Hojear APACHERIAS DEL SALVAJE OESTE

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Fragmento del libro de APACHERIAS DEL SALVAJE OESTE, Javier Lucini, Mono Azul

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C O L E C C I Ó N V U E L A P L U M A

javier lucini

apacheríasdel salvaje oeste

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primera edición OcTUBre del 2009© J a V i e r L U c i n iDirector de la colección: JaBO H. piZarrOSOIlustración: JUan carLOS eSTeBan reaLProducción editorial: ana cLemenTe adriÁn© de la edición para todo el mundo, m O n O a Z U L e d i T O r ac / H a s e k u r a Ts u n e n a g a 5 5 · 4 1 1 0 0c O r i a d e L r Í O · S e V i L L aw w w . m o n o a z u l e d i t o r a . c o m

ISBN: 978–84–936469–6–7Depósito Legal: J–793–2009Técnicas gráficas LA PAZ, Torredonjimeno (Jaén)printed in spain–impreso en españa

Queda prohibida la reproducción total o parcial de la obra por cualquier medio sin la autorización y el permiso escrito de la editorial.

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Yo, Javier Lucini, alias –ver Apachería nº11–White Buffalo, alias “El Bracero”,

en plena posesión de mis facultades y con la plena facultad de mis posesiones, quisiera dedicar estas “Apacherías”

a Billy Frank, alias Black Buffalo, alias “La Pantera”,y a Jaime Rodríguez, alias Brown Buffalo, alias “El Patrón”.

The Buffalo Army.

el autor quisiera recomendar la lectura previa (o posterior)del libro Soy Apache, Las memorias de Gerónimo,

apachería a & Ω

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—Cuéntame un cuento –le pedí.—¿De qué tipo?—Alguno acerca del grandioso Oeste dorado y los indios y el gran espíritu salvaje de América.

Americana, de don delillo.

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apachería nº1En casa de John C. Dofflemyer

en Blood and Thunder, Hampton Sides cuenta que el ejército deSibley, en su camino desde San antonio a nuevo méxico, perdió

cerca de quinientos hombres a causa de la viruela, la neumonía, el agotamiento y los apaches. Llegaron a temer más a los indios que

a los partidarios de Lincoln.cuando lograron capturar y matar a su primer apache, éste estaba

tan lleno de barro que no acertaron a describirlo más que como algo bastante parecido a “una rana toro”.

Billy, nada más llegar, se quedó prendado del paisaje y des-apareció por detrás de los establos en busca de las ranas toro de las que hablaba John c. dofflemyer en su último libro, April Bullfrogs.

en compañía de su encantadora esposa, robbin, habíamos oído a John recitar varias veces aquellos hermosos poemas durante sus actuaciones en el cowboy poetry Gathering de elko, nevada, y aunque nos cautivó con su poderosa voz y con la personalísima manera de decir sus versos (esa ternura y ese sesgo de nostalgia con que se refiere a ese mundo que se desvanece), hasta que no estuvimos allí, en su rancho de california, no asimilamos de verdad la belleza y la profundi-dad de sus palabras.

allí, frente a nosotros, correteaban los versos, vivos, que luego él atrapaba y soltaba en su escritorio para que dejasen sus huellas y cavaran sus madrigueras en las páginas de sus li-bros: las rimas del arroyo Seco, las viejas canciones, la tienda

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de mc clure, el polvo, las primeras lluvias, la transparencia, los cuatro riachuelos, la sabiduría nativa, la pausa del domingo por la mañana, los vaqueros de John cutler, las ranas toro...

Jaime sacó unas cervezas de la camioneta para brindar con John y nos pusimos a contemplar las colinas que nos rodeaban. de vez en cuando, el silencio era interrumpido por el relincho de los caballos. La última noche en elko, a varios grados bajo cero, en el corto trayecto de regreso al hotel, después de asistir entusiasmados a la venganza eléctrica de mike Beck al frente de sus implacables Bohemian Saints en el Stray dog, John pi-lló un resfriado. Lo peor ya había pasado, pero aún seguía con-valeciente y le costaba hablar, lo cual no le impidió recibirnos con los brazos abiertos, compartir con nosotros aquella cerveza y participar en el emocionante branding1 al que, por interme-diación suya, fuimos generosamente invitados al día siguiente.

no sé cómo terminamos hablando de mapaches.el caso es que John, en algún momento, se refirió a ellos:

“Racoons”. Yo no le entendí y Jaime, a quien no le salía el nombre en español, sobre todo a base de gestos, intentó des-cribirme al animal. parecía uno de aquellos colonos de la frontera dirigiéndose a un indio. a final lo adiviné por el detalle del antifaz y la cola, y dije: “ah, un mapache”. John me miró entre divertido y extrañado: “¿cómo lo has llama-do?”. “mapache”, le respondí, “como apache pero con una ‘m’ delante”. “Vaya”, añadió, “en cualquier caso, dos cosas de las que no te puedes fiar”. me reí sin poder evitar pensar que, de repente y sin saber muy bien cómo, me había queda-do atrapado en la secuencia de un viejo western. el diálogo era digno de una película de John Ford escrita por Frank S. nugent. en cualquier momento aparecerían recortadas las siluetas de los apaches en la cresta de la montaña.

1 Faena tradicional de capa y marcaje de ganado.

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John dofflemyer durante una lectura de poemas en el cowboy poetry Gathering de elko, nevada, 2008

estoy casi seguro de que habrá quien se empeñe en iden-tificar una cierta manifestación de racismo en el genial co-mentario que hizo John aquella mañana a propósito de los apaches (ver apachería nº3). nada más lejos de la realidad. Baste decir que uno de los mejores amigos de John es, preci-samente, Henry Oso Quintero, poeta apache. John publicó su libro The Animal People en el catálogo de su exquisita edi-torial, dry crik press1. en la portada, aparece un tejón, que no es un mapache, pero casi.

Y bueno, hay que decir que no fueron las siluetas de los apaches las que se recortaron al final en la cumbre de aque-lla colina, sino la de Billy, con su bufanda naranja ondeando al viento, color que, como nos dijo John, suelen llevar los cazadores para evitar disparos accidentales, de vuelta de su paseo solitario.

“¿cómo demonios ha llegado hasta allí?”

1 para más información: p. O. Box 44320, Lemon cove, ca 93244.