Introducción a las églogas de Garcilaso de la Vega

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Introducción a las églogas de Garcilaso de la Vega: De la mano de José Lezama Lima Kevin Sedeño Guillén Universidad Nacional de Colombia Los contemporáneos de Garcilaso lo critican

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Reseña sobre las Églogas de Garcilaso de la Vega, a partir del texto "El secreto de Garcilaso", de José Lezama Lima, con el propósito de comprender las relaciones entre el barroco español y el neobarroco americano.

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Introducción a las églogas de Garcilaso de la Vega:

De la mano de José Lezama Lima

Kevin Sedeño Guillén

Universidad Nacional de Colombia

Los contemporáneos de Garcilaso lo critican

“Mientras por preservar nuestros Pegasos / Del mal olor de culta

gerigonza, / Quemamos por pastillas Garcilasos” (Obras jocosas 120),

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dice Francisco de Quevedo (1580-1645) en su “Aguja de navegar cultos”

(1631). A propósito responde José Lezama Lima (1910-1976): “Garcilaso

en pastilla se ha quemado, pero sus aspirados vapores han motivado

efectos contradictorios no previstos por Lopillo” (“El secreto” 5), con lo

que da cuenta en su complejo lenguaje, de la convergencia en el “culto

marfil” de materiales poéticos de procedencia popular e indígena.

Félix Lope de Vega y Carpio (1562–1635) diría por su parte: “Creo

que muchas veces la falta del natural es causa de valerse de tan

estupendas máquinas el arte” (“Discurso sobre la nueva poesía” 467)

(1621). La reacción lopesca contra la poesía renacentista vendría a ser

resuelta -según Lezama- por Karl Vossler en su Lope de Vega y su

tiempo (1932), considerado como el “motor del lopismo hasta nuestros

días” (Rozas s. p.). Dice Lezama: “Un mito absorbente y pertrechado de

esencias populares de Lope, y un mito de delicias exclusivas o de

cámara secreta en la que se ha operado el vacío absoluto en Góngora”

(“El secreto” 7). Vossler habría disuelto la falsa contraposición entre lo

popular de Lope y lo culto de Góngora y esta convergencia conduciría a

lo que denomina intuye es el secreto de Garcilaso:

La influencia popular nutría a Góngora, un afán mantenido

favorecía en Lope, la aspiración a un estilo donde la palabra se

bastase. Esta vena secreta de Góngora a Lope, quizás nos den

la primera palabra del secreto de la coincidencia de escuelas y

aun simples maneras en Garcilaso. El dualismo poético que va

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a traspasar todo el siglo XVI, aparece en él centrado y resuelto,

pues si históricamente Garcilaso sufre la contrastación de la

poesía tradicional, orgánicamente está resuelta en él sin

intentar excluir, sin cruz de problematismo.

Garcilaso de la Vega (1498?-1536) se encontraría en medio de los

enfrentados, como nos recuerda Adolfo de Castro en su antología de

1854: “Cuando ardia en guerras el Parnaso español entre poetas cultos y

no cultos, el nombre de Garcilaso iba inscrito en los pendones de uno y

otro bando. Si por Garcilaso peleaba Lope de Vega, también por

Garcilaso peleaba el portentoso ingenio de don Luis de Góngora” (sic)

(Castro XVI). Pero antes de que emergiera esta comprensión, Garcilaso

sufre los ataques de varios de sus contemporáneos. Cristóbal de

Castillejo (h.1492-1550), entre ellos, representa la escuela tradicional de

la poesía castellana frente a la renacentista de Garcilaso de la Vega. En

su soneto Contra los que dexan los metros castellanos y siguen los

italianos, Castillejo advertía admonitoriamente:

Garcilaso y Boscán, siendo llegados

al lugar donde están los trovadores

que en esta nuestra lengua y sus primores

fueron en este siglo señalados,

los unos a los otros alterados

se miran, con mudanza de colores,

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temiéndose que fuesen corredores

espías o enemigos desmandados;

y juzgando primero por el traje,

pareciéronles ser, como debía,

gentiles españoles caballeros;

y oyéndoles hablar nuevo lenguaje

mezclado de extranjera poesía,

con los ojos los miraban de extranjeros (Castillejo 245).

Similar ataque se presenta en “La visita de Amor”, de Gregorio

Silvestre (1520-1569), de la cual presento un fragmento:

El sujeto frío y duro

y el estilo tan obscuro

que la dama en quien se emplea

duda, por sabia que sea,

si es requiebro o es conjuro.

Ved si la invención es basta,

pues Garcilaso y Boscán

la pluma puesta por asta

cada uno es un Roldán

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y con todo no le basta.

Yo no alcanzo cual engaño

te hizo para tu daño

con locura y desvarío

meter en mi señorío

moneda de reino extraño (Silvestre s. p.).

Defensa de Garcilaso

A pesar de estas oposiciones, Garcilaso es, según Lezama, el “centro

del cual van a surgir Lope y Góngora” (11). Cita los versos de la “Fábula

de Polifemo y Galatea”, en que Góngora le rendiría homenaje a

Garcilaso: “Como la ninfa bella, compitiendo / Cón el garzón dormido en

cortesía, / No solo para, mas el dulce estruendo / Del lento arroyo

enmudecer querría…” (Góngora. “Fábula” 461). El nombre de Galatea

quedaría asociado en la tradición poética española a Garcilaso, tal como

lo afirmaba el poeta español Luis Barahona de Soto (1548 -1595):

Aquella cuyo nombre entronizado

Por vos ha sido más que de Catulo

El nombre de su Lesbia celebrado,

Y más que son, con vano disimulo,

Corina, Laura y Delia del romano

Ovidio y del Petrarca y del Tibulo;

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Más que Teresa fué del valenciano1;

Más que Beatriz, que Cintia y que Diana

Del Dante, del Propercio y Lusitano;

Más que del claro Castillejo Ana;

Más que de Garcilaso Galatea;

Más que de Cartagena su Oriana (cit. en Marín 40).

Luego Lezama cita las estrofas de “En el sepulcro de Garcilasso de la

Vega”, debidas a Góngora:

Este el corvo instrumento

Que al Albano cantó, segundo Marte,

De sublime ya parte

Pendiente, cuando no pulsarle al viento,

Solicitar le oyó silva confusa,

Ya a docta sombra, ya a invisible musa.

Vestido pues el pecho

túnica Apolo de diamante grueso

parte la dura huesa,

con la que en dulce lazo el blando lecho.

Si otra inscripción deseas, vete cedo:

Lámina es cualquier piedra de Toledo (“En el sepulcro” 124).

Garcilaso en la tradición poética española1 Se refiere a Ausia March.

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Luego de dar cuenta de la afinidad de Góngora hacia la poesía de

Garcilaso, Lezama ensaya las nociones de “orbe poético” y “ambiente”

para intentar explicar la manera en que la poesía de Góngora se va

apoderando de las palabras y las cosas de forma que estas dejan de

reconocerse a sí mismas: “Mientras Góngora domina dentro de las

posibilidades de su orbe poético, Garcilaso es penetrado por el

ambiente” (“El secreto” 14). Estas diferencias entre la manera de

atracción del orbe de Góngora y del ambiente de Garcilaso es lo que

permitió hablar de un avasallante gongorismo, mientras la escuela de

Garcilaso no alcanza a cuajar en un epíteto personal. Lezama ve a

Garcilaso en la tradición de la literatura española, en su continuidad y

ruptura:

En la misma poesía artizada del Marqués de Santillana

notamos cómo lo inacabado se presenta en originalidad que

rechina. En Jorge Manrique, en quien ya la lengua empieza a

deslizarse sin romperse bruscamente, resbalan también

interrogaciones y resabiosos supuestos éticos; pero tan sólo en

Garcilaso, ya calculado su tono, el ambiente va a penetrar con

incalculable sigilo: Carlos V en el rôle de Carlomagno sin que se

le pueda caricaturizar, la impasibilidad ante su juventud en

Toledo, descansos amorosos en Nápoles, destierros en las islas

del Danubio (16-17).

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Es en este contexto en el que Lezama ve emerger a Garcilaso como

“producto del choque de un medioevalismo inconsciente con un seguro

paseo renacentista en el que la mirada se agarra de estatuas prefijadas,

de fosforadas panoplias y de columnas acuáticas” (17).

Las églogas como género poético en la tradición occidental

Lezama particulariza su atención en la obra de Garcilaso en la lectura

de las églogas. Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua

égloga es una “Composición poética del género bucólico, caracterizada

generalmente por una visión idealizada del campo, y en la que suelen

aparecer pastores que dialogan acerca de sus afectos y de la vida

campestre” (s. p). Él término égloga se había incorporado al Diccionario

en 1732 con la siguiente entrada:

Razonamiento á manera de diálogo entre paftóres, en que

tratan de cofas rúfticas, y también de fus amóres: como fon las

célebres de Virgilio. LLamafe también Ecloga. Es del Latino

Ecloga,… F. Herr. fob. la Egl. I. de Garcil. Las églogas llamadas

propiamente Eclogas de Eclogizo verbo Griego, que en el

Lenguaje Romano fignifica Seligo, y en el nueftro Efcójo, como

verfos efcogidos y bien compueftos, fon el mas antiguo género

de Poesía. Cerv. Quix. tom. 2. Cap.58. Trahemos eftudiadas dos

églogas, una del famofo Poéta Garcilafo, y otra del

excelentífsimo Camoes (372).

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Recuerdo aquí la primera estrofa de la “Égloga primera” de Virgilio:

TÍTIRO.

Títyre, tu patulce recubans sub tegmine fagi.

MELIBEO y TÍTIRO.

MELIBEO.

Oh Títiro, tañendo la sonora

Grácil avena al pie de la extendida

Haya gentil, rodar hora tras hora

Miras en quieta y venturosa vida.

Nosotros, de la patria

Los confines y campos bendecidos,

Ay Títiro! dejamos; tú, á la sombra

En medio de estos cármenes floridos,

Y encima la gramínea muelle alfombra

Tendido, enseñas á la selva fría

A resonar el nombre

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De la hermosa Amarilis, tu alegría (Virgilio 3).

La entrada del Diccionario incluye también una cita del capítulo LVIII

de la segunda parte del Quijote, donde se narra cómo Sancho y Quijote

se encuentran con un grupo de jóvenes que han decidido divertirse,

disfrazándose las muchachas de zagalas y los hombres de pastores:

“formando entre todos una nueva y pastoril Arcadia” (Cervantes 991) y

como el hidalgo termina esta aventura arrastrado por estampida de

toros. Los falsos pastores y las falsas zagalas se han apertrechado para

su diversión, según cuenta una de ellas con: “…dos églogas, una del

famoso poeta Garcilaso, y otra del excelentísimo Camoes en su misma

lengua portuguesa, las cuales hasta ahora no hemos representado”.

Lezama lee las “Églogas”

El Diccionario no deja duda sobre la condición de Garcilaso como el

autor paradigmático de églogas en español. Es en esta convicción en la

que Lezama analiza el tema de la “adquisición del paisaje”, atribuida en

la literatura en lengua española a Garcilaso (“El secreto” 19). Cita

entonces la Égloga I: “por donde un agua clara con sonido /atravesaba el

fresco y verde prado” (Garcilaso. “Égloga I” 4), esto como ejemplo de “la

presencia del paisaje con el adjetivo de poco atrevimiento en el bautizo”

(“El secreto” 19). A lo que añade la manera de romper levemente la

continuidad del verso como en: “que apresura / el curso tras los ciervos

temerosos, / que en vano su morir van dilatando” (Garcilaso. “Égloga I”

2-3). Concluye Lezama a propósito de la representación del paisaje en

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Garcilaso que: “Situar y sombrear, son el reverso de lo que se puso,

nombrar y olvidar, y después el desempleo de la palabra produce la

cámara neblinosa en la que el resultado final es el milagro diario; la

tradición de la sorpresa” (“El secreto” 20). Como corroboración de esta

afirmación final nos deja otros versos: “el fresco viento, /el blanco lirio y

colorada rosa / y dulce primavera deseaba” (Garcilaso. “Égloga I” 7).

Otros aspectos señalados por el ensayista cubano en la “Égloga

primera” son: “el tono de amante rechazado” (“El secreto” 21), la

condición fantasmal de sus personajes – “ambos como de sueño”

(Garcilaso. “Égloga I” 25), una “atmósfera de sueño” continuamente

aludida (“El secreto” 21): “Al que velando el bien nunca se ofrece, /

quizás que el sueño le dará durmiendo / algún placer, que presto

desfallece; en tus manos ¡oh sueño! Me encomiendo” (Garcilaso.

“Égloga II” 29); “los árboles, el viento / al sueño ayudan con su

movimiento” (30). Dice Lezama: “No es una cita de bucolismo falso, de

falsos pastores. Un hálito onírico recorre a las églogas en el momento

eficaz, cuando todo parecía conducido a la insoportable luz medrosa y a

los crepusculamientos” (“El secreto” 22). Por otro lado destaca el motivo

mitológico: “Entre el regulado incitante mitológico y su acepción y

devolución por la impresión sensible, demuéstrase que aquellas

influencias llegaban hasta la raíz del producir, donde Garcilaso ejercía

después absoluto señorío de propiedad” (23).

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El uso de la “lengua del espejo” es otro de los artilugios renacentistas

que destaca Lezama en la poesía de Garcilaso:

Yo, que tanto callar ya no podía,

y claro descubrir menos osaba

lo que en el alma triste se sentía,

le dije que en aquella fuente clara

vería de aquella que yo tanto amaba

abiertamente la hermosa cara.

Ella, que ver aquésta deseaba,

Con menos diligencia discurriendo

de aquella con que el paso apresuraba,

y en viendo el agua, toda fué alterada,

en ella su figura sola viendo (“Égloga II” 49).

La representación y descubrimiento del propio cuerpo es otra de las

marcas que Lezama nos muestra en Garcilaso:

¿No son aquestos piés? Con ellos ando.

Yo caigo en ello, el cuerpo se me ha ido;

Solo el espirtu es este que hora mando.

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¿Hale hurtado alguno ó escondido

Mientras mirando estaba yo otra cosa?

¿O si quedó por caso allí dormido?

Una figura de color de rosa

Estaba allí durmiendo: ¿si es aquella

Mi cuerpo? No, que aquella es muy hermosa (“Égloga II” 70).

Es Albanio el obsesionado con el desconocimiento o descubrimiento

de su propio cuerpo. Obsesión que se confronta frente al espejo, la

fuente que refleja. En una estrofa más adelante vuelve sobre el tema:

Yo podré poco, o hallaré testigo

de quien hurtó mi cuerpo; aunque esté ausente,

yo lo perseguiré como enemigo.

¿Sabrásme decir dél, mi clara fuente?

Dímelo, si lo sabes; así Febo

nunca tus frescas ondas escaliente.

Allá dentro en lo fondo está un mancebo

de laurel coronado, y en la mano

un palo propio, como yo, de acebo.

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Hola, ¿quién está allá? Responde, hermano.

¡Válgame Dios! O tú eres sordo o mudo,

o enemigo mortal del trato humano.

Espirtu soy, de carne ya desnudo,

que busco el cuerpo mío, que me ha hurtado

algún ladrón malvado, injusto y crudo.

Callar que callarás. ¿Hasme escuchado?

¡Oh santo Dios! Mi cuerpo mismo veo,

o yo tengo el sentido trastornado.

¡Oh cuerpo! Hete hallado, y no lo creo;

tanto sin ti me hallo descontento.

Por fin ya a tu destierro y mi deseo (71-72).

El desconocimiento del cuerpo propio llega hasta la enajenación del

ser: “Sabes algunas nuevas de mí?” (80), pregunta Albanio a Salicio, que

no duda en interpretar esta pregunta como signo evidente de locura.

Explica Dietz que:

Las Églogas reflejan el proceso de la idealización de lo

material y se comunican a través del reconocimiento de

símbolos universales que toman esa forma. La idealización

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del amor en las églogas se basa en el ascenso de lo material

a lo inmaterial (Parker 61). Lo humano se convierte en lo

ideal; así el amor se transforma en lo bello. Lo que existe en

la realidad material de Garcilaso aparece en su poesía en la

forma de la belleza del cuerpo humano (s. p.).

En una perspectiva más amplia de comprensión de la cultura

renacentista, Lezama se basa en la perspectiva de Scheler relativa a que

“La expresión intentada en una de las formas del dominio y de la cultura

se resuelve ingrávidamente en otras artes” (“El secreto” 27), para

afirmar que Claude Lorrain o Claudio de Lorena (1600-1682), como

quiera llamársele, realiza con su paisajismo el intento de Garcilaso.

Lezama se acerca a la muerte de Garcilaso, ocurrida en la toma de la

torre de Le Muy, como otra manifestación de su “cortesanía

renacentista” (35). El enfrentamiento se había producido el 19 de

septiembre de 1536. Garcilaso, que ha sido nombrado maestre de

campo por el emperador Francisco I, queda herido al caer de una escala

y como consecuencia muere el 13 o el 14 de octubre2. Luego de narrada

la muerte Lezama puede abordar el “posible secreto de Garcilaso” (39) y

para eso se remite a unas palabras de Azorín: “’Garcilaso’- nos advierte 2 Véase: Tratado muy breve en el cual se tratan las batallas y ligas y exércitos con

todos los otros contecimientos que en Italia, Francia, Austria, Berbería y en otras partes

ha tenido el exército de la Magestad Cesárea, desde el dia de San Pedro y San Pablo

del año de mili é quinientos é veinte é uno hasta los diez é siete de Noviembre de mili

é quinientos é quarenta é cinco. Abtor Martin García Cerezeda, cordovés.

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a tiempo Azorín- ‘es entre todos los poetas castellanos, el único poeta

exclusiva e íntegramente laico. No sólo constituye una excepción entre

los poetas, sino entre todos los escritores clásicos de España. En la obra

de Garcilaso no hay ni la más pequeña manifestación extraterrestre’”

(cit. 39).

La lectura de Garcilaso de la Vega que emprendió José Lezama Lima

en su ensayo “El secreto de Garcilaso” (1937), da cuenta de la raíz

barroca de la poesía del toledano, como preámbulo no explicitado al

neobarroco americano, del que el propio Lezama sería uno de los

máximos representantes en la poesía y en la ensayística. Sin embargo,

tanto el secreto de Garcilaso, como el de Lezama, perviven en la

búsqueda aguda de los lectores que navegan por sus obras, como entre

fuentes y sueños.

http://www.ucm.es/info/especulo/numero25/egloga.html?=

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siguen los italianos”. Obras de Christóbal de Castillejo, secretario

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desde la formación del lenguaje hasta nuestros días. Poetas

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Biblioteca de autores españoles desde la formación del lenguaje

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colección ordenada por Don Adolfo de Castro. Madrid: M.

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Madrid: Librería de Ramos, 1821. t. 1. 117-120. 27 abr. 2010.

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Real Academia Española. Diccionario de la lengua castellana, en que se

explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y

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refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua […]

Compuesto por la Real Academia Española. Tomo tercero. Que

contiene las letras D.E.F. Madrid: Imprenta de la Real Academia

Española por la viuda de Francisco del Hierro, 1732. Reproducido

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Madrid: Cátedra, 1990. pp. 17-35. 27 abr. 2010. Biblioteca Virtual

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Silvestre, Gregorio. Obras del famoso poeta Gregorio Silvestre;

recopiladas y corregidas por sus herederos y de Pedro de Cáceres

y Espinosa. Dirigidas al ilustrísimo y reverendísimo señor don

Juan Méndez Salvatierra, arzobispo de Granada. Con licencia.

Impreso en Lisboa por Manuel de Lira el año de 1592, ff. 208 v. -

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Don Antonio de Sancha, 1776. 459-478. Google Libros. Web.

Virgilio. Traducción parafrásica de las Églogas de Publio Virgilio Marón.

[s.l.]: [s.n.], [s.a.]. [Traducción parafrástica de las Geórgicas

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cuatro libros de la Eneida (1°, 2°, 4° y 6°) y dos églogas, en la

imprenta Tipografía Luis Junco, Sucesor, de Xalapa.]

Vossler, Karl. Lope de Vega und sein Zeitalter. Munich, 1932; trad. cast.:

Lope de Vega y su tiempo. Madrid, Revista de Occidente, 1933,

19402. Cit. en Rozas s. p.