Instrucciones Para Vivir en Arte.

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Instrucciones para vivir en Arte. Un homenaje al Manual de Instrucciones de Julio Cortázar, a 100 años de su natalicio. Antes de señalar las instrucciones precisas para hacer y contemplar el Arte, es conveniente aclarar que no es ésta una actividad exclusiva del artista y que un artista no es necesariamente aquel que produce arte. Si comparto con ustedes estas humildes palabras, es con el afán de rendir apología a ese fenómeno tan desdeñado y prostituido en la actualidad. El arte es uno más de los hilos -de los más bellos y nobles- que conforman el tejido de la cultura. No esa cultura unificadamente occidental que enseñan los libros que discurren sobre la cultura, sino el cultivo que hace el individuo y su sociedad de sus propios valores culturales. El vestido invisible que portamos ineludiblemente. La etimología latina de la palabra “cultura” –cultus- significa “cultivo” y se le asocia primitivamente al cultivo de la tierra. A propósito de la tierra y de su natural providencia: los alimentos, si usted, como yo, goza de los placeres culinarios y de los orgasmos bucales proporcionados por la divina sazón de los alimentos, entonces podrá comprender muy bien al Arte como una analogía del proceso de cosecha, consumo y digestión de los alimentos en el hombre. El proceso creativo de un artista es, esencialmente, nutricional, no ya del cuerpo, sino del alma. El artista

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Instrucciones Para Vivir en Arte. Un homenaje al manual de instrucciones de Julio Cortazar a 100 años de su natalicio. Alan Morgado

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Instrucciones para vivir en Arte.Un homenaje al Manual de Instrucciones de Julio Cortázar, a 100 años de su natalicio.

Antes de señalar las instrucciones precisas para hacer y contemplar el Arte, es

conveniente aclarar que no es ésta una actividad exclusiva del artista y que un artista no

es necesariamente aquel que produce arte. Si comparto con ustedes estas humildes

palabras, es con el afán de rendir apología a ese fenómeno tan desdeñado y prostituido en

la actualidad.

El arte es uno más de los hilos -de los más bellos y nobles- que conforman el tejido de la

cultura. No esa cultura unificadamente occidental que enseñan los libros que discurren

sobre la cultura, sino el cultivo que hace el individuo y su sociedad de sus propios valores

culturales. El vestido invisible que portamos ineludiblemente. La etimología latina de la

palabra “cultura” –cultus- significa “cultivo” y se le asocia primitivamente al cultivo de la

tierra. A propósito de la tierra y de su natural providencia: los alimentos, si usted, como

yo, goza de los placeres culinarios y de los orgasmos bucales proporcionados por la

divina sazón de los alimentos, entonces podrá comprender muy bien al Arte como una

analogía del proceso de cosecha, consumo y digestión de los alimentos en el hombre. El

proceso creativo de un artista es, esencialmente, nutricional, no ya del cuerpo, sino del

alma. El artista ingiere constantemente símbolos e imágenes en el inconsciente, materia

prima que será sometida a un proceso digestivo donde la cabeza y el corazón actúan en

conjunto para vomitar, estéticamente hablando, una obra cuya sazón está íntegramente

relacionada con la calidad de la materia prima abonada desde el inicio del proceso. No se

confunda el proceso nutricional con el sabor de los alimentos. No todas las delicias nutren

ni lo nutritivo es necesariamente placentero. Téngase presente también la infinita gama de

sabores agridulces, de olores y de formas, de texturas y de orígenes de los alimentos, en

analogía a las posibilidades artísticas. Igual que la comida despierta el apetito cuando se

le ve servida, mientras más se conviva con el arte, algo rugirá en su interior, por encima

de los borborigmos intestinales, exigiendo vida: el arte incita a vivir.

No obstante que el arte es un fenómeno de tipo emocional, sería dogmático afirmar que

su finalidad sucumba en estados tan subjetivos. El arte es un monólogo que se convierte

en un diálogo cuando el otro lo contempla. “Identificarse es reconocerse, pero también

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nombrarse para propiciar el reconocimiento de parte del otro.” Puede ser también

monográfico y hasta enciclopédico en manos de los interpretantes intelectuales de la

humanidad. Es un vestigio e intento de explicar la compleja existencia del hombre.

Finalizando el preámbulo de las instrucciones, ha de saber que el Arte no sirve para nada.

No sirve porque es libre y no tiene que ser sirviente de nadie. El arte es lo más inútil y

disfuncional en un mundo en que todo se hace bajo el beneficio de la utilidad práctica y

funcional. Si usted pretende beneficiarse del arte, entonces anteponga el Ser al tener y

actúe todo el tiempo bajo éste principio.

El arte, al igual que la risa, son características esenciales del humano que distinguen

nuestra especie dentro del reino animal. Si la sistematización, automatización,

globalización y numerización imperante en el mundo provoca de vez en vez que usted se

sienta, digamos, más una máquina que un humano, entonces haga Arte o ríase; o los dos

al mismo tiempo, o la una a causa de la otra.

Contrario a lo que la opinión capital y el mercado indican, para hacer arte solo son

necesarias dos cosas: La primera es pensar y/o sentir algo, la segunda es expresarlo. La

forma en que cada individuo decida hacerlo, es absolutamente libre. Algo parecido al

complejo proceso en que cada persona descubre el modo de peinarse que ha de ser más

auténtico y acorde con su personalidad. O el timbre de voz utilizado bajo cierto contexto

condicional o la metodología empleada para caminar debajo de la lluvia, como si fuese

un milagro o como si fuese una catástrofe.

Hacer Arte es muy fácil, no requiere ni de talento ni de academia, sino de entrega y

sensibilidad. Ni siquiera de tiempo, puesto que éste se contenta cuando haciendo Arte le

ignoramos, y se va por ahí a apresurarle la existencia a alguien más, o se queda silente y

melancólico mirando nuestras creaciones, algunas veces burlándose, otras elogiando. El

arte en cualquiera de sus formas es un depositario de ideologías y sentimientos. Un

cuerpo-sonido-lienzo-forma-acto-palabra-cajita en la que usted puede reír o llorar, y

guardar en público secreto las risas y las lágrimas. También puede condenar a sus

demonios al exilo y encerrarlos en una bellísima o terrible catacumba. En su caja puede

depositar magia y poesía, luz y tiempo, recuerdos y profecías, nostalgias y frustraciones,

amores perdidos y otros por ganar; puede depositar el vacío y también los excesos, el

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silencio y el no silencio, los sentidos, los principios o a usted mismo, desnudo o con

máscaras. El arte es, antes que todo, un depositario. Un índex de lo inalcanzable.

Algunas situaciones pueden incentivar su creación artística, se recomienda dosificarlas

para evitar el hastío. Los problema existenciales, los complejos amorosos, el coraje

contestatario y la elevación espiritual son solo algunas de las opciones del menú. En el

más útil y también patético motivo existencial del Arte, el hacedor juega poniendo rostros

y máscaras a aquello que le resulta imposible conocer. El hombre enfrenta eficazmente

aquello que reconoce con facilidad.

Cuando depositamos algo en el arte, individual o colectivamente, se genera un sentido de

pertenencia difícilmente abatible. La pertenencia genera identidad, primero en el

individuo, después en la sociedad. Si el arte no posee un sentido de pertenencia, entonces

no sirve para nada. Será algo decorativo, para adornar la sala de la casa y recibir elogios

cuando el tema del clima esté agotado; algo para posar en un pedestal esquinado, como

un depositario de polvo y de insectos; o algo para actuarlo-cantarlo-bailarlo con bonitos

trajes de copa y corbata en un domingo familiar, como un idóneo pretexto para presumir

nuestros mejores atuendos y erguir el pecho caminando alrededor del espacio con sutiles

movimientos aristocráticos que enmarquen nuestra cultivada, deferente y plenipotenciaria

personalidad.

He aquí la razón de que el arte tenga tan poca importancia en las prioridades de nuestra

sociedad. Estamos permeados de una cultura mayoritariamente occidentalizada, en donde

eso a lo que se llama Arte es algo tan extrínseco a nuestras propias raíces como un obispo

en un templo Yaqui o como un filósofo tratando de explicar la vida a un hermano

campesino. Qué lejos estará hoy el Arte de sus orígenes, que una caja de zapatos, vale

más que el misticismo de los cantos, danzas y dibujos que los hombres encomiendan a la

madre tierra y a sus dioses.

Por eso exhorto al uso del sentido común o al menos al uso del sentido. Si usted se

enfrenta a una obra de Arte de rimbombante atuendo, dentro de una galería en el que la

gente admire y exalte una obra “inaccesible a su intelecto”, entonces inste por la religiosa

intuición de sus sentidos. Si a eso lo que llaman arte a usted le parece un depositario, pero

de basura, entonces dude; escupa su desprecio en un acto catártico que ahogue la

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incertidumbre, dé media vuelta y salga de ahí antes de que su noble y desintoxicada

percepción se contamine. El arte no requiere de diccionarios, de traductores ni textos que

nos digan qué ver y qué sentir y porqué la obra vale lo que vale. El arte requiere, más

bien, de un alma sensible y pensante, más sintiente que inteligente, de esas que cada vez

con más frecuencia se declaran en huelga en el hombre por desuso. (Ya sé que la palabra

"sintiente" no existe, pero la palabra es arte y -ya lo he dicho antes- el arte es siempre

libre.)

Si alguno de ustedes, como yo, se ha mirado en un espejo y se ha desconocido después de

un largo e ignominioso tiempo de contemplación, entonces podrá comprender porqué

algunos de nosotros pasamos tanto tiempo frente a una obra. El arte es un espejo en el que

cada espectador se lee a sí mismo. El arte no es arte porque un artista lo crea, sino porque

alguien lo contempla y dota de sentido. Los sentidos del espectador son certificados de

autenticidad. Si usted reconoce algo de su ser en lo que está depositado en la obra,

entonces todo ha valido la gracia, más que la pena. El arte no es una cura, pero es un

espacio de tregua y armisticio social.

Después de todo, en el transcurrir cotidiano de la vida, donde gozamos esa capacidad

sensible del ser humano de sorprendernos y valorar la maravillosa presencia de las cosas

y de nuestros prójimos, el arte es solo un pretexto para celebrar nuestra existencia.

Alan Morgado