Hoy Te Fuiste

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Hoy te fuiste. Esta noche de invierno, de verdad te fuiste. Tu recuerdo ya no vendrá a rondarme, no me acompañará en el viaje en subte, no dormirá conmigo. Lo supe cuando lo vi en la puerta y sin explicaciones, casi sin palabras le abrí la verja, lo invité a entrar y él pasó. No era el mejor momento para recibirlo. Ya estaba en pijama dispuesto a ver algo en la tele que me aligerara el tiempo que tarda en llegar el sueño. La casa estaba revuelta, en la mesa aún estaba el plato sucio, el vaso con vino y media pizza en la caja. Aunque fue mejor así, con todo el desorden que odiabas no podía, estoy seguro, imaginarte caminando por la casa, cocinando, hablando, amando. Tomamos unos mates que nos ayudaron a tomar valor para nombrarte. Para disimular el silencio que duraba el tiempo preciso en elegir la anécdota, en cómo contarla, para no dañar al otro. Y te recordamos. Y nos mostramos, el uno al otro, la Carolina que nos ocultaste. Supongo que a eso vino, a armar una figura de la que tenía partes. Escuchó en silencio lo que quise contar de vos y no se extendió en las preguntas que hice. Comprendió que su sola presencia era la prueba necesaria, la certeza que duele, el recuerdo que se rompe. Entonces traje las fotos, las que guardabas en la cajita de madera. Separé las que estamos juntos, pero le enseñé las tuyas. Se demoró mirando esa que te saqué, aquel domingo que caminamos tanto y sonreías al sol en el parque. Y aquella otra, que estás en la calle con tu vestido azul. Para que vea, aunque sea en una foto, los reflejos del sol en tu pelo . (Esto est á buenísimo, es lo que les decía de la teoría del iceberg. En una sola frase queda insinuado el encuentro clandestino, que se hace al amparo de la noche. Genial la imagen.)

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Hoy te fuiste. Esta noche de invierno, de verdad te fuiste. Tu recuerdo ya no vendrá a rondarme, no me acompañará en el viaje en subte, no dormirá conmigo. Lo supe cuando lo vi en la puerta y sin explicaciones, casi sin palabras le abrí la verja, lo invité a entrar y él pasó.

No era el mejor momento para recibirlo. Ya estaba en pijama dispuesto a ver algo en la tele que me aligerara el tiempo que tarda en llegar el sueño. La casa estaba revuelta, en la mesa aún estaba el plato sucio, el vaso con vino y media pizza en la caja. Aunque fue mejor así, con todo el desorden que odiabas no podía, estoy seguro, imaginarte caminando por la casa, cocinando, hablando, amando.

Tomamos unos mates que nos ayudaron a tomar valor para nombrarte. Para disimular el silencio que duraba el tiempo preciso en elegir la anécdota, en cómo contarla, para no dañar al otro. Y te recordamos. Y nos mostramos, el uno al otro, la Carolina que nos ocultaste. Supongo que a eso vino, a armar una figura de la que tenía partes. Escuchó en silencio lo que quise contar de vos y no se extendió en las preguntas que hice. Comprendió que su sola presencia era la prueba necesaria, la certeza que duele, el recuerdo que se rompe.

Entonces traje las fotos, las que guardabas en la cajita de madera. Separé las que estamos juntos, pero le enseñé las tuyas. Se demoró mirando esa que te saqué, aquel domingo que caminamos tanto y sonreías al sol en el parque. Y aquella otra, que estás en la calle con tu vestido azul. Para que vea, aunque sea en una foto, los reflejos del sol en tu pelo. (Esto está buenísimo, es lo que les decía de la teoría del iceberg. En una sola frase queda insinuado el encuentro clandestino, que se hace al amparo de la noche. Genial la imagen.)

Se fue después de un par de horas. Terminamos hablando del terrible frio, inusual en este mes. Del accidente que hace dos días está en las portadas (Marta, ¿vos decís portadas o tapas, para referirte a la tapa del diario? No es un error, eh, simplemente creo que el lector prefiere lo más usual, el lenguaje cotidiano.) de los diarios. De esas cosas cotidianas que nos volvía a la rutina de la vida en soledad que transitábamos.

Ya en la puerta, noté su mirada sobre el enano del jardín y recordé en voz alta cómo lo compraste, del taxi que pagué y lo que me costó entrarlo. De la planta que hubo que sacar para que entrara en el cantero, que te empeñabas en creer un jardín.

Un apretón de manos. Tal vez nos volvamos a ver.

Parece un buen tipo. Quién sabe, hasta podríamos ser amigos. Estaba bien vestido, muy pulcro. Me gustó el sobretodo, marrón oscuro y abrigado. También

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me gustó que sostuviera mi mirada y no titubeara cuando le pregunté si te había amado. Y sí, cómo no amarte. (Esta descripción yo la pondría al principio, pero también es gusto. Me parece que cierra bárbaro el final luego del apretón de manos, tal vez nos volvamos a ver.)

Reitero lo anterior, gran economía de relato, descripciones justas (describir mucho resta, en vez de sumar) es algo que ya se ve que manejás bien. Cuando quieras mandame lo que ya tengas escrito, lo vamos viendo con tranquilidad, tal vez haya material para hacer algún librito.

Muy buen trabajo.