Jenofonte y su ideal de belleza femenina - scielo.org.mx · interesó por tratar las adecuadas...

24
NOVA TELLVS, 33 1, 2015 95 Jenofonte y su ideal de belleza femenina Xenophon and his Ideal of Female Beauty Carolina OLIVARES CHÁVEZ Centro de Estudios Clásicos, IIFL, Universidad Nacional Autónoma de México [email protected] RESUMEN: En este artículo se analizan dos pasajes donde Jenofonte describe dos clases de mujeres, el primer texto se localiza en Económico, X, 1-13, y el segundo pertenece a Memorables, II, 22-23, aquí se relata el mito de Heracles en la encrucijada. Ambos pasajes se complementan y permiten inferir cuál era el ideal de belleza femenina para este socrático. ABSTRACT: This article discusses two passages where Xenophon describes two kinds of women; the first text is located in Oeconomicus, X, 1-13, and the second belongs to Memorabilia, II, 22-23, here tells the myth of Heracles at the crossroads. Both passages are complementary and allow us to infer what was the ideal of feminine beauty to this Socratic. PALABRAS CLAVE: belleza, Económico, Jenofonte, Memorables, mujer, educación. KEY WORDS: Beauty, Oeconomicus, Xenophon, Memorabilia, Woman, Paideia. RECIBIDO: 5 de abril de 2015 • ACEPTADO: 30 de junio de 2015. Durante el siglo IV a. C. se produjo en Atenas el auge del arte y literatura con temática erótica; la filosofía no se quedó atrás, sino que también se interesó por tratar las adecuadas relaciones entre hombres y mujeres. 1 Hay autores como Colombani quienes consideran que las dos fuentes principales para construir el modelo de lo femenino en Occidente son: a) el discurso mítico griego, de raíz hesiódica, donde la mujer nace como un castigo a partir de la transgresión de Prometeo, y b) la mujer en el relato clásico, cuya figura paradigmática es la esposa de Iscómaco. 2 A todas luces la paideia es un tema central en las obras de Jenofonte, porque para él educación es la base del oikos y de la pólis. Por eso me propongo demostrar que el historiador aprovecha un asunto en aparien- cia superficial para en realidad ocuparse de la educación femenina: con el pretexto de los cosméticos y de las artimañas de las mujeres, Jenofon- te plantea el dilema entre la belleza física y la verdadera belleza del alma femenina. 1 Cf. Mirón Pérez 2012, p. 169. 2 Cf. Colombani 2010, p. 2.

Transcript of Jenofonte y su ideal de belleza femenina - scielo.org.mx · interesó por tratar las adecuadas...

  • nova tellvs, 33 1, 201595

    Jenofonte y su ideal de belleza femeninaXenophon and his Ideal of Female Beauty

    Carolina Olivares ChvezCentro de Estudios Clsicos, iifl, Universidad Nacional Autnoma de Mxico

    [email protected]

    resumen: En este artculo se analizan dos pasajes donde Jenofonte describe dos clases de mujeres, el primer texto se localiza en Econmico, X, 1-13, y el segundo pertenece a Memorables, II, 22-23, aqu se relata el mito de Heracles en la encrucijada. Ambos pasajes se complementan y permiten inferir cul era el ideal de belleza femenina para este socrtico.

    abstraCt: This article discusses two passages where Xenophon describes two kinds of women; the first text is located in Oeconomicus, X, 1-13, and the second belongs to Memorabilia, II, 22-23, here tells the myth of Heracles at the crossroads. Both passages are complementary and allow us to infer what was the ideal of feminine beauty to this Socratic.

    Palabras Clave: belleza, Econmico, Jenofonte, Memorables, mujer, educacin.Key wOrds: Beauty, Oeconomicus, Xenophon, Memorabilia, Woman, Paideia.reCibidO: 5 de abril de 2015 aCePtadO: 30 de junio de 2015.

    Durante el siglo iv a. C. se produjo en Atenas el auge del arte y literatura con temtica ertica; la filosofa no se qued atrs, sino que tambin se interes por tratar las adecuadas relaciones entre hombres y mujeres.1 Hay autores como Colombani quienes consideran que las dos fuentes principales para construir el modelo de lo femenino en Occidente son: a) el discurso mtico griego, de raz hesidica, donde la mujer nace como un castigo a partir de la transgresin de Prometeo, y b) la mujer en el relato clsico, cuya figura paradigmtica es la esposa de Iscmaco.2

    A todas luces la paideia es un tema central en las obras de Jenofonte, porque para l educacin es la base del oikos y de la plis. Por eso me propongo demostrar que el historiador aprovecha un asunto en aparien- cia superficial para en realidad ocuparse de la educacin femenina: con el pretexto de los cosmticos y de las artimaas de las mujeres, Jenofon- te plantea el dilema entre la belleza fsica y la verdadera belleza del alma femenina.

    1 Cf. Mirn Prez 2012, p. 169.2 Cf. Colombani 2010, p. 2.

  • 96 Olivares Chvez / jenOfOnte y su ideal de belleza femenina

    La bella apariencia femenina

    En el Econmico, una joven recin casada, menor de quince aos, de-seosa de agradarle a su marido, adopta lo que podra considerarse una actitud habitual de las mujeres con buena posicin econmica: con la finalidad de verse ms hermosa, en una ocasin, la chiquilla recurri a los artilugios de los cosmticos. Esa vez la muchacha us demasiado maquillaje para aparentar ser ms blanca, utiliz mucho rubor para si-mular una tez ms sonrosada y se puso unos zapatos de tacn para verse ms alta.3

    Tan pronto como Iscmaco la observa arreglada de tal manera, le hace una serie de preguntas y manifiesta con claridad que l prefiere la belleza natural, ya que la pareja se une para disfrutar de sus cuerpos. El hacendado comenta que es mucho mejor tener un cuerpo fuerte y sano, con buen color, por eso l mismo procura cuidar su aspecto fsico en lu-gar de recurrir al maquillaje () y a la pintura de ojos ().4 El marido le dice con franqueza a la joven que no le agrada que se pinte, porque lo que causa ms placer es el cuerpo puro del ser humano.5

    3 Oec., X, 2: , , , , , (las cursivas son mas). A modo de maqui-llaje, las mujeres de esa poca usaban psimythion, una sustancia de carbonato de plomo que les daba un color blanco en el rostro.

    La ancusa posee races tintreas de color rojo de la especie Alcanna tinctoria L., planta muy comn en la cuenca mediterrnea. Se trata de un alcaloide conocido como alcannina. En la antigedad las griegas emplearon este pigmento como rubor para las mejillas (cf. Pomeroy 1994, p. 306, y Farmacia Museo Aramburu, s. v. ancusa).

    Los coturnos eran el calzado femenino de calle y el de Dioniso. Estos zapatos de madera tenan suela muy gruesa que aumentaba algunos centmetros la altura de los actores. Segn algunas fuentes, el calzado con la suela de veinte centmetros de grosor y pintada de colores apareci en la poca helenstica (cf. Krikova 2008, p. 34).

    4 Oec., X, 5. Los varones tambin solan pintarse, el milto era un maquillaje que les daba a los hombres una tez bronceada, propia de quien trabaja fuera del oikos y se ex-pone al sol: una cara morena representaba fuerza y salud (Krikova 2008, p. 28.

    El andreikelon era un polvo para los ojos (cf. Pomeroy 1994, p. 306). Jenofonte dice que Astiages, abuelo de Ciro, usaba cosmticos: se pintaba los ojos, usaba rubor y pelu-ca, estos adornos eran una tradicin entre los medos. Gracias al maquillaje el pequeo Ciro considera a su abuelo el medo ms hermoso (cf. Cyr., I, 3, 2: ).

    5 Oec., X, 7: . La mu-jer casada no utiliza cosmticos ni adornos, pues esto va en contra de la naturaleza (cf.

  • nova tellvs, 331, 2015, pp. 95-118 97

    Iscmaco seala que los cosmticos permiten brindar una falsa apa-riencia a los extraos, pero entre seres que conviven diario no sirven. Le hace comprender a la joven que es mejor presentarse ante la pareja tal cual uno es, para no engaarla al ofrecerle una bella apariencia; es preferible disfrutar las cualidades que en verdad tiene el otro, en lugar de quedarse con la mera ficcin, este comportamiento provoca que l no confe en su mujer.6

    El terrateniente rechaza el uso del maquillaje y de las trampas feme-ninas, porque al convivir cotidianamente es fcil descubrir los trucos, al contemplar el verdadero rostro de alguien antes de pararse de la cama, antes de arreglarse, al sudar, al llorar o cuando se baa.7 De ah en ade-lante su esposa renuncia a los cosmticos y deja de aparentar lo que no es.8 Iscmaco agrega que las mujeres sentadas de manera ostentosa estn entre las catalogadas como muy arregladas y engaosas.9

    Castellanos Moreno 2006, p. 23). El arreglo corporal se torna peligroso porque refleja la inmoralidad. Los artificios de la vestimenta y del maquillaje pueden engaar a un hombre desprevenido y ocultar el verdadero aspecto de las mujeres esto es, disi-mular la vejez, los malos olores y otros defectos fsicos con el objetivo de confundir la percepcin que el amante o el marido tienen de ellas (Palacios 2014, p. 99).

    Los antiguos griegos y romanos se pronuncian en contra de ciertos atuendos, ma-quillajes y adornos, debido a que disimulan el verdadero estado fsico de una mujer y ayudan a ocultar su verdadera condicin moral. Por lo tanto, la alteracin del propio cuerpo por medios artificiales redunda en la manipulacin y el control del cuerpo y de la voluntad masculina (cf. ibid., p. 100).

    6 Cf. Oec., X, 3-7. El comedigrafo Alexis enumera varios trucos empleados por las heteras: las de estatura baja le cosen un corcho a sus zapatos; las altas usan zapatos bajos y encogen la cabeza sobre su hombro, para simular ser ms bajas; se pintan las cejas con holln; las morenas se untan psimythion o albayalde; las que son plidas se ponen rubor; si tienen una parte de su cuerpo muy bella procuran mostrarla desnuda, etc. As ocultan sus defectos y resaltan sus encantos. Cf. Alexis, 103 K.-A., apud Ath., XIII, 568a-d (13.23.1-31). Cf. en especial Sanchis Llopis 2014, p. 52.

    En otra parte, Alexis alude al psimythion, comenta que las heteras se aplican un rubor de moras en las mejillas, se mofa porque con el calor del verano se les escurre la tinta negra de los ojos, y el rubor de sus mejillas deja surcos en su cuello, agrega que al humedecerse su cabello con el sudor y tocar el albayalde de su cara parece que su pelo se vuelve canoso (cf. Ath., XIII, 557f-558a (13.6.3-10), y Sanchis Llopis, 2014, p. 53).

    7 Cf. Oec., X, 8.8 Cf. ibid., X, 9. Segn esto hay dos tipos de mujeres: la buena cuida el oikos, la

    mala resulta peligrosa por su atractivo (cf. Dowden 1995, p. 52).9 Oec., X, 13:

    .

  • 98 Olivares Chvez / jenOfOnte y su ideal de belleza femenina

    Al analizar los estereotipos femeninos, Picazo Gurina seala lo si-guiente:

    En la cultura griega, la ropa no haca necesariamente al hombre, pero s a la mujer [...], la ropa y los ornamentos complementarios servan para identifi-car la condicin femenina en la literatura y el mito griegos, fluctuando de la asociacin negativa entre mujeres, ornamento y vanidad a la conexin entre modestia y vestidos.10

    Por lo que atae al maquillaje, en ese tiempo tanto las casadas como las heteras lo usaban mucho, slo en caso de luto se consideraba de mal gusto utilizarlo. Las asistentes a los misterios tampoco empleaban afei-tes.11 Se crea que una piel blanca era ms atractiva, ya que indicaba que la mujer gozaba de buena posicin econmica, porque permaneca bajo techo y no tena la necesidad de salir a la intemperie. Para lograr este efecto, ellas recurran a polvos blancos y se protegan del sol con una sombrilla.12 Cabe recordar que Homero describe a Hera como la diosa de blancos brazos (), la princesa Nauscaa tambin recibe este epteto.13

    Por su parte, Lpez Melero asevera que, entre ms blanca era la mu-jer, se pensaba que era ms femenina y ms frtil, esto atraa al varn. Debido a este canon de belleza, las mujeres se esforzaban por conseguir a toda costa una piel blanca:

    testimonios literarios y arqueolgicos [] indican que la utilizacin del carbonato de plomo era muy comn. Pero su uso prolongado era nocivo, ya que destrua la epidermis e incluso provocaba la muerte si se tragaban algunas partculas debido a la reaccin de los cidos gstricos. Pero su gran capacidad de cubrir incluso los efectos perniciosos de su aplicaciny su

    10 Picazo Gurina 2008, p. 89.11 Cf. Zaragoza, en Jenofonte 1993, p. 254, n. 32, y Pomeroy 19993, p. 102.12 Cf. Pomeroy 19993, p. 102. Desde la antigedad el ideal de belleza femenina se

    caracterizaba por la piel blanca, mejillas sonrosadas y cabello rubio (cf. Omatos 1992, p. 171).

    13 Il., I, v. 55: . Od., VI, v. 101: . En las pinturas cretenses se usa el blanco para la piel femenina y un tono marrn para los va-rones, en esto los artistas adoptaron la convencin egipcia (cf. Pomeroy 1994, p. 305, y Masvidal y Picazo 2005, pp. 127 y 136).

  • nova tellvs, 331, 2015, pp. 95-118 99

    resistencia frente al agua, convirtieron al blanco de plomo en el maquillaje ms comn.14

    Entre los antiguos griegos, la estatura era otro parmetro de belleza, sobre todo si se trataba de heteras, por eso algunas mujeres usaban calza-do con tacn; desde aquella poca haba una gran variedad de sandalias y zapatillas.15 Al principio slo los actores de teatro usaban el coturno para verse ms altos e impresionar a los espectadores; cuando las muje-res, principalmente heteras, se percataron de que la estatura resultaba un arma de seduccin, tambin recurrieron a esta clase de zapato, punto de partida de las innumerables variantes de calzado femenino que, a travs de la historia, ha tenido varias suelas o altos tacones.16 La altura, ade-ms de ser indicador de belleza femenina, mostraba el alto estatus social de la mujer.17

    La postura de Jenofonte con respecto al maquillaje ha llamado la atencin de varios estudiosos, quienes lo consideran como el primer autor antiguo que censura el uso de los cosmticos, entre ellos est Omatos, quien informa que los escritores antiguos rechazaban el exa-gerado esmero con que las mujeres se arreglaban, pues invertan mucho tiempo en eso y abusaban del maquillaje con tal de lucir hermosas. En el Econmico Jenofonte est en contra de la bella apariencia lograda con artificios.18 Omatos asevera que un reproche constante hacia las mujeres

    14 Lpez Melero 2010, p. 24. El carbonato de plomo proporcionaba una palidez vis-tosa, pero envenenaba: el plomo absorbido por la piel ocasionaba trastornos digestivos, mareos, disnea, parlisis de las extremidades, dolores de cabeza y en ocasiones ceguera y muerte.

    15 Cf. Zaragoza, en Jenofonte 1993, p. 254, n. 32; Pomeroy 19993, p. 101, y Gonz-lez Almenara 2003, p. 375.

    16 Fernndez 2012.17 Cf. Pomeroy 1994, p. 306.18 Cf. Omatos 1992, pp. 171-172. Cf. ibid., pp. 163-164, 167. Zaragoza sugiere que

    el historiador ateniense es el primero que se declara a favor de la belleza natural de la mujer (cf. Jenofonte 1993, p. 254, n. 32). Salvo Ovidio, los escritores griegos y latinos censuraron que las mujeres decentes recurrieran a los cosmticos (cf. Pomeroy 1994, pp. 304-305).

    En el s. iv d. C., Gregorio Nacianceno compuso un poema contra las mujeres que se maquillan y se arreglan en exceso, all estableci la anttesis entre la virtuosa mujer ca-sada y la malvada prostituta. Dicho autor cristiano se pronuncia a favor de la austeridad de la esposa y censura el lujo y derroche de las cortesanas (cf. Camps-Gaset 2014, pp. 381-390, y Difabio 2006, p. 74, n. 5).

  • 100 Olivares Chvez / jenOfOnte y su ideal de belleza femenina

    son las artes a las que aquellas recurren en su afn por cazar a los hom-bres, recurriendo a tintes, afeites, perfumes, postizos, etc., con los cuales esconden sus defectos y aparentan ser ms bellas.19 Segn esto, no era correcto que gracias a las pinturas las mujeres respetables disimularan sus imperfecciones y signos de la edad.20

    De acuerdo con Lpez Melero, en el Econmico, Jenofonte plantea un problema entre la esttica y la tica en relacin con el erotismo, pues la coquetera quedaba, as, disociada de la sophrosune.21

    A mi juicio, la aversin que el historiador siente hacia los cosmticos y la falsa apariencia femenina es resultado de la educacin que recibi, donde la mitologa desempe un papel muy importante. La seduccin y el engao aparecen en la Ilada, adems de la guerra desatada por la bella Helena, Homero describe con lujo de detalles el modo en que Hera se esmera en su arreglo personal, con miras a seducir a Zeus y distraer-lo del combate.22 En la Odisea tambin hay varias mujeres seductoras y perversas, vinculadas al mundo de los muertos: Circe, Calipso o las Sirenas; son personajes femeninos que atraen con su bella voz y con su cuerpo, y que causan infortunios a los hombres.23

    19 Omatos 1992, p. 170. Las griegas tean su cabello con colores bano, miel, rubio dorado, rojo o castao rojizo. Durante las representaciones teatrales, quienes interpreta-ban a Electra, Ifigenia, Helena, Antgona y Fedra usaban pelucas de tono rubio dorado o rubio cobrizo, un color raro entre los helenos y smbolo implcito de la belleza, la juventud y la fuerza, o del carcter divino (Krikova 2008, pp. 16-17).

    20 Cf. Pomeroy 1994, p. 304. Las mujeres decentes evitaban maquillarse en exceso, ya que los cosmticos eran los artificios habituales de las cortesanas y de las mujeres viejas (cf. Salmon 1977, p. 1263).

    21 Lpez Melero 2010, p. 25. Es importante aadir que la cosmtica y la culinaria se refieren a la adulacin del cuerpo y seran actividades ligadas a las mujeres. La primera sustituye a la verdadera correccin de las imperfecciones corporales que corre a cargo de la gimnasia, actividad vedada a las mujeres de la Atenas clsica. La cosmtica era ms utilizada por las cortesanas (Gonzlez Surez 1994, p. 53).

    22 Cf. Il., XIV, vv. 170-223.23 Cf. Zaragoza Gras 2006, p. 21. Dicha autora aclara que este tipo de mujeres sim-

    boliza la feminidad maligna, depravada y peligrosa, y las vidas de todas ellas ofrecen un modelo negativo, dado que cuestionan la validez de la sumisin y de la devocin familiar. Son mujeres con una elevada autoestima y conscientes de su vala, cualidades que chocan frontalmente con la idea de feminidad virtuosa inventada por los hombres (ibid., p. 29). Pandora, Helena, Circe, las Harpas o las Sirenas, sirvieron para construir la imagen de la astucia femenina capaz de arruinar al hombre gracias a su atractivo ertico. Junto a dichos personajes, en los mitos griegos tambin hay demonios femeni-

  • nova tellvs, 331, 2015, pp. 95-118 101

    La desconfianza que inspira una mujer que realza su belleza mediante recursos artificiales remite a la tipologa de Semnides de Amorgos, para quien esta clase de seres evoca a la mujer-yegua, pues es hermosa, pero evita el trabajo y las penalidades, es intil para los quehaceres domsti-cos, enamora al varn con sus artimaas y slo sabe acicalarse; si bien para los dems hombres resulta un espectculo digno de verse, se con-vierte en una calamidad para su esposo.24 Es preciso agregar que, al usar perfumes y cosmticos caros, la mujer-yegua representa un peligro para la economa del marido, porque invertir en pinturas, vestidos costosos y adornos representa un gasto superfluo.25

    Otra influencia relevante en la mentalidad de Jenofonte es la ejer-cida por Hesodo a travs del mito de Pandora. En sus obras, el poeta de Ascra la califica como un bello mal y como una gran desgracia ( y ), ya que los regalos de los dioses la hicieron irresistible para los mortales debido a su hermosa apariencia.26 Adems del bello cuerpo que le dio Hefesto a Pandora, Atenea la adorn y ci, la Persuasin y las Gracias le pusieron ureos collares, y las Horas le

    nos y monstruos como Medusa, seres intermedios entre la divinidad y el hombre (las llamadas Empusas o Lamias), cuyas fuerzas sobrenaturales originaron leyendas sobre la capacidad destructiva, hipntica y vampiresca de la mujer (Escartn Gual 2007-2008, p. 58).

    24 Semon. 8 [7 D.], vv. 57-70. En cuanto al nombre correcto de este poeta ymbico, remito a Brasete, quien informa que Algumas dificuldades suscitou ainda a grafia do nome Semnides, que, na Antiguidade, oscilou entre uma forma com || e outra com || . Um gramtico antigo do sculo vi a. C. atesta, no entanto, que o nome deste poeta se escrevia com ||, diferenciando-se assim do homnimo poeta de Ceos do sculo v a. C. (2003, p. 39, n. 1).

    25 Cf. Too 2001, p. 68, con respecto a Semon., 7, vv. 68-70.26 Cf. Th., vv. 585-593, y Op., vv. 81-82, 89. Los mitos ayudaban a fomentarles tanto

    a los hombres como a las mujeres el decoro y la moderacin (sophrsyne), que los haca evitar los excesos, para que pudieran cumplir con su papel en la sociedad (cf. Prez Miranda 2009, p. 244). Es as como en el imaginario griego la mujer malvada tendr un cuerpo tentador y su belleza, unida a la disposicin al engao que le es propia, la llevar a ser considerada una adversaria por los hombres [] Pero la belleza de la perversa no es fuente de placer sino de destruccin. La perversidad de las mujeres que adems son bellas no radica en lo que hacen sino en cmo son. As, Helena o Circe son provocadoras; son conscientes del poder que poseen y lo utilizan en beneficio propio. Es decir, en la prctica activa de la seduccin se utiliza la belleza como ventaja, pero procurando no levantar sospechas. He aqu otra de las caractersticas vetadas a la mujer, la voluntad astuta (Zaragoza Gras 2006, p. 30).

  • 102 Olivares Chvez / jenOfOnte y su ideal de belleza femenina

    colocaron una guirnalda de flores.27 El poeta le aconseja a su hermano Perses que no se deje engaar por una mujer de amplias caderas y pala-bras seductoras.28

    Cuando Zeus orden la creacin de Pandora, concibi a la mujer como un mal para los varones. Al ataviarla con muchos adornos, los dioses le concedieron los rasgos femeninos por excelencia: la hermosa, graciosa y pdica apariencia junto con el arte de tejer; pero tambin le dieron mente de perra, mentiras, palabras seductoras y conducta engaosa.29 A partir de tal relato la belleza y los adornos femeninos se convierten en una poderosa arma de seduccin que atrae a los hombres:

    El cuerpo de Pandora procede de la arcilla lo mismo que un objeto de ce-rmica, hermoso pero vaco, y los dones divinos se dirigen a convertir ese atractivo maniqu en portador de todos los simulacros que provocarn los males que afligirn a la condicin humana. [...] Pandora tiene un hermoso exterior pero un interior daino.30

    Desde mi punto de vista, la postura que muestra el historiador hacia los artificios para aparentar un hermoso fsico se derivan tambin de su contacto con su maestro Scrates, quien recomendaba enfticamen-te abstenerse de los seres bellos, porque no es sencillo disfrutarlos sin perder la cordura.31 Segn el sabio, un solo beso de una persona guapa y atractiva es capaz de transtornar a un hombre sensato y prudente, de

    27 Cf. Hes., Op., vv. 60-76. Al ser fabricada por los dioses, Pandora pertenece al mbito de la tcnica, de lo artificial, se encuentra en lo ms bajo del orden ontol-gico en la lnea del no-ser, considerada un simulacro, un seductor engao o seuelo que los dioses tendern al hombre (Escartn Gual 2007-2008, p. 57).

    28 Op., vv. 373-374: , . A partir de Hesodo la belleza fsica excluye el bien, la verdad y la justicia. Los autores posteriores entendern la figura del hombre de bien como bsica-mente masculina (cf. Beltrn Almera 2006, p. 7).

    29 Cf. Hes., Op., vv. 60-82. El poeta afirma que Zeus cre a las mujeres como un mal para los varones, y aade que ellas participan en obras nocivas: , (Th., vv. 600-602). La misma idea se encuentra en Op., vv. 57-58.

    30 Picazo Gurina 2008, pp. 34-35. Electra llama malvada a una mujer que se embe-llece (E., El., vv. 1072-1073: , ).

    31 Cf. Mem., I, 3, 8. A partir de esta observacin, Scrates y Jenofonte dialogan sobre los inconvenientes de dejarse seducir por la belleza (cf. ibid., I, 3, 8-13).

  • nova tellvs, 331, 2015, pp. 95-118 103

    manera que d volteretas sobre cuchillos y brinque en el fuego.32 El beso de una beldad convierte de inmediato en esclavo a un hombre libre, lo hace derrochar su fortuna en placeres nefastos, le quita tiempo para pensar en lo bello y bueno, mientras lo obliga a preocuparse por cosas que ni un loco tomara en cuenta.33 Scrates establece un smil entre las personas bellas y las tarntulas, porque estos pequeos animales slo con tocar con su boca a un ser humano le ocasionan mucho dolor e incluso lo dejan sin sentido.34 Por su parte, las personas bellas son ms peligrosas que dichos arcnidos, puesto que no hace falta que toquen a los dems para inocular algo que los enloquece, basta con que alguien los mire a la distancia. Y ya que los seres hermosos hieren de lejos, el maestro de Jenofonte recomienda huir a toda prisa siempre que aparezca alguien bello.35

    En torno al peligro que representa un individuo bien parecido, Scrates adverta que el hombre que se casa con una mujer hermosa con la idea de disfrutar de ella ignora en realidad si, a causa de su misma belleza, ser desdichado.36 Al referirse a Alcibades, el filsofo afirma que, por su singular belleza, una multitud de mujeres distinguidas lo acosaron, y fue corrompido por muchos hombres poderosos debido a su influencia en la polis y entre los aliados; y, dado que el demos lo honraba sin que l se esforzara en nada, Alcibades se confi y se descuid a s mismo.37

    Por lo que concierne a su postura personal, el filsofo rechazaba con mayor facilidad a los jvenes bellos y atractivos, que a los individuos ms feos y menos agraciados.38

    32 Cf. Mem., I, 3, 10.33 Cf. ibid., I, 3, 11.34 Cf. ibid., I, 3, 12.35 Cf. ibid., I, 3, 13. En otro pasaje Scrates dice que, al observar a alguien bello,

    de inmediato surge el deseo de tocarlo, y al marcharse se siente aoranza (cf. ibid., III, 11, 3). Ciro el Viejo tambin evita mirar a los seres bellos, para no sucumbir ante Eros (cf. Cyr., V, 1, 16).

    36 Cf. Mem., I, 1, 8.37 Cf. ibid., I, 2, 24. En IV, 2, 35, el sabio afirma que, debido a su belleza, muchas

    personas son corrompidas por quienes se enloquecen ante los encantos juveniles. Sos-tena que el hecho de que alguien venda su belleza a cambio de dinero se denomina prostitucin (cf. ibid., I, 6, 13).

    38 Scrates estaba consciente de que es muy difcil encontrar a un ser humano que tenga todos sus miembros irreprochables, es decir, perfectamente bellos (cf. ibid., I, 3, 14).

  • 104 Olivares Chvez / jenOfOnte y su ideal de belleza femenina

    En Memorables, III, 11, 1-18, el historiador describe una escena don-de dialogan la hetera Teodota y Scrates. La apariencia y el comporta-miento de esta mujer coinciden con lo que Iscmaco no quiere para su esposa.

    Desde que inicia la conversacin se especifica que Teodota era una mujer cuya belleza subyugaba la razn, ella conviva con los varones que lograban persuadirla.39 Su hermosura era tanta que los pintores acudan a su casa para tomarla como modelo, dependiendo de aquello que el artista quisiera pintar, ella mostraba la parte de su cuerpo que ms le conviniera.40 Al escuchar esto, Scrates se anima a visitarla, para comprobar hasta que grado los rumores eran ciertos.

    Cuando el filsofo y sus amigos llegan a la casa de Teodota, ella est posando para un pintor y se quedan a contemplarla. En esta parte del relato, Jenofonte sugiere que, en lugar de actuar con recato, ella disfruta ser vista por los varones, a propsito exhibe sus encantos. Scrates re-conoce que la hetera es la ms beneficiada con ese encuentro, pues sabe que sus admiradores incrementarn su fama al propagar lo bella que es. Esto era inapropiado para una ciudadana ateniense, quien viva encerra-da en su casa, deba rehuir el contacto masculino, tena que ocultar su cuerpo y deba evitar que se hablara de ella.41

    En cuanto a su apariencia, Teodota y su madre llevaban ricos vestidos y accesorios, incluso sus sirvientas tenan buen aspecto y se encontraban muy arregladas.42 No resulta extrao que la hermosa mujer ponga mucha

    39 Teodota fue amante de Alcibades, lo acompa en sus campaas y cuando lo asesinaron en Frigia ella lo hizo incinerar (cf. Zaragoza, en Jenofonte 1993, p. 140, n. 133). En la Ilada, Hera y Afrodita reconocen que el amor y el deseo son tan poderosos que logran someter a los dioses y a los mortales, incluso al hombre ms juicioso (cf. Il., XIV, vv. 198-199 y 216).

    40 Las fuentes antiguas mencionan a dos mujeres de extraordinaria belleza que fue-ron modelos de artistas y estuvieron vinculadas con filsofos, por eso han trascendido como paradigma de hetera: Frin y Teodota (cf. Aparicio Villalonga 2007-2008, pp. 9-10, y Gal 2005, p. 3).

    41 En el yax de Sfocles se dice que, entre las mujeres, el silencio es adorno (v. 293: , ). Como se puede ver, los griegos le otorgaron un valor positivo al silencio femenino, esto implicaba que las mujeres no hablaran en pblico y que se hablara muy poco de ellas (cf. Picazo Gurina 2008, p. 11).

    42 Cf. Mem., III, 11, 4. Los peinados, la indumentaria y los accesorios servan para atraer la atencin (cf. Picazo Gurina 2008, p. 150). Haba quienes pensaban que la belleza ms grande esconda un alma miserable (cf. Beltrn Almera 2006, p. 1). Por

  • nova tellvs, 331, 2015, pp. 95-118 105

    atencin en enfatizar sus atributos, porque las heteras estaban obliga-das a resaltar su feminidad a travs del aspecto fsico y sus encantos. Acompaando su exotismo, es proverbial la belleza y el encanto de estas mujeres. [...] Su apariencia es uno de sus principales atributos.43

    Aunque la hetera finge ingenuidad, Scrates le dice que entre las ar-timaas que ella usa para atrapar amantes est su cuerpo (que funciona como red) y un espritu que entre otras cosas le ha enseado a mirar para agradar, a hablar para seducir.44

    La verdadera belleza femenina

    Luego de escuchar los argumentos de su esposo, la muchacha obedece y deja de pintarse. De ah en adelante siempre se mostr limpia ()45 y discreta, y le pregunt a Iscmaco qu podra hacer para en realidad ser bella y no slo aparentarlo.46 El marido le aconsej lo siguiente:

    otro lado, Teodota sigue un comportamiento semejante al de Neera, otra famosa hetera: gastar dinero en afeites, joyas y vestidos; beber en el sympsion junto a sus amantes; ser activa sexualmente; mostrarse en pblico y tener movilidad espacial transforman a Neera en una mujer derrochadora, borracha, lujuriosa y libertina, que cede y es activa ante el placer y que, por el hecho de ser conocida, es considerada una mujer pblica, la anttesis de la mujer pudorosa []. Son stos atributos propios del gnero masculino que, al darse en el gnero equivocado, se conceptualizan como negativos (Molas Font 2006, pp. 121-122).

    43 Castellanos Moreno 2006, p. 37. Cf. tambin Sanchis Llopis 2014, p. 59. Este in-vestigador asevera que la codicia es otro vicio caracterstico de las heteras devoradoras de hombres, por eso Anaxilao las compara con los animales mitolgicos ms nocivos: Escila, Caribdis, Esfinge, etc. (cf. ibid., p. 53).

    44 Cf. Mem., III, 11, 10. Gorgias, en el Encomio de Helena, se da cuenta de que existe un paralelismo entre la potencia seductora de la palabra a travs del odo y la potencia seductora de la imagen a travs de la vista (Gal 2005, p. 7). Por otra parte, la , el oficio, de estas meretrices cotizadas no consista solo en sacar el mximo provecho de sus encantos fsicos [...], sino que inclua tambin la seduccin a travs de la zalamera y la pretensin de ofrecer al cliente la mejor de las compaas (Sanchis Llopis 2014, p. 59). Las heteras como la bella Teodota se visten para cautivar a los hombres, al igual que la araa, se visten para matar (cf. Goldhill 2010, p. 179).

    45 Oec., X, 9. La limpieza, entendida tambin como pureza, es una caracterstica bsica de la virtud, cf. Mem., II, 1, 22: .

    46 Cf. Oec., X, 9. o designa a la belleza fsica, aquella que inspira pasin o amor. Dicha cualidad resulta positiva, siempre y cuando la acompae la virtud (cf. Konstan 2012, p. 142).

  • 106 Olivares Chvez / jenOfOnte y su ideal de belleza femenina

    La mujer en verdad bella se ejercita y cuida su cuerpo. Conviene recordar que Licurgo se opuso a que las espartanas llevaran una vida inac tiva y dedicadas al trabajo de la lana (para eso bastaban las escla-vas), como su principal deber cvico era procrear ciudadanos, el legisla-dor dispuso que ellas tambin hicieran ejercicio fsico, incluso organiz carreras y pruebas de fuerza para ellas, convencido de que una mujer y un hombre vigorosos concebiran hijos robustos.47

    Gracias a su contacto directo con Esparta, Jenofonte se muestra a favor de que tambin la ciudadana ateniense se ejercite para estar en perfectas condiciones.48 En esta obra el autor ve a las tareas domsticas como actividad fsica que redunda en la salud y el bello aspecto de la esposa.

    En vez de recurrir a los cosmticos para conseguir una buena apa-riencia, es necesario que la mujer logre la verdadera belleza fsica al no permanecer siempre en el oikos sentada cual una esclava, al dedicarse al telar como una seora, al ensearle a otros lo que ella domina y al esfor-zarse por aprender lo que ignora. Debe supervisar a los dems y recorrer la casa para comprobar que todo est en orden; as, al mismo tiempo que cumple con sus responsabilidades, pasea. Iscmaco le aclara a la mucha-cha que es un buen deporte humedecer y amasar harina, sacudir y doblar la ropa.49 Incluso le dice que con estas actividades comera ms gustosa,

    47 Cf. Xen., Lac., I, 4. Plutarco informa que las espartanas practicaban la carrera, la lucha, el lanzamiento de disco y jabalina (cf. Lic., XIV, 2). Garca Romero sostiene que las mujeres embarazadas y amas de casa no fueron las nicas que se beneficiaron gracias a la educacin atltica espartana. La prctica deportiva y la vida al aire libre de las j-venes lacedemonias ayudaron a propagar por todos lados la fama de su belleza y salud: ya en Od., XIII, 412, Esparta es la de hermosas mujeres ( ), Tambin en Lisstrata, Aristfanes destaca la belleza, el buen semblante y el vigor de la espartana Lampito (vv. 78 ss.). Todo indica que las jvenes lacedemonias practicaban la carrera, la lucha, el salto y los lanzamientos de disco y jabalina, es decir, el pentatln completo. Ciertas fuentes antiguas sugieren que la natacin e incluso la equitacin esta-ban entre los deportes que ellas realizaban (cf. Garca Romero s. d., p. 6).

    48 Las atenienses tenan pocas oportunidades para ejercitarse, la danza era una forma y tambin correr alrededor del altar de Artemisa en Braurn (cf. Pomeroy 1994, p. 307).

    49 Cf. Oec., X, 10-11. Conforme a lo estipulado por la ley y los dioses, es ms hon-roso que la mujer permanezca dentro de su casa, no en el quicio de la puerta (ibid., VII, 30: ). Con esta afirmacin se evita que la mujer salga y tenga amigas: la amistad entre mujeres normalmente resulta peligrosa, ya que fomenta el engao y la inestabilidad de la lealtad femenina a los valores masculinos que fundamentan el orden domstico (Picazo Gurina 2008, p.

  • nova tellvs, 331, 2015, pp. 95-118 107

    estara ms sana y tendra mejor color.50 Esta ltima parte hace traer a la memoria un pasaje de la Constitucin de los lacedemonios, donde el autor comenta que Licurgo observ que quienes practican ejercicio tienen buen color, buenos msculos y son robustos; mientras los que no se ejercitan estn hinchados, son torpes y dbiles. Al hacer ejercicio se garantiza el buen estado fsico.51 Conviene aadir que las espartanas eran clebres por su belleza, de ah era Helena; ellas no necesitaban cos-mticos para tener una hermosa complexin.52

    Desde el inicio del Econmico, Jenofonte menciona entre los peo-res vicios a la pereza (), la molicie () y la negligencia (),53 por eso propone un modelo de mujer trabajadora, semejante a la abeja reina.54 Aunque la mujer ideal pasa todo el tiempo en su hogar, esto no quiere decir que permanezca sin hacer nada; por el contrario, siempre est ocupada. Mientras la mujer en verdad bella se parece a la abeja, la moralmente fea es similar a los znganos, seres intiles que les roban a las abejas el alimento reunido con mucho esfuerzo; Iscmaco asevera que hay que extirparlos cuanto antes de las colmenas.55

    39). Semnides seala que la mujer-abeja evita las conversaciones frvolas de sus con-gneres (Semon. 8 [7 D.], vv. 90-91: / ).

    50 Oec., X, 11: .

    51 Cf. Lac., V, 8.52 Cf. Fantham et al. 1994, p. 57. Jenofonte presenta a otra esposa modelo que no

    necesita maquillarse, Pantea, a quien describe como la mortal ms hermosa de Asia (cf. Cyr., IV, 6, 11, y V, 1, 7).

    53 Oec., I, 19. Los antiguos griegos eligieron el modelo de mujer trabajadora, porque la ociosidad femenina estaba ligada al placer (cf. Papadopoulou-Belmehdi 1996, p. 33).

    54 Cf. Oec., VII, 17. Sobre la comparacin entre la mujer y la abeja, cf. VII, 32-34. La esposa de Iscmaco recuerda a la mujer-abeja, porque est en contra del derroche y la glotonera, de all el nfasis en educarla para que no despilfarre (cf. Iriarte 2001, p. 274). El hecho de que Jenofonte establezca una analoga entre la mujer virtuosa y la abeja tiene un gran simbolismo, pues las abejas del monte Himeto estaban protegidas por los dioses [], se relacionan con la crianza de Zeus cuando estaba oculto en un monte de Creta para librarse de ser devorado por Crono, y varios de los personajes que aparecen en este mito tienen nombres derivados de . Segn nos cuenta Apolo-doro, reinaba en la isla el rey Meliseo (cf. Apollod., l.6), cuyas hijas, Adrastea e Ida, llamada en otros autores Melisa, cuidan al nio; y Meliseo es tambin el nombre de uno de los Curetes encargados de la crianza del dios (Egoscozbal 2003, p. 22).

    55 Cf. Oec., XVII, 14-15.

  • 108 Olivares Chvez / jenOfOnte y su ideal de belleza femenina

    Tambin Hesodo estableci una anttesis entre el zngano y la abeja, donde la mujer es un ser intil como los znganos en las colmenas.56

    El smil entre la mujer y la abeja se remonta a Semnides de Amor-gos, quien afirmaba que nicamente este tipo de mujer hace feliz a su esposo, porque no se presta a las murmuraciones y concibe una hermosa prole. Gracias a su trabajo y cuidado se incrementa el patrimonio fami-liar, quiere a su marido y ste la ama, envejecen juntos. Slo ella es ilus-tre y la rodea un halo divino, adems le desagrada la pltica superflua de sus congneres.57

    A mi juicio, el paradigma de la mujer-abeja refleja la animadversin hacia las mujeres de buena posicin econmica que no trabajaban, sino que vivan en la casa como perezosos parsitos; a esto se debe la insis-tencia en que la mujer realmente bella se distinga por ser hacendosa y productiva en todos los aspectos.58

    Aunque la mayora de autores griegos menospreciaban el trabajo fe-menino, Jenofonte reconoce que complementa al del hombre y es igual-mente valioso, por eso, para el historiador, el trabajo y la belleza feme-

    56 Th., vv. 594-599: , ,

    57 Cf. Semon. 8 [7 D.], vv. 83-93. 58 Cf. Oec., VII-X, y Mem., II, 7, 7-10. Por lo general, las labores femeninas se

    consideran siempre como tareas de larga duracin, continuas, porque diario hay que preparar comida y deben elaborarse telas con cierta regularidad. La adecuada reali-zacin de dichas actividades tiene connotaciones morales debido a que evitan que las mujeres se comporten como heteras y prostitutas [quienes tejen slo como distraccin] (Papadopoulou-Belmehdi 1996, p. 18). Tiempo despus, los platos de comida rpida-mente preparados solan ser llamados en la lengua de la poblacion griega de Asia Menor comida de prostitutas. Tambin en este caso acortar el tiempo del trabajo femenino considerado socialmente respetable mereca una clara repulsa. Esos trabajos pseudo-femeninos pueden haber sido realizados por mujeres cuya actividad sexual y, por tanto, su situacin social, representa la inversin del papel de las mujeres ciudadanas. Hay en las fuentes griegas huellas de una consideracin sobre el tiempo femenino de trabajo que representa un claro intento de mantener el control sobre el ritmo (, para las mujeres. Frente al tiempo de la accin exterior que es masculino, se ubica el tiempo de la pasividad incesantemente ocupada, que es femenina. Las mujeres griegas estn ligadas, sea cual sea la clase social a la que pertenecen, a la ejecucin de tareas relacionadas con el mantenimiento de la unidad familiar, en un tiempo largo y continuo (Picazo Gurina 1995, pp. 18-19).

  • nova tellvs, 331, 2015, pp. 95-118 109

    nina van unidos de la mano.59 Segn este autor, fueron los propios dioses y la ley quienes establecieron que la ciudadana se encargue de la crianza de los recin nacidos, la molienda del grano para hacer pan y la elabora-cin de vestidos de lana.60

    Para el historiador, la actitud de la joven realmente bella se caracte-riza por su prudencia y moderacin. Esto implica mantener una conducta mesurada ante la comida y no dejarse llevar por el impulso sexual.61 Desde su hogar paterno la mujer del hacendado est acostumbrada a no sucumbir frente a la gula.62 Como , significa al mismo tiempo estmago y tero, la capacidad sexual femenina es descrita como glotonera, de ah que los varones censuren el apetito de las mujeres. En este sentido, Jenofonte sigue hasta cierto grado la tradicin, pues para l la gula () y la lascivia () son dos de los vicios ms gran-des que avasallan a los seres humanos, sean hombres o mujeres.63

    En el Econmico se percibe un eco de Hesodo, quien asocia la gula con el desenfreno sexual femenino. El poeta beocio alude a la mujer como un vientre insaciable tanto en la alimentacin como en el sexo. Para l, la mala esposa siempre est al acecho de la comida, consume a su marido y le ocasiona una vejez prematura;64 por eso mismo se refiere

    59 Cf. Oec., X, 10-13. En la cermica tica el trabajo y la belleza se relacionan es-trechamente con el sexo y el matrimonio. Desde esta perspectiva, la mujer trabajadora resulta sexualmente ms atractiva y, por consiguiente, ms apropiada para la reproduc-cin. Es as como la produccin de objetos se vincula con la produccin de cuerpos (cf. Mirn Prez 2007, p. 278).

    60 Cf. Oec., VII, 16 y 21. La misma Atenea le ense a Pandora el arte de tejer (cf. Hes., Op., vv. 63-64). Lo ms valioso de esta labor era el tiempo que la mujer inverta en dicha tarea, esto era sinnimo de virtud (cf. Mirn Prez 2007, p. 278). El telar, asociado con Atenea, evita que las jvenes sucumban ante Eros y Afrodita (cf. Papado-poulou-Belmehdi 1996, pp. 35 y 38, el tejido implica un ejercicio de moral).

    61 Cf. Iriarte 2001, p. 274. Entre los principales defectos que Aristfanes nota en las mujeres estn el ser adlteras, ninfmanas, amantes del vino, traidoras, charlatanas, in-tiles, azote de sus maridos (cf. Thesm., vv. 383-432). Conviene precisar que la codicia, la glotonera y la coquetera femeninas estaban entre los vicios que los antiguos griegos atribuan a Pandora y a las prostitutas.

    62 Oec., VII, 6: , , , , .

    63 Cf. ibid., I, 22.64 Cf. Op., vv. 702-705. Semnides comenta que la mujer-asno come de noche y de

    da y acepta tener relaciones sexuales con cualquier hombre (cf. Semon. 8 [7 D.], vv. 46-49).

  • 110 Olivares Chvez / jenOfOnte y su ideal de belleza femenina

    a las hijas de Pandora como compaeras de la saciedad, no de la pobre-za.65 Las compara con los znganos y dice que ellas devoran el alimento que las abejas recolectan con tanto trabajo.66

    Por lo que se refiere estrictamente a la gula, mientras en Lacedemonia las jvenes reciban una racin de comida similar a la de los varones, Jenofonte seala que en otras ciudades tanto a las embarazadas como a las muchachas bien educadas se les daba una porcin muy pequea y lo menos condimentada posible.67

    En aquella poca se pensaba que las mujeres eran seres dbiles que estaban a merced de sus emociones. Los varones teman esa conducta irracional y su inclinacin a dejarse llevar por sus pasiones, porque vean la amenaza latente de que en algn momento la mujer introdujera a un hijo ilegtimo en el oikos. Como afirma Picazo Gurina:

    La importancia de la castidad no estaba relacionada con la pureza femeni-na sino con el hecho de que un buen comportamiento sexual como esposa garantizara la legitimidad de los hijos. Y esa preocupacin explica la rele-vancia de las leyes relacionadas con el adulterio en la ciudad griega.68

    Por eso en Atenas se les exiga a las mujeres, sobre todo a las ciu-dadanas, una conducta recatada. A la mujer se le inculcaba el , una modestia cercana a la vergenza sexual, y la , que signi-ficaba discrecin y dignidad. Bajar la cabeza y los ojos al estar en pblico o frente a un varn era la mejor forma de mostrar estas virtudes

    65 Cf. Hes., Th., vv. 590-593.66 Cf. ibid., vv. 594-599.67 Cf. Lac., 1, 3. Algunos datos sugieren que en las casas griegas las mujeres reciban

    una cantidad menor de alimentos y antes de comer tenan que esperar a que los miem-bros ms importantes de la familia, es decir, los hombres, hubieran recibido su parte (Picazo Gurina 2008, p. 43).

    68 Picazo Gurina 2008, p. 66. Para ms detalles acerca de las mujeres como esclavas de su instinto sexual, cf. ibid., pp. 42-43, 67; Pomeroy 19993, p. 81, y Gonzlez Almena-ra 2003, p. 364, n. 860. Entre los castigos que reciba la adltera estaban los siguientes: era devuelta a su hogar paterno; se le prohiba entrar a los santuarios y, si prosegua con sus actividades religiosas pblicas, se expona a todo, menos a la muerte. Esto era similar a la atima masculina. El objetivo consista en colocar a la mujer adltera al mismo nivel de las heteras o extranjeras, incapaces de engendrar futuros ciudadanos (cf. Picazo Gurina 2008, p. 69). Para ms datos sobre la continencia sexual femenina y la legitimidad de los herederos, cf. Gmez Rodrguez 2000, p. 150.

  • nova tellvs, 331, 2015, pp. 95-118 111

    tan valoradas en la antigua Grecia.69 Al respecto, cuando los hombres de Ciro toman como cautiva a Pantea, ella permanece con la mirada en el suelo y con actitud modesta.70 Con el paso del tiempo, el mejor amigo de Ciro se enamor de esta mujer no slo a causa de su belleza, sino tambin por su .71

    Por su parte, la esposa de Iscmaco manifiesta una conducta reser-vada, ya que desde nia su madre le ense que tena que ser discreta ( ); fue educada para ver, or y cuestionar lo menos posi-ble.72 Sobre esto, en el Discurso fnebre de Pericles se especifica que la mxima gloria de la mujer consiste en que se hable lo menos posible de ella, porque no debe dar pie a elogios ni a vituperios.73 A partir de en-tonces los atenienses fomentaron ms el silencio y la como cualidades femeninas.

    Acerca de su postura ante los placeres, la mujer virtuosa se caracteriza por la . Iscmaco sostiene que la divinidad les concedi tanto al hombre como a la mujer la facultad de practicar dicha virtud.74 En torno a esto, Pantea es un modelo de fidelidad conyugal, pues aunque se encuentra en cautiverio no acepta la propuesta amorosa de Araspas; debido a su lealtad y amor, se suicida sobre el cadver de su esposo Abradatas.75

    En cuanto al atuendo, Jenofonte seala que los espartanos no utili-zan vestidos suntuosos, ya que nada ms se engalanan con el perfecto estado fsico de su cuerpo.76 Acorde con esto, el autor asevera que el propio porte marca la distincin entre la mujer virtuosa y las esclavas, porque su aspecto ms limpio y su manera de vestir con mayor recato la

    69 Cf. Picazo Gurina 2008, pp. 146-147.70 Cf. Cyr., V, 1, 4-5.71 Cf. ibid., V, 1, 18.72 Cf. Oec., VII, 5 y VII, 14. La casada sobresale por su conducta reservada y so-

    segada, propia de una mujer honrada de condicin libre (cf. Gonzlez Almenara 2007, p. 46).

    73 Thuc., II, 45, 2: , , , . .

    74 Cf. Oec., VII, 27. 75 Cf. Cyr., VI, 1, 31-34, y VI, 3, 14-16.76 Cf. Lac., VII, 3.

  • 112 Olivares Chvez / jenOfOnte y su ideal de belleza femenina

    diferencia tambin de las mujeres acicaladas y embusteras.77 Este pasaje coincide con la escena donde la hermosa cautiva Pantea est sentada en el suelo con sus sirvientas y viste igual que ellas, pese a eso los soldados de Ciro de inmediato se dan cuenta de que ella es la seora, gracias a que era ms alta, a su virtud y a su decoro.78

    En Memorables, Jenofonte le atribuye a la mujer decente un aspecto sobrio y un ropaje blanco; mientras la mujer malvada porta un vestido insinuante.79 Al contrario de la actitud pudorosa y recatada de la mujer honorable, la hetera exhibe sus encantos ante los varones; mientras la ciudadana procura pasar inadvertida, la hetera busca llamar la atencin y hacerse visible para conseguir clientes.

    Durante la poca clsica las mujeres respetables llevaban vestidos de lana o sobre todo lino, mientras las heteras utilizaban materiales trans-parentes, como la gasa, teidos de color azafrn. Seguan el estilo de los vestidos jnico o drico.80 Esta ltima clase de mujeres senta una especial predileccin por las prendas de seda

    cuya calculada transparencia permita velar los encantos resaltndolos al propio tiempo. Cuando no haba seda, usaban lino fino de la isla de Amorgos para conseguir el mismo efecto: parecer desnudas a la distancia [...]. Cono-cedoras de la efectividad de la belleza y la coquetera, las hetairas usaron esas armas con ingenio [...]. Lo excesivo y complejo de su arreglo es a veces motivo de crtica en los textos conservados.81

    Por lo que concierne a la indumentaria llamativa utilizada por las he-teras, cuando Dioniso apareca en escena portaba una seductora tnica femenina teida de amarillo anaranjado: krokots.82 La belleza fsica y la

    77 Oec., X, 12-13: , , []. . La vestimenta femenina simboliza, en su aspecto positivo, el honor que, en forma de pdica dignidad, tiene que distinguir a doncellas y esposas (cf. Iriarte 2003, p. 283).

    78 Cf. Cyr., V, 1, 4-5: , .79 Cf. Mem., II, 1, 22. 80 Pomeroy 19993, p. 101. Las ciudadanas tenan que llevar vestimenta adecuada a su

    honorabilidad; la ropa de las esposas, y de todas las mujeres respetables, tena que ser lo ms discreta posible (cf. Gonzlez Almenara 2003, p. 366, n. 866).

    81 Castellanos Moreno 2006, pp. 37-38.82 De krkos, Crocus sativus: azafrn cultivado (cf. Krikova 2008, p. 25).

  • nova tellvs, 331, 2015, pp. 95-118 113

    juventud se asociaban con los distintos tonos del amarillo y del naranja; el amarillo era el color de la seduccin.83 El rojo y el prpura tambin estaban reservados para las heteras.84

    Conclusin: Jenofonte y la genuina belleza femenina

    Si bien a lo largo del Econmico es evidente que para el historiador la belleza fsica natural y la virtud estn estrechamente unidas, la prue-ba contundente se encuentra en Memorables donde, a propsito de la eleccin de Heracles, se le aparecen al joven dos mujeres muy distintas: una encarna a la Virtud, es alta, de bello aspecto y naturaleza noble, adornada con la pureza de su cuerpo, mirada pudorosa, imagen sobria, vestida de blanco y con andar pausado; la otra representa al Vicio, es alta, bien alimentada, robusta y blanda, maquillada para verse ms blan-ca y sonrosada de lo que en verdad era, simulando ser ms delgada, con ojos coquetos y un vestido vaporoso que dejaba ver su cuerpo, fascinada con llamar la atencin de los varones y encantada con contemplar a cada instante su propia sombra, sta no duda en acercarse rpidamente al muchacho.85

    83 Cf. Krikova 2008, pp. 28 y 39. El tinte amarillo-naranja se extraa del azafrn, planta asociada a las mujeres porque era usada para problemas menstruales (cf. Picazo Gurina 2008, p. 60). En la antigedad el azafrn se empleaba como planta medicinal, como tinte y como perfume (cf. Masvidal y Picazo 2005, p. 137).

    84 Cf. Gonzlez Almenara 2003, p. 366, n. 866.85 Mem., II, 1, 22-23: ,

    , , , , , , , , , : , , . , , .

    En un artculo donde se aborda la feminizacin de Narciso, se dice que si la mujer se recrea en una autocontemplacin sin fruto, si no es capaz de engendrar hijos, enton-ces su belleza no encarna la vida sino la muerte. De ah, las asociaciones negativas con la muerte, el paso del tiempo, la fugacidad de la vida, con el tema de vanitas en todas sus derivaciones posibles (Torras 2007, p. 10).

  • 114 Olivares Chvez / jenOfOnte y su ideal de belleza femenina

    A partir de lo anterior, cabe deducir que, para Jenofonte, el maquillaje y los artilugios femeninos proporcionan una falsa hermosura, que no pre-cisamente va acompaada de un carcter virtuoso. Desde esta perspecti-va, la mujer realmente bella es aquella que manifiesta una congruencia entre su belleza natural y su conducta virtuosa.86 La buena presencia fsi-ca es importante porque el cuerpo es el intrprete de las virtudes femeni-nas; por este motivo conviene tener un cuerpo disciplinado y productivo en todos los aspectos, alejado de los vicios y la holgazanera.

    A pesar de que Jenofonte hered varios prejuicios, modifica su pos-tura al tomar en cuenta lo aprendido con Scrates y con los espartanos. Evoca las enseanzas de su maestro, quien valoraba ms la virtud de una mujer real, que la belleza femenina plasmada en una pintura de Zeuxis, rechaza la belleza artificial, porque suele ser engaosa.87 De acuerdo con el filsofo, lo ms seductor, deseable y agradable del ser humano no es su apariencia fsica, sino el carcter del alma:88 es ms grato contemplar seres que denotan caracteres bellos, hermosos y amables, que mirar a quienes se comportan de manera fea, malvada y odiosa.89 Con base en lo expuesto cabe argumentar que para Scrates y su discpulo lo ms rele-vante no es la buena presencia fsica, sino la virtud, la .90

    Desde mi punto de vista, el historiador aprovecha el tema de los cos-mticos para contribuir a la femenina, pues mediante la anttesis entre la mujer virtuosa y la hetera difunde su ideal de bella ciudadana, la mujer , cuya belleza y virtud garantizan la estabilidad, la armona y la continuidad tanto de su casa como de la sociedad.

    86 En Symp., I, 8, Jenofonte afirma que la belleza es regia, siempre y cuando vaya unida al pudor y a la discrecin: , .

    87 Cf. Oec., X, 1. Zeuxis era de Heraclea, en Lucania. Cuando estuvo en Atenas se volvi muy famoso por sus pinturas de hermosas mujeres. Jenofonte tambin lo menciona en Symp., 4, 63, y en Mem., I, 4, 3. Dicho pintor estaba a favor del uso del color para la creacin de sus bellas obras, aqu Jenofonte alude al uso engaoso de las pinturas, entendidas como cosmticos (cf. Pomeroy 1994, pp. 303-304, y Roscalla, en Senofonte 2000, p. 159, n. i).

    88 Cf. Mem., III, 10, 3.89 Cf. ibid., III, 10, 5.90 Oec., VI, 14-17. El Scrates jenofntico sostena que la es el mejor

    perfume (cf. Symp., II, 4). Para un anlisis detallado sobre la esposa de Iscmaco vista como modelo de femenina, cf. Olivares Chvez 2015.

  • nova tellvs, 331, 2015, pp. 95-118 115

    BIBLIOGRAFA

    Fuentes antiguas

    aristOPhanes Comoediae, vol. 2, edition by F. W. Hall and W. M. Geldart, Oxford, Oxford Clarendon Press, 1907.

    euriPidis Fabulae, vol. 2, Gilbert Murray, Oxford, Clarendon Press, 1913.hesOdO, Los trabajos y los das, introduccin, versin rtmica y notas de Paola

    Vianello de Crdova, Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, 2007 (2a. reimp. de 1979) (Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana).

    , Teogona, estudio general, introduccin, versin rtmica y notas de Paola Via-nello de Crdova, Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, 2007 (reimp. de 1978) (Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana).

    hOmerO, Ilada, libros I-XII, introduccin, versin rtmica y notas de Rubn Boni-faz Nuo, Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, 1996 (Biblio-theca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana).

    , Ilada, libros XIII-XXIV, introduccin, versin rtmica y notas de Rubn Boni-faz Nuo, Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, 1997 (Biblio-theca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana).

    , Odisea, prlogo, versin rtmica e ndice de nombres propios de Pedro C. Tapia Ziga, estudio introductorio de Albrecht Dihle, Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, 2013 (Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana).

    jenOfOnte, Recuerdos de Scrates, Econmico, Banquete, Apologa de Scrates, introducciones, traducciones y notas de Juan Zara goza, Madrid, Gredos, 1993 (Biblioteca Clsica Gredos, 182).

    Lricos griegos, elegacos y yambgrafos arcaicos (siglos vii-v a. C.), vol. I, texto y traduccin de Francisco Rodrguez Adrados, Barcelona, Alma Mater, 1956.

    PlutarCh, Plutarchs Lives, english translation by Bernadotte Perrin, Cambridge-London, Harvard University Press / William Heinemann Ltd., 1914.

    senOfOnte, Economico, introduzione, traduzione e note di Fabio Roscalla, saggio di Diego Lanza, testo greco a fronte, Milano, Biblioteca Universale Rizzoli, 2000 (2a. ed.).

    sOPhOCles, Ajax. Electra. Trachiniae, Philoctetes, vol. 2, with an english trans-lation by Francis Storr, LondonNew York, William Heinemann Ltd. / The Macmillan Company, 1913 (The Loeb Classical Library, 21).

    thuCydides, Historiae in two volumes, Oxford, Oxford University Press, 1942.XenOPhOn, Memorabilia, Oeconomicus, translation by E. C. Marchant, Symposium,

    Apology, O. J. Todd, Cambridge, Harvard University Press, 2002 (The Loeb Classical Library).

    , Scripta minora, english translation by E. C. Marchant, Cambridge, Harvard University Press, 1946 (The Loeb Classical Library).

  • 116 Olivares Chvez / jenOfOnte y su ideal de belleza femenina

    XenOPhOn, The Education of Cyrus, english translation by Wayne Ambler, New York, Cornell University Press, 2001.

    Bibliografa especializada

    aPariCiO villalOnga, Catalina, Frin y Teodota: dos modelos en la Atenas Clsi-ca, Taula. Quaderns de Pensament, 41, 2007/2008, pp. 921.

    beltrn almera, Luis, Pandora en la encrucijada de los tiempos, Culturas Po-pulares. Revista Electrnica, 2, mayoagosto, 2006, 9 pp. . [Consulta: 4 de marzo de 2015.]

    brasete, Maria Fernanda, A crtica s mulheres no fr. 7 de Semnides de Amor-gos, en Carlos de Miguel Mora (coord.), Stira, pardia e caricatura: da Antiguidade aos nossos dias, Aveiro, Universidad de Aveiro, 2003, pp. 39-56.

    CamPs-gaset, Montserrat, Mythe classique et image fminine dans le pome de Grgoire de Nazianze, in Francesca Mes-tre and Pilar Gmez (eds.), Three Centuries of Greek Culture under the Roman Empire. Homo Romanus Graeca Oratione, Barcelona, Publicacions i Edicions de la Universitat de Barcelona, 2014, pp. 381-390.

    CastellanOs mOrenO, Ericka, Ecos de Grecia. La designacin, el nombre y la voz de la hetaira en el libro XIII de Ateneo, tesis de Maestra en Letras clsicas, Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, 2006.

    COlOmbani, Maria Cecilia, Mujer-poder y saber. Los pliegues de la arqueologa, VIII Congresso Iberoamericano de Cincia, Tecnologia e Gnero, Brasil, Uni-versidade Tecnolgica Federal do Paran, 5 a 9 de abril, 2010, pp. 1-10.

    difabiO de raimOndO, Elbia Hayde, Belleza fsica femenina en el mito griego: premio o castigo?, ITER Encuentros: La idea de la belleza en la antigua Hlade, XIV, 2006, pp. 69-89.

    dOwden, Ken, Chapter 3. Approaching women through myth: Vital tool or self-delusion?, in Richard Hawley and Barbara Levick, Women in Antiquity: New Assessments, London-New York, Routledge, 1995, pp. 44-57.

    egOsCOzbal, Cristina, Los animales del Yambo de las mujeres de Semnides, Estudios Clsicos, 23, 2003, pp. 7-25.

    esCartn gual, Montserrat, Pandora y Eva: la misoginia judeo-cristiana y griega en la literatura medieval catalana y espaola, Revista de Lengua y Literatura Catalana, Gallega y Vasca, XIII, 2007-2008, pp. 55-71.

    fantham, Elaine, Helene Peet fOley, Natalie bOymel KamPen, Sarah B. POmerOy y H. A. shaPirO, 2. Excursus. Spartan Women: Women in a Warrior Society, in Women in the Classical World. Image and Text, New York-Oxford, Oxford University Press, 1994, pp. 56-67.

    Farmacia Museo Aramburu . [Consulta: 4 de marzo de 2015.]

  • nova tellvs, 331, 2015, pp. 95-118 117

    fernndez, Diana, Vestuario escnico, 2012. . [Con sulta: 4 de marzo de 2015.]

    gal OrOm, Neus, La mimesis de la pintura y la escultura en el pensamiento de Jenofonte, Synthesis, 12, 2005, pp. 1-20.

    garCa rOmerO, Fernando, El deporte femenino en la antigua Grecia, s. d., pp. 124. . [Consulta: 15 de marzo de 2015.]

    gOldhill, Simon, 6. The Seductions of the Gaze: Socrates and his Girlfriends, in Vivienne J. Gray (ed.), Xenophon, Oxford, Oxford University Prees, 2010 (Oxford Readings in Classical Studies), pp. 167-191.

    gmez rOdrguez, Amparo, Lo femenino en el pensamiento y la cultura griega, Ciencia y cultura en la Grecia antigua, clsica y helenstica, ao VII, septiem-bre, 2000, pp. 145-169.

    gOnzlez almenara, Guillermina, La presencia femenina en el mbito privado. Estudio sobre textos griegos de poca clsica (Herdoto, Tucdides, Jenofon-te), tesis doctoral, Universidad de la Laguna, 2003.

    , Las asistentas domsticas en Herdoto y Jenofonte, Fortunatae, 18, 2007, pp. 43-48.

    gOnzlez surez, Amalia, Aspasia y los epitafios, en Eulalia Prez Sedeo (coord.), Conceptualizacin de lo femenino en la filosofa antigua, Mxico, Siglo XXI, 1994, pp. 45-64.

    iriarte gOi, Ana, Fronteras intramuros en El Econmico de Jenofonte, en Pedro Lpez Barja y Susana Reboreda Morillo (eds.), Fronteras e identidad en el mundo griego antiguo. III Reunin de Historiadores (Santiago-Trasalba, 25-27 de septiembre de 2000), Universidade de Santiago de Compostela-Universidade de Vigo, 2001, pp. 267-279.

    , El ciudadano al desnudo y los seres encubiertos en la antigua Grecia, Veleia, 20, 2003, pp. 273-296.

    KOnstan, David, El concepto de belleza en el mundo antiguo y su recepcin en Occidente, Nova Tellus, 30.1, 2012, pp. 133-148.

    KriKOva, Helena S., Historia del traje escnico: Grecia, Acotaciones: Revista de Investigacin Teatral, 21, 2008, pp. 9-46.

    lPez melerO, Raquel, Los secretos de belleza en la antigua Grecia, National Geographic Historia, 80, agosto, 2010, pp. 22-25.

    masvidal, Cristina, y Marina PiCazO, Modelando la figura humana. Reflexiones en torno a las imgenes femeninas de la antigedad, Barcelona, Quaderns Crema, 2005.

    mirn Prez, Ma. Dolores, Los trabajos de las mujeres y la economa de las uni-dades domsticas en la Grecia Clsica, Complutum, 2007, 18, pp. 271-280.

    , Afrodita y las reinas: una mirada al poder femenino en la Grecia helenstica, Feminismo/s, 20, diciembre 2012, pp. 165-186.

    mOlas fOnt, Maria Dolors, V. Prostitutas y adlteras. Cuerpos usados y espri-tus seducidos, en Maria Dolors Molas Font, Sonia Guerra Lpez, Elisabet

  • 118 Olivares Chvez / jenOfOnte y su ideal de belleza femenina

    Huntingford Antigas y Joana Zaragoza Gras, La violencia de gnero en la antigedad, Madrid, Instituto de la mujer, 2006, pp. 109-134.

    OmatOs, Olga, Misoginia en la tradicin literaria griega, Fortunatae: Revista Ca-naria de Filologa, Cultura y Humanidades Clsicas, 4, 1992, pp. 163-181.

    Olivares Chvez, Carolina, La esposa de Iscmaco: modelo de kalokagatha fe-menina, en Vctor Hugo Mndez Aguirre y Martha Patricia Irigoyen Troconis (eds.), Mujeres en Grecia y Roma y su trascendencia: diosas, heronas y es-posas, Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, 2015 (Cuadernos del Centro de Estudios Clsicos, 54).

    PalaCiOs, Jimena, Miradas romanas sobre lo femenino: discurso, estereotipos y representacin, Asparka, 25, 2014, pp. 92-110.

    PaPadOPOulOu-belmehdi, Ioanna, Tejidos griegos o lo femenino en anttesis, Enrahonar, 26, 1996, pp. 25-39.

    Prez miranda, Ivn, Mito, gnero y paideia. Reflexiones desde la Historia An-tigua, Foro de Educacin, 11, 2009, pp. 241-247.

    PiCazO gurina, Marina, Espacios y tiempos de las mujeres griegas en la polis clsica, Duoda. Revista destudis feministes, 9, 1995, pp. 15-26.

    , Alguien se acordar de nosotras. Mujeres en la ciudad griega antigua, Barce-lona, Edicions Bellaterra, 2008.

    POmerOy, Sarah B., Xenophons Oeconomicus: A Social and Historical Commen-tary, New York, Oxford University Press, 1994.

    , Diosas, rameras, esposas y esclavas. Mujeres en la antigedad clsica, traduc-cin de Ricardo Lezcano Escudero, Madrid, Akal, 19993.

    salmOn, Pierre, Grillet, Bernard, Les femmes et les fards dans lAntiquit grecque. Lyon, Centre National de la Recherche Scientifique, 1975, Kroniek. Revue belge de Philologie et dHistoire, 55/4, 1977, pp. 12621263.

    sanChis llOPis, Jordi, Las profesionales del sexo en la comedia griega del siglo iv a. C., Asparka, 25, 2014, pp. 48-67.

    tOO, Yun Lee, The economies of pedagogy: Xenophons wifely didactics, The Cambridge Classical Journal, 47, enero, 2001, pp. 65-80.

    tOrras, Meri, Bellas, sabias, narcisistas, prudentes y vanidosas: feminidades es-peculadas. Una aproximacin al motivo de la mujer ante el espejo, Extravo. Revista electrnica de literatura comparada, nm. 2. Universitat de Valn-cia, 2007, pp. 517. . [Consulta: 14 de marzo de 2015.]

    zaragOza gras, Joana, I. La mujer como sujeto pasivo de la literatura griega, en Maria Dolors Molas Font, Sonia Guerra Lpez, Elisabet Huntingford Anti-gas y Joana Zaragoza Gras, La violencia de gnero en la antigedad, Madrid, Instituto de la mujer, 2006, pp. 15-37.