Historias - Robert Walser
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Si los poetas como Walser se contaran entr
os espritus que gobiernan, no habra guerrasSi tuviera cien mil lectores, el mundo ser
mejor. Sea como fuere, el mundo est
ustificado por haber gente como Walser.
Hermann Hesse.
Historias, publicado en 1914, constituye un
excelente muestra de la obra narrativa breve dRobert Walser uno de los ms importante
escritores en lengua alemana del siglo XX, en l
que se encuentran recogidos relatos ta
ndispensables como Kleist en Thun, Paganin
o Extraa ciudad.
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Robert Walser
Historias
ePub r1.0
AlNoah14.11.13
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Ttulo original: GeschichtenRobert Walser, 1914Traduccin: Juan Jos del Solar
lustracin de portada: Karl Walsercubierta de la primera edicin deistorias, Kurt Wolff, Leipzig 1914)
Retoque de portada: AlNoah
Editor digital: AlNoahePub base r1.0
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Seis historias breves
1. De un poeta
Un poeta se inclina sobre sus poemasha hecho veinte. Pasa una pgina traotra y descubre que cada poem
despierta en l un sentimiento muparticular. Se devana penosamente losesos tratando de averiguar qu es l
que planea por encima o en torno a supoesas. Presiona, mas no sale nadagolpea, mas no logra sacar nada, tirapero todo sigue tal cual, es decir
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oscuro. Se apoya sobre el libro abiertentre sus brazos cruzados y rompe lorar. Yo, en cambio, el pcaro autor
me inclino ahora sobre su obra descubro con infinita indeliberacin equ consiste el problema. Se trat
simple y llanamente de veinte poemasuno de los cuales es sencillo, otrpomposo, otro mgico, otro aburrido
otro conmovedor, otro delicioso, otronfantil, otro muy malo, otro bestial, otrnhibido, otro ilcito, otr
ncomprensible, otro repugnante, otrencantador, otro comedido, otroextraordinario, otro esmerado, otrabyecto, otro pobre, otro inefable y otr
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que ya no puede ser nada ms, porquslo son veinte poemas distintos que emi boca han encontrado una valoracinsi no precisamente justa, al menorpida, lo que para m supone siempre emnimo esfuerzo. Una cosa es, si
embargo, segura: el poeta que loescribi an sigue llorando, inclinadsobre el libro; el sol brilla encima de
mi risa es el viento que corrmpetuoso y fro entre sus cabellos.
2. Lad
En el lad toco recuerdos. Es u
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nstrumento insignificante, con un sonidque es siempre uno y el mismo. Es usonido unas veces largo, otras breveotras remoln, otras ligero. Respirpausadamente, o bien se supera a smismo dando un presuroso brinco. E
riste y alegre. Lo nico extrao es qucuando suena melanclico, me hace rer cuando es alegre y salta, no pued
evitar el llanto. Ha habido alguna veun sonido semejante? Alguna vez se hocado instrumento tan extrao? Apena
se lo puede coger en la mano; las manosaun las ms suaves y delicadamentformadas, son demasiado toscas parhacerlo. Tiene cuerdas de una figura
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enuidad inefables. En comparacin, locabellos son cabestros. Hay un chiquillque sabe tocarlo; y yo, que tengo tiemppara tumbarme con el odo atento, mpongo a escucharlo. Toca da y nochesin pensar en comer ni beber, hasta muy
entrada la noche y en pleno da. De lmaana a la noche y de la noche a lmaana. El tiempo, para l, no tiene otr
misin que la de pasar rozndolo comun sonido. Y as como yo lo escuchoocar, l, cuando toca, escucha todo e
iempo a su amada, el sonido de snstrumento. Jams enamorado alguno hescuchado con tanta fidelidad, con tantconstancia. Qu dulce es prestar odo a
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que es todo odos, observar aenamorado, sentir al olvidado junto uno mismo. El chiquillo es el artista; erecuerdo, su instrumento; la noche, sespacio; el sueo, su tiempo; y losonidos a los que da vida son su
solcitos criados, que hablan de l a lovidos odos del mundo. Yo soy sloodo, un odo indeciblement
emocionado.
3. Piano
o s cmo se llama el muchacho qu
iene la suerte de tomar clases de pian
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con una maestra tan bella y majestuosaEn este momento est estudiandejercicios de velocidad en las teclasguiado por las manos ms bellas demundo. Las manos de la dama sdeslizan sobre el teclado como cisne
blancos por el agua oscura. Expresan ycon suma gracia algo que los labiodirn luego. El muchacho est envuelt
en una distrada vagarosidad que lmaestra parece 110 querer advertirToque esto; pero l lo toc
ndescriptiblemente mal. Vuelva ocarlo; pero l lo toca incluso peoque antes. Pues nada, debe volver ocarlo; pero lo toca mal. Es usted u
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perezoso. Aquel a quien dicen estrompe a llorar. Y la que se lo dicesonre. Tiene la cabeza apoyada en epiano el que debe or estas palabras. Yella le acaricia los suaves cabellocastaos, la que ha debido decrselas. Y
el muchacho, que bajo las cariciadespierta de su vergenza, besa entoncea tierna mano, blanca y muy distinguida
Y la dama le rodea el cuello con suesplndidos brazos que, suavsimos, soas tenazas adecuadas para un abrazo. Y
ella se deja besar y los labios dequerido muchacho sucumben a un besde la amable dama. Y las rodillas debesado no encuentran nada ms urgent
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que hacer que derrumbarse como briznade hierba rendidas, y los brazos dearrodillado nada ms sencillo quabrazar, a su vez, las rodillas de ldama. Tambin stas tambalanse y lodos, la bondadosa y bella seora y e
ovenzuelo pobre y sencillo, son ahorun solo abrazo, un beso, un derrumbarseuna lgrima y, lo que es ms: un
nesperada y terrible sorpresa paralguien que en aquel momento abre lpuerta de la habitacin, poniendo fi
anto a la dulzura del olvidadizo amode ambos como al relato del mismo.
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4.
Ahora recuerdo que una vez viva upoeta pobre, muy agobiado por suestados de nimo, que, habiendcontemplado a sus anchas la naturalez
ibre y divina, tom la decisin de dejapoetizar slo a su fantasa. Estabsentado una tarde, un medioda o un
maana, a las ocho, a las doce o a lados, en el oscuro espacio de shabitacin, y deca a la pared de l
misma: Pared, te tengo en mi cabezao te empees en engaarme con t
fisonoma extraa y tranquila. A parti
de ahora sers prisionera de m
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fantasa. Luego dijo lo mismo a laventanas y a la lbrega vista que stas lofrecan da a da. Tras lo cualespoleado por su sed de aventurasemprendi una excursin que lo llevpor campos, bosques, prados, aldeas
ciudades, sobre ros y lagos, siemprbajo el cielo hermoso. Pero a locampos, prados, caminos, bosques
aldeas, ciudades y ros no dejaba ddecirles: Muchachos, os tengfirmemente anclados en mi crneo. N
sigis creyendo que me impresionisLuego volvi a casa y empez a decipara s solo, rindose: Los tengo odos en la cabeza, a todos. Cabe
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pues, suponer que an los tiene alldentro, de donde (cmo me gustarayudarlos!) no saldrn nunca ms. Nes sta una historia rebosante dfantasa?
5.
rase una vez un poeta tan enamoraddel espacio de su habitacin que spasaba el da entero sentado en su sill
empollaba las paredes que tena antsus ojos. Retir los cuadros de aquellaparedes para que ningn objeto l
distrajese o lo indujese a contempla
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algo que no fuera una pequea paredmanchada y poco amable. No pueddecirse que estudiara adrede aqueespacio, sino que preciso econfesarlo yaca, con la mente eblanco, en los lazos de un insondabl
ensueo, en el que su estado de nimno era alegre ni triste, ni jovial nmelanclico, sino tan fro e indiferent
como el de un loco. Pas en aqueestado tres meses, y el da en quempezaba el cuarto, ya no pud
evantarse de su asiento. Estaba pegada l. Esto es algo extrao y hay ciertnverosimilitud en la promesa del narra
flor, quien asegura que a continuaci
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vendr algo todava ms extrao. Pueresulta que, en aquellos das, un amigde nuestro poeta fue a buscarlo a shabitacin y, al entrar en ella, cay en lmisma ensoacin ridcula melanclica de la que el otro era presa
Tiempo despus le ocurri la mismdesventura a un tercer poeta o novelistque lleg a interesarse por su amigo,
as fueron cayendo uno tras otro seipoetas que vinieron a preguntar por samigo. Y ahora estn los siete en ese
pequeo espacio oscuro, lbrego, fropoco amable y vaco, y fuera estnevando. Estn pegados a sus asientos nunca ms harn, sin duda, un estudio d
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a naturaleza. Sentados, miran fijamentante ellos, y la amable carcajada qupremia esta historia no consiguiberarlos de su triste encantamientoBuenas noches!
6. El lugar bonito
Aunque dude de su verosimilitud, lhistoria me divirti muchsimo cuandme la contaron, y aqu la ofrezco ahor
como mejor puedo, con la niccondicin, eso s, de que no mnterrumpan hasta el final con ning
bostezo. Haba una vez dos poetas, un
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de los cuales se llamaba Emanuel y erun joven muy nervioso y sensible. Eotro, de naturaleza ms cerril, llambasHans. Emanuel haba descubierto, en ebosque, un rincn a salvo de todo emundo en el que sola hacer poesas mu
a gusto. Con este fin escriba versitouiciosos y sin importancia en unibreta que heredara de su abuelo,
pareca muy contento con estocupacin. Y, en verdad, por qu nohabra de estarlo? El lugar en el bosqu
era tan silencioso y agradable, el cielencima de l tan azul y sereno, las nubean amenas, los rboles de la orill
opuesta tan variados y de tan exquisit
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colorido, el prado tan suave y el arroyque regaba aquel prado solitario tarefrescante que el seor Emanuehubiera tenido que estar loco para sentialgo que no fuera dicha. Vindolopoetizar candorosamente desde lo alto
el cielo sonrea sobre l tan azul y bellcomo lo haca sobre los rboles debosque; y la paz de aquel idilio parec
an indestructible que la perturbacique se producir de aqu a un instantecomo rayo cado de cielo sereno, habr
de parecer bastante increble. Pero easunto es el siguiente: ya os hnombrado a Hans. Impelido por el azareste segundo poeta deambulaba una ve
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por el bosque, cerca de aquel lugasolitario, cuando descubri el rincn y su ocupante, el hermano Emanuel. Anstante, y aunque jams se hubiera
visto antes, reconoci Hans al poeta eEmanuel, tal como un pjaro reconoce
otro en seguida. Se le acercdeslizndose por detrs y, para abreviardir que le asest un golpe tan fuerte e
a mejilla que el otro lanz un grito ysin volverse a ver quin lo haba tratadas, puso pies en polvorosa tan rpid
que se perdi de vista en un instanteHans haba triunfado! Poda esperahaber ahuyentado para siempre a srival de aquel bello y productivo lugar
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al punto se puso a meditar sobre lforma ms eficaz de recrear la amenidade ese solitario paraje del bosqueTambin l llevaba una libreta repletde versos, malos y buenos, que esperabpublicar poco despus. Sac, pues, l
ibreta y se puso a garrapatear en ellmil y una tonteras, como suelen haceos poetas para colocarse en el estad
anmico adecuado. Pero pareca tenegrandes dificultades para comprimir eiernas slabas la suave y plcid
belleza del paisaje recin conquistado, hacerlo de modo que an pudierasomar en ellas un atisbo de vida. Ymientras estaba en sas, torturndose d
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aquella forma, una nueva afliccin lsurgi por delante o por detrs, y era taque tambin le ech a perder el parasque, como un perro grun, l le habarrebatado al otro. Entr entonces eescena una tercera persona en la figur
de una poetisa. Hans, que alz la vistasustado por el ruido, la reconoci eseguida como tal y no perdi un sol
minuto en galanteras, sino qudesapareci al instante como spredecesor. Aqu se interrumpe e
hermoso relato, y yo comprendo apruebo perfectamente su impotenciapues, al igual que l, sera incapaz dproseguir ahora que cualquie
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prosecucin conducira necesariamental abismo de la infructuosidad. Pues nsera infructuoso seguir canturreando ecomportamiento de la poetisa tras habecelebrado ya a dos poetas? Mconformo con informar que la primer
no encontr nada bello en la belleza deparaje del bosque y nada singular en ssingularidad, y desapareci ta
silenciosamente como haba aparecidoQue el diablo se haga poeta!
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Simn
Una historia de amor
Tena Simn veinte aos cuando, unarde, se le ocurri que, as como e
aquel momento estaba tumbado sobre eblando y verde musgo a la orilla decamino, podra irse a otro lugar
hacerse paje. Grit esto en voz muy altal aire, hacia las copas de unos abetoque, no s si ser cierto o inventado
sacudieron sus fariseicas barbas entonaron una carcajada muda, como dpias de abeto, que ayud a nuestrhombre a levantarse y lo espole a se
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nmediatamente aquello que concontenible apetito deseaba ser
Levantse, pues, y ech a andar a lbuena de Dios, sin preocuparse por ldireccin geogrfica. Preocupmonoms bien nosotros de su aspect
exterior! Tiene un par de piernas largasdemasiado largas para un paje eciernes y en camino, que confiere
cierto aire de torpeza a su andadura. Suzapatos estn en mal estado, supantalones, idealmente desgastados, y s
chaqueta, cubierta de manchas; su rostres un rostro poco delicado, y ssombrero, para llegar a lo ms alto, vadquiriendo lentamente esa forma a l
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que con el tiempo habrn de reducirlo urato negligente y la prdida del fieltro
l, el sombrero, reposa sobre ella, lcabeza, como una tapa de atad corrida un lado, o la tapa de hojalata de unvieja sartn oxidada. Pues realmente l
cabeza es de un tono casi cobrizo y nadiene que objetar a una comparaci
asartenada. De la espalda de Sim
nosotros, el relato, lo seguiremos ahorpaso a paso) cuelga una vieja mandolindesolada, y vemos que l la coge en su
manos y empieza a puntear las cuerdasOh prodigio! Qu sonido argentinesconde aquel viejo y magrnstrumento! No es acaso como s
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adorables ngeles blancos tocaraviolines dorados? El bosque es unglesia, y la msica que suena parece d
un antiguo y venerable maestro italianoQu tiernamente toca, con qu dulzur
canta ese tosco muchachn! La verda
es que nos enamoraremos de l si nacaba pronto. Pero ya acab, y tenemoiempo para reponernos y tomar aliento.
Qu extrao!, iba pensandSimn cuando sali de ese bosque parnternarse en otro al poco rato, qu
extrao que en el mundo ya no haypajes! O ser que tampoco hay ydamas grandes y hermosas? No lo creopues recuerdo que la poetisa de nuestr
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ciudad, a la que yo enviaba mis poesasera lo suficientemente gorda, corpulent majestuosa como para necesitar u
paje muy activo. Qu har ahoraSeguir pensando en m, que ladoraba?. En compaa de tales ideas
sentimientos recorri otro trecho dcamino. Las praderas centelleaban comoro derramado cuando volvi a salir de
bosque; en ellas, los rboles erablancos, verdosos, verdes y tan llenode savia que l no pudo evitar rerse
Las nubes, en el cielo, remoloneabaanchas y perezosas cual gatos bieestirados. Simn acarici mentalmentsu piel suave y variopinta. Entre ellas, e
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azul era de una frescura y humedamaravillosas. Los pjaros cantaban, eaire temblaba, el ter destilaba perfume a lo lejos se vean montes rocoso
hacia los que nuestro joven ech a andadirectamente. Ya empezaba a subir e
camino, y la oscuridad a envolverlodo. Simn volvi a coger l
mandolina, con la que era un mago. Y e
relato se sienta nuevamente detrs de en una piedra, y escucha, totalmentperplejo. El autor, mientras, gana tiempo
para descansar.Fatigosa ocupacin sta de contahistorias. Andar todo el tiempo detrs daquel romntico muchachn zanquilargo
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que toca la mandolina, y escuchar lo qucanta, piensa, siente y dice. Y el toscooven, el futuro paje, no para de andar
nosotros tenemos que ir tras l como srealmente furamos el paje del pajeSeguid escuchando, pacientes lectores
si an tenis odos, pues varias personaharn pronto sus humildsimareverencias. Ser ms divertido. Surg
un castillo. Qu hallazgo para un pajque busca castillos en ruinas! Y ahorarevela tu arte, muchacho, o est
perdido. Y l lo revela. Le canta con unvoz tan dulce y halagadora a la damque se asoma al balcn del primer pisque el corazn de la seora no pued
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evitar conmoverse. Tenemos un oscurocastillo de cuento, tenemos rocasabetos, pajes, no, slo un paje, as esnuestro Simn, que en este momentrene en su graciosa personaanteriormente descrita, a lodos lo
adorables pajes del mundo. Tenemocanto y msica de mandolina, tenemos ldulzura que el muchacho sabe arrancarl
a su instrumento. Ya ha anochecido, lasestrellas brillan, la luna arde, el airbesa, y nosotros tenemos lo qu
debemos tener a toda costa, una damsuave, blanca, que sonre desde lo alto nvita a subir con un gesto de la mano
El canto se ha instalado en el corazn d
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a seora, porque es un canto musencillo, entraable, dulce. Subequerido, bello, tierno y sensible joven!An omos el grito de jbilo, el sollozde alegra que, por un breve instantesale de la garganta del feliz muchacho
atraviesa la noche; vemos desaparecesu sombra, y ahora todo es ya silencio sombra all fuera.
El autor intenta arrancarle ahora a satormentada fantasa lo que sus ojos yno pueden ver. Ojos penetrantes tiene l
fantasa. No hay muro de diez metros dancho, ni sombra, por negra y venenosque sea, que detenga su mirada, capaz datravesar muros y sombras como un
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red. El paje vol por la ancha escaleralfombrada y, cuando lleg arriba, sgraciosa seora estaba a la entradaenvuelta en el vestido blanco, e hizentrar a Simn de la mano, sobre la quste exhal su clido aliento. Rogamo
nos ahorren la descripcin de todo ebesuqueo que sigui. Ningn punto dos hermosos brazos, manos, dedos
uas qued a salvo de aquellos vidoabios rojos, que se hincharon totalment
en el curso del galante ritual. Por eso,
ahora lo advertimos, los pajes tienesiempre un par de labios que parecen lados pginas de un libro abierto. Leamoranquilamente lo que el lenguaje sigu
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contando all dentro.Despus de poner freno a
muchacho, la dama le cont en tonconfidencial, un poco como se le habla un perro inteligente, afectuoso y fiel, questaba muy sola, que por las noches s
nstalaba siempre en el balcn, que lnostalgia de algo inefable no le dejabpasar ni una hora agradable
despreocupada. Apartle a Simn lahirsutas greas de la frente, le toc lboca, palp sus mejillas ardientes y dij
varias veces seguidas: Queridmuchacho! S, t sers mi criado, msiervo, mi paje! Qu bonito hacantado! Qu mirada tan fiel la de tu
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ojos! Qu bellamente sonre tu bocaHace ya tiempo que estaba deseando umuchacho as para matar el tiempoBrincars a mi alrededor como un corz mi mano acariciar al gracioso
pequeo e inocente corzo. Me sentar
sobre tu cuerpo moreno cuando estcansada. Ah!. Ruborizse aqu upoco la distinguida dama y permaneci
un buen rato mirando, en silencio, uoscuro rincn del aposento, que parecmuy suntuoso. Luego sonri co
benevolencia y, como tranquilizndosese levant y cogi en una de sus bellamanos las dos de Simn. Maana tvestir de paje, querido paje. Estar
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cansado, verdad?, y, sonriendo, con ssonrisa le dio el beso de buenas nochesLuego lo condujo arriba, a una torre, aparecer, muy alta, y entraron en upequeo y pulcro aposento. All volvia besarlo y le dijo: Estoy totalment
sola. Vivimos aqu totalmente solosBuenas noches, y desapareci.
Cuando baj Simn a la maan
siguiente, la blanca seora estaba de piunto a la puerta, como si llevase ya u
rato esperando pacientemente. Le tendi
mano y boca, y dijo: Te amo. Me llamoKlara. Llmame as cuando me deseesSe dirigieron a una habitaciesplndida, enteramente alfombrada, co
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vistas a un bosque de abetos verdoscuro. All, en el respaldo ricamentallado de una silla, veanse prendas d
vestir de seda negra, ropa de pajePonte esto ahora mismo!. Oh, qucara de embobada felicidad y sincer
entusiasmo habr de poner nuestrRaspar, Peter o Simn! Ella le indicpor seas que se cambiase de ropa
sali a toda prisa, volvi sonriente a lodiez minutos y encontr a Simn vestidde seda negra, como el paje que s
fantasa debi de imaginar en momentode ensoacin. Simn estaba muy guapen su traje; su esbelta figura amoldbasadmirablemente a la estrecha prisin de
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uniforme de paje. Y en seguida empeza actuar como un paje, arrimndosmida, aunque inconscientemente, a
cuerpo de la dama. Me gustasmurmur ella. Ven, ven!.
Siguieron jugando luego da tras d
a la dama y al paje, y disfrutabahacindolo. Para Simn era algo serioPensaba haber encontrado su verdader
oficio, en lo cual no le faltaba raznQue la amable seora se tomara en serisu amabilidad era algo que a l no se l
ocurri en ningn momento y en estampoco le faltaba razn. La llamabKlara cuando se afanaba servilmente eorno a su voluptuoso cuerpo. Pregunta
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no le haca, pues la felicidad, oh lectorno tiene tiempo para andarse con muchapreguntas. Klara se dejaba besaranquilamente por l, como por un nio
Una vez le dijo: Oye, soy casada, mmarido se llama Aggapaia. Un nombr
diablico, verdad? Pronto regresarOh, qu miedo tengo! Es muy rico. E
dueo del castillo, de los bosques, la
montaas, el aire, las nubes y el cieloo te olvides del nombre. Cmo h
dicho que se llama?. Sim
artamude: Akka AkkaAggapaia, mi querido muchacho. Yahora durmete tranquilo. El nombre nes un diablo. Y dijo estas palabra
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lorando.Pasaron nuevamente algunos das,
al cabo de una o dos semanas, la dama el paje se sentaron una tarde en ebalcn del castillo. Ya estabaoscureciendo, y las estrellas, com
enamorados caballeros, dejaban caer sbrillo sobre la extraa pareja: la damcon un vestido moderno y el paje co
raje espaol. Como sola hacer todaas tardes, ste punteaba las cuerdas d
su mandolina, y el relato discut
conmigo sobre qu cosa era ms dulcesi el punteo de los giles dedos o loapacibles ojos femeninos quobservaban al intrprete. La noch
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merodeaba como un ave de rapia. Loscuridad iba en aumento, cuando, dpronto, ambos oyeron un disparo en ebosque. Ya viene. El diablo Aggapaiaest muy cerca. Tranquilo, muchacho. To presentar. No tienes nada qu
emer. Frunci, sin embargo, el ceo lque acababa de hablar, las manos lemblaron, suspir y desliz una brev
carcajada entre la marea de angustia quse esforzaba por ocultar. Simn lobservaba en calma; alguien grit desd
abajo: Klara!. La seora respondicon un s entraable y extraamentagudo. La voz replic preguntandoCon quin ests all arriba?. Es m
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corzo, mi pequeo corzo. Al or estoSimn se puso en pie de un salto, abraza la temblorosa dama y grit haciabajo: Soy yo, Simn! Ms de dobrazos no hacen falta para demostrartesinvergenza que ests all abajo, qu
soy un muchacho con el cual no se juegaSube y vers, te presentar a mi queridduea y seora!. El diablo Aggapaia
que en aquel momento debi de sentirsun diablo muy necio, engaado cornudo, se qued abajo, aparentement
para pensar qu tipo de ataque exiga lsituacin tan peligrosa en que sencontraba. Un crpula ciego, fronsolente y desalmado es el que est all
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arriba. Mi superioridad es dudosaTengo que pensar, pensar, pensarTambin la noche, el extraocomportamiento de su esposa, la voz dechiquiln ese de arriba y esenigmtico algo que el diablo no sab
cmo definir, lo obligaron a reflexionaciegamente. Piensa!, parpadeaban laestrellas; piensa!, graznaban los pjaro
nocturnos; piensa!, decaconfusamente, aunque con suficientclaridad, las copas de los abetos a
mecerse Est pensando, cant lfresca voz del paje, feliz de su victoriaY an sigue pensando el pobre y negrodiablo Aggapaia, firmemente aferrado
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su reflexin. Simn y Klara son ahormarido y mujer. Cmo?, lo dir upoco ms tarde la historia que, ya cassin aliento, necesita aqu un descanso.
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Dos historias
El genio
Una noche glida, Wenzel, el genioestaba en la calle con un traje ligeroigero, ligersimo, y peda limosna a lo
ransentes. Damas y caballeropensaban: Dios mo, si es todo ugenio, bien puede permitrselo. Lo
genios no se resfran tan deprisa como ecomn de los mortales. Wenzel durmiaquella noche en el portal del palacireal y, oh sorpresa, no se congel. Lo
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genios no se congelan tan fcilmentepor ms fro que haga. A la maansiguiente pidi ver a la joven y hermoshija del rey. Llevaba puesto el mismoraje y su aspecto inspiraba lstima
pero los criados se daban codazos y s
palmeaban las sesudas cabezas aiempo que murmuraban: Un genio
chicos, un genio!. Lo anunciaron a s
seora y lo llevaron alegremente presencia de la misma. Wenzel nsiquiera se inclin ante la princes
porque, claro est, semejante gesto empropio de un genio. La princesa, ecambio, haciendo gala debidamente dsu propia magnanimidad, hizo un
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profunda reverencia ante el genio, mestoy refiriendo al joven Wenzel, y leendi una blanqusima mano par
recibir un goloso beso, tras lo cual lpregunt qu deseaba. Comer, replicel muy palurdo, pero su respuesta hall
eco en seguida pues, a una seal de lbenvola joven, trajeron un esplndiddesayuno con vino de Porto, todo e
bandejas de plata y botellas de cristaldispuestas todas sobre un azafate de oroEl genio sonri satisfecho al ve
aquello, pues claro est que hasta logenios pueden sonrer satisfechos. Lreina estuvo amabilsima, comi coWenzel, que, fiel a su condicin de
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genio, ni siquiera llevaba una corbatdecente, se interes por sus obras bebi a su salud: todo con una gracicandorosa y dulce que era muy propide ella. Por primera vez en sdesquiciada vida fue el genio totalment
feliz, pues, claro est: tambin logenios tienen a menudo la fina y, por lodems, humansima propiedad de se
felices. Entre otras cosas, Wenzedeclar en la sobremesa que tena emente revolucionar el mundo al d
siguiente o subsiguiente. La hija del reyque, comprensiblemente, se asustmuchsimo al orlo, precipitse fuera da habitacin, angustiada y chilland
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adorablemente como un ruiseoespantado, y abandonando al genio merced de su genio, le cont todo a spadre, el seor prncipe regente depas. ste, a su vez, exhort a Wenzel alejarse de all con la mayor celerida
posible, peticin que fue atendida. Yhete aqu a nuestro genio otra vez en lcalle, sin nada que comer, cosa que, po
o dems, todo el mundo le perdona cogusto por tratarse de un genio tamalhumorado; y l no sabe qu hacer d
pura pena. En ese instante acude en sayuda una idea gil y genial (todas ladeas geniales son extremadament
giles). Hace nevar con tanta intensida
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e insistencia que, en poco tiempo, emundo entero queda sepultado por lnieve. Y l, el genio, se tumba sobre ladura costra de nieve helada, y tiene cultiva la nada desagradable sensacide que debajo de l yace un mund
enterrado. Se dice a s mismo que es umundo de agobiantes recuerdos. Y se lodice durante un rato largo, hasta que a
final advierte que vuelve a tener ganaanto de una buena comida terrenal (po
ejemplo, la del Hotel Continental) com
del mal trato de los hombres. El sol allarriba tampoco es muy agradable qudigamos, y estar all tan solitario asol brrr empieza a congelarse. E
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pocas palabras, hace desaparecenuevamente la nieve. Algo, sin embargoha cambiado en el mundo: ha surgido uflamante gnero de hombres que sientrespeto por todo tipo dsuperhumanidad. Esto le gusta por u
iempo a Wenzel, hasta que deja dconvenirle. Se lamenta, y los suspiroque brotan de su interior obtienen e
reconocimiento general. Todos quiereayudarlo e intentan convencerlo de ques el denominado genio de l
humanidad, o que lo representa personifica. Mas de nada sirve todesto, pues no hay manera de ayudar a ugenio.
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premeditada, con la que slo excit ma la fogosa muchachita. Tuve la suertde que me dejara plantado, lo cual mgust, pues slo me apasionan lagrandes damas. En la escuela, lomaestros no supieron su leccin n
siquiera a la sptima u octava vez, evista de lo cual fueron detenidosRompieron a llorar, pues les hubier
encantado pasar la tarde bebiendcerveza, jugando a los bolos entregados a otras gamberradas. En la
calles, los peatones hacan aguas contras paredes sin el menor asomo dvergenza. Los perros que casualmentpasaban junto a ellos se escandalizaba
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Cielo e infierno se pasean por lobulevares, en las tiendas negocian lobienaventurados con los condenadosTodo es caos, algaraba, garganteocarreras, persecuciones y hediondezHasta que Dios se apiad de este mund
vil. Tras muchas vacilaciones decidiguardar en su saco a esa Tierra quotrora fabricara en una sola maana. E
nstante (por suerte slo fue un instantefue realmente aterrador. El aire svolvi de pronto tan duro o incluso m
que la piedra. Tritur las casas de lciudad, que entrechocaron comborrachos. Las montaas alzaron hundieron sus anchas espaldas, lo
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rboles volaron por el espacio compjaros monstruosos, y el espacimismo acab derritindose en una masamarillenta, fra, indefinible, que nena principio ni fin, ni mesura ni cos
alguna, sino que era el Ya-no-ms. Y
sobre la nada tampoco estamos ya econdiciones de escribir algo. Afligidopor su propia furia destructora, hasta e
buen Dios acab por diluirse y a lada ya ni siquiera le qued el carcte
que la defina y coloreaba.
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Hombre de harina. Un
cuento
rase una vez un pequeo escenario coun teln negro. Al escenario salt unhombre de harina blanco y empez
bailar. No se oan sus pasos ni suacones, pues el piso estaba recubiertde gruesas alfombras. De pronto, ehombre de harina se qued inmvil, slev absurdamente un dedo a su nari
rojiza y puntiaguda, pareci pensar urato y, por ltimo, se puso a hace
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visajes. Era su costumbre. El pblico lconoca de sobra. Saba cundo llegabaquello; llegaba puntual como las letrade cambio el da de su vencimiento. Uhombre de harina as dispone de unbuena veintena de visajes. Lo nic
absurdo es que uno los conoce todos dmemoria como los botones de schaleco. La comicidad es un terren
acotado y hay pocos cmicos de gracultura.
El hombre de harina no era culto
Provena de una familia de maestros y mismo era un vstago muy degeneradoSu familia, claro est, lo aborreca. Eotros tiempos, el hombre de harin
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despertaba grandes esperanzas, pero tacomo estn ahora las cosas, sldespierta una media carcajada. Ms quencontrarlo cmico, la gente lcompadece. Parece constreido en scomicidad como un loco en su camisa d
fuerza. Su aparicin no hace rer sino os insensibles; a los sensibles los hac
ms bien llorar de rabia.
El hombre de harina se esfumotalmente; un esfumarse que debi se
una broma, pero fue como un paso e
falso. Pobre, pobre hombre de harina!Lleg un chiquillo. Un chiquillesbelto y delgado con un vestido mublanco y ceido. Un vestido co
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cuchilladas, braguetas y dobladillos doro. Y una rosa prpura y de grandeptalos en el cinturn. Era una visimaravillosa. La gente exclam ah! Y enese ah! haba mucho amor y respeto el mximo inters. Las mujere
encontraban extraordinario el vestiddel chiquillo, as como su apostura. Lrosa se balanceaba en el cinturn. Y, de
pronto, el muchacho ech a volar por loaires sin que nadie lo hubiera vistomar impulso, no como un acrbata, no
cmo un ngel! Su cada del espacio asuelo fue algo incomparablementhermoso. El primer paso en tierra fue a vez el primer paso hacia los suaves
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cadenciosos movimientos de una danzaCunta gracia!, decan. Y as y todo
qu viril!, dijeron las damas. Con lsencillez de un nio!, dijeron grandeartistas presentes entre el pblico. Unbaronesa, la baronesa Von
Wertenschlag, arroj al bailarn unramillete de violetas. El chico lo pescal vuelo, cogindolo con la boca por e
allito. Todos celebraron su tierna delicada habilidad. Es un joven Dios, ehijo de alguna diosa, repetan todo e
iempo.De repente, una esfera roja salisilbando de entre bastidores, rod hastos pies del bailarn, que salt sobr
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ella alzando ligeramente la pierna, y lesfera se alej rodando con el chiquillhacia el foro que, al parecer, terminaben un abismo. Y no se vio nada ms.
Es el sol que se lo ha llevado, dijuna seora.
No, la luna, dijo un hombre.No, su corazn, dijo una jove
ruborizndose.
La madre de la joven la mir coasombro y cario; luego cogi entre sumanos la cabecita, que acarici y bes.
Mientras, los camareros preguntabasi alguien quera cerveza.Los muy tunantes!Luego sali al escenario una dam
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muy alta, elegantemente vestida, enton algunas canciones. Una cancies un dolor! No hay canciones alegresslo naturalezas o temperamentoalegres. Es lo que sintieron todos, uego se fueron a casa.
La baronesa Von Wertenschlag subia su carruaje con los ojos bajos perdida en ensoaciones. Un poeta l
salud cortsmente. El cochero parti eel acto. Qu cochero ms zafio!
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Extraa ciudad
rase una vez una ciudad. Sus habitanteeran simples muecos. Pero hablaban caminaban, tenan sensibilidad movimiento y eran muy corteses. No simitaban a decir buenos das
buenas noches, sino que tambin ldeseaban, y de todo corazn. Tencorazn aquella gente. Y eso que era
gente de ciudad por los cuatro costadosSuavemente y a regaadientes, comquien dice se haban desprendido d
su componente rstico y grosero. S
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corte de ropa y su comportamiento erade lo ms refinado que un hombre dmundo o un sastre profesional hayapodido imaginar jams. Nadie llevabropa vieja o rada ni excesivamentholgada. El buen gusto hab
mpregnado a cada uno de lohabitantes, no exista eso que llamaplebe, todos eran perfectamente iguale
en cuanto a modales y educacin, siser, no obstante, parecidos, lo que siduda hubiera sido aburrido. En la call
slo se vea, pues, gente bella elegante, de noble y desenvuelto porteLa libertad era algo que sabamanipular, dirigir, frenar y conserva
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con sumo refinamiento. De ah que nuncse produjeran transgresionerelacionadas con la moral pblica. Ymenos an ofensas a las buenacostumbres. Las mujeres, sobre todoeran estupendas. Su vestimenta era ta
fascinante como prctica, tan hermoscomo seductora, tan decorosa comatractiva. La moralidad seduca! Por l
noche, los jvenes salan de pasedetrs de esa seduccin, lentamentecomo soando, sin caer en movimiento
presurosos ni vidos. Las mujeres ibavestidas con una especie de pantalonesunos pantalones de encaje por lo generablancos o celestes que, por arriba
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erminaban en un talle muy ceido. Lozapatos eran altos y de color, del cueroms fino. Era una delicia ver cmo lobotines se ajustaban a los pies y luego a pierna, y cmo sta senta que alg
precioso la cea y los hombres senta
que la pierna lo senta! Llevapantalones ofreca la ventaja de que lamujeres ponan su espritu y lenguaje e
su forma de andar, que, oculta bajo lfalda, se siente menos juzgada observada. Todo era, en general, u
sentir nico. Los negocios iban dmaravilla, porque la gente era despiertaactiva y honesta. Era honesta poeducacin y buen tipo. Complicars
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unos a otros esa hermosa y fciexistencia no les haca ninguna graciaDinero haba suficiente y para todospues todos eran tan juiciosos qupensaban antes que nada en lo necesario todos facilitaban a todos el acceso a
buen dinero. Domingos no haba, comampoco una religin por cuyos dogma
pudieran disputarse. Los lugares d
esparcimiento eran las iglesias, en laque se reunan para meditar. El placeera para aquella gente una cosa sagrada
profunda. Que permanecan puros en eplacer era algo evidente, pues todoenan la necesidad de hacerlo. Poeta
no haba. Los poetas no hubieran podid
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decir nada nuevo ni edificante a gentas. Tambin brillaban por su ausencios artistas profesionales, pues l
habilidad para cualquier tipo de arte shallaba ampliamente difundida. Ebueno que los hombres no tenga
necesidad de artistas para ser gentartsticamente despierta y talentosa. Yaqullos lo eran, porque haba
aprendido a proteger y utilizar susentidos como algo precioso. Nnecesitaban buscar giros lingsticos e
os diccionarios porque ellos mismoposean una sensibilidad fina, fluidaalerta y vibrante. Hablaban biedondequiera que tuviesen la oportunida
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de hacerlo; dominaban el idioma sisaber cmo haban llegado a hacerloLos hombres eran bellos. Scomportamiento correspondase con seducacin. Muchas eran las cosas que sdeleitaban y ocupaban, pero tod
guardaba relacin con el amor por lamujeres guapas. Todo quedabenmarcado en una relacin delicada
ensoadora. Se hablaba y pensaba cogran sensibilidad sobre cualquier cosaLos asuntos financieros eran abordado
con mayor tacto, nobleza y sencillez quhoy en da. No existan las denominadacosas sublimes. Imaginarse algunhubiera sido intolerable para aquell
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gente, sensible a la belleza del mundexistente. Todo cuanto ocurra ocurrcon intensidad. S? De veras? Quonto soy! No, no hay nada cierto d
aquella ciudad y aquella gente. Nexisten. Son pura y simple invencin
Muvete, muchacho!Y el muchacho sali a pasear y s
sent en el banco de un parque. Er
medioda. El sol brillaba a travs de lorboles y salpicaba manchas en ecamino, en las caras de los paseantes, e
os sombreros de las damas, sobre ecsped; era un sol muy travieso. Logorriones retozaban saltarines, y lanieras empujaban sus cochecitos. Er
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El Greifensee
Es una maana fresca, y, partiendo de lgran ciudad y del famoso gran lago, mpongo en marcha hacia el lago pequecasi desconocido. En el camino no mopo con nada con lo que no pued
oparse un hombre cualquiera en ucamino cualquiera. Digo buenos dasa unos cuantos segadores hacendosos
eso es todo; observo con atencin laqueridas flores, s, eso es todo; empiezo a hablar tranquilament
conmigo mismo, y, una vez ms, eso e
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odo. No reparo en ninguna peculiaridadel paisaje, pues al caminar vopensando que aqu ya no hay nadpeculiar para m. Sigo andando, y prontengo ya a mi espalda la primera alde
de casas grandes y anchas, con jardine
que invitan al reposo y al olvido, cofuentes cantarinas, con hermosorboles, patios, posadas y otras cosa
que ya no recuerdo en este olvidadiznstante. Sigo caminando y ya sl
vuelvo a prestar atencin cuando el lag
reverbera por encima del follaje verde as silenciosas cimas de los abetospienso: ste es mi lago, el lago al cuadebo ir y que me atrae. De qu manera
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por qu me atrae es algo que el amablector sabr si tiene inters en seguir m
descripcin, que se da el lujo de saltarscaminos, prados, bosque, arroyo campo hasta llegar al pequeo lagodonde se detiene conmigo y no cesa d
maravillarse ante la inesperada secretamente presentida belleza demismo. Dejmosla hablar ahora a ella e
su exuberante lenguaje de otros tiemposes una quietud vasta, blanca, delimitada su vez por una vaporosa quietud verde
es lago y bosque alrededor, es cielo, cielo de un azul luminoso y mediatribulado; es agua, y agua tan parecidal cielo que slo puede ser cielo y st
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solamente agua azul; es una quietudulce, azul, clida, y una maana, s, unmaana preciosa, preciosa. Nencuentro palabras, aunque tengo lmpresin de usar ya demasiadas. No s
de qu debo hablar, pues todo es ta
bonito, todo est all por la pura bellezaDesde el cielo arde el sol en el lagoque se vuelve todo l sol donde s
mecen suavemente las soolientasombras de la vida circundante. Nada lperturba, todo es delicioso en l
proximidad ms ntida o en la mndiferenciada lejana; todos los colorede este mundo se combinan en un mundmatinal encantado y encantador. Mu
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discretamente se yerguen, a lo lejos, loelevados montes del Appenzell; no souna fra disonancia, no, slo parecen seun verdor alto, remoto, difuminado, quforma parte de ese verdor taextraordinario y suave que lo circund
odo. Qu suave, qu intacto, quplcido es este verdor gracias al cuaeste lago pequeo, casi annimo, s
vuelve a su vez tan suave, tan intacto, taplcido! - De este modo habla ldescripcin, es cierto: una descripci
entusiasmada, apasionada. Y qu deboaadir an? Yo debera hablar comoella si tuviera que empezar una vez mdesde el principio, pues es realmente l
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descripcin de mi corazn. En todo eago no veo sino un pato silvestre qu
nada de un lado a otro. Rpidamente mquito la ropa y hago como el pato; madentro nadando con gran alborozo hastque mi pecho se empieza a agitar, lo
brazos se me cansan y las piernas se mentumecen. Qu placer tan grande elegar al agotamiento por pura alegra
El cielo descrito hace poco, y codemasiada poca cordialidad, estencima de m; y por debajo hay u
abismo dulce y silencioso; y con epecho angustiado y oprimido me afanpor volver a tierra salvando el abismo, una vez en la orilla me pongo a tembla
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me ro y no logro, casi no logrrespirar. El viejo castillo del Greifenseme saluda desde la orilla opuesta, pero no estoy ahora para reminiscencia
histricas; ms bien me alegro pensanden la tarde y la noche que pasar aqu
en este mismo sitio, y pienso una y otrvez qu aspecto tendr el pequeo lagcuando la ltima luz del da tiembl
sobre su superficie, o cmo ser estcuando arriba tiriten innumerableestrellas y vuelvo a internarm
nadando.
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El incendio del bosque
An no se poda notar nada, pero de umomento a otro el monte qued envuelten rojas llamaradas. Las esplndidas mponentes encinas caan calcinada
como frgiles cerillas, las blancas roca
se ennegrecan al ser lamidas por efuego. Desde la ciudad, la gentobservaba con prismticos el gne
espectculo all en lo alto, y en el lagoal pie de la montaa, el terrible incendise reflejaba con esplndido colorido
Abajo, en las calles, los excitado
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habitantes corran de un lado a otrgritando y agitando sus sombreros. Unocuantos haban alquilado barcas y sdirigan al centro del lago para disfrutade la visin a prudencial distancia; entrestos hedonistas haba jvenes poetas
pintores, y hasta un msico que dejabactuar en su resonante mundo interioaquel mundo en llamas. Si ms tard
leg a componer con l una sinfona ealgo que hasta ahora no ha sidndagado. Claro est que ante u
ncendio natural de tales caractersticaos bomberos eran absolutamentmpotentes; sonaban, sin embargo, la
campanas y bocinas, y en los coche
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rebotaban las bombas de incendios juntcon quienes las manejaban. Loconcejales haban sido convocados una sesin de urgencia a travs dmensajeros o por telfono y telgrafoEn los estanques tranquilos, recoletos
que dormitaban en antiguos jardineseoriales, el agua se iluminaba comanchas de fuego e incandescencia qu
odo el que pasaba junto a ellos npoda dejar de ver. El repiqueteo dcampanas no tena cundo acabar. En lo
alto, las llamas parecan poner emovimiento las campanas cada vez comayor fuerza y violencia, de un ladpara otro, provocando un frago
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ninterrumpido, lanzando al vuelo variacomo si de una sola y potentsima sratase. Por ventanas que jams s
abran, asomaba ahora la cabeza alganciano o anciana, una criada fiel a lque nadie conoca, o un caballero d
nariz aguilea y cabello blanqusimopara ver, or o hacer sabe Dios qu otrcosa. El invisible y familiar terro
corra por las calles, llamaba a loviejos portales de ms de un jardnrepaba por las paredes y hasta golpe
en la frente a una seorita que estabbordando junto a la ventana; ecarpintero haba dejado de cepillar; ecerrajero, de martillar; el zapatero, d
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clavar; el sastre, de coser; el pen dalbail, de remover tierra con su pala; esepulturero, de excavar; el relojero, dpulir; el sabio, de estudiar; todos tenaahora un nuevo e idntico oficioaguardar angustiados el final de l
catstrofe. De las localidadecircundantes, diseminadas por campos colinas, fue llegando un rumor d
piernas que corran, de cabezas y brazoque se agitaban, de vehculos qusaltaban, ciclistas que pedaleaban
mujeres que chillaban, nios que eraempujados, lloraban, caan y volvan evantarse; en el paso a nivel hubo u
atasco de personas, bicicletas
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mproperios hasta que el tren pas y spudo continuar. Siempre aquecampaneo y ese terrible color rojocomo si en algn lugar, en algn rincperdido, el mundo hubiera sidncendiado por un pcaro grosero
sobrenatural, por algn dios; como si lacampanas no hubieran podido taer nrepiquetear sin aquel rojo, y el da, cua
rostro velado por una airada vergenzadebiera quedar cubierto por esa gnerubicundez. A ratos pareca un
grandioso y decorativo frescescenogrfico que representaba uncendio, hasta que algn ruido vena
sumarse y recordar la plstica
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movediza realidad. Ahora el fuegopareca arder ms en el cielo que en lierra, a tal punto lo haba enrojecido. A
su lado, el sol poniente era como unamparilla mate, incapaz de atraer u
solo ojo sobre s. Las seales del corn
se interrumpan con frecuencia, como suvieran que tomar aliento para volver
sonar. A varias horas de camino, dijeron
uego los peridicos, se vea ya eesplndido y triste cuadro, y los questaban lejos, en remotas calles, plazas
avenidas, casas y puestos de trabajo, sdaban un codazo y decan: Oye, quser aquel resplandor all a lo lejos?Luego cay la noche, pero nadie s
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atrevi a acostarse y dormir; sencendieron las lmparas en lahabitaciones, y en torno a la mesfamiliar se fueron instalando madrepadre, hijo, hija, hermano, niohermana, ta y cuado, y comentaron e
ncendio del bosque y los terribledaos que haba ocasionado. Muchgente subi hasta la amplia zona de
siniestro, que se extenda por toda lmontaa y todava silbaba, echaba hum crepitaba al extinguirse. Al d
siguiente, todo el mundo pudo ver unmontaa no verde, sino negra humeante; el hermoso bosque estabcalcinado, todos sus deliciosos rincone
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secretos, el musgo sobre las altas rocasa espesura de plantas y arbustos, lo
enhiestos abetos y encinas con subrazos cargados de dulce y verdfollaje, todo aquello era un espectculdesolador, y los daos materiales, un
herida casi mortal. Jams lleg averiguarse quin provoc el incendiopero se cree que pudieron ser colegiale
que, desde siempre, solan recorreaquel bosque con toda suerte dmateriales para encender fuego. U
pintor hizo un cuadro sobre el tema; slama Hans Kunz, es un borrachn desprecia todas las buenas y gratacostumbres. El cuadro ser colgado e
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el gran saln del ayuntamiento, ememoria de la gran calamidad que sabati sobre el bosque, la montaa y lcomunidad.
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El parque
Hay soldados de guardia sentados en ubanco junto al portal. Entro, las hojasecas cadas a tierra revoloteaarremolinndose y se me acercan rastras. Es algo extremadament
divertido y a la vez da que pensar; lvivo da siempre mucho ms que pensaque lo muerto y triste. El aire del parqu
me saluda; los miles y miles de hojaverdes de los altsimos rboles soabios que me dicen: Buenos das. Ya
evantado?. As es, yo mismo m
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asombro. Un parque semejante es comuna habitacin espaciosa, tranquilaapartada. Por lo dems, en un parqusiempre es realmente domingo, pues latmsfera es siempre un poquitmelanclica, y lo melanclico evoc
vivamente el hogar; en realidaddomingos slo hemos tenido en casadonde fuimos nios. Los domingo
ienen algo indefiniblemente paternonfantil. Avanzo bajo los rboles altos y
hermosos; qu rumor tan suave
amigable! Sentada en un banco, sola, unoven hunde la punta de su parasol en esuelo, mantiene agachada la bellcabeza y est ensimismada. Qu estar
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pensando? Querr conocer a alguienSe abre una larga alameda verde clarogente aislada me sale al encuentromientras que los bancos se veescasamente ocupados. Cmo puedbrillar el sol, y por nada! Besa lo
rboles y el agua de la laguna artificiao observo una antigua barandilla y m
ro porque me gusta. Hoy en da est d
moda pararse ante las viejas barandillade hierro y admirar su slida y graciosornamentacin, lo cual es un poco tonto
Prosigo. De pronto me topo con uconocido, es Kutsch, el escritor; aunquo saludo amablemente, no me reconoce
Qu tendr? Por lo dems, yo siempr
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cre que se haba marchado a lacolonias africanas. Me acerco a l oda prisa, y hete aqu que desaparece
as es, no ha sido ms que una absurdlusin ma, el sitio bajo la gran encin
donde me pareca haberlo visto est
vaco. Un puente! Con qu magirefulge y centellea el agua bajo el solPero aqu nadie viaja en barca, lo cua
da al lago cierto aire sooliento; ecomo si slo estuviera ah pintadoLlegan unos cuantos jvenes. Es curios
cmo una maana de domingo la gentse mira a los ojos como si tuviera algque decirse, aunque se diga que no tienabsolutamente nada que decirse. Entr
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nos es dado poseer la belleza! Hay unanciana y un anciano sentados; paso a sado, tambin junto a una joven que esteyendo; no es muy correcto iniciar un
aventura galante con las palabras: Quee usted, seorita? Camino bastant
rpido y de pronto me detengo: qubello y silencioso es un parque as, lransporta a uno al paisaje ms remoto,
nglaterra o a Silesia, uno es latifundist no es absolutamente nada! Pero e
sobre todo bello cuando aparentement
no se siente la belleza y es slo algcomo todo el resto. Contemplo umomento el ro tranquilo, casi verdePor lo dems, todo es tan verde, y ta
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gris, realmente un color como pardormirse, para cerrar los ojos. A loejos, cercado por hojas, se ve e
vestido azulino de una seora sentadaAqu tampoco puede uno fumacigarrillos; una joven suelta un
carcajada, va entre dos muchachos, unde los cuales la tiene abrazada
uevamente se ve una alameda, qu
bella, qu tranquila, qu extraa! Unanciana me sale al encuentro, un rostrfino y plido, enmarcado en negro, co
un par de ojos viejos, inteligentesSinceramente, encuentro fabuloso quuna anciana camine sola por unalameda verde. Llego a un bancal llen
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de flores y plantas, donde hay un judsentado en un precioso banco, a lsombra. Habra sido mejor de habesido un germano? Entre las flores se alzuna pequea estatua, es un bancaredondo en torno al cual empiezo a gira
entamente; vuelve a acercarse la joveque ahora lee caminando, estudifrancs a media voz. Ese prodigios
edio que hay en todo, ese retraimientsoleado, esa mediana y somnolencientre el verdor, esa melancola, esta
piernas, de quin son? Mas? S. Sodemasiado perezoso para haceobservaciones, miro mis piernas y sigandando. Lo repito, los domingos sl
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existen en las mesas y paseos familiaresEl hombre adulto y solitario se vprivado de estos placeres y, comoKutsch, puede partir en vapor al fricen cualquier momento. En general qugran prdida es haber cumplid
veinticinco aos! Hay otracompensaciones, pero de momentprefiero no saber nada de ellas. Ahor
mismo estoy en la calle, fumando, entro en una taberna burguesa y anstante me adueo del entorno. Qu
hermoso parque! Qu hermosparque!, pienso entonces.
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Ilusin
Al menos posea un mapa que colgaben la pared de mi escritorio y sobre ecual poda, cuantas veces tuviera ganasrecorrer el ancho mundo con la punta da nariz o del dedo. La enorme
dispersa Rusia me fascinaba ya comcuerpo. En el centro de aquel poderoscuerpo, como un punto fijo, hermoso
ntegro, quedaba la ciudad de Moscplateada por la nieve. Tirados poalegres caballos, diminutos y gracioso
rineos volaban sobre la nieve a trav
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de las extraas calles. Magnficas, lauces brillaban en las ventanas de lo
palacios principescos cuando empezaba oscurecer, y era estupendo veasomarse a ellas figuras femeninas eapariencia dulces y hermosas
Canciones, antiqusimas canciones rusampregnadas de melancola naciona
empezaron a fascinarme con su embruj
sonoro. Entr en una casa de placer pude mirar de hito en hito a esas altivamujeres rusas. Sonrean, pero era un
sonrisa indeciblemente despectivacomo si amaran y despreciaran a la veaquella vida. Se interpretaron bailemaravillosos; pinturas de fabulos
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belleza ornaban las paredes de losalones de arriba abajo. No vi casi nadnnoble, ya fuera porque los ojos se mlenaron de lgrimas ante aquel encant
visible e invisible, ya porque malentaba el prejuicio de encontrarlo tod
bello. Me sent a una de las mesasricamente servidas, y aguard lo qudeba venir. Gente alta y tocada con
gorras empez a servirme vinos; y dpronto avanz hacia m una dama, graseora de pies a cabeza, que
convencida del decoro del que yo, felicomo estaba, haca gala, se sent a mmesa haciendo una venia amable y dnefable gracia, y, en el lenguaje qu
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odo enamorado entiende, me ordenservirle una copa de vino. Beba sorbitos, como una ardilla. En el cursde nuestra conversacin, yo empec dpronto, cosa extraa, a entender ruso, e ped que me dejara besar su mano
Ella lo hizo y yo me estremec de placeal poder posar mis labios en aquelldulce, plida y blanca maravilla, pur
como la nieve; era como absorber unnueva fe en Dios mediante el contacto el movimiento a los que me entregu co
oda la fuerza y el placer de mi almaElla sonri y me trat de personsimptica. Y luego, luego, ay msero dem, desvanecise todo aquello y volv
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hallarme sentado en la habitacin dondestaba escribiendo, absorto en mipensamientos. Nuevas ideas empezaroa invadirme, era como si tuviera quarrastrar peascos. Ya era medianochepasada; envuelto en la niebla de mi
fantasas, me acerqu a la fra ventanabierta y me entregu a la visin de lquietud avasalladora.
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Incendio en el teatro
Era aqulla una poca singular. Mvale silenciar las peculiaridades deorden social entonces imperante, porqunos produciran demasiada cleraDondequiera que uno fuese reinaban un
prodigalidad y una sed de placerenauditas, adems de un lujo sin igua
La personalidad lo era todo. Y todo le
estaba permitido a la osada y lambicin. El monedero dictaba laeyes. Pese a la miseria en que viva
os pobres, haba tal cantidad de gent
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que a la vida del individuo no se le dabmportancia alguna. Un cuerpo policia
era tan inexistente a la sazn como unglesia; el asesino poda asesinampunemente; el ladrn, robar; encrdulo, burlarse; el fuerte, triunfar;
el poder, lesionar cuando, donde y quien quisiera. El pual o la pistola emano eran las nicas armas para repele
a injusticia. Eran tiempos en los qucada cual deba defenderse y hacersusticia por s solo. Y esa poca terrible
posea, no obstante, una cosa: un teatresplndido. Los actores parecan noble elegantes caballeros de ranci
abolengo por la exquisitez de su
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modales y el rebuscado refinamiento coque se movan en el escenario. Tambien lo tocante al lenguaje eran maestroselectos y muy experimentados. Lpintura y la poesa alcanzaron smximo florecimiento pese a lo
peligros de la cotidianidad; s, hastpodra decirse que esas nobles floreograron producir formas y perfumes d
nsuperable belleza debido quizs adesamparo mismo al que estuvieroexpuestas. Y en primer lugar l
arquitectura. Las ciudades parecan eaquellos tiempos cuentos de hadaarquitectnicos. Con encantadora graciarquebanse los delgados puentes sobr
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os numerosos y profundos canales. Laaltas fachadas de las casas ponan dmanifiesto un espritu orgulloso perverso, pero hermoso. Como ya se hdicho.
Una noche, seran las diez ms
menos, estall un incendio en uno de lonumerosos teatros de la capital de aquereino, felizmente alejadsimo d
nosotros, hombres modernos, sepultado en remotos tiemposSocorro, fuego!, reson de pronto u
alarido de terror. El teatro estabrepleto hasta los topes de pblico; sobrodo las galeras, los llamado
gallineros, parecan un pululant
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hormiguero. Aquello era un entrevero dcabezas, alientos y caras de gente dclase baja apiada all arriba. En lopalcos veanse prncipes y princesas dcasas importantes, suntuosos personajede ptrea y fra apariencia. Tambi
haba gente del mundo financiero, qununca falta dondequiera que aparezca lgentil nobleza, con sus esposas de seno
prominentes y bien perfilados, qurradiaban holgura econmica
Diamantes refulgan en los cuellos
perlas, sobre los desnudos brazos, y laflexibles manos, tachonadas de anillossostenan un abanico, un pauelo dencaje o una copa entre los dedos. En e
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centro mismo del techo colgaba unesplndida araa que esparca una lucegadora. La orquesta estaba tocandoQuienes ya se haban hartado dcontemplar lo que ocurra en eescenario se paseaban de un extremo
otro de los pasillos, alegres pensativos, emperifollados y guaposausteros y sencillos, luciendo todas la
onalidades y andaduras imaginables. Yde pronto: Fuego!, fuego!. Nadie spreocupa en un momento as de la
onalidades.En aquellos tiempos lamentablecasi no exista un cuerpo de bomberospero lo que no haba en absoluto era
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medidas de precaucin contra loncendios. Al principio, y como si de un
ameno espectculo se tratase, las llamaaparecieron en el escenario. Algunoespectadores se disponan ya a aplaudi a gritar bravo!, cuando de pront
advirtieron, ya fuera por la palidez das caras vecinas, ya por algunnaudible voz de terror, de esas que no
suele percibir el odo, sino el alma, quo de las llamas en el escenario iba e
serio, que era un animal terrible con e
cual no se poda jugar. Pero an habquienes nada saban del tigre quacababa de nacer all de improviso dominaba ahora la velada teatral. Lo
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actores que estaban en escenempezaron a chillar y abandonaroprecipitadamente el campo del arte, pronto empez a gritar tambin epblico. En las galeras se irgui unuevo tipo de monstruo: el pnico. Cad
nuevo minuto pareca dispuesto a pariun nuevo monstruo. En uno de los palcoocupados por la nobleza estaba apoyad
en una columna dorada el caballerJosef Wirsich, uno de aquellogentilhombres que suelen mira
serenamente y de hito en hito a la muertsegura. Aquel hombre terrible no hizomueca alguna ni movi un solo msculde su rostro, duro como el acero. Lanz
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esperar de pie all abajo, sobre mujereque lanzaban gritos desesperados desgarradores, sobre adolescentes a loque por primera vez en su vida lehaban permitido ir al teatro. El desastrfue adquiriendo rasgos aterradores y a
mismo tiempo ridculos. Dos o trepersonas resultaron muertas antes diempo por el estruendo de los atroce
gritos de pnico. La muertdescompona su propio rostro en lamuecas ms divertidas y a la vez m
ristes. Pero Josef Wirsich, tpicohombre de esa poca, segua all de pienmvil, como si hubiera sido un dio
capaz de conjurar el destino.
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Tambin haba nios en el teatro. Noemblemos; situmonos en aquel tiemp no lloraremos la muerte de un ninocente. Situmonos en ambas cosas: ea poca y en el momento de l
desgracia, y no encontraremos ta
espantoso el horror que ya empezaba generalizarse. Madres que aplastan a supropios y amados retoos; hombres qu
arrancan mechones de cabello a suhijos, y una hermosa chiquilla que fuatrozmente pisoteada. Estall una luch
que las civilizaciones posteriores quiznunca hayan vivido como parte de svida cotidiana. Hubo mujeres quacabaron aplastadas contra columnas
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barandales, y, entretanto, la gentempez a arder, a arder como arde epapel. Pero lo que arda merriblemente an que las mujeres era e
asfixiante jbilo interior que amenazabcon devorar a quienes se haban salvad
, fuera, en medio del fro y la escarchnvernales, se lanzaban en grupos de tre
o cuatro sobre la crujiente nieve
golpendose unos a otros de puralegra. Muchos enloquecieron.
Cientos de angustiados se arrojaro
a ciegas de las ventanas del primersegundo y tercer pisos sobre la nievdura, donde quedaron con laextremidades destrozadas. Algunos d
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legar al aire fresco lo aguardaba unabor de salvamento. Empez a aferra
en sus brazos de hierro a quienes siraban por las ventanas. La piel de l
cara y de las manos le colgaba eirones negros, y aquel hombre tuvo e
valor, en cuanto se alejo del lugar desiniestro, de ir a casa de su amiga, lcondesa Nidau, que en ese mism
momento daba uno de sus clebrebanquetes. Cuando entr, la gente grital verle, pero l se ri y, besando l
mano de su dama con los labioquemados, le pidi permiso paraplacar su sed con un vaso de vino.
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Escena en la crcel
ara Estuardo: Qu bello eresMortimer! Y tan joven! Has conocidoarde a la reina de Escocia. No, callao digas nada. S perfectamente lo qu
quieres decirme, y s incluso ms: s
que me amas, y t esto no puededecirlo, lo manifiestas. Qu hermosoojos! Tienes los ojos inocentes de u
mido corzo, Mortimer. Cmo besas lmano! Aspira! Tu boca reza sobre mmano. Has dado con la mujer adecuada
est acostumbrada a que la adoren
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Siempre le ha gustado. Mi mano te amaoven. No quieres ser joven, haces u
mohn, qu labios tan raros ponesCuando te digo: chiquillo!, eres eesposo de Mara, y ese esposo es uchiquillo. Yo dispenso a los hombres de
cualquier obligacin. Me aman, y sa esu nica fuerza. Quieres desenvainar tdaga y maquinar conjuras? No lo hagas
aborrezco esa especie de valentacadmica que aprendiste en Roma, hade saber que no me impresiona e
absoluto. Cuando se tiene un aspecto tafascinante como el tuyo, no hanecesidad de interpretar un papel en emundo. Aprende a ser audaz a mis pies
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Tus planes para liberarme me odianpero el mpetu de tus labios me ama me libera de la crcel. Dmelo! Dambesos! Tu boca es tu atad. Contemplesta mano. Qu tal te sabe el efluvioPostrado por el aroma de estas mano
morirs uno de estos das. Tu ltimoestertor, cuando yazgas por tierrbaado en sangre como tus envidiable
predecesores, an me agradecer. Tratde que las cosas no lleguen tan lejos, no deseo; pero dame otro ms! No ta
mpetuoso. Saboreas muy pocoChiquillo, has sido proscrito, no lolvides. Llevas escrita en la frente tnminente ruina. S cauto. No, as no
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qu nuca! Me da la impresin de quuviera ojos y me mirara sedienta. Yo s
provocar sed. Qu puede arrebatarma arbitrariedad inglesa? La libertadada me es ms inoportuno. L
felicidad? Yace a mis pies. E
despliegue del poder? Percibo el msublime. La tranquilidad? Soy amadaLa femineidad? Celebra triunfos
Contmplame, Mortimer. Y ahoraevntate y vete. No quieres? No m
gusta ordenrtelo. Tus deseos y apetito
aletean a mi alrededor como mansapalomas. Provoco inhibicin por lmismo que despido tanta impetuosidadMi ternura supera incluso a mi belleza
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Sonres. Quisiera verte muerto ahormismo. Puedo aumentar los favorespero no endulzarlos an msPermanezcamos en silencio ahora
Reinemos en el no-sentir-ya-nada.
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Una velada teatral
Me hallaba sentado en la galera deeatro de Z., a mi lado un vaso d
cerveza semivaco, la punta de un purentre los dientes, rodeado destudiantes, obreros y gruesa
mujerucas. El aire era ya casi asfixianteLos ngeles de yeso en el techo deeatro parecan languidecer y sudar. D
rato en rato me asomaba por eantepecho para ver qu ocurra en lobajos. All, sentados a las mesas y mu
apretados, haba jvenes de buen
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familia, empleados bancariosestudiantes con nobles cicatrices en sucaras de cuello almidonado, caballeromayores y refinados, amantes del buevivir, y damas de apariencia distinguidaEn las butacas de terciopelo rojo de l
primera fila se hallaba el gran mundo epleno; cre poder distinguir a unocuantos literatos ms o meno
respetables, entre otros a un periodistaun tipo que se promocionaba todo eiempo con sus paseos literarios. L
conoca un poco. Pareca un honradmatarife de cerdos, aunque le gustabcontarse entre la gente refinada. Veanseall esplndidos sombreros femeninos
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argos y nobles guantes que suban hastpor encima de los turgentes y flexiblecodos. Del centro del techo colgaba ungran araa que lanzaba una luz radiantsobre el pblico. De pronto alguien spuso a dar golpes breves y duros en e
piano, que reson con la potentsonoridad de un rgano. El pianista tenargos y ondulantes rizos negros en l
cabeza, y un perfil muy hermoso. Epermiso de observarlo no costaba nadaSu esplndida interpretacin era u
ngel de grandes alas que, severo nvisible, rozaba levemente con splumaje los sentidos de espectadores oyentes. Y luego se levant el teln y la
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o que sea por tener media hora dpausa. Debajo de m, en primera filauna seora de cierta edad se sonaba coun fabuloso pauelo de encajes. Todome pareca hermoso e infinitamentmgico. Los camareros me preguntaro
si deseaba otra cerveza, y esta curiospregunta me pareci rarsima. Quclase de hombres eran sos para aborda
as a la gente y preguntarle si deseabbeber algo? Uno de los camareros lucun bigote autnticamente hirsuto en l
cara, slo se vea el gran bigotengominado y, en el medio, un par denormes ojos brillantes y oscurosCentelleaban como luces en la oscurida
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de un bosque. Haba otro imberbe y duna palidez enfermiza, con una cara tapavorosamente descarnada que supmulos sobresalan como loacantilados de una orilla rocosa. A stee ped un vaso de cerveza, pagu
nmediatamente y me puse otro medipuro en la boca. El piano me lanzentonces una nueva y potente oleada a l
cara, al pecho y a las mangas de lchaqueta, de suerte que me vi obligado buscar un pauelo alrededor para pode
secarme. Pero los amarillentos rayos da araa de cristal ya se habaencargado de hacerlo, de modo que pudestar tranquilo. En el intermedio hub
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otra vez momentos en los que cre qumis dos ojos se haban vuelto un par dargas y delgadas varas y haban podidocar la mano de una de las dama
sentadas debajo de m. Pero ella npareci advertir nada y me dej hacer l
que hice, algo francamente desfachatadoMuy cerca de m se haba sentado uncriada de casa seorial, una gracios
muequita, pequea y de aspectentraable; le pregunt su nombre y mo dijo en voz baja. En realidad me l
dijo ms con los ojos y sus dos mejillade un rojo incandescente que con lboca misma. Se llamaba Anna. Le pedun vaso de cerveza y le lanc el humo
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a cara, para hacerla rer. El brillohmedo y negro de sus ojos evocaba dorelucientes bolitas de plata negraAbajo, en primera fila, estaba lbaronesa Anna von Wertenschlag, otraAnna, aunque una muy, muy distante. De
sombrero de la baronesa pendan haciatrs, cual aves moribundas, largaplumas arqueadas. Temblaban como s
sintieran algn dolor leve, inefablehumano. La dama llevaba un vestidnegro azabache que se alargaba
abombaba poderosamente hacia abajoocupando el lugar de tres o cuatrpersonas; la flanqueaban dos jvenecaballeros de aspecto, al parecer, poco
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peligroso. Pareca ensimismada. Volvia levantarse el teln, y la alegrcomedia de criadas reanud subisbiseos. En el escenario, una burguesenriquecida tuvo que besar la manoendida con indolencia y distincin, d
una dama noble y empobrecida, pues aso exiga la hermosa y tradiciona
costumbre. Pero luego, no bie
desapareci la linajuda dama, lburguesa empez a burlarse no sirazn, por cierto y escupi
despectivamente sobre la alfombra de lantesala condal. Este comportamientprovoc en la galera un alud dcarcajadas que testimoniaban simpata
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Alguien hasta grit bravoprobablemente un republicano hostil a lnobleza. Desde las regiones inferioresms de un rostro se volvi hacia arribaasombrado y levemente indignado, parver quin era el plebeyo cuyo aplaus
haba sido tan inoportuno y chilln. Perms les hubiera valido a los de abajcontener un poco su indignacin, pues u
nstante despus qued claro quambin entre ellos haba hroes de l
plebe. Al aparecer el director en e
papel del marido, uno de los estudiantefabulosamente bien vestidos y taprximo al proscenio que casi lo rozabcon la nariz, lanz una broma a
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escenario. La gente se ri, suponiendque tambin el artista se vera obligada sonrer por cortesa. Mas nada de esocon la cara enrojecida por la ira y unndignacin violentsima reflejada en eemblor de su voz, ste dirigi a
pblico, acompandola con gestocargados de desprecio, la siguientalocucin: Seoras y seores (Qu
querr? Qu tendr? Qu estarocurriendo all abajo?, pensamos lodel gallinero). Acaban ustedes d
escuchar las ofensas de que he sidobjeto. Si no se tratase, por un lado, duna banda de chiquillos inmaduros (toda galera estir el cuello), y, por e
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otro, no tuviese frente a m personarespetables sentadas lado a lado, poDios que, sin considerarme para nada uigre, no, como hombre me precipitar
entre aquella turba y, uno tras otromandara a los infiernos a todos eso
nfelices a bofetada limpia. Muchacosas he visto y padecido en mi carrerde artista, pero si un monito imberbe m
escupe a m, hombre ya mayor y casi punto de concluir su carreraperdonadme si.
Y sigui actuando. Jams en mi vidhe vuelto a ver a nadie reprimir spropia clera con tan esplndidgrandeza de nimo. En el teatro s
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al final, uno ya lo intua, acababaencontrndolo. Gallardos oficinistas lagalanteaban con sus sombreroveraniegos y armados de bastones dpaseo, haciendo gala de modaleedulcorados y un lenguaje exquisito
Gran bombo haca un hsar copantalones muy ceidos y magnficabotas de montar. La accin transcurr
alternativamente en un jardn, en umsero cuartucho, en una carretercomarcal y en un saln de la alt
sociedad. Para testimoniarle aprecioodos agobiaron al director coaplausos, reaccin sin duda necia y uanto burda que, sin embargo, debi d
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halagar al mimo. Despus de todo, esgente sabe hacer diferencias y tiendeas propias al respecto. Luego hub
otro intermedio y la msica volvi golpearme el crneo de tal modo queespontneamente, abr la boca par
escuchar. Anna, la camarera, empez achismear sobre las costumbres de supatrones, enfatizando, claro est, lo
aspectos ridculos; yo escuchaba muatentamente la msica y slo a medias ecotilleo. Volvi el calor a anunciarse
opresivamente sobre las frentes y bajas axilas. Los camareros empezaron recoger los vasos de cerveza con gestonada amables, y all abajo, en torno
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as anchas faldas de Anna voWertenschlag, los muy pillosusurraban, rondaban y bailoteabanpues saban perfectamente dnde podhaber propinas. La galera entersudaba, herva, echaba humos y vapores
Las mujerucas gordas ya estabapegadas con faldas y enaguas a las sillaplegables barnizadas de marrn, y se l
decan unas a otras chillando de terror de satisfaccin. Muchos se enjugaban esudor de la frente. Anna vo
Wertenschlag levant la cabeza haciaunas alturas salpicadas de rostros. Qumaravilla de ojos! Luego vino el ltimacto, y despus todo el mundo a casa
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Mientras salamos, el pianista toc unvez ms. Las escaleras temblaban bajos pesados y ruidosos pasos. Bellas
grandes, melodiosas, las olas dbuenas noches y hasta pronto ibarompiendo tras de m. Fuera estab
loviendo. Y la baronesa subi al cocheque parti en seguida.
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Teatro de gatos
Un dormitorio
Es medianoche pasada. En una cam
duerme Muschi, una gatita negra como eazabache, entre blanqusimoalmohadones de encaje. Como suele
hacerlos nios pequeos, Muschduerme con la boquita abierta. Hpuesto una de sus patas bajo la cabezamientras la otra cuelga del borde de l
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cama. Son dos patitas preciosas. En lhabitacin reina un silencio mgico, y uaroma peculiar emana de ella, parecidal que saldra de una cocina para nioen la que estuvieran horneando algo mudulce y sabroso. Tambin sale un olo
principesco que se expande por lplatea. Sobre una mesita de noche arduna luz minscula, parecida a una flor d
cerezo, que difunde un resplandor suavrojizo en direccin a la cama. Musch
est soando, uno lo advierte porque
ratos contrae la patita y parpadeigeramente. Las ventanas del dormitoriestn enmarcadas por cortinajes dencantadora pulcritud, densos como l
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nieve. Lo cual tambin tiene algdecididamente infantil y florido. Mesacmoda, silln y armario han siddistribuidos agradablemente y con totanaturalidad en el espacio. La ropa dMuschi descansa en una silla, junto a l
durmiente.De pronto se abre una de la
cortinas, y un ladrn, es decir un gra
gato disfrazado de capitn dbandoleros, salta sin hacer ruido ymirando con cuidado a todos lados, s
desliza dentro por la ventana. Llevpuestas unas botas de montar, un altosombrero terminado en punta, y armas acinto. Su barba y sus salvajes ojos so
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erribles, y sus movimientos sonrealmente, los de un facinerosconsumado. Se acerca a la cama, cogpor el copete a la pequea desprevenida Muschi, la saca de loalmohadones, la envuelve en un trapo
mete luego aquella cosa que se revuelv quiere gritar y no puede, en un gra
saco especialmente preparado para ella
Sonrisa y ronroneo de satisfaccin. Lorquesta toca una meloda orquejumbrosa, ora suave
picarescamente triunfal. Dentro, en eotro cuarto, una voz empieza a llamarMuschi! Muschi! Parece un canto mu
arrastrado. Con canallesca destreza gir
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el ladrn sobre sus tacones y salta por lventana. Un momento despus se abruna puerta y entra el ama de Muschenvuelta en un holgado camisn. Unespecie de Hedwig Wangel [1]en versigatuna. Se queda de una pieza y quier
maullar. Pero ya es una gata de ciertedad y el terror le ha paralizado laextremidades y la voz. Cae desvanecid
mientras gesticula penosamente. Luegse recupera y abandona la habitacianzando unos maullidos que, a deci
verdad, ms parecen gritos humanos.
Paisaje fluvial con torre
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En la torre, arriba de todo, arde una luzHa anochecido y brama un vientempestuoso. Sale a escena el ama co
un paraguas bajo el brazo. Tras dar unocuantos pasos hacia el pblico, sdetiene, exhausta, al parecer, por e
argo peregrinaje, saca del bolsillo dsu vestido un pauelo con puntitos rojoe inicia un conmovedor sollozo d
varios minutos de duracin. Entre otracosas se suena la nariz achatada de gatacomo suelen hacer las ancianas qu
loran. Abandon su casa para buscar a raptada Muschi, y ya lleva diez largoaos buscndola. Ya habla diez idiomadiferentes, porque ha viajado por die
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pases extranjeros. En casa est ldistinguida mam de Muschi y no comni bebe casi nada, pues no logracostumbrarse al dolor de haber perdida su nica hija. Y el ama, sin hacemohn alguno ni decir palabra
superfluas, se pone sus burdos zapatode caminante y echa a andar sobre suviejas piernas hasta aquella horribl
orre. Va gritando por todas partesMuschita, Muschita! A vecesmpulsada por su angustia, grita
Muschinita! Muschiminita!, y otrapalabrejas tiernas y disparatadas, manunca obtiene respuesta. Durante eviaje, ociosos viudos han pedido varia
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veces la mano del ama en los alberguespero ella hubiera preferido aceptar unbofetada antes que esas propuestas dmatrimonio tan srdidas, que slservan para distraerla de la gran tareagridulce de su vida; buscar a s
Muschinita. Esta tristeza suya quedelocuentemente expresada en su formde tenerse en pie; pero ahora se vuelv
hacia la torre y divisa la lucecilla en lalto. Algo la impulsa entonces a lanzaun potente maullido que suena como s
e preguntase algo a la luz. sta se limita parpadear muy levemente, como npoda ser de otro modo tratndose dsemejante luz. Est Muschi all
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arriba?, pregunta el ama. Ningunrespuesta. Dime, querida lucecitasabes dnde est Muschi?. Ningunrespuesta. Vaya descaro, no respondeni siquiera a un ama de buena familiaDe modo que nada?. Ningun
respuesta. El ama se aleja de la torre. Lempestad apaga la insolente
desalmada lucecita. Nubes que pasa
sobre el escenario. Esto puede valecomo imagen de la ms absoluta de lasoledades. El ama rompe a llorar y s
dispone a continuar su camino. Levantun extremo de su falda y se seca los ojocon ella.
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espectadores son individuos de aspectotalmente plebeyo, con hocicos gruesomodales bastante asquerosos. Con la
patas delanteras bajan de golpe las tapade sus jarras de cerveza y se alegran da ablica intrascendencia de sus gestos
Vapores mefticos recorren el localatendido por camareras que intentasacar siempre el mximo provecho
Muschi est bailando, y en cuanto acabsu baile se sienta con otras bailarinas eun banco forrado de terciopelo, par
dejarse admirar y celebraranquilamente. Mantiene su cabecitgacha, como perdida en largos melanclicos pensamientos, mientras su
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patas juguetean con los crujienteencajes de su faldita de baile. Qugrandes, tristes y hermosos son sus ojocuando los levanta! Un par de ojazoamarillos. No hay que olvidar nuncque, despus de todo, son ojos de gato
aunque de la ms fina y noble calidadUn pesar inextinguible parece arder alldentro unido a un recuerdo inextinguible
De pronto puah!, desde abajo un tipquiere aferrarle la pierna, realmentapetitosa, con sus puercas manotas. Ell
e lanza un violento taconazo en plenhocico con una de sus afiladas botas y esinvergenza echa a correr maullandpara denunciarla ante el patrn de
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establecimiento. Por desgracia se tratde un ntimo amigo de ste, que sabalanza sobre Muschi y la abofeteahacindole saltar las lgrimas. Lacamareras, deseosas de halagar ahusped, dicen que tiene razn, que es
pavita orgullosa se mereca un buecoscorrn en el morro. Muschi llora debe bailar llorando, pero baila ta
dolorosamente bien que, obedeciendalgn presentimiento, ni los mbricos de aquellos granujas s
permiten seguirla importunando. Ehmedo brillo de los ojazos de Muschos ha intimidado muchsimo. Los gato
allan bravo!, palmean con sus patas
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amen la cerveza derramada en lamesas. El patrn, un animalote gordo ncorregible, pone una cara importante nfinitamente divertida.
Calle elegante con verja dejardn
Han transcurrido otros diez aos. El amgata sale a escena encorvada sobre ubastn nudoso, medio ciega de tant
buscar: diez aos, veinte aos, y poentonces, cuando estaba en la camitaena cuatro aos, ms uno hace
veinticinco, piensa y trata de sonrer co
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su viejo hocico. Oh, qu sonrisa taantigua y corroda por el tiempo! Se vdesgranando de su boca como lapiedras de una muralla vieja y derruidaEs una luminosa maana de domingoSobre los arbustos del jardn reverber
el sol. Aquello tiene algo dmpresionismo francs, si se quiere oda costa hacer gala de cultura. L
anciana se ha sentado sobre una de lados piedras que suele haber ante laverjas de los jardines y tose levemente
Es lo que ocurre cuando uno es viejoose hasta en el ms ardiente veranoCon qu impasibilidad est all
sentada! La bsqueda se le h
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convertido en una especie de costumbrgrata e indispensable, como quien diceHace mucho tiempo que no busca parencontrar, sino por un placer de buscadel que ni ella misma es ya conscienteLe basta con cumplir hasta el final s
obligacin. Ya no esperaba nada. Haceiempo que la esperanza se h
convertido en algo degradante para ella
Tampoco busca ya como es debido, simita a caminar y observar un poquitn
nada ms. Se ha hecho vieja, vieja,
est tan atrozmente cansada, taatrozmente dbil, tan agotada por lacaminatas y servicios prestados! Harr