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http://www.luventicus.org/articulos/03U012/descartes.html Descartes, considerado "Padre de la Modernidad", definió con claridad el objetivo de los filósofos de este período histórico: la búsqueda de la certeza. Mediante sus meditaciones y su método intentó dar respuesta al escepticismo reinante. Su estrategia no fue el rechazo o la negación de la duda sino su aceptación hasta las últimas consecuencias. Es decir, utilizó la duda como método y sometió todo conocimiento a duda con el fin de encontrar una verdad de la que ya no pudiese dudar ni el más escéptico. Así llegó a alcanzar una certeza primera: “Pienso, existo.” Y teniendo en ella una base inconmovible, reconstruyó el edificio filosófico. En primer lugar, alcanzó una segunda certeza: la existencia de Dios. En segundo lugar, reafirmó la confiabilidad del conocimiento científico, el cual tenía a Dios por garante. A continuación se presenta un esquema del proceso de conocimiento tal como lo entendía Descartes, acompañado de una breve descripción de los elementos que lo componen. Duda metódica: en busca de una certeza, decidió rechazar como falsa toda afirmación de la que se pudiese dudar.

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Descartes, considerado "Padre de la Modernidad", definió con claridad el objetivo de los filósofos de este período histórico: la búsqueda de la certeza.

Mediante sus meditaciones y su método intentó dar respuesta al escepticismo reinante. Su estrategia no fue el rechazo o la negación de la duda sino su aceptación hasta las últimas consecuencias. Es decir, utilizó la duda como método y sometió todo conocimiento a duda con el fin de encontrar una verdad de la que ya no pudiese dudar ni el más escéptico. Así llegó a alcanzar una certeza primera: “Pienso, existo.” Y teniendo en ella una base inconmovible, reconstruyó el edificio filosófico. En primer lugar, alcanzó una segunda certeza: la existencia de Dios. En segundo lugar, reafirmó la confiabilidad del conocimiento científico, el cual tenía a Dios por garante.

A continuación se presenta un esquema del proceso de conocimiento tal como lo entendía Descartes, acompañado de una breve descripción de los elementos que lo componen.

Duda metódica: en busca de una certeza, decidió rechazar como falsa toda afirmación de la que se pudiese dudar.

Duda del conocimiento sensible: los datos de los sentidos no son seguros, podemos dudar de ellos. De hecho, los sentidos nos engañan a menudo. Incluso no hay indicios ciertos para distinguir el sueño de la vigilia, por lo que todo lo que percibimos por los sentidos podría no ser real. En consecuencia, todos los datos de los sentidos, inclusive el propio cuerpo, quedan a un lado en esta búsqueda de la certeza.

Duda del conocimiento racional: como no se basan en los datos de los sentidos, las verdades de razón (lógicas y matemáticas) no son alcanzadas por la duda, la cual

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recae sobre el conocimiento sensible. Sin embargo Descartes señala que más de una vez nos equivocamos al realizar algún cálculo, y lleva la duda al extremo de afirmar que podríamos estar siendo engañados por un "genio maligno" o "dios engañador", astuto y poderoso. ¿Cómo podríamos defendernos de él?

“Pienso, existo”: más allá de toda duda se encuentra nuestra propia existencia. Incluso aunque admitiese que soy engañado por un genio maligno, ello no invalidaría la certeza que tengo respecto de esta proposición mientras la estoy concibiendo en mi espíritu. Pues no se trata de un razonamiento o una deducción (como todo lo que piensa existe, si yo pienso, yo existo) sino de una evidencia que se impone, de un conocimiento intuitivo que se obtiene de modo inmediato y directo.

Criterio de verdad: Descartes analiza su primera certeza para descubrir las notas distintivas que le servirán de criterio para identificar otras afirmaciones verdaderas. La afirmación “Pienso, existo” se presenta a la conciencia con "claridad" y "distinción". Por lo tanto, serán aceptadas como verdaderas aquellas ideas que sean claras (ciertamente presentes a la conciencia) y distintas (no confundidas con otras ideas).

Existencia de Dios: a pesar de haber encontrado una certeza absoluta (“Pienso, existo”), y a partir de ella un criterio de verdad, de todos modos sigue en pie la duda que sobre todo otro conocimiento nos genera la Hipótesis del Genio Maligno. La demostración de la existencia de Dios despeja las dudas sobre el conocimiento racional, que tiene en Dios a su garante. Su existencia se demuestra como causa externa de la existencia en la conciencia de la idea de perfección, que no puede provenir del yo que duda y es imperfecto. Y siendo Dios perfecto no puede ser engañador ni puede habernos hecho para que nos confundamos sistemáticamente. Podemos equivocarnos porque no somos perfectos, pero no estamos hechos para el error.

Conocimiento racional seguro: con Dios como garantía, el conocimiento lógico y matemático recobra su seguridad y se desecha la Hipótesis del Genio Maligno.

Ideas innatas: son las ideas que no proceden ni de la experiencia ni de la imaginación, son las únicas verdaderamente claras y distintas (la idea de Dios, por ejemplo).

Conocimiento sensible: se refiere a las ideas adventicias que, se supone, representan las cosas reales. Pero ¿cómo superar la duda respecto de este conocimiento? ¿No será sólo un sueño? ¿Cuál es su causa, su origen? Nosotros no, porque nos sentimos pasivos ante ellas. Dios tampoco, porque él no es engañador. Debemos concluir que la causa de nuestras ideas adventicias son las cosas externas realmente existentes. De todos modos, sólo conocemos de ellas con claridad y distinción que son substancia extensa.

Ideas facticias: son las ideas producidas por la propia conciencia mediante la imaginación (la idea de minotauro, por ejemplo).

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Ideas adventicias: son las ideas que nos vienen del exterior, a través de los sentidos (la idea de azul, por ejemplo).

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http://www.selectividad.tv/S_FF_4_3_8_S_renato_descartes_y_el_problema_de_la_existencia_de_dios.html

Renato Descartes (1596 - 1650) inicia la filosofía moderna, buscando evidencias y certezas que le saquen de su estado escéptico de duda. Para conseguir este objetivo busca un método universal donde construir un conocimiento objetivo, una mathesis universal, que evite a la razón humana caer en el error o en la ilusión de verdad.

El método tiene cuatro reglas, que resume en la segunda parte de su genial obra El discurso del método. Estas reglas son:

1. La evidencia, como criterio de verdad: "No admitir como verdadera cosa alguna, como no supiese con evidencia que lo es?, no comprender en mis juicios más que lo que se presentase tan clara y distintamente a mi espíritu que no hubiese ninguna posibilidad de ponerlo en duda".

2. El análisis: "Dividir cada una de las dificultades que examinase en cuantas partes fuera posible y en cuantas requiriese su mejor solución".

3. La síntesis: "Conducir ordenadamente mis pensamientos, empezando por los objetos más simples e ir ascendiendo poco a poco, hasta los más complejos"

4. La comprobación de los análisis y síntesis ya realizados: "Hacer en todas los casos unos recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales, que llegase a estar seguro de no omitir nada".

Una vez establecido el método a seguir, Descartes comienza a buscar en el interior de su conciencia ideas que cumplan con los requisitos de ser verdades indubitables en el campo de la Filosofía, que tengan la misma categoría de los axiomas en el campo de las matemáticas. Para alcanzar este objetivo, inicia la duda metódica, dudando de los conocimientos que posee, especialmente de aquellos que obtenemos a partir de los sentidos. Su crítica es audaz y exhaustiva, hasta alcanzar una verdad indubitable: Pienso luego existo, Cogito ergo sum: je pense, donc je suis.

Una vez aceptada esta idea con total evidencia, Descartes pasa revista a las ideas que encuentra dentro del pensamiento, dentro del ego cogito cogitatum. Los "cogitatum", son las ideas, los contenidos de conocimiento. Toda idea tiene dos polos, primero tiene una realidad como acto de pensamiento, realidad subjetiva y mental; pero a la vez tiene también una realidad objetiva, en cuanto que representa un objeto. Subjetivamente, todas las ideas se parecen en cuanto que hacen referencia al sujeto pensante; pero cuando las consideramos objetivamente, son totalmente diferentes unas de otras.

Desde este punto de vista objetivo, puede analizarse su origen. Por ejemplo las ideas que representan a otros hombres u objetos, pueden ser producidas por mí, ya que su contenido mental es relativo y limitado; en cambio cuando encuentro dentro de mí, la idea de Dios, es decir la idea de un ser infinito, eterno, omnisciente, omnipotente y creador, es difícil suponer que esta idea la haya fabricado yo mismo. La idea de Dios es

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la única en la que hay algo que no puede proceder de mí mismo, puesto que no poseo todas las perfecciones representadas en la idea. Por esta razón, Descartes concluye que el origen o causa de esta idea, no puede ser más que una sustancia infinita, y la simple presencia en mí de la idea de Dios, demuestra la existencia de Dios. Es evidente el parecido de esta demostración con el argumento ontológico de San Anselmo y también con San Buenaventura. Sin embargo, hay que reconocer que la prueba se refiere totalmente al innatismo de las ideas; es decir el ser humano viene a este mundo con un conjunto de ideas o principios innatos, las ideas primitivas a partir de las cuales construye el edificio del conocimiento. Entre estas ideas se encuentran la de pensamiento, existencia y la de Ser Infinito."La idea como realidad objetiva requiere una causa real proporcionada, la idea de un ser Infinito, requiere una causa Infinita, luego ha sido causada en mí por un Ser Infinito; luego el ser Infinito existe".

En segundo lugar puedo llegar a reconocer la existencia de Dios, según Descartes, por la misma finitud o limitación de mi yo. Es evidente que no me he creado a mí mismo, especialmente por mis inseguridades y dudas. Si fuese la causa de mí mismo, me habría otorgado las perfecciones contenidas en la idea de Dios. Es claro que no me he creado a mí mismo y que ha debido crearme un ser que tiene todas las perfecciones, cuya idea poseo como un Ser infinito. De esta manera afirma Descartes en las Meditaciones Metafísicas capítulo III: "Cuando reflexiono sobre mí mismo, no solamente conozco que soy una cosa imperfecta, incompleta y dependiente de otro, que tiende y aspira sin cesar a algo mejor y más grande, sino que conozco también al mismo tiempo que Aquel del cual dependo, posee en sí todas las grandes cosas a las cuales aspiro y cuyas ideas encuentro en mí y las posee no de un modo indefinido y en potencia, sino en realidad actual e infinitamente, y que por eso es Dios".

En conclusión, "No sería posible que mi naturaleza fuese tal cual es, esto es, finita pero dotada de la idea de lo infinito, si el ser infinito no existiera. La idea de Dios es como la marca del artesano impresa en su obra y no es ni siquiera necesario que esta marca sea algo distinto de la misma obra".

La constatación de nuestra finitud o limitación, supone una relación causal del ser humano con Dios, y esta relación se expresa a través de la idea de Dios que encontramos en nuestra conciencia, y que sólo Él ha podido crear.

Descartes define a Dios como la sustancia que existe por sí y se concibe por sí misma. Esta sobreabundancia de la sustancia divina, hace que Descartes apoye en ella, la existencia del mundo exterior, y no por supuesto en el conocimiento sensible, que es totalmente falaz y del que siempre debemos desconfiar.

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PRUEBAS PARA LA DEMOSTRACIÓN DE LA EXISTENCIA DE DIOS

EN SU OBRA “MEDITACIONES METAFÍSICAS” ENCONTRAMOS LAS TRES MÁS IMPORTANTES: EN LA TERCERA MEDITACIÓN LOS ARGUMENTOS BASADOS EN LA IDEA DE UN SER PERFECTO Y EN LA

CONTINGENCIA DE NUESTRO PROPIO SER, Y EN LA QUINTA EL FAMOSO ARGUMENTO ONTOLÓGICO.

La demostración de la existencia de Dios es esencial para la superación de la duda metódica: los dos primeros argumentos citados se incluyen precisamente en el ejercicio de duda metódica y le sirven para superarla mediante la referencia a la bondad de Dios y la objetividad y legitimidad que Éste da a nuestras facultades cognoscitivas y al criterio de verdad.

Ver “argumento basado en la idea de un ser perfecto”, “argumento basado en la imperfección y dependencia de mi ser” y “argumento ontológico”.

ARGUMENTO BASADO EN LA IDEA DE UN SER PERFECTO

DEMOSTRACIÓN DE LA EXISTENCIA DE DIOS A PARTIR DE LA REFLEXIÓN RELATIVA A LA EXISTENCIA EN NOSOTROS DE LA IDEA DE UN SER ABSOLUTAMENTE PERFECTO.

Esta prueba, tal y como la presenta en la “Tercera Meditación”, es en cierto sentido una mezcla de la prueba tomista basada en la existencia de distintos grados de perfecciones y de la relativa a la causalidad. La principal diferencia respecto de las Cinco Vías es que éstas parten de la observación de perfecciones en la realidad (incluido el mundo físico) y de la observación de vínculos causales entre las cosas. Descartes no puede utilizar estos recursos porque en el momento de la duda metódica en el que se incluye la prueba aún no sabe si existen cosas distintas a su propio pensamiento. Sólo le cabe mirar en su interior, ver si hay distintos niveles de perfección en sus ideas y reflexionar sobre la causa de la aparición en su mente de dichas ideas.

Partes principales del argumento:

1. Comienza distinguiendo dos aspectos en las ideas: las ideas en cuanto que son actos mentales y en cuanto poseen contenido objetivo;

a) las ideas en cuanto actos mentales no presentan entre ellas diferencias o desigualdad alguna: todas son acontecimientos mentales, todas pertenecen al mismo tipo de realidad, la realidad psíquica;

b) pero atendiendo a su contenido, a lo que representan, su realidad es diversa (Descartes llama “realidad objetiva” a esta peculiaridad de las ideas); todas las ideas son en un sentido semejantes y en otro distintas: la idea de mesa es semejante y distinta a la idea de color, es semejante en la medida en que ambas son ideas, pero es distinta porque una representa una mesa, es decir, representa una substancia, y otra representa el color, es decir, representa un accidente; la realidad objetiva de cada idea es distinta;

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c) podemos hablar de unas ideas más perfectas que otras, perfección que les viene dada de la perfección que cabe atribuir a lo representado en ellas: así la idea de ángel es más perfecta que la idea de libro, porque los ángeles son más perfectos que los libros, y la idea de substancia es más perfecta que la idea de atributo, porque las substancias son más perfectas que los atributos.

2. Si nos preguntamos cuál de todas nuestras ideas es la más perfecta, cuál tiene más realidad objetiva, tendríamos que decir que la idea de Dios pues reúne las ideas de todas las perfecciones en las que podamos pensar; la idea de Dios es la idea del ser sumamente perfecto.

3. Introduce el principio metafísico de que la realidad que se encuentra en el efecto no puede ser superior a la realidad de la causa; este principio ya estaba en la Tercera Vía tomista, pero aplicado al diferente grado de perfección de las cosas;

a) a toda idea con una realidad objetiva dada le debe corresponder una causa cuya realidad formal sea igual o mayor: esto quiere decir que la causa de la idea debe poseer una perfección real (“formal”) que sea proporcional a la perfección de la propia idea; a mayor realidad objetiva de una idea, mayor realidad formal debe tener el objeto que la haya causado. Descartes hace un catálogo de las ideas que encuentra en sí mismo: unas representan a hombres, otras a animales, otras a ángeles, unas representan substancias, otras atributos; y examina si él mismo podría considerarse el responsable, la causa de todas sus ideas; cree que en sí mismo puede encontrar el fundamento y la perfección adecuada para dar cuenta de casi todas las ideas;

b) la idea de perfección absoluta no se puede explicar a partir de las facultades del propio sujeto, luego debe estar en nuestra mente porque un ser más perfecto que nosotros nos la ha puesto; debe se innata. Ese ser es Dios. Muchos filósofos consideran que la idea de infinito proviene, por negación de los límites, de la idea de lo finito, Descartes invierte esta relación afirmando que la noción de finitud, de limitación, presupone la idea de infinitud.

4. Conclusión: “aunque yo tenga la idea de substancia en virtud de ser yo una substancia, no podría tener la idea de una substancia infinita, siendo yo finito, si no la hubiera puesto en mí una substancia que verdaderamente fuese infinita”, luego Dios existe.

ARGUMENTO BASADO EN LA IMPERFECCIÓN Y DEPENDENCIA DE MI SER

ESTA PRUEBA PARTE DE LA CONTINGENCIA DE MÍ MISMO COMO SER FINITO. DIOS SERÁ EN ESTA PRUEBA CAUSA DE MÍ (NO YA DE LA IDEA DE ÉL QUE EN MÍ HAY). LA PRUEBA ES DE CORTE TOMISTA Y

RECUERDA LA TERCERA VÍA.

La versión cartesiana se caracteriza por las siguientes variantes:

1. Soy consciente de mi imperfección, y (como corresponde al lugar en el que se sitúa esta prueba, la duda metódica), me doy cuenta de mi limitación precisamente por

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mi ignorancia, por el hecho de que dudo: si fuese absolutamente perfecto y la causa de mi propio ser, me habría creado como sabio, no como ignorante.

2. La contingencia de mi ser no se refiere sólo al hecho de que haya necesitado de otro ser para existir o empezar a ser, sino también a mi incapacidad para mantenerme en el ser, a mi incapacidad para continuar viviendo sólo a partir de mi mismo. En este punto, la argumentación cartesiana se separa de la tomista: Santo Tomás subrayaba la contingencia de todos los seres en la medida en que éstos no son causa de sí mismos; Descartes habla de la contingencia de su ser (ya que no sabe aún si existen otros seres) porque no se ha creado a sí mismo, pero más aún porque no cree que él mismo sea la causa de su mantenerse en el ser, de su seguir existiendo. La fragilidad de mi existencia es tal que en cualquier momento podría no existir: los distintos momentos de la temporalidad de mi vida como ser pensante son independientes: unos (los posteriores) no pueden explicarse absolutamente a partir de otros (los anteriores); y si ello es así debo suponer que existe un ser distinto a mí mismo que sea la causa de que yo perdure, de mi vida como una totalidad que se da en el tiempo, de mi vivir. En conclusión, Descartes llegará a Dios más que como consecuencia de que Él sea necesario para explicar nuestra creación, porque es necesario para explicar la conservación de nuestro ser.

3. A continuación plantea la hipótesis de que tal vez yo no dependo de Dios sino de algo menos perfecto que Dios, y la rechazará mediante la referencia a dos principios: uno que ya aparecía en la primera demostración de la existencia de Dios (la de la idea de Dios como ser infinitamente perfecto) y otro la imposibilidad de la serie infinita para dar cuenta de la existencia presente:

a) en la causa debe haber tanta realidad como en el efecto; si yo soy un ser pensante sólo un ser pensante puede haberme creado;

b) si ese ser pensante no es la causa de sí mismo, entonces otro debe haberlo creado, y lo mismo con este segundo y con un tercero... pero la serie no puede ser infinita, porque en tal caso no cabría dar cuenta de mi existencia actual y menos aún de la conservación de mi ser, luego Dios existe. El ser del que dependo tiene que tomar su origen y existencia de sí mismo.

4. La conclusión no es sólo que Dios existe sino que la idea de Dios es innata y como el sello o huella que Dios deja en nosotros por habernos creado.

ARGUMENTO ONTOLÓGICO

PRUEBA PARA DEMOSTRAR LA EXISTENCIA DE DIOS QUE PARTE DE LA IDEA DE DIOS COMO LA DE UN SER ABSOLUTAMENTE PERFECTO.

En lo esencial, este argumento mantiene que concebir a Dios es casi la misma cosa que concebir que existe. Los pasos básicos de esta prueba, tal y como la encontramos en las “Meditaciones Metafísicas”, son los siguientes:

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todo lo que conozco clara y distintamente como perteneciente a ese objeto, le pertenece realmente; sé, por ejemplo, que todas las propiedades que percibo clara y distintamente que pertenecen a un triángulo, le pertenecen realmente;

en la idea de Dios está comprendido el ser absolutamente perfecto; si revisamos la idea o noción que tenemos del Creador encontramos que lo concebimos como un ser omnisciente, omnipotente y extremadamente perfecto (o dicho en otros términos: si investigamos con exactitud su naturaleza, encontramos que a ésta le pertenece la infinitud);

Descartes considera la existencia como una propiedad puesto que puede ser atribuida a una cosa (tesis con la que no estará de acuerdo Kant); así, la existencia posible es una perfección en la idea de un triángulo porque la hace más perfecta que las ideas de todas las quimeras que no pueden ser producidas. Pero la existencia necesaria es una perfección aún mayor. El existir realmente hace de algo más perfecto que el existir meramente en el pensamiento o que la mera posibilidad de existir;

la existencia necesaria y eterna está comprendida en la idea de un ser absolutamente perfecto;

luego Dios existe.

En la idea de Dios está comprendida su existencia del mismo modo que en la idea del triángulo está el que la suma de los tres ángulos internos sea igual a dos rectos. Señala también que esto no ocurre con ninguna entidad distinta a Dios: en las ideas de las otras entidades encontramos contenida sólo la posibilidad de existencia, no su realidad. En Dios –y sólo en Él– se encuentra en su naturaleza o esencia la existencia necesaria. Descartes considera que la evidencia de esta prueba es la misma que la que tene-mos de que dos es un número par, tres es un número impar y cosas semejantes. Considera, sin embargo, que los prejuicios nos impiden reconocer la verdad de este argumento: en todos los seres distintos a Dios distinguimos la esencia de su existencia, y si no elevamos nuestro espíritu de las cosas finitas y sensibles a la contemplación de Dios, entonces podremos dudar si la idea que tenemos de Él no es como la que tenemos de las cosas finitas. Si atendemos sólo a las cosas sensibles nos acostumbramos a pensar en las cosas únicamente imaginándolas, por lo que acabamos considerando que si algo no es imaginable no es inteligible ni real, pero Dios y alma no se ofrecen a los sentidos ni de ellos cabe, propiamente, imaginación, aunque sí pensamiento.

Ver “pruebas para la demostración de la existencia de Dios”.