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NOTAS SOBRE EL USO DE LA ANTROPOLOGIA EN EL CAMPO DE LA SALUD PUBLICA* DR. RICHARD N. ADAMS INTRODUCCION El julio de 1951, el Dr. George Foster publicó un informe mimeografiado, redactado por él y basado en la labor llevada a cabo por los cuatro antropólogos del Instituto de Antropología Social de la Institución Smith- soniana. Este informe titulado “A Cross- Cultural Anthropological Analysis of a Technical Aid Program” (Análisis Antro- pológico Intercultural de un Programa de Ayuda Técnica), fué traducido al español y publicado en 1952 por el Instituto Nacional Indigenista de México, y el mismo año apareció un amplio resumen en el BoZetZn de la Oficina Sanitaria Panamericana, publi- cación que se distribuye en todos los países del Hemisferio Occidental. Dicho informe consistía en un análisis de la labor realizada por los Servicios del Instituto de Asuntos Interamericanos en ciertas fases de sus actividades en México, Colombia, Perú y Brasil. El estudio, como su título indica, trataba de analizar desde un punto de vista antropológico los esfuerzos del personal de salud pública para implantar, por medio de sus programas ordinarios, medidas de higiene y saneamiento en las poblaciones de regiones seleccionadas de la América Latina. El informe de Foster no era, en modo alguno, el primero en que un antropólogo expresaba sus opiniones acerca de los + métodos y programas de salud pública, pero fué uno de los primeros que trató de * El autor expresa su agradecimiento a las siguientes personas que leyeron este manuscrito J’ formularon críticas sobre el mismo: Dres. George Foster, Guillermo Samamé, J. L. García Gutiérrez, : Nevin S. Scrimshaw, Stanford F. Farnsworth y Sr. Norman Craig, y asume la responsabilidad plena de las opiniones expresadas en este estudio, las cuales no son necesariamente las de las per- sonas antes mencionadas. Este artículo aparece en inglés en H?tman Orgunization, Val. 13, No. 4, 1055. presentar un análisis sistemático de algunos de esos programas desde el punto de vista antropológico y formular recomendaciones basadas en dicho análisis encaminadas a cambiar las prácticas de salud pública. En ese aspecto marcó un jalón importante en el proceso de la aplicación de la antro- pología al campo de la salud pública, y produjo considerable impresión en muchos trabajadores de salud pública de la América Latina y de los Estados Unidos. A muchos de ellos les ofreció un excelente ejemplo de una de las formas en que la antropología cultural y social, como estudio de la con- ducta humana habitual, puede facilitar la labor de salud pública. Puesto que esta última se interesa fundamentalmente en modificar los hábitos humanos, los traba- jadores en ese campo podrían beneficiarse de la ayuda prestada por las personas que se dedican especialmente al estudio de los hábitos humanos y de sus alteraciones. No cabe duda, sin embargo, que para muchos, el informe de Foster no pasó de ser un ensayo preliminar. La mayoría del personal de salud pública tenía escaso o ningún contacto con antropólogos culturales y no había tenido tampoco la oportunidad de observar en la práctica las formas en que la antropología podía secundar su labor. Además, el empleo de un antropólogo en los programas de salud pública era una idea tan nueva que pocos administradores estaban suficientemente con- vencidos de la utilidad de la disciplina o tenían los conocimientos necesarios sobre ella para fomentar su empleo en proyectos específicos de salud pública. En los tres años transcurridos desde que apareció la publicación de Foster, los trabajadores de salud pública y los de antropología han tenido más ocasiones de descubrir la eficaz manera en que la antro- pología puede contribuir a la salud pública. 473

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NOTAS SOBRE EL USO DE LA ANTROPOLOGIA EN EL CAMPO DE LA SALUD PUBLICA*

DR. RICHARD N. ADAMS

INTRODUCCION

El julio de 1951, el Dr. George Foster publicó un informe mimeografiado, redactado por él y basado en la labor llevada a cabo por los cuatro antropólogos del Instituto de Antropología Social de la Institución Smith- soniana. Este informe titulado “A Cross- Cultural Anthropological Analysis of a Technical Aid Program” (Análisis Antro- pológico Intercultural de un Programa de Ayuda Técnica), fué traducido al español y publicado en 1952 por el Instituto Nacional Indigenista de México, y el mismo año apareció un amplio resumen en el BoZetZn de la Oficina Sanitaria Panamericana, publi- cación que se distribuye en todos los países del Hemisferio Occidental. Dicho informe consistía en un análisis de la labor realizada por los Servicios del Instituto de Asuntos Interamericanos en ciertas fases de sus actividades en México, Colombia, Perú y Brasil. El estudio, como su título indica, trataba de analizar desde un punto de vista antropológico los esfuerzos del personal de salud pública para implantar, por medio de sus programas ordinarios, medidas de higiene y saneamiento en las poblaciones de regiones seleccionadas de la América Latina.

El informe de Foster no era, en modo alguno, el primero en que un antropólogo expresaba sus opiniones acerca de los

+ métodos y programas de salud pública, pero fué uno de los primeros que trató de

* El autor expresa su agradecimiento a las siguientes personas que leyeron este manuscrito J’ formularon críticas sobre el mismo: Dres. George Foster, Guillermo Samamé, J. L. García Gutiérrez,

: Nevin S. Scrimshaw, Stanford F. Farnsworth y Sr. Norman Craig, y asume la responsabilidad plena de las opiniones expresadas en este estudio, las cuales no son necesariamente las de las per- sonas antes mencionadas. Este artículo aparece en inglés en H?tman Orgunization, Val. 13, No. 4, 1055.

presentar un análisis sistemático de algunos de esos programas desde el punto de vista antropológico y formular recomendaciones basadas en dicho análisis encaminadas a cambiar las prácticas de salud pública. En ese aspecto marcó un jalón importante en el proceso de la aplicación de la antro- pología al campo de la salud pública, y produjo considerable impresión en muchos trabajadores de salud pública de la América Latina y de los Estados Unidos. A muchos de ellos les ofreció un excelente ejemplo de una de las formas en que la antropología cultural y social, como estudio de la con- ducta humana habitual, puede facilitar la labor de salud pública. Puesto que esta última se interesa fundamentalmente en modificar los hábitos humanos, los traba- jadores en ese campo podrían beneficiarse de la ayuda prestada por las personas que se dedican especialmente al estudio de los hábitos humanos y de sus alteraciones. No cabe duda, sin embargo, que para muchos, el informe de Foster no pasó de ser un ensayo preliminar. La mayoría del personal de salud pública tenía escaso o ningún contacto con antropólogos culturales y no había tenido tampoco la oportunidad de observar en la práctica las formas en que la antropología podía secundar su labor. Además, el empleo de un antropólogo en los programas de salud pública era una idea tan nueva que pocos administradores estaban suficientemente con- vencidos de la utilidad de la disciplina o tenían los conocimientos necesarios sobre ella para fomentar su empleo en proyectos específicos de salud pública.

En los tres años transcurridos desde que apareció la publicación de Foster, los trabajadores de salud pública y los de antropología han tenido más ocasiones de descubrir la eficaz manera en que la antro- pología puede contribuir a la salud pública.

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En el curso de esos años, ha sido posible re-evaluar, aclarar y complementar los principios e ideas propuestas por Foster. El presente trabajo tiene por objeto esbozar a la luz de la experiencia obtenida en los últimos años las distintas formas en que la antropología puede contribuir a la salud pública; estudiar la colaboración entre trabajadores de ambos campos de actividad en consonancia con el informe de Foster, y tratar de exponer lo que hemos aprendido desde SU publicacion. La discusión se circuns- cribir6 a los siguientes límites generales: {En qué forma se puede utilizar con mayor eficacia la antropología para la mejor ejecución de los proyectos de salud pública? El punto de vista expuesto es el de una persona que, por haber trabajado en Centro AmErica, no pudo examinar la mayor parte de la documentación relativa a la labor hecha en otras partes del mundo. Por consiguiente, este informe es parcial, tanto geográficamente como en cuanto al tiempo que abarca. Aunque existe un acopio cada vez más considerable de escritos sobre la materia, la mayor parte de ellos en manuscrito o mimeografiados, ha habido relativamente escaso interés en la manera en que la antropología ha contribuído al progreso de la salud pública, así como en los conocimientos ohtenidos sobre la co- laboración entre el antropólogo y los encar- gados de los programas de salud pública.

Las principales recomendaciones formula- das por Foster en 1951 pueden resumirse en las tres categorías principales siguientes:

(1) Los administradores de programas de salud pública deben estar familiarizados con los valores culturales de la colectividad en que trabajan. Foster mencionó nueve aspectos sociales y culturales que el ad- ministrador debe conocer (e insistió en que no se trataba, en modo alguno, de una lista definitiva). Entre ellos, concedio especial importancia al conocimiento de las creencias relativas a las enfermedades y a su curación. Los otros aspectos son los recursos econó- micos de la poblacion, la organización de la familia, educacion e instrucción primaria,

administración política, religión, sistemas de valores, complejo de prestigio y normas de acción.

(2) Deben formar parte de los equipos de campo de los programas de salud pública especialistas en ciencias sociales, “para recoger informes especializados (para roro- nar un vasto acopio de datos fundamentales) tendientes a farilitar proyectos específicos”. Además, tales especialistas pueden hacer continuos experimentos de campo variando los métodos en consonanria con diferentes condiciones con el objeto de determinar con mayor precisión la relativa eficacia de los mismos.

(3) Los estudios fundamentales tanto sobre los rasgos culturales de una caierta región como sobre la teoría de la antro- pología, son esenciales para la eficaria de la labor del antropólogo. Foster señala que LC . . . parece obvio que dehen hacerse planes para proseguir la acumulación do datos culturales fundamentales de valor general no solo en T,atino Amérira, sino tamhién en otros lugares donde se pret#enda establecer programas de esta clase. Administrativa- mente, tales trahajos no se deben acoplar directamente ron los programas de accion específica, porque la investigación enfocada hacia programas demasiado especificos da resultados de menor ut’ilidad para otros tipos de programas.”

IJtilizando estos tres puntos como base de discusion podemos examinar algunos de los prohlemas y cuestiones que se plantean en la aplicacion de la ankopología al campo de la salud pública.

LA ANTROPOLOUIA Y EL ADMINISTRADOR DE SALUD PÚBLICA

De su conocimiento de la antropología y de su actitud hacia ella depende que el administrador de salud pública decida utilizarla o no dentro de su ‘jurisdicion. Se puede afirmar que, en general, muy pocos de estos administradorns tienen dc esta disciplina más que los conocimientos más rudimentarios. Su actitud hacia la antro- pología va desdr un excesivo ent’usiasmo que

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lo incapacita para delimitar los límites de sus posibilidades hasta una declarada hostilidad, pasando por una total indi- ferencia. Rara vez pudo el administrador de salud pública hacer una valoración crítica de la antropología o definir los linderos de sus aplicaciones partiendo de su experiencia personal.

El entusiasmo exagerado por la antro- pología lleva, por lo general, a suponer que puede lograr “lo imposible”, o que puede producir cambios que requieren años en cuestión de semanas. La hostilidad se manifiesta, de ordinario, en el médico o trabajador de salud pública, que pretende saber ya más de lo que un antropólogo puede llegar a saber de una cultura dada. Uno se encuentra a veces con un médico o con un profesional de salud pública que, por el hecho de ser del país, pretende saber más sobre el medio cultural en que vive de lo que pueda llegar a saber cualquier antro- pólogo extranjero. La falta de base de semejante argumento se pone de mani- fiesto suponiendo que un enfermo que pretendiera saber cómo tratar su enfermedad mejor que el médico, ya que éste, al fin y al cabo, no la padece. Sin embargo, la mayoría de los funcionarios de salud pública están tan poco familiarizados con las posibilidades que la antropología ofrece que ni se muestran entusiastas ni hostiles a ella, sino simple- mente curiosos.

El interesar en la antropología a los administradores de salud pública no es un problema de propaganda ni de abrir canales de comunicación a fin de que las ideas antropológicas puedan llegar al trabajador de salud pública. La antropología no trata de convencer de su utilidad a los medios responsables de la salud pública; tampoco se logrará una comprensión efectiva de esta ciencia por el mero hecho de que se faciliten informes antropológicos a los administra- dores. En los cuatro años de asociación del autor de este trabajo con actividades de salud pública ha visto circular artículos y documentos sobre antropología entre el personal de esta especialidad. Mientras los

leía trataba de imaginarse la situación del administrador de salud pública a cuyo despacho llega diariamente una gran canti- dad de correspondencia y documentos, y se ha preguntado: ¿Qué efecto puede tener un artículo de antropología en un ad- ministrador que se encuentra agobiado por la preparación del presupuesto del año próximo y por el problema de uno de los automóviles de la oficina que acaba de tener un accidente y, por alguna inadvertencia, no estaba asegurado? Además, cuando disponga de tiempo libre, lo dedicará a la lectura de publicaciones sobre alguna materia de interés especial o de una novela como descanso o recreo. No obstante, es cada vez mayor el número de administradores que llegan a leer tales artículos e informes debido a que, en la ejecución de sus pro- gramas, se han encontrado con problemas y han llegado a creer que la antropología puede ofrecer soluciones a algunos de ellos.

El problema principal que se plantea al presentar la antropología al administrador es, de algún modo, suscitar en él cierto interés en la materia, por lo menos en grado suficiente para incitarle a enterarse de sus posibilidades, y una vez interesado, buscar algún medio de que adquiera algunos cono- cimientos sobre esta ciencia. Es indudable que la mejor ocasión de estimular el interés por la antropología es el período de forma- ción profesional, durante los cursos de licenciatura o doctorado en salud pública. Algunas escuelas de salud pública se han preocupado de proporcionar este estímulo. La Fundación Russell Sage ha establecido algunos puestos de profesor de antropología en las Universidades de Harvard y Denver con esta finalidad. La Universidad de Cornell enseña cursos de esta materia para el personal de salud pública y la Escuela Nacional de Salud Pública, de México, cuenta entre su personal docente con un antropólogo empleado a tiempo parcial. Sería conveniente examinar aquí en detalle el problema de brindar esta formación en las escuelas de salud pública, pero las actividades del autor no se han orientado

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hacia ese campo y, por lo tanto, lo deja a ha permitido determinar mejor la funciijn personas con mayor experiencia pedagógica. que los antropólogos pueden desempeñar con No obstante, subsiste un problema de suma eficacia en la campo de la salud pública. importancia. La mayoría de los actuales A continuación vamos a examinar el tipo administradores de salud pública no estu- general de trabajo que la antropología puede diaron antropología durante sus cursos de llevar a cabo, así como ciertas actividades salud pública; algunos nunca siguieron específicas: investigación, consulta y en- cursos de salud pública ni de antropología. señanza. Por consiguiente, no sólo ahora, sino durante (1) Campos de la salud pública en los muchos años, habrá que inculcar las ciencias que la antropología puede ser de utili- sociales a las personas que trabajan a tiempo dad.-Una de las dificultades que algunos completo en la administración de salud antropólogos adscritos a actividades de pública. salud pública han tenido que afrontar es

La inclinación a utilizar las ciencias que, por lo general, el personal de salud sociales en las actividades de salud pública pública tiene un concepto tan superficial de puede suscitarse de una o de ambas maneras la antropología, que no se hace idea de la siguientes: (1) insistiendo cerca de los ad- manera más efectiva de valerse de ella ministradores hasta que manifiesten sufi- para sus fines. Con el objeto de mantener ciente interés para intentarlo y, (2) demos- cierto orden administrativo en los trabajos trando en la práctica que la antropología, en ejecución, a veces ha habido la tendencia en realidad, puede solucionar problemas a encajar al antropólogo en el cuadro, difíciles o imposibles de resolver sin ella. burocrático de la organización de salud Las relaciones que la mayoría de los ad- pública, limitando así en grado considerable ministradores mantienen no comprenden a la eficacia de esta aporta&n de las ciencias muchos antropólogos, y aun cuando de sociales. palabra se llegara a suscitar su interés, El hecho de que una determinada materia siempre podrían desear una demostración. corresponda a cierto campo de la salud En resumen, para que un administrador se pública ni afirma ni niega, por sí ~610, que familiarice con la materia, ha de ver la la antropología pueda ser de utilidad en tal antropologfa en arción, y para verla hay caso. Cabe decir, en general, que la posible que contar con algunos administradores utilidad de la antropología puede juzgarse convencidos de su utilidad. Todo ello únicamente en relaci6n con los problemas indica que transcurrirá largo tiempo antes específicos que se plantean (o que puede de que logremos que muchos administra- preverse que se van a prcsent’ar) al iniciar dores se familiaricen, bien sea con la antro- una artividad específica de salud pública en pología o con los medios de llegar a conocer determinadas circunstancias culturales, el medio cultural en que trabajan. Evidente- sociales y de ambiente. Por ejemplo, la mente, tiene suma importancia estimular el organización de un prograrna de control de la uso de la antropología siempre que resulte malaria, un nuevo sistema de abastecLimiento eficaz, a fin de que su utilidad se pueda de agua, una escuela de enfermería o una apreciar mejor . clínica rural puede o no beneficiarse del uso

de la antropología, según sea la naturaleza ESPECIALISTAS EN CIENCIAS SOCIALES EN de los problemas específicos del caso. En

LOS PROYECTOS DE CAMPO lugares donde se sahe que la malaria se debe La recomendación de Foster de que se a la presencia de mosquit,os de &rt,o tipo,

utilicen especialistas en ciencias sociales en tal vez sea sufiriente la aplicaG6n de los los programas de salud pública era ya métodos corrientes para la ejecu&n de los seguida cuando su informe apareci6. Ahora programas; sin emhargo, cuando se cree que bien, la labor llevada a cabo desde entonces la enfermedad se dehr a enfriamiento

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después de haber sudado, tal vez sea nece- sario utilizar recursos más complicados. En circunstancias muy difíciles, será conveniente contar con los servicios de un antropólogo que pueda interpretar el cómo y porqué de las creencias tradicionales locales. Muchas colectividades en todos los países del mundo verían con sumo agrado que se mejorase su abastecimiento de agua; sin embargo, cuando una colectividad tiene creencias peculiares respecto a la procedencia del agua, tal vez sean útiles los servicios de un antropólogo. A primera vista la creación de una escuela de enfermería no es la clase de empresa, en que se considere conveniente la colaboración de un antropólogo. Ahora bien, cuando en el país en que se va a establecer la enfermera ocupa una categoría social baja, el encontrar alumnas puede constituir un verdadero problema. Del mismo modo, el hecho de que la organización de una clfnica rural se beneficie o no de los servicios de un antro- pólogo depende de las características cultu- rales y del medio en que se trata de establecer la clínica; también puede depender de la naturaleza de la organización del proyecto que va a establecerla.

Como ya se ha mencionado anterior- mente, no es posible predecir de un modo definitivo, basándose únicamente en la naturaleza del proyecto, si será o no nece- sario emplear las ciencias sociales. Ahora bien, existen algunas indicaciones que muchas veces pueden ayudar a adoptar una decisión previsora*. Cabe citar las siguientes: (a) cuanto mayores sean las diferencias culturales entre el personal encargado del proyecto y la población a que beneficia, mayor será la utilidad de la antropología; (b) cuanto mayor sea la distinción de casta o

* George Foster, al leer este párrafo, comentó que probablemente era demasiado pronto para definir el grado de utilidad posible de las ciencias sociales en el campo de la salud pública. Sin em- bargo, el autor considera que es conveniente estu- diar este problema como un medio de aclarar nuestras ideas. Este párrafo, como todo el artículo, no debe ser considerado como una exposición de hechos, sino que trata de suscitar ulteriores defi- niciones y aclaraciones.

clase social entre el personal y la población, de mayor utilidad serán las ciencias sociales; (c) en aquellos proyectos relacionados con alteraciones de los hábitos humanos que se adquieren en las primeras fases de la vida o se refuerzan a menudo, los servicios de un antropólogo 0 psicólogo social serán útiles. Estos no son los únicos casos en que la labor de los especialistas en ciencias sociales ha sido de utilidad, pero si tales situaciones existen, es indicación evidente de que los servicios de ese especialista serán una valiosa adición al proyecto. Los médicos, enfermeras y sanitaristas, por su adiestramiento y contactos personales de carácter profesional, tienden a establecer ideas comunes que pueden muy bien no ser compartidas por otras personas que pertenecen a su mismo grupo social y cultural. En ese aspecto, difieren en cultura de aquellos a favor de quienes habrán de trabajar. Aun suponiendo que lo contrario sea cierto, conviene recalcar que la mera existencia de un nivel educativo satisfactorio en la población no constituye, por sí sola, una indicación de que la cultura de la población general sea similar a la del personal del proyecto.

De acuerdo con los puntos antes men- cionados se pueden indicar ciertos tipos de población en los que los proyectos pueden beneficiarse de la utilización de las ciencias sociales, a saber: (a) En general cualquier sector de una población que, en su conjunto, es predominantemente de bajo nivel eco- nómico y social, puesto que la cultura de esa población, de ordinario, varía manifiesta- mente de la de las autoridades médicas de dicho país; (b) Las poblaciones indígenas o de origen cultural extranjero, bien consti- tuyan una mayoría o una minoría de la sociedad en conjunto, pueden diferir en costumbres de la población local dominante de que procede el personal médico; (c) los proyectos encaminados a mejorar la nutri- ción y a cambiar hábitos fundamentales de higiene y saneamiento afectan a hábitos muy arraigados en la gente y estrechamente relacionados con muchas actividades de la vida cotidiana. No es fácil cambiar estas

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actividades. En términos generales, cabe decir que la antropología puede prestar ayuda específica en los programas de nutricion, educación sanitaria, higiene maternoinfantil, ciertas actividades de saneamiento del medio y en el establecimiento de programas integrados de salud pública. En términos más generales, puede contribuir a orientar los principios fundamentales de tales pro- gramas así como a la labor de investiga- ciones específicas.

(2) El papel de la investigación antro- pológica en la salud pública.-La antro- pología ha sido, tradicionalmente, una disciplina de investigación. Hasta los últi- mos años no pasó activamente al campo de la aplicación y, por consiguiente, su función en ese aspecto está todavía en período de desarrollo y definición. Algunos antropólo- gos, por razón de su personalidad, rinden también servicios eficaces en el campo de aplicación práctica, y una escuela de los Estados Unidos está fomentando un campo que denomina “antropología de accion”, una combinación de trabajo práctico y de investigación. Sin embargo, en opinión del autor, la verdadera contribución del antro- pólogo descansa en su capacidad de investi- gador y consultor. Pocos antropólogos dominan las técnicas generales de educación, están familiarizados con actividades es- pecializadas de grupo, con la dirección y orientación de adultos o con trabajo social que les permita desempeñar un papel particularmente eficaz en el campo de aplica- cion de su especialidad; por consiguiente, han de actuar como “amateurs” en ese campo. En las actividades llevadas a cabo por el autor, su equipo de campo cont,aba con algún personal cuyo objeto era poner en pr&%ica los resultados de la investigarion a medida que se iban conociendo.

Hay ciertamente ocasiones en que el antropologo puede ser, a largo plazo, de mayor utilidad en relación con un proyecto si SC abstiene de participar en persona en las artividades de ejecución y sigue sirviendo en su capacidad de investigador. Esto, por supuesto, varía dc acuerdo con las (‘arac-

terísticas del programa, con la sociedad de que se trate y con el propio antropólogo.

Si se admite que la investigación es una importante cont,ribucibn del antropblogo a la salud pública, vale la pena definir con mayor precisión la naturaleza de la misma y ‘. explorar sus posibilidades en relación con programas de aplicación práctica. En primer lugar, hemos de definir tres tipos generales dc investigación que el antropologo puede llevar a cabo: investigación de problemas, investigación de exploracion e investigación de aplicación experimental.

(a) La investigación de problemas: Es la encaminada a la solucibn de un problema específico que se presenta en el curso de un programa de salud pública. Por ejemplo, si un programa progresa con lentitud debido ala falta de colaboracion de la colectividad, el antropologo puede tratar de hallar sus causas y de este modo, contribuir a poner fin a este estado de cosas. Si un proyecto tiene por objeto adiest’rar parteras em- píricas en una comarca o país donde la obstetricia científica jamás se puso en prártira, el antropologo puede estudiar la situacicin de las parteras locales y tratar de prever los obstáculos que la relación con ellas puede plantear a la cjerucicin del proyecto. Parte de la labor más eficaz lle- vada a cabo hasta ahora por los antropólogos en el campo de la salud pública ha sido en este aspecto de la invest,igac%n de problemas o en relación directa con él. En general, se puede definir el papel del antropologo en la investigación de problemas como el que trata de resolver algún problema especffico que obstaculiza la ejerucion de un proyecto.

(b) Investigación de exploración: Por investigación de exploración se entiende aquí la que se lleva a cabo en una region geográfica o en un grupo dc poblacion poco conocido generalmente con el objeto de determinar de una manera más o menos detallada el estado cultural, social y econó- mico de los habitan& a fin de plenear el programa de salud pública correspondiente de acuerdo ron sus necesidades y posihili- dades. Las materias objeto de esa explora-

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ción dependen del tamaño y complejidad de la sociedad, del tiempo disponible para la investigación (sin olvidar el tiempo de aprender su idioma, si fuera necesario), y de los aspectos específicos de la vida que puedan ser afectados por el mencionado programa. Puesto que el objeto de un estudio de esta clase es determinar los aspectos culturales que pueden oponer abstáculos o merecen ser tenidos en con- sideración al planear un programa, el antro- pólogo ha de emprender a menudo su in- vestigación sin saber concretamente cuáles son los objetivos que persigue. Unioamente puede tratar de sondear las posibilidades, basándose en su formación y experiencia. Esto supone tener que realizar una investi- gación general que comprenda la economía, la estructura de la colectividad, orga- nización de la familia, otras fases de la organización social y el sistema de valores, con el objeto de tratar de obtener una idea general de la manera en que los miembros de la colectividad reaccionan entre sí y a perso- nas extrañas, y la forma en que reaccionarían ante los diversos factores que un programa de salud pública pueda introducir en su colectividad.

La investigación exploratoria tiende a evitar que más tarde se planteen problemas a facilitar el planeamiento con suficiente inteligencia de forma que requiera un mínimum de investigación de problemas. No puede planearse, con anticipación, de una manera minuciosa por la sencilla razón de que el antropólogo, a menos que esté familiarizado con medios culturales simi- lares, no puede saber exactamente qué es lo que busca, aparte del hecho de que trata de identificar aspectos de la cultura que más tarde puedan asumir especial significación en alguna fase de las actividades del pro- yecto.

(c) Investigación de aplicación experi- mental: Por investigación de aplicación experimental entendemos la encaminada a precisar la importancia o el valor de pro- cedimientos, técnicas o métodos específicos en las actividades de salud pública, mediante

la utilización de determinadas situaciones naturales como campos de experimentación, y variando ciertos factores con el objeto de observar la manera en que afectan los re- sultados. Teniendo en cuenta los problemas que se han presentado en los proyectos de salud pública en América Latina, este tipo de investigación puede ser de suma uti1ida.d. La educación sanitaria es un campo que puede beneficiarse especialmente de esta labor experimental. Abunda en técnicas he- redadas del trabajo social, de la educación y de otras disciplinas más o menos estable- cidas que se han desenvuelto en las culturas occidentales. En la transferencia de esas técnicas a otros medios culturales y a otras formas de sociedad, se persiste a menudo en utilizarlas a pesar de que hay claras in- dicaciones de que distan mucho de ajustarse bien a la contextura cultural en que operan. Tal vez los resultados evidencien que esa labor de educación sanitaria no es satis- factoria, pero el único medio de encontrar procedimientos mejores es llevar a cabo ex- perimentos en situaciones prácticas.

Es evidente que los tres tipos de investiga- ción mencionados no se excluyen mutua- mente. Una de las contribuciones más eficaces que la antropología puede aportar a un proyecto consiste en proceder en primer lugar a la investigación exploratoria, seguida de investigaciones experimentales, contando además en todo momento con personal para la investigación de problemas a medida que se plantean. En la práctica, la labor de los antropólogos, por diversas razones, se ha limitado por lo general a uno de esos tipos de investigación. El trabajo de Erasmus, Simmons, Oberg, Kelly y Foster, todos ellos miembros del Instituto de Antropología Social, fué principalmente de investigación de problemas. La labor más reciente de Kelly, con el Instituto de Asuntos Inter- americanos, ha sido de carácter más ex- ploratorio, en tanto que Erasmus tuvo ocasión de llevar a cabo en el Ecuador al- gunas investigaciones experimentales en educación sanitaria. El grado en que las diferentes clases de trabajo se llevan a cabo

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depende hoy día casi exclusivamente de la decisión del antropblogo; pocos adminis- tradores de salud pública se han percatado de la variedad de actividades que pueden desarrollarse.

1,a labor de investigación del antropólogo se puede considerar también en relación con la materia a que se aplica. Es conveniente tratar esta cuestión bajo tres aspectos generales: concentración en la colectividad ; concentración en la organizaci6n que patro- cina las actividades, y concentración en las relaciones entre la colectividad y la or- ganización.

tropología tiende cada vez más a fundirse con el campo general de las relaciones y la conducta humanas, amplia disciplina a la que contribuyen las diversas ciencias sociales, psicológicas y bio- lógicas. Los estudios de una dada sociedad pueden abarcar un amplio (‘ampo de investigación, tan amplio como la gama de aspectos de la sociedad misma. Tales estudios, como ya se ha mencio- nado anteriormente, pueden converger en un problema, o bienser de caracter exploratorio o ex- perimentales.

(a) Estudio de la colectividad.PEste ha sido hasta ahora el uso más aceptable y eficaaz de la antropologfa en la América Latina. Muchas personas que trabajan en el campo de la salud pública han visto la antropologfa en acción, in- vestigando las causas por las que una población dada ofreció resistencia a un cambio, por qué reawionó como lo hizo ante un proyecto, por qué prefería una clfnica a otra, etc. El hecho mismo de que la antropología se ocupe por lo general de sociedades aborigenes o no occi- dentales facilita la comprensión de su utilidad por parte de las personas no familiarizadas con esta disciplina en el estudio de esas sociedades. Sin embargo, el hecho de que el estudio antro- pológico de una colectividad sea o no provechoso no depende únicamente de que forme parte de una de la categorías clásicas de estudio antro- pológico. En los últimos años, la antropología ha legrado algunos de sus más notables adelantos mediante el estudio de las sociedades occidentales actuales. Se ha visto repetidamente que la persona perteneciente a una colectividad y de la misma cultura que la generalidad de sus miembros puede ser incapaz de <comprender su propia sociedad, a menos que la estudie de un modo más o menos sistemático. Ahora bien, tal vez el 99% de las personas carecen de los medios, de la aptitud o del deseo de estudiar sistemátira- mente su propia sociedad y por consiguiente actúan como parte de ella sin percatarse de los muchos factores que operan en el seno de la misma. Desde este punto de vista, la antropologfa puede también contribuir en grado considerable al estudio de cualquier grupo social de hoy en que se trate de llevar a cabo un programa de salud pública. Sin embargo, a medida que se %leja de este campo de estudio clasico, la an- pero en el que los conceptos y métodos antro-

(b) Estudio de la Organización.--El autor, entre otros, ha observado que la organización encargada de preparar y llevar a cabo un pro- grama de salud pública suscita a menudo graves problemas. Estos proceden con frecuencia de la organieacibn social del grupo que administra el programa. Según sea la estructura de dicha or- ganización, la rapidez en sus decisiones sera mayor o menor; la comunicac46n entre el personal esencial se facilitará 0 paralizará completa- mente; el personal estará relativamente libre, 0 por el contrario, sujeto constantemente a fuerte presión psicológica; la autocrítica objetiva puede ser orientada adecuadamente o bien eliminada por completo; en resumen, de como esté organizado el personal de salud pública depende que un proyecto encuentre caontinuas dificultades hasta terminar en un rotundo fra- caso, o bien tenga posibilidades de éxito.

Citaremos un ejemplo análogo: Durante los últimos años algunas escuelas de administrwión de negock de los Estados Unidos han inclufdo en su plan de estudios asignaturas enseñadas por psicólogos sociales y por especialistas en actividades de grupo, caon el objeto de que el futuro hombre de negorios tenga un mejor (‘ono- cimiento de los factores sociopsirológicos que pueden cnontribuir a que la organizacibn de una empresa comercial funcione normalmente y rinda ganancias, o a que no prospere debido a constantes dificultades de origen personal, con las consiguientes pérdidas económicas. Cabe suponer que también el administrador de salud pública desea obtener “ganancias”, expresadas en éxitos rle las actividades de salud pública. El administrador de una organizaci6n deficiente- mente estructurada puede encontrarse con que el éxito de su proyecto rorre exactamente el mismo peligro que el negocio cuya estructura orgánica es defectuosa.

Este es un campo en el que los antropólogos no han figurado como dirigentes y orientadores,

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pológicos son de suma utilidad. Los que han llevado a cabo estos estudios han trabajado por lo general en el campo de la investigación de comunicaciones, de las relaciones industriales y de la psicología social. Un sociólogo familiari- zado con la labor en estos campos, puede deter- minar con frecuencia las causas de las dificultades experimentadas en la administración de un proyecto cuando el administrador y demás per- sonal del mismo desconocen totalmente la causa de su mal funcionamiento. Esto es espe- cialmente cierto en los proyectos en que trabaje personal procedente de diversos países y de distintos antecedentes culturales.

(c) Estudio de las relaciones entre la Or- ganización y la sociedad que aspira a servir.- Cuando un proyecto de salud pública comienza a funcionar en una sociedad dada, pueden en- contrarse (desde el punto de vista antropológico) dos concepciones diferentes; es decir, por lo menos dos grupos de personas de creencias y hábitos distintos han entrado en contacto di- recto, de persona a persona, y uno de esos grupos desea modificar las ideas y hábitos del otro. El caso m8s obvio y extremo de esas diferencias es aquel en que un equipo de personal médico, sanitario y de enfermería, de formación occi- dental y habituado a la vida de ciudad, aparece en una colectividad indígena de México, Bolivia o Brasil, donde ni siquiera pueden hablar la lengua local. La mayoría de los trabajadores de salud pública estarán probablemente de acuerdo en que, en una situación semejante, sería de utilidad contar con los servicios de un antro- pólogo debidamente capacitado. Sin embargo, muchas veces no se tiene en cuenta que el per- sonal médico, sanitario y de enfermería posee unas características culturales que le distinguen de los otros miembros de su respectiva sociedad occidental. Cuando un empleado de salud pública inicia o promueve un cambio de cualquier orden en una colectividad, indica con ello que algunos de sus puntos de vista o principios deben ser aceptados por ella. En cierto modo es lo mismo que se trate de la colectividad en que el médico nació o de un grupo socio-cultural totalmente diferente. En ambos casos, una persona que cree en un principio, o lo pone en práctica, desea imponerlo a un grupo de personas que no lo practican. Por lo tanto, ya sea que el oficial de salud pública ejerza en su propia ciudad o en una colectividad distinta, trata de hacer la misma cosa: introducir alteraciones en un sis- tema de hábitos arraigados en la sociedad.

En las relaciones entre la organización de un proyecto y la sociedad a que se destina, se plantea un problema importante por el hecho de que los miembros de cada grupo observan la conducta de los del grupo opuesto y los juzgan fundándose en las características manifiestas de esa conducta. El personal de salud pública de antecedentes y formación occidentales sabe cómo un médico de salud pública ha de actuar en nuestro propio medio social, pero son pocos los que saben comportarse en una colectividad india que habla una lengua indígena. Tal vez a un indio le extrañe bastante que el médico actúe como si estuviera haciéndole un favor cuando él estima que le hace un favor al primero por el mero hecho de llevar a su familia para ser va- cunada. El agente de salud pública que en una colectividad clausura un restaurante por sus condiciones antihigiénicas, probablemente no será objeto de agradecimiento. Esto nos lleva a un problema fundamental que se plantea en las relaciones entre el personal de salud pública y los miembros de la colectividad: se trata del problema de predecir la conducta. En la medida en que el agente de salud pública puede predecir la conducta de los miembros de la colectividad, puede adaptar su métodos con el objeto de lograr el mayor éxito en la consecución de sus fines pro- fesionales. Del mismo modo, en la medida en que los miembros de la colectividad afectada pueden predecir la conducta del agente sanitario, podrán comprender lo que él desea y adaptar su conducta para secundar dichos deseos o para combatirlos. Ahora bien, cuando esta predicción resulta imposible, la respuesta del uno al otro puede tener escasa relación con las actividades u objetivos que el agente persigue.

Para citar un ejemplo más concreto, el presente trabajo tiene por objeto explorar algunas de las relaciones que pueden existir entre los antropólogos y el personal de salud pública, dos tipos de personas pertenecientes a grupos culturales diferentes dentro del marco de la sociedad occidental. Tiende a lograr que los trabajadores de salud pública puedan predecir con más facilidad la con- ducta de los antropólogos. Cierto grado de predicción es requisito esencial para el trabajo en colaboración.

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Otro punto de alguna importancia para utilizar las ciencias sociales en la salud pública es la incorporación de esas activi-

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dades de invesligación en el planeamiento y estructura general de un proyecto de salud pública. Hasta ahora hemos hablado cxasi indistintamente de “antropología” y “antro- pólogo”. En realidad, puede haber bastante diferencia en el empleo de la antropología por un lado y un antropólogo, por el otro.

Aunque en una época el autor era de la opinii>n de que la prueba definitiva del éxito del antropólogo en un proyecto era su auto-eliminación, es decir, el hecho de re- solver tantos problemas y capacitar a tantas personas que ya no quedaran problemas por resolver ni personas por capacitar, ahora está convencido de que este punto de vista es errbneo. El antropi>logo es un especialista en c*iert,o tipo de trabajos. Algunos de ellos pueden encomendarse sin dificult,ad a otras personas y enseñarse a otros especialistas. Ahora bien, no todos los problemas que se presentan en los programas de salud pú- blica pueden resolverse con facilidad. Si así fuera, no habría necesidad de contar con los antropólogos. El hecho es que, a menudo, esos problemas requieren que el ant,ropólogo aporte toda su formaci6n y posibilidades para su solución ; no se puede capacitar fácilmente en breve tiempo a especialist’as en otros campos para que puedan resolverlos.

Tal vez el procedimiento más práctico de utilizar la antropología sea el facilitar a los médicos, enfermeras, sanitaristas, etc. suii- tientes conocimientos en esta materia y en las relaciones humanas a fin de que pu- edan por sí mismos beneficiarse de sus ense- ñanzas. Esa formación, esperialmente si se refuerza con el trahajo práctico en rasos individuales, puede ayudarlos a resolver por sí mismos muchos de los problemas que se les planteen y permite al antropólogo asignado a un proyecto concentrar sus esfuerzos en aquellos otros que, por su grado de dificultad, no está capacitado para re- solver otro personal especializado. De este modo, se requerirían menos servicios del antropólogo y se depararía al personal del proyecto la satisfacción de haher resuelto sus propias dificultades.

Sin embargo, este ideal de contar con

especialistas de salud públic~a versados en los fundament’os de la antropología dista mucho de ser un hecho y, por lo tanto, no obraría ron criterio realista el que hasara en esa posihilidad el planeamiento para el futuro inmediato. En la presta&u dr ser- vicios, el antropólogo seguirá encargándose, durante algún tiempo, de llevar a raho la mayor parte de las investigaciones sobre los prohlemas sociales y culturales de proyectos específicos.

Además de las distinciones entre los diferentes tipos de investigaci6n a que nos hemos referido anteriormente (investiga- ciones de problemas, exploratorias y ex- perimentales) t,ambién es conveniente ron-

siderar las modalidades de investigaci6n antropol6gica en relación ron su incorpora- ción al proyecto de salud pública. A este ohjeto, es conveniente tratar t,res rategorías generales de investigaciones: preliminaws, durante el servicio y de waluación.

(a) Investigaciones preliminares.-Son las cjue se llevan a cabo antes de iniciar las actividades de campo de un proyecto. Puede utilizarse de una manera exploratoria, con el objeto de obtener datos generales de carácter social y cultural y tratar de descubrir en la cultura y en la organiza- ción social puntos que pudieran presentar pro- blemas en el desarrollo del proyecto. Puede igualmente concentrarse en un problema o ser de carácter experimental con el fin de resolver problemas especfficos ya reconocidos con res- pecto a la sociedad de que se trata o para prohar ciertas técnicas 0 métodos que el personal del proyecto desea utilizar en el curso de sus activi- dades. La investigación preliminar no puede concentrarse prácticamente en la orgsnizacG5n, puesto que es improhahle que la organizacihn del proyecto exista antes de iniciar sus trabajos. Sin embargo, un antropi>logo con experiencia puede contribuir a que se eviten problemas que m8s tarde pudieran .plantearse debido a una estruc- tura inadecuada de la organización.

El principal objeto de la investigación pre- liminar es evitar que se incurra en errores osten- sibles desde el comienzo. El médico de salud pública, la enfermera o el ingeniero sanitario tienen que afrontar muchos problemas técnicos en el curso del planeamiento y desarrollo de un proyecto. Dados los muchos y muy importantes

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factores que intervienen, no supone descrédito para ellos si en ese planeamiento no tienen en cuenta los factores relativos a las diferencias culturales, relaciones humanas u otros aspectos de la competencia de los especialistas de las ciencias sociales. Pero esos factores pueden tener importancia. Citaremos un solo ejemplo a este respecto. El autor ha tenido ocasión de examinar cierto número de planes iniciales de proyectos en los que los encargados de prepararlos habían tenido debidamente en cuenta las últimas esta- dísticas disponibles sobre la densidad de pobla- ción del respectivo país. Sin embargo, en nin- gún caso se hizo observar que la cifra de la densidad estaba basada en la totalidad del terri- torio nacional y que, de hecho, en algunos casos incluso hasta la mitad de dicho territorio no estaba prácticamente ocupado. Como detalle ilustrativo, cabe señalar que aproximadamente el 94% de la población de Nicaragua está radi- cada en poco más de la mitad del territorio nacional. Una cifra de densidad de población basada en la totalidad del territorio conduciría a conclusiones erróneas. Además, la cifra de la densidad nada indica respecto a la dispersión relativa de la población. iEstá concentrada en las ciudades o esparcida en el campo, viviendo en granjas aisladas?

En condiciones ordinarias, los encargados de planear un programa de salud pública no dis- ponen a menudo del tiempo necesario para realizar encuestas críticas sobre las caracterís- ticas de la población a que se destina. También con frecuencia, no están suficientemente fami- liarizados con el tipo de información disponible y que podrfa ser de suma importancia en su labor de planeamiento. Los servicios de un antropólogo pueden permitir que el planeamiento preliminar sea más realista y evitar que se planteen problemas debido a que los especialistas de salud pública no pueden reunir y analizar el volumen de información que ha de tenerse en cuenta.

(b) Investigaciones durante el servicio.- Comprenden, como el término indica, las in- vestigaciones llevadas a cabo durante el curso de un proyecto. La investigación más útil en este aspecto es, probablemente, la que se con- centra en determinados problemas o es de carác- ter experimental. La fase media de un proyecto no es el momento oportuno para realizar extensos estudios exploratorios. Las investigaciones du- rante el servicio son sumamente útiles en materia

de problemas de estructura orgánica y de las relaciones entre la organización y la sociedad. La investigación realizada durante el curso de un proyecto puede descubrir puntos de deficiente funcionamiento del mismo y poner en evidencia causas ocultas de dificultades. La investigación durante el servicio puede igualmente concen- trarse en la sociedad para la solución de pro- blemas que se presentan una vez emprendido el proyecto y en la ejecución de trabajos experi- mentales. En la práctica, la mayor parte del trabajo antropológico que se ha llevado a cabo hasta la fecha en proyectos de salud pública ha sido de este tipo.

(c) Investigación de evaluación.-Es, como su nombre denota, la investigación encaminada a evaluar alguna actividad, fase o trabajo, técnica o método. La investigación de evalua- ción puede llevarse a cabo en el curso de un proyecto o una vez concluido, pero difiere de la investigación durante el servicio en que tiene por objeto evaluar el relativo éxito o fracaso de algo que ya se ha realizado. Es, en este sentido, una investigación de problemas. En razón de su naturaleza, debe llevarse a cabo una vez iniciada la actividad en cuestión, pero puede planearse e incluso iniciar algunas de sus fases antes de que comience el proyecto. La investigación de evaluación se realiza tan raramente que es casi hipotética. El autor no conoce caso alguno, en su experiencia en la América Latina, en que en un proyecto relativo a cambio de hábitos de cualquier importancia, se emprendieran estudios preliminares acerca de los habitos a que se refería el proyecto, y después se llevaran a cabo investigaciones periódicas y una final con el objeto de determinar el grado de éxito alcan- zado. Esto se ha hecho en situaciones experi- mentales, pero rara vez y de manera continua en proyectos en gran escala o de largo alcance. Desgraciadamente, algunos trabajadores de salud pública tienen la sensación de que el volumen de trabajo realizado en una actividad determinada refleja la eficacia de la misma. Como ejemplo de ello, cabe citar la evaluación que algunos educa- dores sanitarios establecen de su trabajo: el metraje de pelfculas proyectadas al mes, los galones de gasolina utilizados en los viajes, el número de kilómetros recorridos en las visitas, el de personas que trabajan en las actividades de campo, el de reuniones celebradas con miembros de la colectividad, el de folletos publicados, etc. Todos estos elementos constituyen datos de

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actividad, pero ninguno de ellos indica PII que medida se ha logrado wmhiar los hábitos de la pohlwión objeto de todos estos esfuerzos.

RI término “evaluación” se ha popularizado desde hace algunos años en los medios de la salud pública, pero no en el sentido de investiga- ción de evaluación. Si un administrador con- sidera que el conservar su puesto depende de la obtención de resultados satisfactorios, no se sentir8 inclinado a estimular una investigacibn que patentice que tales resultados no se han alcanzado. Pw otra parte, resulta muy tlifícil a una persona o equipo que se inrorpora :t un properto en las últimas o última fase del mismo, tratar de establecer una evaluaAón cuando no se han hecho estudios preliminares en la materia. Mwhas veces, la evaluación ha sido de esa naturaleza y los administradores se han mos- trado, con razón, poco inclinados a que personas no familiarizadas con la situación local emitieran juicios sobre ella. Cuando hablamos de investiga- ci6n de evaluncibn, no nos referimos a los comités tic investigación, sino a la que se planea ordinnria- mente como parte integrante de un proyecto con el ohjeto de que el personal del mismo pueda sahcr en qué medirla su propio trabajo está rintliendo los resultados perseguidos. No es la capacidad de los individuos (que es una cuestión administrativa) lo que se evalúa, sino la efec- tividad de las actividades, técnicas y métodos que se aplican en el proyecto,

Hemos examinado en forma detallada la cues- tión de la investigación en las actividades de proyectos, en raz6n de que, durante los úl- timos años, ha sido el campo donde las aporta- ciones antropol<igiws han sido particularmente notables y en el que, al parecer, la antropologfa puede hacer en el futuro una de sus mayores contribuciones.

LOS ANTROPOLOGOS COMO CONSULTORES

Otra función que los antropólogos han desempeñado en relacicín con los proyectos de salud pública es la de consultores o asesores. Es una de las funciones más antiguas del antropdlogo en el campo de la salud pública y tal vez una de las que peor se han utilizado. El autor se ha referido en otro trabajo (Human Organizafion, Val. 12, KO. 2, pág. 12) a la preocupacicin que le producen los ant-rop6logos profesionales (lue nunca han participado en la labor dr aplica-

mitin cn ~1 campo, y (luc, no ohslantc, cs- tán siempre dispuestos a ofrecer asesora- miento, basándose en sus conocimientos generales. Sin embargo, no nos referimos aquí a esos c~onsultores tctiricos, sino a los antropí>logos asignados por una organiza- ci6n de salud pública para actuar como consultores en proyectos específicos.

Para (lur los servic*ios de consult,a sean efectivos SC precisan dos requisit,os esen- riales: que haya alguien a quien consultar y algo clur c*onsult,ar. Au~icpE rsto parece sencillo, rwume los problemas fluida- mentales que se plantean al tratar de utilizar los servic*ios de consult,a antropol6gica cn cl estado actual del desarrollo de las actividades de salud pública. Hay muchas personas a las que no se les ocurriría recurrir a los servicios de un antropólogo romo consulto1 y muchas de ellas no sabrían quE disculir con él si se presrnt,ara rl caso. Por ot-ra part,e, sjo observa crec*icnt,e interés entre algunos administradores tn utilizar los servicios de un antrop6logo durante períodos limitados en cursos de adiestramiento o para la ejccuc%ín de trabajos concretos de investigación.

Teniendo en cuenta los problemas econó- micos que representa el mantenimiento de un consultor cuando no hay ocasión para utilizar sus servicios, y por otra parte, el valor reconocido de los servkios de los antropólogos en proyectos de campo cuando los administ,radoes wt&n peroat,ados dc su utilidad, deberían cstablccerse unas normas generales qlle permitieran el máximo uso de los antropólogos con el mínimo de costo.

Para contar con esos servicios de wnsulta, sería conveniente que las organizaciones de salud púhlic*a comenzaran a Aahlecer una list,a de posibles ronsult)ores a wrto plazo en proyectos en que no se dispone o no se necesita de los servicios de un antrop6logo empleado a Cempo complet,o. Esa lista dehicra comprender personas que han kabajado durante algún tiempo CII las regiones en que van a ser utilizadas. Ade- más drhirra fijarse una rrmunrraci6n uni- formcx. Habría qw informar 3, los antro-

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pólogos que han demostrado interés en las actividades de salud pública o que posean alguna experiencia en labor similar de aplicación, de las condiciones de esos nom- bramientos de consultores, y preguntarles si estarían dispuestos a actuar de tales en el caso de que se requirieran sus servicios. Contando con esa lista, se podrían obtener servicios de consult,a de personas expertas por períodos cortos y a breve plazo.

Cabe añadir, para completar este aspecto, que el empleo como consultor de un antro- pólogo clasificado en una categoría admi- nistrativa superior, puede sera veces de sumo valor, si bien se ha hecho un uso relativa- mente escaso de tales consultores. Hay que señalar, de pasada, que en México los antropólogos sirven específicamente como administradores en proyectos generales que abarcan la salud pública entre sus activi- dades. Se menciona esto para recalcar que, en algunos lugares,’ se concede tanto valor a la aportación del antropólogo en la esfera administrativa, que incluso se le asigna el cargo de administrador.

LA UTILIZACION DE ESPECIALISTAS EN CIENCIAS SOCIALES EN PROGRAMAS

DE ADIESTRAMIENTO

Hemos mencionado anteriormente algunos de los problemas que se plantean al pre- tender presentar la antropología a los ad- ministradores de salud pública. Ahora vamos a ocuparnos de otra fase en la forma- ción de personal de salud pública, con especial referencia a los países latinoameri- canos que en la actualidad llevan a cabo programas encaminados a mejorar sus respect,ivos servicios de salud pública. Se recordará que, en relación con la utiliza- ción de un antropólogo como investigador en proyectos específicos, se mencionó que buena parte de los trabajos de investigación podían llevarse a cabo por personal especia- lizado del proyecto, si contaba con la debida preparación. La formación de personal de proyectos para esta actividad presenta una serie de problemas que requieren solución.

Teóricamente, todos aquellos que desem-

peñan cargos en el campo de la salud pública cuyas funciones impliquen la adopción de decisiones respecto a cambios de hábitos de la población, debieran tener una forma- ción bastante buena en ciencias sociales. Esta preparación no es simplemente para que estén en mejores condiciones de llevar a cabo su trabajo de un modo inteligente, sino, ’ lo que es todavía más importante, para que se percaten mejor de lo que hacen cuando deciden, por una razón u otra, cambiar los hábitos de otras personas. Bien pensado, es bastante presunción por parte de una persona decir a otra que no le gusta su manera de vida y que va a iniciar un pro- yecto para cambiarla, y esto es precisamente lo que hacen los trabajadores de salud pública. Dicen que los habitantes de de- terminada población aparecen muy sucios, no comen bien, tienen hábitos antihigiénicos, o algo parecido y que ellos (el personal de salud pública) se proponen cambiar tales hábitos. No es preciso mencionar aquí las razones que justifican este proceder, puesto que se supone que todos los trabajadores de salud pública están debidamente impuestos de ellas. Lo que se necesita es más bien moderar ese arraigado prejuicio de salud pública.

Además de las personas que ocupan puestos en los que han de adoptar decisiones (y para las que el conocimiento de lo que pudiéramos llamar la filosofía de la antro- pología puede resultar ventajoso) el personal encargado de la ejecución práctica de los proyectos y los equipos ordinarios de salud pública pueden beneficiarse en gran medida del conocimiento de las técnicas de estudio y análisis aplicadas en algunas de las ciencias sociales. El campo de actividad del autor en esta materia ha sido, hasta la fecha, Centro América y, por lo tanto, las observaciones que figuran a continuación reflejan especí- ficamente los problemas que ha encontrado en dicha región. Cree que esos problemas pueden muy bien plantearse en otras re- giones y, por consiguiente, es probable que constituyan, hasta cierto punto, ejemplos típicos de las dificultades que habrán de

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encontrarse en la enseñanza de la antro- pología y de las ciencias sociales a los traha- jadores de salud pública en otras partes.

Muchos de los trabajadores de salud pública con los que el autor ha colaborado, poseían uno de estos dos tipos de formación educativa: algunos tenían una cultura muy

’ limitada, que a veces no pasaba de la en- señanza primaria; y otros habían sido objeto de un buen adiestramiento, pero su forma- ción se inclinaba bastante hacia métodos de pensar especulat’ivos, formales y no empíricos. Cada una de estas formaciones presenta sus problemas. Con respecto a las personas que poseen insuficiente formación, el prin- cipal problema es el de la complejidad de las ciencias sociales. Los caampos de la antro- pología, de la sociología y otIros afines dewansan hoy día en una serie de teorías en proceso de evolución, y la formación de personal profesional en los diversos campos se lleva a csabo principalmente una vez terminados los estudios de licenciatura. Las personas que estudian para ejercer en uno de los campos específicos, no sólo cuentan ron una enseñanza primaria y secundaria, sino que además han completado sus cuat,ro años de estudios universitarios. Gran parte de lo que aprenden en los cursos de esperiali- zac+in de cienrias sociales tiene sentido para ellos porque anteriormente han sido objeto de una formación liberal. Su estudio de la física les ayuda a comprender los ronreptos de espacio, tiempo y movimiento; el estudio de la astronomía les ayuda a caomprendcr el conrepto de infinito; el de la filosofía y de las matemáticas les permite (Lomprellder las nociones dc empirismo, rarionalismo, li>gira y filosofía de la ciencia; su estudio de la psicología les ayuda a comprender las fuerzas que operan en el cuerpo humano; su estudio de la historia y la arqueología les ayuda a ver el pasado como antecedente del presente; su estudio de la geografía, de la zoología y de la hotánira les ayuda a rom- prender la extensa romplejidad de la tierra y sus seres vivientes; su estudio de diversas ciencias les proporciona la formación neresa- ria Dara establecer ronclusioncs, ant,itud

sumamente importante; etc. Cada estudiant,e graduado aporta a su especialización una. amplia serie de ronreptos que le permiten comprender los utilizados en las rienrias sociales.

iQué relaci6n tiene todo esto con la salud pública? Sencillamente la siguiente: muchos trabajadores de salud públira, en las cate- gorías inferiores, rareren de la formarii>n necesaria para comprender los conceptos expuestos en un curso breve de alguna especialidad de las riencias sociales. Muchas veces, con el fin de dirtar un curso que tuviera sentido para los estudiantes, el autor se ha visto precisado a remontarse tanto a los conrept,os y puntos de vista fundamentales que no le fué posible exponer dehidamente en cl breve tiempo disponihle, la mayoría de las ideas que huhieran sido más bcnefiriosas para los estudiantes.

En rclacG5n ron rl personal de salud pú- hlira qw posee adecuada o amplia forma- ri6n, el prohlema es not,ahlementr diferente pero no menos difíril. Mientras que la persona de escasa instruwión no tiene cono- rimient,os de los ronrept,os hásic*os que le permita11 comprender huena parte de las c*iencias sociales, el hombre muestra a menudo una notable falta dc perspectiva rientífira ante situaAoncs soc4alcs. En la experiencia del aut’or, huho un factor que constituy6 un ohstárdo principal en la en- señanza de las t&nic*as y métodos de las rienrias sociales: muy poras personas a las que enscñ6 eran capaces de establecer una c*onrlusitin que estuviera basada en datos específicos. En ocasiones, teniendo ante ellos una serie de datos esrritos (y a menudo eran datos que ellos mismos hahían rcropilado), no estahlerieron una ronrlusi6n que tuviera relación alguna ron los datos ohtcnidos. Cabe señalar que, en algunos rasos, esas personas poseían una educación más amplia y rom- pleta y más años do experiencia que el autor. Pero se puso de manifiesto el deferto, sumamente grave, que representaba su propia seguridad respecto a cuál sería la ronrlusi6n sin que ni siquiera ronsideraran necesario reunir los datos pertinentes. T,a

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deducción de conclusiones, como cualquier otra labor que se trata de hacer de un modo sistemático, exige experiencia y práctica; no hay nada mágico a este respecto y no se precisa ser un genio. Pero requiere formación y además, que se haga.

Por supuesto, la mayoría del personal de salud pública puede establecer conclusiones basadas en hechos; sin embargo, a menudo no lo hacen en cuestiones sociales y cultura- les. Del mismo modo, no se trata de si el personal insuficientemente culto de las cate- gorías bajas de salud pública es o no capaz de aprender los elementos fundamentales de la antropología y de las otras ciencias sociales, sino que se trata de una cuestión práctica, es decir, que carecen inicialmente de los conocimientos precisos para atender con provecho cursos breves en ciencias sociales.

La antropología y las ciencias sociales ofrecen dos cosas específicas al trabajador de salud pública: un punto de vista que le facilitará el conocimiento de la población en que trabaja, y algunas técnicas y métodos específicos para hallar la solución a proble- mas concretos. Resulta difícil decir cuál de estas dos cosas es la más importante, pero sin duda alguna la segunda es la que con más frecuencia se solicita. Los adminis- tradores de proyectos de campo han pedido de vez en cuando al autor de este trabajo que diera una disertación, unas pocas con- ferencias o un curso breve “para ayudar al personal de campo”. Si bien uno comprende perfect,amente el deseo de proporcionar al personal de campo una int,roducción a la antropología, trata de evitar tales solici- tudes, ya que estima que esos esfuerzos son prácticamente vanos.

Existen ciertas condiciones que el autor considera deben concurrir para que un curso de antropología o sobre algunos aspectos de esta ciencia resulte de utilidad al personal de campo de los programas de salud pública:

En primer lugar, el número de horas del curso y el período de tiempo en que se distribuyan han de decidirse de acuerdo con la formación general que el personal tenga. Esto supone que no podemos determinar a

priori si se necesitarán 10 ó 50 horas de clase, o si el curso ha de durar un mes o un año. Sin embargo, salvo en la enseñanza de técnicas específicas a personas capaces de comprender la teoría en que se basan, pueden excluirse los cursos breves de una o dos semanas de duración.

En segundo lugar, la materia de estudio en un curso de esa clase se debe preparar cuidadosamente de acuerdo con el ad- ministrador del proyecto de adiestramiento, con el objeto de que los aspectos específicos de las ciencias sociales que se enseñen sean de verdadera utilidad. La antropología es una amplia disciplina en sí misma y es sólo una de las ciencias sociales. La elección de las materias específicas que han de in- cluirse no es un problema que pueda resol- verse fácilmente a priori. Esto supone que la persona que enseñe el curso debe disponer de un período de preparación a fin de que pueda sondear la formación general de los estudiantes y las características de los problemas que habrán de afrontar en sus actividades.

En tercer término, es indudable que la capacitación sobre el terreno es un aspecto en el que la antropología puede hacer una aportación sumamente importante, pero para actuar con sentido realista no se tratará de proporcionar experiencia práctica sin la correspondiente enseñanza de la teoría, acompañada de discusiones y lecturas sobre la materia. Es lo mismo que si se da a un niño una serie de piezas y se le dice que construya un rascacielos de juguete, sin saber lo que es un rascacielos.

El cumplimiento de esas condiciones puede contribuir en gran medida al mayor Éxito de la preparación en antropología del personal de proyectos. Una forma de alcanzar esas condiciones es la de asignar un especialista en ciencias sociales a un proyecto por un período limitado, pero dándole tiempo suficiente por anticipado para que conozca las necesidades de los estudiantes, prepare un curso de acuerdo con esas necesidades y en consulta con los administradores del proyecto, y coordine el curso con el adiestra-

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micilto durante el serviri que sc fwilitc al personal. La asignac%ín de un antrophlogo a un proyerto de esa c*lasc ofrew la ventaja prá&ica de que le permite familiarizarse mejor ron el medio cultural en el que el personal del proyerto ha de trabajar, dándole tamhién la oportunidad de prestar mayor atcn46n a aquellas materias de estudio que les permitan comprender mejor la situarión CII que se encuentran. Ahora hien, debe re- cokdarse que si SC asigna un especialista en cienGas soriales a un proyecto para dcsem- pcñar esas funciones, cl período dedicado a la invcütigación para cl proyrrto quedará considerablemenle reducido.

El adiest,ramiento en el curso de la ejew- ción del proyecto hrnefiriará en gran medida al personal interesado, pero no dehe rreersr que puede reemplazar el adiestramiento facilitado en las escuelas dc salud púhlira dc enfermería, etr., en las que el personal de salud pública recibe su preparaci6n int)ensa cn los problemas de salud pública. Hasta que mucahos de esos prohlemas sean considerados como problemas de relariones humanas y de cambios de hábitos, seguirán presentando dificultades que no se pueden resolver por los métodos ordinarios de salud pública. La preparari6n en t,ales materias puede facili- tarse mejor al mismo tiempo que el intere- sado aprende lo que son esos problemas desde el punto de vista de su respectiva profesión.

CONCLUSIONES GENERALES

Este trabajo tiene por objeto describir en detalle algunos de los conocimientos ob- tenidos sobre la utilizacicin efectiva de la antropología y de las (Gencias sociales en el campo de la salud pública. Refleja el punto de vista de un especialista que actfia en Centro América y con las preocupaciones particulares de una persona que trabaja al servicio de una organización internacional. No se ha tratado de describir en detalle la forma en que opera la antropología 0 en qué consiste; estas materias han sido tratadas en otros estudios por varios traba- jadores en el campo.

Basándose ell cl informe publicbado pm George Foster en 1351, sr puede <atahleccr una rompara&‘m cntrr nuestros puntos dc vista art)uales y los expresados hare tres años. Como resumen, mencionaremos los puntos rst,ahlec*idos cn este informe junt,a- mante cwn las recomrndaciones gcncrales formuladas originalmente por Foster.

(1) IAS administradores de procgramas dr sal?ld públicw drhen tprwr cierto ronocimicnto del medio cultural cn q~a trahajan. Para ello, es evidente que los propios adminis- tradorcs newsitan preparwión (An los prin- csipios de las ricncias sociales y cluc han de hacer estudios del medio cult’ural en que trabajan. El método más efectivo para poner de manifiesto cl valor de csos rono- cimientos es, prohahlcmente, el de rontar ron ankop6logos profesionales u otros csperialis- tas en (nienrias soriales adscritos a los proyertos. En los últimos años, algunas esruelas de salud púhlira han cstahlerido cursos en antropología y rcla(4ones hu- mallas, pero esto surtirá poro efecto en aquellos clue hace tiempo se graduaron en dichas escuelas y, además todavía hay muchas que no cucnt~an (‘on talrs materias en su plan de estudios. Para que los ad- minist,radorcs puedan adquirir conocbimientos fundamentales en rampos poco caonocidos, es preriso llevar a raho estudios cxplora- torios.

(2) Deben asignarse especialistas en cirn- cias sociales a los quipos de campo en actividades de salud pública. El hecho de que sea 0 no necesario asignar un antro- pólogo 11 otro cspwialista en ckncias sociales a los equipos de (‘ampo dedirados a actividades de salud pública depende de una variedad de fartores, a saher: que el administrador desee rentar ron sus servicios; las características del proyecto propuesto; las difercnrias que existan entre el personal del proyecto y la pohlarión de que se trata; la efectividad de la cstrurtura orgánica del proyecto; si antes SC han realizado o no in- vestigaciones relativas al proyecto; el grado de conocimiento que cl personal del proyecto posea arewa de los concept,os y

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técnicas ut,ilizadas en materia de relaciones humanas, etc. Ahora bien; es igualmente evidente que el antropólogo puede rendir mayores servicios si actúa como miembro de un equipo de campo. De acuerdo con las necesidades del proyecto, puede ejercer cualquiera de las tres funciones siguientes a todas ellas: investigador, consultor y pro- fesor. Puesto que su formación le capacita específicamente para la investigación, hemos descrito ciertas fases y aspectos de la in- vestigación que puede llevar a cabo venta- josamente como miembro de un equipo de campo o del personal del proyecto.

(3) Es preciso continuar los estudios bási- cos, ya que en ellos se fundan los coleoci- mientos especializados. Aun cuando, como señaló Foster, la realización de estudios básicos como fundamento para llas activi- dades especializadas en salud pública no es necesariamente función que corresponda a un proyecto de salud pública, tales conoci- mientos básicos constituyen, no obstante, una necesidad esencial. Por consiguiente, a los programas de salud pública corresponde la responsabilidad de promover los estudios necesarios de exploración en las regiones donde todavía no se han llevado a cabo. Esos estudios pueden realizarse como in- vestigaciones preliminares para programas en proyecto.

En relación con los tres puntos antes mencionados, podemos decir, en general, que desde 1951 se han hecho progresos en la preparación de administradores y en la promoción de estudios fundamentales. Ahora bien; considerando a la América Latina como un todo, hay pocas pruebas de que se hayan obtenido adelantos importantes en el empleo de antropólogos donde pueden ser de mayor utilidad, concretamente, en pro- yectos. De seis antropólogos a los que el autor conoce personalmente, que en 1952 participaban activamente en proyectos de salud pública en la América Latina, tres han renunciado y no han sido reemplazados y uno se ha dedicado a estudios fundamen- tales. En 1952, el Instituto de Asuntos Interamericanos contaba con cuatro antro-

p6logos; ahora, según nuestra información, solo cuenta con dos. La Organización Mun- dial de la Salud emplea solamente en la actualidad un antropólogo en el Hemisferio Occidental. Los antropólogos han tenido mayor participación en ciertos proyectos de la Organización de los Estados Americanos, Organización Internacional del Trabajo, UNESCO y Naciones Unidas que en cualquiera de las organizaciones específicas de salud pública.

Aparte de los diversos punt,os descritos por Foster, hay otros dos que han quedado aclarados.

(4) El personal dedicado a la ejecución de proyectos puede benejkiarse del adiestra- miento en los conceptos y técnicas de la antropologia. El autor de este trabajo, en su calidad de antropólogo al servicio de la Organización Mundial de la Salud, así como anteriormente, recibió solicitudes para dictar cursos a personal de proyectos. Teniendo en cuenta que hay muchos estu- dios que el propio personal de proyectos puede llevar a cabo si cuenta con la ade- cuada preparación, esa labor puede ser de suma utilidad. Ahora bien; como se ha indicado ya, ese adiestramiento puede dar resultados satisfactorios únicamente si con- curren determinadas condiciones, y además hay limitaciones a lo que puede lograrse con personal de escasa formación y educación liberal. Debe prestarse mayor considera- ción a la organización y objetivos de tales programas de adiestramiento, tanto en términos generales como en relación con proyectos específicos.

(5) Los consultores antropólogos en las esferas intermedias y superiores de la admi- nistración y planeamiento. El autor no co- noce experiencias o conclusiones publicadas respecto a este tipo de servicios de consulta. Sin embargo, basándose en sus propias impresiones, estima que una vez se conceda suficiente valor al punto de vista antro- pológico en las altas esferas de la adminis- tración, el antropólogo puede desempeñar un papel valioso como consultor permanente de esas esferas.

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En 10s tres años transcurridos desde la aparición del informe de Foster, se ha obtenido algún progreso práctico en la utilización efectiva de la antropología. Además de haberse reconocido su utilidad en los programas de adiestramiento de salud pública, tanto en las escuelas como en el campo, se han promovido estudios básicos sobre la materia. Sin embargo, cuando se considera desde el punto de vista del cuadro general de la salud pública y de la contri- bución efectiva que la antropología puede aportar, el progreso no ha sido amplio ni espectacular. Ha habido muchas expresiones verbales de interés; personas que trabajan en el campo de la salud pública o fuera de él han publicado ocasionalmente artículos sobre la materia, pero las nuevas medidas prácticas adoptadas han sido relativamente escasas.

El autor no está en condiciones de poder determinar la significación de todo ello. Por supuesto, en gran parte puede imputarse al hecho de que las organizaciones de salud pública son burocráticas, a lo cual puede achacarse, en alguna medida, la lentitud en esta materia. Ahora bien, muchas veces se culpa indebidamente a la burocracia de la mala disposición de los individuos. El autor tiene la impresión de que algunos admi- nistradores están esperando a que alguien promueva activamente la utilización de la antropología y cometa los errores que ine- vitablemente han de ocurrir en las fases iniciales de una actividad semejante. Mien- tras tanto, ya se utiliza la antropología en grado suficiente para permitirles decir que ellos figuraron entre los primeros que fomentaron su aplicaci6n. Que esto pueda atribuirse enteramente a la falta de conoci- mientos a que nos hemos referido en este trabajo, o bien a otros factores (tales como

el letargo individual o la política de or- ganización) dependen en gran medida de cada caso particular.

Es evidente, sin embargo, que la mayorfa de las organizaciones de salud pública carecen de una política definida respecto a la utilización de la antropología. Ninguna de ellas se ha comprometido a utilizarla, a no utilizarla 0 ni tan siquiera a someterla a una serie de pruebas efectivas. Ninguna ha llegado a decir: “La ant’ropología ha de- mostrado cierta utilidad; procedamos a en- sayarla en ciertos campos limitados y durante determinado período do tiempo con el objeto de determinar esa utilidad con mayor precisión”. El presente trabajo ha sido escrito, no meramente c*on el pro- pósito de precisar esa ut,ilidad y rontribuir a determinar el estado actual de la antro- pología en el campo de la salud pública, sino además para señalar esa falta de política respecto a la utilización de las ciencias sociales en la salud pública. Esa falta se refleja no scílo entre el personal de salud pública, sino también entre algunos especia- listas en ciencias sociales que han trabajado en proyectos de salud pública. Los antropb- logos no tratan de convencer a las esferas responsables de la salud pública de la utili- dad de sus servicios, pero a menudo se les coloca aparentemente en la situaciijn de tener que hacerlo. No cabe duda que ello ha contribuido a que algunos antropólogos perdieran la paciencia con las actividades de salud pública y volvieran a t,rabajar com- pletamente dentro de su propia disciplina. En realidad, sería una desgracia que los medios de la salud pública, por carecer in- cluso de una política inicial, alejaran a esos colaboradores en lugar de estimular su ayuda.