INDIGENEIDAD- PROBLEMÁTICAS, EXPERIENCIAS Y AGENDAS EN EL NUEVO MILENIO

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    Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y PortugalSistema de Informacin Cientfica

    Marisol de la Cadena, Orin StarnINDIGENEIDAD: PROBLEMTICAS, EXPERIENCIAS Y AGENDAS EN EL NUEVO MILETabula Rasa, nm. 10, enero-junio, 2009, pp. 191-223,

    Universidad Colegio Mayor de CundinamarcaColombia

    Cmo citar? Fascculo completo Ms informacin del artculo Pgina de la revista

    Tabula Rasa,

    ISSN (Versin impresa): [email protected] Colegio Mayor de CundinamarcaColombia

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    1 Este artculo es product de las investigaciones realizadas por los autores sobre etnicidad, identidad eindigeneidad en Latinoamrica.2 Ph.D. Anthropology, University of Wisconsin-Madison.3 Department of Anthropology.4 Ph.D. Stanford University.5 Cultural Anthropology Department.

    INDIGENEIDAD : PROBLEMTICAS, EXPERIENCIAS Y AGEN-DAS EN EL NUEVO MILENIO 1

    INDIGENEITY : PROBLEMATICS , EXPERIENCES AND AGEN-DAS IN THE NEW MILLENIUM

    INDIGENEIDAD : PROBLEMTICAS, EXPERINCIAS E AGEN-DAS NO NOVO MILNIO

    MARISOL DE LA CADENA2, USAUniversity of California, Davis3

    ORIN STARN4Universidad de Duke, Durham5, [email protected]

    Recibido: 09 de febrero de 2009 Aceptado: 27 de mayo de 2009

    Resumen

    En este articulo historizamos la idea de indgena y la nocion de indigeneidad. Tratadacomo relacin, y como formacion discursiva, y no como identidad, indigeneidadincluye no slo a indigenas, sino tambien a quienes se identi can como no indgenas.Considerando las diferencias historicas locales articuladas con formaciones denacin-Estado explicamos la diferencia entre etnicidad e indigeneidad, la porosidadde las fronteras entre quienes se identi can como indgenas y quienes no lo hacen, lascondiciones en que ocurre la indigeneidad en la dispora contemporanea y los problemasdel esencialismo indigenizante.Palabras claves:indigeneidad, esencialismo indigenizante, dispora, derechos indgenas,movimientos sociales.

    Abstract

    In this article we historicized the idea of indigenous and the notion of indigeneity. Asa relationship, as a discursive formation, rather than as an identity, indigeneity involvesnot only indigenous people, but also people identi ed themselves as non indigenous.Considering the local historical differences articulated with nation-states formations we explain the difference between ethnicity and indigeneity, the blurredness of the

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    EL BANCO

    Fotografa de Martha Cabrera

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    boundaries between those who identify themselves as indigenous and who dont do it,the conditions in which the indigeneity in the contemporary diaspora happened, and theproblems of the indigenizing essentialism.Key words: indigeneity, indigenizing essentialism, Diaspora, indigenous rights, socialmovements.

    Resumo

    Neste artigo historicizamos a idia de indgena e a noo deindigeneidad. Tratadacomo relao, e como formao discursiva e no como identidade,indigeneidad incluino somente indgenas, seno tambm a aqueles que se identi cam como sendo noindgenas. Considerando as diferenas entre historias locais articuladas com formaesde nao-Estado - explicamos a diferena entre etnicidade eindigeneidad , a porosidade dasfronteiras entre aqueles que se identi cam como indgenas e aqueles que no o fazem, ascondies nas quais ocorre aindigeneidad na dispora contempornea e os problemas doessencialismo indigenizante.Palavras chave: Indigeneidad , essencialismo indigenizante, dispora, direitos indgenas,

    movimentos sociais.

    Introduccin

    Hace un siglo, era impensable la idea de que los pueblos indgenas fueran unafuerza activa en el mundo contemporneo. Segn la mayora de los pensadoresoccidentales, las sociedades nativas pertenecan a una etapa anterior e inferior dela historia humana condenada a la extincin por la marcha del progreso y de lahistoria. Incluso quienes sentan simpata por los pueblos indgenas ya fueran losmaores en Nueva Zelanda, los san en Sudfrica o los miskitu en Nicaragua creanque no poda hacerse mucho para evitar su destruccin o al menos su asimilacina la cultura dominante. El poeta estadounidense Henry Wadsworth Longfellow

    describi a los nativos americanos como el sol rojo que se pone enLa cancin deHiawatha , un fascinante, romntico y en ocasiones sensiblero poema pico de 1855,ampliamente conocido. Con todo lo progresista que era en algunos aspectos iconodel nacionalismo latinoamericano antiimperialista, Augusto Csar Sandino anhelabael da en que los indios nicaragenses fueran absorbidos en una sola nacin mestiza,o mezclada. El futuro del mundo, as lo pareca, perteneca a cualquier lugar haciaoccidente y su peculiar distintivo de progreso y civilizacin.

    La historia no ha resultado ser en absoluto de esa manera. Muchas sociedadestribales, hay que decirlo, han sido exterminadas por la guerra, la enfermedad, la

    explotacin y la asimilacin culturaldurante estos ltimos siglos.6 Perolejos de desaparecer como alguna vez lo sentenciaron las conf iadas

    6 Starn (2004) explora el brutal exterminio de unasociedad nativa, los Yahi de California, y la historia

    del ltimo sobreviviente, Ishi.

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    predicciones, los pueblos nativos muestran hoy en da una fortalezademogrfica, e incluso un crecimiento. Ms de cuatro millones de personas enlos Estados Unidos se clasifican ahora como nativos americanos. Un nmeroexponencialmente mayor se precia de pertenecer a la indigenidad en todo elglobo, desde los basarwas en Botswana hasta los neocaledonios en Oceana ylos ainus del norte del Japn. Un clculo reciente seala su nmero en ms dedoscientos cincuenta millones en todo el mundo, distribuidos en ms de cuatromil grupos diferentes.7 Igualmente importante es que los pueblos indgenashan asegurado un lugar en la cultura, la economa y la poltica globales del sigloXXI. Los maores de Nueva Zelanda se han convertido en una fuerza para tener

    en cuenta en las artes, el deporte, lamsica y la vida nacional, con actoresmaores como protagonistas en xitosde taquilla comoSomos guerreros (1994)y Jinete de ballenas (2003). En Ecuador,los alcaldes quechuas recin elegidoshan transformado el gobierno local.

    Y aunque la pobreza, la discriminacin y la ciudadana de segunda categoramuy a menudo configuran las vidas indgenas en la actualidad, las excepcionesnotables tambin debilitan cualquier simple asociacin de la indigenidad con lamiseria y la marginalizacin y el estatus de los pueblos indgenas como objetosde una conmiseracin en ocasiones condescendiente. En el caso especialmentedramtico de los Estados Unidos, las tribus alguna vez pobres, como los pequots,los kumeyaays y los umatillas han construido complejos de casinos completos concampos de golf, hoteles de lujo, museos tribales y estacionamientos gigantes paralos visitantes que vienen en bus desde las grandes ciudades. En menos de unageneracin, estos grupos han pasado de ser pobres, olvidados y prcticamenteinvisibles a convertirse en una fuerza formidable.

    Igual de evidente es que los pueblos indgenas son bastante heterogneos enopiniones y agendas. Se pueden considerar dos ejemplos constrastantes. En Alaska,la Kaktovik Inupiat Corporation una organizacin compuesta de kaktovikmiutsy capitanes de balleneros locales apoya el desarrollo petrolero en el RefugioNacional de Vida Silvestre del rtico (ANWR), que algunos nativos creen fuecreado sin consultas adecuadas en primer lugar. Este grupo se ha enfrentado conlos ambientalistas, y quiere trabajar con la Shell Oil Company.8 En contraste, elpresidente boliviano Evo Morales, el primer presidente indgena autoproclamadoen la historia andina contempornea, orden a las tropas que ocuparan los

    campos de gas y petrleo de su pascedidos anteriormente a corporacionesmultinacionales. El capitalismo es el

    7 Vase el sitio web de Survival International(www.survival-international.org) para tener mayorinformacin sobre estas cifras. Por supuesto, elclculo de cualquier total depende en gran medidade la espinosa cuestin sobre quin debera contarsecomo indgena en primer lugar, interrogante queabordaremos en este artculo y en nuestro libro (Dela Cadena y Starn, 2007).

    8 Otros Kaktovikmiut se oponen a la perforacinpetrolera en el Refugio Nacional del rtico para la Vida Silvestre (ANWR).

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    Pero, como han insistido varios crticos indgenas, los recientes avances nosignifican que los indgenas hayan encontrado de algn modo la liberacin enun mundo felizmente multicultural. Tampoco quiere decir que en su nuevapresencia pblica, se pueble la indigenidad de ambientalistas instintivos, paladinesespirituales contrarios a los bienes materiales, y naturalmente los izquierdistascomunitarios siempre alineados contra los intereses capitalistas y el estatus quo.Estas opiniones expresan muy a menudo lo que Ramachandra Guha (1989) hallamado el orientalismo a la inversa, un discurso que impide comprender laindigenidad como un proceso histrico abierto, marcado de manera inevitablepor colonialismos pasados y presentes y que aun as tambin se desarrolla comoun camino an indeterminado. En contraste, tomamos la influyente concepcinde Stuart Hall (1996) sobre la poltica cultural negra para plantear que el activismoindgena carece de garantas. El indigenismo nunca ha sido una singularideologa, programa o movimiento, y sus polticas se resisten al cerramiento. Asumir que posee una trayectoria unificada, mucho menos predeterminada,es histricamente impreciso, conceptualmente errado y simplista. Aunque elactivismo indgena bien puede estar ligado a la justicia social e inspirar visionestransformadoras, como orden poltico puede estar motivado por diferentesposturas ideolgicas, todas ellas capaces de efectuar exclusiones e inclusionesforzadas (Mouffe, 2005).

    Pero cmo, entonces, podra reconceptualizarse la indigenidad? Un punto departida vital es reconocer que la indigenidad surge slo en campos de diferenciay mismidad social ms amplios; adquiere su significado positivo no de algunaspropiedades esenciales que le son propias, sino a travs de su relacin con lo queno es, con lo que le excede o le falta (Butler, 1993; Hall, 1996). Esto no quieredecir que la condicin indgena sea de algn modo derivativa o carente de visionesy direcciones poderosas de s misma. Lo que quiere decir es que las prcticas

    culturales, las instituciones y la poltica indgenasse hacen indgenas en articulacincon lo que no se considera indgena en la formacin social particular en la queexisten. La indigenidad, en otras palabras, es a la vez histricamente contigentee integra lo no indgena y por ello nunca trata sobre una realidad intocada.Colonos y nativos van juntos, como concluye el terico poltico MahmoodMamdani (2004: 10), y no puede haber colono sin nativo, y viceversa.

    Como escribe Mary Louise Pratt (2007), la indigenidad, desde su origen, designuna relacin basada en una concepcin del tiempo y el espacio que diferenciabaentre grupos de personas. Palabras comoindio en el continente americano yaborigen en Australia eran invenciones europeas para las personas que ya estabanall, antes de la llegada de los colonizadores; y por su parteindgena se deriva delfrancsindigne y del latnindigena . La etiquetaindgena revelaba adems una relacincon otros no europeos: el primer uso en ingls viene en un informe de 1598 sobre

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    el descubrimiento de Amrica entre indgenas (definida como personas criadasen ese mismo suelo) y las personas que los espaoles y los portugueses trajeronde frica como esclavos.9 No es de extraar que estas formas de relacionalidad

    expresaran la superioridad europea enla medida que indgena era sinnimode pagano, almas idlatras que deban

    ser salvadas por el cristianismo. Ms tarde, cuando la razn desplaz la fe comofundamento de la autoridad, lo pagano recibi el nuevo nombre de lo primitivo(en oposicin a civilizado) incluyendo lo que se clasificaba como tribal, nativoy aborigen en los lexicones administrativos coloniales.

    Una tensin entre diferencia y mismidad caracterizaba tambin las articulacionescoloniales de la indigenidad. Aunque sera difcil imaginar grupos ms desigualesentre s que, digamos, las bandas igualitarias en pequea escala del desiertode Kalahari y, en el otro extremo, los vastos imperios altamente estratificadosy belicistas de los incas y los aztecas en el continente americano; para los

    administradores coloniales y sus ciencias, las diferencias slo reflejaban etapasde la evolucin de las sociedades humanas. Y sin embargo, la medicin de lassociedades nativas con criterios evolucionistas tambin arrojaba diferencias que,pese a la imaginacin ahistrica que las haba concebido, se convirti en prcticamaterial en cuanto configuraron las polticas coloniales que influenciaron lasrelaciones postcoloniales hasta nuestros das. Tomemos el caso de Togo en eloccidente de frica. Los habitantes de Kabre en el montaoso norte les parecierona los colonizadores franceses ms intratablemente salvajes e incivilizados quelos ms urbanos y polticamente centralizados ewes en el sur costero, que tenanexperiencia con antiguos traficantes de esclavos y comerciantes europeos. As,los franceses concentraron sus iniciativas misioneras y educativas con los ewes,permitindoles convertirse en maestros, sacerdotes y sirvientes civiles. En lugar de

    ello, se reclut a los kabres para trabajos forzados en la construccin de caminosy ferrovas para sus amos franceses y luego alemanes. Estas polticas colonialesnutrieron una dinmica en la que el ewe sureo consideraba que el kabre norteoera atrasado y bruto, y el kabre, a su vez, guardaba resentimiento hacia los sureosque gozaban del favor de los colonizadores europeos. Las divisiones resultantesconfiguran la tirante poltica postcolonial de Togo (Piot, 1999; Toulabor, 1985).

    Si las diferencias entre las sociedades locales eran importantes, las polticas de losdiferentes poderes coloniales eran tambin variadas y cambiables en el tiempo,lo cual tuvo consecuencias aun mayores para los divergentes caminos de laindigenidad. Por ejemplo, los conquistadores ibricos del siglo XVI en Mxicose casaron con indgenas, lo que permiti la invencin posterior del mestizo, lacategora racial elevada a emblema en el nacionalismo mexicano contemporneode la supuesta reconciliacin entre los mundos hispano e indgena. En contraste,

    9 Vase el Diccionario de Ingls Oxford (s.f.) en laentrada indigenous.

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    los colonizadores holandeses de Indonesia en el siglo XIX se adhirieron adogmas sobre la degeneracin racial por entonces dominantes en el discursocientfico; eligieron reforzar la endogamia blanca para tratar de evitar peligrosasmezclas entre nativos y europeos (Stoler, 2002). La misma epistemologaimperial de la mismidad original nativa y el repudio a las etnicidades locales ya sus mezclas subyacieron al nacionalismo de la lite indonesia durante aos,esta vez con una recodificacin positiva del ser nativo como punto de partidade una visin homogenizada de la ciudadana nacional. Estas contrastanteshistorias coloniales se manifiestan en las actuales condiciones de la indigenidad.Si bien en Mxico ser indgena es una antigua y imagen incontrovertida,conveniente e incluso necesaria para la constante produccin del mestizo, enIndonesia declararse indgena es un paso nuevo y muy controvertido para lasminoras pobres y rurales en su desafo a las demandas nacionalistas de la literespecto a la mismidad nativa. La diversidad de las historias indgenas es anms evidente cuando se considera las formas no europeas de colonialismo.Los amis, atayales y otros pueblos aborgenes de la actual Taiwn sufrieronmltiples colonizaciones: primero hacia el siglo XVII por los campesinos Fulaoy Hakka de la China continental; segundo, por los japoneses despus de laguerra sino-japonesa en 1894; y finalmente, por las fuerzas nacionalistas chinasen retirada de la revolucin comunista de Mao en 1949. Estos grupos nativosdeben demandar derechos culturales y polticos en una sociedad en la que losfulaos y hakkas, que son la mayora, ahora reclaman ser taiwaneses nativospor haber antecedido el desembarco masivo del Kuomintang (Chung-minet al., 1994; Wachman, 1994).

    Toda esa heterogeneidad entraba en conflicto con las visiones de la indigenidadcomo categora unitaria ocupada por quienes se imaginaba estaban en el escalnms bajo de la humanidad. Se tratara de los indios en Iberoamrica o lostribales en frica, India o Norteamrica, dichas etiquetas describan en sumayor parte poblaciones rurales (cazadores-recolectores o cultivadores) quese conceban de manera uniforme como cercanos a la naturaleza (el origen delmundo) y muy lejos de la civilizacin (la meta de la Historia). Se desconocan lasmltiples historias particulares sobre interacciones entre nativos, colonizadoresy otros grupos (como los esclavos africanos llegados a las Amricas con losespaoles o los indios obligados por los britnicos a ir a trabajar a las islas Fiji).Los filsofos cannicos occidentales notablemente Emmanuel Kant y Georg Wilhelm Friedrich Hegel usaron el tiempo lineal y la proximidad a la naturalezapara explicar la diferencia cultural (y racial) entre los pueblos no civilizados y loseuropeos. En las ciencias sociales, mile Durkheim, Lucien Lvy-Bruhl y otrosdestacadas intelectuales se habran mostrado de acuerdo con la frase de E. B. Tylor de que un grupo de salvajes es como todos los dems (1903:6), escrita en

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    Primitive Culture , un texto fundacional de la antropologa. Aun si los acadmicosconcedieran importancia a las especificidades locales, ellas siempre encajaranen la epistemologa evolucionista que haba popularizado la Historia Universal.Roma fue el embrin de la civilizacin humana, afirmaba James Frazer (1931[1888]) y las culturas primitivas eran supervivencias;10 las diferencias entre ellas

    representaban diferentes momentosdel pasado. Lo que Michel-Rolph

    Trouillot (1991) llama el lugar del salvaje se materializ ms adelante con elnuevo campo disciplinario de la antropologa que tom los pueblos indgenascomo objeto de estudio y, en ocasiones, de defensa.

    Sin embargo, los acadmicos y burcratas occidentales nunca estuvieron solosen la construccin de la indigenidad. Esta formacin tambin debe su complejagenealoga precisamente a aquellos intelectuales, polticos y gentes del comnclasificadas por el conocimiento colonial como nativos (en sus mltiplessinnimos), que desafiaron su supuesto anacronismo, denunciaron la ignorancia y

    la falta de humanidad europeas; al hacerlo, contribuyeron a crear representacionesalternativas, a menudo dismiles, de la indigenidad. Por ejemplo, Guamn Pomade Ayala, indio quechua, tom su pluma en 1585 para enumerar los abusos delos sacerdotes, jueces y soldados espaoles en una carta de 1.200 pginas dirigidaal rey Felipe III. En la dcada de 1780, cuando la Confederacin Iroquesa fueatacada despus de la Revolucin Americana, Thayeendanegea, lder mohawk(cuyo nombre cristiano era Joseph Brandt, quien haba sido educado en losclsicos en la Escuela de Caridad de Las Indias Occidentales, ahora DartmouthCollege) escribi al nuevo gobierno de George Washington. Thayeendanegearecord a las autoridades estadounidenses que haba nacido y se haba educadoentre aquellos a quienes ustedes se complacen en llamar salvajes, que haba viajado ampliamente por Norteamrica y Europa donde haba conocido grandes

    lderes. Sin embargo, prosegua, despus de toda esta experiencia y despus decada esfuerzo para desprenderme de mis prejuicios, me veo obligado a dar miopinin a favor de mi propio pueblo porque en el gobierno que ustedes llamancivilizado, la felicidad de las personas se ve constantemente sacrificada por elesplendor del imperio (Tully, 1995: 95).

    Preocupaciones similares desataron actos de resistencia menores, levantamientosa pequea escala, y en ocasiones rebeliones masivas. Contemporneos de Thayeendanegea, Tpac Amaru y Tpac Katari (lderes indgenas quechuay aymara, respectivamente) organizaron insuresurrecciones masivas que seextendieron a cientos de kilmetros por todos los Andes (Thomson, 2003). Enel siglo XIX (en la poca en que Iberoamrica cort los lazos coloniales con lascoronas ibricas de Espaa y Portugal), los maores en protestas contra el dominiobritnico sobre su isla Aotearoa, o Nueva Zelanda en ingls se unieron a la

    10La cita de Frazer aparece en Stocking 1995.

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    revuelta de Pai Maire dirigida por Te Ua Haumene, poltico que se adhera a lasideologas milenarias de la expulsin de los europeos y el restablecimiento deldominio nativo. Como Guamn Poma, el maor tambin se dirigi al monarca enel poder, esta vez la reina de los ingleses, denunciando la ignorancia y el abusode los colonizadores (Adas, 1979). Estos activistas indgenas, a menudo muycosmopolitas, contribuyeron a la densa formacin dialgica a la que le estamosdando el nombre de indigenidad, en la que grupos e individuos que ocupabanposiciones de sujeto no indgenas siempre participaron tambin.

    Ese activismo, sin embargo, no anul la oposicin entre lo primitivo ylo civilizado, que sigui siendo fundamental en el intrincado campo designificados, prcticas y polticas de la indigenidad, y en ocasiones fue adoptadapor los mismos lderes indgenas. Una gramtica de contrastes anlogos ha ligadoan ms la indigenidad a lo retrgrado, lo rural y lo ignorante como opuestos a lasmetas de la modernidad, la urbanizacin y la alfabetizacin consagradas como lospuntos finales deseados del desarrollo y el progreso. A medida que el proyecto dela asimilacin ganaba vigencia a comienzos del siglo XX, el propsito de absorberlos pueblos indgenas en Estados-naciones modernos y homogeneizados hallexpresin en la ideologa latinoamericana del mestizaje; la poltica estadounidensellamada de terminacin y reubicacin durante los aos de Eisenhower; y la misincivilizadora que aplic Francia en sus colonias africanas en la poca posterior a laSegunda Guerra. La asimilacin fue aprobada por la Organizacin Internacionaldel Trabajo (OIT) de las Naciones Unidas en 1957: anim a los Estados miembrosa integrar las poblaciones tribales y semitribales que ocupaban una etapamenos avanzada que el promedio de su pas.11 Entretanto, muchos gruposmarxistas desestimaron las prcticas indgenas como marcas arcaicas de falsaconciencia que obstaculizaban la unidad de clases y la revolucin. Y lejos delimitarse a Occidente, los intelectuales hindes y musulmanes tambin imaginaronuna clase inferior propia, que identificaron como carente de una religin mundial;clasificaron a estos grupos como animistas, en su mayora rurales y campesinos,fueron rotulados como tribales y tradicionales, un Otro atrasado que se asumaatrs de la curva de la civilizacin (cf. Baviskar, 2007).

    Pero hacia finales del siglo XX, los movimientos polticos indgenas de todo elmundo cuestionaban enrgicamente el asimilacionismo. La OIT se ech paraatrs en 1989 para reconocer las aspiraciones de estos pueblos a ejercer controlsobre sus instituciones, sus formas de vida y su desarrollo econmico [] y a

    mantener y desarrollar sus identidades,sus lenguas y sus religiones, en el marcode los Estados en los que viven.12 El

    desprestigio gradual de los interesesasimilacionistas y su reemplazo con

    11Estas poblaciones fueron consideradas indgenastras su ocupacin del pas antes de la poca de laconquista o la colonizacin (Thornberry, 2003).12 Vase la Oficina del Alto Comisionado de losDerechos Humanos 1989.

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    la diversidad como presunta meta de las polticas sociales coincidiendo conel final de la Guerra Fra y el aparente triunfo del llamado modelo neoliberal decapitalismo y democracia liberal acompa el predominio de diferentes formasde multiculturalismo (Kymlicka, 2001; Van Cott, 2000). Aunque acoge el credodel pluralismo y la igualdad culturales, el multiculturalismo ha planteado nuevosdilemas y limitaciones propios. Los crticos se lamentan de que el neoliberalismomulticultural incorpore la diversidad como poco ms que una estrategia degestin, represin y expansin global capitalista sin cambio real en las estructurasde la jerarqua racial y la desigualdad econmica (Hale, 2006; Postero y Zamosc,2004). Y aun en casos en los que el multiculturalismo ha dado pie a conversacionesgenuinas sobre la dignidad y el respeto por las culturas nativas, no ha eliminado lacompulsin a equiparar la indigenidad, o al menos la autntica indigenidad, conlo autctono y lo premoderno.

    Emergiendo de, junto con y contra estas prcticas polticas y acadmicaslas experiencias indgenas contemporneas estn marcadas por expectativasapuntaladas por fantasas de la indigenidad como externa a la historia yexclusivamente amoderna. Por un lado, quienes se ponen plumas, se pintan la cara,usan ropas indgenas o acogen pblicamente de algn otro modo sus tradicionesse arriesgan a quedar encasillados en los extremos semnticos del primitivismoextico, que Ramos (1998) llama el indio hiperreal. Por otro lado, quienesparecen no ajustarse a las expectativas estereotipadas de las plumas y collares seencuentran a menudo estigmatizados como mestizos [half-breeds], asimiladoso incluso como impostores; usar traje y corbata les expone a recibir acusacionesde falso indigenismo. Recientemente, por ejemplo, el aclamado escritor peruanoMario Vargas Llosa desestim al presidente boliviano aymar Evo Morales comoun indio no real en absoluto a pesar de que Morales habla la lengua indgenay creci en un pueblo pobre de las montaas. Evo, asegura Vargas Llosa, esel emblemtico criollo latinoamericano, astuto como una ardilla, trepador polticoy charlatan, y con una vasta experiencia de manipulador de hombres y mujeres,adquirida en su larga trayectoria de dirigente cocalero y miembro de la aristocraciasindical.13 El espurio clculo de la autenticidad y la pureza cultural en juego aquasume que los intelectuales, hombres de negocios, cineastas, estrellas del deportey polticos indgenas genuinos no existen, en realidad no pueden existir o sonexcepciones raras y oximornicas, en el mejor de los casos.

    Que el mismo Mario Vargas Llosa hubiera, algunos aos antes, identificado conaprobacin al nuevo presidente peruano Alejandro Toledo como indgena nohace ms que subrayar las mudables y en

    ocasiones contradictorias expectativasque rodean la indigenidad.14 Aparte

    13 Vase BBC World 2006.14El escritor dijo: Es muy interesante que un indiosin resentimientos, sin complejos, sin rencores ocupela presidencia [de Per]. Entrevista de Joaqun Ibarz,DiarioLa Vanguardia , Barcelona, 6 de abril, 2001.

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    del hecho de que Toledo no habla quechua, la principal diferencia entre Moralesy Toledo es ideolgica: el boliviano se opone al neoliberalismo mientras que elperuano lo acoge al igual que Vargas Llosa. La disposicin selectiva delfamoso escritor a otorgar la autenticidad indgena a uno y no al otro podracalificarse de motivacin poltica; algunos podran afirmar lo mismo sobre laposicin que adoptan Morales o Toledo como indgenas. Ms profundamente, sehace evidente que en la mente de la misma persona pueden coexistir nociones muydistintas de identidad indgena (en este caso un novelista de fama internacional):como una narrativa evolucionista segn la cual ningn poltico moderno puedeser legtimamente indgena, o por contraste como una posicin de sujeto fijaderivada de la sangre, la herencia y el bagaje social en la que es irrelevantela actual ocupacin. Ambas interpretaciones hacen parte de la indigenidadcomo formacin social, si bien ninguna es ms real que la otra, sus respectivasdemandas de verdad tienen diferentes consecuencias polticas y econmicas.

    Indigenidad ms all de la etnicidad?

    Las ltimas dcadas han sido testigas de la convergencia de los activistas indgenasen lo que algunos han llamado un movimiento global indgena (Niezen, 2000).Las races ms inmediatas de esta nueva organizacin datan de los aos de laprotesta en los sesenta y los setenta y de los grupos indgenas que surgieron enese periodo de descolonizacin y agitacin social. El movimiento Poder Rojoen los Estados Unidos que una elementos de las ideologas marxista y dela dignidad indgena tuvo una influencia especialmente importante (Smithy Warrior, 1996). Un amplio cubrimiento de los medios a protestas como latoma de la isla de Alcatraz y el Sendero de los Tratados Rotos transmiten laspreocupaciones indgenas a todo el mundo. Pero aun en los Estados Unidos, eseactivismo nunca estuvo bien unificado en su ideologa o en sus propsitos; por elcontrario, las tensiones y antagonismos hacan parte de la esfera poltica indgena. Algunos activistas nativos norteamericanos mayores no vean con buenos ojosel radicalismo del Poder Rojo del Movimiento Indgena Estadounidense yalgunas mujeres consideraban que su ethos del guerrero dominante masculinoera opresivamente patriarcal. En Nueva Zelanda, el Movimiento de lasPanteras Polinesias (con vnculos a las Panteras Negras de los Estados Unidos),inspirado en el marxismo se enfrentaba al Nga Tamatoa, un grupo de orientacinms cultural, antirracista, no marxista dirigido por intelectuales universitariosmaores (cf. Ahu, s.f.). En Amrica Latina, los grupos indgenas iban desdegrupos militantes nacionalistas tnicos que rechazaban cualquier intervencinexterna como algunas primeras organizaciones aymars en Bolivia hastaorganizaciones que trabajaban por modestas reformas estatales, a la vez quepromovan la integracin indgena a los mercados capitalistas. Las organizaciones

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    indgenas se mulitplicaron en los ochenta y los noventa con un importante apoyode las ONG, mientras que las preocupaciones indgenas tomaron una visibilidadpoltica sin precedentes en Amrica Latina, los Estados Unidos, Canad, NuevaZelanda y Australia.

    Diversas demandas encontraron una expresin vigorosa. Sus demandas incluanreclamos de tierras, control de su patrimonio cultural, educacin bilinge, lainclusin y conmemoracin de las historias indgenas en los imaginarios nacionalesy los derechos de los pueblos indgenas a hablar por s mismos y representarseen oposicin a representantes expertos no indgenas, burcratas y legisladores.La creciente visibilidad de este activismo ayudada por la nueva ascendencia delmulticulturalismo en el discurso poltico global llev a las Naciones Unidas adeclarar a 1993 el Ao de los Pueblos Indgenas del Mundo. Una mujer maya,Rigoberta Mench, gan adems el Premio Nobel de la Paz y se convirti enel pararrayos de la controversia sobre la brutal campaa contrainsurgente delejrcito guatemalteco contra los pobladores indgenas.15 El concepto de losderechos indgenas viaj a nuevas partes del mundo con resultados variables(Brysk, 2000; Garca, 2005; Hodgson, 2001; Tsing, 2005).

    El activismo poltico indgena en la actualidad eleva problemas fundamentales,algunos ms familiares que otros. El indigenismo actual sigue desafiando elmodelo occidental de civilizacin y progreso insistiendo en que el colonialismoeuroamericano y la expansin capitalista han trado una desgraciada ola de violencia, destruccin y pisoteo para los pueblos no occidentales. Tambin se hanhecho nuevos esfuerzos por descolonizar las categoras de indgena y nativo,deshaciendo puntos de vista evolucionistas y recuperando la cualidad nicahistrica local de los grupos marginados. Ms an, en algunas versiones emergentesha habido un esfuerzo concertado que conecta a grupos subalternos indgenas y

    no indgenas que comparten intereses polticos relativamente parecidos. Dichaestrategia arrojara una coalicin amplia de organizaciones subalternas avalada poruna nocin flexible de demandas de derechos culturales, por lo que puede incluirreivindicaciones por la autorrepresentacin poltica de los grupos marginados. Elactivismo indgena puede servir as para articular proyectos de justicia social ms allde nociones exclusivas de identidad indgena. En ese sentido, el socilogo peruano Anbal Quijano percibe una tendencia entre los activistas indgenas de los Andeshacia una popularizar lo indgena e indigineizar lo popular para generar un lazoorgnico hbrido entre la indigenidad y las organizaciones polticas que representanlos intereses subalternos (Quijano, 2006).16 El movimiento zapatista originado en la

    empobrecida regin selvtica mexicanade Lacandona, dominada por los mayas,

    es un ejemplo tangible de esas nuevasexpresiones de indigenidad.

    15 Stoll (1999) acus a Mench de haber inventadoparte de su historia; para una amplia variedad de

    opiniones sobre la controversia, vase Arias (2001).16 Vase tambin Garca Linera (2006).

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    Las nuevas formas mezcladas resultantes de identidad y poltica indgenaincluyen lo que la antroploga Tania Li llama posicionamientos habilitadoshistricamente por prcticas sedimentadas, paisajes y repertorios de sentido einducidos por patrones particulares de lucha y compromiso (2000:151). Comosiempre ha sucedido, el indigenismo hoy es un proceso; una serie de encuentros;una estructura de poder; una serie de relaciones; un asunto de devenir, en resumen,en oposicin a un estado fijo del ser. En sus expresiones ms ambiciosas, yarticulado con procesos de alter-globalizacin, el nuevo indigenismo buscadeshacer significantes hegemnicos, afectar su qumica semntica habitual paraproducir nuevas valencias, y reconfigurar as la indigenidad misma abrindolaal reconocimiento de la contemporaneidad histrica y la justicia social radical.Obviamente, dado que el activismo indgena no es una entidad monolticasino, por el contrario, un proceso necesariamente fragmentado, algunas de susfracciones se incluyen en lo dominante y lo hegemnico (Hall, 1996; Williams,1977), mientras que otros surgen como formaciones contrahegemnicas y otrasincluso se paran sobre ambas, o se mueven de una a otra. Ms an, debemosrecordar que la indigenidad abarca mucho ms que las identidades indgenas olos movimientos sociales. Es un campo mundial de gobernanza, subjetividades yconocimientos en el que participan los pueblos indgenas y no indgenas, y dondesiempre han participado en formas propias muy distintas. Por consiguiente, nohay manera de evitar la idea de que la indigenidad misma est constituida por unaintrincada dinmica entre agendas, visiones e intereses convergentes y rivalizantesque ocurren en los planos local, nacional y global.

    Los captulos de nuestro libro (De la Cadena y Starn, 2007) muestran la inmensa variacin en los procesos de localizacin (o rechazo) de las identidades indgenasy las formas divergentes que pueden asumir en el mbito nacional y regional. Juntas buscan contribuir a lo que James Clifford llama un proceso interactivo ydinmico de escalas y afiliaciones variables, desarraigantes y rearraigantes, brillary opacar de las identidades (2007:198) que histricamente ha caracterizadolas experiencias indgenas. Las historias descritas en el libro referido no sondesviaciones de alguna lista de referencia, normativa de expectativas para lacultura y la poltica indgenas. Atienden en lugar de ello a liberar la indigenidadde las epistemologas aplanadores que pasan por alto que cualquier intento dedefinir lo que es indgena y lo que no lo es necesariamente asume una perspectivarelacional e histrica y por ende provisional y asociada al contexto.

    Antiguas y nuevas identidades indgenas

    La globalizacin del concepto de los derechos indgenas ha sido sucesivamentepoderosa, desigual e impredecible. En su viaje desde contextos familiares comoCanad, los Estados Unidos y Brasil a otros nuevos, como India e Indonesia,

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    el discurso de la indigenidad ha encontrado interlocutores entre las poblacionesmarginadas, por lo general rurales. All, con mucha frecuencia las polticasnacionalistas han clasificado a los pobladores como atrasados y necesitados deprogreso mientras declaran a toda la ciudadana del pas indgena, oscureciendoas la singularidad cultural de los grupos minoritarios locales (por lo general nomusulmanes o no hindes). En Indonesia, por ejemplo, Anna Tsing (2007) describecmo los jvenes activistas ambientalistas labraron un espacio nacional para laindigenidad articulndolo aladat , un dialecto local con una significacin semnticade larga data, y por ende con influencia local, pero eso deba resignificarse en elproceso del activismo local. En contraste con Norteamrica, donde una biopolticaracializada de supremaca blanca y subalternidad marrn ha dejado huella en ladinmica de la indigenidad, en Indonesia o la India, la casta o la religin marcan ladiferencia entre quienes pueden considerarse indgenas o no indgenas, que por esomismo no necesariamente se ven diferentes como suele imaginarse en Canad oen los Estados Unidos. Tsing insiste en que cualquier evaluacin de los poderososejes de viaje de la cuestin indgena debe atender a la historia concreta de lasindigenidades divergentes y rastrear vnculos sin subsumirlos a universales.

    Y, de hecho, dado el peso de las historias locales, la difusin de estas formas deindigenidad emergentes ha encontrado oposicin o por lo menos indiferencia enalgunos lugares incluso donde los pueblos indgenas han tenido una presenciamarginal establecida de larga data. Por ejemplo, en contraste con el vigorosoactivismo en las vecinas Bolivia y Ecuador, los aymars y quechuas del Perhan sido relativamente apticos a los movimientos sociales organizados bajo elestandarte de los derechos culturales indgenas.17 Emily Yeh (2007) analiza elcaso del Tbet como ejemplo de renegacin del indigenismo. Aunque podranparecer encajar en la frmula arquetpica de habitantes de una tierra ancestral, laposesin de una lengua y una cultura diferenciadas y la colonizacin por parte deextranjeros, los tibetanos rara vez se llaman indgenas y con ms frecuencia lousan como sa skye rdo skyes (literalmente, nacidos de este suelo y esta roca). Yeh rastrea esta falta de aceptacin de la categora global de pueblos indgenas,de amplia circulacin, en parte a la poltica oficial de los chinos. La insistenciadel Estado de que todos los chinos son indgenas ha sido efectiva en despojara la categora de su poder de comunicar los sentimientos tibetanos respecto a laocupacin y dominacin de Beijin. Muchos tibetanos exiliados ven tambin elidioma de los derechos indgenas y su conexin con un reclamo de soberanacomo algo opuesto a la separacin demasiado dbil para expresar su deseo de

    independencia de China. Convertirseen indgena es siempre no ms queuna posibilidad negociada en los campospolticos de la cultura y la historia.

    17 De la Cadena (2000) explora la poltica de laindigenidad, la raza y la cultura en la regin deCuzco en Per; Starn (1999) hace lo mismo en el

    contexto del norte del Per.

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    Cada generacin, tambin, puede buscar redefinir las identidades indgenas.Claudia Briones (2007) encuentra a los jvenes mapuches argentinos menosinteresados en las viejas agendas de los mapuches sobre los derechos a la tierray la organizacin poltica tradicional que en afirmar su ser mapuche a la vez quecrean identidades como seguidores y msicos del punk rock y el heavy metal.Estos autodenominados Mapunkies y Maheavies acogen la rebelda de lacultura juvenil global y, al tiempo, aaden una nueva dimensin en las letras delas canciones sobre las penalidades de la historia mapuche. Una poltica msantigua y organizada que busca transformar o incluso cortar las relaciones entrelos mapuches y el Estado argentino da va a una nueva poltica cultural centradaen el cuerpo, la cultura material y la poltica del estilo y los medios de masas mientras que a la vez trata de afirmar su derecho a un lugar como mapuchesen la Argentina como nacin. Estos mapuches ms jvenes con sus tatuajes,

    piercings y chaquetas negras de cuero definen una nueva identidad indgena urbana.Su presencia debilita las opiniones generalizadas de la Argentina como nacinhomogneamente blanca a la vez que acentan lo absurdo de las mitologaspersistentes sobre los indgenas como si de algn modo an hicieran parte de unmundo premoderno de la choza de heno y el arco y la flecha.

    El territorio y la cuestin de la soberana

    Los asuntos ms familiares del territorio y la soberana siguen siendo en granparte una preocupacin para los pueblos indgenas en muchos lugares del mundo.Muchos grupos poseen un sentido de arraigo a la tierra y de ocupacin anteriora los invasores extranjeros caracterizada por percepciones modeladas histrica yculturalmente y por conexiones con un paisaje que se conoce ntimamente (Kirsch,2001). Es el caso de los individuos de la Primera Nacin, en los Territorios de Yukon del Norte, cuyas tradiciones orales, segn Julie Cruikshank (2007), revelanuna perspectiva de residencia derivada del intenso compromiso con el medioambiente mantenido a lo largo de miles de aos.18 La tierra y el agua fueron labase de la vida indgena en das anteriores, y siguen sindolo en algunos casos enel da de hoy. Dado que la colonizacin extranjera muy a menudo se dio a la parcon una ruptura traumtica con las formas de ser precoloniales, la defensa o larecuperacin del territorio supuso con mucha frecuencia algo ms que una simplecuestin de supervivencia econmica, sino que adems estaba ligada al sueo dela revitalizacin, la tierra natal y el recobrar la dignidad. Al tiempo, las luchas porel territorio rara vez son perfectamente cohesivas o impulsadas exclusivamentepor ideales nobles o utpicos. El dinero y los apetitos corporativos pueden entrar

    en la mezcla, creando disensos entregrupos nativos o enfrentando a unoscon otros. Un ejemplo bien conocido

    18 Cruikshank toma la frase perspectiva deresidencia de la obra de Timothy Ingold (2000).

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    es el de la prolongada y en ocasiones feroz disputa entre los Navajos y losHopis por el territorio de Arizona que ambas tribus reclaman exacerbado por laparticipacin de la gigante Peabody Coal Company y los lucrativos derechos dearrendamiento de minerales de por medio.

    La antroploga Francesca Merlan (2007) analiza el caso de Australia. Se detieneen el rol central que ha tomado la tierra en la movilizacin poltica aborigendurante las tres ltimas dcadas. Segn Merlan, el privilegio de la tierra comoobjeto de lucha asume una especie de uniformidad del inters nativo en defensade la tierra y el medio ambiente que revela que algunos grupos aborgenes hanapoyado la minera y otros desarrollos con la esperanza de obtener empleo yoportunidades econmicas. Resaltar los vnculos nativos a un territorio fijopuede adems reforzar de manera involuntaria una visin predominante en Australia de los aborgenes como no domesticados y salvajes y una visinanloga de quienes viven en las ciudades como nativos no autnticos y noreales. La mayora de aborgenes tienen sus hogares ahora en Sydney y enotras grandes ciudades. Sus necesidades sociales, seala Merlan, giran en tornoal sistema educativo, el acceso a los servicios de salud y los buenos empleos paraesas familias que no han vivido fuera de la tierra en ningn sentido tradicionaldurante generaciones. Merlan sugiere que el activismo poltico aborigen podrarecalibrarse para abordar los derechos territoriales en conjunto con intereses msamplios como el bienestar social y las oportunidades econmicas.El inters por el territorio se enlaza con demandas ms amplias por la soberana. Laantroploga Valerie Lambert (2007) estudia los logros y desafos para los Choctawen los Estados Unidos en su bsqueda por una medida de poder tribal real sobresus propias vidas y la tierra. Como vctimas de la violenta retirada hacia Oklahomabajo el gobierno indio de la lnea dura de Andrew Jackson a comienzos del sigloXIX, los Choctaw se vieron devastados por la marcha de la conquista blanca. Ahorala tribu ha logrado una medida duramente ganada de prosperidad gracias a susestaciones de gas tribales, casinos y otras iniciativas comerciales que les reportan varios cientos de millones de dlares al ao mediante una marca empresarial decapitalismo de reserva. Pero Lambert, quien a su vez es una Choctaw, tambinseala los lmites y desafos en esta historia de xito nativo. La poltica indgena enlos Estados Unidos traza una lnea estricta y, en algunos casos, arbitraria entre lastribus reconocidas y no reconocidas por el gobierno federal, donde las ltimasno tienen derecho a la tierra o a la soberana. Aun las tribus reconocidas, comola Choctaw, ven su autoridad mucho ms restringida de lo que permiten la retricadel gobierno oficial sobre la soberana india y la autodeterminacin. Los Choctawhan sido incapaces aun de asegurar el pleno reconocimiento de los derechos al agua

    en los lmites territoriales de su tribu. Los ndices de pobreza y desempleo de losChoctaw siguen siendo superiores al promedio nacional a pesar de los recientes

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    avances importantes (y en contraste con las asunciones errneas sobre que lamayora o la totalidad de las ms de cuatrocientas tribus que poseen casinos en losEstados Unidos de alguna manera se han enriquecido de la noche a la maana conel tintineante dinero de las apuestas).

    Michael Brown (2007) observa que la soberana se ha convertido en una consignacrucial en el activismo indgena en todo el mundo. Pero Brown cuestiona estatendencia general y sus posibles consecuencias negativas para el cambio socialy la justicia. Seala el peligro de la soberana nativa invocado por tribus parajustificar polticas discriminatorias como en la poltica del pueblo de NuevoMxico que niega la ciudadana tribal los hijos de las mujeres con hombres ajenosa la tribu, pero la concede a los hijos de los hombres que se casan fuera de la tribu.El hecho de que las tribus puedan estar exentas de las leyes laborales federalestambin aumenta la posibilidad de abusos a los derechos de los trabajadores enlos casinos y otros negocios de las reservaciones. Brown sostiene adems queel concepto mismo de soberana no logra admitir las mltiples y cambiantesrealidades de la movilidad nativa y la mezcla cultural; en lugar de ello se basa enla premisa engaadora de lmites tnicos y territoriales estables y definidos, y delas identidades fijas y singulares. Esos supuestos pasan por alto que hay muchosno nativos viviendo en las reservaciones o en otros territorios controlados portribus, entre otras posibles complicaciones a las visiones simples de la autonomay la autodeterminacin indgenas (Valerie Lambert seala que alrededor del 90%de quienes viven en los lmites de la tribu Choctaw son no indgenas, que se hancasado con miembros de la tribu o de familias blancas o afroamericanas que porlargo tiempo han vivido all). Brown nos recuerda que la idea de soberana sederiva en primer lugar de Occidente y no de alguna filosofa poltica aborigen.Quiz, concluye, debera levantar el vuelo de regreso a su lugar de origen en lostristes castillos de Europa.19

    Puede ser til pensar en la soberana indgena como un logro poltico duramenteganado, y aun as como una serie de preguntas. El problema es la falta de respetopor la soberana nativa como lo sugiere la experiencia de los Choctaw? O elconcepto mismo est tan lleno de fallas como para ser ms un obstculo que unaayuda en las luchas indgenas por la dignidad y la justicia? Qu formas alternativasde imaginacin y organizacin polticas podran ser dignas de tener en cuenta? Elcientfico poltico de la tribu Mohawk, Taiaiake Alfred, sugiere, aunque de maneramuy esquemtica, inspirarse en las antiguas tradiciones indgenas que rechazabanla autoridad absoluta, las decisiones de ejecucin coercitiva y la separacindel dominio poltico de otros aspectos de la vida cotidiana (2001: 27). Otros han

    exigido un federalismo democrtico

    diverso y descentralizado que permitauna autonoma y un autogobierno19Sheehan (2006) ofrece un til compendio de lacuestin de la soberana en la historia europea.

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    nativos reales, pero sin ningn rgido inters separatista (Young, 2000:253).30 Comogran parte de la indigenidad misma, el debate sobre la soberana est ligado alcontexto social y a las polticas dinmicas, y no hay una posicin desinteresadasobre su contenido y sus lmites. Las complejas, debatidas y a menudo fuertemente

    emotivas preguntas en juego garantizanque la soberana seguir aplicndosey redisendose en formas mltiples,tensas y en ocasiones contradictorias.

    Indigenidad ms all de las fronteras

    El pensamiento convencional sobre los grupos indgenas an supone la ocupacincontinua y estable de un solo territorio. Lo que Donald Moore (2004) llama lafijacin etno-espacial puede obstruir la importancia central del desarraigo y eldesplazamiento en la experiencia indgena, y las vicisitudes de estar encerrados,confinados y limitados a nuevos confines poco deseables de la tierra. Los Cherokee

    desalojados del sureste de los Estados Unidos a Oklahoma en el Sendero de lasLgrimas (Ehle, 1988); el gobierno australiano envi nios aborgenes a internadosal otro lado del pas para que aprendieran formas civilizadas (Comisin delos Derechos Humanos y la Igualdad de Oportunidades, 1997); el rgimenpostcolonial autoritario en Zimbabwe reagrup las tribus rebeldes en nuevaspoblaciones modelo (Moore, 2004). Aun antes, cronolgicamente hablando,forastero (extranjero) era el mote colonial espaol para los pobladores indgenasde los Andes que haban dejado su hogar para evitar las obligaciones de pagode tributo y trabajo forzado; pero esos inmigrantes muy a menudo mantenanrelaciones con su parentela rural, o aillo, y peridicamente regresaba a atenderla tierra y los animales. Esas migraciones, forzadas o voluntarias, en ocasioneslograban los fines asimilacin y control para los que haban sido diseadas, pero

    tambin podan reforzar sentimientos antagnicos de victimizacin y solidaridad,y hasta generar nuevas formas de indigenidad. Lo que nos hizo un pueblo esel legado comn del colonialismo y la dispora escribe el crtico cultural PaulChaat Smith (1994:38) al describir cmo Indio se convirti en una identidadcompartida para diversas tribus nativas norteamericanas dispersas en grandesextensiones slo despus de la conquista europea.

    James Clifford (2007) habla de las disporas indgenas. Subraya que lospueblos nativos hoy estn rara vez limitados a un nico lugar y que la movilidadgeogrfica, forzada o voluntaria, no es una caracterstica reciente de laindigenidad. El cosmopolitismo indgena no ha hecho ms que aumentar conlos lmites entre el terruo tribal y el centro urbano, en casa y lejos de ella, aquy all ahora se entrecruzan en todas partes por los viajes frecuentes, las visitasfamiliares, el correo electrnico, los mensajes de texto y las llamadas telefnicas.

    20 Agradecemos a Michael Brown por las citas aquhechas; l discute ms ampliamente la obra de Alfred y Young (Brown 2007).

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    De un lado a otro de la actual gama de experiencias indgenas, dice Clifford, lasidentificaciones rara vez son exclusivamente locales o introspectivas sino que, enlugar de eso, funcionan en mltiples escalas de interaccin.

    Como lo demuestra Louisa Schein (2007) en el caso de los Hmong/Miao, losproyectos de transnacionalidad pueden alimentar la nostalgia por las tierrasperdidas. La dispora de los Hmong/Miao se extiende desde China hasta Laos, Tailandia, Vietnam y en el extranjero hasta Norteamrica, incluyendo unos200.000 refugiados que llegaron a California, Minnesota y a otras partes delos Estados Unidos despus de la Guerra de Vietnam. Su condicin de lo queSchein llama desestatalidad crnica y minorizacin est cruzado hoy por visitasrecprocas y asociaciones comerciales, remesas de dinero a familiares pobres en Asia, y otras formas de interconexin trans Pacfico. Una prspera industria de video de los Hmong/Miao produce ahora epopeyas histricas sobre el traumade la Guerra de Vietnam y la historia ms larga de la prdida y el desplazamientode los Hmong/Miao. Esos videos tambin sirven a los deseos de los inmigrantespor un pasado tradicional idealizado y los fortalece. Las imgenes folklorizadasde festivales nacionales, cerezos en flor y arroyos corriendo a borbotones, yprotagonistas disfrazados representan una creacin de lugar virtual o remotaque responde a estas ansias de continuidad cultural y significado fijo (y enocasiones complace las fantasas patriarcales masculinas sobre una feminidadde pueblo virginal, pura y leal). Como los tibetanos, los Miao-Hmongno han acogido el discurso de la indigenidad por razones particulares. PeroSchein sostiene que aquellos con nostalgias diaspricas y quienes defienden lapreservacin de las formas de vida indgenas no estn tan alejados. La identidaddiasprica, indgena o no, implica un grado de marginalidad o al menos deestar fuera del centro en relacin a los Estados dominantes. Schein sugiere unaindisposicin mundial que induce a quienes tienen los medios de representacina ofrecer recuperaciones de lo tradicional, lo intocado y lo intemporal junto afbulas que advierten contra demasiada relacin con el exterior.

    Michele Bigenho (2007) explora el papel de la msica en la poltica culturaltransnacional de la indigenidad. Ella se concentra en la msica andina en su viaje desde Bolivia y Per a Tokio y de regreso a casa. Un folclorista peruano noindgena compuso el famoso y aparentemente indgena himno de los Andes,El Cndor Pasa; las superestrellas estadounidenses Paul Simon y Art Garfunkello convirtieron en un xito folclrico mundial en el siglo XX. Esa reproduccindespert el inters de los msicos japoneses en la msica folclrica andina enestos zigzagueantes circuitos globales en los que el renovado inters en losreferentes culturales indgenas se dio en parte a travs de una enrevesada

    ruta de asociaciones extranjeras. Aunque usan ponchos, chumbes (o cinturonestejidos), y otras vestimentas indias para sus presentaciones, la mayora de los

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    msicos bolivianos itinerantes que describe Bigenho no se identificaran comoindgenas en casa (y ella, una estadounidense, toc el violn en este grupo).Una combinacin de esencialismo y nostalgia por su pasado no occidentalimaginado refuerza los sentimientos japoneses de ntima distancia con lamsica andina. Bigenho cree que los variados deseos, intereses y contextosen esa circulacin global de la indigenidad advierten contra el simple rechazodel fenmeno como la mera comercializacin de lo extico. Se lamenta sinembargo de que el inters japons en la msica boliviana se mantenga en elmejor de los casos separado de un compromiso real con la tensa historia depobreza, discriminacin y lucha en Bolivia.

    La poltica fronteriza de la indigenidad

    Debera ser evidente que las fronteras entre las esferas indgena y no ndgenason cuestin de historia y poltica. Pensemos en los Estados Unidos. En dcadasrecientes, diferentes factores han vuelto ms aceptable, e incluso glamorosa y

    extica, la condicin de indgena. En lo que Circe Sturm llama viraje-racial(2002), los estadounidenses han comenzado a reclamar un patrimonio tribal enuna migracin de lo blanco a lo rojo. El creciente nmero de quienes marcanIndgena americano / Nativo de Alaska en la casilla del censo es una raznpara el fuerte crecimiento demogrfico de los nativos estadounidenses a finalesdel siglo XX. Son estos viradores-raciales poco ms que deseantes sinninguna reivindicacin real de la identidad indgena? O, el giro hacia la adopcinde la autoctona es un reflejo del reconocimiento de las genealogas nativas quegeneraciones anteriores negaron, de manera forzada o involuntaria, en la poca delasimilacionismo? El debate en ocasiones virulento sobre estas cuestiones subraya la volatilidad del cambiante lmite de la poltica de la pertenencia y la exclusin.

    Debemos recordar tambin que la indigenidad funciona dentro de estructuras msgrandes de etnicidad e identificacin. Las formaciones nacionales de alteridad, comolas llama Claudia Briones (2007), ponen a los pueblos nativos dentro de jerarquasde color, gnero, generacin, geografa y clase que funcionan para diferenciar losgrupos entre ellos y dentro de ellos mismos. La estructura de la sociedad rara vez,si es que lo hace, involucra un binario perfecto entre los pueblos indgenas y los

    colonizadores o sus descendientes eincluso menos dado las frecuentes lneasde tensin y separacin que existen entregrupos distintos en cualquier lugar enparticular.21 La formacin de alianzaspolticas dentro de mltiples divisionesy entre ellas puede ser una tarea difcilcon resultados impredecibles.

    21Slo hasta hace poco los acadmicos comenzaron aanalizar las formas entremezcladas de discriminacin y conexin ntima entre afroamericanos, indios y blancos en los Estados Unidos (Brooks, 2002).Nuevos trabajos sobre las relaciones en ocasionestensas entre los inmigrantes chinos y sikh y losaborgenes ha aadido otro grado de complejidada las formas de narrar la historia australianasimplemente como un asunto de la conquista blanca(De Lepervanche, 1984; Reynolds, 2003).

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    El ejemplo de la India ilustra los escollos, dilemas y variadas valencias de lamovilizacin indgena. Aqu la influencia del discurso global de la indigenidadha ayudado a dar una creciente visibilidad en aos recientes a la categora delosadivasi , o pueblos tribales. Como lo muestra Amita Baviskar (2007), la nuevapoltica de la identidadadivasi invoca aspectos de las antiguas visiones colonialesde losadivasi como pueblos de los bosques, exticos incivilizados y vestidoscon taparrabos (y pasa por alto que muchos adivasi ahora viven en pueblos yciudades). La trayectoria organizativa de losadivasi tambin ha sido modeladapor la cambiante dinmica de las castas y esquemas de clasificacin del Estadomoderno, as como la poderosa y en ocasiones letal violencia religiosa y el odioque enfrenta a hindes contra musulmanes. Baviskar muestra cmo la imagen delos lazos naturales y ancestrales de losadivasi con la tierra se convirti en unpoderoso punto de encuentro en la valerosa lucha con el destructivo proyectode construccin de una represa en el Valle Narmada. Pero tambin seala lossenderos ms problemticos de las reivindicaciones indgenas, y, en particular,cmo losadivasis en ocasiones se han unido a los supremacistas hindes en lapoltica de odio y violencia masiva contra las minoras musulmanas. Baviskar selamenta adems de que trazar lneas entre los pueblos tribales y otros indiospobres legado de la clasificacin social colonial britnica pueda obstruirlos esfuerzos de movilizar un frente ms comn para el cambio en la India. Nopodemos asumir, recalca, que la indigenidad es intrnsecamente una seal desubalternidad o un modo de resistencia.

    La poltica de la indigenidad en algunos lugares de frica tambin planteapreguntas crticas muy difciles sobre la exclusin y la inclusin, y los peligros deun esbozo equivocado de los lmites sociales. El colonialismo y sus estrategiasde gobernanza y clasificacin impusieron estrictas divisiones entre europeosy africanos y entre diferentes grupos tribales. El infame caso del apartheiden Sudfrica involucraba una ideologa de pertenencia tnica que ligaba agrupos particulares con tierras o Bantutustans estrictamente circunscritas yparcialmente autnomas. Esta ingeniera social afrikner limitaba la movilidadde los sudafricanos negros, los mantena en reas marginales, y les negaba el voto y la plena ciudadana. El genocidio de Ruanda en 1994 seala los usosposibles ms extremos y peligrosos del lenguaje de la indigenidad. All, loscolonizadores belgas haban ayudado a promover una supuesta hiptesishamtica que afirmaba que los tutsis haban emigrado a Ruanda desde el nortede frica y los hutus eran los verdaderos habitantes autctonos del pas. La visin de los tutsis como usurpadores extranjeros fundament el odio de loshutus que desencaden la matanza de varios cientos de miles de tutsis, sin quelos Estados Unidos ni el resto de la comunidad internacional intervinieran paradetener la violencia (Mamdani, 2002).

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    El antroplogo Francis Nyamnjoh (2007) analiza las reivindicaciones nativistasrivales en Botswana. Aunque su economa ha prosperado en dcadas recientes, elpas ha sido testigo de tensiones en aumento con los reclamos tribales encontradosde ser los ocupadores indgenas de la tierra. As, la mayora Batswana distingueentre s mismos como dueos de la tierra ( beng gae ) con todos los derechos enrelacin con otras identidades tribales clasificadas como cercanas ( Ba tswa ka )hasta los supuestamente ms recientemente llegados extranjeros ( Makwerekwere ). Aqu la afirmacin de ser los primeros se usa para legitimar la estratificacin, laexclusin y la dominacin tnica, sin importar que no tenga base histrica realde especie alguna. Los botswanas ms indgenas por longevidad de ocupacinsera los llamados bosqumanos, ms propiamente llamados BaSarwa. Estospueblos cazadores-recolectores por tradicin han habitado los desiertos del paspor lo menos desde hace dos mil aos. Pero los BaSarwa prcticamente carecende voz bajo un clculo de atraso y progreso que tiene en cuenta la legtimapropiedad a los colonizadores agricultores. Nyamnjoh sostiene que esta formaespecfica de indigenidad y nativismo niega las realidades hbridas, heterogneasy cambiantes de la experiencia en Botswana. En lugar de ello prevalecen los quellama crculos de inclusin cada vez menores. Nymanjoh sugiere la necesidadde una indigenidad flexible que reconocera y hasta vera con buenos ojos lasmltiples lealtadas, la movilidad geogrfica y las historias entrelazadas.

    Linda Tuhiwai Smith (2007) estudia la historia ms promisoria de Nueva Zelanda.El modelo neoliberal thatcheresco implementado por vez primera a mediados de losaos ochenta desmantel el Estado de bienestar del pas a favor de la privatizacin,la desregulacin y la reduccin de los programas gubernamentales. Tales medidasamenazaron con debilitar la organizacin maor que haba estado cobrando fuerza entorno a la proteccin de los derechos nativos acordados por el Tratado de Waitangide 1840 y la revitalizacin de la lengua maor. Pero muchos maores no vean con

    buenos ojos el antiguo Estado de bienestar con sus dimensiones de paternalismo,condescendencia e insensibilidad a las preocupaciones nativas. Como lo muestra Tuhiwai Smith, aprovecharon las pausas y espacios en el emergente ordenneoliberal para fortalecer sus agendas descolonizadoras, en especial en la reformaa la educacin. La nueva poltica estatal promova un modelo escolar basado enel mercado, ms empresarial que destacaba la eleccin de escuela y el controlparental. Los activistas nativos adoptaron esta lengua para hacer presin con xitopor la creacin de escuelas Kara Kaupapa Maori, o de inmersin en lengua maor,y otras reformas al menos parciales a un sistema educativo controlado por blancosy orientado a la asimilacin cultural.

    Tuhiwai Smith toma las lecciones de Nueva Zelanda para pensar en la indigenidaden la era del capitalismo global avanzado. Si se ha desarrollado un tipo deneoliberalismo cultural inquietante, se ha hecho en el tira y afloje de ideologas

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    dominantes familiares del libre mercado y el espritu empresarial individual y lalucha de los activistas maores por los derechos y reconocimiento grupales. Losregmenes neoliberales multiculturales han fomentado por s mismos formas desubjetividad indgena colectiva en otras partes del mundo. Un ejemplo notablees el de Brasil, donde las nuevas polticas de Estado que otorgan derechos sobrela tierra a los grupos indgenas y descendientes de esclavos han dado nuevosincentivos para la identificacin y la organizacin comunitaria. Como lo plantea laanalista brasilea Evelina Dagnino, los actuales procesos polticos estn marcadospor confluencias perversas (2002) entre el neoliberalismo y el activismo por lajusticia social. La relacin entre los modos neoliberales de gubernamentalidad yel activismo indgena est sin duda profundamente mezclada y marcada al mismotiempo por fisuras, disyunciones y confrontaciones de variado tipo. TuhiwaiSmith seala diversos obstculos en el caso maor, incluyendo el desgaste delos activistas, las tentaciones del asimilacionismo y las divisiones internas. Ellaencuentra evidencia an as en Nueva Zelanda de cmo los grupos marginadospodan encontrar aspectos de la reforma neoliberal con la que las comunidadespuedieran asociarse y encontrar un asidero para cambiar la agenda.

    Auto-representacin indgena, colaboradores no indgenas yla poltica del conocimiento

    Hemos escuchado las recientes advertencias sobre los peligros de la crticacultural y la teora postcolonial. Es tarea de los intelectuales aadir ruinasfrescas al campo de las ruinas?, pregunta Bruno Latour (2004:225). Debe ser losuficientemente obvio que las sensibilidades de este libro lleven la marca de losintereses antifundacionalistas de diferentes tipos de la teora postestructuralista ypostcolonial con su sospecha sobre las alegaciones de pureza, las fronteras fijas ylas narrativas singulares. Pero nuestro propsito no es desacreditar, invalidar o jugar

    el cansado papel del crtico omnividente que afirma ver la verdad no contaminadapor la ilusin. El rastreo de las trayectorias de la indigenidad debe ser sobre suposicionamiento y no sobre la deconstruccin interminable. Nos motiva una ticadel inters, el cuidado y la responsabilidad de formas de visin y organizacin queacojan una interconectividad situada en cualquier trabajo hacian futuros sosteniblesy nuevos horizontes de esperanza (Braidotti, 2006). Una funcin para la academiacuidadosa y comprometida puede ser contribuir a la comprensin y el activismoque reconoce las paradojas, los lmites y las posibilidades de los variados vectoresde la indigenidad en lugar de caer en los tipos monolgicos y vacuos de anlisisesencializado y los juicios de cualquier tipo.

    La base misma de la investigacin, la academia y la poltica del conocimientoha estado cambiando de otras formas. El activismo indgena se ha separado delantiguo monopolio de los expertos de fuera para explicar la realidad de la

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    vida nativa. Quiz el ejemplo ms publicitado de las crecientes demandas deautorrepresentacin nativa haya sido el nuevo gran Museo Nacional del Indio Americano (NMAI) de la Smithsonian Institution. Como curador de estereciente museo en el paseo peatonal en Washington, D.C., Paul Chaat Smith(2007) ofrece una visin desde adentro de los retos de reunir las exposicionesa tiempo para la apertura del 2004. En el pasado, los antroplogos y otrosblancos presentaban museos con sus dioramas y exposiciones sobre la vidanativa. El NMAI, curado y dirigido por nativos, refleja una economa cambiantede visibilidad, dinero y representacin. Chaat Smith subraya que estos cambiosponen en juego una nueva serie de incertidumbres y dilemas y que losintereses eran mayores en el NMAI por el presupuesto de trescientos millonesde dlares y expectivas de igual magnitud. Qu pasaba con los guardianesesencialistas indios que podran querer que el museo evitara las complejidadesde la historia? El NMAI podra desarrollar un modelo Simpsons para hacerel museo atractivo para los nios y al mismo tiempo para los adultos usandootras referencias, capas y dobles sentidos ms sofisticados? Y cmo atenderanlos curadores tantas historias, lenguas e idiosincrasias que se perdieron parasiempre en la tormenta de la conquista? Chaat Smith describe el producto finalcomo una cuestin de brillantes errores, sueos realizados y restriccioneslimitantes. La autorrepresentacin, como lo muestra el NMAI, nunca essimple o clara y aun menos cuando ese ser es un grupo que siempre se hadiferenciado internamente en los aspectos cultural, poltico y econmico.Ms an, la autorrepresentacion indgena implica amplias redes de colaboracinque incluyen a personas de muchos senderos de vida, indgenas y no indgenas.Puede no ser deseable o hasta posible que intelectuales indgenas escriban opiensen la indigenidad (aun si tal opinin puede ser comprensible a la luz dela historia imperialista de silenciamiento de las voces indgenas). Chaat Smith

    seala que los especialistas no nativos del museo y otros hicieron contribucionesimportantes al NMAI, y, de manera ms amplia, la indigenidad siempreha involucrado la enunciacin, tanto conflictiva como armonizante, de lasposiciones indgenas y no indgenas. Nuestro libro (De la Cadena y Starn, 2007)implica el aporte de colaboradores que escriben desde diversos puntos de vista,tanto indgenas como no indgenas y entre ambos lugares. Dicha colaboracinnunca podra ni debera ser homognea en tanto involucra a personas queocupan posiciones de sujeto con complejas diferencias, y hablar de consensocon mucha frecuencia equivale a un acto de poder. Aunque compartimos unaeducacin comn en los lenguajes y las epistemologas acadmicas, tambin venimos de diferentes tradiciones disciplinarias: la antropologa, la geografa,la historia, la literatura y la sociologa. Si hubieran participado economistas,cientficos polticos o demgrafos, este proyecto habra sin duda alguna tenidootra forma. Por pesada que pueda ser en ocasiones una palabra en boga como la

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    interdisciplinariedad , el proyecto de trabajo entre fronteras acadmicas establecidasy ms all de ellas sigue llena de posibilidades. La mayor promesa radica en lageneracin de nuevas formas de comprensin y conocimientos indisciplinadasen el mejor sentido de la palabra (Escobar, 2008).

    As, a la vez que reconocemos que todo el conocimiento se produce a travs deamplias redes de colaboracin, es vital recordar que las narrativas polticas insertasen discursos de conocimiento universal funcionan para hacer a algunos actores ysus prcticas ms visibles que otros (Latour, 1993). Julie Cruikshank (2007) analizala colaboracin entre personas de la Primera Nacin en el territorio del Yukn yarquelogos, climatlogos, fsicos y ambientalistas y ella misma, antroplogacultural que surgi de la convergencia de intereses en historias y hechos sobre elderretimiento de los glaciares de las montaas Saint Elias, en Canad. Ese trabajo,observa Cruikshank, aunque amigable, y sin duda respetuoso en todas las partesparticipantes, se enred en la compleja hegemona del conocimiento cientfico,aun cuando sus practicantes conocan la necesidad de, y deseaban, tener en cuentalas historias locales. Por ejemplo, en las narrativas locales Atapashkas y Tinglit, losglaciares aparecen como actores sensibles en una cosmologa relacional que explicael cambio climtico y los encuentros coloniales, la historia social y natural, en lamisma corriente nica de pensamiento. De importancia, estas narrativas, sealaCruikshank, se realizan continuamente en situaciones de encuentros humanos:entre seres de la costa y del interior, entre visitantes coloniales y residentes, y entrecientficos, administradores, ambientalistas y personas de las Primeras Nacionesen la actualidad. Se incluyen en la colaboracin definiciones bien intencionadasdel conocimiento indgena que imaginan esas historias locales como un manojode mitos y sabidura transmitidos sin cambios de una generacin a otra. La tareade los cientficos occidentales (de cualquier especie) es entonces la de descubrirese conocimiento, desembrollando la informacin que contiene y as haciendocaso omiso de la narracin de historias como una forma de conocimiento histricoque cambia as como la ciencia de acuerdo con las circunstancias. Esetratamiento problemtico de la narracin de historias transforma por completo lasinterpretaciones actuales en datos culturales deshistorizados y fijos, supuestamentetransmitidos por el contenedor cultural hasta las personas de hoy da quienespor consiguiente pertenecen anuestro pasado. La colonialidad de la indigenidad,nos recuerda Cruikshank, puede ser reforzada por jerarquas de conocimiento aunen contextos aparentemente progresistas. Al igual que Cruikshank, muchos de nosotros hemos estado involucradostambin en formas de colaboracin que involucran a intelectuales de la academiay de fuera de ella (e.g., De la Cadena, 2006; Tuhiwai Smith, 1999). Queremos

    llamar la atencin sobre las profundas asimetras que rigen dicha colaboracin que comienzan con desigualdades geogrficas, econmicas, raciales y de gnero,

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    pero se extienden ms all, al corazn mismo de la iniciativa de produccin deconocimiento. Como escribi Talal Asad hace ms de veinte aos, las lenguasestn permeadas estructuralmente por un poder diferenciado, y ello afecta laproduccin de conocimiento. Las lenguas occidentales, escribi, producen ydespliegan conocimientodeseado con mayor prontitud que las lenguas del TercerMundo. Por el contrario, el conocimiento que con ms facilidad despliegan laslenguas del Tercer Mundo no es buscado por las sociedades occidentales en lamisma forma, o por la misma razn (Asad, 1986:162).

    Ms recientemente, Dipesh Chakrabarty ha denominado esto una condicin deignorancia asimtrica. Habando sobre su disciplina, la historia, escribe: Loshistoriadores del tercer mundo sienten la necesidad de remitirse a las obras dela historia europea; los historiadores europeos no sienten necesidad alguna decorresponder a esa actitud (Chakrabarty, 2000:28). Puede aplicarse la analoga acasi cualquier otra disciplina, incluida la antropologa obviamente. Las coincidenciasideolgicas, si bien son tiles en las alianzas polticas, no alteran las asimetrasestructurales e histricas que organizan las iniciativas de colaboracin entreeuropeos y no europeos en un sentido amplio. Las imgenes de una participacinigual y homognea en alianzas de colaboracin en investigacin, por tranquilizadorasque sean, son difciles de lograr y en la mayora de los casos no pasan de ser una ilusinacadmica bien intencionada. Una colaboracin que quiera deshacer instituciones yjerarquas epistmicas preexistentes, incluyendo las que tienen que ver con esferasde conocimiento y sus lenguajes occidentales y no occidentales histricamenteseparados requiere ms que la buena disposicin individual de colaborar; requiereuna conciencia de la hegemona de la epistemologa, y la necesidad de cuestionarlacuando menos, para crear aperturas para el surgimiento de nuevos vocabularios co-laborados. Tambin demanda una negociacin multidireccional continua, as comoel reconocimiento y la inspeccin de los conflictos que dan lugar a tal negociacin.Para terminar, si bien esto debera ser tambin el punto de partida, la colaboracintambin exige aceptar que los complejos enredos del poder siempre estructurarnla relacion aunque, por supuesto, los entresijos variarn continuamente deformas y conexiones. En todos ellos puede radicar la posibilidad de una formadiferente de trabajo, que podra producir nuevas visiones de la realidad, nuevosconceptos surgidos de esas visiones en el que nuevo no significa avance, sinomovimiento en cualquier direccin, diferente. Ese trabajo buscara cambiar laproduccin de conocimiento, por ejemplo, realizando un gnero hbrido que fueraa la vez acadmico y no acadmico, local y universal, y comprometido con la borrarlas diferencias entre esas esferas a la vez que interviene en todas ellas.

    Agradecimientos. Este artculo reproduce, con algunas modificaciones, la

    introduccin del libro editado por los autores, tituladoIndigenous ExperienceToday (New York: Berg 2007). Nos sentimos profundamente agradecidos por

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    los exhaustivos y reveladores comentarios de Claudia Briones, Arturo Escobar,Richard Fox, Charles Hale, Donald Moore, Ben Orlove, Eduardo Restrepo yRandolph Starn sobre borradores anteriores a esta introduccin. Kristina Lyons,estudiante de antropologa de la Universidad de California, Davis, compartisu interpretacin sobre este libro, tradujo algunos captulos del espaol y nosayud a poner este manuscrito en orden. Dos lectores annimos de la Fundacin Wenner-Gren tambin nos hicieron aportes tiles. Ya Chung-Chuang, ValerieLambert, Francesca Merlan y Linda Rupert hicieron importantes sugerencias; aligual que miembros del seminario del Franklin Humanities Institute Dispora eindigenidad, en Duke University. Tambin debemos agradecer a nuestros colegasdel simposio la Experiencia indgena hoy en Rivarotta di Pasiano, Italia, del 18al 25 de marzo, del 2005. La responsabilidad por los argumentos y cualquier erroren que pudiramos haber incurrido son nuestros por completo.

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  • 8/10/2019 INDIGENEIDAD- PROBLEMTICAS, EXPERIENCIAS Y AGENDAS EN EL NUEVO MILENIO

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