Insurrección de Trujillo 1932

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Insurrección de Trujillo Presentado por Cancho Lago, Dinis Dietz Canessa, Marie Pacompia, Jhoana Ramírez, Jehny Salvatierra, Corina Profesor Chillihuani Ttito, Valentín Asignatura Historia del Perú II Universidad Antonio Ruiz de Montoya Junio de 2016

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Breve trabajo de investigación como parte del curso de Historia del Perú II.

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Insurrección de Trujillo

Presentado por

Cancho Lago, Dinis

Dietz Canessa, Marie

Pacompia, Jhoana

Ramírez, Jehny

Salvatierra, Corina

Profesor

Chillihuani Ttito, Valentín

Asignatura

Historia del Perú II

Universidad Antonio Ruiz de Montoya

Junio de 2016

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Insurrección de Trujillo 1

Índice

Introducción

I. Antecedentes:

1.1. La organización anarcosindicalista y el paso del anarquismo al aprismo

1.2. Contexto histórico

II. La Insurrección y respuesta del Estado

2.1. Hechos del 7 de julio de 1932

2.2. Masacre de O’Donovan

2.3. Bombardeo de Trujillo

2.4. Culminación de la insurrección de Trujillo: Fusilamiento en Chan-Chan

III. Consecuencias y hechos posteriores

Conclusiones

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Introducción

En el presente trabajo desarrollaremos el tema de la Insurrección de Trujillo

(1932). La pertinencia de abordar este capítulo de la historia del país reside en que

retrata el poder de convencimiento de las masas y la necesidad aparentemente

constante de buscar un líder en la población peruana.

Para llevar a cabo esta investigación hemos leído y analizado textos escritos

por historiadores y periodistas, entre ellos los siguientes: “La insurrección de Trujillo.

Jueves 7 de Julio de 1932” de Margarita Giesecke, “Nuevas opciones políticas en el

Perú durante la Gran Depresión: La imagen del APRA” de Hansen, “Nación y

sociedad en la historia del Perú” de Peter Klarén, “‘¡Usted fue aprista!’ Bases para

una historia crítica del Apra” de Nelson Manrique, “Historia del APRA” de Murillo y,

finalmente, “Mensaje de Trujillo: del anarquismo al aprismo” de Ramos Rau.

Los objetivos que nos planteamos con esta investigación son tres:

1. Aprender sobre los hechos del 7 de julio de 1932 en Trujillo, así como sus

causas y consecuencias a través de la lectura de los diferentes autores.

2. Reconocer cómo se desencadenaron los hechos y quiénes fueron los actores

más resaltantes.

3. Definir de qué manera y en qué medida este hecho fue, a su vez,

antecedente de otros hechos históricos y panoramas políticos, incluso en la

actualidad.

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I. Antecedentes

1.1. La organización anarcosindicalista y el paso del anarquismo al aprismo

Las acciones del 7 de julio conocidas, en su conjunto, como la Rebelión de Trujillo o

Insurrección de Trujillo (o, en otros autores, menos, la Sublevación de Trujillo) tienen

su raíz en la organización de las clases obreras y campesinas de la región norte,

quienes, como recuerdan historiadores y periodistas, entre ellos Demetrio Ramos

Rau y Nelson Manrique, venían de una tradición anarcosindicalista. De acuerdo con

el periodista Ramos Rau, en su libro “Mensaje de Trujillo: del anarquismo al

aprismo”, el pensamiento anarquista incursionó en nuestro territorio durante la

Guerra del Salitre con Manuel Gonzales Prada e irradió hacia la Sierra y en toda la

Costa hasta Trujillo, donde resaltará como pionero Julio Reynaga, quien fundó la

Liga de Artesanos y Obreros del Perú con Tomás Morales (Ramos, 1987, p. 60).

¿Cuál fue la relación entre el Aprismo y el Anarquismo?

Antes de la llegada del aprismo, La Liga de Artesano y Obreros se encargó

de crear y difundir cultura y educación popular: periódicos autogestionados de corte

anarquista, como La Antorcha (editada por Reynaga), la biblioteca popular Libertad

y Progreso (1905) y la Escuela Nocturna para los sectores más necesitados

(Ramos, D. 1987, pp. 74-77). A partir de 1917, según Ramos Rau, la Liga, que en

principio se definió como mutualista y anarquista, fue asimilando ideas socialistas,

comunistas y del pensamiento latinoamericano o aprista, aunque sin perderse del

todo la presencia del anarcosindicalismo (Ramos, D. 1987, pp. 71-73). Sobre los

anarcosindicalistas de Trujillo, se expresó alguna vez Haya de la Torre:

En Trujillo hubo un foco anarcosindicalista, que lo encabezaba un negrito que se

llamó Julio Reynaga. Era una especie de Diógenes callejero, que predicaba en cada

esquina su anarquismo puro. El nombre de Julio Reynaga es el de un colegio hoy

día dedicado a los jóvenes obreros. Este hombre tenía mucha acción proselitista.

Pero había un grupo de sinceros anarquistas. Porque el movimiento

anarcosindicalista ha sido uno de los movimientos más puros, más limpios, más

auténticos, que haya existido en el Perú. (Haya de la Torre, citado por Ramos, D.

1987, p. 63).

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Por otra parte, al momento de su fundación, el Apra fue definido por Haya de

la Torre como un “partido marxista revolucionario que se proponía asaltar el poder

para realizar, desde él las grandes transformaciones que el país demandaba”. Es

por esa búsqueda de revolucionar el país, según Manrique, que pudo acercarse en

Trujillo a los grupos anarcosindicalistas (Manrique, 2009 p. 73). Sin embargo,

sucede que, si bien, ambos grupos apuntaban a una revolución popular, el

anarquismo propugna “Ni dios, ni patria”, mientras que los miembros del Apra eran

esencialmente católicos (todos los apristas habían sido seminaristas) y sí creían en

el concepto de patria (Manrique, 2009, p. 74). Así, muchos miembros de la Liga

vieron en el Apra un camino para llegar a un cambio y abandonaron la tradición

anarcosindicalista. De acuerdo con lo expresado por Villanueva, citado por

Manrique, fueron justamente los obreros de pasado anarcosindicalista los gestores

de la insurrección de Trujillo, así como de otras revueltas; entre ellos, Manuel

Barreto, quien también había sido anarquista en El Callao antes de incorporarse a

las filas del Apra (Manrique, 2009, pp. 74-75).

1.2. Contexto históricoTras las elecciones de 1931, en las que candidatearon por el Apra Haya de la Torre;

y por Unión Revolucionaria, Luis M. Sánchez Cerro y de las cuales salió electo

presidente este último por votos contra 106.007, los apristas impugnaron el

resultado por presunto fraude; para lo cual, “alentaron a una rebelión militar en

Piura, aprovechando el descontento de jefes militares relacionados con el leguiísmo;

iniciativa que se frustró sin pena ni gloria” (Manrique, 2009, p. 97).

De todos modos, Sánchez Cerro asumió el cargo como presidente el 8 de

diciembre, aunque posterior a ello, casi todos los meses ocurría algún disturbio o

insurrección civil. Haya regresó a Trujillo, su bastión, y se declaró “Presidente moral

del Perú”. Una vez en Trujillo, según Manrique, “los apristas del norte, provenientes

de la tradición radical anarcosindicalista, comenzaron a conspirar para llevarlo [a

Haya] al gobierno por la vía revolucionaria” (Manrique, 2009, p. 97). El Apra se

volvió obtusa y obstruccionista oposición a Sánchez Cerro e incluso fueron tomando

una postura anticlerical, aún cuando Sánchez “había decretado el matrimonio civil

obligatorio y el derecho al divorcio”, así como la educación laica y el voto femenino,

disposiciones que se convirtieron en ley una vez que la Asamblea Constituyente

pasó a conformar el Congreso, recién en 1934 (Klarén, 2004, p. 337).

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Debido a las continuas revueltas que Sánchez atribuyó al Apra y al Partido

Comunista, Sánchez llamó a la Ley de Emergencia y 23 militantes del partido aprista

así como el coronel Jiménez —proaprista— fueron exiliados en febrero de 1932. La

respuesta de los apristas no se hizo esperar y, en marzo, mientras asistía a misa, el

Presidente fue herido de bala. Acusado de de subvertir el orden público, Haya fue

arrestado y sentenciado. Así, en julio, mientras Haya permanecía en prisión, se

organizó un levantamiento en Trujillo para exigir su liberación (Klarén, 2004, p. 338).

2. La Insurrección y respuesta del Estado.

2.1. Hechos del 7 de julio de 1932

Como nos cuenta Thorndike en su novela ‘El año de la barbarie’, serían las 7 de la

mañana del jueves donde hombres junto a mujeres y niños caminaban hacia la

plaza de armas con armas y banderolas cantando la Marsellesa aprista; era una

turba revolucionaria que, como bien dice Margarita Giesecke, parecía una escena

de la revolución francesa, era invierno con lluvia pero toda la turba caminaba

festejando y sonriendo ya que los rebeldes habían tomado el cuartel O’Donovan.

(Giesecke, 2010, p. 264)

Se acababa de tomar el Cuartel por 200 rebeldes de los cuales 17 murieron y

12 salieron heridos. El cuartel O’Donovan estaba ubicado en las afueras de trujillo

ya que funcionaba como una suerte de hospital que albergaba enfermedades

contagiosas, este había sido limpiado y tomado por el ejército y como nunca se

pensó que podía ser asaltado, no se cuido el frente. La defensa deficiente no era lo

único en favor de los rebeldes, ya que contaban también con la información de que

aquel día las tropas no estaban completas ya que una cierta cantidad había sido

reclutada así como otra gran cantidad era simpatizante del apra y es por ello que, se

dice que con la rebelión en mente el comandante Julio Silva Caceda (simpatizante

del APRA), ‘’desarmó a sus hombres seis meses antes de que se produjera el asalto

al cuartel”. (Giesecke, 2010, p.265, 266)

Trujillo estaba albergado por simpatizantes apristas e incluso el cuartel de

alguna forma también, ya que al parecer todo estaba planeado con anticipación y

acuerdos por parte del comandante Julio silva gran amigo de Haya de la Torre.

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Aunque suene más a complot que a victoria, si era una victoria ya que sea cual sea

la forma estaban ganando contra Sánchez Cerro (Giesecke, 2010, pp. 266).

2.2. Masacre de O’ Donovan

Eran alrededor de las dos de la mañana, Manuel ‘Búfalo’ Barreto acompañado de

200 hombres preparaba su entrada al cuartel donde un soldado dejaría la puerta

abierta por la noche, sin embargo el plan funcionó afuera pero no adentro, ya que al

llegar los rebeldes a la puerta, aquella se encontraba cerrada. Puede que el

mandato no haya sido creído o que simplemente el plan no funcionó por dentro. Fue

así que el licenciado Calderón trató de entrar al cuartel donde fue reconocido de

inmediato y por lo tanto muerto en el acto por un tiro, pero con lo cual el Búfalo pudo

forzar las puertas, pero sin embargo también muerto por otro tiro al rato y así

sucesivamente fueron cayendo muertos gran cantidad de hombres y otros

gravemente heridos (Giesecke, 2010, pp. 268-270).

Lo sucedido parecía traición o cambio de planes por el rotamiento de guardia,

pero sucedía que nunca se confirmó que la toma sería aquel dia, por lo cual no se

dejó una orden alguna (Giesecke, 2010, p. 270).

2.3. Bombardeo de Trujillo

Entre tanto, el gobierno había puesto en marcha toda una maquinaria destinada a

sofocar el movimiento. El congreso dictó las leyes Nos. 7540 y 7541 que autorizaron

el funcionamiento de cortes marciales y dispusieron el estado de sitio en todo el

país. El mismo 7 de Julio fué despachada desde Lima una escuadrilla de

hidroplanos que estableció su base en la ciudad de Chimbote. En el crucero “Grau”

se embarcó el primer batallón del 7 de Infantería, compuesta de 180 hombres, al

mando del mayor Alfredo Miró Quesada; la otra parte fué embarcada en el

“Mantaro” a órdenes del mayor Santiago Benvenutto (Murillo, 1976, p. 224).

En Chiclayo se dispuso la movilización de tropas por el Estado Mayor de la

Primera División, cuya jefatura ejercía el coronel Manuel A. Ruiz Bravo. Esta fuerza

de avanzada estaba compuesta por 35 soldados de 1ro. de Infantería, a cuyo frente

estaba el mayor Juan Dongo. De Cajamarca se movilizaron dos batallones del 11 de

Infantería encabezados por el comandante Víctor Corzo. Luego se despachó de

Lima a 100 guardias de la escuela de policía, al mando del capitán Vargas

Machuca, y del norte se pusieron en camino 180 soldados del 1ro. de Infantería y

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una batería del 1ro. de artillería que estaba en Piura; asimismo fue movilizado el

batallón 7 de Caballería a cargo del comandante Jerónimo Santivañez. El gobierno

clausuró los puertos de Salaverry, Huanchaco y Chicama, prohibió todos los vuelos

comerciales al norte y cerró las radiodifusoras del país. En esta forma se había

establecido un cerco de fuego alrededor de Trujillo. Daba la impresión que se

trataba de exterminar a un ejército invasor extranjero, utilizando el grueso del

potencial bélico por aire, mar y tierra (Murillo, 1976, pp. 224-225).

Al promediar la tarde de aquel Jueves 7 de Julio de 1932, cuando Trujillo

parecía una ciudad en fiesta, en el cielo se destacó la presencia de dos aviones.

Luego de realizar un recorrido preliminar de reconocimiento, a gran altura,

orientaron su vuelo con dirección a la zona donde estaba el cuartel O’Donovan e

hicieron disparos de metralla, posiblemente en la creencia de que se trataba del

cuartel general de los sublevados, pero este había sido abandonado y el ataque no

produjo ningún efecto. Simultáneamente un hidroplano se lanzaba en picada sobre

la ciudad y dejaba caer la primera bomba en plena plaza de armas. Después los

aviones iniciaron el bombardeo del puerto de Salaverry, donde se registraron las

primeras víctimas: Francisco Carranza, Victor Tavara, José Andía y el niño Jorge

Navarro (Murillo, 1976, p 225).

Los bombardeos se había intensificado el viernes 8. Luego de bombardear

Salaverry, los aviones se desviaron hacia la capital revolucionaria. La tarde caía

cuando las maquina dejaron escuchar en el cielo de Trujillo el trágico zumbido de

sus motore. Los aviones se desplazaron hacia el centro de la ciudad y ametrallaron

a los grupos de gente que divisaban en las calles, dispersando el cortejo fúnebre

que acompañaba a los muertos. Muchas bombas cayeron en casa particulares y

dos proyectiles hicieron impacto en el hospital Belén; uno de los cuales cayó en las

sala de niños, pero por suerte no llegó a estallar. Los revolucionarios subieron a los

campanarios y desde ahí contestaron el fuego de los aviones con disparos de fusil

(Murillo, 1976, p 225).

Pese a esta fallas, los revolucionarios habían conseguido tomar la hacienda

Cartavio. Un destacamento, a órdenes de Alfredo Tello, cayó por sorpresa sobre el

destacamento de 37 hombres del 1ro de Infantería-comandado por el subteniente

Carlos Valderrama-, los mismos que había logrado huir del asalto del cuartel

O’Donovan. Reforzado con ese armamento, y contando con el apoyo de los

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trabajadores de esa hacienda, pudo capturarse Cartavio sin disparar un solo tiro.

Tello, con unos cuanto hombre, obtuvo también la rendición de la guarnición de

Ascope y ahí le avisaron que la tropas del coronel Ruiz Bravo se encontraban ya en

casa Grande (Murillo, 1976, p 226).

2.4. Culminación de la insurrección de trujillo: Fusilamiento en Chan-Chan

Como ya se mencionó, durante la insurrección Haya estaba preso. Todas las

acciones fueron, según Nelson Manrique, ajenas al conocimiento de Haya y, en

general, de la cúpula del partido aprista. Según Villanueva, citado en Manrique,

Haya quería llegar al poder de manera pacífica y por elecciones, pero “las bases del

norte, educadas en la violencia anarquista, no quieren entender y dan un golpe tras

otro, fracasando en todos, inclusive en la revolución de Trujillo en que, desde el

punto de vista militar, llegaron a triunfar” (Manrique, 2009, pp. 97-98).

3. Consecuencias y hechos posterioresSegún Manrique, una de las consecuencias de estos hecho fue que entre los

militares se generó un encono hacia el APRA. Tras la masacre de soldados en el

cuartel de O’Donovan a manos de militantes apristas, los militares iban a impedir,

durante décadas, que este partido llegara al poder. Otra de las consecuencias,

según el mismo autor, es que el país se polarizó entre los que apoyaban la

propuesta aprista y los que apoyaban a Sánchez (Manrique, 2009, p. 98). Citando a

Manrique la relación entre el ejército y el Apra fue de “amor-odio marcada por un

profundo resentimiento de los militares que la oligarquía se encargaba de cultivar”.

Por una parte existía un resentimiento, pero por otra, según Villanueva citado en

Manrique, los militares admiraban, en su interior, el “espíritu de sacrificio, la

disciplina y cohesión, el sentido de organización que animaban a las antiguas

masas apristas”, aunque expresen que ello reflejen el autoritarismo y verticalismo

del partido, pues esas características que critican son también virtudes en la

organización militar. (Villanueva 1973b: 214)”. (Manrique, 2009, p. 103).

Según Sönke Hansen, luego de la revolución de Trujillo, el Perú gozó unos

pocos meses de tranquilidad. Por un lado, muchos líderes apristas estaban

encarcelados o exiliados por el fracaso de la rebelión y las ejecuciones en Chan

Chan. Por otro lado, el gobierno tenía que enfrentar una grave situación económica

e inició una disputa territorial con Colombia. Mientras el ejército peruano estaba

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involucrado en el conflicto internacional, uno de los regimientos se sublevó en

Cajamarca (11 de marzo de 1933) apoyado por el APRA. Este personaje es

Gustavo Jiménez al cual era un opositor de Sánchez Cerro. En un manifiesto

Jiménez declaró lo siguiente: “El objetivo de esta rebelión era terminar con la tiranía

y llevar a cabo elecciones democráticas. Sin embargo, la rebelión fue aplastada

rápidamente, ya que no recibió el apoyo de otras divisiones militares” (Hansen,

2010, p. 122).

Al realizar Jiménez esta manifestación, uno de los periódicos como “El

Comercio” condenó la sublevación y manifestó que este hecho debía considerarse

como una traición. Además el periódico informó sobre el conflicto externo con una

perspectiva nacionalista. Esto era una excusa para que el gobierno como El

Comercio fortalecieron el patriotismo entre los peruanos, por lo tanto, la rebelión fue

concebido como antinacionalista. (Hansen, 2010, p. 122)

La profunda polarización, señalada por Manrique, terminó en el asesinato de

Sánchez Cerro a manos de un militante aprista, el ascenso Óscar Benavides al

poder, una breve legalización del Apra (1934) aunque seguida de su proscripción y

persecución hasta 1945 (Manrique, 2009, p. 98). A pesar de los esfuerzos del

gobierno Sanchecerrista por controlar la violencia interna, el general Sánchez Cerro

sería asesinado el 30 de abril de 1933. Ante lo cual, el congreso eligió a Oscar R.

Benavides como nuevo presidente. Tras la muerte de Sánchez, el periódico El

Comercio expresó sus condolencias declarando que: “Él había sido una barrera

protectora para el país y su orden social en contra de los actos criminales de

aquellas personas que hasta habían sido capaces de asesinar al presidente con el

fin de llegar al poder.” (Hanse, 2010, p. 123)

Ante estas palabras, también se expresó que Sánchez había deseado la

reconciliación y la unidad del país, lo cual no fue posible ya que hubo opositores que

negaron esta posibilidad. Sin embargo, si no hubiese existido una oposición ante lo

que realmente quería hacer Sanchez, pues todo hubiese sido diferente para el país.

A pesar de lo ocurrido, el periódico El Comercio se mostró a favor de un nuevo

comienzo para el país. No obstante, este periódico no hizo ninguna autocrítica sobre

su papel en el conflicto con la oposición. Al contrario, este llamado de autocrítica

estuvo dirigido al APRA (Hansen, 2010, p.).

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Conclusiones

1. De lo investigado, sobre la figura de Haya de la Torre podemos concluir que

se trató de, como diría Weber, un líder carismático. En primer lugar, a pesar

de haber perdido las elecciones en 1931 frente a Sánchez Cerro, se

autoproclamaba “El Presidente Moral del Perú”, lo cual nos llama de

sobremanera la atención, pues da cuenta de su convicción de ser él el único

capaz de llevar las riendas de la nación. En segundo lugar, Haya desconoció

la legitimidad del líder legal Sánchez Cerro y tildó la victoria electoral de

fraude. En tercer lugar, no solo estaba convencido él de ser el más idóneo,

sino que supo convencer, gracias a su oratoria, a las masas obreras de

Trujillo —aunque, muchos hayan venido de una tradición anarcosindicalista

que propugna “Ni dios, ni patria” y que luego abandonaron para sumarse a

las filas del aprismo— de que vieran en él a un líder político que encauce sus

objetivos. Así, sus seguidores veían en él a alguien con condiciones y

capacidades superiores a las de otros dirigentes, incluido el presidente

electo. Esto se ve reflejado en lo señalado por Klarén, cuando sostiene que

los obreros organizaron la movilización, estando Haya preso e incomunicado

y los demás miembros de la cúpula fuera del país.

2. Como segunda conclusión de lo leído e investigado, podemos sostener que

este desorden, las matanzas y las disconformidades tuvieron un saldo

negativo para el PAP y para sus simpatizantes. Afirmamos ello, porque no

tuvieron los resultados que pretendían: llegar al poder, acabar con el

gobierno autoritario y establecer elecciones democráticas. Estas no se

llevaron a cabo y fracasaron, pues, en el intento. Lo único que logró el PAP

es que la persecución contra ellos continúe y que los militares estén en su

contra.

3. Finalmente, de las afirmaciones del diario El Comercio tras la muerte de

Sánchez Cerro (que el presidente había sido una barrera protectora para el

país y su orden social, de los actos criminales que había ocurrido durante su

periodo de gobierno), entendemos que si no hubiese ocurrido ninguna

revuelta en el Perú, la historia del país durante el gobierno de Sánchez habría

sido otra, pero ello no fue posible.

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Referencias

Giesecke, M. (2010). La insurrección de Trujillo. Jueves 7 de Julio de 1932. Lima:

Fondo Editorial del Congreso del Perú.

Hansen, S. (2010). Nuevas opciones políticas en el Perú durante la Gran Depresión:

La imagen del APRA en El Comercio (1931-1933). Histórica, 34(2), 99-127.

Recuperado de: file:///C:/Users/liz1/Downloads/1346-5187-1-PB%20(4).pdf

Klarén, P. (2004). Nación y sociedad en la historia del Perú. Lima: IEP

Manrique, N. (2009). “¡Usted fue aprista!” Bases para una historia crítica del Apra.

Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Murillo, P.(1976). Los Bombardeos. En Historia del APRA (224-226). Lima: Editora

Atlántida S.A.

Ramos Rau, D. (1987). Mensaje de Trujillo: del anarquismo al aprismo. Lima:

Instituto Nor Peruano de Desarrollo Económico Social.