Introducción a Nóesis y Noema

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Nóesis-Nóema La fenomenología es un método descriptivo por medio del cual se intenta encontrar un fundamento apodíctico para el conocimiento. Cabe decir que en los textos incluidos en la bibliografía se hace un estudio de la conciencia cuando se focaliza éste en, diremos por ahora, aunque no de la manera más afortunada, lo puramente psíquico. De esta manera se encuentra uno con aquello que en realidad pertenece a este campo, a saber, las vivencias. Observar en qué consisten estas vivencias no es una tarea para nada sencilla, más bien, requerirá de una ardua investigación fenomenológica, o, como se verá más adelante, de un gran recorrido descriptivo, en el cual se intentará reproducir de la manera más fiel aquello que sea evidente en ese momento; claro está que no se puede esperar obtener una ciencia terminada, como hace alusión el mismo Husserl, el fenomenólogo es un viajero que “explora una parte desconocida del mundo, describiendo cuidadosamente lo que se le presenta a lo largo de sus caminos no trillados y que no siempre serán los más cortos. A tal viajero puede henchirle la segura conciencia de dar expresión a lo que tenía que expresarse de acuerdo con el momento y las circunstancias, la cual, por ser fiel reproducción de lo visto, conservará por siempre su valor, aunque nuevas exploraciones requerirán nuevas descripciones con múltiples correcciones” (1949, 96). Inicialmente la investigación plantea una especie de giro cartesiano o, como se lo llamó en el artículo de la Enciclopedia Británica, un giro trascendental, esto es, dirigir la mirada a la conciencia misma. Como sabemos, en sus meditaciones, Descartes plantea su duda metódica, la cual lo lleva a un suelo “firme”, a saber, que se puede dudar de todo menos de que se duda. En efecto, será algo indubitable el hecho de que pensamos, dudamos, percibimos, etc., esto no es otra cosa más que vivencias de conciencia. Sin embargo, a

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Nóesis-Nóema 

La fenomenología es un método descriptivo por medio del cual se intenta encontrar un fundamento apodíctico para el conocimiento. Cabe decir que en los textos incluidos en la bibliografía se hace un estudio de la conciencia cuando se focaliza éste en, diremos por ahora, aunque no de la manera más afortunada, lo puramente psíquico. De esta manera se encuentra uno con aquello que en realidad pertenece a este campo, a saber, las vivencias. Observar en qué consisten estas vivencias no es una tarea para nada sencilla, más bien, requerirá de una ardua investigación fenomenológica, o, como se verá más adelante, de un gran recorrido descriptivo, en el cual se intentará reproducir de la manera más fiel aquello que sea evidente en ese momento; claro está que no se puede esperar obtener una ciencia terminada, como hace alusión el mismo Husserl, el fenomenólogo es un viajero que “explora una parte desconocida del mundo, describiendo cuidadosamente lo que se le presenta a lo largo de sus caminos no trillados y que no siempre serán los más cortos. A tal viajero puede henchirle la segura conciencia de dar expresión a lo que tenía que expresarse de acuerdo con el momento y las circunstancias, la cual, por ser fiel reproducción de lo visto, conservará por siempre su valor, aunque nuevas exploraciones requerirán nuevas descripciones con múltiples correcciones” (1949, 96). 

Inicialmente la investigación plantea una especie de giro cartesiano o, como se lo llamó en el artículo de la Enciclopedia Británica, un giro trascendental, esto es, dirigir la mirada a la conciencia misma. Como sabemos, en sus meditaciones, Descartes plantea su duda metódica, la cual lo lleva a un suelo “firme”, a saber, que se puede dudar de todo menos de que se duda. En efecto, será algo indubitable el hecho de que pensamos, dudamos, percibimos, etc., esto no es otra cosa más que vivencias de conciencia. Sin embargo, a Descartes le hizo falta algo importantísimo, a saber, esas conciencias son conciencias de algo: cuando percibimos, percibimos algo; cuando dudamos, dudamos algo, etc. En esa medida debemos decir que la intencionalidad, es decir, el hecho de estar dirigido a algo más, es un rasgo fundamental de las vivencias de conciencia y de la conciencia misma . (Cabe decir que otra de las razones por las cuales, considero, Descartes no logró una investigación afortunada de la conciencia, es que su investigación no se separa de un cierto psicologismo, o, como espero que se vea con más claridad, no practica ninguna reducción fenomenológica.) 

Por otro lado, las vivencias son más que lo anterior; además, claro, esa intencionalidad no es un rasgo para nada simple. Las vivencias, diremos, abarcan más que sólo las vivencias intencionales: “Por vivencias en el sentido más amplio entenderemos todo aquello con que nos encontramos en la corriente de vivencias; así, pues no sólo las vivencias intencionales, (…) sino cuanto ingrediente encontremos en esta corriente y sus partes concretas” (1949, 36). Cuando se hace referencia a ingredientes de la corriente de vivencias, se refiere, por ejemplo, a los datos de la sensación: en este momento veo una 

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pared blanca, es decir, tengo una vivencia perceptual que es conciencia de la pared; la pared misma no pertenece a mi vivencia, tampoco el color blanco de la pared, sin embargo, el dato de la sensación de ese color, por ejemplo, “la blancura”, en tanto que muestra o exhibe el blanco de la pared, ese sí pertenece a la corriente de vivencias. Claro está, este es un sentido amplísimo de ‘vivencia’, pero esa distinción trazada aquí será de utilidad. 

La intencionalidad es, no obstante, un rasgo del que todas las vivencias participan, aún aquellas que no son propiamente intencionales. En efecto, en tanto que aquellas vivencias que son meramente datos de los sentidos y no intencionales son, precisamente, datos de vivencias intencionales, de algún modo se relacionan con ésta. También aquellas vivencias no actuales de algún modo participan de la intencionalidad: cuando estoy dirigido perceptivamente a un objeto y aprehendo el mismo, esto es, lo destaco de entre todos los objetos que se encuentran en mi campo perceptual, entonces se podría decir que tengo una vivencia actual de ese objeto. Por otro lado, si con un mero cambiar la mirada, destaco otro objeto, entonces ésta sería otra vivencia actual. Esas vivencias inactuales, a saber, aquellas en las que no estoy destacando el objeto, en tanto que son potencialidades de vivencias intencionales actuales, participan de algún modo de la intencionalidad. En esta medida, es la intencionalidad aquello que encierra a todas las vivencias, aún aquellas que no son propiamente intencionales. 

Lo anterior no agota en modo alguno el examen a propósito de las vivencias. Antes habíamos caracterizado estas vivencias en, al menos, dos grupos: en primer lugar, las vivencias intencionales y los ingredientes no intencionales de las vivencias. Pues bien, a este primer grupo pertenecen datos de los sentidos, impulsos, y sentimientos sensibles, como placer, dolor, etc. Ahora bien, los anteriores contenidos primarios, si nos fijamos en, por ejemplo, una percepción, son de alguna suerte el centro líquido de esa percepción. Husserl habla de éstos contenidos como componentes de vivencias intencionales, pero no sólo como componentes, sino como aquello sobre lo cual se encuentra una capa animadora que le da sentido a la vivencia y hace de está un vivencia intencional. Intentaré hacer esta idea más clara, por lo pronto, lo tomaré como el centro líquido en la receta de una vivencia, sobre el cual se encuentra la otra capa, la cual hace que tengan sentido estos contenidos primarios. De esta manera, esos contenidos primarios se los llaman datos hyléticos materiales o materia, no es muy difícil imaginar por qué: si a una percepción le quitáramos los datos sensoriales, entonces, probablemente, no quedaría nada. 

Por otro lado, hay decir algo a propósito de esa capa animadora que está sobre la materia. En primer lugar, si sólo hubiese datos materiales y nada más, entonces no habría algo así como vivencias; los datos en sí mismos no tienen ninguna relación necesaria entre ellos, por tanto, por ejemplo, no podría concebir la blancura, solidez, etc., conformando mi percepción actual de la pared. Así que debe haber algo que aporte unidad a esos datos 

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materiales, debe haber una capa que sea soportada por aquellos, pero que, además, aporte sentido a éstos. De esta manera, se puede hablar de intencionalidad, es decir, es esa capa animadora aquello que aporta el rasgo de la intencionalidad a las vivencias. A estos elementos intencionales o que aportan la intencionalidad se los llama elementos noéticos o nóesis, cuya función es dar sentido. 

Aquí caben una serie de problemas funcionales o, a mi juicio, trascendentales. En primer lugar, la función, desde un punto de vista teleológico, de una vivencia aislada es hacer posible la unidad sintética. Cuando vemos un objeto, por ejemplo, una manzana, esa manzana forma una “unidad objetiva intencional”; ahora bien, si la miramos desde diferentes orientaciones, entonces esa manzana mantendrá dicha unidad. La cosa es, ¿cómo es posible que por medio de procesos noéticos se pueda originar conciencia de algo, aunque eso de lo que se es consciente es trascendente a la conciencia misma? Esto resulta problemático pues no es clara la relación que hay entre los elementos noéticos que configuran la materia y lo trascendente de lo cual esas vivencias noéticas son “conciencia de”. Por tanto, tampoco es claro cómo es que lo trascendente mantiene una unidad intencional, aunque nuestras vivencias mismas cambien –aunque veamos el objeto desde diferentes orientaciones, etc. –, así que la pregunta incluye también la posibilidad de que podamos comprobar las “unidades de objetividad” a través de diferentes vivencias, llegando incluso al punto de tachar algunas como ilusiones o mera apariencia. 

En un terreno universal se pregunta, entonces, por cómo están diseñadas todas las relaciones de las cuales es algo más “conciencia de”. Otra formulación es llevar a la universalidad las preguntas a propósito de cómo es que por esencia una “unidad objetiva” es el correlato de estructuras específicas de conciencia, o, al revés, cómo ciertas configuraciones de conciencia son correlato de unidades determinadas. Esto, es claro, alude a la relación determinada y esencial que debe haber entre las estructuras noéticas, es decir, la manera en que una vivencia es intencional, y aquello de lo que son intencionales esas vivencias, “la consideración se vuelve hacia lo diseñado, por decirlo así, en sus nóesis en general, hacia las múltiples variedades de la conciencia que pueden sacarse de ella, por decirlo así” (Husserl. 86). Lo anterior es para Husserl un punto de vista funcional de la fenomenología o fenomenología funcional. Hasta el momento habíamos descrito de una manera somera una fenomenología hylética y noética, sobre lo cual cabe, a mi juicio, decir algo más. La fenomenología hylética es, como se debió haber visto ya, algo aislado de la fenomenología noética y funcional, aunque se relaciona con éstas; en efecto, al reconocer datos materiales, no necesariamente los reconozco como en una vivencia intencional. Sin embargo, entre el punto de vista noético y funcional hay una relación necesaria. En efecto, esos dos no son separables en la medida que la actividad noética configura los contenidos hyléticos para formar la vivencia intencional, la cosa es que esa estructura es esencialmente estructura de algo, su “sentido” es la unidad objetiva que corresponde al 

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objeto de la fenomenología funcional. Por otro lado, hay algo que yo consideró es de gran importancia a propósito de los elementos noéticos: si bien, hemos dicho que la nóesis en general es una capa animadora, a mi juicio, no se debe confundir esto con el hecho de que los elementos noéticos son elementos de la vivencia de la misma forma que los datos hyléticos, los elementos noéticos corresponden más bien a procesos, los cuales configuran el material como vivencia con sentido. 

Por otro lado, como se debió haber advertido cuando se plantearon los problemas funcionales, esencialmente esos elementos noéticos que configuran los datos hyléticos apuntan a “cosas no ingredientes”, a “unidades de sentido” o, más brevemente, a un “sentido”. En efecto, ciertas configuraciones de materias están de alguna manera determinadas a tener un específico “correlato”, un objeto intencional. Aquello que responde a esos ingredientes noéticos son otros ingredientes noemáticos o nóema, “la percepción, por ejemplo, tiene su nóema, en lo más bajo su sentido preceptivo, es decir, lo percibido en cuanto tal” (Husserl. 88). Sin embargo, describir el aspecto noemático de una vivencia no se agotado al hablar del “sentido” de la vivencia, ni es un asunto fácil. Por ahora, debe quedar claro que en vivencias simples como la percepción, el sentido de la vivencia o el percepto pertenecen al correlato noemático, sin embargo, no es todo lo que pertenece a ese correlato. 

Hay que recordar que la reducción fenomenológica deja entre paréntesis la tesis de la actitud natural, y, en esa medida, desconecta el mundo en tanto trascendente de la conciencia. Así que cabe la pregunta de qué es a ciencia cierta el correlato de las vivencias. Es menester observar un ejemplo para aclarar la noción de noema. En la percepción, por ejemplo, vemos una mesa. En la actitud natural, esa mesa que vemos está ahí en frente, está dada, así que nuestra percepción de la mesa se dirige intencionalmente a esa mesa. Pero, como veremos, esa mesa sigue siendo el objeto intencional de la percepción, aún después de realizar la reducción: una vez realizada la reducción fenomenológica, ese mundo no se vuelve un mundo imaginario o algo así, sólo desconectamos la tesis de la actitud natural y, con ella, todos los juicios que funden en ésta. Por tanto, esa reducción fenomenológica no impide en modo alguno describir las percepciones como se nos presentan, tampoco cambian de alguna manera el objeto intencional de la percepción; lo único que hacemos con la reducción es poner entre paréntesis el mundo, no cambiamos éste por otro, sólo cambiamos nuestra actitud a propósito de ese mismo mundo. De esta manera, Husserl sostiene: “La cosa, el objeto natural, eso es lo que percibo, el árbol que está ahí en el jardín: éste y no otro es el objeto real de la ‘intención’ perceptiva. Un segundo árbol inmanente, o bien una ‘imagen interna’ del árbol real que está ahí fuera ante mí, no se da en modo alguno, y suponer hipotéticamente una cosa semejante sólo conduce a un contrasentido”. 

Cómo veremos más adelante, el objeto intencional, el sentido objetivo, no es todo lo que 

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corresponde al nóema de una vivencia; más bien, eso forma un núcleo sobre el cual se fundan otros elementos noemáticos. A continuación, intentaré mostrar lo que a mi juicio podría corresponder con algunos de esos otros elementos noemáticos. En primer lugar, se debe sostener que hay vivencias que son de géneros diferentes; así, por ejemplo, encontramos vivencias de percepción, de imaginación, de recuerdo. Es posible, no obstante, que estas vivencias de géneros diferentes tengan un sentido muy parecido, e, incluso, en algunos casos el mismo, de esta manera podemos decir que recordamos el mismo objeto que el que percibimos. Esas diferencias de género en esos casos no son sólo diferencias de la parte noética de la vivencia, también representan diferencias respecto al nóema, aunque se diga que en algunos casos es el mismo, el nóema de un género de vivencia es diferente al nóema de otro género. No es el caso que haya sólo diferencia a propósito del tipo de vivencia, es decir, de la nóesis: en estos casos la diferencia es más bien en la manera en que es presentado el objeto intencional, y, en esa medida, corresponde al nóema; por eso Husserl distingue entre el “sentido noemático” y el “noema pleno”. 

Otro elemento noemático sería el siguiente: Hay vivencias de un nivel superior, es decir, vivencias que tienen varias capas noemáticas, las cuales implican necesariamente la atención del “yo” (Cuando hablo del “yo” me refiero al yo puro, una subjetividad trascendental. Esta subjetividad no tiene necesariamente un título de existencia ontológica como lo tendría un objeto particular como un árbol; corresponde, más bien, a mi juicio, a los procesos que hacen posible una vivencia. Así Husserl sostiene: “Pero la expresión ‘como el ente que él es’ no quiere decir otra cosa que semejantes modos de vivir , del salir libremente de sí, o del recogerse en sí, del espontáneo hacer, del experimentar algo por parte de los objetos, del padecer, etc.”, donde, creo yo, se refiere a este tipo de subjetividad), como por ejemplo, las vivencias donde el yo toma posición como las de valorar. Esas vivencias de nivel superior, sostiene Husserl, tienen también un correlato noemático. Ahora bien, al requerir esas vivencias atención, serán también de alguna suerte necesariamente subjetivas. Este rasgo, no obstante, no es algo que pertenezca sólo al lado noemático de la vivencia, ese rasgo será también necesariamente perteneciente al nóema correspondiente de esa vivencia, de tal suerte que “lo valorado en tanto tal” tendrá el mismo carácter. 

Me gustaría observar la relación nóesis-nóema. En primer lugar, hay que resaltar que las materias hyléticas y los elementos noéticos pertenecen como ingredientes a la vivencia. Los datos hyléticos no tienen por sí mismos ningún sentido, de manera que es la actividad noética aquello que los hace aparecer, pero, en tanto que la actividad noética sólo es una capa animadora que configura así la vivencia, al igual que la materia, es un ingrediente de la vivencia. Por otro lado, como ya hemos visto, el correlato noemático de lo anterior no puede ser ingrediente de la vivencia, es más bien contenido intencional de la vivencia, de manera que podemos destacar una diferencia entre estar contenido como ingrediente y 

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estar contenido intencionalmente. Por ejemplo, cuando observamos un árbol, el color del árbol trasciende nuestra vivencia, esto es claro porque el color se mantiene en una unidad sintética mientras, por ejemplo, lo matices –ingredientes a nuestras vivencias– que hacen aparecer ese color o lo exhiben sí cambian. En otras palabras, son la actividad de configurar datos hyléticos y los datos, ingredientes de la vivencia, pero lo que se exhibe por medio de estos no es ingrediente y pertenece al nóema. 

Por otro lado, haciendo la reducción fenomenológica, sostiene Husserl, los objetos intencionales están totalmente determinados por los datos hyléticos que aparecen con la actividad noética, de tal manera que si cambiasen en algo estos datos, entonces cambiaría también el objeto intencional. Lo anterior implica que aún los mismos objetos vistos desde diferentes orientaciones son “distintos”, pues, en esa medida, son objetos que aparecen de maneras diferentes. 

Para concluir, me gustaría observar un matiz que se encuentra aquí, a saber, que en un nivel trascendental, lo “dado” noemáticamente pertenece, en un sentido diferente al expuesto anteriormente, a la vivencia. Recordemos una distinción hecha por el mismo Husserl anteriormente, donde se diferencian dos tipos de inmanencia: inmanencia ingrediente e inmanencia por evidencia inmediata (1950, lección 2). En ese momento, dicha distinción tenía, claramente, otro objetivo, sin embargo, llama la atención como puede mantenerse esa distinción en este punto. En efecto, aunque algo no sea inmanente en el sentido ingrediente, es decir, que no se encuentre como ingrediente en la vivencia misma, puede ser inmanente de una manera especial, a saber, que se presente con evidencia inmediata. Las cosas que se me presentan en mi experiencia trascendentemente me son únicamente conocidas en tanto objetos de mi conciencia; es decir, las cosas que juzgo trascendentes, y que considero algo existente en sí, sólo toman valor en cuanto cosas de mi experiencia. Además, estoy sólo especulando, en la medida en que lo que aparece es objeto de nuestra conciencia, la relación que hay entre la nóesis y el nóema se mantiene aunque se desconecte la tesis de la existencia de aquello que aparece, por tanto, se podría decir que se presenta con evidencia inmediata, ya que es esencial a la nóesis tener una relación intencional con el nóema. En esa medida, aquellas unidades objetivas son constituidas en la experiencia misma, es decir, noéticamente, aunque es claro que esto requiere una reducción trascendental; así Husserl sostiene: “lo ‘constituido trascendentalmente’ ‘por medio’ de las funciones noéticas ‘sobre la base’ de las vivencias materiales es sin duda algo ‘dado’, y si describimos fielmente en una intuición pura la vivencia y lo consciente noemáticamente en ella, es algo dado evidentemente; mas no por ello deja de pertenecer a la vivencia en un sentido completamente distinto de aquel en que le pertenecen sus ingredientes o elementos constitutivos propiamente tales”. 

Page 7: Introducción a Nóesis y Noema

Referencia: •Ideas relativas a una fenomenología pura y a una filosofía fenomenológica. Traducción de José Gaos. FCE, México: 1949 •La Idea de la Fenomenología. 1950. México: Fondo de Cultura. 1982. •1 El artículo de la Encyclopædia Britannica..Husserl, Edmund. México: UNAM, 1990.