Introduccioìn a Las Epistolas PAstorales

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Introducción a las Epístolas Pastorales A. LAS “PASTORALES” Estos escritos conocidos como las “Pastorales”, que incluyen la Primera y Segunda Epístolas a Timoteo y la Epístola a Tito, difieren considerablemente de otros escritos atribuidos a Pablo, debido a que fueron escritos a individuos y a su carácter predominantemente pastoral. Todas las otras epístolas de Pablo, con excepción de la Epístola a Filemón, están dirigidas a iglesias y son obviamente, en la mayoría de los casos, ejemplos del trabajo de un pastor-dirigente que aconseja, amonesta y disciplina el rebaño que supervisa. En cambio las Epístolas Pastorales están dirigidas a pastores. Estas cartas ejemplifican la tarea supervisora de un pastor dirigente que escribe a quienes hacen trabajo pastoral bajo su cuidado. Esta distinción es un factor básico para determinar esas características de las Epístolas Pastorales que han provocado mucha discusión entre los eruditos, y que han resultado en la acusación de que estas cartas no fueron escritas por Pablo. La designación “Pastoral”, a pesar de su validez obvia, no ha sido aplicada a estas cartas desde el principio; su origen más bien es reciente. Cierto, tal designación fue anticipada por Santo Tomás de Aquino en el siglo XIII; pero no fue sino hasta principios del siglo XVIII que comenzó a utilizarse la nomenclatura “las Pastorales”; y la designación no fue aceptada sino hasta que fue adoptada por el famoso expositor bíblico Dean Alford, en 1849. La designación “las Pastorales” es adecuada dentro de ciertos límites. El propósito principal de estas cartas es lo que ha llegado a llamarse la “cura de almas”, tal como ese ministerio era llevado a cabo en Efeso y Creta por Timoteo y Tito respectivamente. En estas cartas Pablo aconseja y advierte, exhorta y anima a sus hijos espirituales, que ahora son sus asistentes en el cuidado de las iglesias. Echando mano de su abundante conocimiento de la fe, y de sus experiencias en el trato con hombres e iglesias de diversos tipos, él les da amonestaciones y dirección a estos jóvenes ministros. Pero las Epístolas Pastorales están limitadas por el hecho de que, usando las palabras de Donald Guthrie, no son “manuales de teología pastoral.” 1 La mayoría de los temas esenciales de tales manuales son omitidos en estas cartas. Más bien, éstas tratan 1 New Testament Introduction: The Pauline Epistles (Chicago: Inter-Varsity Press, 1961), p. 198.

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Cartas Timoteo y Tito

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Introducción a las Epístolas PastoralesA. LAS “PASTORALES”

Estos escritos conocidos como las “Pastorales”, que incluyen la Primera y Segunda Epístolas a Timoteo y la Epístola a Tito, difieren considerablemente de otros escritos atribuidos a Pablo, debido a que fueron escritos a individuos y a su carácter predominantemente pastoral. Todas las otras epístolas de Pablo, con excepción de la Epístola a Filemón, están dirigidas a iglesias y son obviamente, en la mayoría de los casos, ejemplos del trabajo de un pastor-dirigente que aconseja, amonesta y disciplina el rebaño que supervisa. En cambio las Epístolas Pastorales están dirigidas a pastores. Estas cartas ejemplifican la tarea supervisora de un pastor dirigente que escribe a quienes hacen trabajo pastoral bajo su cuidado. Esta distinción es un factor básico para determinar esas características de las Epístolas Pastorales que han provocado mucha discusión entre los eruditos, y que han resultado en la acusación de que estas cartas no fueron escritas por Pablo.

La designación “Pastoral”, a pesar de su validez obvia, no ha sido aplicada a estas cartas desde el principio; su origen más bien es reciente. Cierto, tal designación fue anticipada por Santo Tomás de Aquino en el siglo XIII; pero no fue sino hasta principios del siglo XVIII que comenzó a utilizarse la nomenclatura “las Pastorales”; y la designación no fue aceptada sino hasta que fue adoptada por el famoso expositor bíblico Dean Alford, en 1849.

La designación “las Pastorales” es adecuada dentro de ciertos límites. El propósito principal de estas cartas es lo que ha llegado a llamarse la “cura de almas”, tal como ese ministerio era llevado a cabo en Efeso y Creta por Timoteo y Tito respectivamente. En estas cartas Pablo aconseja y advierte, exhorta y anima a sus hijos espirituales, que ahora son sus asistentes en el cuidado de las iglesias. Echando mano de su abundante conocimiento de la fe, y de sus experiencias en el trato con hombres e iglesias de diversos tipos, él les da amonestaciones y dirección a estos jóvenes ministros. Pero las Epístolas Pastorales están limitadas por el hecho de que, usando las palabras de Donald Guthrie, no son “manuales de teología pastoral.”1 La mayoría de los temas esenciales de tales manuales son omitidos en estas cartas. Más bien, éstas tratan vigorosamente sólo con unos pocos de los asuntos que confronta un pastor —asuntos que eran los más importantes en estas iglesias en particular, y nada más. Lo que es más, probablemente la intención de estas cartas era nada más el de suplementar la instrucción oral que el apóstol había dado a estos jóvenes ministros. Este es un hecho que debe tenerse en cuenta al leer cualquiera de las cartas de Pablo, especialmente las que están dirigidas a las iglesias que él mismo estableció. Detrás de la instrucción teológica y religiosa de sus epístolas está la extensa predicación del apóstol; y en el fondo de muchas discusiones aparentemente incompletas en las epístolas, debe asumirse que había una estructura de enseñanzas coherentes impartidas oralmente por el apóstol.

Aunque las Epístolas Pastorales pueden estar limitadas en el área que tratan, persiste el hecho de que su contenido yace completamente en el campo de la teología pastoral. La designación “Pastoral”, es entonces muy apropiada.

B. PATERNIDAD LITERARIA1. El punto de vista tradicional

El punto de vista que señala a Pablo como el autor de estas Epístolas no debe descartarse ligeramente. Las epístolas aducen la paternidad literaria paulina; esto es claramente

1 New Testament Introduction: The Pauline Epistles (Chicago: Inter-Varsity Press, 1961), p. 198.

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señalado en las salutaciones de cada carta. A pesar de la tendencia moderna de hacer a un lado dicha evidencia, el peso de la prueba milita en contra de quienes pretenden hacerlo. A favor de la autenticidad de estas epístolas, está el hecho que desde los tiempos más remotos de la iglesia fueron consideradas obras de Pablo. Alfred Plummer lo indica terminantemente con estas palabras: “La evidencia en cuanto a la aceptación general de ellas como obras de Pablo es completa y positiva, y se remonta a los tiempos más remotos de la iglesia.” 2 Es significativo que no fue sino hasta la primera parte del siglo XIX que comenzó a ponerse en tela de duda la paternidad literaria paulina. Seguramente la opinión de Guthrie es bien fundada cuando dice: “Si las razones para la objeción [de la paternidad literaria paulina] son tan abrumadoras como ellos [sus proponentes] afirman, se debe dar alguna razón adecuada de la increíble falta de perspicacia, por tanto tiempo, de parte de los eruditos cristianos.”3

2. El ataque contra la paternidad literaria paulinaA pesar de la fuerza persuasiva de la evidencia que favorece a Pablo como el autor de estas cartas, algunos eruditos han tratado persistentemente de probar que esta evidencia no es digna de confianza. El ataque contra la autenticidad de las Pastorales ha sido llevado a cabo desde, por lo menos, cuatro frentes: (1) la dificultad de hacerlas coincidir con la carrera de Pablo, según ésta es revelada en la literatura neotestamentaria; (2) la alegada falta de compatibilidad de las cartas con la organización de las iglesias tal como se cree que existía durante la vida del apóstol; (3) los énfasis doctrinales de las Pastorales de los que se afirma que difieren radicalmente de las enseñanzas de Pablo en sus otras epístolas; y (4) las diferencias en el vocabulario que se afirma que existe entre los Pastorales y las cartas que Pablo dirigiera a las iglesias.

a. El primero de éstos es el problema histórico: ¿Cómo pueden acomodarse estas cartas a lo que conocemos de la carrera de Pablo? El conocimiento que tenemos de su carrera descansa en gran parte en Los Hechos de los Apóstoles, y en valioso material adicional derivado de los escritos del mismo Pablo. Sin embargo, debe recordarse que Los Hechos de los Apóstoles no pretende ser la biografía de Pablo. Lo que es más, Saulo de Tarso (como primeramente se le conoce en Hechos) no es mencionado sino hasta Hechos 7:58. La narración de su maravillosa conversión es relatada en el capítulo 9; y no leemos que fue aceptado completamente como líder cristiano hasta los capítulos 11 y 13. No se hace ningún intento de informar al lector acerca de la niñez y juventud de Pablo. Su conspicua presencia en el resto del escenario de Los Hechos se debe únicamente al factor de que su ministerio fue el más sobresaliente de todos los apóstoles, y a que Lucas, el autor de Los Hechos, participó en muchas de las actividades de Pablo. Lucas termina su narración acerca de Pablo tan abruptamente como la comenzó, dejando al apóstol al final de su primer encarcelamiento romano —una detención que aparentemente finalizó con su absolución. No hay evidencia en Hechos de que la muerte de Pablo hubiera ocurrido inmediatamente después de los eventos allí relatados.

Los que no aceptan que Pablo escribió las Pastorales arguyen que “es imposible acomodar estas epístolas dentro del marco de la historia de Los Hechos.”4 Si existe alguna evidencia de que los eventos finales relatados en Los Hechos coinciden con los eventos finales de la vida de Pablo, tal información sería, ciertamente, una objeción fatal. Sin embargo, no existe tal evidencia. Discutir acerca de los últimos años de la vida del apóstol basándonos en el

2 “The Pastoral Epistles”, The Expositor’s Bible, ed. W. Robertson Nicoll (Nueva York: Funk and Wagnalls 3 Op. cit., p. 202.4 Ibid., p. 203.

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silencio de Los Hechos, es elevar un argumento sobre un fundamento en la arena.

Es muy probable que el apóstol haya sido absuelto y liberado de su primer encarcelamiento en Roma y disfrutado algunos años más de libertad y de liderazgo cristiano. Hay razón para creer que su renovada actividad pudo haber incluido el cumplimiento de su acariciado sueño de visitar España (Ro. 15:28). W. J. Lowstuter resume así este asunto: “… es imposible dar una razón valedera que niegue que Pablo fue puesto en libertad ni puede mencionarse una prueba que en efecto la refute. Las Pastorales presuponen una liberación. Esto deja la puerta abierta muy razonablemente para las diversas referencias históricas que, de otra manera, serían difíciles de manejar. Luego de su liberación, Pablo pudo volver a visitar las iglesias que había fundado, renovar el contacto con su antiguo trabajo, comenzar nuevas obras en Creta, Dalmacia, y Galacia, hacer planes para invernar en Nicópolis, dejar una capa y los libros en Troas, los cuales reclamaría poco tiempo después cuando, nuevamente, había sido arrojado a la cárcel, y desde su segundo encarcelamiento escribir que su carrera había terminado, pues su caso no tenía esperanza en las cortes del imperio.”5

b. El segundo ataque contra la autenticidad de las Pastorales se basa en el problema eclesiástico: la alegada incompatibilidad de estas epístolas con la organización eclesiástica del primer siglo. Se afirma que las Pastorales reflejan un estado avanzado en la organización de las iglesias que, por definición, no pudo haber existido sino hasta la mitad del segundo siglo. Las direcciones de estas epístolas en relación con el nombramiento de obispos y diáconos, y las cualidades especificadas para estos oficios, la autoridad que Timoteo y Tito parecen tener en relación con el nombramiento de dichos oficiales, el énfasis en los ancianos como custodios y portadores de las tradiciones —estos factores, se nos dice, apuntan a un período considerablemente posterior al tiempo de Pablo. Más aún, las herejías contra las cuales se dan notas de advertencia parecieran ser herejías gnósticas que primero llegaron a ser una verdadera amenaza en el segundo siglo.

En contestación, es necesario señalar que desde el principio de su ministerio Pablo estuvo preocupado por la decencia y el orden de las iglesias que fundó. Lucas relata que en el primer viaje misionero Pablo y Bernabé “constituyeron ancianos en cada iglesia” (Hch. 14:23). En su carta a los Filipenses, Pablo saluda “a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos” (Fil. 1:1). Más aún, es evidente la preocupación de Pablo por los diversos órdenes del ministerio en pasajes tales como Efesios 4:11–12.

Así es cómo el Nuevo Testamento aporta un testimonio impresionante al hecho que entre los primeros oficiales de la iglesia primitiva había ancianos, obispos y diáconos. Edwin Hatch señala que la organización de las primeras iglesias siguió modelos que habían llegado a ser populares en la organización de sociedades seculares. El dice: “Cada una de las asociaciones políticas o religiosas que abundaban en el imperio tenía su comité de oficiales. Por lo tanto es históricamente probable… que cuando los gentiles que abrazaron el cristianismo llegaban a ser suficientemente numerosos en la ciudad como para requerir cierta clase de organización, esa organización tomara la forma popular. Seguramente ésta no era totalmente monárquica ni totalmente democrática, aunque en esencia lo era; sino más bien sería un cuerpo ejecutivo permanente que consistía de muchas personas.”6 Esta tendencia es evidente en el nombramiento que Pablo hace de ancianos (presbíteros) en las iglesias que organizó. Es evidente, además, que el director de este grupo de ancianos, la cabeza tanto de las finanzas como de la parte espiritual de la iglesia local, era conocido en griego 5 “The Pastoral Epistles: First and Second Timothy and Titus”, The Abingdon Bible Commentary, ed. por F. C. Eiselen, et al. (Nueva York: Abingdon-Cokesbury Press, 1929), p. 1275.6 The Organization of the Early Christian Churches (Londres: Longmans, Green and Co., 1901), p. 63.

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como episcopos, en castellano “obispo”. Era su tarea, entre otras responsabilidades, mantener la integridad fiscal de la iglesia local. Debido a que la iglesia cumplía funciones tanto caritativas, como religiosas (pues muchos de los que militaban en sus filas padecían grandes necesidades), la custodia de fondos de benevolencia de la iglesia era una responsabilidad muy importante; y la cumplía el obispo.

Para repartir estos fondos entre los pobres, el obispo contaba con un grupo de oficiales conocido en griego como diakonoi, o “diáconos” en castellano. El diaconato que se estableció más tarde en la iglesia primitiva, fue anticipado claramente en los tiempos del Nuevo Testamento cuando los apóstoles nombraron, en Jerusalén, a “siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría”, cuya responsabilidad consistía en velar por “la distribución diaria” para ayudar a los necesitados (Hch. 6:1–3). A la larga, la práctica de la iglesia fue que la distribución de esta ayuda quedó en manos de los diáconos, mientras que la responsabilidad final era del obispo, quien actuaba como presidente y representante de la junta de ancianos de la iglesia. Es verdad que estos oficios experimentaron cambios significativos cuando la iglesia cristiana entró al segundo y tercer siglos, pero prevalece el hecho de que existieron en los tiempos del Nuevo Testamento y de que las responsabilidades de esos oficios tal como funcionaron al principio eran básicamente las mismas que en tiempos posteriores. Parece, entonces, que el tipo de organización eclesiástico reflejado en las Pastorales no nos transporta necesariamente más allá del período de Pablo.

c. El tercer frente que ataca la paternidad literaria paulina es doctrinal: ¿Existen tales diferencias radicales en las doctrinas de estas epístolas y en los primeros escritos de Pablo como para hacer insostenible la opinión de que las Pastorales sean la obra de Pablo? Quienes niegan la paternidad literaria de Pablo sobre esta base citan el hecho de que doctrinas características del apóstol como la de “la paternidad de Dios”, y “la unión mística del creyente con Cristo”, o la expresión única del apóstol “en Cristo”, no aparecen citadas en ninguna ocasión en las Pastorales. También preguntan: ¿Y qué ha ocurrido con el concepto del apóstol acerca del Espíritu Santo? Para contestar es necesario señalar que el propósito del apóstol al escribir las Pastorales difiere del propósito que tuvo en sus otros escritos. En las primeras Epístolas, Pablo escribe como evangelista, maestro y, también, como pastor del rebaño. Su método, en algunas instancias, es teológico (como en Romanos), correctivo (como en las Epístolas a los Corintios), preocupado por la necesidad de eliminar conceptos equivocados (como en las Epístolas a los Tesalonicenses); pero siempre hortatorio. Pero en las Pastorales, el apóstol se aleja más que antes de su responsabilidad pastoral. Hombres más jóvenes están al frente, dirigiendo las tropas de combate de la fe, y la función de Pablo es más la de estratega y director. Es verdad que está preocupado con la sana doctrina, como le correspondería a “Pablo… el anciano” al escribirles a hombres más jóvenes. Es verdad que “la fe” ha llegado a ser la característica del mensaje cristiano y que las declaraciones formales de fe son más conspicuas que en las cartas anteriores. Pero todo esto no sólo refleja un cambio en la situación de las iglesias y en toda la empresa cristiana, sino también de cambios psicológicos que le ocurrieron a Pablo a medida que envejecía. A la luz de todas estas consideraciones, sería por supuesto una burla negar sobre estas bases la paternidad literaria de estas cartas obviamente paulinas.

Pero es necesario hacer la pregunta acerca de las herejías contra las que advierten las Pastorales: ¿Pertenecen estas falsas enseñanzas necesariamente, como algunos alegan, al segundo siglo en lugar del primero? Alfred Plummer ha hecho un cuidadoso estudio de las enseñanzas que Pablo trata de refutar. El las analiza así:

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“(1) La herejía es de carácter judío. Sus promotores ‘desean ser maestros de la ley’ (1 Ti. 1:7). Algunos de ellos son ‘de la circuncisión’ (Tito 1:10). La herejía consiste de ‘fábulas judaicas’ (Tito 1:14). Las dudas que suscita son ‘discusiones acerca de la ley’ (Tito 3:9).

“(2) También es indicado su carácter gnóstico. Se nos dice tanto en 1 Timoteo 1:3, 4, como en Tito 1:14 y 3:9 que la herejía trata con ‘fábulas y genealogías’. Es ‘vana palabrería’ (1 Ti. 1:6), ‘y contiendas de palabras’ (1 Ti. 6:4), y ‘profanas pláticas’ (1 Ti. 6:20). Sus enseñanzas promueven un ascetismo contrario a las Escrituras y es antinatural (1 Ti. 4:3, 8). Es ‘la falsamente llamada gnosis’ [R-V.: ‘ciencia’] (1 Ti. 6:20).”7

Plummer cita además a Godet, quien encuentra tres distintas etapas entre el judaísmo y el cristianismo del primer siglo. La primera fue el período cuando el judaísmo estaba fuera de la iglesia y se oponía a ésta hasta el grado de la blasfemia. La segunda fue el período cuando el judaísmo intentó invadir la iglesia tratando de imponerle la ley mosaica. Finalmente llegó el período cuando el judaísmo llegó a ser una herejía dentro de la iglesia. En este tercer período, dice Godet, “se dan declaraciones que pretenden ser revelaciones acerca de nombres y genealogías de ángeles; reglas ascéticas absurdas son impuestas como normas de perfección, todo al mismo tiempo que la inmoralidad atrevida desfiguraba la vida verdadera.”8 Es esta última etapa la que nos confronta en las Pastorales, una etapa que obviamente transcurre durante la vida del apóstol. Sólo podemos concluir que, cualesquiera hayan sido los cambios que la herejía gnóstica haya tenido en años subsecuentes, observamos vestigios de esa herejía que claramente comienza a tomar forma en los últimos años de la vida del apóstol y que son claramente desenmascarados por él en las epístolas Pastorales.

d. El cuarto y último frente en el cual la batalla ha sido librada se debe al lenguaje: ¿Son suficientes las diferencias en el vocabulario que existe entre las Pastorales y las cartas de Pablo a las iglesias como para debilitar la tesis que las Pastorales son de origen paulino? Aquí el asunto es la aparición de unas 175 palabras en las epístolas Pastorales, conocidas como “hapaxes” (palabras que aparecen por primera vez en la obra de un autor). Estas palabras, se alega, corresponden al segundo siglo; argumento que, si fuera correcto, indicaría una paternidad literaria posterior a Pablo.

Sin embargo, la investigación ha descubierto que el vocabulario de las Pastorales no contiene palabras que no aparezcan en otros lugares de la literatura cristiana y secular de la mitad del primer siglo; y aproximadamente la mitad de las supuestas “nuevas palabras” aparecen en la Septuaginta (200 A.C.). Estos y otros argumentos parecidos están todos basados en un criterio que le resta mérito a la capacidad mental de Pablo. El era una persona vigorosa e imaginativa, perfectamente acoplado a los cambios que ocurrían debido a la creciente influencia del cristianismo en su invasión del mundo gentil, y estaba completamente consciente de los peligros que corría la fe debido a esos cambios. En relación con este mismo punto, N. J. D. White observa que “es casi seguro que semejante hombre sería dado a aceptar cambios en su perspectiva mental, para llegar a poseer ideales y conceptos actualizados, en tal grado que dejaría perplejas a mentes menos ágiles; y, por supuesto, nuevos pensamientos requieren para su expresión palabras y frases que tal hombre no había usado anteriormente. En el caso de San Pablo, ésta no es una suposición imaginaria. La diferencia entre el Pablo de Filipenses y el Pablo de 1 Timoteo no es tan grande como la que existe entre el Pablo de Tesalonicenses y el Pablo de Efesios y tal vez

7 Op. cit., p. 33.8 Citado por Plummer, op. cit., p. 34.

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menor que ella.”9

Esto no quiere decir que el apóstol fue personalmente responsable por cada palabra empleada en estas epístolas o, ya que hablamos de esto, en cualquiera de sus epístolas. J. N. D. Kelly ha sugerido recientemente que la dependencia de Pablo de los amanuenses bien pudo haber sido considerablemente mayor en las circunstancias bajo las cuales fueron producidas las Pastorales, y esto puede fácilmente explicar cualquiera de las variantes de estilo y vocabulario que sus críticos creen haber detectado. Pero hacer esta concesión no pone en tela de duda la paternidad literaria de estas epístolas en ninguna manera.

Esta revisión breve de la evidencia relacionada con la paternidad literaria de las Pastorales apunta a la conclusión de que estas cartas son efectivamente la obra de Pablo. El autor es un Pablo avanzado en años y ante la amenaza de la muerte, él mismo comprende completamente que su ministerio está a punto de acabar y que la antorcha debe ser pasada a manos más jóvenes y vigorosas. Sin embargo, su percepción de la meta del cristianismo no ha menguado en ninguna manera ni ha disminuido su consagración a la tarea cristiana.

C. DESTINATARIO Y PROPÓSITOEl hecho de que las Epístolas Pastorales sean dirigidas a individuos en lugar de a una iglesia o grupo de iglesias, las separa de los otros escritos paulinos. Timoteo y Tito eran hombres jóvenes que ocupaban un lugar íntimo y cariñoso en la confianza y el afecto del apóstol. Pablo les había asignado la responsabilidad de dirigir las iglesias cristianas de Efeso y Creta respectivamente. En ambos casos la iglesia era una pequeña isla de cristianos transformados, rodeados por un gran océano de paganismo y corrupción moral. Era una tarea colosal mantener la integridad del movimiento cristiano en medio de semejante ambiente. Pablo no podía desconectar su mente ni su corazón de los eventos que ocurrían en estos dos frentes de batalla. El estaba planeando un viaje que le llevaría cerca a estos dos pastores subordinados a él. Pablo necesitaba animarlos y aconsejarlos. Pero algunos asuntos eran demasiado apabullantes para esperar hasta tener entrevistas personales, y acerca de estos problemas Pablo envía sus consejos por escrito. Hay que nombrar obispos y diáconos, y éstos debían ser hombres de integridad destacada. Circulaban enseñanzas falsas que amenazaban la unidad de la fe, y el apóstol se siente obligado a hacer todo lo posible para mantener afinada la visión de sus jóvenes discípulos. En la segunda carta a Timoteo el apóstol confronta el hecho de que le queda poco tiempo. Le hace a Timoteo una confesión final de su confianza firme en Cristo y su seguridad de que, aunque Roma pueda destruir su cuerpo, no puede impedir su visión del glorioso futuro.

D. FECHA PROBABLEEstas epístolas fueron escritas después de que Pablo terminó su primer encarcelamiento romano. Su liberación ocurrió posiblemente en el año 61 ó 62 D.C. La tradición señala que el martirio del apóstol ocurrió durante los años 67 ó 68. Esto fija la fecha de este último período de la vida de Pablo con cierto grado de exactitud. Durante este tiempo fueron escritas las Pastorales y en este orden: 1 Timoteo, Tito y 2 Timoteo. Esta pareciera ser la secuencia probable a pesar de cierto desacuerdo entre los expertos. Luego de ser liberado, Pablo continuó sirviendo a Cristo, aunque sus idas y venidas sólo pueden ser conjeturadas. No hay ninguna duda de que Timoteo y Tito fueron comisionados a servir como pastores, uno en Efeso y el otro en Creta. Sus nuevas responsabilidades incluían escoger y nombrar oficiales competentes en estas iglesias, desenmascarar y desarraigar las tendencias herejes, y dirigir 9 “Introduction to the Pastoral Epistles”, The Expositor’s Greek Testament, ed. por W. Robertson Nicoll (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., s.f.), IV, 59.

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y disciplinar la fe y la conducta de los recién convertidos. Primera Timoteo y Tito fueron escritas durante el intervalo de libertad que disfrutó Pablo entre sus dos encarcelamientos romanos, quizá en los años 63 y 64 respectivamente. Segunda Timoteo fue escrita durante la última prisión del apóstol, en momentos en que el resultado final de su juicio era cada vez más evidente, aproximadamente en el año 66 ó 67. Aquí tenemos, entonces, lo que propiamente podría llamarse la última voluntad y el testamento del gran apóstol, el hombre a quien Deissman describió como “el primero después de Cristo” en el comienzo de la iglesia cristiana.

La Primera Epístola a TIMOTEOBosquejo

I. Salutación, 1:1–2A. La Autoridad del Apóstol, 1:1B. Dios Nuestro Salvador… Jesucristo Nuestra Esperanza, 1:1C. A Timoteo, 1:2D. Gracia, Misericordia y Paz, 1:2

II. Pablo y Timoteo, 1:3–20A. La Tarea de Timoteo en Efeso, 1:3–7B. La Función de la Ley en la Vida Cristiana, 1:8–11C. La Misericordia de Cristo en la Vida del Apóstol, 1:12–17D. El Encargo de Pablo a Timoteo, 1:18–20

III. El Orden en el Culto, 2:1–15A. Orden en la Adoración a Dios, 2:1–7B. Reverencia en el Culto Público, 2:8–15

IV. Requisitos de los Ministros Cristianos, 3:1–13A. El Carácter de los Obispos, 3:1–7B. El Carácter de los Diáconos, 3:8–13

V. Pablo Define la Iglesia, 3:14–16A. La Familia de Dios, 3:14–15B. El Misterio de la Piedad, 3:16

VI. Amenazas Contra la Integridad de la Iglesia, 4:1–16A. El Peligro del Ascetismo Extremo, 4:1–5B. La Estatura de un Buen Ministro de Cristo, 4:6–10C. El Ministro como Ejemplo, 4:11–16

VII. Administración de la Iglesia, 5:1–25A. Los Jóvenes Deben Respetar a los Mayores, 5:1–2B. Responsabilidad Hacia las Viudas Necesitadas, 5:3–16C. La Honra que Merece un Anciano, 5:17–25

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VIII. Instrucciones Diversas, 6:1–9A. Esclavos y Amos Cristianos, 6:1–2B. Consecuencias de las Falsas Enseñanzas, 6:3–5C. Los Peligros de las Riquezas, 6:6–10D. Propósitos y Recompensas de la Vida Piadosa, 6:11–16E. La Mayordomía de las Riquezas, 6:17–19

IX. Apelación Final de Pablo, 6:20–21

La Segunda Epístola a TIMOTEOBosquejo

I. Salutación, 1:1–2A. El Escritor, 1:1B. El Destinatario, 1:2

II. Tributo a la Primera Fe de Timoteo, 1:3–5A. Interés por el Bienestar de Timoteo, 1:3–4B. La Herencia de Timoteo, 1:5

III. San Pablo Alienta a Timoteo, 1:6–14A. Aviva el Fuego del Don de Dios que Está en Ti, 1:6–7B. Sé Impertérrito en Tu Obra, 1:8–10C. La Comisión de San Pablo, 1:11–12D. Importancia de la Sana Doctrina, 1:13–14

IV. Lealtad y Deslealtad, 1:15–18A. Amigos Falsos, 1:15B. Un Amigo Verdadero, 1:16–18

V. San Pablo Amonesta a Timoteo, 2:1–26A. Sé Firme en Tu Devoción a la Verdad, 2:1–2B. Sé Buen Soldado de Jesucristo, 2:3–4C. La Fidelidad Será Recompensada, 2:5–7D. De la Muerte a la Vida, 2:8–13E. Cómo Tratar a los Falsos Maestros, 2:14–19F. Enseña la Verdad en Amor y Tolerancia, 2:20–26

VI. Vendrán Tiempos Peligrosos, 3:1–9A. Características de la Decadencia Moral Inminente, 3:1–5B. Aun Ahora Subsisten Estas Condiciones, 3:6–9

VII. Recuerda Mi Ejemplo, 3:10–15A. Sufrimientos de San Pablo por Amor de Cristo, 3:10–11B. La Firmeza Es lo Esencial, 3:12–15

VIII. Inspiración de la Palabra de Dios, 3:16–17

IX. Encargo Final de San Pablo, 4:1–18A. Predica la Palabra, 4:1–5

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B. Discurso de Despedida del Apóstol, 4:6–8C. Peticiones Personales, 4:9–13D. Una Advertencia Particular, 4:14–15E. San Pablo Se Regocija en la Fidelidad de Dios, 4:16–18

X. Saludos y Bendición Finales, 4:19–22

La Epístola a TITOBosquejo

I. Salutación, 1:1–4

II. Requisitos para Ancianos y Obispos, 1:5–9

III. Se Debe Refutar a los Falsos Maestros, 1:10–16

IV. Normas de Conducta Cristiana, 2:1–10A. Normas para los de Mayor Edad, 2:1–3B. Normas para los Jóvenes, 2:4–8C. Normas para los Esclavos, 2:9–10

V. Listos para la Venida de Cristo, 2:11–15

VI. Cristianos en un Mundo Pagano, 3:1–7A. Sean Buenos Ciudadanos, 3:1–2B. Los Cristianos Son Transformados por la Gracia, 3:3–7

VII. Amonestaciones Finales, 3:8–11A. Ocúpense en lo que le Agrada a Cristo, 3:8B. Evita Controversias Inútiles, 3:9–11

VIII. Conclusión, 3:12–1510

10 Gould, J. G. (2010). Las Epístolas Pastorales. En Comentario Bíblico Beacon: Gálatas hasta Filemón (Tomo 9) (pp. 704–705). Lenexa, KS: Casa Nazarena de Publicaciones.