In Tolerancia

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Intolerancia es la primera palabra que hemos de analizar y sobre la cual invitamos a meditar profundamente. Intolerante es la naturaleza del fanático, pues el fanatismo es un modo característico de la intolerancia. El fanático en su cruel ignorancia de las leyes universales resulta ser el más empedernido, como estúpido intolerante, expresando con ello el máximun de egotismo radicado en la esfera inferior del cuerpo de deseos, torturando así el corazón y no permitiendo que la divina energía del Logos se exprese armoniosamente, como es la ley de la vida. Se puede decir que en la intolerancia radican todos los males que caracterizan la tragedia humana, porque las enfermedades psíquicas tiene razón de ser en estos absurdos complejos que constriñen, abroquelan y enervan la energía de vida, de tal manera que ella no se puede manifestar armónicamente en el corazón humano y así él no puede cumplir la función solar que le está encomendada, puesto que es el divino centro, “el sol super- espiritual de nuestra íntima naturaleza”. Debemos meditar ahondando en el sentido de la palabra intolerancia, para poder extirpar esta emoción negativa de nuestra mente y así dejar libre al sol de nuestro sistema (corazón) para que él pueda recibir la energía del Logos y distribuirla armónicamente. Intolerancia es maldad, egoísmo, perversidad, envidia, y en fin todo lo más grosero de la naturaleza anímica del hombre. Si alejamos de nuestro corazón la emoción de intolerancia, habremos vencido al más grande enemigo de la espiritualidad, como de la evolución consciente. La intolerancia es hija de un conocimiento parcial o nulo de los hechos, puesto que el que sabe, todo lo perdona, como dijo sabiamente el Divino Rabí de Galilea. La intolerancia no es fuerza para corregir defectos, sino morbo monstruoso que aumenta el mal del mundo. El intolerante con su mente enfermiza envía al espacio astral sus imágenes plenas del defecto, vicio o debilidad que él cree criticar normalmente, siendo un centro de energía que coopera en el aumento de la deficiencia que cree corregir, pues al imaginar la debilidad en cuestión, de la que él se cree juez, crea para sí mismo esta deficiencia en su mundo psíquico y un buen día él estará ejecutando los mismos errores que tan acerbamente criticó e imaginó. De tal suerte que la intolerancia es un procedimiento por medio del cual envenenamos nuestra sangre con imágenes morbosas y como este precioso líquido es Luz Astral coagulada, estas imágenes afectarán el fluido astral del planeta e impresionarán

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Intolerancia es la primera palabra que hemos de analizar y sobre la cual invitamos a meditar profundamente.

Intolerante es la naturaleza del fanático, pues el fanatismo es un modo característico de la intolerancia. El fanático en su cruel ignorancia de las leyes universales resulta ser el más empedernido, como estúpido intolerante, expresando con ello el máximun de egotismo radicado en la esfera inferior del cuerpo de deseos, torturando así el corazón y no permitiendo que la divina energía del Logos se exprese armoniosamente, como es la ley de la vida.

Se puede decir que en la intolerancia radican todos los males que caracterizan la tragedia humana, porque las enfermedades psíquicas tiene razón de ser en estos absurdos complejos que constriñen, abroquelan y enervan la energía de vida, de tal manera que ella no se puede manifestar armónicamente en el corazón humano y así él no puede cumplir la función solar que le está encomendada, puesto que es el divino centro, “el sol super-espiritual de nuestra íntima naturaleza”.

Debemos meditar ahondando en el sentido de la palabra intolerancia, para poder extirpar esta emoción negativa de nuestra mente y así dejar libre al sol de nuestro sistema (corazón) para que él pueda recibir la energía del Logos y distribuirla armónicamente.

Intolerancia es maldad, egoísmo, perversidad, envidia, y en fin todo lo más grosero de la naturaleza anímica del hombre. Si alejamos de nuestro corazón la emoción de intolerancia, habremos vencido al más grande enemigo de la espiritualidad, como de la evolución consciente.

La intolerancia es hija de un conocimiento parcial o nulo de los hechos, puesto que el que sabe, todo lo perdona, como dijo sabiamente el Divino Rabí de Galilea.

La intolerancia no es fuerza para corregir defectos, sino morbo monstruoso que aumenta el mal del mundo. El intolerante con su mente enfermiza envía al espacio astral sus imágenes plenas del defecto, vicio o debilidad que él cree criticar normalmente, siendo un centro de energía que coopera en el aumento de la deficiencia que cree corregir, pues al imaginar la debilidad en cuestión, de la que él se cree juez, crea para sí mismo esta deficiencia en su mundo psíquico y un buen día él estará ejecutando los mismos errores que tan acerbamente criticó e imaginó.

De tal suerte que la intolerancia es un procedimiento por medio del cual envenenamos nuestra sangre con imágenes morbosas y como este precioso líquido es Luz Astral coagulada, estas imágenes afectarán el fluido astral del planeta e impresionarán más o menos a los seres que en él viven, en directa proporción con la afinidad que por debilidad en ellos pueden tener con relación al vicio o a la deficiencia criticada. Es así como el hombre es creador de su propio destino y absoluto responsable de lo que acaece a su alrededor.

Se nos enseña que el Maestro Jesús tenía un aura de armonía que cubría más de 10 kilómetros a la redonda, de tal suerte que cuando él se hallaba ubicado en un lugar determinado, el campo cubierto por su aura era de tal manera armónico, que ningún desagrado conflictivo se operaba en esta zona ni en animales ni en hombres. Cuando el Maestro entraba en meditación extática, infiltraba su aura de pureza a todo el planeta, siendo pues un perfecto canal entre el Logos Solar —el Espíritu de Cristo— y el planeta Tierra; por eso el “rasgó el velo del templo” y permitió con este hecho la posibilidad de que cada uno por sí mismo pueda abrirse campo en los espacios para sentir el amor, el divino poder de Cristo en su corazón.