Izquierdo Miller, Inés- Realismo Mágico y Los Fantasmas

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Realismo mágico y los fantasmas http://www.laprensa.com.ni/archivo/2001/marzo/17/ literaria/ensayos/ensayos-20010317-03.html Inés Izquierdo Miller El primer escritor que empezó a impregnar la realidad de magia fue Demetrio Aguilera Malta, aunque no fue consciente de la relevancia que tendría su innovación estilística El término “realismo mágico” apareció en la crítica a las artes plásticas y sólo después se extendió a la literatura. Lo utilizó el crítico alemán Franz Roh, en 1925, para caracterizar un grupo de pintores postexpresionistas, y luego fue reemplazado por el término “nueva objetividad”. A pesar de este cambio, el realismo mágico sirvió para definir una tendencia en la narrativa hispanoamericana entre 1950 a 1970. El realismo mágico se puede definir como la preocupación estilística y el interés en mostrar lo común y cotidiano como algo irreal o extraño. “El tiempo existe en una especie de fluidez intemporal, y lo irreal acaece como parte de la realidad”. El escritor se enfrenta a la realidad y trata de desentrañarla, de descubrir lo que hay de misterioso en las cosas, en la vida, y en las acciones humanas. Un narrador mágico realista, crea la ilusión de “irrealidad”, finge escaparse de la naturaleza y nos cuenta una acción que por muy explicable que sea nos perturba como extraña. En las narraciones extrañas, el narrador, en vez de presentar como si fuera real, presenta la realidad como si fuera mágica. Pero el realismo mágico no es una literatura mágica porque su fin no es de suscitar emociones, sino de expresarlas. El realismo mágico es, más que nada, una actitud ante la realidad. La estrategia del escritor consiste en sugerir un clima sobrenatural sin apartarse de la naturaleza y su táctica es deformar la realidad. Personajes, cosas, acontecimientos son reconocibles y razonables, pero como el narrador se propone provocar sentimientos de extrañeza desconoce lo que ve y se abstiene de aclaraciones lógicas. No hay tampoco ambigüedad ni análisis sicológico de los personajes, sino

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Artículo sobre el realismo mágico, sus características, elementos principales y grandes exponentes del género en Latinoamérica.

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Realismo mágico y los fantasmas

http://www.laprensa.com.ni/archivo/2001/marzo/17/literaria/ensayos/ensayos-20010317-03.html

Inés Izquierdo Miller

El primer escritor que empezó a impregnar la realidad de magia fue Demetrio Aguilera Malta, aunque no fue consciente de la relevancia que tendría su innovación estilística

El término “realismo mágico” apareció en la crítica a las artes plásticas y sólo después se extendió a la literatura. Lo utilizó el crítico alemán Franz Roh, en 1925, para caracterizar un grupo de pintores postexpresionistas, y luego fue reemplazado por el término “nueva objetividad”. A pesar de este cambio, el realismo mágico sirvió para definir una tendencia en la narrativa hispanoamericana entre 1950 a 1970.

El realismo mágico se puede definir como la preocupación estilística y el interés en mostrar lo común y cotidiano como algo irreal o extraño. “El tiempo existe en una

especie de fluidez intemporal, y lo irreal acaece como parte de la realidad”. El escritor se enfrenta a la realidad y trata de desentrañarla, de descubrir lo que hay de misterioso en las cosas, en la vida, y en las acciones humanas.

Un narrador mágico realista, crea la ilusión de “irrealidad”, finge escaparse de la naturaleza y nos cuenta una acción que por muy explicable que sea nos perturba como extraña. En las narraciones extrañas, el narrador, en vez de presentar como si fuera real, presenta la realidad como si fuera mágica. Pero el realismo mágico no es una literatura mágica porque su fin no es de suscitar emociones, sino de expresarlas.

El realismo mágico es, más que nada, una actitud ante la realidad. La estrategia del escritor consiste en sugerir un clima sobrenatural sin apartarse de la naturaleza y su táctica es deformar la realidad. Personajes, cosas, acontecimientos son reconocibles y razonables, pero como el narrador se propone provocar sentimientos de extrañeza desconoce lo que ve y se abstiene de aclaraciones lógicas. No hay tampoco ambigüedad ni análisis sicológico de los personajes, sino oposiciones bien definidas, y éstos no se desconciertan jamás delante de lo sobrenatural. Más que un género literario es una forma de escribir en la que se funden la realidad con elementos fantásticos, mágicos y fabulosos, de modo que no son por sí mismos el elemento fundamental del argumento, sino una parte más del entorno en el que el autor sitúa su obra.

Esencialmente es una literatura de contrastes, en la que la circunstancia mágica sirve de contrapunto a situaciones cotidianas (en Cien años de Soledad, de Gabriel García Márquez, la ascensión a los cielos de Remedios la Bella mientras dobla las sábanas). Y es que el Realismo Mágico en América Latina es la combinación de muchos aspectos socioculturales, con mitologías, creencias religiosas, magia y

 

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tradiciones populares, creando una familiaridad colectiva que reprime la racionalidad.

Esta realización primero apareció como resultado del surrealismo. Durante los años 1920 y 1930, muchos artistas latinoamericanos fueron a Europa para incorporarse al movimiento surrealista, tratando de buscar aspectos sobrenaturales para crear una realidad basada en los sueños y el subconsciente. Al regresar a Latinoamérica, se dieron cuenta que no era necesario buscar esta realidad extraña en Europa, ya que ésta se encontraba en sus propias culturas y países.

Como muchos artistas de su época, está el caso de Carpentier quien fue a Europa a buscar algo nuevo pero después de su experiencia en Francia y por el deseo de distanciarse del surrealismo, identificó el aspecto único de Latinoamérica, refiriéndolo como “lo real maravilloso”.

En la Conferencia Nobel 1982: La Soledad de América Latina, Gabriel García Márquez menciona al navegante florentino Antonio Pigafetta quien narra sus experiencias por América durante la colonización. Pigafetta describe dentro de su punto de vista europeo, a criaturas sobrenaturales y grotescas. Por otra parte García Márquez determina este tipo de testimonios como el núcleo de la realidad de hoy.

El realismo mágico es un movimiento literario hispanoamericano que nace como vía de experimentación de nuevas formas narrativas. Recoge aspectos del regionalismo, del neorrealismo e intenta adaptar los recursos estilísticos de la poesía a la prosa. Con la imaginación como aliada, transforma hechos normales y cotidianos, en un relato mítico y fantástico, y le da un aire más etéreo gracias a la utilización de recursos oníricos. Es un movimiento innovador, que ha integrado en la literatura el universo físico y simbólico del mundo indígena americano: las creencias ancestrales, la naturaleza, la historia, el mito y la magia. Con la combinación de todos estos aspectos, y buscando la autenticidad, consigue que lo irreal parezca real, y que la narración se convierta en una “historia-sueño-poesía.

El primer escritor que empezó a impregnar la realidad de magia fue Demetrio Aguilera Malta, aunque no fue consciente de la relevancia que tendría su innovación estilística. Varios años después de la aparición de las primeras obras de Aguilar Malta, Miguel Ángel Asturias y Alejo Carpentier anunciarían la teoría de “lo maravilloso”, y sentarían las bases y características del nuevo estilo. Posteriormente, el realismo mágico ha dado escritores de la talla de Gabriel García Márquez, Laura Esquivel o Isabel Allende quien ha sido comparada con Gabriel García Márquez, por el poder de evocación que tiene su narrativa, la riqueza de la descripción y su capacidad para ir más allá de los límites palpables de la realidad. Calificada por muchos como escritora del realismo mágico, su prosa reúne la tríada “historia- sueño-poesía”, y su dominio absoluto de las imágenes y del lenguaje, hacen que su recreación del mundo de la infancia sea insuperable.

En el caso de Isabel Allende nos interesa el libro La casa de los espíritus, donde la autora pone de manifiesto las características pertenecientes al realismo mágico y lo real maravilloso junto a varias temáticas que pugnan unas con otras como la maternidad, la situación de la mujer, la política chilena y los aciagos sucesos del golpe de estado de Pinochet y la muerte de Salvador Allende y miles de hombres y mujeres fieles a sus ideas, así como el impacto de tales sucesos en la vida del país.

Dos libros suyos han sido llevados a la pantalla grande La casa de los espíritus, y De amor y de sombra. Sin embargo, la autora confiesa que “con el cine nunca se sabe qué va a suceder”. Lo que sí sabe Allende es que necesita a su tierra natal para poder escribir, ya que viaja allá más a menudo de lo que se piensa, “lo hago calladamente para hundirme en el paisaje de mi tierra, para gozar a mi familia y mis amigos en privado”.

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La casa de los espíritus (LCE) (1982), no puede ser más autobiográfica, como muchos críticos ya han reconocido y también el tratamiento de los temas de género. Esto ocurre con el concepto de la maternidad que aparece en la mayor parte de sus novelas. En LCE y en Eva Luna (1987), la relación entre la madre, la hija y la nieta es muy fuerte, y no está basada en el modelo estereotipado de la madre protectora que observamos en muchas otras obras literarias. La maternidad en la obra de Allende se concibe como una red que agrupa a las mujeres, especialmente a las de la misma familia.

Su origen podría buscarse en la idea de la matrilinearidad, pero es un poco más complejo. Los rasgos típicos del linaje materno ofrecen una imagen de la madre como figura protectora y transmisora de valores a la hija.

Todos los personajes femeninos conectados en sangre y espíritu en su ficción son parte de una red en la que todas las mujeres actúan como representantes de la fuerza femenina en la que Allende parece creer.

El papel de la madre en la obra de Allende comienza antes del nacimiento, y está signada por la presencia de elementos tanto del realismo mágico como de lo real maravilloso. En LCE, la relación de Clara con Blanca es muy diferente de la relación que la primera tiene con los gemelos Jaime y Nicolás, incluso en el período prenatal. En el momento que Blanca es concebida, Clara con sus poderes adivinatorios conoce su identidad. Por el contrario, en el caso de Jaime y Nicolás, la madre tarda más en anunciar sus nombres, y no comienza ese diálogo interior que mantiene con Blanca.

Clara trata como a una adulta a Blanca, y las dos tienen un tipo especial de comunicación donde Clara transmite valores a través de historias. Sin embargo, Clara sigue siendo la madre por antonomasia, ya que ella educa a su nieta Alba, enseñándole a leer y a escribir. De la misma manera que promueve la creatividad en su hija Blanca, iniciándola en el mundo de la imaginación, Clara también cumple ese rito con Alba, al darle las herramientas para desarrollar su espíritu creador: Intentar penetrar los sueños y reescribirlos a partir de otros sueños es lo que permite que cada lector coincida y diverja en el placer. Eso lo logra Isabel Allende cuando utiliza elementos reales y fantásticos con toda la naturalidad del mundo como por ejemplo los poderes de Clara para mover objetos o tocar el piano con la fuerza de la mente, o la invasión de hormigas que nada puede detener sólo la sabiduría india de tomar un puñado de ellas y ponerlas en otro rumbo y pedirles amablemente que se vayan.

Hay magia en la novela, pero magia etérea porque un espíritu mueve los vasos, el personaje principal ve el futuro y no trae los muertos del recuerdo, cuando más los regresa para anunciar su muerte como en el caso de Nívea, la hermana de Trueba que cruza el comedor y da un último beso a la mujer de su hermano.

Silencio y ruptura al enfrentar la muerte, la Bella Rosa y su autopsia sobre la mesa de la cocina. Silencio roto por la visión de la llegada de Trueba a pedir su mano. La casa de los espíritus empieza y termina con las primeras líneas del diario de una niña visionaria que registra para el futuro... “Barrabás llegó a la familia por vía marítima”.