuela, tierra, por cierto, de los ascendientes del procer Antonio Maceo.

Veamos entonces que, como que el tiempo nos llama y nos impulsa, es sin duda tiempo de recorrer de nuevo caminos de esperanza y de lucha. En eso andamos nosotros; después de 10 años de trabajo

intenso en el seno del Ejército venezolano, después de una rebelión y otra rebelión, ahora dedicados al trabajo revolucionario en tres direcciones fundamentales que voy a permitirme resumir ante

ustedes para invitarlos al intercambio, para invitarlos a extender lazos de unión y de trabajo, de construcción concreta.

En primer lugar, estamos empeñados en levantar una bandera ideológica pertinente y propicia a

nuestra tierra venezolana, a nuestra tierra latinoamericana: la bandera bolivariana.

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Pero en ese trabajo ideológico de revisión de la historia y de las ideas que nacieron en Venezuela y

en este continente hace 200 años, cuando se fue levantando el primer proyecto de nación, no

solamente venezolana, sino latinoamericana, aquel proyecto que Francisco de Miranda llamó

Colombia y que Bolívar tomo después para llamar Colombia, lo que hoy conocemos como la Gran

Colombia, el sueño bolivariano; en ese sumergirnos en la historia buscando nuestras raíces, hemos

diseñado y hemos lanzado a la opinión pública nacional e internacional, la idea de la inspiración en

un árbol de las tres raíces -llamamos nosotros-: la raíz no solamente del pensamiento bolivariano,

aquel Simón Bolívar que llamaba, por ejemplo, a esa unidad latinoamericana para poder oponer una

nación desarrollada como contrapeso a la pretensión del Norte que ya se perfilaba con sus garras

sobre nuestra tierra latinoamericana; aquel Bolívar que planteaba en Angostura la necesidad de

incorporar, además de los tres poderes clásicos de Montesquieu, un cuarto poder, el Poder Moral;

aquel Bolívar o aquellas ideas de Bolívar que planteaba en la Constitución de Bolivia la necesidad

de un quinto poder, el Poder Electoral; aquel Bolívar que desde su tumba casi, ya en Santa Marta,

dijo: "Los militares deben empuñar su espada para defender las garantías sociales"; aquel Bolívar

que dijo que el mejor sistema de gobierno es el que le proporciona mayor suma de felicidad a su

pueblo, mayor suma de estabilidad política y seguridad social.

Esa raíz profunda, esa raíz bolivariana, nosotros la hemos unido porque creemos -no es que nosotros la hayamos unido- que está unida por el tiempo, por la historia misma a la raíz robinsoniana, tomando como inspiración el nombre de Samuel Robinson o Simón Rodríguez, a quien conocemos muy poco los latinoamericanos porque nos dijeron desde

pequeños: "El maestro de Bolívar", y allí se quedó, como estigmatizado por la historia, el loco estrafalario que murió anciano, deambulando como el viento por los pueblos de la América Latina.

Simón Rodríguez, quien inyectó gran parte de las ideas revolucionarias a Simón Bolívar; Simón

Rodríguez, el que llamaba a los americanos meridionales a hacer dos revoluciones: la política y la revolución económica. Aquel Simón Rodríguez que llamaba a la construcción de un modelo de

economía social y un modelo de economía popular.

Aquel Simón Rodríguez que dejó para todos los tiempos de América Latina, como un reto para

nosotros, aquello de que la América Latina -en ese tiempo América Meridional en el término- no

podía seguir imitando servilmente, sino que tenía que ser original y llamaba a inventar o errar. Ese

viejo loco, para los burgueses de la época, que andaba recogiendo niños ya anciano y abandonado, y

que decía: "Los niños son las piedras del futuro edificio republicano, ¡vengan acá para pulir las

piedras para que ese edificio sea sólido y luminoso!"; aquel viejo que ya al borde de la tumba se

dedicó a construir velas y cuando alguien le preguntó: "¿Qué hace usted construyendo velas,

maestro?", dijo: "Es que no consigo otra forma de darle luces a la América". Esa es otra raíz

fundamental, profunda y filosófica dentro de nuestro planteamiento ideológico.

Y una raíz más reciente, la raíz zamorana, tomada del general del pueblo soberano Ezequiel

Zamora; Zamora líder de la Revolución Federal venezolana, Zamora el general que usaba doble

cubre cabezas, un sombrero de cogollo y un quepí militar sobre el sombrero de cogollo, y lo

explicaba en un concepto, que después Mao Tse Tung reflejó de otra manera, en otro tiempo, y en

otro lugar. Mao señalaba -ustedes lo saben mejor que nosotros- que el pueblo es al ejército como el

agua ai pez. Y ustedes no solamente lo saben, sino que lo han aplicado. Y yo aprovecho, y me

disculpan la disgresión, para darle un inmenso abrazo, gigantesco, un gran abrazo a las Fuerzas

Armadas Revolucionarias de Cuba, que se han identificado con su pueblo para siempre.

En muy pocas horas nos vamos, y digo nos vamos, porque conmigo anda el teniente Isea Romero, teniente de paracaidistas y de blindados del Ejército venezolano, rebelde y exprisionero político.

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Nos vamos, queridos compañeros de armas de Cuba, convencidos, a pesar de lo poco que pudimos ver, de que ustedes se aplican eso de que están -como el título de una buena obra de un estudioso del tema panameño- como pez en el agua.

Nosotros, como militares, andamos tras esa búsqueda, y hoy nos vamos mas afianzados en la

convicción y en la necesidad de que el Ejército de Venezuela tiene que ser de nuevo lo que fue: un ejército del pueblo, un ejército para defender eso que Bolívar llamó las garantías sociales.

Ezequiel Zamora, de quien les hablaba como tercer componente del árbol de las tres raíces, decía yo

que se adelantó, quizás, en la concepción que después reflejó Mao. Zamora

explicaba que el sombrero de cogollo representaba al pueblo de Venezuela, y el quepis militar al ejército que deberla estar unido a ese pueblo para poder lograr la Revolución Federal que estaba en boga en Venezuela.

Ezequiel Zamora tomó el proyecto bolivariano; lamentablemente murió comenzando la Guerra Federal, y con él enterraron el sueño de los campesinos pobres de Venezuela, que fueron también traicionados después de la Guerra de Independencia.

Esa vertiente de trabajo nuestra, por supuesto, y por cierto que tiene su complemento en toda la

América Latina. Nosotros, seguramente por venezolanos, tomamos como raíces a tres venezolanos

para nuestro proyecto ideológico, empeñados en resistirnos a esa tesis que viene del Norte -alguien

me decía hace poco que todo lo malo nos viene del Norte-, esa tesis del fin de la historia, del último

hombre, de la era tecnotrónica, de que las ideologías ya no sirven, que están de modé.

No, nos resistimos, no lo aceptamos, y hemos tornado esas tres figuras simbólicas.

Pero me decía un capitán panameño, que todavía hace cuatro meses andaba escondido -a quien yo

le preguntaba en la Universidad de Panamá, por cierto, una noche, que por qué andaba escondido, y

me dice: "Yo ando escondido, comandante, porque ahorqué a un gringo y tengo auto de detención

por asesinato"; ahora, ¿dónde están los autos de detención por los miles de muertos que hubo en la

invasión a Panamá?: "Comandante, usted tiene allá a su dios, que es Bolívar; nosotros tenemos

nuestro santico, que es Ornar Torrijos".

De forma tal que hay en toda la América, Martí; más reciente, Ornar Torrijos; más reciente Juan Velasco Alvarado, como símbolo de soldado del pueblo también en el Perú y la experiencia inmensa del plan inca.

O en el Cono Sur. Una madrugada, de Montevideo, hace unos meses, me llegó un emisario secreto con una carta de oficiales activos del Ejército de Uruguay, que se llaman los soldados artiguistas, con un regalo sobre el pensamiento político de Artigas.

San Martín, Sandino, Mariátegui y tantos otros latinoamericanos -y aprovecho para decir que

también me siento muy honrado de haber conocido y haber abrazado hoy al comandante Daniel Ortega, de la Revolución nicaragüense, quien se encuentra acá en La Habana, como ustedes saben-,

ahí están las raíces de un proyecto de nación, una sola nación que somos todos los latinoamericanos y caribeños.

Ahora, esa es una primera vertiente de trabajo bien adecuado, mi comandante: el próximo año del

centenario de la muerte de José Martí, para estrechar ese trabajo ideológico, ese binomio de Bolívar y Martí, como forma de levantar la emoción y el orgullo de los latinoamericanos.

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La otra vertiente de nuestro trabajo, para el cual también necesitamos estrechar nexos con los

pueblos de nuestra América, es un trabajo organizativo, y desde la cárcel, o en la cárcel,

recibíamos muchos documentos de cómo el pueblo cubano se fue organizando después del triunfo

de la Revolución, y estamos empeñados en organizar en Venezuela un inmenso movimiento social,

el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200; y mas allá, estamos convocando para este próximo

año a la creación del Frente Nacional Bolivariano, y estamos llamando a ios estudiantes, a los

campesinos, a los aborígenes, a los militares que están en situación de retiro -porque

lamentablemente los militares en los cuarteles en Venezuela siguen amordazados; el sistema

político, o los políticos venezolanos, pretenden tener para siempre militares que sean mudos, sordos

y ciegos ante la tragedia nacional-, a los militares que estamos en la calle, a los intelectuales, a los

obreros, a los pescadores, a los sonadores, a todos, a conformar ese frente, un gran frente social que

enfrente el reto de la transformación de Venezuela.

En Venezuela nadie sabe lo que puede ocurrir en cualquier momento.

Nosotros, por ejemplo, que estamos entrando en un año electoral, 1995, dentro de un año, en diciembre, habrá en Venezuela otro proceso electoral, ilegal e ilegítimo, signado por una abstención

-ustedes no lo van a creer- de 90% en promedio; es decir, 90% de los venezolanos no va a las urnas

electorales, no cree en mensajes de políticos, no cree en casi ningún partido político.

Este año nosotros aspiramos, con el Movimiento Bolivariano, con el Frente Nacional Bolivariano,

polarizar a Venezuela. Los que van al proceso electoral -donde hay gente honesta también que

respetamos, pero en lo que no creemos es en el proceso electoral-, ese es un polo; y el otro polo que

nosotros vamos a alimentar, a empujar y a reforzar es la solicitud en la calle, con el pueblo, del

llamado a elecciones para una Asamblea Nacional Constituyente, para redefinir las bases

fundamentales de la República que se vinieron abajo; las bases jurídicas, las bases políticas, las

bases económicas, las bases morales, incluso, de Venezuela están en el suelo, y eso no se va a

arreglar con pequeños parches.

Bolívar lo decía: "Las gangrenas políticas no se curan con paliativos", y en Venezuela hay una gangrena absoluta y total.

Alguien me decía, hace unos meses atrás, que por qué no permitíamos que el sistema democrático -

ese que llaman en Venezuela democrático-, madure, y yo le decía que, y aprovechando que he

probado unos dulces de mango muy exquisitos aquí en La Habana, les ponía el ejemplo del mango,

que en Venezuela se pierde porque no sabemos aprovecharlo, y le decía un mango madura cuando

está verde, pero un mango podrido jamás va a madurar; de un mango podrido hay que rescatar su

semilla y sembrarla, para que nazca una nueva planta. Esto pasa en Venezuela hoy, porque el

sistema no tiene manera de recuperarse a sí mismo.

Y lo que voy a decir, voy a utilizar de nuevo la expresión de la gente de mi pueblo, del llano venezolano, no lo voy a decir porque estoy aquí guapo y apoyado; lo he dicho en Venezuela, lo he dicho en el Ateneo de Caracas, lugar que

ustedes conocen muy bien, lo he dicho a la prensa, a la televisión, a los pocos programas a los

cuales nos dan cabida, lo dije frente al Palacio de Gobierno, en una ocasión después que salí de la

cárcel: nosotros no desechamos la vía de las armas en Venezuela, nosotros seguimos teniendo -y lo

dicen las encuestas del mismo gobierno- más de 80% de opinión favorable en los militares

venezolanos por eso decimos que no desechamos la vía de utilizar las armas del pueblo que están en

los cuarteles, para buscar el camino nosotros estamos pidiendo Constituyente, y el año que viene,

como ya les dije vamos a empujar esa salida como recurso estratégico de corto plazo. Y la tercera

vertiente en la que estamos trabajando, para ir concluyendo estas palabras, este saludo, esta pasión

que me mueve esta noche, un proyecto estratégico de largo plazo, en el cual los cubanos tienen y

tendrían mucho que aportar, mucho con discutir con nosotros, es un proyecto de un horizonte de 20

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a 40 años, un modelo económico soberano, no queremos seguir siendo una economía colonial, un

modelo económico complementario.

Venezuela tiene inmensos recursos energéticos, por ejemplo, ningún país del Caribe o

latinoamericano, debería importarle combustible a Europa, por qué si Latinoamérica tiene entre

ellos a Venezuela, con inmensos recursos energéticos, por qué Venezuela va a seguir exportándole a

los países desarrollados 2.5 millones de petróleo crudo al día. Así como hace 500 años se llevaban

la materia prima, hoy se la siguen llevando de la misma forma. Un proyecto que nosotros hemos

lanzado ya al mundo venezolano con el nombre de Proyecto Nacional Simón Bolívar, pero con los

brazos extendidos al continente latinoamericano y caribeño, y al respecto hemos entrado ya en

contacto con algunos centros de estudio en Panamá, Colombia, Ecuador, Uruguay, de Argentina, de

Chile, de Cuba, un proyecto en el cual no es aventurado pensar, desde el punto de vista político, en

una asociación de estados latinoamericanos, por qué no pensar en eso, que fue el sueño original de

nuestros libertadores, por qué seguir fragmentados.

Hasta allí en el área política llega la pretensión de este proyecto, que no es nuestro, ni es original, tiene 200 años al menos, así que, en esa área, o en esa tercera vertiente, en el proyecto político

transformador de largo plazo, extendemos la mano a la experiencia, a los hombres y mujeres de Cuba, que tienen años pensando y haciendo por este proyecto continental.

El siglo que viene para nosotros, es el siglo de la esperanza, es nuestro siglo, es el siglo de la

resurrección del pueblo bolivariano, del sueño de Martí, del sueño latinoamericano. Queridos amigos, ustedes me han honrado con sentarse esta noche a oír estas ideas, de un soldado de un

latinoamericano entregado de lleno, y para siempre, a la causa de la Revolución de esta América nuestra. Un inmenso abrazo bolivariano para todos ustedes.»

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SUBCOMANDANTE MARCOS CUARTA DECLARACIÓN DE LA SELVA LACANDONA

EJÉRCITO ZAPATISTA DE LIBERACIÓN NACIONAL

(EZLN)

1° DE ENERO DE 1996 Al pueblo de México:

A los pueblos y gobiernos del mundo:

Hermanos:

No morirá la flor de la palabra. Podrá morir el rostro oculto de quien la nombra hoy, pero la palabra que vino desde el fondo de la historia y de la tierra ya no podrá ser arrancada por la soberbia del poder.

Nosotros nacimos de la noche. En ella vivimos. Moriremos en ella.

Pero la luz será mañana para los más, para todos aquellos que hoy lloran la noche, para quienes se

niega el día, para quienes es regalo la muerte, para quienes está prohibida la vida. Para todos la luz. Para todos todo. Para nosotros el dolor y la angustia, para nosotros la alegre rebeldía, para nosotros

el futuro negado, para nosotros la dignidad insurrecta. Para nosotros nada.

Nuestra lucha es por hacemos escuchar, y el mal gobierno grita soberbia y tapa con cañones sus oídos.

Nuestra lucha es por el hambre, y el mal gobierno regala plomo y papel a los estómagos de nuestros hijos.

Nuestra lucha es por un techo digno, y el mal gobierno destruye nuestra casa y nuestra historia.

Nuestra lucha es por el saber, y el mal gobierno reparte ignorancia y desprecio.

Nuestra lucha es por la tierra, y el mal gobierno ofrece cementerios.

Nuestra lucha es por un trabajo justo y digno, y el mal gobierno compra y vende cuerpos y vergüenzas.

Nuestra lucha es por la vida, y el mal gobierno oferta muerte como futuro.

Nuestra lucha es por el respeto a nuestro derecho a gobernar y gobernarnos, y el mal

gobierno impone a los más la ley de los menos.

Nuestra lucha es por la libertad para el pensamiento y el caminar, y el mal gobierno pone cárceles y tumbas.

Nuestra lucha es por la justicia, y el mal gobierno se llena de criminales y asesinos.

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Nuestra lucha es por la historia, y el mal gobierno propone olvido.

Nuestra lucha es por la Patria, y el mal gobierno sueña con la bandera y la lengua extranjeras.

Nuestra lucha es por la paz, y el mal gobierno anuncia guerra y destrucción.

Techo, tierra, trabajo, pan, salud, educación, independencia, democracia, libertad, justicia y paz. Estas fueron nuestras banderas en la madrugada de 1994. Estas fueron nuestras demandas en la larga noche de los 500 años. Estas son, hoy, nuestras exigencias.

Nuestra sangre y la palabra nuestra encendieron un fuego pequeñito en la montaña y lo caminamos rumbo a la casa del poder y del dinero.

Hermanos y hermanas de otras razas y otras lenguas, de otro color y mismo corazón, protegieron nuestra luz y en ella bebieron sus respectivos fuegos.

Vino el poderoso a apagarnos con su fuerte soplido, pero nuestra luz se creció en otras luces. Sueña

el rico con apagar la luz primera. Es inútil, hay ya muchas luces y todas son primeras.

Quiere el soberbio apagar una rebeldía que su ignorancia ubica en el amanecer de 1994. Pero la

rebeldía que hoy tiene rostro moreno y lengua verdadera, no se nació ahora. Antes habló con otras

lenguas y en otras tierras. En muchas montañas y muchas historias ha caminado la rebeldía contra la

injusticia. Ha hablado ya en lengua náhuatl, paipai, kiliwa, cúcapa, cochimi, kumiai, yuma, seri,

chontal, chinanteco, pame, chichimeca, otomí, mazahua, matlazinca, ocuilteco, zapoteco, solteco,

chatino, papabuco, mixteco, cuicateco, triqui, amuzgo, mazateco, chocho, izcateco, huave,

tlapaneco, totonaca, tepehua, popoluca, mixe, zoque, huasteco, lacandón, maya, chol, tzeltal, tzotzil,

tojolabal, mame, teco, ixil, aguacateco, motocintleco, chicomucelteco, kanjobal, jacalteco, quiche,

cakchiquel, ketchi, pima, tepehuán, tarahumara, mayo, yaqui, cahíta, ópata, cora, huichol,

purépecha y kikapú. Habló y habla la castilla. La rebeldía no es cosa de lengua, es cosa de dignidad

y de ser humanos.

Por trabajar nos matan, por vivir nos matan. No hay lugar para nosotros en el mundo del poder. Por

luchar nos matarán, pero así nos haremos un mundo donde nos quepamos todos y todos nos vivamos sin muerte en la palabra. Nos quieren quitar la tierra para que ya no tenga suelo nuestro

paso. Nos quieren quitar la historia para que en el olvido se muera nuestra palabra. No nos quieren indios. Muertos nos quieren. Para el poderoso nuestro silencio fue su deseo. Callando nos moríamos, sin palabra no existíamos. Luchamos para hablar contra el olvido, contra la muerte, por la memoria y por la vida. Luchamos por el miedo a morir la muerte del olvido.

Hablando en su corazón indio, la Patria sigue digna y con memoria.

I

Hermanos:

El día 1o. de enero de 1995, después de romper el cerco militar con el que el mal gobierno pretendía

sumirnos en el olvido y rendirnos, llamamos a las distintas fuerzas y ciudadanos a construir un

amplio frente opositor que uniera las voluntades democráticas en contra del sistema de partido de

Estado: el Movimiento para la Liberación Nacional. Aunque al inicio este esfuerzo de unidad

opositora encontró no pocos problemas, siguió adelante en los pensamientos de los hombres y

mujeres que no se conforman con ver su Patria entregada a las decisiones del poder y el dinero

extranjeros. El amplio frente opositor, después de seguir una ruta llena de dificultades,

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incomprensiones y retrocesos, está por concretar sus primeros planteamientos y acuerdos de acción

conjunta. El largo proceso de maduración de este esfuerzo organizativo habrá de hacerse pleno en el

año que inicia. Nosotros los zapatistas saludamos el nacimiento del Movimiento para la Liberación

Nacional y deseamos que entre quienes formen parte de él exista siempre el afán de unidad y el

respeto a las diferencias.

Iniciado el diálogo con el supremo gobierno, el compromiso del EZLN en la búsqueda de una

solución política a la guerra iniciada en 1994 se vio traicionado. Fingiendo voluntad de diálogo, el

mal gobierno optó cobardemente por la solución militar y, con argumentos torpes y estúpidos,

desató una gran persecución policíaca y militar que tenía como objetivo supremo el asesinato de la

dirigencia del EZLN. Las fuerzas armadas rebeldes del EZLN resistieron con serenidad el golpe de

decenas de miles de soldados que, con asesoría extranjera y toda la moderna maquinaria de muerte

que poseen, pretendió ahogar el grito de dignidad que salía desde las montañas del Sureste

Mexicano.

Un repliegue ordenado permitió a las fuerzas zapatistas conservar su poder militar, su autoridad

moral, su fuerza política y la razón histórica que es su principal arma en contra del crimen hecho

gobierno. Las grandes movilizaciones de la sociedad civil nacional e internacional pararon la

ofensiva traidora y obligaron al gobierno a insistir en la vía del diálogo y la negociación. Decenas

de civiles inocentes fueron tomados presos por el mal gobierno y todavía permanecen en las

cárceles en calidad de rehenes de los terroristas que nos gobiernan.

Las fuerzas federales no tuvieron más victoria militar que la destrucción de una biblioteca, un salón

de actos culturales, una pista de baile y el saqueo de las pocas pertenencias de los indígenas de la selva Lacandona. El intento de asesinato fue cubierto por la mentira gubernamental con la

mascarada de la "recuperación de la soberanía nacional".

Olvidando el articulo 39 de la Constitución que juró cumplir el 1o. de diciembre de 1994, el supremo gobierno redujo al Ejército Federal Mexicano a la categoría de ejército de ocupación, le

asignó la tarea de salvaguarda del crimen organizado hecho gobierno, y quiso enfrentarlo a sus hermanos mexicanos.

Mientras tanto, la verdadera pérdida de la soberanía nacional se concretaba en los pactos secretos y

públicos del gabinete económico con los dueños de los dineros y los gobiernos extranjeros. Hoy,

mientras decenas de miles de soldados federales agreden y hostigan a un pueblo armado de fusiles

de palo y palabra digna, los altos gobernantes terminan de vender las riquezas de la gran nación

mexicana y acaban de destruir lo poco que aún queda en pie.

Apenas iniciado el diálogo al que lo obligó la sociedad civil nacional e internacional, la delegación

gubernamental tuvo oportunidad de mostrar claramente sus verdaderas intenciones en la

negociación de la paz. Los neo-conquistadores de los indígenas que encabezan el equipo negociador

del gobierno se distinguen por una actitud prepotente, soberbia, racista y humillante que llevó de

fracaso en fracaso las distintas reuniones del Diálogo de San Andrés. Apostando al cansancio y al

desgaste de los zapatistas, la delegación gubernamental puso todo su empeño en conseguir la

ruptura del diálogo, confiada en que tendría así argumentos para recurrir a la fuerza y así conseguir

lo que por razón le era imposible.

Viendo que el gobierno rehuía un enfoque serio del conflicto nacional que representaba la guerra, el

EZLN tomó una iniciativa de paz que destrabara el diálogo y la negociación. Llamando a la

sociedad civil a un diálogo nacional e internacional en la búsqueda de una paz nueva, el EZLN convocó a la Consulta por la Paz y la Democracia para escuchar el pensamiento nacional e

internacional sobre sus demandas y su futuro.

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Con la entusiasta participación de los miembros de la Convención Nacional Democrática, la entrega

desinteresada de miles de ciudadanos sin organización pero con deseos democráticos, la

movilización de los comités de solidaridad internacionales y los grupos de jóvenes, y la

irreprochable ayuda de los hermanos y hermanas de Alianza Cívica Nacional, durante los meses de

agosto y septiembre de 1995 se llevó a cabo un ejercicio ciudadano que no tiene precedente en la

historia mundial: una sociedad civil y pacífica dialogando con un grupo armado y clandestino. Más

de un millón 300 mil diálogos se realizaron para hacer verdad este encuentro de voluntades

democráticas. Como resultado de esta consulta, la legitimidad de las demandas zapatistas fue

ratificada, se dio un nuevo impulso al amplio frente opositor que se encontraba estancado y se

expresó claramente el deseo de ver a los zapatistas participando en la vida política civil del país. La

gran participación de la sociedad civil internacional llamó la atención sobre la necesidad de

construir los espacios de encuentro entre las voluntades de cambio democrático que existen en los

distintos países. El EZLN tomó con seriedad los resultados de este diálogo nacional e internacional

e inició los trabajos políticos y organizativos para caminar de acuerdo con esas señales.

Tres nuevas iniciativas fueron lanzadas por los zapatistas como respuesta al éxito de la Consulta por la Paz y la Democracia. Una iniciativa para el ámbito internacional llamó a realizar un encuentro intercontinental en contra del neoliberalismo. Dos iniciativas son de carácter nacional: la formación de comités civiles de diálogo como base de discusión de los principales problemas nacionales y germen de una nueva fuerza política no partidaria; y la construcción de nuevos Aguascalientes como lugares de encuentro entre la sociedad civil y el zapatismo.

Tres meses después de estas tres iniciativas está por concretarse la convocatoria para el encuentro

intercontinental por la humanidad y contra el neoliberalismo, más de 200 comités civiles de diálogo

se han formado en toda la República Mexicana y, el día de hoy, se inauguran cinco nuevos

Aguascalientes: uno en la comunidad de La Garrucha, otro en Oventic, uno más en Morelia, otro en

La Realidad, y el último y primero en el corazón de todos los hombres y mujeres honestos que hay

en el mundo.

En medio de amenazas y penurias, las comunidades indígenas zapatistas y la sociedad civil lograron levantar estos centros de resistencia civil y pacífica que serán lugar de resguardo de la cultura mexicana y mundial.

El Nuevo Diálogo Nacional tuvo una primera prueba con motivo de la mesa 1 del Diálogo de San

Andrés. Mientras el gobierno descubría su ignorancia respecto de los habitantes originales de estas

tierras, los asesores e invitados del EZLN echaron a andar un diálogo tan rico y nuevo que rebasó

inmediatamente la estrechez de la mesa de San Andrés y se ubicó en su verdadero lugar: la nación.

Los indígenas mexicanos, los siempre obligados a escuchar, a obedecer, a aceptar, a resignarse,

tomaron la palabra y hablaron la sabiduría que anda en sus pasos. La imagen del indio ignorante,

pusilánime y ridículo, la imagen que el poder había decretado para consumo nacional, se hizo

pedazos y el orgullo y la dignidad indígenas volvieron a la historia para tomar el lugar que les

corresponde: el de ciudadanos completos y cabales.

Independientemente de lo que resulte de la primera negociación de acuerdos en San Andrés, el

diálogo iniciado por las distintas etnias y sus representantes seguirá adelante ahora en el Foro

Nacional Indígena, y tendrá su ritmo y los alcances que los propios indígenas acuerden y decidan.

En el escenario político nacional el redescubrimiento de la criminalidad salinista volvió a sacudir el

sistema de partido de Estado. Los apologistas de las contrarreformas salinistas sufrieron amnesia y

ahora son los más entusiastas perseguidores de aquel bajo cuya sombra se enriquecieron. El Partido

Acción Nacional, el más fiel aliado de Carlos Salinas de Gortari, empezó a mostrar sus

posibilidades reales de relevar al Partido Revolucionario Institucional en la cumbre del poder

político y a enseñar su vocación represiva, intolerante y reaccionaria. Quienes ven con esperanza el

ascenso del neopanismo olvidan que el relevo de una dictadura no significa democracia, y aplauden

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la nueva inquisición que, con careta democrática, habrá de sancionar con golpes y moralina los

últimos estertores de un país que fue asombro mundial y hoy es referencia de crónicas policíacas y

escándalos. Las constantes en el ejercicio de gobierno fueron la represión y la impunidad; las

masacres de indígenas en Guerrero, Oaxaca y la Huasteca ratifican la política gubernamental frente

a los indígenas; el autoritarismo en la UNAM frente al movimiento de los CCH demuestra la ruta de

corrupción que va de la academia a la política; la detención de dirigentes de El Barzón es una

muestra más de la traición como método de diálogo; las bestialidades del regente Espinosa ensayan

el fascismo callejero en la ciudad de México; las reformas a la Ley del Seguro Social reiteran la

democratización de la miseria y el apoyo a la banca privatizada asegura la vocación de unidad entre

poder y dinero; los crímenes políticos son irresolubles porque provienen de quien dice perseguirlos;

la crisis económica hace más insultante la corrupción en las esferas gubernamentales. Gobierno y

crimen, hoy, son sinónimos y equivalentes.

Mientras la verdadera oposición se afana en encontrar el centro en una nación moribunda, amplias

capas de la población refuerzan su escepticismo frente a los partidos políticos y buscan, sin

encontrarla todavía, una opción de quehacer político nuevo, una organización política de nuevo tipo.

Como una estrella, la heroica y digna resistencia de las comunidades indígenas zapatistas iluminó el año de 1995 y escribió una hermosa lección en la historia mexicana. En Tepoztlán, en los trabajadores de Sutaur-100, en El Barzón, por mencionar algunos lugares y movimientos, la resistencia popular encontró dignos representantes.

En resumen, el año de 1995 se caracterizó por la definición de dos proyectos de nación completamente distintos y contradictorios.

Por un lado el proyecto de país que tiene el poder, un proyecto que implica la destrucción total de la

nación mexicana; la negación de su historia; la entrega de su soberanía; la traición y el crimen como

valores supremos; la hipocresía y el engaño como método de gobierno; la desestabilización y la

inseguridad como programa nacional, y la represión y la intolerancia como plan de desarrollo. Este

proyecto encuentra en el PRI su cara criminal y en el PAN su mascarada democrática. Por el otro

lado, el proyecto de la transición a la democracia, no una transición pactada con el poder que simule

un cambio para que todo siga igual, sino la transición a la democracia como el proyecto de

reconstrucción del país; la defensa de la soberanía nacional; la justicia y la esperanza como anhelos;

la verdad y el mandar obedeciendo como guía de jefatura; la estabilidad y la seguridad que dan la

democracia y la libertad; el diálogo, la tolerancia y la inclusión como nueva forma de hacer política.

Este proyecto está por hacerse y corresponderá, no a una fuerza política hegemónica o a la

genialidad de un individuo, sino a un amplio movimiento opositor que recoja los sentimientos de la

nación. Estamos en medio de una gran guerra que ha sacudido al México de finales del siglo XX.

La guerra entre quienes pretenden la perpetuación de un régimen social, cultural y político que

equivale al delito de traición a la patria, y los que luchan por un cambio democrático, libre y justo.

La guerra zapatista es sólo una parte de esa gran guerra que es la lucha entre la memoria que aspira

a futuro y el olvido con vocación extranjera.

Una nueva sociedad plural, tolerante, incluyente, democrática, justa y libre sólo es posible, hoy, en una patria nueva. No será el poder el constructor. El poder hoy es sólo el agente de ventas de los escombros de un país destruido por los verdaderos subversivos y desestabilizadores: los gobernantes. Los proyectos de oposición independiente tenemos una carencia que, hoy, se hace más decisiva: nos

oponemos a un proyecto de país que implica su destrucción, pero carecemos de una propuesta de

nueva nación, una propuesta de reconstrucción. Parte, y no el todo ni su vanguardia, ha sido y es el

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EZLN en el esfuerzo por la transición a la democracia. A pesar de las persecuciones y amenazas,

por encima de los engaños y las mentiras, legítimo y consecuente, el EZLN sigue adelante en su

lucha por la democracia, la libertad y la justicia para todos los mexicanos.

Hoy, la lucha por la democracia, la libertad y la justicia en México es un lucha por la liberación nacional.

II

Hoy, con el corazón de Emiliano Zapata y habiendo escuchado la voz de nuestros hermanos todos, llamamos al pueblo de México a participar en una nueva etapa de la lucha por la liberación nacional y la construcción de una patria nueva, a través de esta...

Cuarta Declaración de la Selva Lacandona en la que llamamos a todos

los hombres y mujeres honestos a participar en la nueva fuerza política nacional que hoy nace:

el Frente Zapatista de

Liberación Nacional organización civil y pacífica, independiente y democrática, mexicana y nacional, que lucha por la

democracia, la libertad y la justicia en México. El Frente Zapatista de Liberación Nacional nace hoy

e invitamos para que participen en él a los obreros de la República, a los trabajadores del campo y

de la ciudad, a los indígenas, a los colonos, a los maestros y estudiantes, a las mujeres mexicanas, a

los jóvenes de todo el país, a los artistas e intelectuales honestos, a los religiosos consecuentes, a

todos los ciudadanos mexicanos que queremos no el poder sino la democracia, la libertad y la

justicia para nosotros y nuestros hijos.

Invitamos a la sociedad civil nacional, a los sin partido, al movimiento social y ciudadano, a todos

los mexicanos a construir una nueva fuerza política. Una nueva fuerza política que sea nacional. Una nueva fuerza política con base en el EZLN.

Una nueva fuerza política que forme parte de un amplio movimiento opositor, el Movimiento para

la Liberación Nacional, como lugar de acción política ciudadana donde confluyen otras fuerzas políticas de oposición independiente, espacio de encuentro de voluntades y coordinador de acciones

unitarias.

Una fuerza política cuyos integrantes no desempeñen ni aspiren a desempeñar cargos de elección popular o puestos gubernamentales en cualquiera de sus niveles. Una fuerza política que no aspire a la toma del poder. Una fuerza que no sea un partido político. Una fuerza política que pueda organizar las demandas y propuestas de los ciudadanos para que el

que mande, mande obedeciendo. Una fuerza política que pueda organizar la solución de los

problemas colectivos aún sin la intervención de los partidos políticos y del gobierno. No

necesitamos pedir permiso para ser libres. La función de gobierno es prerrogativa de la sociedad y

es su derecho ejercer esa función. Una fuerza política que luche en contra de la concentración de la

riqueza en pocas manos y en contra de la centralización del poder.

Una fuerza política cuyos integrantes no tengan más privilegio que la satisfacción del deber cumplido.

Una fuerza política con organización local, estatal y regional que crezca desde la base, desde su sustento social. Una fuerza política nacida de los comités civiles de diálogo.

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Una fuerza política que se llama Frente porque trata de incorporar esfuerzos organizativos no partidistas, tiene muchos niveles de participación y muchas formas de lucha.

Una fuerza política que se llama Zapatista porque nace con la esperanza y el corazón indígena que, junto al EZLN, volvieron a bajar de las montañas mexicanas.

Una fuerza política que se llama De Liberación Nacional porque su lucha es por la libertad de todos los mexicanos y en todo el país.

Una fuerza política con un programa de lucha de 13 puntos, los de la Primera Declaración de la

Selva Lacandona enriquecidos a lo largo de dos años de insurgencia. Una fuerza política que luche

contra el sistema de partido de Estado. Una fuerza política que luche por la democracia en todo y no

sólo en lo electoral. Una fuerza política que luche por un nuevo constituyente y una nueva

Constitución. Una fuerza política que luche porque en todas partes haya justicia, libertad y

democracia. Una fuerza política que no luche por la toma del poder político sino por la democracia

de que el que mande, mande obedeciendo.

Llamamos a todos los hombres y mujeres de México, a los indígenas y a los no indígenas, a todas

las razas que forman la nación; a quienes estén de acuerdo en luchar por techo, tierra, trabajo, pan,

salud, educación, información, cultura, independencia, democracia, justicia, libertad y paz; a

quienes entienden que el sistema de partido de Estado es el principal obstáculo para el tránsito a la

democracia en México; a quienes saben que democracia no quiere decir alternancia del poder sino

gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo; a quienes estén de acuerdo con que se haga una

nueva Carta Magna que incorpore las principales demandas del pueblo mexicano y las garantías de

que se cumpla el artículo 39 mediante las figuras de plebiscito y referéndum; a quienes no aspiran o

pretenden ejercer cargos públicos o puestos de elección popular; a quienes tienen el corazón, la

voluntad y el pensamiento en el lado izquierdo del pecho; a quienes quieren dejar de ser

espectadores y están dispuestos a no tener ni pago ni privilegio alguno como no sea el participar en

la reconstrucción nacional; a quienes quieren construir algo nuevo y bueno, para que formen el

Frente Zapatista de Liberación Nacional. Aquellos ciudadanos sin partido, aquellas organizaciones sociales y políticas, aquellos comités civiles de diálogo, movimientos y grupos, todos los que no aspiren a la toma del poder y que

suscriban esta Cuarta Declaración de la Selva Lacandona se comprometen a participar en el diálogo

para acordar la estructura orgánica, el plan de acción y la declaración de principios del Frente Zapatista de Liberación Nacional.

Con la unidad organizada de los zapatistas civiles y los combatientes zapatistas en el Frente Zapatista de Liberación Nacional, la lucha iniciada el 1o. de enero de 1994 entrará en una nueva

etapa. El EZLN no desaparece, pero su esfuerzo más importante irá por la lucha política. En su

tiempo y condiciones, el EZLN participará directamente en la formación del Frente Zapatista de Liberación Nacional.

Hoy, 1o. de enero de 1996, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional firma esta Cuarta Declaración de la Selva Lacandona. Invitamos al pueblo de México a que lo suscriba.

III

Hermanos:

Muchas palabras se caminan en el mundo. Muchos mundos se hacen.

Muchos mundos nos hacen. Hay palabras y mundos que son mentiras e injusticias. Hay palabras y mundos que son verdades y verdaderos.

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Nosotros hacemos mundos verdaderos. Nosotros somos hechos por palabras verdaderas.

En el mundo del poderoso no caben más que los grandes y sus servidores. En el mundo que queremos nosotros caben todos.

El mundo que queremos es uno donde quepan muchos mundos. La Patria que construimos es una donde quepan todos los pueblos y sus lenguas, que todos los pasos la caminen, que todos la rían, que la amanezcan todos.

Hablamos la unidad incluso cuando callamos. Bajito y lloviendo nos hablamos las palabras que encuentran la unidad que nos abraza en la historia y para desechar el olvido que nos enfrenta y destruye.

Nuestra palabra, nuestro canto y nuestro grito, es para que ya no mueran más los muertos. Para que vivan luchamos, para que vivan cantamos.

Vive la palabra. Vive el Ya basta! Vive la noche que se hace mañana.

Vive nuestro digno caminar junto a los todos que lloran. Para destruir el reloj de muerte del poderoso luchamos. Para un nuevo tiempo de vida luchamos. La flor de la palabra no muere, aunque en silencio caminen nuestros pasos. En silencio se siembra la palabra. Para que florezca a gritos se calla. La palabra se hace soldado para no morirse en el

olvido. Para vivir se muere la palabra, sembrada para siempre en el vientre del mundo. Naciendo y

viviendo nos morimos. Siempre viviremos. Al olvido sólo regresarán quienes rinden su historia.

Aquí estamos. No nos rendimos. Zapata vive y, a pesar de todo, la lucha sigue.

Desde las montañas del Sureste Mexicano.

Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

México, enero de 1996

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ECONOMÍA

EDUARDO BASUALDO

"La autonomía relativa de la economía argentina durante

la hegemonía neoliberal a nivel internacional"

Introducción

Desde fines de la década de 1970, se impuso en la economía internacional la hegemonía de las

visiones, las políticas y las transformaciones impulsadas por el neoliberalismo, muchas de las cuales

perduran hasta la actualidad. Es indiscutible que a lo largo de las últimas décadas se han registrado

alteraciones de distinto carácter que es conveniente mencionar. La primera de ellas, está relacionada

con su consolidación a partir de la disolución del bloque socialista, mientras que la otra alude a la

creciente pugna dentro del capital financiero entre las fracciones que detentan capital de préstamo y

las que son propietarias de acciones, que tiene una significativa relevancia durante la última crisis

desatada por las políticas neoliberales a fines de 2008, que reconoce como epicentro a los países

centrales y no a los periféricos, como ocurrió en los anteriores colapsos.

Por otra parte, coincidiendo con la nueva situación internacional en la economía nacional se

modificó el patrón de acumulación de capital vigente hasta el momento que estaba sustentado en la

sustitución de importaciones. En efecto, la dictadura militar impuso á sangre y fuego a partir de

1976 un nuevo patrón de acumulación de capital que perdurará hasta el 2001 y que estaba

sustentado en la valorización financiera del capital. A esta altura de los acontecimientos, resulta

poco discutible que durante los 25 años en que rigió ese patrón de acumulación se modificaron

drásticamente las condiciones estructurales, desplegándose una derrota popular sin precedentes

históricos.

A partir de la coincidencia de ambos procesos y de las caracterizaciones que se realizaron sobre los

mismos, se fue consolidando la convicción de que el proceso vivido en la Argentina fue

fundamentalmente un mero reflejo de las profundas modificaciones que se registraron en la

economía mundial. No se trata de poner en cuestión que la hegemonía neoliberal inflyyó en el

rumbo que tomó la lucha social en la Argentina, sino el grado de autonomía y el contenido de las

políticas que pusieron en marcha tanto la dictadura militar como los gobiernos constitucionales que

la sucedieron. En otras palabras, ¿se trató de un proceso digitado desde los países centrales a partir

de la incidencia del FMI o de otro impulsado por fracciones internas del capital que incorporaron

dentro de sus políticas la nueva realidad internacional?

Aportar elementos para dilucidar esta problemática es relevante para el esclarecimiento de una etapa histórica crucial, pero además para identificar los factores no sólo económicos

sino también sociales y políticos que son imprescindibles de tener en cuenta para aprehender la naturaleza del proceso económico y social que se despliega en la actualidad.

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Antecedentes y objetivos de la reestructuración mundial y argentina

En este orden de ideas, una recapitulación de las grandes modificaciones de la economía internacional no puede obviar que el origen de la actual internacionalización financiera —uno de los fundamentos básicos de la denominada globalización— se encuentra en el surgimiento de un mercado financiero paralelo al de los Estados nacionales durante los años 1960, que estaba basado en los eurodólares, siendo Londres su plaza principal y los bancos comerciales sus principales operadores.

Posteriormente, a comienzos de la década de 1970 la disolución del acuerdo de Bretton Woods

(1944), al desvincular al dólar del oro dio lugar a la instauración de "tipos de cambio flexibles",

inaugurando una etapa de acentuada inestabilidad monetaria y especulación financiera. Sin

embargo, es a fines de esa década, específicamente entre 1978 y 1980, cuando comenzaron a

implementarse una serie de políticas nacionales en los países centrales y periféricos que le dieron un

contenido definido a esos cambios iniciales.

Así, en 1978 Deng Xiaoping (que había sido denostado por Mao Tse Tung antes de su muerte)

comienza a implementar la liberalización de la sociedad comunista china, que abarca la quinta parte

de la población mundial. Sólo dos décadas después, esas políticas convertirán a China en un centro

dinámico de la economía mundial con una tasa de crecimiento sostenida sin precedentes en el

capitalismo. Contemporáneamente, del otro lado del Océano Pacífico, en 1979 asume Paul Volcker

como conductor de la Reserva Federal de Estados Unidos, quien inmediatamente replanteó la

política monetaria imponiendo elevadas tasas de interés como medio de detener la inflación, aún a

costa de una creciente desocupación de la mano de obra. De esta manera, ya durante la presidencia

de J. Cárter se abandonaron en EE. UU las concepciones instauradas a partir del New Deal para

paliar los efectos de la crisis de los años treinta y para las cuales las medidas monetarias y fiscales

eran los instrumentos que garantizaban el crecimiento productivo y el pleno empleo.

Comenzaba entonces a plasmarse en la práctica política, aunque en forma aún incipiente, la idea de

que la restauración de la dignidad y de la libertad individual que el pensamiento neoliberal

consideraba como los "valores centrales de la civilización". Los cuales estaban en peligro por el

totalitarismo, el comunismo y las dictaduras (que debían combatirse mediante la defensa de los

derechos humanos), así como por todas las formas de intervención estatal que limitaban las

acciones individuales, lo cual implicaba impulsar la desregulación de numerosos y vitales aspectos

de la vida social.

Pese a la indudable importancia de estas iniciativas aún se trataba de los antecedentes de la

revolución neoliberal, porque hay pleno consenso de que el punto de "no retorno" se encuentra en

las políticas que encararon en 1978 y 1979, M. Thatcher y R. Reagan en Inglaterra y Estados

Unidos, respectivamente. La primera, llevó a cabo en su país una cruzada contra el estancamiento

económico centrado en deteriorar el poder ejercido por los sindicatos. Mientras que R. Reagan

encaró la reestructuración económica apoyando las acciones de P. Volcker en la Reserva Federal,

impulsando una profunda desregulación, rebajando impuestos al capital, recortando el gasto social,

suprimiendo todas las normas que restringían la movilidad del capital a nivel nacional e

internacional y erosionando el poder sindical que puso en marcha con la derrota de la huelga que

llevaron a cabo los controladores del tráfico aéreo en 1981 (Organización de Controladores

Profesionales de Tráfico Aéreo — PATCO—).

Esta formulación del monetarismo se realizó bajo la consigna de revertir la desaceleración del

crecimiento en la economía mundial durante la década de 1970 (el crecimiento de la economía

mundial había alcanzado al 2,4% anual, cuando en la década de 1960 había sido del 3,3% anual).

Sin embargo, las tasas de crecimiento posteriores, cuando predominaba el neoliberalismo y regía

una elevada tasa de interés fueron muy inferiores a las anteriores y, además, exhibieron una clara

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desaceleración, a medida que transcurría el tiempo (la tasa de crecimiento de la economía mundial

llegó al 1,4% y 1,1% durante las décadas de 1980 y 1990, descendiendo al 1,0% en el año 2000).

Resulta indiscutible que si lograr el crecimiento económico hubiera sido el propósito real de las

políticas neoliberales, las mismas hubieran fracasado estruendosamente. Sin embargo, su

permanencia con tan magros resultados, indica que sus razones últimas no se encontraban

vinculadas al crecimiento económico sino a la distribución del excedente económico. De acuerdo a

las evidencias disponibles, este ciclo de estancamiento económico que caracterizó a la hegemonía

neoliberal estuvo acompañado por una acentuada revitalización de la concentración del ingreso a

nivel mundial. Así, el 1 % de los hogares con mayores ingresos de los EE.UU. que percibía el 16%

del ingreso antes de la crisis de 1929, disminuyó su participación al 8 % del mismo a mediados de

la década de 1970 y a fines de la década de 1990 se había elevado al 13%, el nivel que había

alcanzado en los años previos al segundo conflicto mundial.

Las evidencias de largo plazo son contundentes en indicar que el proceso argentino coincide con

estas tendencias vigentes internacionalmente. Basta señalar que la información disponible indica

que el crecimiento económico argentino, tanto en términos del PBI como del PBI per cápita, ha sido

el más negativo de América Latina entre 1974 y el año 2001, salvo el caso de Haití y Nicaragua.

También es similar el objetivo de instaurar mediante el "disciplinamiento" de los sectores populares

una concentración inédita y perdurable del ingreso. Cabe recordar al respecto, que desde el mismo

momento en que se consuma el golpe militar y se pone en marcha una represión inédita sobre los

sectores populares, se adoptaron políticas de corte monetarista, se liberaron los precios y se congeló

el salario, al mismo tiempo que se disolvió la C.G.T., se suprimieron las actividades gremiales y el

derecho de huelga, se eliminaron las convenciones colectivas de trabajo, etcétera. De esta manera,

se implemento una acentuada disminución en la participación de los asalariados en el PBI que no

encuentra antecedentes en la historia argentina, al menos desde la irrupción del peronismo en

adelante. Más aún, en 1977 se profundizó la distribución regresiva del ingreso, llegando la

participación de los asalariados al 25% del PBI, cuando la misma superaba el 45% en 1974.

Sin embargo, estas semejanzas entre la reestructuración internacional y la de la economía argentina

(la depresión económica y la concentración del ingreso), ocultan una diferencia decisiva que es

fundamental dilucidar para comprender la idiosincrasia del caso argentino. La reestructuración

económica y social no respondió a una adscripción ideológica a las reformas que se llevaban a cabo

en la economía mundial, ni tampoco un proceso digitado exclusivamente por las fracciones del

capital extranjero a través de sus representantes políticos que eran los organismos internacionales de

crédito. Su peculiaridad no radicó únicamente en su imposición a sangre y fuego por parte de la

dictadura militar, sino que también se trató de una "revancha clasista" sin prepedentes contra los

sectores populares, que implicaba necesariamente la interrupción de la industrialización basada en

la sustitución de importaciones, en tanto esta última constituía la base estructural que permitía la

notable movilización y organización popular vigente en esa época.

Esta revancha histórica fue llevada a cabo por un nuevo "bloque de poder" constituido por la alianza

entre la fracción de la oligarquía terrateniente que se había diversificado décadas antes hacia la

industria (oligarquía diversificada), con el capital financiero internacional. Ambos fueron los

beneficiarios de este proceso, pero la fracción interna fue la que condujo la implementación de las

transformaciones económicas y sociales a partir de su control sobre el Estado, es decir detentaba la

hegemonía política. Por eso es que dentro de los funcionarios que implementaron las reformas se

cuentan destacados intelectuales orgánicos (en el sentido gramsciano del concepto) provenientes

tanto de la oligarquía porteña como de las burguesías u oligarquías provinciales, que en reiteradas

ocasiones integraban las fundaciones o institutos financiados por capitales extranjeros y nacionales.

Se trata de una diferencia crucial que impregna todo el proceso de la reestructuración neoliberal en

los países dependientes y en consecuencia, como se intentará demostrar en los siguientes apartados,

se percibe en los distintos aspectos y niveles de la misma.

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Monetarismo versus keynesianismo

A partir de Thatcher y Reagan, se inició un proceso que revolucionó el enfoque básico de la política

económica y el comportamiento macro y microeconómico de las economías nacionales e

internacional. La dependencia que mantenía la política monetaria y fiscal respecto a la evolución de

la economía real y el nivel de empleo, típico de las concepciones keynesianas, no sólo se alteró sino

que se invirtió el orden de prelación: ahora serán la economía real y el nivel de empleo las que

estarán en función de la política monetaria y fiscal. Establecida la libre movilidad del capital, los

Estados nacionales pierden grados de libertad para fijar tanto la tasa de interés interna como la

política fiscal, las cuales de allí en más estarán subordinadas a la necesidad de evitar la fuga masiva

de capitales y la consecuente contracción del nivel de actividad de la economía interna. De allí que,

en línea con esta nueva visión, la política fiscal disminuye la presión impositiva sobre las ganancias

y el patrimonio, incrementándose la dirigida al salario, mientras que el gasto público se orienta a

promocionar al capital, deteriorando acentuadamente los componentes tradicionales que

caracterizaban al estado de bienestar.

Más todavía, uno de los fundamentos teóricos centrales de los enfoques neoliberales consiste en

afirmar que la vigencia de una tasa de interés reducida genera una baja tasa de ahorro y una mala

asignación de esos recursos escasos, en tanto alienta la realización de proyectos improductivos y el

mantenimiento de empresas escasamente competitivas, generándose una situación de "represión

financiera" que se caracteriza por una tasa de ahorro e inversión sumamente reducida. Por el

contrario, de acuerdo a esta visión, la ruptura de esa represión financiera y, en consecuencia, la

vigencia de una tasa de interés elevada y sustentada en la desregulación de los mercados, traería un

incremento de la inversión, de la eficacia marginal del capital debido a una asignación óptima de los

recursos, de la tasa de crecimiento de la economía y del ahorro nacional.

Respecto al caso argentino, es insoslayable destacar que la dictadura militar iniciada en 1976,

reprocesó en "tiempo real" las nuevas condiciones de la economía internacional, poniendo en

marcha políticas de corte monetarista que impusieron una vasta reestructuración económica y

social, cuyos efectos perduran hasta nuestros días. En este sentido, hay pleno consenso acerca de

que la Reforma Financiera de 1977 fue decisiva para volver irreversible la redistribución del ingreso

e impulsar una drástica modificación estructural que diluyó las bases de la sustitución de

importaciones.

La misma, puso fin a características centrales del funcionamiento del sistema financiero hasta ese

momento: la nacionalización de los depósitos por parte del Banco Central, la vigencia de una tasa

de interés controlada por dicha autoridad monetaria y las escasas posibilidades de contraer

obligaciones financieras con el exterior por parte del sector privado. De esta manera, el Estado le

cedió a este último uno de los instrumentos relevantes durante la sustitución de importaciones

mediante los cuales se concretaban las transferencias intersectoriales de recursos.

El proceso de cambio culminó cuando dicha Reforma Financiera convergió en 1979, luego de

varios intentos monetaristas frustrados, con la aplicación del "enfoque monetario de Balanza de pagos" que supone la apertura plena en el mercado de bienes y de capitales.

De esta manera, se consumó un cambio radical en el enfoque de la política económica: la

subordinación que, hasta ese momento, tenía el sistema financiero respecto a la expansión de la

economía real — especialmente de la producción industrial— se invirtió y la evolución de la

economía real pasa a estar en función de los fenómenos y equilibrios monetarios.

Es decir, que se registró un giro copernicano en la concepción del proceso económico, los agentes

económicos, y el papel del Estado — incluida la política económica—. Como parte constitutiva de

esas transformaciones se puso en marcha un acelerado endeudamiento externo que será uno de los

sustentos de la valorización financiera y fue contraído inicialmente con el sistema bancario de los

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países centrales y luego, a partir del Plan Brady firmado en 1992, con los fondos de inversión, y de

pensión sobre la base de la emisión de títulos y obligaciones.

En la política económica se pusieron de manifiesto semejanzas tanto temporales como de

los instrumentos utilizados pero, al mismo tiempo, diferencias de fondo que es preciso tener en

cuenta para percibir las disparidades existentes entre ambas experiencias que, bueno es explicitarlo,

expresan la flexibilidad del neoliberalismo. La primera de ellas, es que la notablemente acentuada

expansión de la deuda externa privada durante la década de 1990, fue posible porque previamente el

Estado se hizo cargo de la deuda externa contraída por el sector privado durante la década anterior

(estatización de la deuda externa privada) al poner en funcionamiento en 1981 los regímenes de

seguro de cambio. La segunda, es que la deuda externa privada fue resultado del comportamiento

principalmente de la oligarquía diversificada que estuvo acompañado por el de las empresas

transnacionales, concentrando entre ambas fracciones del capital una parte absolutamente

mayoritaria de la misma, entre 1976 y 2001.

Las modificaciones en el comportamiento de las grandes firmas y los nuevos inversores

institucionales

Las evidencias y los análisis sobre el comportamiento microeconómico durante esos años, indican

que a partir del predominio neoliberal se despliegan dos alteraciones en el funcionamiento de las

grandes firmas de notable trascendencia, y estrechamente vinculadas entre sí: una creciente

centralización del mando y la administración de las grandes firmas, y una drástica modificación en

la composición no sólo del pasivo sino también del activo de las empresas.

Cabe recordar que la creciente eliminación de barreras a la movilidad internacional del capital se

vio impulsada por la demanda de recursos proveniente de los Estados nacionales, pero también por

las grandes empresas que demandaban fondos de manera directa a través de la emisión de títulos y obligaciones, en un contexto en el que se diluía la importancia del intermediario financiero

tradicional que era el sistema bancario.

La irrupción de los títulos y acciones como un componente destacado y crecientemente importante

en el financiamiento de las grandes empresas ha sido el vehículo para modificar drásticamente la

conducción de las mismas, en tanto los fondos de inversión y de pensión devinieron como los

principales inversores institucionales en este tipo de activos, aunque se expresaron fuertes

diferencias entre el mundo anglosajón y el resto de los países centrales.

De esta manera, el capital financiero, ya sea como accionista o acreedor, se volvió decisivo en el

funcionamiento de las firmas e impulsó una creciente distribución de beneficios a través del pago de

utilidades e intereses, al tiempo que impuso un recorte de la inversión y de los costos, especialmente

de los relacionados directa o indirectamente con los trabajadores, tendiendo las firmas a comprimir

la masa salarial y los gastos vinculados a las condiciones laborales.

Estrechamente vinculado al protagonismo que adquirieron los nuevos inversores institucionales en

la dirección de las grandes firmas, se desplegó una transformación en sus activos, registrándose una

expansión de los financieros en detrimento de los activos fijos o productivos. Esta modificación

devino en un factor decisivo para determinar (junto a las

reiteradas y contagiosas crisis de la economía mundial en la era neoliberal) la reducida y

decreciente tasa de crecimiento que exhibió el capitalismo durante las últimas décadas. Las

evidencias sobre este fenómeno tan trascendente son múltiples y contundentes e indican tanto una

disminución relativa muy significativa, y creciente de la inversión productiva, como la vigencia de

metas para la obtención de ganancias de corto plazo cada vez más generalizadas e, incluso,

tendencias a un sobreendeudamiento de las firmas con el objetivo de incrementar sus propias

inversiones financieras.

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En este contexto, es relevante señalar que este proceso heterogéneo y desigual en los países

centrales, dio lugar a la conformación de dos fracciones dentro del capital financiero: la que se

especializó primordialmente en capital de préstamo y la que lo hizo en títulos de propiedad de las

empresas. No se trata de una diferenciación meramente formal sino de importancia analítica, ya que

entre ellas hay contradicciones insolubles acerca del nivel que debe alcanzar la tasa de interés a

nivel internacional.

En efecto, la disputa por la apropiación del excedente entre ellas está ligada a la evolución de la tasa

de interés, porque mientras la poseedora de capital de préstamo impulsa un aumento de la misma,

las instituciones financieras que predominantemente tienen títulos de propiedad, por el contrario,

reclaman un reducido nivel del precio del dinero porque su incremento limita las utilidades

percibidas por las empresas que controlan. Estas posiciones se pusieron de manifiesto en la política

adoptada por los EE.UU., ya que cuando O'Neill en 2001 proponía una reducción de la tasa de

interés expresaba a los poseedores de capital. Más aún, recientemente a partir de la crisis

inmobiliaria norteamericana se desplegó también una pugna entre ambas facciones del capital

financiero, donde parece predominar la posición de reducir la tasa de interés para impulsar el

consumo doméstico y evitar la recesión.

La alteración de la composición del activo de las empresas oligopólicas de la periferia fue coincidente temporalmente con los procesos que se registraron en los países centrales pero, al igual que con la deuda externa, es diferente en su contenido.

Nuevamente, el caso argentino es paradigmático en ese sentido a juzgar, por las evidencias

disponibles sobre el comportamiento microeconómico de las grandes corporaciones locales tanto de

capital nacional como extranjero. Las mismas son contundentes en indicar que ya desde fines de la

década de 1970 irrumpen en los balances empresarios los activos financieros, inexistentes hasta ese

momento, siendo su expan- sión significativamente superior a los activos fijos (10% de crecimiento

versus el 7 % de los activos fijos), a pesar del considerable aumento de estos últimos debido al

régimen de subsidios estatales (promoción industrial) que impulsaban su crecimiento.

De esta manera, la colocación de títulos y obligaciones aumentó su participación relativa dentro del

financiamiento obtenido por las grandes firmas, disminuyendo la importancia del crédito bancario y

el autofinanciamiento no sólo en las corporaciones de los países centrales sino también en la de los

periféricos. Dentro de estos últimos se encuentra el caso argentino ya que de acuerdo a la

composición de la deuda externa del sector privado no financiero durante la década de 1990, que

fue de menor magnitud pero más dinámica que la deuda

externa pública, el endeudamiento en títulos —fundamentalmente obligaciones negociables— pasó a ser su componente más importante, en detrimento de la deuda directa con el sistema bancario.

No obstante su importancia, estos activos financieros concentraban una parte minoritaria de la

cartera total de las grandes firmas oligopólicas, ya que el grueso de los mismos se encontraba en el

exterior, invertidos en activos financieros dolarizados y como propiedad de otras empresas

controladas por los mismos propietarios que fugaron al exterior una ingente masa de recursos, legal

o ¡legalmente dependiendo de los casos y de la época de estas transferencias. Esta sí fue una

modificación sustantiva y distintiva del caso analizado, porque constituye una de las

transformaciones estructurales sobre las que se basa el nuevo patrón de acumulación de capital

basado en la valorización financiera del capital que se puso en marcha en 1976, con la dictadura

militar, y se prolongó hasta el año 2002.

Se trata del excedente que proviene de la redistribución del ingreso en contra de los asalariados, que

comienza en 1976, y es apropiado por los sectores dominantes a través de la valorización en el

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mercado financiero local del endeudamiento externo que contraen con el sistema bancario, primero,

a los cuales se le agregan los nuevos inversores institucionales (fondos de inversión y de pensión), a

partir de la década de 1990. Se trata de una valorización financiera que es posible debido a que la

tasa interna de interés local (la que cobran) es sistemáticamente superior a la tasa de interés

internacional (la que pagan) debido a los cambios que introduce la Reforma Financiera a mediados

de 1977 en la Argentina. Finalmente, esta apropiación a través de la valorización financiera que

predomina entre 1976 y 2001 culmina sistemáticamente con la fuga de capitales al exterior, lo cual

erosiona decisivamente la formación de capital, y es posible gracias a que la deuda externa pública

provee las divisas que la hacen posible. De allí que al comparar el stock de deuda externa y de fuga

de capitales locales al exterior en 2001, se verifique que por cada dólar de endeudamiento se fugó

otro al exterior.

Una cabal comprensión de las transformaciones específicas que se desencadenaron en los países

dependientes a partir de la reestructuración económica y social impuesta por el neoliberalismo a

nivel mundial, exige recalcar dos características del caso argentino. La primera de ellas, es que el

capital extranjero no fue el único que motorizó la valorización financiera, ni siquiera fue el más

relevante si se considera el conjunto de procesos que lo caracteriza a lo largo de los 25 años que

rigió ese patrón de acumulación en la Argentina. La fracción de la oligarquía diversificada (los

grupos económicos locales) fue la que tuvo un papel protagónico en su desarrollo e

implementación, aún en las etapas en que no puede sospecharse que los nuevos inversores

institucionales ejercieron ninguna presión para imponerles pautas financieras, porque su

endeudamiento externo era fundamentalmente bancario. Mientras esto ocurría, la otra fracción del

capital nacional (la burguesía nacional propiamente dicha) fue acentuadamente redimensionada y

expulsada de la élite manufacturera.

La otra característica consiste en que las fracciones del capital que motorizaron este nuevo comportamiento económico y social eran fundamentalmente industriales y no financieras

(aunque varios de ellos contaban con firmas en esa actividad dentro de sus empresas controladas o vinculadas), lo cual demuestra una vez más que la principal contradicción dentro del capital no

consiste entre el capital industrial y el financiero, aunque la reestructuración neoliberal involucre la desindustrialización pero sustentada en otros factores y fracciones del capital que ya se

mencionaron.

Se trata de mutaciones que permiten aludir, en los términos del análisis de J. D. Thompson sobre la

teoría de las organizaciones, a una profunda mutación en el "núcleo técnico" del mundo de la

producción, en tanto la expansión de la organización financiera en las grandes firmas no sólo

aumentó su importancia sino que incluso subordinó las modalidades y el ritmo en que se desarrolló

el nuevo "paradigma tecnológicoproductivo" basado en la electrónica. De esta manera, se registró

una interacción y creciente concordancia entre el contexto y el núcleo técnico de las firmas que es

lo que permitió una difusión generalizada del nuevo comportamiento de la empresa, modelando —

como lo expresa el caso argentino— el funcionamiento no sólo de las grandes firmas

transnacionales sino también del adoptado por algunas fracciones del capital nacional.

No obstante, si bien tanto en los países centrales como periféricos, específicamente en la Argentina

se verificaron cambios sustantivos que tienen la misma orientación, nuevamente en este aspecto reconocen, tal como se analizó precedentemente, peculiaridades relevantes en términos de las

fracciones del capital que se apropian del excedente.

La destrucción y relocalización del capital productivo dentro de las fronteras nacionales

En la etapa de consolidación de las políticas neoliberales en EE.UU. bajo la presidencia de R.

Reagan en 1980, se implementó la destrucción industrial del grueso de la producción

metalmecánica (y la fuerza laboral de mayor grado de sindicalización) y la expansión industrial del

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sur del país, con subvención estatal y mano de obra escasamente sindicalizada y migrante.

Igualmente, durante el mandato de M. Thatcher en Inglaterra, en 1984 se produjo la derrota

histórica de la huelga de los mineros clausurándose luego la producción local de carbón.

Posteriormente, se arrasó con la tradicional producción siderúrgica, los astilleros e incluso buena

parte de la producción automotriz que eran las actividades centrales en la estructura sindical inglesa,

mediante la apertura de la economía y la entrada del capital extranjero.

Es decir, que la consolidación neoliberal en los países centrales no se produjo únicamente mediante

una expansión de la transnacionalización del capital sino también por una acentuada destrucción y

relocalización de las empresas dentro de las fronteras nacionales. No obstante, es igualmente

relevante mencionar que ese proceso nuevamente no fue privativo de los países centrales sino que

también se desplegó con intensidad y con sus peculiaridades en los países periféricos, dentro de los

cuales el caso argentino es paradigmático por lo intenso y prolongado del proceso de destrucción de

capital (de allí su pérdida de posiciones dentro de la región que se mencionó anteriormente).

A partir de mediados de 1970, comenzó en la Argentina una prolongada fase de desindustrialización

que dio como resultado una acentuada reducción del número de establecimientos fabriles

(disminuyen el 17% entre 1973 y 1994 de acuerdo a la comparación intercensal), de la ocupación

sectorial (cae un 25% en el mismo período) y de la incidencia de la producción industrial en el PBI

(de aproximadamente el 25% del mismo en 1973 al 17% a mediados de la década de 1990). Sin

embargo, mientras avanzó la desindustrialización se registró una considerable relocalización

geográfica de la producción manufacturera impulsada fundamentalmente por subsidios estatales

(promoción industrial) que debilitó a los tradicionales centros industriales (Gran Buenos Aires y

Rosario) que exhibían una fuerte sindicalización, generando emplazamientos manufactureros en

provincias sin mayor tradición industrial ni sindical.

De esta manera, a través de la política económica se conformó en las regiones promocionadas un

nuevo estrato dentro de la clase trabajadora que estaba desvinculado mientras que en amplias zonas

de los tradicionales centros industriales proliferaba la marginalidad social debido al cierre de las

fuentes de trabajo o, lo que ocurrió frecuentemente, el traslado de la misma planta fabril a las

regiones promocionadas por la política estatal. Más todavía, dentro de las propias regiones

industriales tradicionales se impulsó la relocalización industrial en determinadas zonas y en

detrimento de otras, como fue el caso de la promoción de la zona Norte del Gran Buenos Aires

(campo industrial de Pilar) en contra de la zona Sur y Oeste de la misma jurisdicción.

Este intenso proceso de desindustrialización y relocalización espacial de la producción sectorial en

la Argentina, contiene nuevamente un rasgo particular que por su importancia es insoslayable

mencionar. Todo el sistema de promoción industrial reconoce como receptor absolutamente

mayoritario de los subsidios canalizados mediante incentivos fiscales, a la misma fracción del

capital nacional que es central en la valorización financiera, los grupos económicos locales, y no a

las empresas transnacionales que hasta la última dictadura militar tenían vedado legalmente el

acceso a dicho sistema. Durante la década de 1980, que constituye el momento álgido en que se

ponen en funcionamiento los establecimientos industriales con promoción estatal, se registra una

acentuada repatriación de capital extranjero industrial y de transferencias de empresas al capital

nacional. Por su profundidad constituye un fenómeno inédito en el país cuyo epicentro estuvo en la

producción metalmecánica en general y automotriz en particular, aunque también tuvo fuertes

repercusiones en la química y petroquímica así como en los laboratorios medicinales. Es decir, se

retiraron buena parte de las empresas extranjeras que estaban localizadas en las actividades que

habían encabezado el crecimiento industrial durante la segunda etapa de sustitución de

importaciones (1958-1976).

En conjunción con estas transformaciones, la drástica modificación del "núcleo técnico" de las

firmas y de su contexto operativo (en los términos de Thompson), también produjo una alteración

en el contenido o significado de algunos de los componentes de las reestructuraciones que

usualmente estuvieron presentes en las etapas anteriores del capitalismo. Las transferencias de

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capital (fusiones y adquisiciones) fueron desde el siglo XIX procesos tradicionales mediante los

cuales avanzó la concentración y centralización del

capital en la búsqueda de modernizar la producción, aumentar el grado de explotación de la mano de obra ocupada y elevar de esa manera la productividad de la mano de obra.

Ese proceso está presente en la reestructuración neoliberal de las últimas décadas, pero con un

contenido diferente y otro grado de exacerbación, porque las evidencias disponibles indican que

durante esa etapa las propias empresas devienen en un activo financiero pasible de otorgar rentas

patrimoniales a partir de su enajenación, y en el cual la ola de privatización de las empresas

públicas a nivel mundial ha jugado un rol destacado, pero no exclusivo. Si bien, trabajos publicados

por la propia Reserva Federal de EE.UU. indican que más de la tercera parte de las empresas

adquiridas entre 1984 y 1989 en ese país fueron revendidas dentro de ese mismo período, no puede

extenderse a todos los países centrales porque se trata de una expresión extrema que tuvo menos

intensidad en otros países de la misma condición.

Este fenómeno se manifestó con intensidad en los países periféricos, de los cuales la Argentina de la

década de 1990 constituyó nuevamente un caso testigo, ya que durante esos años se registraron

sucesivas y masivas transferencias de capital de diferente carácter. La primera de ellas, consistió en

la generalizada privatización de las empresas estatales que se inició en 1989, al comienzo de la

gestión de C. Menem por parte del peronismo y en el marco de la primera de las dos crisis

hiperinflacionaria que irrumpieron durante esos años. La venta de los activos públicos en la

Argentina implicó el rescate de deuda externa relativamente más elevado de la región, debido al alto

porcentaje de bonos de la deuda externa que aceptó el Estado a valor nominal como pago por la

transferencia de esos activos al sector privado. En la propiedad de los nuevos consorcios se expresó

la alianza de poder dominante al que también participó el capital transnacional (principalmente

europeo y generalmente como operadores del servicio) y los bancos transnacionales como agentes

financieros) también tuvieron un papel protagónico la oligarquía agropecuaria diversificada (los

grupos económicos locales) por su capacidad de "lobby" sobre las políticas estatales.

A la privatización de las empresas públicas, le sucede a partir de mediados de los años 1990 un

proceso que puede denominarse como la "extranjerización" de la economía argentina, en tanto

consiste básicamente, aunque no únicamente, en la transferencia de la propiedad de empresas de

capital nacional (principalmente de los grupos económicos locales) al transnacional, donde la venta

de tenencias accionarias en los nuevos consorcios privados de servicios públicos ocupan un lugar

destacado, aunque no exclusivo.

Este proceso de extranjerización presentó características inéditas en términos históricos, porque

mayoritariamente no se trataba de la venta de empresas que registraban una situación económica-

financiera comprometida sino de las que eran rentables y líderes en sus respectivas actividades o,

incluso, las de mayor rentabilidad en la economía real como era el caso de las empresas de servicios

públicos. Fue un fenómeno que se inscribió en la lógica de la valorización financiera a nivel

internacional, porque la obtención de ganancias patrimoniales o de capital para los vendedores era

crucial, pero al mismo tiempo exhibió rasgos peculiares, en tanto los grupos económicos que

realizaron tales ganancias al vender sus empresas, canalizaron esos recursos a inversiones

financieras fuera de las fronteras nacionales, exacerbando de esa manera la fuga de capitales locales

al exterior.

Todos estos cambios se desplegaron en forma desigual en el mundo desarrollado, de acuerdo a la

forma específica en que se articularon las alianzas sociales y los alcances de la hegemonía logrado

por el bloque de poder en cada uno de esos países. En los países periféricos el desarrollo de la

dinámica neoliberal también fue desigual, pero a ello se le agregaron particularidades relacionadas

con el carácter dependiente de los mismos, las cuales, obviamente, dieron como resultado procesos

específicos que por sus consecuencias es preciso analizar con algún detalle.

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En ese sentido, el caso argentino surge como un caso paradigmático de la autonomía relativa de los

países periféricos en tiempos de la hegemonía ° neoliberal, por varias razones. La primera, consiste

en que las reformas moetaristas se efectuaron en tiempo real con las implementadas en los países

centrales pero sin consenso popular alguno, ya que fueron impuestas a sangre y fuego por la

dictadura militar que comenzó con el golpe de estado de marzo de 1976. Por otra parte, las

transformaciones realizadas de esa manera dieron lugar a un patrón de acumulación de capital

específico sustentado en la valorización financiera del capital, lo cual fue posible por la espectacular

evolución de la deuda externa y su contracara constituida por la fuga de capitales locales al exterior.

Asimismo, y no menos importante, porque en su implementación — a través de sus intelectuales

orgánicos— y resultados — subsidios estatales, endeudamiento externo, fuga de capitales y ganancias de capital— una fracción del capital nacional (los grupos económicos locales) tuvo un

papel protagónico tanto durante los 25 años de la valorización financiera (1976 y 2001), como en su disolución y reactivación posterior.

Las crisis endémicas y contagiosas de la internacionalización financiera y la problemática de

la autonomía relativa de las fracciones del capital dominantes

El proceso de concentración del ingreso y de la riqueza avanzó, tanto en el país como a nivel

mundial, mediante reiteradas crisis que presentaron una fenomenología diferente a las desplegadas a

partir de la crisis de los años '30. Ahora, la contradicción entre el capital y el trabajo se presenta

mediada por un proceso en el cual los activos financieros se expanden muy por encima del

incremento de los activos fijos, irrumpiendo reiteradas crisis financieras que destruyen capital

ficticio al disminuir el valor de los activos financieros por la reducción de su precio. De esa manera,

el valor de los activos financieros se adecúa al valor de los activos productivos (relación que no

mantiene un valor fijo pero sí un rango que es imposible de eludir porque la renta financiera se

nutre del excedente económico que se genera en la esfera de la producción) modificando la relación

entre el capital y el trabajo.

Esta característica está indisolublemente asociada al carácter "endémico y contagioso" de las crisis

internacionales que menciona David Harvey cuando analiza el desarrollo y las características de las

mismas, la primera de ellas, y quizás la más prolongada hasta ahora, es la que se inició en Polonia

en 1981 y se consolidó con la moratoria mexicana de 1982, afectando a toda América Latina a lo

largo de esa década, debido a la vigencia de altas tasas

de interés y el desfinanciamiento que sufrió la región durante esos años. El epicentro de la crisis

estuvo en los países grandes de la región (Argentina, Brasil y México) y comprometió como nunca la estabilidad de los grandes bancos transnacionales norteamericano dando lugar a una política

imperial de largo plazo respecto a la deuda externa de gran repercusión en la Argentina y el conjunto de la región.

Desde esa perspectiva de largo plazo, todo parece indicar que el Plan Baker primero y el Plan Brady

después formaron parte de una "política de Estado" de los países centrales, especialmente de los

Estado Unidos, cuyo objetivo medular era preservar a sus economías, y específicamente a su

sistema financiero, de los efectos potenciales que tendrían las posibles moratorias de los países

latinoamericanos, retirando a sus bancos de la primera línea de exposición.

Inicialmente, como parte de esa política, las autoridades norteamericanas pusieron en marcha medidas regulatorias que obligaban a los bancos comerciales a constituir reservas que les

permitieran enfrentar esos eventuales incumplimientos.

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Posteriormente, una vez establecidas esas regulaciones se puso en marcha el Plan Baker a mediados

de los años ochenta, siendo su propósito central concretar los programas de capitalización de bonos

de la deuda externa asociados a la privatización de las empresas estatales, para posibilitar que los

bancos acreedores recuperaran de esa manera el capital adeudado por los países latinoamericanos,

debido a que las divisas disponibles por parte de los mismos no alcanzaban ni siquiera a cubrir los

intereses devengados.

Sin embargo, durante el segundo quinquenio de 1980 se agravó la situación de insolvencia de los

países latinoamericanos, mientras que la aplicación de estas reformas estructurales fue avanzando

muy lentamente, tanto por la reticencia de los bancos transnacionales a otorgar nuevo

financiamiento como por las propias resistencias que surgieron en los países deudores para

privatizar por las sus propias activos públicos. Bajo esas circunstancias, el Plan Brady—anunciado

por el Secretario del Tesoro de EE.UU. en marzo de 1989— encarnó una política complementaria

para que los bancos comerciales pudieran recuperar el capital y los intereses adeudados por los

países latinoamericanos. Recién sobre esa base, los mismos pudieron abandonar su alto nivel de

exposición dejando de ser los principales acreedores de la región, transfiriéndoles esa función a los

nuevos intermediarios fínancieros (los fondos de inversión y los fondos de pensión para hacerlo

viable. El lanzamiento de este plan trajo aparejado la disolución de las anteriores normas

regulatorias sobre el sistema financiero de los países centrales.

La siguiente crisis fue la denominada "Crisis del Tequila", que comenzó nuevamente en México a

mediados de 1995, después del lanzamiento del Plan Brady en la región. Quizás, se trató de la

menos virulenta no sólo para la Argentina sino para toda la región debido al plan de salvataje de

Clinton que comprometió 50 mil millones de dólares, pero de todas maneras sus efectos se

diseminaron hacia otros países latinoamericanos (Brasil y Chile), asiáticos (Filipinas y Tailandia) e

incluso del este europeo (Polonia).

Así como la primera gran crisis fue centralmente latinoamericana, la tercera fue asiática pero con

intensas repercusiones en América Latina. Se inició en Tailandia en 1997 con el colapso del mercado inmobiliario y se extendió por la mayoría de los países asiáticos (Malasia, Filipinas, Hong

Kong, Taiwán, Corea del Sur y Singapur) para luego afectar a Estonia, Rusia, Australia y Nueva Zelandia.

Posteriormente, se proyectó a Brasil y a la Argentina. En este último país, tuvo efectos devastadores

al acelerar el colapso de la convertibilidad y del patrón de acumulación sustentado en la valorización financiera, implicando una caída de un quinto del PBI y de dos tercios de la inversión

bruta fija entre 1998 y 2002.

Es indudable, que la profunda desregulación de los movimientos de capital fue una causa central en

la amplia propagación de las diferentes crisis que estallaron durante la hegemonía neoliberal. Las

cuales, además de generar un bajo crecimiento, determinaron sucesivos ciclos de expansión y

retracción en los diferentes países y regiones, conspirando contra el desarrollo de todos ellos.

También influyó la política impuesta por los organismos internacionales de crédito que remarca J.

Stiglitz y los intereses de los fondos especulativos o "buitres" (hedge funds) que le contrapone D.

Harvey. Sin embargo, en el caso argentino, y también en la economía internacional pero con otras

características y contenido, hay otra modificación sustantiva, que no excluye a las anteriores pero sí

las desplaza en importancia, que consiste, como fue mencionado, en la prioridad que asume el

endeudamiento externo en el comportamiento de las grandes firmas en aras de concretar la

valorización financiera del excedente, y del cual forma parte la acelerada expansión de la deuda

externa del sector público y la fuga de capitales locales al exterior.

Esta característica, que reconoce a la fracción a la oligarquía diversificada como ejecutora y

beneficiaría de ese proceso no sólo devela el carácter de la "revancha clasista", sino también la

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naturaleza contradictoria que asume el bloque de poder durante el predominio del neoliberalismo, el cual se pone de manifiesto plenamente durante las reiteradas crisis de la economía mundial.

Si bien, por definición todo bloque de poder supone la existencia de intereses contradictorios entre

las fracciones del capital que lo integran, en este caso son centrales e insolubles porque la oligarquía diversificada, que controla el Estado, es una de las fracciones endeudada en el exterior y el capital

financiero (los bancos transnacionales primero y los nuevos inversores institucionales después) es el acreedor externo de la deuda pública y privada.

Esta contradicción, intrínseca al "bloque de poder", se desplegó con toda su intensidad durante las

reiteradas crisis mundiales del neoliberalismo y definió una modalidad de las mismas que difiere significativamente con las qcre se desplegaron durante la sustitución de importaciones. Así, durante

el neoliberalismo las crisis en la economía mundial sistemáticamente disparaban primero una acentuada pugna dentro del "bloque de poder"

entre los acreedores y deudores externos, que concluía cuando las fracciones del capital enfrentadas

lograban conciliar sus intereses, a partir de una modificación de las condiciones internacionales en

conjunción con una alteración de la relación entre el capital y el trabajo, avanzando de esta manera

sobre los ingresos y los derechos adquiridos de los sectores populares. Esto fue lo que ocurrió en la

crisis de la deuda de 1982 (cuando la fracción interna volcó masivamente la redistribución de

recursos estatales en su favor), en la crisis de 1989 provocada por los acreedores externos y sólo

solucionable cuando se pusieron en marcha las privatizaciones, la desregulación económica y la

precarización del mercado de trabajo, así como en la crisis final de la convertibilidad entre 1998 y

2002, cuando ambas fracciones conducen, respectivamente, el bloque devaluacionista (la oligarquía

diversificada) y el dolarizador (el capital financiero y los prestadores de servicios públicos, entre

otros).

Este modus operandi de las crisis, devela la problemática de la autonomía relativa de las fracciones

que integran el "bloque de poder" y específicamente de la oligarquía diversificada. Es indudable, que la misma a partir del control sobre el Estado busca persistentemente lograr grados de libertad

respecto al capital financiero internacional para ubicarse como principal beneficiaría del planteo

vigente, pero descartando la construcción de un proyecto alternativo.

Es crucial tener en cuenta que se trata de una situación que depende de varios factores que, a su vez,

son dinámicos en el tiempo, lo que significa que la autonomía relativa de esta fracción se ensancha

o estrecha de acuerdo a las evolución de esos factores, que son: la forma mediante la cual ejerce la

hegemonía política, las condiciones que presenta la economía internacional, la consistencia política

e ideológica de la clase trabajadora y la situación de su propio proceso de acumulación de capital.

A partir de la crisis de 2001 y 2002, varios de esos factores se conjugaron para ensanchar el grado

de autonomía de la fracción del capital local. Así, en la economía internacional se consolida el

elevado crecimiento de China que, a su vez, genera una creciente demanda de commodities

elevando las cantidades vendidas y los precios de algunos productos agropecuarios exportables de

la Argentina. Asimismo, en el mundo capitalista se profundiza la disputa dentro del capital

financiero entre la fracción que opera predominante con capital de préstamo y aquella que está

afincada principalmente en la propiedad de las empresas. De esta manera, la oligarquía

diversificada tiene las condiciones para orientar sus alianzas (políticas) con esta última fracción del

capital financiero, que impulsa una significativa reducción de la tasa de interés, y lo que es más

importante aún, con el capital extranjero productivo en general que, como fue señalado, ya era

predominante en la economía argentina.

En términos de los sectores populares, a pesar del alto grado de movilización y de reclamo social

era manifiesta la ausencia de un proyecto alternativo para disputar el poder en el país, luego de la

profunda derrota sufrida durante la dictadura militar y la inédita reestructuración de la sociedad que

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la misma puso en marcha, desarmando las alianzas sociales que se habían consolidado durante la

segunda etapa de sustitución de importaciones. Desde el punto de

vista de la propia consistencia económica, la situación de la oligarquía diversificada presentaba la

paradoja de tener una incidencia en la economía interna semejante a que detentaba al final de la

segunda etapa de sustitución de importaciones pero era, al mismo tiempo, notablemente más

poderosa que 25 años antes por la ingente masa de recursos acumulada en el exterior sobre la base

de la valorización financiera y la fuga de capitales fuera de las fronteras nacionales.

Si bien, la conjunción de todos estos elementos le permitieron a la fracción dominante del capital

nacional imponer su propuesta para abandonar la Convertibilidad, tuvo al mismo tiempo que

otorgar concesiones políticas y económicas a los sectores populares. De esta manera, se inaugura

una compleja etapa de transición durante la cual comienzan a reconfigurarse las alianzas sociales.

En este sentido, el proceso actual guarda ciertas similitudes con la situación vigente durante la

década de 1930, pero con un rasgo distintivo que consiste en que, a diferencia de aquellos años, se

despliega en el marco de un acentuado crecimiento económico.

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"Cambio de Modelo:

de la ISI a la Valorización Financiera"

JUAN PABLO MARINELLI

Causas y consecuencias del cambio de un modo de acumulación basado en la industrialización sustitutiva de importaciones por otro asentado en la valorización Financiera.

Introducción.

Trataré de ser lo más claro posible en mi presentación y describir con el mayor grado de fidelidad que esté a mi alcance cuales fueron los cambios que vivió la sociedad argentina luego que la dictadura militar de 1976 comenzó a implementar su plan económico.

Además, intentaré que quede lo más claro posible las causas y motivaciones que desencadenaron aquel proceso. En esta explicación está implícita la concepción de que los modelos económicos, o

los modos de acumulación del capital, responden o son la consecuencia de distintas alianzas de clase que se dan en el seno de la sociedad, que a su vez, constituyen distintos tipos de Estado.

Antes de adentrarnos en las modificaciones que sufrió la sociedad argentina luego de la implementación del modo de acumulación llamado de valorización financiera, facilitado por una

brutal represión militar, es necesario hacer un breve repaso sobre las condiciones que mostraba aquella sociedad bajo el modo de acumulación anterior, la industrialización por sustitución de

importaciones o ISI.

Esta industrialización se había cimentado bajo tas políticas públicas de los primeros gobiernos

peronistas (1946-1955) donde surgía una nueva alianza de clase entre, la clase trabajadora, que como sujeto social y político enfrentó el poder oligárquico intentado modelar un nuevo tipo de

Estado, y la burguesía nacional, que había nacido bajo el impulso de aquella en una dinámica asentada en una mayor participación de los trabajadores en la distribución del ingreso.

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(15) Todos los gráficos y cuadros están basados en el libro de Eduardo Basualdo, Estudios de Historia Económica Argentina.

En términos económicos la lógica de esta alianza estaba sustentada en el hecho que la producción

de la burguesía nacional estaba orientada al mercado interno y elaboraba bienes salario (alimentos,

textiles, etc.) que reconocían al mismo como un factor de demanda insustituible para su existencia.

Esta lógica, en donde existían altos salarios y una alta tasa de ganancia, fue posibilitada

principalmente por la protección arancelaria y paraarancelaria y por la transferencia de la renta

agraria a la industria, entre otros medios vía el IAPI (16). (16) El Instituto Argentino de Promoción del Intercambio fue un ente público creado por decreto ley el 28 de mayo de 1946, funcionaba bajo la órbita del B.C.R.A., y su objetivo específico fue centralizar el comercio exterior.

El derrocamiento del peronismo en 1955 abrió paso a una nueva etapa dentro de la ISI -conocida

como su segunda etapa-, que comenzó con la implementación del denominado Plan Prebisch (17),

dándose los primeros pasos para incorporar a la Argentina al FMI y al Banco Mundial, se firmó el

acuerdo con el Club de París, usando los argumentos -hoy sostenidos por varios referentes de la

oposición- de la necesidad de superar el aislamiento en que se encontraba la Argentina en el ámbito

de la cooperación financiera internacional, perspicaz metáfora liberal sobre la independencia

económica. (17) Raúl Presbich, primer gerente del B.C.R.A., cargo que desempeño entre 1935 y 1943, elaboró

entre octubre de 1955 y enero de 1956, para el gobierno de facto de la Revolución Libertadora un

diagnóstico de la situación económica de Argentina y un plan de acción para resolver los problemas económicos: la propuesta incluía la incorporación del país al F.M.I.

Estos cambios acompañaron la modificación sobre la concepción que debía seguir la política

económica nacional, a partir de ese momento se entendió que los problemas inflacionarios y de

crisis de balanza de pagos se originaban en el exceso de demanda y en el gasto estatal de la gestión

peronista, con lo cual se recomendaba la devaluación de la moneda, la restricción monetaria y del

gasto público, un aumento de la presión tributaria sobre la base de impuestos regresivos y el

congelamiento de los salarios. Estas iniciativas se complementaron con la modificación o anulación

de controles sobre el sector externo, como por ejemplo el control de cambios, los cupos, los montos

de los aforos y las retenciones y también de la economía interna, como fue la eliminación de

subsidios y control de precios y la liberalización del comercio de granos. Todas estas medidas

liberales eran acompañadas por la Operación Masacre y el fusilamiento del general Valle y otros.

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La nueva concepción se profundizó con el desarrollismo, que esbozaba la idea de que facilitando la entrada de capitales extranjeros se lograría incrementar la productividad y la producción, y esto

aseguraría la autonomía respecto de los factores externos que bloqueaban el desarrollo local. En 1958 se sancionaría la Ley N° 14.780 sobre inversiones extranjeras y la Ley de Garantía que

resguardaba a los inversores extranjeros de una eventual inconvertibilidad cambiaría. En esta nueva etapa se puede reconocer un claro predominio de las subsidiarias extranjeras, que se instalaron en

las nuevas actividades que se desarrollaban en el país y pasaron a ser las más dinámicas y la cuales generaban el mayor valor agregado dentro de la economía, como la industria automotriz, la

químico-petroquímica o la siderurgia.

En 1966, a través de la política económica que intentará llevar a cabo el gobierno de Onganía, y su

ministro de Economía Krieger Vasena, buscan incluir en su plan a la oligarquía diversificada (18), pero subordinándola. Esto no logró concretarse debido a la oposición de esta última al "impuesto a

la renta normal y potencial de la tierra", entre otras medidas, que planeaba llevar a cabo el gobierno. (18) Es una fracción empresaria que por sus intereses y conformación se la puede considerar como

el sector de la oligarquía local que se diversificó hacia la industria y otras actividades económicas,

como por ejemplo los grupos Bemberg, Bunge y Born, Torquinst, Braun Menéndez, Ledesma,

Terrabusi, Fortabat, Corcemar, Alpargatas y la Compañía General de Combustibles, entre otros.

Esta última etapa de la economía, antes de la instauración de un nuevo régimen de acumulación

como fue el de la valorización financiera, estuvo regida por los conflictos políticos que se sucedían

como consecuencia de la proscripción del peronismo, salvo en los últimos tres años. En estos

conflictos se enfrentaba la alianza de clase constituida por la clase trabajadora y la burguesía

nacional, que había nacido gracias a aquella y las políticas del Estado peronista y que perdía

preponderancia económica con el paso del tiempo contra el sector más importante de la economía

(y más nuevo) como eran las empresas extranjeras, quienes poseían el control de los bloques

sectoriales centrales, y la oligarquía diversificada, que poseía el control de la elaboración de los

bienes intermedios y las producciones agroindustriales. A su vez estos dos últimos grupos

establecían alianzas coyunturales y distanciamientos críticos. Nota al margen es que creció en todo

este proceso la importancia de las empresas estatales sobre la producción de insumos básicos

(acero, derivados del petróleo, etc.).

Gráfico N° 3: Evolución de la composición de las ventas de las cien empresas industriales de

mayor facturación, 1958-1976 (porcentajes).

A pesar de la represión social y de la pérdida de soberanía política y económica del Estado Nacional

que he descripto, es necesario resaltar que si analizamos esta segunda etapa de la ISI, sobre todo

para comprender el modo de acumulación que le seguirá, la producción industrial siguió siendo el

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eje ordenador de la economía, no hubo perdida de la participación del ingreso de los trabajadores -la

excepción fue la estabilización y el congelamiento salarial de 1958 a 1962- y creció sostenidamente

el PBI, sobre todo, de 1964 a 1975 que fueron años de una notable expansión económica.

Gráfico N° 4: Participación del salario en el ingreso (porcentaje y absoluto) y PBI (base 1956), años 1956- 1975.

Esta situación estructural, reflejaba el hecho de que a partir de 1964 los ciclos sustitutivos del stop

and go se sucedieran con una desaceleración del crecimiento del PBI en su fase declinante, y no con

una caída del producto como hasta entonces, demostrando la sustentabilidad de la sustitución de las

importaciones, más allá de sus falencias, apuntalada en el crecimiento de las exportaciones -

especialmente las MOI- y la deuda externa funcional a la expansión de la economía real.

Cuadro N° 1: Promedios anuales de exportaciones, deuda externa, importaciones y la

remisión de utilidades al exterior (en millones de dólares), años 1958-1975.'

Años Exportaciones +

deuda externa

Importaciones + Remisión

de utilidades al exterior Saldo

1958-1962 1.415 1.518 -103

1962-1966 1.297 1.409 -112

1966-1969 1.579 1.380 199

1969-1972 2.013 1.865 148

1972-1975 3.340 2.992 348

La revancha oligárquica y la dictadura militar: 1976-1983.

La concepción política de los sectores civiles que pertenecían a la oligarquía diversificada, que

idearon y nutrieron de planes, programas y técnicos económicos a la dictadura militar, arribó a la

conclusión de que las anteriores dictaduras y gobiernos civiles habían equivocado el camino en su

objetivo de disciplinar a los sectores populares en tanto habían continuado, más allá de la

proscripción y la represión, profundizando la industrialización sustitutiva. Para este sector, el único

medio eficiente para subordinar a los sectores populares, la guerrilla industrial según un líder

radical de la época, era desmantelar el sistema de acumulación que había permitido la alianza entre

la clase trabajadora y la burguesía nacional, la industrialización sustitutiva de importaciones.

La dictadura militar inicia su programa con planteos que respondían a viejos métodos de la etapa

sustitutiva, una devaluación del peso que superó el 80% y una reducción de las retenciones

agropecuarias a la mitad. En este contexto, y sumado a una represión feroz, se congelaron los

salarios y se liberaron el resto de los precios provocando una regresión en la distribución del ingreso

sin precedentes en la historia argentina. Los trabajadores pasaron de obtener el 43% del ingreso a

fines de 1975, a tan sólo, el 30% un año después (19). Este hecho es fundacional para la

valorización financiera y fue el sustento para que vastos sectores del capital apoyaran a la fracción

que conducía el proceso, la oligarquía diversificada. Sin embargo, esto no frenó el conflicto

distributivo que se desarrollaría ahora entre los distintos segmentos del capital local (oligarquía

diversificada, burguesía nacional y empresas extranjeras) a través del recrudecimiento del proceso

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inflacionario. Ante esta situación, la conducción económica empezó a delinear un programa que

permitiera que se dirimiera a favor de la oligarquía diversificada la pugna con las otras fracciones

del capital, a la vez que volviera irreversible la redistribución regresiva del ingreso llevada a cabo.

Gráfico N° 5: Participación del salario en el ingreso (porcentajes), años 1975-1982. (19) En el gráfico n° 5, a diferencia del n°4, no se tiene en cuenta los aportes jubilatorios.

La Reforma Financiera se estableció a comienzos de 1977 -ley N° 21.526- y fue primordial para

lograr los objetivos antes mencionados, poniendo fin a tres características esenciales de la

sustitución de las importaciones: a) la nacionalización de los depósitos por el BCRA, b) la

existencia de una tasa de interés controlada por la autoridad monetaria (en la mayoría de las

ocasiones un tasa real que resultaba negativa para la industria) y c) la escasa posibilidad del sector

privado de endeudarse en el exterior. Una de las principales consecuencias que trajo aparejada la

reforma fue que al transformar al Estado en un tomador de préstamos internos más, la tasa local de

interés se mantuvo elevada y poco proclive a la baja; y como resultado, que el costo de endeudarse

en el exterior fuese inferior a la misma. Esta situación conformó un nuevo bloque de poder constituido por la oligarquía diversificada (grupos económicos), los conglomerados extranjeros y los acreedores extranjeros.

Entonces, la valorización financiera del capital consistía en endeudarse, directamente tomando

créditos al exterior, y colocar esos fondos a una tasa mayor a otras empresas más pequeñas que no

accedían al crédito internacional, a particulares y/o al propio Estado, quién luego de la Reforma

debía recurrir al mercado como un privado más. La vigencia de una tasa interna más alta que el

costo de endeudarse en el exterior fue el mecanismo como las fracciones dominantes valorizaron su

capital y dio inicio a un trágico camino de endeudamiento y fuga de capitales. Pero faltaba que se produjese un hecho más para finalizar con la obra que se había iniciado. Fue la

constatación de que la suba de la tasa de interés era indiscriminada y pasible de ser neutralizada por

las distintas fracciones empresarias, ya que todas ellas operaban en una economía bastante cerrada.

Entonces, y en consonancia con las nuevas concepciones monetaristas que se elaboraban en los

países centrales, que se lleva a cabo el llamado enfoque monetario de la balanza de pagos en donde

se buscó frenar la inflación con una devaluación decreciente en el tiempo, una apertura irrestricta de

las importaciones y el libre flujo de capitales.

Respecto al endeudamiento del país, éste viró de medio para la industrialización a vehículo para

realizar la valorización financiera, es así que la deuda externa privada varió en función de la tasa de

renta financiera, salvo breves etapas de crisis aguda, y el endeudamiento Estatal guardó una relación

inversa; es decir, que maniobró como una variable anti-cíclica en el sector externo para compensar

el comportamiento del endeudamiento privado. Este funcionamiento de la economía provocó modificaciones estructurales de vital importancia para

el futuro del país, entre otros, al ser la valorización financiera el eje ordenador de la acumulación

del capital indujo a una fuerte centralización. Así, se crearon los llamados grupos económicos

locales, un grupo de la oligarquía diversificada que pasó a controlar una conjunto de empresas

ubicadas en distintos rubros de la economía, de la misma manera actuaron ciertas empresas

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extranjeras formando a los denominados conglomerados extranjeros, desplazando a las empresas

independientes de la burguesía nacional y a las empresas transnacionales no diversificadas -en esta

época se retiran muchas empresas industriales-de primera línea, principalmente norteamericanas,

que no se habían adecuado al cambio, como por ejemplo la General Motors, la Standar Electric,

Sharpe and Dhome, etc.-.

Además, como se vino describiendo, este modo de acumulación del capital provocaría, junto a una

represión atroz y a una caída inaudita de la participación en el ingreso de los trabajadores yo sacaría "un hecho sin antecedentes en el país, pues los advertencias sobre una falta de industrialización se

venían registrando mucho antes, según consigna Caravaca en el libro que te comenté, la desindustrialización.

Junto a la salida de Martínez de Hoz del ministerio de Economía en febrero de 1981 y al

agotamiento de la política sustentada en el enfoque monetario de Balanza de Pagos, comienza a

plantearse una nueva problemática para este modelo de acumulación, el deteriorado funcionamiento

de la economía real empieza a entrar en contradicción con el endeudamiento privado de las

fracciones empresarias más concentradas; surge así como solución a aquel dilema, un proceso de

estatización y licuación de la deuda externa privada. La comunicación "A" 31 del BCRA del

05/06/81 inauguraría una serie de comunicados que aseguraban un tipo de cambio al deudor privado

a través de una prima de garantía -en la práctica evolucionaba muy por debajo del tipo de cambio-,

generando un descomunal subsidio al capital más concentrado de la economía. Uno de ellos fue el

"A" 137 de 1982, luego del conflicto en las Islas Malvinas, y fue emitido bajo la conducción del

BCRA por parte del que sería más tarde el ministro de economía de Menem y la Alianza, Domingo

Cavallo.

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La consolidación de las fracciones dominantes bajo el primer gobierno constitucional: 1983-

1989.

Se puede afirmar que durante la gestión Alfonsín los rasgos estructurales de la sociedad argentina,

que habían florecido durante la dictadura militar y la implementación de un nuevo modo de

acumulación -la valorización financiera-, y el desenvolvimiento que en el mismo tenían las distintas

fracciones del capital, no sólo se afianzó sino que se profundizó. Eso sí, la consolidación del nuevo

bloque de poder formado por las fracciones dominantes del capital local (oligarquía diversificada y

conglomerados extranjeros) y los acreedores externos debió sortear una década signada por la crisis

de la deuda.

Fenómenos como la desindustrialización, la baja participación del ingreso de los trabajadores, el

estancamiento económico -caída del PBI y derrumbe de la inversión productiva entre sus

fenómenos más sobresalientes-, el endeudamiento y fuga de capitales se desenvolvieron en una

década signada por la "crisis de la deuda", caracterizada por la aguda escasez de financiamiento

externo para toda América Latina, ciclo iniciado en México en 1982 que incluía continuas rondas de

negociaciones con los acreedores externos y una serie de moratorias. Además, el cambio de patrón

de acumulación empezaba a mostrar sus consecuencias sociales: aumentaba notablemente el

desempleo, la pobreza y la indigencia.

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En este período se vislumbra con claridad que el deterioro de la situación fiscal del Estado no se

debió a un deterioro paulatino a lo largo del tiempo, sino por el contrario, el colapso de las finanzas

públicas era una de las consecuencias inevitables de la redefinición de la naturaleza de un Estado

que debía permitir la valorización financiera, incluida la estatización de la deuda privada externa.

Por otro lado, las transferencias de recursos desde el Estado hacia las fracciones internas del nuevo

bloque de poder fueron crecientes, especialmente a través de subsidios industriales, exenciones,

reintegro a las exportaciones,

etc., pero la carencia de financiamiento externo debilitó el papel del Estado que posibilitaba la fuga

de capitales, este inconveniente de la década provocó una expansión interna del ciclo que trajo entre

sus principales consecuencias, las siguientes: el endeudamiento con otras empresas fue el

componente más importante del pasivo de las grandes empresas (explicaría por qué luego de la

hiper se diluyeron grandes grupos económicos), a su vez, la fracción dominante adquiere una

independencia notable respecto al ciclo económico -crece a costa del resto de la sociedad-

manifestado en una gran liquidez en un periodo de desmonetización, y estaba sustentado en el

hecho de que podían modificar los precios relativos gracias a su posición oligopólica, la orientación

de la política económica y las distintas transferencia que recibían del Estado.

Para finalizar la descripción de este momento de la historia argentina quisiera resaltar algunos

hechos, desde el momento en que la crisis de la deuda amenazó fuertemente entre otros al sistema

bancario norteamericano -estaba muy expuesto a la deuda latinoamericana-el FMI devino en el

representante político y técnico de los acreedores y era el encargado de elaborar programas de

ajuste y controlar su evolución. Estos programas estaban fundamentados en la idea básica de que el

problema de falta de liquidez de los Estados deudores se resolvería contrayendo la demanda

agregada interna, principalmente reduciendo el gasto público y disminuyendo el consumo de los

sectores populares vía congelamiento de salarios. A esta visión, se suma a mediados de los años

ochenta, la elaboración conceptual que sostenía que no sólo había un problema de liquidez sino

además de solvencia, es decir que a partir de la existencia del Plan Baker (20) se introdujo la idea de

que los países deudores debían realizar una reforma estructural de su economía, es decir, se debían

privatizar las empresas públicas, el único patrimonio de aquellos Estados. En este contexto se

desató la pugna entre el FMI y el BM, sólo para el hecho de determinar prioridades y pasos a seguir,

ambos objetivos eran complementarios. (20) El plan recibió el nombre de James Baker, un político y diplomático estadounidense, que fue Secretario de Estado entre 1989 y 1992. Respecto a la política alfosinista debemos diferenciar tres etapas, una primera en donde el gobierno

asumió una posición confrontativa con los acreedores externos y los organismos multilaterales y los

Estados centrales, además de una política económica que buscaba aumentar el salario real para

reactivar el mercado interno y así dar batalla al desempleo y subempleo heredados. Grinspun fue el

ministro de Economía de esta etapa. Pero la respuesta de las fracciones en el ámbito local fue

fulminante, la inflación del año 1983 teniendo en cuenta el número índice de 1980 según el IPM,

terminó en 343,8 (100,8% según el libro "El ciclo de la ilusión y el desencanto", de Gernuchoff y

Llach), y la de 1984, en 626,7.

La nueva etapa, a cargo de Sourroulle, mostró una nueva tónica, amigable con los acreedores

externos y una subordinación absoluta a los sectores dominantes internos, buscando conciliar sus

interés, los primeros querían recibir el pago en termino de interés y capital, los últimos seguir

recibiendo los privilegios económicos ya mencionados (subsidios, reintegro a las exportaciones, la

posición oligopólica, fuga de capitales, etc.). El 14 de Junio de 1985 se lanzó el nuevo plan

económico: el Plan Austral. En este contexto, a mediados de 1987, el diagnostico oficial acerca de

las dificultades que enfrentaba la economía argentina sufrió un cambio drástico: ya no se trataba de

una crisis vinculada al pago de los servicios del espectacular endeudamiento generado durante la

dictadura, sino del agotamiento de una economía que exhibía un marcado estatismo de carácter

populista, en obvia alusión a la experiencia peronista. Comenzaba así lo que se denominaría

transformismo argentino, que es la cooptación ideológica y material de los partidos populares, que

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finalizaría recién en el año 2003. Esta concepción estaba en sintonía con el plan Baker, así en

febrero de 1987 la conducción económica y el BM pusieron en marcha un acuerdo por 2 mil

millones de dólares para el periodo 1987/1988 destinados a modificar la política comercial,

reformar el sector financiero, privatizar empresas públicas y racionalizar el sector público.

La tercera etapa comienza a mediados de 1988 cuando las fracciones locales dominantes, como se

dijo a través de la cooptación del partido gobernante, logran que el gobierno no sólo frene las

privatizaciones de las empresas públicas, sino además, que termine asumiendo, modificando su

política amistosa llevada a cabo luego de la salida de Grinspun del ministerio, una moratoria del

pago de la deuda externa. Se iniciaba una puja entre los sectores locales dominantes y los

acreedores externos que desembocaría en una hiperinflación y un plan de convertibilidad.

Hiperinflación, plan de convertibilidad, crisis y salida de la valorización financiera: 1989-2001

Las privatizaciones estuvieron enmarcadas y son partes constitutivas de un proceso que viene a

superar una contradicción creciente entre los intereses de los sectores dominantes locales, por un

lado, y los intereses de los acreedores externos, por el otro; contradicción, que estaba originada por

la crisis de la deuda de los años ochenta, producto de la falta de financiamiento para el país, que

hacía imposible sostener tanto el subsidio a las fracciones dominantes locales, sobre todo con la

promoción industrial y los reintegros a las exportaciones, como el pago del capital más interés, a la

otra fracción del capital que había sido parte constitutiva de las fracciones dominantes luego de la

irrupción de la dictadura militar de 1976, los acreedores externos, con sus representantes políticos a

la cabeza, el FMI y el BM. Vale aclarar que en este contexto las crisis hiperinflacionarias, de los

años 1989 y 1990, resultan ser el momento más álgido del conflicto anteriormente puntualizado.

Sin embargo, cuando las fracciones dominantes lograron conciliar sus intereses, esgrimieron la

caracterización de que la crisis de esos años expresaba el colapso definitivo del Estado generado por

el proceso de sustitución de importaciones, específicamente, en su variante distribucionista. Esta

visión tergiversada -e interesada- de la crisis estatal, fue asumida y difundida por el sistema político

e, incluso, por diversos analistas. Fue una caracterización de la crisis que se convirtió en

hegemónica y generó, en el contexto de la hiperinflación, la adhesión social necesaria para llevar a

cabo un replanteo de la estructura y áreas de influencia del Estado, de acuerdo con las concepciones

establecidas en el consenso de Washington. Por otra parte, a partir de abril de 1991, los sectores

dominantes y el sistema político sostuvieron que el Plan de Convertibilidad estaba constituido tanto

por el nuevo esquema cambiario y monetario como por las reformas estructurales cuando, en

realidad, son dos políticas que no se superponían entre sí, al menos desde el punto de vista del

funcionamiento económico. La incorporación de la reestructuración de la economía como parte de

la política antiinflacionaria oscureció el carácter de las políticas de largo plazo, pero también fue

una severa advertencia -a propios y ajenos- de que no había posibilidad alguna de detener la crisis

económica y social sin respetar el conjunto de las políticas del Plan Convertibilidad. Así, la política

antiinflacionaria sólo cobró forma una vez que se pusieron en marcha las políticas reestructuradoras

de largo plazo y, en ese contexto, comenzó la negociación del Plan Brady, que dio lugar a un nuevo

e indiscriminado ciclo de endeudamiento externo y fuga de capitales.

Parece significativo acentuar que si bien la característica económica central de la década del

noventa, es el endeudamiento externo con su correlato fuga de capitales, este proceso se enmarcó en

un Plan de convertibilidad que manifestó, no otra cosa, que un nuevo acuerdo entre las distintas

fracciones del capital dominantes. Como ya dijimos anteriormente, éstas eran las fracciones

dominantes locales endeudadas -la oligarquía diversificada y los conglomerados multinacionales-, y

la fracción externa compuesta por un diverso conjunto de acreedores -bancos, fondos de pensiones,

etc.-, representados políticamente por el FMI y el BM; tiene como hecho fundante, de un gran poder

simbólico, como se aludiera anteriormente, a las crisis hiperinflacionarias de 1989 y 1990. En este

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sentido es oportuno mencionar la siguiente cita de Perry Anderson "hay un equivalente funcional al

trauma de la dictadura militar como mecanismo para inducir democráticamente y no

coercitivamente a un pueblo a aceptar las más drásticas políticas neoliberales. Este equivalente es la

hiperinflación" En un contexto de tal naturaleza la "tolerancia social" a posibles reformas

estructurales se relaja ante la amenaza de un retorno a la hiperinflación y se genera una demanda de

gobierno que permite a la presidencia echar mano a los recursos institucionales necesarios para

concentrar la autoridad de decisión, adoptar políticas elaboradas en el sigilo de los gabinetes

tecnocráticos e imponer un trámite expeditivo a su promulgación, tal situación se presentaba,

indudablemente, en la Argentina de 1989.

Sintetizando, se puede sostener que durante estos años -el comienzo de la convertibilidad-, luego del enfrentamiento entre las fracciones dominantes que dio lugar a la crisis hiperinflacionaria, se

formó una "comunidad de negocios" basada en la privatización de las empresas estatales donde

convergieron la oligarquía diversificada, las nuevas firmas extranjeras y los acreedores externos.

La peculiaridad del caso argentino se enmarca en una política, desplegada por el Estado Nacional,

para valorizar el atractivo del venidero negocio de los futuros inversores. Podemos destacar, como

las más primordiales, a las siguientes: se buscó, a través de las autoridades intervinientes, deteriorar

la calidad de los servicios públicos y el desempeño económico de las empresas a privatizar para

lograr, de esa manera, el consenso esperado para privatizar sumariamente. Además, por

recomendación del BM, las empresas en cuestión, sufrieron cuantiosos beneficios -obviamente en

términos de los intereses de las empresas adjudicatarias- que incluían un racionamiento del personal

a costa del Estado, esto es, a través de unos programas de "retiros voluntarios", a la vez que se

establecían diversas cláusulas laborales, todas tendientes a flexibilizar las referidas al régimen de

despido y contratación. También se incrementaron de antemano las tarifas de los servicios así como

la supresión de las antiguas estructuras de subsidios para diversos tipos de usuarios y regiones.

Debe agregarse que el Tesoro Nacional atrajo el 77% de la deuda interna y externa que presentaban

el conjunto de las empresas públicas a ser privatizadas, cifra que rondó los 20.106 millones de

dólares.

Para comprender a las privatizaciones en toda su magnitud hay que referirse a la modalidad

financiera de la privatización. Existieron dos formas de pago en las privatizaciones: una fue con

efectivo de libre disponibilidad y la otra con títulos de la deuda pública, de los cuales la mayor parte

se encontraba en cesación de pagos. Esta fue la dominante durante el período 1990-1994. La

primera modalidad imperó en los años transcurridos entre 1995 y 2001. Este hecho provocó una

notable subvaluación inicial de los activos estatales, ya que los títulos que fueron admitidos en parte

de pago fueron aceptados por su valor nominal, mientras que en el mercado cotizaban a un valor

promedio que rondaba el 14% (en 1990) y el 73% (en 1994) del valor reseñado. Es cardinal realzar

que estas operaciones habilitaron el ingreso del país al Plan Brady de reestructuración de la deuda

pública en 1992, que permitió la reanudación de los pagos a los acreedores externos y el inicio de

un nuevo ciclo de endeudamiento.

En esta década parece replantearse con mayor hondura gran parte de las líneas centrales de la

política económica implementada bajo la dictadura militar que, con livianos matices e instrumentos

modificados, también procuró consolidar nuevas condiciones refundacionales del desarrollo

económico y social del país y que desde esta contextualización, cabe reconocer ciertos componentes

básicos de esas políticas públicas que, por un lado, han ido asumiendo un papel protagónico en la

reorientación estratégica del patrón evolutivo de la economía argentina y, por otro, resultan

funcionales al programa de estabilización implementado a principios de 1991 (ley N° 23.928, o Ley

de Convertibilidad). Se trata de tres pilares fundamentales de la estrategia que fuera desplegada

desde fines del decenio de los años ochenta: la acelerada privatización de empresas públicas

productoras de bienes y prestadoras de servicios; la creciente desregulación de ciertos mercados; y

la profundización del proceso de apertura externa para la casi totalidad de los mercados de bienes y

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servicios transables con el exterior; y es justamente en el marco del programa de Convertibilidad

donde esas políticas asumen, por un lado, algunas nuevas formas y una mayor profundización en su

grado de consecución y, por otro, un carácter mucho más orgánico, sistemático y funcional con las

políticas de corto plazo e, incluso, con las estrategias de largo plazo.

Este nuevo funcionamiento económico, basado en las privatizaciones, la apertura del mercado hacia

el exterior, la reestructuración del Estado y la desregulación económica (o reconfiguración del

marco regulatorio), que eran partes componentes del plan de convertibilidad, sirvió a la expansión

de los sectores dominantes, ordenando al conjunto social detrás de sus propósitos, a la vez que le

permitió recobrar la autonomía respecto del ciclo económico, virtud que habían perdido con las

crisis hiperinflacionarias.

Por ejemplo, si tomamos como base 1991 y estimamos el PBI en precios corrientes debemos decir

que en el 2001 el PBI tenía un número índice de 161,90, mientras que las ventas de las 200 firmas

de mayor facturación, entre las cuales las privatizadas tenían un papel protagónico, alcanzaban

224,20. Por esta razón, el conjunto social transitó un proceso -y lo percibió como tal- en el que la

recuperación del ciclo fue más atenuada, y la crisis más profunda que lo indicado por las

estadísticas oficiales que consideran el ciclo promedio. Evaluando ambas décadas, se puede percibir

que durante la valorización financiera los sectores dominantes lograron modificar -a costa de la

situación de los sectores populares- la situación que tenían durante la vigencia de la sustitución de

importaciones, cuando el monto de sus ventas respondía a las alternativas del PBI, aún cuando eran

más elevadas en el auge del ciclo y menos pronunciadas en la crisis.

A partir de 1998 comenzaría a dibujarse el fin de la convertibilidad, la oligarquía diversificada

empezó a vender sus empresas y sus participaciones accionarias, refugiándose en la fuga de

capitales las ganancias patrimoniales altísimas que había obtenido por aquellas ventas, más la

valorización financiera que permitía un endeudamiento nutrido, además se replegaba a las

actividades de la economía real que exhibían un elevado superávit en el comercio exterior -las

agropecuarias entre ellas-. Es decir que está fracción de la clase dominante tenía invertido su capital

en activos financieros dolarizados y radicados en el exterior y sus ingresos provenientes de las

firmas controladas en el país estaban también dolarizadas. Por el contrario, el capital extranjero se

ubicó en la situación opuesta, a lo largo de esta década su posicionamiento sobre activos fijos

dolarizados fue creciente, debido a su participación mayoritaria en las privatizaciones, pero también

a la adquisición de muchas empresas industriales y de servicios al final de la convertibilidad. Es

decir que sus activos estaban dolarizados pero no sus ingresos. Se ponían en marcha dos propuestas

alternativas para abandonar la convertibilidad tal cual se la conocía: la primera pugnaba por la

devaluación asimétrica, la segunda por la dolarización.

Conclusión: a modo de reflexión.

A lo largo de este trabajo he tratado de mostrar cómo los acontecimientos económicos, en este caso referidos a los modelos de acumulación del capital, responden siempre a la búsqueda, por partes de

los actores sociales, de satisfacer sus intereses; esto no quiere decir que los actores sociales sean omnipresentes.

Además, queda claro el papel que ha desempeñado, en la historia argentina, la oligarquía, así mismo su comportamiento explica en cierto modo por las distintas coyunturas por las cuales hemos atravesado.

Por otro lado, he tratado de describir con minuciosidad el cambio que implicó para la sociedad

argentina, en términos sociales, económicos y culturales transitar del modelo de industrialización por sustitución de importaciones, más allá de sus limitaciones e imperfecciones, al de la

valorización financiera. Este cambio produjo un salto cualitativo en las condiciones de vida de

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millones de argentinos, fenómenos como el de altas tasas de desempleo, de pobreza y de miseria, fueron realidades palpables. También fue una situación cierta el deterioro sufrido por miles de trabajadores que vieron empeoradas sus condiciones de trabajo y la igualdad social alcanzada se fue deshaciendo año tras año hasta llegar la sociedad a un grado de regresividad e injusticia alarmantes.

En este sentido, se comprende por qué fue tan virulenta la dictadura militar, qué objetivos buscaba y para quién trabajaba. Además marcaría un techo económico y social, bajo por cierto, difícil de

superar. Citando a Walsh sobre la junta militar, "en la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de

seres humanos con la miseria planificada".

Finalizando entonces, sabemos que el Estado puede adquirir distintos tipos de comportamiento,

relacionados con su naturaleza que se explica por las distintas alianzas de clase que se dan en su

interior, y si queremos uno que logre revertir todo el daño producido, profundizando los logros ya

obtenidos, pareciera ser concluyente que el mismo debiese nutrirse de la organización de los

sectores populares, en todas sus formas, para lograr airoso cumplir su cometido. Y por cierto, que

obviar esta condición necesaria que nos muestra la historia, sería cometer un error imperdonable.

Bibliografía utilizada v recomendada:

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consolidación hegemónica?, Época, año 1 n°1, diciembre de 1999.

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Ferrer, Aldo y otros; Los planes de estabilización en la Argentina, Paidós, Buenos Aires, 1969.

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Militar, marzo 1977.

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POLÍTICA

RODOLFO WALSH

"Carta abierta de un escritor a la Junta Militar" (1977) 1.- La censura de prensa, la persecución a intelectuales, el allanamiento de mi casa en el Tigre, el

asesinato de amigos queridos y la pérdida de una hija que murió combatiéndolos, son algunos de los hechos que me obligan a esta forma de expresión clandestina después de haber opinado libremente

como escritor y periodista durante casi treinta años.

El primer aniversario de esta Junta Militar ha motivado un balance de la acción de gobierno en documentos y discursos oficiales, donde lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades.

El 24 de marzo de 1976 derrocaron ustedes a un gobierno del que formaban parte, a cuyo

desprestigio contribuyeron como ejecutores de su política represiva, y cuyo término estaba señalado

por elecciones convocadas para nueve meses más tarde. En esa perspectiva lo que ustedes

liquidaron no fue el mandato transitorio de Isabel Martínez sino la posibilidad de un proceso

democrático donde el pueblo remediara males que ustedes continuaron y agravaron.

Ilegítimo en su origen, el gobierno que ustedes ejercen pudo legitimarse en los hechos recuperando el programa en que coincidieron en las elecciones de 1973 el ochenta por ciento de los argentinos y

que sigue en pie como expresión objetiva de la voluntad del pueblo, único significado posible de ese "ser nacional" que ustedes invocan tan a menudo.

Invirtiendo ese camino han restaurado ustedes la corriente de ideas e intereses de minorías

derrotadas que traban el desarrollo de las fuerzas productivas, explotan al pueblo y disgregan la Nación. Una política semejante sólo puede imponerse transitoriamente prohibiendo los partidos,

interviniendo los sindicatos, amordazando la prensa e implantando el terror más profundo que ha

conocido la sociedad argentina.

2.- Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror.

Colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del país virtuales campos de concentración donde no entra ningún juez, abogado, periodista, observador internacional. El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación, convierte a la mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio. (1)

Más de siete mil recursos de hábeas corpus han sido contestados negativamente este último año. En

otros miles de casos de desaparición el recurso ni siquiera se ha presentado porque se conoce de

antemano su inutilidad o porque no se encuentra abogado que ose presentarlo después que los

cincuenta o sesenta que lo hacían fueron a su turno secuestrados.

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De este modo han despojado ustedes a la tortura de su límite en el tiempo. Como el detenido no existe, no hay posibilidad de presentarlo al juez en diez días según manda una ley que fue respetada aun en las cumbres represivas de anteriores dictaduras.

La falta de límite en el tiempo ha sido complementada con la falta de límite en los métodos,

retrocediendo a épocas en que se operó directamente sobre las articulaciones y las vísceras de las

víctimas, ahora con auxiliares quirúrgicos y farmacológicos de que no dispusieron los antiguos

verdugos. El potro, el torno, el despellejamiento en vida, la sierra de los inquisidores medievales

reaparecen en los testimonios junto con la picana y el "submarino", el soplete de las actualizaciones

contemporáneas. (2)

Mediante sucesivas concesiones al supuesto de que el fin de exterminar a la guerrilla justifica todos

los medios que usan, han llegado ustedes a la tortura absoluta, intemporal, metafísica en la medida

que el fin original de obtener información se extravía en las mentes perturbadas que la administran

para ceder al impulso de machacar la sustancia humana hasta quebrarla y hacerle perder la dignidad

que perdió el verdugo, que ustedes mismos han perdido.

3.- La negativa de esa Junta a publicar los nombres de los prisioneros es asimismo la cobertura de una sistemática ejecución de rehenes en lugares descampados y en horas de la madrugada con el pretexto de fraguados combates e imaginarias tentativas de fuga.

Extremistas que panfletean el campo, pintan acequias o se amontonan de a diez en vehículos que se incendian son los estereotipos de un libreto que no está hecho para ser creído sino para burlar la

reacción internacional ante ejecuciones en regla mientras en lo interno se subraya el carácter de

represalias desatadas en los mismos lugares y en fecha inmediata a las acciones guerrilleras.

Setenta fusilados tras la bomba en Seguridad Federal, 55 en respuesta a la voladura del

Departamento de Policía de La Plata, 30 por el atentado en el Ministerio de Defensa, 40 en la

Masacre del Año Nuevo que siguió a la muerte del coronel Castellanos, 19 tras la explosión que

destruyó la comisaría de Ciudadela forman parte de 1.200 ejecuciones en 300 supuestos combates

donde el oponente no tuvo heridos y las fuerzas a su mando no tuvieron muertos.

Depositarios de una culpa colectiva abolida en las normas civilizadas de justicia, incapaces de

influir en la política que dicta los hechos por los cuales son represaliados, muchos de esos rehenes

son delegados sindicales, intelectuales, familiares de guerrilleros, opositores no armados, simples

sospechosos a los que se mata para equilibrar la balanza de las bajas según la doctrina extranjera de

"cuenta-cadáveres" que usaron los SS en los países ocupados y los invasores en Vietnam.

El remate de guerrilleros heridos o capturados en combates reales es asimismo una evidencia que

surge de los comunicados militares que en un año atribuyeron a la guerrilla 600 muertos y sólo 10 o

15 heridos, proporción desconocida en los más encarnizados conflictos. Esta impresión es

confirmada por un muestreo periodístico de circulación clandestina que revela que entre el 18 de

diciembre de 1976 y el 3 de febrero de 1977, en 40 acciones reales, las fuerzas legales tuvieron 23

muertos y 40 heridos, y la guerrilla 63 muertos. (3)

Más de cien procesados han sido igualmente abatidos en tentativas de fuga cuyo relato oficial tampoco está destinado a que alguien lo crea sino a prevenir a la guerrilla y a los partidos de que

aun los presos reconocidos son la reserva estratégica de las represalias de que disponen los

Comandantes de Cuerpo según la marcha de los combates, la conveniencia didáctica o el humor del momento.

Así ha ganado sus laureles el general Benjamín Menéndez, jefe del Tercer Cuerpo de Ejército, antes del 24 de marzo con el asesinato de Marcos Osatinsky, detenido en Córdoba, después con la muerte

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de Hugo Vaca Narvaja y otros cincuenta prisioneros en variadas aplicaciones de la ley de fuga ejecutadas sin piedad y narradas sin pudor. (4)

El asesinato de Dardo Cabo, detenido en abril de 1975, fusilado el 6 de enero de 1977 con otros

siete prisioneros en jurisdicción del Primer Cuerpo de Ejército que manda el general Suárez

Masson, revela que estos episodios no son desbordes de algunos centuriones alucinados sino la

política misma que ustedes planifican en sus estados mayores, discuten en sus reuniones de

gabinete, imponen como comandantes en jefe de las 3 Armas y aprueban como miembros de la

Junta de Gobierno.

4.- Entre mil quinientas y tres mil personas han sido masacradas en secreto después que ustedes prohibieron informar sobre hallazgos de cadáveres que en algunos casos han trascendido, sin embargo, por afectar a otros países, por su magnitud genocida o por el espanto provocado entre sus propias fuerzas. (5)

Veinticinco cuerpos mutilados afloraron entre marzo y octubre de 1976 en las costas uruguayas,

pequeña parte quizás del cargamento de torturados hasta la muerte en la Escuela de Mecánica de la Armada, fondeados en el Río de la Plata por buques de esa fuerza, incluyendo el chico de 15 años,

Floreal Avellaneda, atado de pies y manos, "con lastimaduras en la región anal y fracturas visibles"

según su autopsia.

Un verdadero cementerio lacustre descubrió en agosto de 1976 un vecino que buceaba en el Lago San Roque de Córdoba, acudió a la comisaría donde no le recibieron la denuncia y escribió a los diarios que no la publicaron. (6)

Treinta y cuatro cadáveres en Buenos Aires entre el 3 y el 9 de abril de 1976, ocho en San Telmo el 4 de julio, diez en el Río Lujan el 9

de octubre, sirven de marco a las masacres del 20 de agosto que apilaron 30 muertos a 15 kilómetros de Campo de Mayo y 17 en Lomas de Zamora.

En esos enunciados se agota la ficción de bandas de derecha, presuntas herederas de las 3 A de

López Rega, capaces de atravesar la mayor guarnición del país en camiones militares, de alfombrar

de muertos el Río de la Plata o de arrojar prisioneros al mar desde los transportes de la Primera

Brigada Aérea (7), sin que se enteren el general Videla, el almirante Massera o el brigadier Agosti.

Las 3 A son hoy las 3 Armas, y la Junta que ustedes presiden no es el fiel de la balanza entre

"violencias de distintos signos" ni el arbitro justo entre "dos terrorismos", sino la fuente misma del

terror que ha perdido el rumbo y sólo puede balbucear el discurso de la muerte. (8)

La misma continuidad histórica liga el asesinato del general Carlos Prats, durante el anterior gobierno, con el secuestro y muerte del general Juan José Torres, Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruíz y decenas de asilados en quienes se ha querido asesinar la posibilidad de procesos democráticos en Chile, Bolivia y Uruguay. (9)

La segura participación en esos crímenes del Departamento de Asuntos Extranjeros de la Policía

Federal, conducido por oficiales becados de la CIA a través de la AID, como los comisarios Juan

Gattei y Antonio Gettor, sometidos ellos mismos a la autoridad de Mr. Gardener Hathaway, Station

Chief de la CIA en Argentina, es semillero de futuras revelaciones como las que hoy sacuden a la

comunidad internacional que no han de agotarse siquiera cuando se esclarezcan el papel de esa

agencia y de altos jefes del Ejército, encabezados por el general Menéndez, en la creación de la

Logia Libertadores de América, que reemplazó a las 3 A hasta que su papel global fue asumido por

esa Junta en nombre de las 3 Armas.

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Este cuadro de exterminio no excluye siquiera el arreglo personal de cuentas como el asesinato del capitán Horacio Gándara, quien desde hace una década investigaba los negociados de altos jefes de

la Marina, o del periodista de Prensa Libre Horacio Novillo apuñalado y calcinado, después que ese diario denunció las conexiones del ministro Martínez de Hoz con monopolios internacionales.

A la luz de estos episodios cobra su significado final la definición de la guerra pronunciada por uno de sus jefes: "La lucha que libramos no reconoce límites morales ni naturales, se realiza más allá del bien y del mal". (10)

5.- Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que

mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos

humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos

con la miseria planificada.

En un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40%, disminuido su

participación en el ingreso nacional al 30%, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la canasta familiar (11), resucitando así formas de trabajo forzado que no

persisten ni en los últimos reductos coloniales.

Congelando salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de las bayonetas,

aboliendo toda forma de reclamación colectiva, prohibiendo asambleas y comisiones internas,

alargando horarios, elevando la desocupación al récord del 9% (12) prometiendo aumentarla con

300.000 nuevos despidos, han retrotraído las relaciones de producción a los comienzos de la era

industrial, y cuando los trabajadores han querido protestar los han calificados de subversivos,

secuestrando cuerpos enteros de delegados que en algunos casos aparecieron muertos, y en otros no

aparecieron. (13)

Los resultados de esa política han sido fulminantes. En este primer año de gobierno el consumo de

alimentos ha disminuido el 40%, el de ropa más del 50%, el de medicinas ha desaparecido

prácticamente en las capas populares. Ya hay zonas del Gran Buenos Aires donde la mortalidad

infantil supera el 30%, cifra que nos iguala con Rhodesia, Dahomey o las Guayanas; enfermedades

como la diarrea estival, las parasitosis y hasta la rabia en que las cifras trepan hacia marcas

mundiales o las superan. Como si esas fueran metas deseadas y buscadas, han reducido ustedes el

presupuesto de la salud pública a menos de un tercio de los gastos militares, suprimiendo hasta los

hospitales gratuitos mientras centenares de médicos, profesionales y técnicos se suman al éxodo

provocado por el terror, los bajos sueldos o la "racionalización".

Basta andar unas horas por el Gran Buenos Aires para comprobar la rapidez con que semejante

política la convirtió en una villa miseria de diez millones de habitantes. Ciudades a media luz,

barrios enteros sin agua porque las industrias monopólicas saquean las napas subterráneas, millares

de cuadras convertidas en un solo bache porque ustedes sólo pavimentan los barrios militares y

adornan la Plaza de Mayo, el río más grande del mundo contaminado en todas sus playas porque los

socios del ministro Martínez de Hoz arrojan en él sus residuos industriales, y la única medida de

gobierno que ustedes han tomado es prohibir a la gente que se bañe.

Tampoco en las metas abstractas de la economía, a las que suelen llamar "el país", han sido ustedes más afortunados. Un descenso del producto bruto que orilla el 3%, una deuda exterior que alcanza a

600 dólares por habitante, una inflación anual del 400%, un aumento del circulante que en solo una

semana de diciembre llegó al 9%, una baja del 13% en la inversión externa constituyen también marcas mundiales, raro fruto de la fría deliberación y la cruda inepcia. Mientras todas las funciones creadoras y protectoras del Estado se atrofian hasta disolverse en la

pura anemia, una sola crece y se vuelve autónoma. Mil ochocientos millones de dólares que

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equivalen a la mitad de las exportaciones argentinas presupuestados para Seguridad y Defensa en

1977, cuatro mil nuevas plazas de agentes en la Policía Federal, doce mil en la provincia de Buenos

Aires con sueldos que duplican el de un obrero industrial y triplican el de un director de escuela,

mientras en secreto se elevan los propios sueldos militares a partir de febrero en un 120%, prueban

que no hay congelación ni desocupación en el reino de la tortura y de la muerte, único campo de la

actividad argentina donde el producto crece y donde la cotización por guerrillero abatido sube más

rápido que el dólar.

6.- Dictada por el Fondo Monetario Internacional según una receta que se aplica indistintamente al

Zaire o a Chile, a Uruguay o Indonesia, la política económica de esa Junta sólo reconoce como

beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora y un grupo selecto de

monopolios internacionales encabezados por la ITT, la Esso, las automotrices, la U.S. Steel, la

Siemens, al que están ligados personalmente el ministro Martínez de Hoz y todos los miembros de

su gabinete.

Un aumento del 722% en los precios de la producción animal en 1976 define la magnitud de la restauración oligárquica emprendida por Martínez de Hoz en consonancia con el credo de la

Sociedad Rural expuesto por su presidente Celedonio Pereda: "Llena de asombro que ciertos grupos

pequeños pero activos sigan insistiendo en que los alimentos deben ser baratos". (14)

El espectáculo de una Bolsa de Comercio donde en una semana ha sido posible para algunos ganar

sin trabajar el cien y el doscientos por ciento, donde hay empresas que de la noche a la mañana

duplicaron su capital sin producir más que antes, la rueda loca de la especulación en dólares, letras,

valores ajustables, la usura simple que ya calcula el interés por hora, son hechos bien curiosos bajo

un gobierno que venía a acabar con el "festín de los corruptos".

Desnacionalizando bancos se ponen el ahorro y el crédito nacional en manos de la banca extranjera,

indemnizando a la ITT y a la Siemens se premia a empresas que estafaron al Estado, devolviendo

las bocas de expendio se aumentan las ganancias de la Shell y la Esso, rebajando los aranceles

aduaneros se crean empleos en Hong Kong o Singapur y desocupación en la Argentina. Frente al

conjunto de esos hechos cabe preguntarse quiénes son los apátridas de los comunicados oficiales,

dónde están los mercenarios al servicio de intereses foráneos, cuál es la ideología que amenaza al

ser nacional.

Si una propaganda abrumadora, reflejo deforme de hechos malvados no pretendiera que esa Junta

procura la paz, que el general Videla defiende los derechos humanos o que el almirante Massera

ama la vida, aún cabría pedir a los señores Comandantes en Jefe de las 3 Armas que meditaran

sobre el abismo al que conducen al país tras la ilusión de ganar una guerra que, aun si mataran al

último guerrillero, no haría más que empezar bajo nuevas formas, porque las causas que hace más

de veinte años mueven la resistencia del pueblo argentino no estarán desaparecidas sino agravadas

por el recuerdo del estrago causado y la revelación de las atrocidades cometidas.

Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer

llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles.

Rodolfo Walsh. - C.I. 2845022

Buenos Aires, 24 de marzo de 1977.

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Referencias:

1 Desde enero de 1977 la Junta empezó a publicar nóminas incompletas de nuevos detenidos y de

"liberados" que en su mayoría no son tales sino procesados que dejan de estar a su disposición pero

siguen presos. Los nombres de millares de prisioneros son aún secreto militar y las condiciones para

su tortura y posterior fusilamiento permanecen intactas.

2 El dirigente peronista Jorge Lizaso fue despellejado en vida, el ex diputado radical Mario Amaya

muerto a palos, el ex diputado Muñiz Barreta desnucado de un golpe. Testimonio de una sobreviviente: "Picana en los brazos, las manos, los muslos, cerca de la boca cada vez que lloraba o

rezaba... Cada veinte minutos abrían la puerta y me decían que me iban hacer fiambre con la máquina de sierra que se escuchaba".

3 "Cadena Informativa", mensaje Nro. 4, febrero de 1977.

4 Una versión exacta aparece en esta carta de los presos en la Cárcel de Encausados al obispo de

Córdoba, monseñor Primatesta: "El 17 de mayo son retirados con el engaño de ir a la enfermería

seis compañeros que luego son fusilados. Se trata de Miguel Ángel Mosse, José Svagusa, Diana

Fidelman, Luis Verán, Ricardo Yung y Eduardo Hernández, de cuya muerte en un intento de fuga

informó el Tercer Cuerpo de Ejército. El 29 de mayo son retirados José Pucheta y Carlos Sgadurra.

Este último había sido castigado al punto de que no se podía mantener en pie sufriendo varias

fracturas de miembros. Luego aparecen también fusilados en un intento de fuga".

5 En los primeros 15 días de gobierno militar aparecieron 63 cadáveres, según los diarios. Una

proyección anual da la cifra de 1500. La presunción de que puede ascender al doble se funda en que

desde enero de 1976 la información periodística era incompleta y en el aumento global de la

represión después del golpe. Una estimación global verosímil de las muertes producidas por la Junta

es la siguiente. Muertos en combate: 600. Fusilados: 1.300. Ejecutados en secreto: 2.000. Varios.

100. Total: 4.000.

6 Carta de Isaías Zanotti, difundida por ANCLA, Agencia Clandestina de Noticias.

7 "Programa" dirigido entre julio y diciembre de 1976 por el brigadier Mariani, jefe de la Primera Brigada Aérea del Palomar. Se usaron transportes Fokker F-27.

8 El canciller vicealmirante Guzzeti en reportaje publicado por La Opinión el 3-10-76 admitió que "el terrorismo de derecha no es tal" sino "un anticuerpo".

9 El general Prats, último ministro de Ejército del presidente Allende, muerto por una bomba en setiembre de 1974. Los ex parlamentarios uruguayos Michelini y Gutiérrez Ruiz aparecieron

acribillados el 2-5-76. El cadáver del general Torres, ex presidente de Bolivia, apareció el 2-6-76, después que el ministro del Interior y ex jefe de Policía de Isabel Martínez, general Harguindeguy,

lo acusó de "simular" su secuestro.

10 Teniente Coronel Hugo lldebrando Pascarelli según La Razón del 12-6-76. Jefe del Grupo I de Artillería de Ciudadela. Pascarelli es el presunto responsable de 33 fusilamientos entre el 5 de enero y el 3 de febrero de 1977.

11 Unión de Bancos Suizos, dato correspondiente a junio de 1976. Después la situación se agravó aún más.

12 Diario Clarín.

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13 Entre los dirigentes nacionales secuestrados se cuentan Mario Aguirre de ATE, Jorge Di Pasquale de Farmacia, Oscar Smith de Luz y Fuerza. Los secuestros y asesinatos de delegados han sido particularmente graves en metalúrgicos y navales.

14 Prensa Libre, 16-12-76.

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MARIO WAINFELD

"Hace diez años sabíamos soñar"(1984)

Publicado en la Revista "Unidos", la cual dirigieron primero Carlos "Chacho" Álvarez y luego

Wainfeld. La revista, enmarcada dentro de la "Renovación Peronista"se editó hasta el año 1991.

1. El "boom" de la democracia

1.1. La victoria alfonsinista ha suscitado una revalorización de la no violencia y de los mecanismos de la democracia parlamentaria, notoria en los medios formadores (?) de opinión y en la

conversación del hombre común. Esto es positivo y merece ser bienvenido.

Lamentablemente, la revalorización es simplista pues viene apareada con una crítica ahistórica y

poco seria de todo accionar político apartado del marco de la democracia parlamentaria lo que

deriva, en lo que hace a nuestra historia reciente, en dos injusticias: a) la sobrevaloración del

gobierno de lllia, olvidando su origen ilegítimo, su popularidad limitada, sus devaneos gorilas, la

mediocridad de sus metas y de sus logros y su nula capacidad movilizatoria (por no hablar de la

proscripción de Perón). Estas tremendas limitaciones parecen no existir: se las omite mencionando

tan sólo las virtudes republicanas del Dr. Illia, su honestidad, su modestia, el funcionamiento del

parlamento y el tenaz respeto por las libertades individuales. Se incurre en una exagerada apología

de un gobierno limitado"(1); b) una injusta denostación de todo accionar político no realizado por

los mecanismos partidarios o parlamentarios. La acción directa y la violencia son criticadas

abiertamente. Es moneda corriente escuchar frases tales como "todas las violencias son igualmente

censurables" o considerar "violencia" a cualquier forma de acción directa.

1.2. Presenciamos una errada evaluación de la historia humana y -más modestamente- de nuestra historia reciente.

El pacifismo en boga parece condenar por igual a los romanos y a Espartaco; a Castro y a Batista; a los franceses y los argelinos; al F.S.L.N. y a Somoza; a la revolución libertadora y a Valle; a Carcagno y al pueblo cordobés en 1969, etcétera.

Respecto de nuestro pasado se incurre en una cerrada crítica a todo el accionar directo (proviniera de donde proviniera) producido entre 1955 y 1973, etapa que se repudia "en block" con la paradisíaca excepción de la administración Illia.

El repudio involucra a nuestra generación política: la de quienes nos asomamos a la política en la

década del 60 y contamos hoy entre 30 y 40 años, más o menos. Esta generación política, que formó

la gloriosa JP de 1973 (2) quiso participar y comprometerse, quiso una revolución para la

Argentina, se sacrificó, militó y pavimentó con su sangre el camino de la hoy naciente democracia.

Hoy se la ha olvidado o -lo que es peor- recusado como una de las gestoras de esas violencias

"igualmente repudiables". Creo que ya es hora de separar la paja del trigo. Por eso me propongo

hablar de la violencia, de nuestra generación, de su proyecto y de su futuro.

2. Perogrulladas sobre la violencia

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2.1. La crítica a la violencia tiene un origen claro y razonable: el terrorismo de izquierda y de

derecha, y -en especial- la guerra de Malvinas y el terrorismo de estado han generado un natural

deseo de paz. El autoritarismo integral del proceso ha condicionado a una joven generación que

creció entre 1976 y 1983 y cree en la paz como valor absoluto. Toda violencia es criticada. La

democracia (a veces confundida con la libertad de expresión o la falta de represión) es enaltecida

como valor supremo.

Estos planteos -válidos en general- son llevados a un nivel extremo tan absoluto y ahistórico que los torna falsos.

No todas las violencias son (ni han sido, ni serán) idénticas. La violencia (en eso estamos de acuerdo con la interpretación en boga) nunca es deseable. Pero (en esto discrepamos) a veces es necesaria y justa.

La violencia de los opresores no es igual a la de los oprimidos. Esta es, a veces, el único camino para romper con la dependencia o la dominación. En ese caso lo censurable no es la violencia sino la inacción.

Ningún medio es neutro: la violencia tampoco; por eso es desaconsejable (en caso de poder elegirse). Habitualmente exacerba la venganza y desalienta a las mayorías. En las sociedades

modernas toda tarea requiere especialistas: también la violencia que se transforma en una actividad para iniciados (3). Por lo general, los mejores en la lucha no son los mejores para la política.

A veces los veteranos de guerra ni siquiera pueden vivir en paz.

Creo haber sido claro: la violencia es indeseable. Es el último de los medios. Pero existe. A veces es necesaria y justa. Y, fundamentalmente no es cierto que toda violencia sea igual a otra.

2.2. Hace diez o quince años no hubiera escrito estas perogrulladas que -por lo demás-hubieran tenido poco eco en mi generación política.

Es que nosotros nacimos a la política bajo la violencia gorila y la vivimos continuamente: el 16 de junio de 1955; José León Suárez; Valle, Valiese, el Conintes, Mussi, Méndez, Retamal, Bello, Cabral, el cordobazo, Trelew formaron nuestra experiencia y nuestra conciencia. La resistencia a la

opresión asumía a veces formas violentas: nos parecía justo. Me apresuro a decirlo. A mí, al menos, me sigue pareciendo.

La resistencia peronista, las luchas obreras contra el Conintes, el cordobazo, son momentos

gloriosos de las luchas populares argentinas. El pacifismo a ultranza olvida injustamente a mártires

que lucharon por la justicia social y la democracia con los medios que les permitía el sistema.

Porque, bueno es señalarlo, en 1955, en 1958, en 1963 y en 1969 no se votaba libremente o (más

llanamente) no se votaba. Los caminos democráticos estaban cerrados. La lucha popular no puede

detenerse por decreto: asume las formas que le imponen las circunstancias. Los pueblos no odian

porque sí ni desean la guerra. Eso Perón lo sabía y lo encarnaba. Pero a veces son obligados a odiar y a pelear. Ese odio, esas luchas son justas. Así lo entendimos muchos de nosotros hace diez, quince o veinte años. Así lo sigo entendiendo. (4)

2.3. No todas son rosas. Hoy se ama acríticamente la paz; parte de nuestra generación amó en exceso la violencia. Creyó que no era una imposición de la historia sino una beneficiosa necesidad.

Pensó que -como el fuego- purificaba todo lo que tocaba.

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Debe aclararse que -contrariamente a lo que surge de la leyenda de la "guerra sucia" fueron pocos los que actuaron en la guerrilla.

En la Argentina no hubo, ni por asomo, 30.000 guerrilleros. La cantidad la inventaron quienes

querían justificar 30.000 desaparecidos. Pero sí es verdad que -en general- nuestra generación pensó

en los fines y no en los medios y que menospreciábamos las libertades públicas y los derechos constitucionales que considerábamos meros formalismos.

Nos importaba la toma del poder, con miras a realizar "la revolución". Desarrollamos una mentalidad militarista y maquiavélica (búsqueda del objetivo con desprecio por el "enemigo" y los medios).

Para muchos la lucha violenta cesó cuando el peronismo llegó al gobierno. Muchos otros siguieron avalando -siquiera argumentalmente- el uso de la fuerza. Algunos pocos la ejercieron.

Esa conducta le vino como anillo al dedo a los enemigos del cambio quienes hábilmente

identificaron a toda nuestra generación con el montonerismo. Todo aquel que propugnaba cambios

sustanciales en la sociedad era sospechoso de ser guerrillero. La simplificación, iniciada por

sectores de nuestro propio movimiento, fue llevada al paroxismo durante el proceso. Los propios

montoneros la fomentaron pues los transformaba en el único referente válido del peronismo

revolucionario.

La dinámica política nos obligó a desarrollar un discurso negativo: en lugar de explicar quiénes éramos y qué queríamos debíamos arrancar aclarando lo que no éramos: montoneros. En lugar de reclamar y promover cambios debimos dedicarnos a pedir disculpas (por lo que no éramos). Durante el proceso, probarlo era cuestión de vida o muerte.

Ante la alternativa electoral, como con reflejos retardados, optamos por la buena letra, quizá por

temor a que reaparecieran los viejos reproches...

2.4. Nuestra generación quizá amó en exceso la lucha; pero fue (y ése sigue siendo su principal mérito) la generación del compromiso desinteresado. Quisimos participar y cambiar la sociedad.

Hacían falta ganas (que nos sobraban) y proyecto. Con algún proyecto nos comprometimos todos. Entonces nos preocupaba el proyecto y no la democracia. Hoy vivimos la democracia sin proyecto.

Quizá sea nuestra misión, a partir de nuestra dura experiencia, encontrar la síntesis.

3. Elogio de la democracia

3.1. La democracia puede ser un medio y el marco idóneo para procurar el cambio social. Hace diez años no queríamos o no sabíamos verlo. Parece mentira: siempre el pueblo (peronista, yrigoyenista)

llegaba al poder mediante el voto. Sin embargo ese "dato" no nos decía nada o casi nada.

Hoy sabemos que en la Argentina (como dice Alfonsín) la democracia puede ser la diferencia entre la vida y la muerte. Como no amamos la muerte la diferencia nos resulta sensible.

No es sensato, en la actual coyuntura, plantear antinomias tales como "democracia o comida" o "democracia o soberanía". Dentro de la democracia no hay hoy una alternativa seria al alfonsinismo.

Seamos honestos: este peronismo no es opción.

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Tampoco es opción el "autoritarismo eficaz". En la Argentina no hay tal: el autoritarismo mata, hambrea y pierde las guerras y los territorios.

Llevada la cuestión a un simple slogan; la opción hoy y aquí (con este peronismo) es Alfonsín o Videla. Quien opine lo contrario o miente o se equivoca.

3.2. El gobierno alfonsinista fue elegido por el pueblo. ¿Fue acertada la elección? Es cuestión discutible que no deseo tratar acá. No me parece suficiente decir que el pueblo nunca se equivoca.

La afirmación es simplista, producto de nuestra soberbia cuando la mayoría nos apoyaba.

El pueblo difícilmente yerre en lo que rechaza. Es más posible que no acierte en lo que se propone. Es más fácil tener conciencia sobre el pasado (-es algo existencial-) que sobre el futuro (lo que a veces requiere datos, horizontes culturales, o conocimientos técnicos).

La conciencia popular es un producto histórico y como tal mudable. Tras años de miedo,

desinformación e inacción política la conciencia popular necesariamente debe retroceder y puede

cometer errores. Afirmar lo contrario es atribuirle carácter mágico y negar consiguientemente el

valor de la educación, de los medios de difusión y del adoctrinamiento político. Si la conciencia

popular fuera perfecta sería inexplicable que Perón se hubiera pasado la vida adoctrinando...

Pero no es ésa la cuestión. Democracia es hacer lo que el pueblo quiere, equivocado o no. El pueblo eligió libremente a Alfonsín. Para los peronistas eso debe ser suficiente. Este gobierno es también nuestro y como tal debemos defenderlo.

3.3. Acá se acaba mi oficialismo. Porque creo que la "democracia de Alfonsín" no conlleva un proceso de liberación nacional y de cambio social. Es, dicho con respeto, una "democracia boba". Pero la culpa no es sólo de Alfonsín. Es también de los peronistas quienes tenemos la obligación y la posibilidad de darle contenido.

La democracia no quita el hambre, pero da posibilidades de reclamar comida; de hacer huelgas, de

planificar planes alimentarios y -lo que es más importante- de procurar en breve plazo conseguir el poder para intentar erradicar la pobreza.

Esta democracia no castiga a los asesinos pero tampoco los hace presidentes. Ni mata.

La democracia no garantiza el surgimiento de organizaciones libres del pueblo pero lo posibilita.

Esta democracia no es, en suma, la panacea que pregonan los radicales. Pero es el marco idóneo para buscar soluciones.

La democracia privilegia el número y las mayorías. Las mayorías son nacionales y

populares. Ergo...

Cien años de democracia es magro proyecto y poco sueño si esa democracia no tiene un contenido de liberación nacional y revolución social que difícilmente pueda serie dado por el radicalismo a quien conforma ese sueño chiquito (y con todo, tan difícil).

El alfonsinismo no prometió una nueva Argentina. Aun si cumpliera sus 100 medidas el nuestro seguiría siendo un país dependiente, sometido económica y culturalmente y flagrantemente injusto

en la distribución de la riqueza y del poder social.

Nuestro pueblo sabía eso y lo votó, seguramente porque ansiaba la moderación, honestidad y falta de represión que el radicalismo prometía y garantizaba.

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Dentro de cinco años el pueblo, desprovisto de miedos, mejor organizado, educado y concientizado tendrá posiblemente avideces mayores. El alfonsinismo no podrá satisfacerlas. Quizá lo hagamos nosotros, si recreamos el peronismo revolucionario.

Sí fracasamos es posible que arrastremos con nosotros a la democracia. En todo caso la expondremos a un peligro que ya se vivió en 1976: la existencia de un oficialismo insatisfactorio pero que aparezca como invencible electoralmente.

La democracia se vigorizará si existe una opción popular ante el oficialismo, como no la hubo en 1976 ni la hay hasta hoy.

El peronismo debe ser esa opción. Puede y debe resurgir dentro del marco democrático que debemos preservar con congruencia ideológica y también por conveniencia: garantiza nuestra subsistencia y posibilita nuestro regreso al poder.

Creo que la vieja dirigencia del peronismo, maríscala de cien derrotas, no está en condiciones de "aggiornar" al peronismo, dentro del marco democrático, Esa tarea compete a nuestra generación.

4. Remozar nuestras banderas

¿Cuáles son hoy nuestras banderas?. En esencia, las mismas de siempre. Pero, como decía Perón, sólo los grandes principios son eternos: los proyectos políticos deben ser reformulados y adecuados

a la evolución histórica. Esa tarea nos compete y aún está pendiente.

Seamos sinceros: las veinte verdades y las tres banderas por sí solas no definen qué hacer aquí y ahora. La felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación son objetivos permanentes pero no precisos.

Por supuesto no seré yo quien dé las respuestas, que sólo podrán surgir de un debate popular demorado y olvidado hace rato.

Propongo apenas algunos ejes para debatir, "infiltrando" alguna que otra opinión personal.

4.1. Debemos recrear el poder y la participación popular.

Parafraseando a Jauretche diré que el poder del pueblo creció cuando Rosas le otorgó trabajo a una

lanza; cuando Yrigoyen le procuró la libreta de enrolamiento; cuando Perón le dio el carné sindical

a los trabajadores y la libreta cívica a las mujeres. ¿Qué cambio proponemos después de casi

cuarenta años? ¿Nada más que devolverles la libreta y el carné?

¿Existe vocación participativa en la Argentina? Me atrevo a decir que en un tiempo la exageramos.

La mayoría de los cambios sociopolíticos fue gestada por los líderes y apoyada por lo masas y no a

la inversa. La débil respuesta popular ante el proceso (5) parece confirmar esa tendencia. ¿La

desmovilización fue una constante histórica o producto del miedo? En cualquiera de los dos casos

¿cómo revertiría?

4.2. La consigna "liberación o dependencia", producto del genio sintetizador de Perón, no ha sido

superada. Pero no exageremos; esa definición no nos ahorra el debate. Nos sirve sí para desconfiar

de algunos amores del alfonsinismo (Mitterrand, Felipe González, mañana algún Kennedy) pero poco más.

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La frase "ni yankis ni marxistas" es antigua. Seguimos estando de acuerdo en que debemos independizarnos de los poderes internacionales. Pero la consigna no abarca a todos los poderes: v.gr. la socialdemocracia, la democracia cristiana, la propia Iglesia católica en cuanto poder político, etc.

Además, nuestra relación con los EE.UU. ha variado sustancialmente. Nuestra dependencia de Gran Bretaña era la más clásica; teníamos economías complementarias: comprábamos caro y vendíamos barato.

La posterior relación con EE.UU. generó una dependencia diferente y más sutil. Nuestras economías no son complementarias sino competitivas. A los americanos no puede preocuparles esa competencia por su escasa importancia.

Desde luego al capitalismo foráneo siempre le interesó dominar nuestro mercado. Pero no debemos

exagerar ese interés: tengamos en cuenta que nuestro mercado es -en términos de poder internacional- muy reducido.

Por eso a los yankis le costó atarnos a su carro. Entre 1946 y 1955 bastó un relativo aislamiento en especial de los organismos internacionales. En 1973 la cuestión era más difícil. Se procuró la integración económica con otros mercados.

Martínez de Hoz consiguió atarnos férreamente a la dominación yanki a través de la dependencia financiera. Hoy no vendemos nada ni compramos nada a los yankis y les "debemos" toda nuestra riqueza.

¿Qué hacer con la deuda externa? Las respuestas oficiales del peronismo y del radicalismo son apenas variaciones retóricas de las que propone el enemigo.

¿No hay otras alternativas? Sospecho que sí. Pero, desde el peronismo, no han sido ni esbozadas.

Si la respuesta fuera negativa ¿no debiéramos modificar nuestro planteo de independencia? ¿es

independiente quien trabaja para pagar usura por un capital que nunca recibió?

En el último de los casos ¿hay una forma "nacional y popular" de pagar la deuda externa?

4.3. En 1945 la liberación se ligaba a un proyecto autárquico en lo económico. Valorativamente la

autarquía debería seguir agradando a los peronistas, aún cuando arrastrase determinado atraso tecnológico. En general se insiste en que ese proyecto es hoy inviable. Pero el tema no se ha

discutido seriamente dentro del peronismo.

¿Cuál sería el perfil productivo deseable de la Argentina independiente?

Nuestra política exportadora ha tenido siempre como principales compradores a los países del "centro" (Inglaterra, el Mercado Común, la URSS durante el proceso). ¿No es posible cambiar nuestra producción exportable orientándola hacia el intercambio con los países latinoamericanos y del tercer mundo? (6)

La realidad demuestra que nuestros lazos con otros países del tercer mundo sólo pueden consolidarse cuando se sustentan en alguna base material. El intercambio y la cooperación

económica son la base necesaria para la consolidación de alianzas que -de lo contrario-mueren en las declaraciones o en los papeles.

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4.4. Esto nos trae de la mano a otro tema sustancial: la integración latinoamericana. Perón fijó como límite el año 2.000. Quedan apenas quince años. Insisto: el único medio idóneo para la integración es la consagración a realizaciones conjuntas.

La complementación económica, el intercambio, el fin de los conflictos fratricidas, las obras

públicas conjuntas son las llaves de la unidad. ¿Qué esperamos para empezar? ¿que los países

hermanos lleguen a la democracia? Es una solución errada, ideologista en el peor sentido de la

palabra. Los pueblos son hermanos más allá de sus gobiernos. El tiempo nos apremia y -por lo

demás- debemos aceptar con realismo que es difícil que exista sincrónicamente democracia en

América Latina en el corto plazo.

4.5. Nuestra autonomía cultural pudo ser en 1945 una mezcla de orgullo nacional y cierta xenofobia.

Los medios de comunicación social han tornado obsoleto ese modelo. Nuestra destacada dirigencia

sigue amándolo, quizá porque recién se enteró de la existencia de la TV gracias a la campaña de Alfonsín.

¿Cómo se vertebra una cultura nacional en un mundo penetrado por los medios masivos de difusión y necesariamente cosmopolita?

¿Cómo se expresa nuestro pueblo frente a productos brillantes elaborados por comunidades más capacitadas en el manejo de esos medios? No neguemos esa superioridad pero tampoco caigamos

en el error (hoy común) de olvidar que esas comunidades siguen siendo imperialistas y dominantes.

¿Cómo evitar -dicho en simple- que los mejores programas de nuestra TV sean las miniseries extranjeras sin necesidad de prohibirlas? ¿Cómo impedir que en la cultura argentina se planteen opciones tan poco seductoras como Romay u O'Donnell?

4.6. Revivamos al revisionismo histórico que ya ha cumplido un ciclo. Fue juvenil, contestatario e irreverente. Hoy se ha transformado en una nueva religión con su santoral y su intocable dogma. Por eso no atrae a los jóvenes como nos atrajo a nosotros.

Debemos desempolvarlo, recrearlo y fundamentalmente seguir revisando la historia que no es lo

mismo que seguir repitiendo lecciones ya aprendidas. La revisión y la crítica deben ser continuas. Las ciencias sociales no son comisiones de homenaje permanentes.

El revisionismo histórico en un momento y las "cátedras nacionales" en otro movilizaron sectores

intelectuales porque propusieron nuevas visiones de la historia y de la sociedad. Si queremos seguir

su camino debemos ser innovadores como ellos y no tontos repetidores de sus aciertos, errores y

anacronismos.

4.7. Hace diez o quince años se discutía en nuestro frente nacional entre capitalismo y socialismo. Hoy ese debate interno ha cesado.

Parecemos haber aceptado resignadamente al capitalismo. ¿No valdrá la pena recrear o reorientar la discusión? ¿No vale la pena analizar el cooperativismo; la cogestión, la autogestión, el accionarado obrero o la participación en las ganancias?

¿Es viable el capitalismo independiente? ¿qué puede esperarse del "empresariado nacional" que habitualmente se ha beneficiado con los gobiernos populares pese a lo cual a la hora de la verdad fue golpista y promilitar?

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4.8. El "proceso" destruyó a la comunidad argentina; también al Estado. La ineficiencia estatal no es hoy sólo un slogan del liberalismo: también un dato de la realidad. El peronismo actual ¿es un mero

dirigismo de Nuevo cuño o aún pretende cambiar cualitativamente el rol del Estado?

En cualquiera de los dos casos ¿hemos pensado cómo cambiar la mentalidad de la burocracia estatal y como variar el escepticismo popular sobre el Estado?

4.9. ¿Debemos aceptar la "santidad" de la constitución de 1853 o -en caso de cambiarla- la de 1949? Considero que en ambos casos la respuesta es negativa. Debemos promover una reforma constitucional adecuada a nuestra experiencia y a nuestro proyecto.

La Constitución de 1853 es una antigualla hiperindividualista que no contempla seriamente los derechos sociales, ni el rol del Estado, ni el recurso de amparo, ni el principio de la ley penal más benigna, etc., etc.

Además el sistema de distribución del poder es inadecuado por dos razones: 1) impide la reelección

presidencial dificultando así la consolidación de liderazgos populares. Este defecto no existe en la Constitución de 1949 pero sí el que viene. 2) En su funcionamiento práctico posibilita -como sucede

parcialmente ahora- que el ejecutivo sea dirigido por un partido y el legislativo por otro u otros.

Ese empate paraliza el poder político, lo que no es deseable (7). Los peronistas, que siempre hemos

sido partidarios de ampliar el poder político de los gobiernos populares deberíamos denunciar esas carencias y no hacer abuso de ellas. No lo hacemos por oportunismo; porque hoy somos oposición.

Los radicales son ideologistas, aman más a la Constitución de 1853 que al poder.

Tampoco la censuran. Sin embargo, la división del poder político (de por sí limitado frente a poderes sociales y económicos antinacionales que son homogéneos y no se dividen) es consecuencia inmediata del funcionamiento práctico del sistema de división de poderes diseñado en 1853.

5. Rescatar nuestras raíces

5.1. ¿Cómo afrontar tantos debates y compromisos? Recuperando de nuestro pasado lo mucho que tiene de positivo y enriqueciéndolo con nuestra dura experiencia.

Muchos de nuestros compañeros se entregaron de lleno y sin apetencias materiales a la vida política. Algunos erraron el camino y terminaron (quizá sin quererlo) sirviendo a minorías antinacionales.

Para la descalificación política no debe extenderse a lo personal: toda esa militancia fue honesta,

desinteresada y valiente.

Aun en el caso extremo de los montoneros debemos diferenciar entre los jerarcas y los militantes, valorando la dignidad, el coraje y la sangre de éstos.

Hacerlo no implica suscribir su política ni mucho menos intentar reiterarla.

La nuestra fue una generación de militantes. No es poco mérito en un país que hoy aparece como individualista, desmovilizado y descreído.

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Rescatemos con mayor orgullo aún la actitud de quienes creímos en la posibilidad de un cambio revolucionario bajo la conducción de Perón. La historia nos ha dado la razón. Ese cambio era el camino.

La autocrítica de muchos "ultras" de entonces confirma tardía, y quizá ya vanamente, nuestra verdad. 5.2. Recuperemos nuestras figuras. Sin la soberbia de ayer pero con igual pasión debemos releer a

Perón, a Evita, a Cooke, a Hernández Arregui, a Scalabrini y a Jauretche (si se me permite una sugerencia, sobre todo a Perón y a Jauretche).

Ampliemos nuestro "panteón" incorporando sin sectarismo a pensadores y escritores del bando

nacional aunque no sean peronistas o hayan criticado al peronismo. Criticar al peronismo no es

pecado: a veces es acierto. Aunque las críticas hayan sido injustas debemos juzgar a los hombres

por sus trayectorias y no por hechos o errores aislados. Nosotros también nos hemos equivocado:

eso debe hacernos más comprensivos. Un ejemplo: no parece sensato que dentro del peronismo se

siga cuestionando aún hoy a un argentino desgarrado y valiente como Ernesto Sábato (quien, dicho

sea de paso, ya mereció el respeto de Hernández Arregui y Jauretche).

Las críticas de Rodolfo Walsh a ciertos sectores o prácticas del peronismo no deben ser obstáculo

para que sintamos como nuestro al cronista de la "operación masacre", al autor de "Esa mujer"; al

periodista que Videla consideró necesario suprimir. Periodistas como Rodolfo Terragno, quien criticó al peronismo en 1973 cuando todos eran loas y lo defendió en 1976 cuando el golpe era un

hecho, merecen nuestro respeto.

5.3. Seamos más tolerantes con los propios peronistas. Respetemos las figuras que antaño nos parecían menores o incurablemente moderadas. Miguel

Miranda y José Gelbard fueron los ejecutores de la auténtica política económica peronista:

heterodoxa, antiliberal, pero otorgadora de buenos salarios y beneficios sociales, una política de

pleno empleo, de cines, restaurantes y canchas de fútbol repletas y de alto consumo popular.

Tenemos que reivindicar la imagen de José Rucci, el hombre de la CGT que avaló el Pacto social de

Perón y lo pagó con su vida. Recordemos al silencioso y eficaz Dr. Ramón Carrillo.

Honremos al noble Dr. Taiana quien siempre estuvo donde el peronismo lo puso y recibió en pago diatribas y cárcel. Por último: no creo que nadie que lo haya conocido pueda olvidar al padre Mujica.

5 4. Sigamos recordando a los compañeros de otros países que lucharon por la liberación de sus pueblos. En el pasado los veneramos tanto que creímos extrapolares sus experiencias; fue un error. No cometamos el inverso e igualmente grave de olvidarlos.

Sandino, Zapata, Lázaro Cárdenas, Jacobo Arbenz, Nasser, Velazco Alvarado, Mao Tsé Tung, el

primer Paz Estenssoro, Salvador Allende, etc., fueron nuestros compañeros. Las diferencias

metodológicas son producto de la historia y no deben ignorarse pero tampoco exagerar su

importancia. Todos los que luchan por la liberación nacional tienen algo en común. Siempre

estaremos más cerca de ellos que de Mitterrand, aunque seamos democráticos y tengamos

Parlamento...

5.5. Sé, mientras escribo esto, que será difícil encontrar un solo compañero que comparta este listado en un ciento por ciento. No es esa la cuestión. Sólo propugno la coincidencia sustancial y -desde esa posición común- la discusión acerca de las diferencias.

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6. Conclusión y propuesta

6.1. Se ha dicho que la principal víctima de la represión del proceso fue la clase media. Es una

falacia. Importantísimos cuadros medios de la clase trabajadora fueron barridos por la represión. Si

se sabe menos de ellos es porque tienen menos prensa; no porque hayan sido menos víctimas.

Es bastante más acertado señalar que hubo una generación favorita de la represión: la nuestra. Nos han deteriorado, torturado, quebrado y matado.

6.2. Debemos abandonar el miedo; también la culpa. El miedo paralizó a muchos. La culpa nos hizo ponernos a un costado en la última interna y bajar las banderas.

Diez años atrás éramos sectarios: decíamos que quien no pensaba como nosotros no era peronista. Nos equivocábamos: el peronismo contenía contradicciones que no podíamos resolver políticamente y pretendíamos negar a través del lenguaje.

En 1983, quizá acosados por una injusta culpa, optamos por un movimientismo absurdo. Creímos que un movimiento político carente de conducción y compuesto por facciones por demás diversas y

antagónicas podía alcanzar por sí solo un equilibrio. Algo así como pensar que una reunión entre un grupo del ultraizquíerda y otro de ultraderecha genera una conclusión de centro cuando lo más

posible es que genere un tiroteo.

Preferimos callar nuestro proyecto y ceder el paso a hombres gastados, seguramente para evitar que nos tildaran de zurdos o infiltrados. Olvidamos que llevábamos, los más nuevos, más de una década de peronismo y que las culpas del último fracaso era de esos dirigentes y no nuestra.

Respetamos en exceso a quienes no lo merecían. Así nos fue.

6.3. Desde el 1o de julio de 1974 venimos de derrota en derrota.

Nosotros, que nos identificábamos con la "V" de la victoria.

Tenemos que aprender de esas derrotas, reconocer nuestras limitaciones, pero también ser conscientes de nuestras virtudes.

Hemos ofrendado años de lucha, de entrega sin claudicaciones ni beneficios.

Ninguna fuerza política tiene tantos militantes y cuadros valiosos para integrar al Movimiento Nacional. El pasado debe servirnos pero no abrumarnos. No podemos sentirnos inmortales ni invencibles como lo hicimos alguna vez. La vida nos demostró cuánto errábamos.

Pero sí debemos enfatizar que -en lo esencial- teníamos (y seguimos teniendo) razón.

Y que si (a veces, algunos) erramos en los medios, por lo menos sabíamos soñar.

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NOTAS

1 Desde luego, esto no implica justificar el golpe de Onganía, así como las críticas que hemos hecho en esta revista al gobierno de Isabel, no justifican el golpe de Videla.

2 Es necesario salir al cruce de una leyenda tejida por la propaganda del "proceso", que aún goza de buena prensa. La JP no estuvo compuesta sólo por Montoneros y la "tendencia". La integramos también quienes conformábamos otros sectores juveniles e innumerables militantes no encuadrados definidamente. Cierto es que la "tendencia" fue mayoritaría entre 1972 y 1974 pero es también verdad que fue perdiendo progresivamente predicamento en la medida en que su enfrenamiento con el General Perón se hizo ostensible.

3 Uno de los impactos más tremendos que produce el libro "Recuerdos de la muerte" de Miguel Bonasso es el relato del "enamoramiento" y la simbiosis que se produce entre los represores del Ejército y Marina y los cuadros montoneros. Pareciera que la actividad similar generara lazos seudocorporativos aún superiores a la ideología.

4 Hablando concretamente pienso que se pueden distinguir de 1955 a 1976 dos formas de violencia no estatal: 1) la popular y algo inorgánica: "resistencia", cordobazo, etc. No incluye la práctica del terrorismo ni en general la de la violencia contra las personas. Históricamente la reivindico como legítima. 2) La guerrillera, siempre elitista y cuestionable en su utilización del crimen individual. De todas formas, en el accionar guerrillero hasta 1973 puede reconocerse una forma de resistencia a la opresión. Así lo entendió el Parlamento argentino en 1973 cuando dictó la ley de Amnistía. La continuación de la guerrilla después del 25 de mayo de 1973 es repudiable política y éticamente. Debilitó al gobierno popular, acentuó sus contradicciones, exacerbó la violencia y desmovilizó al pueblo. La ley de Amnistía que pudo ser un hito importante en nuestra historia, perdió así toda relevancia.

5 Sobre la desmovilización en el Proceso ver el artículo de Roberto Marafioti en Unidos N" 3 ("El proceso, herencia de la nueva democracia") en especial páginas 65 y 66.

6 Jauretche proponía modificar la estructura agrícola-ganadera orientándola a producir más carne de

menor calidad y a incentivar la industria láctea y sus derivados, fomentando así la

exportación hacia países del tercer mundo ávidos de alimentos esenciales y baratos. La aventura parece posible: la industria láctea es quizá la única que progresó durante el "proceso". Los beneficios, como ya he dicho, no serían sólo económicos.

7 Ese empate no se produce en el funcionamiento actual de las democracias occidentales. En Francia, Italia, Alemania, Gran Bretaña y los Países escandinavos el sistema es parlamentarista. Si el ejecutivo está en minoría en el Parlamento puede disolverlo y convocar a nuevas elecciones, buscando la mayoría. Si vuelve a quedar en minoría habitualmente debe dimitir y permitir que el Parlamento designe Primer Ministro o Presidente (obviamente del partido mayoritarío). En EE.UU. el sistema es presidencial, como acá. Pero se diferencia en que los partidos no tienen

disciplina de bloque. Los parlamentarios no acatan disciplinadamente a sus partidos. No hay, por

tanto, certeza de oposición cerrada al ejecutivo aún cuando esté en minoría. Quien no crea en mi modesta palabra, puede leer con provecho Duverger ("Las dos caras de Occidente", Ed. Ariel).

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RAÚL ALFONSÍN

"Discurso en Parque Norte" 1 de diciembre de 1985

La Argentina afronta la necesidad de construir un futuro capaz de sacarla de largos años de

decadencia y de frustraciones. Como sociedad se encuentra en una de las más serias encrucijadas de su historia en las vísperas del siglo XXI y en medio de una mutación civilizatoria a escala mundial,

deberá decidir si ingresará a ese proceso como protagonista o como furgón de cola de las grandes

potencias hegemónicas.

La lógica del poder en el mundo del futuro no perdonará a quienes abdiquen de la voluntad de autodeterminarse.

Sin aspirar ilusoriamente a constituirse en una potencia mundial, la Argentina como sociedad

dotada de riquezas naturales y humanas considerables, puede y debe aspirar a desempeñar un papel

significativo en este profundo proceso de transición que vive la humanidad, tan crucial y dramático

como lo fueron hace dos siglos la revolución industrial y la revolución democrática, que abrieron

nuevos horizontes para la historia de Occidente y de la humanidad toda.

¿Cómo hacerlo? ¿Sobre cuáles bases definir nuestro posible futuro? ¿En qué marco colocar nuestra

voluntad de transformación? Acometer una empresa colectiva no es tarea simple. Implica una

movilización de energías que abarca no sólo la dirección política de la sociedad al Estado y al

sistema político sino también a los grupos y a los individuos para que, sin renunciar a la defensa de

sus intereses legítimos, sean capaces de articularlos en una fórmula de solidaridad.

El futuro es siempre deudor de voluntades, de actores, de entusiasmo y de inteligencia colectiva. No hay empresa nacional sin pueblo y no hay pueblo sin personas conscientes de que su vida cotidiana forma parte de la vida de la comunidad.

Frente al fracaso y al estancamiento venimos a proponer hoy el camino de la modernización. Pero no lo queremos transitar sacrificando los valores permanentes de la ética. Afirmaremos que sólo la

democracia hace posible la conjugación de ambas exigencias. Una democracia solidaria,

participativa y eficaz, capaz de impulsar las energías, de poner en tensión las fuerzas acumuladas en la sociedad.

Combinar la dimensión de la modernización en el reclamo ético, dentro del proceso de construcción de una democracia estable, implica la articulación de una serie de valores que redefinen en su interacción, puesto que la modernización es calificada por sus contenidos éticos y la ética lo es por el proceso de modernización.

La modernización que se propugna ha de estar en concordancia con las premisas y condiciones del

proyecto de sociedad aquí propuesto. No se trata de modernizar con arreglo a un criterio exclusivo

de eficientismo técnico, aun considerando la dimensión tecnológica de la modernización como

fundamental; se trata de poner en marcha un proceso modernizador tal que tienda progresivamente a

incrementar el bienestar general, de modo que la sociedad en su conjunto pueda beneficiarse de sus

frutos. Una modernización que se piense y se practique pura y exclusivamente como un modo de

reducir costos, de preservar competitividad y de acrecentar ganancias es una modernización

estrecha en su concepción y, además, socialmente injusta, puesto que deja por completo de lado las

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consecuencias que los cambios introducidos por ella acarrearán respecto del bienestar de quienes

trabajan y de la sociedad en su conjunto.

Aquí se propone una concepción más rica, integral y racional de la modernización que, sin sacrificar los necesarios criterios de la eficiencia, los inserte en el cuadro más amplio de la realidad social global, de las necesidades de los trabajadores, de las demandas de los consumidores e incluso de las exigencias de la actividad económica general del país.

Sin duda, esta concepción integral de la modernización, que solo es pensable en un marco de

democracia y de equidad social, planteará dificultades y problemas en ocasión de su

implementación efectiva. Se sabe que no siempre es fácil conciliar armoniosamente eficiencia con

justicia. No obstante, desde la óptica de una ética como la que aquí se promueve, se ha de mantener

que tal es la concepción más válida de la modernización, ya que sólo hay modernización cabal

donde hay verdadera democracia y, por lo tanto, donde hay solidaridad, ya que nuestra concepción

de la democracia nos obliga a mirar a la sociedad desde el punto de vista de quien está en

desventaja.

En rigor, el razonamiento implica postular la propuesta de un proyecto de democracia -como tal

opuesto a otros proyectos- y de ninguna manera afirma que democracia y modernización estén por

fuerza vinculadas históricamente. El "trípode" es un programa, una propuesta para la colectividad, no una ley de la Historia. Sólo podrá realizarse si se pone a su servicio una poderosa voluntad

colectiva.

En política, los términos no son neutrales ni unívocos deben ser definidos. Ya lo hicimos al precisar

nuestra concepción de democracia. También son varios los significados de modernización. Nosotros

la concebimos taxativamente articulada con la democracia participativa y con la ética de la

solidaridad. [...] Las crisis de los primeros ciclos de modernización han dejado al desnudo entre

nosotros las falencias con las que ellos se estructuraron en el momento de su expansión. La

Argentina creció por agregación y no por síntesis. La modernización y la industrialización fueron

así suturando procesos de cambio a medias, incompletos, en los que cada transformación arrastraba

una continuidad con lo viejo, sobre agregándose a él. De hecho, la sociedad se fue transformando en

una suma de agregados sociales que acumulaban demandas sobre el Estado y se organizaban

facciosamente para defender sus intereses particulares. El resultado de esa corporativización

creciente fue una sociedad bloqueada y un Estado sobrecargado de presiones particularistas que se

expresaba en un reglamentarismo jurídico cada vez más copioso y paralizante, al par que

sancionaba sucesivos regímenes de privilegio para distintos grupos. Los costos de funcionamiento

de una trama social así organizada sólo podían ser financiados por la inflación que, como veremos,

se transformó entre nosotros en la forma perversa de resolución de los conflictos.

En las condiciones y bajo las necesidades de hoy, encarar una nueva modernización como salida de una prolongada crisis de la anterior, implica crear, en lugar de esa sociedad bloqueada con la que culminó el ciclo precedente, una sociedad flexible.

¿Qué entendemos por flexibilidad de una sociedad? Obviamente, no se trata de propugnar la disolución de todos los elementos de orden y disciplina social, consensualmente aceptados. La

flexibilidad no es la anomia ni el rechazo de los valores que constituyen la estructura de toda convivencia civilizada.

Pero si el respeto a las normas es indispensable para sostener la vida en común, un exceso de

rigidez en las mismas puede acarrear la presencia de frenos para la innovación. Las sociedades

tratan de buscar el equilibrio entre la continuidad y el cambio. Tal como lo postulamos, la

flexibilidad significa posibilidad de apertura a nuevas fronteras. Implica, además, consolidar en

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todas las dimensiones el rasgo más elocuente de la modernización, que es la capacidad de elección

de los hombres frente a la obediencia ciega ante la proscripción.

Dadas las características con las que se dio nuestro crecimiento, tenemos a nuestras espaldas

bastiones de derechos adquiridos, nichos de privilegios que se fueron sobre agregando a nuestra

legislación, haciendo que nuestro estado social no fuera el producto de una universalización de

derechos sino la sumatoria de derechos particulares que generaban una ineficiencia generalizada. La

manera en que se ha organizado entre nosotros la previsión social y el derecho a la salud -dos

conquistas fundamentales de la sociedad contemporánea-es un ejemplo palmario de esta

dilapidación de recursos humanos y materiales.

En el caso de nuestra economía, esta rigidez es también un elocuente testimonio de nuestros

fracasos. ¿Cuántos recursos se despilfarran por carencia de una mayor flexibilización de las normas de trabajo, de producción y de gestión? Y esta rigidez paralizante abarca tanto al sector público

como al privado. Porque la sociedad es una y sus vicios de crecimiento han empapado a todos los sectores.

Al plantear esta exigencia de flexibilidad en todos los órdenes como una característica central de la

modernización en la Argentina, buscamos, además, desplazar la discusión de los ejes en los que

habitualmente se la coloca. Nos referimos a una homologación simplista entre modernización y

cambio tecnológico. La incorporación de tecnologías de punta no tiene efectos mágicos, no

moderniza automáticamente a una sociedad y, menos aún, garantiza que la modernización sea

compatible con la participación y con la solidaridad. Transformar en eficiente una sociedad quiere decir sobre todo y antes que nada, mejorar la calidad

de la vida de los hombres. En ese sentido el proceso procura modernizar no sólo la economía, sino también las relaciones sociales y la gestión del Estado, dotando a los ciudadanos de cuotas

crecientes de responsabilidad, a fin de asociarlos a una empresa común.

La modernización no es tema exclusivo de las empresas; es toda la sociedad la que debe emprender esa tarea y, con ella, la Nación, redefiniendo su lugar en el mundo.

Modernizar es, también, encontrar un estilo de gobierno que mejore la gestión del Estado y que plantee sobre otras bases la relación entre éste y los ciudadanos.

El debate acerca del papel del Estado y de las relaciones entre éste y la sociedad -que comienza por distinguir una dimensión de lo público como diferente de lo privado y de lo estatal- deberá ser

tomado por la comunidad como uno de los temas claves del momento. Como tal, debería ser considerado con mayor serenidad que la acostumbrada hasta ahora, cuando el campo parece sólo

ocupado por los privatistas y por los estatistas a ultranza.

Consideramos esencial revertir el proceso de centralización que se ha venido produciendo desde hace décadas en la administración del Estado, no sólo para alcanzar un objetivo de mayor eficiencia, sino también -y fundamentalmente-para asegurar a la población posibilidades más amplias de participación.

Existe una relación inversamente proporcional entre centralización y participación. Una gestión estatal muy concentrada implica confiar el manejo de la cosa pública a un núcleo burocratizado de

la población, que desarrolla como tal conductas sujetas en mayor medida a sus propios intereses

corporativos que al interés general.

Descentralizar el funcionamiento del Estado significa al mismo tiempo abrirlo a formas de participación que serán tanto más consistentes cuanto mayor sea su grado de desconcentración.

Page 116: HISTORIA DE LA PATRIA - peronistakirchnerista.com

Descentralizar es un movimiento no solo centrífugo sino también descendente, que baja la

administración estatal a niveles que pueden reservar a las organizaciones sociales intermedias un

papel impensable en un sistema de alta concentración. Esto permite que los ciudadanos participen

de decisiones que los afectan en instituciones inmediatas a su propia esfera de acción. En la medida

en que esas instituciones tengan poder efectivo, esta participación no será un mero ejercicio cívico

sino que tendrá efectos trascendentes para la vida de los individuos, que asumirán con más

profundidad su papel de actores y -por lo tanto- de custodios del sistema democrático.

Si al modernizar queremos mantener vigentes la solidaridad y la participación, hace falta convocar a toda la sociedad, a los ciudadanos y a sus organizaciones, para abrir una discusión franca y constructiva que permita superar los bloqueos que nos llevaron a la decadencia. La desburocratización, que busca liberar fuerzas contenidas por una cultura corporativa, no implica necesariamente privatización en el sentido vulgar de los reclamos de los ultraliberales. Si rechazamos al estatismo agobiante que frena la iniciativa y la capacidad de innovación, no ignoramos que la rigidez y la defensa de bastiones privilegiados no ha sido sólo patrimonio del Estado sino también de la empresa privada. Se trata de un problema de toda la sociedad argentina y no meramente de una parte de esa sociedad, como es el Estado.

[...]

Ahora bien, cuando hablamos de construcción de la democracia no nos estamos refiriendo a una

simple abstracción; nos estamos refiriendo a la fundación de un sistema político que será estable en

la medida en que se traduzca en la adopción de rutinas democráticas asumidas y practicadas por el

conjunto de la ciudadanía. Las normas constitutivas de la democracia presuponen y promueven el

pluralismo y, por lo tanto, la pacífica controversia de propuestas y proyectos acerca del país que

anhelamos. Los objetivos antes enunciados, cuya síntesis cabe en la fórmula de una sociedad

moderna, participativa y éticamente solidaria, constituyen, en ese sentido, uno de tales proyectos.

Tenemos, sin embargo, la convicción de que no se trata de un proyecto más; de que, sin perjuicio de

ser discutido, corregido, perfeccionado, posee una capacidad convocante que excede, por sus

virtualidades propias, los puntos de vista particulares de un sector, de una corporación e incluso de

una agrupación partidaria. Sin duda, esa capacidad ha de ponerse a prueba. Tal es, al fin y al cabo,

el principal motivo de esta convocatoria. De ser escuchada, habrá de afirmarse bajo la forma de

convergencia de fuerzas políticas y de concertación entre las organizaciones sociales. En sus

términos más sustantivos, la convocatoria implica una propuesta de reformas específicas a nivel

económico, político, social, cultural e institucional, que deberán, como es natural, ser precisadas y

desarrolladas oportunamente con el concurso de cuan tos quieran sumarse al proyecto.

Al partido político más viejo de la Argentina, la historia le abre hoy la posibilidad de ser la fuerza

aglutinante para la construcción del país nuevo, del país moderno. La U.C.R. está llamada a ser el

partido de la convocatoria para el futuro y esto no es fruto de una casualidad. Su primera gran

función histórica fue la de instaurar la democracia concreta en los marcos que las fuerzas

organizadoras del país habían delineado a partir de mediados de siglo pasado, pero que se habían

limitado en la práctica a un restringido sector social. El radicalismo completó la primera

modernización del país con la incorporación de la ciudadanía a la vida política. Su convocatoria no

se redujo, sin embargo, a la mera aplicación de las reglas constitucionales en plenitud y a la

vigencia del sufragio universal y secreto. Una concepción ética de la política y un profundo sentido

de la justicia social se sumaron a la propuesta democrática, en términos no excluyentes de ningún

sector y aparentemente desligados de las grandes líneas ideológicas que desde hacía dos siglos

canalizaban las inquietudes sociales y políticas de los países de Occidente.

Por cierto que el radicalismo era una fuerza renovadora y opuesta al conservadurismo, pero no se

definió como liberal o socialista, ni tendió a reflejar algunos de los matices intermedios de estas dos

opuestas posiciones. Fue en su modo de actuar un partido de síntesis, un partido donde las

reivindicaciones y principios de la libertad, el progreso y la solidaridad social encontraron un cauce

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abierto. Por ello recibió frecuentes críticas de los partidos dogmáticos y se le imputó no pocas veces

vaguedad ideológica y falta de rigor teórico. La ironía de la historia ha permitido que esa supuesta

ambigüedad sea hoy una de sus mayores riquezas, pues si algo caracterizó al radicalismo en su casi

un siglo de existencia es el sentido ético de la política y su adscripción a ultranza al sistema

democrático. Estos dos valores constituyen el punto de arranque de quienes intentan en el mundo

contemporáneo, desde la perspectiva de las grandes corrientes políticas históricas, superar las

dicotomías que tuvieron sentido o funcionalidad en el pasado pero que ya no se corresponden con

los profundos cambios sociales y económicos de la segunda revolución industrial.

Valores que eran defendidos por liberales o socialistas, y las diversas posiciones intermedias, sin

excluir al conservadurismo lúcido y al social cristianismo, quedaron incorporados a la cultura, a la

práctica política y a las instituciones de la mayor parte de Occidente. Las involuciones totalitarias

fueron superadas en esa área del mundo luego de la Segunda Guerra Mundial, en un proceso que

arrancó de la derrota del nazi fascismo y que culminó con el derrumbe de los regímenes autoritarios

en España y Portugal y el fracaso de la aventura de los coroneles griegos. En América Latina, cuyas

naciones surgieron a la vida independiente bajo la inspiración de las ideas democráticas y

progresistas, la amenaza autoritaria continúa aún presente, pero en los últimos años se está

desarrollando un proceso generalizado de democratización. Nuestros pueblos son conscientes, cada

vez más, de que ni el desarrollo económico ni la democracia pueden ser el privilegio de algunos

pocos pueblos elegidos. El radicalismo argentino debe provocar la síntesis, suscitar la modernidad,

abrir el futuro. Los valores y las metodologías políticas rescatables y todavía vigentes del pasado,

tanto internacional como nacional, deben encontrar en nuestro partido una síntesis armoniosa y

superadora, en consonancia con las nuevas exigencias y los nuevos problemas que se plantea la

humanidad. El radicalismo argentino debe sumarse con su aporte a esa búsqueda colectiva de la

humanidad para delinear los marcos éticos políticos y organizativos de su futuro. Debe quedar bien

en claro que el rechazo del dogmatismo y de las concepciones mecanicistas y deterministas

decimonónicas no abre paso a la vaguedad sino a la concreción, a la racionalidad y a la

experimentación consciente de nuevas fórmulas de convivencia entre los hombres. En virtud de su

tradicional rechazo de las concepciones dogmáticas y sectarias, el radicalismo está en condiciones

óptimas para convertirse en el instrumento político y social capaz de asumir y encamar con

flexibilidad las exigencias de la sociedad en transformación, de la sociedad que marcha hacia una

nueva etapa productiva y organizativa. Esta flexibilidad no se contrapone al rigor, sino que lo exige,

pero es el rigor de los principios de la investigación, de la búsqueda racionalmente orientada, del

estudio abierto y valiente. Pero, además, debemos facilitar el surgimiento de las nuevas ideas, de los nuevos estilos y de las

nuevas propuestas que la sociedad argentina necesita para orientar su marcha al futuro, a fin de que

se incorporen a la empresa común todos aquellos argentinos que sientan

y comprendan que ha comenzado un nuevo siglo de nuestra historia y de la historia de la humanidad. Nuestra propuesta de modernización implica la integración y la participación de todo el pueblo.

Sin solidaridad no se construye ninguna sociedad estable y el primer deber que nos impone la ética

de la solidaridad es incorporar al trabajo común a todos aquellos que, sin renegar de su historia, se

sientan convocados por un proyecto como el que hemos definido. Pensamos en primer término en

quienes fueron condenados por políticas injustas a la miseria y a la marginalidad. Pensamos

también en las jóvenes generaciones que han sufrido el enclaustramiento de una educación

autoritaria y la falta de oportunidades y se integran hoy a la vida política con su impulso decidido y

su energía vital dispuestos a construir un mundo nuevo.

Pensamos además en quienes fueron desplazados de la vida política efectiva por la marcha de la

historia, herederos de los ideales y ambiciones que guiaron a buena parte de los hombres que en las

últimas décadas del siglo pasado comenzaron la edificación de la Argentina moderna. En quienes

enaltecieron hasta el límite el valor de la libertad como el más preciado por encima de cualquier

doctrinarismo económico. En quienes son herederos de la acción ejemplar del socialismo humano,

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democrático y ético. En quienes buscaron conjugar su creencia religiosa con la construcción de un

mundo inmediato mejor para los hombres y que no han logrado incorporar ese noble ideal a la

práctica política concreta de vastos sectores sociales. En quienes comprendieron que no hay país

posible sin desarrollo y entienden la exigencia ineludible de la ética política y del método

democrático. En quienes se desprendieron del viejo tronco radical en busca de marchas más

veloces. En quienes procuran una vía efectiva para terminar con la injusta división del país entre un

centro relativamente próspero y un interior relegado, acudiendo a mecanismos locales. En quienes

fueron protagonistas de una experiencia histórica donde la justicia social conmovió como proyecto

a nuestra sociedad y veían en la democracia su necesario sostén.

A todos ellos convocamos hoy para que, en pluralidad de ideas y de propuestas pero en comunidad

de aspiraciones y, de ser posible, en una acción conjunta y un ámbito común, construyamos el país

del futuro. Una convocatoria que, además, comprende a ese vasto conjunto de instituciones,

comunidades y organizaciones a través de las cuales se expresa la riqueza espiritual y la voluntad de

compromiso y participación de la sociedad, tanto aquellas cuya presencia se remonta a los orígenes

de la Patria como a las que han ido surgiendo como respuesta a las exigencias de este tiempo o al

compás del dinámico crecimiento social. Ya ha terminado en el mundo la era de las convicciones

absolutas del siglo pasado, la era de los mesianismos y de los historicismos fáciles. El futuro no está

predeterminado ni en un papel vacío donde podemos diseñar en forma absoluta nuestra voluntad.

Venimos de un pasado y a partir de él podemos poner cauces racionales al porvenir sin renegar de

nuestra herencia pero sin esclavizarnos a ella. Ella nos pone límites, pero desde esos límites no hay

un solo camino. Elijamos el de la libertad, el de la solidaridad y el de la tarea conjunta para afianzar

la unión nacional. Ya pasó la era en que se pudo llegar a creer que la felicidad del género humano

estaba a la vuelta de un episodio absoluto, violento, definitivo, que al otro día inauguraría la vida

nueva. La revolución no es eso ni lo ha sido nunca. Revolución es una etiqueta que los historiadores

ponen al cabo de siglos a un proceso prolongado y complejo de transformación. Pero también se

terminó la época de las pequeñas reformas, de la ilusión que con correcciones mínimas se podía

cambiar el rumbo de una sociedad que, como la nuestra, fue empujada paulatinamente al desastre.

No hablemos ya de reforma ni de revolución, discusión anacrónica. Situémonos, en cambio, en el camino acertado de la transformación racional y eficaz.

Nuestro país debe emerger de su prolongada crisis con vigor; y este vigor encontrará su alimento en

la decisión de participar de todos los componentes de la sociedad los responsables de interpretar y

representar las necesidades y aspiraciones de los distintos sectores sociales deben asumir con

firmeza y vocación de servicio esta exigencia Debemos aprender a unirnos y a sumar el trabajo de

cada uno con el del otro y crear así la transformación y lo nuevo. Es la unión de lo que cada uno de

nosotros produce desde su lugar. El discurso político debe llegar con este nuevo espíritu de

construcción a todos los argentinos. Estemos dispuestos a marchar juntos. Debemos lograr la unión

de lo desunido.

Debe tratarse de una disposición, de una voluntad, pero también de un compromiso para alcanzar la

concreción de las ideas en la vida real de las personas. En cuanto a nosotros, los radicales, debemos

comprender que es necesario estar a la altura de esta misión, poner al servicio de las demandas y

urgencias del país nuestra fuerza histórica, seguros que al hacerlo comenzamos a solucionar esas

demandas y esas urgencias y evitamos quedar cautivos de los bolsones de la Argentina vieja.

Despojados de toda arrogancia y de todo prejuicio, trabajemos, estudiemos y preparemos junto a

nuestros compatriotas el país nuevo, el país del futuro.

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ANTONIO CAFIERO

"La Renovación Peronista:

Un proyecto y una voluntad para transformar a la

Argentina"

Documento fundacional de la Renovación Peronista, escrito por Antonio Cafiero con fecha del 21 de diciembre de 1985

1. El peronismo nació a la vida política y social con la misión de construir una Nueva Argentina, moderna a industrial.0020Una democracia plena de Justicia Social y una sociedad solidaria apta para facilitar la realización integral del hombre argentino.

2. Estos objetivos implicaron autonomía conceptual frente a las ideologías dominantes en el mundo, ruptura con el pasado inmediato, autodeterminación en las decisiones trascendentes,

protagonismo popular, participación orgánica de los sectores sociales y presencia activa y eficaz del

Estado.

3. Aunque original en su propuesta, el peronismo se reconoció siempre a sí mismo como la expresión contemporánea del movimiento nacional popular, social y federal que arranca desde el

inicio de nuestra historia y que se nutrió con la suerte, a veces triunfante, a veces trágica, de los héroes de la Independencia, los caudillos federales, los líderes del voto popular y los defensores

históricos de la causa nacional.

4. Más allá de las distintas lecturas, nadie puede negar que el peronismo inauguró en el país una

nueva época. La historia de los argentinos empieza a transitar otros caminos a partir de 1945. El

genio de Perón y el verbo de Evita venían ahora a escribir su página tal vez más gloriosa. Desde el

movimiento nacional, encarnado por el peronismo, se plantea y se inicia una transformación

sustancial en la organización y relación entre el Estado y la sociedad, en las relaciones sociales

(capital-trabajo) y en la economía sustentada ahora en profundas reformas estructurales. Frente a la

democracia restringida y fraudulenta impuesta por el régimen liberal- oligárquico se eligió una

democracia económica y social, basada en un criterio de justicia. Frente a la economía primaria y periférica se edificó una estructura industrial con una gran

capacidad de crecimiento económico y equidad distributiva. Frente a la secular dependencia financiera externa se generó un proceso interno de acumulación nacional que hizo posible el

desarrollo autónomo.

5. Por todo esto no somos un país sin historia, poseedor de una crónica confusa que enfrentó a

democráticos y autoritarios (éste es apenas el esquema de aquellos que se demuestran incapaces de

explicar y resolver los conflictos centrales de la Nación). La rica experiencia de las luchas

populares y nacionales no puede ser reducida a la historia de la lucha de las mentalidades. Para los

peronistas todavía continúan irresueltos aspectos centrales de nuestra identidad: la construcción de

la Nación y su autonomía, el drama de la injusticia y la necesidad de refundar una personalidad que

permita reconocernos como latinoamericanos y pisar con firmeza los umbrales del nuevo milenio.

Por eso recusamos la ingenuidad histórica del discurso actual del alfonsinismo que, asesorado por

arrepentidos científicos sociales, pretende disolver y borrar con un simplismo sospechoso la larga

lucha del pueblo por su emancipación.

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6. Después del '55, el nostálgico regreso a la Argentina preindustrial se sumó a la violencia y la

arbitrariedad. La oligarquía fomentó años de intolerancia, desencuentros, proscripciones, y humilló

consecuentemente el espíritu nacional y popular. Aun los partidos con base popular trataron de vivir

de los retazos del poder que cedió el privilegio para terminar para siempre con el peronismo. La

respuesta violenta se fue generando entre los argentinos, en un mundo convulsionado que parecía

anunciar conmociones revolucionarias de magnitud desconocida.

7. El regreso de Perón al país se produjo en un clima tumultuoso y una época signada por

desencuentros, que el General intentó clausurar convocando a la pacificación, a la reconstrucción y

la edificación de un sistema democrático estable y participativo. Para ello, fue el primero en

desmontar antiguos odios, no exigió miradas vengativas, no reclamó revancha. Convocó a construir

una nueva cultura política. Su muerte no sólo cerró un capítulo de la historia del peronismo;

también significó el fin de una época. No porque los problemas del país se hubiesen resuelto, sino

porque desaparecía la figura sobre la cual se exacerbaron a favor o en contra las pasiones políticas

de los argentinos. Los peronistas no pudimos desde el gobierno institucionalizar su legado, y esa

deficiencia, acrecentada por el acoso de los enemigos de adentro y de afuera, conformó el prólogo

del horror vivido durante los años de la dictadura.

8. Durante el proceso fuimos los más castigados y también los que protagonizamos los hechos que

conmovieron el dispositivo dictatorial. Sin embargo, a la hora de la decisión en las urnas, la

mayoría del pueblo no nos eligió. Es cierto que no habíamos sido capaces de hacernos cargo de los

errores cometidos, ni de asumir los cambios operados en la sociedad, pero fue la "solución final"

decretada para la sociedad industrial generada por el peronismo (y dificultosamente sostenida a lo

largo de casi tres décadas), el marco estructural que signó nuestra derrota electoral.

El espíritu de la Renovación Peronista

1. Comenzó así a gestarse en el peronismo la conciencia de la Renovación como capacidad para

entender las nuevas demandas del país. La ausencia de liderazgo ponía en marcha una etapa distinta

en su historia: la transición hacia formas organizativas e institucionales nuevas. Esto constituía un

tremendo desafío y una gran responsabilidad. Por un lado, evitar la disgregación del que fuera el

más grande movimiento de masas de América Latina; por otro, neutralizar las visiones

deformadoras que traicionan la naturaleza revolucionaria del peronismo. En síntesis, un recorrido

que debe vincular con fidelidad histórica y porvenir, una coyuntura donde el pasado y el futuro son

parte de un mismo compromiso con las aspiraciones populares. Este es el primer atributo de la

Renovación: ratificar la vocación por la construcción autónoma de la Nación y generar en el marco

de la democracia los cambios que la sociedad en su conjunto continúa reclamando. Pensar que el

peronismo pueda transitar una etapa de integración a políticas antinacionales en lo económico y

antipopulares en lo social, sin sufrir un colapso, es olvidarse o negar su condición.

2. Por eso, como renovadores no convocamos solamente a participar de la "revolución de las

formas". No es sólo un estilo democrático el que nos reconciliará con la mayoría perdida. El estilo

democrático, la transparencia en las decisiones y el protagonismo de los peronistas constituyen

mecanismos que deben sustentar y complementar nuestra vocación de cambio para así convertirnos

en alternativa de poder creíble. El radicalismo pretende "universalizar" su mediocridad, hacemos

apéndice minoritario de su cultura política, un partido de tecnocracias políticas y económicas, con

aptitud electoral, pero inofensivo a la hora de ejercer el poder. Precisamente, en este punto radica

nuestra diferencia sustancial con el partido hoy gobernante. Nuestra cultura política es distinta, y nuestra visión de la democracia, diferente.

3. Nosotros no miramos al país desde un lugar aséptico o descomprometido con los sectores

sociales. Somos tributarios en primer lugar de los sectores más desfavorecidos de la sociedad y,

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desde allí, desde un sujeto complejo pero real, nos planteamos articular el movimiento nacional. La

sociedad no es una abstracción en la cual el marco democrático disuelve intereses, creencias,

pasiones y esperanzas. La democracia no excluye conflicto y confrontación, y el camino continúa

siendo concertar con aquellos que se sienten convocados a refundar una política que nos devuelva

en plenitud el sentido de la justicia y la libertad. Trabajadores sindical izados y no sindicalizados, empresarios comprometidos con la producción, mujeres, profesionales, intelectuales y jóvenes que no quieren que mueran sus sueños de vivir en una sociedad mejor, deben recuperar el protagonismo perdido.

4. No somos peronistas vergonzantes que tenemos que dar cuenta crítica de nuestra propia historia.

Encarnamos un movimiento popular que, como es común al destino de las fuerzas progresistas de

Latinoamérica, recorrió un camino difícil, sembrando grandes aciertos y cometiendo, también,

graves errores. Omitir nuestro pasado sería admitir la derrota del porvenir; consagrar la fatalidad de

un futuro vacío. Tan hipócrita es pretender jugar con la amnesia colectiva como que los peronistas

eludamos nuestros errores pasados. La autocrítica es patrimonio de los movimientos

transformadores, pero debe incluir el saldo positivo de la propia experiencia, sin ceder a las

presiones de quienes no fueron precisamente los arcángeles o los custodios de la voluntad popular.

5. Renovarse no es renunciar a las esencias, acceder a las falsas memorias o desnudar un estilo

culposo de lo que fuimos y lo que queremos ser. Aceptamos que las visiones sobre la década '45-55 puedan ser distintas y estén todavía bifurcadas por dicotomías irreconciliables. Pero ningún

argentino bien intencionado puede desconocer que allí se fundaron las bases de una Argentina moderna. La justicia, la participación, la revolución productiva, la movilización social y la

incorporación activa de una clase obrera de signo

nacional fueron atributos de una modernización que nos permitieron responder a los desafíos de la época.

6. No somos aplacadores de rebeldías, no vamos a clausurar las ilusiones, no podemos ignorar el sentido trascendente de la historia. Tampoco vamos a convalidar que se nos proponga la resignación como razón última de la democracia. No apelamos al interés del ciudadano virtuoso sino al reencuentro con un ideal colectivo, a la certeza de que es posible avivar la pasión por un orden más justo. La Argentina no puede reducirse a ser el escenario de una competencia tramposa entre réprobos y elegidos. Vivimos el drama de una Nación inconclusa en un continente irrealizado.

La Renovación, la democracia y la modernidad

1. ¿Por qué seguir rindiendo examen de democracia frente a quienes, en una actitud sectaria y

contradictoria con el pluralismo, siguen pensándose como los dueños del sistema reconquistado en

octubre del '83? Tenemos otra visión de la democracia. No queremos ser creíbles a costa de imitar

servilmente a los sistemas hegemónicos de Occidente. No aceptamos disolvernos como Nación en

el nuevo universalismo de la modernidad. La modernidad, por el contrario, nos exige reconocernos

en nuestra identidad, conmovernos como parte de un continente que quiere construir su propia

historia y no comprarla hecha.

2. La democracia argentina debe ser el marco para el desarrollo de nuestra singularidad, el perfil de un país que no se diluya en los planos que trazan los poderes internacionales. Somos, aunque cueste

reconocerlo, parte de los pueblos que todavía pugnan por ser escuchados. Integramos una geografía subalterna que no quiere ser condenada a configurar eternamente los arrabales de una nueva

civilización.

3. El sustento de la democracia debe ser la Unidad Nacional, no como forma de negar el

pluralismo, sino como aptitud de sabernos transitando fines compartidos. Unidad de los sectores

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nacionales y populares, de las fuerzas sociales, de las organizaciones intermedias que puedan concertar un proyecto, que respetando la diversidad de tendencias y orientaciones coinciden en un

objetivo común.

4. Por eso es necesario pensar la democracia desde una perspectiva distinta de la tradicional.

Enraizar su problemática en la dimensión histórica nacional y latinoamericana, "nacionalizar" los

términos de su discusión y desarrollo, fortaleciendo los vínculos con las aspiraciones de los sectores

populares. Consideramos inseparables los problemas de la democracia, la justicia, el crecimiento y

la autonomía. Y hoy observamos que estas múltiples implicaciones están presentes en el discurso y

en las intenciones pero que siempre se relegan a la hora de las realizaciones. Sin esos contenidos, la

democracia corre riesgo de ser una flor exótica y breve, una atmósfera artificial, en la cual las

cúpulas regulan sus conflictos y sucesivas apropiaciones de los bienes sociales. La democracia no

es solamente un sistema de reglas, medios y condiciones que regulan la intervención de los distintos

protagonistas en el proceso de toma de decisiones. En esta definición, en la cual coinciden los

teóricos del "alfonsinismo", puede revelarse el intento de establecer una analogía entre el

funcionamiento de la democracia y el del mercado, tan grata a la ideología liberal.

5. El ejercicio de las libertades tiene su correlato en la disposición y en la distribución del poder, de

manera que si tal distribución no existe, o existe en medida limitada, la libertad real es una ficción o

su magnitud es muy reducida. Una democracia administradora de la injusticia a indiferente a los

reclamos populares también lesiona el tema de las garantías y la libertad. El crecimiento y la justicia

no corresponden a otro plano del sistema sino que son parte de una única a inescindible dimensión

democrática. La realidad no puede ser parcelada, ni los tiempos pueden recortar y dividir los

momentos políticos de los económicos y sociales. (De lo que se trata es de la disposición del poder

y los sentidos del proyecto que se ponen a prueba en el comienzo del camino.) El gobierno ya ha

desnudado sus insuficiencias, su visión unidimensional, su práctica neutralista y arbitral; en

definitiva, su incapacidad para reconstruir una Argentina con trabajo, justicia y bienestar.

El desafío de la Renovación Peronista

1. Frente a esta opción, solo el peronismo puede diseñar una política nacional, popular, democrática y transformadora. Nuestra tradición concertadora y frentista, el reconocimiento al

protagonismo social, la vocación productiva, la convicción distribucionista y el compromiso de independencia que siempre hemos asumido, conforman las notas de un proyecto alternativo, creíble

y viable.

2. La Renovación es un momento de nuestro desarrollo movimientista, un tiempo de cambios, de

rupturas, de fidelidades creativas y de heterodoxias audaces. Renovar al peronismo es también

reencauzarlo en su senda, recuperar su insolencia, no claudicar frente a los poderosos, volver a

sensibilizarnos en el amor a los humildes. No auspiciamos la alegría deportiva de ganarle al

adversario radical. Alimentamos forjar una nueva mística del cambio trascendiendo el realismo

esquemático y el posibilismo alfonsinista. Esto requiere abandonar sectarismos, abrirnos a las

nuevas expectativas, ganar voluntades para continuar la tarea de la liberación.

3. No convalidamos tirar al trasto de los objetos en desuso palabras a imágenes caras a nuestra

tradición. Resignifiquemos las palabras, actualicemos sus contenidos, seamos programáticos, pero

creamos, sigamos creyendo que es posible reencontrarnos con la esperanza perdida. Una cosa es

pensar que hay palabras y consignas desvalorizadas que no operan como señales convocantes y otra

es sentir que hemos llegado al fin de una vocación. Que todo fue un mal entendido, como nos

quieren hacer creer los que se sienten fundadores de un paraíso de mediocridad.

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En esta interpretación dejamos de "ser", mutilan nuestra militancia, aniquilan los últimos vestigios de un sueño. No seamos los hijos bobos de la pedagogía radical, buenos lectores de textos ajenos, discípulos conformistas de la política como arte de comité.

4. El pueblo peronista ya se expidió. Quiere un Movimiento y un Partido renovado y fuerte. Para ello, nos comprometemos a no iniciar una lucha despiadada por los espacios de poder. Los hombres

y las candidaturas deben ser la coronación de un proyecto, una voluntad y una conducta. Un estilo

diferente en la construcción de las representatividades y en la toma de decisiones. Ser esclavos de la voluntad popular, no torciendo en componendas oscuras lo que los compañeros expresan a la hora de la decisión.

5.- La Renovación Peronista debe ser transparencia en los procedimientos, propuesta explícita y consensual, terminando con la política de las trastiendas y demostrando la capacidad para instalar la

política allí donde el pueblo pueda enriquecerla con su participación y creatividad. Hemos combatido las prácticas autoritarias, las visiones deformantes y a los dirigentes mediocres. Ahora es el momento de terminar con la confusión ideológico -programática, discutiendo de cara al país y con el pueblo las propuestas que nos permitirán volver al poder.

6. No intentamos luchar contra el aparato "conservador" para oponerle el aparatismo renovador. Volver al poder requiere volver al pueblo. Un Partido que sea fiel intérprete de sus aspiraciones y necesidades. Una nueva práctica de la humildad que sea la antesala de un nuevo humanismo,

sustento de una sociedad que contenga nuestros anhelos de vida.

7. La Renovación Peronista debe ser proyecto transformador, métodos incuestionables y hombres que encarnen con credibilidad y decisión las nuevas tareas del movimiento popular. Levantemos

frente a la ideología de la resignación y el posibilismo, la ideología de la autonomía estratégica de la Nación, una voluntad de cambio y un compromiso con la justicia social. Este es el desafío y no lo

defraudaremos.

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Ley 23.696: Reforma del Estado

17 Agosto de 1989

Congreso Nacional

LEY 23.696

CAPÍTULO I.- DE LA EMERGENCIA ADMINISTRATIVA

Artículo 1o. DECLARACIÓN. Declárase en estado de emergencia la prestación de los servicios

públicos, la ejecución de los contratos a cargo del sector público y la situación económica financiera

de la Administración Pública Nacional centralizada y descentralizada, entidades autárquicas,

empresas del Estado, Sociedades del Estado, Sociedades anónimas con participación Estatal

Mayoritaria, Sociedades de Economía Mixta, Servicios de Cuentas Especiales, Obras Sociales del

Sector Público bancos y entidades financieras oficiales, nacionales y/o municipales y todo otro ente

en que el Estado Nacional o sus entes descentralizados tengan participación total o mayoritaria de

capital o en la formación de las decisiones societarias. Esta ley es aplicable a todos los organismos

mencionados en este artículo, aún cuando sus estatutos o cartas orgánicas o leyes especiales

requieran una inclusión expresa para su aplicación. El régimen de la presente ley será aplicable a

aquellos entes en los que el Estado Nacional se encuentre asociado a una o varias provincias y/o

municipalidades, siempre que los respectivos gobiernos provinciales y/o municipales presten su

acuerdo. Este estado de emergencia no podrá exceder de un (1) año a partir de la entrada en

vigencia de la presente ley. El Poder Ejecutivo Nacional podrá prorrogarlo por una sola vez y por

igual término.

Artículo 2o. INTERVENCIONES. Autorízase al Poder Ejecutivo Nacional a disponer por un plazo

de 180 días, prorrogables por una sola vez y por igual término la intervención de todos los entes,

empresas y sociedades, cualquiera sea su tipo jurídico, de propiedad exclusiva del Estado Nacional

y/o de otras entidades del sector público nacional de carácter productivo, comercial, industrial o de

servicios públicos. Excluyese expresamente a las universidades nacionales del régimen de

intervención establecido en el presente artículo.

Artículo 3o. FUNCIONES Y ATRIBUCIONES DEL INTERVENTOR. Las funciones y atribuciones del Interventor serán las que las leyes, estatutos o cartas orgánicas

respectivas, otorguen a los órganos de administración y dirección, cualquiera fuere su

denominación, con las limitaciones derivadas de esta ley y su reglamentación. Le corresponde al

Interventor la reorganización provisional del ente, empresa o sociedad intervenida, sin perjuicio de

lo dispuesto en el artículo 5 de la presente. A tal fin, el Interventor podrá disponer, cuando lo

estimare necesario, se mantenga o no en el cargo o función, el despido o baja del personal que

cumpla con funciones de responsabilidad y

conducción ejecutiva en el ente, empresa o sociedad intervenida, se encuentre o no en ejercicio

efectivo del cargo o función. En cualquier caso, la indemnización a reconocer será idéntica a la

prevista en los artículos 232, 245 y concordantes y complementarios de la Ley 20.744 y sus

modificatorias sin perjuicio de la aplicación de indemnización superior cuando ellas, legal o

convencionalmente correspondan, en el desempeño de su gestión el Interventor deberá dar estricto

cumplimiento a las instrucciones que le imparta el Poder Ejecutivo Nacional, o en su caso, el

Ministro o Secretario del que dependa. Será designado también un Sub-lnterventor con funciones

gerenciales y de suplencia del Interventor cuando ello fuere necesario. El Interventor estará

facultado para realizar delegaciones de su competencia en el Sub- Interventor.

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Artículo 4o. FACULTADES DEL MINISTERIO. El Ministro que fuere competente en razón de la

materia, o los Secretarios en quienes aquél delegue tal cometido, se encuentran expresamente

facultados para abocares en el ejercicio de la competencia de los interventores aquí previstos.

Asimismo, mientras dure la situación de intervención, reside en el citado órgano Ministro la

competencia genérica de conducción, control, fiscalización, policía de la prestación y gestión del

servicio público o de la actividad empresaria o administrativa de que se trate, pudiendo a tal fin

disponer y realizar todas las medidas que estime conveniente para cumplir su cometido, incluso

solicitando el auxilio de la fuerza pública e ingresar por su propia decisión en los lugares donde se

ejercite tal actividad empresaria o administrativa.

Artículo 5o. ÓRGANOS DE CONTROL. En todos los casos quedarán subsistentes los órganos de

control externo, Tribunal de Cuentas de la Nación y SIGEP (Sindicatura General de Empresas

Públicas), los que cumplirán sus cometidos según su normativa específica. En caso de intervención

en sustitución de las facultades de las asambleas societarias, los síndicos en representación del

sector público serán designados por el Poder Ejecutivo Nacional, según la propuesta del órgano

respectivo, cuando así corresponda.

Artículo 6o. TRANSFORMACIONES. Facúltase al Poder Ejecutivo Nacional para transformar la

tipicidad jurídica de todos los entes, empresas y sociedades indicadas en el artículo 2, dentro de las formas jurídicas previstas por la legislación vigente, y por el término establecido en el artículo 1 de

la presente ley.

Artículo 7o. Facúltase al Poder Ejecutivo Nacional para disponer por acto fundando la creación de

nuevas empresas sobre la base de la escisión, fusión, extinción o transformación de las existentes,

reorganizando, redistribuyendo y reestructurando cometidos, organización y funciones u objetos

sociales de las empresas y sociedades indicadas en el artículo 2, efectuando en su caso las

correspondientes adecuaciones presupuestarias, sin alterar los montos máximos autorizados, y sin

comprometer avales y/o garantías oficiales.

CAPÍTULO II DE LAS PRIVATIZACIONES Y PARTICIPACIÓN DEL CAPITAL PRIVADO

Artículo 8o. PROCEDIMIENTO. Para proceder a la privatización total o parcial o a la liquidación

de empresas, sociedades, establecimientos o haciendas productivas cuya propiedad pertenezca total

o parcialmente al Estado Nacional, incluyendo las empresas emisoras de radiodifusión y canales de

televisión, es requisito previo que hayan sido

declaradas "sujeta a privatización" de acuerdo a las previsiones de esta ley. Cuando el Estado

Nacional y/o sus entidades, cualesquiera sea su personalidad jurídica, fuesen propietarios de

acciones o de participación de capital en sociedades en las que no les otorgue la mayoría de capital

social necesario para ejercer el control de la respectiva entidad, dichas acciones o participaciones de

capital podrán ser enajenados aplicando los procedimientos previstos en esta ley, sin que se requiera

en tales casos, la declaración aquí regulada.

Artículo 9o. La declaración de sujeta a privatización será hecha por el Poder Ejecutivo Nacional, debiendo, en todos los casos, ser aprobada por ley del Congreso. Asígnase trámite parlamentario de

preferencia a los proyectos de esta naturaleza. Sin perjuicio del régimen establecido precedentemente, por esta ley se declaran "sujeta a privatización" a los entes que se enumeran en

los listados anexos.

Artículo 10o. ALCANCE. El acto que declare "sujeta a privatización" puede referirse a

cualesquiera de las formas de privatización, sea total o parcial, pudiendo comprender tanto a una

empresa como a un establecimiento, bien o actividad determinada. Con el mismo régimen que el

indicado en el artículo anterior, el decreto del Poder Ejecutivo Nacional podrá disponer, cuando

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fuere necesario, la exclusión de todos los privilegios y/o cláusulas monopólicas y/o prohibiciones

discriminatorias aún cuando derivaren de normas legales, cuyo mantenimiento obste a los objetivos

de la privatización o que impida la desmonopolización o desregulación del respectivo servicio.

Artículo 11o. FACULTADES DEL PODER EJECUTIVO. Facúltase al Poder Ejecutivo Nacional

para proceder a la privatización total o parcial, a la concesión total o parcial de servicios,

prestaciones a obras cuya gestión actual se encuentre a su cargo, o a la liquidación de las empresas,

sociedades, establecimientos o haciendas productivas cuya propiedad pertenezca total o

parcialmente al Estado Nacional, que hayan sido declaradas "sujeta a privatización" conforme con

las previsiones de esta ley. En el decreto de ejecución de esta facultad se establecerán, en cada caso,

las alternativas, los procedimientos y modalidades que se seguirán. Siempre y en todos los casos

cualquiera sea la modalidad o el procedimiento elegido, el Poder Ejecutivo Nacional, en áreas que

considere de interés nacional se reservará en el pliego de condiciones la facultad de fijar las

políticas de que se trate. En el caso de que la empresa declarada "sujeta a privatización" tuviera su

principal asentamiento y área de influencia en territorio provincial, el Poder Ejecutivo Nacional

dará participación al Gobierno de la respectiva Provincia en el procedimiento de privatización. En

el caso de que la empresa declarada "sujeta a privatización" tuviera construcciones, edificios u otros

elementos de reconocido valor histórico y/o cultural o ecológico, el Poder Ejecutivo Nacional

dictará la norma para su preservación en el procedimiento de privatización.

Artículo 12o. En las empresas, sociedades, establecimientos o haciendas productivas cuya

propiedad pertenezca parcialmente al Estado Nacional, la facultad otorgada en el artículo 11 se

limita a la proporción perteneciente al Estado Nacional. La liquidación de las mismas sólo podrá

llevarse a cabo cuando el Estado Nacional sea titular de la proporción de capital

legal o estatutariamente requerido para ello, o alcanzando las mayorías necesarias, mediante el consentimiento de otros titulares de capital.

Artículo 13o. AUTORIDAD DE APLICACIÓN. Será Autoridad de Aplicación a todos los efectos de esta ley, el Ministro en cuya jurisdicción se encuentre el ente a privatizar.

Artículo 14o. COMISIÓN BICAMERAL. Créase en el ámbito del Congreso Nacional una Comisión Bicameral integrada por SEIS (6) Senadores y SEIS (6) Diputados, quienes serán elegidos por sus respectivos cuerpos, la que establecerán su estructura interna.

Dicha Comisión tendrá como misión constituir y ejercer la coordinación entre el Congreso Nacional

y el Poder Ejecutivo Nacional, a los efectos del cumplimiento de la presente ley y sus resultados

debiendo informar a los respectivos cuerpos legislativos sobre todo el proceso que se lleve adelante

conforme a las disposiciones de esta ley. Para cumplir su cometido, la citada Comisión deberá ser

informada permanentemente y/o a su requerimiento de toda circunstancia que se produzca en el

desenvolvimiento de los temas relativos a la presente ley, remitiéndosele con la información la

documentación correspondiente. Podrá requerir información, formular las observaciones,

propuestas y recomendaciones que estime pertinente y emitir dictamen en los asuntos a su cargo. A

estos efectos la Comisión Bicameral queda facultada a dictarse sus propios reglamentos de

funcionamiento. Asimismo el tribunal de Cuentas y la Sindicatura General de Empresas Públicas

actuarán en colaboración permanente con esta Comisión.

Artículo 15o. ALTERNATIVAS DE PROCEDIMIENTO. Para el cumplimiento de los objetivos y

fines de esta ley, el Poder Ejecutivo, a través de la Autoridad de Aplicación o en forma directa en su

caso, podrá: 1) Transferir la titularidad, ejercicio de derechos societarios o administración de las

empresas, sociedades, establecimientos o haciendas productivas declaradas "sujeta a privatización".

2) Constituir sociedades: transformar, escindir o fusionar los entes mencionados en el inciso

anterior. 3) Reformar los estatutos societarios de los entes mencionados en el inciso 1 de este

artículo. 4) Disolver los entes jurídicos preexistentes en los casos en que por transformación,

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escisión, fusión o liquidación, corresponda. 5) Negociar retrocesiones y acordar la extinción o

modificación de contratos y concesiones, formulando los arreglos necesarios para ello. 6) Efectuar

las enajenaciones aun cuando se refieran a bienes, activos o haciendas productivas en litigio, en

cuyo caso el adquirente subrogará al Estado Nacional en las cuestiones, litigios y obligaciones. 7)

Otorgar permisos, licencias o concesiones, para la explotación de los servicios públicos o de interés

público a que estuvieren afectados los activos, empresas o establecimientos que se privaticen, en

tanto los adquirentes reúnan las condiciones exigidas por los respectivos regímenes legales, así

como las que aseguren la eficiente prestación del servicio y por el término que convenga para

facilitar la operación. En el otorgamiento de las concesiones, cuando medien razones de defensa

nacional o seguridad interior, a criterio de la Autoridad de Aplicación, se dará preferencia al capital

nacional. En todos los casos se exigirán una adecuada equivalencia entre la inversión efectivamente

realizada y la rentabilidad. 8) Acordar a la empresa que se privatice beneficios tributarios que en

ningún caso podrán exceder a los que prevean los regímenes de promoción industrial, regional o

sectorial, vigentes al tiempo de la privatización para el tipo de actividad que aquélla desarrolle o

para la región donde se encuentra radicada. 9) Autorizar diferimientos, quitas, esperas o remisiones

en el cobro de créditos de organismos oficiales contra entidades que se privaticen por aplicación de

esta ley. Los diferimientos referidos alcanzarán a todos los créditos, cualquiera sea su naturaleza, de

los que sean titulares los organismos centralizados o descentralizados del Estado Nacional. Las

sumas cuyo cobro se difiera, quedarán comprendidas en el régimen de actualización

correspondiente a cada crédito de acuerdo a su naturaleza y origen y, en ausencia del régimen

aplicable, al que determine el Poder Ejecutivo Nacional. En todos los casos las quitas, remisiones o

diferimientos a otorgar, así como su régimen de actualización deberán formar parte de los pliegos y

bases de licitación cualesquiera fueran las alternativas empleadas para ello. 10) Establecer

mecanismos a través de los cuales los acreedores del Estado y/o de las entidades mencionadas en el

artículo 2 de la presente, puedan capitalizar sus créditos. 11) Dejar sin efecto disposiciones

estatutarias o convencionales que prevean plazos, procedimientos o condiciones especiales para la

venta de acciones o cuotas de capital, en razón de ser titular de éstas el Estado o sus organismos.

12) Disponer para cada caso de privatización y/o concesión de obras y servicios públicos que el

Estado Nacional asuma el pasivo total o parcial de la empresa a privatizar, a efectos de facilitar o

mejorar las condiciones de la contratación. 13) Llevar a cabo cualquier tipo de acto jurídico o

procedimiento necesario o conveniente para cumplir con los objetivos de la presente ley.

Artículo 16o. PREFERENCIAS. El Poder Ejecutivo podrá otorgar preferencias para la adquisición

de las empresas, sociedades, establecimientos o haciendas productivas declaradas "sujeta a

privatización", cuando los adquirentes se encuadren en alguna de las clases que se enumeran a

continuación; salvo que originen situaciones monopólicas o de sujeción: 1) Que sean propietarios

de parte del capital social. 2) Que sean empleados del ente a privatizar, de cualquier jerarquía, con

relación de dependencia, organizados o que se organicen en Programa de Propiedad Participada o

Cooperativa, u otras entidades intermedias legalmente constituidas. 3) Que sean usuarios titulares

de servicios prestados por el ente a privatizar, organizados o que se organicen en Programa de

Propiedad Participada o Cooperativa, u otras entidades intermedias legalmente constituidas. 4) Que

sean productores de materias primas cuya industrialización o elaboración constituya la actividad del

ente a privatizar, organizados en Programa de Propiedad Participada o Cooperativa, u otras

entidades intermedias legalmente constituidas. 5) Que sean personas físicas o jurídicas que

aportando nuevas ventas relacionadas con el objeto de la empresa a privatizar, capitalicen en

acciones los beneficios, producidos y devengados por los nuevos contratos aportados.

Artículo 17o. MODALIDADES: Las privatizaciones reguladas por esa ley podrán materializarse por alguna de las modalidades que a continuación se señalan o por combinaciones entre ellas, sin

que esta enumeración pueda considerarse taxativa: 1) Venta de los activos de las empresas, como

unidad o en forma separada. 2) Venta de acciones, cuotas partes del capital social o, en su caso, de establecimientos o haciendas productivas en funcionamiento. 3) Locación con o sin opción a

compra, por un plazo determinado, estableciéndose previamente el valor del precio de su venta. 4)

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Administración con o sin opción a comprar por un plazo determinado estableciéndose previamente el valor del precio de su venta. 5) Concesión, licencia o permiso.

Artículo 18o. PROCEDIMIENTO DE SELECCIÓN. Las modalidades establecidas en el artículo

anterior, se ejecutarán por alguno de los procedimientos que se señalan a continuación o por

combinaciones entre ellos. En todos los casos se asegurará la máxima transparencia y publicidad,

estimulando la concurrencia de la mayor cantidad posible de interesados. La determinación del

procedimiento de selección será justificado en cada caso, por la Autoridad de Aplicación, mediante

acto administrativo motivado. 1) Licitación Pública, con base o sin ella. 2) Concurso Público, con

base o sin ella. 3) Remate Público, con base o sin ella. 4) Venta de acciones en Bolsas y Mercados

del País. 5) Contratación Directa, únicamente en los supuestos de los incisos 2, 3, 4 y 5 del artículo

16 de la presente. Cuando los adquirentes comprendidos en este inciso participen parcialmente en el

ente a privatizar, la contratación directa sólo procederá en la parte en que los mismos participen. La

oferta más conveniente será evaluada no sólo teniendo en cuenta el aspecto económico, relativo al

mejor precio, sino las distintas variables que demuestren el mayor beneficio para los intereses

públicos y la comunidad. A este respecto, en las bases de los procedimientos de contratación podrán

cuando resulte oportuno, establecerse sistemas de puntaje o porcentuales referidos a distintos

aspectos o variables a ser tenidos en cuenta a los efectos de la evaluación.

Artículo 19o. TASACIÓN PREVIA. En cualquiera de las modalidades del artículo 17 de esta ley se

requerirá la tasación que deberá ser efectuada por organismos públicos nacionales, provinciales o

municipales. En el caso de imposibilidad de llevar a cabo dicha tasación, lo que deberá quedar

acreditado por autoridad competente en informe fundado, se autoriza a efectuar las Contrataciones

respectivas con organismos internacionales o entidades o personas privadas nacionales o

extranjeras, las que en ningún caso podrán participar en el procedimiento de selección previsto en el

artículo 18 de la presente ley. En cualquier caso la tasación tendrá carácter de presupuesto oficial.

Artículo 20o. CONTROL. El Tribunal de Cuentas de la Nación y la Sindicatura General de

Empresas Públicas, según sus respectivas áreas de competencia, tendrán intervención previa a la

formalización de las contrataciones indicadas en los artículos 17, 18, 19 y 46 de la presente y en

todos los otros casos en que esta ley expresamente lo disponga, a efectos de formular las

observaciones y sugerencias, que estime pertinentes. El plazo dentro del cual los órganos de control

deberán expedirse será de DIEZ (10) días hábiles desde la recepción de las actuaciones con su

documentación respectiva. En caso de no formularse observaciones o sugerencias en dicho plazo, se

continuará la tramitación debiendo devolverse las actuaciones dentro del primer día hábil siguiente.

En el supuesto de formular observaciones o sugerencias, las actuaciones serán remitidas a la

Comisión Bicameral creada por el artículo 14 de la presente ley y al Ministro competente quien se

ajustará a ellas o, de no compartirlas, elevará dichas actuaciones a decisión del Poder Ejecutivo

Nacional. [...]

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CENTRAL

DE LOS TRABAJADORES ARGENTINOS (CTA)

"Grito de Burzaco" 17 de diciembre de 1991

Encuentro de organizaciones y dirigentes sindicales reunido en la localidad de Burzaco, Provincia de Buenos Aires, el 17 de diciembre de 1991.

Declaración

Vivimos las consecuencias de un plan económico que sólo prioriza el pago del endeudamiento

externo. Consecuencia que se expresa en niveles crecientes de desempleo y marginalidad, en la

postergación de los jubilados, en el remate a precio vil del patrimonio estatal, en la desintegración

del espacio nacional, en el deterioro de la salud popular, en la afirmación de un modelo educacional

excluyente, en una inserción subordinada al interés norteamericano en el contexto mundial.

Esta ofensiva neoliberal sobre el conjunto de los trabajadores y el pueblo, que afirma una cultura de

sobrevivencia, se traduce en el progresivo deterioro del espacio democrático expresado en el

predominio de los decretos de instrumentación de las políticas, en la transformación del parlamento

en caja de resonancia de los proyectos del ejecutivo, en la subordinación de la Corte Suprema de

Justicia, en la afirmación progresiva de prácticas represivas sobre los trabajadores y en la

eliminación de todo organismo de control sobre la gestión oficial (subordinación del Tribunal de

cuentas de la Nación, de la Sindicatura General de Empresas Públicas, etc.).

La imposición de ese modelo económico se sostiene en la hegemonía de un discurso que pretende

convencernos de que la economía es producto de leyes naturales al igual que las piedras o los

árboles, antes las cuáles la política no puede hacer absolutamente nada. Hay que sentarse a observar

el inexorable movimiento de las leyes de mercado. Esta es una visión fetichista del funcionamiento

de la economía. Es la visión de los sectores dominantes que detentan el control del proceso

económico argentino.

Somos conscientes que la posibilidad de una economía al servicio del hombre fundada en niveles crecientes de autonomía y justicia social, no constituye un problema económico. Hacer viable un

plan alternativo exige, antes que nada, una ideología y una política alternativas.

La situación que afronta nuestra comunidad ante la destrucción de muchas de sus organizaciones políticas y sociales nos plantea el desafío de concretar nuevas formas de construcción política y social, capaces de reinstalar el poder de los trabajadores y el pueblo en el escenario nacional.

POR UN NUEVO MODELO SINDICAL

El viejo modelo sindical sostenido por su dependencia del poder político y su grado de complicidad

con el poder económico no sirve para canalizar las demandas de sus representados ni defender sus

conquistas e intereses. Ante este cuadro de situación y sobre la base del reconocimiento de errores

en el proceso de construcción y acumulación, este encuentro de organizaciones sindicales se

propone realizar un plan de trabajo que amplíe el debate y las propuestas desde una corriente

sindical y hacia un movimiento político social que surja de una práctica que contemple:

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1. Autonomía sindical con respecto al Estado, los patrones y los partidos políticos.

2. Democracia sindical, rechazando las estériles divisiones y el sectarismo.

3. Apertura a otras organizaciones sociales que expresen las múltiples demandas de los sectores populares y que reflejen la realidad de los cinco millones de argentinos con problemas de empleo.

4. Revalorización de la ética gremial atacando la corrupción y el pseudo pragmatismo con el que las dirigencias caducas terminan legitimando el ajuste.

Las nuevas formas de organización empresarial plantean nuevos desafíos a la organización sindical

y reflejan los límites de la estructura actual. Se hace necesario entonces abordar formas

organizativas que tengan en cuenta que un mismo grupo empresario controla diferentes ramas

productivas y que han transnacionalizado su funcionamiento controlando inclusive al Estado.

Quienes firmamos este documento asumimos un compromiso de trabajo consistente en construir

una orgánica de carácter nacional, por sector y por región, que debe materializarse en la

convocatoria a un nuevo encuentro a realizarse en marzo de 1992.

Este compromiso se funda en la evidente necesidad de ir dando forma a una herramienta de acumulación política que permita instalar en el escenario de las decisiones los distintos conflictos

parciales. Más allá de nuestras limitaciones y debilidades, este balbuceo que comenzamos a esbozar hoy no debe desalentarnos.

Es bueno recordar aquella frase del pedagogo brasileño Paulo Freiré, cuando dijo "Siempre la rebelión del dominado aparece primero como un balbuceo".

BURZACO, 17 DE DICIEMBRE DE 1991.

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MARIO WAINFELD

"Dios es gorila" (1991) Publicado en la Revista Unidos

"Que me digan que soy ángel del pasado

que se rían porque no entra en mi cabeza

que se hizo bueno el amo y el chacal

vegetariano

y comparte la comida con su presa".

Ignacio Copani: "Angel del pasado"

"No se tape los ojos con una venda, Bernie. Nosotros no tenemos

rufianes y tahúres porque tengamos políticos deshonestos con sus

representantes ubicados en la Municipalidad o en las legislaturas.

El delito no es una enfermedad, sino un síntoma. La policía es como el

médico que receta aspirina para un tumor de cerebro, con la diferencia

que la policía lo cura más bien en una cachiporra (...).

El delito organizado no es más que el lado sucio de la lucha por el dólar. -¿Cuál es el lado limpio? - Nunca lo he visto."

Raymond Chandler. "El largo adiós"

Un pibe y una piba se enamoran. Las respectivas familias se odian. Todo se complica. Al final todos se espachurran y los pibes mueren.

No acabo de relatar una pavada; es Romeo y Julieta, sintetizado en 25 palabras. El lector dirá: está mal contado. Pruebe hacerlo mejor con estas limitaciones: sea brevísimo; omita diálogos, desarrollo dramático, personajes secundarios, apasionadas declaraciones en el balcón; duelos de esgrimistas (a

los que acudió Shakespeare). Prescinda de rostros bellos y expresivos (como los que retrató Zeffirelli).

Todo relato tiene un "tempo"; exige desarrollo, climas. Michael Corleone dice en "El Padrino III"

"toda mi vida quise ascender socialmente para escapar del delito y a medida que asciendo encuentro

más delito". La frase puede sintetizar tres "Padrinos" de Coppola (y parte de nuestra historia

reciente) pero -a despecho de su brillantez- no los reemplaza. Tampoco lo haría la tanguera "contra

el destino nadie la talla" que si usted quiere síntesis prescinda de los Padrinos y ahórrese plomazos

como Fausto o "La forza del sino". El cine y -más- la TV y -más- los noticieros y la publicidad han

pervertido el modo de narrar y leer la historia. Cualquier creativo puede urdir una historia conmovedora con principio, desarrollo y desenlace en cuarenta segundos. La emoción respectiva será también efímera. Pero el modo de relatar penetra la mente del espectador. La historia argentina reciente, nuestra realidad cotidiana, se someten a ese tipo de relato. Todo se simplifica y banaliza. Hablemos de Menem, de Cafiero, de Diego, de los saqueos. Eso sí, no más de una semana y luego al archivo, al desván, a otra cosa.

En este año hemos vivido el poder de la información, de la opinión pública, de los medios.

Entrevimos la importancia de la política y la ética que le mellan el prestigio a un gobierno al que ya

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no le basta el 3% mensual de inflación para tener aire. Este tonificante, ambiguo fenómeno es abordado con liviandad irritante, transformado en un "show".

El aluvión informativo a veces más oculta que exhibe el principal debate que -sordamente-recorre

nuestra sociedad: entre el modelo liberal-individualista que han aceptado las dos mayores fuerzas

políticas del país (y buena parte de su población) en el que el mercado sustituye a la planificación y

la ética y un modelo (ciertamente no precisado) más racional, solidario, redistributivo, igualitario.

Entre una cultura de la urgencia y una de la síntesis (1).

Nuestra sociedad actual propende a la resignación antes que al cambio; a discutir sobre el pasado o

(como mucho) el presente antes que a planificar (y garantizar) el futuro; al desacato y descreimiento ante las normas (éticas y legales) y la autoridad; a concebir las relaciones sociales como relaciones

de fuerza o de subordinación y mando y no como relaciones entre iguales y -menos aún- solidarias.

Modificar estas tendencias perversas que cimientan y consolidan el modelo socio-económico cultural en curso de aplicación es una tarea política, ética, de opinión. Algo se ha andado en este año.

La democracia en marcha

No fuimos pocos los que -el tórrido 30 de diciembre del '90-marchamos contra el indulto (hoy día

casi siempre se marcha "contra"). Sospecho que la mayoría creíamos protagonizar un hecho testimonial, litúrgico casi, que no implicaba mellar el poder del menemismo.

Como fue sucediendo con las movilizaciones convocadas por Ubaldini, la libertad de expresión -

combinada con los módicos desempeños alcanzados por la resurrección democrática- nos fue

llevando a vivir la movilización como teatralidad antes que como demostración de fuerza; a no

creer en el peso de la opinión colectiva; a desarrollar (sin duda a contragusto y sin advertirlo del

todo) un pensamiento economicista que daba por sentado que los consensos eran -sin más-

inversamente proporcionales a la tasa de inflación.

Sorprendió a muchos que el deterioro del menemismo tributara a la política antes que a la

economía, al descrédito por la corrupción; la frivolidad; la bufonesca política exterior. El "sheik" soberbio que asumió "todos los costos" de los indultos creyó siempre que equivaldrían a unos miles

de zurdos deambulando por la vía pública y no la brutal caída de su credibilidad. La movilización

popular volteó a los Saadi, dueños de una provincia, protegidos del sheik.

En este extraño '91 alguna vez ganaron los buenos. Claro, fueron victorias parciales, sorpresivas, en cierto modo no buscadas. La "marcha del silencio" logró un objetivo mucho más vasto que el que la

convocó: volteó a los Saadi. Al tiempo, no logró el que se proponía: meter entre rejas al hijo del

gordo Luque. Acaso no lo logre nunca(2).

Las marchas del silencio; las movilizaciones de los jubilados; los indultos; la repulsa social ante la

corrupción fuerzan a repensar nuestra democracia archivando añejas categorías. Nada más "super-

estructural" que movilizaciones que piden justicia para un caso solo. Nada tiene que ver la lucha de

clases con una alianza entre sectores medios y altos de una provincia precapitalista y la Iglesia.

Poco tiene que ver con nuestra concepción de "justicia social" la movilización que sólo persigue la

vigencia del estado de derecho o una madura relación entre capital y trabajo en el marco de las

regresivas leyes vigentes (Acindar). Y sin embargo esas son -hoy por hoy- las principales batallas

contra "el modelo". La gandhiana movilización catamarqueña fue punta de lanza de la oposición al

menemismo. Le pegó más fuerte que toda la "oposición política" junta.

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También fue "vanguardia" un diario (!) no ligado a ninguna organización política, Página 12 que hizo virtualmente rodar un gabinete. Esos fenómenos revelan debilidad del menemismo pero

también trágica inorganicidad de sus antagonistas. Las batallas contra el partido del ajuste las libra un ejército disperso, huérfano de conducción y hasta de tácticas. Pueden liderarlo -transitoriamente-

un movimiento reivindicativo como el de Catamarca o un diario, lo que significa que no lo conduce nadie.

Esas fuerzas opositoras albergan un curiosísimo arco de alianzas.

Página 12 tuvo su alianza (expresa o tácita) con Terence Todman, ese cabal embajador que -según

pasen los años- puede apretar en nombre de Patricia Derian o de Wall Street. La marcha del silencio puede contener (como observé en Buenos Aires) al bussismo, o los jubilados pueden permitir que

fachos consumados le agreguen algunas verduras a la olla que colocaron frente a tribunales.

No se trata de descubrir "sinarquías" o conspiraciones, ni de negar que la democracia implica

legítimamente alianzas variables y múltiples. Sí de notar qué difusas y erráticas pueden ser denuncias o luchas sociales que no vertebran la menor alianza que trascienda su objetivo único.

Privan en nuestros días el desenfreno informativo, el encuestismo (que somete a los políticos a los

vaivenes de la moda antes que a las necesidades profundas de una comunidad, que nadie puede expresar en treinta segundos ante un estudiante de sociología). Se quiere ver en esto el poder de la

opinión pública. Algo hay, pero ese poder está condicionado por la propia dinámica de los medios que proponen (y luego abandonan) los temas de la agenda cotidiana.

La gente opina a diario por micrófonos, ante encuestas, organiza marchas, ollas. "Democracia

directa" se complace Mariano Grondona (que ahora es demócrata). "Los vamos a castigar con el

voto" se solaza una viejita ante el micrófono, saboreando el efecto de su voz en los castigados oídos de "los políticos".

La "democracia directa" privilegia la gente dispersa ("la muestra") a la organizada. Concede pleno

valor a la opinión no meditada, irresponsable "stricto sensu" voleada ante un micrófono. Jauretche

decía que lo que hay que entender es lo que la gente ansia y necesita que no siempre es lo que dice;

el estadista debe ver "más allá". Nada de esto ocurre cuando se privilegia el impacto al

razonamiento, el "caso individual" al fenómeno social, lo espectacular sobre lo cotidiano. Por eso

son noticia (y demanda también, no olvidarlo) algunos feroces crímenes individuales, pero no el

genocidio social del que habla Eduardo Bustelo que cuesta cincuenta vidas infantiles diarias en la

Argentina. Por eso, como señala Blaustein en este Unidos esos pocos homicidios "importan" más

que los miles de accidentes laborales o de tránsito que motivan la hiperexplotación capitalista y la

anomia imperante en una sociedad en la que no se respetan ni las leyes de tránsito. Sólo si el

accidente de trabajo ocurre en Galerías Pacífico (ligada al escándalo político) podrá aspirar a la

primera plana de los diarios.

La opinión que Grondona endiosa es "prepolítica"; antipolítica a menudo. Nada quiere con algún sujeto colectivo. Su apuesta es al castigo, al veto, a la restauración del pasado. Eso no quita que el fenómeno tenga sus aristas positivas. Por lo pronto, el frenesí denuncista

destapa ollas, lo que no está mal. La ambición comercial de los medios lleva a la propia

"mexicaneada" interoligárquica (la batalla dentro de la carpa del sheik sirvió para enlodar a casi

todos sus secuaces; la de Ramos contra Clarín o éstos con Telefé salpican a todos).

Además -a diferencia de lo que sucediera por añares y fuera pauta cultural dominante entre nosotros- la gente no teme ni miente al micrófono; no evade las encuestas; cree en el poder de su voz y su voto. Perdió el miedo y -parcialmente- la falta de fe en la palabra. No es poco aunque en ese río revuelto los pescadores que más ganan no son los que uno quisiera.

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La marcha del silencio no logró su propósito y lo superó. Algo así ocurrió con las tenaces denuncias

contra la corrupción y frivolidad de las clases dominantes y la élite política. Esas denuncias (que -

vale recordarlo y anotar un porotito para los amigos- fueron por un rato largo monopolio y

militancia de unos pocos) tienen hoy amplísima resonancia, seguramente superior a lo esperable.

Pero -y eso es menos que lo esperado y deseable- no necesariamente son una derrota política del

establishment: Bussis, Loles o hasta Duhaldes pueden izar esa bandera y cobrar algunos dividendos.

La victoria denuncista no ha tenido su traducción política. Por ahora el único "denunciante" que

viene ganando es Todman, que "primereó" con aquello del Swiftgate y se llevó las cabezas de los

Yoma, de Dromi y del Cóndor.

El Cavallo del embajador

Una de las principales consecuencias del tirón de... este... orejas que le propinara Todman a Menem

fue la designación de Cavallo al frente de Economía. Por algo un analista político como Morales

Sola y un economista como Canitrot coinciden: el plan es una lúcida operación política jaqueada

por la propia decadencia, impudicia y descrédito del menemismo. Cavallo no ha cambiado el norte

(la metáfora es adecuadísima) ideológico del gobierno: sumisión a los poderes económicos;

cipayismo simiesco, inmolación de todo deber ético en el altar del dios mercado. El cambio estriba

en haberle dado a tan lamentable apuesta ciertos visos de racionalidad. La dependencia -en tiempos

del chip y del fax- es algo demasiado serio para dejarlo en mano de Yomas, Ermans y Bauzas. Esto

-y no otra cosa- le ha de haber dicho Todmán a Menem: "tenes que parecerte más a Alywin y menos

a Faisal". Un modelo capitalista dependiente -en esta etapa- no puede funcionar "a lo Somoza": con

un sistema político decadente, con jefes impredecibles, con la coima sovietizada (y cara). Menos

con un Ministro cuyas únicas ciencias son el discurso taimado y no pagar las cuentas. Ni con un

Presidente del Banco Central que se cree Paul Newman en "El Golpe"; jugaba a ganarle a la timba a

todos los timberos antes que a diseñar una política monetaria.

Pensar que el amarretismo sin rumbo de Erman y la muñeca mesadinerista de González Fraga bastaban para sustentar un "modelo" fue un grueso error del menemismo... y de los "sensatos" que

lo apoyaron basándose en aquello de que no hay otra política posible... cosa que dijeron también de Rapanelli equivocándose en ambos casos.

Cavallo es la racionalidad del modelo neodependiente. Renace con sus amigos renovadores

neoliberales que vienen a dar "una mano de sensatez" al menemismo que no cuestionaron

debidamente antes. La racionalidad es siempre un valor; también la estabilidad aunque sea temporal

y relativa. Es mejor discutir un modelo que la anomia y el desorden total que generan el clima

weimariano vivido a mediados del '89 y a principios del '90 y '91. Como la Weimar "de veras" la

criolla "juega para la derecha"; ofrece más posibilidades a los fachos que los otros.

Claro que de ahí a entusiasmarse con Cavallo hay un abismo.

Porque si Cavallo recupera banderas que el menemismo quiso archivar (protagonismo del estado;

ataque al déficit fiscal reduciendo gastos pero también aumentando ingresos; modificación del sistema fiscal; resurrección del crédito; lucha contra la evasión) las pone al servicio de los

acreedores externos (3).

El reconocimiento tardío y tortuoso de verdades evidentes que muchos peronistas y radicales escamotearon por años no basta para sacralizar un plan que sigue eligiendo como variable de ajuste a los que menos tienen.

El plan Cavallo tiene evidentes flancos débiles (falta de apoyo a las provincias; nula inversión;

utilización de capital producto de las privatizaciones para emparchar déficit; falta de capacidad

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estatal para monitorear el destino del crédito, desdén a las PYME). De todo ello dan buena cuenta

los artículos de Martínez y de Apyme que pueden leerse en este UNIDOS. Pero -además- "muestra

su hilacha" político ideológica cuando debe enfrentar a "rivales" que no son los trabajadores ni los

jubilados ni los bolicheros que evaden IVA para poder sobrevivir. De ahí que no haya podido

"meter en caja" a los formadores de precios de alimentos ni frenar los reclamos (que impactarán

índices de precios e ingresos reales) de los prestadores de servicios de medicina prepaga y

educación privada. También son debilidades los "acuerdos" (léase concesiones) con la industria

automotriz, la de neumáticos y la de artículos electrónicos que podrán ser buena herramienta

antiinflacionaria (y "recreo" para ciertos sectores medios que viven un veranito) pero merman la

recaudación, también deteriorada por la baja de aranceles y retenciones. El caso del "club del peaje"

es -aún- más grave: se suprime el canon (se pierden ingresos) y se les paga en cambio de cobrarles.

Demasiadas concesiones "sectoriales" para un plan en el que -supuestamente- el estado es

protagonista.

La apuesta de Cavallo es la de la Reaganomic: recaudar más por efecto de la estabilidad. Al bajar

drásticamente el costo financiero los contribuyentes podrían pagar más. Además lo recaudado conserva mejor valores reales. Es bueno recordar -como lo dijera el populista Roberto Alemann-

que la Reaganomic fue -en este aspecto- un fracaso rotundo: la recaudación no subió y el déficit fiscal yanki es el mayor de toda su historia.

Cavallo recupera, sí que pateando para el otro arco, objetivos que cualquiera puede compartir:

estabilidad, aumento de la recaudación fiscal, restauración del crédito. Mejor así. La opción

democrática popular frente a la hegemonía no es "que se pudra todo" sino demostrar la inviabilidad

democrática del ajuste. En este difícil estadio de nuestra historia la partitura liberal tiene hoy a su

mejor ejecutante. Así se verá que es antipopular, antiobrera, antiargentina. Alargando -apenas- lo

que dice Martínez, si Cavallo "cierra" podrá verse que lo nefasto no es la implementación de tal o

cual plan sino el modelo.

El caos hiperinflacionario simplifica los tantos, crispa, dificulta el debate. Dromi o los Yoma

inducen al facilismo, a la denuncia desnuda, cuando lo profundamente grave no es el pillaje descarado sino el modelo que se está instaurando, del que la corrupción no es el eje sino un síntoma

(como dice Marlowe en el epígrafe).

El mayor decoro y prolijidad de esta etapa fuerzan a sus opositores a algo más que desnudar el curro

de los otros y ostentar honestidad. Discutir con quienes no proponen destruir al estado, no renuncian a recaudar impuestos, son más cautos a la hora de regular las privatizaciones, nos obliga a

abandonar la brocha gorda y blandir si no el plumín, un pincel más fino.

Quienes levantamos la ética como sustento de la política debemos percibir que hay una íntima,

última contradicción entre ser "puro" (o algo así) y reclamar o perseguir algún reconocimiento por

ello. Es como "cobrar" por ser honesto. Por eso la -necesaria, irrenunciable- presencia de los

"éticos" debe también reclamarse en función de su aptitud, de su racionalidad para cambiar el statu

quo. De lo contrario la ética deviene testimonio, denuncia. No es poco, es una etapa. No es

suficiente. La política democrática de masas se hace para llegar a los cargos ejecutivos, a la toma de

decisiones, y no para desempeñar eternamente el -digno, edificante pero a la larga insuficiente- rol

de testigo de cargo. El repudio social a la corrupción, el hecho de que cada mujer u hombre del común sepa que los

poderosos en la Argentina son deleznables al tiempo que berretas son triunfos de quienes los

denunciamos rato ha. Sólo podrán consolidarse si -ademas-demostramos ser aptos para sustituir a la

actual nefasta élite política, lo que nos obliga a espigar más paja del trigo. A diferenciar lo que es

política cuestionable de error político y delincuencia. A no englobar con rótulos simplistas a los que

piensan distinto a nosotros, a los que yerran, a los que medran con el poder, a los que delinquen.

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Debatir sin Callar

De desconocer matices, de embolsar juntos gatos bien distintos nos acusan (a los "8"; a UNIDOS)

estimables compañeros (peronistas o no, a esta altura tanto da); nos juzgan muy "acelerados",

sectarios, descalificadores. Algo de eso puede haber. En principio quien asume la dura (desde el

ángulo pragmático, sentimental o ideológico) decisión de escindirse de una identidad que lo albergó

por años necesariamente debe extremar sus posiciones, forzar al máximo sus argumentos y sus

críticas para autoconvencerse, para convencer a los afines, para poder bancar la siempre difícil

actitud de "romper".

Además la burda y cínica defección de tantos compañeros de años exaspera y recarga las tintas. Esa crispación debe ir cediendo.

Asumida la decisión de "romper"; la necesidad de forjar una nueva identidad, el diálogo con "los

otros" es evidente necesidad. De ahí que el sesgo crítico y denuncista debe completarse con una

discusión franca y amplia "no internista". Algo así se propone este UNIDOS: preservar la propia

voz (nadie asume el esfuerzo de publicar si no puede hacerse oír) pero también ser caja de

resonancia de debate con peronistas no fracturistas; con radicales "recuperables"; con la inorgánica

izquierda argentina. UNIDOS aspira a que todo debate sobre la Argentina deseable y posible

recorra sus páginas. Nos interesa más esa insalubre tarea que la de ser un "house organ" de "los 8".

Quienes tratamos de superar (enriquecer, transformar) la subcultura peronista no podemos caer en el

patetismo de conformarnos con expresar sólo el consenso de alguno de sus desprendimientos ni el

de la (por demás proteica e indefinida) "centroizquierda". La búsqueda de una nueva identidad

política conlleva la necesidad de buscar el máximo posible de interlocutores, ampliar los márgenes

del debate. También a extremar la tolerancia y el discernimiento. Si se han cometido genocidio,

latrocinios descarados; si miembros de las FFAA se dedicaron al bagayeo más grande de la historia;

si el entorno más cercano al presidente (por decir poco) está "cheek to cheek" con el narcotráfico, se

impone diferenciar delincuencia de diferencia política(4). No es lo mismo ser un corrupto que un

conservador (y mucho menos que un "más conservador" que Alvarez, Brunati, Auyero o Mary

Sánchez). Lo primero es ser un enemigo de la democracia. Lo segundo un adversario político,

categoría que nuestra tradición polémica no termina de procesar bien (cuestionamiento que incluye

al suscripto y del que seguramente no escapan esta nota y los párrafos que siguen).

Esto aceptado vale la pena insistir: nos parecen imbancables cualquier alianza con el actual gobierno o la recuperación acrítica del alfonsinismo que fue el huevo de esta serpiente, se mire por donde se mire.

Además, la sola decencia no es sinónimo de acierto político. No es menor que Pilo Bordón sea

inmune a cargos que no podrían levantar Dromi o los Yoma. Eso no lo releva de la cuota de

responsabilidad que tiene respecto del infierno que es hoy el peronismo: apostó a su feudalización,

al personalismo y se borró de la crucial interna del '88. Tampoco es estupendo que haya silenciado

largo rato los vicios, carencias y corrupciones del menemismo (aunque no las haya practicado) y

que hoy juegue unos cuantos boletos al recambio institucional (que es desleal y riesgoso).

Es injusto personalizar en Bordón. Una mayoría abrumadora de funcionarios y militantes peronistas

se cagó en años de historia (y en la memoria de tantos compañeros) acompañando el gorilismo cerril de toda la praxis y el discurso de este gobierno (no sólo de su política económica).

Porque aún opinar que el ajuste salvaje es inexorable (cuestión obviamente discutible) no avala

necesariamente el apoyo dado por tanto peronista a lamentables políticas desarrolladas en otras

áreas. La política social (si es que la hubo) por caso. O la realmente patética y bochornosa

participación en la Guerra del Golfo, reveladora de lo que es el pragmatismo en boga: pensar que

esa berretada iba a significar pingües beneficios. La política no la inventó Menem; tiene reglas que

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vienen de añares. Por ejemplo aquella que dice que Roma no paga traidores... (pregúntenle a

Regúnaga quién beneficia EE.UU. con trigo subsidiado: si a los beligerantes mercenarios argentinos

o a los sagaces neutrales brasileños).

El economicismo de tantos "compañeros" (a contrapelo de las tendencias sociales que honran también otros valores, otros reclamos) podría "justificar" su apoyo a Rapanelli, Erman o Cavallo (aunque hay que ser equilibrista para poder haber apoyado a los tres) pero jamás su silencio (aquiescencia) ante sucesivos indultos. Viendo lo que "vale" la opinión pública es ilícito preguntarse qué hubiera sucedido si -desde el

vamos- miles de funcionarios y figuras del peronismo, repitiendo apenas lo que dijeron durante seis

años hubieran hecho público su enfrentamiento al primer indulto (como hicimos bien pocos allá en

el remoto fin del '89). Quizá esa falta de decisión valga la libertad de Videla y Firmenich. En todo

caso quienes se precian de ser "sensatos" y "cautos" fueron en este tópico que para muchos (me

incluyo) sigue siendo determinante apenas débiles, incoherentes y cómplices.

Frente a los Límites

Lo antedicho no debe excusar los límites de quienes nos oponemos a lo que Auyero llama "el partido del ajuste". Nada nos faculta a ser como nos describen nuestros críticos de buena o mala leche: denuncistas a secas, simplistas, moralistas sin alternativa.

Las fuerzas políticas "populares" no han conseguido siquiera unificar la oposición. Menos

galvanizar la opinión colectiva. La resistencia al ajuste ratifica la tendencia social predominante: la

fragmentación, a la que contribuye también un archipiélago de fuerzas políticas que expresa más o

menos lo mismo. Si en una época resultaba apabullante que el peronismo tuviera "exceso de

significados"; en esta etapa preocupa que unos pocos significados tengan tamaña cantidad de

intérpretes.

Los partidos políticos no han conseguido una relación útil con los movimientos, sociales o reivindicativos. En verdad, ni siquiera tienen con ellos una relación clientelística. María del Carmen

Feijóo dijo alguna vez que no hay una "justicia social" que resuelva todos los problemas de los sectores populares. Ello no debe implicar -como sucede ahora- que las distintas reivindicaciones

carezcan de puntos de unión, alianzas, compromisos mutuos; que no se procure ligarlas a un

proyecto englobante.

El "proceso", el ajuste, la democracia boba han abolido en el imaginario de la gente la idea de

futuro (5). Es llamativo -y requiere un intérprete más avezado que yo- que en Argentina tanto el

Estado como los particulares hayan renunciado a planificar (6). La protesta social más fuerte de la

etapa suele situarse en el pasado (desaparecidos, María Soledad, Bulado) o como mucho en el

presente más cercano (reclaman volver al pasado inmediato: no avanzar: Acindar, Ferroviarios). Se

trata de posturas defensivas que no contienen propuesta y suponen -a regañadientes pero suponen al

fin- aceptación del reaccionario orden legal vigente. Así como nadie ahorra ni invierte, nadie

resigna poder o demandas hoy para "capitalizarlos" mañana. Todo en este suelo (hasta el poder) se

consume en el día. Las alianzas políticas no inmediatistas devienen quiméricas porque no existe en

una sociedad compleja acuerdo de largo plazo que no signifique resignar -o postergar-algo en el

corto, en pos de obtenerlo más adelante.

Resituar la idea de futuro, de sociedad es una tarea política que compete a las "minorías

testimoniales" de hoy: convencer que el ajuste no sólo debe resistirse; sino que además -como dice

el Chacho Alvarez- puede ser reemplazado por otra política. Agrega Chacho, con razón que hay que

constituir una clase política diferente, autónoma respecto de los factores de poder. Podría precisarse

que esa dirigencia sí debe tener ligazón orgánica y permanente con los micropoderes resistentes y

dispersos que incluye esta democracia: las múltiples formas de participación, de autogestión; los

movimientos culturales, las radios truchas, los jubilados; los trabajadores.

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Dirigencia política autónoma entonces de los factores de poder retrógrados pero no de los poderes locales y sectoriales que ha generado la rica experiencia popular.

La gente no le teme a lo superestructura!: va a las radios, la TV; pide justicia, estado de derecho,

cumplimiento de las leyes vigentes. Es ideologista y vanguardista un "antisuperestructuralismo" que no acompaña los reclamos sociales (7). No es irrazonable que los políticos acompañen esos

reclamos ahondando la democracia. Servirían al efecto consagrar mejores y más frecuentes mecanismos participativos en decisiones políticas: plebiscitos, referendums. Fomentar la

transparencia de los fondos utilizados para hacer

política. Impulsar una reforma constitucional que incluya la iniciativa popular de las leyes y la revocabilidad de ciertos mandatos. Aplicar cabalmente el seguimiento sobre el patrimonio de los que hacen política (8).

La torpeza de los dueños del poder; su delictividad incontrolable y grosera; el gorilismo chanta de

los menemistas; el patronalismo esclavista de López Aufranc; el cinismo llorón de Vigil debieran

permitir juntarse a los que se sitúan "enfrente". Nuestras diferencias, de cara a esta élite trucha,

rapaz e irresponsable que ni guardar las formas sabe, son realmente nimias y sólo perceptibles para

un puñado de iniciados. La alternativa electoral al bipartidismo es también una necesidad. La gente

del común seguirá creyendo en el voto cuando (por lo menos) le sirva para castigar a mendaces e

incompetentes. Los opositores no estamos a la altura del desafío. Tributamos en exceso a nuestros kioscos y sellos. Hablamos de virtuales espacios comunes pero no

parecemos creer en ellos pues apostamos todo a los posicionamientos presentes. Si esos espacios

tuvieran futuro -hasta por pragmatismo- sería viable ceder posiciones.

Tenemos que demostrar(nos) que somos capaces de algo más que no delinquir; que podemos (como

propone Augusto Conté (9) ser alternativa electoral en el '95. Eso exige mayor amplitud en los

debates, diálogos con los que no son "del palo" (que por ahora son mayoría). No se crece desde el mero sectarismo sino traccionando a los que adscriben a otras fuerzas. O a ninguna.

Dios es Gorila

Dios, hoy por hoy, es gorila. En el mundo de hoy ganan casi siempre los malos; reviven pestes

ancestrales y hasta el SIDA juega a favor de la reacción. En ese fango nada propicio han florecido

luchas sociales y políticas intensas: CONADEP, marchas del silencio, Acindar, Fraternidad. La

dignidad de jueces como Lotero o fiscales como Strassera. El coraje contagioso del Pino Solanas.

La acuciante demanda social debiera reconvertirnos también a quienes proponemos cambios pero

arrastramos mucho de la cultura dominante: individualismo, sectarismo, excesivo celo por los

"espacios"; inmediatismo; falta de seriedad y paciencia para estudiar y programar. Como me dijo

una valiosa militante y compañera siempre estamos demasiado dispuestos a buscar el enemigo al

costado cuando en verdad está enfrente y -a menudo-adentro nuestro.

Acaso la urgencia determine (si no la grandeza) el sentido común. Son

estos tiempos difíciles; adversas las relaciones de fuerzas. Pero también se ve que la opinión, la palabra, la movilización aún valen. Dios será gorila pero todavía hay ateos que la pelean.

Uno es siempre un ingenuo que cree vivir situaciones inéditas, únicas. Para precaver ese error y decir mejor lo que quiero transmitir cierro esta nota con una frase de un intelectual superior escrita hace largos años y muy lejos de acá: "La historia prueba que en este mundo no se consigue lo posible si no intenta lo imposible una y otra vez... Sólo quien está seguro de no quebrarse cuando, desde su punto de vista, el

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mundo se muestra demasiado estúpido o abyecto para lo que él le ofrece, sólo quien -frente a todo esto- es capaz de responder "sin embargo"; sólo un hombre de esa hechura tiene vocación por la política"(10).

Notas:

(1) La existencia de esta batalla cultural viene siendo enfatizada desde hace rato por Oscar Landi.

La lucha entre las dos culturas: la de urgencia y la de la síntesis tiene un cabal desarrollo en el N" 11 de Alternativa Latinoamericana especialmente en dos brillantes artículos de nuestros amigos y

compañeros Rolando Concatti y Oscar Bracelis.

(2) Esta paradoja -y su analogía con situaciones igualmente disparadoras sucedidas en otras latitudes- la abordó Susana Viau en Página 12 de 24 de abril.

(3) Ver lo escrito por Lozano y Feletti en Página 12 del 28 de abril.

(4) Eso no es siempre sencillo. Existe una zona gris que es la duda acerca de la complicidad por el

silencio. Es decir cuánta responsabilidad tienen los que conocen el delito o la corrupción y callan.

Duda que se mezcla con la de saber quiénes son los que conocen realmente los ilícitos cometidos por sus compañeros de gestión.

(5) Esta mutilación del futuro tiene en Ariel Colombo el abordaje riguroso que él suele darle a sus trabajos (v. La Mirada N° 2, págs. 16 a 18)

(6) En ese sentido es interesante el discurso de Terragno, un "privatista" antiliberal que se pone enfrente de la tendencia antiplanifícadora que es moda en estos pagos.

(7) Quienes venimos del peronismo sabemos de ser "aparateados" por quienes explicaban la

nimiedad del partido político y la importancia del movimiento nacional y que -tras cartón y en base

a ese argumento- reclamaban más de los repudiables cargos partidarios o electorales. Muy a

menudo "por izquierda" se repite ese fenómeno de denostar las luchas "institucionales", "vacías" y

endiosar las sociales... para terminar pidiendo en su nombre la hegemonía en espacios

institucionales y políticos.

(8) Claro que para esto -como dijo bien Tonelli por TV- más que declaraciones juradas que nadie lee, sirve comparar el guardarropa, las costumbres y los gastos cotidianos de quien vive de la política.

(9) En su libro "Hoja de ruta", del que se publica un capítulo en este Unidos.

(10) Max Weber. "El científico y el político".

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IVAN HEYN "No estamos en el final del proceso,

estamos empezando algo nuevo” (2002)

En el año 2002 el cronista Martín Caparros edita el libro "Qué País". En el mismo se intercalan fragmentos de entrevistas a distintos personajes de la cultura, la política,

el sindicalismo, la sociedad civil. El tema: el estallido social del 2001 y lo que viene después. Se

reproducen a continuación las intervenciones del compañero Iván Heyn, que en el momento era

Presidente de la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA), estudiante de Ciencias

Económicas, militante de la agrupación Tontos pero No Tanto (TNT), y participante de las

asambleas barriales que florecían en la época.

Puede ser que la participación no sea tan masiva. Obviamente uno quiere que en las asambleas haya

millones y millones de personas participando y no es así. Pero habría que ver respecto de qué se

cuenta. Si yo comparo con hace 6 o 7 meses, me acuerdo que en mi facultad éramos 20 los que le

disputábamos el centro de estudiantes al aparato de Franja Morada: 60 pibes -ninguno estamos

empezando (2002) ALGO nuevo estudiante-, todos militantes rentados que se dedican

exclusivamente a eso, y vos tratando de estudiar, laburar, tener una vida aparte de hacer política.

Ibas, hablabas con la gente y le decías "loco, hay que participar" y nadie te daba pelota. Y en

cambio ahora...

El estallido espontáneo que vivimos el 19 de diciembre marcó una ruptura de la búsqueda subjetiva

individual: a la problemática concreta y cotidiana se le dio una salida colectiva. Una salida colectiva

muy espontánea, ni pensada ni preparada. Estaba claro que el objetivo de De la Rúa era dividir

aguas: por un lado la clase media tranquila que reclamaba de una manera consciente y elegante; por

otro, los pobres que rompen todo, saquean. Entonces declaró el estado de sitio para "proteger" a la

clase media y separarla de los pobres.

Pero le salió todo al revés y los vecinos salieron a la calle. En las esquinas escuchabas

conversaciones sorprendentes. Tipos que por ahí llevaban 20 años viviendo en el mismo edificio por fin se hablaban y se contaban los problemas que tenían. Eso fue lo que pasó: cada uno sintió que

le que tenía al lado estaba en la misma. Fue eso: salir del aislamiento individual en el que estábamos viviendo. Me acuerdo una imagen

increíble de un tipo de saco y corbata caminando por Defensa con una cuchara de madera y una

cacerola gritando "vamos a Plaza de Mayo". Era una imagen de la Revolución Francesa.

La gente va a la Plaza de Mayo como centro de la política nacional, donde espera que alguien salga -un Perón-, espera que un papá salga y diga "la solución es ésta: vamos para allá". Un tipo que les dé soluciones. Yo creo que el 19 todos fuimos inconscientemente a esperar eso. Yo no espero que salga Perón y me marque el camino o que salga un nuevo

dirigente mesiánico que nos salve. Pero en el inconsciente colectivo de la sociedad está eso: todo el tiempo estamos esperando que aparezca el tipo salvador.

¿Cuál fue la respuesta ahí? Un montón de policías tirándoles gases a las familias, a los chicos...

tener que correr. Hubo un momento ahí en que estalló la furia. Hasta ese momento o que se

expresaba era algo mucho más positivo. Creo que eso marcó una ruptura en la conciencia de la

sociedad. Todos lo que estábamos ahí vimos que lo único con que nos podía responder la

corporación política era con palos. Ahí se dio un proceso de resistencia muy fuerte.

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Y nos quedamos ahí, resistiendo el avance de la policía. Pero no era una actitud violenta, no tratábamos de tomar la casa de gobierno. Era una actitud tipo "me estoy manifestando pacíficamente, ¿por qué me haces esto?". Era como una pregunta. Yo me quedé hasta las 3 de la mañana en Plaza de Mayo. Había una multitud. Familias, viejas que rompían las baldosas y te pasaban piedras para que le tiraras a la policía. Era una cosa muy loca.

Después llegó un momento en que la Plaza estaba tomada y no tenía mucho sentido quedarse ahí. Volvimos al Congreso, y en el Congreso, de nuevo, una fiesta. El Congreso era una fiesta: la gente cantando, haciendo la ola, moviendo los brazos.

Eran muchas sensaciones encontradas: por un lado, una bronca terrible, porque no había habido

respuesta. Por otro lado, la alegría del reencuentro, de volver a preguntarnos cuál es nuestra identidad colectiva. Creo que en cada una de las personas que estuvo en el Congreso o golpeando

las cacerolas en la esquina de su casa estuvo esa idea de ver una identidad colectiva.

También por eso, cuando venían los partidos con las banderas y les decían que se fueran, no creo

que fuera por una idea de derecha o de despolitización sino que ninguna de esas identidades

políticas había logrado formar una identidad colectiva fuerte como para plantear una alternativa en

la sociedad. Creo que desde que salieron a la calle no se sienten identificados con ninguna de esas

identidades. Lo que estuvieron buscando esos días fue una nueva identidad. Por eso el no a las

banderas partidarias y la aparición de las banderas argentinas: la identidad que surge más

inmediatamente es la nacional: somos todos argentinos La gente veía por televisión la represión e

iba a la Plaza de Mayo.

Una de las cosas que más me sorprendió fue la experiencia acumulada de resistencia civil, esa

resistencia que hasta ese momento se daba de manera individual. Toda la juventud bonaerense, por

ejemplo, durante el gobierno duhaldista resistió: resistió cuando iba a la cancha, cuando iba a ver a

los Redondos, cuando iba a un recital de La Renga o de quien fuera. Tenía que resistir, porque la

represión estuvo siempre presente. El aparato militar de la dictadura no está desmontado. Al

contrario, es una máquina de reprimir en la provincia de Buenos Aires. En Capital no se ve tanto,

pero en la provincia es infernal.

Yo viví mucho tiempo en Saenz Peña y es terrible el nivel de violencia que tiene la policía y el nivel de control social que ejerce. Ahí cerca hay una villa y los pibes se compran un vino y se ponen a escuchar rock and roll o cumbia. Y es terrible cómo la policía va, los persigue, les pega. A todos. NO es que hay algún tipo

de contemplación o que estén buscando a los delincuentes. Ellos creen que la delincuencia se genera

ahí.

Toda esa violencia acumulada se expresó en la Plaza de Mayo, en tratar de recuperarla. Fijáte que

no había una consigna de ningún partido. Era resistir, recuperar ese espacio que nos pertenece a

todos, ese espacio público, y apropiarnos de él. Para mí eso fue increíble. Había hinchadas enteras

que venían no con una lógica de "qué bueno que hay quilombo" sino de "esto es nuestro y hay que

defenderlo". Creo que esa experiencia acumulada es una muestra del potencial que tiene una

sociedad cuando colectivamente decide algo. Creo que eso es lo que pasó el 19 y el 20 de

diciembre.

Mi viejo quebró en el '94. Él fue gerente financiero en una multinacional durante muchos años. En

un momento medio que no le pagaron lo que quería y se puso por su cuenta. Cuando vino el

menemismo con todo este discurso de la revolución productiva y el salariazo pensó "se acabó la

especulación en la Argentina: hay que ponerse a trabajar". Puso una fábrica de correas industriales.

Un desastre. Después se dedicó a importar. Hasta que vino un tipo que lo estafó, le metió un cheque

de no sé por cuánta plata. De un día para el otro pasamos de ser clase media acomodada, tranquila,

sin problemas económicos, con vacaciones de dos meses, a no tener casa, no tener auto, tener que ir

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desesperados a buscar un lugar para alquilar. Fue todo un momento. Yo tenía 16 años cuando pasó

todo eso, y es muy fuerte, es un momento de cambios en tu vida, de decisiones. La imagen fuerte de

tu viejo, que es el tipo que encara y lleva adelante la familia, de repente está quebrada, no sabe qué

hacer. Mi viejo también estaba en un momento particular: la crisis de los 40. Mi viejo se sintió

desconcertado, intentó suicidarse. Fue una situación muy difícil.

A medida que fui creciendo vi que había algo así en cada casa: el tipo al que lo echaron de ENTel,

le dieron una indemnización de 50 lucas, se puso un remís o un kiosco y le fue para el orto, porque

así le fue a todo el mundo. Se quedó sin esa plata y terminó trabajando de vigilante en la puerta de

un Musimundo o de un McDonalds. Ese disciplinamiento fue muy grosso para la sociedad

argentina. Fue algo que se vivió de una manera intensa y muy subjetiva. No era algo general,

político: eran fracasos individuales. El proceso de concentración de la riqueza en la época

menemista se vivió como un proceso subjetivo, fracasos personales. Tanto para el pibe que de ser

empleado público quedó desocupado hasta el tipo que tenía su pequeña empresa, pasando por todos

los demás.

A mí una de las cosas que no me cierra de todo este optimismo que tengo con este proceso es cuánta gente quiere irse. Es un proceso que venía de hace rato, esto de que la gente no tiene perspectivas

acá y se empieza a ir. Ahora es masivo. Yo tengo amigos que se comen desde las 10 de la noche anterior en la Embajada de España para ver cómo consiguen la visa, o cómo se van a los Estados

Unidos, y están desesperados porque les piden no se cuánta plata para entrar. Eso es algo que me

pone muy mal. Por un lado, estamos nosotros como grupo, como colectivo, que vemos perspectivas y peleamos, y después están los que se van. Entonces te aparece la gran pregunta: si toda la gente que lucha pudiera irse, ¿se iría? Y en muchos

casos me parece que sí. Como no se pueden ir, hacen esto. Es como una posición negativa. No es construcción por la positiva. En las asambleas también se plantea esto: ¿cuántos de los que estamos

acá nos iríamos si pudiéramos? Tenes miles de personas que tienen un potencial de transformación y que se van, que no encuentran acá, en todo este proceso, un lugar desde el cual aportar. Eso es lo que más me preocupa.

Vos podrías hacer el discurso político optimista de decir "acá el que se va es un cobarde que

abandona el barco cuando se hunde en vez de dar la lucha...". Pero es una ridiculez. Porque si vos

no tenes un lugar concreto desde donde aportar, te vas, ¿qué podes hacer acá? Es toda la gente que

no logró empezar a ver una solución colectiva a su problema personal. Y siguen viviendo con ese

karma allá, tienen una doble culpa: por un lado, el haberse ido a buscar su salida personal y, por el

otro, no haberla encontrado.

Porque allá sos un paria, sos el sudaca asqueroso que viene a ver cómo ratonear algo. Yo, en cierta medida, tomo el pesimismo del que se va como una responsabilidad mía: lo vivo como

una responsabilidad mía, personal, pero también nuestra, como colectivo político. Porque

claramente no estamos generando una alternativa para toda esa gente. En cierta medida somos

responsables. No me molestaría que vuelvan cuando esto cambie. Me molesta, por una cuestión

personal, no poder tenerlos al lado en este proceso que estamos haciendo de transformación. Más

allá de que fracase o triunfe. Pero me gustaría convencerlos seriamente de lo que estoy sintiendo: si

no podes convencer a tus amigos, a la gente que te quiere, la que está en tu corazón, es terrible. Yo

tengo una sensación muy clara que esto se puede transformar, de que hay potencial para que esto

cambie. ¿Hasta qué punto esto es real, hasta qué punto tenes que trabajar sólo con los que no

pueden irse? ¿Dónde está ese límite?

Ahí yo siento mi responsabilidad.

Yo entiendo la gente que se va, pero no me quiero ir de acá. Irme sería sentirme derrotado. Es dejar

que el poder gane. Por eso no me quiero ir. El problema es que hay mucha gente que ya está

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derrotada. Y me encantaría que pudieran venir a un lugar donde no se sientan derrotados. Creo que

desde el 20 de diciembre, se ve mucho más claro la ruptura que existe entre el diálogo y la

representación política, es decir, entre la sociedad y la representación política. La representación

vive en un mundo aparte donde hay conspiraciones, poder, negociaciones oscuras, donde cada uno

cree interpretar lo que está pasando abajo, pero ya te fuiste, te separaste, estás en una dinámica

distinta.

La izquierda a veces te corre con que la clase política no es una clase social y en cierto sentido, si lo miras desde una perspectiva de la producción, no lo es. Pero sí tiene una dinámica de reproducción social propia. Claramente no tiene intereses iguales a los

empresarios o a las clases populares. Es una clase social que tiene una dinámica propia, que tiene una forma de reproducción muy particular

En las asambleas estamos viendo alternativas de participación directa increíbles. En la de Medrano,

por ejemplo, hay una comisión que va a hacer un censo de vecinos desocupados para formar una

especie de cooperativa de trabajo donde la gente del barrio contrate los servicios de esta gente. Otra

es para que los desocupados que no tienen guita compren entre todos alimentos más baratos: buscan

precio, se organizan. Ahora trataron de armar una comisión increíble de ex-empleados de las

empresas de servicios públicos para reconectarse a los servicios. Una discusión terrible, la de si era

válido o no colgarse de los servicios. "Me cortaron el teléfono, la luz, el gas por falta de pago, ¿qué

hago?". De repente, ahora están planteando que eso lo pagó el Estado, que es todo una inversión estatal. Y

se arman discusiones muy profundas sobre quién invirtió en servicios públicos, de quién son los servicios públicos. "Entonces, ¿por qué nosotros no podemos tener, por qué estamos desocupados,

quiénes son los culpables?". Un nivel de discusión que te lleva a una caracterización de la realidad mucho más profunda. Y eso de colgarse de los servicios es muy interesante, porque también plantea un nivel de insurrección contra el orden establecido muy potente. Creo que ahí hay una potencia de transformación real: es

apropiarse de nuevo de las necesidades básicas. Apropiarse desde el hacer, no esperara a que venga otro, que venga Duhalde a negociar con las multinacionales y te favorezca. Sino decirle "acá está esta prisión: si vos no me favoreces, yo me cuelgo". Y hay todo un barrio para bancar esta situación.

En Floresta un tipo que trabajó muchos años en un banco planteó armar un banco cooperativo pero

de vecinos, para ir acumulando los ingresos que iba a tener la gente en una banca que fuera de los vecinos. Ese también es un planteo muy poderoso. Y vamos a empezar a cuestionar a todas las

instituciones.

La discusión política en las asambleas empezó a cambiar. Apareció un nuevo factor que fueron los

partidos, sobre todo los de izquierda, que en general desmovilizan porque piensan que el enemigo

es un poder abstracto y no concreto, que se expresa en la vida cotidiana.

Un poder abstracto tipo el FMI, los Estados Unidos, es una cosa muy etérea: de tan etérea tenes que creer mucho para tener una militancia consecuente, y por eso son sectas. Empezaron a meterse en las asambleas a bajar esa línea: "Que se vayan todos.

No a la deuda externa. No al Banco Mundial".

Ellos dicen que hay un viraje a la izquierda de la sociedad. Yo me pregunto dónde está el viraje

político a la izquierda, si Seineldín plantea lo mismo que plantean ellos. Esas consignas de

transición que ellos están planteando -no al pago de la deuda externa, no al FMI, no a la

intervención en la Argentina y todas esas consignas históricas de la izquierda-son las mismas de

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Seineldín. Pero te las levanta hasta Duhalde. Cualquiera las puede levantar. Son consignas de corte

nacionalista. Entonces, ¿dónde está el viraje a la izquierda?

En Floresta participé bastante de la asamblea de mi barrio. En un primer momento había toda una

energía acumulada, una bronca que había que expresarla de alguna manera. "Que se vayan todos, rompamos todo, no queremos más esto". Pero después la gente se empezó a dar cuenta, quiso

reflexionar, hubo un proceso de reflexión social.

Una de las cosas que se empezaron a ver es que no estamos tan desorganizados como pensábamos,

tan desconectados como pensábamos. Por ejemplo, en Corrientes y Medrano había un grupo de

vecinos que se dedicaba a arreglar el barrio, ponían luces. En Floresta había un comedor de señoras

amas de casa que tenían bastante culpa y organizaron eso. Todos estos pequeños grupitos sociales,

cosas que para cualquier partido revolucionario serían pelotudeces, fueron el eje, el núcleo de

interconexión entre la gente del barrio. Ahí uno empezó a ver que había más cosas para hacer que

plantear "que se vayan todos".

Y la gente se conecta de otras maneras. De las cuadras donde está la Asamblea de Floresta no participan los 15, 20 o 30 mil que viven ahí alrededor; participan 400, 800, 5000, pero son 500 que

van y después hacen lo que se decide en las asambleas. Entonces, si hay una decisión de una cooperativa de consumo de ir a comprar todos juntos, se propone en todo el barrio y hay mucha

gente que más indirectamente participa. Hay distintos niveles de participación.

Y creo que, más allá de eso, la gente por ahí no está participando directamente de ese ámbito, pero

está muy interconectada. En mi edificio hay 30 departamentos, de los 30 sólo hay una persona que está participando en la asamblea conmigo. Somos 2 y hablamos con todo el edificio y estamos

conectados con todo el edificio. Ya hay otro nivel de conexión.

Yo antes no hablaba con nadie, vivía corriendo. Ahora sí me tomo 20 o 30 minutos para hacer una

reunión en el edificio, repartimos alguna gacetilla de lo que estuvimos haciendo, les contamos a

todos lo que está pasando. Creo que en ese sentido hay más participación. Obviamente lo deseable

sería que los 3 millones de la Capital estuvieran participando en alguna asamblea, y lo mismo en el

Conurbano, y no es así. No estamos en el final del proceso, estamos empezando algo nuevo.

Es una situación extraña. Hoy cualquiera dice en abstracto que "hay que gobernar para los sectores populares". ¿Eso qué significa? ¿Qué venga más inversión de capital extranjero? ¿Transnacionalizar la banca? ¿O significa nacionalizar la banca?

Cada uno tendrá su interpretación de acuerdo con la corriente ideológica a la que pertenezca. Es tan general que no significa nada. Todos dicen "sí, hay que gobernar para los sectores populares". Pero ¿cuáles son los intereses populares?

Al nivel que está avanzando la gente es muy probable que en un corto plazo se llegue a una

instancia donde la gente vaya y se apropie de los CGP, los Centros de Gestión y Participación de los

barrios porteños. El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires va a tener que dar una respuesta a esta

situación. Ahí sí hay dualidad de poder cuando la gente se apropia de lo que supuestamente tiene

que hacer el Estado. Porque, ¿dónde está el poder del Estado? ¿En la policía nada más? Es una

cuestión de que la gente se organice, agarre las armas y empiece a cagarse a tiros con la policía. Y

eso es el caos social. Creo que ninguna sociedad se suicida. Creo que en un corto plazo vamos a un

esquema en que los CGP van a tener un rol mucho más importante y la gente se va a pelear por esos

espacios. Va a ser una forma de contención que le puede dar el sistema político a esa participación

masiva de ciudadanos.

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Creo que eso va a generar una transformación muy importante en la dinámica política en la Capital y en el Gran Buenos Aires. Creo que a largo plazo lo va a llevar a nivel nacional. A mí me gustaría que el sistema representativo sea transformado y hubiera delegados por cuadra que tuvieran instancias de participación.

Claramente no es una transición fácil. Pero lo que estás incentivando de esta manera es una participación mucho más masiva. A medida que la gente se va dando cuenta que en esos espacios es

donde se decide su vida empieza a apropiárselos.

Y como salto político es muy importante que la gente recupere los espacios públicos. En las

asambleas se está planteando mucho cuál es la salida. Y claramente ninguna de las personas que

participa en las asambleas es un idealista que pretende la revolución socialista porque leyó dos

libros de Lenin y uno de Trotsky. En realidad tiene una necesidad objetiva de transformar su vida

cotidiana, tiene una realidad cotidiana concreta y quiere transformarla. Empieza a entender que para

transformarla hay que trascender del problema concreto y ver de dónde surge, cuál es el problema

más general. Creo que en ese sentido se empiezan a cuestionar a dónde vamos: ¿a asambleas

populares que decidan todo y que gobiernen? Ahí la gente empieza a decir que no es tan así.

Porque, aparte, en este proceso de crisis, es factible que todo el mundo participe, hay una recesión...

pero en cuanto empiece a haber laburo, la gente no puede participar tan comprometidamente como

lo está haciendo ahora. Mucha gente lo tiene claro. Hay mucha gente que empieza a ir a las

asambleas a las cuestiones particulares, ya no a todo lo que hay. Trata de hacer su aporte en el lugar

específico en el que cree que puede aportar. Entiende que no puede dedicar toda su vida a

autorrepresentarse. Aparte, porque el autorrepresentarse no significa una autorrepresentación en la

vida cotidiana, sino ir a la marcha que convoca no sé quién a las 3 de la tarde, a las 5 a otra marcha

en la Corte Suprema, a las 7 otra, mañana a las 5 de la mañana hay que estar en el hospital no sé

dónde. Parece que a la gente la están llevando para todos lados. La gente está entendiendo eso. Esa es la dinámica que quieren los il partidos, no es lo que quiere la gente, y lo que está expresando en los barrios.

Es cierto que el movimiento estudiantil, sea lo que sea, no estuvo en la calle. Te podría decir que no

había clases. Pero eso sería una chantada, porque si hubiera una organización de los estudiantes y

un movimiento estudiantil real, iba a ser una cuestión de coordinación y todos hubiéramos salido a

la calle. No hubo una irrupción de los estudiantes como colectivo, como identidad. Sí estuvieron los

estudiantes en la calle, bancando, manifestando, peleando contra la policía. Pero el hecho de que no

estuvieran como movimiento te está demostrando que no

existe una identidad colectiva de los estudiantes y que hay que volver a crearla. Ahí está el proyecto.

El movimiento estudiantil no tiene por qué estar a la vanguardia o estar mejor que el resto de la sociedad, porque es un reflejo de lo que pasa en la sociedad; la desarticulación, la falta de participación, de motivación. Hay un escepticismo que tenes que romper.

Lo del "movimiento estudiantil" siempre me suena raro. ¿Quién es el movimiento estudiantil?

¿Todos los estudiantes? ¿El Frente 20 de Diciembre que conduce la Federación Universitaria de Buenos Aires? ¿TNT, que conduce el Centro de Estudiantes de Económicas? ¿Yo? ¿Qué es el

movimiento estudiantil? Son los estudiantes participando activamente. Y los estudiantes no están

participando activamente.

Nosotros en la FUBA tenemos tanta legitimidad como la que tiene un diputado. Nuestra legitimidad

está marcada por una elección donde la gente va y pone una boleta. Ahora el nivel de representación

y diálogo que existe con los estudiantes es nulo. Por lo menos fue nulo hasta fines del año pasado,

más allá de que algunos te digan que había asambleas masivas. Sí, una asamblea masiva en la

Facultad de Ciencias Sociales tiene 600 personas y en la Facultad de Ciencias Sociales hay 18 mil

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estudiantes. Y de las 600 personas, yo no quiero ser un hijo de puta, pero si te pones a contar

cuántos son militantes y de esos cuántos estudian, reducimos la asamblea a 60, 70 personas, 100

con toda la furia.

Creo que el movimiento en los últimos años no ha encontrado su especificidad. La Franja Morada

se encargó de despolitizar, anular la discusión política. El único momento en que hay que discutir

política es cuando viene un recorte. Entonces la Franja Morada, del Schuberoffismo se encargó de

que el problema sea entre los enemigos externos y la Universidad. Entonces, como había un

enemigo externo muy poderoso, la discusión interna la daban después, "primero hay que resolver el

problema que tenemos afuera" te decían.

Nosotros planteamos otras discusiones: cuál es el rol de la universidad en la sociedad, si generamos

un conocimiento que no sabemos para qué sirve. Yo creo que una cuestión central es que los

estudiantes nos apropiemos del proceso de producción del conocimiento para entender, a partir de

ahí, para qué lo queremos utilizar socíalmente. Y acá el famoso lema: "Universidad de los

trabajadores, al que no le gusta se jode". Muchos piensan, sobre todo los de izquierda, que el

problema de la universidad es que no hay trabajadores, que no hay hijos de trabajadores, que va la

pequeña burguesía. Pero el problema es el conocimiento que se imparte: te garantizo que el hijo de

trabajador desocupado o el pibe de la villa que venga a la Facultad de Ciencias Económicas a

estudiar Administración va a ser tan ajustador como el hijo de puta que venga de Barrio Norte.

Como está la universidad ahora es lo más pedorro y choto que existe: forman profesionales para que el día de mañana vayan y tengan mayores ingresos y se caguen en la sociedad que los financió, que

ajusten la misma universidad que los financió, que atiendan mal en los hospitales de la sociedad que

los financió.

Entonces, ¿cómo defendés a la universidad pública? Lo que tenes que hacer es justificar esa institución. Eso se resuelve cuando vos encontrás cuál es tu rol como profesional en esta sociedad y desde dónde aportas a la transformación de la sociedad.

Nosotros en Económicas desde hace un tiempo estamos juntándonos con una serie de

organizaciones sociales como el Movimiento de Trabajadores Desocupados de Solano, por ejemplo,

y otra gente que está buscando modos de rearticular procesos productivos propios: la gente de

Brukman, Yaguané, Impa, todas esas cooperativas que los trabajadores se apropiaron. Y uno de los

problemas que tienen es que no tienen asistencia técnica, no tienen acceso al conocimiento técnico.

La idea nuestra fue empezar a articularnos con la gente, empezar a tener discusiones y ver desde

dónde podíamos aportar. No desde la bajada de línea de "yo soy el universitario que estudió y te

puedo explicar cómo se hace esto" sino intercambiarnos experiencias, para en ese intercambio

generar un nuevo conocimiento. Y lo mismo hace gente de Medicina, de Ingeniería, de otras

facultades.

El tachero que me financia la universidad a mí con el 21% de IVA quiere saber para qué mierda me

la está financiando. Y yo ahora le puedo contar para qué me la estaría financiando, pero no se lo puedo mostrar con hechos, todavía no hay hechos. La idea es avanzar en eso: en la extensión

universitaria, en la intervención de la universidad en prácticas sociales concretas.

Y yo creo que ahora, con esta ruptura del aislamiento en el que vivíamos, en el movimiento

estudiantil va a ocurrir algo similar. Hay un emergente, vos lo ves en la facultad en estos días, en las

inscripciones donde vas y discutís con la gente. Si hay problemas para inscribirse con un profesor o

lo que sea, ya se producen reclamos que trascienden a eso. La gente empieza a reclamar. Y se nos

está acercando un montón de gente que antes daba vueltas y se preguntaba para qué servíamos.

Ahora ya vienen y traen propuestas.

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No es que te dicen "che, quiero participar de lo que me dijiste". No.

Vienen y te dicen que quieren hacer esto, y vos le decís "sí, hacelo". Nosotros podemos aportar en eso un montón, tenemos cierta experiencia, sabemos por qué canales y aportamos desde nuestra experiencia. Es un intercambio de experiencias constante.

Pero nosotros, aunque tengamos la Presidencia de la FUBA, creemos que instituciones como esta

no permiten transformar la realidad y la sociedad. Pero nos presentamos a elecciones porque es el

único momento en que la mayoría de los estudiantes se expresa y está muy sensible a la discusión

política. Lo utilizamos como una instancia para nuestro proyecto en general. Hoy, por una situación

coyuntural, estamos ahí arriba, y qué vamos a decir, ¿vamos a cambiar el discurso y decir que "las

instituciones sirven, el problema es que los que estaban antes eran malos y nosotros somos

buenos"? Decir eso sería muy hipócrita: sería desconocer todo el proceso de reflexión que vinimos

haciendo a lo largo de los años.

Lo que va a definir el fracaso o el triunfo a la cabeza de esa institución para nuestro proyecto es que crezca la participación de un modo cuantitativamente grande que es lo que te decía antes. Si yo hace cuatro meses iba al bar y le planteaba "hay un problema:

un par de tipos del barrio que están desocupados, tenemos que hacer algo", seguro me contestaba "yo tengo muchos problemas, tengo que ir a laburar, no me rompas las bolas". Hoy estamos

empezando a organizamos, a conectamos con esos problemas, a participar. Ahí se juega todo el asunto.

Lo que plantean los partidos de la izquierda es profundizar la crisis institucional que vive nuestro

país, cuestionar toda la representación democrática, todo el sistema democrático. Yo también lo

cuestiono, es clarísimo que lo cuestiono. Pero considero que tiene que haber una transición. Si vos

te cargas todo el sistema de representación, político, democrático, estás generando una crisis de

representación. Y en una crisis de representación, donde no hay legitimidad de nadie, una minoría

puede controlar el poder.

Creo que el imaginario de estos partidos revolucionarios ve la reproducción de la revolución

bolchevique, que ni a palos se asemeja a lo que estás viendo acá. En la revolución bolchevique vos

tenías 2 millones de trabajadores en una sociedad de 200 millones de tipos: el 1% de la sociedad al

final definió la crisis política que hubo en Rusia. Se quedaron en el poder y terminó siendo lo que

fue Rusia; un gobierno de una minoría autoritaria y que todo el que pensaba distinto era

contrarrevolucionario, con un carácter bastante fascista y de derecha, muy similar al fascismo.

Y lo simpático es que los partidos de izquierda se olvidan de que los soviets de la Rusia

bolchevique estaban compuestos por los trabajadores -que son los que determinan el proceso productivo-, por pequeños y medianos empresarios -que son los propietarios de capital- y por el

ejército -que son los que tienen el poder de represión-. Acá la asamblea popular la hacen la vecina desocupada de Floresta o de donde sea.

Entonces, ¿dónde está la dualidad del poder? No existe. Brinzoni conversando con los empresarios

te está dando una señal muy clara: es una minoría que no tiene legitimidad, que tiene tan poca

legitimidad como cualquiera de estos partidos que se la dan de revolucionarios. Pero tiene un poder

real: el control de las armas y, si acuerda con los empresarios, el control de la producción. Ahí sí

hay poder y ahí sí se puede plantear una dualidad de poder con el sistema democrático. El único

poder que tenes es el tipo que maneja las armas y el tipo que maneja los procesos de producción.

Mientras vos sigas empujando la crisis institucional, estás jugando para esos sectores. Si profundizas la crisis de las instituciones democráticas estás apostando a que esos tipos accedan al poder.

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En el Foro Social Mundial tuvimos una especie de confrontación -no física sino política-con el PO, el MST, el PTS, que fueron a contarle al mundo que había una revolución en la Argentina. "Es una revolución rara, porque está Duhalde, que es el que manejó la Policía

Bonaerense durante ocho años, pero, bueno, es una revolución, un proceso revolucionario que está

planteando el problema del poder": eso dicen ellos. Nosotros ahí empezamos a tener una discusión

muy profunda de por qué no había una revolución: en principio, porque no está planteada la

posibilidad del poder. O sea: ¿dónde está el movimiento obrero organizado que controla el proceso

de producción para hacerse cargo de la producción y echar a la burguesía? ¿Dónde está el control

del aparato de represión estatal o dónde está la conformación de un contrapoder antirrepresivo?

¿Dónde están el ejército del pueblo, las milicias populares, para resistir eso?

Entonces, si no hay articulación entre fuerzas de base, si vos lo que tenes es la señora que tiene la plata en el Corralito, el desocupado de La Matanza que lo único que hace es luchar por su subsistencia: yo creo que no hay un proceso revolucionario. Sí se abre una perspectiva de reconstrucción de los lazos sociales, de la construcción de una nueva identidad colectiva. Creo que es el inicio, no el final del proceso.

Sí, es cierto que en los cacerolazos masivos hay mucha menos gente. Porque esa estrategia se agotó.

¿Qué es lo que pedimos ahora? La gente ya no está pidiendo que se vaya Duhalde, que se vayan

todos. ¿Que se vaya Duhalde para que venga quién? Ya hicimos que se vaya De la Rúa y vino

Rodríguez Saa con Grosso y Barrionuevo. Se fue Rodríguez Saa, con Grosso y Barrionuevo, y

viene Duhalde con Ruckauf y Remes Lenicov, y la gente no quería ninguna de esas personas.

Entonces, la perspectiva de movilizarse al pedo ya no va.

Yo veo que se puede dar ese golpe institucional, y la profundización del proyecto de la derecha va a generar una resistencia importante. Que va a justificar un intento de destrucción de todos los lazos sociales que se están reconstituyendo.

¿Dónde está mi optimismo en esto? En que este proceso político que se está dando no produce una

estructura política con jerarquías que, si se destruye, desaparece toda la articulación, sino que acá la articulación se está dando de una manera mucho más descentralizada y con coordinaciones de

distintos grupitos.

Entonces vos podes matar o encarcelar o perseguir o penalizar la protesta social y señalar a ciertas

personas, pero como este proceso de organización es tan horizontal no lo podes desactivar.

Me acuerdo de una cosa que dijo Galeano en el Foro de 2001: "la diferencia es que en los 70s era un

monstruo que era el capital, el monstruo único, y del otro lado se intentó conformar otro monstruo,

un aparato, para enfrentarlo. Claro, es fácil matar a un monstruo: basta con pegarle en la cabeza.

Ahora el oso este que es el capitalismo, con su estructura de poder y acumulación, está siendo

atacado por mosquitos: los zapatistas, el movimiento sin tierra, grupos autónomos que coordinan

con otros sectores que van teniendo una estrategia que por ahí parece muy desprolija y muy

desorientada, pero que va avanzando, y va

logrando progresivamente transformar la realidad. Y esos mosquitos podes matar a uno, pero no los podes matar a todos, y te siguen picoteando."

Yo tengo esa perspectiva optimista. Me parece que en ese sentido es muy bueno lo que está

pasando: esto de la construcción horizontal y democrática, y de participación más autónoma, y de

interrelación entre grupos, no la búsqueda de una estructura orgánica y partidaria que para mí es

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mucho más simple de destruir y de desarticular. Creo que en ese sentido las perspectivas de corto

plazo son negras, pero en el mediano plazo, hay posibilidad de resistir de una manera mucho más

fuerte. Si acá nos hubieran dolarizado hace unos meses, estaríamos todos con el salario real por el

piso y sin posibilidad de articulación, porque estaríamos muy disciplinados socialmente. Por suerte

la insurrección y la resistencia civil generó estos procesos de autoorganización que nos van a

permitir en el mediano plazo hacer una resistencia mucho más fuerte y mucho más sólida a ese

proceso que para mí se viene, y que es imparable.

— O quizás no, y ahí está el desafío (agrega Caparros y cierra el libro)

Buenos Aires, Febrero/Marzo 2002.

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NÉSTOR Y CRISTINA

NÉSTOR KIRCHNER

Discurso en el Ateneo "Juan Domingo Perón"

Río Gallegos, 1983

INTRODUCCIÓN - Gonzalo Chute

El año 1983 fue una bisagra tanto para el país como para el Justicialismo. Tras la muerte de Perón y el fracaso de Isabel, que finalizaría en el sangriento golpe del 76, el Peronismo se encontraría ante uno de los momentos de mayor desconcierto que le tocó vivir.

Con el conductor fallecido y con decenas de miles de compañeros asesinados, desaparecidos, exiliados o apartados de la vida política, el movimiento se enfrentó a una elección en la cual perdió

la brújula y que inauguró una serie de derrotas que se extenderían hasta 2003. Y por derrotas no nos

referimos a las electorales, que son coyunturales y pueden ocurrir en cualquier momento, sino a la derrota ideológica:

Vemos un Partido Justicialista que de a poco bajaba sus banderas históricas y, en medio del

desconcierto, caminaba hacia lo ocurrido en los '90, cuando con Menem y Cavallo se convirtió en

un apéndice del Fondo Monetario y el neoliberalismo imperante desde el Consenso de Washington.

Para el '83 en particular nos encontramos con una cúpula partidaria representada por Luder, que

proponía la amnistía para los criminales del Proceso, buscando olvidar el genocidio sufrido por el

pueblo Argentino en general y por nuestro movimiento en particular.

Santa Cruz, más allá de ser una Provincia que en ese entonces tenía menos de 100.000 habitantes,

no fue ajena a este contexto: Antes del 76 había sido gobernada por Jorge Cepernic, uno de los

llamados "gobernadores de la tendencia", que tras una serie de circunstancias fue derrocado por una

intervención federal y difamado públicamente por los aparatos de poder. Para el '83 nos

encontramos con una interna Justicialista Provincial disputada entre dos listas, la celeste y la verde

que, más allá de sus diferencias en cuanto a nombres, apoyaban la línea de acción seguida por el

partido justicialista a nivel nacional.

Sin embargo, desde un humilde espacio político en Río Gallegos encabezado por Néstor Kirchner (el Ateneo Juan Domingo Perón), un grupo de compañeros decidió resistir por adentro y denunciar

los manejos espurios, los acuerdos y la impunidad que el partido proponía.

Ya pesar de ser una minoría, su consigna era muy clara: El Ateneo era Peronista, los que

traicionaban las banderas de Perón y Evita eran los otros, que circunstancialmente eran la mayoría en el Partido. Por esa razón es que, apartándose de las dos corrientes mayorítarias, para las internas

el Ateneo decidió plantar bandera presentando una tercer corriente: La lista blanca, que propuso a Manuel López Lesión para la Gobernación.

Esas internas serían ganadas por la lista verde, saliendo segunda la lista celeste. La lista blanca quedó relegada a un lejano tercer lugar.

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Sin embargo, en base a militancia, trabajo y coherencia con los principios que defendían, sería el gen del Frente para la Victoria.

Esto dijo el compañero Néstor Kirchner el día en que se oficializó esa decisión de plantarse por fuera de la línea predominante en el Partido:

"Cristina: - Compañeras y compañeros, habla el presidente del ateneo el compañero Néstor Carlos Kirchner.

Néstor:- Hoy, llegamos a este plenario, convencidos que somos los depositarios de la moral justicialista en el peronismo de la provincia de Santa Cruz. Nosotros, que si bien nos duele que en el

peronismo de Santa Cruz haya tres listas para las internas, también nos llena de orgullo ser la única opción peronista en donde no hubo acuerdos espurios, rosca ni negocios políticos.

Cuando nacimos un lejano 24 de Noviembre de 1981 dijimos compañeros a lo largo y a lo ancho de

todo Santa Cruz que aquellos que estuvieron antes y nada hicieron no van a volver nunca más porque les vamos a poner nuestra conciencia y nuestro pecho peronista para que eso no suceda

Compañeros.

Nosotros, donde hay un pueblo que está pasando hambre donde hay desocupados, donde la represión de la dictadura militar ha ensangrentado a todo el pueblo argentino, nos parece

vergonzante que haya campañas multimillonarias en el peronismo donde dicen que van a defender

al pueblo mientras ese pueblo está sometido en la última de las miserias, compañeros.

Aquellos que creen que pegando carteles que parecen esos carteles de las películas far west, - las películas norteamericanas- nosotros les decimos que como el 24 de Febrero de 1946, los negritos y

los grasitas que estamos agrupados en el Ateneo, le vamos a ganar las internas con la tiza y el carbón, compañeros.

Este país está necesitando ejemplos morales: día tras día queda mudo ante las distintas inmoralidades que se producen en los distintos ámbitos. Nosotros compañeros, siempre repudiamos

a la dictadura militar, siempre dijimos que Videla y Massera y Agosti, y todos los sinvergüenzas que vinieron después iban a ser sentados en el banquillo de la justicia

constitucional para que respondan ante tantos abusos y ante tantos crímenes cometidos contra este pueblo, compañeros.

Están haciendo las campañas electorales internas prometiendo y repartiendo puestos, son vulgares mentirosos, compañeros, porque este país ha sido robado y acá no hay nada repartir, acá lo único que hay que poner es el pecho para reconstruir nuestra querida patria.

Nosotros, nos parece que es vergonzante que ya se quiera repartir las miseras que tiene nuestra patria. Hay que salir a reconstruir este pueblo argentino. No puede ser compañeros bajo ningún aspecto que haya gente o que haya gente que se encuentre en esto.....

Compañeros, además debemos tener profundamente en cuenta que acá no es un capricho que haya

elecciones internas. Nosotros vamos con una opción concreta. No queremos que vuelva a pasar lo que pasó lo del 73 al 76 donde había una Cámara de Diputados que quería legislar y hoy son

aquellos los que están otra vez orquestando la rosca para quedarse. Nosotros lo vamos a impedir.

Desde ya tenían que soportar la vergüenza de esos que habíamos elegido para que nos vayan a representar y se olvidaron que iban con el voto del pueblo, se creyeron los señores o se creyeron los

mismos o tuvieron el mismo espíritu de aquellos funcionarios de la dictadura militar."

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NÉSTOR KIRCHNER Intervención en la Asamblea Constituyente Santa Fe, 1994

En el año 1994 se lleva a cabo la Reforma Constitucional impulsada por el Pacto de Olivos. En la

Asamblea Consituyente, llevada a cabo en la Provincia de Santa Fe, fueron partícipes tanto Néstor Kirchner como Cristina Fernández de Kirchner, representando a la Provincia de Santa Cruz. Se

reproduce a continuación una intervención de Néstor discutiendo la cuestión del federalismo:

Sr. PRESIDENTE.— Tiene la palabra el señor convencional por Santa Cruz.

Sr. KIRCHNER.— Señor presidente: realmente imaginaba otro contorno y otro contenido para el

día que tratáramos definitivamente el tema federal o, como han dicho algunos, el nuevo núcleo de esta Convención.

Como convencional y hombre del interior no puedo dejar de decir que lo que hizo la Comisión de

Redacción al cambiar totalmente el dictamen que ingenuamente firmamos en la Comisión de

Competencia Federal fue un acto de una falta de respeto total y absoluta. Tuvieron que reuniría en

cinco minutos en los rincones del paraninfo para no soportar quince minutos de discusión

democrática. Había que tapar las disidencias, parar a la democracia e imponer un dictamen de

cualquier forma. (Aplausos) Ese era el objetivo que se buscaba. Este hecho me duele porque viene de mi propio partido, que tiene historia y capacidad para discutir todos los temas de cara a la sociedad.

Pareciera ser que no fuera necesario ni útil tratar de discutir a fondo cuestiones que son

fundamentales. En mi vida soñé, después de escucharlo recitar el Preámbulo tantas veces y con todo respeto, doctor Alfonsín, que usted sería uno de los que se reuniría en los rincones. Yo lo admiraba,

se lo puedo asegurar.

Sr. PRESIDENTE.— Le ruego que se dirija a la Presidencia, señor convencional.

Sr. KIRCHNER.— Cómo no, señor presidente. Estoy aprendiendo.

Sr. PRESIDENTE.— De acuerdo, pero diríjase a la Presidencia.

Sr. KIRCHNER.— Con todo gusto.

Se lo digo porque realmente nos hubiera gustado discutir en la Comisión de Redacción todos los temas que se vinculan con la cuestión federal.

Cuando empecé a hacer referencia a la coparticipación me dijeron que era un acto de heterodoxia

constitucional hablar de porcentajes o en términos de cláusulas económicas. Con absoluta humildad,

teniendo en cuenta a los constituyentes que me lo decían, como el propio doctor Duhalde,

gobernador de Buenos Aires, a quien admiro y respeto, decliné los porcentajes de los que se

hablaban en ese momento y me sumé al criterio de tratar de trabajar para construir una Constitución

para todos los argentinos.

¡Vaya si se van aprendiendo cosas! Pareciera ser que cuando éramos provincias chicas o dirigentes

que recién comenzábamos a caminar esta dura y cruda realidad nacional, se trataba de heterodoxia

constitucional. Pero cuando se "plantaron" las provincias de Buenos Aires y de Córdoba —vaya mi

sorpresa—, se trata de una cuestión de arte constitucional. Este es el país de la equidad y de la

justicia: el que más poder tiene es el que más decide. Los demás, que hablen, que griten y que

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chillen; para eso tenemos las manos, para eso resolvemos, para eso acallamos las conciencias.

(Aplausos)

Usted, señor presidente, que también viene de una provincia chica puede ser que hoy convalide este tipo de procesos pero tenga en cuenta que se está sentando un pésimo precedente.

Decíamos que era fundamental construir un organismo fiscal federal con un representante de cada

provincia que debía interpretar, fiscalizar y controlar lo referido a la distribución de fondos, pero

rápidamente desapareció la palabra "interpretar". Coincido con mi colega, el señor convencional

Massaccesi, en cuanto a que la fiscalización y el control lo puede hacer cualquiera. En cambio, no

vayan a interpretar cómo se hace la distribución de fondos —se dice— porque estarían invadiendo

jurisdicciones nacionales. Esto es así porque

lamentablemente no se puede discutir lo que significa la cuestión global y la filosofía del concepto de distribución.

Hablo con autoridad moral sobre el tema. Al asumir como gobernador me encontré con una

provincia con tres meses de sueldos atrasados y que un gobernador que vivía cerca de los calores

del poder, nos había dejado aguinaldos, sueldos y deudas salariales atrasadas. En ese momento nos

dijeron que había que tener un gesto de solidaridad con la provincia de Buenos Aires. Los

santacruceños, poquitos como somos —seguramente ni con lupa van a encontrar uno en el

conurbano bonaerense— dijimos que íbamos a apoyar a nuestros compatriotas de esa parte del país

y que estaríamos presentes con nuestro humilde apoyo.

Por eso, cuando cuestionamos la cláusula transitoria no lo hacemos con la intención de querer sacar

del fondo del conurbano, sino de evitar que se estire el plazo de la cláusula que dice que a fines de

1996 habrá una nueva ley de coparticipación y que estemos ante el cuento de la buena pipa. Eso es

lo que me dijeron cuando firmamos la cláusula del conurbano, cuando transferimos los servicios

educativos, cuando firmamos el Pacto Fiscal I y el Pacto Fiscal II, y lo mismo nos dirán cuando

intenten que firmemos el Pacto Fiscal III, que ya se está preparando. Siempre nos dijeron que ya

salía la ley de coparticipación.

¡Entonces, se imaginan ustedes cómo puedo creer que en 1996 va a haber una nueva ley de

coparticipación! Pido que quede asentado que no lo creo. El 31 de diciembre de 1996 todos mis

amigos convencionales van a recordar lo que estoy diciendo. No va haber una nueva ley de

coparticipación. Esto es lo que pienso y ustedes van a poder comprobar que es cierto.

Si no hay una nueva ley de coparticipación —no entiendo por qué no nos apoyan los convencionales de Buenos Aires—, en vez de detraer dinero de los escuálidos fondos provinciales

se los debería detraer de la distribución primaria de los fondos que le corresponden a la Nación.

Esa sería una cláusula gatillo que nos daría garantías claras y concretas de que no tendremos que seguir poniendo el hombro con nuestra pobre y humilde solidaridad.

¿Qué problema hay, si es tan cristalino el procedimiento, en que los fondos se puedan descontar a partir del 1o de enero de 1997 de los fondos nacionales que provienen de la distribución primaria?

También está la cláusula Córdoba, con el tema de compensación de deudas y demás, respecto de los reclamos vigentes. No tengo ningún problema con los compatriotas cordobeses. Pero es lógico; había que acordar y distribuir intereses.

Entonces, si a mí me hablan de que este es un acuerdo del poder, de que este es un acuerdo de las

corporaciones políticas, de que este es un acuerdo que impulsan las dirigencias de los partidos

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mayoritarios, si acuerdan intereses que para ellos pueden ser supremos y para otros no, yo voy a

decir que no estoy de acuerdo, pero que se está terminando con la hipocresía en la Argentina.

Ahora, que hagan esto y me quieran contar lo contrario será porque nos habrán

visto la cara de estúpidos o creen que porque vivimos a tres mil kilómetros ya no nos damos cuenta de cómo se maneja el discurso, de cómo se maneja el poder central.

En cuanto a la cláusula de los recursos naturales, no sé cuáles serán los intereses que impiden que las provincias tengan los derechos originarios de esos recursos. No sé qué problema existe para que nosotros tengamos una participación en la administración.

Aquí no se trata de los fondos que podamos percibir; los queremos compartir con todas las

provincias —con las de litoral marítimo y con las mediterráneas. Se trata de tres cuestiones

fundamentales: el impacto económico, el impacto ecológico y terminar con la tarea de esquilme permanente a la que hemos sido sometidos. En nuestras costas, vemos muchísimos barcos que ni

siquiera sabemos de qué bandera son, que se están llevando la riqueza de los argentinos.

(Aplausos) Queremos reaccionar para poder controlar esta situación, y vemos que esta Asamblea nos impide tener un acto de dignidad federal. Los invito a que vayan, vean y comprueben lo que les digo.

Por eso, les puedo asegurar que no es nuestra intención confrontar.

Pero hay tres cosas que quiero que queden en claro. En primer lugar, mi amigo y compañero el

doctor Antonio Cafiero, dijo, con esos cuadritos de computadora que están tan de moda, que Santa

Cruz es una de las provincias con mayor nivel de ingresos per capita.

Yo le digo, querido Antonio, que somos menos de un habitante por kilómetro cuadrado. Con 400

mil pesos, en la provincia de Buenos Aires se hacen cloacas para 4.000 familias. En cambio, nosotros, para siete mil habitantes de Las Heras tenemos gastar 7 millones de dólares para construir

el gasoducto.

Puede ser que tengamos uno de los ingresos per capita más altos; pero también le puedo asegurar, don Antonio, que tenemos el nivel de egresos más alto, como ocurre con varias provincias que están en nuestra situación. Por eso pido justicia en el análisis.

También debo referirme a lo que algunos dicen: "Ustedes quieren hacer el emirato de Santa Cruz"; algunos dicen que a veces respiramos cierta bronca y cierto resentimiento.

¡Cómo no vamos a tener bronca y resentimiento! Y les pido perdón si en algún momento lo expresamos. Pero son años de olvido; años de discursos de las dirigencias centrales diciendo que la

Patagonia es el futuro de la Patria, y somos la periferia del país que podemos servir a un discurso coyuntural de campaña; pero a la hora de la resolución son muy pocos los que se han acordado de

resolver las cuestiones como corresponden.

Sr. PRESIDENTE.—

una interrupción. El señor convencional Antonio Cafiero le solicita Sr. KIRCHNER.— Se la concederé cuando termine, señor presidente.

También debo mencionar al presidente del bloque justicialista, compañero Alasino, quien dijo que

Santa Cruz tenía guardados 600 millones de pesos y había cobrado su juicio por regalías. Quiero

Page 155: HISTORIA DE LA PATRIA - peronistakirchnerista.com

informarle que fueron regalías congeladas, mal liquidadas y no pagadas en gobiernos anteriores,

entre ellos, el radical, y que con mucho esfuerzo —es cierto, gracias al presidente de la Nación—

pudimos cobrar el 50 por ciento. Y no lo gastamos: lo estamos administrando porque es la única

posibilidad que tenemos para ver si estas frases de la producción, del trabajo, de la equidad y de la

justicia podemos hacerlas realidad, al menos en nuestra provincia. De lo contrario, si seguimos

esperando que vengan las inversiones del poder central, no sé cómo tendremos que hacer.

Digo todo esto porque a diario me toca vivir —algunos no se animan a decirlo— ese peregrinar para lograr decisiones, porque cada vez que hago una crítica o levanto mi voz, se me duermen hasta los cheques en los cajones.

O como pasa a veces aquí, donde pareciera que no se puede disentir.

Entonces, a la hora de la decisión, en nuestro bloque —esto ha pasados estos días y también hoy— antes que discutir los temas centrales y de fondo, encuentran la mecánica de la persuasión, que es absolutamente convincente, por otros medios. (Aplausos)

Ya llegará la hora en que van a despertar los compañeros; ya va a llegar la hora en que perderán los

miedos. Algunos haremos punta para que este movimiento se vuelva verdaderamente democrático, porque sabemos que van a entender y comprender la mayoría de los justicialistas.

No me quiero extender. Pero digo, amigos y convencionales reunidos en este paraninfo, que duele;

a veces duele tener que tratar de convencer a los propios; duele también ver en esta postura a

hombres que pasaron por la función pública, quienes saben que decimos las cosas con razones

serias y fundadas. Puedo asegurarles que todo esto lo digo con absoluto sentimiento; que en el

fondo de sus corazones, Reutemann, Duhalde, Ortega, Marín, Gabrielli, Massaccesi y Maestro,

saben las veces que nos hemos que tenido que morder los dientes por las cosas que no han resultado

o porque no nos han correspondido como debían.

Sabemos las veces que nos han dicho que éramos malos administradores, que gastábamos mal. Y yo me pregunto, ¿nosotros podemos gastar mal? Pero, ¿por qué no le dicen a Matilde Menéndez, al

Banco Hipotecario? (Aplausos prolongados en las bancas y en las galerías.) ¿Por qué no le dicen al secretario de Hacienda de la municipalidad de la Capital, que gaste mejor? Que nosotros queremos

darle más felicidad a nuestra gente. (Aplausos)

Sr. PRESIDENTE.— Señor convencional: lamento comunicarle que su tiempo ha finalizado. —Manifestaciones y aplausos en las bancas.

Sr. KIRCHNER.— Solicito autorización para poder finalizar.

—Asentimiento.

Sr. PRESIDENTE.— Como hay asentimiento, puede redondear su exposición.

190

Sr. KIRCHNER.— Muchas gracias, señor presidente.

Por eso les digo que es hora de que en la Argentina recuperemos la solidaridad; de que nos demos

cuenta de que la Argentina de los valores absolutos se terminó; de que no importa quién gane las elecciones; de que no importa si se gana una votación aquí, o no. Lo que sí importa es que las

futuras generaciones vean que los argentinos discutimos el país que queremos construir.

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Por eso, agradezco la paciencia de haberme escuchado. Me voy sintiéndome un poco más integrado a esta Argentina. Se los digo con el alma de un santacruceño. (Aplausos prolongados en las bancas y en las galerías.)

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CRISTINA FERNANDEZ DE KIRCHNER

"Los atentados a la Embajada de Israel y a la sede de la AMIA son hijos de la impunidad"

(1997)

Presentación del primer informe de la Comisión de Seguimiento de los Atentados contra la Embajada de Israel y la AMIA, 17 de diciembre de 1997.

En el informe que cada señor diputado tiene sobre su banca hemos fijado con mucha claridad el

juicio de valor que nos han merecido los distintos funcionarios y organismos que tenían la responsabilidad de investigar y no lo hicieron debidamente o, lo que es peor aún, ocultaron y

sustrajeron pruebas.

Por lo expuesto, es mi deseo abordar el análisis de los atentados a la Embajada de Israel y a la sede

de la AMIA desde una óptica más general, vinculada con la situación institucional e histórica en la

que se produjeron. Al respecto, existen desde mi punto de vista dos cuestiones fundamentales que

están íntima y directamente relacionadas: el funcionamiento de los organismos de seguridad y de

inteligencia en la República Argentina, y la impunidad.

No podemos ignorar que en estos hechos están involucrados miembros de las fuerzas de seguridad. Me refiero a las fuerzas de seguridad y los organismos de Inteligencia que en el país sirvieron durante décadas a la Doctrina de la Seguridad Nacional, pues habían sido

creados, idea- dos, imaginados y programados para controlar a la sociedad civil, guiados por el concepto de Estado absoluto que presuponía que sólo desde allí podían provenir los daños.

Los organismos de seguridad y de inteligencia deberían haberse ocupado de la seguridad de los

argentinos y de hacer Inteligencia para ellos; sin embargo, no fueron programados para eso. Más

tarde, en 1983, se produjo el advenimiento de la democracia con sus marchas y contramar- chas,

pero no me abocaré al análisis del castigo a los responsables del terrorismo de Estado porque las

distintas fuerzas políticas que componen este cuerpo han cumplido un rol en esa historia.

Lo cierto es que esos policías que participaron en la consumación de un atentado provienen de un

aparato que sirvió a la represión más feroz que se recuerda en la historia argentina. No han nacido

de un repollo; son hijos de la impunidad. Tanto es así que por muchas crónicas periodísticas

tomamos conocimiento de que incluso alguno había participado en un triste centro clandestino de

detención, el Pozo de Banfield, y nada le sucedió por ello. ¿Por qué entonces podía pensar que

ahora sí le ocurriría algo?

Por sobre todas las cosas los atentados a la Embajada de Israel y a la sede de la AMIA son hijos de la impunidad. Quienes participaron en su articulación, concreción, ocultamiento o disimulo tenían

derecho a pensar que nada les sucedería porque por iguales o peores cosas no habían sufrido

consecuencia alguna. Por eso hoy circulan por las calles con libertad y tal vez hasta pueden sentarse a nuestro lado.

Junto con el crimen del periodista José Luis Cabezas, estos atentados constituyen puntos de

inflexión en la cultura de la impunidad en la Argentina. Si no se descubre quiénes fueron los responsables materiales e ideológicos, nos habrá derrotado esa Argentina clandestina que alguien

recién mencionaba.

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Entonces, surge la inquietud acerca de qué postura adoptar, no solamente en los casos de la AMIA y la embajada sino también en cuanto a las tareas y a la deuda pendiente que tiene la clase política

argentina con el resto de la sociedad para abordar los temas de la seguridad y de la inteligencia a efectos de ver cómo podemos articular controles democráticos que aseguren dichos parámetros a los

argentinos.

Por otra parte deberíamos decir que, más allá de las intenciones, de los deseos y de la tarea concreta

desarrollada por muchos legisladores, tenemos cierta sensación de fracaso respecto de la comisión

de seguimiento de los organismos de seguridad e inteligencia en nuestro país. Pero no porque se

haya trabajado mal sino por las serias dificultades que implica articular controles democráticos

frente a actividades de esta naturaleza, cuyo contenido se relaciona más con otro tipo de Estado que

con el modelo de un estado de derecho.

El desafío va a ser tratar de brindar a los argentinos una estructura de seguridad e inteligencia que cumpla con su verdadero rol en un esta-do de derecho, cual es el de considerar a la sociedad argentina no como un enemigo sino como el eje al que debe garantizarse las libertades y los derechos de todos y cada uno de los individuos que lo conforman.

Por eso, quisiera hacer un llamado a todos los partidos políticos que integran este cuerpo para que

de una vez por todas, de la misma manera que trabajamos en esta Comisión —con diferencias y

matices propios y saludables dentro de la democracia—, para poder abordar una tarea de

investigación y de apoyo institucional a la justicia, desechen aunque sea por un instante eso que

tanto nos ha reprochado la gente a la clase política argentina: el oportunismo de querer llevar

siempre agua para nuestro molino y no ocuparnos de los verdaderos problemas.

Creo que el tema de organizar fuerzas de seguridad y organismos de inteligencia que se ocupen

justamente de eso —hacer inteligencia para brindar seguridad a los habitantes de la República Argentina— constituye una tarea pendiente que tenemos y debemos abordar sin partidismos, del mismo modo que actuamos en esta Comisión.

Hay algo que vengo repitiendo desde hace tiempo: si la sociedad argentina no puede ver presos y

condenados a los responsables materiales e ideológicos de estos tres crímenes que señalé como emblemáticos de la cultura de la impunidad en la Argentina, va a importar muy poco quién esté en

la Casa Rosada en 1999, porque el verdadero poder va a estar en cualquier otra parte pero no precisamente allí.

Por lo tanto, considero que debemos seguir profundizando la tarea de apoyo y seguimiento en relación con este tema de la AMIA. Se trata de un deber de la clase política para que aquel "Nunca

Más" no sea sólo un informe. Alguna vez creímos los argentinos que nunca más iban a volver el horror y el terror a golpearnos como nuevamente lo hicieron.

Sabemos que quebrar esta cultura de la impunidad es la deuda que la clase política tiene con toda la sociedad argentina.

NÉSTOR KIRCHNER

"Menem intentó transformar el justicialismo en una filial del Partido Republicano".

En 1999, a pesar de la derrota de Duhalde a nivel nacional, el Frente para la Victoria Santacruceño

había obtenido una gran victoria en las elecciones Provinciales para la gobernación. Fue importante

no sólo por significar el tercer mandato consecutivo de Néstor como Gobernador, sino porque en

este caso venció a la "Convergencia", un espacio político que incluía a todos los componentes de la

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Alianza mas el Menemismo, que desde hacía varios años (y tras perder numerosas internas

partidarias contra Kirchner en el PJ Provincial) estaba afuera del Partido Justicialista y nucleado en

el Mo.Fe.Sa. (Movimiento Federal Santacruceño). A pesar de las expectativas de toda la oposición

unificada, el FVS se alzó con el 54% de los votos contra el 43% del frente opositor. Sentenciaría

Néstor, eufórico en su discurso en Roca y San Martín tras la victoria, "ese es el destino del

rejuntado", dando una lección que la oposición hoy todavía no aprendió al continuar tratando de

articular frentes meramente electorales sin programa ni construcción política, condenados a

consumirse en sus propias contradicciones y vedettismos (la Convergencia, por cierto, no

sobrevivió esa elección).

Como ya sabemos, las relaciones de Néstor y Cristina con el Menemismo que habla gobernado del

'91 al '99 nunca fueron buenas y permanentemente mostraron su contradicción y desacuerdo con la

postura mayoritaria en el partido (de hecho Cristina había sido expulsada del bloque legislativo

Justicialista en el año '97). Incluso Kirchner, a pesar de apoyar la candidatura de Duhalde a

Presidente en el '99 (que era una forma de frenar a los sectores Menemistas que buscaban la re-

reelección) durante la misma campaña había mostrado sus diferencias con él (denunció incluso la

"menemización de la campaña" que estaba llevando a cabo el ex Gobernador de la Provincia de

Buenos Aires). Era inevitable entonces que Néstor, con el frente Provincial tranquilo tras el

categórico triunfo, profundizara su intención de salir a caminar el país, caminar dentro del partido y

crear una línea interna crítica a los sectores que desde el '83 profundizaban la derrota ideológica del

Peronismo.

Por eso mismo es que en el año 2000 lanzó "la corriente", una línea interna dentro del PJ nacional

que plantara bandera y denunciara estas cuestiones orgánicamente, buscando revitalizar al

Peronismo y devolverlo a sus orígenes. Este agrupamiento estaba lejos de ser una línea mayoritaria,

mas bien representaba a una minoría que estaba dispuesta a articular con sectores que se

encontraban al margen o incluso fuera del Partido y la orgánica oficial, destacándose la relación con

distintos movimientos sociales y de desocupados.

Sirve también contextualizar esta época: Si bien el agotamiento del modelo neoliberal, la recesión,

el endeudamiento, el desempleo eran una realidad palpable, los medios hegemónicos y los grupos

concentrados de poder continuaban hablando de las bondades de la convertibilidad y la "integración

al mundo" que vivía Argentina. La Alianza, siendo un rejunte que se oponía al Menemismo en las

formas pero no en el fondo, había asumido el compromiso de sostener el 1 a 1

a costa del sufrimiento de millones de Argentinos y profundizar aún más la entrega al Fondo

Monetario y sus agentes. Gran parte de la sociedad compartía esa visión que era - y sigue siendo, de

alguna forma - la bajada de línea de Clarín, La Nación, la Revista Noticias y todo el aparato

mediático monopólico, y lo mismo ocurría en ciertos sectores dentro del Justicialismo. A pesar de

eso, nuevamente sin miedo a la condena mediática y partidaria, Kirchner salió a recorrer cada

provincia, cada municipio, para construir una alternativa verdaderamente popular y Peronista. Este

trabajo de años se materializaría finalmente en 2003.

No deja de asombrar la coherencia que mostró Néstor toda su vida:

Estas cosas, que dijo en el 2000, son las mismas que dijo en el '83 en su discurso del Ateneo, que denunció Cristina en el Congreso de la Nación cuando le tocó legislar, y que luego ambos llevaron a cabo cuando les tocó la tarea de gobernar los destinos de la Patria.

En esta nota (subrayada en sus partes fundamentales) Kirchner habla de: - Llamar a una autocrítica hacia adentro del Justicialismo, denunciando que el Partido se convirtió en un grupo de gerentes de la política que viven de repartir cargos y hacer acuerdos;

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- Menciona la importancia que tiene la militancia de base y la necesidad de recuperar la política mediante el trabajo y la discusión en cada Unidad Básica, cambiando el paradigma clientelar impuesto en la última década; - Criticar al Menemismo no sólo por la corrupción y sus formas, sino que debe cambiar el modelo socioeconómico que la Alianza continúa y que condena a la exclusión a millones de compatriotas; - Que el Peronismo tiene que dejar de ser un partido neoconservador y debe constituirse en un actor progresista que lleve adelante la transformación de la Argentina.

Entrevista - Néstor Kirchner: "Menem intentó transformar el justicialismo en una filial del Partido Republicano", Diario "Los Andes", 17 de Diciembre de 2000

El gobernador de Santa Cruz lanzó el viernes su propia línea interna nacional dentro del PJ. Critica a Menem por la corrupción durante su mandato, la idea del pensamiento único y el modelo socioeconómico.

Admite que comparte muchas de las propuestas preelectorales de la Alianza y asegura que aún está dispuesto a colaborar con el gobierno nacional, a pesar de ser el único mandatario que no firmó el pacto fiscal.

Por Marcelo Zentil

Néstor Kirchner, el gobernador de Santa Cruz, no perdona a Carlos Menem y sigue criticando el

modelo político y socioeconómico que impuso el ex presidente durante sus 10 años de mandato. Pero también se muestra desencantado porque De la Rúa no genera cambios.

Kirchner lanzó el viernes, a nivel nacional, su propia línea interna dentro del PJ. La llama "La

Corriente". Eligió como escenario un hotel de Buenos Aires y estuvo rodeado por el sindicalista Hugo Moyano y su esposa, la diputada Cristina Fernández. Entonces, planteó lo mismo que durante esta entrevista: oxigenar la política argentina.

Por eso, busca diferenciarse de Carlos Ruckauf, duda sobre la renuncia de Chacho Alvarez y asegura que Eduardo Duhalde debió decir antes lo que ha dicho en las últimas semanas. Por

momentos, deja aflorar a aquel militante universitario de los 70 que participó en la creación de la JUP.

-¿Por qué formó el bloque de gobernadores junto a Duhalde?

-Lo que me llevó a acercarme a Duhalde fue tratar de generar una alternativa y una opción en el justicialismo distinta del menemismo. Lo mismo impulsó a Jorge Busti (Entre Ríos) y a Lafalla.

Buscábamos darle al peronismo la posibilidad de recuperar la credibilidad de la sociedad.

-¿Y qué paso con esa idea?

-Eduardo (Duhalde) no se decidió a decir las cosas que está diciendo ahora. Si las hubiera dicho en su momento, estoy seguro de que hubiera terminado mucho mejor.

-¿Por qué no lograron el objetivo?

- El acercamiento de Aráoz y todas esas banditas que rondaban lamentablemente cerca de Eduardo, llevaron a que paulatinamente no pudiéramos sostener el pensamiento que teníamos.

-¿Comenzó el proceso de reconstrucción del PJ?

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-El iusticialismo está en deuda con la sociedad. Un movimiento como este, con la fuerza v la gravitación social que tiene, tras la derrota categórica que sufrió aún no fue capaz de hacer una

autocrítica. Y sigue potenciando en muchos casos a la misma dirigencia responsable de todo lo que pasó.

-¿Y hoy con quién se identifica?

-Yo no puedo estar de acuerdo con un dirigente que dice una cosa a la mañana, otra a la tarde y a la noche va y dice "Fernando, quédate tranquilo que los gobernadores vamos a arreglar con vos". A mí

me gusta decir lo mismo a la mañana, a la tarde y a la noche, y lo que hablo en público lo hablo

también en privado. Esa es la única forma de articular un diálogo serio y creíble para la sociedad.

-¿Eso lo dice por Ruckauf?

- Lo dejo ahí.

-¿Con De la Sota tiene más coincidencias que con Ruckauf?

-Con De la Sota compartí los espacios de la renovación. Trabajamos juntos ahí. Tenemos una buena relación personal, pero no hemos avanzado más allá en lo político.

-¿Quién piensa como usted en el peronismo?

-Hay intendentes, concejales, vicegobernadores, legisladores. Toda una carnada dirigencia! nueva, que tiene mucho que ver con la generación que se incorporó a la política en los 70 v que creía v aún

cree que este país se puede cambiar. Somos los que no Queremos rendirnos ni resignamos. No puede ser que la política sea nada más que la distribución de espacios v de futuros negocios.

- ¿Quieren cambiar el partido?

-Queremos un justicialismo progresista, que evolucione, que tenga capacidad de autocrítica. En los últimos años, en el PJ se cambió el concepto de cuadro político por el de gerente, y el de militante

por el de cliente. Quiero volver al cuadro, al militante, a construir propuestas, a que la política deje de ser un acuerdo dirigencial.

-¿Añora un pasado mejor?

-Anhelo la reunión en el comité, en la unidad básica. Si es necesario que nos peguemos un sillazo, bueno, pero discutiendo ideas. Debemos volver a discutir el país real, qué pasa en esta Argentina y recuperar la capacidad transgresora.

-¿Eso implica cambiar la forma de hacer política?

-Hay que terminar con la hipocresía en la clase política argentina. Los que hasta ayer apoyaban el provecto socioeconómico que impuso Menem. hoy son opositores a esas políticas. Y los que eran opositores.

hoy las defienden, porque De la Rúa, con sus matices, continúa el mismo modelo. Esto demuestra que de acuerdo con la vereda en que los coloca la gente, toman la ideología de oficialista u opositor.

-¿Qué es lo peor que hizo Menem?

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-Tuvo aciertos importantes como consolidar la estabilidad económica y pagar viejas deudas a las

provincias. Pero, en cambio, fueron lamentables la corrupción y la idea del pensamiento único.

Además, no entendió el grado de empobrecimiento de los argentinos ni el fenómeno de los nuevos

pobres. Y cambió algo central en el justicialismo. como la movilidad social ascendente. Durante el

menemismo la movilidad social fue descendente. Así, consolidó la exclusión social.

-Su lista de críticas es larga...

-Además, Menem intentó transformar el justicialismo en una filial del Partido Republicano de los Estados Unidos. Hoy la conducción del PJ expresa ideológicamente un provecto neoconservador. que adhiere a los principios de los republicanos. Creo que es conservador incluso ante el Partido Popular de Aznar en España -¿Su visita a Mendoza significa un acercamiento a sectores del PJ mendocino, como el de Amstutz?

-Estamos trabajando juntos con muchos compañeros, para que se vayan incorporando paulatinamente a nuestra línea interna. Con Amstutz tengo una relación anterior.

-¿Se imagina integrando una fórmula presidencial en 2003?

-Quiero ser coherente con lo que pensamos. Nosotros queremos crear un espacio de construcción política y de pensamiento con vocación de poder. Queremos ser un proyecto con ideas, no con caras nada más.

Queremos ser un grupo con propuestas, que ayude a cualificar la política argentina.

-¿Pero de ese espacio puede salir gente que encabece listas?

-Viendo lo que vemos, no tenga dudas de que hay cuadros que pueden dar respuestas de calidad superior.

-¿Aspira a un nuevo mandato como gobernador?

-La Constitución provincial permite la reelección indefinida, pero no pienso candidatearme nuevamente. Tenemos mucha gente que puede continuar con nuestro proyecto. Creo que es bueno tener continuidad, pero también es bueno oxigenar con cambios y dar nuevas posibilidades.

-¿Su mujer va a ser candidata en las próximas elecciones?

- Sí, ella va a ser candidata a senadora nacional. La gente en Santa Cruz, de todos los partidos

políticos, la apoya. Hay una cuestión de reivindicación también. Ella prácticamente fue expulsada por la banda que había en el bloque justicialista, por defender los intereses de la provincia y

denunciar muchas de las cosas que sucedieron.

-¿Y lo podría suceder a usted en 2003?

-Ganaría y tiene todas las condiciones para sucederme. Pero ella va a ser senadora y va a cumplir con el mandato completo.

-¿Hay competencia entre ustedes?

-No, para nada. Nosotros llevamos 25 años de casados y ella tiene sus ideas, su personalidad, es

intransigente en muchas cosas, a veces es mucho más firme de lo que uno podría ser y es una severa

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crítica del sistema político de hoy. Cristina tiene su visión, a veces coincide conmigo y a veces es más dura. Ella es la crítica más grande que tengo en la provincia. -¿Sus diferencias con el menemismo lo acercaron a la Alianza?

-Yo comparto muchas de las propuestas que tenía la Alianza. Como salir de este sistema impositivo totalmente regresivo, donde se sigue castigando al que consume, para que empiecen a pagar los que

más ganan, las empresas. Un ejemplo es Repsol: de 1.550 millones de ganancia en un año, 980

millones los ganó en la Argentina. Y un kioskero paga en proporción los mismos impuestos.

-¿Creía en el cambio que prometía la Alianza durante la campaña?

-Sí. La Alianza tiene dirigentes muy importantes, gente que yo conozco que podía hacer un cambio

y puede todavía. El problema de De la Rúa es que tiene miedo de que le pase lo mismo que a

Alfonsín. Pero que no le haya salido bien a Alfonsín, no significa que no sea posible plantear un

esquema diferente al que propone este modelo de concentración económica y exclusión. El

Presidente viene con ese complejo y partió con la idea de durar los cuatro años.

-¿Y ahora está desilusionado?

-Cuando empezó este gobierno, tenía toda la voluntad de acercarme a colaborar y la sigo teniendo, a pesar de no firmar el pacto fiscal. Pero nuevamente aparecen los mismos personajes, las mismas ideas.

Pueden tener distintos nombres, pero representan lo mismo. Además, está la actitud conversa de Machinea, que no cree en el programa que está aplicando.

-¿Usted le cree a Chacho Alvarez?

- La renuncia de Chacho me pareció una actitud importante. Pero creí que al renunciar iba a decir

que no seguía porque tal funcionario continuaba en el Gobierno y era responsable de los sobornos

en el Senado. Entonces hubiera sentado un ejemplo ético en el país. Pero se fue, volvió, una y otra

vez. Nadie sabe bien qué está haciendo. Me tiene desconcertado Chacho.

-¿Cavallo en el gabinete garantiza algo?

- Es un hombre de una inteligencia muy grande, muy preparado. El le cambiaba todos los balances

al Fondo Monetario, iba, venía, se peleaba, los echaba. En resumen, negociaba distinto y tiene otra calidad intelectual. Yo vengo de las antípodas v a mí no me interesa la Argentina que él quiere,

porque evidentemente no se dio lo que predijo. que fue la teoría del derrame. El vaso creció, pero

no derramó nada.

Fue todo para los grupos concentrados.

-¿Cómo se sale de la crisis?

-Hay que terminar con la resignación y con el "no se puede". Es posible. En mi provincia lo estoy haciendo. Tenemos el 1,9% de desocupación en Río Gallegos, rondará el 5% en toda la provincia y

tenemos un plan de inversión de 1.000 millones de pesos para este período. El Estado debe recuperar su rol promotor v que no nos vengan con el cuento de que no es necesario. Más de lo

mismo es suicida.

-¿Para aplicar ese modelo en Santa Cruz aprovechó el pago de las regalías mal liquidadas?

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-Nosotros todavía las tenemos y estamos gastándolas de a poco en obras de reconversión productiva. Ustedes creo que ya las gastaron.

Yo le propuse a Gabrielli conformar un fondo de inversión entre todas las provincias que habían

cobrado 1.500 millones en total, con el que podíamos subsidiar tasas. Con esa suma podíamos conseguir préstamos por 4.000 ó 5.000 millones y generar un fuerte proyecto de inversión

productiva. Por distintas circunstancias no se pudo llevar adelante.

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FRASES DE PATRIOTAS

"Individualmente no vamos a conseguir nada. ¿Por qué no vamos todas a la Plaza de Mayo?. Cuando vea que somos muchas, (Jorge) Videla tendrá que recibirnos".

Azucena Villaflor 1977 - Madres de Plaza de Mayo.

"Vamos a hablar dos presidentes elegidos por la voluntad de nuestros pueblos. Vamos a tocar los temas bilaterales y también a los que hacen a América en su conjunto sobre la base del respeto al

principio que hace al derecho consuetudinario de no intervención y afirmando la libertad del hombre".

Raúl Alfonsín al Presidente de EEUU Ronald Reagan el 19 de marzo de 1985

Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer

llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles.

Rodolfo Walsh, 1977

FRASES DE BUITRES

"El ejemplo más difícil, el de los ferrocarriles, allí también hemos realizado una importante obra de racionalización y reorganización.

Hemos clausurado o levantado 10.000 km de vías de las 42500 que existían, hemos también

clausurado 1000 de las 2400 estaciones y en cuanto al personal de la empresa Ferrocarriles del

Estado, ha disminuido de los 156.000 que se encontraban al comienzo de nuestra gestión a 96.000

en la actualidad. Ha sido muy difícil hacer comprender a estructuras administrativas

verdaderamente enquistadas la importancia de la reducción de costos y de la operación con

eficiencia".

Discurso de Martínez de Hoz el 12 de marzo de 1981

"Primero mataremos a todos los subversivos, luego mataremos a sus colaboradores, después... a sus simpatizantes, en seguida... a aquellos que permanezcan indiferentes y finalmente mataremos a los tímidos"

Ibérico Saint Jean, interventor provincia de Buenos Aires, mayo 1977.

"Un terrorista no es solamente alguien con un revólver o una bomba, si no también cualquiera que difunde ideas que son contrarias a la civilización occidental y cristiana".

Jorge Rafael Videla, The Times, Londres, 4 de enero de 1978.