Iraburu Oraciones de la Iglesia en tiempos de aflicción

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    Oraciones de la Iglesia en tiempos de afliccinJOSE MARIA IRABURU

    ndice

    Bibliografa y siglas.

    Introduccin.

    1. La oracin de peticin.

    2. Israel suplicante. El xodo. Jeremas. Ezequiel. Daniel. Judit. Los siete hermanos. Los salmos. Israel, modelo perenne en la splica. Las siete notas de la oracin bblica. Validezde la oracin de Israel en la Iglesia de hoy.

    3. Tres primeros siglos. Ven, Seor Jess. Cristo. Los Apstoles. San Pablo y la oracinpor la paz. Apocalipsis. San Clemente Romano. San Policarpo. San Justino. Orgenes. SanCipriano. Pablo, mrtir.

    4. La poca de los grandes Padres. La conversin del Imperio romano. Tiempos terribles deguerras, cismas y herejas. De nuevo, en la afliccin, el clamor suplicante de la Iglesia. SanAgustn: todo es providencial. San Len Magno: la Roma eterna. San Gregorio Magno: hacia laEuropa cristiana. La oracin de los fieles. Letanas de los santos. Las estaciones. Septuagsima. Los Sacramentarios y la guerra. Pervive la liturgia antigua en la liturgia actual. En este valle de lgrimas. Liturgia humilde, vida de la gracia. De rodillas, postrados ante elSeor.

    5. Edad Media. Clamores en la afliccin. Clamor en la tribulacin. Seor, ten piedad. Precesen postracin. Procesiones de penitencia. Ante la Eucarista. El Rosario. El Rosario hasta hoy. El ngelus

    6. El Renacimiento. Las Cuarenta Horas. Viernes, tres de la tarde. Las Cuarenta Horas. ElSalvador, cuarenta horas muerto. Adoracin de la Cruz. Adoracin del Sepulcro. Adoracinde la Eucarista. 1527: el agustino Antonio Bellotto en el Santo Sepulcro de Miln. 1529: el

    dominico Toms Nieto en el Duomo de Miln. 1537: Paulo III aprueba las Cuarenta Horasmilanesas. San Antonio Mara Zaccaria y los Barnabitas. Jos de Ferno y los Capuchinos. SanFelipe Neri y los oratorianos en Roma. La Cofrada de la Oracin y de la Muerte. San CarlosBorromeo en Miln da forma a las Cuarenta Horas. San Carlos Borromeo y la Hora Santa. 1592:Clemente VIII y la encclica Graves et diuturn. 1592: Instruccin sobre las Cuarenta Horas.

    7. Difusin de las Cuarenta Horas. Apoyo continuo de los Papas. Difusin en la Iglesia. LasCuarenta Horas en Roma. En Carnaval. Formas espectaculares. 1705: Clemente XI, Instruccinclementina. Escritos espirituales sobre las Cuarenta Horas. San Benito Jos Labre. 1899:Concilio Plenario de Amrica Latina. 1917: Cdigo de Derecho Cannico. Importancia decisivade las Cuarenta Horas en la devocin a la Eucarista fuera de la Misa.

    8. La Adoracin Nocturna. Las Cuarenta Horas interrumpidas. Las Cuarenta Horaspermanecen continuas en Roma. 1810: La Adoracin Nocturna en Roma. 1848: La Adoracin

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    Nocturna de Pars. La tradicin devocional de las Cuarenta Horas. El Seor quiere las CuarentaHoras. La Adoracin Nocturna debe restaurar las Cuarenta Horas.

    9. La devocin al Corazn de Jess. Gran devocin y culto. Cristo debe reinaruniversalmente. Splica y expiacin. Corazn de Jess y adoracin eucarstica. El Rosario de laMisericordia divina. El Corazn Inmaculado de Mara.

    Final. No tenis porque no peds. Peds y no recibs, porque peds ml. Toda la Iglesia orabaincesantemente a Dios. Acerqumonos, pues, al trono divino de la gracia.

    Bibliografa y Siglas Bibliografa

    Bergamarchi, DellOrigini delle SS. Quarantore, Cremona 1898. Cargnoni, Costanzo, Quarante-heures, enDictionnaire de Spiritualit Pars 1986, 12, 2702-2723. Chiappini, Aniceto, Quarantore, Enciclopedia Cattolica,Citt del Vaticano 1953, 376-378. Dompier, P., Un aspect de la dvotion eucharistique dans la France du XVIIe s.: lesprires des Quarante-Heures, Revue dHistoire de lglise de France 67 (1981) 5-31. Glotin, E., Rparation,Dictionnaire de Spiritualit Pars 1987, 13, 369-413. Martimort, A. G., La Iglesia en oracin; introduccin a laliturgia, Herder, Barcelona 1964, 501, 505-506. Naz, R., Heures (Quarante), Dictionnaire de Droit Canonique, Pars1953, 1113-1114. Rouillard, Ph., Quarante-heures, Catholicisme, Pars 1990, 341-343. Santi, Angelo de, S. J.(Trieste 1847 - Roma 1922) veintitrs arts. sobre La preghiera liturgica nelle pubbliche calamit, La Civilt Cattolica1915,3 1917,2, y LOrazione delle Quarantore, ib. 1917,2 1919,2. LOrazione delle Quarantore e i tempi dicalamit e di guerra, Ed. Civilt Cattolica 1919, 391 pgs. Cito normalmente estos estudios del P. de Santi por losartculos de la Revista, ms fciles de hallar que el libro.

    Siglas

    AdS = Angelo de Santi, S. J., arts. citados en bibliografa, aparecidos en la revista La Civilt Cattolica.

    DSp = Dictionnaire de Spiritualit, Pars 1937-1995.

    Dz = Enchiridion Symbolorum definitionum et declarationum de rebus fidei et morum, dir. H. Denzinger - A.Schnmetzer, Herder 1967 = El magisterio de la Iglesia, dir. H. Denzinger - P. Hnermann, Barcelona, Herder 1999.

    ML = Patrologia latina, dir. J. P. Migne, Pars 1884ss.

    MG = Patrologia grca, dir. J. P. Migne, Pars 1857ss.

    IntroduccinClamaste en la afliccin y yo te libr(Sal 80,8)

    La Iglesia hoy, como siempre, al menos en determinadas regiones, sufre muchas aflicciones deorigen interno y grandes persecuciones del mundo. La mayora de los bautizados se mantienehabitualmente alejada de la Eucarista y de la oracin. Sobre todo en los pases ms ricos, muchospadres cristianos apenas tienen hijos, y profanan la santidad del matrimonio. El aborto, legalizadopor el Estado y socialmente admitido, es un crimen frecuentsimo. Las vocaciones sacerdotales yreligiosas son muy escasas. El sacramento de la penitencia ha desaparecido prcticamente de no

    pocas Iglesias, y es sustituido a veces con sacrilegios. La abundancia de los cristianos ricos, msricos que nunca, no es capaz de socorrer de verdad a muchedumbres famlicas hasta la muerte.Innumerables errores doctrinales y morales son difundidos entre los fieles sin que hallen una

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    rectificacin suficiente. El Evangelio en el mundo avanza muy poco, o ms bien retrocede. Elterrorismo, la guerra, la droga, el sida, el vaciamiento de la cultura, la ignorancia y el rechazo de latradicin, la perversin de las costumbres y de los medios de comunicacin, como la televisin...Son muchos los males que abruman al mundo y a la Iglesia.

    Pues bien, es la soberbia la causa principal de todos estos males de la Iglesia: es ella la que

    produce rebeldas doctrinales y disciplinares, la que se avergenza de la Cruz de Cristo, y lleva agozar del mundo lo ms posible, despreciando la Voluntad divina y olvidndose de los pobres...

    Es igualmente la soberbia la que lleva a las Iglesias locales ms enfermas a buscar remedio parasus males all donde en modo alguno van a encontrarlo. Ella, la soberbia, ciega a la Esposa y leimpide volverse a su Seor humildemente, solicitando su ayuda desde lo ms hondo de su miseria:desde lo ms profundo a ti grito, Seor (Sal 129,1).

    En esta vida la Iglesia, como Pedro aquella vez en el lago, camina hacia el Seor sobre las aguas,nicamente sostenida por su fe y su esperanza. Por eso, cuando su fe vacila en medio de latormenta, ha de clamar: slvame, Seor! (Mt 14,30), slvanos, Seor, que perecemos! (8,25).Y entonces la salvacin de Jess llega, poderosa e infalible.

    Pero hace falta que la Esposa, desde lo ms profundo de su ignorancia y debilidad, desesperadacompletamente de sus propias fuerzas, ponga toda su esperanza en su nico Salvador. Entonces,necesariamente, recibe con abundancia maravillosa la salvacin. Es sta una ley permanente en lahistoria de la salvacin, que no puede fallar: invcame el da del peligro, yo te librar, y t medars gloria (Sal 49,15).

    Es, pues, urgente que hoy aprendamos a clamar al Seor en la afliccin, enseados por Israel ypor la Iglesia de nuestros padres:

    No har Dios justicia a sus elegidos, que claman a l da y noche, aun cuando los haga esperar?Yo os digo que les har justicia prontamente. Pero cuando venga el Hijo del hombre, encontrar feen la tierra? (Lc 18,7-8)

    1. La oracin de peticinEste libro se apoya en la fe catlica sobre la eficacia de la oracin de peticin. Por eso conviene

    que, ya desde el principio, reafirmemos esta fe. Podemos para ello recordar lo que Rivera y yomismo exponamos en la Sntesis de espiritualidad catlica (19995, 298-300).

    Peticin, alabanza y accin de gracias son las formas fundamentales de la oracin bblica. No secontraponen entre s, sino que se complementan. La peticin prepara y anticipa la accin de gracias,y en s misma es ya una alabanza, pues confiesa que Dios es bueno y fuente de todo bien. Laalabanza y la accin de gracias brotan del corazn creyente, que habiendo pedido a Dios, recibetodo bien como don de Dios. Por eso los tres gneros de oracin se entrecruzan y exigenmutuamente (por ejemplo, Sal 21,23-32; 32,22; 128,5-8).

    No menospreciemos, pues, la oracin de splica, como si fuera un gnero inferior de oracin. Despus de todo, elPadre nuestro, la oracin que nos ense Jess, se compone de siete peticiones. Pero eso s, pidamos bien.

    Pidamos en el nombre de Jess(Jn 14,13; 15,16; 16,23-26; Ef 5,20; Col 3,17). Esto significa dos cosas: primera,

    orar al Padre en la mismaactitud filialde Jess, participando de su Espritu (Gl 4,6; Rm 8,15; Ef 5,18-19), y segunda,pedir por Jess(Rm 1,8;1,25; 2 Cor 1,20; Heb 13,15; Hch 4,30), es decir, tomndole como mediador y abogado (1Tim2,5; Heb 8,6; 9,15; 12,24).

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    Nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene (Rm 8,26), y pedimos mal (Sant 4,3), pero Jess nos comunica suEspritu para que pidamos as en su nombre: cuanto pidireis al Padre os lo dar en mi nombre. Hasta ahora no habispedido nada en mi nombre; pedid y recibiris, para que sea cumplido vuestro gozo (Jn 16,23-24). Pedimos en elnombre de Jess cuando queremos que se haga en nosotros la voluntad del Padre, no la nuestra (Lc 22,42); y cuandopedimos con sencillez, como l nos ense a hacerlo: orando, no seis habladores como los gentiles, que piensan quesern escuchados por su mucho hablar; no os asemejis, pues, a ellos, porque vuestro Padre conoce las cosas de quetenis necesidad antes de que se las pidis (Mt 6,7-8; +32).

    Se hace mal a veces la oracin de peticin, se hace con exigencias, como queriendo doblegar lavoluntad de Dios a la nuestra, con amenazas incluso. As, pervertida, la oracin de peticin esmuy daosa: apega ms a las criaturas, obstina en la propia voluntad, no consigue nada, generadudas de fe, produce hasto y frustracin, y conduce fcilmente al abandono de la misma oracin.

    Pidiendo a Dios, abrimos en la humildad nuestro corazn a los dones que l quiere darnos. Elsoberbio se autolimita en su precaria autosuficiencia; no pide, a no ser como ltimo recurso, cuandotodo intento ha fracasado y la necesidad apremia; y entonces pide mal, con exigencia, marcandoplazos y modos. En cambio el humilde pide, pide siempre, pide todo, y en la proa de todo intentolleva siempre la oracin de splica. Y es que se hace como nio para entrar en el Reino, y los nios,

    cuando algo necesitan, lo primero que hacen es pedirlo. San Pablo nos da ejemplo: l peda sincesar, noche y da (Col 1,9; 1Tes 3,10).

    San Agustn, frente a los autosuficientes pelagianos, clarific bien esta cuestin: El hecho de que [el Seor] nos hayaenseado a orar, si pensamos que lo que Dios pretende con ello es llegar a conocer nuestra voluntad, puedesorprendernos. Pero no es eso lo que pretende, ya que l la conoce muy bien. Lo que quiere es que, mediante la oracin[de peticin], avivemos nuestro deseo, a fin de que estemos lo suficientemente abiertos para poder recibir lo que ha dedarnos ( ML 33,499-500). En la oracin, pues, se realiza la conversin del corazn del hombre hacia Aqul quesiempre est preparado para dar, si estuviramos nosotros preparados a recibir lo que El nos dara (34,1275). Diosquiere dar, pero no da sino al que le pide, no sea que d al que no recibe (37,1324).

    Dios da sus dones cuando ve que los recibiremos como dones suyos, con humildad, y que no nosenorgulleceremos con ellos, alejndonos as de l. Es la humildad, expresada y actualizada en lapeticin, la que nos dispone a recibir los dones que Dios quiere darnos. Por eso los humildes piden,y crecen rpidamente en la gracia, con gran sencillez y seguridad. Y es que Dios resiste a lossoberbios y a los humildes da su gracia. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que asu tiempo os ensalce. Echad sobre l todos vuestros cuidados, puesto que tiene providencia devosotros (1Pe 5,5-7).

    La oracin de peticin tiene una eficacia infalible. Es, sin duda, el medio principal para crecer enCristo y para verse libre de todos los males, pues la peticin orante va mucho ms all de nuestrosmritos, se apoya inmediatamente en la gratuita bondad de Dios misericordioso. De ah vienenuestra segura esperanza: pedid y recibiris (Jn 16,24; +Mt 21,22; Is 65,24; Sal 144,19; Lc 11,9-13; 1Jn 5,14).

    Dios responde siempre a nuestras peticiones, aunque no siempre segn el tiempo y manera quedesebamos. Cristo or con poderosos clamores y lgrimas al que era poderoso para salvarle de lamuerte, y fue escuchado (Heb 5,7). No fue escuchado mediante la supresin de la cruz redentora aleja de m este cliz (Mc 14,36) ; pero fue escuchado, sin embargo, de un modo mucho mssublime, en su resurreccin pero Dios, rotas las ataduras de la muerte, le resucit (Hch 2,24) .

    Algunos piensan que la oracin de peticin es vana, pues nada influye en la Providencia divina,que es infalible e inmutable.Ahora bien, si consideran superfluala oracin, puesto que laProvidencia es inmutable, para qu procuran ciertos bienes porel trabajo, si lo que ha de sucedervendr infaliblemente, como ya determinado por la Providencia? Djenlo todo en manos de Dios, yno oren ni laboren...

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    Por el contrario, a los cristianos nos ha sido dada la doble norma de la oracin y del trabajo, ysabemos que con una y con otro estamos colaborando con la Providencia divina, sin que por esopretendamos cambiarla o sustituirla.

    Pidamos a Dios todo gnero de bienes, materiales o espirituales, el pan de cada da, la paz, launidad, el perdn de los pecados, el alivio en la enfermedad (Sant 5,13-16), el acrecentamiento de

    nuestra fe (Mc 9,24). Pidamos por los amigos, por las autoridades civiles y religiosas (1Tim 2,2;Heb 13,17-18), por los pecadores (1Jn 5,16), por los enemigos y los que nos persiguen (Mt 5,44), enfin, por todos los hombres (1Tim 2,1). Pidamos al Seor que enve obreros a su mies (Mt 9,38), yque nuestras peticiones ayuden siempre el trabajo misionero de los apstoles (Rm 15,30s; 2Cor1,11; Ef 6,19; Col 4,3; 1Tes 5,25; 2Tes 3,1-2).

    Nuestras peticiones, con el crecimiento espiritual, se irn simplificando y universalizando. Yacabaremos pidiendo slo lo que Dios quiere que le pidamos como ensea San Juan de la Cruz ,en perfecta docilidad al Espritu: y as, las obras y ruegos de estas almas siempre tienen efecto (3Subida 2,9-10) . En fin, pidamos el Don primero, del cual derivan todos los dones: pidamos elEspritu Santo (Lc 11, 13).

    Pidamos unos por otros, haciendo oficio de intercesores, pues eso es propio de la condicinsacerdotal cristiana (1Tim 2,1-2). As or Cristo tantas veces por nosotros (Jn 17,6-26), tambin enla cruz (Lc 23,34; +Hch 7,60). As oraban los primeros cristianos en favor de Pedro encarcelado(12,5), o por Pablo y Bernab, enviados a predicar (13,3; +14,23).

    Pidamos tambin a otros que rueguen por nosotros, que nos encomienden ante el Seor. De estemodo estimulamos en nuestros hermanos la oracin de intercesin, que es una de las formas deoracin ms recomendadas en el Nuevo Testamento, particularmente en las cartas de San Pablo. Ycon ello no slo recibimos la ayuda espiritual de nuestros hermanos, sino que los asociamostambin a nuestra vida y a nuestras obras.

    2. Israel suplicanteTodos los libros del Antiguo Testamento muestran, por obra del Espritu Santo, una verdadera

    genialidad para la oracin de splica. Aqu me limitar a recordar algunos de los textos mssealados.

    El xodo

    La liberacin de Egipto es para Israel una experiencia histrica fundacional y decisiva:

    Los egipcios nos maltrataron y nos oprimieron y nos impusieron una dura esclavitud. Entoncesclamamos al Seor ,Dios de nuestros padres, yel Seor escuch nuestra voz, mir nuestra opresin, nuestro trabajo y nuestra angustia. ElSeornos sac de Egiptocon mano fuerte y brazo extendido, en medio de gran terror, con signos y portentos. Y nosintrodujo en este lugar, nos dio esta tierra, una tierra que mana leche y miel (Deut 26,6-9).

    sa es la experiencia fundacional de la religiosidad juda. La salvacin solo viene de Dios y a ellase abre el pueblo por la oracin suplicante. Pero los peligros y penas nunca acaban en este mundopara el Pueblo de Dios. En efecto, conducido por Moiss al desierto, halla pronto en su xodoinnumerables dificultades, hambre y sed, extravos, desnimo, ataques de otros pueblos, queimpugnan su paso. Pues bien, de todas estas calamidades sigue librndose principalmente por laoracin. Ella es la que abre la historia de los hombres a la fuerza salvfica del Seor divino.

    Amalec vino a Rafidim para atacar a los hijos de Israel. Y Moiss dijo a Josu: elige hombres y ataca maana aAmalec. Yo estar sobre lo alto de la colina con el cayado de Dios en la mano. Josu hizo lo que le haba mandado

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    Pues bien, en el ao quinto de este trgico cautiverio (590 a.C.) suscita Yav al profeta Ezequiel,para que llame a penitencia al Israel cautivo, bajo pena de graves castigos (1-24). Pero una vezcumplido el anunciado castigo de Israel, profetiza Ezequiel contra las naciones que lo han oprimido(25-32), y anuncia despus una maravillosa restauracin obrada por la misericordia delOmnipotente (33-48).

    Ntese que nadie denunciaba el pecado ni llamaba a conversin cuando, inspirado por Dios, lohace Ezequiel, enfrentndose a todos. Y llegado el castigo, nadie en lo ms profundo delabatimiento espera salvacin; solo la espera Ezequiel, iluminado por Dios, y es l quien la anunciacon maravillosas imgenes.

    En aquellos das, la mano del Seor se pos sobre m y, con su Espritu, el Seor me sac y me coloc en medio deun valle que estaba lleno de huesos... Y me dijo: Hijo de Adn, estos huesos son la entera casa de Israel, que dice:Nuestros huesos estn secos,nuestra esperanza ha perecido, estamos destrozados... Por eso profetiza y diles: Asdice el Seor: Yo mismo abrir vuestros sepulcros y os har salir de vuestros sepulcros, pueblo mo, y os traer a latierra de Israel... Os infundir mi espritu y viviris. Os colocar en vuestra tierra y sabris que yo, el Seor, lo digo y lohago. Orculo del Seor (37,1.11-14).

    No hay situacin del pueblo de Dios, aunque sea psima, que no pueda ser salvada por lamisericordia del Omnipotente. La fe y la splica abren la tierra a la gracia del cielo: Ven,Espritu, ven de los cuatro vientos y sopla sobre estos huesos muertos, y vivirn! Profetic yo comose me mandaba y entr en ellos el espritu y revivieron, y se pusieron en pie: un ejrcito en extremogrande (37,9-10). Hoy, como ayer y como siempre, Dios es omnipotente y misericordioso, comolo era en tiempos de Ezequiel.

    Daniel

    Esta profeca refiere las aventuras de Daniel y de sus compaeros, cuando en el ao 605 (a.C.)viven deportados en Babilonia. Eran muy apreciados por Nabucodonosor y su corte, pero cuandomanda el rey erigir una enorme estatua de oro, a la que todos deben dar culto, bajo pena de serarrojados a un horno de fuego, tres jvenes judos se resisten absolutamente a este gesto idoltrico yson arrojados a las llamas. La oracin que sigue es un modelo sublime de splica al Seor desde laafliccin ms profunda. Merece la pena reproducir un amplio extracto de la misma:

    Azaras se puso a orar, y abriendo los labios en medio del fuego, dijo: Bendito eres, Seor, Dios de nuestros padres,digno de alabanza y glorioso es tu nombre. Porque eres justo en cuanto has hecho con nosotros y todas tus obras sonverdad, y rectos tus caminos, y justos todos tus juicios. Porque hemos pecado y cometido iniquidad, apartndonos de ti,y en todo hemos delinquido (...)

    Por el honor de tu nombre, no nos desampares para siempre, no rompas tu alianza, no apartes de nosotros tumisericordia. Por Abraham, tu amigo; por Isaac, tu siervo; por Israel, tu consagrado; a quienes prometiste multiplicar sudescendencia como las estrellas del cielo, como la arena de las playas marinas.

    Pero ahora, Seor, somos el ms pequeo de todos los pueblos; hoy estamos humillados por toda la tierra a causa denuestros pecados. En este momento no tenemos prncipes, ni profetas, ni jefes; ni holocausto, ni incienso; ni un sitiodonde ofrecerte primicias, para alcanzar misericordia.

    Por eso, acepta nuestro corazn contrito y nuestro espritu humilde, como un holocausto de carnes y toros o unamultitud de corderos cebados. Que ste sea hoy nuestro sacrificio, y que sea agradable en tu presencia: porque los queen ti confan no quedan defraudados.

    Ahora te seguimos de todo corazn, te temeremos y buscaremos tu rostro; no nos defraudes, Seor. Trtanos segntu piedad, segn tu gran misericordia. Lbranos con tu poder maravilloso y da gloria a tu Nombre, Seor. Seanhumillados los que nos maltratan, queden confundidos, pierdan el mando, sea triturado su poder, y sepan que t, Seor,eres el Dios nico, glorioso, en toda la tierra (3,25-45).

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    As se ve en la historia el pueblo de Dios tantas veces, a causa de sus infidelidades. Y sa es laoracin que siempre ha de alzar al Misericordioso. En esta ocasin concreta, el Seor escuch elclamor de sus siervos y los libr de las llamas. Convirti, adems, el corazn de Nabucodonosor,que reconoci al Dios de estos jvenes judos tan fieles, y les dio cargos de autoridad en Babilonia.

    Judit

    El libro de Judit narra la angustia de Israel cuando la ciudad de Betulia en lugar y poca noidentificados se ve asediada por los asirios, y cmo el pueblo es liberado por el Seor, a travs dela oracin y la accin de Judit.

    Vindose rodeados los judos y sin posible salvacin humana, todos los hijos de Israel clamaroncon gran insistencia a Dios y se humillaron con gran fervor... Todos a una clamaron al Dios deIsrael, pidindole con ardor que no entregase al saqueo a sus hijos, ni diese sus mujeres en botn, nilas ciudades de su heredad a la destruccin, ni el Templo a la profanacin y el oprobio, regocijandoa los gentiles (Jdt 4,9.12).

    Pero otros, ms polticos, proponan: ser mejor que nos entreguemos a ellos, porque siquiera,siendo siervos suyos, viviremos (7,27). Y otros, como Ocas, ponan, s, en el Seor su confianza,pero una confianza limitada: tened nimo, hermanos; esperemos cinco das, en los que volversobre nosotros su misericordia el Seor, nuestro Dios, que no nos abandonar hasta el fin. Sipasados estos cinco das no nos viniera ningn auxilio, yo har lo que peds (7,30-31).

    Se alz entonces Judit, una viuda muy piadosa, y dijo indignada a los jefes de Israel:

    Quines sois vosotros para tentar a Dios, los que estis constituidos en lugar de Dios en medio de los hijos de loshombres?... De ningn modo, hermanos, irritis al Seor, Dios nuestro; que si no quisiere ayudarnos en los cinco das,poder tiene para protegernos en el da que quisiere o para destruirnos en presencia de nuestros enemigos. No pretendis

    hacer fuerza a los designios del Seor, Dios nuestro, que no es Dios como un hombre, que se mueve con amenazas, nicomo un hijo del hombre que se rinde.

    Por tanto, esperando la salvacin,clamemos a l que nos socorra. Si fuese su beneplcito, oir nuestra voz... Demosgracias al Seor, nuestro Dios, que nos pone a prueba, igual que a nuestros padres. Recordad cuanto hizo con Abraham,cmo prob a Isaac y qu cosas sucedieron a Jacob en Mesopotamia de Siria... Pues as como aqullos no los pas porel crisol sino para examinar su corazn, as tambin a nosotros nos azota, pero no para castigo, sino para amonestacinde los que le servimos (8,12-27).

    Los jefes judos aprueban las palabras de Judit, y sta, antes de entrar en accin, se recoge paraorar:

    Judit, postrndose rostro en tierra, ech ceniza sobre su cabeza y descubri el cilicio que llevaba ceido. Era justamente la hora en que se ofreca en Jerusaln, en la casa de Dios, el incienso de la tarde, cuando Judit clam alSeor con voz fuerte, diciendo:

    Seor, Dios de mi padre Simen... Dios, Dios mo, escucha a esta pobre viuda. T, en efecto, ejecutas las hazaas,las antiguas, las siguientes, las de ahora, las que vendrn despus... Mira que los asirios tienen un ejrcito poderoso, seengren de sus caballos y jinetes... y no saben que t eres el Seor, el que decide las batallas, cuyo nombre es Yav.Quebranta su fuerza con tu poder... porque han resuelto violar tu Templo, profanar el tabernculo donde se posa tuglorioso Nombre...

    Dame a m, pobre viuda, fuerza para ejecutar lo que he premeditado. Hiere con la seduccin de mis labios al siervocon el prncipe y al prncipe con el siervo, y quebranta su orgullo por mano de una mujer. Que no est tu poder en lamuchedumbre ni en los valientes tu fuerza; antes eres t el Dios de los humildes, el amparo de los pequeos, el defensorde los dbiles, el refugio de los desamparados y el salvador de los que no tienen esperanza...

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    S, s, Dios de mis padres y Dios de la heredad de Israel, Seor de los cielos y de la tierra, Creador de las aguas, Reyde toda la creacin; escucha mi plegaria y dame una palabra seductora, que cause heridas y lesiones en aquellos que hanresuelto crueldades contra tu Alianza, contra tu santa casa, contra el monte de Sin, contra la casa que es posesin detus hijos. Y haz que todo tu pueblo y cada una de sus tribus reconozca y sepa que t eres el Dios de toda fortaleza ypoder, y que no hay otro fuera de ti que proteja al linaje de Israel (9,1-14).

    El Seor escuch el clamor de Judit, e hizo posible en su bondad que una viuda, por medio de unaaudaz estratagema en la que arriesg gravemente su vida, pusiera en fuga al poderoso ejrcitoenemigo, cuando la situacin de Israel era angustiosa y todos estaban desesperados.

    Los siete hermanos

    Las crnicas bblicas de los Macabeos refieren sucesos ocurridos entre los aos 175 y 134 (a.Cto.), cuando el poder de los Selucidas, con Antoco IV Epifanes, trata de imponer en Israel lareligin helnica y sus costumbres. No pocos judos, infieles a la Alianza, ceden, renegando de sustradiciones. Piensan que esa asimilacin al poder mundano vigente es inevitable, y que el Seor nova a librarles de ella. Pero Matatas y sus hijos, entre los que destaca Judas, llamado el Macabeo,tienen fe en el Seor, tienen por tanto esperanza, y por eso se alzan en una guerra heroica.

    En medio de la abominacin de la desolacin (1Mac 1,57), Matatas grita en la ciudad: Todo el que sienta celopor la Ley y quiera mantener la Alianza, sgame! Y huyeron l y sus hijos a los montes, abandonando cuanto tenan enla ciudad (2,27-28).

    La lucha, sin embargo, parece condenada al fracaso, pues los sublevados son muy pocos en comparacin con lasfuerzas opresoras del enemigo. Pero Judas Macabeo asegura: Fcil cosa es entregar una muchedumbre en manos deunos pocos, que para el Dios del cielo no hay diferencia entre salvar con muchos o con pocos. No est en lamuchedumbre del ejrcito la victoria en la guerra, sino que del cielo viene la fuerza (3,18).

    Esta fe de Judas anima a sus seguidores, que no confan en sus fuerzas, pero s en la fuerza salvadora del Seor. Poreso acuden a la oracin en situacin tan desesperada: Se reunieron en Masfa, frente a Jerusaln, y ayunaron aquel da,

    se vistieron de saco, pusieron ceniza sobre sus cabezas, rasgaron sus vestiduras, y abrieron el libro de la Ley, buscandoen l lo que los gentiles preguntan a las imgenes de sus dolos... Clamaron entonces [al Seor] a grandes voces,diciendo: Qu hemos de hacer?... Tu Santuario est pisoteado y profanado; tus sacerdotes, en luto y humillacin; yahora los gentiles se han reunido contra nosotros para destruirnos... Cmo podremos hacerles frente si t no nosayudas? Tocaron las trompetas, y prorrumpieron enun gran clamor (3,46-54). Pensaban: mejor es morircombatiendo, que presenciar los males de nuestro pueblo y del Santuario. En todo caso, hgase la voluntad del cielo(3,59-60).

    El Seor oy el gran clamor de este resto de fieles judos, y a pesar de ser tan pocos, les concedigrandes victorias porque haban acudido a l desde lo ms profundo de su afliccin, poniendo en ltoda su confianza.

    Los salmosEl libro de los Salmos, compuesto a lo largo de varios siglos, contiene 150 oraciones en forma de

    poemas. La redaccin definitiva de su conjunto no parece anterior al ao 300 (a.C.). Pues bien, enlos salmos son frecuentes los clamores comunitarios que con acentos conmovedores se alzan alSeor desde lo ms profundo de calamidades y peligros. Todos ellos siguen resonando hoy en laliturgia de la Iglesia. Son la voz de Cristo que, con su Esposa, clama al Padre misericordioso,pidiendo salvacin de tantos males.

    43. Oh Dios, nuestros padres nos lo han contado: la obra que realizaste en sus das... Despierta, Seor, por quduermes?...

    59. Oh Dios, nos rechazaste y rompiste nuestras filas... Auxlianos contra el enemigo, que la ayuda del hombre esintil...

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    73. Por qu, oh Dios, nos tienes siempre abandonados?... Acurdate de la comunidad que adquiriste desde antiguo...Dirige tus pasos a estas ruinas sin remedio... Hasta cundo nos va a afrentar el enemigo?... Levntate, oh Dios,defiende tu causa: no olvides las voces de tus enemigos, el tumulto creciente de los rebeldes contra ti...

    78. Dios mo, los gentiles han entrado en tu heredad, han profanado tu santo templo, han reducido Jerusaln a ruinas...Hasta cundo, Seor?Vas a estar siempre enojado?... Que tu compasin nos alcance pronto, pues estamos agotados.Socrrenos, Dios salvador nuestro, por el honor de tu nombre... Te daremos gracias siempre, de generacin en

    generacin.79. Despierta tu poder y ven a salvarnos. Oh Dios, resturanos, que brille tu rostro y nos salve... Ven a visitar tu Via,

    la cepa que tu diestra plant... La han talado y le han prendido fuego... Danos vida, para que invoquemos tu Nombre.

    84. Resturanos, Dios salvador nuestro, cesa en tu rencor contra nosotros... Mustranos, Seor, tu misericordia ydanos tu salvacin...

    88. Hasta cundo, Seor, estars escondido, y arder como un fuego tu clera?... Dnde est, Seor, tu antiguamisericordia que por tu fidelidad juraste a David? Acurdate, Seor, de la afrenta de tus siervos...

    89. Seor, t has sido nuestro refugio de generacin en generacin... Cmo nos ha consumido tu clera y nos ha

    trastornado tu indignacin!... Vulvete, Seor, hasta cundo? Ten compasin de tus siervos... Baje a nosotros labondad del Seor...

    105. Hemos pecado con nuestros padres, hemos cometido maldades e iniquidades... Pero l mir su angustia yescuch sus gritos; recordando su pacto con ellos, se arrepinti con inmensa misericordia... Slvanos, Seor Diosnuestro, renenos de entre los gentiles: daremos gracias a tu santo nombre, y alabarte ser nuestra gloria...

    Otros salmos hay que, alzndose igualmente al Seor desde la afliccin ms profunda, son unclamor individual. La Iglesia los emplea igualmente, viendo en el salmista una personificacin delPueblo de Dios sufriente. As, por ejemplo, el salmo 24, Ad te, Domine, levavi, con el que se abre elAo litrgico en el primer domingo de Adviento: A ti, Seor, levanto mi alma: Dios mo, en ticonfo, no quede yo defraudado, no triunfen de m mis enemigos; pues los que esperan en ti noquedan defraudados...

    Israel, modelo perenne en la splica

    La oracin suplicante de Israel sigue siendo hoy modelo perfecto para la Iglesia, que se ve encalamidades y aflicciones. Y as lo reconoce ella, pues continuamente emplea en su liturgia lasgrandes oraciones inspiradas por Dios a los judos, como aquella de Daniel:

    Oye, Dios nuestro, la oracin de tu siervo, escucha sus plegarias, y por amor de ti, Seor, haz brillar tu rostro sobretu Templo devastado. Oye, Dios mo, y escucha. Abre los ojos y mira nuestras ruinas, mira la ciudad sobre la que seinvoca tu Nombre, pues no por nuestras justicias te presentamos nuestras splicas, sino por tus grandes misericordias.

    Escucha, Seor! Perdona, Seor! Atiende, Seor y obra, no tardes, por amor de ti, Dios mo, ya que es invocado tunombre sobre tu ciudad y sobre tu pueblo! (Dan 9, 17-19).

    Las siete notas de la oracin bblica

    En estos clamores angustiados que Israel eleva al Seor conviene destacar varios elementospreciosos, siete concretamente, que siempre la Iglesia ha de hacer suyos. Ir sealndolos uno auno.

    1. Reconocimiento de la gravedad de los males

    El Israel verdadero reconoce la gravedad de los males que padece. A veces slamente es un restofiel, el que alcanza a ver los males que el pueblo sufre. El Israel carnal, en cambio, no los ve, porsupuesto. Ya se comprende que los sacerdotes, los jefes, los falsos profetas, es decir, aquellos que

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    han promovido o permitido las infidelidades de Israel, tienden, sin duda, a ignorar o a subestimarlos males que oprimen al pueblo, y que son consecuencia de esas infidelidades. E igualmente ocurredentro del pueblo: los ms cmplices de esas mentiras y pecados son justamente los que minimizanlas abominaciones generalizadas o los que ni siquiera las ven. Solo los que son fieles las ven yreconocen. Por eso dice el Seor a los ejecutores potentes de su providencia:

    Recorre la ciudad, atraviesa Jerusaln, y pon por seal unatau en la frente de los que gimen afligidos por lasabominaciones que en ella se cometen. stos se vern libres del castigo exterminador merecido por los pecados. Perolos otros, los que son cmplices de tantos pecados y abominaciones, sern exterminados: profanad el Templo, llenandosus atrios de cadveres, y salid a matar por la ciudad (Ez 9,4.7).

    Los falsos profetas no reconocen las calamidades, materiales o espirituales, en que el pueblo se vesumido o las amenazas inminentes de grandes aflicciones. Lejos de eso, ellos dicen: vamos bien;paz, paz; no temis; confiad en el Seor, que, caminando por donde vamos, no va a sobrevenircalamidad alguna.

    Los profetas verdaderos, sin embargo, los nicos que hablan en el nombre de Dios, dirn todo locontrario: vamos mal; convertos urgentemente. Terribles males vendrn sobre nosotros siseguimos siendo infieles a la Alianza; y grandes bienes nos conceder el Seor misericordioso sinos volvemos a l. se es el mensaje habitual de los profetas verdaderos, en contraposicin al delos falsos (por ejemplo, Isaas 3; Jeremas 7; Oseas 2; 8; 14; Joel 2). Ellos, en efecto, denuncian lospecados de su pueblo y le profetizan grandes calamidades; pero al mismo tiempo le prometen, sihay conversin, grandes misericordias de Dios. stos son, pues, los nicos que, sealando al puebloel camino verdadero de la salvacin, le aseguran esperanzas verdaderas si lo sigue y grandes malessi lo desprecia. As lo vemos en el profeta Miqueas, el Miqueas del libro I de los Reyes:

    Cuatrocientos profetas falsos aseguran al rey de Israel que podr vencer a los sirios. Solamente Miqueas sabe que esoes falso; pero por eso mismo el rey no quiere consultarle: an hay un hombre aqu por quien podemos preguntar aYav; pero yo le aborrezco, porque nunca me profetiza cosa buena, sino siempre malas. Es Miqueas. A ste leaconsejan sus amigos: mira que todos los profetas unnimes profetizan bienes al rey; habla, pues, como ellos y anuncia bienesMiqueas, sin embargo, mirando al bien de su pueblo, intenta disuadir al rey de su empresa, asegurndole que serderrotado. El rey lo manda encarcelar, castigado al pan de la afliccin y al agua de la angustia. Va a la guerra,desoyendo su orculo, y al atardecer est muerto (1Re 22).

    Por eso, cuando hoy se habla de profetas de calamidades en un sentido despectivo, como si setratara de profetas falsos, se contrara la tradicin de la Biblia. En sta, efectivamente, los falsosprofetas anuncian prosperidad, mientras que los verdaderos anuncian calamidades, si no hayconversin, y grandes bienes, si la hay.

    2. Consecuencias justas

    Israel confiesa que todas las calamidades proceden de sus propios pecados, y que, por tanto, soncastigos de Dios totalmente justos y merecidos. Eres justo, Seor, en cuanto has hecho connosotros, porque hemos pecado y cometido iniquidad en todo, apartndonos de tus preceptos.

    Israel, desde lo ms profundo, clama al Seor, aplastado bajo el peso de sus propias culpas: no tienen descanso mishuesos a causa de mis pecados; mis culpas sobrepasan mi cabeza, son un peso superior a mis fuerzas... No meabandones, Seor, Dios mo, no te quedes lejos; ven aprisa a socorrerme, Seor mo, mi salvacin (Sal 38).

    No tiene salvacin el pueblo que ignora sus propios males o que si los conoce, no quiere, sinembargo, reconocer los pecados que han sido su causa.

    3. Remedios medicinales

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    Israel reconoce que los castigos que sufre son saludables, regulados cuidadosamente por laProvidencia divina. Ms an, declara que con ser tan terribles, an mayores deberan ser, siestuvieran exactamente proporcionados a la gravedad de sus culpas. Por eso confiesa: el Seor nonos trata como merecen nuestros pecados, ni nos paga segn nuestras culpas (Sal 102,10). Eincluso da gracias al Seor por esas penalidades: demos gracias al Seor, nuestro Dios, que nospone a prueba, como puso a nuestros padres, para purificarnos en el sufrimiento, como en un crisol.

    4. Sin remedio humano

    Israel se reconoce absolutamente impotente para recuperar por sus propias fuerzas la salud, lalibertad, la prosperidad. Su abatimiento es total: no tiene ya maestros, ni soldados, ni guas, esthundido en la debilidad y la miseria. Los jefes son necios, cobardes y traidores, y tanto el profetacomo el sacerdote vagan sin sentido por el pas.

    En estas circunstancias quin podr traer la salvacin al pueblo?... Levanto mis ojos a losmontes: de dnde me vendr el auxilio?. Una vez ms se ve solo y abandonado, pero no sedesespera, pues eleva su esperanza al Seor: El auxilio me viene del Seor, que hizo el cielo y latierra (Sal 120,1-2).

    5. Dios puede salvar

    Israel cree firmemente que Dios puede salvarle. Por enormes que sean sus miserias, mucho mayores la misericordia del Seor. Todo est en su mano, es l quien realiza las hazaas antiguas, pasadasy presentes. No se asusta ante los inmensos ejrcitos del enemigo, y para realizar sus victorias le dalo mismo que sus fieles sean pocos o muchos. Siendo l el creador del cielo y de la tierra, el quemantiene todo en el ser, l es el nico que puede traer salvacin infalible a su pueblo, por psimasque sean las calamidades en que se ve hundido. Ahora, eso s: es preciso poner la confianzasolamente en l, y en nada ni en nadie ms.

    6. Peticin urgente a la Misericordia divina

    Israel, creyendo en todo eso, clama, pide y suplica la misericordia de Dios. Con todo apremio yconfianza: levntate, Seor, extiende tu brazo poderoso, no tardes, acurdate de nosotros, no nosdesampares, no te olvides de que somos tu pueblo y tu heredad, de que fuiste T quien nos sac deEgipto, de que hiciste grandes promesas a nuestros padres...

    Como hemos visto, la splica es tan apremiante que se convierte a veces en reproche filial, en atrevida acusacin:Por qu tardas tanto? Vas a estar siempre enojado? Te has olvidado de nosotros? Hasta cundo, Seor?...

    7. Para alabanza de la gloria de Dios Israel clama y pide salvacin al Seor alegando el honor de su Nombre. No nos abandones,

    Seor, no permitas la destruccin de tu Templo, la humillacin de tu pueblo, el desprestigio de tuNombre santo. Ten piedad de nosotros y resturanos. Te lo pedimos por tu honor, Seor, por lagloria de tu Nombre, que se ve humillado por nuestras miserias...

    De la salvacin recibida brotar la alabanza: Slvanos, Seor, y en adelante buscaremos tu rostro,seguiremos tus mandatos, seremos fieles a la Alianza, alabaremos tu nombre, te daremos graciassiempre...

    Validez de la oracin de Israel en la Iglesia de hoy

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    El Nuevo Testamento perfecciona muchos de los elementos religiosos instituidos por Dios en elAntiguo Testamento, y otras veces como ocurre con los sacrificios de animales los culmina. Perola oracin de Israel pervive en la oracin de la Iglesia, perdura en ella siempre joven, y en ellaalcanza la plenitud de su belleza y poder, perfeccionada por la efusin del Espritu Santo: l meglorificar (Jn 16,14).

    Cuando las fuerzas humanas se ven desbordadas por los males presentes o amenazantes, la Iglesiaha de aprender del Israel antiguo la oracin de splica en la angustia. As se deja ensear por Dios,que nos habla en las antiguas Escrituras. La misma actitud espiritual de esas siete notas sealadastiene que inspirar en el presente la oracin de la Iglesia afligida.

    Si una Iglesia local hoy, reconociendo las graves calamidades que le afligen, hace suyos esosclamores antiguos en todos sus elementos en todos, en los siete sealados: no bastara que lohiciera en casi todos , se ver ayudada por Dios y podr superar sus miserias, por grandes que sean.Pero si no posee el espritu de esa oracin suplicante, o peor an, si lo rechaza, se ir hundiendo enuna debilidad creciente, que lleva hacia la muerte.

    Por otra parte, por grandes que sean las calamidades que aflijan al pueblo de Dios, siempre habr,bajo la mocin de la gracia, una accin posible y necesaria, grande o quiz mnima la entrega decinco panes y dos peces (Mt 14,17) . Y esta accin, potenciada internamente por la oracin, ser laque logre una virtualidad salvfica desbordante sobra alimento en los canastos (14,20).

    3. Tres primeros siglos. Ven, Seor JessLa Iglesia catlica, que en sus pruebas ha de aprender de Israel a orar con humildad y confianza,

    an ms ha de aprender de su propia tradicin secular. En efecto, como dice el Vaticano II, laIglesia ha de vivir siempre de la Biblia y de su propia Tradicin: ambas se han de recibir y respetar

    con el mismo espritu de devocin (DV 9).Cristo

    En la suprema afliccin del Huerto y de la Cruz, Jess, entrado en agona, oraba con msinsistencia, y su sudor vino a ser como gotas de sangre que caan sobre la tierra (Lc 22,44). As ense a su esposa, la Iglesia, a refugiarse siempre en la oracin, cuando llega la hora de lastinieblas.

    Sabe Jess que enva sus discpulos al mundo como ovejas entre lobos (Mt 10,26), y que lamisma persecucin que l sufri la van a sufrir ellos siempre, en una u otra forma (Jn 15,18-21).

    Sabe tambin que ellos, por s mismos, no tienen fuerzas para vencer al mundo, ni siquiera parasoportar pacientemente su persecucin. Sabe, pues, que los cristianos solamente podrn mantenersefieles, venciendo a la carne, al demonio y al mundo, si se guardan en oracin continua. Por eso tienebuen cuidado en ensearles que es preciso orar en todo tiempo y no desfallecer (Lc 18,1).Vigilad, pues, en todo tiempo y orad, para que evitis todo esto que ha de venir y podiscomparecer ante el Hijo del hombre (Lc 21,36).

    Por otra parte, la oracin continua ha de estar siempre viva en los cristianos porque somos linaje escogido,sacerdocio real, nacin santa, pueblo adquirido para pregonar el poder del que nos llam de las tinieblas a su luzadmirable (1Pe 2,9). Por eso, pues, siempre y en todo lugar hemos de dar gracias a Dios Padre.

    Sabe Cristo que los hijos de Dios en este mundo sern guardados siempre por el Padre celestial,que conoce bien sus necesidades (Mt 6,32). Pero tambin conoce que esta ayuda ha de serincesantemente solicitada por ellos en la oracin. Ahora bien, cuando los fieles claman desde lo ms

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    profundo de sus angustias histricas, no har Dios justicia a sus elegidos, que claman a l da ynoche, aun cuando los haga esperar? Yo os digo que les har justicia prontamente (Lc 18,7-8).

    Los Apstoles

    Los Apstoles estaban de continuo en el templo bendiciendo a Dios (Lc 24,53). Todos los

    fieles, con los apstoles, perseveraban en la unin, en la fraccin del pan y en la oracin (Hch2,42). Pero esta oracin de alabanza incesante se haca un grito unnime apremiante, un clamor,cuando la Iglesia pasaba por alguna angustia especialmente grave. Por ejemplo, sabemos quecuando Pedro es encerrado en la crcel, la Iglesia oraba instantemente por l (Hch 12,5). El Seorescuch a sus fieles y Pedro fue liberado por un ngel.

    La vida de la Iglesia en este mundo ha de estar continuamente sostenida por la oracin de losfieles, encabezada por sus pastores. No puede sobrevivir de otro modo. Todos los cristianos,revestidos de la armadura de Dios, han de perseverar en toda suerte de oraciones y plegarias,orando en todo tiempo con fervor, mantenindose siempre en continuas splicas por todos lossantos (Ef 6,13.18). No es posible la vida de la Iglesia en este mundo de otro modo.

    San Pablo y la oracin por la paz

    Especialmente la paz, la paz cvica y eclesial, siempre ha sido pedida por la Iglesia con todoempeo. sa ha sido una tradicin continua desde el tiempo de los Apstoles. La oracin por la paz la paz del Seor est con vosotros , tan antigua y frecuente en la liturgia, es solicitada conespecial acento por el apstol San Pablo, bien consciente de que solo Dios puede dar al pueblocristiano una vida en paz.

    Paz con Dios, de modo que justificados por la fe, tengamos paz con Dios por nuestro SeorJesucristo (Rm 5,1).

    Pazen la Iglesia:

    os exhorto yo, preso en el Seor, a que andeis de una manera digna de la vocacin a la que fuisteis llamados, contoda humildad, mansedumbre y longanimidad, soportndoos unos a otros, solcitos de conservar la unidad del espritumediante el vnculo de la paz (Ef 4,1-3). Y as la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde vuestroscorazones y vuestros pensamientos en Cristo Jess (Flp 4,7).

    Paz en el mundo presente. El milagro histrico de la paz, siendo el mundo como es siemprepartido en trozos contrapuestos, siempre lleno de guerras y deportaciones, divisiones, atropellos yviolencias , solo puede ser conseguido por la oracin clamorosa, da y noche, de los fieles

    pacificadores, que merecen ser llamados hijos de Dios (Mt 5,9).Por eso dice el Apstol: Ante todo te ruego que se hagan peticiones, oraciones, splicas y acciones de gracias por

    todos los hombres, por los emperadores y por todas las autoridades, para que podamos disfrutar de paz y tranquilidad, yllevar una vida piadosa y honesta (1Tim 2,1-2).

    Recordemos que la paz es el patrimonio de los cristianos en este mundo. Es don de Dios, bajadode lo alto: gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres amados por l! (Lc 2,14).Es el don propio de Cristo: la paz os dejo, mi paz os doy; pero no como la da el mundo (Jn14,27). El mundo, en efecto, no puede dar la paz; pero Cristo s, porque es el Prncipe de la Paz (Is9,6). Por eso la Iglesia en su liturgia siempre, especialmente en la Eucarista, ha pedido a Dios lapaz.

    Apocalipsis

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    La vida de los cristianos en este mundo, hasta que Cristo vuelva con todo su irresistible poder, esuna vida martirial, que no puede mantenerse si no alzan a Dios el clamor de una oracin continua:

    Vi debajo del altar las almas de los que haban sido inmolados a causa de la Palabra de Dios y del testimonio quehaban dado. Clamaban a grandes voces, diciendo: hasta cundo, Seor santo y verdadero, tardars en hacer justicia yen vengar nuestra sangre en los que habitan la tierra? Y a cada uno le fue dada una tnica blanca [color antiguo delmartirio], y se les dijo que esperaran todava un poco ms, hasta que se completara el nmero de sus compaeros deservicio y hermanos, que iban a sufrir la misma muerte (Ap 6,9-11).

    La Iglesia en este mundo ha de alzar continuamente en la presencia de Dios uno y trino el inciensoperfumado de la alabanza y de la accin de gracias (Ap 8,4), pero tambin la splica por s misma,tan perseguida, y por todo el mundo, tan necesitado de salvacin por gracia.

    A la luz del Apocalipsis, en efecto, entrar a vivir en la Iglesia es participar de ese clamor continuo,que de da y de noche Ella eleva a Dios. De esta manera de entender la vida cristiana en el mundo,los Santos Padres nos dan innumerables testimonios. De ellos recordar a algunos.

    San Clemente Romano

    A fines del siglo I, el papa Clemente escribe una preciosa carta a los corintios. El tercer sucesor de Pedro se muestradolorido tanto por las escisiones que existen entre los fieles de Corinto, como por la persecuciones que la Iglesia estsufriendo bajo Domiciano. Y en estas angustias, alza sus brazos orando a Dios con esta gran splica llena de humildad,de serena confianza y del espritu litrgico de la Eucarista:

    Te pedimos, Seor, que seas nuestro socorro y protector. Salva a aquellos de entre nosotros que estn en tribulacin,apidate de los humildes, levanta a los que han cado [loslapsi, apstatas en la persecucin], mustrate a losnecesitados, cura a los enfermos, convierte a los extraviados de tu pueblo, sacia a los que tienen hambre, redime anuestros cautivos [privados de libertad por ser cristianos], restablece a los que estn dbiles, alienta a los pusilnimes.Que todos los pueblos conozcan que T eres el nico Dios, que Jesucristo es tu Siervo y quenosotros somos tu pueblo y ovejas de tu rebao[Sal 78,13; 99,3] (59,4).

    Misericordioso y compasivo, perdnanos nuestras injusticias, faltas, pecados y errores. No tengas en cuenta ningnpecado de tus siervos y siervas, sino purifcanos con la purificacin de tu verdad y endereza nuestros pasos para quecaminemos en santidad de corazn y hagamos lo que es bueno y grato en tu presencia y en presencia de nuestros jefes.

    S, Seor, muestra tu rostro sobre nosotros para concedernos los bienes de la paz, para que seamos protegidos por tumano poderosa, para que tu excelso brazo nos libre de todo pecado, y para que nos protejas de todos los que nos odianinjustamente. Da concordia y paz a nosotros y a todos los habitantes de la tierra, como se la diste a nuestros padrescuando te invocaron santamente en fe y en verdad.

    Que seamos obedientes a tu omnipotente y santo Nombre y a nuestros prncipes y jefes de la tierra. T, Seor, lesdiste el poder del reino por tu magnfica e indescriptible fuerza... Dales, Seor, salud, paz, concordia, firmeza para queatiendan sin falta al gobierno que les has dado... T, Seor, endereza su voluntad hacia lo bueno y agradable en tupresencia, para que ejerciendo piadosamente, con paz y mansedumbre, el poder que les has dado, alcancen de Timisericordia.

    T eres el nico capaz de hacer estas cosas e incluso bienes muy superiores entre nosotros. A ti te confesamos pormedio de Jesucristo, el Sumo Sacerdote y protector de nuestras almas, por medio del cual sea dada a Ti la gloria y lamagnificencia, ahora y de generacin en generacin, por los siglos de los siglos. Amn (60,1 61,3).

    San Policarpo

    En el ao 155, teniendo 86 aos de edad, muere mrtir San Policarpo, obispo de Esmirna. Pocoantes de morir, segn refiere el cronista de su martirio, se retir a una finca prxima a la ciudad, y

    all pasaba el tiempo con unos pocos fieles, sin hacer otra cosa, da y noche, que orar por todos, yespecialmente por las Iglesias esparcidas por toda la tierra. Cosa, por lo dems, que tena siemprepor costumbre (Mart. Policarpo 5).

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    Oremos y ayunemos. Aunque no ignoro, hermanos muy queridos, que el temor de Dios os induce a aplicaros acontinuas oraciones y a insistentes splicas, os amonesto asmismo a que aplaquis a Dios y a que no slo de palabra,sino tambin afligindoos con ayunos y toda clase de penitencias, logris de l con ruegos que reduzca su clera.

    Sufrimos un justo castigo. Hay que comprender y reconocer que tormenta tan devastadora como la presentepersecucin, que ha desolado nuestro rebao en tan gran parte y que an sigue desolndolo, es efecto de nuestrospecados, porque no seguimos los caminos del Seor, ni observamos los mandamientos que nos di para nuestra

    salvacin.El Seor cumpli la voluntad del Padre, pero nosotros no hemos cumplido la voluntad de Dios, y nos hemos

    entregado al lucro de los bienes temporales, marchando por los caminos de la soberbia. Caimos en rivalidades ydisensiones. Descuidamos la sencillez y la lealtad. Renunciamos de palabra, pero no de obra, al mundo, muy indulgentecada uno consigo mismo y severo con los dems.

    Por eso recibimos los azotes que merecemos... Ni los mismos confesores, que debieran servir de ejemplo para losdems, guardan la disciplina... y se jactan con hinchado descaro de haber confesado a Cristo... Con razn sufrimos estosmales por nuestros pecados, pues ya noslo previno el Seor, cuando dijo: si sus hijos abandonan mi ley y no siguenmis mandamientos, si profanan mis preceptos y no guardan mis mandatos, castigar con la vara sus pecados y alatigazos sus culpas [Sal 88,31-33]...

    Pidamos desde nuestra miseria la Misericordia divina. Imploremos, pues, desde lo ms ntimo de nuestro corazn lamisericordia de Dios, porque tambin l aadi estas palabras: no les retirar mi favor [88,34]... Roguemos coninsistencia y no dejemos de gemir con continuas plegarias... No cesemos en manera alguna de pedir y de esperar recibircon fe, y supliquemos al Seor con sinceridad y en unnime concordia, con gemidos y lgrimas a la vez, como convieneimplorar a los que se encuentran entre los males de los que lloran y el resto de los que temen, entre la multitud deenfermos que yacen por el suelo [los lapsi, cados] y los muy pocos que quedan en pie.

    Atrevmonos a pedir a Dios con esperanza tantos bienes que nos faltan. Pidamos que retorne pronto la paz, quevenga pronto la ayuda a nuestros escondrijos y peligros, que se cumpla lo que el Seor se digna anunciar a sus siervos:la reintegracin de la Iglesia, la seguridad de nuestra salud, la serenidad tras la tormenta, la luz tras las tinieblas, la dulcesuavidad despus de las borrascas y huracanes, los piadosos auxilios de su amor de Padre, las conocidas maravillas desu poder divino para embotar las blasfemias de los perseguidores. Que los cados hagan penitencia, y que sea ensalzada

    la fidelidad inquebrantable de los que han perseverado (Carta 11; 7 en ML).

    Habiendo ya Cipriano confortado durante aos a sus fieles en la persecucin, vuelve finalmente aCartago para morir como mrtir en su propia sede episcopal. A l debemos los ms hermosos textosescritos sobre el martirio y las oraciones ms bellas escritas desde lo ms profundo de las penas dela Iglesia en el mundo.

    Pablo, mrtir

    Por ltimo, sea un antiguo mrtir de Cristo quien nos ensee a orar en la tribulacin de la Iglesia.La terrible persecucin que a principios del siglo IV sufren los cristianos de Palestina, en tiempos

    de Diocleciano, cuando ya estaba por cerrarse la poca de las persecuciones, es narrada por Eusebiode Cesarea. En el sexto ao de esta persecucin fue condenado a muerte el tres vecesbienaventurado Pablo. La oracin que ste mrtir alza a Dios poco antes de morir es un ecoimpresionante de la oratio fidelium que normalmente haca la Iglesia de su tiempo en la Eucarista.

    Poco antes de ser ejecutado, pidi al verdugo que estaba ya para cortarle la cabeza, un breve espacio de tiempo; yobtenido,con clara y sonora voz suplic a Diosen primer lugar por los de su propio pueblo, pidindole se reconciliaracon l y le concediera cuanto antes la libertad; luego pidi por los judos, que se acercaran a Dios por medio deJesucristo, y la misma gracia suplic en su oracin para los samaritanos; para los gentiles, que estaban en el error ydesconocan a Dios, le suplic les concediera vinieran a conocerle y abrazar la verdadera piedad, sin olvidar tampocoaquella muchedumbre que en aquel momento le rodeaba.

    Despus de todo esto, oh grande e inefable resignacin! se puso a suplicar a Dios por el mismo juezque le habacondenado a muerte,por los supremos gobernantes y por el verdugoque, de all a un momento, le iba a cortar lacabeza, rogndole, con voz que poda or ste y todos los presentes, no les imputara el pecado que con l cometan.Toda esta letana la hizo en voz alta, y poco falt para que no moviera a lstima y lgrimas a todos, por darse cuenta de

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    A la muerte de Teodosio (395), se divide el Imperio romano, Constantinopla encabeza el Oriente y Rvena elOccidente. Poco despus los visigodos, encabezados por Alarico, saquean Roma (410). Esto produce una enormeconmocin en todo el mundo romano, pues la Urbe se haba mantenido inviolada durante ocho siglos. Por esos aos losvndalos conquistan el norte de Africa durante el asedio de Hipona, muere San Agustn (430) , caen sobre Roma y lasaquean terriblemente (455). Poco despus, el Papa San Len Magno (440-461) logra a duras penas detener a los hunosdeAtila.

    La Roma recin cristianizada, la gran Urbe cabeza de un imperio universal, se ha quedado ennada. El mismo Imperio occidental romano se extingue ya definitivamente el 476. Un siglo mstarde, los ostrogodos se apoderan de parte de Italia, Totila conquista Roma y deporta a sushabitantes (546).

    Especialmente calamitosos son los tiempos que ha de vivir San Gregorio Magno (590-604). Con su inmenso prestigiopersonal, apenas logra detener a las puertas de Roma a Agiulfo y a su ejrcito lombardo. Pero por ese tiempo en Italia seproducen las guerras entre lombardos y bizantinos. Italia queda partida en dos, lombardos arrianos, con capital en Pava(650), y bizantinos catlicos, con Ravena como capital, sujeta al Imperio de Bizancio. Tras guerras continuas,extraordinariamente crueles, los lombardos conquistan Ravena (751), y cortan as toda dependencia italiana deBizancio. Sin embargo, pronto son vencidos por Carlomagno, que sujeta Italia al dominio carolingio (774-887),inaugurando por fin tiempos de ms paz y unidad.

    De nuevo, en la afliccin, el clamor suplicante de la Iglesia

    En estos siglos tan duros, sobre todo de mediados del siglo IV a mediados del siglo VII, esprecisamente cuando la liturgia de la Iglesia toma las formas fundamentales que perduran hasta hoy.La documentacin litrgica anterior a ese tiempo es muy escasa. Es ahora cuando se forman lascolecciones litrgicas ms importantes.

    Recordemos, por ejemplo, lasConstituciones de los Apstoles, que transmiten ritos anteriores, ya aludidos en la Ddaque, la Traditio apostolicade San Hiplito o la Didascalia apostolorum. Recordemos tambin los grandessacramentarios, concretamente elleoniano, el gelasianoy el gregoriano, que deben sus nombres a los Papas que, conuna intervencin ms o menos directa, influyeron en su composicin: San Len Magno (+461), Gelasio II (+496) y SanGregorio Magno (+604).

    No es, pues, nada extrao que la oracin litrgica de la Iglesia en estos aos tan dolorosos, pida alSalvador con una insistencia tan apremiante la unidad de la Iglesia, la paz civil, en fin, la salvacin.El recuerdo de algunos Padres de aquella poca podr ayudarnos a captar el nimo orante de laIglesia antigua en la afliccin.

    San Agustn: todo es providencial

    El santo Obispo de Hipona conoce bien la cada del Imperio romano, y la amarga perplejidad quecausa en algunos cristianos: dicen de nuestro Cristo que l ha sido quien ha perdido a Roma(Serm.105,12). Ah veis, dicen algunos, cmo Roma perece en los tiempos cristianos (81,9). Sonquejas dursimas.

    Muchos paganos nos objetan: para qu vino Cristo y qu provecho ha trado al gnero humano? Acaso desde quevino Cristo no van las cosas peor que antes de venir? Antes de su venida eran los hombres ms felices que ahora... Hancado por tierra los teatros, los circos y los anfiteatros. Nada bueno ha trado Cristo. Solo calamidades ha trado Cristo...Y comienzas a explicarles a los que as objetan los bienes que ha trado Cristo y no entienden. Les declaras los frutos dela predicacin del Evangelio, y no entienden nada de lo que les dices (Enarraciones salmos136,9).

    Llegan a Hipona, en el 410, las descripciones escalofriantes del saqueo de Roma: estragos eincendios, saqueos y destrucciones, mutilaciones y exilios, tormentos y muertes. Ya al final de su

    vida (412-426), San Agustn escribe La Ciudad de Dios, una maravillosa teologa de la historia, unaprofunda meditacin sobre los planes misteriosos de la Providencia divina, llena siempre desabidura y de amor. La fe suscita la esperanza, y la oracin guarda al pueblo cristiano en la paz,

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    vaya la historia como vaya. ste es, como veremos, el espritu providencial que irradia la liturgia dela poca.

    San Len Magno: la Roma eterna

    Todava, sin embargo, el Papa San Len Magno (+461), canta con maravillosa elocuencia la

    gloria de la Roma cristiana:Pedro y Pablo son, oh Roma! los dos hroes que hicieron resplandecer a tus ojos el Evangelio de Cristo, y por ellos

    t, que eras maestra del error, te convertiste en discpula de la verdad...; de modo que la supremaca que te viene de lareligin divina, se extiende ms all de lo que jams alcanzaste con tu dominacin terrenal... T debes menosconquistas al arte de la guerra que sbditos te ha procurado la paz cristiana ( Hom. 82, en la fiesta de los santosapstoles Pedro y Pablo).

    La Iglesia, en efecto, trajo a Roma muchos bienes; pero tambin Roma, sin pretenderlo,suministr a la Iglesia bienes inmensos tanto por la universalidad de su Imperio como por lasmismas persecuciones primeras:

    Para extender por todo el mundo los efectos de gracia tan inefable, la divina Providencia prepar el Imperio romano,que de tal modo extendi sus fronteras, que asoci a s las gentes de todo el orbe. De este modo hall la predicacingeneral fcil acceso a todos los pueblos unidos por el mismo rgimen civil (ib).

    Pero tambin las persecuciones romanas fueron ayuda para la Iglesia: En efecto, no se disminuye la Iglesia por laspersecuciones, antes al contrario, se aumenta. El campo del Seor se viste siempre con una cosecha ms rica. Cuandolos granos que caen mueren, nacen multiplicados (ib).

    Esta visin providencial de la historia se refleja maravillosamente en las liturgia de la poca, yconcretamente en algunas oraciones del Sacramentario leoniano, como sta:

    T, beatsimo Pedro, no temes venir a esta ciudad con tu compaero de gloria el apstol Pablo...; te metes en estaselva de bestias feroces y caminas por este mar de turbulentos abismos con ms tranquilidad que sobre el mar sosegado[+Mt 14,30]... Ahora, sin dudar del futuro progreso de tu obra, vienes a enarbolar sobre las murallas de Roma el trofeode la cruz de Cristo, all mismo donde los decretos del cielo te han preparado el honor del poder y la gloria de lapasin... (ib.)

    La misma Iglesia que supo orar tanto y con tanta esperanza por los emperadores paganos, cruelesperseguidores de Cristo, tambin ahora suplica por los prncipes cristianos. Ella sabe la importanciaque la justicia y la paz cvica tienen para la vida del pueblo. As, por ejemplo, en el Sacramentariogelasiano (III,62) hallamos oraciones como sta:

    Oh Dios, que por la predicacin evanglica del reino celestial has preparado al Imperio romano, da a tus siervos, nuestros prncipes, las arm

    celestiales, para que la paz de la Iglesia no se vea turbada por ninguna tempestad de guerra.San Gregorio Magno: hacia la Europa cristiana

    Siglo y medio despus, la situacin del mundo romano, desgarrado entre bizantinos y lombardos,es ya de ruina total. Al papa San Gregorio Magno (590-604) le toca oficiar entonces los solemnesfunerales por la antigua Roma formidable. La liturgia gregoriana, como veremos, abierta siempre ala salvacin de Dios por una esperanza indestructible, muestra la huella de ese trgico momentohistrico.

    Nuestro Seor predica el papa Gregorio quiere encontrarnos prontos a su llamada y nos muestra la miseria del mundo envejecido para quepodamos librarnos del amor del mundo... Un pueblo se levantar contra otro pueblo y un reino contra otro, y habr terremotos, hambre, pestilencias, guerras... Nos hemos visto ya heridos de muchos de estos males, y vivimos atemorizados ante la aproximacin delos dems... Elmundo est herido cada da por calamidades nuevas. Mirad qu pocos hemos quedado del antiguo pueblo. Nuevos males nos flagelan cada da

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    desventuras imprevistas nos abaten... El mundo se siente deprimido por la vejez y, al aumentar los dolores, camina a una muerte prxima ( Hom.EvangelioI,1).

    Tantos castigos no bastan a corregir nuestros pecados. Vemos a unos arrastrados a la esclavitud; a otros, mutilados; aotros, matados... Nos es fcil ver a qu bajo estado ha descendido aquella Roma que en otro tiempo era seora delmundo. Est hecha aicos repetidamente con inmenso dolor, despoblada de ciudadanos, asaltada por enemigos, hechaun montn de ruinas ( Hom. sobre EzequielII,6).

    Segn informa Juan el Dicono (Vita Gregorii II,17), es San Gregorio el que, expresando esteespritu suplicante de la Iglesia en la afliccin, introduce en el canon de la misa la peticin por lapaz que todava rezamos:

    ...ordena en tu paz nuestros das, lbranos de la condenacin eterna y cuntanos entre tuselegidos. Y parece ser que al mismo Papa Gregorio se debe tambin el embolismo que prolonga enla misa el Pater noster: Lbranos, Seor, de todos los males pasados, presentes y futuros, y por laintercesin de la bienaventurada y gloriosa siempre Virgen Mara, Madre de Dios, y de tus santosapstoles Pedro, Pablo, Andrs y de todos los santos, danos propicio la paz en nuestros das, paraque, ayudados por tu misericordia, seamos siempre libres de pecado y libres de toda perturbacin.

    San Gregorio, es cierto, reza la oracin fnebre por la antigua Roma. Pero, al mismo tiempo, porgracia de Dios, es l quien alza la oracin suplicante de la Iglesia, poderosa y bella, humilde yconfiada, abriendo as para los discpulos de Cristo tiempos nuevos y nuevas esperanzas.

    Es l, efectivamente, quien promueve con fuerza la vida de la Iglesia en Germania, Galia,Inglaterra, norte de Italia, norte de Africa, Oriente, Hispania. Es l quien con fuerzas divinas afirmael Primado romano, la unidad de la Iglesia, la unidad doctrinal y disciplinar cannica, la unidad dela liturgia y del canto religioso, que viene a establecerse en casi todo el Occidente ya en el sigloVIII, y en el XI tambin en Espaa. Es l, sin duda, el autor principal de la Edad Media cristiana, laera de las catedrales, de las Sumas teolgicas, la poca de los monjes, cuando miles de monasteriosdan forma a Europa, los siglos que van de San Benito (+547) a San Francisco de Ass (+1226), yque llega hasta el Renacimiento.

    Pero veamos ya con algunos ejemplos concretos cmo ora en la afliccin la liturgia antigua de laIglesia.

    La oracin de los fieles

    La oratio fidelium, esa serie de splicas e intercesiones que el dicono suscita en la asambleaeucarstica y que el obispo o presbtero concluyen, es una de las formas ms antiguas en la oracinde la Iglesia suplicante. Las vemos ya, por ejemplo, en las muy antiguas y venerablesConstituciones de los apstoles, un documento de fines del siglo IV o principios del V, que recogetextos ms antiguos. En ese documento litrgico vemos ya la oracin de los fieles tal como hoy sepractica en la liturgia renovada, y concretamente, tal como se realiza el Viernes Santo, donde lograsu forma ms plena.

    Las Constitutiones describen cmo, terminadas las lecturas y la homila, el dicono manda salir aoyentes (audientes) e infieles, y todos en pie, bajo su gua, rezan las preces (lib. VIII,2ss).

    En primer lugar por los catecmenos: orad, catecmenos, y vosotros fieles por ellos con toda devocin, diciendoKyrie eleison. Todos, con las manos alzadas, y en primer lugar los nios, repiten cantando una y otra vez elKyrie,pidiendo la misericordia del Seor. El dicono, seguidamente, y siempre en forma de letana, va enumerando las graciassolicitadas para los catecmenos, y es respondido por el mismo clamor cantado.

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    El pueblo entero, los hombres a un lado, las mujeres a otro, los nios delante o con sus padres, lasvrgenes de la comunidad y las viudas en sus lugares propios, el clero en el presbiterio presidido porel Obispo, todos se entregan unnimes a estas oraciones, suplicando la gracia del Salvador conreiterados clamores y con profundas inclinaciones corporales, ponindose de rodillas o inclusoprosternndose rostro en tierra. De modo semejante, se pide a continuacin por otras muchasintenciones fundamentales.

    Suplica el dicono con la asamblea por quienes estn afligidos por espritus inmundos, pide por lapaz, por la santa Iglesia catlica y apostlica, extendida por todo el universo, por nuestrosenemigos y por todos aquellos que nos odian, oremos... En fin, por todos, para que el Seor nosconserve en su gracia, nos guarde hasta el fin y nos libre del mal y de todos los escndalos decuantos obran la iniquidad y nos conduzca salvos a su reino celestial... Y todos repiten: Kyrieeleison. Slvanos y confrtanos, Seor, por tu misericordia.

    Levantmonos, concluye el dicono, y orando con intenso fervor, encomendmonos unos aotros al Dios vivo por su Cristo. El Obispo entonces concluye estaoratio fidelium, reuniendo ensu oracin collecta todas las splicas precedentes:

    Oh Defensor poderoso, que sostienes a este pueblo tuyo, al que has redimido con tu preciosa sangre, s su abogado,su ayuda y su promotor, su muralla fortsima, su trinchera y firme castillo, para que n inguno pueda perderse de tu mano,ya que no hay Dios alguno como t, y en ti hemos puesto nuestra esperanza.

    Libra a tus hijos de toda enfermedad, de todo delito, de injurias y fraudes, del temor de los enemigos, de la flechaque vuela de da y de la insidia que se agita en las tinieblas, y concede a todos la vida eterna que hay en Cristo, tu Hijo yunignito, Dios y Salvador nuestro, por el cual es a ti la gloria y el honor por los siglos de los siglos. Amn.

    Adelantada la Eucarista, despus de la consagracin y la epclesis, otra vez el Obispo alza su vozy sus manos en favor de la Iglesia y del mundo:

    Tambin te pedimos, Seor, por el rey, por cuantos tienen autoridad y por todo el ejrcito, para que nuestra vidaperdure en la paz, y transcurriendo en la quietud y la concordia todo el tiempo de nuestra vida, te demos gloria a Ti porJesucristo, nuestra esperanza. Sigue pidiendo por todos los santos, vivos y difuntos, por los enfermos, por aquellosque estn en esclavitud, por los exilados y por los proscritos, tambin por cuantos nos odian y nos persiguen a causa detu nombre, para que T les conduzcas al bien y aplaques su furor.

    Las Constituciones apostlicas consignan tambin una oratio fidelium semejante para la oracinlitrgica de la tarde (VIII,35) y de la maana (VIII,37). Las Horas litrgicas actuales hanrecuperado felizmente esta costumbre. Esta insistencia de la Iglesia primera en la intercesin orantede los fieles muestra claramente la conciencia antigua de que los cristianos tienen por misin salvaral mundo, sostenerlo en la gracia divina, guardndolo de todo mal.

    Esta conciencia se expresa, por ejemplo, a comienzos del siglo III en el Discurso a Diogneto: lo que es el alma en elcuerpo, eso son los cristianos en el mundo... El alma est aprisionada en el cuerpo, pero es ella la que mantiene elcuerpo unido; as son los cristianos: estn presos en el mundo, como en una crcel, pero son ellos los que mantienen latrabazn del mundo... Tal es el puesto que Dios les seal y no les es lcito desertar de l (VI,1.7.10).

    La Iglesia, luz en las tinieblas del mundo, sal que preserva a ste de la corrupcin, continuamenteha de orar por el mundo. La oratio fidelium expresa, pues, uno de los aspectos ms profundos de sumisin. Y es indudable, como estamos viendo, que la Iglesia antigua muestra, por obra del EsprituSanto, una verdadera genialidad para la oracin de intercesin y de splica. Una oracin que,lgicamente, halla siempre nuevos acentos con ocasin de las grandes aflicciones eclesiales ociviles. En formas preferentemente litnicas, con voz clara y potente, serena y esperanzada, laIglesia a travs de los siglos invoca siempre por Cristo la misericordia del Omnipotente. Y estaspeticiones litnicas son, sin duda, una de las formas preferidas de la piedad del pueblo, tanto en suoracin privada como en la comunitaria.

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    Letanas de los santos

    Siempre la Iglesia de la tierra, vindose en graves angustias, ha implorado la ayuda de la Iglesiacelestial, invocando a los santos con letanas conmovedoras. Con ocasin, por ejemplo, de lasinvasiones brbaras, de los lombardos que asedian Sicilia, el Papa Gregorio Magno escribe a losobispos de esta regin:

    Que no triunfen sobre nosotros a causa de nuestros pecados! Acudamos, pues, de todo corazn a los remedios quenos ofrece el Redentor, y si no podemos resistir a los enemigos con la fuerza, alejmosles de nosotros con las lgrimas.Por eso, muy queridos hermanos, os exhorto a que en la cuarta y sexta feria [mircoles y viernes, das penitencialesdesde antiguo] ordenis, sin excusa alguna, lasletanas, e imploris as la ayuda divina contra las incursiones de lacrueldad de los brbaros ( RegistrumXI,51: ML77,1170).

    En Roma dispone Gregorio que se recen las letanas de los santos dos veces por semana, mientrasduren las incursiones de los brbaros (Juan Dicono, Vita Gregorii IV,53). Las letanas se rezannormalmente caminando los fieles en procesin, es decir, mientras acuden desde diversos lugares auna iglesia previamente indicada, donde el Obispo va a celebrar la misa. sas eran las estaciones,que en seguida evocaremos.

    En el ao primero de su pontificado, con ocasin de una peste, San Gregorio ordena unassolemnes letanas septiformes, en las que desde los siete barrios de Roma los fieles han de acudir enprocesin para participar en la Eucarista en la baslica de Santa Mara la Mayor. La convocatoriadel Papa expresa a un tiempo su alma orante y refleja al mismo tiempo la mejor tradicin suplicantede la Iglesia en las afliccn:

    El dolor abra la puerta a nuestra conversin y suavice la dureza de nuestro corazn mediante las penas que sufrimos.Volvamos todos a la penitencia, pues nos ha sido dado un tiempo de lgrimas.Insistamos en la oracin, insistamoshasta la importunidad,seguros de que seremos escuchados. Invcame en el da del peligro: yo te librar y t me darsgloria [Sal 49,15].El mismo Dios que nos llama a la oracin es el que quiere tener piedad de nosotros.

    Por tanto, hermanos muy queridos, con el corazn contrito y con obras de santificacin, maana, desde el amanecerde la feria cuarta, reunmonos todos para la letana septiforme, siguiendo el orden indicado. Ninguno se dispense, ytodos juntos en la iglesia de la santa Madre de Dios, ya que juntos hemos pecado, juntos todos deploremos los maleshechos, de modo que el Juez severo, que habia pensado castigar nuestras culpas, nos quite la ya pronunciada sentenciade condena (Oratio ad plebem, puesta el fin de las Hom. Evang. en ML76,1311).

    Tambin actualmente las letanas de los santos en la Vigilia Pascual, en las Ordenaciones sagradasy en momentos de especial solemnidad o necesidad, mantienen un lugar importante en la liturgiacatlica. Y sigue siendo hoy sta una de las formas de oracin suplicante ms apreciada por losfieles.

    Las estacionesDesde muy antiguo, en determinadas ocasiones, los cristianos son convocados por el Obispo en un

    lugar determinado (statio), con una especial finalidad litrgica de peticin. Ya Tertuliano (+220)hace notar que este trmino statio tiene su origen en el mundo militar: statio es nombre tomado dela milicia; pues, en efecto, somos el ejrcito de Dios (nam et militia Dei sumus) (De oratione 19).

    Las estaciones eran, pues, semejantes a una parada militar, en la que se congregaba la Iglesiacomo un ejrcito suplicante. El pueblo cristiano estimaba mucho estas congregaciones de peticin,y en el da sealado se juntaba para su celebracin un verdadero ejrcito del Seor.

    Pues bien, San Gregorio Magno, en tiempos calamitosos que ya hemos recordado, da un nuevoimpulso en Roma a las estaciones, y probablemente organiza l mismo su forma litrgica. De sutiempo proceden tres grandes estaciones, que han de celebrarse las tres semanas precedentes a la

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    Cuaresma (quadragesima): septuagsima en la baslica de San Lorenzo, sexagsima en la de SanPablo Extramuros, y quincuagsima en San Pedro del Vaticano. Las tres han estado vigentes en laIglesia hasta la renovacin de la liturgia despus del Vaticano II. En las tres se suplicabaprincipalmente a Dios por la paz y por la liberacin de los pecados, propios y ajenos, que habanatrado el azote de las invasiones y guerras.

    En lastatio el pueblo, en una o en varias procesiones simultneas, se diriga a la iglesia estacional cantando por elcamino las letanas de los santos (miserere nobis!, libera nos, Domine!). Y merece la pena recordar que en Occidenteaparece por vez primera la cruz como insignia litrgica en el ceremonial de las procesiones estacionales. Cada regin oinstituto tena la suya. Al llegar la procesin a la iglesia estacional donde se celebraba el santo sacrificio, se ponan lacruz y las candelas junto al altar, y se parece ser el origen de colocar la cruz y algunos cirios encendidos en el altar enque se celebra la santa misa (Garrido-Pascual,Curso de liturgia, BAC 202, 1961,198-199).

    Septuagsima

    A modo de ejemplo, veamos en resumen los textos bblicos y litrgicos que componen la estacinde septuagsima en la celebracin gregoriana, es decir, romana. El salmo de entrada que abre lacelebracin eucarstica es el 17:

    Me envolvan las redes del abismo, me alcanzaban los lazos de la muerte. En el peligro invoqu al Seor, grit a miDios. Desde su templo l escuch mi voz y mi grito lleg a sus odos.

    En seguida toda la asamblea pide con insistencia la misericordia de Dios: Seor, ten piedad denosotros. Cristo, ten piedad de nosotros. Esta splica se repite una y otra vez, y as vox omniumChristum clamat, hasta que el pontfice hace la seal para terminar.

    La epstola es de San Pablo (1Cor 9,24-27; 10,1-5), y en ella se recuerda la bondad de Dios,admirable y poderosa, que sac a su Pueblo de la esclavitud de Egipto, le hizo pasar el Mar Rojo, yen el desierto le aliment con un pan celestial y con agua sacada de la roca.

    El salmo 9, otro clamor suplicante, es cantado seguidamente como gradual:

    Piedad, Seor, mira cmo me afligen mis enemigos, vuelvan al abismo los malvados, los pueblos que olvidan a Dios... Levntate, Seor, que hombre no triunfe: sean juzgados los gentiles en tu presencia. Seor, infndeles terror, y aprendan los pueblos que no son ms que hombres.

    Y como tracto se canta el salmo 129:

    Desde lo hondo (de profundis) a ti grito, Seor: Seor, escucha mi voz; estn tus odos atentos a la voz de misplica... Mi alma espera en el Seor, ms que el centinela la aurora... Porque del Seor viene la misericordia, laredencin copiosa...

    En el Evangelio (Mt 20,1-16) se recuerda la bondad del Seor, que paga lo mismo a todos losoperarios que han trabajado en la via, tambin a los llamados a ltima hora.

    El ofertorio se compone de versos del salmo 91:

    Qu magnficas son tus obras, Seor!... Tus enemigos, Seor, perecern, pero a m me das la fuerza de un bfalo... Mis ojos despreciarn a menemigos, mis odos escucharn su derrota...

    Y en la comunin se canta el salmo 30:

    A ti, Seor, me acojo: no quede yo nunca defraudado... Ven aprisa a librarme, s la roca de mi refugio... Piedad,Seor, que estoy en peligro... Mi vida se gasta en el dolor, mis aos, en los gemidos... Pero yo confo en ti, Seor, tedigo: T eres mi Dios, en tu mano estn mis azares... Amad al Seor, fieles suyos: el Seor guarda a sus leales y pagacon creces a los soberbios. Sed fuertes y valientes de corazn los que esperis en el Seor.

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    Sexagsima y quincuagsima renen de modo semejante lecturas, oraciones y salmos, en los quela oracin de peticin es predominante. Slamente recordar de la estacin de quincuagsima enSan Pedro estas nobles frases del prefacio:

    Con profunda devocin solicitamos de tu majestad, Seor, que mirando la dbil condicin terrena, no seamoscastigados por tu ira a causa de nuestras maldades, sino que con tu inmensa clemencia seamos purificados, instruidos yconsolados. Y ya que sin ti nada podemos hacer que te sea grato, esperamos solo de tu gracia que nos concedas viviruna vida santa.

    Los Sacramentarios y la guerra

    Siempre que la Iglesia se ha visto afligida por la brutalidad irracional de las guerras, que apenas elmundo puede evitar o terminar, se ha vuelto suplicante al nico Salvador de los hombres y en l hapuesto su esperanza. Por ejemplo, en el sacramentario leoniano (XVIII,6), compuesto, como yavimos, en tiempos de terribles guerras y devastaciones, se contiene este precioso prefacio, lleno dedolor y lleno de humildad y confianza:

    Reconocemos, Seor Dios nuestro, s, lo reconocemos, que a causa de nuestros pecados todo lo hecho por el trabajode tus siervos se ve ahora derribado ante nuestros ojos por manos extraas, y todo cuanto con nuestro sudor has hechoT crecer en los campos es desbaratado ahora por los enemigos.

    Postrados, pues, te pedimos suplicantes de todo corazn que nos concedas el perdn de los pecados pasados, ycontinuando tu accin misericordiosa, nos protejas de todo asalto de muerte. As nunca dudaremos de que tu defensanos asiste, si te dignas quitar de nosotros cuanto fue causa de ofenderte.

    En el sacramentario gelasiano se hallan tambin mltiples oraciones para tiempos de guerra, aveces bellsimas, como sta:

    Perdona, Seor, perdona a los que te suplican. Concede propicio la ayuda de tu misericordia, pues t das en losmismos flagelos el remedio. Y que esta correccin tuya, Seor, no sea causa de penas mayores para los negligentes,sino paternal amonestacin para los as corregidos (III,33).

    La idea de pecado-castigo-medicina est siempre presente en estas liturgias tempore belli. Es lamisma conviccin del apstol Santiago: alegros profundamente cuando os veis asediados portoda clase de pruebas. Sabed que vuestra fe, al ser probada, produce la paciencia. Y si la pacienciallega hasta el final, seris perfectos e ntegros, sin falta alguna (1,2-4).

    Pervive la liturgia antigua en la liturgia actual

    No quiero prolongar esta exploracin en los antiguos libros litrgicos. Basten los datos recordadospara hacernos una idea de cmo era en los siglos IV-VII la oracin litrgica de la Iglesia conocasin de grandes angustias y calamidades. Y hago notar de nuevo que es justamente en esetiempo cuando cristalizan todas las lneas fundamentales de la liturgia catlica latina, tal como hallegado hasta el da de hoy.

    El Misal Romano actual conserva no pocos de los textos bblicos y de las oraciones que lossacramentarios antiguos incluan para tiempos angustiosos de guerra. Y lo hace especialmente en elAdviento y la Cuaresma.

    El primer domingo de Adviento, por ejemplo, se inicia en el introito con el salmo 24: A ti, Seor, levanto mi alma:Dios mo, en ti confo; no quede yo defraudado; que no triunfen de m mis enemigos, pues lo que esperan en ti noquedan defraudados. El mismo salmo abre la misa del mircoles de la I semana de Cuaresma: Recuerda, Seor, que

    tu ternura y tu misericordia son eternas, pues los que esperan en ti no quedan defraudados. Salva, oh Dios, a Israel detodos sus peligros.

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    Tambin seguimos rezando en la liturgia no pocas de aquellas antiguas oraciones por la paz.Algunas nos son muy conocidas, pues estn colocadas en la Eucarista, en el corazn mismo de laIglesia, y se han guardado para siempre en el Canon Romano. Pero por eso mismo, porque sonoraciones que rezamos cada da, merece la pena que nos fijemos bien en ellas.

    Recordemos que al principio del Canon Romano se suplica: Padre misericordioso, te pedimos ... por tu Iglesia santay catlica, para quele concedas la paz, la protejas, la congregues en la unidad y la gobiernes en el mundo entero.Despus de invocar a la Virgen y a toda la Iglesia celestial, el Canon pide: por sus mritos y oraciones concdenos entodo tu proteccin. Y al presentar los dones: ordena en tu paz nuestros das, lbranos de la condenacin eterna ycuntanos entre tus elegidos. Notemos tambin que junto al Padre nuestro en el que suplicamos a Dios lbranos delmal , y como conclusin del mismo, recitamos diariamente: lbranos de todos los males, Seor, yconcdenos la pazen nuestros das, etc.

    Una hermosa oracin del celebrante, que se integra ms tardamente en el antiguo Canon romano,en el siglo XI, precede el rito de la la paz:

    Seor Jesucristo, que dijiste a tus Apstoles, la paz os dejo, mi paz os doy, no tengas en cuenta nuestros pecados,sino la fe de tu Iglesia, y conforme a tu palabra,concdele la pazy la unidad. T que vives y reinas por los siglos de lossiglos.

    La paz del Seor est siempre con vosotros. Y con tu espritu.

    El beso fraterno sella este rito de la paz. Y finalmente, antes de la comunin, la triple invocacindel Cordero de Dios un eco que ampla la triple invocacin del Gloria , segn informa InocencioIII (+1216; ML 117,908), fue modificada en un tiempo no conocido de grandes adversidades yterrores para la Iglesia, viniendo a decir hasta el da de hoy: danos la paz.

    Finalmente, la oracin de los fieles, como ya hemos visto, muy especialmente cuando sedesarrolla en su forma ms plena, como en el oficio del Viernes Santo, mantiene perfectamente viva

    la oracin suplicante de la Iglesia antigua.En este valle de lgrimas

    Pero a todo esto podramos hacernos una pregunta. Tiene sentido que en tiempos de paz sigamosorando una liturgia que naci en tiempos de terribles guerras? La respuesta es, sin duda, afirmativa;y por dos razones principales.

    No olvidemos, en primer lugar, que esas mismas liturgias tienen un maravilloso vuelo doxolgicode alabanza y accin de gracias, de gozo en la bondad de Dios y de esperanza en la vida eterna. Setrata en su conjunto de unas oraciones muy especialmente luminosas, alegres, esplendorosas. Yo

    aqu me he fijado en las splicas brotadas de las situaciones angustiosas; pero el conjunto de laliturgia ambrosiana, leoniana, gelasiana, gregoriana, galicana, hispana, es admirablemente gozoso.Ms an, digmoslo sinceramente: expresan una alegra que difcilmente podramos hallar en laIglesia actual. Los tiempos cristianos teocntricos son mucho ms grandiosos, mucho ms bellos yalegres que los antropocntricos.

    Y en segundo lugar, aunque hoy nosotros al menos en ciertos pases no suframos las mismapestes, epidemias o las invasiones de los brbaros, padecemos sin duda otras pestes semejantes oms graves. Por otra parte hoy, y ste es un dato nuevo, por primera vez en la historia, llegadiariamente a nuestro conocimiento, por medio de prensa, radio y televisin, cualquier guerra,epidemia o desastre que sucede en todo lugar de la tierra. Por ltimo, tambin los salmos de

    angustia fueron compuestos en momentos concretos de afliccin extrema que ya pasaron, pero tantoIsrael como la Iglesia los han mantenido siempre vigentes, teniendo sobradas razones para hacerlossuyos.

  • 8/6/2019 Iraburu Oraciones de la Iglesia en tiempos de afliccin

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    Muy duro, pues, han de tener el corazn aquellos cristianos de hoy que no se sientan gementes etflentes in hac lacrimarum valle. En efecto, los que se avergenzan de la oracin de la Madre Iglesia,y la consideran excesivamente afligida y triste, es porque tienen un corazn duro y fro y por tantonecesariamente triste , incapaz de compadecerse de tantos males ajenos.

    Olvido