Incas en La Selva? Para Tejer Una Etnohistorio de las tierras bajas

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    LAS TIERRAS BAJASDE BOLIVIA

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    Cubierta: Casa chacobo, Motacusal, 2010 (foto Diego Villar)

    Diseño y diagramación: Preprensa-Editorial El País Srl.

    1ra. edición 2012, Editorial El País / 500 ejemplares

    © Diego Villar© Isabelle Combès.

    ©Editorial EL PAÍS Srl.Cronenbold Nº 6Telf.: (591-3) 334 3996 / 333 4104

    Casilla postal: [email protected] Cruz de la Sierra

    Impreso en Bolivia - Printed in Bolivia

    Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en el todo ni en sus partes,ni registrada en (o transmitida por) un sistema de recuperación de información, en ninguna forma nipor ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro-óptico, por fotocopia ocualquier otro, sin el permiso previo por escrito del autor y de la editorial.

      984 VV. AA.Las tierras bajas de Bolivia: miradas históricas y antropológicas / Diego Villar,Isabelle Combès (compiladores) / Colección Ciencias Sociales de El País Nº 29/

      Santa Cruz de la Sierra: El País, 2012  444p. : 21x15 cm

      DL: 8-1-2280-12  ISBN: 978-99954-55-89-7

     

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    Diego VillarIsabelle Combès

    LAS TIERRAS BAJASDE BOLIVIA: MIRADASHISTÓRICAS Y

    ANTROPOLÓGICAS

    Santa Cruz de la Sierra2012

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    ÍNDICE

    Introducción: Una aproximación comparativaa las tierras bajas bolivianas ............................................................... 7Diego Villar e Isabelle Combès

    Contactos entre tierras altasy tierras bajas

    El Paititi en los llanos de Mojos ........................................................ 35Vera Tyuleneva

    ¿Incas en la selva? Para tejer una etnohistoriade las tierras bajas de Bolivia ............................................................ 63Isabelle Combès

    Identidades escondidas: cambio cultural y lingüísticoen quechuas migrantes a las tierras bajas de Bolivia ..................... 77Leonardo Martínez Acchini

    Fudaeos eogáos aa ua etno-historia comparativa de

    los valles orientales del macizo del Ausangate: distrito deMarcapata, departamento del Cuzco, Perú, 1821-1960 ................. 87Pablo F. Sendón

    El Tuichi o el deslizamiento de una frontera ................................. 107Francis Ferrié 

    Estudios regionales

     Amazonía

    El boom cauchero en la Amazonía boliviana: encuentrosy desencuentros con una sociedad indígena (1869-1912) ............ 125Lorena Córdoba

    Tsirihaicato: notas sobre el humor chacobo .................................. 157Diego Villar

    Los takanas: representaciones de los sistemas deorganización sociopolítica (1986-2010) ........................................... 177Zulema Lehm

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    Chaco

    Los Hombres Tumpas y las relaciones fronterizas entre

    hiiguaos e hisaoaeiaos a ales del siglo XVIII ........ 201Roseline Mezacasa

    Notas sobre la jerarquía interétnica en los ingeniosazucareros del noroeste argentino .................................................. 217Federico Bossert

    Chiquitania

    Población indígena y diversidad cultural en Chiquitos

    (siglo XVIII). Alguas osideaioes .......................................... 239Roberto Tomichá 

    Camino misional en Chiquitos ........................................................ 283Aloir Pacini

    Extracción, dueños y patrones entre los chiquitanos delValle del Alto Guaporé, frontera Brasil-Bolivia ............................ 297Verone Cristina Silva

    Problemas actualesy estado de la investigación

    Descendientes de japoneses en Santa Cruz ................................... 321Yvonne Siemann

    Pueblos indígenas en aislamiento voluntario en laAmazonía boliviana y el Chaco boliviano y paraguayo ..............345

    Bernd Fischermann¡No miren a la cámara! ..................................................................... 369

     Jürgen Riester

    Estado de la investigación sobre los pueblos indígenasen el departamento de Santa Cruz ................................................. 385Paula Peña Hasbún

    Bibliografía ..........................................................................................401

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    ¿INCAS EN LA SELVA?PARA TEJER UNA ETNOHISTORIA

    DE LAS TIERRAS BAJAS DE BOLIVIA

    Isabelle Combès1

    E la Bolivia del siglo XX, sobe odo a ai de los años 1950s,tuvieron lugar masivas migraciones internas desde las tierras altashacia los llanos orientales o las regiones de yungas como el Cha-pare. Se debían a diferentes motivos: cierre de las minas, primerareforma agraria, etc., y dieron nacimiento a núcleos de colonización

    “olla”, alguos laiados y oos esoáeos. Esos oesos yestos asentamientos fueron (y siguen siendo) a menudo resentidospor los habitantes de las tierras bajas como una verdadera invasióno (el término es recurrente) un “avasallamiento”. Más allá de la ocu-pación física de tierras, se denuncia también el choque entre dosmodos de vida diferentes (“colla” y “camba”), o el riesgo de altera-ió de las uluas de los llaos bajo la iueia adia. no haemucho escuché a un historiador cruceño reclamar urgentes inves-

    tigaciones antropológicas en la zona de Portachuelo, “antes de quese vuelva completamente colla”. Como si las migraciones andinashubiea oo ua foea, asgedido u líie geogáo y ul-tural antes bien delimitado entre lo Alto y lo Bajo.

      Estos procesos se inscriben sin embargo en una historia másque milenaria de contactos entre tierras bajas y tierras altas. Aun-que, por supuesto, con modalidades diferentes en cada caso y cada

    1 Antropóloga. Investigadora asociada al Instituto Francés de Estudios Andi-nos UMIFRE nº 17/CNRS-MAE. [email protected].

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    época, los intercambios y vaivenes entre Andes y llanos (como tam- bié, al oidee, ee Ades y la osa del paío) se eoaa varios miles de años antes de Cristo y son comprobados por la

    arqueología2. Hoy, estas relaciones despiertan más que nunca el in-terés de los investigadores. Y si bien Thierry Saignes podía escribiren 1985 la “historia de un olvido” a propósito de los Andes orien-tales, es un hecho que los estudios se multiplicaron en los últimosaños. Desde la arqueología, nuevas investigaciones3  documentanlos avances y los caminos incas y pre-incas hacia las tierras bajas dela actual Bolivia; desde la historia y la etnohistoria, varios trabajosoe e evideia oaos, iueias y ues de eeias e-

    tre Andes y Amazonía4. Es sin embargo un hecho que estos estudiosson mucho menos numerosos en el campo de la antropología. Lasivesigaioes sobe las “iueias adias”, o ejelo eelos grupos tacanas de la Amazonía, las relacionan en general con lapresencia inca o pre-inca en estas regiones: como si la conquista y laposterior colonización española hubieran truncado un proceso, cor-tado puentes, erigido en suma una frontera entre ambos mundos.

    Según varios autores, la creación de esta frontera podría remon-

    tarse, al menos en parte, a la expansión misma de los incas, a suinadaptación a un medio ambiente diferente y hostil y a sus fracasosmilitares entre los indomables “chunchos” y “antis”, que acabaronesoiado al efeo salvajiso5. Sin embargo, los mismos es-tudios son los que insisten sobre la ambigüedad, o tal vez mejor di-cho la dualidad de las representaciones andinas: el mundo de abajoes “despreciado… pero necesario”, conceptualizado como una mi-ad “eesaia e la lógia dual: e los Ades, la ideidad se dee

    a través de la oposición complementaria de dos elementos” (Saignes1985: x): –urcu/uma en términos aymaras, hanan/hurin en quechua, y

    2 Ver por ejemplo las referencias citadas en Renard-Casevitz et al. 1988, y Ro-dica Meyers 2002: cap. V.

    3 Pärssinen y Siiriäinen 2003; Alconini 2002; Estévez 2005; Avilés 2008 y 2010;Sánchez Canedo 2008.

    4 Saignes 1981 y 1985; Renard-Casevitz et al. 1988. Más recientemente Tyule-

    neva 2010; Combès 2008 y 2011.5 Saignes 1985: 28; Renard-Casevitz et al. 1988: Introducción.

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    los mismos estudios enfatizan también las constantes intermedia-ciones (por ejemplo la de los kallawayas) entre lo alto y lo bajo.

    Sea lo que fuere, con o sin antecedentes en el imaginario prehispá-

    nico, la frontera entre Andes y llanos orientales se consolidó en todocaso con las representaciones coloniales españolas. Los escritos, enaiula, del jesuia José de Aosa, y su osabida lasiaióde los indígenas americanos entre civilizados, bárbaros y salvajes,consolidaron esta barrera entre los dos mundos (Julien s/f).

    Pero los salvajes de Acosta, “semejantes a las bestias, que apenastienen sentimientos humanos, sin ley, sin rey, sin pactos, sin ma-gisados i égie de gobieo jos, abiado de doiilio de

    ieo e ieo y au uado lo iee jo, ás se aee a uaueva de eas o a esablos de aiales”6 , se llaman “chunchos”,“antis” o “chiriguanaes”: el español les da los nombres quechuas oaymaras que les aplicaron los pueblos andinos. Entre estos salvajes,muchos en la región del Madre de Dios o de Apolobamba más al surtienen vestidos o ritos “al modo del Perú” (Maldonado 1906 [1567-69]: 64); alguos, oo los oooas, so aliados de “iiaeso extranjeros”, traídos a esta región amazónica por los incas (Mal-

    donado 1906 [1567-69]: 63); por el contrario otros, como los lecos,serían “indios advenedizos y fugitivos del Perú desde el tiempo delos Incas, que se retiraron a vivir escondidos en aquellos bosquesoo eas” (toes 1974 [1657]: 440); oos ás, oo los aias ocabinas (en cuyo nombre reconocemos a los cavinas, hoy cavineños,de habla tacana) vivían en los Andes de Cuchoa cerca del Cusco, yfueron incluso sometidos a las tasas instituidas por el virrey Tole-do7; y tal vez sean los mismos a los cuales alude Garcilaso: “estos

    6 José de Acosta: De Procuranda Indorum Salute [1576-1577], citado por Julien s/f.7 Tasa de la visita general… 1975 [c. 1582]: 167-168; mismas informaciones sobre

    los cabinas en Maurtua 1907 t. 1: 138-139, 160-161. Los cabinas o capinasfueron encontrados un poco antes por Maldonado en el río Tono; los des-cribió como “gente alzada, vestida de algodón”, adornada con plumas ycuyos ritos eran similares a los “del Perú”. Maldonado habla de “capinas ycavanavas”; de hecho, informa que Cavanava es el jefe de un pueblo llama-do caiaes, ío too debajo de la oueia o el cuhoa (maldoado1906 [1567-69]: 63-65). Todavía en 1657 se mencionan los capinas, entre los

    ríos Madre de Dios y Beni, como una de las “propias y verdaderas provin-cias de los chunchos” (Torres 1974 [1657]: 342-343).

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    indios chunchus […] pidieron al Inca les permitiese poblar allí paraservirle de más cerca. Y así ha permanecido hasta hoy” (Garcilasode la Vega 1990 [1609]: lib 7, a. XIV).

    Más allá de un (real) avance del imperio cusqueño hacia el este,esos daos disesos eeja abié, o sobeodo, la oleja dis-tribución étnica que encontraron los primeros españoles: un mo-saio abigaado de huhos adiizados y de adios aadosen las tierras bajas, que poco caso hacía de una inexistente fronteraentre dos mundos.

    Incas en la periferia

    Curiosamente, aunque en gran medida impulsores de esta ba-rrera, los mismos españoles no dudaron en poblar la selva orientalcon las riquezas de los Andes y los mismísimos incas: desde Cusco,Cochabamba o Santa Cruz, partieron exploraciones hacia los llanosamazónicos de la actual Bolivia, en busca del fabuloso reino de Mo-

     jos o del Paititi, nuevo Tawantinsuyu en la selva.Si bien tanto Mojos como Paititi comparten la condición de reinos

    selváticos orientales, ambos términos no siempre son sinónimos enlas crónicas, y tampoco fueron siempre asociados con la represen-tación de un núcleo inca oriental. Es probable que este último ele-mento haya tomado fuerzas, como la última esperanza que quedabaen pie, después de la caída de la resistencia inca en Vilcabamba en1572 (Saignes 1981: 151-152; Laurencich-Minelli 2007). Sin embar-go, existía anteriormente y, ya en 1562-1564, Diego Alemán estabaen busca desde Cochabamba del camino “por donde había entrado

    la gente del Inca” (Alemán 1965 [1564]). ¿Cuáles fueron las baseshistóricas de esta verdadera obsesión española? ¿Simples herenciasandinas halladas en un poblamiento étnico abigarrado? ¿Verdaderonúcleo inca en la Amazonía? ¿O sólo una ciega codicia regida porel sueño de repetir las hazañas de Cortes y Pizarro en los llanos? Larespuesta, si existe, no es ni una ni unívoca. Quiero examinar aquíalgunas pistas a partir de un extraño y célebre relato atribuido alpadre Diego de Alcaya: su Relación cierta.

     El 1º de septiembre de 1635, en la ciudad de La Plata (actual Su-cre), “Pedro de Iriarte, natural de la villa de Tolosa, provincia de

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    Guipuzcoa en el señorío de Viscaya, vecino de la ciudad de San Lo-renzo de Santa Cruz de la Sierra” presentó una propuesta a las au-toridades de la Audiencia de Charcas: se trataba de organizar una

    nueva expedición hacia “una gran provincia de indios que llamanMoxos y Toros”8. Esta expedición nunca llegó a realizarse, pero supreparación motivó la recopilación, en San Lorenzo, de varios testi-monios de veteranos de anteriores expediciones; a estos testimoniosse agregó luego, probablemente a iniciativa del padre jesuita Blan-co9), un texto cuyo título vale la pena ser citado in extenso: “Relacióncierta que el padre Diego Felipe de Alcaya, cura de Mataca, envióa Su Excelencia el señor Marqués de Montesclaros, virrey de estos

    reinos, sacada de la que el capitán Martín Sánchez de Alcayaga, supadre, dejó hecha como primer descubridor y conquistador de lagobernación de Santa Cruz de la Sierra y primer poblador, el cualcon particular cuidado y estudio fue asentando todo lo que en sudescubrimiento sucedió, y en especial de la tierra rica que MangoYnga, segundo capitán de este nombre, tiene conquistada, que hoyposee en grandísima felicidad por su gran prosperidad, llamadaPaytitti, en la cual tiene descubierto todo género de metales hasta

    el más lúcido que es el oro, saca perlas de la laguna que ciñe poruna falda el cerro Paytiti, saca piedras de todos colores de grandeestima, y del cerro rico que el capitán Condori labró en la cordillerade los Chiriguanaes llamado Çaypuru y del oro que sacaba su her-mano Guacane, rey nuevo de los llanos de Grigotta, cuya fortalezaestá hoy en pie en testimonio de lo dicho por su gran fundamento,llamada Sabaypata. Que es como se sigue”10.

    Las historias paralelas de Manco Inca y de los hermanos Guacaney Condori tienen muchos puntos en común: se desarrollan, por lovisto, en la misma época, inmediatamente antes de la llegada de losespañoles, es decir bajo el reino del Inca Huayna Capac. Tanto Gua-cane como Manco son parientes (“pariente”,”sobrino”) del Inca, yabos efeúa avaes sigiaivos haia el ese del cuso: Gua-cane en “Sabaypata”, es decir Samaipata, al oeste de la actual ciu-

    8 AGI Charcas 21, r. 1, N.11, bloque 1.

    9 Meyers y Combès 2011.10 AGI Charcas 21, r. 1, N.11, bloque 7: f. 1.

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    dad de Santa Cruz de la Sierra; su hermano Condori más al sur enSaypurú (actual provincia Cordillera), en los últimos estribos delpiedemonte andino (la llamada “Cordillera de los chiriguanaes”);

    y Manco al norte, en algún lugar de la alta Amazonía llamado indi-ferentemente Mojos o Paititi en la crónica. Si bien nos sigue faltan-do información sobre el reino de Manco Inca, la ocupación inca delsitio de Samaipata está ampliamente comprobada, y sus vestigiospueden todavía apreciarse hoy. Asimismo, recientes investigacio-es hisóias y oseioes aqueológias viee oado lapresencia de los incas y sus probables mitimaes qaraqaras en Say-purú en la Cordillera chiriguana11.

    Tanto Guacane como Manco tienen también el título de “rey” delas provincias que logren conquistar. Ambos establecen, cada cualen su región, una especie de “reino satélite”, cuya dependencia paracon el Cusco es problemática: Manco quiere mentir al Inca y no con-tarle de las riquezas de su nuevo reino; en cuando a Guacane, hacede Samaipata la cabeza de su reino, “y los demás valles arriba refe-ridos, dio al del Cuzco”. Sin embargo, ninguno llega a cortar com-pletamente los lazos con el Cusco: aun con mentiras, Manco manda

    gente a avisar al Inca de su descubrimiento; y Guacane pide auxilioal Cusco cuando llegan los chiriguanaes (grupos guaraní-hablantesllegados desde Paraguay, dice la Relación , atraídos por la fama delas riquezas incas) a asaltarlo. Finalmente, otro punto común es queambos “reinos incas” orientales fueron la meta de las migracioneschiriguanaes, y luego de los españoles.

    La Sierra de Plata, cuya fama llegaba hasta el litoral atlántico, fuegeneralmente asimilada por los investigadores con el mismo Tawan-

    tinsuyu; de la misma manera, el Rey Blanco que los indígenas dela costa ubicaban lejos hacia el occidente, o los candires, “señoresverdaderos del metal”, de los cuales hablaban los indios del Altoparaguay, fueron identiados on el Ina del cuso12. Creo muchomás probable que las informaciones proporcionadas por los habitan-tes de las lejanas tierras atlánticas o paraguayas se hayan referido a

    11 A. Meyers 1993, 1998, 1999 ; A. Meyers y Ulbert 1997; Combès 2009; Cruz y

    Guillot 2010.12 Nordenskiöld 1917; Métraux 1927; Gandia 1929; Nowell 1946.

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    estos reinos satélites incas como los de Guacane o de Manco, másfácilmente accesibles; siguiendo a las intuiciones de Branislava Sus-nik, propuse incluso reconocer en el nombre de los “candires” el del

    Inca Condori de Saypurú, y en los “carcaraes” señores del metal, losqaraqaras que trabajaban en esta misma mina (Combès 2009 y 2010).

    Lo que sabemos de las relaciones trabadas por estos incas con laspoblaciones locales va mucho más allá de la guerra. A los tamacocíesdel cacique Grigotá, Guacane daba “grandes dádivas […] para másatraerlos a su servidumbre”, y “vivía entre ellos sin ningún recato ydormía como en su casa”13; los naturales del Paititi “sin ninguna [6]diulad i oa aas, eibieo a [mao] ese dihoso ey y lo

    reconocieron por señor hasta hoy”14. En cuanto a Garcilaso, escribeque los “musus” orientales dejaron los incas poblar en sus tierras:“Y los musus les dieron sus hijas por mujeres y holgaron mucho consu aeeso” (1990 [1609]: lib 7, a. XIV). E Saaiaa ooen el Paititi de Manco Inca, la situación no debió ser muy diferentede la que encontraron los españoles en los márgenes orientales delCusco: una mezcla incipiente entre la cultura andina de los reciénllegados y las de los grupos étnicos de la región. En busca de los

    ojos a iiios del siglo XVII, Gozalo Solis de Holgui eueaa los torocoçis que usan “batanes de piedra a dos manos a uso delPerú, cosa no vista en esta gobernación. Tenían hilos de plumeríaa uso del Perú y tianas o asientos a uso del Perú”15. El hallazgo detales indicios sólo podía reforzar la convicción española de estar alas puertas de un nuevo Tawantinsuyu.

    “Después se ha ido mucha gente huyendo de los cristianos”16

    Pero otros factores posteriores, que no pueden dejarse de lado,debieo iueia abié las iagiaioes esañolas. La e-sencia europea truncó muchos de los circuitos existentes entre tie-rras altas y tierras bajas, como el comercio del metal hasta las orillas

    13 AGI Charcas 21, r. 1, N.11, bloque 7: 1v y 2v.14 AGI Charcas 21, r. 1, N.11, bloque 7: 5v-6.

    15 AGI Charcas 21, r. 1, N.11, bloque 7: 12v.16 Juan Núñez Lorenzo, 1644, AGI Lima 166, bloque 2: 32v.

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    del Atlántico; pero es un hecho que impulsó nuevas modalidadesde circulación, y provocó nuevos (inter)cambios. Son innumerableslos testimonios coloniales que evocan la huida de gente “del Perú”

    hacia las tierras bajas orientales. Recio de León señala que existenmuchos indios “retirados del Perú” en el Apolobamba de iniciosdel siglo XVII (1906 [1623-27]: 246); oos agega: “desués de lavenida de los españoles hasta ahí ha sido siempre aquella montañareceptáculo y guarida de cuántos idólatras y facinerosos se huyendel Perú por el Arecaxe” (Torres 1974 [1657]: 440).

    Y lo mismo pasó, dicen los documentos, en los reinos periféricosorientales. El hijo de Manco, mandado al Cusco por su padre,

    …halló la tierra [dominada] por Gonzalo Pizarro y a su tíopreso por la muerte del Rey del Quito, y el otro Inca retirado enVilcabamba. Y con esta ocasión hermosa convocó, él de su partey los indios que traía de la suya, a que le siguiesen a la nueva tie-rra que tenía su padre descubierta, llamada Mococalpa, vocablocorrupto del español que ahora llamamos Mojos. De manera quecon la novedad de los españoles poco fue menester; siguieron aGuaynapoc hasta 20.000 indios, aunque al juicio de los indios

    del Cuzco pasaron muchos más de los que se habían retirado aVilcabamba con su rey, el cual volvió poderoso de gente de sunación (AGI Charcas 21, r. 1, N.11, bloque 7: 6v).

    En cuanto a los incas de Samaipata, primero desbaratados por losguaraníes llegados del este y luego amenazados por la presenciaespañola, habrían encontrado también refugio al este de los Andes.E 1644, u faile de pooa aaba “que e aquella iea de losllanos que llaman raches”, vivían hombres “retirados de Samaypata

    desde el tiempo que prendieron al Inca”17. Son múltiples los testi-monios que evocan a gente “retirada” de Potosí, Pocona, Samaipatao “el Perú” en general en la región de los raches:

    Muchos de la mita de Potosí y demás partes de este reino, quepor huir su doctrina y policía se han enbreñado por la dichaCordillera y han venido a dar y poblar en la dicha provincia delos Rachas…

    17 AGI Lima 166, Jornada a los Mojos y Raches , 1644: f. 50.

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    …la dicha provincia de los raches, y que hay a su principiomucha cantidad de indios de este reino y de la mita de Potosí, yparticularmente de los del dicho pueblo de Pocona…

    … el maese de campo Juan de Paredes su abuelo en un pueblocircunvecino a ella [provincia de los raches] donde halló indiosque le hablaron en la lengua general del Inca. Y supo de ellosque se habían huido y retirado del pueblo de Pocona…

    …Tenían un rey que era Inca y que había también otros mu-chos incas e indios de este reino, que cuando la entrada de losespañoles en él, se retiraron e hicieron su república…

    …Se tiene gran noticia que se retiró aquella tierra adentro un

    capitán o hermano del Inca desde los Andes del Cusco cuandoentraron los españoles en este reino y prendieron a[l su?] rey, ycon el retirado se fue mucha gente y así se presume que despuéstambién se ha ido mucha gente huyendo de los cristianos…

    …Hay gente mucha retirada desde el tiempo del Inca…Y hay mucha noticia de que el Inca o hermano suyo se retiró

    antiguamente del Perú con muchos indios, recién entrados losespañoles, y en particular ha oído decir esto a indios de Pocona

    de los muchos que se retiraron en tiempo de Carabaxa [Cajamar-ca] y de Pizarro18

    Estos raches, también conocidos como amos, vivían al otro lado dela cordillera de Cochabamba, bajando a los llanos. Ya en 1588, Fran-cisco de Angulo estuvo en su territorio, buscando el antiguo caminodel Inca (1906 [1588]; de los interrogatorios que llevó adelante entrelos raches, se desprende que estos indígenas servían al Inca (¿cuál?)que entró a las tierras bajas, custodiando en particular el puente de

    criznejas construido. Se desprende, también, que este avance incafue truncado por la noticia del arribo de los españoles a Cusco:

    Vino nueva que los españoles habían entrado en la tierra delPerú; y que, como traían fama de gente que todo lo conquistaba,y que habían vencido a uno de los Incas, no pasó más gente a laconquista de esta provincia, antes, la que había entrado del Perúpara la conquista se conformaron con los de la tierra, e hicieron

    18 Testimonios de 1644, AGI Lima 166.

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    paces y se quedaron con ellos, de miedo de no salir al Perú (An-gulo 1906[1588]: 93).

    En vista de las noticias recogidas, y de los fracasos españoles porentrar a Mojos por Santa Cruz, “Raches” se volverá pronto un sinó-nimo de Paititi o Mojos en los documentos. Más informaciones sobreese ueblo aaee e la seguda iad del siglo XVII, ieo enumerosos testimonios levantados para preparar una entrada (AGILima 166), y luego en ocasión de las múltiples expediciones que elgobernador de Santa Cruz, Benito de Rivera y Quiroga, organizó en

     busca del Paititi19. Se oa que, oo e los ieos de Agulo,los raches entienden perfectamente el idioma quechua, aunque exis-e idiios de uso de oo idioa que queda si ideia; ieecomo vecinos sureños, en los yungas de Pocona, a los yumos. Pérezde Mirabal describe estos indígenas:

    El vestido de los yumos es pobre porque hombres y mujeresno traen de ordinario más que unas camisetas de corteza de ár-

     bol que, ya hemos dicho en otra parte, llaman mura y cómo la beeia y es de uy oa dua; las aiseas de los hobeshasta las rodillas y las mujeres hasta el tobillo, se las ciñen porla cintura con atadura de lo primero que hallan. Siempre an-dan descalzos y destocados, el cabello largo y enrollado a lasespaldas con cinta de algodón. Las camisetas de mura les sirvepara trabajar y caminar, mas para en sus casas las tienen de muylindo tejido de algodón y teñidas con achiote; tienen muchaabundancia de algodón. No comen más que dos veces al día, lasmujeres no beben chicha ni mascan la coca (Relación Mirabalina1661: 22v-23).

    Más interesante, conocemos la lengua hablada por los yumos: elaymara20 , o “u” ayaa algo difeee al vez, aliado o utestigo de “lengua cerrada aymara”21.

    19 Ver Combès y Tyuleneva 2011; las expediciones de Rivera y Quiroga estánprincipalmente documentadas por la Relación Mirabalina (1661) y los escri-tos de Francisco del Rosario (1674 y 1682 [1677]).

    20 Relación Mirabalina 1661: 19v; Rosario 1682[1677]: 814.21 Testimonio de Gonzalo de Abrego y Figueroa, AGI Lima 166, 1644, bloque 2: 48.

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    LAS TIERRAS BAJAS DE BOLIVIA: MIRADAS HISTÓRICAS Y ANTROPOLÓGICAS

    La pregunta es evidentemente saber si yumos y raches eran “na-turales” de los llanos que hicieron tratos con el Inca y luego conlos indios “retirados”, o si provenían ellos también de alguna parte

    “del Perú”. Interrogado en 1588 por Angulo, “Higuaba, cacique delueblo de cuo y aiá del Ia, idio iel” dijo que “ea sujeoa otro cacique en tiempo del Inca, que era de un pueblo de Sacaba”(Angulo 1906 [1588]: 101). Más de medio siglo después, los yumosaa laaee que ao ellos oo los ahes

    …eran intrusos en aquella provincia, porque se habían reti-rado de esta tierra cuando llegaron los españoles a ella, y quesu natural y adonde residían era en el valle de Sacaua que estácomo una legua de Cochabamba, y que toda la mayor parte delos indios que se habían retirado habían parado en los dichos ra-ches, y ellos también pararon juntamente con ellos (Testimoniode Juan de Godoy, 15 de febrero de 1644, AGI Lima 166, bloque2: 91v).

    Una guerra, ganada por los raches, habría luego separado ambosgrupos y obligado a los yumos a retirarse a la falda de la cordillera22.Sin embargo, ambos grupos mantenían ambos contactos con “losdel Perú”, y en particular con la gente de Pocona.

    Al oese haia el Alo Bei, los ahes oa o oos idíge-nas: los moços, o moxoties. Nada en los documentos permite supo-ner que estos moços también hayan llegado “del Perú” como losraches o los yumos. Si bien conocían algo de la lengua aymara paracomunicarse con los españoles, tenían su propia lengua “que es re-vesadísima” (Rosario 1674: 19). Hecho muy interesante para los es-pañoles en busca del Paititi, los moços no sólo tienen metal (coronas

    y patenas de plata), sino que lo trabajan. Un informante explica porejemplo de qué manera se sacaba la plata, otro “era minero”: losmoços son, dice Rosario, “gente de mineral” (Rosario 1674: 15v, 18v,26v); “todas sus herramientas son del Perú, hechizas. Y así no hacíancaso de lo que les daba el señor gobernador” (Rosario 1674: 26v). Yel mismo padre concluye: “con que así en esto como en saber la len-

    22 AGI Lima 166 (1644): 48r-v, 52, 91v.

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    gua aymara […] conocimos que la comunicación con los indios delPerú es grande y que entre ellos hay muchos de allá” (1674: 17v-18).

    Moços y raches eran dos grupos diferentes. Pero sí eran vecinospróximos, se solían visitar, intercambiaban productos, y no pode-mos descartar la posibilidad de mezclas entre ellos23 , tal vez pos-teriores a las visitas de Rivera y Quiroga. En efecto, resulta curiosoque ambos grupos hayan sido propuestos como candidatos al títulode antepasados de los actuales mosetenes y de sus parientes lingüís-ticos los chimanes24. En ambas versiones, la ubicación de los gruposcorresponde con la de los mosetenes, cuyo nombre (y la variantemoxoties) corresponde además estrechamente al de los moços. Perola tesis rache tiene otros argumentos a su favor: la condición de sali-neros de los raches, que recuerda a la de los chimanes (ver Daillant2008), o el hecho que, en 1800, una expedición religiosa en busca de“los idios ieles ahes que habia e los ágees de los íosBeni y Cotacajes” acabó encontrando mosetenes25. Si pensamos enprobables mezclas entre ambos grupos, estas dos hipótesis no sonforzosamente irreconciliables. Poco después de las expediciones deRivera y Quiroga, en 1698, un informe jesuita habla juntos de los“raches, muçuties y maniquies”26 , y “maniqui” fue, efectivamente,un nombre aplicado a los chimanes (Daillant 2003: 28, 33). La men-ción, en 1732, de las misiones “de lecos y raches” por Apolobamba(Sardán 1906[1732-39]: 427) bien podría referirse en realidad a losmoços-mosetenes.

    Sea lo que fuere –no pretendo zanjar aquí el problema–, el pano-aa que aoja las fuees odavía a ales del siglo XVII es elde u vedadeo obellio éio, dode ueblos hoy ideiados

    23 Sin olvidar que las menciones de los “llanos de raches y moxos” posible-mente se referían a los moços y no a los grupos del Mamoré.

    24  Aeia (1905: 210) y méaux (1942: 15), ee oos, ideia a los a-ches con los mosetenes. Esta hipótesis está cuestionada por Daillant (2003:28), quien sugiere la pista de los moços.

    25 ANB ALP, MyCh 463: Expediente promovido a nombre de fray Bernardo Jiménez Bejarano, predicador apostólico y fundador del colegio de San Joséde taaa. Soliia auxilio aa la ovesió de los idios ieles rahes

    que habitan en los márgenes de los ríos Beni y Cotacajes, 1800.26 ARSI Peruana 21: 110 (1698).

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    LAS TIERRAS BAJAS DE BOLIVIA: MIRADAS HISTÓRICAS Y ANTROPOLÓGICAS

    como “de tierras bajas” conocen el arte metalúrgico andino, dondeindígenas de habla aymara se visten con cortezas de árboles, dondeex servidores del Inca “se conformaron con los de la tierra”. Al re-vés, cabe mencionar las huidas de muchísimos indígenas de la zonade Santa Cruz la vieja hacia el occidente: más de 3.000 de ellos seeoaba e chaas a iiios del siglo XVII (Gaía reio 1988:161-162), donde probablemente acabaron mestizándose con las po-

     blaciones locales.

    Reexiones fnales

    Los expedicionarios españoles no estaban tan equivocados ensuma. Encontraron seguramente muchos más ex mitimaes e yana-conas que Incas de la realeza en los llanos, y mucho más algodónque oro, pero sus sueños de riquezas se basaron sobre elementostangibles y una presencia andina innegable en los llanos.

    Volviendo al inicio de estas páginas, es posible considerar las mi-graciones contemporáneas de los pueblos andinos hacia el Chapa-

    re y las tierras bajas como el último avatar de un proceso históricomilenario. De hecho, considerar estos procesos en la larga duraciónpermite relativizar los lamentos acerca de la “invasión” física y cul-tural andina en los llanos: en este cambio de perspectiva reside ladiferencia entre hablar de “aculturación” en vez de “etnogénesis”, ode “pérdida de tradiciones” en vez de “permanente creación”.

    Pero las relaciones entre Andes y tierras bajas sólo son un caso,un ejemplo particular. No se trata de un fenómeno único de con-

    tactos entre grupos, de conformación de una telaraña en cuyo cri-sol se gestan culturas nuevas y nacen nuevos grupos. Empleé enoos esudios la gua de la “elaaña”, o ejelo al esudia elpoblamiento étnico de la región de la primera Santa Cruz; en otrostrabajos, hablé de “chiquitanización”, “otuquización”, “zamuquiza-ción” y otros barbarismos lingüísticos; en el ejemplo que desarrolléaquí, coexisten chunchos vestidos “al modo del Perú” y andinos“conformados con los de la tierra”. Son casos y ejemplos que debeniiaos a eexioa u oo aea de lo que eedeos hae

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    (y cómo pretendemos hacerlo) cuando hablamos de etnohistoria ode historia indígena.

    Si bie los esudios oogáos so eesaios, esa eleió e-

    todológica no debe conducir a postular grupos cerrados o monadasaisladas: el árbol no crece en el vacío, y no puede llegar a opacarla selva que lo odea. taoo so jas las ideidades éias, ylos pueblos cambian de nombre, de lengua, de costumbres, o de lu-ga. Auque esas eexioes ueda aee deasiado iviales oevidentes, quiero recordarlas aquí. Pues decir, como algunos suelenhaelo, que los gogooquis de la Saa cuz del siglo XVI “so loschiquitanos” (que sólo surgieron como grupo étnico en el crisol de

    las isioes jesuias del siglo XVIII) es u babaiso uho ásgrave que los que evoqué arriba; hacer, como hacen otros (Krekeler1995), la historia de los chiquitanos empezando por su pasado pre-hispánico es otro sinsentido. ¿A quién puede ocurrírsele escribir lahisoia de los ageios e el siglo XII, o la de los faeses e eltiempo de César? A menudo, queriendo hacer historia, el investiga-dor mismo niega su paso mismo y los cambios que conlleva. Abo-gaba hacen unos años por una “relectura de la historia del oriente

     boliviano”; en esta primera reunión de etnología de las tierras ba- jas, nos reunimos para compartir nuestros trabajos y perspectivas:me parece así que vale la pena repetir el mismo pedido para poderdevolver sus verdaderas dimensiones a una historia y un paisajeétnico siempre cambiantes.