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El cristianismo en la historia del mundo y en la cultura contemporánea El cristianismo está omnipresente en nuestros países de Europa y América, y, en diversos grados, se ha extendido por el mundo ente- ro. En el calendario corriente universal, el año 2000 de nuestra era es el del segundo milenio del nacimiento de Cristo. El descubri- miento del arte exige un mínimo de conocimiento del cristianismo: todas esas vírgenes, esas natividades, esas crucifixiones... No se puede entender a Bach, Haendel y muchos otros sin sus referencias cristianas. La historia de Occidente es inseparable de la historia de la institución portadora del cristianismo, la Iglesia, absolutamente imbricada en el desarrollo de los veinte siglos que acaban de cum- plirse. Esta obra no es una historia universal, pero propone un ele- mento importante en la comprensión de esta historia. El cristianis- mo es una de las maneras de responder a las grandes preguntas de los hombres y las mujeres. Está arraigado en culturas preexistentes, se expresa a través de ellas a lo largo de sus veinte siglos de exis- tencia y, por lo mismo, crea una cultura o civilización que le es pro- pia y que forma parte de nuestra herencia. El cristianismo, como las otras religiones del mundo, no es sólo un pasado de viejas cos- tumbres o de folclore, sino un presente aún vivo para muchos. La historia de la Iglesia para los cristianos La Iglesia, «Jesucristo transmitido y comunicado» La historia de la Iglesia ocupa un lugar particular en la vida de los cristianos en una época en que aspiran a una fe reflexionada. In- cluso aunque algunos dan cuenta de la súbita irrupción de Dios o de Jesús en su vida, saben que el conocimiento y la fe en Jesús les han sido transmitidos por generaciones que se han sucedido desde Introducción INTRODUCCIÓN 5 Rávena. Mosaico de san Apolinar el Nuevo (siglo VI): Pedro y Andrés siguen a Jesús.

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El cristianismo en la historia del mundo y en la cultura contemporánea

El cristianismo está omnipresente en nuestros países de Europa yAmérica, y, en diversos grados, se ha extendido por el mundo ente-ro. En el calendario corriente universal, el año 2000 de nuestra eraes el del segundo milenio del nacimiento de Cristo. El descubri-miento del arte exige un mínimo de conocimiento del cristianismo:todas esas vírgenes, esas natividades, esas crucifixiones... No sepuede entender a Bach, Haendel y muchos otros sin sus referenciascristianas. La historia de Occidente es inseparable de la historia dela institución portadora del cristianismo, la Iglesia, absolutamenteimbricada en el desarrollo de los veinte siglos que acaban de cum-plirse. Esta obra no es una historia universal, pero propone un ele-mento importante en la comprensión de esta historia. El cristianis-mo es una de las maneras de responder a las grandes preguntas delos hombres y las mujeres. Está arraigado en culturas preexistentes,se expresa a través de ellas a lo largo de sus veinte siglos de exis-tencia y, por lo mismo, crea una cultura o civilización que le es pro-pia y que forma parte de nuestra herencia. El cristianismo, comolas otras religiones del mundo, no es sólo un pasado de viejas cos-tumbres o de folclore, sino un presente aún vivo para muchos.

La historia de la Iglesia para los cristianos

La Iglesia, «Jesucristo transmitido y comunicado»

La historia de la Iglesia ocupa un lugar particular en la vida delos cristianos en una época en que aspiran a una fe reflexionada. In-cluso aunque algunos dan cuenta de la súbita irrupción de Dios ode Jesús en su vida, saben que el conocimiento y la fe en Jesús leshan sido transmitidos por generaciones que se han sucedido desde

Introducción

INTRODUCCIÓN 5

Rávena. Mosaico de san Apolinar el Nuevo (siglo VI): Pedro y Andrés siguen a Jesús.

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hace veinte siglos. Esta transmisión no es sólo la de un libro escri-to y después impreso. Se lleva a cabo en la comunidad de aquellosque han escuchado la llamada de Dios proclamada por Jesús, es de-cir, la Iglesia, de la que Bossuet decía que es «Jesucristo transmiti-do y comunicado». Los cristianos no se encuentran con Jesús adhi-riéndose a la fórmula de un Credo fijado desde hace mucho tiempoo dando un salto atrás de veinte siglos. Se encuentran con él en latrama de su vida de hoy, tal como se ha transmitido y comunicadoen la trama de la existencia de las generaciones precedentes. Másque las fórmulas, son los acontecimientos y las personas los que sonportadores de la fe. Por ello esos acontecimientos y esas personasinteresan a los cristianos de hoy.

Cuestionamientos múltiples

Esta transmisión del cristianismo a través de la historia provo-ca múltiples cuestionamientos. El mensaje evangélico fue proclama-do por primera vez en una remota provincia del Imperio romano:Palestina. Sin embargo, el mensaje llegó a todas las orillas del Me-diterráneo y después al mundo entero. Sin cesar, ha sido necesa-rio expresarlo en nuevas lenguas, nuevas culturas, nuevas filosofías.Aquellos que lo acogieron eran agricultores, ciudadanos, nómadas,intelectuales... ¿Sigue siendo fiel el mensaje a su proclamación ini-cial si cambia de cultura? ¿No habrá quedado desnaturalizado, trai-cionado, como dan a entender los diversos tradicionalismos?

Cuando el mensaje se ha expresado durante mucho tiempo enuna cultura, ¿qué transmiten los mensajeros? ¿Sólo el Evangelio otodo junto, el mensaje y su apoyo cultural? Con frecuencia se acu-sa a esta «civilización cristiana», extendida por el mundo enterodesde el siglo XVI, de haber destruido o desestructurado las culturasde los pueblos con los que se encontró.

Las experiencias religiosas, y la experiencia cristiana en par-ticular, no se limitan a la iluminación interior de los individuos. Eltestimonio es lo primero, pero exige una enseñanza y la organiza-ción de una institución de acogida y de transmisión. Ahora bien, to-da institución hace que surja un poder, y todos los poderes se pare-cen. La Iglesia, que transmite a Jesús mediante su palabra y sussacramentos, se organizó como una institución político-social, to-mando como modelo las sociedades que le rodeaban. Los cristianosse preguntaron entonces: «¿No nos hemos alejado de Jesús y suEvangelio? ¿No debe ser purificada esta Iglesia?». Así nacieron a lolargo de los siglos movimientos de retorno al Evangelio, que a vecesacabaron en escisiones en la Iglesia, en nuevas Iglesias o confesio-nes cristianas. Esta obra se esfuerza en lo posible por concederlessu lugar.

6 PARA LEER LA HISTORIA DE LA IGLESIA

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Un buen uso de la historia

Antaño se hablaba mucho de las «lecciones de la historia». Hoyla desconfianza se ha convertido en regla: ¡se han justificado tantoshorrores en nombre de pretendidos derechos y referencias históri-cas! La historia nunca vuelve a comenzar: «Jamás se puede uno ba-ñar dos veces en el mismo río», decía un filósofo antiguo. La histo-ria de la Iglesia no proporciona recetas directamente aplicables...Pero es ese tesoro del que el escriba del Reino saca sin cesar lo an-tiguo y lo nuevo. Los cristianos han tenido experiencias múltiples alo largo de los siglos. La historia de la Iglesia permite a los cristia-nos de hoy compartir esas experiencias y enriquecer la suya propia,que siempre será limitada. Descubren las sucesivas aportaciones delas diferentes épocas en la existencia cristiana de hoy. Toda heren-cia merece respeto, pero es recibida a beneficio de inventario. Lahistoria no es en primer lugar un tribunal. Trata de iluminar, de ha-cer comprender tal o cual comportamiento, incluso aunque el his-toriador esté obligado a emitir un juicio a posteriori. Por ejemplo,puede explicar el nacimiento de la Inquisición y decir como con-clusión que esta institución es contraria al espíritu evangélico.

INTRODUCCIÓN 7

Las cifras al margen de los textos remiten a los recuadros correspondientes.

LA IGLESIA, UNA ANCIANA QUE REJUVENECE

Y llegó una anciana con vestidosresplandecientes, con un libro en susmanos, se sentó sola y me saludó:«Buenos días, Hermas». Yo, afligidoy llorando, le dije: «Buenos días, se-ñora» [...].

«¿Quién es?», le pregunté al jo-ven. «La Iglesia», me dijo. Repliqué:«¿Y por qué es anciana?» «Porquefue creada –dijo– antes que las de-más cosas. Por eso es tan anciana; elmundo fue formado para ella».

[...] En la primera visión yo la ha-bía visto muy anciana y sentada enun sillón. En la siguiente tenía un as-pecto más joven, pero el cuerpo y loscabellos aún eran viejos; me hablabade pie; estaba más alegre que antes.En la tercera visión era muy joven yhermosa: sólo tenía de anciana loscabellos; estaba extraordinariamentealegre y estaba sentada en un banco.

[...] «En la primera visión –dijoel joven–, ¿por qué aparecía tan an-ciana y sentada en un sillón? Porque

vuestro espíritu estaba envejecido,marchito y sin fuerza, por vuestramolicie y vuestras dudas [...].

Durante la segunda visión la vis-te de pie, con un aspecto más joven yalegre que antes, pero con el cuerpoy los cabellos de una anciana [...]. ElSeñor ha tenido piedad de vosotros.Ha rejuvenecido vuestro espíritu; ha-béis rechazado vuestra molicie y lafuerza os ha vuelto, y estáis firmesen la fe [...].

En la tercera visión la has vistomás joven, bella y alegre, con un as-pecto encantador [...]. Aquellos quehayan hecho penitencia serán reju-venecidos completamente y afianza-dos» [...].

HERMAS, El Pastor 2, 2;8, 1; 8, 3-4; 20; 21.

Hermas, que escribe en la primera mitad del siglo II, está preocupado por losproblemas de la Iglesia de su tiempo, en particular por la penitencia. En algunasvisiones, un ángel que adquiere la forma de un joven pastor responde a sus pre-guntas. La vejez de la Iglesia significa primeramente su antigüedad en el pensa-miento de Dios, pero también la debilidad y los pecados de los cristianos, que lehan hecho perder sus fuerzas y su alegría.

Cf. 1

Cf. 2

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Una pregunta vuelve sin cesar a los labios de los cristianos y deaquellos que les rodean: «¿En qué consiste ser cristiano hoy?». Sa-ber cómo se era cristiano en los primeros siglos, en la Edad Media,en el Renacimiento, en el siglo XIX, en el XX... proporciona respues-tas parciales. La historia permite apreciar la herencia del pasado yrelativizarla. Ofrece los medios para desdramatizar las crisis re-cientes. Ayuda a descubrir riquezas insospechadas y estimula laimaginación.

8 PARA LEER LA HISTORIA DE LA IGLESIA

EL CONTENIDO DE UNA HISTORIA DE LA IGLESIA

Es mi propósito consignar lassucesiones de los santos apóstoles, ylos tiempos transcurridos desdenuestro Salvador hasta nosotros; elnúmero y la magnitud de los hechosregistrados por la historia eclesiásti-ca, y el número de los que en ella so-bresalieron en el gobierno y en lapresidencia de las Iglesias más ilus-tres, así como el número de los queen cada generación, de viva voz o porescrito, fueron embajadores de la pa-labra de Dios; y también quiénes ycuántos, y cuándo, sorbidos por el

error y llevando hasta el extremo susnovelerías, se proclamaron pública-mente a sí mismos introductores deuna mal llamada ciencia y esquilma-ron, como lobos crueles, el rebañode Cristo; y, además, incluso las des-venturas que se abatieron sobre todala nación judía en seguida que die-ron remate a su conspiración contranuestro Salvador, así como tambiénel número, el carácter y el tiempo delos ataques de los paganos contranuestra doctrina, la grandeza decuantos, por ella, según las ocasio-

nes, afrontaron el combate en san-grientas torturas; y, además, los mar-tirios de nuestros propios tiempos, yla protección benévola y propicia denuestro Salvador.

Al ponerme a la obra, no tomaréotro punto de partida que los co-mienzos de la economía de nuestroSalvador y Señor Jesús, el Cristo deDios.

Mas, por esto mismo, la obraestá reclamando comprensión bene-volente para mí, que declaro ser supe-rior a mis fuerzas el presentar acaba-do y entero lo prometido, puesto quesoy, por ahora, el primero en abordarel tema, como quien emprende un ca-mino desierto y sin hollar.

EUSEBIO DE CESAREA, Historia eclesiástica, I, cap. I. Madrid,

La Editorial Católica, 1973, pp. 4-6.

Eusebio, obispo de Cesarea, en Palestina (nacido hacia el 263 y muerto ha-cia el 340), es considerado como el «padre de la historia de la Iglesia». En su His-toria eclesiástica nos transmite multitud de documentos de los primeros siglosque sin él se habrían perdido. Eusebio nos cuenta los objetivos que se proponeal escribir su obra. ¿Esperamos nosotros hoy lo mismo de una historia de la Igle-sia?

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Las huellas del pasado a través de los textos

Las múltiples huellas del pasado

La historia descubre el pasado a través de las huellas que nos hadejado. Para la historia del cristianismo, éstas pueden ser edificios,baptisterios, iglesias, obras de arte, estatuas, frescos. Se trata de ex-cavaciones arqueológicas. Los edificios del pasado aún son amplia-mente utilizados para el culto, y la preservación del patrimonio harestaurado y valorado un gran número de ellos.

Sin embargo, a pesar de la importancia de la arqueología y el ar-te, los primeros documentos del historiador siguen siendo las fuen-tes escritas, los textos. Por eso, la mitad de esta obra está compuestapor textos, documentos del pasado, que ocupan tanto lugar como lanarración propiamente dicha de los acontecimientos que hace el au-tor. Ciertamente, en este marco restringido, sólo se puede pensar enuna selección, y no es posible ofrecer todos los textos que permitenel conocimiento de un acontecimiento. Conviene recordar aquí al-gunas reglas elementales para la lectura de un texto histórico.

Para leer y estudiar un texto

Una carta (correspondencia) y una inscripción constituyen untodo y pueden bastar para su comprensión. Pero en la mayor partede los casos, el texto propuesto es un fragmento de una obra más omenos extensa. No refleja necesariamente todo el contenido de laobra. Con la referencia es posible, y a menudo deseable, consultarla obra completa, o al menos lo que precede y lo que sigue.

En una primera lectura hay que esforzarse por comprender bientodas las palabras del texto, fijarse en los personajes, los lugares men-cionados (a veces se necesitará un diccionario especializado o unatlas si las explicaciones dadas en el desarrollo no son suficientes).

Estos textos son la mayor parte de las veces traducciones de ori-ginales en lenguas antiguas (griego, hebreo...) o en lenguas distin-tas del español. Todos sabemos que existen múltiples traduccionesde la Biblia y que puede haber en ellas divergencias importantes deun traductor a otro. Palabras tomadas de la Escritura pueden ad-quirir un sentido diferente a lo largo de la historia de la Iglesia. Porejemplo, en el Nuevo Testamento se traduce epískopos y presbyterospor «epíscopo» y «presbítero», pues estas palabras tenían entoncesun sentido específico. Su sentido evolucionará después y habrá queesperar al siglo III para poder traducirlas por «obispo» y «sacerdo-te» o «presbítero» en el sentido actual.

Es importante considerar bien el género literario de un docu-mento para captar las informaciones que puede ofrecer. Un informe

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policial es diferente de un sermón, una correspondencia privada esdistinta de un texto jurídico...

Un texto no proporciona únicamente las informaciones que suautor quiere ofrecer explícitamente. Indirectamente puede procu-rarnos otras que son tanto más preciosas o más seguras. Escri-biendo a Trajano, Plinio se preocupaba ante todo por mantener elorden y se mostraba preocupado por conservar el favor del empe-rador. Pero, al obrar así, nos ofrece las más antiguas informacio-nes que poseemos sobre las comunidades cristianas del norte deAsia Menor.

¿Dónde está la verdad?

Ante cualquier texto hemos de plantearnos la pregunta: ¿nos di-ce el autor la verdad? ¿No se engañará acaso? ¿No querrá engañar-nos? En la mayor parte de los casos no podemos responder simple-mente con un sí o con un no. Entran en juego muchos elementos.Conocemos muchos acontecimientos de la Antigüedad por un solotestigo o por historiadores que utilizan fuentes dispares. ¿Cómo lasemplean? Los perseguidores de los cristianos denigran a sus adver-sarios. Para defenderse, los cristianos describen su propia comuni-dad de manera idílica. Un autor que escribe sus memorias hace unarelectura de su pasado en un sentido autojustificativo. Lleva a caboselecciones... El historiador se esfuerza por establecer lo que le pa-rece aceptable en un testimonio.

Para tener una idea más justa de un acontecimiento importantede la actualidad tenemos que leer varios periódicos de orientacionespolíticas diferentes y tratar de forjarnos nuestra propia opinión. Enhistoria hacemos la misma operación cuando confrontamos variostestimonios o varios trabajos de historiadores anteriores. Para losperíodos más antiguos, nuestra documentación tiene muchas lagu-nas. Los historiadores formulan hipótesis, hacen trabajar su imagi-nación o confiesan simplemente su ignorancia. Por tanto, no haypor qué extrañarse de que con los mismos documentos se pueda pre-sentar una historia muy diferente. No es posible empezar cada vezde cero el trabajo crítico sobre los textos propuestos. Eso ya ha sidohecho. Pero es importante conocer el trasfondo de la tarea del his-toriador, así como su fragilidad, y es preciso desconfiar de afirma-ciones perentorias.

Una buena actitud es dejarnos descentrar por los testimoniosdel pasado. No los interpretemos según nuestras propias categorías.Sepamos asombrarnos y admirarnos. No busquemos una utiliza-ción inmediata de los acontecimientos del pasado. En un segundomomento podremos preguntarnos cómo esos acontecimientos anti-guos nos afectan todavía hoy.

10 PARA LEER LA HISTORIA DE LA IGLESIA

Cf. 30

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Reglas de buen uso

El libro consta de veinte capítulos de parecida extensión. Cadacapítulo se compone de dos partes: un desarrollo seguido que pre-senta acontecimientos, instituciones... y una presentación de textoso documentos, que son la fuente de esa historia. Estos últimos es-tán enmarcados y numerados de una forma continua del principioal final de la obra. Las cifras al margen del desarrollo seguido re-miten a los textos-documentos. Es importante ir del relato al docu-mento y viceversa, pues se articulan y se iluminan mutuamente. Ellector encontrará igualmente mapas, cronologías y un índice denombres y materias al final del volumen.

Instrumentos de trabajo

Aquí no se indica más que un pequeño número de obras gene-rales que pueden iluminar el conjunto de este libro. Otras se pro-pondrán al final de cada capítulo. No se trata de una bibliografía ex-haustiva. No se ofrecen más que las obras más prácticas y máscorrientes, relativamente recientes, que se pueden encontrar en unabiblioteca media, y con frecuencia incluso en las librerías.

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El cristianismo está bien arraigado en la perso-na de Jesús. Sin embargo, Jesús no fue un fundadorde religión en el sentido de Buda, Mahoma y mu-chos otros. Éstos predicaron y codificaron su mensa-je frecuentemente durante varias docenas de años.Por el contrario, Jesús proclamó su Buena Nueva,su Evangelio, en un espacio que va de dos años ymedio a tres. Es un período muy corto. No escribiónada, no codificó nada, no estableció ninguna orga-nización. Jamás salió de su pequeño país. Simple-mente se consideró como el heredero de la religiónde la Biblia, queriendo purificarla y llevarla a sucumplimiento.

1. El cristianismo, religión de Cristo

El cristianismo es la religión de aquellos que sondiscípulos de Jesús, el Cristo, que predicó en Pales-tina y murió bajo el emperador romano Tiberio ha-cia el año 30. Estos discípulos reconocen a Jesús co-mo el Cristo, en griego, «aquel que ha recibido launción del Señor», el Mesías en hebreo, el salvadoresperado por el pueblo de la Biblia. Muy pronto, losdiscípulos de Jesús el Cristo recibieron el nombre decristianos (Hch 11,26). La propia palabra cristianis-mo es utilizada desde el siglo II por Ignacio, obispode Antioquía.

NACIMIENTO DE LA IGLESIA 15

1Nacimiento de la Iglesia

I – El siglo I

Anástasis (resurrección). San Salvador de Kora, Constantinopla.

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Siguiendo a los antiguos profetas de Israel ya Juan Bautista, el último de ellos, Jesús propuso aquien quisiera escuchar una buena noticia de con-versión y salvación, una revelación de Dios, su Padre,teniendo como consecuencia una transformación enlas relaciones humanas. Muchos se escandalizaronde que Jesús se juntara con gente de mala reputacióny de que criticara el formalismo y la hipocresía de al-gunos comportamientos religiosos. Considerado co-mo perturbador del orden público, murió crucifica-do por los romanos, que ocupaban Palestina, hacia elaño 30. Pero al tercer día después de su muerte, semanifestó a sus desesperados discípulos. Está vivo,resucitado.

Esta obra no trata directamente de la historia deJesús, objeto de una multitud de estudios que se hanrenovado mucho en los últimos decenios y que el lec-tor encontrará en otras partes. Pero, para compren-der los veinte siglos de cristianismo, hay que captarbien el lugar esencial de la resurrección de Jesús, si-tuándola desde el punto de vista histórico. Citemoslas palabras del historiador Marcel Simon (Les pre-miers chrétiens. Que sais-je? 551, pp. 39-40): «El his-toriador no tiene la capacidad para afirmar ni negarla realidad de la resurrección; tanto la afirmacióncomo la negación superan el plano del historiador[...] Todo lo que el historiador puede y debe observary afirmar es que algo sucedió, para que todo el ulte-rior desarrollo del cristianismo no sea algo comple-tamente impensable [...] Lo que es importante es lafe de los discípulos, la fe de la Pascua».

Los discípulos de Jesús, a pesar de la brevedadde su predicación y de su acción, fueron completa-mente transformados por su fe en la resurrección desu maestro. Recibieron de él tal dinamismo que pa-saron el resto de su vida proclamando su testimo-nio, que se transmitió de generación en generación.

2. El nacimiento de una comunidadnueva: la Iglesia

Los Hechos de los Apóstoles, que constituyen la«primera historia del cristianismo» (Daniel Margue-rat), nos describen el nacimiento de esta comunidad

nueva de los discípulos de Jesús, la Iglesia: asambleade aquellos que son llamados. Ciertamente se trata,como tendremos ocasión de ver, de una historia teo-lógica, de una relectura de los acontecimientos porla segunda generación cristiana más que de un rela-to anecdótico de tipo periodístico. El día de Pente-costés que siguió a la Pascua de la muerte de Jesús,hacia el año 30 de nuestra era, los Doce, los máspróximos a Jesús, se transformaron por la venidamisteriosa del Espíritu Santo, que los llenó de valor.En un discurso, el apóstol Pedro (Hch 2,22ss) pro-clama lo esencial de un mensaje nuevo: Jesús de Na-zaret fue un enviado de Dios, un profeta. Lo mostrócon signos y milagros. Fue condenado a muerte porlos impíos. Pero Dios lo resucitó. Está vivo, resuci-tado, nosotros somos testigos de ello. Jesús es másgrande que todos los profetas de la Biblia. Recibió elEspíritu de Dios y lo extendió. Dios ha constituido aJesús Señor y Cristo. «Señor» es el título que los ju-díos reservaban habitualmente a Dios. «Cristo» quie-re decir aquel que ha recibido la unción reservada alMesías esperado por el pueblo de la Biblia.

Los oyentes preguntan qué deben hacer. Pero lesresponde: «Convertíos, cambiad de vida. Haceosbautizar (sumergir en el agua) en nombre de Jesús.Recibiréis el perdón y una vida nueva por el don delEspíritu de Dios». Los Hechos (caps. 2 y 4) nos ofre-cen una magnífica imagen de esta comunidad nuevaque se constituye entonces. Igual que Jesús, estosprimeros miembros de la Iglesia son judíos, hablanarameo, la lengua semítica más extendida en el Pró-ximo Oriente. Continúan llevando una vida de judíospiadosos: rezan en el Templo, respetan las prohibi-ciones alimentarias, practican la circuncisión. En re-sumen, aparecen como un nuevo grupo judío enmedio de otros muchos, fariseos, saduceos, zelotas,esenios. Algunos los llaman los nazarenos.

Lo que les caracteriza propiamente es el bautis-mo en el nombre de Jesús, la asiduidad en la ense-ñanza de los apóstoles, que les dan a conocer la vi-da y las palabras de Jesús; es la constitución decomunidades fraternas donde los bienes son pues-tos en común; es la fracción del pan. Así empieza ungesto religioso particular que se llamará eucaristía(acción de dar gracias, de agradecer, de alegrarse).El apóstol Pablo, que hará una descripción de ella

16 PARA LEER LA HISTORIA DE LA IGLESIA

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(1 Cor 11,17ss), dice que esta comida recuerda la úl-tima cena de Jesús con sus discípulos antes de sumuerte. Es memoria de la vida, muerte y resurrec-ción de Jesús. Cristo está a la vez presente y ausen-te, y sus discípulos esperan su regreso.

3. Siguiendo los Hechos de los Apóstoles y las cartas de Pablo: de la secta judía a la religión universal

Conocemos el cristianismo o la Iglesia del siglo Ipor los escritos del Nuevo Testamento, y entre ellosesencialmente por las cartas de Pablo y por los He-chos de los Apóstoles. Estos escritos, redactados engriego, ponen el acento en la expansión geográfica ycultural del cristianismo, considerada como lineal,por la cuenca mediterránea, desde Jerusalén hastaRoma y quizá a España. Es la historia teológica deun grupo religioso particular que alcanza una di-mensión universal por medio de varias aperturas yrupturas. No obstante, al desarrollar esta historiaque ha marcado toda la vida de la Iglesia hasta nues-tros días, no debemos olvidar, siguiendo numerososestudios recientes, las múltiples dimensiones delcristianismo de los primeros siglos que se descubren

en una lectura más atenta de los textos del NuevoTestamento y también en otros textos de desigualvalor que la calificación de «apócrifos» (misteriosos,inauténticos) no nos obliga a rechazar a priori. Vol-veremos más adelante sobre esta dimensión.

El mensaje evangélico no está ligado a Jerusalén

A los judíos de cultura aramea (hebrea) se unenpronto, en la comunidad de los discípulos de Jesús,judíos de cultura griega, los helenistas. Algunas ti-ranteces se ponen de manifiesto entre los dos gru-pos culturales. Mientras los Doce (apóstoles) estánal frente de la comunidad «hebrea», siete hombresson designados para asumir la responsabilidad delos «helenistas» (Hch 6). La comunidad de los cre-yentes se abre así a los judíos de la diáspora (dis-persión), aquellos que no han surgido del marco pa-lestinense.

Esteban, el jefe de los Siete, dirige una requisi-toria contra el judaísmo de Jerusalén. Condena elculto y el templo, puesto que Jesús fue incompren-dido y asesinado por los judíos de Jerusalén. Jesúsanunció un culto en espíritu y en verdad que no es-tá ligado a un edificio y a un lugar. Esteban, presen-

NACIMIENTO DE LA IGLESIA 17

San Pablo. Catedral de Amiens (siglo XIII).

A TRAVÉS DE LOS HECHOS APÓCRIFOS

Retrato (no garantizado) de Pablo

Onesíforo siguió el camino realque conduce a Listra, y trataba sincesar de descubrir a Pablo, obser-vando el aspecto de los que pasaban,según las indicaciones de Tito. Y viovenir a Pablo, hombre de baja esta-tura, calvo, con las piernas arquea-das, robusto, con las cejas juntas, lanariz ligeramente curvada, lleno de

simpatía; pues unas veces parecía unhombre, pero otras tenía el aspectode un ángel. Cuando vio a Onesíforo,Pablo sonrió; y Onesíforo le dijo:«Salve, siervo del Dios bendito»; y élle contestó: «La gracia sea contigo ycon tu casa».

Hechos de Pablo, II-IV, citado en F. AMIOT, Évangiles apocryphes, p. 238.

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tando el mensaje de Jesús como un judaísmo depu-rado, da una nueva orientación a la comunidad. Es-ta postura le vale ser lapidado como blasfemo. Es elprimero en imitar a Jesús en su pasión y su muerte(Hch 7).

Los helenistas perseguidos deben huir de Jeru-salén hacia Samaría, la costa mediterránea y Antio-quía (Hch 8 y 11). Se convierten en misioneros en-tre los judíos que habitan en esos lugares. Saulo(Pablo), primer perseguidor de los discípulos de Je-sús, es atrapado él mismo por Jesús en el camino deDamasco (Hch 9) y se convierte en el gran predica-dor del Evangelio.

No es necesario hacerse judío para convertirse en discípulo de Jesús

Una visión hace comprender a Pedro que elEvangelio se dirige a todos los hombres. El Espíritubaja sobre el centurión romano Cornelio, que esacogido en la Iglesia por el bautismo (Hch 10 y 11).

No es necesario pasar por la religión judía para ac-ceder a la fe. En Antioquía, donde se habían refu-giado muchos helenistas, los discípulos de Cristoreciben el nombre de cristianos (Hch 11,26). Es elsigno que los distingue a partir de ahora de otrosgrupos religiosos. Antioquía se convierte en el pun-to de partida de la evangelización del Imperio ro-mano.

A lo largo de un primer viaje misionero (Hch 13y 14), Pablo, acompañado por Bernabé, se dirige enprimer lugar a los judíos en las sinagogas, y despuésa las «gentes de las naciones» (paganos) sin impo-nerles las prácticas judías. La comunidad de Jerusa-lén piensa, sin embargo, que hay que imponer la cir-cuncisión a los nuevos cristianos. En Antioquía haydos comunidades de creyentes: los que proceden deljudaísmo y conservan sus prescripciones, y los quevienen de las religiones tradicionales paganas. Estoscristianos de orígenes diferentes difícilmente puedencomer juntos a causa de las prohibiciones alimenta-rias del judaísmo; rechazo de ciertos alimentos ypreparaciones culinarias, de la sangre... ¿Pueden ce-

18 PARA LEER LA HISTORIA DE LA IGLESIA

Roma, la Vía Apia.

LA DISPERSIÓN DE LOS APÓSTOLES POR TODO EL MUNDO

Este Marcos dicen que fue el pri-mero en ser enviado a Egipto, y queallí predicó el evangelio que él habíapuesto por escrito y fundó Iglesias, co-menzando por la misma Alejandría.

EUSEBIO DE CESAREA, Historia eclesiástica, II, XVI, 1.

Madrid, La Editorial Católica, 1973, p. 89.

Tal era la situación de los judíos,mientras los santos apóstoles y discí-pulos de nuestro Salvador se habíanesparcido por toda la tierra: a Tomás,según quiere una tradición, le tocó ensuerte Partia (a Mateo, Etiopía, y aBartolomé, la India anterior); a An-drés, Escitia; a Juan, Asia, donde seestableció, muriendo en Éfeso.

Pedro, según parece, predicó enel Ponto, en Galacia y en Bitinia, enCapadocia y en Asia, a los judíos dela diáspora; al final llegó a Roma yfue crucificado con la cabeza paraabajo, como él mismo había pedidopadecer.

¿Y qué decir de Pablo, que desdeJerusalén hasta el Ilírico cumpliócon la predicación del Evangelio deCristo y finalmente sufrió martirioen Roma bajo Nerón? Esto lo diceOrígenes literalmente en el tomo IIIde sus Comentarios al Génesis.

EUSEBIO DE CESAREA, Historia eclesiástica, III, I, 1-3. Madrid,

La Editorial Católica, 1973, pp. 119-120.

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lebrar juntos la eucaristía, que es generalmente laconclusión de una comida? Éste es el origen de unconflicto referido de forma distinta en Hch 15 y enla carta de Pablo a los Gálatas (cap. 2). Pedro vacila.Admite la acogida de los paganos en la comunidadsin condiciones, pero tiene miedo de los cristianosde Jerusalén y no se atreve a comer con los cristia-nos que proceden de las religiones paganas. Pablo selo reprocha con aspereza (Gál 2).

Esta tensión quedará regulada con un compro-miso al que se ha dado el nombre de «concilio de Je-rusalén» (Hch 15). Por una parte, Santiago, el jefede la comunidad de Jerusalén; por otra, Pablo y Ber-nabé de regreso de su misión. En medio, Pedro ac-túa como pacificador. Es posible que el autor de losHechos haya dulcificado la controversia y sus con-clusiones. La postura de Pablo es admitida. Ya no seimpondrán la mayoría de las prescripciones judías.Sin embargo, Santiago consigue que los cristianosvenidos del paganismo hagan algunas concesionescuando estén mezclados con aquellos que procedendel judaísmo: no consumirán sangre... Así, la fe cris-tiana ya no está ligada a la religión judía. Aquel quequiera acceder al Evangelio no debe sufrir un tras-plante cultural. El cristianismo puede convertirse enuniversal. Sin embargo, las tensiones no desapare-cen, y Pablo se esfuerza por mantener la unidad en-tre los grupos mediante la caridad, haciendo a tra-vés de sus viajes mediterráneos una colecta para loscristianos de Jerusalén en dificultad (1 Cor 16,1-3;Gál 2,10).

El Evangelio despliega velas con Pablo

En el curso de un segundo viaje que emprendea través de Asia Menor, Pablo tiene una visión enTróade: «Un macedonio, de pie, le dirigía este ruego:“¡Pasa a Macedonia y ven en nuestra ayuda!”» (Hch16,9). Es una etapa capital que privilegia el Occi-dente griego y latino en la expansión de la Iglesia.Nacen las comunidades de Filipos, Tesalónica, Co-rinto... Pablo se dirige incluso a la capital de la cul-tura, Atenas. Se esfuerza por mostrar la convergen-cia entre la filosofía griega y el Evangelio. Inclusocita a un poeta griego. En vano. «Te escucharemosen otra ocasión...» (Hch 17,16-33). Cuando predica

en Corinto está menos preocupado de agradar a suauditorio y anuncia solamente a «Jesucristo, y a és-te crucificado» (1 Cor 2,2).

A lo largo de un tercer viaje, Pablo visita de nue-vo las comunidades de Asia y Europa. No faltan lasdificultades, y Pablo se hace eco de ellas en sus car-tas. Tropieza con la hostilidad de los judíos, que noaceptan su mensaje sobre Jesús, y de los paganos,que ven peligrar el comercio ligado a las peregri-naciones y los templos (Hch 19). Dentro de las co-munidades, particularmente en Corinto, Pablo debeatemperar a veces el desbordante entusiasmo: semanifiestan toda clase de carismas, entre los que elmás espectacular es el de hablar en lenguas múlti-ples e incomprensibles (1 Cor 13 y 14). Al mismotiempo hay disputas entre clanes rivales (1 Cor 3,3-9); los ricos no comparten con los pobres (1 Cor 11);algunos abusan de la libertad cristiana (1 Cor 5).

Un cuarto viaje conduce a Pablo a Roma, perocomo prisionero (Hch 21-28). Había ido a Jerusaléna encontrarse con Santiago y entregarle la colecta desus viajes misioneros. Para mostrar su adhesión a latradición judía, acepta acudir al Templo. Este gestose ve como una provocación. Inmerso en una re-vuelta, Pablo es arrestado. Pasa dos años en CesareaMarítima. Haciendo uso de su prerrogativa de ciu-dadano romano, apela al emperador ante el procu-rador, que lo envía como prisionero para ser juzga-

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Los apóstoles Pedro y Pablo (Epitafio de Ansellus) (DACL).

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do en Roma. Al final de un accidentado viaje, llega ala capital del Imperio. Dos años de libertad vigiladale permiten «proclamar el Reino de Dios y enseñarlo que concierne al Señor Jesucristo con plena segu-ridad y sin obstáculos» (Hch 28,31). A partir de esemomento ya no sabemos nada con seguridad sobrePablo. Estamos en el año 63...

4. Los otros terrenos de la evangelización

Pablo, el apóstol de las naciones

Los exegetas y los historiadores de la Iglesia pri-mitiva han comentado mucho sobre la frase de Pabloen la carta a los Gálatas relativa a las tensiones entrePablo y la Iglesia de Jerusalén: «Iríamos nosotros–dice Pablo– a los paganos [naciones] y ellos [San-tiago, Pedro y Juan] a la circuncisión» (Gál 2,9). Unalectura tradicional y superficial deducirá de esto quePablo era el «apóstol de las naciones», mientras quelos otros apóstoles y discípulos se encargaban de laevangelización de los judíos. Pablo aparecía enton-ces como el gigante de la evangelización, mientrasque el terreno de los otros estaba absolutamente res-tringido. Una lectura más rigurosa, particularmentela de Lucien Legrand, conduce a conclusiones dife-rentes. En la Escritura sigue existiendo una ambi-güedad en la traducción de ethné, «naciones» y «pa-ganos», aquellos que no son judíos. Pablo aparececomo aquel que se lanzó a la evangelización delmundo de las «naciones», de aquellos que no eran ju-díos, esencialmente hacia el Occidente mediterráneodel Imperio romano. Por sus escritos o por aquellosque se le atribuyen y por la segunda parte de los He-chos de los Apóstoles, Pablo es el mejor conocido en-tre aquellos que anunciaron el Evangelio, y se descu-bre que el cristianismo mediterráneo triunfó sobrelas otras formas de cristianismo.

El mundo de la «circuncisión»

Pero es preciso restablecer un cierto equilibrio.En realidad, este mundo de la «circuncisión», es de-

cir, el de los convertidos al judaísmo o de la diáspo-ra judía, era el de numerosas regiones de Asia en elsentido actual, Asia Menor, Mesopotamia y África(Alejandría y Egipto). Esto nos lleva a considerarque el campo reconocido por el propio Pablo a los«otros», Santiago, Pedro y Juan, era un ámbito in-menso, tan extenso, si no más, que al que él estabaentregado. Así podemos contemplar de una nuevamanera la evangelización del siglo I a través de losdatos del Nuevo Testamento y de otros datos tradi-cionales menos seguros y a veces legendarios, quetambién pueden tener un fundamento.

Relectura geográfica de la evangelizaciónen el Nuevo Testamento

El relato de Pentecostés menciona una muche-dumbre de peregrinos llegados a Jerusalén que es-cuchan el discurso de Pedro (Hch 2,5-12): éste pue-de ser el indicio de las primeras implantacionescristianas hasta en el lejano Oriente: partos, medosy elamitas, habitantes de Mesopotamia, Judea, Ca-padocia, el Ponto y Asia, Frigia y Panfilia, Egipto,Libia cirenaica, romanos, cretenses y árabes. Ade-más de las implantaciones que nos revelan los viajesde Pablo en Asia Menor, en Grecia y hasta en Roma,el Apocalipsis menciona las siete Iglesias surgidasde la irradiación de Juan. La carta de Pablo a los Ro-manos supone en la capital del Imperio una impor-tante comunidad, y ya antigua. El viaje de Pablo aEspaña (Rom 15,24) sigue siendo hipotético. Si lallegada de Pedro a Roma es un dato tradicional, yciertamente fundamentado por la arqueología, lostextos que nos informan de ella son tardíos y pocoseguros. Por el contrario, la primera carta atribuidaa Pedro menciona un extenso campo geográfico dela evangelización del apóstol (1 Pe 1,1 y 5,13).

Otras tradiciones

Eusebio de Cesarea, completado por su traductorlatino, Rufino, imagina ingenuamente un reparto dela evangelización de la tierra por parte de los Após-toles, sugerido por implantaciones cristianas conoci-das después. El país de los partos corresponde al

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Cf. 3

Cf. 4

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LAS MÁS ANTIGUAS COMUNIDADES CRISTIANASentre las principales mencionadas en los documentos del siglo I.

Panfilia

Licaonia

Listra

Pafos

Roma

Pozzuoli

Corinto

Tróade

Pérgamo

ÉfesoDerbe Tarso

Antioquía

Jafa

Macedonia

Epiro

Acaya

Pentápolis

Creta

Misia

Asia

Bitinia

Frigia

Pisidia

Egipto

Galacia

Chipre

Capadocia

Cilicia

Ponto

Siria

Palestina

Sofene

Edesa

Osroene

Damasco

Laodicea

JerusalénCirene

Perge

Tesalónica

Cesarea

Atenas

Antioquía

Filipos

Colosas

Sidón

Kokba

Samaría

Mileto

Berea

Alejandría

Iconio

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Irán actual; Escitia, a las regiones del norte del marNegro. Algunos escritos apócrifos nos proporcionaninformaciones difícilmente controlables. La literatu-ra en torno al apóstol Tomás (Evangelio y Hechos)quizá contenga elementos auténticos sobre la evan-gelización de Oriente hasta la India. Pero la dificul-tad de las relaciones entre el Mediterráneo y esteOriente debido al hecho de la permanente hostilidadentre el Imperio de los partos (y luego de los persas)y el Imperio romano, explica a la vez los límites de laevangelización y los de nuestra información.

5. Acontecimientos decisivos de finales del siglo I

La persecución de Nerón

La persecución de los cristianos por Nerón en elaño 64, sobre la que volveremos en el próximo capí-tulo, supone, según la tradición, la desaparición delos apóstoles Pedro y Pablo. Sin embargo, los histo-riadores dudan sobre una fecha precisa. Pedro seríauna víctima de esa persecución en el 65. Pablo ha-bría muerto en el 63 según unos, en el 67 segúnotros. Estas muertes de cristianos indican que erandistinguidos de los judíos, cuya religión tenía un es-tatuto legal.

La destrucción de Jerusalén

La ruina de Jerusalén marca una ruptura decisi-va en la vida de la Iglesia primitiva. Los judíos de Pa-lestina se habían rebelado contra los romanos parareconstruir una nación independiente que honrara aDios según la ley de sus antepasados. Una despiada-

da guerra condujo a la destrucción de la ciudad y delTemplo por Tito en el 70. Desde el principio de la re-vuelta, la comunidad cristiana de Jerusalén habíaabandonado la ciudad para refugiarse al otro lado delJordán. Privado del Templo, el judaísmo se organizaen Yamnia (al sur de Tel-Aviv) marcando radicalmen-te su oposición a las diversas sectas anteriores, y par-ticularmente a los cristianos. La tendencia fariseatriunfa con un calendario unificado y con la defini-ción de los libros reconocidos de la Biblia. La ruptu-ra entre judíos y cristianos se convierte en definitiva.

Aunque, entre los cristianos, algunos conservanaún las prácticas judías –se habla de judeocristia-nos–, no constituyen más que pequeños grupos envías de extinción, más o menos asimilados a sectas.La desaparición del Templo acaba de separar a loscristianos del judaísmo. Pensaban que Dios mostra-ba así que la antigua Ley estaba periclitada. El acon-tecimiento reforzaba el universalismo del Evangelio.

Formación de las Escrituras cristianas

A lo largo del oscuro período de los últimos de-cenios del siglo I se constituyen poco a poco las Es-crituras cristianas que hoy llamamos el Nuevo Testa-mento. Se reúnen las cartas de Pablo. Los evangelios,cuya redacción está influida por la ruina de Jerusa-lén, que invita a una relectura de las palabras de Je-sús, adquieren su forma definitiva... Pero aún haráfalta mucho tiempo para que las comunidades sepongan de acuerdo en los escritos que hay que con-siderar como revelados y como regla de fe.

En este final del siglo I, el cristianismo, aunquehabía sido anunciado en el Oriente asiático, se habíavuelto resueltamente hacia Occidente, utilizando lasestructuras que le ofrecía el Imperio romano.

22 PARA LEER LA HISTORIA DE LA IGLESIA

Cf. 5

Cf. 6

Cf.7

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PEDRO Y PABLO EN ROMA

La tradición asocia a Pedro y Pa-blo con la Iglesia de Roma, de la queson sus columnas y fundamento. Ro-ma sería el lugar de su martirio y con-servaría sus tumbas. Sin embargo, lacrítica histórica, poniendo de relieveque los testimonios relativos al marti-rio romano de los dos apóstoles no seremontan más que a los últimos añosdel siglo II, ha querido examinar másde cerca el final de ambos apóstoles.

La función del papa en la Iglesiauniversal se fundamenta en el hechode que el obispo de Roma es el sucesorde Pedro. Ahora bien, dirán los protes-tantes en la época de la Reforma, la Es-critura no indica en ninguna parte quePedro hubiera ido a Roma. Es un apó-crifo tardío el que narra la crucifixiónde Pedro. Sin embargo, los historiado-res actuales piensan que la presencia yel martirio de Pedro en Roma estánrazonablemente basados en un haz deindicios convergentes: el examen mi-nucioso de algunos textos del NuevoTestamento, de los más antiguos escri-tos cristianos (Clemente de Roma), dealgunos textos litúrgicos y el resultadode excavaciones arqueológicas. Uno delos argumentos que se consideran másdecisivos es la relación que se ha po-dido establecer recientemente entre el

monumento descubierto bajo la basíli-ca de San Pedro y el trofeo de Gayomencionado por Eusebio.

Los Hechos afirman claramente lallegada de Pablo a Roma (Hch 28,16-31). La incertidumbre estriba en los úl-timos años de Pablo, las circunstanciasy la fecha de su muerte. Pablo habíamanifestado su deseo de ir a Españadespués de una etapa romana (Rom15,24-28). Debemos suponer, por tanto,su absolución en el 63, la predicaciónen España, después de nuevo en AsiaMenor y Grecia. Ahí se situarían lascartas a Timoteo y a Tito. Encarceladode nuevo (1 Tim 1), Pablo habría sidoejecutado en el 67. Vemos una alusión aeste viaje a España cuando Clementede Roma dice que Pablo «alcanzó los lí-mites de Occidente». Sin embargo,otros historiadores interpretan el silen-cio del final de Hechos como la confe-sión implícita de la muerte de Pablo,que habría sido ejecutado en el 63. Elprimer testimonio conocido de la deca-pitación de Pablo en Roma se encuen-tra en Tertuliano, que escribe a finalesdel siglo II. Las excavaciones efectuadasbajo la basílica de san Pablo Extramu-ros permiten pensar igualmente que sehan encontrado los restos del trofeo dela Vía Ostiense del que habla Gayo.

Mas dejemos los ejemplos anti-guos y vengamos a los luchadores quehan vivido más próximos a nosotros:tomemos los nobles ejemplos de nues-tra generación.

Por emulación y envidia fueronperseguidos los que eran máximas yjustísimas columnas de la Iglesia y sos-tuvieron combate hasta la muerte.Pongamos ante nuestros ojos a los san-

El final de los apóstoles Pedro y Pablo según Clemente, obispo de Roma (ca. 95)

La Carta de la Iglesia de Roma a la Iglesia de Corinto es probablemente el tex-to más antiguo de la literatura cristiana después del Nuevo Testamento. La tradiciónes unánime en atribuírsela a Clemente, jefe de la Iglesia de Roma hacia el 95. Cle-mente quiere establecer la paz en la comunidad de Corinto, turbada por un grupo queha destituido a los presbíteros. La causa de ello es –dice– la envidia que ha provoca-do la muerte de Pedro y Pablo. La alusión resulta oscura para nosotros, pero consti-tuye el testimonio más antiguo sobre la muerte de los dos apóstoles.

tos apóstoles. A Pedro, quien, por ini-cua emulación, hubo de soportar nouno ni dos, sino muchos más trabajos.Y después de dar así su testimonio,marchó al lugar de la gloria que le eradebido.

Por la envidia y rivalidad mostróPablo el galardón de la paciencia. Porseis veces fue cargado de cadenas; fuedesterrado, apedreado; hecho heraldode Cristo en Oriente y en Occidente, al-canzó la noble fama de su fe; y despuésde haber enseñado a todo el mundo lajusticia y de haber llegado hasta el lími-te de Occidente y dado su testimonioante los príncipes, salió así de este mun-do y marchó al lugar santo, dejándonosel más alto dechado de paciencia.

CLEMENTE DE ROMA, nueva Carta a losCorintios, 5, en Padres apostólicos. Madrid,

La Editorial Católica, 1950, p. 182.

Las tumbas de losapóstoles Pedro yPablo en Roma

Efectivamente, se dice que, bajo elimperio de Nerón, Pablo fue decapitadoen la misma Roma, y Pedro fue crucifi-cado. Y de esta referencia da fe el títulode Pedro y Pablo que ha predominadopara los cementerios de aquel lugar has-ta el presente.

Y no menos lo confirma un varóneclesiástico llamado Gayo, que viviócuando Ceferino (199-217) era obispo deRoma. Disputando por escrito con Pro-clo, dirigente de la secta catafrigia, diceacerca de los mismos lugares en que es-tán depositados los despojos sagrados delos apóstoles mencionados lo que sigue:

«Yo, en cambio, puedo mostrarte lostrofeos de los apóstoles, porque si quieresir al Vaticano o al camino de Ostia, en-contrarás los trofeos de los que fundaronesta Iglesia».

EUSEBIO DE CESAREA, Historia eclesiástica II,XXV, 5-7. Madrid, La Editorial Católica,

1973, pp. 114-115.

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