Homeschooling

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Homeschooling Problemas de Política Educativa suscitados a partir del análisis de la práctica de la Educación en el Hogar 1 Daniel Brailovsky [email protected] Introducción Mientras intensos debates surgen de preguntas orientadas a determinar qué escuela es más eficiente, qué escuela ofrece oportunidades de forma más equitativa o qué política educativa es mejor para las escuelas, este trabajo abordará un debate que, lógicamente anterior o posterior a aquellos, se refiere a una pregunta más básica: educarse ¿con o sin escuela?. En efecto, la práctica de la educación en el hogar, home based education o, simplemente, y como suele llamársela, homeschooling, es un fenómeno creciente en Estados Unidos y otros países, y además de los interesantísimos problemas teóricos educativos que ofrece, es disparador de algunos debates e ideas acerca de problemas de políticas educativas. Comenzaré exponiendo algunos datos que justifican el abordaje y anticipando seguidamente la estructura de este trabajo. El cuadro 1 expone un listado de países ordenados según la relevancia que la educación en el hogar ha adquirido, definida dicha variable operativamente en términos del status legal que el homeschooling tiene y la estimación en cifras de quienes lo practican. 1 La primera versión de este trabajo fue realizada en el marco del seminario de Política Educativa a cargo del Dr. Mariano Narodowski en la Maestría en Educación (UdeSA). 1

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acerca de la practica de la educacion en el hogar

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HomeschoolingProblemas de Política Educativa suscitados a partir del análisis de

la práctica de la Educación en el Hogar1

Daniel [email protected]

Introducción

Mientras intensos debates surgen de preguntas orientadas a determinar qué escuela es más eficiente, qué escuela ofrece oportunidades de forma más equitativa o qué política educativa es mejor para las escuelas, este trabajo abordará un debate que, lógicamente anterior o posterior a aquellos, se refiere a una pregunta más básica: educarse ¿con o sin escuela?. En efecto, la práctica de la educación en el hogar, home based education o, simplemente, y como suele llamársela, homeschooling, es un fenómeno creciente en Estados Unidos y otros países, y además de los interesantísimos problemas teóricos educativos que ofrece, es disparador de algunos debates e ideas acerca de problemas de políticas educativas. Comenzaré exponiendo algunos datos que justifican el abordaje y anticipando seguidamente la estructura de este trabajo. El cuadro 1 expone un listado de países ordenados según la relevancia que la educación en el hogar ha adquirido, definida dicha variable operativamente en términos del status legal que el homeschooling tiene y la estimación en cifras de quienes lo practican.

CUADRO 1Status Legal y número estimado de homeschoolers según país. 2001. Fuente: elaboración propia en base a datos de la página web de la HSLDA2; Ray, 2002 y Bielick, Chandler, y Broughman, 2001.

País Status legal del homeschooling

Número de homeschoolers estimado por la HSLDA

ESTADOS UNIDOS Legal, con distintas restricciones, según cada estado.

850.000

CANADÁ Legal, con distintas restricciones, según cada región.

60.000

AUSTRALIA Legal 15.000 NUEVA ZELANDA Legal con ajuste a ciertas condiciones. 5976

JAPÓN Legislaciones vagas e imprecisas sobre el ejercicio del homeschooling.

700

TAIWÁN Legal con mínimas restricciones 500FRANCIA Legal, aunque con muy estrictos

controles por parte del estado. 500

1 La primera versión de este trabajo fue realizada en el marco del seminario de Política Educativa a cargo del Dr. Mariano Narodowski en la Maestría en Educación (UdeSA).2 Home Schooling Legal Defense Association.

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ALEMANIA Las leyes no lo permiten expresamente, y aunque muchas familias han logrado que se apruebe la práctica del homeschooling en sus casos particulares, muchos lo hacen ilegalmente y otros son litigados por el estado.

400

IRLANDA Legal, con razonable regulación. 350REINO UNIDO La ley establece que los niños deben

recibir una educación “adecuada a su edad y aptitudes, en la escuela u otros ámbitos”. Los homeschoolers se han basado en los “otros ámbitos” para ampararse legalmente.

200

BRASIL Expresamente prohibido 100 BULGARIA Prohibido, con excepciones orientadas

a casos de imposibilidad de asistir a la escuela por razones de salud

Menos de 100

SUIZA Legal, con requerimientos que varían entre cantones.

Menos de 100

CHILE Legal s/dHUNGRÍA Legal, con regulaciones referidas al

currículum y exigencia de rendir dos exámenes anuales.

s/d

Apoyándome en estos datos, decidí centrar este trabajo sobre la práctica del homeschooling en Estados Unidos, que además de ser el país en el que más se ha extendido el fenómeno (o por causa de ello) muestra una diversidad de intereses, ideologías, motivaciones y formas de comprenderlo, al interior de los propios grupos que lo practican y lo analizan.

Aunque originado en Estados Unidos, para Michael Smith, presidente de la HSLDA3 “es claro que la educación en el hogar ya no es, como antes, un fenómeno exclusivamente norteamericano”. El organismo que preside ha recibido noticias regulares de la expansión del homeschooling en las fronteras de Estados Unidos. En Canadá, el homeschooling se inició en los años 80´, y luego en otras naciones occidentales como Australia, Nueva Zelanda e Inglaterra. Smith atribuye la expansión del homeschooling al hecho de que algunos homeschoolers se ven obligados a viajar por motivos laborales y sus familias viajan con ellos: considérese que en el caso de un niño educado en el hogar, el viaje no es un impedimento para seguir realizando sus tareas “escolares”. Así la modalidad habría comenzado a conocerse en otros países, difusión que luego se generalizó con la universalización del acceso a los medios informáticos4. En cifras, Estados Unidos sigue encabezando la tendencia a la educación en el hogar, seguido en un lejano segundo lugar por Canadá y Australia. En otros países, el fenómeno no se expande a la misma velocidad

3 Home Schooling Legal Defense Association. La cita es parte de la editorial fija de la página web de dicha asociación.4 En relación a la incorporación de medios electrónicos, Loss-Cutler (1995) analiza la creciente tendencia a utilizar este recurso y describe modos progresivamente más complejos de utilizarlos a partir del análisis de listas de discusión por e-mail sostenidas por homeschoolers. Entre sus conclusiones se destaca el hecho de que, aún para los homeschoolers más radicalizados ante los ojos de quienes no es deseable contacto alguno con las instituciones educativas, la red informática representa un mecanismo de intercambio con otros y de inserción social.

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que el entusiasmo de quienes ya lo practican o de las leyes o regulaciones que los grupos organizados promueven.

Sería tentador haber acotado este trabajo, por ejemplo, a “Homeschooling y Equidad”, o “Homeschooling, estado y mercado”, todos títulos que formaron parte de las consideraciones que sobre la práctica del homeschooling podrían haberse desarrollado aquí. Sin embargo, tratándose de un fenómeno nuevo, casi desconocido en latinoamérica y poco reconocido incluso en algunas regiones donde sí se practica, que suscita polémicas, reacciones de sorpresa y de curiosidad, creí más apropiado hacer un abordaje amplio, sin ahondar en descripciones o análisis muy profundos y específicos sobre los problemas que de su práctica se desprenden, sino tratando de mostrar en términos generales los puntos centrales que lo definen como campo de problemas. Esto producirá tal vez la sensación de un desarrollo intermitente, que atraviesa diversos temas sin detenerse en ninguno. Asumiendo ese riesgo, adoptaré la estrategia de rodear la práctica del homeschooling como campo de problemas de políticas educativas, pasando por puntos que a mi criterio ayudan a comprenderla y partiendo de un hipótesis descriptiva, a acerca de lo que el homeschooling es y produce. El fundamento primero de dirigir la mirada a esta práctica, que sólo por ese motivo suscita interés es, en definitiva, su claro carácter disruptivo respecto de los “lugares” que la escolaridad reserva a los alumnos, docentes y familias. Si, como vaticinan algunas voces cada vez más sonoras, la escuela de la modernidad marcha hacia su reconversión, hacia una ineludible transformación frente al embate de nuevas formas de socialización, producción y distribución del conocimiento que ponen en evidencia cierta rigidez de sus estructuras tradicionales, el homeschooling sugiere una idea, entre tantas, de en qué podría llegar a transformarse la escuela en un futuro. Es claro – y este es un supuesto de partida – que las escuelas del futuro, no serán radicalmente distinas a las del presente por el tipo de tecnologías que incorporen, por sus formas de organización o por los medios por los que los saberes se transmitan, sino que lo serán porque los sujetos que las habiten lo harán desde una forma renovada de subjetividad. Sólo nuevas subjetividades podrán explicar nuevas tecnologías, nuevas formas organizativas, etc.

En esta primera descripción del homeschooling me basaré en cuatro rasgos que a mi juicio lo describen en forma bastante acabada, cuyo desarrollo anticipa los ejes de la exposición, y que se sintetizan en las siguientes ideas.

El homeschooling es una práctica:

restringida como opción a una franja poblacional beneficiada con ciertas condiciones socioeconómicas;

controversial por naturaleza, que suscita grandes debates y reacciones en contra centradas básicamente en el modo en que, a partir de su práctica, el carácter de bien social de la educación y el ejercicio de la ciudadanía en una democracia plural se vería amenazado;

impulsada por un amplísimo abanico de motivos, que cubren extremos ideológicamente contrastantes, pero que admiten ser entendidos en general como distintas reacciones de disconformidad frente a la acción del Estado en relación a

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políticas de inclusión y participación, en especial en relación a cuestiones religiosas y raciales, aunque con incidencia de factores vinculados al mercado (puesto que el homeschooling da lugar a un importante circuito de publicaciones, materiales de apoyo, asociaciones privadas, etc.)

heterogénea, susceptible de ser asumida de diferentes maneras. Puesto que están impulsados por motivos diversos, los homeschoolers no son una unidad. He reconocido al menos cuatro distintas formas de practicar el homeschooling, a las que llamaré, en un intento por esbozar una rudimentaria tipología: homeschooling radicalizado, cooperativo, complementado y participativo.

Quiénes son

Los hallazgos de una encuesta realizada a padres homeschoolers en 1999 por la National Household Education Surveys Program y plasmados en un detallado informe (Bielick, Chandler, y Broughman, 2001) muestran que hacia la primavera de ese año, unos 850.000 estudiantes practicaban el homeschooling, representando esta cifra un 1,7 % de los estudiantes norteamericanos de entre 5 y 17 años. La HSLDA (2000) desagrega las cifras por estado, mostrando a casi la mitad del total de los homeschoolers en los estados de California, Texas y New York.

Hace solo diez años educar a un niño en el hogar era ilegal en muchos estados. Hoy, según los expertos (Reich, 2002) “no sólo el homeschooling es legal en todo los estados, sino que es un fenómeno en franca expansión. Es, muy probablemente, el sector del mercado educativo de mayor crecimiento, a razón de un 15% o 20% por año” (Reich, 2002). Las reiteradas menciones del presidente George Bush acerca de su apoyo a la práctica del homeschooling durante su campaña electoral del 20005 dan cuenta del grado de expansión del fenómeno: la población de homeschoolers es percibida como electoralmente relevante. En 1985 unos 50.000 niños estaban siendo educados en sus hogares, contra unos 15.000 en los años 70´. En 2002, al menos un millón de niños practicaban el homeschooling, con estimaciones hechas con otros criterios que rondan los dos millones. Y aunque parece ser propio del ambiente desregulado del homeschooling la poca precisión en los números, dependiendo de la estimación que se tome como referencia (Bielick, Chandler, y Broughman, 2001; Lines, 2000) los homeschoolers representan entre el 2 y el 4 por ciento de la población escolar.

La población del trabajo de la N.H.E.S.P., sin embargo, no era homogénea ni representaba proporcionalmente la diversidad de la sociedad norteamericana: un mayor porcentaje de homeschoolers, en comparación con la población de estudiantes escolarizados, son blancos, no hispanos, y un menor porcentaje corresponde a negros, seguidos por una minoría de hispanos. También en términos socioeconómicos se halló que aunque el ingreso promedio de las familias de homeschoolers no era demasiado diferente del de las familias con niños escolarizados, los padres de homeschoolers poseían mucho más altos niveles educativos

5 The Economist, edición digital del día 26/Feb./2004

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que los padres de niños escolarizados y mayor disponibilidad de tiempo para dedicar a la vida educativa de los niños. El estudio de Bielick, Chandler, y Broughman es comparativo: pone lado a lado la población de niños escolarizados y de homeschoolers según variables de edad, raza, sexo y participación de los padres en la fuerza laboral (cuadro 2). Concluye que la población de alumnos educados en el hogar sólo se corresponde proporcionalmente con la población escolarizada si se las compara en términos de edad. Para las demás variables, las diferencias son sugerentes.

Si la comparación toma como variable la raza, resulta haber proporcionalmente más estudiantes blancos no hispanos entre los homeschoolers que entre los alumnos escolarizados, y menos alumnos de las minorías étnicas, es decir negros e hispanos. Otros estudios confirman los datos. También para Newcomb (2001) un mayor porcentaje de homeschoolers (que de no homeschoolers) son blancos, provenientes de familias biparentales, en general numerosas, y de padres que han alcanzado un alto nivel de estudios. Esto no necesariamente tendería a reforzar la hipótesis del homeschooling utilizado predominantemente como “refugio” y salida conservadora frente a la del homeschooling como opción progresista, pues existen también otras variables socio-económicas asociadas a la raza, al nivel de estudios de los padres, etc. Sin embargo, sí muestra que la práctica del homeschooling es mayoritariamente elegida por familias blancas de buena situación económica, es decir, por una población no especialmente vulnerable a los “efectos perversos” de la escolaridad. En otras palabras, si el homeschooling puede analizarse como una reacción al modo en que la escolaridad ejercita sobre los alumnos y sus familias formas de dominio, exclusión, control y disciplinamiento, y si se considera que los alumnos blancos son un sector menos expuesto, el dato abonaría la idea de que aún aduciendo razones progresistas, de estar repeliendo un sistema que los oprime, lo que motiva individualmente a muchos homeschoolers es el deseo de refugiarse de un entorno étnicamente o moralmente indeseado.

En el caso de los alumnos negros, minoría en el sistema escolar pero aún menos representados entre los homeschoolers, los datos de este estudio pueden complementarse con los de Caviness (2002) que recopila testimonios de familias negras de homeschoolers. Veremos que, aunque numéricamente subrepresentados entre la población de homeschoolers, las familias de niños negros ofrecen un panorama de motivaciones diferente. Para muchas familias negras, dice la autora, el homeschooling es “una manera de dar a los niños el tiempo, la atención personalizada, además de los valores y el orgullo racial que ellos necesitan”. Por otra parte, un dato de no menor importancia que incluye se relaciona con el rendimiento de los homeschoolers negros. En un apartado posterior se desarrollará específicamente el tema del rendimiento, pero digamos por ahora que el interés por el tema se centra en que la diferencia de rendimiento entre niños escolarizados y homeschoolers a favor de éstos es notablemente mayor en el caso de los niños negros. La National Black Home Educators Resource Association confirma la tendencia (aunque no las cifras) de este rendimiento diferencial y la HSLDA (HSLDA, 2000) además de confirmarlo, le suma factores socioeconómicos asociados estadísticamente a la población negra. Ser negros, afirma, se asocia a factores económicos más directos. Las familias negras, en promedio, tienen un ingreso que no alcanza al 60% del de las familias blancas, y sus riquezas y ahorros son, en promedio, de una décima parte de los de aquéllas. Así, el

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mejor rendimiento de los homeschoolers negros es un dato más que valioso porque significaría que se ha logrado romper la asociación entre factores étnicos y éxito o fracaso educativo. En el marco de la discusión sobre el determinismo de la etnicidad en el éxito escolar, Gipson-Fredin (en Gintis, 2001, p75) invita a imaginar “una gráfica de las tendencias étnicas de la escuela pública, financiera, y de la matrícula de la educación en el hogar (homeschool) y privada”. Esta línea de estudios realiza un intento en ese sentido, con las restricciones que los problemas metodológicos de abordaje del homeschooling comportan pero asentados en la idea de – como señala Viteritti (2001) - construir un sistema educativo equitativo en un contexto en el que a pesar de todo “tanto la cuestión étnica como la de clase social continúan siendo los más confiables factores de predicción acerca de los logros educativos en los Estados Unidos”. Es razonable entonces creer que un modo de educación como el homeschooling, en el que las minorías devaluadas por la escolarización obtienen mejores resultados, es una buena opción, aún cuando una mayoría de los homeschoolers no se basen en esa premisa. Hay que oponer a esta premisa, sin embargo, el efecto de segmentación que, más allá de la mejora de resultados, comporta esta operación. Como luego se verá, el modo en que el homeschooling atenta contra una diversidad productiva del alumnado es una de las más fuertes argumentaciones en contra.

Las familias de los homeschoolers son en su inmensa mayoría familias en las que uno de los padres puede darse el lujo de no trabajar, para dedicarse a la educación de los niños. Esta característica de los homeschoolers se muestra en el estudio de Bielick, Chandler, y Broughman en números: allí donde en las familias de niños escolarizados la situación de familias biparentales donde uno sólo de ellos trabaja constituye una verdadera excepción (sólo el 4,5 %), en el caso de los homeschoolers representa más de la mitad de los casos (52,2%), siendo esta diferencia el abismo estadístico más amplio entre ambos grupos descrito por la referida investigación. Si muchas críticas al homeschooling se asientan sobre la base de una calificación de la educación como bien privado (antes que como bien social) a partir de este dato debería adicionarse que en el caso de la mayoría de los homeschoolers es, además, un bien suntuario y de acceso restringido.

CUADRO 2

Característica (edad, raza, sexo y participación de los padres en la fuerza laboral)

Número de estudiantes (totales en los Estados Unidos)

Número de Homeschoolers

Total 50,188,000 850,000 Edad (equivalente a años escolares...)

Jardín de Infantes 3.790.000 / 7,5 % 92.000 / 10,8%1–3 grado 12.692.000 / 25,2 % 199.000 / 23,4%4–5 grado 7.946.000 / 15,8 % 136.000 / 16%6–8 grado 11.788.000 / 23,4 % 186.000 / 21%9–12 grado 13.954.000 / 27,8 % 235.000 / 27,6%

RazaBlancos, no hispanos 32.474.000 / 64,7% 640.000 / 75,2%Negros, no hispanos 8.047.000 / 16,0% 84.000 / 9,8%

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Cantidad de estudiantes de entre 5 y 17 años que practican HS según edad, raza, sexo y participación de los padres en la fuerza laboral (en números absolutos y porcentaje), 1999. Fuente: Bielick, Chandler, y Broughman, 2001

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Hispanos 7.043.000 / 14% 77.000 / 9,0%Otros 2.623.000 / 5,2% 49.000 / 5,7%

SexoFemenino 24.673.000 434.000Masculino 25.515.000 417.000

Composición familiar y participación de los padres en la fuerza laboral

Familia con Padre y Madre, uno sólo de ellos trabaja.

9.628.000 / 4,5% 444.000 / 52,2%

Familia con Padre y Madre, ambos trabajan.

22.880.000 / 19,1% 237.000 / 27%

Familia con un sólo adulto 13.907.000 / 2,7% 98.000 / 11,5%Ninguno trabaja 3.773.000 / 7,5% 71.000 / 8,3%

Sin embargo, el homeschooling es una práctica que reúne a una población heterogénea y parece evidente que distintos motivos para educar a un niño en el hogar derivan en distintas modalidades de homeschooling. Creo apropiado entonces, para comprender el homeschooling, esbozar una suerte de tipología, provisoria y funcional a este abordaje. El ya citado estudio comparativo de Bielick, Chandler, y Broughman lo hace, pero define operativamente la participación de los homeschoolers (su status de enrolamiento) en términos de horas semanales en las que los estudiantes asisten a actividades en establecimientos escolares, como muestra el cuadro 3.

CUADRO 3Cantidad de estudiantes de entre 5 y 17 años que practican HS según status de enrolamiento al sistema escolar, 1999 (en números absolutos y porcentajes), 1999. Fuente: Bielick, Chandler, y Broughman, 2001

total 850.000 (100%)Sólo Homeschooling 697.000 (82,0 %)Asistiendo a la escuela sólo ocasionalmente 153.000 (18,0 %)Asisitiendo a la escuela hasta 9 horas semanales 107.000 (12,6 %)Asisitiendo a la escuela entre 9 y 25 horas semanales 46.000 (5,4 %)

Los datos que de allí surgen sugieren (erróneamente, a mi juicio) que un 82 por ciento de los homeschoolers comparte un modo de participación y una concepción acerca de qué lugar debe ocupar “el afuera” en la educación de los niños. Por distintos motivos, una mayoría de homeschoolers se abstiene de asistir a la escuela. Dentro de ese grupo, sin embargo, hay quienes buscan (y encuentran) diferentes modos y ámbitos de intercambio social y cultural, y los hay que se reúnen y en forma cooperativa conforman grupos de estudio. Hay quienes evitan el espacio escolar por motivos vinculados a una profunda toma de conciencia acerca de los efectos disciplinantes y homogeneizantes de la escolaridad y los hay también que toman esa decisión para no exponer a sus hijos a personas de otro color, otro credo, u otra ideología. Será entonces esclarecedor indagar qué grupos optan por el homeschooling no sólo en términos socio-económico-familiares, sino pensando en qué intereses los movilizan, hacia dónde quieren o creen dirigir sus esfuerzos, qué quieren o creen estar dejando atrás.

Dos grandes grupos

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En general la literatura sobre homeschooling reconoce dos grandes grupos de homeschoolers. Uno, el más extenso, es el de la derecha cristiana. Carper (2000) señala que “mientras que el homeschooling de los años 70´ reflejaba una orientación pedagógica liberal y humanista, la mayoría de los homeschoolers de los 80´ y los 90´ lo han convertido en un terreno de y para expresiones religiosa o ideológicamente conservadoras de las materias escolares”. Actualmente, la mayoría de los padres que deciden educar en casa a sus hijos, lo hacen porque creen que las necesidades morales, espirituales, etc. de los niños no serán satisfechas en las escuelas”. El segundo grupo practica una forma diferente de homeschooling. Se trata de familias que buscan establecer algún tipo de convenio con las escuelas públicas para proveerse de recursos, ayuda, guías y también de actividades extracurriculares a las que de otro modo no podrían acceder los niños pues no se las pueden ofrecer en el hogar. Para estos padres es deseable al menos algún tipo de participación en la escuela pública. Van Galen (1991), por su parte, describe el homeschooling en términos de ideologías conducidas por motivos religiosos, por un lado, y por ideas pedagógicas libertarias u orientadas a la práctica, por otro lado. Prácticamente todo quien aborda el fenómeno del homeschooling coincide en reconocer una predominancia del primer grupo, y en el hecho ya señalado de que los niños que practican homeschooling, además, generalmente gozan de los beneficios de familias biparentales estables que pueden sobrevivir del ingreso de uno solo de los padres. Reich (2002), sin embargo, sostiene que “quienes están manteniendo a sus hijos en los hogares no son sólo desescolarizados de izquierdas y religiosos fundamentalistas de derechas”, sino que sacando provecho de Internet y otras nuevas tecnologías, muchos modos de vida intermedios son también proclives a la práctica del homeschooling.

Caviness (2002) en su indagación a familias de homeschoolers encuentra que “el triste estado del sistema nacional de enseñanza, la ausencia de una atención a la diversidad cultural en el currículum, el interés por la seguridad y la integridad física de los niños” son las principales causas por las que esta opción es elegida. Ray (2002) coincide en que los homeschoolers “desean proteger a sus hijos de la violencia, las drogas y el alcohol, el abuso psicológico, la sexualidad desviada. Desean ayudar a sus hijos a obtener mejores logros académicos de los que tendrían en la escuela e individualizar un currículum para cada niño, como así también un modo de instrucción y un ambiente de aprendizaje”. En una investigación del Departamento de Educación de Florida sobre las familias de homeschoolers (desarrollada en Lubienski, 2000) se halló que el argumento al que predominantemente apelaban los padres respondentes era el de las percepciones negativas acerca del ambiente de las escuelas, incluyendo fallas académicas, problemas morales e inseguridad física.

Hasta aquí los temas emergentes acerca de la práctica del homeschooling se han centrado en la composición de los grupos que acuden a esta práctica, sus particulares intereses y motivaciones y sus estrategias. De aquí en adelante, me interesará analizar cómo la práctica de la educación en el hogar da lugar a problemas y discusiones vinculadas a temas concernientes a la administración de políticas en educación. Me centraré en los problemas vinculados al bien educación entendido como de interés público o privado, puesto que ese parece ser el centro de las críticas al homeschooling, y a otras cuestiones más específicas como los problemas que surgen al considerar como ventajoso el rendimiento

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académico de los homeschoolers, la participación de los padres, que puede ser entendida de distintas maneras, el problema de las credenciales necesarias para educar, de las que la mayoría de los padres homeschoolers carecen, y los pilares democráticos y ciudadanos que la socialización escolar provee y el homeschooling parece poner en duda.

Problemas de políticas educativas que surgen de la práctica del homeschoolingSi el homeschooling representa un triunfo de la mentalidad del consumo sobre el campo educativo, esto lleva de sí algo de paradojal por cuanto

entre los motivos que sostienen quienes lo practican está el de preservar a sus hijos del consumismo como valor que arrasa los pilares

humanistas que se esperan de la educación púbica. (Reich, 2002)

La educación como bien público y privado

La posibilidad de prescindir de la escuela es, a oídos de la mayoría de las sociedades occidentales, sencillamente inconcebible. A los efectos de un análisis teórico, sin embargo, muchos advierten un futuro no demasiado lejano donde lo que hoy conocemos como escuela moderna, con sus filas, sus pupitres, sus grados ascendentes anuales, sus tiempos de espera, sus espacios clasificados… dejará definitivamente de existir, y en ese sentido la práctica del homeschooling constituye un ejemplo de en qué se podría convertir la escolaridad, qué nuevas formas ganan lugar entre las alternativas posibles. Los terrenos compartimentados de lo escolar y lo extraescolar son desafiados por esta práctica, que promueve un florecimiento de prácticas protoescolares al exterior de la escuela. Sólo un fenómeno del siglo XX es comparable con el homeschooling en este último sentido: el jardín maternal como institución educativa. En efecto, si los niños desde los 45 días de edad pueden asistir a la escuela, claramente han de habitar unos espacios escolares diferentes de los de los alumnos mayores. La “alumnización” de los niños-hijos que el jardín de infantes opera (Brailovsky, 2005) asume una forma diferente en el jardín maternal, donde el modelo de lo familiar sirve de insumo y modelo para unas prácticas escolares que se atraviesan, sin embargo, de categorías educativas: currículum, planeamiento, evaluación, etc. Desde ese punto de vista, entonces, vale la pena preguntarse, sólo como ejercicio de análisis, qué tipo de sistema educativo devendría de una masificación del homeschooling que, aunque en términos de crecimiento y porcentajes muestre cifras incrementales, sigue siendo en números absolutos un fenómeno restringido. Si toda la población en edad escolar, o una gran parte de esa población, optara por el homeschooling ¿qué tipo de sistema educativo surgiría de allí? ¿qué lugar ocuparía en la línea que va del monopolio estatal al sistema organizado en términos de mercado?.

Tales preguntas sugieren que el homeschooling define la educación desde un lugar diferente que el sistema educativo público, dentro del cuál no está claro si se inscribe, puesto que a pesar de que la familia provee las prácticas de enseñanza, son las agencias educativas del estado quienes proveen las credenciales a los estudiantes, parte del material de estudio y parte del currículum. Incluso las organizaciones pro-homeschooling parecen tender a estatalizarse, a recibir fondos estatales, o a recibir un reconocimiento oficial que supone un grado alto de integración al sistema público de educación. Tal es el caso de la

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National Home Education Network, la National Black Home Educators Resource Association, la National Challenged Homeschoolers Associated Network o agencias del estado como el National Home Education Research Institute, de cuyo prolijo trabajo de sistemático análisis del fenómeno surgen varios de los trabajos académicos aquí citados.

Gintis (2001, p43) propone al paso de un interesante debate sobre school choice ejemplos de distintas formas de distribución de otros bienes de interés social y cultural, como la música, el cine y la ciencia, donde conviven modelos donde predomina el interés lucrativo, la prosecución de metas y además la valoración de una concepción, en ese caso estética, sobre las actividades humanas. Sobre esos ejemplos se entiende una forma de ver la educación donde la utilización de formas de circulación propias de los bienes privados (prescindir de la escuela es un extremo, pero muchas formas de school choice representan puntos medios) no inhibe el carácter de bien social de la educación6. La responsabilidad y el derecho de los padres de formar a sus hijos en determinados valores, creencias y en resguardarlos de los “peligros” de los que la escolaridad se ha ido haciendo tributaria (las drogas, el abuso sexual, la violencia, etc.) parecen ser los principales motores del homeschooling. Esta batería de incentivos estructurales para retirar a los niños de las escuelas, sin embargo, no viene sin un fuerte contenido ideológico respecto de lo que el estado es o debería ser: la des-escolarización, sea motivada por los motivos que sea, es en nuestros tiempos una decisión radical y extrema. Debe entenderse entonces como una reacción no solo al peligro de un ambiente hostil, sino también a un estado que estructura sus políticas a partir de la creencia “de que las masas son incapaces de tomar las mejores decisiones para su propio bienestar (...) y necesitan una elite instruida y bien formada que tome las decisiones por ellos” (Gintis, 2001, p65-66); o a un estado de algún modo débil, que desprotege a sus ciudadanos

Lubienski (2000) describe el homeschooling como parte de una tendencia general a elevar los bienes privados por sobre los bienes públicos. Para este autor, el homeschooling niega la educación como un bien social en dos sentidos. Por un lado, abandona no solo a los niños sino también el capital social de las escuelas públicas, en detrimento de los estudiantes que en ella permanecen. A la vez, el

6 La fugaz mención del término school choice merece una aclaración. El homeschooling no es un sistema de elección escolar, pues no hay escuelas para elegir sino que se prescinde de ellas. Sin embargo, en muchos aspectos los problemas del homeschooling se parecen a los que surgen del school choice. Las barreras señaladas por Narodowski (2001), por ejemplo, para promover sistemas de competencia entre escuelas en nuestro país (una de carácter histórico, asentada en la “fuerte tradición de un Estado que transfiere recursos financieros solamente a una oferta escolar socialmente legitimada y altamente prestigiosa” (p. 130) y otra de carácter legal, basada en la no existencia de la elección escolar como derecho tutelado por la constitución y las leyes) pueden hacerse extensivas como amplias condiciones, o criterios para reunir grupos de condiciones, para la existencia del homeschooling como un alternativa en cualquier sistema educativo: por un lado, un marco cultural asentado en una valoración de cierto tipo de experiencias educativas en el que el homeschooling no sea considerado sencillamente una excentricidad absurda. A la vez, un marco legal que lo permita o bien que admita reinterpretaciones, impugnaciones o litigios que le otorguen validez en términos de otorgamiento de credenciales para los homeschoolers. Se está mostrando aquí cómo el homeschooling se defiende desde posturas diversas, de derecha y de izquierda, al igual que muchas formas de school choice. Así como “desde la derecha se promueven los bonos para los padres usando el argumento de productividad” (...) “ y desde la izquierda se promueven en aras de la equidad” (Anderson. 2001, p178), vemos que la educación en el hogar se basa en ideologías conservadoras de la derecha religiosa tanto como en las ideologías basadas en pedagogías libertarias y desestructuradas.

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homeschooling no es sólo una reacción a, sino también una causa de el deterioro de las escuelas públicas, porque reduce el potencial de la escuela pública de servir al bien común en un sistema democrático. El abandono masivo de las escuelas públicas por parte de las clases medias en la Argentina, donde el crecimiento del sistema privado como “salida” de este sector se ha ido incrementando en las últimas décadas, es un ejemplo de cómo los movimientos de “salvación individual” pueden tener fuertes efectos a nivel del sistema todo. Pero volviendo a la postura de Lubienski, el interés de su argumento reposa en la idea de esa reciprocidad que la escuela provee y la educación en el hogar no: la educación escolar tiene retornos individuales y externalidades positivas que favorecen a los otros estudiantes, y en el caso del homeschooling éstas últimas podrían estar anulándose.

Desde esta perspectiva, el homeschooling no es simplemente una mala opción entre otras disponibles consideradas mejores, sino una amenaza a la integridad del sistema educativo, en palabras de Lubienski, diríamos que “un éxodo masivo de la educación pública. (...) [sería muy nocivo si se consideran] los efectos agregados que las elecciones individuales tienen en la capacidad de la escuela (…) de proveer un bien público”. Dentro de esta línea, la noción de salida de Hirschman (1970) ha sido aplicada a la práctica del homeschooling por este autor. En mi opinión, de todos modos, sería un error asumir que el homeschooling es simplemente el resultado de decisiones individuales de dejar la escuela pública pues de hecho, como enseguida veremos, existen grupos bien organizados promoviendo esa fuga, incluso desde instituciones públicas que reciben fondos del propio Estado.

El discurso que caracteriza a los centros que proveen recursos para el homeschooling, por su parte, es un buen indicador del modo en que la educación es entendida por quienes lo practican. Resalta los derechos individuales y los beneficios privados del homeschooling, y suele organizar sus presentaciones, propuestas, y páginas web en torno a esos dos ejes. Las instituciones que asesoran y brindan material de apoyo a los homeschoolers se presentan como organizaciones que se proponen ayudar e informar a quienes consideran la alternativa de practicar el homeschooling, y proveer un espacio para intercambio de experiencias entre quienes ya lo practican. A la vez existe un fuerte discurso reivindicatorio de los derechos a la elección educativa y a la libertad de educar a los niños bajo las creencias, valores, etc. de cada familia. En ese sentido, ofrecen asesoramiento legal para aquellos cuyos estados de residencia no facilitan el homeschooling. En otros países donde los obstáculos legales son mayores, como Francia, predomina en las organizaciones pro-homeschooling el discurso reivindicatorio-legal7. El homeschooling como amenaza al carácter de bien social de la educación

Un trasfondo ineludible de las discusiones que el homeschooling dispara tiene que ver con cómo es concebida la educación en esta modalidad. Los trabajos que defienden o atacan esta práctica están apoyados en una distinción polarizada: la educación entendida como un servicio que el estado (o agencias distintas del estado, como la familia) brindan a un “cliente” o bien la educación como una acción que el estado sostiene como parte de la acción distributiva de los bienes públicos y sociales. Ambas 7 ver por ej. http://www.worldzone.net/lifestyles/homeducation ó homeschooling.gomilpitas.com/regional/France.htm

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concepciones son diferentes y el homeschooling parece susceptible de ser defendido o al menos explicado desde ambas. En el primer caso (educación como un servicio a “clientes”) las familias deciden autoproveerse el servicio, autoabastecerse en materia del bien educativo, con lo cual las agencias proveedoras pierden una potencial demanda y los clientes ganan en términos de satisfacción, de ajuste a sus necesidades de calidad de un servicio, a la vez que compiten como agencias de provisión del servicio. En este caso el Estado también pierde, pues su capacidad de regular y optimizar la circulación del bien educación, se ve restringida. En el segundo caso (educación como acción distributiva del estado) las familias reniegan de un sistema al que consideran opresor, o de algún modo injusto, o incapaz de mostrarse inclusivo y equitativo. En este caso, el estado como proveedor de un bien social se ve cuestionado en el cumplimiento de sus funciones. A este panorama, en el que el Estado siempre pierde, hay que agregar el creciente mercado interno del homeschooling: decenas y hasta centenares de pequeñas organizaciones, gubernamentales, privadas, sostenidas por organizaciones intermedias, por editoriales y por particulares producen y distribuyen una batería de recursos para homeschoolers (métodos, cuadernillos de ejercicios, artículos de interés para padres), que los padres educadores adquieren, predominantemente por medios electrónicos. Este mercado interno moviliza, según estimaciones de la HSLDA unos 800 millones de dólares al año, y es además sorprendentemente incremental.

La crítica central al homeschooling como amenaza al carácter de bien social de la educación se resume en una ecuación de intereses, planteada por Lubienski en estos términos: “las externalidades de la educación pueden ser entendidas como beneficios de los que gozan terceros externos a la dupla consumidor-proveedor, lugares aquí ocupados por la escuela y los estudiantes con su entorno”. En ese sentido, la sociedad es un consumidor de educación, disfrutando los beneficios de una sociedad bien educada. A favor de los homeschoolers, sin embargo, puede agregarse que esas externalidades pueden beneficiar a cualquiera sin importar si la educación es provista por agentes públicos y colectivos o privados e individuales, como el homeschooling, y que no sólo las escuelas públicas están, parafraseando a Lubienski, “diseñadas para responder a más que a los intereses privados de sus consumidores inmediatos (los estudiantes y sus familias)”

Estas dos concepciones sobre la educación, sin embargo, no son linealmente aplicables como divisorias de aguas en una práctica tan polisémica como el homeschooling. Retomando la discusión de Gintis (2001, p97), las escuelas que compiten por aumentar su matrícula en un sistema de vouchers tienen distintas motivaciones o incentivos para hacerlo. Por un lado, el crecimiento y desarrollo de su institución, que es una meta en sí misma, el hecho de ver realizado el proyecto de la escuela, y a la vez un incentivo económico (en el caso de un sistema que asigna fondos en proporción a la matrícula). Ahora bien, los padres que practican homeschooling sólo están movidos por el interés de dar a sus hijos la que creen que será la mejor educación que puedan recibir. Claramente no hay incentivo económico, pues el homeschooling es más caro que la escolarización tradicional, aún si no se considerara la superposición de inversión de estas familias (vía impuestos y vía presupuesto familiar dedicado a la enseñanza). La diferencia está dada por el hecho de que los intereses “altruistas” de las instituciones redundan en beneficios

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colectivos y están amparados y gestionados por agencias con estatutos de legitimidad social, mientras que no sucede lo mismo con los homeschoolers.

Rendimiento de los homeschoolers

Distintos estudios aseguran que los homeschoolers tienen un mejor rendimiento académico que los niños escolarizados en instituciones. Es precisom señalar, sin embargo, que si acaso el rendimiento escolar basado en pruebas estandarizadas es en general (y así lo creo) una evidencia bastante débil acerca de cuánto y qué los niños aprenden, el índice de rendimiento de los homeschoolers requeriría una reserva adicional en cuanto a su comparabilidad con el rendimiento de los alumnos escolarizados. El homeschooling comporta en general una cantidad de problemas de abordaje, metodológicos. Al leer el rendimiento obtenido de pruebas estandarizadas en estos alumnos hay que considerar la diferencia que surge del hecho de que se miden productos surgidos de procesos diferentes. Por otro lado, considerando los motivos que llevan a los homeschoolers a no ir a le escuela, los mayores beneficios del homeschooling se derivan de aspectos como la libertad curricular, etc., que no sólo no son medidos por las pruebas estandarizadas, sino que se caracterizan por su no permeabilidad a ese tipo de medición. En otras palabras, las pruebas no miden aquello que, para los homeschoolers, es su valor agregado. Hechas estas salvedades, veamos qué se discute en este terreno al revisar la literatura sobre homeschooling.

Farris and Woodruff (1999) observan que aunque los homeschoolers tienden a provenir de familias relativamente bien educadas y de ingresos medios a altos, aún los que no responden a esa tendencia tienen un mejor rendimiento académico que los niños escolarizados. También Ray (1997) sugiere la posibilidad de que los alumnos “dejados atrás” en las escuelas estatales podrían tener mejores desempeños como homeschoolers. Sucedería así algo similar a lo que Langoüet & Léger (2001) concluyen sobre el caso francés en relación a la escuela privada, que funcionaría como salida para alumnos que fracasaron en la escuela pública. Un primer problema de los índices de rendimiento es que, si son las mismas pruebas aplicadas a ambas poblaciones, las diferencias no necesariamente surgirán de su condición de homeschoolers, pues, como se ha visto, los grupos que concurren a esta práctica poseen una particular composición en términos socio-económico-familiares. Dentro de este espectro de problemas se discute, por ejemplo, que aunque el interés en la educación no está uniformemente distribuido en la población de familias que mandan a sus hijos a las escuelas públicas, virtualmente el 100% de los homeschoolers, por definición, demuestra un activo interés y participación en la educación de sus hijos. Aunque en el siguiente apartado se analizará en qué medida esta participación de los padres es linealmente aceptable, digamos por ahora que, al ver los altos resultados de los homeschoolers en los tests estandarizados se estaría viendo, entre otras cosas, los frutos de un interés y una participación activa por parte de los padres en la vida educativa de sus hijos. El valor de esta interpelación reposa en la idea de que si se demostrara, por ejemplo, que este interés y esta participación de los padres es la principal causa del mejor rendimiento de los homeschoolers se daría lugar a incrementar el rendimiento de los niños incentivando la participación de las familias, antes que retirándolos de las escuelas.

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Otro factor que distingue la educación recibida por los estudiantes en el hogar es la diferencia a nivel de la institucionalidad que atraviesa su experiencia: no sólo diferentes contenidos, sino también diferentes formas de organizar la actividad separan a los homeschoolers de sus pares escolarizados. En un ya clásico trabajo de Chubb y Moe8 analizado críticamente por Glass y Mathews, se afirma que “ciertos aspectos de la organización de las escuelas inciden sobre el desempeño estudiantil” (Glass y Matthews, 2001 p.243). La idea tomada en un sentido más general que el de la operacionalización de la investigación que esos autores llevaron a cabo sugiere una forma de explicar el alto rendimiento de los homeschoolers. Si en algo no se parecen la escuela y el hogar es en la estructura organizativa. En el trabajo de Chubb y Moe, el buen desempeño resulta estar asociado a altos niveles de autonomía. Más allá de las impugnaciones que le hacen Glass y Mathews, que tienen que ver con el grado de validez y confiabilidad de los resultados a los que arriban, y siguiendo en la mirada amplia de esas ideas, resulta difícil pensar un espacio más autónomo que el hogar.

A pesar de las impugnaciones (éticas y metodológicas) las pruebas e investigaciones (Ray, 2002) otorgan a los homeschoolers entre un 15% y un 30% de puntaje por sobre los alumnos escolarizados. Suelen aclarar que no han controlado completamente (ni lo harán) las muchas variables que atraviesan a los homeschoolers y determinan el éxito académico de este sector de la población. La validez de las pruebas, sin embargo, no sería cuestionable por esa vía si se comparan diferencias de rendimientos contra diferencias de rendimientos, como en el caso del ya citado estudio de la HSLDA (2000) sobre cómo la brecha en el rendimiento de los homeschoolers negros respecto de los niños escolarizados negros es mayor que la misma medición entre niños blancos que asisten a la escuela y los que se educan en el hogar. Allí, donde además los datos respaldan un análisis que pone en juego reclamos distributivos y de reconocimiento de identidades injustamente devaluadas que en la sociedad norteamericana particularmente tienen un peso importante, los datos son válidos y confiables.

Homeschooling y participación

Para Reich (2002) el homeschooling es el apogeo del control paterno sobre la educación de los niños, donde ninguna otra institución que la familia tiene activa participación en esa área. Los padres son el único filtro sobre qué se incluye y que no en esa educación. Los intereses del Estado en la educación, según Reich, no lo habilitan para regular el homeschooling, pues los derechos de los niños a dirigir sus vidas, adoptar valores y creencias, vocación y ocupación, y recrear las tradiciones en las que es educado en el hogar lo legitiman. Los derechos de los padres a participar activamente de la educación de sus hijos - y estoy siempre siguiendo a Reich - no deben ser tocados por causa de una falta de control sobre un área que es del interés del Estado. En un trabajo titulado The Boundaries of Parental Authority: A Response to Rob Reich of Stanford University, Thomas Washburne9 examina los derechos de los niños. Washburne distingue entre derechos de protección y derechos de elección. Los primeros surgen del

8 Chubb, J. y Moe, T.: Politics, Markets, and Americas´s Schools, The Brooking Institute, Washington D.C., 19909 en www.hslda.org/docs/nche/000010/200204230.asp

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derecho a la vida, la libertad, etc. y todas las personas, sin distinción de edad, son dueños de amplias libertades sobre su cuerpo. Los segundos, en cambio, son derechos legales que permiten a las personas tomar decisiones de consecuencias vinculantes, y se incluyen allí derechos como el voto, el casamiento, los derechos religiosos y, también, los referidos a la educación. Se trata de derechos adultos que no alcanzan a los niños. Sobre esa distinción impugna las conclusiones del trabajo de Reich, y defiende la necesidad de que el Estado intervenga activamente en la tutela de intereses de la infancia cuya defensa la propia infancia no ejerce, y de que sea el Estado, y no los padres, quien deban representarlos pues se trata de un bien de interés público.

Para Anderson (2001, p153) entre otras condiciones, “la participación es auténtica si incluye representantes de grupos de interés relevantes y crea espacios relativamente seguros y estructurados para que las diferentes voces sean escuchadas”. En los casos en que el homeschooling es una opción de educación legítimamente integrada al sistema educativo y articulada con las prácticas escolares (es el caso del estado de California, por ejemplo) entonces la de los homeschoolers sería una particular y muy activa forma de participación. En cambio, en el caso en que el homeschooling es una reacción anti-sistema, que se considera al borde o fuera del sistema legal y que no se articula con la escolaridad en ningún punto, se trata de un mecanismo de salida, no ya del sistema público, sino del sistema educativo. Es decir, lo contrario de la participación.

La participación es caracterizada por Anderson como una trama discursiva que se construye para legitimar a la escuela frente a una desconfianza generalizada de la comunidad escolar hacia las burocracias que la constituyen, y cuya eficiencia otrora operara como mecanismo de legitimación. En ese sentido, ya sea que se considere una práctica participativa o no, el homeschooling no se asienta ni se legitima en el discurso de la participación sino en el del compromiso para con la educación entendida como un bien privado, o el de la educación como ejercicio de un derecho. Esta no comunión con los discursos participativos que legitiman la escolaridad sin embargo, no necesariamente convierte al homeschooling en una práctica antidemocrática, si como afirma Lukas (en Anderson, 2001, p164) la participación promovida por un sistema en efecto tiende a “favorecer a los activos en detrimento de los apáticos y a los ricos por encima de los pobres... la participación no es igualitaria”, y no genera de por sí igualdad ni equidad ni es en sí misma un mecanismo automáticamente equitativo.

Homeschooling, socialización y ciudadanía

“Si socialización significa tener que vestir jeans gastados y usar productos más caros porque todos lo hacen, o quedarse

afuera, para mí es válido renunciar a la socialización” Testimonio de una madre homeschooler cuyos hijos tienen una activa vida social

en ámbitos deportivos, culturales y artísticos, diferentes de la escuela. (En Caviness, 2002)

Desde el punto de vista de la calidad de la educación que el hogar (y no la escuela) puede brindar a los estudiantes, el peligro del aislamiento, de la falta de espacios de intercambio con otros y de la amenaza a la correcta socialización en general ocupa el

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primer lugar. Esto tiene también consecuencias en el tipo de ciudadanos que se forme mediante la práctica del homeschooling. En la mayoría de los distritos estadounidenses los homeschoolers pueden hacer uso de algunos servicios escolares, como las clases de deportes, arte y otras actividades extracurriculares aún no asistiendo a las clases regulares. Esto se defiende, “además de cómo una opción pedagógicamente apropiada, como un derecho, pues los homeschoolers, como cualquier otra persona, pagan impuestos que contribuyen a sostener la educación pública” (Caviness, 2002). El tipo de actividades que los homeschoolers pueden realizar varían de un estado a otro, pero generalmente es permitido y alentado. En California, por ejemplo, existen agentes coordinadores que actúan como mediadores entre el hogar y la escuela. Otros estados poseen organismos destinados a ejercer esa vinculación.

Para Reich (2002) la atención individualizada que supone el homeschooling permite a cada estudiante particular recibir exactamente lo que necesita, pero esta individualización llevada al extremo es una amenaza de aislamiento frente a una diversidad de experiencias a las que la vida social expone en el marco de una convivencia democrática. El ejercicio de la ciudadanía, dentro de ese planteo, se ve comprometido por el homeschooling en varios sentidos. Por un lado, los estudiantes que se formaran como ciudadanos deberían aprender no sólo que existen personas diferentes a ellos, sino a discutir, consensuar y deliberar con otros en el ámbito público. Un segundo modo en que el ejercicio de la ciudadanía se ve comprometido por el homeschooling tiene que ver con el hecho de que la escuela sería uno de los pocos espacios sociales, universales, masivos, que reciben y reúnen a personas diferentes con intereses diversos dispuestos a construir intereses y espacios comunes. En otras palabras, en las escuelas se construyen lazos duraderos y valores nacionales que el homeschooling omite. Finalmente, la libertad democrática requiere la revisión y la construcción de creencias y preferencias. Para ser libres, los estudiantes deben exponerse a la diversidad de la sociedad democrática para poder acceder a modelos para crear un proyecto de vida personal. Los defensores de la idea de que el homeschooling, por el contrario, instaura un renovado sentido de ciudadanía pues fomenta un tipo particular de compromiso, se apoyan en un dato que es susceptible de distintas lecturas: el 76% de los homeschoolers entre 18 y 24 años vota en las elecciones nacionales, mientras que sólo el 29% de los jóvenes de esta edad en la población general lo hacen10. Cabe también la suposición de que estos números hablan acerca de una forma de participación ciudadana comparativamente más acotada, en el sentido de que el voto no agota las posibilidades del ejercicio de la ciudadanía ni es la forma más desarrollada o creativa del mismo. Mi propósito de elaborar algún tipo de tipología que permita distinguir al interior del extenso y diverso grupo de homeschoolers apunta a establecer distinciones en ese sentido.

El homeschooling radicalizado, sin contacto con instituciones escolares, supone un afuera peligroso, y una recurrencia a la práctica del homeschooling como mecanismo elusivo. Se trata aquí de una salida, no ya del sistema público sino del sistema mismo, que

10 La información surge de The Economist, edición digital del día 26/Feb./2004, en un artículo titulado “Homeschooling, George Bush´s secret army”, en sugerente alusión a la tendencia de los homeschoolers a apoyar al partido republicano. El artículo menciona entre sus fuentes bibliografía aquí utilizada: los estudios de la HSLDA y del Instituto Nacional de Investigación sobre Homeschooling (NHERI).

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no admite críticas a nivel de la socialización deseable pues no es su omisión un efecto secundario de la desescolarización, sino su fin último. Existe una sub-corriente dentro de los homeschoolers que se proclama “unschoolers11” y que son un claro ejemplo de este primer grupo. El homeschooling cooperativo, donde distintas familias que lo practican se reúnen convocadas por una organización pro-homeschooling, genera un espacio autónomo en el que es posible establecer reglas de juego diferentes. Sin embargo, no recurre a un afuera sino a un pseudoafuera, a diferencia del homeschooling complementado de diversos modos, donde la preocupación de los padres por exponer a sus hijos a ambientes negativos que los lleva a desescolarizarlos se contrasta con una preocupación por no aislarlos de las relaciones sociales, y buscan formas diferentes de socialización en la practica de voluntariados, tareas sociales, actividades en instituciones recreativas, religiosas, etc.. Finalmente, en el homeschooling participativo, los padres consideran deseable algún tipo de participación de los hijos en las escuelas, en actividades extracurriculares, por ejemplo, que como se ha explicado las escuelas permiten.

Credenciales para enseñar

El problema de la carencia de credenciales apropiadas para ejercer la enseñanza académica por parte de los padres homeschoolers es analizado por diversos autores (Hood, 1994; Taylor, 1997; Ray, 2002) que se nuclean alrededor de tres posturas. Por un lado quienes consideran que el modo de enseñanza que los padres ejercen es una parte del carácter individualizado de la educación que eligen para sus hijos, lo cuál sostienen y justifican apoyándose en el alto rendimiento académico de los homeschoolers. Por otro lado quienes creen que la no tenencia de credenciales adecuadas comporta un obstáculo a salvar mediante la activa participación de las organizaciones pro-homeschooling, mediante manuales, métodos y material de apoyo. Finalmente, quienes creen que la carencia de títulos docentes adecuados debería inhabilitar a los homeschoolers. Limbaugh (2002) cita documentos oficiales y circulares en distintos estados para establecer que “sin las credenciales apropiadas los padres no están autorizados a practicar el homeschooling y deberán ser considerados en falta por los distritos locales”. Se enfatiza que todos los padres son alentados a suplementar el trabajo de la escuela, pero no a substituirlo.

Las credenciales (tanto aquellas que los homeschoolers obtienen como las credenciales que habilitan para enseñar) son un elemento de relevancia a la hora de definir problemas relativos al homeschooling, pues la institucionalización del saber en títulos oficiales es atributo propio de las agencias del Estado. Desescolarizarse tiene límites, y el más claro es la dependencia de las credenciales, mediante el monopolio de cuya provisión el estado se asegura cierto nivel de regulación sobre los homeschoolers.

Conclusiones

Gintis (2001, p93), califica de conservadores a quienes sostienen viejas oposiciones que, décadas atrás, representaban el núcleo de las discusiones y las posturas sostenidas por la

11 También, haciendo un juego de palabras, se hacen llamar “unskoolers”

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izquierda. Así, lo privado y lo público, el interés personal y el altruismo, el Estado y el mercado, “son viejas oposiciones socialistas” que han devenido “tontas e inadecuadas”. Las dificultades que se presentan a la hora de intentar poner claridad al sustrato de ideas y tendencias que se reflejan en la práctica del homeschooling (práctica que conserva al menos coherencia explicativa tanto si es ejercida por padres que participan de grupos antiestatales armados, como si lo es por nuevos hippies, por católicos ortodoxos o por ateos anticlericales) da cuenta de la relativa inadecuación de categorías tradicionales para entender el fenómeno que, además, está travesado por muchos y muy diversos intereses. Sin embargo, es lícito preguntarse en qué medida prácticas radicalmente diferentes como el homeschooling son las que en realidad hacen trastabillar la forma en que venimos entendiendo la escuela. Las discusiones expuestas en torno a la participación, por ejemplo, reflejan esta polivalencia. Si en términos de estricta participación, respecto del modelado de la experiencia educativa de los hijos, la participación de los homeschoolers es mucha, respecto del sistema escolar es preciso hacer nuevas distinciones, como se ha dicho: si el homeschooling es un movimiento social que busca redefinir ciertos aspectos de la escolaridad entonces ha de considerárselo participativo, pero si es una suerte de “salida” (no ya del sistema público, sino del sistema mismo) entonces es todo lo contrario de una forma de participación.

Tal vez un buen modo de entender el modo en que las políticas tradicionales trastabillan ante el homeschooling sea confrontarlo a uno de los “conceptos estelares” (Braslavsky, 2000) de la políticas públicas, el de equidad. Tooley (2001, p308) enumera tres condiciones para la equidad, éstas son: la posibilidad de una educación universal, que esta posibilidad sea de calidad adecuada y el necesario financiamiento para que todos puedan acceder a esa posibilidad. La noción de equidad, sin embargo, parece necesitar ser repensada y redefinida para pensar la educación en los términos que sugiere el homeschooling. Nótese que el homeschooling tiende a transgredir los tres puntos. Mientras que la escolaridad se expande hacia lo universal, ampliando su cobertura hacia regiones, poblaciones (en términos etarios, étnicos, etc.) que no tenían acceso, el homeschooling se repliega hacia los hogares y pone su piedra basal en el derecho individual. Mientras que la escolaridad posee numerosos controles burocráticos, técnicos, etc. que definen un currículum preciso y constantemente negociado acerca de qué, cómo, quién, y cómo debe ser enseñado, el homeschooling es una práctica escasamente regulada, donde aunque una de sus motivaciones es la adecuación del currículum a las necesidades de cada niño, la enseñanza es ejercida sin credenciales legítimas en ámbitos dudosamente apropiados para tal fin. Finalmente, allí donde la escolaridad goza en cualquier sistema educativo del financiamiento del Estado en algún grado, el homeschooling se financia básicamente de los ingresos familiares, siendo nulas o insuficientes las exenciones impositivas que se justifican apelando a su práctica, que en casi todo el mundo sigue siendo ilegal.

En síntesis, el homeschooling se ha revelado, desde el punto de vista teórico como una práctica propicia para análisis complejos que desafían la linealidad con que suelen aplicarse algunas categorías tradicionales, y desde el punto de vista empírico, como una práctica restringida, controversial, impulsada por muchos y diversos motivos y asumida desde diferentes concepciones. Destaco especialmente este último rasgo, su heterogeneidad, pues

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al ser esta práctica definida casi siempre en oposición a las formas tradicionales de escolaridad, tiende a diluirse la diversidad existente al interior de la propia población de homeschoolers. Finalmente, su ineludible atravesamiento por problemas étnicos, religiosos, de desigualdades e intolerancias en términos de clase, de cultura y de ideología obliga a reconocer también en el homeschooling un síntoma de importantes rupturas vinculadas a formas cambiantes de entender, de proveer y de reclamar la educación como un bien propio de las sociedades modernas.

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Páginas web institucionales consultadas

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www.nhen.org (National Home Education Network)www.teachinghome.com (métodos, material de apoyo, etc.)

*Pertenece al autor la traducción de todos los textos originalmente en inglés.

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