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INTERROGATORIOS A SOLDADOS CARLISTAS PRESENTADOS EN LA CAPITANÍA GENERAL DE NAVARRA

(1838-1839)

María Teresa BARBADILLO DE LA FUENTE Universidad Complutense de Madrid

1. INTRODUCCIÓN La base documental de mi investigación son los interrogatorios a carlis-tas que se custodian en el Archivo General Militar de Madrid (AGMM)1 —que procede del Archivo Central del Servicio Histórico Militar (1939) y en fecha más lejana del Depósito de la Guerra (1810)—, como parte de la Segunda Sección de sus Fondos,2 entre los procedentes de la 6.ª Sec-ción de Segovia, concretamente de lo relativo a la Instituciones Territo-riales entre la Correspondencia sobre Asuntos Judiciales producida en la Capitanía General de Navarra. Dichos interrogatorios están conteni-dos en once cajas: siete para 1838: 6475, enero; 6476, febrero y abril; 6489, marzo; 6633, mayo; 6477, junio y julio; 6478, agosto, septiembre,

1 Quiero manifestar mi profunda gratitud a cuantos en él me atendieron con suma

amabilidad durante los meses que he trabajado para la preparación de este tra-bajo. A su Director, coronel don Alberto Cutanda Rodríguez y, de manera espe-cial, al capitán don Agustín Pacheco Fernández, quien me auxilió generosamente en mis dudas al transcribir los documentos y me aclaró conceptos castrenses. Su profesionalidad siempre diligente y cordial ha sido una ayuda inestimable de la que quiero dejar constancia expresa.

2 Cf. M.ª T. HERMOSO DE MENDOZA Y BAZTÁN, “Fuentes para la historia militar contemporánea”, Revista de Historia Militar (2002), pp. 373-395; M.ª J. SANZ CA-BANILLAS, “Fondos contemporáneos en el Archivo General Militar de Madrid”, Idem, pp. 429-456.

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octubre y diciembre; y 6514, noviembre; y cuatro para 1839: 6518, enero; 6478, febrero; 6479, marzo, abril y mayo; y 6480, junio a sep-tiembre. Como unidades de conservación, los interrogatorios se reúnen en legajos que van dentro de carpetas3 de papel, cuya carátula lleva nu-meración sin indicación del mes que contiene. El número de legajos dis-tribuido en las cajas enumeradas se corresponde con los doce meses del año 1838 y los nueve primeros meses de 1839. Dado que la cantidad de declaraciones4 de cada uno de los meses es desigual, pues va de seis a setenta y seis, aunque lo más frecuente es que la compilación ronde una cifra entre una y cuatro decenas, encontramos en las carpetas citadas un cuerpo variable de hojas foliadas.

Estos interrogatorios cautivaron mi curiosidad cuando leí algunos de ellos y decidí inquirir qué y cuánta información ofrecían del esfuerzo bélico, miserias y penalidades del final de la Primera Guerra Carlista, en lo que se refiere al territorio navarro. Para la recolecta de hechos y da-tos, transcribí las cuatrocientas treinta declaraciones de 1838 y las dos-cientas cuarenta y tres del año 1839, lo que suma un total de seiscientas setenta y tres. Luego identifiqué y organicé los datos extraídos para so-meterlos después a cuantificación y análisis, pasando a observar las coincidencias y diferencias entre las declaraciones de los dos años que conserva el mencionado Archivo y, posteriormente, terminar con una apreciación valorativa.

A la vista de la amplitud de aspectos referidos en cada documento (a pesar de que algunos soldados obvian contestar a varias o a casi todas las cuestiones por razón del escaso tiempo que estuvieron con los car-listas, porque lo ignoraban o, sencillamente, porque no deseaban com-prometerse), y de que el acopio de datos tiene un límite a partir del cual 3 Haremos referencia a ellas con las cuatro cifras que corresponden a la caja, segui-

das de punto y del número del legajo o carpeta en cuestión. 4 Las vamos a citar por el orden en que han sido archivadas siguiendo la secuencia

del mes, no por la foliación que llevan ni por el día en que se redactaron (a me-nudo hay varias de una misma fecha). Esta indicación irá precedida de la abre-viatura “n.º”.

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es menos productivo, aun teniendo presente la información que propor-cionaba el conjunto de la declaración, he puesto el foco sobre ocho as-pectos: 1) Clase a la que pertenecía el individuo, 2) Lugar de nacimiento, 3) Prendas de vestuario recibidas, 4) Paga y alimentación, 5) Disciplina y castigos, 6) Estado de ánimo y estimación sobre el final de la guerra, 7) Opinión acerca de don Carlos y 8) Solicitud expresada para su destino inmediato. Todo ello para satisfacer mi interés inicial, pero también para contribuir modestamente a un más completo conocimiento de es-tos dos años finales de la Primera Guerra Carlista, fundado en documen-tos con la fiabilidad que quiera concederse al contenido organizado de estos seiscientos largos testimonios, cuando ya las deserciones y el ago-tamiento de los recursos materiales hacían prever una inevitable de-rrota.

Recuérdese que en 1838-1839 aún no había terminado dicha gue-rra, que se prolongó por seis años, y que Navarra fue uno de los territo-rios de España donde se reclutaron más fuerzas5 para defender los in-tereses al trono de España del infante don Carlos de Borbón6. Segundo-génito de Carlos IV e Isabel de Parma, y hermano de Fernando VII, al tener éste por fin descendencia de su cuarta esposa, la futura Isabel II (1839) desplazó a su tío de la oportunidad de ceñirse la corona de Es-paña, aun cuando él ya en 1833 había dado el paso en el Manifiesto de

5 También tuvo que soportar reiterados impuestos y contribuciones, que se justifi-

caban con el fin de conseguir suministros y dinero en efectivo destinados a am-bos ejércitos en lucha. Tardó años en recuperar parcialmente esas cantidades. Cf. F. SANTOS ESCRIBANO, “Combates y miseria en Navarra. La guerra carlista que nunca termina (1833-1852)”, Príncipe de Viana, año 69, n.º 244 (2008), pp. 415-428.

6 “Pero la verdadera cuestión, la cuestión dinástica, vino a ser el elemento polari-zador en el que se conjugaban los intereses monárquicos, religiosos y forales de una importante porción de España. (...) En el orden exterior, el carlismo se ins-cribe en la corriente europea de oposición a los principios de la Revolución Fram-cesa. (...) [Y] la monarquía, tal como se concebía entonces, era un postulado uni-versal que se concretaba en una fórmula también universal: el legitimismo” (J. DEL BURGO, “Condicionamientos ideológicos y politicos de la Primera Guerra Carlista”, Letras de Deusto, 29, mayo-agosto 1984, p. 87).

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Abrantes de proclamarse rey de España con el nombre de Carlos V. Como el pretendiente al trono había contraído matrimonio con una princesa portuguesa, residía en el país vecino, de donde partió por mar hacia Inglaterra para dirigirse de allí a Francia y pasar luego a Navarra. En estas tierras y en las próximas, llamadas entonces provincias Vascon-gadas, pasó un tiempo con una corte ambulante y un ejército no comple-tamente regular, del que formaron parte los soldados cuyos interroga-torios han sido el objeto de mi investigación.

En 1837 se organizó por parte de la facción carlista la conocida como Expedición Real que se encaminó hacia Madrid, pero, al no obte-ner la victoria anhelada, hubo de encaminarse hacia tierras vizcaínas. Al crecer los problemas, cundió el desánimo en el ejército carlista, cuyos soldados se negaban a combatir fuera de su respectiva circunscripción. Para atajar ese problema, en junio de 1838 se puso al frente de las tropas Rafael Maroto, quien reorganizó el ejército carlista, llegando incluso a castigar con la pena de muerte a tres de los generales que consideró que se habían comportado con deslealtad. Esta fase de la guerra va a concluir con el acuerdo entre el debilitado contingente carlista y las fuerzas isa-belinas que se plasmó el 31 de agosto de 1839 en el Convenio de Oñate, también conocido como Abrazo de Vergara. Los últimos interrogatorios estudiados son solo seis, ya entre los días 3 y 16 de septiembre de ese año.

Como resultado de la Primera Guerra Carlista, Navarra —que fue escenario destacado del conflicto y más con el conocido como Ejército del Norte— perdió su condición de Reino7, si bien el Gobierno Nacional promulgaría más tarde la Ley Paccionada de 1841, por la que se recono-cía a Navarra una notable autonomía gracias al régimen foral, dentro de 7 Conservó carácter de Virreinato hasta 1840. Véanse J. I. DEL BURGO TAJADURA,

Origen y fundamento del régimen foral de Navarra, Pamplona, Aranzadi-Institu-ción Príncipe de Viana, 1968; R. RODRÍGUEZ GARRAZA, Navarra de reino a pro-vincia (1828-1841), Pamplona, Universidad de Navarra, 1968, y “Transformación institucional de Navarra (1778-1841)”, Iura Vasconiae: revista de derecho histó-rico y autonómico de Vasconia, 9, 2012, pp. 33-100.

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la unidad constitucional de la nación española, como continúa en la ac-tualidad.

Mi propósito al abordar este trabajo fue, pues, descubrir lo que con-tenían esos centenares de interrogatorios8, seleccionar aquello que daba fe de las condiciones en que se desarrolló la existencia de aquellos hombres durante el tiempo de su experiencia bélica, e interpretar lo que podría contribuir —aunque fuera modestamente— a un más completo conocimiento de la fase final de la Primera Guerra Carlista en Navarra, tras extraer algunas conclusiones de utilidad para otras investigaciones en este campo.

2. LOS INTERROGATORIOS Por su naturaleza temática y formal, los documentos que he transcrito y analizado pertenecen a una tipología de carácter jurídico dentro del ám-bito castrense, pero no responden a un proceso penal ordinario por la

8 Mi sincero agradecimiento —aunque no localizaran ningún documento que

pueda equipararse a los estudiados del AGMM— a Silvia Lizarraga Pérez de Za-balza, responsable de documentación del Museo del Carlismo de Estella, que re-visó generosamente los fondos del Archivo Real y General de Navarra en Pam-plona, y a la archivera del mismo, Miriam Etxeberría Lara; igualmente, a Kepa Salsamendi Valverde, del Archivo del Territorio Histórico de Álava (ATHA), de la Diputación Foral de Álava en Vitoria. Más fortuna tuve en el Archivo Histórico Foral de Bizkaia (AHFB) de Bilbao, de cuyos fondos conseguí una copia digital de veinte interrogatorios del Ejército de Operaciones del Norte celebrados en po-blaciones navarras en 1839 (AHFB, Administración de Bizkaia, AQ01662/016), con la pronta, eficaz y amable ayuda de Julen Erostegi Esturo, quien me propor-cionó también los datos que recojo más abajo. Estos interrogatorios —de los cua-renta que conservan— tienen un formato igual al de los del AGMM y vienen a coincidir en el contenido de las respuestas con lo que se encuentra en los docu-mentos del archivo madrileño. Se llevaron a efecto en las guarniciones de Viana y del Puente de Lodosa (el lugar así conocido está cerca de Sesma, en la ribera del río Ebro y a unos 7 km de Lodosa), y todos los soldados interrogados eran nacidos en tierras navarras. Durante años estos documentos formaron parte del conocido como “Fondo Balparda”, serie “Primera Guerra Carlista Número 061”, y más tarde se transfirieron al “Fondo de Guerras, Servicio Militar y Seguridad Pública” de la Sección Administrativa del AHFB.

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comisión de un delito, sino por razón del enfrentamiento que sostuvie-ron las tropas de la reina regente doña María Cristina de Borbón-Dos Sicilias frente a la de los partidarios de su hermano político, el preten-dido Carlos V. En cuanto a las circunstancias espacio-temporales de es-tos documentos, se trata de interrogatorios a soldados carlistas que se llevaron a cabo según instrucciones de la autoridad del Virreinato de Navarra. Se sucedieron a lo largo de veintiún meses (son más numero-sas las declaraciones tomadas de enero a julio de 1838 y en enero de 1839), ateniéndose a un cuestionario uniforme con preguntas previa-mente definidas para no perder tiempo cuando no proveían informa-ción.

Como es natural, estos interrogatorios tenían como propósito dar cuenta de manera reglamentaria al Virrey de Navarra, y a los responsa-bles bajo su dirección, de la filiación de los soldados que se fueron pre-sentando, así como de la información que obtenían por medio de sus respuestas que pudiera resultar útil a efectos militares dada la situación de enfrentamiento.

Con estos interrogatorios, bastantes de los cuales van acompañados de un oficio para su remisión, las fuerzas liberales trataban de hacer pes-quisas acerca del soldado presentado en concreto y también del estado del ejército carlista en aquel momento, su dotación de armas y municio-nes, las condiciones en que transcurría su actividad, sus impresiones respecto de sus oficiales y del mismo don Carlos, los planes de sus fuer-zas, etc.

Lo más frecuente es la declaración individual; sin embargo, hay 69 casos de declaración múltiple en esos dos años —como reflejo en la ta-bla que sigue—, porque los deponentes se habían presentado en la misma fecha y lugar, y porque coincidían en su testimonio. La primera cifra indica el orden que hace en los interrogatorios del mes, no el día en que se recogieron; y la que va entre paréntesis se corresponde con el número de individuos que engloba, que suelen ser dos, pero las hay de

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más. Dar el nombre de los deponentes, así como otros detalles, la data, etc. habría hecho más compleja la presentación.

1838 1839 Enero 18 (2) 6 (2), 10 (2),

18 (3), 26 (6), 40 (3), 46 (2)

Febrero — 7 (2), 16 (2), 20 (3)

Marzo 19 (5), 36 (2) 6 (2), 33 (2) Abril 14 (5), 3 (5) 12 (2), 13 (3),

16 (2)

Mayo 1 (2), 22 (2), 44 (2), 46 (2), 47 (5), 48 (2), 56 (4), 60 (2)

8 (4), 15 (2), 20 (2), 25 (3), 30 (2), 31 (3), 32 (3), 33 (2), 40 (2), 41 (2)

Junio 18 (3), 27 (5), 32 (2)

4 (3), 10 (2), 19 (2)

Julio 5 (3), 23 (2), 24 (3)

5(2), 7(3), 8 (2), 22 (2), 23 (2), 28 (5), 37 (3)

Agosto 6 (2), 23 (2) 1 (2), 4 (2), 9 (2), 10 (2)

Septiembre — 2 (2), 4 (2), 6 (2) Octubre 6 (2) — Noviembre 9 (2) — Diciembre 8 (2),15 (3),

18 (2), 21 (2), 22 (3)

Total 28 41 69 Tabla 1. Declaraciones múltiples.

Cada interrogatorio fue recogido en un pliego tamaño folio, por las cuatro caras. La visibilidad de lo escrito es variable, fundamentalmente según el tipo de tinta que utilizaron en su día, si bien en general ha per-

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dido nitidez con el paso del tiempo. En la parte superior del folio im-preso9 empleado para tomar nota de las contestaciones se lee lo si-guiente: Ejército de operaciones del Norte – Noticias del enemigo – Divi-sión o Guarnición de, y un poco más abajo: Interrogatorio hecho a, de la clase de, natural de, y procedente de. Vienen a continuación treinta y ocho cuestiones10, si bien algunas de ellas vinculan dos o tres aspectos relacionados, de modo que casi cabría considerar que llegan a ser cin-cuenta y nueve las preguntas. A su vez estas podrían agruparse de la

9 Por carecer de suficiente número de formularios impresos en un momento dado,

unos pocos interrogatorios están íntegramente manuscritos, tanto el enunciado de las preguntas como las respuestas. Así, en el oficio redactado en Larraga, pre-vio a la declaración 41 de 28 de enero de 1839, Félix Guitarte advierte: “por falta de impresos he tenido que hacerlos de manuscrito”.

10 Son estas: 1. De qué batallón o escuadrón es. 2. De qué Compañía. 3. Qué fuerza tiene el Batallón o Escuadrón. 4. Qué organización. 5. Cómo se llaman los Oficiales de su compañía. 6. Cómo los Gefes (sic) del Cuerpo. De qué país son, qué concepto tienen. 7. Si está completo el cuerpo de Oficiales y Sargentos. 8. De qué Valles o distrito son en general los soldados de su Batallón. 9. Cómo se hace el servicio. 10. Qué instrucción tienen en el manejo del arma, en los fuegos y en la táctica. 11. Qué armamento tienen; si está bueno; dónde los recomponen. 12. Cuántos cartu-chos suelen tener y de dónde los proveen. 13. Qué fornituras. 14. Qué vestuario. 15. Qué haber gozan, cómo se paga. 16. Qué raciones se le dan en especie. 17. Cómo están las pagas de los Oficiales. 18. En qué estado de disciplina se halla su Cuerpo, cuáles son los castigos que se hacen y si se multiplican. 19. Si los indivi-duos de su compañía y batallón están contentos o disgustados. 20. Si tienen mu-cho entusiasmo. 21. Si creen que la guerra se acabará pronto o tarde. 22. A qué Brigada pertenece, quién la manda, qué concepto tiene. 23. Qué Oficiales de E.M. hay en ellas. 24. Qué concepto tiene el General en Gefe que los manda. 25. Si tie-nen los facciosos fábricas de pólvora de balas de fusil, de municiones de Artillería y dónde. 26. Cuántas piezas de Artillería se dice que tienen; de qué calibre y en dónde. 27. Si la Artillería está bien servida. 28. Dónde tienen sus Hospitales y si tienen muchos. 29. Si tienen almacenes, en dónde y de qué artículos. 30. Si tienen muchos estrangeros (sic) en sus filas, de qué naciones son. 31. Si reciben efectos de vestuario, armamento y municiones del estrangero y de qué nación. 32. Si re-ciben dinero y de qué parte. 33. Si construyen obras de fortificación, y en qué parage (sic). 34. Cuánta es la fuerza total que se supone a su División y a todo su Ejército, en particular de Caballería. 35. Si reciben caballos del Estrangero y si es con mucha frecuencia. 36. Qué se dice de Don Carlos y de su Corte. 37. Cuál es la posición del enemigo en aquel momento. 38. Cuáles se dicen que son sus planes e intenciones.

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siguiente manera: 1 a 10: detalles sobre su batallón, número de hom-bres, nombre de sus oficiales, de dónde son sus compañeros, y qué ins-trucción reciben; 11 a 18: qué armas, vestuario, paga, comida y disci-plina tienen; 19 a 21: estado de ánimo y esperanzas sobre la finalización de la guerra; 22 a 35: mandos y concepto en que les tienen; armamento, hospitales y almacenes con que cuentan, obras de fortificación empren-didas, así como presencia de extranjeros y ayuda de otras naciones; 36: noticias y opinión sobre Don Carlos y su corte; y 37 a 38: actual posición de las fuerzas y planes inmediatos. Al término del pliego, junto con la data y la firma de quien puso por escrito cuanto consta, se advierte: “En seguida se pondrán las demás particularidades de cualquiera especie que el declarante manifieste respecto a noticias de los enemigos”. En algunos casos, se añade además una Nota que informa de algún detalle estimado de interés.

Manuscribieron las respuestas distintos escribientes, que a veces estampan su nombre y otras anteponen a su firma y rúbrica su condi-ción de ayudante o de gobernador de la plaza. Algunos intervinieron en más ocasiones que otros (Juan Bullón, León Mayo, Matías Solchaga, Be-nito Rodríguez de Arellano), principalmente porque hubo determinadas localidades11 dentro de la jurisdicción de la Capitanía General de Nava-rra en las que se presentaron más individuos, lo que dio lugar a un ma-yor número de declaraciones. El grado de cultura, destreza caligráfica y esmero varía según el escribiente.

El número de palabras abreviadas es más bien escaso; entre ellas se encuentran, por ejemplo, “Ejército” o “Compañía”. Pero sí hay más tér-minos escritos en forma tan ligada y apresurada que parecen abreviatu-ras, por ejemplo, “evoluciones” o “alubias”. En cuanto a signos gráficos,

11 Los interrogatorios conservados se tomaron en trece poblaciones, principal-

mente en Pamplona (201) y Larraga (146). Cito también las otras once e indico con una cifra entre paréntesis cuántos fueron los celebrados allí: Lumbier (63), Tafalla (60), Lerín (59), Mendigorría (34), Sangüesa (34), Puente la Reina (30), Peralta (21), Caparroso (11), Olite (6), Cárcar (2) y Alloz (1).

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es constante el punto de la i, pero el empleo de mayúsculas presenta al-gunas arbitrariedades desde nuestra perspectiva actual, aun cuando destaca con ellas de tanto en cuanto algún sustantivo identificativo, como “Pueblo” o “Boina”. La puntuación es más bien precaria y casi se reduce al punto. La separación de palabras no se practica siempre de manera sistemática y no hay tildes en absoluto. En consecuencia, pun-tuación y acentuación han sido actualizadas por mi parte en las citas que irán apareciendo a lo largo de este trabajo.

La exactitud con que se pusieron por escrito las contestaciones de los informantes da a entender que reproducen declaraciones emitidas oralmente y expresadas de manera coloquial. De ahí, tal vez, que se en-cuentre muy a menudo como principio de la respuesta el vocablo con-juntivo “que” con valor expletivo y como indicativo de que se reproduce una emisión oral. Sin embargo, se emplean también fórmulas estándar características del lenguaje administrativo o militar (6633.24, n.º 31: “año próximo pasado”; y las reverenciales que cierran el escrito), que probablemente se deban a la iniciativa del escribiente para cumplir el requisito de transmisión rápida y casi inmediata, o bien buscando apa-riencia de formalidad. Cuando en un día se suceden varios interrogato-rios, no extraña que el escribiente simplifique hasta cierto punto las res-puestas y que estas se repitan casi en idénticos términos, sin que eso signifique que alterase lo que manifestaron.

Hay, además, indicadores socio-culturales y geográficos en el modo de recoger las palabras tal como las pronunciaba el declarante o en el modo en que el escribiente las identificaba. Esto permite conjeturar, por ejemplo, su probable condición vascoparlante12 cuando hay una inter-dental seguida de vocal y se cambia la interdental por la alveolar s en

12 Desde siglos atrás ha habido bilingüismo castellano-vasco en algunas regiones

navarras, pero en los años de la Primera Guerra Carlista era de algo menos de un tercio de la población total de Navarra. Se mantenía, por ejemplo, en algunos va-lles de Tierra Estella y puntos que se citan en los interrogatorios. Cf. J. M.ª LACA-RRA, Vasconia medieval. Historia y filología, San Sebastián, Publicaciones del Se-

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nombres o verbos, y asimismo en topónimos como Almonasí = Almona-cid del Marquesado (Cuenca), 6480.5, n.º 9; Sifuentes = Cifuentes (Gua-dalajara), 6514.4, n.º 14; Súñiga = Zúñiga (Navarra), 6478.4, n.º 14. Asi-mismo, hay algunos rasgos de habla popular, como crear un falso dip-tongo: colorau = colorado, 6480.5, n.º 12, o triptongo: Barasuain = Bara-soain, 6476.6, n.º 44 y 46; y atisbos de procedencia meridional, cam-biando l en r al final de sílaba trabada (Birbao ‘Bilbao’, 6479.2, n.º 27) o practicando aspiración de la -s final de palabra: Argodonale = Algodona-les (Cádiz), 6478.2, n.º 17.

Aparece también algún rasgo vulgar, en boca de alguien que presu-mimos con pocas letras, como sucede con el plural anómalo del infini-tivo que usa un soldado de Pitillas al dar su opinión sobre don Carlos: “los que llenan bien la bolsa de dinero porque les viene la ocasión de hacersen (sic) poderosos, dicen que sin dificultad ninguna su rey llegará en breve al trono” (6633.24, n.º 67 y 6480.7, n.º 4); en el cambio de vocal palatal en sílaba átona: enbálidos ‘inválidos’ (6480.7, n.º 7); dilinquen ‘delinquen’ (6518.2, n.º 15); y en la aféresis en palabras como tapa ‘etapa’ (6477.6, n.º 2 y 7). Hay algunos ejemplos de ultracorrección: ceno por “seno” (6489.4, n.º 38); cido, por “sido” y cullo en lugar de “cuyo” (6479.7, n.º 18). También de yeísmo: Castiya ‘Castilla’ (6518.2, n.º 42), batayón ‘batallón’ (6478.10, n.º 2). Aparte de esto, es evidente la inesta-ble regularidad gráfica de aquel tiempo, claramente en la alternancia v/b: abas (6480.5, n.º 18) y avas (6480.5, n.º 25); h/grafía cero: alla ‘ha-lla’ (6480.5, n.º 12), ace ‘hace’ (6480.5, n.º 32); en la unión de palabras contiguas, y en la probable escasa memoria escrita de ciertas palabras que desconciertan inicialmente hasta ser identificadas: haora (6478.4, n.º 38); boluntalios ‘voluntarios’ (6479.7, n.º 31), crehen ‘creen’ (6480.5,

minario Julio de Urquijo, Diputación provincial de Guipuzcoa, 1957; F. GONZÁ-LEZ OLLÉ, “Vascuence y romance en la historia lingüística de Navarra”, Boletín de la Real Academia Española, (1970) l, pp. 31-76; F. MIKELARENA PEÑA, “La evolución demográfica de la población vascoparlante en Navarra entre 1553 y 1936”, Fontes linguae vasconum. Studia et documenta, año 35, n.º 92 (2003), pp. 183-197.

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n.º 38), voyna ‘boina’ (6480.7, n.º 5); adtualida ‘actualidad’(6478.6, n.º 4). En consecuencia, es fácil adivinar que en la transcripción de las de-claraciones he encontrado dificultades que, no obstante, he procurado solventar fideliter.

Cabe hacer alguna otra observación sobre el uso de la lengua en el modo en que se articulan las respuestas, por ejemplo, la utilización de expresiones coloquiales, como creer que la guerra “durará una eterni-dad” (6477.3, n.º 38) o que “ba (sic) para rato” (6518.2, n.º 2), el uso de determinadas voces militares (prest13, socorro14), los valores semánti-cos de ciertas palabras o expresiones en ese contexto (menestra15, evo-lución16, echar a la cadena17), la preferencia por determinado califica-tivo (encarnado frente a colorado), etc.

3. CLASES DE SOLDADOS En el título se habla de “soldados presentados” (en las declaraciones constan 374 en 1838 y 243 en 1839) y creo conveniente aclarar que el término presentado18 vale como desertor que ha huido del campo

13 “El sueldo que abona el Estado al individuo de tropa”; en el caso del oficial se

denomina paga o sueldo. El prest o haber se divide en dos atenciones principales: el socorro diario y la masita”. Solía abonarse semanal o diariamente. (J. ALMI-RANTE Y TORROELLA, Diccionario militar: etimológico, histórico, tecnológico, con dos vocabularios francés y alemán, 2 tomos (1869), Madrid, Ministerio de De-fensa, 1989, vol. II, p. 873).

14 “El socorro diario [es] aquella parte del prest del soldado que se destina diaria-mente al rancho (=la comida del soldado, cuando se guisa y come por compañías) y a las sobras (= parte del socorro diario que se entrega en mano al soldado para sus menudos gastos)” (J. ALMIRANTE, Diccionario militar..., vol. II, p. 957).

15 “Nombre genérico de las legumbres que ordinariamente componen el rancho de la tropa” (J. ALMIRANTE, Diccionario militar..., vol. II, p. 749). Legumbre seca.

16 Término que “expresa el cambio de formación o de modo de estar de una unidad táctica «aislada»” (J. ALMIRANTE, Diccionario militar..., vol. I, p. 450). Por ejem-plo, un batallón de la formación de batalla pasa a la de columna: esto es hacer una evolución.

17 Encarcelar a alguien asegurado a una cadena, al que a veces encomiendan traba-jos penosos.

18 J. ALMIRANTE, Diccionario militar..., vol. II, p. 873.

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enemigo de los llamados en aquel tiempo “facciosos” para ir ante la au-toridad liberal, a causa de las penalidades o del riesgo para la vida, o bien acogiéndose a indulto. Dependiendo de la costumbre o de la prefe-rencia del escribiente, en el conjunto de los interrogatorios estudiados hay denominaciones variadas que hemos considerado equivalentes, con ligeros matices: “soldado”, “soldado presentado, “desertor presentado”, “faccioso/ voluntario/ forzoso/ prisionero fugado”, “prisionero can-jeado”. También se suman a este grupo los “paisanos”, algunos de los cuales son registrados en ciertas ocasiones simplemente como tales y en otras aparecen además descritos como soldados.

No obstante, también hubieron de presentarse para dar respuesta al consabido interrogatorio aquellos identificados como “prisioneros”19, esto es, aquellos combatientes que cayeron en poder de las fuerzas libe-rales a pesar de que su voluntad era continuar sirviendo bajo la bandera carlista. Fueron 56, todos del año 1838. En este caso son “presentados”, no por propia iniciativa sino a raíz de su apresamiento20. Asimismo constan 2 “licenciados”21 en el primer año y 1 en el segundo.

Al facilitar la filiación en la cabeza del primer folio, o bien en las ob-servaciones finales, consta unas veces que se trata de hombres incorpo-rados22 a los batallones o a las partidas por propia iniciativa, esto es,

19 J. ALMIRANTE, Diccionario militar..., vol. II, p. 875. 20 Es el caso de un reincidente, del que se cuenta que “fue hecho prisionero en el

pueblo de Olaz por los Cazadores de la G. M. [=Guardia Militar] entre tres y cuatro de la tarde del día de hoy este indibiduo (sic) se pasó de la facción a nuestras filas y de las mismas desertó otra vez a la facción y por segunda vez volvió a pasarse al Gobierno legítimo y, estando de paisano en esta ciudad, marchó a la partida del cavecilla (sic) Berruezo hace cosa de un mes” (6476.4, n.º 40).

21 Ha de entenderse el que tiene permiso para ausentarse de su Cuerpo. Si es oficial, porque ha cumplido su tiempo de servicio, y, si pertenece a la tropa, para volver a la vida civil y a su casa. Cf. J. ALMIRANTE, Diccionario militar..., vol. II, p. 718.

22 Solían ser de edades comprendidas entre los 17 (en interrogatorio de abril de 1838, 6476.4, n.º 55 figura excepcionalmente un joven tambor de 15 años) y los 40 años, solteros o viudos sin hijos, salvo aquellos en los que concurrían ciertas condiciones. Pero estos requisitos no se respetaron totalmente en momentos en que la fuerza carlista veía disminuir el número de sus hombres sobre todo a

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como “voluntarios” (31 en 1838 y 20 en 1839); pero también hay bas-tantes llevados a la fuerza23, que figuran como “forzados” o “forzosos”. Son 8 el primer año y 19 el segundo. Hay también algunos soldados en-rolados en el ejército nacional que se pasaron en cierto momento al car-lista para regresar luego a su Cuerpo primitivo, y otros que estuvieron un tiempo prisioneros entre los carlistas hasta que consiguieron fu-garse.

causa de las deserciones. Por otra parte, la exención de ese servicio se eludía a veces mediante contraprestación económica o presentación de un sustituto. Otro modo de librarse era desertar a Francia o esconderse con ayuda de su familia. Cf. J.R. URQUIJO GOITIA, “¿Voluntarios o quintos? Reclutamiento y deserción en la Primera Guerra Carlista, II Jornadas de estudio del Carlismo. Violencias fratrici-das. Carlistas y liberales en el siglo XIX”, Pamplona, Institución Príncipe de Viana, 2009, pp. 166-167.

23 La consideración de voluntarios no ha de entenderse a la ligera o como solemos interpretarlo actualmente. En primer lugar, por la represión que se ejerció cuando no se alistaban, que afectaba a sus familias, como se lee en el siguiente testimonio: “se desertarían los más, que no se atreven porque no cojan a sus fa-milias” (6475.9, n.º 9). En la Nota al final de un interrogatorio de marzo de 1838 (6489.4, n.º 31) se lee: “Cuando lo sacaron por fuerza se hallava (sic) en cama, de la que lo arrastraron sin que vastasen (sic) las súplicas de su padre para que lo dejasen hasta que estubiese (sic) vueno (sic). A los que se desertan de los que han sacado por fuerza ponen presos a sus padres y familias hasta que parecen (sic) y les hacen sufrir entre tanto toda clase de vejaciones. A las familias de los que no parecen porque se han refugiado en Francia los destierran y les confiscan los bienes”. Y en el siguiente, (6489.4, n.º 32), se confirma la dureza: “a las fami-lias de los desertores que se han ido a Francia, les han prevenido (y lo llevan a efecto) (sic) que el que no se presente en el término de 15 días, espulsan (sic)a sus padres y les confiscan los bienes”. Como contraste, hay uno que “dice que se embriagó y seducido por un paisano lo condujo éste donde estaban los enemi-gos” (6633.24, n.º 56) y otro que se incoporó al ejército faccioso inducido por otro con quien había estado bebiendo (6477.3, n.º 33). En ocasiones, se incorpo-raban algunos individuos que procedían de la práctica de la actividad guerrillera. Hay que tener en cuenta, además, que ese término emparentaba con el de “Vo-luntarios Realistas” de tiempos de Fernando VII. Cf. J. R. URQUIJO GOITIA, “¿Vo-luntarios o quintos? ...”, pp. 100, 103, 105, 106 (en esta página transcribe la sin-cera puntualización del General Marcelino Oráa sobre la necesaria desmitifica-ción del término “voluntario”) y 120.

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A efectos prácticos, hemos diferenciado dos grandes grupos en lo que respecta a la clase de individuos: los presentados24 (por voluntad propia, a la vista del cariz que tomaban los acontecimientos, por cansan-cio y malestar, o para acogerse a indulto o canje25) y los prisioneros. En-tre los primeros hay algunos paisanos y unos pocos licenciados. Ade-más, cabe diversificarlos según si pertenecen a la tropa (la gran mayoría, incluidos los músicos) o son oficiales. Por otra parte, de unos pocos se detalla si tienen algún cargo o circunstancia, tal como mariscal26, tam-bor27 (2 en 1838 y 3 en 1839), corneta (1 y 5, respectivamente), o vigía y confidente (1 de cada en 1838).

Clase 1838 1839 Cabo / Cabo 2.º 5 5 Cabo 1.º 4 11 Sargento / Sargento 2.º 9 9 Sargento 1.º 2 5 Alférez 1 — Teniente — 1 Comandante 1 —

Tabla 2. Clases de soldados.

24 Un soldado, procedente de Castilla (6479.2, n.º 36), lo hace arrepentido, cinco

años después, aunque en su día no le quedó más remedio que pasarse a los car-listas: “Dice que es casado y que tiene algunos hijos que, por razón de insultos que recibió en su pueblo por los urbanos a causa de haber sido realista, acosado ya de tanto sufrir, se vio en la precisión de pasarse a la Facción en 1834”.

25 El convenio Elliot fue un acuerdo de canje de prisioneros y aplicación de leyes de Guerra, firmado el 27-IV-1835, a instancias del comisionado británico que le dio nom-bre. Desde entonces los contendientes pasaron a reconocerse como tales, atenuándose parcialmente la crueldad de un conflicto en el que ambas partes se habían considerado súbditos traidores y por tanto no habían concedido hasta entonces “cuartel” (J. PAN-MONTOJO, Carlistas y liberales en Navarra (1833-1839), Pamplona, Institución Príncipe de Viana, 1990, p. 186).

26 Encargado de aposentar la tropa de caballería y atender su servicio. 27 J. ALMIRANTE, Diccionario militar..., vol. II, p. 1009, se queja de que ha sido des-

plazado por la corneta, que es instrumento musical de viento, más pequeño y de sonido más grave que el clarín.

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Por otra parte, sin tener la condición de soldados, se presentaron en 1839 un dependiente de rentas natural de Unzu, lugar próximo a Pam-plona, que tenía ya licencia absoluta (6479.4, n.º 19), y un cortador (=carnicero) (6480.2, n.º 12), de Pamplona, que “estaba comisionado en matar las reses para racionar los Batallones en Echalar”.

4. PROCEDENCIA GEOGRÁFICA Con la excepción de seis combatientes franceses (6489.4, n.º 2; 6476.4, n.º 17; 6478.2, n.º 22; 1839: 6518.2, n.º 35; 6479.2, n.º 1; 6479.7, n.º 34) y uno portugués (6480.5, n.º 21), todos los interrogados eran nacidos en España. En su mayor parte, naturales de Navarra28. En ambos años quedan registradas ciento setenta y una localidades que, de acuerdo con su categoría histórica, son ciudades, villas, lugares (e incluso algún ca-serío y un monte) y, según su categoría administrativa, municipios y concejos. En su conjunto representan un nutrido número de esa Comu-nidad Foral.

En 1838 aparecen ciento veintisiete localidades de Navarra, pero hay también soldados de otras treinta y una provincias29, entre las que destacan con varios municipios Burgos, Córdoba, Granada, La Rioja, Sa-lamanca, Vizcaya y Zaragoza; y combatientes de once comunidades au-tónomas, según la denominación actual: Andalucía, Aragón, Canarias, Cantabria, Castilla y León, Castilla-la Mancha, Galicia, La Rioja, Murcia y Valencia.

28 Véase Gran Enciclopedia de Navarra [http://www.enciclopedianavarra.com] 29 La convivencia no siempre fue fácil, como testimoniaron tres Guías [“Hombres

especiales, aptos para el servicio avanzado, con ciertas condiciones de perspica-cia, moralidad, energía y robustez para aquellos servicios secretos o comprome-tidos que no deben desempeñar los oficiales, y exigen personas de probado cri-terio y confianza”, J. ALMIRANTE, Diccionario militar..., vol. II, p. 650] en mayo de 1838: “como hay de todas provincias, se llevan los navarros muy mal con los que son de otro país, de lo que resultan enemistades y pendencias. Días pasados en Dicastillo mataron un castellano sin que se supiera quién, y en Aoiz se encontró también hace pocos días a un navarro muerto con 7 puñaladas” (6633.24, n.º 56).

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En 1839 figuran ochenta y tres lugares navarros, y las otras provin-cias españolas con más representación son: Badajoz, Burgos, Granada, La Rioja, Salamanca, Zamora, Zaragoza y Valladolid; pero hay veintiuna provincias más, las cuales pertenecen a las actuales Comunidades de An-dalucía, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Galicia, Islas Baleares y País Vasco.

Por la ejecución caligráfica de los escribientes, que a veces podían no conocer el pueblo de la naturaleza de los presentados30, y pese a mi empeño, han quedado sin identificar con seguridad treinta y una pobla-ciones, que pueden ser navarras o de otras zonas de España.

Teniendo en cuenta que las Merindades (véase más abajo un mapa de ellas) son las principales entidades históricas del antiguo Reino de Navarra desde el siglo XIII, al frente de cada una de las cuales había un merino como encargado de la administración judicial y financiera de ese territorio, se refleja en la siguiente tabla cuántos de los lugares de origen de los soldados presentados quedan dentro de cada una de ellas.

30 El pueblo de Santervás de Campos (Valladolid) en 6480.5, n.º 23, aparece como

“San Arbús de Campos” y en el n.º 24 como “Santrabas de Campos”.

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Merindad 1838 1839 Total Estella 27 9 36 Olite 24 1 25 Pamplona 39 12 51 Sangüesa 34 8 42 Tudela 12 2 14 Total 136 32 168

Tabla 3. Lugares de origen.

Queda patente que la procedencia más numerosa de los presenta-dos corresponde a las Merindades de Pamplona y Sangüesa, junto con la Tierra Estella y la Merindad de Olite. La consideración pormenorizada de todos los lugares sería muy extensa y precisaría un análisis más ex-haustivo para resultar satisfactoria, puesto que, entre otros aspectos, habría que tener presentes los valles o las comarcas de los que forman parte, la población obligada a incorporarse que tenían en esos años, el punto desde el que abandonaron o fueron hechos presos, algún suceso acaecido recientemente, etc. No obstante, menciono las localidades que salen más a menudo: Aibár, Artajona, Caparroso, Cáseda, Larraga, Lum-bier, Marcilla, Mendavia, Mendigorría, Murchante, Murillo el Fruto, Na-vascués, Olite, Pamplona, Peralta, Pitillas, San Martín de Unx, Tafalla y Villafranca. Curiosamente, diez de estos términos son de la Merindad de Olite y cuatro de la de Sangüesa; los tres restantes, de las de Tudela y Pamplona.

Junto con estos datos toponímicos, hay algunos otros detalles reve-ladores del lugar de naturaleza de algunos de aquellos soldados, como el nombre de Babil (Babil Pérez, de Peralta, 6475.9, n.º 2), que remite al obispo san Babil de Antioquía (hay quienes creen que hubo otro santo de igual nombre que fue obispo de la sede pamplonesa), que goza de notable devoción en poblaciones de Navarra como Artajona, Carcastillo, Peralta y Sangüesa. Igualmente, constan apellidos característicamente navarros, como, por ejemplo, estos que —por no alargar la lista— co-rresponden a presentados en los tres primeros meses de 1838: 6478.9: n.º 13, Zabalza; n.º 22, Leoz; n.º 23, Echagüe; n.º 31, Armendáriz; n.º 45,

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Sola; 6476.2: n.º 3, Goñi; n.º 6, Undiano; n.º 16, Suescun; n.º 18, Muná-rriz; n.º 27, Ozcoidi; n.º 31, Ulzurrun; 6489.4: n.º 9, Osés; n.º 18, Zufía; n.º 32, Azpíroz; n.º, 36, Aldaz.

5. VESTUARIO31 En cuanto a fornituras32, la contestación general de prácticamente todos los presentados en ambos años es que habían recibido canana33; muy pocos dicen que cartuchera34. En la tabla que aparece más abajo se re-fleja exclusivamente el número de respuestas matizadas y el de los que no recibieron ninguna.

1838 1839 Canana nueva 1 — Canana mediana 2 — Canana vieja 2 — Cartuchera 2 2 Cartuchera de caballería 3 — Ninguna 8 —

Tabla 4. Fornituras.

31 Véase C. CANALES TORRES, La Primera Guerra Carlista, 1833-1840.Uniformes,

armas y banderas, Madrid, Grupo Medusa, 2000. 32 J. ALMIRANTE, Diccionario militar..., vol. I, p. 475, califica el término de galicismo,

en sustitución de ‘correaje’, y lo describe como “las dos correas anchas y cruzadas que hasta hace poco llevó la Infantería para sostener la cartuchera y el sable”.

33 “Cinto ancho, ajustado a la cintura por una grande hebilla, y por delante guarne-cido de varios canutos de hoja de lata, para contener cartuchos colocados verti-calmente uno junto a otro, y forrados por el exterior de cuero, cubriéndolos todos una tapa de lo mismo, que se sujeta por debajo con una presilla y botón de correa; a los costados suele tener unas bolsitas” (J. ALMIRANTE, Diccionario militar..., vol. I, p. 204). Dos presentados lo limitan a algunos, por ejemplo, “solo los que lleven armas” (6476.2, n.º 24).

34 Se trata de una “caja de varias formas y materias, pero generalmente de hoja de lata, forrada de badana y con tapa de suela, destinada a llevar el soldado sus car-tuchos” (J. ALMIRANTE, Diccionario militar..., vol. I, p. 224), que solía llevarse pendiente de un hombro. Un soldado indica que solo algunos la llevaban (6478.8, n.º 28) y otro testimonio la llama “cartucherilla” (6478.6, n.º 10).

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Abordar la descripción detallada de las prendas del vestuario35 que los interrogados declararon haber recibido ha resultado impracticable debido a que hay múltiples combinaciones de prendas, estado y color de las mismas. Pero, para dar una idea ajustada de los datos que arrojan sus testimonios, hemos hecho un esfuerzo a la vez de síntesis y de aná-lisis36, sin dejar de advertir que las diferencias que describen no se de-bieron solo al distinto Cuerpo o Batallón, o a la unidad a la que pertene-cían esos soldados, sino al momento en que se incorporaron a ella o al de su presentación a la autoridad liberal.

En lo que se refiere propiamente a prendas del uniforme, no es raro que los soldados las consiguieron a su costa (6478.2, n.º 19), o bien que: “de Pamplona les llevaban las mujeres todas las que necesitaban com-pradas de determinadas vacantes” (6476.4, n.º 43); como también de-claran “que les han dado pantalones de pana, y las demás prendas que las compraban y algunas otras de prisioneros que capturaban” (6476.4, n.º 29). Y es que con cierta frecuencia el reparto solo beneficiaba a parte de ellos: “Últimamente han distribuido en su Compañía algunos panta-lones encarnados y algunos capotes” (6633.24, n.º 28), a los mal vesti-dos (6633.24, n.º 38) o a los muy necesitados (6633.24, n.º 56).

De las seiscientas setenta y tres declaraciones, en más de cincuenta se asegura que no recibieron prenda alguna, tanto en 1838 como en 1839. Por otras cincuenta de ellas nos enteramos de que los soldados se arreglaron como pudieron (así lo refieren especialmente en las de julio y septiembre de 1838: 6477.6, n.º 1-3, 17-18 y 6478.4, n.º 11-15), con lo que habían traído de casa (6633.24, n.º 40; 6477.3, n.º 38), con lo que

35 “Conjunto de prendas que viste el soldado. En el oficial se llama uniforme. Pren-

das Mayores o de gran masa son la casaca o levita, capote o capa, morrión o ros. Menores: pantalón, chaqueta, camisas, guantes, tirantes. (...) El Vestuario debe ser, lo primero, cómodo, higiénico, barato, que abrigue y no pese, que sea vistoso sin ofrecer blanco, ni chocar con la manera reinante de vestir” (J. ALMIRANTE, Diccionario militar..., vol. II, p. 1060).

36 Las menciones que recojo son a modo de ejemplo, no reflejan todas las registra-das.

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consiguieron tomar llegada la oportunidad (6475.9, n.º 37; 6476.2, n.º 23), o gracias a lo que adquirieron con sus escasos recursos (6476.4, n.º 5 y 8; 6633.24, n.º 6, 18 y 61). Por todo esto, y a pesar de que unos pocos de ellos en uno y otro año afirmaron haber recibido el vestuario com-pleto (6477.3, n.º 11; 6518.2, n.º 3), las prendas necesarias (6518.2, n.º 12, 14-17, 21, 27 y 29) y de todo género (6518.2, n.º 44), lo cierto es que no hubo verdadera ni completa uniformidad (6477.6, n.º 26).

La prenda que se menciona con más frecuencia es el capote37: más de trescientas veces, en alguna de las cuales se especifica que se trata de capotes “nuevos” (6476,2, n.º 1) o “viejos (“6476.2, n.º 13; 6478.8, n.º 4), o bien que los nuevos se dan a los veteranos y los viejos a los recién incorporados (6475.9, n.º 19 y 27). A dicho número habría que sumar el de los interrogatorios donde se menciona que es de color gris, el habi-tual, (más de ciento cincuenta), o azul (una media docena de veces entre los dos años: 6476.4, n.º 33; 6633.24, n.º 70; 6480.5, n.º 6). Y en una declaración se describe gris, “con cuello encarnado” (6477.6, n.º 27).

Numerosas son también las menciones del pantalón (ciento trece) y prácticamente el doble las que indican que es de color encarnado (6475.9, n.º 3 y 9) o colorado (solo seis: 6477.6, n.º 31), esto es, rojo, que era lo más frecuente. En otras respuestas se dice que tiene color grana38 (casi cuarenta: 6476.2, n.º 21), blanco (no llegan a veinte: 66477.3, n.º 19) y solo una o dos veces mahón39 (6475.9, n.º 28 y 29) o azul (6479.2, n.º 27). En lo que se refiere al género del que estaban hechos, hay mu-chos casos en que no se dice, pero cuando se indica, el número más alto (casi veinticinco) corresponde a paño (6478.10, n.º 8-10); solo cinco ve-ces se manifiesta que son de pana (6476.4, n.º 29-30), en una de lienzo

37 “Prenda de vestuario cuya definición es inútil, pues la forma, paño o color puede

variar” (J. ALMIRANTE, Diccionario militar..., vol. I, p. 217). No obstante, recorde-mos que es una “Especie de gabán ceñido al cuerpo y con largos faldones, usado por los soldados” (del.rae.es).

38 De un color rojo algo oscuro. 39 Azul oscuro, aunque inicialmente fue un tono entre crudo y amarillo suave. Es

una tela fuerte de algodón.

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(6477.3, n.º 14) y otra de terciopelo (6476.4, n.º 16). Igual que con el capote, en una ocasión se advierte que el pantalón recibido era “viejo” (6478.8, n.º 4), incluso los tenían ya “rotos” (6478.6, n.º 7), y en tres de-claraciones, que era “nuevo” (6475.9, n.º 41).

Prenda característica de las tropas carlistas fue la boina40, citada en más de ciento ochenta interrogatorios. Por otra parte, son casi cien las veces en que se indica su color azul (6478.8, n.º 15, 23, 25), incluso en una de ellas se dice que es azul con borla blanca de algodón (6479.4, n.º 35); de otra parte, unas veinte la describen encarnada (6633.24, n.º 24, 25, 66) o colorada (6489.4, n.º 8). Dos soldados declaran que es blanca (6476.2, n.º 25 y 26) y otros dos que está hecha de paño (6478.2, nº 9 y 17).

La chaqueta aparece muchas menos veces (no llega a veinte) en los interrogatorios, más bien en los de 1838, generalmente junto con otra u otras prendas (6477.3, n.º 2; 6478.8, n.º 19). En dos casos se dice que es de color verde (6477.3, 13; 6479.7, n.º 21), en otro encarnada (6476.4, n.º 15), y dos presentados que servían en Caballería la describen verde “con vuelta color sangre de toro” (6476.2, n.º 5 y 6).

Considerando ahora las prendas menores del vestuario militar, con mucha menos frecuencia se cita la camisa: una vez en 1838 (6475.9, n.º 4) frente a ocho veces en 1839 (6479.2, n.º 13 y 31; 6479.4, 6 y 7), en una de las cuales (6479.2, n.º 9) se indica que es “de lienzo”.

También escasas son las referencias al calzado (6479.2, n.º 39), cuya carencia tanto debió de hacerles padecer. Hay soldados que aseguran que van descalzos, lo que es causa de gran descontento (6475.9, n.º 28

40 J. ALMIRANTE, Diccionario militar..., vol. I, p. 156, la define como “gorra circular,

chata, de punto, usada por los vascongados, y que en la guerra civil del 33 al 40 constituyó, con gran borla en el centro, el distintivo carlista como prenda de su uniforme”, advirtiendo que “también la usaron algunas tropas francas isabelinas, que se llamaron chapelgorris y chapelchuris”, según el color blanco o encarnado de sus boinas (p. 303).

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y 29; 6476.4, n.º 35). Doce veces se trata de alpargatas41 (6489.4, n.º 1; 6478.4, n.º 3); ocho de zapatos (6475.9, n.º 5, 26 y 30), de las que sola una en 1839; cuatro de borceguíes42 (6477.6, n.º 27; 6478.8, n.º 24) y una de botines43 (6518.2, n.º 11).

Y como elemento auxiliar, el morral44, que figura en tres interroga-torios de 1839 (6479.4, n.º 1, 2 y 4). Por último, la maleta que declaró el mariscal45 (6479.7, n.º 21) de un escuadrón del guerrillero Manuel Lu-cas, “Manolín”.

6. PAGA Contar con suficiente dinero en metálico y administrarlo debidamente fue uno de los problemas del ejército carlista, claro que también sucedía en el de la reina gobernadora: un soldado afirma que el haber que tenían asignado era como el del Ejército liberal “y pagan tan mal como aquel” (6633.24, n.º 50). Continuas son las quejas por el retraso reiterado en recibir el prest: “un real46 que les pagan con mucho atraso” (6477.6, n.º 31) hasta el extremo de aplazarse interminablemente, de manera que se convertía en un sueldo que en realidad no pagaban47. De ahí que alguno asegurara que pagan “tan mal que en once meses no ha conocido a su

41 “Calzado militar” (J. ALMIRANTE, Diccionario militar..., vol. I, p. 39). 42 Calzado que llegaba hasta más arriba del tobillo, abierto por delante y que se

ajustaba por medio de correas y cordones (dle.rae.es). 43 “Prenda de vestuario que cubre parte del pie y parte o toda la pantorrilla” (J.

ALMIRANTE, Diccionario militar..., vol. I, p. 161). 44 Especie de pequeño saco que llevaban los soldados a la espalda donde guardaban

algo de ropa y provisiones. 45 Por él sabemos que recibía “para el caballo, mezcla de salvado, maíz o escandia

y alguna vez cebada”. 46 El real de vellón navarro era una moneda de plata que equivalía a 36 maravedíes,

mientras que el castellano solo a 34. 47 No sin motivo, siguiendo a Maquiavelo, expone Diego de SALAZAR en su Tratado

de Re Militari, Madrid, Ministerio de Defensa, 2000, edic. de Eva Botella Ordinas, p. 241, que “la primera cosa que a un capitán hace tener la gente castigada y sub-jecta es tenerlos pagados, porque si falta la paga es necesario que falte el castigo, y faltando esta obediencia, es imposible castigar un soldado que roba si no lo pagáis, ni aquel si ha de vivir puede dejar de robar”.

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Rey por la moneda” (6477.6, n.º 16). El retraso podia prolongarse varios meses: 6475.9, n.º 22, tres meses; 6476.2, n.º 3, cinco meses; 6633.24, n.º 17, ocho meses; 6633.24, n.º 53, diez meses; y alguno cuenta que es-tuvieron “sin haber percibido en 22 meses más que una quincena”, 6476.2, n.º 38, la lógicamente “esperada quincena” (6478.8, n.º 26). Hay unas doscientas declaraciones que avalan semejantes aplazamientos, pero hay también en torno a cien en que confiesan no recibir nada en absoluto (6518.2, n.º 8). Un tambor (6476.4, n.º 55) lamenta que “desde que se marchó no ha llegado a tener un real” (66476.4, n.º 55) y muchos otros que “no se les da un cuarto” (6475.9, n.º 6), ni un maravedí (6475.9, n.º 44). Claro que hubo quien, en julio de 1838, recibía menos aún: “no le daban más que la rasión (sic)” (6477.6, n.º 19), situación que volvemos a encontrar en el último interrogatorio de 1839: “hace mucho tiempo que no gozan más que la ración” (6480.9, n.º 6).

En semejantes circunstancias, no es extraño que algunos no tengan inconveniente en reconocer que “no tienen más haver (sic) ni más que lo que cojen (sic)” (6475.9, n.º 20) o que “no tienen otro haber que el producto de las aprehensiones que hacen” (6476.2, n.º 31). Tampoco lo es que otro, que no ha recibido nada en su tiempo de servicio, haya oído que “todos handan (sic) pordiosando a los paisanos para tabaco48“ (6476.4, n.º 35).

48 Hay otras dos menciones del hábito de fumar: “En Asiain se puso a comer el ofi-

cial con el cura y los soldados en la cocina disponiendo de comer, quedando los dos restantes con el que depone en un cuarto. A uno de los dos le dijo que le hi-ciese el favor de irle por cuatro cuartos de cigarros, y después de haberse este marchado, le dijo al otro: Chico, yo voy a hacer una necesidad. Si quieres venir, ven; y si no, como quieras. El otro le contestó que fuese donde quisiera, y diri-jiéndose (sic) a la puerta del pueblo, hechó (sic) a correr y no paró hasta entrarse en Pamplona” (6633.24, n.º 75). Vienen a ser unos quince kilómetros. Y la otra, de un presentado natural de Fernán Núñez (Córdoba), que “se hallaba de guar-nición en Mendigorría y dice que, al oscurecer de un día de los de Semana Santa, al salir del fuerte a comprar unos cigarros en otro pueblo, le hicieron prisionero dos facciosos” (6476.4, n.º 56).

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Una situación fuera de lo ordinario se debió a lo que sucedió en Subiza, ya que “cuando capturaron el aceyte, les dio el comandante a tres pesetas, calzado y votines (sic) de cuero” (6476.4, n.º 44 y 46). Otro dice que le han dado 84 reales (6476.4, n.º 45) mientras que otro habla de cuatro duros (6476.4, n.º 47). Y consta también otra ocasión de regocijo, al menos para unos cuantos: “a los reclutas49 no les han dado nada, pero que el domingo día de San Carlos50 dieron 6 pesetas a cada soldado” (6514.4, n.º 1). De otro cariz fue el origen de recibir algo de dinero: “el día de la jarana51 cobraron por la tarde cuatro pesetas cada uno de un empréstito que hizo a Dn. Carlos el cura de Allo y un pudiente de Estella” (6633.24, n.º 45); “Desde las ocurrencias52 de Estella han dado a los Sar-gentos 60 reales de vellón y a los soldados 30” (6477.6, n.º 18).

Un sargento primero asegura en diciembre de 1838 (6478.8, n,º 14) que los de su rango “reciben la mitad del haber, que son tres reales dia-rios, y por completo los premios53“ y hay un guía a quien, al cabo de seis meses de no cobrar nada, “le dieron once pesetas y media con dos pre-mios” (6477.6, n.º 11).

Como otras veces, en este asunto también hay discrepancia de opi-niones. Aunque casi todos afirman que reciben “un sueldo pero mal pa-gado” (6477.3, n.º 11), dos aseguran que su haber es un real de vellón

49 Soldado que se alista hasta que concluye su instrucción elemental y cuya incor-

poración es necesaria para completar el número reglamentario de hombres de un cuerpo militar. Cf. J. ALMIRANTE, Diccionario militar..., vol. II, p. 893.

50 La fiesta de san Carlos Borromeo, arzobispo de Milán, se celebra el 4 de noviem-bre. Ese año, en efecto, cayó en domingo. El aparente desfase se debe a que el interrogatorio se realizó el día 9 de ese mes.

51 Alboroto, tumulto. A él se alude en 6633.24, n.º 38. Y con detalle en el n.º 45, donde se refiere, además, un incidente sucedido cuando un cabo se presentó a un teniente pidiéndole zapatos, ya que iba descalzo, y recibió un puntapié.

52 Suceso violento de rebeldía, precisamente por el disgusto que les causaba no percibir nada de su sueldo.

53 No se trata de un galardón o recompensa, sino de un sobresueldo, que en la tropa obedece a años de servicio. Por haber sido condecorado con una cruz, o por otra causa, lo que se concede es una pensión. Cf. J. ALMIRANTE, Diccionario militar..., vol. II, p. 872.

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diario “bien pagado” (6478.6, n.º 9; 6514.4, n.º 11). Unos cuantos se li-mitan a contestar que les pagan “medianamente” (6478.4, n.º 6).

Gracias a algunos interrogados conocemos las diferencias de sueldo. A los soldados les dan un real diario, a los sargentos segundos, dos y medio; a los sargentos primeros, tres; a los cornetas54, dos; a cabos, trompetas55 y tambores, real y medio; y a quienes atienden el correo, diez reales, como el que se ocupa del de Echarri-Aranaz, lo recibe de Es-tella y lo lleva a Tolosa (6475.9, n.º 38). No obstante, al menos la tropa, solía percibir solo la mitad de la asignación establecida, esto es, el equi-valente a una quincena: “tienen señalado un real de vellón diario56 por plaza, pero que no les pagan más que la mitad” (6514.4, n.º 4).

7. ALIMENTACIÓN Con este capítulo sucede algo parecido a lo que con el vestuario: hay múltiples combinaciones y variantes, que vamos a recoger de manera suficientemente representativa pero no exhaustiva en todo su detalle. Si la comparamos con la variedad y la riqueza nutritiva de la dieta actual, su alimentación resulta monótona y limitada, pero los tiempos y las cir-cunstancias son diferentes.

La ración57 que tenían asignada incluía pan, carne y, siempre que era posible, vino, que en ese tiempo formaba parte de la dieta. Las can-

54 Soldado que toca este instrumento de viento, característicamente militar o bé-

lico. Cf. J. ALMIRANTE, Diccionario militar..., vol. I, p. 283. 55 “El soldado de caballería que toca el clarín” (J. ALMIRANTE, Diccionario militar...,

vol. II, p. 1048). 56 Pero al soldado franco, esto es, al que formaba una tropa irregular y con menor

disciplina, le daban como estipendio la peseta y el pan. 57 “Porción individual de víveres y forrajes que se da a las tropas en campaña y

operaciones. La ración es variable según las épocas y reglamentos, y sobre todo según los climas y territorios. La ración puede ser de pan, de etapa, de menestra (...) doble, media, en especie, en metálico” (J. ALMIRANTE, Diccionario militar..., vol. II, p. 887). En los interrogatorios estudiados solo en una ocasión se da detalle del forraje: “para el caballo, mezcla de salvado, maíz o escandia (= especie de trigo cuyo grano se separa difícilmente del cascabillo) y alguna vez cebada” (6479.7, n.º 21).

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tidades variaban, por el lugar58, el momento del desarrollo de la guerra y los víveres que tenían a su disposición, ya fuera almacenados o adqui-ridos sobre la marcha. También influía si el soldado pertenecía a los cuerpos de zapadores59 o de gastadores60, puesto que estos solían reci-bir dos: “Como los zapadores tienen doble ración, no había regulación en la cantidad diaria, pero lo general era dos libras de pan, una de carne y pinta de vino” (6475.9, n.º 14); se confirma también en 6478.10, n.º 3 y 17. Por el contrario, la comida era más escasa para los prisioneros: “dos onzas de pan y un puñado de alubias, cuando lo dan” (6475.9, n.º 15).

Además del pan —que solo según un soldado era “de buena calidad” (6514.4, n.º 11)— y de la carne —en este caso, sin embargo, en otra de-claración se dice que era “de mala calidad61“ (6633.24, n.º 28)—, se ali-mentaban con legumbres (6633.24, n.º 23) o menestra62 (se cita veinte veces), que funcionan como voces sinónimas; pero con más frecuencia se habla en concreto de alubias (ochenta y cuatro veces), judías (seis ve-ces) o habichuelas (tres veces: 6479.2, n.º 31), que son asimismo térmi-nos equivalentes. O también de habas (treinta y nueve veces), que po-dían alternar con las alubias.

58 Un soldado declara (6476.2, n.º 42) que las raciones son: “En la Montaña pan y

carne, y en la Ribera, además el vino”. Dicho de otro modo, (6633.24, n.º 53), “la ración de pan y carne y, cuando estaban en tierra de vino, la de vino”.

59 Pertenecientes al arma de ingenieros, que se dedicaban a la construcción de puentes y otras estructuras que faciliten la movilidad de su ejército y entorpez-can la del enemigo, así como de lo que concierne a explosivos.

60 Soldados que se encargan de allanar las asperezas de los caminos y de abrir las trincheras. Suelen ir en cabeza de la formación, ya que generalmente son indivi-duos de más estatura. Cf. J. ALMIRANTE, Diccionario militar..., vol. I, pp. 506-507.

61 En otro momento (6478.2, n.º 14), un sargento segundo de caballería cuenta que recibe “pan, carne y vino corrientes”.

62 No ha de interpretarse como lo que hoy es más común, a partir del préstamo de la lengua italiana: Guisado compuesto con diferentes hortalizas y a menudo con trozos pequeños de carne o jamón (del.rae.es), sino como “Nombre genérico de las legumbres que ordinariamente componen el rancho de la tropa” (J. ALMI-RANTE, Diccionario militar..., vol. II, p. 749).

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Solo dos veces se menciona el arroz (6479.2, n.º 29) y, como alter-nativa o complemento de la carne, comían tocino (treinta y cuatro veces. Por ejemplo, en 6478.6, n.º 1: “pan, alubias y tocino o carne y vino”) y, más rara vez, bacalao o abadejo (tres veces. 6479.2, n.º 26: “vacalao (sic) y el pan”; 6476.4, n.º 5: “pan, alubias, y algunas veces carne, tocino o abadejo”). El vino lo tomaban donde o cuando lo había, y el aguardiente se limitaba, de acuerdo con la declaración de un soldado (6475.9, n.º 9), para “los que están en la primera ronda del enemigo” por las mañanas.

En cuanto a las medidas, el término que se explicita o que se tiene en mente después de oír la pregunta es el de ración, que podía ser com-pleta (6518.2, n.º 42), o a veces solo media ración en alguno de los com-ponentes (6478.10, n.º 15: “ración de pan, media de carne, otra media de abas (sic) y algunas veces vino”). Más rara vez se especifica que es ración “de etapa” (6477.3, n.º 22), es decir, la que se repartía para un determinado recorrido en sus desplazamientos. En cualquier caso, se componía corrientemente de pan, carne, legumbres y vino. En cuanto a este último, se distribuía por lo general en pintas63 (6476.4, n.º 34: “ra-ción de pan, libra de carne y pinta de vino”), media pinta (6518.2, n.º 6: “libra y media de pan, media de carne con alubias y media pinta de vino”) o, si no, en cuartillos64 (6477.3, n.º 24: “libra y media de pan, libra de carne y un cuartillo de vino”).

Para los alimentos sólidos se habla de libra65, de media libra (6478.8, n.º 23: “libra y media de pan, media de carne y media de alu-

63Antigua medida de capacidad para líquidos, equivalente a media azumbre escasa

en algunas regiones de España. (dle.rae.es) De modo que venía a ser un litro, aproximadamente.

64 Medida de líquidos, cuarta parte de una azumbre, equivalente a 504 ml (dle.rae.es).

65 Peso antiguo de Castilla, dividido en 16 onzas y equivalente a 460 g. (del.rae.es), según encontramos en 6480.5, n.º 37: “libra y media castellana de pan”; pero en una declaración (6477.6, n.º 30) se habla de “dos libras navarras de pan”, y estas eran ligeramente superiores puesto que correspondían a 12 onzas, 3 cuartos y 3

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bias”) o de tercia (6476.2, n.º 12: “dos libras de pan, tercia de carne, me-dia libra de judías y pinta de vino”). Menos frecuentemente de onzas66 (6514.4, n.º 7: “libra y media de pan, media de carne y seis onzas de alu-bias”). Y para las legumbres también encontramos el almud67, el cuarte-rón68, o, como medidas subjetivas, “un puñadito” (6489.4, n.º 23) o “una corta cantidad” (6478.2, n.º 7).

8. DISCIPLINA Y CASTIGOS La disciplina se relaciona con la subordinación y el cumplimiento de los deberes militares, que exige ejecutarlos con exactitud, con arreglo a las ordenanzas, a la vez que con ánimo dispuesto y respetuoso para lo que le impone la obediencia. Teniendo esto en cuenta, la observancia por parte de la tropa en los meses a que se refieren los interrogatorios pa-rece que fue buena o mediana, aunque también hubo algunos desafíos a los jefes y en varias declaraciones leemos que los soldados “solo tienen respecto (sic) a los oficiales y no a los cabos y sargentos” (6478.8, n.º 21). Una opinion individual es la de un sargento segundo, natural de Ma-drid, cuando declara en 1839 que “en los batallones Castellanos hay subordinación, lo que no sucede en los Navarros que se hallan en la ac-tualidad con vastante (sic) indisciplina” (6479.2, n.º 12).

Generalmente, la disciplina se mantenía mediante castigos69, de ahí que en varias declaraciones se achaque precisamente a la falta de estos el que la tropa estuviera inquieta e incluso agresiva. No obstante, hay

adarmes castellanos. Cf. Auñamendi Eusko Entziklopedia [http://aunamendi. eusko-ikaskuntza.eus/: consulta 13-02-2018].

66 Cada una de las 16 partes en que se divide la libra, equivalente a 28,75 g. (dle.rae.es).

67 Era una medida de capacidad, generalmente para áridos, muy variable según las épocas y regiones, entre los 1,75 l. de Navarra y los más de 5 de Canarias (del.rae.es).

68 Cuarta parte de una libra (dle.rae.es). 69 “Castigo de amonestamiento, herida o de palo cuando alguno se desmanda. Para

escarmiento es pena en modo de justicia. Es arbitrario según el superior” (J. AL-MIRANTE, Diccionario militar..., vol. I, p. 230).

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referencias según las cuales los oficiales no se atrevían a imponer disci-plina pues estaba relajada hasta el extremo de que “los soldados no obe-decen a los oficiales, y los oficiales no se atreben (sic) a castigarlos” (6633.24, n.º 8), en gran medida por temor a actos violentos (6475.9, n.º 12: “Los soldados se les buelben (sic) a los oficiales amenazando con el fusil”) y más a los acaecidos en el mes de mayo de 1838 (6633.24, n.º 16: armaron la bayoneta y llegaron a herir a un capitán; como lo que un soldado relata en el n.º 18: “se ha perdido el respeto a los Gefes, hasta llegar el caso de maltratarles. Hace de 8 a 10 días que un compañero del que declara vino de Estella, a donde había ido para traer calzado, y les contó que el 1.er batallón se había insurreccionado, que se hallaba de guarnición en Muniain y estando formados empezaron a decir a voces que les pagasen y que, si no, irían a Estella a matar los ojalateros70. El Coronel del Regimiento, viendo no podía contenerlos y que ya se deci-dían a emprender la marcha, se hincó de rodillas a la cabeza del Batallón, los gastadores con los fusiles le tiraron unos cuantos golpes y lo hecha-ron (sic) a rodar”; y en el n.º 38 de ese mismo mes, a un soldado de Es-tella, que había pedido licencia para ir a vestirse a esa localidad, “los pai-sanos del pueblo le dijeron que el día anterior habían tenido una suble-vación las tropas y, siendo como las 6 de la tarde, entró el 1er. Batallón gritando mueran los ojalateros, que nos den las pagas y si no la licencia. Poco después entraron unos tras otros el 14eno. de Guías y tres Compa-ñías del 3.º, empezaron a tiros, se dirijieron (sic) a la Casa de Junta, la saquearon, y a un cordelero que había ido a saver (sic) la contestación de un memorial para livertar (sic) un hijo suyo, le dieron un balazo y lo dejaron muerto”). Hay que entender que las faltas de subordinación na-

70 “Apodo célebre en el campo carlista durante la guerra civil dinástica de 1833 al

40. Se atribuye su invención al oficial D. Carlos O’Donnell (...) contra los ociosos y cortesanos de la ambulante corte, que siempre tenían en los labios la crítica, empezando con la interjección ¡ojalá! (...) la palabra designa a todo el que se con-tenta con desear el logro de una empresa, sin ayudar ni tomar parte en ella” (J. ALMIRANTE, Diccionario militar..., vol. II, p. 784).

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cían casi siempre del cansancio, la falta de condiciones razonables y, so-bre todo, del largo retraso en percibir sus haberes. Así refiere un com-batiente que la disciplina es, “interin (sic) les paguen, vuena (sic); pero que tam (sic) pronto como dejen de pagarles, armarán otra jarana71“ (6633.24, n.º 60).

A partir del análisis de los interrogatorios es posible distinguir ocho causas que suponían falta de disciplina y, consiguientemente, penaliza-ción:

1) Robar, que es la falta que debió de ser más frecuente, a tenor de las veces que se cita en las respuestas. Este delito se producía al apropiarse con engaño o violencia de dinero (6476.4, n.º 54: cuatro soldados que se apoderaron de seis pesetas, cuyo dueño no se in-dica, y fueron fusilados), comida (6478.4, n.º 30: “cuando tienen amvre (sic) suelen hacer algunos rovos (sic) para comer”), ropa, u otra cosa. En alguna ocasión, el robo se producía fuera del espacio castrense, como cuando uno se apropió de unos zapatos de un paisano (6475.9, n.º 41), o la vez en que dos soldados robaron en una casa en Zía, pueblo del ayuntamiento de Vera de Bidasoa (6476.4, n.º 3) y fueron fueron fusilados más tarde. Otro, sin embargo, que se pasó a las filas cristinas, “cansado de servir allí y porque como no les pa-gan, no pueden vivir sin hacer daño”, le justificaron el robo a dos venteros: “al 1.º, 14 pares de alpargatas y un para aguas (sic), y al 2.º, 24 pesetas” (6633.24, n.º 6). 2) Desertar (6476.2, n.º 7).

71 J. ALMIRANTE, Diccionario militar..., vol. II, p. 104 remite a “Asonada”: “Reunión

tumultuosa en las calles para turbar el orden público”. Entiéndase como revuelta, alboroto o rebelión, prólogo de un movimiento popular, de diverso alcance e in-tención.

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3) Insubordinarse72 (6475.9, n.º 37: “los castigos, con mucho rigor, y con frecuencia por insubordinados”). 4) Maldecir (6480.2, n.º 6: “se castiga con palos, por robos y deser-ción y decir maldiciones”). 5) Participar en quimeras73 (6478.8, n.º 21). 6) Faltar a listas (6476.4, n.º 58: “castigan con palos a los que roban o faltan a listas con bastante frecuencia”). 7) Abandonar la guardia (6476.2, n.º 25). 8) Ir a casa sin licencia (6476.4, n.º 14: “el otro día se marcharon tres a sus casas sin licencia y los cojieron (sic) en el camino, sortea-ron para morir uno y los otros cada uno llebó (sic) 200 palos”).

Los castigos, que para unos eran muchos (6476.2, n.º 34), para otros, rigurosos (6477.3, n.º 25) o se infligían por poca cosa (6633.24, n.º 50), mientras que resultaban muy pocos (6476.2, n.º 30) o eran inexistentes (6477.3, n.º 13) para otros más, se imponían de diversos modos, aunque el más común eran los palos. Las declaraciones arrojan cantidades no siempre coincidentes y, aun siendo muchos —no menos de cien (6475.9, n.º 24) o doscientos (6489.4, n.º 34)—, dependían de la gravedad del delito y del jefe que decidía su número. De manera que se habla de trescientos (6475.9, n.º 6), cuatrocientos (6633.24, n.º 31), qui-nientos (6477.3, n.º 72), seiscientos (6433.24, n.º 34), ochocientos (6480.5, n.º 39) y hasta mil palos (por robo, 6633.24, n.º 6; por insubor-dinación, 6633.24, n.º 31; por deserción, 6476.4, n.º 31; e incluso por ir a cambiarse de camisa, 6476.4, n.º 57, aunque esta solía ser excusa para desertar). No es de extrañar que un cabo refiera que “ha visto morir a

72 A primeros de mayo de 1838 hubo un motín en Urroz, del que se habla en varios

interrogatorios de ese mes (6633.24, n.º 8, 10, 11, 13, 15, 16 —con detalle—) y en Aoiz (n.º 9, 43). También hubo enfrentamiento con los oficiales a finales de abril en Muniain (6633.24, n.º 18). Y en 6633.24, n.º 75 se narran varios inciden-tes más.

73 Pendencias, riñas.

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uno de resultas de ellos” (6476.2, n.º 27). Como contraste, el caso más leve lo cuentan un par de presentados: “a dos pasados del Provincial de Valladolid, porque les encontraron una sábana, les dieron a 50 palos” (6477.6, n.º 17).

Otras formas de castigo para poner límites a la mala conducta de la tropa fueron:

a) el arresto74 (6475.9, n.º 21; 6478.4, n.º 1). b) el servicio de centinela (6476.4, n.º 29, de dos horas en este caso), como vigía para avisar de cualquier cosa anómala que atisbara o descubriera. c) la cuadra75 (6477.3, n.º 12: “por las faltas de disciplina y de servi-cio”), que consiste en quedarse en la caballeriza, al cuidado de los caballos y a fin de mantenerla limpia y en debido orden. d) la guardia de noche, defendiendo un puesto en horas en que sus compañeros descansan (6633.24, n.º 2: “si faltan a listas, los casti-gan con guardias de noche”). e) el plantón76 avanzado (6514.4, n.º 10, por faltar a las listas), en un punto de riesgo en el que no se le relevaba a la hora acostum-brada, que solía ser las doce de la noche. f) el recargo de servicio (6514. 4, n.º 11), en una función o deber que se prolonga más tiempo del habitual.

74 “Detención. Pena correccional. El individuo queda detenido y bajo custodia. Se

diferencia de la prisión (que es más que arresto), que supone pérdida absoluta y material de la libertad por medio del encierro” (J. ALMIRANTE, Diccionario mili-tar..., vol. I, p. 68).

75 Con la expresión familiar, de origen militar, “el que pregunta se queda de cuadra”, quiere darse a entender que quien pregunta sobre algo a un mando o cuestiona la posibilidad de hacer cierto servicio puede ser el primero en realizarlo aun en contra de su voluntad.

76 Cf. J. ALMIRANTE, Diccionario militar..., vol. II, p. 86.

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Se declara también que “los hechan (sic) a la cadena siendo el delito de gravedad” (6479.2, n.º 16) o si reinciden (6478.4, n.º 5 y 7); y, en ca-sos extremos, les daban muerte, que solía ejecutarse con tiro de fusil (6476.4, n.º 54, pasaron por las armas a cuatro individuos por robar seis pesetas; 6633.24, n.º 19, por desertar; 6476.4, n.º 14, a uno de los tres que fueron a casa sin licencia; pero incluso, 6477.3, n.º 25, a un cabo primero solo “por haver (sic) pedido la ración de vino atrasada de tres días”).

9. ESTADO DE ÁNIMO En cuanto a si estaban contentos y entusiasmados, los oficiales trataban de fomentar la lealtad y el espíritu de sacrificio de la tropa, con el fin de apaciguarles y alentar la esperanza de que pronto acabarían sus quejas, aunque no es raro que —como se lee en 6478.2, n.º 9 y 15— son varios los que consideran que “se les engaña”.

Aunque hay bastantes interrogatorios en los que falta la respuesta a estas cuestiones, predomina sin duda el descontento, tanto en 1838 como en 1839, y crece en este último año. Hay grados que van del mero disgusto al bastante disgusto y al disgusto superlativo (6477.3, n.º 31: “muy disgustados”; 6478.2, n.º 15: “todos están en el mayor disgusto”; 6479.2, n.º 30: “disjustadísimos (sic)”). La causa que suelen aducir es que no les entregan sus haberes (6633.24, n.º 34: “todos los indibiduos (sic) de su Batallón están descontentos porque no les pagan”). Pero a ella se suman estas otras razones:

a) Sentirse mal atendidos (6633.24, n.º 50: “Descontentos por el mal trato y falta de sueldos”; 6475.9, n.º 6: “están disgustados por los padecimientos que han sufrido y hallarse en el día en una total des-nudez”). b) No recibir el socorro: “todos están muy descontentos por la falta de socorro” (6489.4, n.º 28) y la ración escasea: “solo puede hablar por sí y que no estaba contento porque con la Ración no tenía para

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sostener su familia, que se compone de su esposa, una hija y dos hi-jos” (6475.9, n.º 39). c) Ser castigados con frecuencia: “Disgustados por el mucho castigo” (6489.4, n.º 34). d) Encontrarse desplazados de donde eran naturales (6475.9, n.º 37: “Disgustados por los demasiados castigos que les dan y porque querrían estar en su país”; 6678.8, n.º 7: “los pertenecientes a la Ri-vera77 están descontentos, y los otros que son montañeses que es-tán contentos”). e) Haber sido obligados a prestar servicio militar: “Los llevados a la fuerza se hallan disgustados y los demás contentos” (6476.4, n.º 31). f) Por la duración de la Guerra: “pues murmuran por lo mucho que se alarga la guerra” (6478.4, n.º 7). g) A causa del posible perjuicio a su familia, que tratan de evitar: “están arrepentidos y siguen por no compr[om]eter a sus familias” (6633.24, n.º 6).

Entre los que declararon sentirse contentos, hay también diversi-dad. Alguno responde que porque no les queda más remedio (6475.9, n.º 44: “están contentos porque les hacen estarlo a la fuerza”), es decir, simulándolo; por eso un voluntario arguye que les ve “contentos en su esterior (sic) pero al interior no sabe” (6479.7, n.º 35) . Hubo quienes se sintieron satisfechos solo en parte (6475.9, n.º 1: “Por el serbicio (sic) estaban contentos, pero por la no paga mostraban disgusto”), o bien porque estaban destinados cerca de su lugar de origen (6476.2, n.º 31: “Están contentos porque los más son de Los Arcos y están en sus casas”; 6475.9, n.º 25: “los individuos de su Batallón y Compañía están conten-

77 La Ribera es una comarca natural e histórica enclavada en el Valle del Ebro, en la

parte sur de la Comunidad Foral de Navarra, con tradición productora en horti-cultura.

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tos mientras no los saquen de Navarra”) o porque llevan ya tiempo, po-seen espíritu militar y la confianza de vencer (6475.9, n.º 30: “Los sol-dados viejos están contentos, pero los reclutas no”).

En definitiva, descontando las respuestas por las que sabemos que había variedad de opiniones, hay ciento cuarenta y dos que reflejan sa-tisfacción, frente a doscientos treinta y siete descontento.

1838 1839 Total Contentos 94 42 136 Muy contentos 5 1 6 Disgustados 112 66 178 Bastante disgustados 9 — 9 Muy disgustados 30 15 45 Unos contentos y otros disgustados 114 48 162

Tabla 5. Estado de ánimo.

Respecto al entusiasmo, tiene horas bajas en mayo de 1838 para re-montar en parte después, incluso hasta septiembre de 1839. En los me-ses finales se dan los dos extremos: plenos de entusiasmo o sin asomo de él, estén o no contentos. Por otra parte, en bastantes interrogatorios el escribiente anota como respuesta “ignora”, o también “hay de todo” y su equivalente “hay variación”. Lo habitual es que sea acorde con el con-tento de los soldados de tal manera que, si sienten disgusto, no tengan entusiasmo ninguno. Sin embargo, no siempre es así y causa perplejidad que en algunas declaraciones no se conteste en lógica correspondencia. Así, encontramos, por ejemplo, que los soldados están muy desconten-tos, pero con bastante entusiasmo (6475.9, n.º 4); o “están disgustados dando a entender que quieren sus licencias” y no obstante “están muy entusiasmados” (6475.9, n.º 13); “muestran bastante disgusto por la falta de prendas y paga”, pero “están entusiasmados” (6476.2, n.º 6). Y al revés, los hay que se encuentran contentos pero sin entusiasmo nin-guno (6477.6, n.º 2 y 9).

Cabe pensar, por varios detalles repetidos en estos centenares de declaraciones, que en un número significativo de combatientes “no hay

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entusiasmo más que por la ración y la paga” (6478.2, n.º 9). Hay unos cuantos que llegan a contestar que el entusiasmo es solamente “por Car-los”, como en 6489.4, n.º 13 y 20; 6476.4, n.º 7, 11-13, 37-38. Claro que otros declaran que “hay poco y todos maldicen a Carlos” (6476.4, n.º 35), que “lo quieren, pero siempre jurando” (6633.24, n.º 3), hasta el ex-tremo de estar “aborrecidos” (6633.24, n.º 72). Alguno no tiene incon-veniente en decir abiertamente que el entusiasmo está “en la boca y no en el corazón, les hazen gritar biba (sic) Carlos, y hay muchísimos con deseos de marcharse a su casa” (6477.6, n.º 15), de ahí que el entu-siasmo solo “aparentan tenerlo” (6478.4, n.º 1; 6514.4, n.º 15), debido a que “sirven por compromiso más que por buen espíritu” (6477.6, n.º 29).

A veces hay disparidad de opiniones, como deja claro esta res-puesta: “los que no tienen que comer lo tienen, pero que los demás no, y particularmente los sacados a la fuerza” (6477.6, n.º 14). Y en 1839 uno sale del trance diciendo que “por no poder entrar en el interior de los soldados de su Batallón, que lo ignora” (6518.2, n.º 12).

10. FINAL DE LA GUERRA Un 25%, aproximadamente, de los interrogados no contesta o no sabe cuándo acabará la guerra. Los restantes tienen, en general, la impresión de que se va a prolongar (6489.4, n.º 15: “según se susurra no se con-cluirá muy pronto”; 6476.4, n.º 39: “con mucha frecuencia a (sic) oído decir que durará 100 años”); e incluso, al no ver claro cuánto tiempo vaya a continuar, “se hallan completamente desesperados” (6480.2, n.º 3). Unos pocos, influidos más bien por lo que oyen a sus jefes, dan, sin embargo, una fecha estimada en el año en curso: en primavera (6475.9, n.º 13; 6478.10, n.º 6 y 16), en mayo (6489.4, n.º 43: “se desía (sic) hace unos días que por el mes de Mayo se iva (sic) a concluir porque había compostura78“); y a comienzos de 1839 creen que en el mismo mes, pero

78 Pacto, convenio (http://ntlle.rae.es).

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de ese año (6518.2, n.º 42 y 45; 6479.2, n.º 15); para San Juan (6475.9, n.º 24), el próximo verano (6476.2, n.º 43: “los Oficiales les decían que en este verano se acabará la Guerra”) o en el mes de agosto (6477.3, n.º 19 y 29).

Otros declarantes solo lo ven posible si llega ayuda extranjera. Más común es que esperen tropas francesas79: “la creen larga si no entran los franceses en su favor”(6477.6, n.º 26) , y aun lo esperan en septiem-bre del año siguiente: “creen que la Guerra se acabará pronto, con la Ayuda (sic) de los franceses que vienen a su favor” (6480.5, n.º 13 y 28), tanto que “en Vergara han pedido 53000 raciones de pan y carne y 30000 de pienso para las tropas francesas que se dice entran a su favor el día 15; todos los días hay en pueblos mucho campaneo en celebridad de esta noticia; pero si sale fabulosa, sin duda alguna las tres Provincias se sublevarán contra Carlos porque ya están cansados de la Guerra y no pueden subsistir del modo en que están” (6477.3, n.º 10). Pero también podrían ser fuerzas inglesas: “entre los soldados corre la voz de que se concluirá en esta primavera por cuanto los ingleses entran a su favor” (6478.10, n.º 15), aunque tres meses más tarde resultó que no había tal: “hace poco decían entraban Yngleses y los tenían engañados” (6479.7, n.º 8). Más habitual es que se emplee el término genérico “extranjeros” para referirse a la ayuda esperada, reconociendo que, si no llega, será difícil o imposible que cese la lucha (6633.24, n.º 28 y 34; 6476.4, n.º 6477.6, n.º 22 y 33). La otra posible solución es mediante “compos-tura”80 (6476.2, n.º 42: “no haviendo (sic) compostura, nunca se aca-bará”; pero, al cabo de un año, “suena la voz entre ellos de que la guerra se concluirá pronto por medio de compostura” (6479.4, n.º 6).

79 “La presencia más importante [de combatientes extranjeros] es sin duda la de

los legitimistas franceses que formaron redes de apoyo en su país para el tráfico de mensajes, personas y mercancías” (J. R. URQUIJO GOITIA, “¿Voluntarios o quintos? ...”, p. 178).

80 Pacto, convenio (http://ntlle.rae.es).

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Hay a veces pareceres extremos: “Unos dicen que si no entran es-trangeros (sic) durará muchísimo, y otros nada” (6477.6, n.º 12); y dife-rentes opiniones particulares que se expresan del siguiente modo: “a balazos que no se rematará” (6475.9, n.º 30), además de que “entre los soldados ha oydo (sic) la voz de que ni el Ejército de la Reina puede con el de Carlos, ni el de Carlos con el de la Reyna” (6489.4, n.º 16). Por su parte una voz cándida da crédito a los que “dicen se concluirá pronto, porque con el casamiento de Carlos quinto81, tiene mucho dinero” (6478.6, n.º 10).

A pesar de que el conflicto se prolongue por más o menos tiempo, cincuenta declarantes piensan decididamente que el resultado va a ser a su favor, especialmente al final de 1838 y en 1839 (6476.4, n.º 54; 6478. 4, n.º 18; 6514.4, n.º 6, 9, 10 y 12; 6480.5, n.º 4, 5 y 7).

En definitiva, en torno al 15% de los interrogatorios no se ha con-testado a la pregunta; las expectativas pesimistas rondan el 55%, mien-tras que las optimistas se aproximan al 15%. Aproximadamente un 10% no sabe y un 5% opina de diferentes maneras o contesta con impresio-nes de difícil agrupamiento. En la tabla que figura a continuación se re-flejan las respuestas que he podido cuantificar.

No terminará 128 Durará mucho 234 Acabará pronto 92 Opiniones varias 19 Ignora 71

Tabla 6. Final de la guerra.

81 Se refiere al segundo matrimonio (20 de octubre de 1838) de don Carlos, viudo,

con Maria Teresa Bragança y Borbón, princesa de Beira, hemana de su primera esposa y viuda a su vez del infante de España don Pedro de Borbón. (Cf. A. PIRALA Y CRIADO, Vindicación del General Maroto y manifiesto razonado de las causas del Convenio de Vergara, edic. de P. RÚJULA, Pamplona, Urgoiti Editores, 2005, p. 280, en el apartado “Glosario biográfico”).

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11. OPINIÓN SOBRE DON CARLOS Numerosas son las contestaciones que se limitan a decir que no saben nada, e incluso alguna lo expresa gráficamente diciendo que “No saben dónde para” (6475.9, n.º 38). Frecuentes son también las que responden que ignoran, o bien, por haberlo oído sin seguridad, que está en cierto lugar: Orduña(Vizcaya), Llodio (Álava), Oñate (Guipúzcoa) o, mucho más a menudo, Estella (Navarra).

En los dos primeros meses de 1838 hay quienes informan que aguardan su ida a Estella: “a D. Carlos se espera en Estella y que le están preparando la casa” (6475.9, n.º 13 y 31); “le estaban preparando casa en Estella y que las sillas las han conducido hombres por su delicadeza y que la casa fue bendecida hace cinco días por un obisco (= obispo)” (6476.2, n.º 17, 19, 31); o bien que ya la tiene dispuesta: “baja a pasar el invierno a Estella, que le tienen la casa preparada” (6475.9, n.º 25 y 27-29).

Pero las respuestas que tienen probablemente más interés, porque no se limitan a reproducir lo que conocen solo de oídas con mayor o ma-yor exactitud, son aquellas en que se desvela la simpatía o la animadver-sión que despertaba en aquellos momentos don Carlos de Borbón. Valga como muestra esta cita: “A Carlos lo ha visto salir solo a paseo con un tal Ochoa y el obispo de León y llegar hasta cerca de Yrache todos a pie. Ya no gritan los vivas que daban al principio cuando lo veían y solo se mira como a otro cualquiera” (6633.24, n.º 17). Claramente, predominan los testimonios negativos82, que he distribuido del siguiente modo:

a) Son mayoría los que manifiestan el descontento y el mal concepto que tienen del pretendiente. La impresión es que “en lo general se

82 Una parte significativa de las impresiones desfavorables fueron transcritas tam-

bién por J. ALBI DE LA CUESTA, El Ejército Carlista del Norte (1833-1839), Madrid, Desperta Ferro, 2017, pp. 45-47. Un caso extremo se lee en interrogatorio del AHFB, con fecha 10 de marzo de 1839, celebrado en el Puente de Lodosa, en el que el deponente afirma que “la mayor parte desean su muerte”.

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habla muy mal de él” (6477.3, n.º 31); “tiene mal concesto (sic)” (8 julio 1838: 6477.6, n.º 22); “están muy descontentos y que ablan (sic) mar (sic)” (6479.2, n.º 23); “siempre hablan mal de él y los que le rodean” (6479.7, n.º 3); “no están muy contentos con él” (6479.7, n.º 4), hasta el extremo de que “están hartos de él” (6478.4, n.º 15). b) Para algunos, porque se ha burlado de ellos: “los ha engañado” (6477.6, n.º 4); “oyó decir a oficiales que los había engañado” (6477.6, n.º 16); “los están engañando” (6480.5, n.º 5); “no es rey de su palabra” (6479.2, n.º 3). c) Para otros, no cuenta con las fuerzas necesarias: “han perdido ya la confianza de que llegue a reinar por no tener las fuerzas suficien-tes contra las de la Reina para la batalla” (6477.3, n.º 38); “no lo con-ceptúan con fuerzas suficientes para su empresa” (6477.6, n.º 29); “no están muy contentos con él por los pocos recursos que ha traído” (6479.7, n.º 8). d) Otros lo achacan a su debilidad: “entre los soldados se corre la voz de que se deja llebar (sic) de todos, y que es el motivo por que no se acaba la guerra” (6479.4, n.º 7); “de D. Carlos se habla poco y entre ellos dicen que Maroto lo domina” (6479.7, n.º 21); “entre los soldados dicen que es un rey pobre y que no manda nada” (6480.5, n. 1 y 2). En consecuencia, hay quien asegura: “Tiene poco acen-diente (sic) asta (sic) el estremo (sic) de desirse (sic) se defiende más el fuero Navarro que a él” (6477.6, n.º 28). e) Varios acusan a su persona, o a quienes forman su corte, de codi-cia y de emplear el dinero en beneficio propio: “De Dn. Carlos y su Corte forman mediano concepto porque no los pagan y que solo pro-porcionan caudales para sus bayles (sic) y brumas83“ ( 6476.4, n.º 31); “de D. Carlos nada se dice, pero que los de su Corte son unos

83 Diversiones en que se come y bebe, bromas (http://ntlle.rae.es).

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estafadores que se quedan con todos los caudales84 y no pagan a la tropa” (6633.24, n.º 36); “se quedan con todo el dinero” (6633.24, n.º 60); “los que llenan bien la bolsa de dinero porque les viene la ocasión de hacersen (sic) poderosos, dicen que sin dificultad nin-guna su rey llegará en breve al Trono” (6633.24, n.º 67). f) Para bastantes presentados, el descontento se debe al abandono en que tiene a su tropa, a la que no paga debidamente: “están muy descontentos de D. Carlos porque no les paga” (6476.4, n.º 33); “el 5.º Batallón que está con Carlos se sublebaron (sic) pidiendo se les pagase y diciendo muera la Junta” (6633.24, n.º 19); uno más refiere lo mismo, con la explicación de que lo hicieron “pidiendo sus pagas o marchar a sus casas” (6633.24, n.º 21); “ablan (sic) mui (sic) mal de D. Carlos porque dura mucho la guerra y no les pagan” (6633.24, n.º 34); “de D. Carlos se habla muy mal en razón a que la guerra se prolonga demasiado y no les pagan los socorros85“ (6479.7, n.º 36). g) En otros casos justifican su animadversión por otros motivos: “Desea todo el paisanage (sic) que se marche de Estella por lo caro que están los comestibles”, sale muy poco (6633.24, n.º 1); y “tiene mucho séquito” (6633.24, n.º 3). h) Por ultimo, muchos llegan a maldecirle: “no están muy contentos pues que ha hoído (sic) maldecirlo diversas veces” (6475.9, n.º 44); “se decía estaba en Estella, que los soldados juraban contra él y de-cían que ojalá no lo ubieran (sic) visto” (6489.4, n.º 23); “los solda-dos juran contra él” (6476.4, n.º 1); “La tropa en sus conversaciones lo maldicen a cada paso; dicen que ojalá se le hubieran quebrado las piernas cuando vino a Navarra” (6476.4, n.º 58); “en estos días no

84 También un soldado achaca administración desleal a un oficial, pues refiere que

“cuando estaban en Estella le mandaron un anónimo al Comandante diciéndole que era un ladrón que tenía dinero del Batallón y se quedaba con él” (6489.4, n.º 37).

85 Cantidades que, del sueldo, se entregan para alimento u otra necesidad inme-diata.

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se oía más que maldiciones contra D. Carlos” (6633.24, n.º 8); “todos maldecían contra D. Carlos” (6633.24, n.º 9-15); “entre la tropa echan muchos juramentos contra D. Carlos” (6633.24, n.º 28 y casi en idénticos términos: 6633.24, n.º 29); “los soldados juran mucho contra D. Carlos” (6633.24, n.º 53 y 55); “todos los soldados juran contra D. Carlos” (6633.24, n.º 54).

Se leen también respuestas de compromiso o muestra de la dispari-dad de opiniones: “unos hablan vien (sic) de él y otros mal” (6476.4, n.º 5; y 6477.6, n.º 14; 6477.6, n.º 24; 6479.7, n.º 27).

Y estas pocas son las respuestas favorables: “lo quieren todos” (6477.6, n.º 5); “está muy pobre pero que lo quieren y de su corte no dicen nada, y que iban a quitar los ojalateros” (6477.6, n.º 21). Otra cosa es que algunos “se prometen gran felicidad cuando sea Rey de España y cada cual cuenta con su colocación” (6480.5, n.º 28); y, mediado sep-tiembre de 1839, “se dice, por expresión vertida por los Gefes, que viene un Egército (sic) francés a coronar a Carlos 5.º y entonces se establecerá una paz general” (6480.9, n.º 6).

Como clara muestra del desengaño valgan estos dos testimonios: “si para San Miguel de Setiembre no adelanta en sus operaciones de la gue-rra, se ban (sic) a lebantar (sic) los facciosos alzando el grito contra Car-los 5.º” (6477.6, n.º 11); y en junio de 1839: “nadie habla una palabra de D. Carlos” (6480.2, n.º 14).

Según ha quedado expuesto, a pesar de que en el transcurso de 1838 abundan claramente las visiones negativas sobre don Carlos, el grado más alto de su desprestigio tuvo lugar en el mes de mayo de ese año. Como contraste, dos meses más tarde se encuentran las escasísimas apreciaciones positivas.

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12. PETICIÓN PARA SU DESTINO86 Las declaraciones arrojan el deseo mayoritario de volver a su pueblo (324), a su casa (148) y de trabajar (176), frente a los que manifiestan estar dispuestos a continuar en el servicio de las armas (246). Natural-mente, no se incluyen en la contabilización los interrogatorios que no dan respuesta a qué piden para su futuro inmediato una vez concluido el interrogatorio.

Cuarenta y cuatro de los presentados que solicitan ir a su casa y a su pueblo, lo hacen en términos como que su deseo es volver “al seno de su familia” (6475.9, n.º 18), “al albergue de su familia” (6518.2, n.º 29) o “al lado de su familia” (6478.8, n.º 7). En catorce ocasiones mencionan ex-presamente a los padres: “ayudando a sus padres en lo que pueda” (6476.2, n.º 19), “en la compañía de sus padres” ( 6518.2, n.º 44), “a fin de ayudarles a sus padres en sus labores” (6479.4, n.º 1). Solo una vez se habla únicamente de regresar junto a su padre (6479.2, n.º 2). Cuando tienen el pensamiento puesto en su madre, su solicitud busca “mantener a su madre que se halla viuda” (6489.4, n.º 18), “favorecer a su pobre madre que es muy anciana” (6479.2, n.º 35), “en razón de hallarse su madre despatriada” (6479.2, n.º 8) o para que no suceda esto (6479.2, n.º 7). En dos declaraciones el vínculo que mueve el deseo de volver a su lugar de origen es una hermana: uno lo solicita “para vivir en compa-ñía de su hermana viuda” (6476.2, n.º 29) y otro “para trabajar la ha-cienda que tiene en compañía de una hermana” (6479.7, n.º 26). En seis interrogatorios tal petición responde a la necesidad de atender sus obli-gaciones de hombre casado, incluso con hijos (6478.2, n.º 1) que, por su ausencia, en un caso viven en la miseria (6475.9, n.37). Otras veces, quieren quedarse en la plaza donde prestan declaración, porque en ella tienen un tío (6475.9, n.º 17), un primo (6476.2, n.º 24) o, sin entrar en detalles, parientes (6489.4, n.º 19). Un caso excepcional es el de un joven

86 Ninguno de los interrogatorios efectuados en Navarra que consulté del Archivo

Histórico Foral de Bizkaia expresan petición alguna sobre este particular.

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presentado en Pamplona que pide quedarse en esa ciudad “donde tiene su familia para seguir sus estudios” (6478.8, n.º 12).

Tres soldados ruegan se les expida pase para su casa por haber ob-tenido licencia: uno, “por inútil de resultas de un golpe” (6476.2, n.º 28); otro, “por inútil de enfermedad de reuma” (6476.2, n.º 27); y el tercero, por herida de bala (6478.2, n.º 19). Ventiséis soldados desean volver a su pueblo a trabajar, prácticamente todos en labores del campo o, al me-nos, “ganando un jornal para vivir” (6477.3, n.º 11). Sin embargo, casi cuarenta interrogados evitan retornar, debido en muchos de ellos al pe-ligro que correrían de ser obligados nuevamente a incorporarse al ejér-cito carlista (6475.9, n.º 7), recibir cruel castigo (6489.4, n.º 5) o ser apresados (6476.2, n.º 2). Así las cosas, para ganarse el sustento, unos piden permanecer en la plaza en la que declaran (6514.4, n.º 5) o mar-char a otros lugares: unos cuantos a Tudela (6475.9, n.º 6) o a Tafalla (6476.2, n.º 22); otros a Azagra (6476.2, n.º 21), Olite (6514.4, n.º 3), Puente la Reina (6480.5, n.º 16), Pamplona (6477.3, n.º 34), Logroño (6480.5, n.º 8), Calahorra (6479.7, n.º 24) o Sádaba (6489.4, n.º 41). En su pueblo o en otro lugar, en cuatro interrogatorios la solicitud se limita a “permanecer en él sin meterse con nadie” (6477.3, n.º 19), que “se le deje quieto en su casa” (6476.2, n.º 19), “vivir tranquilo” (6477.3, n.º 22) o “vivir pacífico” (6633.24, n.º 17).

A continuación se enumeran las profesiones87 —además de la indis-cutiblemente mayoritaria de labrador— que constan en los interrogato-rios.

1) Albañil (6478.2, n.º 22). 2) Alpargatero (6518.2, n.º 33).

87 “Además de campesinos, el bando carlista contaba con un buen número de arte-

sanos. Su adhesión puede relacionarse con sus problemas económicos” (F. SAN-TOS ESCUDERO, Miseria, hambre y represión. El trasfondo de la Primera Guerra Carlista en Navarra. 1833-1839, Pamplona, Universidad Pública de Navarra, 2001, p. 248).

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3) Barbero (6475.9, n.º 43). 4) Botero88 (6633.24, n.º 11). 5) Carpintero (6476.2, n.º 8). 6) Casero89 (6475.9, n.º 14). 7) Chocolatero (6633.24, n.º 28). 8) Criado (6489.4, n.º 35). 9) Empleado en el hospital (6479.7, n.º 44). 10) Herrero (6480.5, n.º 5). 11) Jornalero90 (6475.9, n.º 3). 12) Labrador (6476.4, n.º 29). 13) Molinero (6480.5, n.º 5). 14) Pelaire91 (6475.9, n.º 24). 15) Postillón92 (6479.2, n.º 9). 16) Sastre (6633.24, n.º 59). 17) Zapatero (6633.24, n.º 75).

En cuanto a los interrogados que expresan su voluntad de servir a Su Majestad la Reina, veintinueve de ellos lo harían reincorporándose a su cuerpo de origen (6476.2, n.º 7), si bien hay quien espera, además, que sea en su región de origen (6478.10, n.º 10). De los restantes dos-cientos diecisiete, noventa y tres solicitan servir en las Compañías de 88 Hombre que hace, adereza o vende botas o pellejos para vino, vinagre, aceite,

etc. (dle.rae.es). 89 Persona que lleva la administración de una casa, quien cuida de una casa y vive

en ella o en una aneja, o bien arrendatario agrícola en una casa de labor. (del.rae.es).

90 Puede tratarse de un peón que trabaja a cambio de un jornal o, lo que probable-mente fuera en los testimonios que interesan, un trabajador agrícola que no po-see tierras propias (dle.rae.es).

91 Voz de procedencia catalana, ‘Persona encargada de preparar la lana que ha de tejerse’ (dle.rae.es).

92 ‘Mozo que iba a caballo, bien delante de las postas para guiar a los caminantes, bien delante de un tiro para conducir el ganado’ (del.rae.es).

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Seguridad, una de infantería y otra de caballería, que por entonces man-daba Urbano Igarreta93; cuarenta y tres, en algún cuerpo franco94 (6476.4, n.º 19), que era una tropa irregular, de tiradores y flanqueado-res, con menor disciplina; quince prefiere hacerlo con los salvaguar-dias95 (6477.3, n.º 31); siete en el batallón de Martín Zurbano96 (6476.2, n.º 38); seis en el escuadrón de Guías (6478.8, n.º 24); y unos pocos se inclinan, individualmente, por los Miñones (= fusileros) de Zaragoza (6518.2, n.º 8), por la compañía de celadores ( 6478.10, n.º 15), por la partida volante (6476.4, n.º 27) o la partida de movilizados (6476.2, n.º 40).

93 Urbano Igarreta Belzunegui, apodado ‘el Mochuelo’, porque sus correrías tenían

lugar frecuentemente durante la noche, fue un combativo capitán liberal que an-duvo por las proximidades de una venta que hubo en esa parte entonces de las afueras de Pamplona, junto al río Sadar y a la carretera de Tafalla. Sus hombres “actuaban por los pueblos próximos a la capital (...) y se dedicaban a recoger ali-mentos y vituallas (zapatos, etc.) y a prender carlistas (...) Su actividad bélica era de tipo guerrillero, ataques por sorpresa al enemigo” (A. GARCÍA-SANZ MARCO-TEGUI, Liberales navarros en la primera guerra carlista. Los cuerpos francos y el motín de 1837, Pamplona, Universidad Pública de Navarra, 2014, p. 293). El ba-rrio dentro del que se encontraba la citada venta fue conocido popularmente con el nombre de El Mochuelo (también se llamó Arrosadia, en vasco ‘lugar donde abundan las rosas’) hasta que en 1937 sus vecinos rogaron al Ayuntamiento iru-indarra que se cambiara por el de La Milagrosa, por la iglesia que los PP. Paúles construyeron en esa zona. En terrenos próximos a la conocida modernamente como avenida de Zaragoza, estuvieron a principios del siglo XX la fábrica de em-butidos “El Pamplonica”, la pirotécnica Oroquieta y la importante empresa de ebanistería Ezcurdia. Ya en el siglo XXI, la Corporación Municipal acordó poner el nombre de El Mochuelo a una calle en ese barrio.

94 “Además de la Brigada de Cuerpos Francos al mando de León Iriarte, en Navarra combatieron contra los carlistas la Compañía de Protección y Seguridad Pública de Navarra, la de Gendarmes, la de Urbano Igarreta (“los mochuelos”), la de Sal-vaguardia de Navarra, las francas de Lumbier y Valcarlos, el Escuadrón de Guías del general y el Batallón Franco Provisional de Navarra” (A. GARCÍA-SANZ MAR-COTEGUI, Liberales navarros..., p. 279).

95 “Estas Compañías se formaron a principios de la Guerra y sus funciones eran de tipo policial” (A. GARCÍA-SANZ MARCOTEGUI, Liberales navarros..., p. 305).

96 General riojano que, después de varias acciones de éxito, se levantó en armas a favor de la Constitución de 1837 y murió fusilado, así como sus hijos, por orden de Narváez.

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13. RECAPITULACIÓN Mi planteamiento se ha encaminado a desentrañar de manera integral —aunque me haya limitado a la información contenida en las cuestiones que he considerado pertinentes y he ido analizando sucesivamente— las respuestas que dieron soldados carlistas desertores y fugitivos a las preguntas formuladas siguiendo un interrogatorio uniforme por parte de las autoridades liberales en distintas plazas de la Capitanía General de Navarra desde enero de 1838 a septiembre de 1839. El acopio de da-tos puede resultar fatigoso aun cuando he sacrificado los que eran reite-rados y, a mi entender, no aportaban algo esencial.

En general, los soldados presentados de los interrogatorios estudia-dos eran personas de escasos recursos, que realizaban predominante-mente actividades agrícolas. Recibieron más o menos instrucción en for-mación, evoluciones y manejo de armas, pero la escasez de recursos en lo tocante a ropa y alimentación, junto con el retraso en cobrar la paga, la duración de la guerra y, en numerosos casos el haber sido forzados por quintas o sacas a participar en ella, dio como resultado una predis-posición a la indisciplina y a la sublevación además del descontento y desconfianza sobre la resolución favorable del conflicto. Todo esto ex-plica en algún modo su deserción y que en su mayor parte anhelasen vivir en paz con su familia y reanudar el trabajo o buscar medio de sub-sistencia, aunque otros se aprestaran a luchar a partir de ese momento en el ejército liberal.

Como base documental me he valido de fuentes primarias verbales manuscritas, directas, homogéneas, seriadas y más o menos voluntarias. La información cuantitativa y cualitativa que proporcionan ha de ser considerada teniendo presente su intención y también la posición de quienes prestaron declaración al poco de presentarse ante el mando cristino. Desconozco si aquellos soldados tenían instrucciones previas acerca de cómo contestar en caso de ser capturados, pero aun cuando cabe suponer que algunas respuestas contienen una pequeña dosis de legítimo orgullo, de apariencia mejorada o de despecho, lo cierto es que

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dan la impresión de que manifiestan con veracidad y sinceridad97 lo que cada individuo conocía o interpretaba de su experiencia en los años o meses que vivió en las filas carlistas. No hay trato vejatorio en las pre-guntas y, en diferente grado, la información que suministran ante un juez auditor se convierte en inteligencia.

Como valor primario, estos interrogatorios poseen carácter legal porque sustentaron un derecho para los deponentes y valor técnico98 también porque fueron producidos y custodiados por una institución con un fin determinado y no como mero trámite. Como valor secundario, lo que hayan podido mermar de valor contemporáneo vivo, se equilibra con su utilidad histórica (como fuente para reconstruir el pasado dentro de unos márgenes cronológicos y geográficos coincidentes de nuestra nación), cultural (puesto que atestigua hechos, costumbres, modos de vida y mentalidades que perfilan la identidad de un grupo humano) y científica (por cuanto favorecen el aumento de conocimiento fundamen-tado).

A partir de las respuestas a los interrogatorios estudiados, que tie-nen indudable entidad testimonial, mi propósito ha sido contribuir a un mejor conocimiento de esa etapa, aunque se trate de vicisitudes perso-nales —que poseen cierto carácter prosopográfico— en circunstancias

97 Coincidimos con la apreciación del diplomático e historiador Julio Albi de la

Cuesta en su bien documentado libro El ejército carlista..., p. 44 —que antes que yo consultó legajos de los interrogatorios— cuando dice: “A pesar de que habi-tualmente se considera poco fiable la información de ese origen, debido a que las personas que se encuentran en esa situación tienden a decir lo que creen que sus interlocutores desean oír, en los documentos consultados los hombres parecen expresarse con gran sinceridad, haciendo, por ejemplo, previsiones optimistas sobre las posibilidades de victoria de su causa que no debían agradar mucho a los oficiales liberales que las escuchaban”.

98 En interrogatorios celebrados en el Puente de Lodosa en 1839, conservados hoy en el Archivo Histórico Foral de Bizkaia, los escribientes Juan Pedro González y Salustiano Casariego y Villamil escriben al pie del pliego esta apostilla u otra se-mejante: “Concluido este interrogatorio, fui con el Sr. Fiscal a entregarlo al Sr. Gobernador, lo que efectué en mano propia y, para que conste por diligencia, lo firmó dicho Sr., de que doy fe”.

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difíciles de miembros de la profesión militar y de fuerzas irregulares que, como ya se ha advertido antes, participaron a menudo en aquella contienda forzados por las circunstancias. Aun con las limitaciones que esto significa, gracias a estos testimonios oímos de algún modo “las ol-vidadas voces” 99 de aquellos soldados carlistas, y en verdad que la ma-nera en que suelen recogerlos los escribientes dan la impresión de que aún nos hablan con su sintaxis expresiva100 y su vocabulario particular.

En la medida que me propuse, con la información procurada he pre-tendido registrar algunas condiciones del servicio sacrificado de esos antepasados a los que tocó luchar en aquel conflicto patrio que fue la prolongada Guerra Carlista. Para ello, he querido explicitar los términos, conceptos y datos contenidos en los interrogatorios trasvasados orgá-nicamente, junto con observaciones que he considerado oportunas. De esta forma me he acercado a una parte de nuestra historia, en la que algunos de los ideales o de los móviles que en aquel momento estuvie-ron activos no siempre se conocen ni se comprenden hoy suficiente-mente.

La dignidad y la pobreza101 de varios centenares de hombres, que abandonaron una bandera cuya debilidad fueron percibiendo gradual-mente102, queda patente en estos interrogatorios a los que se sometie-

99 Así las califica acertadamente, a mi entender, J. ALBI DE LA CUESTA, El ejército

carlista..., p. IX. 100 Un soldado, encareciendo el entusiasmo de su batallón, asegura: “no pueden te-

ner más” (6476.2, n.º 38). 101 “Los de la partida están disgustados por lo mucho que trabajan, pero se confor-

man porque toman buena ración” (6476.2, n.º 15), pues en verdad el entusiasmo de muchos era “bien poco y que no desean más que se les dé su ración” (6478.2, n.º 16).

102 En el ultimo interrogatorio, de 16 de septiembre de 1839 (6480.9, n.º 6), se nos da cuenta de la situación al cabo de seis años: “En Estella el paisanage (sic) tiene mucho miedo y desconfianza, dicen públicamente que, para reservar sus intere-ses y personas, que escaparán, y tienen varias opiniones de capitulación o qué les será mejor. Que los clérigos y frailes en considerable número han enagenado (sic) sus granos porque tienen orden de marchar cada uno por donde pueda en un caso apurado, por lo cual muchos se han marchado ya. Que de la Guarnición

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ron después de un reclutamiento en tantos casos forzoso103 e inevita-blemente penoso que no les libró de la miseria y que pronto les condujo al desánimo y a percibir con crudeza la realidad de la situación y el pe-ligro que les amenazaba si volvían a su lugar de residencia. Después de todo, una guerra es una guerra, no un simulacro, y las condiciones de necesidad104 en que se desarrolló pueden excusar en cierto modo algu-nos comportamientos censurables. El trasfondo de sus respuestas con-serva ecos de un periodo histórico, político y social, pero también exis-tencial, personal que, además de iluminar nuestro conocimiento, con-mueve piadosamente porque su indigencia es, en lo esencial, también nuestra, por cuanto la condición humana nos iguala y nos hermana, puesto que las contingencias de la vida pueden conducir a igual estado.

Mi esperanza es que, tras la investigación que he llevado a cabo, re-sulte claro el proceso seguido y que los datos y las conclusiones extraí-das faciliten el camino a otros trabajos de mayor alcance.

de Estella se desertan con frecuencia cuando pueden y encuentran ocasión: que el sacar granos está prohivido (sic) pero les permiten a las familias que quieren salirse llebar (sic) sus ropas. Que por la epidemia de viruela se mueren muchos parbulitos (sic)”.

103 En declaración de febrero de 1838 (6476.2, n.º 11), leemos que “se habían lle-vado presa a la madre del declarante si no se presentaba para servir en las filas enemigas”. Y a un joven de Erdozain “lo sacaron por fuerza después del día de Reyes; lo llevaron preso a Estella porque no se había presentado cuando manda-ron y a pocos días de su prisión cayó enfermo y lo condujeron a Yrache; en él permaneció el tiempo que se ve por la alta que presenta, y el día que la recivió (sic) se vino a la posada de Biurrun donde antes estava (sic) sirviendo. Allí per-maneció hasta ahora que, temiendo que nuestras tropas lo agarrasen creyendo era faccioso, se vino a presentar” (6489.4, n.º 40).

104“Maroto en su proclama de finales de agosto de 1839, para explicar por qué ha-bía decidido pactar con Espartero, la primera razón que expuso fue “la falta de recursos para sostener la guerra” y aludió a la miseria extrema de su Ejército” (A. GARCÍA-SANZ MARCOTEGUI en la Introducción al libro de F. SANTOS ESCU-DERO, Miseria, hambre y represión..., p. 19).

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