Informe Final Kant

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Pontificia Universidad Javeriana Facultad de Filosofía Seminario: Kant La Ética Profesores: Vicente Duran SJ Informe final del seminario Presentado por: Juan Vodniza 03 de diciembre de 2014 De la necesidad de postular a Dios para la obtención completa del sumo bien. El presente ensayo tiene como objeto presentar el por qué es necesario que la razón postule a Dios, siendo este una figura de suma importancia para que el hombre alcance el sumo bien. Para empezar la exposición, será necesario describir el sumo bien y los elementos de los que este se conforma. Seguido a esto, se pondrá de manifiesto la forma en que un hombre pueda alcanzar este sumo bien. Finalmente se tratará acerca de la necesidad de la postulación y el papel de Dios para la obtención del sumo bien. 1. Virtud y felicidad: componentes esenciales del sumo bien. ´Para hablar del sumo bien es importante que, en primer lugar, se esclarezca el concepto que se tiene por sumo 1 , el cual presenta una ambigüedad: sumo puede significar lo más elevado (supremum) o también lo perfecto (consummatum) 2 . Ahora bien, esto es importante puesto que la virtud era 1 Aclaración importante no solo para Kant (A 198), sino también para Dulce María Granja (284). 2 Granja, 284.

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Pontificia Universidad Javeriana Facultad de Filosofía Seminario: Kant La Ética Profesores: Vicente Duran SJ Informe final del seminarioPresentado por: Juan Vodniza 03 de diciembre de 2014

De la necesidad de postular a Dios para la obtención completa del sumo bien.

El presente ensayo tiene como objeto presentar el por qué es necesario que la razón

postule a Dios, siendo este una figura de suma importancia para que el hombre alcance

el sumo bien. Para empezar la exposición, será necesario describir el sumo bien y los

elementos de los que este se conforma. Seguido a esto, se pondrá de manifiesto la forma

en que un hombre pueda alcanzar este sumo bien. Finalmente se tratará acerca de la

necesidad de la postulación y el papel de Dios para la obtención del sumo bien.

1. Virtud y felicidad: componentes esenciales del sumo bien.

´Para hablar del sumo bien es importante que, en primer lugar, se esclarezca el concepto

que se tiene por sumo1, el cual presenta una ambigüedad: sumo puede significar lo más

elevado (supremum) o también lo perfecto (consummatum)2. Ahora bien, esto es

importante puesto que la virtud era entendida3 como la condición más elevada de todo

lo que nos puede parecer más deseable. Esto que nos parece más deseable es la

felicidad. Es por esto que se decía que la virtud era el bien más elevado. Esto tiene un

cierto grado de verdad; pero Kant se da cuenta que la virtud por sí sola no supone

todavía el bien completo, siendo este bien supremo el objeto de la razón práctica. Para

que este bien esté completo y así se le pueda llamar bien supremo, es necesaria la

felicidad, más no solamente la felicidad propia, sino una felicidad que sea considerada

como tal por el juicio de una razón imparcial, que considera la felicidad en el mundo

como fin en sí4.

Con respecto a la felicidad, dado que su motor es el cumplimiento de nuestras

inclinaciones, es necesario entrar en un ámbito empírico para conseguirla. Es por esta

1 Aclaración importante no solo para Kant (A 198), sino también para Dulce María Granja (284).2 Granja, 284.3 Por la “analítica”.4 Kant. A 199

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razón que la felicidad se mueve en el ámbito del querer5, cosa que la aleja

considerablemente del ámbito del deber, que es donde se encuentra el sumo bien.

Además de esto, Kant concibe en un principio la felicidad como “el estado de un ser

racional en el mundo a quien en el conjunto de su existencia todo le va de según su

deseo y voluntad6”7, pero dado que el ente racional vive en un mundo fenoménico, el

cual tiene leyes naturales, debe acogerse a estas leyes naturales, las cuales no siempre

van a ser congruentes con la inclinación del ser racional, por lo tanto es válido decir que

la felicidad por si sola tampoco supone el sumo bien.

Kant entiende aquí la virtud, entonces, como la dignidad de ser feliz. Es por esto que es

necesario que la felicidad esté en conjunto con la virtud; puesto que tener como deseo la

felicidad y ser digno de ella, pero no alcanzarla es algo que no cuadraría con el querer

del ser racional que busca la tenencia de este sumo bien. De esta anterior afirmación, se

puede entender, entonces, que virtud y felicidad constituyen conjuntamente el sumo

bien.

“… un reparto de felicidad en justa proporción con la moralidad (como valor de la persona y su

merecimiento para ser feliz) constituye el sumo bien de un mundo posible, […] donde la virtud

supone el bien supremo en cuanto condición que no tiene ninguna otra por encima de ella y la

felicidad resulta siempre grata para quien la posee, mas no es absolutamente buena por sí sola

bajo cualquier respecto, sino presuponiendo en todo momento como condición el

comportamiento moral conforme a la ley.”8

Ahora bien, puesto que, aunque estos elementos en conjunto constituyen el sumo bien,

esta conjunción se ha de tener como fundamento y consecuencia. De esta manera, Kant

identifica dos maneras para realizar la conjunción: como unidad analítica (mediante una

ley de la identidad) o como una unidad sintética (ley de la causalidad). Pues bien, como

se puede apreciar, esta conjunción implica una dialéctica en la razón pura práctica.

La primera forma de poner en conjunto estos términos puede ser entendida como

aquella en donde el esfuerzo por ser virtuoso y la búsqueda racional de la felicidad son

dos acciones que se relacionan mediante una ley de la identidad, por lo tanto estas no

5 Lo cual implica que las acciones hechas con este fundamento, carecen de contenido moral.6 Kant entiende por voluntad la misma razón práctica7 Kant. 1248 Ibid. A199

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serían diferentes, sino totalmente idénticas. El filósofo prusiano nos dice que para las

escuelas antiguas en Grecia la obtención del sumo bien era de una importancia

considerable. El autor se centra en dos escuelas helénicas que intentaban llegar al sumo

bien, si bien con un desarrollo diferente en su pensamiento, utilizando formalmente esta

ley de la identidad9. Los epicúreos, por un lado, creían que la virtud se encontraba en la

máxima de fomentar la felicidad; mientras que los estoicos creían que la felicidad se

encontraba en la conciencia de la virtud.

Para Kant, ambas concepciones están erradas, puesto que él plantea que la conjunción

entre virtud y felicidad no se da de forma analítica; ya que estos elementos no son

idénticos y por lo tanto no es posible eliminar las diferencias que los separan, tal como

lo quiere hacer la analítica. Kant hace notar aquí que propiamente no hay una identidad

entre virtud y felicidad. Dado que para alcanzar el sumo bien, lo cual es el fin de fines

de la razón práctica, es necesario hacer la conjunción entre virtud y felicidad, y siendo

una tan diferente de la otra, no hay más opción que reunirlas sintéticamente; ósea hay

que unirlas mediante una relación de causalidad. El unir virtud y felicidad

sintéticamente implica que la unión se tiene que dar a priori, por lo cual se entiende que

esta conexión entre las dos debe ser universal y necesaria.

Ahora, dado que tenemos que unir virtud y felicidad sintéticamente, es importante

resaltar que Kant encuentra una antinomia en la relación de estos dos conceptos.

Tomando nuevamente las concepciones de los epicúreos y los estoicos, Kant nos da a

entender que no siempre aquellos que son virtuosos obtienen aquel grado de felicidad de

acuerdo a su moralidad. Pero es necesario darle solución a esta antinomia, puesto que si

esta no tuviera solución, toda la teoría ética kantiana carecería de sentido.

Para resolver esta antinomia, Kant nos muestra que la proposición epicúrea que nos dice

que el afán de felicidad produce un fundamento de intención virtuosa es completamente

falsa, pero que la proposición epicúrea de que la intención virtuosa produce

necesariamente felicidad no es falsa absolutamente; es falsa en modo condicionado.

Solo es falsa si se considera que el tipo de existencia del ente racional como fenómeno

es el único tipo de existencia. Esta será verdadera solo cuando se considere al ente

racional no solo como fenómeno, sino también como noúmeno, esto es, no solo regido

9 Granja, 303.

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por las leyes de la naturaleza, sino por la ley moral que viene dentro de todos, la cual es

dada desde el saberse a sí mismo, en donde todos se reconocen como causa eficiente de

sus acciones. El saberse como un “yo” que no es fenoménico; como un noúmeno, es lo

que hace que se considere a la razón como legisladora u autónoma, puesto que esta da

unas leyes, cuyo estricto seguimiento resulta en una libertad, lo cual implica una ruptura

con el mundo fenoménico y presenta la afirmación de un mundo más allá de la realidad.

Entendido esto, se da un nuevo concepto de felicidad; la cual no consiste solo en la

satisfacción de todos los deseos, sino también ese estado de auto contento, de estar

contento con uno mismo. Con esta nueva definición de felicidad, es posible hacer un

cierto tipo de síntesis entre esta y la virtud, dado que este auto contento viene implicado

en la conciencia de la virtud.10

2. La inmortalidad del alma y Dios como postulados de la razón pura práctica

Ahora bien, dado que, gracias al estado de auto contento que se describió más arriba, se

encontró un punto de conexión entre virtud y felicidad, y dado que gracias al estricto

seguimiento del deber en nuestro quehacer diario podemos llegar a ser virtuosos, la

pregunta por hacer ahora es ¿Cómo podemos llegar a ser felices?

Pues bien, hay que tener en cuenta que el objeto de la razón pura es la promoción del

sumo bien. De esto inferimos que también es necesaria la promoción de la posibilidad

de su condición necesaria. Esta última consiste en la completa adecuación de la

voluntad del ser racional con la ley moral, en otras palabras, la santidad. Ahora bien, la

santidad no es un estado alcanzable dentro de una existencia finita, pues sólo sería

alcanzable luego de un progreso al infinito por parte del ser racional en el que se adecúe

gradualmente a la ley moral. En consecuencia, para que el sumo bien sea alcanzable es

necesario suponer la posibilidad de ese progreso al infinito, lo cual implica que la

consciencia del ser racional se extienda más allá de su existencia finita; esto es lo que se

entiende por inmortalidad del alma.

Puesto que el sumo bien es un concepto impuesto por la ley moral, y ésta es a su vez

una determinación objetiva a priori de la razón práctica, se podría decir que la idea de la

10 Cuando se es consciente de ser virtuoso, se llega a este estado de auto contento.

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inmortalidad del alma es un postulado de la razón. Aquí es importante recalcar que este

postulado no es demostrable como tal y que la inmortalidad del alma no es determinable

en una existencia fenoménica, ni mucho menos en el campo de la ciencia. La necesidad

de esta idea se da en el campo práctico, pues está vinculada a la ley moral que es

determinada a priori.

Como el objeto de nuestra razón pura es la promoción de este sumo bien, se admite que

este sumo bien es posible y que este es efecto de una causa aún mayor. Si es posible el

sumo bien, tiene que haber una causa en la naturaleza, diferente de la naturaleza, la cual

contenga en exacta coincidencia dentro de si la felicidad y la moralidad. Por lo tanto, el

bien supremo solo será posible dentro del mundo en cuanto se asuma la existencia de

una causa suprema de la naturaleza, la cual posea una causalidad conforme a la ley

moral11. El bien supremo solo será posible, entonces, si se postula a Dios desde la razón

práctica.

3. Conclusión: la necesidad de la postulación de Dios.

Es así, pues, como llegamos a la tesis principal de este trabajo: la necesidad de postular

a Dios para alcanzar este sumo bien. Ahora bien, se da la necesidad de Dios, puesto que

para alcanzar la felicidad es necesario, en parte, cumplir con el deseo de nuestras

inclinaciones, por lo tanto el alcance de esta está, en parte, en el mundo fenoménico, el

cual es regido por leyes de la naturaleza, y del cual el hombre no puede ser causa. Así

pues, dado que usualmente, tal como se expuso arriba, las leyes naturales van en

contravía con muchas de las inclinaciones de este ser racional12, es difícil que se alcance

la felicidad es este plano fenoménico. Este ser racional, por el mismo hecho de tener

razón, es considerado también como un ente noumenico, queriendo decir esto que tiene

capacidad de intelección de los fenómenos que están por fuera de él, así como la

capacidad de auto legislarse autónomamente por una ley moral dada por él mismo.

Ahora bien, como este ente no puede ser o tener causalidad en el mundo sensible, esta

ha de ser atribuida a un ente superior que mediante entendimiento y voluntad sea la

causa eficiente de este mundo13.

11 Kant, 225.12 Aquí ya personificado como hombre.13 Kant, A 226

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Así pues, este ente superior, causa eficiente de la naturaleza, llevara dentro de sí en

perfecta armonía la virtud y la felicidad, y siendo así, será considerado como un cierto

tipo de juez, el cual es el que dictaminará el grado de buena voluntad de cada ente

racional finito, para así considerar si este puede llegar o no a la felicidad. Básicamente

lo que se acabó de afirmar es que este ente supremo, personificado como Dios, ha de ser

un garante para la obtención de felicidad y por lo tanto para la obtención del sumo bien.

Así se hubiera creído, tal como Schopenhauer, Heine y otros14, que esta idea Dios es un

agregado de segunda categoría hecho por Kant para no destruir por completo la idea de

la existencia de este sumo bien, a mí me parece que el postular la existencia de Dios es

necesario y es de suma importancia hacerlo, puesto que sin su juicio, no se podría

garantizar el sumo bien para ningún ente racional, y por lo tanto la razón práctica

carecería de su objeto primordial; y en consecuencia la moralidad carecería de

fundamento racional y por ende todo el sistema moral kantiano se vendría abajo. Como

dije, y ya para finalizar, postular a Dios es necesario para poder acabar con la antinomia

que se da en la razón práctica, y para garantizar que cuando se es digno de felicidad, se

pueda llegar a alcanzar a esta última, y así el ente racional pueda alcanzar su fin de

fines, el cual es la obtención completa del sumo bien.

BibliografíaKant, Immanuel. (2000). Crítica de la razón práctica. Edición y traducción por Roberto Rodríguez Aramayo. Madrid: Alianza.

Granja, Dulce M. (2010). Lecciones de Kant para hoy. Barcelona: Anthropos.

Gomez Caffarena, J. (2010). Diez lecciones sobre Kant. Madrid: Trotta.14 Granja, 280; Rodríguez Aramayo, estudio preliminar critica de la razón práctica, 32.

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Granja, Dulce M. (1994). Kant: de la crítica a la filosofía de la religión en Kant y la filosofía de la religión por José Gómez Caffarena. Barcelona: Anthropos.

Brito, V; Rivelino, J; Pinilla, S; Cerezo, M; Hernandez De Alba, P; Vodniza, J. (2014). Protocolos y relatorías del seminario de Kant. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana.