Jara, O. - Conciencia de Clase y método dialéctico en la educación popular

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Conciencia de Clase y método dialéctico en la educación popular

Jara, Oscar.

Presentamos en esta ponencia un conjunto de reflexiones sobre la educación popular. Su formulación mas acabada está, todavía, en proceso de realizarse. Son, por tanto, avances teóricos que se han generado al interior de sectores populares de la región centroamericana. La mayoría han surgido directamente del intento por dar respuestas de fondo a inquietudes que la propia práctica nos plantea, para poder orientar con mayor claridad nuestras actividades futuras.

Estas reflexiones, por tanto, han sido hechas desde el contexto histórico y social del área centroamericana, particularmente Nicaragua, donde nuestro programa conjunto ha hecho en los últimos dos años y medio su más intenso y decisivo aprendizaje.

El proceso revolucionario sandinista ha abierto una gran cantidad de posibilidades a la educación popular, al ubicarla como una tarea a ser realizada de manera sistemática, con programas de largo plazo y de dimensión nacional. Ellos nos han exigido, a un conjunto de compañeros de trabajo, plantearnos nuevas preguntas, sobre todo en el terreno del diseño metodológico para programas de tal amplitud, así como en lo que respecta a la formación multiplicadora de educadores populares, el impulso a una capacitación técnica a la vez que política y a implementar de manera concretas programas de educación popular sobre temas particulares referidos tanto a aspectos productivos como de salud, de vivienda, etcétera.

Por otro lado, las experiencias en otros países del área nos han obligado a reelaborar formulaciones que la realidad de Nicaragua nos había hecho precisar de una manera determinada, descubriendo, a la vez, la validez general de otras que, por el contrario, adquirirían nueva fuerza y particular concreción en contextos donde no hay una revolución popular triunfante. Es el caso, por ejemplo, de la importancia del manejo de la concepción metodológica global que oriente nuestro trabajo y la necesidad de articular orgánicamente los programas educativos a la dinámica del movimiento popular.

Así, preguntándonos contantemente por el sentido, el carácter de la educación popular, y sobre las formas mas adecuadas de impulsarla en nuestra práctica cotidiana hemos llegado a preguntarnos por el sentido, el carácter y las formas de impulsar la educación popular ene general.

Por lo tanto, estas aproximaciones teóricas las presentamos a ustedes con el propósito de ser

confrontadas con otras experiencias, y analizadas y criticadas desde puntos de vista ubicados en otros contextos. No pretenden tener mayor validez que ser un aporte al debate sobre la problemática de la educación popular en América Latina.

1.- Teorizar sobre la práctica, o la educación popular vista como una dimensión de la actividad organizada de las masas.

Toda vida social es esencialmente práctica. Todos los misterios que inducen a la teoría al

misticismo encuentran su solución racional en la práctica humana y en la comprensión de esta práctica.

(Karl Marx; Tesis VIII sobre Feuerbach)

1. “Educación popular” un concepto en búsqueda de definición

Hoy día, en América Latina, el término “educación popular” tiene una gran difusión. Podríamos decir que en prácticamente todos los países hay una inquietud muy grande por impulsar acciones llamadas de educación popular. Sin embargo, este término es interpretado de muy distintas maneras y hasta contradictoriamente.

Nos parece que la causa de esta indefinición es doble: por un lado, por las relativamente escasas reflexiones teóricas que se han hecho y su limitada circulación a grupos especializados en el tema en los distintos países; por otro, porque el concepto mismo de educación popular, cuando surge históricamente en nuestro continente, no lo hace como una definición abstracta a priori, sino como una manera de llamar a procesos educativos muy diversos que, en general, tienen el común denominador de apuntar hacia una perspectiva de liberación. Podríamos de decir que, en definitiva, se ha dado un mayor impulso a la realización de actividades de “educación popular” que a la teorización sobre ella, conformándose la mayoría de grupos e instituciones dedicadas a estar tareas con tener una definición implícita, lo cual ha estado acompañado generalmente de una ausencia de reflexión sistemática sobre las propias experiencias.

Toda esta situación plantea la tarea de profundizar en la elaboración de una teoría de la educación popular en América Latina, retomando en forma seria y sistemática el enorme caudal de experiencias acumuladas en los distintos países. Un criterio básico a tomar en cuenta debe ser el enmarcamiento socio-histórico en que estas experiencias han surgido y evolucionado (está todavía por hacerse una historia de la educación popular en Latinoamérica, la que no podrá realizarse sino en

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referencia a la historia de los movimientos populares del continente, en sus diversos periodos de desarrollo)

Desde esta perspectiva, es indudable que habrá que tomar como punto fundamental de referencia el aporte de Paulo Freire, surgido en el Brasil de los años sesenta durante el período populista de Goulart. Sus planteamientos de una educación liberadora y de la “concientización” como proceso de cambio de conciencia orientado a la transformación social, aunque formulados inicialmente desde una óptica apolítica y sin definición de clase, marcaron un vuelco teórico-metodológico radical sobre las anteriores experiencias de educación de adultos.

Sobre la base de esta primera consideración, encontramos dos pistas generales para una aproximación histórica a conceptualización de la educación popular en nuestro continente. (A)La primera tiene sus raíces en el proceso de ascenso del movimiento popular, iniciado particularmente en el cono sur, desde comienzos de la década de los setenta.

En él, la dinámica de organización y movilización de masas en la búsqueda por construir un proyecto histórico alternativo a los modelos de dominación oligárquicos, reformistas y desarrollistas, llevó a configurar una dinámica de educación popular que supuso una superación práctica de los planteamientos iniciales de Freire sobre la “concientización” como una acción meramente cultural y problematizadora, previa a la acción organizada (el pensamiento mismo de Freire evolucionará en este sentido, a partir de sus experiencias en Chile y Guinea-Bissau). Así, las experiencias de educación popular que se generan en este proceso van a irse encontrando y articulándose progresivamente con la misma dinámica organizativa de los sectores obreros, campesinos y barriales.

En este proceso de redefinición práctica del carácter y el sentido de la educación popular llevará en todo el continente a la creación y multiplicación de una gran cantidad de centros especializados (en técnicas de comunicación, capacitación campesina, formación sindical, alfabetización, asesoría jurídica, publicaciones, etc)

A estos contribuirán decididamente muchos grupos de cristianos inspirados por la línea renovadora de Medellín y la Teología de la Liberación y se producirá un cambio de orientación en bastantes de los programas específicos de educación de adultos que tenían un carácter promocional y desarrollista. Mas importante todavía será el surgimiento, en las propias organizaciones de masas, de instancias y formas de educación popular al servicio directo de sus

necesidades de formación de cuadros dirigentes y de las mismas bases (tales como bibliotecas populares, centros de comunicación barriales, centros de formación obrera, grupos de teatro y música popular, cursillos sindicales, boletines informativos, periódicos de opinión clasista, etcétera).

Toda esta compleja dinámica va air haciendo evidente que la conciencia espontánea de las masas populares no se transforma en conciencia crítica solo por medio de un proceso problematizador aislado de sus acciones de lucha. Que el factor educativo fundamental no eran los procesos pedagógicos en sí, ni una acción cultural “concientizadora” previa a la organización política y reivindicativa, sino el mismo proceso histórico en el que intervenía la acción de las masas, a veces mas espontanea, otras mas organizada. Y que, por lo tanto, esta acción directa, esta intervención vital del pueblo en su historia concreta y delimitada, requería más bien de un análisis reflexivo, de una visión estructural, de una orientación estratégica. Es decir, de una conciencia de clase, que no podría surgir sino de la teorización sobre la propia práctica de clase. (B)Una segunda vía de aproximación histórica, nos llevaría hasta principios de siglo, donde podremos encontrar algunas de las raíces de la educación popular latinoamericana en el amplio y complejo proceso de organización obrera que se dio en nuestros países con la aparición y desarrollo del proletariado industrial.

Los orígenes del movimiento obrero latinoamericano, tanto en su expresión sindical como a través del surgimiento de partidos con una orientación de clase definida, están llenos de experiencias educativas ligadas a las exigencias de organización clasista del proletariado. Estas planteaban la superación de las tendencias corporativas, gremialistas y anarquistas, en la búsqueda de una alternativa revolucionaria al mismo sistema capitalista que había dado nacimiento a la clase obrera.

En este período surgen, a la par del movimiento obrero, escuelas sindicales, universidades populares, amplios movimientos culturales y artísticos, así como intensas actividades de propaganda y prensa clasista, como aparatos de clase en clara pugna con los aparatos ideológicos de la naciente burguesía de las clases oligárquicas tradicionales. Nuevamente nos encontramos acá con que el surgimiento y desarrollo de los programas, instancias y formas de educación popular va a corresponder directamente a una dinámica generada por las exigencias organizativas de clase para comprender y orientar las acciones de las masas ante

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el momento histórico que se vivía, y no por el impulso de corrientes pedagógicas renovadoras.

Seguramente no son estas las únicas vías de aproximación histórica para una conceptualización de la educación popular desde América Latina, pero son las que encontramos más sugerentes para reformularlas como hipótesis de trabajo hacia adelante.

Consideramos que el esfuerzo por elaborar desde el interior de la historia latinoamericana una teoría de la educación popular, no tiene un interés especulativo sino fundamentalmente práctico. Apunta a obtener una concepción global y coherente del proceso educativo, que permita orientar el carácter, el sentido y las formas concretas que debe asumir la tarea de impulsar en el seno de las organizaciones populares, una dinámica de acción y reflexión consiente con vistas a la transformación revolucionaria de la sociedad.

Por lo tanto, este esfuerzo supone la confrontación y convergencia de distintos procesos de teorización particulares, nacidos de experiencias muy concretas en los distintos contextos nacionales y regionales del continente. Supone también que esta concepción global orientará de manera particular –e incluso distinta- las diferentes acciones educativas y que, en este sentido, la concepción de la educación popular buscará siempre una definición concreta y práctica ante cada realidad específica.2. Conciencia de clase, organización de clase y educación popular

Avanzando, con base en las premisas anteriores, hacia una comprensión sistemática del significado de la educación popular, podemos señalar que ésta no puede definirse fundamentalmente ni por la modalidad que asume como proceso educativo (extraescolar o no) ni por los métodos, técnicas o procedimientos didácticos que utilice (seminarios, talleres, trabajo en grupos, medios audiovisuales, etcétera) sino por el carácter de clase que tiene, por los intereses de clase a los que responde. El término “popular” no es mas que una referencia a este carácter definitivamente clasista que ubica a la educación popular como un proceso ligado a las necesidades, exigencias e intereses de las clases populares.

Mas aún, se ha planteado que el objetivo de la educación popular es el de fortalecer y desarrollar la conciencia de clase de los sectores populares, precisándose así el término genérico de “conciencia crítica” con el que se definía el objetivo de la acción cultural concientizadora.

Esta precisión no representa simplemente una variación de términos. Apunta a descifrar el sentido histórico estratégico del proceso educativo y a

ubicarlo en el terreno de la lucha de clases como un factor activo, realista, práctico.

La conciencia de clase no se mide por el nivel de instrucción escolar ni por la capacidad de memorizar definiciones o conceptos `revolucionarios´. La conciencia de clase no se mide tampoco por la “claridad política” individual que adquiere tal o cual miembro de las clases populares. Es siempre una conciencia social, colectiva, que se expresa en determinado grado de organización de clase como manifestación consciente de la práctica que realiza. La conciencia de clase no existe, pues, sino como práctica organizada, consciente, de clase.

La formulación y desarrollo de la conciencia de clase supone la interrelación dialéctica de factores estructurales y superestructurales, objetivos y subjetivos. Se da en el proceso de constitución de una `clase en sí´, a través de una práctica social e histórica desde esa ubicación, que le permite organizarse y unificarse; en una palabra: conformarse realmente como clase social. De esta manera, la conciencia de clase no está desligada de la práctica de clase, ya que la conciencia no puede ser nunca otra cosa que el ser consciente, y el ser de los hombres en su proceso de vida real.

La formación y desarrollo de la conciencia de clase no se da, por tanto, en un puro terreno ideológico o pedagógico, aislado de la vida material; sencillamente porque la superestructura político-ideológica de una sociedad es el lugar donde se conforman las fuerzas de la conciencia y la voluntad como asunción activa del proceso histórico-material que se da en la estructura socio económica.

Así, el terreno de la conciencia de clase no es el terreno de las “ideas clasistas” independiente de la práctica de clase, sino el terreno donde esa práctica colectiva se hace consciente para poderse transformar a sí misma, interviniendo activa y organizándose en la transformación estructural de la sociedad, porque “Es en la práctica donde el hombre debe demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poder, la terrenalidad de su pensamiento. La disputa en torno a la realidad o irrealidad del pensamiento –aislado de la práctica- es un problema puramente escolástico.

De ahí que sea el proceso de formación y consolidación de las organizaciones de clase (económica, política y cultural) el que nos interese fundamentalmente. Así, un comportamiento y una conciencia espontánea, individual, inmediatista podrá transformarse en un comportamiento y una conciencia de clase, colectiva y con perspectiva histórica.

Porque organizándose de acuerdo con sus propios intereses, para luchar por ellos, las masas

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superan la dispersión y el aislamiento. La organización permite ejercitar acciones colectivas autónomas y autosuficientes que fortalezcan la confianza en sus propias posibilidades. La organización permite planificar, experimentar, evaluar y criticar colectivamente acciones de lucha concretas que van cimentando su identidad como clase. La organización ante tareas del presente exige tomar en cuenta las experiencias del pasado, y descubrir así las raíces de una memoria colectiva que recobra actualidad y sentido. Las acciones organizadas permiten descubrir que para satisfacer los intereses de clase no bastan las conquistan inmediatas sino que es preciso enrumbarlas hacia la consecución de un proyecto histórico alternativo al actual: la construcción de una nueva sociedad donde desaparezca la explotación económica, la dominación política y la dependencia cultural.

En resumen, la organización y la conciencia de clase serán la expresión de una práctica histórica consciente de transformación integral y radical de la sociedad, la cual abarcará tanto las estructuras como las mentalidades, tanto las circunstancias materiales como a los hombres que viven, piensan y actúan sobre ellas. Porque “la conciencia del cambio de las circunstancias, con el de la actividad humana, o cambio de los hombres mismos, sólo puede concebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria”.

Este proceso tampoco está, pues, determinado mecánicamente por supuestas leyes inmanentes al desarrollo de las contradicciones económicas. Este determinismo absoluto nos haría mantenernos en la total pasividad, anulando toda iniciativa política por intervenir en la historia para construir su futuro.

La formación y consolidación de la organización de clase supone, por tanto, la existencia de un esfuerzo activo, ordenado y sistemático, de análisis, estudio y reflexión sobre la práctica y a partir de ella, para llevarse a cabo. Por ello es que, dentro de estos términos, el objetivo de la educación popular de fortalecer la conciencia de clase de los sectores populares no puede significar otra cosa que impulsar una acción educativa liberadora, desde dentro de la misma práctica política liberadora, como una dimensión necesaria de la actividad organizada de las masas.

2. Teorizar sobre la práctica y a partir de ella: una tarea sistemática

La educación popular no tiene así otro sustento ni otro punto de partida que no sea la misma acción de las masas en el nivel en que esta se desarrolle, por ello podrá asumir múltiples formas y modalidades acordes con las necesidades, características y

exigencias del movimiento popular del que forma parte. Su papel será el de descubrir la razón de ser de esta acción para darle perspectiva estratégica. Por ello es que, si bien toda actividad educativa es política, la educación popular es eminentemente política, ya que no busca conocer o contemplar la realidad social desde fuera sino que pretende descifrar desde dentro del movimiento histórico el sentido mismo de la historia, interviniendo activa y conscientemente en su transformación, haciendo de la actividad de las masas una actividad revolucionaria, es decir, una actividad teórico práctica.

La educación popular consiste, por tanto, en un proceso permanente de formación en el que teóricamente se logre una apropiación creadora de la práctica social, permitiendo así una nueva práctica en la que se verifica una re-creación de los conceptos teóricos. Será allí, en la transformación de la práctica social, donde los conceptos adquirirán un significado real y no serán simplemente frases vacías que solo pueden repetirse de memoria.

Pero teorizar no significa hacer cualquier tipo de reflexión. Significa, en primer lugar hacer un proceso ordenado de abstracción que permita pasar de la apariencia exterior de los hechos particulares, a sus causas internas –estructurales o históricas- para podernos explicar su razón de ser, su sentido. Este proceso de abstracción no puede ser, por tanto, inmediato ni espontáneo, sino que debe hacerse a través de aproximaciones sucesivas, lo que implica seguir necesariamente un recorrido ordenado de análisis y síntesis, para hacerlo coherente.

En segundo lugar, significa adquirir una visión totalizadora de la realidad en la que cada elemento de ella sea captado en su articulación dinámica y coherente con el conjunto: esa unidad compleja y contradictoria que constituye la realidad concreta (interrelación dialéctica entre los factores económicos, políticos e ideológicos históricamente determinados). Se trata, pues, de percibir y entender cada fenómeno particular dentro del movimiento que lo relaciona con la totalidad social en un momento histórico concreto.

La educación popular, por tanto, para impulsar esta capacidad de apropiación científica de la realidad, solo puede llevarse a cabo como una tarea sistemática que exige un rigor científico en su planteamiento y ejecución. La teorización sobre la práctica inmediata para, a partir de ella, descubrirse en la práctica social histórica actuando sobre su movimiento, debe seguir un proceso metodológico coherente y ordenado, con perspectivas de continuidad y permanencia.

Por esto, la educación popular así concebida se aleja tanto de la enseñanza teoricista dogmática

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como del activismo irreflexivo; de la formalidad y el esquematismo rígidos como del espontaneísmo y de la reflexión superficial; de la acción cultural y pedagógica pura como del determinismo economicista mecánico; de la instrucción funcionalista para capacitar mejores recursos humanos al sistema establecido como de la capacitación meramente técnica para mejorar la calidad de las formas de propaganda y comunicación en las organizaciones populares.

La educación popular, vista como una dimensión de la actividad organizativa de clase de las masas, encontrará su definición concreta en su carácter de clase, en su ubicación orgánica, en su coherencia metodológica con cada proceso específico de lucha por la transformación social; en la medida que sea, efectiva y prácticamente, un arma que permita a las clases populares asumir organizadamente, con lucidez y apasionamiento, su rol de sujetos activos en la construcción cotidiana de su historia.

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