HISTORIA DOCUMENTAL DE LA VIVIENDA COLECTIVA

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HISTORIA DOCUMENTAL DE LA VIVIENDA COLECTIVA Ayala Alonso, Enrique Universidad Autónoma Metropolita- Xochimilco División de Ciencias y Artes para el Diseño Calzada del Hueso 1100, Col. Villa Quietud. México, D. F. México [email protected] RESUMEN La vivienda colectiva comenzó a construirse en el siglo XX para atender las condiciones desfavorables en que vivían las clases trabajadoras. Su historia comenzó a escribirse a partir de anécdotas y de la visión que proporcionaban las obras más visibles, aconteciendo que buena parte de ella fue olvidada. Muchos documentos de la época han comenzado a ser descubiertos y revalorados, permitiendo conocer con mayor exactitud como fue imaginada y construida esa importante arquitectura, incluyendo los proyectos no realizados, que también formaron parte de las expectativas por lograr resolver uno de los problemas sociales, urbanos y arquitectónicos más acuciantes en el siglo XX. Se analizan casi cincuenta años de historia, a partir de una aproximación sucinta a las instituciones que la produjeron. Palabras Clave: Vivienda, historia, siglo XX, documentación oficial, México

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HISTORIA DOCUMENTAL DE LA VIVIENDA COLECTIVA

Ayala Alonso, Enrique

Universidad Autónoma Metropolita- Xochimilco

División de Ciencias y Artes para el Diseño

Calzada del Hueso 1100, Col. Villa Quietud. México, D. F. México

[email protected]

RESUMEN

La vivienda colectiva comenzó a construirse en el siglo XX para atender las condiciones desfavorables en que vivían las clases trabajadoras. Su historia comenzó a escribirse a partir de anécdotas y de la visión que proporcionaban las obras más visibles, aconteciendo que buena parte de ella fue olvidada. Muchos documentos de la época han comenzado a ser descubiertos y revalorados, permitiendo conocer con mayor exactitud como fue imaginada y construida esa importante arquitectura, incluyendo los proyectos no realizados, que también formaron parte de las expectativas por lograr resolver uno de los problemas sociales, urbanos y arquitectónicos más acuciantes en el siglo XX. Se analizan casi cincuenta años de historia, a partir de una aproximación sucinta a las instituciones que la produjeron.

Palabras Clave: Vivienda, historia, siglo XX, documentación oficial, México

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Historia documental de la vivienda colectiva

Como muchas de las reconstrucciones históricas que se van elaborando paulatinamente ,

conforme los vestigios, documentos y demás fuentes van arrojando información, la historia

de la vivienda colectiva en México se ha ido construyendo de esta manera. Esta

arquitectura, de importancia capital en el siglo XX, aún no cumple una centuria de haberse

comenzado producir, sin embargo, desconocemos parte de su historia. Comenzó a

escribirse a partir de los recuerdos de algunos de sus protagonistas y autores, por

anécdotas y por la reiteración constante de algunos de sus episodios, no siempre tan

ciertos, pero que a fuerza ser repetidos tomaron aires de verdad, además de que a lo largo

del tiempo nos ha gustado escucharlos.

La arquitectura doméstica no ha sido uno de los temas favoritos de la historiografía y es por

ello que durante mucho tiempo no se trabajó con el rigor que se dio a otras edificaciones,

que eran consideradas obras de arte o próximas a éste. En tiempos más recientes se ha

comenzado a profundizar en su conocimiento; la consulta de archivos, por ejemplo, ha

permitido saber que hubo una producción más abundante a la que las primeras obras

historiográficas consignan. También se han analizado revistas de época y se ha vinculado a

las coyunturas social, política y económica en que se produjeron. No obstante, sigue

pendiente un análisis más riguroso de sus características funcionales, espaciales y

tecnológicas. También en estos aspectos han imperado mitos y verdades incompletas.

Paradójicamente, el análisis de esta arquitectura de producción gubernamental, ha sido

poco estudiada a partir de los documentos oficiales, algunos de los cuales fueron públicos, y

sirvieron para la promoción de la obra y a la difusión de sus ventajas ante los posibles

usuarios y compradores, cuando fue el caso. También ha sido poco frecuente el análisis de

informes gubernamentales y documentos elaborados por los sindicatos, que fueron sus

promotores y siempre estuvieron muy próximos a ese tipo de arquitectura.

Varios de esos documentos han comenzado a ser observados y utilizados en la elaboración

de una historia que pretende ser más rigurosa. Estas líneas se han escrito basándose en

una proporción importante en documentos de gobierno y sindicales que nos han salido al

paso y permitido ampliar y a veces enderezar un poco esa historia.

La vivienda colectiva en México.

La revolución mexicana (1910-1924) trajo consigo cambios profundos en todos los ámbitos

de la sociedad, la economía y la cultura. A partir de ella, la arquitectura tomó también otros

caminos que la alejaron de del eclecticismo de origen europeo de la etapa previa y comenzó

a experimentar la influencia norteamericana, principalmente en la construcción doméstica.

Igualmente se vivió una etapa en la se pretendía recuperar las formas de origen colonial,

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que sirvieron para construir una imagen nacionalista que demandaba la triunfante

revolución. Junto a esas arquitecturas de formas tradicionalistas, aunque no por ello ajenas

a la modernidad, se habían incorporado en ellas el agua entubada, la electricidad y los

electrodomésticos. Asimismo, aparecieron otras corrientes arquitectónicas como el art déco

y el racionalismo, imponiendo un mosaico de formas, ornamentos, maneras de implantar los

edificios, además de una variedad de tecnologías y materiales constructivos.

Se emplearon en todo género de edificios incluyendo los habitacionales, sujetos todavía a

una tradición en la manera de imaginar y producir las casas. empero, también surgieron

preocupaciones entre las autoridades y en algunos arquitectos por atender los rezagos en

materia de habitación y calidad de vida que se veían por casi toda la ciudad.

En 1925, se creó la Dirección de Pensiones Civiles, la entidad gubernamental destinada a la

atención de los problemas de vivienda de los trabajadores del Estado, a través de

préstamos hipotecarios para hacer una casa moderna y a su gusto, en la que podían

emplear cualquiera de las arquitecturas del momento. De igual manera, podían escoger al

arquitecto, ingeniero o maestro constructor que las realizara, así como el lugar de la ciudad

donde se levantarían.

Dicha forma de construir, aunque seguramente proporcionó grandes satisfacciones a los

usuarios, resultaba poco eficaz para enfrentar la gravedad del problema habitacional. De

esa manera, solo se podían construir unas cuantas viviendas dispersas por la ciudad, en las

que básicamente se utilizaban materiales tradicionales comprados al menudeo. La totalidad

de esas casas han pasado desapercibidas en la historiografía de la arquitectura doméstica

de la metrópoli. Solo se conservan de ellas algunas fotografías de muy baja calidad.

Servían a una clase media que tenía sus ingresos asegurados y podía obtener una hipoteca.

No obstante, los sectores más modestos y mayoritarios no eran sujetos de un crédito,

además de vivir en condiciones extremas de pobreza e insalubridad. Las zonas precarias se

extendían por diversas partes del área urbana donde la tierra era más barata; también se

ubicaban en las cercanías de las fábricas, generalmente carentes de servicios e

infraestructura básicos.

Entre 1934 y 1935, el gobierno de la ciudad construyó algunos conjuntos de casas obreras,

que marcaron el inicio de la vivienda colectiva moderna, en las cuales se incorporaban las

instalaciones sanitarias y eléctrica. El concreto armado fue una técnica fundamental en su

construcción y fueron realizadas en serie. El primer conjunto de solo 108 casas, se ubicó en

Balbuena, una de las zonas obreras con mayores problemas de pobreza e higiene; El

agrupamiento se conformó por cuatro manzanas y un parque obrero para el solaz de sus

pobladores.

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Figura 1. Vista general de las casas obreras de Balbuena, 1934.

Las viviendas se entregaron totalmente equipadas; tenían muebles, utensilios de cocina y

ropa de cama, menaje que no se proporcionó en los conjuntos posteriores. El segundo

conjunto tenía 205 casas y se ubicó en San Jacinto, al poniente de la ciudad, también

próximo a una zona fabril. El tercero, conocido como La Vaquita, debería tener casi el doble

de casas, pero no fue posible terminarlas todas. Estos dos últimos conjuntos contaban con

parques de grandes dimensiones, que más adelante fueron ocupados para construir

equipamiento urbano, perdiéndose dos importantes áreas verdes para la ciudad.

Dadas su características espaciales, las casas parecían más adecuadas para artesanos que

para obreros, en razón de estar diseñadas, a pesar de sus pequeñas dimensiones, para

establecer talleres en ellas. Su importancia histórica radica en haber sido las primeras

habitaciones colectivas y de utilidad social construidas bajo los postulados del Movimiento

Moderno en México. Los tres tipos de vivienda, además de algunas variantes, que hubo en

ellas, fueron los diseños ganadores de un concurso de diseño de casas obreras, organizado

unos años antes. La mayoría de las casas levantadas resultaron del proyecto ganador el

primer lugar, obtenido por el arquitecto Juan Legarreta, quien estuvo a cargo de las obras y

comúnmente ha sido considerado el autor único de estos conjuntos habitacionales, que

incorporaron, aunque en menor número, los diseños que obtuvieron el segundo y tercer

lugares.

Después de esa experiencia, que no puede considerarse totalmente exitosa, pues la

cantidad de viviendas construidas resultaba exigua frente a la magnitud del problema,

además de que rápidamente fueron transformadas por los propios usuarios para adaptarlas

a sus gustos y necesidades. El gobierno capitalino construyó algunos conjuntos más en las

Lomas de Chapultepec y Tacubaya y además puso en operación algunos programas para la

construcción de colonias proletarias, en las cuales los beneficiarios de lotes y financiamiento

las construían a su mejor parecer. El proyecto de las Lomas de Chapultepec, conocido como

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“Las cien casitas”, tuvo un interesante diseño de conjunto, no fue así el de sus las viviendas,

que resultaron muy reducidas.

Figura 2. Casas obreras en las Lomas de Chapultepec, conocidas como las “Cien casitas”, ca. 1936.

En los años cuarenta, algunos sindicatos promovieron la construcción de barrios jardín, en

beneficio de sus afiliados. Uno de estos proyectos, conocido como la Primera Ciudad Jardín

Cooperativa, destinada a trabajadores del Estado y miembros del Ejercito Nacional, se

estableció bastante cercana a las Casas Obreras de San Jacinto. El proyecto era muy

simple, consistía en una retícula de calles con terrenos ajardinados destinados a las casas,

las cuales podían escogerse de un catálogo con más de 20 opciones. Los terrenos no se

vendían sin la casa correspondiente

Figura 3. Casa del catálogo de la Primera Ciudad Jardín Cooperativa, 1941.

Hubo otro proyecto conocido como Ciudad Jardín, conformado por dos colonias: Xotepingo

y El Reloj, próximas entre ellas. Entre ambas sumaban 1050 lotes individuales de 200 m2,

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donde se levantaron las casas escogidas también de un catálogo, que ofrecía más de 50

opciones de distribución y estilo, incluyendo modelos racionalistas y californianos. Se

pretendía que el proyecto de la colonia, realizado por el arquitecto Félix Tena, fuera un

modelo para México y América; en él se proponían amplias áreas verdes para el uso

colectivo; calles de uso doméstico, con retornos e independientes de las circulaciones

principales; también se definieron anchuras mínimas de calles y alturas máximas de

edificios, con el fin de garantizar el óptimo asoleamiento en cualquier estación del año.

La Sección Xotepingo se concibió a partir de un jardín en forma de herradura, de 60 m de

ancho, bordeado por dos avenidas, de las cuales parten las demás calles. Al centro de la

herradura existe una avenida aún más amplia, también ajardinada. En su desplante las

casas solo podían ocupar el 60% de la superficie del terreno, reservándose el resto para

jardines. Además cada una de ellas debería tener al frente un área verde equivalente al 20

% del predio y los vecinos deberían sembrar árboles frutales en las banquetas frente a sus

casas. En la Sección El Reloj, de diseño urbano más sencillo, privaba la misma

normatividad.

Figura 4. Vista aérea de la sección Xotepingo de la Ciudad Jardín, en proceso de construcción, ca.

1947

Mientras eso sucedía, la Dirección de Pensiones, seguía otorgando préstamos a los

trabajadores gubernamentales para construir sus viviendas, solo que en ese momento la

institución adquiría grandes terrenos para crear fraccionamientos y disminuir el costo de la

tierra y de los materiales de construcción, al adquirirlos en grandes cantidades, lo que antes

no se podía hacer. De esa forma se crearon varias colonias destinadas a los burócratas,

contribuyendo a la conformación de una imagen moderna en la metrópoli, que comenzaba

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su crecimiento acelerado. No obstante, la construcción de esas viviendas individuales poco

aliviaba el problema de la habitación.

En 1946, a través del gobierno de la ciudad, se creó el Banco de Fomento a la Habitación,

que pese a sus obras innovadoras para enfrentar el problema habitacional ha sido una de

las instituciones olvidadas. Tal vez esto se deba a que tuvo una vida efímera, solo un año y

medio, el cual fue suficiente para revolucionar la manera de hacer vivienda. Su primera obra,

la Colonia del Parque, fue el lugar donde por vez primera se utilizaron la supermanzana y la

libre implantación. Se trató de un fraccionamiento de 500 casas para la venta a personas de

bajos recursos.

La mayoría de las casas se agruparon en los llamados “alvéolos” o “unidades tetra”

compuestos por cuatro viviendas de una sola planta, cada una de ellas con dos

habitaciones, cocina, baño y un tendedero o patio privado. Algunas más, se agruparon en

edificios departamentales, en cuyos bajos se establecieron comercios; es decir, también por

primera vez se combinaban tipologías habitacionales diferentes y se dotaba al agrupamiento

de servicios; además de los comercios se construyeron plazoletas y áreas para juegos

infantiles.

El conjunto se desarrolló en 12 supermanzanas de dimensiones variables, que en ningún

caso medían más de 100 x 60 m de lado. Sin embargo, no se trataba de manzanas

compactas o en bloque sino porosas que se podían penetrar y circular. Condición que

además deberían de satisfacer para permitir el acceso a los alvéolos, que tenían sus

accesos por frentes opuestos. Varios los alvéolos fueron implantados en manzana de forma

independiente del borde de ésta. Ese pequeño conjunto habitacional, que años más

adelante se amplió con la construcción de un mayor número de casas, fue el campo de

experimentación de los postulados del IV CIAM en México.

Figura 5. Plano de conjunto de la Colonia del Parque, 1946

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A los pocos meses de haber comenzado esta obra, el banco que se había impuesto la tarea

de construir 100 mil casas, inició la construcción de la Unidad Esperanza, primer

multifamiliar que se levantó en México. El conjunto conformado por 10 edificios

departamentales, aunque se proyectó para 12, se anticipó por dos años al Centro Urbano

Presidente Alemán, que frecuentemente se ha considerado el primer multifamiliar construido

en Latinoamérica. La Unidad Esperanza tuvo en el momento de su inauguración 200

departamentos, frente a los 1080 del CUPA.

Los edificios de cuatros niveles de departamentos, más uno de cuartos de servicio, se

implantaron a 450 en relación a los linderos de la manzana. En las plantas bajas de algunos

edificios se construyeron accesorias para el establecimiento de comercios y se construyeron

estacionamientos, que no hubo en la Colonia del Parque. En su fugaz existencia, el Banco

de Fomento proyectó también un interesante edificio plurifuncional, la Unidad Mixcalco, que

habría de construirse en el centro de la ciudad. Se trataba de un ensamble de edificios hasta

de 12 pisos de altura, que debería contener 316 departamentos de vivienda, un hotel de 182

habitaciones, un cine para 1500 espectadores, un supermercado y un estacionamiento

subterráneo.

Figura 6. Vista de la Unidad Esperanza en proceso de terminación, 1949.

Este singular proyecto no se pudo construir debido a que al terminar el gobierno bajo el cual

fue creado el Banco de Fomento a la Vivienda, la nueva administración lo incorporó a otra

institución financiera y constructora: el Banco Nacional Hipotecario Urbano y de Obras

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Públicas (BANHUOPSA), que terminó las obras en proceso e inició algunas más también,

proyectadas en el Banco de Fomento.

A partir de 1947 el Banco Nacional Hipotecario, se convertiría en un importante promotor y

constructor de vivienda. Desde 1933, esta institución se había hecho cargo la obra pública a

nivel nacional, por lo que se consideró que podría potenciar las acciones del Banco de

Fomento en todo el país. No tardó en emprender, conjuntamente con la Dirección de

Pensiones Civiles un proyecto urbano-arquitectónico para la construcción de 22 Unidades

Vecinales. Por parte del Banco Hipotecario participó el arquitecto Félix Sánchez, mientras

que por la Dirección de Pensiones estuvo Mario Pani.

Ante el agotamiento del esquema de construcciones aisladas por toda la ciudad, que había

practicado la Dirección de Pensiones por más de 20 años y que le permitieron edificar más

de 13 mil casas, resultaba imperante encontrar nuevas opciones de vivienda. La Unidad

Vecinal, en la cual abiertamente se ponían en práctica los postulados de los CIAM, parecía

ser la mejor de ellas. No obstante, esa opción significó dejar atrás todo un proyecto de

planificación urbana, que concebía a la urbe como una totalidad, para poner en valor la idea

de una ciudad constituida por fragmentos.

Las unidades vecinales se deberían construir en diversos puntos del sur y del oriente de la

ciudad, la mayoría sobre extensos terrenos baldíos, pues se procuraba no gastar en

demoliciones de inmuebles existentes. No obstante, algunas de ellas se ubicarían en

antiguos pueblos de origen indígena que habían sido absorbidos por la ciudad. Se

desarrollaron aproximadamente ocho proyectos, aunque únicamente se construyeron dos:

La Unidad Vecinal Núm. 9 o Unidad Modelo y la Núm. 1, también conocida como Colonia

Jardín Balbuena.

Figura 7. Unidad vecinal número 9 o Unidad Modelo, ca. 1948

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La Unidad Modelo, fue la primera en edificarse y a partir de ella deberían establecerse las

pautas para las demás. Se ubicó en un predio de 57 has. y se conformó por cinco

supermanzanas; cada una de ellas debería tener al centro equipamiento básico, como

escuelas y parques y, en medio de todas ellas, habría equipamiento de mayor cobertura,

que incluía comercios diversos, mercado, iglesia, bancos y sala cine. Las calles internas,

independientes de la vialidad primaria, se pavimentaron con cantos rodados y tenían

retornos, de manera de que los vehículos circularan a baja velocidad, para seguridad de los

habitantes.

Las tipologías habitacionales fueron diversas. Habría desde edificios de once niveles, con

viviendas económicas; de tres niveles con una amplia variedad de departamentos; casas

agrupadas de un solo nivel; casas agrupadas de dos niveles y terrenos, en los cuales se

podían construir libremente casas unifamiliares. Inicialmente solo se edificaron las casas en

sus diversas modalidades; los edificios de departamentos se hicieron más adelante, con

características diferentes a las originales.

Figura 8. Esquema que ilustra las posibilidades de cambiar de casa al interior de la Unidad Modelo,

cuando las condiciones de la familia se modifiquen por el crecimiento o la disminución de sus

integrantes.

La planeación de esta unidad vecinal, incluyó una propuesta de movilidad de los pobladores,

que mostraba el entusiasmo que despertaba la nueva arquitectura. Se consideró que una

familia en formación originalmente pudiera ocupar una vivienda pequeña y cuando creciera

–por ejemplo– por el nacimiento de los hijos, se mudaría a una de mayor tamaño, pagando

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la diferencia de su valor, y así seguiría haciéndolo conforme lo necesitara. Inversamente,

cuando la familia decreciera se trasladaría a una casa de menor tamaño y recuperaría su

inversión. Nunca nada de esto sucedió.

Poco tiempo después, se construyó la Colonia Jardín Balbuena, también por las dos

instituciones. Solo que ya no lo hicieron conjuntamente, sino que cada una diseñó y

construyó diferentes secciones. De igual manera, el conjunto se dividió en varias

supermanzanas, correspondiendo la mayoría de ellas a la Dirección de Pensiones, que

prefirió la construcción de edificios multifamiliares. En tanto que el Banco Hipotecario, optó

por otorgar terrenos para la construcción libre de casas y por edificios de departamentos

mucho más modestos que los de Pensiones.

Al mismo tiempo que se realizaban las unidades vecinales, la Dirección de Pensiones abrió

un concurso para diseñar 200 casas unifamiliares en una colonia en proceso de población.

El arquitecto Mario Pani, además de la propuesta solicitada presentó un proyecto para

construir un gran conjunto multifamiliar, que permitía levantar más de mil viviendas y

ocuparía solo el 20 % del predio; el resto se destinaría a jardines, estacionamientos,

guardería para infantes, gimnasio, alberca y diversos comercios y servicios. como oficinas

de telégrafo y correo. Este proyecto fue el CUPA, que debido a sus notables características

arquitectónicas y urbanas, pareció ser la culminación de la ansiada búsqueda que resolvería

en el problema habitacional, además de constituirse en un símbolo del progreso social y de

la modernidad mexicana

El multifamiliar Miguel Alemán, como también se le conoce, es posiblemente el edificio de

vivienda colectiva en México que más estudios ha merecido. Está conformado

exclusivamente por edificios de departamentos, sin ninguna casa unifamiliar; se trata de seis

torres de 13 pisos y seis edificios de tres niveles, con un número total de 1080 viviendas.

Los departamentos en los edificios altos son de dos niveles y están dispuestos de manera

tal, que solo se requieren cuatro paradas de elevador para tener acceso inmediato a ellos.

Existen en él otros tipos de vivienda.

El conjunto se dotó de servicios, no solo en beneficio sus habitantes, sino de los vecinos de

las inmediaciones. Hubo además lavanderías colectivas y ductos en cada piso para

deshacerse de la basura, que era descargada directamente a los incineradores donde se

eliminaba, solución poco conveniente, pero que en aquel momento no se percibía el

problema que implicaba. Esta obra predilecta de la arquitectura mexicana fue inaugurada en

1949, tres meses antes de la Unidad Esperanza.

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Figura 9. Vista del Centro Presidente Alemán, 1949.

Tres años más tarde, se entregó a los trabajadores el Centro Urbano Presidente Juárez, con

una diversidad de edificios multifamiliares y tipologías departamentales. Esta unidad resultó

seriamente dañada por los sismos de 1985, al grado de tener que demolerse casi en su

totalidad. En ella Mario Pani volvió a mostrar su capacidad como diseñador y nuevamente

puso en práctica los postulados del Movimiento Moderno. Los edificios se implantaron

libremente en el terreno, para lograr –según su autor– que los departamentos disfrutaran del

máximo asolamiento durante todo el año; razón con la justificó variadas orientaciones

existentes.

Buena parte de los edificios estaba sostenido por “pilotis” como correspondía a una obra

moderna, en la cual también se expresaba la integración plástica que tanto preocupó a los

arquitectos y pintores muralistas de la época. En ella, Carlos Mérida realizó relieves en

concreto que eran parte integral de las fachadas y de las escaleras ubicadas al exterior;

obras que igualmente se perdieron con la demolición de los inmuebles.

El terreno sobre el que se implantó el conjunto se encontraba dentro de un parque público,

lo que le permitió lucir en medio de una enorme área verde, en la cual los edificios solo

ocupaban el 7%. El conjunto estaba además atravesado por una calle rehundida, la cual era

cruzada, a manera de puente, por cuatro de los mayores edificios, añadiéndole

espectacularidad. Su equipamiento fue también abundante e igualmente estaba al alcance

de la población en general.

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Figura 10. Vista del Centro Urbano Presidente Juárez, 1952

Durante los años cincuenta la Dirección de Pensiones Civiles, no solo era la mayor

productora de vivienda social, sino que realizó obras de gran atractivo arquitectónico. En esa

misma década aparecieron otras instituciones gubernamentales constructoras de vivienda

social. En 1953, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) inició la construcción de

Unidades de Vivienda en varios lugares del país, principalmente en la Ciudad de México,

donde realizó varías de importancia, entre las que sobresalen la Unidad Santa Fe (1954-

1956) y la Unidad Independencia (1960). El modelo adoptado fue el conjunto multifamilar,

combinándose casas unifamiliares con edificios departamentales y variados servicios para el

uso colectivo; entre ellos jardines, guarderías, clínicas, centros sociales y teatros. En los

años sesenta, después de una década de excelente trabajo en materia habitacional, el

Instituto abandonó esa labor.

El problema de la habitación todavía estaba muy lejano de ser resuelto y, en 1954, fue

creado el Instituto Nacional de la Vivienda, con el fin de coordinar los esfuerzos en todo el

país y con todos los sectores involucrados en la construcción de vivienda social. El nuevo

instituto, que ha sido otra de las grandes instituciones de vivienda olvidadas por los

historiadores, se dio a la tarea de construir habitación en toda la república, en beneficio de

los sectores que no eran atendidos por las demás instituciones.

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A sus labores incorporó la investigación, que le permitiría tener información actualizada

sobre la situación habitacional en el país. Asimismo, se propuso formar personal

especializado en planificación y ejecución de obras y desarrollar tecnología y nuevos

materiales; además de comprar, vender y fraccionar terrenos para llevar a cabo acciones

habitacionales, tanto en el medio urbano como en el rural. Igualmente, puso en marcha

diferentes programas de autoayuda, autoconstrucción, vivienda de emergencia,

regeneración de vivienda y de zonas urbanas deterioradas, que llevó a cabo con eficacia.

No obstante, a diferencia de otras instituciones no apostó por una arquitectura de lucimiento,

sino por una arquitectura eficaz, aunque de modesta imagen.

Algunos de sus programas más importantes fueron: “Casas de costo mínimo”, “Ayuda mutua

dirigida” y “Esfuerzo propio”. En el primer caso, se operaba buscando terrenos de bajo

precio, se reducían las especificaciones técnico-constructivas al mínimo, se disminuía el

área de las dimensiones de los locales hasta un mínimo aconsejable y se aplicaban

procedimientos constructivos novedosos, todo ello con el objetivo de construir en mayor

número posible de casas. A través de los otros programas se buscaba, además de edificar

vivienda, la regeneración urbana con la participación de los propios usuarios. A través de

estos programas logró disminuir hasta en un 38% el costo final de las casas.

Figura 11. Vista aérea de la colonia San Juan de Aragón, construida por el Instituto Nacional de la

Vivienda, ca. 1956.

Construyó también diversas unidades habitacionales y realizó proyectos de regeneración

urbana para la Ciudad de México y planeó el crecimiento de la metrópoli. Pese a su valioso

trabajo, el Instituto Nacional de la Vivienda, fue transformado en 1970 en una nueva

institución: el Instituto Nacional para el Desarrollo de la Comunidad (INDECO), perdiendo

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muchas de su funciones y adquiriendo otras. Sin embargo, la decisión no fue adecuada y

nuevamente se perdió otra gran institución.

A inicios de los años sesenta nuevamente el Banco Nacional Hipotecario Urbano y de Obras

Públicas y la Dirección de Pensiones Civiles, transformada en el Instituto de Seguridad y

Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), volvieron a unir su capacidad

para realizar una obra habitacional de gran magnitud: el Conjunto Urbano Presidente López

Mateos o Nonoalco Tlaltelolco, fue inaugurado en 1964. La importancia de este desarrollo

fue múltiple; por un lado, clausuraba la gran época de grandes construcciones realizadas del

Estado, en las que se llevó a cabo la mayor experimentación en la búsqueda de soluciones

al problema habitacional; por otro lado, se realizó la obra de mayor envergadura hasta en

momento: 11,965 viviendas y, finalmente, Nonoalco Tlaltelolco era la primera obra planeada

para sustituir la ciudad del siglo XIX y de las primeras décadas del XX, ocupada en gran

parte por la llamada “Herradura de Tugurios” donde existían muy bajos niveles de

habitabilidad

Básicamente esta unidad se construyó sobre los patios y talleres de los ferrocarriles y solo

fue necesario expropiar 800 inmuebles; sin embargo, la parte construida de este proyecto

solo constituía la primera de tres etapas, que se planeaba llevar a cabo. De haberse

realizado en su totalidad el proyecto buena parte de la vieja ciudad se hubiera perdido. La

obra también permitió abrir la ciudad hacia el norte que por décadas había estado aislado

del resto de la metrópoli por las instalaciones ferroviarias.

Figura 12. Conjunto Urbano Presidente López Mateos o Nonoalco Tlaltelolco, 1964.

Hacia 1970, cuando se decretó la desaparición del Instituto Nacional de la Vivienda, éste

todavía dejó como legado una serie de planes, que nos se pudieron llevarse a cabo; uno de

ellos fue el “Anillo de Renovación Urbana”, que habría de implementarse en el corazón

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mismo de la metrópoli. Se trataba de construir dos ejes viales paralelos, alrededor del casco

antiguo de la ciudad, aprovechando la vialidad existente. Dentro de ese anillo existiría una

franja de varias calles de ancho, al interior de la cual se edificarían 20 mil departamentos de

interés social, además se establecerían servicios de todos los niveles. Una parte del anillo

sería ocupada por oficinas privadas, comercios y bancos, y otra, por secretarías de Estado y

edificios para la cultura. Habría además debajo de ella un gran estacionamiento de

vehículos. Este fue tal vez el último proyecto para hacer vivienda el centro de la ciudad y

evitar el despoblamiento propiciado por los cambios de uso del suelo.

De todas las instituciones constructoras de vivienda la única que en los años setenta

continuó construyendo grandes multifamiliares fue el ISSSTE. El Banco Nacional

Hipotecario optó por levantar pequeños conjuntos habitacionales al interior del tejido urbano,

que en la mayoría de las ocasiones tenían poca visibilidad al interior de la ciudad. En 1972,

se fundó el Instituto Nacional del Fondo de Vivienda para los Trabajadores (INFONAVIT),

que abrió un nuevo capítulo en la historia de la vivienda colectiva en México.

Colofón

Esta sucinta reconstrucción de la historia habitacional en la Ciudad de México está basada

en documentos gubernamentales y de instituciones gremiales, que han sido poco

estudiados. La documentación permite conocer más a fondo y con mayor precisión sobre las

obras edificadas e incluso recordar algunas que han sido olvidadas; también posibilita un

mayor conocimiento de planes y proyectos realizados que por razones diversas no pudieron

materializarse, pero que han sido parte importante de las ideas, intenciones y expectativas

que han privado en relación a la vivienda colectiva y aun sobre la misma ciudad.

Bibliografía

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