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Ian Taylor, Paul Walton y Jock Young llevan a cabo en e! pre- sente volumen, a través de una exposición exhaustiva de las principales ideas en criminología desde sus comienzos hasta la actualidad, una crítica revitalizadora, amplia y reflexiva de la criminología. Su propósito final es presentar una teoría que sir- va para sacar a esta ciencia de su confinamiento en problemas concretos, artificialmente separados, a fin de que se ocupe de una cuestión básica: la relación de! hombre con las estructuras de autoridad. Si e! delito, las conductas desviadas y e! disenso +afirman estos expertos- llevan a que las personas que incurren en ellos sean, en número cada vez mayor, encarceladas, internadas en hospitales psiquiátricos o recluidas en reformatorios por considerar que requieren control, es oportuno que las sociedades en que esto acontece reali- cen una crítica inmanente de la teoría criminológica que sustentan. El poder reorientador de esta obra reside en su capacidad de demostrar que todos los estudios sobre el delito y la conducta desviada, aun estando profundamente arraigados en sus propias tradiciones especializadas, también se hallan condicio- nados por teorías sociales más amplias y generales que siempre están presentes y tienen importancia, aunque se guarde silencio sobre ellas. Este significativo estu- dio reencauza toda la estructura de! discurso técnico acerca de! delito y la conduc- ta desviada rompiendo ese silencio, lanzándose a un discurso deliberado sobre la teoría social general que sólo suele figurar· tácitamente en los trabajos especializa- dos. Si un libro puede lograr que la crirninología llegue a ser una disciplina inte- lectualmente seria y no sólo profesionalmente respetable, esta obra, notable por la forma en que combina lo analítico con lo histórico, lo logrará. ISBN 978-950-518-192-6 Amorrortujeditores A « o .e u a e u :E 8 9 789505181926 Ian Taylor, Paul Walton y Jock Young La nueva criminología Contribución a una teoría social de la conducta desviada Amorrortujeditores

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Ian Taylor, Paul Walton y Jock Young llevan a cabo en e! pre-sente volumen, a través de una exposición exhaustiva de lasprincipales ideas en criminología desde sus comienzos hasta laactualidad, una crítica revitalizadora, amplia y reflexiva de lacriminología. Su propósito final es presentar una teoría que sir-va para sacar a esta ciencia de su confinamiento en problemasconcretos, artificialmente separados, a fin de que se ocupe de

una cuestión básica: la relación de! hombre con las estructuras de autoridad. Si e!delito, las conductas desviadas y e! disenso +afirman estos expertos- llevan a quelas personas que incurren en ellos sean, en número cada vez mayor, encarceladas,internadas en hospitales psiquiátricos o recluidas en reformatorios por considerarque requieren control, es oportuno que las sociedades en que esto acontece reali-cen una crítica inmanente de la teoría criminológica que sustentan.

El poder reorientador de esta obra reside en su capacidad de demostrar que todoslos estudios sobre el delito y la conducta desviada, aun estando profundamentearraigados en sus propias tradiciones especializadas, también se hallan condicio-nados por teorías sociales más amplias y generales que siempre están presentes ytienen importancia, aunque se guarde silencio sobre ellas. Este significativo estu-dio reencauza toda la estructura de! discurso técnico acerca de! delito y la conduc-ta desviada rompiendo ese silencio, lanzándose a un discurso deliberado sobre lateoría social general que sólo suele figurar· tácitamente en los trabajos especializa-dos. Si un libro puede lograr que la crirninología llegue a ser una disciplina inte-lectualmente seria y no sólo profesionalmente respetable, esta obra, notable por laforma en que combina lo analítico con lo histórico, lo logrará.

ISBN 978-950-518-192-6

Amorrortujeditores A«o.euaeu:E89 789505181926

Ian Taylor, Paul Waltony Jock YoungLa nueva criminologíaContribución a una teoría socialde la conducta desviada

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~,,¡'t~~,¡.l"~~:':i.;~5:i':'r.~iR~io,tecade sociología "__The new criminology: for a social theory of deuiance, Ian Taylor, Paul Waltoü·y JockYoung© Ian Taylor, Paul Walton y Jock Young, 1973Traducción: Adolfo Crosa

Primera edición en inglés, 1973. Segunda edición revisada, 1975Primera edición en castellano, 1977; primera reimpresión, 1990; segundareimpresión, 1997. Segunda edición, 2001. Tercera edición, 2007

© Todos los derechos de la edición en castellano reservados porAmorrortu editores SA, Paraguay 1225, 7° piso - C1057 AAS Buenos AiresAmorrortu editores España S.L., C/SanAndrés, 28 - 28004 Madrid

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Queda hecho el depósito que previene la ley n° 11.723

Industria argentina. Made in Argentina

ISBN 978-950-518-192-6

Taylor,IanLa nueva criminología: contribución a una teoria social de la

conducta desviada / Ian Taylor, Paul Walton y Jock Young. - 3" ed. -Buenos Aires: Amorrortu, 2007.

368 p. ; 23x15 cm.- (Biblioteca de sociología)

Traducción de: Adolfo Crosa

ISBN 978-950-518-192-6

1. Sociología Criminal. - I. Crosa, Adolfo, trad. n.TítuloCDD 343.97

Impreso en los Talleres Gráficos Color Efe, Paso 192, Avellaneda, provincia deBuenos Aires, en septiembre de 2007.

Tirada de esta edición: 1.500 ejemplares.

/¿8:;/I"¡.:"#i."gf!g,ffJiJJ.ivjr,fuero,de la ley debes ser honesto.Sé que tú dices siempre: "Estoy de acuerdo".Pues bien, ¿dónde te encuentras, entonces, esta noche ... ?».

Bob Dylan, Absolutely Sweet Marie

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hace frente de manera activa a su circunstancia; por lo tanto, sucapacidad propia es la de modificar su circunstancia, esforzarsepor crearla y, en realidad, trascenderla. Ese peculiar proyecto hu-mano no siempre es viable, pero siempre existe la capacidad paraponerlo en práctica».

En esta crítica, no estamos diciendo que la psicología debe sercompletamente negada o excluida. Pero, a medida que exponga-mos nuestra argumentación, se verá que lo que más se necesita esuna psicología social que sea capaz de ubicar las acciones de loshombres, condicionadas por creencias y valores, en su contextohistórico y estructural. Martin Nicolaus (1969)ha dicho de la cien-cia social: «¿Qué clase de ciencia es esta, que sólo tiene validezcuando los hombres permanecen inmóviles?». Una teoría social dela conducta desviada debe tratar de estudiar a hombres en movi-miento.

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3. Durkheim y el rechazo del «individualismoanalítico»

El valor fundamental de la obra de Durkheim reside en que ex-puso los elementos de la explicación social en un momento en elque la filosofía política y ética>la «ciencia» de la:economía políticay las escuelas positivas estaban unidas tras la bandera del indivi-dualismo. Basándose en los trabajos temporariamente olvidadosde los estadísticos morales, Durkheim [1964a, págs. 144-5; ed. fr.,págs. 176-7)apromovió un enfrentamiento entre los sociólogos, in-teresados en los hechos sociales>y aquellos que practicaban un re-duccionismo individualista:

«Siconsideramos los hechos sociales como cosas, los consideramoscomo cosas sociales. [... ) A menudo se ha pensado que esos fenó-menos, a causa de su complejidad extrema, no se prestaban alestudio científico o sólo podían ser objeto de estudio si se reducíana sus condiciones elementales, psíquicas u orgánicas, es decir, des-pojados de su verdadera naturaleza. [... ) Nos hemos negado in-cluso a reducir la inmaterialidad sui generis que los caracteriza [alos hechos sociales) a la inmaterialidad, por lo demás compleja, delos fenómenos psicológicos; con mayor razón aún, nos hemos nega-do a reabsorberla siguiendo la escuela italiana, en las propiedadesgenerales de la materia organizada».

La psicología y la biología no eran las únicas disciplinas que nopodían explicar la determinación social de la acción. El «indivi-dualismo analítico» se manifestaba, en especial>en la filosofía po-lítica tradicional del liberalismo, en la filosofía clásica de un con-trato social celebrado libremente por individuos atomizados, querenunciaban en cierto grado a esa libertad a cambio de la protec-ción de la sociedad. Esta clase de individualismo analítico, paraDurkheim, no guardaba relación alguna con la realidad de la so-ciedad industriaL Una sociedad dividida en diferentes grupos deinterés, basada en la desigualdad, no era una sociedad en la quepudiesen celebrarse «contratos justos» entre los individuos y lasociedad. Escribió lo siguiente [1964b, pág. 202; ed. fr., pág. 179):

«Además, la concepción del contrato social resulta hoy muy difícilde defender, porque no guarda relación con los hechos. El observa-dor no la encuentra al recorrer su camino, por así decirlo. No sólo

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no hay sociedades que tengan tal origen, sino que tampoco hay; so- .ciedades cuya estructura presente las más mínimas caracterfsti"-'cas de organización contractual. Por lo tanto, no es ni un hecho re-gistrado por la historia ni una tendencia que surja del desarrollohistórico. En consecuencia, para revitalizar esta doctrina y hacer-la digna de crédito, fue necesario considerar contrato la adhesiónque cada individuo, ya adulto, presta a la sociedad en la que nació,por el solo hecho de seguir viviendo en ella. En este caso, habríaque denominar contractual a toda acción del hombre que no estu-viera determinada por la coacción».

El ataque contra la filosofia política utilitaria era también, porfuerza, un ataque contra la visión de la vida económica que se re-flejaba en la obra de Herbert Spencer y los teóricos de la economíapolítica dellaissez (aire. Mientras que estos pensadores tendían aconsiderar las relaciones económicas como un enfrentamiento yun intercambio entre los intereses sociales de la oferta y la de-manda, lo que daba por resultado la satisfacción de ambas, Durk-heim [1964b, pág. 204; ed. fr., pág. 181] tenía una visión menos op-timista de los «intereses» de la sociedad industrial de su tiempo:«En efecto, el interés es lo menos constante del mundo. Hoy>me esútil unirme a usted; mañana, la misma razón hará de mí su ene-migo».

A juicio de Durkheim, las «ciencias» morales y económicas desu época actuaban como si las condiciones que suponían la igual-dad individual de intereses, los contratos justos, etc., prevalecie-sen efectivamente en la realidad. Durkheim [1964a, pág. 26; ed.fr., pág. 34]10 negaba y se lamentaba de que

«. •. nunca se ha hecho experimento o comparación metódica algu-na con el fin de determinar que> en verdad> las relaciones económi-cas se ajustan a esta ley [la de la oferta y la demanda]. Todo lo que[los economistas utilitario sl han podido hacer y han hecho ha sidodemostrar dialécticamente que, para promover sus intereses, losindividuos tienen que proceder así. [... ] Pero esta necesidad muylógica no guarda semejanza alguna con la necesidad que repre-sentan las verdaderas leyes de la naturaleza. Estas últimas ex-presan las relaciones según las cuales los hechos están realmentevinculados entre sí y no la forma en que convendría que estuvie-sen vinculados».35

..

Al afirmar que el orden social no era tan automático como losutilitaristas querían creer> Durkheim pretendía establecer lascondiciones en las que aquel sería posible. La importancia de sustrabajos, sin embargo> no radica sólo en que intentó (sobre todo enLa división del trabajo social y en El socialismo y Saint-Simon)aislar y describir los determinantes del ordeny la cohesión social,

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sino también en el hecho de que explicó por qué ese orden no exis- . . .. .,tía en la sociedad industrial de su tiempo. ...::.-.¿;~s.: . ·.·""-~·;:;"_··<"c•.,;>'0.•••• ,

El rechazo del individualismo analítico, expuesto con máximaclaridad en Las reglas del método sociológico, publicado en 1895,se manifiesta en el concepto de «hecho social». Durkheim habíacomprendido que el mundo no era simplemente el resultado de laacción individual, A diferencia de los utilitaristas y de los liberalesclásicos, Durkheim [1964a, pág. 2; ed. fr., pág. 6] entendía que lasociedad no era el reflejo directo de las características de susmiembros individuales. Las personas no siempre podían elegir.

«El sistema de símbolos que uso para expresar mis pensamientos,el sistema monetario que empleo para pagar mis deudas, los ins-trumentos de crédito que utilizo en mis relaciones comerciales, lasprácticas que sigo en mi profesión, etc., funcionan independiente-mente del uso que yo hago de ellos. [... ] [Son] formas de actuar,pensar y sentir que presentan la notable característica de existirfuera de las conciencias individuales».

Además, esas características del sistema de comercio, de lascomunicaciones y de la moral de una sociedad y>en realidad, sufuncionamiento general, no sólo eran externas sino también coac-tivas. La coacción puede ser formal, y ejercerse por medio de la ley,o informal e indirecta (la que se ejerce por medio del ridículo, porejemplo), pero que no por ello es menos eficaz. Gran parte de lasúltimas obras de Durkheim estuvieron destinadas a explicar laforma precisa asumida por los hechos sociales externos y coac-tivos, tal como se manifestaban en la sociedad industrial del sigloXIX. En Las reglas ... , sin embargo, la postura de Durkheim es, engeneral, polémica y tiene por fin demostrar que el utilitarismo es.metodológicamente inadecuado y, en especial, que no puede conce-bir los hechos sociales como cosas (que existen fuera de la concien-cia del individuo) y que coaccionan al hombre [1964a, pág. 14; ed.fr., págs. 20-1]:

«El hombre no puede vivir en medio de las cosas sin formarse al-gunas ideas acerca de ellas, ideas según las cuales regula su com-portamiento. Sin embargo, como esas nociones están más próxi-mas a nosotros y más a nuestro alcance que las realidades a lasque corresponden, naturalmente tendemos a sustituir estas últi-mas por aquellas y a hacer de aquellas el objeto mismo de nues-tras especulaciones. [... ] En lugar de una ciencia que estudia larealidad, no hacemos nada más que un análisis ideológico».

El rechazo del individualismo analítico era entonces tambiénun rechazo de la ideología idealista y llevó a Durkheim, al igual

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que a los eO,siJjvistas, a investigar las posibilidades concretas, a--'''diferencí1iaflaifliléálés, impuestas por la sociedad industriaL

La ruptura con el positivismo

A menudo se ha dicho que toda la obra de Durkheim puede in-terpretarse como una respuesta a su propia marginalidad per-sonal y, en relación con ello, a su temor a la desorganización en-gendrada por la industrialización (en particular, su aversión ha-cia las «turbas» revolucionarias de 1789 y 1870).36

El énfasis común a Durkheim, los primeros positivistas (enespecial, Comte) y los «estadísticos morales» en la búsqueda delorden ha llevado, con frecuencia, a creer que esos pensadores tam-bién tenían una metodología común. Por ejemplo, Douglas [1967,pág. 15] ha sostenido que El suicidio, de Durkheim, es «ante todoun intento de sintetizar los mejores principios, los métodos deanálisis y los resultados empíricos de los estadísticos morales pa-ra demostrar la necesidad de una disciplina independiente en-cargada de estudiar la sociedad humana».

Se ha sostenido que la visión de la sociedad como algo externoy caracterizado por una moral coactiva la tomó Durkheim del li-bro sobre Enfermedades mentales de Esquirol, obra publicada en1839, y del Tratado del hombre, de Quetelet, de 1842. Douglasdice también que Durkheim tomó los métodos de recopilación es-tadística y de comparación etiológica empleados en El suicidio dela obra precursora de Brierre Brosmont [1856]. En el nivel másgeneral, Douglas [1967, pág. 21] afirma (por lo menos, en lo rela-tivo a El suicidio) lo siguiente: «El enfoque sociologista de Durk-~eir;n era _~ons~deradopor él mismo y por otros. co~moalgo funda-mentalmente análogo a las ideas básicas de la ciencia de la termo-dinámica, que estaba notablemente adelantada y sistematizadaen el siglo XIX».

Es precisamente esta concepción del método de Durkheim co-mo algo mecanicista (que supone técnicas similares a las de la ter-modinámica y el análisis estadístico positivista) y la idea implícitade que Durkheim trabajaba con un modelo orgánico simple de lasociedad (defendido por Comte y los estadísticos morales) lo quequeremos refutar. Sin duda que, para Durkheim, era útil concebirla sociedad como un organismo (y, por ende, en cierta medida deacuerdo con modelos derivados de las ciencias naturales), perotambién es cierto que Durkheim trató de especificar las condicio-nes sociales, es decir, históricas y estructurales, de la salud (or-den) y la enfermedad en la sociedad. Al tratar de hacer esto últi-mo, su obra-se basó menos en una metodología propia de las cien-

..-._5~a.s!1.l:!;tHf>~!~~\q~_e.~n una comprensión de la dialéctica entre las-s ..•... _.....,.j¡;;:-:;"" ~'-:_-:-;~~~tt-·-'·"c.. "e;; S'!'_~~ • ".•. _

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necesidades d~J9,~..p.oIIll~r~!?~quetenían la posibilidad de interpre-tar 10s-ora~ñañüehtb¡'s?íc1illés como adecuados y/o significativos)y los ordenamientos de la estructura misma. En síntesis, teníauna sociología política del Estado, de las relaciones productivas yde los hechos sociales en general, nada de lo cual puede reducirsea un simple biologismo social.37

Corresponde destacar esto antes de discutir cabalmente la in-terpretación de Durkheim de la división del trabajo, porque es es-ta visión de un Durkheim mecanicista, biologista y deterministaen un sentido simple la que ha sido asimilada de manera ortodoxapor las sociologías del delito y el control social que reciben los nom-bres de teoría de los sistemas, funcionalismo y, más recientemen-te, «teoría» cibernética. Más adelante sostendremos que esta «tra-ducción» de Durkheim fue influida, con buenas y malas conse-cuencias, por un lado por Talcott Parsons y (en mayor medida, enlo que se refiere a la criminología y la sociología de la conductadesviada) Robert Merton y, por el otro, si bien de manera menosnotoria, por los investigadores de la escuela de sociología aplicadade Chicago, interesados en la ecología de la estructura y la organi-zación social. Es esta última tradición -en la que Durkheim esconsiderado un ecólogo social y un teórico de la cultura- la quelleva a la teoría contemporánea de las subculturas, en particularen lo relativo a la delincuenciajuvenil. Nuestro propósito es desta-car la forma peculiar en la que la sociología de Durkheim, no obs-tante todo lo dicho por sus comentaristas, representa efectiva-mente un rechazo del positivismo (y,por consiguiente, de las teo-rías estáticas y simplistas del hombre implícitas en la obra deComte), y cómo su sociología se basa no sólo en una crítica radicalde la industrialización sino también en una imagen compleja (nopositivista) del hombre dentro del orden social.

Gran parte de lo que se sostiene (erróneamente) acerca de laspréocupacloñes teóricas de Durkheim es mucho inás aplicable a Íaobra de Auguste Comte, unánimemente considerado el fundadorde la ciencia positiva. Al igual que Durkheim, Comte pasó granparte de los primeros años de su vida en una Francia dividida y,también como Durkheim, estuvo vinculado con círculos saint-si-monianos de París que enfrentaban el problema de la reforma so-cial en un período de aparente colapso social. El interés de Comte(expresado sintéticamente en el lema que con tanta frecuencia seasocia a su nombre, savoir pour preuoir) era asegurar que

«, . .la aparición de la sociología misma [fuera] parte de una pautadeterminada de cambio histórico. Una vez que el sociólogohubiesedescubierto las leyes de tal cambio, su misión era emplear ese des-cubrimiento para controlar el curso político de la "regeneraciónsocial". Lo que es más, esa capacidad de discernimiento que poseíael sociólogo era una e~-pacidad de _discernir políticas y propósitos

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éticamente valiosos, es decir, aquellas políticas que promQveríanel "progreso". En otras palabras, Comte pasa muy sutilmente de'lo indicativo a lo imperativo» [Gould, 1969, pág. 40].

Sin duda, los escritos de Comte fueron imperativos y polémi-cas, dado que pocas dudas le cabían acerca de la gravedad de lacrisis de su época, ocasionada, a su juicio, por la acelerada separa-ción de los hombres en diferentes grupos ocupacionales en pro delos intereses de la producción industrial. Escribió [1854, libro IV,pág. 429]: «La extensión de la sociedad genera~ ame~aza [... ] condescomponerse en una multitud de corporaciones mcoherentesque casi parecen no pertenecer a la misma especie». "

En esencia, lo que Comte sostiene es que la saparacicn de loshombres en distintos lugares de trabajo y residencia (un progresohacia una etapa superior de civilización material) socavó la auto-ridad moral de una sociedad previamente unida. Los hombres ro-ban luchan y entran en conflicto, no necesaria ni fundamental-mente porque ello consulte sus intereses materiales, sino básica-mente porque no hay autoridad superior que los l~eve a actu~r. ~eotra forma. La creación de esta autoridad supenor es la IDlSlOnhistórica de la ciencia positiva.

El intento de Comte de alcanzar esta finalidad en nombre de laciencia positiva fue calificado (por Durkheim) de «metafísi~o»algunas veces y de «utópico»otras. La difere~cia entre Du:khe~y Comte radica en sus concepciones de lo SOCIal,en el sentido masamplio, y, más concretamente, en sus respecti~as imágenes ~~lhombre. Para Comte, la tarea de crear una autondad moral legíti-ma que asegure el orden social consiste simplemente en crear unaautoridad moral que aliente a la humanidad en su progreso natu-ral a través de las etapas de la civilización. El hombre tiene un de-seo natural e intrínseco de perfeccionarse y, por ello, una sociedadperfecta y ordenada queda garantizada con la erección, por partede los científicos positivos, de una autoridad moral que, en lugarde obstruir, legitime el progreso. La explicación del desorden, porlo tanto se centra realmente en la idea de un «retraso cultural», laincapacidad de la autoridad moral de mantenerse a la par de lasiniciativas estructurales productivas y progresistas del hombre.

Durkheim disiente de Comte respecto de la naturaleza delhombre. Para Comte, según las propias palabras de Durkheim[1964a, pág. 99; ed. fr., pág. 122], «la relación entre las leyes fun-damentales de la naturaleza humana y los resultados últimos delprogreso siempre es analítica. Las formas más complejas de ci~li-zación son sólo un desarrollo de la vida psíquica». Para Durkheim[págs. 103-4; ed. fr., págs. 127-8], por el contrario:

«Las almas individuales, agregándose, penetrándose y fusi~nán-.dose, dan origen a un ser psíquico si se quiere, pero, que.constituye

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una individualidad psíquica nueva. Es entonces en la naturalezade esta individualidad y no en la de las unidades que la tornim,donde debemos buscar las causas inmediatas y determinantes delos hechos que se producen en ella. [... ] En una palabra, hay entrepsicología y sociología la misma solución de continuidad que entrebiología y ciencias físico-químicas. Por consiguiente, podemos es-tar seguros de que cada vez que un fenómeno social se explica di-rectamente por un fenómeno psíquico la explicación es falsa».

Así como Durkheim, a diferencia de lo que sostienen muchosde sus comentaristas, rechazaba específicamente la concepcióndel hombre de Thomas Hobbes como «naturalmente» refractario ala vida común [pág. 121; ed. fr., pág. 148], así igualmente negabala visión psicologista de Comte acerca de la perfectibilidad huma-na. Ambas eran ahistóricas y presuponían que el hombre no eraafectado por las nuevas corrientes morales de una sociedad encambio, y ambas tendían a presuponer que había una solución decontinuidad entre el hombre y la sociedad. Al hacer hincapié en lainterrelación dialéctica entre la humanidad (o la naturaleza hu-mana) y la sociedad (en particular, las formas que asume la divi-sión del trabajo), Durkheim estableció una ruptura fundamentalno sólo con el utilitarismo (para el cual la sociedad era simplemen-te la suma de sus partes) sino también con el positivismo (con suvisión estática de la relación entre hombres y sociedad).

Durkheim y su concepción de la naturaleza humana

Si, como Durkheim sostenía refutando a Comte, era utópico eidealista pensar que había un tipo de autoridad moral universal-mente apropiado para imponerse a la naturaleza absoluta delhombre en todas las épocas, ello se debía en gran parte a su con-cepción «dualísta- de la naturaleza humana, noción que tambiénse vería sistemáticamente privada de su contenido esencial en lasversiones norteamericanas [Hartan, 1964], y que implicaba reco-nocer la «dualidad constitucional de la naturaleza humana», dua-lidad del cuerpo y sus necesidades, por un lado, y del alma, por elotro. Su posición al respecto no quedó claramente formulada has-ta que publicó Las formas elementales de la vida religiosa en 1912,pero incluso entonces se sintió obligado a reiterar su posición antesus críticos en una revista italiana en 1914.

En ese artículo escribió [Wolff,1960, pág. 328l:

«La vieja fórmula hamo duplex es [... ] verificada en los hechos.Lejos de ser sencilla, nuestra vida interior tiene algo semejante aun doble centro degravedad. Por un lado, está nuestra indi'1dua-

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lidad y, más especialmente, nuestro cuerpo, en el que se basa; porel otro está todo lo que en nosotros expresa lo que es distinto de no-sotros mismos. No sólo son estos dos grupos o estados de concien-cia diferentes en cuanto a sus orígenes y propiedades, sino queexiste un verdadero antagonismo entre ellos. Se contradicen y nie-gan mutuamente. No podemos perseguir fines morales sin ocasio-nar una división en nosotros mismos, sin ofender los instintos ytendencias más profundamente arraigados en nuestros cuerpos».

Los instintos están determinados orgánicamente, y controlar eimponerse a los hombres es la tarea del sentimiento social queactúa por intermedio del «alma». «Es evidente que las pasiones ytendencias egoístas se originan en nuestra constitución indivi-dual, mientras que nuestra actividad racional, teórica o práctica,depende de causas sociales» [ibid., pág. 338].

Sin embargo, el egoísmo constitutivo no tiene que confundirsecon el individualismo en la sociedad política. La institucionaliza-ción del «individualismo» como credo social y político es paraDurkheim el producto de un largo período de evolución social y, enespecial, del desarrollo de relaciones de solidaridad orgánica y nomecánica.é'' Pero no hay ninguna coincidencia natural, o comtea-na, de esos rasgos del progreso y cambio social. En respuesta a suscríticos, Durkheim sostuvo lo siguiente [ibid., pág. 338; las bas-tardillas son nuestras]:

«No hay duda de que si la sociedad fuese únicamente el desarrollonatural y espontáneo del individuo, esas dos partes de nosotrosmismos armonizarían y se ajustarían mutuamente sin chocarentre sí. [... ] Sin embargo, sucede que la sociedad tiene su natu-raleza propia y, por consiguiente> sus necesidades son diferentesde las de nuestra naturaleza como individuos: los intereses del to-do no coinciden necesariamente con los de las partes. Por lo tanto>la sociedad no puede constituirse sin que tengamos que hacer sa-crificios permanentes y costosos».

Entre los sacrificios permanentes y costosos exigidos al hamoduplex de Durkheim en nombre del progreso de la reglamentaciónmoral y, por lo tanto> de la civilización, figuraba el constante some-timiento a las limitaciones impuestas por la conciencia colectiva(la moral general, social, de la época» y este sometimiento, se de-cía, era parte del camino hacia la libertad [ibid., pág. 339]:

«Dado que la función de lo social que llevamos con nosotros serácada vez más importante a medida que la historia progrese, esperfectamente probable que llegue una era en la que el hombretenga que resistirse en menor medida, una era en la que pueda vi-vir una vida más fácil y menos llena de tensiones».

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Muchos han observado [cf.Coser>1960] la similitud entre estaposición y la de Freud, que consideraba que la mayor represión dela conciencia individual era necesaria para el adelanto de la civili-zación. Sin embargo> lo que ha pasado inadvertido para muchos esla diferencia de supuestos. El hombre tiene que ser reprimido nosólo porque tiene ciertas necesidades y predisposiciones constitu-cionales o biológicas (la posición de los reduccionistas biológicos»sino también porque si no se reprime esta parte de la dualidadconstitucional del hombre puede producirse una situación de faltade normas, o anómica y, por ello, asocial. El cuerpo y el alma delhombre no armonizarían.

Anomia y división del trabajo

El ataque de Durkheim contra los utilitaristas estaba motiva-do, ante todo>por el deseo de comprender la sociedad tal como es,y no como debe ser; a su juicio, los utilitaristas practicaban funda-mentalmente una filosofía ética más que una ciencia social.

En suma> Durkheim estuvo en desacuerdo con los positivistasbiológicos al tratar de explicar la existencia de normas sociales, ycon los clásicos al concebir las normas sociales que constriñen alos individuos, no como algo aceptado libremente sino como pro-ducto de la dialéctica entre el individuo y la sociedad, el cuerpo yel alma. Una ciencia social «necesita conceptos que expresenadecuadamente las cosas como son en la realidad y no como resul-ta útil concebirlas para satisfacer fines prácticos» [Durkheim,1964a, pág. 43; ed. fr., pág. 54].

La ciencia de los «hechos sociales», elaborada en Las reglas delmétodo sociológico, puso de relieve en primer lugar que los hom-bres viven, no en un universo de elecciones y libertad (afectado só-lo por la falta de una adecuada autoridad moral), sino en condicio-nes en las que no se aprovechaban sus facultades naturales. Ensíntesis, viven bajo una división del trabajo «impuesta».

Esta idea, más que cualquier otra, es la base de la concepciónde Durkheim acerca de la anomia y las condiciones que producenel delito, la desviación y el desorden. Influido quizás en parte porsu inmersión en el «socialismo» de Saint-Simon (tradición queComte, polémicamente, había interpretado mal), Durkheim com-prendió que la autoridad moral era aceptable para los hombres só-lo enla medida en que estuviese relacionada con la situación ma-terial real de los mismos. La autoridad moral no era autoridad enabsoluto si carecía de sentido para hombres insertos en posicionessociales inusuales, en rápido cambio o>lo que era más importante,impuestas. En una situación en la que los hombres no desem-peñaban papeles ocupacionales y sociales compatibles con su ta-

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lento natural, la autoridad moral carecería totalmente de eficaciaa menos que estuviera vinculada con la tarea de la reforma socialMientras que la ciencia positiva de Comte (y muchas sociología~contemporáneas del control social) parte sólo del temor de la«descomposición [de la sociedad) en una multitud de corporacio_nes incoherentes», posición que pone de manifiesto su carácter deideologías de la reacción y el retroceso social, la «sociología» deDurkheim se ocupa del motor del cambio social y, en especial, de ladestr,ucción de la división forzada del trabajo [1964b, pág. 387; ed.fr., pago 381):

t

«La misión de las sociedades más avanzadas es [. .. ) una obra dejusticia. Ya hemos demostrado que, en realidad, sienten la necesi-dad de orientarse en ese sentido, lo que también queda ilustradopor la experiencia de cada día. Así como el ideal de las sociedadesinferiores era crear o mantener una vida común tan intensa comofuera posible, que absorbiese al individuo, el nuestro es instauraruna equidad cada vez mayor en nuestras relaciones sociales paraasegurar el libre desarrollo de todas las fuerzas socialmente útilesque poseemos».

Giddens [1971b, pág. 494; las bastardillas son nuestras) conci-be el «radicalismo» de Durkheim de la siguiente manera:

«Las obras de Durkheim no encierran añoranza alguna de épocaspretéritas, ni una búsqueda caprichosa de la revitalización de laestabilidad del pasado. No se puede volver a las formas sociales delos tipos anteriores de sociedad y, para Durkheim, aun si estofuese posible, no constituiría una perspectiva deseable. En la so-ciedad tradicional, los hombres están sometidos a la tiranía del~po; la individualidad está subordinada a la presión de la con-s~~en~e collective. La expansión de la división del trabajo y el debi-litamiento de la conscience collective son los medios para eludiresa tiranía: pero la disolución del viejo orden moral amenaza al in-~~d~o con,otra tiranía, la de sus propios deseos inagotables. Elindividuo solo puede ser libre si actúa en forma autónoma y si escapaz de controlar y canalizar sus impulsos».

Para Durkheim, la sociedad tradicional se caracterizaba porr~laciones de solidaridad mecánica, es decir, «una estructura so-cial de naturaleza determinada» vinculada con «un sistema desegmentos homogéneos y semejantes entre sí» [Durkheim 1964bpág. 181; ed. fr., pág. 157), o como dice Giddens [1971a, ~ág. 76):«grupos político-familiares [grupos de clan) muy parecidos entresí respecto de su organización interna». Esas relaciones están deacuerdo con los sistemas de control social-los medios con los cua-les se aplica la arrogante autoridad moral (la conscience collec-

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tive)- y, en especial, el derecho. Este último es el índice objetivo yno moral del progreso de la división del trabajo a medida que sedesarrollan las sociedades; la falta de un indicador objetivo de esaíndole constituye el principal defecto de otras teorías de la socie-dad [Durkheim, 1964b, págs. 39-46; ed. fr., págs. 27-34). El dere-cho de las sociedades tradicionales es el «derecho represivo», quese caracteriza por la existencia de un acuerdo moral general acer-ca de la naturaleza del comportamiento punible (delito). Hay, enotras palabras, una fuerte conscience collective que sustenta laaplicación del derecho represivo y hay acuerdo general tambiénsobre la naturaleza de la pena (que implica, por ejemplo, verseprivado de la libertad y del honor o sufrir castigos). Es importanteobservar que esas penas no especifican ninguna obligación moralde obedecer la ley, por ejemplo mediante la «rehabilitación» o la«reforma», porque todos saben muy bien cuáles son sus obligacio-nes; estas quedan especificadas al existir una fuerte conscience co-llective, que consagra tanto las obligaciones como los derechos in-dividuales.

Cuando las leyes se ponen por escrito y se codifican, dice Durk-heim [1964b), ello se debe a que los problemas de la litigación re-quieren una solución más definida. Si la costumbre sigue rigiendoen silencio, sin plantear discusiones ni dificultades, no hay moti-vos para transformarla. Esta situación, a su vez, sólo puede surgircuando las relaciones de solidaridad mecánica se debilitan al de-sarrollarse lo que Durkheim [1964b, pág. 11; ed. fr., pág. 79) llama«funciones especiales» en el adelanto de la división del trabajo:«La naturaleza misma de la sanción restitutiva basta para de-mostrar que la solidaridad social a la que corresponde este tipo dederecho es de una clase completamente diferente».

El desarrollo del derecho restitutivo, que se caracteriza poraplicar sanciones y exigir una expiación, y que queda institucio-nalizado con el crecimiento de tribunales especiales que no habíanexistido (y que no existen) en las sociedades de solidaridad mecá-nica, es prueba de la pérdida de influencia de la conscience collec-tive y del auge de la individualidad de intereses, funciones e iden-tidades alentado por la especialización de tareas en la división deltrabajo. En estas condiciones, de solidaridad orgánica, se abre laposibilidad de la tensión entre los intereses de la conscience collec-ti ve y los de los hombres con intereses individuales, la fuente de laanomia [Durkheim, 1964b, pág. 131; ed. fr., págs. 100-1):

«Mientras que [la solidaridad mecánica) implica que los indivi-duos se parecen unos a otros, [la solidaridad orgánica) presuponesu diferencia. La primera únicamente es posible en la medida enque la personalidad individual queda absorbida por la personali-dad colectiva; la segunda únicamente es posible si cada uno tieneuna esfera de acción que le es propia y, por consiguiente, una per-

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sonalidad. Es necesario, entonces, que la conciencia colectiva dejelibre una parte de la conciencia individual para que allí puedanestablecerse esas funciones especiales, funciones que aquella nopuede regular».

Cuando rige la solidaridad orgánica, entonces, el «individua-lismo» se ve realmente afianzado por la conciencia colectivamientras que cuando rige la solidaridad mecánica se instituciona,liza el colectivismo, de acuerdo con esa conciencia colectiva. Enotras palabras, en la solidaridad mecánica, donde los roles estánmenos especializados y diferenciados, hay una estrecha proximi-dad entre las facultades heredadas y la actividad social; en lasociedad orgánica, por el contrario, con una división especializadadel trabajo, es necesario que las facultades heredadas se desarro-llen socialmente, y de ahí la importancia de las normas que alien-tan efectivamente la individuación.

La anomia se origina en esta disociación entre la individuali-dad y la conciencia colectiva. Puede expresarse en dos formas re-lacionadas entre sí. O bien la conciencia colectiva no es capaz deregular los apetitos del hombre y surge la anomia, o el «culto delindividuo» es fomentado más allá de lo necesario y suficiente paralograr que los hombres desempeñen los roles y las funciones espe-cializadas propias de una sociedad diferenciada. En este últimocaso, aparecen normas que fomentan activamente el desplieguede aspiraciones incontroladas y surge el «egoísmo».39

Para Durkheim, la situación anómico-egoísta era una etapapatológica en el desarrollo de la sociedad. Como los positivistas, éltenía una alternativa ética que ofrecer; a diferencia de ellos, pen-saba que esa alternativa se desarrollaría, no gracias a las activi-dades morales de los hombres de cíencia.s" sino mediante la for-mación de asociaciones profesionales y la abolición de la herencia,como resultado del progreso de la propia división del trabajo. Laanomia, el egoísmo y el desorden de su época desaparecerían conel afianzamiento de la división del trabajo «espontánea» en lugarde la «impuesta» [Durkheim, 1964b, pág. 377; ed fr., págs. 370-1;las bastardillas son nuestras]:

e ••• se puede decir entonces que la división del trabajo sólo pro-duce solidaridad si es espontánea y en la medida en que lo es. Porespontaneidad hay que entender la falta, no sólo de toda violenciaexpresa o formal, sino de todo aquello que puede dificultar, aun-que sea indirectamente, el libre desarrollo de la fuerza social quecada uno lleva en sí. Supone que los individuos no queden relega-dos por la fuerza a funciones determinadas y, además, que ningúnobstáculo, de naturaleza alguna, les impida ocupar en el marco so-cial el lugar que guarde relación con sus facultades. En una pala-bra, el trabajo se divide espontáneamente sólo cuando-la sociedad

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está constituida de manera tal que las desigualdades sociales ex-presan exactamente las desigualdades naturales. Para ello, e~necesario y suficiente que estas últimas no sean sobrevaloradas nidespreciadas por ninguna causa exterior. La espontaneidad per-fecta es, por lo tanto, sólo una consecuencia y una manifestacióndiferente de este otro hecho: la igualdad absoluta en las condicio-nes externas de la lucha. Consiste, no en un estado de anarquíaque permitiría a los hombr~s satisfacer libr~me~:e ~oda~sus ten-dencias, buenas y malas, sino en una orgamzacion inteligente enla que cada valor social, por no estar exagerado ni en un sentido nien otro por nada que le sea extraño, sería estimado en su justamedida».

«Lo normal y lo patológico»

Durkheim dedicó una cantidad considerable de espacio y detiempo a examinar la cuestión del delito, por lo común para ilus-trar su enfoque metodológico general (en Las reglas ... ), su con-cepción del desarrollo del individuo (en De la división del trabajosocial) o la declinación de la conciencia colectiva (en Etica profe-sional y moral cívica). Los textos tradicionales de criminologíahan tomado estas ilustraciones fuera de contexto para describir la«posicióndurkheimiana sobre el delito». Reubicaremos brevemen-te esta versión errónea en la teoría general de Durkheim.

El delito, para Durkheim, es un «hecho social», es «normal».Por lo común, en los textos, esto se interpreta fundamentalmentecomo una observación estadística y cultural. Radzinowicz [1966,pág. 72], refiriéndose a Durkheim, escribe en Ideology and crime:

«Indudablemente, el delito era un fenómeno general. No sólo seproducía en todas las sociedades avanzadas sino en toda sociedad,de cualquier tipo, en todas las fases de su desarrollo. No había in-dicio alguno de que estuviera declinando. Por lo tanto, tenía queser aceptado como un hecho social, como una parte normal de lasociedad que no podía erradicarse a.voluntad».

En la próxima sección intentaremos demostrar, primero, quela posición de Durkheim era bastante más compleja y que, en par-ticular, concibió cierta clase de sociedad en la que el delito no seríanormal en el sentido de ser un hecho social; y, segundo, que la no-ción general del delito que aparece en las interpretaciones deDurkheim hechas en los libros de texto oculta los diferentes sen-tidos en que este autor quería emplearla. Sin embargo, las inter-pretaciones tradicionales están en lo cierto cuando señalan queDurkheim, más aún que los estadísticos morales, estaba conven-

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cido de que el delito era un hecho social ordinario y normal en elsentido de que desempeñaba determinada función social. Másallá de la existencia de muchos residuos biológicos y fisiológicosdistribuidos en toda la sociedad, había un motivo para que persis-tiera. Dijo [1964a, pág. 67; ed. fr., pág. 83):

«No nos equivoquemos. Clasificar el crimen entre los fenómenosde la sociología normal no equivale sólo a decir que es un fenóme-no inevitable, aunque lamentable, ocasionado por la maldad inco-rregible del hombre; equivale a afirmar que es un factor de la sa-lud pública, una parte integrante de toda sociedad sana».

Para Durkheim, había que definir la salud pública: identificarlas formas adecuadas de comportamiento. Así pues, la concienciacolectiva está inextricablemente ligada a la realidad del delitoque es el que señala los límites de la moral [1964a, pág. 68; ed. fr.:pág. 85):

«El robo y la falta de escrúpulos lastiman el mismo sentimiento al-truista, el respeto de lo ajeno. Sin embargo, este mismo sentimien-to se ve menos gravemente ofendido por la falta de escrúpulos quepor el robo y,dado que, además, ese sentimiento no tiene en la con-ciencia media la intensidad suficiente como para reaccionar viva-mente ante la falta de escrúpulos, esta es tratada con mayor tole-rancia. Por ello, la persona inescrupulosa es sólo censurada, mien-tras que al ladrón se lo castiga».

Sin embargo, la evolución de la moral pública es el resultadode los cambios que se producen en las relaciones sociales y, sobretodo, en las profesionales. El adelanto de la división del trabajo yla creación de nuevas especialidades profesionales depende enconsiderable medida del «idealista que sueña con trascender suépoca» [Durkheim, 1964a, pág. 71; ed. fr., pág. 88) y, para que esteidealista goce de libertad, con arreglo a la ley y dentro de las nor-mas morales generales de la sociedad, para expresar esos sueños,es imprescindible que «los sentimientos colectivos en los que sebasa la moral no sean refractarios al cambio» [pág. 70; ed. fr., pág.87) en general.

El delito no solamente mantiene «abierto el sendero de loscambios necesarios»; además, en determinadas circunstancias,puede prepararlos directamente. La «funcionalidad. del delito eneste sentido no fue reflejada debidamente en las versiones nortea-mericanas, las que no tuvieron en cuenta que en cierto grado ad-mitía el carácter intencional de la actividad ilegítima, pero es de-cisiva en la formulación original de Durkheim. El delincuente deayer es el filósofo de mañana y, para Durkheim [1964a, pág. 71;ed. fr., págs. 88-9J, Sócrates era el ejemplo por antonomasia:

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,,'Cuántas veces es el crimen sólo un anticipo de la futura moral,~ paso hacia el porvenir! Según el derecho ateniense, Sócratesera un criminal y su condena perfectamente justa. Sin embargo,su crimen, la independencia de su juicio, prestó un servicio no sóloa la humanidad sino también a su patria. Sirvió para prepararuna moral y una fe nuevas que los atenienses necesitaban, porquelas tradiciones de acuerdo con las cuales habían vivido hasta en-tonces ya no estaban en armonía con sus condiciones de vida».

Por consiguiente, el delito persiste precisamente porque esobra de hombres cuyas ideas se consideran ilegítimas dentro de laconciencia colectiva existente. Una tasa elevada de criminalidades indicio de lo anacrónico de los sistemas y las ideas acerca delcontrol social. Lo que más hay que temer es el estancamiento deuna sociedad, pues refleja un obstáculo en la lucha de los hombrespor desarrollar relaciones de producción (en la división del traba-jo) y dominar la materia. "El crimen [... ) ya no debe considerarseun mal que nunca podrá reprimirse en demasía. No hay ningúnmotivo para congratularse cuando el crimen disminuye notable-mente por debajo del nivel ordinario, porque podemos estar segu-ros de que ese progreso aparente va acompañado de alguna per-turbación social» [Durkheim, 1964a, pág. 72; ed. fr., pág. 89).

Como veremos, la mayoría de estas ideas fueron luego arran-cadas de su contexto global (la elaboración teórica del concepto deDurkheim sobre la relación entre el hombre -como criatura concuerpo y alma- y la sociedad, estructurada en diferentes divisio-nes del trabajo). Esta segregación contextual de las ideas deDurkheim sobre «lonormal y lo patológico» distorsiona gravemen-te su pensamiento y, lo que es más importante para nuestros fi-nes, obstaculiza la formación de una teoría cabalmente social dela conformidad y la conducta desviada. La desvirtuación de la teo-ría social clásica es un síntoma del aislamiento de la criminologíaaplicada respecto de la teoría social en general; para reconciliar-las, es necesario que sus contenidos respectivos no sean menosca-bados al exponerlos en libros de texto.

Durkheim como meritócrata biológico

Durkheim sostiene que, cuando la división del trabajo es im-puesta, la elección de las ocupaciones no está biológicamente de-terminada [1964b, pág. 315; ed. fr., pág. 303):

,,''El hijo de un gran filólogo no hereda de él ni una sola palabra; elhijo de un gran viajero puede ser sobrepasado en geografía en laescuela por el hijo de un minero" (Bain, Emotions et volonté, pág.

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53). Esto no quiere decir que la herencia no ejerza ninguna in-fluencia sino que lo que transmite son facultades muy generales yno una aptitud particular para una u otra ciencia. El niño recibede sus padres una cierta capacidad de atención, una cierta dosisde perseverancia, un juicio sano, imaginación, etc. Sin embargo,cada una de estas facultades puede ser conveniente para un sin-número de especialidades diferentes, como también asegurar eléxito en todas ellas».

Por consiguiente, el tipo de determinismo biológico empleadopor Lombroso para explicar el delito tiene que ser también inade-cuado [ibid., pág. 317; ed. fr., págs. 305-6).

«Todolo que se puede decir [... ) es que la propensión al mal en ge-neral es a menudo hereditaria, pero de ello nada puede deducirsecon relación a las formas concretas del crimen y el delito. Sabemos[... ) que ese supuesto tipo criminal no tiene, en realidad, nadade específico. Muchos de los rasgos que manifiesta aparecentambién en otras personas. Todo lo que sabemos es que se pareceal de los degenerados y los neurasténicos. Si este hecho es pruebade que entre los criminales abundan los neurasténicos, de ello nose sigue que la neurastenia lleve siempre e inevitablemente alcrimen».

Lo mismo sucede con el suicidio [Durkheim, 1952, pág. 81; ed.fr., págs. 52-3):

«... ningún estado psicopático guarda una relación regular e in-discutible con el suicidio. No porque en una sociedad haya más omenos neuróticos o alcohólicos habrá más o menos suicidios. [... )Aunque la degeneración en sus distintas formas es un terrenopsicológico eminentemente adecuado para que actúen las causasque pueden llevar a un hombre a quitarse la vida, la degeneraciónmisma no es una de esas causas. Admitimos que, en igualdad decircunstancias, el degenerado tiene una probabilidad mayor desuicidarse que el hombre sano, pero no lo hace necesariamentepor su estado. Su potencial sólo se actualiza mediante la acción deotros factores [sociales) que debemos investigan>.

La referencia hecha por Durkheim a la predisposición heredi-taria al mal es parecida a los supuestos de Eysenck acerca del de-terminismo psicológico y biológico, con la importante diferencia deque Durkheim puede explicitar los abrumadores influjos socialesque median entre la herencia y la acción. En circunstancias socia-les propicias, el degenerado puede ser un hombre honesto; sin em-bargo, en circunstancias sociales anómicas hay más probabilida-des de que sea desviado.

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Durkheim también recuerda a Eysenck cuando incursiona enel problema del orden y las condiciones favorables para la existen-cia de una sociedad ordenada. Eysenck, como Durkheim, hacemucho hincapié en la forma en que, con una división del trabajoorgánica, integrada, es más necesario que los individuos sean con-venientemente socializados para desempeñar sus respectivosroles. Si la sociedad no socializa a sus miembros, surgirá una ame-naza para esa forma de sociedad, pero, para Eysenck, una so-ciedad especializada se ve amenazada por el problema de que notodas las personas tienen la misma posibilidad de ser socializadas(ni la misma constitución orgánica).

Para Durkheim, en cambio, la importancia relativa de la he-rencia y la constitución orgánica ha disminuido con el adelanto dela división del trabajo.t! En la sociedad mecánica, los roles eransencillos y sólo exigían poner en juego las aptitudes heredadas,pero los roles especializados de una sociedad orgánica requierenla adquisición de una capacidad social específica. «Para aprove-char el legado hereditario, hay que complementarIo mucho másque antes. En efecto, a medida que las funciones fueron haciéndo-se cada vez más especializadas, las aptitudes simplemente gene-rales ya no resultaron suficientes» [Durkheim, 1964b, págs. 319-20; ed. fr., pág. 308).

La socialización en una sociedad adelantada debe exaltar el«alma», en palabras de Durkheim, y dejar de depender de los atri-butos del «cuerpo» [ibid., pág. 321; ed. fr., pág. 309): «En una pala-bra, la civilización sólo puede fijarse en el organismo a través delas bases más generales de las que depende. Cuanto más se eleva,tanto más, por consiguiente, se libera del cuerpo; pasa a ser cadavez en menor medida una cosa orgánica y cada vez en mayor gra-do una cosa social».

Pero el conflicto entre las aptitudes-sociales generales y los ro-les sociales, en condiciones de división del trabajo impuesta, daorigen a la anomia y, por ende, a la conducta desviada. Durkheim[op. cit., págs. 374-5; ed. fr., págs. 367-8) dice que hay entonces

«.•• una distancia mayor entre las disposiciones hereditarias delindividuo y la función social que cumplirá; las primeras no impli-can a la segunda con una necesidad inmediata. Este espacio, quepermite el tanteo y la deliberación, también deja influir a unamultitud de causas que pueden desviar la naturaleza individualde su dirección normal y crear un estado patológico. [... ) Sin du-da, no estamos desde que nacemos predestinados a desempeñarun empleo en especial; sin embargo, tenemos gustos y aptitudesque limitan nuestra elección. Si no se los tiene en cuenta, si in-cesantemente son violentados por nuestras ocupaciones cotidia-nas, sufrimos y buscamos la manera de poner fin a nuestro sufri-miento. La única manera de hacerlo-es cambiar el orden estable-

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cido y sustituirlo por otro nuevo. Para que la división del trabajoproduzca la solidaridad, no basta entonces con que cada uno tengauna misión; es indispensable también que esta sea la adecuadapara él».

En esencia, en un orden social perfecto (una «división del tra-bajo espontánea»), la distribución de las ocupaciones estaría deacuerdo con las aptitudes individuales. El descontento con el or-den social actual surge del carácter impuesto de la división del tra-bajo. En estas condiciones, un grado anormal de imposición es,por lo tanto, inevitable y necesario [Durkheim, 1964a, pág. 123n;ed. fr., pág. 151n]:

«La mujer no sería excluida de oficio de ciertas funciones y relega-da a otras. Podría elegir más libremente, pero, dado que su elecciónestaría. determinada por sus aptitudes, por lo general, se referiría

«... no todas las formas de imposición son normales. Sólo aquellaque corresponde a alguna superioridad social, es decir, intelectualo moral, merece ser calificada así. [... ] La que un individuo ejercesobre otro porque es más fuerte o más rico, especialmente si su ri-queza no expresa su valor social, es anormal y sólo puede mante-nerse con la violencia».

Durkheim [1964b, pág. 375; ed. fr., pág. 368] se opone concre-tamente a la tesis de que las clases bajas están descontentas por-que quieren «imitar» a sus superiores sociales. Dice que «la imita-ción no puede explicar nada por sí sola, porque supone otra cosaademás de ella misma. Sólo es posible entre seres que ya son pare-cidos entre sí y en la medida en que se parecen». Por lo tanto, eldescontento aparece cuando [ibid., pág. 375; ed. fr., págs. 368-9],«a causa de los cambios que se produjeron en la sociedad, los unoshan llegado a poder desempeñar funciones que no estaban a sualcance en un primer momento, mientras que los otros perdieronsu superioridad original». El hombre es feliz cuando puede actuarde acuerdo con su verdadera naturaleza; no ansía lo que no puede'alcanzar.

En una sociedad en la que los roles estuviesen distribuidos se-gún el mérito biológico, no habría descontento. Bien vale la penadestacar acá el contraste entre esta posición y la adoptada porMerton porque, aunque Merton haya sido acusado de «deshuma-nizar- a Durkheim, especialmente respecto de la cuestión de laanomia, la noción de la privación social en Merton de ningún mo-do tiene un fundamento biológico. Así, por ejemplo, la posición deDurkheim acerca de la privación relativa de las mujeres es que,en una división del trabajo espontánea, la mujer «estaría separa-da pero sería igual» [1952, pág. 385n; ed. fr., pág. 443n]:

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al mismo tipo de ocupaciones. Sería notablemente uniforme sinser obligatoria».

La compatibilidad entre los roles sociales y las aptitudes bioló-.cas en la sociedad hipotéticamente sana se ve afianzada por la

~nciencia colectiva; es decir que el cont~o~social e~ e~==' delos biológicamente inferiores por los mentocratas blOlo~cos.

En este sentido, sostenemos que la noción de Durkheim ace~cade la conducta desviada sólo puede ser entendida cabalmente SI setienen en cuenta sus supuestos sobre el «dualismo de la naturale-za humana» y las tensiones que surgen con una división del traba-jo impuesta, cuando el orden ocupacional y social no ~stá de acuer-do con las exigencias de la naturaleza y las necesidades de loshombres. En una palabra, los análisis tradicionales del pe~sa-miento de Durkheim sobre la conformidad y la conducta desVla~ano han sabido comprender la intervinculación de la antro~?logIabiológica de Durkheim y su sociología política de la producción y elEstado.

En realidad, parece posible encontrar tres tipos distintos de in-dividuo desviado en los escritos de Durkheim.

1. El desviado biológico

Incluso en una sociedad orgánica donde hubiera una divisiónespontánea del trabajo, la conducta desviada se manifestaríacomo fenómeno normal. Las conciencias individuales seguiríanvariando ampliamente a causa de la herencia genética y de .fact?-res situacionales, y esto, junto con la existencia de una concienciacolectiva eficaz, provocaría comportamientos desviados. E~ estasituación como han observado los comentaristas de Durkheim, lad'esviació~ también podría ser funcional para la colectividad, aldefinir los límites de la conducta adecuada [Erikson, 1962].

En una sociedad durkheimiana perfecta, la desviación seríaatribuible en todos los casos a deficiencias genéticas y psicológi-cas. El inadaptado biopsíquico sería el único ejemplo de concienciaindividual en conflicto con la conciencia colectiva.

2. El rebelde funcional

El rebelde funcional personifica la «verdadera» conciencia co-lectiva tal como está a punto de manifestarse. En especial, el re-belde funcional es responsable de la rebelión contra la división deltrabajo impuesta (y las desigualdades sociales inmerecidas que laacompañan). .' .

La rebelión que instiga es funcional en la medida en que ilumi-na y desafía la falta de correspondencia entre la asignación de ro- .¡

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les sociales y la distribución de las facultades biológicas. En varioslugares, Durkheim se permite entrar en terreno polémico [Rich.ter, 1960, pág. 183]: «La resistencia puede justificarse cuando unindividuo comprende la realidad de su sociedad mejor que la ma-yoría del resto de sus integrantes» y «Sócrates expresó más cla-ra~ente que sus jueces la moral adecuada para su época» [Durk.heim, 1953, págs. 64-5], y, por último, «Sólose puede oponer resis-tencia a la moral de la sociedad en nombre de esa moral correcta-mente expresada» [Richter, 1960, pág. 183].

El rebelde funcional, entonces, no es un desviado absoluto (bio-lógico); se lo califica de desviado porque las instituciones existen-tes del poder e influencia no representan la conciencia colectivaadecuada (y verdadera).

3. El desviado distorsionado

M~entras que el re~elde funcional es una persona normal quereacciona ante una sociedad patológica, el desviado distorsionadoes un individuo mal socializado en una sociedad enferma.

Su aparición obedece a dos causas relacionadas entre sí: la~?mia y el egoísmo ..La anomia implica falta de regulación y de-bilidad de la conciencia colectiva; el egoísmo, en cambio, represen-ta el «culto (institucionalizado) del individuo». Ambas circunstan-cia~ ~:mrienda suelta a los apetitos del individuo, la primera poromision y la segunda por acción normativa favorecedora. En talescircunstancias, los individuos se esfuerzan por satisfacer sus de-seosegoístas en forma incompatible con el orden social y despro-porcíonada respecto de su capacidad biológicamente determinada.

Los tres tipos de desviados pueden ser ubicados (junto con elconformista normal) en dos «tipologías»; el tipo «altruista» exami-nado por Durkheim en El suicidio puede ser o un rebelde fun-cioz:al o un desviado distorsionado, según cómo se conceptualice lasociedad en la que aparece (normal o patológica) (véanse los cua-dros 1 y 2).

Cuadro 1. TIpos de desviados, según Durkheim.

Sociedad Individuo

División normaldel trabajo

(Conformista) Tipo 1Desviado biológicoo psicológico

División patológicadel trabajo

Tipo 2Rebelde funcional

Tipo 3Desviado distorsionado(en condiciones deanomia o egoísmo)

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La mayoría de los libros de texto, por supuesto, se ocupan úni-camente de lo que hemos denominado «desviado distorsionado», yaun así no tienen en cuenta que, para Durkheim, este tipo apare-ce solamente en situaciones anormales o «patológicas» (situacio-nes remediables, para Durkheim, sólo mediante la reforma so-cial). Esos análisis de la visión durkheimiana del delito y la des-viación también tienden a confundir la importancia relativa asig-nada por Durkheim a las caracteristicas biológicas fijas y a los he-chos sociales, en gran parte porque dejan de lado la sociología polí-tica de este autor.

Nosotros sostenemos (a diferencia de esas interpretacionestradicionales) que para Durkheim el positivismo biológico sería laexplicación fundamental de la conducta desviada sólo en una so-ciedad orgánica perfectamente regulada. En tal situación, no ha-bría anomia ni egoísmo y tampoco sería necesaria la rebeldía fun-cional. Pero, y esto es importante, incluso en una sociedad perfec-tamente orgánica, también se requeriría algún tipo de explicaciónsocial, concretamente para comprender la naturaleza de las rela-ciones entre el individuo desajustado (el desviado biopsíquico) y elorden normativo regulador. En la sociedad industrial imperfecta(es decir, caracterizada por una división del trabajo impuesta), sinembargo, las explicaciones de la conducta desviada serían predo-minantes y casi exclusivamente sociales. En este caso, se necesi-taría una explicación social de las fuerzas que provocan la falta deregulación característica de la situación anómica. También ha-bría que explicar socialmente la aparición de normas individualis-tas asociales (la situación de egoísmo). La rebeldía funcional ten-dría que ser explicada en función de la inadecuación de los me-dios, o sea, el nivel de coacción social vigente en determinadas es-tructuras sociales (es decir, la naturaleza anacrónica de la con-ciencia colectiva). Cabe destacar que estos dos últimos tipos impli-carían una crítica de los ordenamientos sociales existentes (la so-ciedad anormal).

Cuadro 2.Propensión de las sociedades a producir tipos desviados, se·gún Durkheim.

División normal del trabajo División patológica del trabajo

Tipo 1 Desviado biológico-psicoló- Tipo 1 Desviado biológico-psicológicogico

Alguna probabilidad del Tipo 2 Tipo 2 Rebelde funcionalRebelde funcional

Tipo 3 Desviado distorsionado(en condiciones de anomiao egoísmo)

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Las explicaciones sociales propuestas por el mismo Durkheimencierran varios niveles de análisis y varias distinciones sutilesen terminología y conceptos, los que se han confundido sistemáti-camente en los escritos sobre su obra.

En el nivel psicológico de análisis, Durkheim sostiene que losindividuos varían en su susceptibilidad a ser regulados; en el nivelsocietal, entiende que las sociedades varían en su capacidad deimponer la regulación; y en el plano de los valores, cree que los va-lores sociales varían en su posibilidad de alcanzar la integraciónsocial (o sea, representar efectivamente la conciencia colectiva).

Con considerable precisión, Durkheim distingue los conceptosde egoísmo y anomia, por un lado, y de individualismo, por el otro.La anomia implica la falta de regulación social y una situación enla cual los apetitos irrestrictos de la conciencia individual ya noestán controlados. El egoísmo, sin embargo, es un fenómeno nor-mativo, una situación en la cual se asigna valor a la satisfacciónirrestricta de los deseos individuales, lo cual, para Durkheim, esuna falsa libertad. Por el contrario, siguiendo a Rousseau, Durk-heim considera que el individualismo es un fenómeno saludable,porque implica la libertad de asumir roles diferentes en la divi-sión del trabajo. La anomia y el egoísmo, por consiguiente, se opo-nen al individualismo en el sentido de que una división del trabajoimpuesta se opone a la división del trabajo espontánea.

Varias ideas equivocadas acerca de la obra de Durkheim queaparecen, sobre todo, en la literatura criminológica, son resultadodel desconocimiento de esas dimensiones de su concepción. Porejemplo, Durkheim no dice que toda conducta desviada sea pro-ducto de la carencia de normag42 (es decir, que surja de la imposi-bilidad de ser regulada o de una falta de regulación social efecti-va). Por el contrario, cree que determinados valores sociales, elegoísmo en especial, son los precursores directos de la desviación.Además, no dice que haya un conjunto de valores a los que la gen-te se ajusta o de los cuales se desvía. Cree que determinados des-viados pueden ser funcionales porque tratan de imponer la verda-dera conciencia colectiva frente al ambiente moral predominante(la falsa conciencia colectiva). Lejos de presentar un modelo orgá-nico sencillo de una sociedad dominada por el acuerdo en el planovalorativo, Durkheim se esforzó por destacar la coexistencia y elconflicto de diferentes conjuntos de valores e intereses en socieda-des con divisiones anormales o patológicas del trabajo. Toda socio-logía de la conducta desviada que no reconozca esa complejidad enel pensamiento de Durkheim y le sea fiel puede ser acusada dedistorsión y simplificación excesivas.

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Durkheim y una teoría social de la conducta desviada

La consecuencia más grave de la desvirtuación de la teoría so-cial de Durkheim en la obra de muchos criminólogos ha sido ladespolitización de la criminología. El mismo Durkheim es eviden-temente radical en su enfoque del orden social. Sostiene que laexistencia de riquezas heredadas es la raíz misma del problema,la que da lugar a «contratos injustos» entre los hombres, injustosporque se basan en el poder y la riqueza, y no en las aptitudes ycapacidades naturales. En una división del trabajo impuesta, laconciencia colectiva, lejos de ser una idealización del orden social,es un principio de «justicia» en el que la riqueza se distribuye en-tre los hombres sobre una base fundamentalmente desigual. Sim-plemente, dice Durkheim [1964b, pág. 384; ed. fr., pág. 378], «nopuede haber ricos y pobres de nacimiento sin que haya contratosinjustos. Esto era aún más cierto cuando la condición social mis-ma era heredada y cuando el derecho consagraba toda clase de de-sigualdades». Durkheim creía que la abolición de la herenciay detodas las limitaciones externas permitiría el desarrollo de situa-ciones en las que fuesen posibles los contratos libres y, para él, es-ta era una conclusión política esencial e inevitable; surgía directa-mente de su teoría. Sólo en esas condiciones los hombres podríanser satisfechos.

En realidad, las ideas políticas de Durkheim -su creencia enla necesidad de una meritocracia libre y cabal- llegan incluso ajustificar la continuación del conflicto entre las clases cuando talenfrentamiento puede ser útil para restablecer la justicia en unasociedad anormal. Escribió [1964b, págs. 375-6; ed. fr., pág. 369]:

«Cuando los plebeyos trataron de disputar a los patricios el honorde las funciones religiosas y administrativas, lo hicieron no sóloporque querían imitar a estos últimos sino porque se habían vuel-to más inteligentes, más ricos y más numerosos, y porque sus gus-tos y ambiciones habían cambiado en consecuencia. Como resul-tado de estas transformaciones, en toda una región de la sociedaddeja de haber acuerdo entre las aptitudes de los individuos y el gé-nero de actividad que se les asigna; sólo la coacción, más o menosviolenta y más o menos directa, los une a sus funciones; por lo tan-to, sólo es posible una solidaridad imperfecta y trastrocada».

Los plebeyos, entonces, eran «rebeldes funcionales» interesa-dos en implantar un consenso real y justo y una sociedad en la quela imposición fuese justa en sí misma y no una mistificación[Durkheim, 1964a, pág. 123; ed. fr., pág. 150]:

«La imposición no es resultado de maquinaciones más o menoshábiles destinadas a ocultar a los hombres las trampas en las que

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se han atrapado a sí mismos. Se debe simplemente al hecho deque el individuo se encuentra en presencia de una fuerza que lodomina y ante la cual se inclina, pero esta fuerza es natural. No sederiva de un arreglo convencional que la voluntad humana haañadido en todas sus partes a lo real, sino que surge de las en-trañas mismas de la realidad; es el producto necesario de causasdeterminadas» .

El tono político de estos y otros pasajes de la sociología de laconducta desviada de Durkheim es perfectamente claro, y es pre-cisamente ese tono político radical el que se ha perdido en las va-riedades de pensamiento funcionalista que dicen encuadrarse enuna tradición durkheimiana. Coincidimos con Durkheim cuandosostiene que no puede haber independencia entre la investigaciónteórica y la acción práctica (y, en realidad, también estamos deacuerdo con su propuesta concreta sobre la abolición de la heren-cia). Sin embargo, disentimos en la cuestión de la sociedad ideal,que depende de su imagen de la naturaleza del hombre. ParaDurkheim, la realidad natural (con la que la justicia debe estar yestará de acuerdo) se deriva directamente de su concepción de laduplicidad natural del hombre. La naturaleza humana está cons-tituida, por un lado, por elementos biológicos dados (de aptitud ymérito) y, por el otro, por procesos sociales (en especial, el progre-so de estructuras no equitativas en la división del trabajo). Porello, la rebeldía funcional constituiría un intento de equilibrar lasaptitudes con una realidad social ideal y la desviación patológicase produciría únicamente cuando los apetitos fuesen más allá delas aptitudes y la realidad natural. Hay aquí una contradiccióncrucial, contradicción que esperamos resolver en capítulos poste-riores.

Durkheim no ignora que las aspiraciones están inducidas so-cialmente y que las aptitudes quedan conformadas por el mediosocial del individuo. Tampoco ignora que los hombres, colectiva-mente, pueden alcanzar un grado de conciencia acerca de la socie-dad total y exigir una distribución más equitativa de la riqueza ylas funciones. Una y otra vez dice que esos elementos son social-mente explicables, sobre todo en la polémica contra los individua-listas analíticos en sus primeras obras y, luego, en su estudio delsocialismo. Sin embargo, en repetidas ocasiones, la desviación esdescripta por él meramente como una expresión de impulsos bio-lógicos, las aspiraciones son sentimientos egoístas y no colectivosy la aptitud biológica es algo fijo. En síntesis, si bien el enfoqueanalítico de Durkheim a menudo incluye una versión dialéctica dela relación entre individuo y sociedad, más frecuentemente cae enuna descripción estática del homo duplex, apresado entre los im-perativos del apetito individual y la necesidad social. Para tratarde resolver esta contradicción, sostiene que la desviación racional

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y constructiva del «rebelde funcional» es la obra de la razón en elhombre (la conciencia colectiva interiorizada por el individuo) yque esa razón está enfrentada a las tendencias libidinosas de sunaturaleza. Pero todos los demás tipos de desviación están con-denados por fuerza; lejos de constituir una evaluación racional denecesidades sociales, la desviación en general es vista como la ex-presión de un impulso carente de sentido o como una manifesta-ción de la distorsión existente entre el individuo y lo social (en unasociedad anormal o patológica).43

Lo que deseamos con la presente obra en su conjunto es mos-trar la forma en que la acción humana es social, por desarticula-da, caprichosa o falsamente consciente que pueda parecer a vecesen la práctica. Por lo tanto, a nuestro juicio, la decisiva y notableruptura de Durkheim con el individualismo analítico se hace a ex-pensas de pintar una imagen incompleta de lo social y, en especial,a expensas de la ambigüedad respecto de las cuestiones de la ra-cionalidad, la deliberación y la socialización en sociedades dividi-das. En el funcionalismo y en la obra de Robert Merton, de lo queahora nos ocuparemos, también hay una visión igualmente estre-cha y limitada del tipo de propósito y significado que orienta la ac-ción social desviada y la conformista.

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