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Colaboran en este número

Alberto Calero Carramolino, Gonzalo Escribano, Alain Íñiguez Egido, Ana María Ruiz Martínez, Montse Ordóñez, Teresa Soto Tafalla

Comité de Redacción

Consejo de Redacción Javier I. Alarcón, Gema Cuesta, Esther Gómez, Cristina Martínez, Eduardo Montoza, Patricia Pizarroso, Cristina Somolinos

Firma invitadaAna María Ruiz Martínez: “¿Cómo se está enseñando la gramática en el aula de Español como Lengua Extranjera?”

Miradas“El Ateneo de Madrid: una cuna de intelectuales”, por Álvaro Ley Garrido

Biblioteca Clásica“Ceremonias de hibridación y la narrativa de Leslie Marmon Silko”, por Alejandro Rivero Vadillo

Inéditos

ReseñasDiálogo con las ArtesDe aquí y de alláAlrededoresPolifonías

ArtículosTeresa Soto Tafalla: “La Odisea de James Joyce en español. Una patata talismán para echar al bolsillo”

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Índice

Firma invitadaJavier Helgueta

MiradasÁlvaro Ley

Biblioteca ClásicaSoledad Abad

InéditosYasmín Sadeghi

Diálogo con las ArtesVíctor M. Rodríguez

De aquí y de alláCristina Suárez

AlrededoresAlejandro Rivero

PolifoníasRaquel López

VocesPaula Mayo

ArtículosAdrián Iglesias

Dirección de ArteAinhoa Rodríguez

Diseño y maquetaciónAinhoa Rodríguez

Difusión y gestión webSoledad AbadAinhoa RodríguezVíctor M. Rodríguez

DirecciónFernando Larraz

CoordinaciónMaría ÁlvarezCristina Suárez

Contrapunto. Publicación de Crítica e Información LiterariaNúmero 44 (enero 2018)ISSN: 2340-8081

CorrecciónYara Pérez

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¿Cómo se está enseñando la gramática en el aula de Español como Lengua Extranjera?

En el año 2006 ven la luz los tres volúmenes del Plan curricular del Instituto Cervantes. Niveles

de referencia para el español. Esta obra, además de suponer una actualización muy completa del plan de 1994, desarrolla los objetivos y contenidos de enseñanza que requiere una planificación curricular que sea coherente con las directrices del Departamento de Política Lingüística del Consejo de Europa. La relación de los objetivos generales de enseñanza y aprendizaje por niveles y los doce inventarios de descripción del material (gramatical, cultural, nocional…) nos acercan a la lengua española de una manera muy completa. Es por ello por lo que el documento se ha convertido en una obra de referencia para la planificación del proceso de enseñanza y aprendizaje en el aula de ELE.

En cuanto a la concepción y presentación del componente gramatical, el Plan curricular ofrece una descripción bastante tradicional de la lengua como sistema en sus aspectos fonético-fonológicos, morfosintácticos y ortográficos. Y estos tres aspectos aparecen claramente diferenciados

en inventarios diferentes de material lingüístico: 1) Inventario de Gramática (Morfología y Sintaxis), 2) Inventario de Pronunciación y Prosodia (aspectos fonéticos y de entonación) y 3) Inventario de Ortografía (formas gráficas). Si nos detenemos en el inventario de Gramática, tras la lectura de la “Introducción” que lo precede, comprobamos que el Plan curricular ofrece el contenido lingüístico pensando en su proyección comunicativa. Para la toma de esta decisión han contribuido dos hechos principales: a) los modelos comunicativos son frecuentemente criticados por su falta de atención hacia la expresión lingüística, puesto que suele primar en ellos el interés por la comunicación; y b) en los últimos años ha alcanzado una gran difusión la idea que defiende que el tratamiento adecuado de los aspectos formales es fundamental para la comprensión de los usos de la lengua. Desde esta perspectiva, las cuestiones gramaticales se interpretan como un componente más de “una competencia comunicativa situada en línea con el enfoque general del currículo, que concibe la lengua

Firma invitadadesde la perspectiva de la comunicación” (Plan curricular, 2006: 101).

Con relación a la metodología de enseñanza de la gramática, no vamos a encontrar en el Plan curricular especificaciones sobre orientaciones metodológicas concretas, aunque la lectura del documento sí nos acerca a algunas ideas y actuaciones, en consonancia con las directrices del Marco común europeo de referencia para las lenguas: aprendizaje, enseñanza, evaluación (2002), que nos orientan a la hora de planificar la enseñanza y el aprendizaje del componente gramatical en ELE. Los presupuestos básicos de esta metodología, vinculados explícitamente con la gramática, son:

1. El componente gramatical ha de servir al estudiante para mejorar su actuación, de manera que la conexión entre el contenido gramatical y las necesidades comunicativas deben primar en el proceso de enseñanza y aprendizaje. Dado que la selección de la gramática dependerá de la actuación lingüística social (la tarea) que tendrán que ir desarrollando los estudiantes, estamos ante programas abiertos a la incorporación de nuevos contenidos en función de las actividades con las que se practica el uso de la lengua.

2. La reflexión sobre el sistema y su uso en contexto ayudan al aprendiz a interiorizar las reglas y a aplicarlas en otras situaciones. La gramática ya no

puede concebirse como un contenido que se transmite mecánicamente, sino que en la enseñanza gramatical se busca transmitir un conocimiento con el fin de posibilitar un uso más competente y maduro de la lengua. Para ello, el estudiante ha de reflexionar acerca de los contenidos gramaticales y ha de ser consciente de ellos. La atención que el alumno debe dirigir hacia los elementos formales previamente seleccionados va a potenciarse mediante el desarrollo de un conocimiento explícito y consciente, para que afiance y enriquezca progresivamente los conocimientos gramaticales. Por esta razón, se promueven actividades de concienciación y sensibilidad gramatical.

3. Los conocimientos, las habilidades y la experiencia adquiridos por el alumno en la apropiación de otras lenguas le permiten avanzar en el aprendizaje de la nueva gramática. Esta especie de conciencia hiperlingüística ayuda al aprendiz a reflexionar sobre las lenguas, a comprender las nuevas experiencias lingüísticas y culturales, y a emplear las estrategias que mejor se correspondan con su estilo de aprendizaje. Todo este conocimiento facilita la observación y comprensión de los nuevos fenómenos gramaticales que aprende. En este sentido, la competencia plurilingüe y la competencia pluricultural se convierten en una base fundamental para el desarrollo de la conciencia gramatical sobre la nueva lengua y su proceso de aprendizaje y uso.

Ana María Ruiz Martínez

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El Ateneo de Madrid: una cuna de intelectuales

El Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid es una institución privada cultural

dedicada a la investigación que se encuentra ubicada en la calle del Prado, muy próxima al Congreso de los Diputados, desde donde se ha irradiado la mayoría de las tendencias culturales que han tenido lugar en España en los últimos ciento cincuenta años. El nombre de esta entidad hace referencia a Palas Atenea —denominación que recibe en la mitología griega puesto que en la mitología romana pasará a ser Minerva—, que es la diosa de la guerra, la civilización, la sabiduría, la estrategia, las ciencias, la justicia y la habilidad.

En 1820 —al inicio del Trienio liberal— se creó un primer ateneo llamado “Ateneo Español”, que tuvo una corta vida, de apenas tres años. Sus fundadores fueron algunos de los intelectuales que se reunían por aquellos años en el café del Príncipe, situado a la izquierda del Teatro del Príncipe —que es en la actualidad el Teatro Español—, lugar que hoy ocupa la administración

del teatro. Dicho café-tertulia recibía el nombre de “El Parnasillo”. Con la llegada a España de los Cien Mil Hijos de San Luis, apoyados por Fernando vii, la mayoría de los intelectuales tomó la decisión de marcharse al exilio para así evitar la cárcel, o incluso la muerte. Casi todos esos artistas viajaron a Londres, donde, de forma previa, en los primeros años del siglo xix se había constituido un ateneo. Una vez que se puso fin la Década ominosa —en 1833— volvió la libertad a España y se pudo erigir la constitución de otro ateneo —esta vez el que pasaría a llamarse Ateneo Científico, Literario y Artístico— con la ayuda de la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País y con la colaboración de la regente María Cristina (mujer del monarca Fernando vii y madre de la futura reina Isabel ii). Esta nueva institución cultural se consolidó en los últimos meses de 1835. Con respecto a su origen, cabe señalar que siempre ha existido el debate entre sus miembros —los ateneístas— de si se trata de una continuación del antiguo Ateneo Español o de si, por el contrario, se trata

Miradas

de una organización nueva, es decir, diferente. Ante este conflicto, lo único que está claro es que los primeros socios que levantaron el Ateneo Científico, Literario y Artístico son los mismos que, algún tiempo antes, habían decidido llevar a cabo la tarea de erigir el Ateneo Español.

La “Docta Casa” —nombre por el que la llamamos familiarmente los socios— consta actualmente de tres edificios. El principal y más antiguo, sede desde 1884, ocupa el número 21 de la calle del Prado. A comienzos del siglo xx, siendo su presidente don Álvaro de Figueroa —el conde de Romanones—, se compró un edificio colindante sito en la calle Santa Catalina y, ya en los años 80, con don César Navarro como presidente —quien también ostenta este cargo en la actualidad—, se hizo con el número 19 de la misma calle del

Prado, donde hay situada una sala de exposiciones y diferentes espacios en los que diariamente se organizan actos de diversa índole. La estructura del Ateneo resulta bastante curiosa ya que cuenta con una fachada estrechísima (de apenas unos cinco metros), pero conforme se entra en el edificio principal se amplía el espacio para, así, albergar un salón de actos, una galería de retratos, un par de salas de tertulia y una vasta biblioteca con más de medio millón de volúmenes, especializada en el siglo xix. Esta probablemente sea la biblioteca privada más grande de España y se encuentra distribuida en cuatro salas de lectura. Además de todo esto, la institución también consta de una cafetería y diversas salas administrativas.

Todas, o la mayoría, de las figuras relevantes del mundo de la cultura española de los siglos xix y xx han

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sido socias del Ateneo: desde Mariano José de Larra —quien fuera el socio número uno— hasta Agustín García Calvo o Jesús Posada —Presidente del Congreso de los Diputados entre los años 2011 y 2016—, pasando por Emilio Castelar, Ramón María del Valle-Inclán, Benito Pérez Galdós, Juan Valera, etc. En la actualidad, a diferencia de lo que sucede en la sede londinense homóloga, el Ateneo de Madrid no es una entidad exclusiva para hombres, siendo Emilia Pardo Bazán la primera de sus socias. Hasta nueve presidentes del gobierno español han sido socios de la institución, entre ellos, Segismundo Moret (que compaginó la presidencia del Ateneo con la presidencia del Gobierno), Antonio Cánovas del Castillo y Manuel Azaña. También todos los premios Nobel de literatura originarios de este país han sido socios del Ateneo: desde José Echegaray hasta Camilo José Cela.

En la actualidad, el Ateneo cuenta con unos dos mil socios, aproximadamente, y una notable parte de estos participa en los distintos actos que se llevan a cabo en la institución. Esos actos, además, están abiertos a cualquiera que quiera asistir: lo único que se tiene que hacer es entrar en su página web (www.ateneodemadrid.com) y en la portada saldrán todos los eventos que tienen lugar durante el día en el que se hace la búsqueda. Normalmente, cada día se desarrollan unos dos o tres actos de temática muy variada: pueden

ser de ciencias jurídicas, económicas, políticas, de literatura —entre los que se encuentran presentaciones de libros o recitales poéticos—, de religión, de mitología… además de celebrarse conciertos y representaciones teatrales cada mes en el salón de actos. Para el público que lo desee se realizan visitas guiadas por un precio de tres euros, pero en ellas no se accede a la biblioteca, que es, en realidad, uno de sus mayores encantos. Dicha biblioteca era, junto con el salón de la Cacharrería (donde tenían lugar las tertulias literarias), uno de los espacios neurálgicos de la “docta casa”. Antiguamente, permanecía abierta desde las nueve de la mañana hasta la una y media de la noche —actualmente su horario es similar: de 9 de la mañana hasta las 23:45—. Los pupitres que se encuentran en ella son los originales y tienen el encanto de conservar sus ceniceros. Otra curiosidad es que también había un servicio de catering que servía a los socios el café en sus propios escritorios. A pesar de que la biblioteca cuenta con doscientos de estos escritorios, a decir verdad, a día de hoy ni siquiera la mitad de ellos se ocupan en ninguna hora del día, salvo en periodo de exámenes, que es cuando la juventud tiene que ir a estudiar. Muchísima gente, a lo largo de los años, se ha sacado la carrera estudiando horas y horas en esta biblioteca y, de hecho, no es raro encontrarse a un nutrido número de personas preparándose las oposiciones en sus diferentes salas. Su

servicio de préstamo es muy eficiente y probablemente se trate de una de las bibliotecas de Madrid en las que transcurre menos tiempo entre que se pide un libro y se entrega a quien lo ha solicitado. Uno de los bibliotecarios más importantes con que ha contado la institución ha sido el escritor madrileño Ramón de Mesonero Romanos, pero también lo ha sido Bernardo González de Candamo, quien desempeñó este cargo entre los años 1934 y 1939. Cuando estalló la Guerra Civil, el gobierno de la República destinó dos de sus camiones para trasladar los libros a un lugar seguro, pero como en ellos no cabía ni la mitad de los volúmenes, González de Candamo impidió que se los llevaran. Así, él mismo fue el encargado de custodiar la biblioteca durante todos los días que duró la Guerra Civil. Durante ese tiempo el Ateneo siguió funcionando con normalidad a pesar de que los obuses caían en zonas muy próximas, gesto ante el cual todos los ateneístas le han dado su muestra de gratitud al colocarse una placa reconociendo su mérito en el escritorio que ocupó el bibliotecario durante los años de la contienda.

En los últimos meses el Ateneo ha estado a punto de desaparecer debido a que sus cuentas y también el edificio fueron embargados. Esto se debe a que, tras recibir dos subvenciones por parte del Estado para realizar algunas obras de reacondicionamiento, el pago de las mismas estuvo mal justificado. Ante esto,

al Ateneo se le requirió la devolución de la cuantía de las subvenciones. Sin embargo, la institución no pudo hacer frente a esa devolución y contrajo una deuda de 1.400.00 euros a finales de 2017. Gracias a las gestiones de muchas personas que no han querido que una organización cultural de tanto calado como esta desaparezca, a día de hoy la situación es un poco menos agobiante y parece que todo ha empezado a reflotar. Próximamente se celebrarán los doscientos años de la fundación del Ateneo Español y sus miembros ya hemos comenzado a planificarlo para poder dejar los malos ratos atrás y centrarnos en lo importante, que es festejar que la cultura aún tiene un pequeño hueco dentro de la sociedad.

Álvaro Ley Garrido

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Ceremonias de hibridación y la narrativa de Leslie Marmon Silko

Pese a su casi absoluto desconocimiento en Europa, la literatura nativo americana tiene

cada vez más peso en los programas de estudios americanos en Estados Unidos. Y es que la progresiva secesión cultural de las comunidades indígenas a lo largo del siglo xx ha traído consigo un gran corpus de textos literarios representando sus experiencias, filosofías y perspectivas identitarias. Una de las obras maestras más influyentes de esta literatura es sin duda Ceremony (1977), escrita por Leslie Marmon Silko (Albuquerque, 1948). En ella, Silko no solo avanza perspectivas teóricas sobre hibridación (etno)cultural más tarde desarrolladas por críticos postcolonialistas, sino que además reivindica y visibiliza las formas estéticas y narrativas indígenas, incorporándolas al modelo occidental de novela.

El texto de Silko narra la historia de Tayo, de madre Indígena (Pueblo) y padre blanco, tras su vuelta del frente de batalla en la Segunda Guerra Mundial. Tayo, como muchos otros veteranos, sufre estrés postraumático y vive atormentado por los eventos acontecidos en la guerra, particularmente por la muerte de su

primo Rocky durante la Marcha de la Muerte de Bataán. A consecuencia de esto, Tayo se siente alienado por su comunidad, la reserva de nativxs americanxs en la que vive, acudiendo al alcohol como vía de escape temporal a sus problemas psicológicos. Silko añade también dos líneas temporales más a la línea narrativa de Tayo: una de ellas a través de flashbacks en los que vemos su infancia y juventud con Rocky y el tipo de experiencias traumáticas que sufrió durante la guerra; y otra, categorizada normalmente como “espiritual”, en la que se nos muestra el mito de la creación del mundo según la cosmología Pueblo, en la que la Mujer de la Araña, la Mujer del Maíz y la Mujer de la Caña, los tres espíritus más importantes del panteón, dan primero forma a la tierra y, finalmente, la salvan de la sequía. Estas tres líneas temporales se disolverán en una durante la ceremonia, al final de la novela, que sana a Tayo.

Uno de los aspectos más relevantes del texto de Silko es su acercamiento al concepto de identidad nativo americana. Aunque las relaciones coloniales entre indígenas norteamericanxs

Biblioteca Clásica

y la metrópolis euroamericana no funcionan de la misma manera que otros procesos coloniales (como el caso español o el británico), muchos de los dilemas identitarios relacionados con la imposición de ideologías occidentales adscritos al colonialismo se pueden asociar con el dualismo ontológico característico de procesos postcoloniales. Con el surgimiento de movimientos independentistas culturales durante los años 60, el debate filosófico de las antiguas colonias pasaba por la creación de un tipo de identidad que autodefiniera a estos pueblos. No obstante, debido a que el único discurso existente previamente creaba un binarismo entre lo blanco (civilizado, ordenado, regulado) y lo no-blanco (exótico, salvaje y caótico), la respuesta en muchos contextos fue la celebración de la hibridación de ambos conceptos como identidad cultural

colectiva. En el caso nativo americano, Silko fue una de las primeras escritoras en adoptar este modelo. Analizando el personaje de Tayo observamos cómo, por una parte, no puede adaptarse al viejo, quizás inexistente, orden por el que se ha definido externamente a las sociedades indígenas desde Occidente. Por otro lado, sus aspectos racializados le impiden ser completamente asimilado en la sociedad eurodescendiente. Ni el médico blanco, que le diagnostica, pero no cura, el trastorno de estrés postraumático, ni Ku’oosh, sanador que intenta solucionar su problema por medio de una ceremonia tradicional, consiguen romper el ciclo de alienación de Tayo. Será solo con la ceremonia de Betonie, quien incorpora elementos contemporáneos a sus ritos, cuando Tayo consiga sobreponerse a sus demonios y aceptar/crear una nueva identidad con la

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que pueda convivir y relacionarse con su comunidad y su tierra.

El concepto de hibridación no es solo tangible a nivel temático. La estructura de la novela es, en sí misma, un producto de esta hibridación cultural. A las formas características de la “narrativización” occidental a las que estamos acostumbrados, Silko añade particularidades de la tradición oral Pueblo. Así, la inexistencia de capítulos definidos, las ambigüedades temporales e, incluso, las figuras que el texto crea en algunos momentos de la narración se convierten en elementos que ayudan a dar forma al argumento de la hibridación cultural. No solo eso, si bien estructura y temática suelen ser aspectos mayormente separados a la hora de su análisis, Silko los entremezcla (o, incluso, hibridiza) haciendo que nos sea imposible no acercarnos al texto desde una perspectiva holística. Así, Silko consigue generar lo que el crítico Homi Bhabha llama un “tercer espacio” en el que disociarse de las definiciones binarias características de las relaciones coloniales. Silko, manipulando el uso y el valor de las metodologías de creación de ficción de la cosmovisión dominante en su contexto, consigue hacer de su estructura narrativa una forma de subversión que no solo visibiliza la complejidad y multiplicidad del ethos indígena, sino que además desactiva gran parte del poder ontológico por el

que la narrativa occidental se define a sí misma. Ceremony es una novela que encaja y a la vez no en nuestros patrones filológicos.

La importancia del texto de Silko no ha de analizarse meramente en términos individuales, pues no es únicamente el valor de la novela como objeto de subversión lo que hemos de evaluar, sino también su capacidad para influir en posteriores ficciones. Ceremony marca un patrón aún muy presente en la literatura nativo americana contemporánea, pues no solo consigue expandir la idea del empoderamiento a través de la aceptación de una identidad híbrida, muy presente en textos posteriores de escritorxs como Paula Gunn Allen, Linda Hogan o Thomas King, sino que además ha influido en la conceptualización de la estructura narrativa como un elemento estético e incluso temático. La historia de Tayo es la historia de una búsqueda de identidad en un entorno que solo da lugar al blanco o negro y siempre dominado por Occidente. Con esta obra, Silko consigue rediseñar los cánones que definen a su comunidad, dando alas a la emancipación cultural de sus congéneres. Sin duda, una obra tan influyente que no hay en Estados Unidos ningún programa universitario de estudios indígenas que no la trate en su primer curso de literatura.

Alejandro Rivero Vadillo

InéditosTodos los perfiles tienen tu nombre

Pocas cosas me quedan de tien alguna gaveta queda algún recuerdoroído, amarillentocomo la tez del otoño a final de noviembrela dualidad de tu intelecto hacía que las noches fueran romances de medievola injusticia de tu razón palidecía ante la indiferenciael peso de tus conquistas entregó mis territorios al enemigo.Constate que en la soledadte humanizabasentonces quiseser ciudadbosque, mar y nubeasí un día logré entenderque todos los perfiles del mundo

llevaban tu nombre

Montse Ordóñez

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Flechas literarias

Erik Satie

En la costa, a la noche, el viento empapando los poros de la piel, la brisa fina de los días grises. No llueve todavía. Satie contempla el mar hundiéndose en sí mismo. Surgen por doquier los extraños animalejos que anidan en la costa, incuban huevos como escamas de la piedra amurallada y amurallante, y brujulean por la costa rebrillando en sus sueños de ascenso y costura incesante. Estas son las horas en que el temperamental pianista se relame las heridas y rumia los temperamentos e idea las tercas notas poemáticas que acompañarán sus partituras. (Ábrete la cabeza). La vida en plena noria, los caballitos del carrusel, los esperpentos de vuelta a París y música de aeropuertos cuando aún no existen los aeropuertos.

Así que Satie, adornado paraguas, pájaro en mano, inframundos en los pies y nubes en la sesera, se encierra en su casa de terciopelo y de nuevo inventa el mundo, delirio creacionista de orquesta imperial, dulce lamento de gimnasta enarcado, cuerpo de mujer que duerme yerto en la orilla del Sena. Satie preCortázar, dejando sus huellas sobre las huellas que dejará el argentino en la ciudad sin nombre donde todo es un sueño o pesadilla, donde todo es de celofán y caramelo. Testarudo ladrón de la noche, pianistero de cabaré, romántico de alfombra persa, modernista de salón y vanguardista de los panes y los peces: músicas para no ser escuchadas, melodías que se retuercen, historias de nunca acabar. Enlutado y enlatado, ojos de mar y canto de sirena. Irónico seductor con suicidio y papelinas. Muerto de amor. El patrón de todos los barcos sale a la calle. Stravinsky mientras tanto toma café. Satie nos deja sus notas como señales, como indicaciones, como dinámicas, como flechas, que sirven para la música y para la vida. Este señor divertido es tan electrizante... que su calor deshiela la panza de los cisnes. Y juega que te juega la bella interrogación blanca con los rápidos gansos, bobos como farallones en el desierto.

Comienza el siglo xx. Las farolas se encienden ligeramente y se apagan y se encienden, de nuevo, intensamente, al paso de Satie. Como dice la canción, imposible ser neutral en un tren en movimiento.

Gonzalo Escribano

Memoria

Ahora que nos hemos quedado solosvoy a hablarte de los ruidos del mundoEn esos lugares comuneses siempre de nochesolo se encuentra refugio en los acantiladosEl estado de las cosases la patria de los geranios y la frontera de la vanidadLos hombres repiten las palabras que se pierden como la arena del desiertoEn la ciudad de los caminosel atardecer del que deambulaofrenda el perdón de los pecados

Cuando el destino te mire a los ojoselige el gestola aritmética de la compasiónla última palabrarezaLlega al límite del bosqueve a la orilla del océanohunde las sienes en los suburbiosasiste al murmullo de las cascadasno te dejes arrastrar por el estruendo de la ovación que te regalan las vidas malgastadasSé dignoSé

Antes yo quise ser cronista del asediocambio y sospechame alejé del silencioconsecuencia y legadoArranqué la estatua de Leninplanté olivos y guirnaldasescribí la historia de los Corintiosquemé bosquejos y tejí banderas

No corrí la misma suertecaí en el olvido del acantiladodonde el horizonte se hizo inciertollegué a la orilla equivocada

me perdí Montse Ordóñez

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Esto no va de levantar piedras

Cuarenta años han pasado desde que en 1977 cobrara vida la que posiblemente sea la saga

cinematográfica más popular de la historia del cine, cuando un jovencísimo George Lucas apareció para convertir los sables láser en el icono de una generación; sin embargo, la atemporalidad de Star wars ha evitado el envejecimiento de sus películas y ha permitido que nuevas generaciones formen parte de este mundo. Es tal su magnitud que esa primera generación hoy comparte pantalla con los más pequeños para el visionado de la que ya es la octava entrega de la saga. Y es que, después de que en 2015 se estrenase la película que retomaba la historia original, por fin vuelve la esperada continuación: Los últimos jedi.

En esta ocasión, tras presentar a los nuevos personajes y retomar algunos bien conocidos por los fans, la historia continúa con la lucha entre los últimos estertores de la Resistencia y la Primera

Orden, fundada sobre los restos del antiguo Imperio Galáctico. La acción se sitúa en diferentes puntos de la galaxia, de acuerdo a la localización del conjunto coral de protagonistas: Rey tratando de ser entrenada por Luke Skywalker, Finn y Poe Dameron ya como miembros activos de la Alianza Rebelde bajo el mando de la princesa Leia y Kylo Ren atormentado por el Líder Supremo Snoke tras su fracaso. Sinceramente, esta es toda la información de la historia que debería conocer cualquier seguidor; todo lo que ocurre es difícil de resumir sin recurrir al spoiler.

El espectador se encontrará ante una entrega con un tono más épico que en El despertar de la fuerza, en la que empiezan a definirse los personajes que solo fueron presentados. Este es, precisamente, uno de los puntos más reseñables de la película, el desarrollo de los personajes, quienes demuestran ser caracteres poliédricos cargados de matices, que difuminan la dicotomía

Star Wars: los últimos jediDirección: Rian Johnson

Reparto: Daisy Ridley, Adam Driver, Mark Hamill, Carrie Fisher, John Boyega, Oscar Isaac, Domhnall Gleeson

Duración: 150 minutos

Diálogo con las Artes

bien-mal mediante un vaivén de emociones que permiten ver cómo el lado oscuro se acerca a la luz y viceversa. Especialmente destacables son las figuras de Kylo Ren y Rey, que se convierten en Los últimos Jedi, dos personajes con todas las papeletas para formar parte del hall of fame de Star Wars, así como el estelar regreso de un Luke Skywalker algo cambiado. En el plano técnico, aunque inicialmente sorprendió la elección de un director aún sin consagrar como es Rian Johnson, el resultado es notable: destaca sobre todo la elaboración de un guion dinámico, aunque algo caótico, centrado en el desarrollo de las tramas de los protagonistas —donde se deja a un lado el homenaje y las referencias a la trilogía original, demasiado recurrentes

en El despertar de la fuerza—, cargado de acción y ritmo; así como el plano visual, donde la dirección fotográfica de Steve Yedlin consigue dejar planos en la memoria colectiva de los fans, como los ski-speeders recorriendo Crait o la sala roja donde Snoke se reúne con Kylo Ren. Fundamental es, como siempre, el acompañamiento musical del maestro John Williams, que una vez más se encarga de la banda sonora. No obstante, no todo podía ser positivo en una saga que siempre suscita controversias; aspectos como algún giro de guion que desentona, la introducción de nuevos personajes algo insípidos o los absurdos intentos por introducir tintes humorísticos consiguen dar la nota discordante en una sinfonía que, por lo general, deja bastante buen sabor de boca.

No se puede decir que vaya a satisfacer a todos los fans de Star Wars, porque siempre quedarán aquellos que busquen resucitar la esencia de la trilogía original; sin embargo, esta puede ser la secuela que por fin la reconcilie con los más puristas. Y es que, en un momento puntual de la película, Luke Skywalker hace referencia a que la Fuerza no consiste simplemente en levantar piedras, sino en dejar que la energía fluya; así debe entenderse Los últimos jedi: lejos de suponer un nuevo esfuerzo para los fans, la saga por fin fluye con esta entrega, como la Fuerza.

Adrián Iglesias Isasi

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“Solo muere lo que se olvida”

Una producción cinematográfica avalada por los estudios de animación Pixar suele ser

sinónimo de éxito en la cartelera, como ha venido sucediendo desde hace más de veinte años gracias a obras como Toy Story (1995) o Inside Out (2015), entre otras. Su último estreno, Coco (2017), no iba a ser menos: se ha convertido en el largometraje más taquillero de la historia de México y recientemente ha sido galardonado con el Globo de Oro 2018 a la Mejor Película de Animación. Que el amor verdadero también es el que se profesan los miembros de una familia —y no solo el de las princesas que protagonizan las primeras películas de la compañía Disney: Blancanieves y los siete enanitos (1937), La Cenicienta (1950), La Bella Durmiente (1959)…— viene a demostrárselo a los espectadores Miguel Rivera, un niño mexicano cuya afición por la música lo hace discutir con sus parientes más cercanos, especialmente con su abuela Elena. Un inesperado viaje a la Ciudad de los Muertos hará que se reencuentre con sus antepasados, pero también que aprenda que lo más valioso que hay es la unión de su familia y el apoyo que esta le brinda.

Lee Unkrich, quien ya colaboró en icónicos largometrajes de la compañía, como Monstruos S. A. (2001) o Buscando a Nemo (2003), dirige en esta ocasión un original y emotivo relato sobre la lealtad, la reconciliación y el amor que hunde las raíces en la cultura mexicana. Partiendo de la tradición del Día de Muertos, con sus correspondientes visitas a los cementerios y ofrendas a los fallecidos, y pasando por la aparición de un xoloitzcuintle —una raza canina endémica de México—, la decoración de

CocoDirección: Lee Unkrich

Reparto: Anthony Gonzalez, Benjamin Bratt, Renee Victor, Gael García Bernal

Duración: 109 minutos

las ciudades con papel picado y los pétalos de la flor de cempasúchil y la compañía de los alebrijes —animales fantásticos encargados de guiar espiritualmente a quienes lo necesiten—, este film logra con éxito que el público permanezca atento a las aventuras del joven Miguel, el bisnieto de la entrañable Mamá Coco. Además de ofrecer a los pequeños un bello espectáculo de no pocos colores y canciones —de nueva creación, como “Recuérdame” el tema principal de la banda sonora, pero también populares como “La Llorona”— y de invitarlos a perseguir sus sueños cueste lo que cueste, Coco también consigue agradar al público adulto a través de las enseñanzas que se pueden extraer de ella, entre las que destaca que quienes ya no están el mundo de los vivos siguen presentes en los recuerdos de quienes una vez los amaron: “solo muere lo que se olvida”. A esta conclusión, entre otras, se llega también en El libro de la vida (2014), el film con el que Coco ha sido comparado desde su estreno puesto que también se inspira en el Día de Muertos. No obstante, Disney se ha desvinculado de las acusaciones de plagio al defender que se comenzó a trabajar en el proyecto hace más de siete años.

Pero en esta película no solo prevalece la ternura que provoca la historia de la familia de Miguel, sino que, además, los cameos que protagonizan algunas de las figuras más emblemáticas

de México se van sucediendo y dando lugar a cómicas y curiosas situaciones. Así, Frida Kahlo y su vena artística pasean por algunas de las escenas de la película y, asimismo, se hacen cariñosos guiños a las actrices Dolores del Río y María Félix, el luchador El Santo, el pintor y muralista Diego Rivera… De hecho, para la creación de uno de los personajes principales, el famoso Ernesto de la Cruz —admirado con fervor por el joven protagonista—, sirvieron de inspiración los cantantes Pedro Infante y Jorge Negrete. Y es que la música, compuesta por Michael Giacchino, vertebra todo el hilo argumental haciendo que la historia de Miguel emocione aún más si cabe a quienes asisten al reencuentro de este con sus seres queridos. En definitiva, viendo Coco tienen cabida las risas y las lágrimas, por lo que el entretenimiento está asegurado para todas las edades.

Cristina Suárez

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Un mundo violento

Para Estados Unidos, la violencia no es solo un problema, es una obsesión. La sociedad

norteamericana constantemente dialoga con este complejo problema, diálogo que saca a relucir las contradicciones de sus discursos políticos. La consecuencia es una violencia concreta que adquiere forma en guerras, tiroteos masivos y abusos de poder por parte de la policía, por nombrar algunos ejemplos. Resulta relevante, en consecuencia, que la numerosísima producción cultural centrada en el tema lo ensalza e incluso glorifica. Es por esto por lo que la nueva producción de la asociación de Marvel y Netflix llama la atención: The Punisher problematiza uno de los estigmas más grandes de Estados Unidos. El protagonista, Frank Castle (John Bernthal), es un veterano que perdió a su familia en un enfrentamiento entre narcotraficantes y policías. Lo conocimos en la segunda temporada de Daredevil (2016), donde supimos de sus motivos y objetivos. La nueva entrega abre con una breve introducción en la cual Castle concluye su venganza y, después, se nos muestra intentando construir una vida

con una nueva identidad. Sin embargo, ya sea por las circunstancias o por una necesidad personal, vuelve a ser “el Castigador” y descubre que la muerte su familia no está resuelta.

Regresan algunos personajes que ya conocíamos de otras series —resalta Karen Page (Deborah Ann Woll), uno de los más interesantes de este universo—. Por otro lado, la serie presenta nuevos protagonistas, la mayoría relacionados con la guerra directa o indirectamente. Porque, si la violencia es el tema de la serie, los veteranos son el vehículo para abordarlo. Concretamente, los jóvenes exsoldados que deben regresar a vivir en paz tras haber sido entrenados para asesinar. De esta manera, The Punisher apunta a una de las mayores contradicciones de Estados Unidos: la necesidad de producir individuos violentos para luchar en guerras que, al concluir su labor, son abandonados en un mundo en el que no tienen un lugar. Los personajes permiten explorar este problema desde diferentes ángulos: un joven que se siente traicionado por su país y cuyo conflicto interno traerá las

The PunisherCreadores: Steve Lightfoot

Intérpretes: John Bernthal, Deborah Ann Woll, Ebon Moss-Bachrach, Amber Rose Rebah, Ben Barnes

Nacionalidad: Estados UnidosDuración: 13 episodios (50 minutos aproximadamente cada uno)

peores consecuencias; un soldado que perdió una pierna y ahora dirige un grupo de ayuda para veteranos; otro veterano que fundó una empresa de seguridad privada. Por supuesto, el centro del problema, y la figura que mejor encarna sus contradicciones, es el protagonista. Se retoma la figura del anti-héroe, cuyo estatuto paradójico sirve para encarnar la cuestión de la violencia sin anular sus aporías. Castle, a pesar de su código ético absolutamente personal y de su atractivo —necesario en un papel protagónico—, no glorifica el uso de la violencia. Incluso si consideramos que su causa es justa, su cualidad anti-heroica es ineludible. Su tragedia es, finalmente, que no puede renunciar a la violencia y que no puede escapar de las consecuencias que esta produce.

El mayor acierto de The Punisher es que hila los temas que plantea con sus personajes. Estos, por su parte, no pierden profundidad, se muestran como entidades profundas que deben dialogar con su contexto, enfrentar sus contradicciones e incluso sufrir sus

existencias. Ahí está la efectividad de la narración, en los protagonistas que la llevan adelante a través de sus acciones. Las reflexiones sobre la violencia —no solo concreta, sino del sistema político— no se presentan como argumentos, se viven. Uno de los puntos débiles de la serie es, de hecho, la escena en que intenta hacer explícita estas ideas tácitas. Irónicamente, esto se aprecia en uno de los capítulos mejor construidos (“Virtud de los depravados”), en el cual se hace que dos personajes discutan sobre el control de la venta de armas. La serie pierde, no solo en tanto que explica algo que ya aborda en la narración, sino porque parece tomar una posición —demasiado simple— frente al problema. Estos puntos no perjudican la totalidad de la historia. En la escena final, el macroproblema nos trae de vuelta a la perspectiva individual, la de Castle, que en una última línea se desnuda frente a los personajes y al espectador.

Javier Ignacio Alarcón

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Malas hierbas y buena comedia

Es inviable ignorar que Carlos Be (Vilanova i la Geltrú, 1974) es uno de los autores de moda

en el circuito dramatúrgico actual. Y es que en este momento se encuentra de dulce; su incansable trabajo lo ha llevado a ser incluido en la revista teatral estadounidense Estreno como una de las voces que luchan contra la violencia de género con su obra breve Última denuncia antes de mi muerte (2017), a estrenar en cines la adaptación de su obra Llueven vacas (2006) y a presentar Peceras (2015) sobre el escenario del Teatro Lara por sexta temporada. Por si no tuviese suficiente con esto, el pasado 26 de noviembre estrenó, bajo su propia dirección y también en el Lara, Malas hierbas (2017), una actualización en clave de humor de La muralla (1954) de Joaquín Calvo Sotelo.

La obra presenta ante el espectador a los Fernández, Juan y Carmen, un matrimonio que goza de la aparente felicidad que otorga el dinero hasta que se ven envueltos en una de esas tramas de corrupción tan populares hoy en día, que destapará todas sus miserias; entre ellas una infidelidad con Jesusa,

una actriz con grandes aspiraciones que funciona en la obra como tercera arista del triángulo amoroso. La ambición, el poder, el amor, las mentiras y la culpabilidad son los temas sobre los que se mueve esta comedia negra que consigue destapar, desde una perspectiva inusual y de manera hilarante, las vergüenzas de la sociedad actual. Y lo hace desde la sorpresa para los seguidores del teatro de Carlos Be, quienes descubren un cambio drástico de tono que el dramaturgo catalán no acostumbra trabajar —

Malas hierbasTexto y dirección de Carlos Be

Interpretación: Carmen Mayordomo, Joan Bentallé y Lidia Navarro.Teatro Lara

Del 26 de noviembre de 2017 al 28 de enero de 2018

salvo pinceladas de comedia amarga en algunos de sus textos—, en el que el elemento cómico funciona como piedra angular del conjunto de la obra. Sin embargo, es importante no entrar en el error de pensar que es una comedia más; no, Malas hierbas no podía ser la típica comedia comercial siendo quien es su creador. Es una comedia inteligente, en la que las situaciones que configuran la trama se desarrollan con un dinamismo apabullante, para lo que contribuyen sobremanera unos diálogos ágiles e ingeniosos que en ningún momento caen en lo tópico ni en el chiste fácil. Los personajes aparentan ser inicialmente arquetípicos, pero cuando se descubre el conflicto dejan aflorar todos sus matices, materializados en unos miedos e intereses que se hacen evidentes en los cambios de alianza. Es difícil crear un personaje como el de Juan Fernández sin caer en el maniqueísmo, pero Carlos Be lo consigue gracias a que plantea la evolución del personaje dejando ver su lado más humano, en contraposición a la sordidez interesada de sus compañeras.

No obstante, sin la encomiable labor de los actores sería imposible que los aspectos relativos al texto adquiriesen sobre escena la grandeza que les corresponde. Aunque los tres juegan sus roles de forma notable, el frenetismo de Carmen Mayordomo como el personaje de la esposa consigue atraer inevitablemente todas

las miradas, esté o no interviniendo en la escena. En este sentido influye la utilización de una escenografía mínima pero más que suficiente, pues el trabajo actoral eclipsaría cualquier escenario superpoblado. La dirección es adecuada; se ajusta a lo requerido por el texto sin desvirtuarlo —hecho aparentemente evidente, ya que es el propio autor quien toma las riendas de la dirección—, para lo que juegan un papel fundamental el uso de la iluminación y la precisión del vestuario a la hora de caracterizar los roles.

En definitiva, Carlos Be sorprende de nuevo y hace gala de su versatilidad creadora con Malas hierbas. Salvo aspectos tan nimios que ni siquiera merece la pena mencionar, texto y representación se conjugan en una obra de terrible actualidad, cargada de intrigas, giros dramáticos, pero sobre todo de entretenimiento. Tanto el espectador asiduo al teatro del autor como aquel que aún no ha entrado en su universo dramático disfrutarán de una divertidísima representación que asegura, como mínimo, salir con una sonrisa de la sala.

Adrián Iglesias Isasi

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La vida está en otra parte

Las relaciones humanas siempre han constituido una fuente inagotable de materia novelable.

En este caso, Pilar Adón nos ofrece trece relatos agrupados bajo el título La vida sumergida (2017), un conjunto de narraciones breves en las que la autora dispone una atmósfera continuadora de sus anteriores libros de relatos El mes más cruel (2010) y Viajes inocentes (2005) y la novela Las Efímeras (2015), un ambiente propicio para los sentimientos de angustia y sumisión causados por relaciones dominadoras que mueve a sus personajes a querer estar en otra parte, en una utopía ecologista o en tiempos del Romanticismo inglés.

El dominio que un familiar ejerce sobre otro se disfraza de falsa atención y cuidado en “Pietas”, el primer cuento de la colección. En él, dos hermanas, Hilda y Brígida, mantienen una relación asfixiante en un espacio cerrado donde la profusión de obras de arte alude al deseo de Brígida, ya difunta, de que su hermana continúe formándose —rescatando el

mito de Pigmalión—. El cuervo de Poe es sustituido aquí por una cigüeña, símbolo de la familia y el hogar. La aceptación de lo extraño como algo corriente sitúa al cuento en un terreno colindante con lo fantástico sin llegar a serlo, pero que en cualquier caso genera en el lector el mismo

Pilar Adón, La vida sumergidaMadrid, Galaxia Gutenberg

160 páginas, 17,90 euros

De aquí y de allásentimiento de intranquilidad que ha llevado a la crítica a emparentar a la autora con Cristina Fernández Cubas.

Que el espacio se apodera de buena parte del protagonismo queda reflejado en las utopías integradas por comunidades próximas a lo religioso o lo sectario. Estas permiten una visión peculiar del individuo en relación con el entorno: en “Vida en colonias”, el intento de ir a una de estas comunas ecologistas servirá para retratar la relación entre dos hermanos, Jermo y Leo, así como la sumisión de esta a aquel; en el cuento “Un mundo muy pequeño”, sin duda uno de los mejores del libro, la autora construye una comuna ecologista habitada por un cristianismo primigenio a la imagen de la Yasnaia Poliana  de Tolstói. En ella, Iván Grigorevitch Greff busca un espacio en el que evadirse de la sociedad para leer y escribir, pero poco a poco descubre que el aislamiento absoluto es imposible. La naturaleza, claro reflejo de la psicología de los personajes, adquiere un carácter frenético e incontrolable que aproxima el ambiente de este relato a lo irracional y lo onírico. Ante esta sensación de asfixia, la lectura se erige no como ejercicio intelectual, sino como mecanismo de evasión y protección de la realidad, una tabla de salvación como aparece en “Las jaulas”, o un refugio ante los remordimientos por los crímenes cometidos en “Gravedad”. La lectura es una forma de escapar de ese espacio, de la necesidad de cobijo con la que se ven

obligadas a transigir las protagonistas de “Virtus” o “Recaptación”, sometidas a la observación constante de los que las rodean.

El cariz psicológico que adoptan muchos de los cuentos afecta incluso a las propias lecturas de la autora, llegando a proponer nuevas versiones de relatos conocidos como el clásico de “Caperucita roja” en el cuento “La primera casa de la aldea”, donde el pavor que suscita el lobo se traduce en una inquietud prolongada por el desconocimiento de lo que vendrá y la agonía de la espera. La faceta lírica inherente a todo relato se deja ver en muchas de las páginas de la autora a través del protagonismo del ambiente sobre la trama. En “Fides”, la preparación de una fiesta resalta sobre su celebración. En estos cuentos, el lector tiene la sensación de que no ocurre nada, y, ante esto, lo único que podemos hacer es consolidar nuestra existencia en el relato por medio de la lectura; es decir, ser leyendo. La extraña densidad poética del estilo de Adón, que se deja ver todavía mejor en sus cuentos, nos obliga a fijar nuestra atención no tanto en lo que ocurre, sino en cómo ocurre, bifurcando la tensión narrativa en dos dimensiones irreductibles. La vida sumergida es el relato despojado de toda superficialidad innecesaria, sugerente, abierto, capaz de ahondar en nosotros y en sí mismo, dejando tras de sí una estela de inquietud e inseguridad.

Alain Íñiguez Egido

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Un viaje por Barcelona

Carlos Zanón (Barcelona, 1966), autor de poesía, narrativa y articulista, ha publicado

numerosas obras desde hace más de veinte años con ventas y críticas sumamente favorables recibiendo prestigiosos premios literarios gracias a muchas de ellas. Además, algunos de sus textos, especialmente las novelas negras —destacan Tarde, mal y nunca (2009) y Yo fui Johnny Thunders (2014)—, que ocupan un importante lugar en su trayectoria, han sido traducidos en países como Estados Unidos, Francia, Holanda, Alemania e Italia.

Taxi es una novela dinámica que en ningún momento permite al lector dejar la lectura, pues su acción frenética resulta envolvente desde la primera página, adentrándose en el mundo de Jose —no “José” como explica el propio personaje—, o Sandino, como se hace conocer fuera de su casa. Taxi no solo es un título, es el vehículo con el que, al igual que su conductor, viajamos por toda Barcelona, mostrando una ciudad que cobra gran protagonismo convirtiéndose en un personaje tan relevante como el propio Sandino. Zanón consigue hacer sentir al lector como un pasajero más recorriendo toda la ciudad. No obstante, no se queda en la superficie de este viaje,

sino que llega hasta las profundidades de todas las calles y rincones. Mediante los personajes a los que conoce y las aventuras que va viviendo Sandino pueden conocerse todas las caras de la ciudad condal, evidenciando un amplio espectro de la sociedad desde la zona más burguesa hasta la Barcelona más fiestera por las noches.

La vida de Sandino va dando tumbos, de amante en amante. Sin embargo, todo ello resulta no ser más que una excusa para evitar a su mujer, Lola, de la que se aleja para no hacer

Carlos Zanón, TaxiBarcelona, Salamandra

368 páginas, 20 euros

frente a esa nueva y dolorosa situación que supone su separación. Él no quiere aceptarlo, prefiere quedarse en ese estado, estancado, que, aunque odia, le proporciona seguridad al tratarse de lo único estable que le queda. Sin embargo, sabe que su matrimonio tiene las horas contadas. Sandino es un canalla y su actitud pícara se confirma cuando se interpola la narración de su abuela Lucía, que se revela como un personaje atrabiliario cuando descubre que no pertenece a la familia con la que ha crecido. De esta manera se explica a qué razones obedece su extraño carácter, es decir, las actitudes de Sandino se deben a que lo lleva en la sangre y es por esto por lo que su comportamiento errático se agrava cuando siente que no pertenece al mundo que le habían vendido. Es entonces cuando se da cuenta de que todo lo que le habían dicho durante toda su vida era mentira y esto le proporciona la licencia moral para comportarse como le viene en gana. La acción se presenta de forma desenfrenada no solo por la cantidad de eventos que se van sucediendo, sino por el hecho de que todo ocurre en un espacio de tiempo muy reducido, de manera que la novela se divide en siete partes: una por cada día de la semana en la que tienen lugar los hechos. Durante estos días, el personaje se va denigrando más y más, llegando al culmen de la desacreditación cuando se mete en un lío por intentar ayudar a su amiga Sofía, que se encuentra con una

bolsa con drogas y dinero. Sandino, por la amistad que les une, comete el error de implicarse cada vez más y de ir a tumba abierta convirtiendo su vida en algo que no elige él, sino que lo hace el destino, que lo lleva a los barrios más bajos de Barcelona, cosa que antes ocurría por su propia voluntad y, sin embargo, ahora ha perdido el control.

Zanón muestra en Taxi una ciudad viva a la que otorga un gran protagonismo, Barcelona, que recuerda al mejor Mendoza, pero el tratamiento de sus personajes es más visceral: no permite que se rediman de sus actos, ya que no cambian de actitud por mucho que hayan sufrido. La novela va, poco a poco, experimentando una metamorfosis, convirtiéndose el paisaje realista de los personajes en un escenario naturalista. En esta obra Zanón demuestra su talento a la hora de escribir novela negra, añadiendo ciertos toques de este género a una historia llena de intrigas y tensión hasta el último momento.

Alberto Calero Carramolino

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Las personas también son islas

Laura Ferrero  (Barcelona, 1984) es editora y periodista. En los últimos años ha desarrollado

su carrera profesional en diferentes editoriales y empresas relacionadas con la cultura. Además de ser autora del blog “Los nombres de las cosas”, colabora de forma habitual con diversos medios como La Vanguardia, FronteraD o Revisiones. A pesar de que su trayectoria literaria es, por el momento, breve —Piscinas vacías (2016) es su primer libro, formado por diversos relatos— ya cuenta con dos títulos en las librerías.

En Qué vas a hacer con el resto de tu vida, Ferrero presenta la historia de Laura, una mujer que acaba de cumplir treinta años y es incapaz de olvidar un pasado marcado por la extraña relación que mantuvo durante toda su niñez y adolescencia con su familia: un padre intolerante que vive obsesionado con las islas, una madre ausente que abandonará a sus hijos y regresará cinco años después para, luego, volver a marcharse y un hermano que padece una enfermedad mental y se refugia en el arte de las pequeñas cosas. Laura decidirá, entonces, abandonarlo todo: dejar a su pareja, Diego, su trabajo e Ibiza, la isla donde creció, para emprender un viaje a Nueva York. Su excusa será la de trabajar

como sustituta en una editorial, pero, en realidad, su verdadera intención es poder aclarar todas sus dudas. Para ello, asistirá a un curso sobre el exilio impartido por Gael, un viejo amor de juventud de su madre, al que querrá conocer para averiguar qué sabe él sobre su familia y, lo más importante, que le explique las razones de la partida de su madre. Laura, a lo largo de toda la novela, trata de llenar esas lagunas que tiene en su memoria, dado que siempre ha vivido para los demás, pero nunca para sí misma y cuando quiere echar la vista

Laura Ferrero, Qué vas a hacer con el resto de tu vidaBarcelona, Alfaguara

297 páginas, 17, 90 euros

atrás no comprende su pasado. Así pues, la novela se desarrolla en el presente y el pasado: el presente en Nueva York, tratando de reorganizar su vida y sus pensamientos, y el pasado en Ibiza, con su familia, cuando era pequeña y no lograba entender qué ocurría entre sus padres y por qué se iban distanciando poco a poco, entre ellos y de sus hijos. Laura deberá aprender a comprender a su padre, a perdonar a su madre y a aceptar las más duras despedidas.

Qué vas a hacer con el resto de tu vida no presenta una trama excesivamente compleja. A través de una voz narrativa en primera persona el lector conoce los pensamientos más profundos de Laura, que van conformando cada capítulo de la novela. Lo esencial reside en cómo consigue la protagonista reordenar cada recuerdo de su niñez y de su adolescencia y en cómo logra aceptar las cosas tal y como fueron, aunque nunca llegue a comprenderlas del todo. Esto será fundamental para que pueda seguir avanzando, pues durante toda su vida se ha encontrado en un estado de parálisis, en el que nada de lo que hacía tenía sentido: su trabajo en la editorial de Barcelona, su relación con Diego, la casa de Ibiza donde vivió... Con el título de la obra la autora nos hace reflexionar sobre estos momentos de crisis por los que atraviesan todas las personas en un momento determinado de sus vidas: “¿qué vas a hacer con el resto

de tu vida?” es una pregunta que le hace el padre de la protagonista a su mujer y que escribe en la dedicatoria de su libro, que, posteriormente, regalará a su hija y, a su vez, la misma Laura se hará la misma pregunta en continuas ocasiones. Ferrero, con un lenguaje claro y una prosa muy sencilla y directa, hará que el lector pueda sentir perfectamente todas las inquietudes y preocupaciones por las que pasa Laura a lo largo de toda la obra. Se trata de una novela de búsqueda y de reencuentro con uno mismo, de darse cuenta de que Laura no es tan diferente a sus padres y de que cada persona es una isla única.

Esther Gómez Berrueco

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Salman Rushdie (Bombay, 1947) es autor de numerosas novelas y de libros de cuentos que han sido

traducidos a más de cuarenta idiomas y ha sido galardonado y reconocido en muchos países, habiendo recibido el Premio al Autor del Año en Gran Bretaña y Alemania, el Premio al Mejor Libro Extranjero en Francia y el Gran Premio de Budapest de Literatura entre otros.

Su última novela La decadencia de Nerón Golden supone una apuesta arriesgada en la novelística actual. Sin embargo, Rushdie maneja con maestría la hibridación que supone unir la novela actual con un guion de cine. La decadencia de Nerón Golden trata las vidas paralelas de dos personajes que en un punto de ellas se entrecruzan mostrándonos aparentemente dos protagonistas: Nerón, en las primeras páginas de la novela, y René, que cobra más protagonismo según avanza la narración. No obstante, en seguida la historia desvela que el único protagonista,

y, por lo tanto, el punto de vista que se describe en la misma, es René, que actúa como cronista de Nerón. Su objetivo es hacer una película sobre su vida, de manera que poco a poco se descubrirá que no es quien dice ser. Este es el tema principal de la novela, la identidad.

En busca de la identidad perdidaSalman Rushdie, La decadencia de Nerón Golden

Traducción de Javier CalvoBarcelona, Seix Barral

528 páginas, 21,90 euros

AlrededoresTodos los personajes indagan en su interior para descubrir quiénes son, si su verdadera identidad es la que muestran a los demás porque es la que todos han creído o es la que encubren y reniegan de ella. Rushdie utiliza este trasfondo para tratar temas de la identidad nacional y de género, siendo, sobre todo este último, un tema importante que articulará gran parte de la obra: cómo en un mundo donde se intentan romper barreras se añaden etiquetas que las aumentan. La acción se enfoca en la descripción de un tipo de sociedad adinerada y en cómo se adapta a un nuevo país, cambiando su personalidad. Desde esta perspectiva se observa a toda la clase opulenta de Estados Unidos. No hace un análisis global del resto de la población; de hecho, tampoco menciona la política de forma exhaustiva, puesto que es como un telón de fondo bastante difuminado. Esto es debido a que los personajes tampoco se preocupan por la situación política, salvo alguna mención más detallada al final por el resultado de las elecciones.

En esta novela es tan importante el contenido como el continente, puesto que Rushdie monta una obra con una estructura atípica porque concentra la narración de cualquier novela con acotaciones propias de un guion de cine y cortes de escenas, incluso la tipología de la letra ayuda a cumplir este fin. En toda la novela, el narrador, René, es un director de cine que imagina las situaciones y las cuenta como si se tratase de un guion de cine. Además, en las

situaciones en las que está involucrado, René usa la primera persona, siendo un narrador homodiegético. No obstante, para tratar los momentos en los que está implicado Nerón se cambia al narrador heterodiegético, es decir, en tercera persona. Las alusiones a la cultura grecolatina son constantes, desde los nombres de la familia de Nerón que de alguna manera profetizan el final, y la forma trágica de la novela que recuerda a la gran tragedia griega, anticipando constantemente lo que va a suceder. Además de la estructura circular, que finaliza de la misma manera que comienza, el texto da una sensación de unidad y de que se completa todo con la explicación del principio. Las referencias populares y, sobre todo, del ámbito de la música, son abundantes, siendo en algunos casos demasiado localistas y poco explicadas para un lector medio conocedor de la cultura estadounidense. No obstante, también se intenta introducir el mundo del cómic aquí de una forma bastante hábil, pues se utiliza para dar sentido al mundo maniqueo en el que se convierte la política cuando el malo gana y el bueno pierde. La decadencia de Nerón Golden ofrece un nuevo esquema de creación literaria que enriquece la novelística actual, apostando por la introducción de géneros alejados; estos, tal y como demuestra Rushdie, no son incompatibles.

Alberto Calero Carramolino

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Miedo e ignorancia

El ser humano siempre busca, de manera persistente, una explicación a todo lo que ocurre

a su alrededor. Desde su nacimiento, participa en un complejo proceso de aprendizaje que define su futuro. Los Buenos es una novela de Hannah Kent (Adelaida, 1985) que trata la relevancia de las creencias, la magia y la superstición en la Irlanda rural de 1825. Pocos años después, una plaga consiguió destruir la cosecha de la patata. Este hecho provocó una serie de hambrunas que motivaron la emigración de muchos irlandeses a países como Estados Unidos, Australia o Canadá a finales del siglo xix. Kent describe una población con vidas humildes y ligadas al campo. En ella, son las mujeres las que se encargan de criar a los más jóvenes y las que mantienen un contacto más directo con la fe y la religión. Nóra Leahy ha visto morir a su hija y a su marido con apenas unos meses de diferencia. Está al cuidado de su nieto Michael, un niño que, por razones que escapan a la razón, no es capaz de hablar y caminar. Aunque nació sano, Michael tiene comportamientos muy extraños y que asustan a los vecinos del valle. Nóra decide ocultarse con él y contratar a Mary Clifford, una joven

cuidadora que la ayuda con el pequeño. Nance Roche es la vieja curandera que alivia con ungüentos tradicionales, hierbas y consejos las dolencias de los habitantes del valle. Nóra y ella tratarán de curar a Michael y se enfrentarán a lo que defiende el nuevo sacerdote, que cree que la fe es la única medicina posible y que desconfía de la hechicería y la superstición. A partir de un caso real de infanticidio, Kent muestra la cara oculta de la sinrazón de un grupo de mujeres que intentan paliar su desconocimiento con todas sus fuerzas. Se trata, en el

Hannah Kent, Los BuenosTraducción de Laura Vidal

Barcelona, Alba430 páginas, 19,90 euros

fondo, de un relato atemporal que incide en lo peligrosa que es la irracionalidad en aquel que se deja llevar por sus pasiones y creencias sobre un mundo que, aún hoy, es un gran desconocido.

Los Buenos es una radiografía sobre la vida rural irlandesa anterior al siglo xx, una novela con mucha información sobre su folclore y sus creencias mágicas. Los “Buenos” son duendes que viven en un mundo paralelo y que pueden llegar a interactuar con el mundo real. Son hadas irracionales, misteriosas, sabias e inteligentes. Tanto Nóra como Nance creen con convicción que Michael es un “niño postizo”, un espíritu que fue dejado por las hadas. Estas habrían secuestrado al verdadero Michael. Ambas mujeres, analfabetas e ignorantes del mundo moderno que ya podía percibirse en algunos núcleos urbanos, someterán a Michael a diversos procedimientos de gran crueldad con el objetivo de acabar con el espíritu misterioso y, así, recuperar al niño real. No obstante, los personajes de Nóra y de Nance no terminan de desarrollarse en la novela. Mary, sin embargo, es un personaje más complejo. Es una joven que presencia el maltrato que sufre Michael y que analiza, con una mirada crítica, los actos supersticiosos que se llevan a cabo en el valle. Ella es la única que aporta algunos toques de racionalidad en una historia de desesperación y dolor, sentimientos causados por el desconocimiento.

Tal y como señala Kent en su novela, hay registrados varios casos de torturas en las que algunas personas trataban de expulsar espíritus de seres queridos en Irlanda. Las prácticas descritas en Los Buenos pueden recordar al lector a los juicios de Salem, que se produjeron en el siglo xvii, y a las diferentes quemas de brujas. Todos estos trágicos episodios confirman, una vez más, que la ingenuidad es peligrosa y que el miedo es el arma más hiriente de todas. Kent consigue, en su segunda novela publicada después de Ritos funerarios (2013), trasladarnos a un mundo de superstición donde las hadas no son tan buenas y donde la magia esconde oscuros secretos.

Paula Mayo Martín

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La tragedia familiar que lo desencadenó todo

Intentar narrar con imágenes las elipsis temporales que Esquilo sugiere en la Orestiada no es tarea

fácil. Tampoco lo es el poner al lector en la piel de personajes arquetípicos, universales y protagonistas de la única trilogía del teatro griego que ha sobrevivido a nuestros días. Sin embargo, Colm Tóibín (Enniscorthy, 1955) lo consigue con un éxito rotundo. Como ya hizo en su novela El testamento de María (adaptada al teatro en nuestro país en 2014, con una sublime Blanca Portillo sobre las tablas), el irlandés toma como trama principal una historia universal acomodada en la memoria colectiva de nuestra sociedad. La casa de los nombres se centra en las dos primeras partes de la trilogía de Esquilo: Agamenón y Las Coéforas. Dividido en testamentos de los personajes principales, Clitemnestra, Electra y Orestes, el libro abre con la situación en palacio tras el asesinato de Ifigenia por orden de su padre, Agamenón, quien confía en el sacrificio de su hija como garantía para recuperar el favor de los dioses.

A pesar de que el autor mantiene el argumento y los personajes, reconoce haber otorgado especial protagonismo a Clitemnestra. En palabras de Tóibín,

“la figura de Electra siempre ha estado presente en la literatura en particular y en el arte en general como arquetipo de heroína trágica. Sin embargo, su madre ha quedado casi siempre relegada a un plano menos profundo, siempre ha sido retratada como una mujer ávida de venganza y de sangre, pero no se ha estudiado su perspectiva ni su voz”. El autor, al relatar en primera persona cómo Clitemnestra vive de cerca el asesinato de su hija, el engaño por parte de su marido y la conspiración de todo el ejército contra su mandato, acentúa la

Colm Tóibín, La casa de los nombresTraducción de Antonia Martín

Barcelona, Lumen288 páginas, 20,90 euros

empatía que el lector puede sentir en el momento del macabro asesinato del rey.

Resulta muy acertada la forma de narrativa que el autor atribuye a los personajes femeninos. Tanto Clitemnestra como Electra nos hablan desde su propia voz, una primera persona cargada de teatralidad que bien podría ser declamada encima de un escenario. El poder de los personajes femeninos en la tragedia griega se ve así reafirmado cuando encontramos que los fragmentos sobre Orestes están escritos en una tercera persona, muy adecuada para los pasajes de viajes, asedio y rutina que el hermano de Electra vive durante su exilio. Por otro lado, esta narrativa descriptiva y detallista cumple la función de las acotaciones teatrales y del coro griego, encargados en la tragedia clásica de situar al espectador espacial y temporalmente.

Por supuesto, los temas clásicos de la venganza y el honor son perfectamente respetados, si bien resulta de especial interés la reformulación de la figura del héroe trágico que en este Orestes no se llega vislumbrar. Como ya se comentaba anteriormente, los personajes masculinos no logran nunca hacer sombra a la fuerza de las mujeres de la familia de los Átridas. Ninguna versión cuenta con seguridad lo sucedido durante la partida de Orestes, pero Cóibín relata los años del niño raptado con una capacidad asombrosa

para acercar la realidad del joven a una situación totalmente creíble dentro del contexto de la tragedia. El irlandés retrata a un muchacho débil de carácter, sin ningún parecido a su hermana Electra, dominado por el resto de personajes y siempre a la sombra de alguno de ellos, por ejemplo, Leandro, su fiel amigo y quien le conduce desde su rapto hasta más allá del fin de su cautiverio. Vemos a un pseudo-héroe trágico al que el final de la novela deja con una culpa desencadenada por su hamartia, el error trágico que su hermana le ha llevado a cometer y por el que en la obra original se le enjuiciará en la tercera y última parte. Así mismo, la religión dentro de la vida y el contexto de la obra también ve una evolución comentada por los personajes. En esta revisión de la más famosa de las tragedias de Esquilo, el autor irlandés consigue poner en pie estos arquetipos y hacerlos andar, redondeándolos más, si cabe, y adaptando un clásico a la sensibilidad del lector contemporáneo.

Yasmin Sadeghi

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Dialogar con el pasado

A veces resulta complicado decidir qué parámetros utilizar para reseñar una colección de

relatos. ¿La leemos como una unidad o como una serie de fragmentos no necesariamente conectados? ¿Nos fijamos, por lo tanto, en la cohesión que muestra, en el tema que vincula los relatos y en el estilo que los caracteriza, o en los textos individuales que la conforman, mirándolos como unidades inconexas? Banana Yoshimoto (Tokio, 1964), en Lagartija (1993), cuya traducción ha sido publicada recientemente en España, responde a estas cuestiones de una manera particular, ya que presenta una serie de historias que exploran la misma temática, pero desde perspectivas diferentes. Los cuentos se presentan como individualidades capaces de sostenerse por sí mismas y, al mismo tiempo, dialogan con la unidad del libro. En otras palabras, todos colaboran a construir un sentido. Como la autora afirma en un texto que cierra el volumen, las anécdotas hablan sobre los traumas del pasado y la forma en que afectan nuestro presente.

Cada uno de los personajes tiene un problema distinto y lo enfrenta a su manera, sin que esto implique un final

feliz —o triste, si queremos ser precisos—. Ellos construyen su propio paraíso o infierno y, a veces, quedan paralizados frente a la incertidumbre que perfila el futuro. El protagonista del primer relato, “Recién casados”, un hombre que está iniciando la vida matrimonial, presa de sus dudas, decide no bajarse en la estación de tren que le corresponde. En el vagón, será interpelado por un individuo misterioso, capaz de cambiar de forma y leer sus deseos y miedos. En contraste, “Lagartija” nos muestra la relación de dos personas profundamente heridas

Banana Yoshimoto, LagartijaTraducción de Gabriel Álvarez Martínez

Barcelona: Tusquets160 páginas, 17 euros

en su infancia que buscan reconstruir sus vidas. No es extraño que este sea el relato que da título al libro, pues representa de manera precisa el tema que atraviesa la totalidad del volumen. “La espiral” sugiere la posibilidad de borrar los malos recuerdos, y el miedo de sus protagonistas es perder algo importante en el camino. El cuarto texto nos pone en una situación compleja, la protagonista de “Soñando con kimchi”, una mujer cuyo matrimonio empezó como una relación extramarital, es la causa de una herida en el pasado de otro, la exesposa de su pareja. Esto también representa un problema en su vida: atrapada en una situación moralmente cuestionable, intenta reconciliarse consigo misma y con quienes la rodean. “Sangre y agua” retrata el problema en una de sus vertientes más cotidianas al relatar la historia de una joven que se va de casa para escapar del pueblo donde viven sus padres, regido por una secta religiosa. La relación se invierte. Es el pasado el que, con todos sus defectos, se dibuja como un lugar cómodo frente a la incertidumbre que representa el futuro. Finalmente, el personaje central de “Una historia a orillas de un gran río” desea olvidar su pasado, en el que el sexo era el centro de su existencia, para dar un nuevo sentido a su vida. Sin embargo, lo bueno y lo malo de ese pasado se harán presentes a través de las personas con quienes lo compartió.

La narrativa de Yoshimoto es una exploración de la existencia. Sus historias, las de Lagartija y las de sus otros libros, hacen de la ficción una vía para lograr este fin. La autora construye mundos extraños, llenos de hechos irreales que sirven para llevar al extremo las contradicciones de sus personajes. Ya sea que una figura misteriosa encarne los deseos y miedos del protagonista o que borrar el pasado sea una posibilidad real, las ficciones de la escritora japonesa son espacios vivos que interpelan tanto a los protagonistas como al lector. Para lograrlo, recurre a una prosa intimista y precisa, llevada por narradores en primera persona, cuyos elementos fantásticos no niegan la humanidad de los personajes. Por el contrario, la complementan. Yoshimoto ha dicho que siempre escribe sobre los mismos temas. Quienes estén familiarizados con sus libros sabrán que, aunque esto es cierto, su insistencia en ciertos problemas —el pasado, la nostalgia, la relación de los vivos con la muerte— no limita su literatura ni la hace monótona. En este sentido, “Lagartija”, uno de sus primeros trabajos, es representativo: nos recuerda que una idea posee una polisemia íntimamente ligada a la existencia de las personas.

Javier Ignacio Alarcón

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Sentir el encierro

Con motivo del centenario del nacimiento de Leonora Carrington (Lancashire, 2017-

Ciudad de México, 2011), la editorial Alpha Decay ha publicado en español Memorias de abajo, texto en el que Carrington rescata algunos de los sucesos ocurridos durante su estancia en un sanatorio mental en Santander durante 1940. El texto, originalmente escrito en francés, se presenta en forma de diario, relatándose así las impresiones que, durante los días 23 al 27 de agosto de 1943, fueron surgiendo del recuerdo de aquel tiempo. Para introducir este texto la editorial ha elegido a la mejor prologuista, Elena Poniatowska (París, 1932), gran conocedora de la autora inglesa, incluso amiga suya, que publicó en 2011 Leonora, una biografía novelada sobre la pintora surrealista. En estas páginas la define como “una mujer que buscaba crear algo más real que la realidad misma e ir más allá de la realidad cotidiana, la realidad que nos aterra por la absoluta injusticia de su sociedad”. Esta característica es propia del tiempo en que a Carrington le tocó vivir, pues

la llegada de la Segunda Guerra Mundial cambió radicalmente el curso de su vida con apenas veinte años.

Leonora Carrington nació en el seno de una familia inglesa de clase alta. Su padre era el propietario de un importante laboratorio y la misma Leonora fue presentada a dicha sociedad con tan solo diecisiete años. Sin embargo, su espíritu

Leonora Carrington, Memorias de abajo Barcelona, Alpha Decay88 páginas, 14,90 euros

Polifoníasliberal la llevó fuera de los muros de la mansión familiar y, gracias al apoyo de su madre, pudo estudiar en la academia Ozenfant, en Londres. En esta misma ciudad conoció al también pintor Max Ernst, con el que iniciaría una relación amorosa que no fue comprendida por su padre, perdiendo así su contacto con él. El círculo de amistades de la joven encerraba nombres de la talla de Breton o Picasso, adscribiéndose así al movimiento surrealista.

Memorias de abajo es un testimonio brutal de los recuerdos que Carrington guarda de su paso por una institución psiquiátrica de Santander, en la que es internada por mediación de su padre tras haber huido de Francia debido a la ocupación nazi y el arresto de Ernst por parte de las autoridades. Este suceso desencadena problemas en la percepción de la realidad por parte de Leonora que, una vez a salvo en Madrid, empieza a tener la intuición de estar rodeada de seres que han hipnotizado a la sociedad, que se muestra impasible ante los acontecimientos que se están desarrollando en toda Europa. En las primeras páginas del texto nos introduce en estas sensaciones, siempre expuestas en primera persona, pudiéndonos acercar así a los sentimientos que la propia autora sufrió. Tras diversos episodios la trasladan a Santander y la internan en el mencionado centro, donde la joven experimentará los peores sucesos de su vida. Durante los primeros días apenas será consciente de su situación; sin

embargo, su pesadilla se ve realizada cuando despierta, pues el tratamiento que recibe por parte de su médico es, cuanto menos, cuestionable. A lo largo de esta crónica, Leonora regresa a aquellas estancias y vuelve a descender a sus más oscuros episodios para comprender en profundidad lo ocurrido, para intentar desentrañar sus delirios y para mostrar lo perjudicial de aquellos métodos “médicos”. Especialmente destacado es el papel que en su estancia tuvo el Cardiazol, una potente inyección que le causaba un tremendo dolor, así como le inducía a un estado de catalepsia. La descripción detallada de sus fases de delirio, la inclusión de sueños y el relato de sus paseos —así como el mapa del centro— ilustran con gran exactitud el tiempo de sufrimiento vivido. Junto a ello, sin embargo, destacan la fuerza de superación, la esperanza por mejorar su estatus en la institución, pero, por encima de todo, la búsqueda de la recuperación, una vuelta a su razonamiento natural que le permita recuperar la libertad física y mental. El texto se completa con un epílogo que recoge el extracto de una conversación mantenida en el verano del 87 en Nueva York con Marina Warner, en la que Carrington relata cómo escapó de aquellos médicos en un traslado a Sudáfrica preparado por su padre y cómo pudo emigrar a Nueva York para, posteriormente, asentarse en México, donde obtuvo la plenitud en su vida.

Soledad Abad Lavín

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La Odisea de James Joyce en españolUna patata talismán para echar al bolsillo

Teresa Soto Tafalla

Artículos

La nave en que nos embarcamos, a una ligera distancia de la tierra conocida y con la responsabilidad y solemnidad que asume un capitán de barco errante y comprometido, se dirige, a toda vela, hacia el archipiélago que conforman las distintas traducciones de la obra James Joyce en español. Cuando se aborda la traducción de este autor, nos referimos, en primera instancia, a la proyección del pensamiento del irlandés analizada hasta el átomo más ínfimo de su cosmos creado. Estamos ante un proceso demoledor; el análisis de un discurso de Joyce –ya sea un capítulo de Finnegans, un cuento de Dublineses, una parte de las tres que componen el épico Ulises o una de las cinco en que se divide su Retrato–

es un análisis de muchos discursos a la vez, coherentes e incoherentes a conciencia, esquivos y misteriosos, poéticos y de alta musicalidad; pero su análisis nos descubre, por encima de todo, un encuentro entre arte y lengua en su máxima expresión.

Arte, en cuanto a que el irlandés aplicó, tanto a su vida como a su obra, un canon conducido por el espíritu de liberarse de su propia circunstancia y canalizado hacia la formación de su propio ser; la lengua, por otro lado, adquiere una participación esencial en Joyce en tanto a la suspicacia del autor por haber aprehendido que lo más humano yace en nuestra cualidad de ser parlante, y en la consciencia del lenguaje

Dieu was the French for God and that was God’s name too; and when anyone prayed to God and said Dieu then God knew at once

that it was a French person that was praying.

A portrait of the Artist as a Young Man, James Joyce

como un plano que une espacios y formas y que permite un juego profundo. Por encima de todo, y de igual forma que consiguió liberarse a sí mismo, Joyce consigue liberar al lenguaje de su sentido, aliviarlo de su peso, sus acepciones y connotaciones, elementos que aparecen en el tablero para espolearnos con la idea de que la lengua es nuestro medio para ser hombres.

Para hablar de la obra de James Joyce, he acudido al estudio de Eduardo Lago, El íncubo de lo imposible (2002), en el que, además de configurar un análisis comparativo de tres de las traducciones del Ulises (a las que más adelante volveremos), sugiere otra idea que encuentro de gran importancia. El irlandés, según se afirma en este estudio, sostuvo la convicción de que en el proceso creador del escritor reside una única idea de novela. Por ende, el artista dejaría como legado un texto “único y esencial” que va a reescribir en varias ocasiones en forma de variaciones artísticas.

Ese texto único y esencial está reconocido en un tema principal, que aborda en todos y cada uno de sus escritos: el Dublín que recuerda. En cuanto a las variaciones artísticas que abordan el tema de esta obra, encontramos cuatro publicaciones principales: Dublineses (1914), Retrato del artista adolescente (1916), Ulises (1922) y Finnegans Wake (1939). Afirmar que todas ellas son

novelas sería un error, pues Dublineses es una obra compuesta por relatos y tanto Ulises como Finnegans Wake rompieron con el concepto de novela tradicional hasta tal punto que se llegó a dudar de que la novela como género literario fuese una realidad. Aunque Joyce escribió más trabajos, siempre se han considerado escritos menores, véase Música de Cámara (1907), Giacomo Joyce (1914), Exiliados (1918), Finn’s Hotel (1923) o Poems Penyeach (1927). Serán las cuatro obras consideradas aquí como principales, las protagonistas de este breve recorrido por la traducción de la obra de Joyce al español, pese a que las anteriores también tengan traducción.

Si bien se ha optado por presentar las obras a las que se va a hacer alusión de manera cronológica, el tiempo ha obrado de manera distinta en sus traducciones. Tanto es así que Retrato del artista adolescente fue el primer trabajo de James Joyce que pudo leerse en español, aunque no fue el primer libro de Joyce en publicarse. El traslado a nuestro idioma de este texto corrió a cargo de Dámaso Alonso (1898 - 1990) bajo el seudónimo de Alfonso Donado y se publicó por primera vez en 1926 (Biblioteca Nueva). Cabría señalar también la importancia del papel que desempeñó Antonio Marichalar en la difusión del artista entre la comunidad hispanohablante. Además de participar en la primera edición del trabajo traducido escribiendo el prólogo,

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también había publicado el artículo crítico James Joyce en su laberinto (Revista de Occidente, n.º xvii, 1924), acelerando el proceso de la llegada del escritor a España.

La traducción de Alonso, tras casi cien años, sigue vigente hoy en día por su acierto poético y el empeño de trasladar el escrito a una comunidad de lectores hispanohablantes. No obstante, existe otra versión traducida del Retrato, muy necesaria ya a estas alturas, según mi juicio. Son muchas las generaciones existentes entre las dos, pues la segunda traducción, del argentino Pablo Ingberg, no se publicó hasta 2012 (Buenos Aires, Losada). Además de haber traducido a Joyce, tal como cuentan en una entrevista realizada al traductor y escritor en el programa de radio La Milana Bonita (agosto de 2014), Ingberg se ha ocupado también de Sófocles, William Shakespeare, Herman Melville o Walt Whitman. En el prólogo de la edición de Losada, el traductor de la obra recorre el contexto histórico del irlandés y también el contexto en el que Joyce trazó su propio retrato, mientras que con sus notas extrae las secciones más obscuras de la novela para adentrar al lector en el esquema del proceso creador, causa y finalidad de Retrato del Artista Adolescente.

Dublineses vio la luz por primera vez en 1914, dos años antes que Retrato del artista adolescente. No obstante, esta

última ya estaba en marcha cuando Joyce presentó a las gentes de Dublín en quince relatos, pues Retrato fue una obra que reescribió y corrigió durante casi diez años. La segunda entrega traducida de Joyce no llegaría en su máxima plenitud hasta 1942. Se había traducido, en Hispanoamérica, una de las quince historias que componen la obra, Los Muertos (Grano de Oro, 1941) y en 1945 se publicó una entrega de la obra casi al completo (a falta de dos historias, “Una madre” y “La Gracia”) con traducción de Luis Alberto Sánchez; pero el artífice de la traducción de la obra entera fue Ignacio Abelló con el título de Gentes de Dublín (Tartessos, Barcelona).

No hubo de pasar tanto tiempo como sucedió con Retrato para poder leer una segunda versión completa de, esta vez sí, Dublineses. Guillermo Cabrera Infante, hombre de letras nacido en Cuba (1929 - 2005), asumió la traducción de los quince relatos desde un profundo conocimiento de la importancia musical que sugería la poética prosa del dublinés y con un firme afán de conservarla. Esta edición se publicó en 1972 (Lumen, Barcelona), treinta años después de la primera y aún no habría de ser la última. La última traducción informada de la obra Dublineses se hizo pública en Cátedra el año 1993 y corrió a cargo del madrileño Eduardo Chamorro.

Este artículo, en el que navego entre las traducciones al español de la

obra de Joyce, reúne en su camino un vaivén equilibrado en el izar de sus velas, génovas periodísticas en su cronología y velas mayores que ensalzan los valores literario, artístico y lingüístico. En la cubierta, voy sujetándome entre mástiles subjetivos para avanzar con mi visión ligera frente a esa racha de barlovento ensayístico que, espesa, me cerca. Pero, cuando interesada en el azul, espeso y salado océano joyceano diviso su horizonte culminante, no puedo sino lanzarme al abordaje. El timón que me impulsa ya ha marcado la dirección a seguir.

Hablar de Ulises y Finnegans Wake implica abordar dos enésimos cosmos. Y son muchas las justificaciones que podrían darse; véanse los abundantes planos estilísticos, las innumerables referencias históricas, personales y culturales, el complejo humor irónico, los juegos de palabras y añadamos la experimentación lingüística que Joyce nos regala en ambos tomos. No obstante, pese a todas las dificultades, el Ulises se ha traducido no una, ni dos, sino hasta cuatro veces, por lo que nos centraremos, con optimismo, en el apasionante recorrido de cada una de ellas.

En 1945, José Salas Subirat (1900 - 1975) aparecía como autor de la primera traducción jamás publicada de Ulises (Buenos Aires, Santiago Rueda), a la que se unía un extenso prólogo de Jacques Mercaton. Argentino de

nacimiento, Salas Subirat se dedicó, mayoritariamente, a la venta de seguros, que combinaba con la búsqueda de conocimiento a través de un aprendizaje enteramente personal y con algunas publicaciones analíticas sobre su campo y otros escritos de autoayuda. De manera autodidacta, se propuso trasladar, a la lengua del día a día, las ideas más puras y la estética labor de Joyce, en el empeño de seguir el juego lingüístico propuesto por el irlandés. Su legado respira, precisamente, por haber comprendido en Joyce que la lengua es un elemento vivo y dinámico que no puede separarse, bajo ningún concepto, de lo cotidiano.

Siendo ya la versión española de Ulises una realidad, treinta y un años después de esta primera publicación (1976), llegaba la versión de José María Valverde (1926 - 1996), publicada en Lumen. El perfil de Valverde es muy distinto al del porteño a quien nos referíamos anteriormente. Valverde fue poeta, ensayista, crítico literario y traductor, entre otros atributos, y concibió Ulises en una línea más poética, según reprende la crítica en más de una ocasión por haberse tomado demasiadas libertades con el texto.

Las trayectorias profesionales de Francisco García Tortosa y María Luisa Venegas Lagüéns, ambas académicas y más fácilmente asociables a la de Valverde que a la de Salas Subirat, responden como encargadas de la

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tercera versión de Ulises traducida al español. Esta edición, publicada en 1999 por Cátedra, responde a la necesidad de renovación y modernización lingüística de una obra viva y “llega envuelta en un aura de dignidad académica, y la supuesta autoridad de ser la más a tono con los tiempos”, recoge Eduardo Lago en su estudio El íncubo de lo imposible, anteriormente mencionado.

La crítica que ha girado en torno a toda traducción de Ulises se ha mostrado ácida y exigente, en líneas generales. En un terreno tan fútil resulta difícil acomodarse, tener una única versión o perspectiva; pues, ¿es realmente posible advertir solo una o intentar unificarlas todas en un enunciado? Joyce ambicionó narrar un día desde dieciocho puntos de vista diferentes, que son exactamente los capítulos en los que se divide la obra. Se conoce como montaje y es una de las bases de pensamiento de nuestro tiempo, presente en todo lo que nos rodea. Se asiste de la alteración del orden de una secuencia de tiempo para introducir imágenes escondidas en instantes esenciales y dibujadas mediante el arma lingüística. Gracias al montaje, concepto que deriva de la invención del aparato cinematográfico, es posible contar una historia del final al principio, describir el transcurso de un mes en poco más de tres líneas o detener el tiempo para ampliar el tratamiento de un momento:

“Cup of tea now. He sat down, cut and buttered a slice of the loaf. He shore away the burnt flesh and flung it to the cat. Then he put a forkful into his mouth, chewing with discernment the toothsome pliant meat. Done to a turn. A mouthful of tea”. (James Joyce, Ulysses, Chapter 4 – Calypso, Online Literature)

En la presentación de las dos últimas obras (recordemos, de entre las cuatro a las que aludíamos como principales) se anunciaban, exactamente, cuatro traducciones al español de Ulises. No obstante, esta interrupción es consciente, pues el encargado de concluir la cronología de las traducciones de la Odisea irlandesa también protagoniza la primera apertura al mundo hispanohablante del último texto de Joyce al completo: Finnegans Wake.

Marcelo Zabaloy, nacido en Bahía Blanca (Argentina), envió su versión –autodidacta, libre y alejada de las presiones de la comunidad literaria– traducida del Ulises (terminada en 2009) a una lista de editores, de entre los que solo recibió respuesta de uno: Edgardo Russo. Juntos, se aventuraron a revisar la traducción en un proceso que duró seis años, según cuenta el traductor en una entrevista realizada por Diego Erlan y publicada en la revista Ñ, en julio de 2016. El Cuenco de Plata, la editorial de Russo, quien falleció repentinamente el

1 de julio de 2015, fue la encargada de publicar la obra.

Pero la altruista labor de Zabaloy, instalador de cables de profesión y exjugador de rugby, que además manifestó desde pequeño cierta facilidad con el inglés, leyendo mucho en este idioma, no terminaría ahí. Tras concluir su versión de Ulises (2009), que había empezado a traducir para entenderla mejor y leerla a sus allegados, afirmó, en la entrevista con Erlan, encontrarse ante un vacío que al parecer solo Finnegans Wake podía llenar. Durante un tiempo, mientras trabajaba con Russo en las correcciones de Ulises, fue traduciendo el texto. Tras concluir, lo revisó hasta diez veces, según el testimonio publicado en el blog del Club de traductores literarios de Buenos Aires (julio de 2016).

Consciente de la importancia que tiene el lenguaje en Joyce, atento a la inmensa trascendencia de incluir y exaltar los localismos del lenguaje cotidiano que conoce y tras una más que suficiente preparación estilística a sus espaldas después de Ulises, Zabaloy consiguió, por primera vez, concluir la traducción al español la última obra de Joyce, Finnegans Wake, publicada originalmente en 1939 y disponible desde 2016, por la editorial El Cuenco de Plata, para su lectura en español.

En mi llegada a puerto, mientras desdibujo las escaleras que me

devuelven a tierra firme y dejo atrás la nave que me ha traído hasta aquí, me apoyo en el grumete traductor que me ha acompañado y quien no es sino otra extensión de mi viaje. Ha sido uno de los grumetes más valiosos, pues estudia las aguas con atención, advierte el movimiento de los vientos con agudeza, cuida las velas que sabe desplegar a tono con los tiempos y cede, con amabilidad, las demás génovas a marineros con otras experiencias. También se ha percatado del sol y la luna en días despejados, de nubes y furia los más tempestuosos, ha estudiado las criaturas que por aire y por agua nos rodeaban y, con sus errores, nos ha hecho subir la espuma de los temperamentos.

Porque esto no demuestra sino la gran extensión de vida que acoge el proceso de traducción en sí mismo y la propia obra de Joyce. Ambos conceptos albergan una vida de todos y para todos, donde cada uno encuentra su grumete, dibuja su propio mapa con palabras y navega consciente atravesando toda tormenta. Palabras nuevas, cambiantes, locales, incomprensibles, complejas, todas ellas que recogen un amplísimo y castigado término que es el idioma, pero que proyectan siempre imágenes universales y humanas en quien está dispuesto a abrirse al mundo que le rodea.

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