Identidad y Necesidad

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Iyali Arendi Esquinca Ruiz Reporte 3: Identidad y Necesidad de Saul Kripke. En Identidad y Necesidad, Kripke desea sostener la posibilidad de los enunciados verdaderos y necesarios de identidad de re; pero en tal proceder encuentra una paradoja que debe resolver: La paradoja consiste en que al tratar de lanzar un argumento para apoyar el requerimiento de la necesidad en los enunciados de identidad —en palabras de Kripke, un argumento contra “la posibilidad de los enunciados contingentes de identidad”— se llega a la siguiente conclusión: (x) (y) ((x = y) ↄ □ (x = y)) la cual dice que para cualesquiera objetos x e y, si el primero es igual que el segundo entonces es necesario que el primero sea igual al segundo, y si eso es cierto, si x tiene una propiedad, entonces y también la tiene; incluso si esa propiedad es la de ser idéntico con x. Sin embargo, a esta conclusión le preceden tres sentencias: (1) (x) (y) [(x = y) ↄ (Fx ↄ y)] (2) (x) □ (x = x) (3) (x) (y) (x = y) ↄ [□ (x = x) ↄ □ (x = y)] las primeras dos son consideradas leyes, por tanto dudar de su necesidad es algo complicado de sostener, pero si se toma en cuenta la conclusión antes mencionada, en donde todo aquello que sea idéntico a x tiene la propiedad F de x, se encuentra la paradoja puesto que: “uno puede ser capaz de deducir varios enunciados particulares de identidad tienen que ser necesarios y se supone, entonces, que esto es una consecuencia muy paradójica” 1 , es decir, si al tratar de defender la necesidad en las expresiones de identidad se llega a una conclusión que permite la contingencia en las mismas, al admitir casos particulares se asoma una contradicción. A pesar de que el autor no se ve muy convencido de dicha paradoja, debe convencer a su público de la capacidad de afirmar sin consecuencias incongruentes las oraciones verdaderas de identidad necesarias. Con dicho propósito cabe recordar la teoría de Russell sobre los nombres propios gramaticales, se recordará que éstos fungen como descripciones de los objetos, mas, Kripke 1 Kripke, Saul. Identidad y Necesidad. Pág. 101

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Iyali Arendi Esquinca Ruiz

Reporte 3: Identidad y Necesidad de Saul Kripke.

En Identidad y Necesidad, Kripke desea sostener la posibilidad de los enunciados verdaderos y necesarios de identidad de re; pero en tal proceder encuentra una paradoja que debe resolver:

La paradoja consiste en que al tratar de lanzar un argumento para apoyar el requerimiento de la necesidad en los enunciados de identidad —en palabras de Kripke, un argumento contra “la posibilidad de los enunciados contingentes de identidad”— se llega a la siguiente conclusión:

(x) (y) ((x = y) ↄ □ (x = y))

la cual dice que para cualesquiera objetos x e y, si el primero es igual que el segundo entonces es necesario que el primero sea igual al segundo, y si eso es cierto, si x tiene una propiedad, entonces y también la tiene; incluso si esa propiedad es la de ser idéntico con x.

Sin embargo, a esta conclusión le preceden tres sentencias:

(1) (x) (y) [(x = y) ↄ (Fx ↄ y)] (2) (x) □ (x = x) (3) (x) (y) (x = y) ↄ [□ (x = x) ↄ □ (x = y)]

las primeras dos son consideradas leyes, por tanto dudar de su necesidad es algo complicado de sostener, pero si se toma en cuenta la conclusión antes mencionada, en donde todo aquello que sea idéntico a x tiene la propiedad F de x, se encuentra la paradoja puesto que: “uno puede ser capaz de deducir varios enunciados particulares de identidad tienen que ser necesarios y se supone, entonces, que esto es una consecuencia muy paradójica”1, es decir, si al tratar de defender la necesidad en las expresiones de identidad se llega a una conclusión que permite la contingencia en las mismas, al admitir casos particulares se asoma una contradicción.

A pesar de que el autor no se ve muy convencido de dicha paradoja, debe convencer a su público de la capacidad de afirmar sin consecuencias incongruentes las oraciones verdaderas de identidad necesarias. Con dicho propósito cabe recordar la teoría de Russell sobre los nombres propios gramaticales, se recordará que éstos fungen como descripciones de los objetos, mas, Kripke nota que si alguien usa el nombre <<Cicerón>> para hablar del orador romano y otra persona lo llama <<Marco Tulio>>, se está hablando del mismo hombre al cual se le atribuye la misma propiedad, “Parecería, por tanto, que la función de los nombres es simplemente la de hacer referencia y no la de describir objetos así nombrados mediante propiedades tales como <<ser el inventor de los lentes bifocales>> o <<ser el primer director general de correos>>” 2, es decir, que si los nombres más allá de resumir una descripción —como lo es <<Gabriel García>> de la descripción <<el escritor de El Amor en los Tiempos del Cólera>>— refieren a una persona en específico, entonces se puede dejar de usar los existenciales que Russell utiliza y en su lugar hablar de constantes y no de variables, siempre que en las constantes se hallen nombres. Si lo anterior se aplica a (2), quedaría una identidad necesaria entre nombres propios.

Empero, Quine demuestra que en realidad sí son descripciones y que es posible que sean erróneas, por tanto, se trata de una identidad contingente, como ocurre con el ejemplo del cuerpo celeste Hesperus y Phosphorus, lo mismo ocurre con las identidades por descubrimiento científico como <<el hidrógeno es el elemento con peso molecular de 1u>>; sin embargo Kripke sostiene

1 Kripke, Saul. Identidad y Necesidad. Pág. 1012 Kripke, Saul. Op. Cit. Pág. 104

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que ninguna de estas identidades —ni la de los nombres ni la que identifica teorías— es contingente si estas son verdaderas.

Para ello, Saul Kripke propone un par de consideraciones: distinguir entre los designadores rígidos los contingentes, así como una crítica a las establecidas verdades necesarias = a priori y verdades contingentes = a posteriori para que se puedan concebir las verdades necesarias a posteriori; ambos necesarios para evitar la contingencia.

Sobre lo primero, es menester describir a los designadores rígidos, quienes son capaces de referir al mismo objeto y a ningún otro en cualquier mundo posible3, mientras que los designadores contingentes son aquellos que pueden haber sido diferentes en algún otro mundo posible. Y son necesarios para que el nombre con el que uno se refiere a algo pueda seguir refiriendo al mismo objeto aunque sus descripciones no se sigan en el resto de los mundos, por ejemplo, en algunos diálogos de Platón se duda sobre la autoría de los textos, y si ahora se atribuye a éste el Parménides, es posible el escenario en el que Platón no hubiera escrito dicho diálogo, sino un tal Plotino, sin embargo, Platón no dejaría de ser Platón por el hecho de no haberlo escrito, sólo ya no tendría la propiedad de haber escrito el Parménides. De ese modo Kripke asegura, con los designadores rígidos, que el nombre sea necesario al no permitir que cambie.

Ahora bien, sobre la segunda consideración, Kripke intenta separar un par de conceptos que se habían tomado por iguales, pues cuando se identifica a algo como necesario, se le atribuye de inmediato lo a priori, la misma suerte corren lo contingente con lo a posteriori. Por ello Saul Kripke entiende por enunciado necesario, que éste es verdadero y que no pudo haber sucedido de modo distinto, por otro lado, la verdad es contingente cuando las cosas de hecho se dan de una cierta manera, pero pudo haber sido diferente. Lo a priori, comprende a todo aquello que puede ser conocido como verdadero del mundo actual sin requerir de la experiencia, mientras lo a posteriori sería aquello que se conoce a través de la experiencia. Una vez que están claras sus definiciones, Kripke ofrece contraargumentos para derribar la idea de la necesidad de que toda verdad necesaria es a priori y toda verdad contingente es a posteriori.

Para realizar un contraejemplo es menester demostrar que existe al menos una situación en la que la afirmación que se pretende derribar no se cumple, de ese modo, Kripke debe y de hecho halla situaciones que son necesarias pero no a priori, sino a posteriori, lo cual cumple el propósito en tanto que se trata de un ejemplo que es necesario y no es a priori, así como es a posteriori sin ser contingente.

Uno de los contraejemplos que Kripke utiliza para tal faena es el de una tesis esencialista, en la que pone en juego un atril de madera, sentencia que resulta verdadera de manera necesaria y no contingente porque aunque es posible imaginar un atril hecho de hielo, no es posible que ese preciso atril del que está hablando sea de hielo, pues entonces se estaría hablando de un atril diferente; ahora bien, si se trata de una oración necesaria y de hecho fuera cierto que hay una relación entre la necesidad y lo a priori, Kripke debería saber a priori que se trata de un atril de madera, sin embargo lo único que puede saber de ese modo es un condicional: si el atril es de madera, es necesario que el atril sea de madera, sin embargo para sostener que el atril es de

3 Siempre y cuando este objeto exista en aquel otro mundo posible.

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madera —o de manera más débil, saber que no es de hielo— necesita de las características físicas que tiene: no es frío, no se derrite con el calor, su color, el sonido que produce cuando es golpeado, etcétera, en concreto, Saul Kripke sabe que se trata de un atril de madera por la experiencia, es decir, por el contacto a posteriori con dicho mueble, de manera que se trata de una verdad necesaria a posteriori.

Otro de los contraejemplos que utiliza Saul Kripke, y que va más ad hoc con Identidad y Necesidad, es el de la identidad entre Phosphorus y Hesperus, de la cual se puede conocer a priori que “Phosphorus es Hesperus si y sólo si uno y el mismo cuerpo ocupa la posición x en la tarde y la y en la mañana”4, parecería ser que por el simple hecho de tener eso por sentado antes de la experiencia, es válido considerarlo necesario, sin embargo Kripke reconoce que para poder aseverar la identidad entre Phosphorus y Hesperus se requiere de toda una investigación empírica, lo cual quiere decir que si se llegase a demostrar que el cuerpo que se ve en la mañana es el mismo que se ve en la tarde, se tratará de una verdad necesaria a posteriori.

Estas dos cuestiones son importantes para poder hacer los enunciados verdaderos y necesarios de identidad porque si dos designadores son rígidos y se refieren al mismo objeto, no habrá duda de que se trata de una relación de identidad necesaria y verdadera, por ejemplo, no hay duda sobre la necesidad de la oración “Tulio es Cicerón” si esta es verdadera, por ello se debe hacer la distinción entre lo verdadero y lo a priori, pues no realizarla confunde a la gente en tanto que la hace pensar que se trata de una identidad contingente y ello remite a la paradoja del principio; todo queda más claro con un ejemplo: “Tulio es Cicerón” es verdadera si <<“Tulio” y “Cicerón” refieren a la misma persona>>; pero resulta que ambas oraciones se distinguen en tanto que en la segunda se trata de algo contingente y en la primera de algo necesario: no parece tener sentido que aquello que es necesario se atenga a algo contingente, sin embargo Kripke sostiene la contingencia en la segunda oración nada tiene que ver con la necesidad de la identidad en la primera.

La confusión anterior ocurre porque las personas insisten en tomar al nombre y a las descripciones como si fuesen sinónimos, como lo sería pensar que la oración “Cicerón es Tulio” es contingente porque alguien ubica a Cicerón como quien escribió Sobre los Deberes y otra persona relaciona a Tulio como el hombre que denunció a Catalina, debido a que es posible que en alguna situación contrafáctica Cicerón no haya escrito tal obra; Kripke diría que “Tales ejemplos no constituyen un fundamento para pensar que los enunciados de identidad son contingentes. Considerarlos como tal fundamento es malinterpretar la relación entre un nombre y una descripción usada para fijar su referencia, esto es, considerarlos como si fuesen sinónimos”5, es decir, que en identidades con nombres y descripciones, no se debe considerar que ambos desempeñan la misma función, pues el primero funge como designador rígido y por lo tanto es necesario, mientras que la descripción es contingente, uno no debe confundir el hecho de que Cicerón sea quien escribió ciertas obras con la posibilidad de que tales obras no hayan sido escritas por Cicerón; pues aun en este caso en que Cicerón no escribe Sobre los Deberes, se mantiene que Cicerón es Tulio.

4 Kripke, Saul. Op. Cit. Pág. 1195 Kripke, Saul. Op. Cit. Pág. 122

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Por estas razones Kripke pide que se hagan ambas distinciones, pues con ellas se excluye la aparente contingencia de las oraciones, lo que las hace necesarias, es decir, verdaderas y que no pudieron haber sucedido de otro modo.