HOMO VIDENS, Giovanni Sartori

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ATRA. Reseña de Homo Videns José Boza Osuna

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HOMO VIDENS, La Sociedad Teledirigida, SARTORI, Giovanni,

Madrid, Taurus, 1997. Reseñado por José Boza

(Nota: he transcrito al pie de la letra los textos de Sartori, pero sin señalar cuáles son por lo que se

sobreentenderá que todo el texto pertenece al autor. Sólo he introducido algún pequeño cambio para dar

coherencia a los párrafos construidos con fragmentos de su discurso. Son míos los textos como este entre

paréntesis y en cursiva. El texto en negrita también ha sido destacado por mí)

La tesis

La tesis del libro es que nos encontramos en un momento del desarrollo de la cultura caracterizado por el

tele-ver y tele-vivir que está transformando al homo sapiens producto de la cultura escrita en un homo videns

para el que la palabra está destronada por la imagen.

Y la primacía de la imagen, la preponderancia de lo visible sobre lo inteligible, nos lleva a un ver sin

entender: todo acaba siendo visualizado, pero ¿qué sucede con lo no visualizable que es la mayor parte?

Se discute sobre la calidad, el control de los medios, cuando es el instrumento en sí lo verdaderamente

preocupante; lo esencial es que el acto de tele ver está cambiando la naturaleza del hombre. La televisión

modifica radicalmente y empobrece el aparato cognoscitivo del homo sapiens, haciéndolo incapaz de

comprender abstracciones y de entender conceptos.

El video-niño se desarrolla a través de los canales de los mass-media en los que “la información, en lugar de

transformar la masa en energía, produce todavía más masa” (Baudrillard). La televisión, a diferencia de los

instrumentos de comunicación que la han precedido (incluso la radio), destruye más saber y más

entendimiento del que transmite.

Por último, Sartori es consciente de que este es un proceso imparable: la edad multimedia es inevitable y

puede ser incluso útil siempre que no desemboque en la vida inútil, un modo de vivir que consista sólo en

matar el tiempo. Y declara su fe en una escuela que consiga oponerse a ese postpensamiento -que es la

muerte del pensamiento- que ella misma está ayudando a crear.

(Una estrategia deseable es introducir el estudio de la imagen en el aula, no como un divertimento

imprescindible al que plegarse por inevitable, sino como una necesidad de verbalizar la imagen para

extraer de ella su verdadera riqueza y conseguir así contrarrestar sus efectos perversos en el desarrollo de

los alumnos )

Homo Sapiens

Lo que hace único al homo sapiens es su capacidad simbólica: el hombre es un “animal simbólico”

(Cassirer): lengua, mito, arte y religión son los hilos conductores que componen todo el tejido cultural

humano.

Esa capacidad simbólica se despliega y manifiesta en el lenguaje y más en concreto en el lenguaje-palabra:

el hombre el un animal que habla y esta es la característica que le distingue radicalmente de cualquier otra

especie de ser viviente. El hombre es un animal loquax que continuamente está hablando consigo mismo

(Cassirer, 1948). A través del lenguaje el hombre se comunica, pero también conoce y piensa. El pensar no

necesita del ver: un ciego no ve, pero sí piensa. Es más, las cosas en las que pensamos no las ve ni siquiera el

que puede ver: no son visibles. Son conceptos, signos, universales, abstracciones…

La escritura es el comienzo de la historia y de la civilización, pero es la imprenta lo que da el gran salto

haciendo de la cultura algo accesible a todos. El periódico, el telégrafo, el teléfono, la radio… son otros

hitos en el desarrollo humano: todos ellos portadores y extensores de la comunicación lingüística.

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La televisión rompe ese proceso común desde el momento en el que en ella prevalece de modo casi

absoluto el ver y produce un cambio radical de dirección porque mientras que la capacidad simbólica

distancia al hombre del animal, el hecho de ver lo acerca a sus capacidades ancestrales.

La palabra es un símbolo que entendemos sólo si podemos, la imagen se ve y es suficiente con el sentido

de la vista. Antes el mundo se nos relataba; actualmente, se nos muestra. Casi todo nuestro vocabulario

cognoscitivo consiste en palabras abstractas que no tienen su correlato en cosas visibles: nación, Estado,

soberanía, democracia, amor, libertad, justicia, inteligencia, felicidad… Todo el saber del ser humano se

desarrolla en la esfera de un mundus intelligibilis (de conceptos y de concepciones mentales) que no es en

modo alguno el mundus sesibilis, el mundo percibido por nuestros sentidos. El lenguaje conceptual

(abstracto) es sustituido por el lenguaje perceptivo (concreto)

El vídeo-niño

(Esta mutación hacia un nuevo ser se construye a partir de una constatación que Sartori no aborda con

claridad: la televisión no es un simple medio de comunicación de masas, es decir, que llega a mucha gente

(el que llega a más gente en el mundo industrializado), sino que, además y sobre tod,o es el que llega con

más intensidad por el tiempo que se le dedica (el 95% de los niños entre los tres y los diez años la ven todos

los días. Entre los cuatro y los siete años la ven una media de dos horas y media al día -un 19% llega

incluso a las cinco y seis horas-. En EEUU la media es de tres horas para los preescolares y de cinco para

los muchachos entre seis y doce años. En ese mismo país la sesión televisiva de los núcleos familiares ha

crecido de las tres horas al día en 1954 a más de siete horas diarias en 1994). Quiere esto decir que la

Televisión no es un medio alternativo de ocio al que se tiene acceso libremente y que una parte de la

población elige ver a veces sí y a veces no y otra parte no lo elige habitualmente como pasa con cualquier

otro (deporte, cine, lectura, excursiones, amigos, etc…)… sino que su penetración en la vida cultural es tan

fuerte que es tremendamente difícil sustraerse a ella y eclipsa a todas las demás. Es decir, si fuera un

medio con una penetración y difusión como la de otros, su naturaleza visual no sería gran problema. Lo

es porque su presencia es de dominio absoluto.)

Así se entiende mejor el hecho de que la televisión no sea para Sartori, sólo un instrumento de

comunicación, sino una paideia, un instrumento “antropogenético”, un medium que genera un nuevo

antropos. La televisión es la primera escuela del niño (la escuela divertida que precede a la escuela aburrida)

y el niño es un animal simbólico que recibe su impronta educacional en imágenes de un mundo centrado en

el hecho de ver… horas y horas antes de empezar a leer y a escribir. Reduciéndose a ser un hombre que no

lee, y, por tanto, un ser “reblandecido” por la televisión. Un adulto sordo de por vida a los estímulos de la

lectura y del saber transmitidos por la cultura escrita. Un adulto empobrecido, educado por el mensaje : “la

cultura, qué rollazo”… un adulto marcado durante toda su vida por una atrofia cultural. Un adulto sumergido

en el analfabetismo funcional del que sabe leer, pero es incapaz de comprender lo que lee. Así en España un

adulto de cada dos no lee ni siquiera un libro al año. En EEUU, entre 1970 y 1993 los diarios perdieron casi

una cuarta parte de sus lectores. En ese contexto hay que entender la extraordinaria expansión del mundo de

la revista “ilustrada” en el que el ¿lector? se limita, como máximo, a leer los pies de foto.

Contra-deducciones

1ª. Toda nueva tecnología asusta y paraliza: no es cierto en absoluto ya que nada se opuso al desarrollo de las

comunicaciones desde la imprenta hasta la radio.

2ª. La TV es un progreso: Damos por descontado que todo progreso tecnológico es, por definición, un

progreso. Progresar es sólo “ir hacia delante” y esto comporta un crecimiento. Pero también de un tumor

podemos decir que crece. Un aumento cuantitativo no es un progreso cualitativo. ¿Es progresiva la TV?:

entretiene y divierte -al menos la TV espectáculo- y eso es bueno; pero si toda la TV es espectáculo la

valoración cambia...

3ª. La TV es inevitable luego debe ser aceptada: la polución es algo inevitable que sin embargo combatimos.

El progreso tecnológico es imparable pero no se nos puede por ello escapar de las manos.

4ª. Palabra e imagen no se contraponen sino que se complementan: de momento los hechos desmienten de

modo palpable que el hombre que lee y el homo videns se esté integrando en una suma psotiva. La relación –

de hecho- es una “suma negativa”.

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5ª. El saber mediante conceptos es elitista mientras que el saber por imágenes es democrático: el número de

beneficiarios –sean minoría o mayoría- no altera la naturaleza ni el valor de una cultura. ¿Es tal vez mejor

que todos seamos incultos a que haya unos pocos cultos? Esta es la lógica de quien carece de lógica.

Ordenadores

Máquina a máquina es más poderoso el ordenador que el televisor. Sin embargo el uno no está destinado

hacer desaparecer a la otra ya que ofrecen productos diferentes.

Internet se generalizará desde el punto de vista práctico. Todo el mundo lo utilizará como herramienta.

Como entretenimiento vencerá siempre la TV entre los perezosos o las personas cansadas que prefieran el

acto de mirar, mientras que Internet triunfará entre los activos, los que quieran dialogar y buscar.

¿Producirá Internet un crecimiento cultural? En teoría debería pues es un pozo inagotable de conocimiento

para el que quiera buscarlo. El problema es que como el niño está formado en el tele-ver, cuando llega a

Internet su interés cognoscitivo ya no está sensibilizado para la abstracción, para el saber. Serán

analfabetos culturales que olvidarán lo poco que aprendieron en la escuela y, por tanto, matarán su tiempo

libre en Internet en compañía de “almas gemelas” deportivas, eróticas o de pequeños hobbies.

“Internet es un gran mar donde navegar es apasionante [...]pero un mar que, después de una pequeña travesía

de algunos días, preferimos contemplarlo sin movernos del puerto” (Sergio Lepri, 1996)

Internet no es otra cosa que “un tejido impalpable elaborado con nada y un miserable sustituto de la vida

física” (Cifford Stoll , astrónomo de Berkeley experto en ordenadores e internet-maníaco durante años).

Televisión y opinión

Opinión es doxa, no es epistème; no es saber y ciencia; es simplemente un “parecer”, una opinión subjetiva

para la cual no se requiere una prueba. Las opiniones son convicciones frágiles y variables.

Cuando la opinión pública se plasmaba en los periódicos, el equilibrio entre opinión autónoma y opiniones

heterónomas estaba garantizado por la existencia de una prensa libre y múltiple que representaba a muchas

voces. La radio no alteró sustancialmente este equilibrio. Pero la fuerza arrolladora de la imagen rompe el

sistema de reequilibrios y retroacciones múltiples que habían instituido los estados de opinión. Destrona a los

llamados líderes intermedios de opinión.

Con la TV , la autoridad es la visión, la autoridad es la imagen. (es el dominio del parecer frente al ser en

nel que lo importante es lo que parece aunque no sea) Lo esencial es que el ojo cree en lo que ve. Lo que se

ve parece “real”, lo que implica que parece verdadero.

Sondeos

Las respuestas a los sondeos dependen ampliamente del modo en que se formulan las preguntas y el que

responde a menudo se siente “forzado” a dar una respuesta improvisada. Eso hace que las opiniones de los

sondeos se caractericen por se a)débiles, (poco sentidas); b)volátiles (pueden cambiar en pocos días),

c)inventadas ( por decir algo y no quedarse callados); y d)rebotadas de lo que sostienen los medios de

comunicación.

El entrevistador que interpela sobre una “ley de los metales metálicos” no vuelve a casa con las manos

vacías: le responde un tercio o incluso dos tercios de los entrevistados

Los sondeos son de fácil manipulación: preguntar si se debe permitir el aborto o bien si se debe proteger el

derecho a la vida es presentar las dos caras de una misma pregunta , pero su diferente formulación puede

cambiar la respuesta de un 20 por ciento de los interpelados. Basta con variar el orden de dos nombres

para obtener diferentes respuestas: un sondeo Roper de septiembre del 88 da como resultado que cuando

el nombre de Dukakis se menciona en primer lugar, Bush se ponía a 12 puntos por debajo; el resultado se

reducía a 4 puntos cuando se decía primero el nombre de Bush.

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Los sondeos no son instrumentos que revelen la vox populi sino sobre todo una expresión del poder de los

medios de comunicación sobre el pueblo.

La gran mayoría de los interpelados no sabe nada o casi nada de las cuestiones sobre las que se le preguntan:

dos de cada cinco americanos no saben qué partido –y sólo hay dos partidos- controla su parlamento, ni

saben dónde están los países del mundo.

Los expertos se limitan a preguntar a su quidam, cualquiera que sea, “¿qué piensa sobre esto?” sin averiguar

antes lo que sabe de eso

¿Informa la televisión?: la subinformación y la desinformación

Información no es conocimiento: por sí misma la información no lleva a comprender las cosas, da solamente

nociones.

La televisión ofrece gran cantidad de información pero no todas las informaciones tienen el mismo valor,

muchas de ellas son sólo frívolas o espectaculares. En el caso de la información de relevancia pública, la

televisión informa poco y mal produciéndose dos fenómenos:

Subinformación es una información totalmente insuficiente.

La información de masas se desarrolla con la aparición de la radio ya que la información de la prensa

excluye eo ipso al analfabeto. Como la radio habla también para los que no leen debe simplificar más que la

prensa y ser más breve. Aun así se puede decir que la radio complementa al periódico. La televisión llega a

una audiencia aún más amplia pero da menos informaciones que cualquier otro instrumento.

Los periódicos y la radio no tienen el problema de tener que estar en el lugar de los hechos ya que la

información que cuenta en la televisión es la que se puede filmar mejor desde que alguien descubrió que la

misión, el deber de la televisión es mostrar las cosas de las que se habla, lo cual no sólo limita la información

sino que la aldeaniza ya que limita la televisión a lo cercano (Sobre esto recuerdo un comentario de Luis

Herrero desde la radio en el que expresaba que una de las cosas a las que nunca llegó a acostumbrarse en

su paso por la televisión fue el para él sorprendente hecho de que no pudiera dar noticias que no tenían

apoyo visual). El hecho de tener siempre imágenes de todo lo que se habla se traduce en una inflación de

imágenes vulgares.

( Vale la pena introducir aquí un texto de Salvador Alsius que ilustra bien la distancia enorme de la realidad

a la noticia en los medios y la limitación especialmente extrema de la televisión) “Se calcula que en un día

llegan a un medio de comunicación de tamaño común unas mil noticias o mejor aun de imputs informativos

que llegarán a ser noticia si alguien del consejo de redacción así lo decide. Despachos de agencia, sobres

de los gabinetes de comunicación de las instituciones, datos obtenidos por los reporteros del medio,

informaciones telefónicas, faxes. Un periódico acabará publicando –según sea el número de páginas y su

maquetación- cien, tal vez ciento cuarenta; aproximadamente un diez por ciento de las que eran candidatas

a serlo. En un informativo de televisión suelen caber no más de veinte noticias. O lo que es lo mismo

aproximadamente un dos o un tres por ciento de la materia prima informativa.” Salvador Alsius, Catorce

dudas sobre el periodismo en televisión, Ed. CIMS 97, Barcelona, 1997)

El hombre de la cultura escrita leía, por ejemplo, alrededor de quince acontecimientos diarios significativos,

generalmente desarrollado cada uno en una columna de un periódico. En la televisión se reduce al menos a la

mitad de acontecimientos cada uno en 1 ó 2 minutos de tiempo; lo que desaparece en esa comprensión es

el encuadre del problema. Porque ya sabemos que la imagen es enemiga de la abstracción, mientras que

explicar es desarrollar un discurso abstracto. Como ya se ha dicho, los problemas no son “visibles”. Lo

que podemos ver en televisión es lo que “mueve” los sentimientos y las emociones: asesinatos, violencia,

disparos, arrestos, protestas, lamentos; y en otro orden de cosas: terremotos, incendios, aluviones e incidentes

varios. Para el hombre que puede ver (y ya está) lo que no ve no existe.

La necedad de los públicos educados por la televisión queda bien ejemplificada por el caso de EEUU donde

la retransimisión de la caída del muro de Berlín en 1989 –probablemente el acontecimiento político más

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importante de este siglo después de las guerras mundiales- fue un fracaso televisivo, con audiencia

ampliamente superada (ese mismo año) por el estudiante chino frente al tanque en la plaza de Tiananmen, un

evento de gran valor espectacular, pero de escasa relevancia sustancial Y el índice de audiencia aumenta con

fenómenos locales como terremotos y huracanes. Justificar esto con los índices de audiencia es descargar

sobre el público las culpas que, en realidad, tienen los medios de comunicación: si el hombre de la calle no

sabe nada del mundo, es evidente que no se interesará por él

Desinformación es una distorsión de la información que sólo sería manipulación cuando es una

desinformación consciente.

Una forma de desinformar es el no llegar: la cámara de televisión no llega a la mitad el mundo, lo que

significa que existe un mundo oscurecido y que la televisión incluso consigue que nos olvidemos de él. La

cámara de televisión entra fácilmente en los países libres; entra poco y con precaución en los peligrosos; y no

entra nunca en los países sin libertad. Cuanto más tiránico y sanguinario es un régimen, más lo ignora la

televisión y, por lo tanto, lo absuelve. Non vidi, ergo non est. Desplazar una troupe televisiva es muy

costoso por lo que noventa y nueve de cada cien acontecimientos no se nos muestran.

Otra desinformación es la producida por las falsas estadísticas: los resultados estadísticos que son falsos por

la interpretación que se les da. Por ejemplo el probar la discriminación racial de los negros norteamericanos

porque no están proporcionalmente representados en las universidades, Wall Street o en las grandes

empresas. La estadística no muestra sino un hecho, pero no nos habla de su causa; es la interpretación quien

lo hace. Nadie sostiene la teoría contraria, la discriminación de los blancos, en el terreno del atletismo, el

baloncesto o el boxeo, a pesar de la superioridad estadística de la población negra. O nadie extrae

conclusiones respecto de la sobrerrepresentación de la población asiática en las universidades americanas.

Otra forma de desinformación es la entrevista casual. “A la televisión le encanta dar la palabra a la gente de

la calle o similares. El resultado es que se presenta como verdadero lo que con frecuencia no es verdad. [...]

Las opiniones más facciosas y necias [...] adquieren la densidad de una corriente de pensamiento. [...] Poco a

poco la televisión crea la convicción de que cualquiera que tenga algo que decir, o algo por lo que quejarse,

tiene derecho a ser escuchado. Inmediatamente. Y con vistosos signos de aprobación por parte de los

entrevistadores”. (T.Malaspina ).

La desinformación se alimenta además de la distorsión provocada por la necesidad que tiene la

información audiovisual de ser excitante y espectacular. De tal manera que premia la excentricidad y

privilegia el ataque y la agresividad: las posiciones extremas, las extravagancias, las tesis descabelladas, las

mentes vacías, el extremismo intelectual, la notoriedad, los charlatanes, los pensadores mediocres... dejando

en sombra a las personas serias, las que de verdad piensan. La televisión llega siempre con rapidez al lugar

donde hay agitación, alguien protesta, se manifiesta, ocupa edificios, bloquea calles y ferrocarriles y, en

suma ataca a algo o a alguien. El ataque en sí mismo es un “visible” y produce impacto; la defensa,

normalmente, es un discurso. Las personas que gritan y lanzan piedras e incluso cócteles Molotov llenan

las pantallas y tienen siempre razón en las imágenes que vemos porque a su voz no se contrapone ninguna

otra voz.

Se alimenta así otra distorsión informativa: el pseudoacontecimiento. La obligación de “mostrar” genera el

deseo o la existencia “mostrarse”. Esto produce el pseudoacontecimiento: el hecho que acontece sólo

porque hay una cámara que lo está rodando y que, de otro modo, no tendría lugar.

También la imagen miente

Y lo hace de un modo más eficaz y peligroso que la palabra precisamente por la “fuerza de veracidad”

que se le atribuye.

La visión de la pantalla es siempre un poco falsa, en el sentido de que dexcontextualiza en el encuadre

convirtiendo la mayoría de sus imágenes en primeros planos aislados de su contexto.

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(Dejando aparte todo lo que tiene la imagen de imitación de la realidad y todo lo que tiene la televisión de

fotomontaje –luz, color, sonido, planos, fotogenia, etc-, es decir, dejando aparte toda la “falsedad’ inherente

al mundo de la imagen por sí misma... Uno de los primeros esfuerzos de toda explicación de la imagen está

en el desvelar el hecho –tan obvio y por ello tan oscuro- de que todo lo que la televisión muestra es una

imagen, es decir, una imitación de la realidad. Esta obviedad no es insignificante sino, al contrario, es

imprescindible para poder distanciarse críticamente de lo visual )

Vídeo-política

La televisión propone personas en lugar de discursos . El vídeo-líder más que transmitir mensajes es el

mensaje, ya que los medios de comunicación crean la necesidad de que haya fuertes personalidades con

lenguajes ambiguos que permiten a cada grupo buscar en ello lo que quiere encontrar.. Lo más importante

son los rostros... si llenan la pantalla o no. Los políticos cada vez tienen menos relación con acontecimientos

genuinos y cada vez se relacionan más con “acontecimientos mediáticos”.

La televisión no sólo ha llegado a ser la autoridad cognitiva más importante de los grandes públicos, sino

que , además, atribuye un peso desconocido y devastador a los falsos testimonios . Con la televisión las

autoridades cognitivas se convierten en divos del cine, mujeres hermosas, cantantes, futbolistas, etc, mientras

que el experto, la autoridad cognitiva competente (aunque no siempre sea inteligente) pasa a ser un peso

ligero. Y sin embargo, es una clara evidencia que los testimonios que realmente cuentan provienen sólo de

las personas adiestradas en los asuntos de los que hablan.

Otro aspecto de la vídeo-política es que favorece la emotivización de la política, es decir, una política

dirigida y reducida a episodios emocionales. La cultura de la imagen creada por la primacía de lo visible es

portadora de mensajes “candentes” que agitan nuestras emociones, encienden nuestros sentimientos, excitan

nuestros sentidos y, en definitiva, nos apasionan. Y, sin embargo, el saber es logos no es pathos.

¿Aldea global?

Ya se ha visto como la pretendida totalidad del mundo ofrecido por la televisión no es tal al menos en el

nivel informativo.

Es cierto, sin embargo que encender la TV es asomarse a un universo que sitúa al ciudadano en una

perspectiva psicológica nueva: se siente de cualquier lugar porque pierde de algún modo el sentido de su

lugar, queda desenraizado y dispuesto a abrazar cualquier causa o cuestión válida de interés para cualquiera

como salvar a un perro labrador o a dos ballenas; nos vemos implicados en cosas tan comunes y variados

como los derechos de los animales, la prohibición de desnudarse, el regreso del mosquito o el

pseudoacontecimiento de la trágica muerte de lady Diana.

La famosa aldea global de McLuhan es un mundo fragmentado en una miríada de aldeas, reduciéndolo, a la

vez, al formato aldea

Conclusiones

En primer lugar es toda la educación la que está decayendo y la que se ha deteriorado por el 68 y por la

torpe pedagogía en auge.

En segundo lugar la televisión empobrece drásticamente la información y la formación del ciudadano.

Por último, y sobre todo, el mundo en imágenes que nos ofrece el vídeo-ver desactiva nuestra capacidad

de abstracción y, con ella, nuestra capacidad de comprender los problemas y afrontarlos racionalmente.

Mientras la realidad se complica y las complejidades aumentan vertiginosamente, las mentes se

simplifican y nosotros estamos cuidando –como ya he dicho- a un vídeo-niño que no crece, a un adulto que

se configura para toda la vida como un niño recurrente.

Es cierto que estar frente a la pantalla nos lleva a encerrarnos, a aislarnos en casa. La televisión crea una

multitud solitaria, una soledad electrónica.

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El ataque a la racionalidad es tan antiguo como la racionalidad misma. Pero siempre ha sido desde la palabra

y por tanto siempre ha permitido una contrarréplica. Sin embargo los exaltadores de la “comunicación

perenne” proponen no un ataque sino simplemente una pérdida de pensamiento una caída banal en la

incapacidad de articular ideas claras y diferentes.

El postpensamiento triunfa y esto quiere decir que nosotros también estamos ya muy influenciados. La

ignorancia casi se ha convertido en una virtud que nos libera de la aridez de la racionalidad. El hombre

occidental ha superado la caída, verdaderamente baja de la Baja Edad Media. El regreso de la incapacidad de

pensar al pensamiento es todo cuesta arriba. Y este regreso no tendrá lugar si no sabemos defender a ultranza

la lectura, el libro y, en una palabra, la cultura escrita.

“La lectura requiere soledad, concentración en las páginas, capacidad de apreciar la claridad y la distinción;

mientras que al homo videns la lectura le cansa. Intuye. Prefiere el significado resumido y fulminante de la

imagen sintética. Esta le fascina y lo seduce. Renuncia al vínculo lógico, a la secuencia razonada, a la

reflexión que necesariamente implica el regreso a sí mismo. Cede ante el impulso inmediato, cálido,

emotivamente envolvente. Elige el living on self-demand, ese modo de vida típico del infante que coe cuando

quiere, llora si siente alguna incomodidad, se despierta y satisface todas sus necesidades en el momento”.

(Ferraroti)

La cultura audiovisual es inculta y por tanto no es cultura.

Los padres, aunque como padres ya no son gran cosa, se tendrían que asustar de lo que sucederá a sus hijos:

cada vez más almas perdidas, desorientados, anómicos, aburridos, en psicoanálisis, con crisis depresivas y,

en definitiva, enfermos de vacío. Y debemos reaccionar en la escuela. La costumbre consiste en llenar las

aulas de televisores y procesadores. Y deberíamos , en cambio, vetarlos (permitiendo sólo el adiestramiento

técnico, como se haría con un curso de dactilografía). En la escuela los pobres niños se tienen que divertir.

Pero de este modo no se les enseña ni siquiera a escribir y la lectura se va quedando cada vez más al margen.

Y así la escuela consolida al vídeo-niño.

Los periódicos imitan y siguen a la televisión, aligerándose de contenidos serios, exagerando y voceando

sucesos emotivos, aumentando el color, la fotografía, o confeccionando noticias breves, como en los

telediarios, reforzando el mensaje audiovisual en vez de combatirlo.

(Las grandes superficies de consumo y ocio son también extensiones de lo audiovisual. Las fotos, la música,

la diversión, las luces, los materiales, los colores,, el casting de las vendedoras... todo está dispuesto para

que el consumidor viva un espectáculo audiovisual de teleconsumo, un spot en vivo desde dentro).

Zaragoza, 20 de octubre de 1998