Jesucristo - Yendo Mas Lejos | Usted ha tomado la … hecho de que los seres humanos cometen...

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Jesucristo Muchas veces, la gente pregunta: “¿Qué es lo que diferencia a Jesús de todos los demás líderes religiosos que hayan vivido jamás?” La Biblia — la palabra autorizada de Dios — deja muy en claro que Jesús fue más que un maestro religioso o un profeta común. Nos dice, en cambio, que Jesús era único. ¿De qué manera era Jesús único? Primero, era único en su persona. No era sólo un hombre inusualmente espiritual. Era más que eso; era Dios en carne humana. Sí; era completamente hombre; pero también era completamente Dios. La Biblia lo expresa de esta manera: “Toda la plenitud de la divinidad habita en forma corporal en Cristo” (Colosenses 2:9, NVI). Esto es lo que celebramos en Navidad – Dios vino a la tierra en forma de hombre. Segundo, Jesús era único en su propósito. ¿Para qué vino a la tierra? Vino por una razón: para salvarnos de nuestros pecados. Como Él mismo dijo: “Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10, NVI). Lo hizo al convertirse en el sacrificio final por nuestros pecados por medio de su muerte en la cruz. Sabemos de su promesa de vida eterna porque Jesús hizo algo que ninguna otra persona ha hecho jamás: resucitó de los muertos. Le invitamos a conocer a Jesús como Él es presentado en las páginas del Nuevo Testamento — y luego a darle su vida a Él.

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Jesucristo Muchas veces, la gente pregunta: “¿Qué es lo que diferencia a Jesús de todos los demás líderes

religiosos que hayan vivido jamás?”

La Biblia — la palabra autorizada de Dios — deja muy en claro que Jesús fue más que un maestro

religioso o un profeta común. Nos dice, en cambio, que Jesús era único.

¿De qué manera era Jesús único?

Primero, era único en su persona. No era sólo un hombre inusualmente espiritual. Era más que

eso; era Dios en carne humana. Sí; era completamente hombre; pero también era completamente

Dios. La Biblia lo expresa de esta manera: “Toda la plenitud de la divinidad habita en forma

corporal en Cristo” (Colosenses 2:9, NVI). Esto es lo que celebramos en Navidad – Dios vino a la

tierra en forma de hombre.

Segundo, Jesús era único en su propósito. ¿Para qué vino a la tierra? Vino por una razón: para

salvarnos de nuestros pecados. Como Él mismo dijo: “Porque el Hijo del hombre vino a buscar y

a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10, NVI). Lo hizo al convertirse en el sacrificio final

por nuestros pecados por medio de su muerte en la cruz.

Sabemos de su promesa de vida eterna porque Jesús hizo algo que ninguna otra persona ha hecho

jamás: resucitó de los muertos.

Le invitamos a conocer a Jesús como Él es presentado en las páginas del Nuevo Testamento — y

luego a darle su vida a Él.

La Biblia ¿De dónde viene la Biblia?

Un mensaje de Billy Graham

La Biblia es, en cierto sentido, como una biblioteca ya que, en realidad, es una colección de

libros. Estos libros fueron escritos a lo largo de muchos siglos, y fueron reunidos gradualmente

hasta adoptar su forma actual. La primera “colección” fue, probablemente, la integrada por los

cinco primeros libros de la Biblia (llamados comúnmente “Torá”, que es la palabra hebrea con que

se designa a la Ley de Dios). Con el tiempo, se agregaron otros libros.

Todo el Antiguo Testamento se terminó unos cuatro siglos antes que llegara Jesús. Solo unas

décadas después de que Jesús ministrara en la tierra, se escribieron los libros del Nuevo

Testamento, que luego fueron aceptados por los cristianos. Pero el hecho más importante en

relación con la Biblia es que Dios supervisó toda su redacción y la ha preservado hasta el tiempo

presente.

La Biblia no es solamente un libro antiguo de sabiduría humana; es la Palabra de Dios, dada a

nosotros para que podamos conocer a Dios. La Biblia dice: “Porque la profecía no ha tenido su

origen en la voluntad humana, sino que los profetas hablaron de parte de Dios, impulsados por

el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:21, NVI). Dios guió a los autores que escribieron los diferentes

libros.

¿Qué lugar ocupa la Biblia en su vida? Dios quiere hablarle por medio de sus páginas; ¿le está

prestando atención? Más que nada, Él quiere que usted llegue a conocerlo descubriendo a

Jesucristo, quien está en el centro de la Biblia.

¿Cómo sabemos que la Biblia es verdad?

Aquí están cinco razones por las que puede confiar en lo que dice la Biblia:

1. La Biblia contiene cuatro evangelios, o libros sobre las Buenas Nueva de Cristo y la salvación.

Los evangelios son Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Los autores sabían mucho sobre el ministerio

de Jesús: Mateo era un recaudador de impuestos que se convirtió en uno de los discípulos de

Jesús, o seguidores, Marcos trabajó con los que comenzaron las primeras iglesias; Lucas era un

médico que investigó cuidadosamente la vida de Cristo y escribió en gran detalle; y Juan

también fue uno de los discípulos de Jesús. Los Evangelios son relatos de testigos oculares del

ministerio de Cristo, históricamente proporcionan detalles precisos y fueron escritas poco

después de que el ministerio de Cristo terminara en la tierra. Fuentes no cristianas y la

arqueología también confirman los hechos históricos que aparecen en los Evangelios.

2. Entre 25,000 y 30,000 copias manuscritas del Nuevo Testamento han sobrevivido hasta hoy.

Padres de la antigua iglesia citaron el Nuevo Testamento tanto que incluso si estas copias

fueran destruidas, casi todos los libros podrían unirse. Algunos críticos dicen que estas copias

contienen miles de variantes, o las diferencias en el texto. Sin embargo, casi todas estas

variantes son de menor importancia, como las diferencias en la ortografía o el uso de “Jesús”

en lugar de “Jehová.” Ninguno de ellos cambian el mensaje central del Nuevo Testamento.

3. Todos los cuatro evangelios hablan del ministerio de Jesús, pero incluyen diferentes detalles.

¿Significa eso que estos cuatro relatos están en conflicto, que no son verdaderos?

Escribieron los autores a diferentes audiencias por diferentes razones. Mateo escribió a los

Judíos para probar que Jesús es el Mesías, el Salvador. Marcos escribió a los Cristianos

Romanos para enfatizar las enseñanzas de Cristo y su corazón para servir a los demás. Lucas

escribió a los Gentiles (no-Judíos) para mostrar que Jesús, al vivir una vida sin pecado, pagó el

precio por nuestros propios pecados. Y Juan mostró a los nuevos creyentes que Jesús es el Hijo

de Dios y aquellos que creen en Él, tengan vida eterna.

Cada autor tiene un estilo diferente de escribir, pero las cuatro cuentas presentan la misma

verdad básica. Los evangelios también incluyen historias vergonzosas, como los discípulos; a

veces no entendiendo las enseñanzas de Jesús. Esos testimonios no se hubiesen utilizado por

aquellos que le llaman Señor si no fuera cierto.

4. Incluso sin las copias del Nuevo Testamento, la gente a lo largo de los siglos han pasado las

historias de Cristo, de boca en boca. Además, habían tantos testigos oculares de las

enseñanzas de Jesús (piensa en alimentación de los 5,000 con cinco panes y dos peces) que un

detalle inexacto puede ser fácilmente aplastado.

5. Dios usó a los escritores para transmitir su mensaje, guiándolos a través de visiones, sueños y

sus propias experiencias. 2 Timoteo 3:16-17 dice: “Toda la Escritura es inspirada por Dios.”

Dios no movió la pluma en la mano del escritor, pero la guió a través del proceso; E inspiró el

texto. El hecho de que los seres humanos cometen errores, no significa que no se puede

escribir documentos verdaderos.

Leer la Biblia

Un mensaje de Billy Graham

La Biblia es grande; tan grande que ni aun el mayor erudito podrá agotar jamás sus riquezas.

¡Pero la Biblia no es solo para predicadores y eruditos! Dios quiere hablarle a usted a través de su

Palabra, y sea usted quien sea, la Biblia puede cobrar vida para usted. Quizá nunca llegue a

comprender todo lo que contiene, pero puede entender algo. Samuel era solo un niño, pero Dios

respondió su sencilla oración: “Habla, Señor, que tu siervo escucha” (1 Samuel 3:9, NVI).

¿Por qué la Biblia continúa siendo un libro cerrado para muchos? Una razón es que no nos damos

cuenta de cuánto la necesitamos. Si yo le sugiriera que deje de comer por unos meses, usted no

me haría caso, y haría bien. Necesitamos comer para sobrevivir, y si no comemos, nos debilitamos

y finalmente, morimos. Pero muchos cristianos están débiles y muertos de hambre espiritualmente

porque no hacen caso del “alimento” espiritual que Dios nos provee en la Biblia. La Biblia no es

opcional; es necesaria. No se puede crecer ni fortalecerse espiritualmente sin ella. Job dijo:

“Guardé las palabras de su boca más que mi comida” (Job 23:12, RVR 1960). ¿Es importante

para usted la Biblia?

¿Cómo puede descubrir el mensaje de la Biblia? ¿Cómo puede la Biblia llegar a ser parte de su

vida?

Aprenda la Biblia por medio de otras personas. Dios les ha dado a algunas personas un don especial

para comprender la Biblia y enseñarla a los demás. La Biblia dice que “en la iglesia Dios ha

puesto…maestros” (1 Corintios 12:28, NVI). Preste mucha atención cuando su pastor predica de

la Biblia. Además, busque una clase bíblica en su iglesia o su comunidad donde se enseñe

fielmente la Biblia. También, busque una emisora radial cristiana en su área (si vive en un país

donde se permite emitir programas religiosos). Algunos de los mejores maestros cristianos en la

actualidad están en la radio. Considere la posibilidad de pasar parte de sus vacaciones en un

centro de conferencias dedicado a la enseñanza de la Biblia. Para muchas personas es útil estudiar

libros devocionales diarios basados en la Biblia. Aunque estudie solo un versículo o dos por día,

Dios puede usarlos para alentarlo.

Uno de los movimientos más importantes de las últimas décadas ha sido la explosión de los grupos

pequeños de estudio bíblico. En todo el mundo, los cristianos se unen para leer la Biblia y

compartir perspectivas. La Biblia dice: “Que habite en ustedes la palabra de Cristo con toda su

riqueza: instrúyanse y aconséjense unos a otros con toda sabiduría” (Colosenses 3:16, NVI).

Jesús prometió: “Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de

ellos” (Mateo 18:20, NVI).

Aprenda la Biblia por su cuenta. Si nunca ha leído la Biblia, o comenzó a leerla una vez y se quedó

atascado, permítame animarlo a descubrir la Biblia por sí mismo. ¿Cómo puede hacerlo?

Primero, acérquese a la Biblia con gozo. ¡La lectura de la Biblia no debe ser una carga, sino un

gozo! Recuerdo vívidamente el día que recibí la carta de Ruth en la que me decía que había

decidido aceptar mi propuesta de matrimonio. Creo que la leí y releí decenas de veces ese día.

Dios quiere hablarnos por medio de la Biblia; de hecho, ella es su “carta de amor” para nosotros.

¿Por qué no acercarnos a ella con gozo?

Después, acérquese a la Biblia con oración y expectativa. Pídale a Dios que le hable por medio de

sus páginas, y espere que lo haga. Esto no significa que cada vez que abramos la Biblia

encontraremos algo nuevo; quizá Dios desee poner de relieve verdades que ya conocemos. Pero

haga suyas las palabras del salmista: “Ábreme los ojos, para que contemple las maravillas de tu

ley” (Salmo 119:18, NVI).

Además, acérquese a la Biblia sistemáticamente. Algunas personas abren la Biblia casi al azar o

simplemente releen pasajes que ya conocen. Aunque Dios, sin duda, puede hablarnos por medio

de cualquier pasaje, también debemos recordar que la Biblia no fue escrita (para ser leída) de esa

forma.

Adquiera el hábito de leer la Biblia como fue escrita: de un libro por vez. Generalmente yo sugiero

que se comience por leer uno de los evangelios, como el de Juan, quizá solo unos párrafos cada

vez. Luego, podrá leer Hechos, que habla sobre los primeros cristianos, o alguna de las cartas del

Nuevo Testamento. Salmos, en el Antiguo Testamento (el “himnario” de la Biblia), ha sido de

bendición para generación tras generación de creyentes, mientras que Proverbios ofrece guía

práctica para la vida cotidiana. Salmos nos enseña cómo relacionarnos con Dios, y Proverbios nos

enseña cómo relacionarnos con los demás.

También, acérquese a la Biblia reflexivamente. En otras palabras, asegúrese de entender lo que

lee. Hace varios años, una mujer me contó que su abuela lee un capítulo de la Biblia por día. Y

agregó: “Pero cuando le pregunto qué acaba de leer, no puede decírmelo. Leer la Biblia es solo un

hábito que aparentemente no modifica nada en ella.”

Concéntrese en lo que el pasaje dice realmente. ¿Qué sucede en ese pasaje? ¿Qué dice acerca de

Dios, o de Jesús, o de la forma en que alguien respondió a Dios?

Finalmente, acérquese a la Biblia obedientemente. Santiago escribió: “No se contenten sólo con

escuchar la palabra, pues así se engañan ustedes mismos. Llévenla a la práctica” (Santiago

1:22, NVI). ¿Le está señalando Dios alguna verdad que usted debería creer, o algo que debería

hacer? ¿Acaso le muestra un pecado del que debe arrepentirse? Recuerde: Dios nunca nos guía a

hacer nada que sea contrario a su Palabra. Pero lo opuesto también se aplica: Dios siempre nos

guía a hacer todo lo que está de acuerdo con su Palabra.

Dios nos dio la Biblia porque quiere que lo conozcamos, lo amemos y lo sirvamos. Más que nada,

nos la dio para que podamos llegar a ser más como Cristo. Haga que la Biblia sea parte de su

vida… y comience hoy mismo.

El Pecado Un mensaje de Franklin Graham

El apóstol Pablo escribió a los romanos que “todos pecaron, y están destituidos de la gloria de

Dios” (Romanos 3:23 RVR60) y que “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23 NVI). El

ángel le anunció a José que el Niño que estaba en el vientre de María sería llamado “Jesús,

porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21).

Cuando Juan el Bautista vio a Jesús que venía a ser bautizado, exclamó: “¡Aquí tienen al Cordero

de Dios, que quita el pecado del mundo!” (Juan 1:29).

La Biblia menciona el pecado con tanta frecuencia por una buena razón: es el pecado, nuestro

pecado, el que nos separa de Dios y, si no se lo soluciona con fe y arrepentimiento, produce

muerte eterna. Enfrentar la verdad acerca de nuestro pecado y sus mortales consecuencias es, en

la Biblia, un requisito previo para recibir a Jesús como Salvador.

Por eso me quedé sorprendido cuando asistí a una conferencia cristiana y uno de los oradores dijo

que no deberíamos mencionar el pecado en nuestras predicaciones porque es ofensivo.

Ciertamente, el pecado es ofensivo, pero la Persona a quien ofende el pecado es el Dios Santo.

Dios odia el pecado. Él se opone eternamente, ferozmente al pecado, y no puede tolerarlo en Su

presencia.

Es por esto que la Biblia pasa tanto tiempo hablando del pecado. Es nuestro problema

fundamental, y si lo pasamos por alto, quedamos librados a nuestros fútiles recursos para

encontrarle solución.

No obstante, por grande que sea el énfasis que la Biblia pone en la realidad y el peligro del

pecado, es aun mayor el peso que le da a la cura para el pecado: la salvación por medio de una fe

personal en la obra expiatoria de Jesucristo en la cruz. El problema del pecado ya ha sido

resuelto. Hay liberación, porque tenemos un Libertador. Hay salvación, porque tenemos un

Salvador. Hay redención, porque tenemos un Redentor.

La Buena Noticia es que Dios perdona el pecado. Él derramó su divina ira contra el pecado

castigando a su propio Hijo en la cruz. “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por

nuestros pecados” (Isaías 53:5, RVR1960). El castigo del pecado —la muerte eterna— fue pagado

por completo cuando Jesús murió en nuestro lugar en el Calvario.

Cuando nos apartamos de nuestro pecado, es decir, reconocemos que nos hemos rebelado contra

Dios y que somos completamente incapaces de salvarnos a nosotros mismos; y acudimos a Dios con

fe, recibimos el regalo gratuito de la salvación. Nada hicimos para ganarlo, porque no podemos.

Lo sorprendente es que Dios no solo quitó nuestros pecados, sino también nos acreditó la justicia

que es de Él. “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros

fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21, RVR1960). Martín Lutero llamó a esto

“el gran intercambio”: nuestro pecado por la justicia de Dios.

El pecado es, ciertamente, una mala noticia. Estamos perdidos, sin esperanza, sin Dios. Pero,

cuando dejamos de lado nuestro orgullo y admitimos nuestro pecado, estamos listos para recibir la

gloriosa salvación de Jesucristo.

La Salvación ¿Qué es la salvación? La salvación significa ser rescatado de la pena del pecado. Todos somos pecadores, y la consecuencia del pecado es la muerte — no solo muerte física, sino también separación eterna de Dios. Para ser salvo de sus pecados, usted debe hacer tres cosas: Pida el perdón de sus pecados; apártese de sus pecados; y crea que Jesucristo — nuestro Señor y Salvador — murió por sus pecados y resucitó de entre los muertos. ¡Si usted ha hecho estas cosas, usted es salvo! Usted tiene la salvación, lo que significa que usted ha aceptado el amor de Dios y el perdón, es adoptado en Su familia y tiene el comunión con Su gente — los Cristianos. ¡Usted es libre del poder de pecado — un niño de Dios! La Biblia le promete la eternidad en el cielo (Romanos 10:9-10). ¿Cómo somos salvos?

Juan 3:16-17 y Juan 10:10 nos hablan del gran amor que Dios tiene por nosotros. Debido a ese amor, Dios quiere que nos acerquemos a Él tal como somos. Anhela que hablemos con Él libremente de nuestros pecados y nuestras necesidades. Dios reveló Su amor por nosotros enviando a Su Hijo, Jesús, para morir por nuestros pecados hace más de 2,000 años. Jesús nos entiende porque Él vivió como un hombre de la tierra durante 33 años. Él vivió una vida libre de pecado y pagó el precio de nuestros pecados ofreciéndose como el sacrificio perfecto en la cruz. Él resucitó tres días después, ascendió a los cielos, donde intercede por nosotros (Romanos 8:34; Hebreos 7:25). ¿Va la gente buena al cielo? Muchas personas creen que ser bueno les permitirá entrar al cielo – que si son agradables, no cometen ningún crimen y tratan de hacer lo correcto, les abre las puertas al reino de Dios. Pero la Biblia dice que todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23). Pecamos, y la pena por el pecado es la muerte (Romanos 6:23). No hay nada que podamos hacer para ganar una entrada al cielo. ¡Pero Dios hizo un camino enviando a Jesucristo para morir para nuestros pecados para tener la vida eterna! Ninguno de nosotros somos bastante buenos para entrar al cielo, pero si invitamos a Cristo a ser parte de nuestras vidas, sabemos que pasaremos la eternidad con Él en el paraíso. No por las cosas buenas que usted ha hecho, sino por lo que Cristo ha hecho por usted (Efesios 2:8). No es por las emociones que usted pueda sentir, sino por lo que la Palabra de Dios dice (1 Juan 5:11-13). Jesús proporciona el único camino a la salvación. Entonces, ¿qué debo hacer? Jesús tiene todo el poder y autoridad sobre el pecado y el mal (Mateo 28:18; Hebreos 2:14-15; 1 Juan 3:8), y por Él también podemos vivir vidas victoriosas. Leemos en 2 Corintios 5:17: “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación: ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!” La Biblia también dice en 1 Corintios 15:57: ¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!” Para ser salvo, admita a Dios que usted es un pecador. Todos somos pecadores, y como Dios es Santo, Él no tolera el pecado. Sin embargo, porque Él le ama, Él perdona nuestros pecados cuando pedimos perdón. No hay nada que podemos hacer para ganar la salvación, es solamente por la gracia de Dios – la gracia inmerecida – que podemos ser salvos. Esto no significa que podemos seguir pecando esperando que Dios nos perdone una y otra vez. Dios es Santo, y nuestro pecado es una rebelión contra su santidad. Ninguno de nosotros es perfecto, y seguiremos pecando, pero la parte importante es que de verdad sentimos arrepentimiento por nuestros pecados y hacemos el mejor esfuerzo para corregirlo. Con arrepentimiento viene la confesión del pecado y el querer cambiar nuestras vidas.

Cuando usted se haya arrepentido de sus pecados, reconociendo a Jesús como su Salvador, dele las gracias a Dios por su amor y por aceptarle a usted. Si nos damos totalmente a Jesús, Él entra en nuestros corazones y vive allí (Apocalipsis 3:20). Estamos con Cristo Jesús, y Él está con nosotros (Juan15:4-7; Gálatas 2:20). Debemos encomendarnos a Él y confiar en Él solo como nuestro Salvador y Señor. Tenga confianza total en la vida eterna por medio de Cristo, y experimente la alegría que viene de

conocerle personalmente.

¿Cómo puedo saber que soy salvo?

Un mensaje por Billy Graham

Algunas personas dudan ser cristianos en realidad. Ellos desean serlo, pero se sienten que están

perdiendo la alegría de la fe cristiana.

La incertidumbre terrible que atormenta a muchas personas nace de la incomprensión de lo que es

la experiencia cristiana. Algunas personas parecen no conocer la naturaleza de la conversión

cristiana, mientras que otros han sido mal informados acerca de la conversión y buscan una

experiencia que no es bíblica. Muchos confunden la fe con los sentimientos.

La fe implica siempre un objeto –es decir, cuando creemos, debemos creer algo. Ese algo yo llamo

el “hecho.” Ahora le voy a dar tres palabras que le ayudarán a entender la vida cristiana: el

hecho, la fe y el sentimiento. Se presentan en este orden, y el orden es esencial. En este orden,

tendrás la alegría y la confianza del aquel que pudo decir: “sé en quién he creído” (II Timoteo

1:12).

En primer lugar, eres salvo por medio de una fe personal en el Evangelio de Jesucristo tal como se

define en las Escrituras. El Evangelio se refiere a la noticia de la muerte y resurrección de Cristo

para pagar el castigo por nuestros pecados, y proporcionar un camino a la vida eterna.

A pesar de que a primera vista podría parecer dogmático e intolerante para ti, el hecho se

mantiene que no hay otro camino para ser salvo de sus pecados que por la gracia de Dios mediante

la fe en Cristo. La obra de Cristo es un hecho, la cruz es un hecho, su tumba es un hecho y su

resurrección es un hecho.

Es imposible creer hasta que exista. El evangelio no llegó a existir porque los hombres y las

mujeres lo creyeron, y la tumba de Cristo no estaba vacía tres días después de su muerte porque

sus seguidores lo creyeron. El hecho precedió la fe. Los cristianos no llaman a la gente a creer en

algo que no es creíble, sino a que crean en el hecho histórico. Confiar en Cristo para su salvación

eterna es confiar en un hecho – no en un producto de la imaginación de alguien.

La fe es la segunda de estas tres palabras. La fe es racionalmente imposible donde no hay nada

que creer. La fe debe tener un objeto. El objeto de la fe cristiana es Cristo. La fe es algo más que

estar de acuerdo con las afirmaciones de Cristo; la fe involucra la voluntad – la decisión de creer

en Cristo. Si dices con su mente y corazón, “Sí, yo creo en Cristo y recibo lo que Él ha hecho por

mí” – que murió por mis pecados – entonces tú tienes vida eterna. La fe, entonces, significa

rendirse y comprometerse con las demandas de Cristo. Significa reconocer el pecado y volverse a

Cristo. Nosotros no conocemos a Cristo a través de los cinco sentidos físicos, pero nosotros le

hemos conocido a través del “sexto sentido” que Dios ha dado a cada hombre y mujer – la

capacidad de creer.

El sentimiento es la última de las tres palabras, y debe seguir siendo la última en su forma de

pensar. Yo creo que los buscadores sinceros y honestos de la salvación de Dios tienen inquietud e

incertidumbre cuando piensan que deben tener algún tipo de emoción para que su conversión sea

una verdadera experiencia. Si estás buscando la salvación como se presenta a través de las

Escrituras, querrás saber qué tipo de experiencia la Biblia dice que debes tener.

Tal vez fuiste al altar de la iglesia, a una sala de información, o te arrodillaste junto a la radio o

la televisión cuando se dio una invitación para recibir a Cristo. Escuchaste el mensaje, y sabías

que eras un pecador en necesidad de un Salvador. En su condición perdida y sin esperanza,

recurriste a Cristo para la salvación. Tú creíste que Él podía e iba a salvarte. Quizás leíste su

invitación a los pecadores: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les

daré descanso” (Mateo 11:28).

He leído atentamente el Nuevo Testamento para ver qué tipo de experiencia podría esperar. He

mirado a ver cuál es la naturaleza de la experiencia de la conversión y, he encontrado que el

Nuevo Testamento revela sólo una: la experiencia de la fe.

Creer es una experiencia tan real como cualquier experiencia, sin embargo, multitudes están en

busca de algo más – alguna sensación eléctrica que traerá una gran emoción a sus cuerpos físicos,

o algún otro evento espectacular. A muchos se han dicho que busquen esas emociones

espirituales, pero la Biblia dice que el hombre es “justificado por la fe” (Romanos 3:28), y no por

el sentimiento. Una persona es salva por confiar en la obra terminada de Cristo en la cruz y no por

las sensaciones corporales y el éxtasis religioso.

Sin embargo, podrías decir: “¿No hay lugar en la fe salvadora para el sentimiento?” Ciertamente

hay lugar para sentir, pero nosotros no somos salvos por tal sentimiento. Cualquier sentimiento

que puede experimentar es el resultado de la fe salvadora, pero el sentimiento nunca salvó una

persona.

Cuando entiendo algo del amor de Cristo por mí como pecador, sin embargo, yo respondo con

amor por Cristo, y el amor tiene sus sentimientos. Los que aman a Cristo también tienen confianza

en Él que los eleva por encima de todo temor.

Tener una conciencia culpable también es un sentimiento, y la Biblia enseña que Cristo limpia la

conciencia: “Si esto es así, ¡cuánto más la sangre de Cristo, quien por medio del Espírisu eterno se

ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de las obras que conducen a la muerte, a

fin de que sirvamos al Dios viviente!” (Hebreos 9:14).

Tener una mala conciencia purificada y ser libre de la constante acusación es una experiencia,

pero no es esta purificación de la conciencia que salva. Es la fe en Cristo que salva. Una

conciencia limpia es el resultado de una relación correcta con Dios.

La alegría es un sentimiento también. Así es la paz interior. El amor por los demás es un

sentimiento. La preocupación por los perdidos es un sentimiento. Pero estos sentimientos no son

la conversión. Una vez más, la única experiencia que puedes buscar y esperar que es la

experiencia de creer en Jesucristo.

Finalmente, alguien podría decir: “Yo creo los hechos históricos del Evangelio, pero nada ha

cambiado para mí. No creo que soy salvo.” Tal vez tú no eres, porque la fe que salva tiene una

cualidad distintiva: La fe salvadora es una fe que produce la obediencia. Es una fe que da lugar a

una forma de vida. Algunos han imitado con éxito esta forma de vida por un tiempo, pero para

aquellos que confían en Cristo para la salvación, esa fe trae consigo el deseo de vivir esa

experiencia interior de la fe. Es un poder que resulta en una vida piadosa.

Vivir cada día con Dios

Cuando venimos a Cristo, la barrera entre nosotros y Dios se cae, y Dios mismo vive en nosotros

por medio de Su Espíritu Santo. En otras palabras, ahora conocemos a Dios y Él a nosotros. Piense

en esto: ¡Tenemos una relación personal con el Dios del universo!

Pero al igual que cualquier otro tipo de relación, tiene que ser alimentada y fortalecida. Si no es

así, se secará y se enfriará, Dios nos parecerá lejano, y ya no pensaremos en Él como nuestro

amigo. Podríamos incluso ir a la deriva en comportamientos que no le honran y nos llevan a la

destrucción. La Biblia advierte: "No amen al mundo ni nada de lo que hay en él. Si alguien ama

al mundo, no tiene el amor del Padre" (1 Juan 2:15, 17).

Valores mundanos son la avaricia, la lujuria y la obsesión por el estatus de uno. Valores divinos

incluyen servir y amar a los demás y la humildad.

¿Cómo podemos aprender a hacer la voluntad de Dios; a caminar con Él todos los días? Piense en

una amistad humana: ¿Cómo nos acercamos a alguien en un nivel humano? Pasando tiempo con esa

persona, debemos: hablar, escuchar, compartir inquietudes y dar una mano cuando él o ella

necesita ayuda.

Lo mismo pasa con Dios. Cuando leemos o escuchamos Su Palabra; la Biblia, Él nos habla. Cuando

oramos, hablamos con él. Y cuando le adoramos y obedecemos, estamos haciendo su voluntad y

participando en su obra.

Los seguidores de Cristo son a menudo llamados discípulos. Una vez que usted decide seguirlo, es

importante comenzar una vida de discipulado, siguiendo sus enseñanzas y compartiendo con los

demás lo que Él ha hecho por nosotros en la cruz. Si no lo ha hecho, trate de organizar su día para

que usted tenga un tiempo especial para pasar a solas con Dios. Asegúrese de no descuidar este

"tiempo de silencio", ya que le dará fuerza y poder para resistir a Satanás (Santiago 4:7), para vivir

por encima de sus circunstancias (Romanos 5:3-5) y llegar a ser un cristiano victorioso (1 Corintios

10:13). También es importante leer diariamente la Biblia; esto le ayudará a madurar

espiritualmente (Colosenses 1:10; Efesios 3:17-19).

Al dar su corazón y su vida a Cristo, crecerá como cristiano. La adoración y la comunión en una

iglesia que predica el Evangelio también son aspectos necesarios para el crecimiento espiritual.

(Vea la sección titulada "Iglesia" para leer más sobre esto.)

Tentación Todo cristiano enfrenta la tentación. ¡Incluso Jesús fue tentado! Entonces, ¿cómo se puede resistir

a la tentación de ceder y, así, mantenerse fuerte?

Piénselo de esta manera: ¿Jugó alguna vez con un par de imanes cuando era un niño? Si es así, se

acordará de que cuanto más se acercaban el uno al otro, más difícil era para separarlos.

La tentación es algo así. Cuanto más uno piensa en ello y cuanto más cerca permitas que esté,

más fuerte será su atracción. De hecho, si usted no tiene cuidado, llegará la hora cuando va a ser

casi imposible alejarse de ello. ¡No dejes que eso suceda!

El primer paso que debe tomar es huir de todo lo que es tentador para ti. Manténgase tan lejos de

ello como sea posible. El apóstol Pablo le dijo a su joven amigo Timoteo, "Huye de las malas

pasiones de la juventud, y esmérate en seguir la justicia, la fe, el amor y la paz, junto con los

que invocan al Señor con un corazón limpio" (2 Timoteo 2:22).

Asimismo, recuerde que nuestros pensamientos son tan importantes como nuestras acciones. De

hecho, Jesús tuvo palabras fuertes para la gente era justa por fuera, pero corrupta por dentro.

Una de las razones es porque nuestras acciones suelen comenzar con nuestros pensamientos. La

Biblia dice: "Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios,

la inmoralidad sexual, los robos, los falsos testimonios y las calumnias." (Mateo 15:19).

No hospeden pensamientos tentadores. Evite todo lo que llena su mente de pensamientos

pecaminosos y llene su mente con cosas buenas al estudiar la Palabra de Dios y orar por dirección.

Por encima de todo, necesita la ayuda de Dios para pelear esta batalla. Si nunca lo ha hecho,

vuelva a Cristo y pídale que entre en su vida. Luego, pídale que llene su corazón con su amor y su

poder para lograr quitar lo que está mal en su vida. Dios ha prometido que "cuando llegue la

tentación, él les dará también una salida a fin de que puedan resistir" (1 Corintios 10:13).

Pídale que le muestre el camino hacia fuera - y luego tómelo.

El Espíritu Santo Un mensaje de Billy Graham

Vivimos en un mundo revolucionario, lleno de luchas. Nos hemos hecho preguntas, hemos llorado y

hemos tratado de encontrar el camino en esta nueva era de la historia.

Vivimos en un mundo que cambia rápidamente, pero en este mundo, podemos estar seguros

sabiendo que Dios tiene todo el control. Solo hay una forma en que podemos sobrevivir y tener

seguridad, y es por medio de Dios. Solo Dios puede salvarnos, y es precisamente eso lo que Él hace

cuando nos entregamos a Jesucristo.

La Biblia dice que debemos “nacer de nuevo” (John 3:7 NVI). Así como hemos nacido

físicamente, podemos nacer de nuevo espiritualmente por medio de la palabra de Dios “que vive y

permanece” (1 Peter 1:23 NVI). Jesús explicó que este nuevo nacimiento, esta regeneración

espiritual, es obra del Espíritu Santo: “El viento sopla por donde quiere, y lo oyes silbar,

aunque ignoras de dónde viene y a dónde va. Lo mismo pasa con todo el que nace del

Espíritu” (Juan 3:8 NVI).

Hay algo de misterioso en este nuevo nacimiento. No podemos entender totalmente cómo nos

llega, pero sabemos que se produce por causa del amor y la gracia de Dios. Se produce a causa de

la muerte y la resurrección de Jesucristo. Se produce a causa de la acción del Espíritu Santo.

Jesús sabe qué hay en los corazones de todas las personas: la enfermedad fatal que causa las

mentiras, los engaños, el odio, los prejuicios, la codicia y la lujuria. Él dijo: “Porque del corazón

salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, la inmoralidad sexual, los robos,

los falsos testimonios y las calumnias. Éstas son las cosas que contaminan a la persona..”

(Mateo 15:19-20 NVI). La Biblia dice que esta enfermedad fatal se llama pecado, y enseña que el

pecador está “muerto” para Dios y, por lo tanto, es necesario un cambio radical en el interior de

cada persona. No es un cambio que podemos ganar, ni algo que podemos hacer por nosotros

mismos; es algo que solo Dios puede hacer en nosotros.

El Espíritu Santo nos da convicción

Uno de los efectos más devastadores del pecado es que nos ciega a nuestra propia condición de

pecadores, y solo el Espíritu Santo puede abrirnos los ojos. Solo Él puede darnos convicción de lo

profundo que es nuestro pecado; solo Él puede convencernos de la verdad del evangelio, y solo Él

puede llevar la convicción de Dios a nuestro corazón. Creo que esto es lo que Jesús quiso decir

cuando afirmó: “Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió, y yo lo

resucitaré en el día final (Juan 6:44).

Sin embargo, la Biblia emite una solemne advertencia en cuanto a resistirse al llamado del Espíritu

Santo: “No va a estar mi espíritu peleando siempre con el hombre” (Génesis 6:3). Sin la

“pelea” del Espíritu Santo, sería imposible que una persona se acercara a Cristo. Sin embargo,

existe el peligro de que nuestro corazón se endurezca de tal manera por el pecado, que ya no

escuchemos la voz del Espíritu. No debemos restarle importancia a la advertencia de la Biblia: “El

que es reacio a las reprensiones será destruido de repente y sin remedio” (Proverbios 29:1).

El Espíritu Santo nos regenera

Junto con el arrepentimiento y la fe, la obra del Espíritu Santo en el corazón del hombre es la

regeneración, que es sinónimo de renovación o nuevo nacimiento: “…él nos salvó, no por

nuestras propias obras de justicia sino por su misericordia. Nos salvó mediante el lavamiento

de la regeneración y de la renovación por el Espíritu Santo” (Tito 3:5). Este es un cambio

aunque los efectos del pecado continúan. El pecador, en su estado natural, está espiritualmente

muerto. En la regeneración, aquello que está muerto recibe vida. El pecador, justificado por Dios

de la culpa de quebrantar la ley, recibe el perdón de todos sus pecados.

La regeneración, como la justificación, es inmediata, y constituye un acto único del Espíritu

Santo, aunque la persona que nace de nuevo puede o no tener conciencia del momento exacto en

que esto sucede. Los teólogos han debatido sobre el preciso instante en que se produce la

regeneración en la vida de una persona. A pesar de algunos puntos en los que no se ponen de

acuerdo, el asunto central queda claro: es el Espíritu Santo el que nos regenera. La regeneración

es una transacción oculta que se produce en el corazón de las personas, y la nueva persona existe

en el interior. La vida divina, que permanece para siempre, está allí. Arrepentimiento y fe van

mano a mano con el nuevo nacimiento.

Usted y yo no podemos heredar la regeneración; más bien, “a cuantos lo recibieron, a los que

creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios” (Juan 1:12). Una persona puede

haber sido bautizada o confirmada en una iglesia, pero eso no significa que haya sido regenerada.

No podemos ser regenerados haciendo buenas obras. Una persona puede ser buena y tener

conducta moral durante toda su vida, y aun así, no saber lo que significa ser regenerada.

No podemos ser regenerados por una reforma; tratando de cambiar tomando nuevas resoluciones.

La Biblia dice que: “todos nuestros actos de justicia son como trapos de inmundicia” a los ojos

de Dios (Isaías 64:6 NVI). Nosotros somos pecadores, muertos en el pecado, y lo que necesitamos

es la vida que solo el Espíritu Santo puede darnos por medio de la regeneración. ¿Ha sido usted

regenerado por el poder del Espíritu de Dios? Solo eso puede darle el nuevo nacimiento espiritual.

Dios envió a su Hijo al mundo para darnos vida nueva. Dios nos ha dado el poder del Espíritu Santo

para producir el nuevo nacimiento espiritual, la regeneración, en nosotros.

El Espíritu Santo nos da seguridad

En el momento en que usted y yo recibimos a Cristo y fuimos regenerados por el Espíritu Santo,

recibimos una nueva naturaleza. Así pues, quienes nacimos de nuevo tenemos dos naturalezas. La

vieja naturaleza viene de nuestro primer nacimiento; la nueva naturaleza viene de nuestro nuevo

nacimiento. Cuando la vieja naturaleza que está dentro de nosotros se afirma, quizás comencemos

a dudar de si realmente hemos nacido de nuevo. Muchas de las viejas tentaciones no han

desaparecido. Aún pecamos. Aún perdemos los estribos a veces. Aún somos soberbios y envidiosos.

Hasta es posible que haya algún pecado en particular que nos acose.

Pero, por la Palabra escrita de Dios y por la callada obra del Espíritu Santo en nuestro corazón,

podemos saber que hemos nacido de nuevo: “El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que

somos hijos de Dios” (Romanos 8:16). Al principio, quizás parezca tonto pensar que Jesucristo,

que murió en una cruz hace 2,000 años, puede transformar su vida hoy por el Espíritu Santo. Pero

millones de cristianos en todos los continentes pueden testificar que Él ha transformado sus vidas.

Me sucedió a mí también hace muchos años… ¡y puede sucederle a usted hoy mismo!

¿Deben los cristianos ser bautizados?

¿Y qué es el bautismo?

El bautismo no es necesario para obtener la salvación, sino que es una señal de obediencia a Dios

y una forma de declarar públicamente la decisión de seguir a Cristo. Él instruyó a sus discípulos en

Mateo 28:19, "hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del

Hijo y del Espíritu Santo."

Recuerde que nada nos puede hacer merecedores de la salvación. La salvación no se trata de

nuestras acciones, sino de lo que Cristo ha hecho por nosotros –el hecho de que Él murió por

nuestros pecados. Debemos reconocer nuestros pecados y arrepentirnos, pero la Biblia dice que

“por gracia ustedes han sido salvos mediante la fe…" (Efesios 2:08). La gracia es el favor

inmerecido de Dios.

Usted recordará el criminal que colgaba en una cruz al lado de Cristo cuando fue crucificado. El

criminal confesó a Cristo como Señor, y a pesar de que no tuvo la oportunidad de ser bautizado, su

lugar en el Cielo fue asegurado (Lucas 23:43). Dios es perfecto, santo, y no hay nada que podamos

hacer para ser lo suficientemente buenos para pasar la eternidad con Él. Todo es cuestión de lo

que Él ha hecho por nosotros.

Al mismo tiempo, cuando confiamos en Cristo y deseamos vivir de la manera que Él quiere, se

mostrará con nuestras acciones. Somos cambiados por su obra en nosotros. El bautismo significa

que nos identificamos con Cristo, es una señal de que Él lavó nuestros pecados al morir en la cruz.

Así como el agua a menudo simboliza la vida en la Biblia, el bautismo es un signo de nuestra nueva

vida en Cristo.

Las iglesias cristianas no siempre están de acuerdo sobre los detalles del bautismo –cómo hacerlo o

cuando, pero están de acuerdo en que es importante. El bautismo nos recuerda que no somos

salvos por nuestras buenas obras, sino por causa de Cristo y lo que Él hizo por nosotros en la cruz.

Como el evangelista Billy Graham ha dicho: "El bautismo es un acto conclusivo de obediencia y

testimonio al mundo de que somos de Cristo."

La Voluntad de Dios Un mensaje de Billy Graham

Ciertamente, creo que Dios tiene un plan para cada uno de nosotros. Muchas personas van por la

vida sin pensar jamás en esto, pero eso no cambia el hecho de que Dios nos puso aquí con un

propósito. En otras palabras, no estamos aquí por casualidad; estamos aquí porque Dios nos puso

aquí. Y nos puso aquí por un motivo: para que lleguemos a conocerlo a Él de manera personal y

luego vivamos como Él quiere que vivamos.

Este es el descubrimiento más importante que usted puede hacer jamás: Usted fue creado para

conocer a Dios y ser su amigo para siempre. Cuando yo era jovencito, mi madre me enseñó estas

palabras tomadas de la declaración de fe de nuestra iglesia: “El propósito principal del hombre es

glorificar a Dios y disfrutarlo por siempre”. Nunca lo he olvidado.

Dios no solo tiene un propósito general para cada uno de nosotros, sino también tiene un plan

específico para cada una de nuestras vidas. Dios sabe todo acerca de usted y tiene un plan para

usted.

Por eso, usted puede orar y buscar la voluntad de Dios cuando debe tomar una decisión, y por eso,

puede estar seguro de que Dios está con usted en cada momento del día. La Biblia dice: “Guíame,

Señor, por tu camino; dirígeme por la senda de rectitud” (Salmos 27:11, NVI). ¿Cómo puede

encontrar el plan de Dios para su vida? El primer paso es entregar su vida a Jesucristo. No

deambule por la vida sin propósito ni dirección, sino, por fe, entregue su vida a Cristo y aprenda a

seguirlo.

El Perdón de Dios Creer que Dios perdona nuestro pecado no siempre es fácil. Pero si usted ha entregado

sinceramente su vida a Jesús y confía solo en Él para su salvación, entonces, Dios ha prometido

perdonarlo; y Él no puede mentir. La Biblia dice: “Y el testimonio es éste: que Dios nos ha dado

vida eterna, y esa vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida…” (1 Juan 5:11-12,

NVI). ¡Esto lo incluye a usted! La clave es no depender de sus sentimientos, sino de los hechos; el

hecho de la muerte y la resurrección de Jesús por usted, el hecho de que usted se ha entregado a

Él, el hecho de que Dios prometió perdonarlo. Los sentimientos y las emociones van y vienen, y

pueden engañarnos.

Los hechos de la Palabra de Dios, sin embargo, no cambian. Puedes confiar en ellos. No se

concentre en lo que siente, sino en Jesucristo y en lo que Él ha hecho por usted. Imagine, por un

momento, que usted tiene un pariente muy rico, y un día recibe un llamado de un abogado que le

dice que esa persona murió y le ha dejado una herencia de un millón de dólares. ¿Qué haría usted?

Podría decir: “Oh, esto no puede ser verdad”, pero… ¿sería sensato hacerlo? En cambio,

probablemente, usted aceptaría por fe lo que el abogado le dice, y comenzaría a actuar en

consecuencia.

En un sentido mucho mayor, Jesucristo le ofreció un regalo; “el regalo de la salvación”, y usted lo

aceptó. Ahora, ¡actúe en consecuencia! Comience dándole gracias por salvarlo y perdonarlo,

luego, trate de vivir para Él cada día.

La Iglesia La gente pregunta: “¿Por qué es importante la iglesia? ¿Por qué debo ir a la iglesia cuando he sido

salvo?”

La Biblia anima a los creyentes, tanto viejos como nuevos, a que “crezcan en la gracia y en el

conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 3:18 NVI). El primer paso de

este proceso es involucrarse activamente en el ministerio de una iglesia local.

Todos los cristianos son miembros del cuerpo de Cristo. Es la voluntad de Dios que los cristianos se

reúnan como un cuerpo espiritual a nivel local, algo que han estado haciendo desde hace 2,000

años. Varias cartas del Nuevo Testamento fueron escritas a grupos locales de creyentes ubicados

en diferentes lugares del Imperio Romano. El escritor de Hebreos 10:25 amonestó a los seguidores

de Cristo del primer siglo: “No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos,

sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca”

(Hebreos 10:25 NIV).

Ningún énfasis en la importancia de la comunión en la iglesia es excesivo. Hay algo en la comunión

dentro del grupo de creyentes en la iglesia local que es único y no se puede encontrar en ninguna

otra parte. Si una brasa cae fuera del fuego, pronto se enfría. El mismo principio se aplica en el

sentido espiritual. Restarle importancia a la comunión en la iglesia es renunciar al aliento y la

ayuda que nos brindan otros cristianos. Nos reunimos para compartir nuestra fe y fortalecernos

unos a otros en el Señor.

La Oración ¿Alguna vez se ha preguntado qué es la oración? Orar es, simplemente, hablar con Dios. Él nos ama

y ha prometido escucharnos cuando oramos. ¿Cómo podemos aprender a orar? Primero,

entendamos por qué es posible la oración.

Es posible orar porque Jesucristo quitó la barrera que se interponía entre nosotros y Dios, una

barrera levantada por nuestros pecados. Es que el pecado nos separa de Dios, y por ello, no

tenemos derecho a acercarnos a Él. Pero, muriendo en la cruz, Cristo pagó el castigo por nuestros

pecados y quitó esa barrera.

Después, cuando entregamos nuestra vida a Cristo, Dios nos da el privilegio de entrar en su

presencia. La Biblia dice: “Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para

recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos”

(Hebreos 4:16, NVI). Si usted nunca lo ha hecho, pídale a Cristo que entre en su vida hoy.

Después, comprenda que Dios ahora lo recibe en su presencia y promete escucharlo. La Biblia

dice: “Ésta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que si pedimos conforme a su

voluntad, Él nos oye” (1 Juan 5:14, NVI). Confíe en sus promesas y aprenda a llevar cada una de

sus preocupaciones delante de Él en oración.

El Testimonio Dar testimonio es una parte vital de la vida cristiana. La Biblia enseña que el verdadero creyente

desea compartir con otros lo que Dios ha hecho por él. (Lea Juan 4:28-30, 39-42 y 1 Juan 1:1-4.).

Dios nos ordena que seamos testigos de Él y nos da el poder para serlo (Mateo 4:19; Hechos 1:8).

Nuestro testimonio puede no siempre ser aceptado, pero por el Espíritu Santo podemos recibir

poder para vivir una vida cristiana victoriosa y servir a Cristo eficazmente. (Lea Efesios 5:18 y

Lucas 11:13.)

A continuación le damos algunas sugerencias que pueden ayudarle a llevar a otras personas a

Cristo:

Viva consecuentemente una vida centrada en Cristo (Mateo 5:17)

Sea buen amigo y sepa escuchar

Ore para que el Espíritu Santo le dé oportunidades para testificar y prepare a la otra

persona para que reciba la Palabra de vida (Juan 16:7-11)

Y no sea soberbio ni sermonee al otro. Usted debería orar diariamente por las personas

que tiene en su lista de oración y pedir a Dios sabiduría al hablarles de Cristo (Lea Santiago

1:5; 3:17.).

El Evangelio De un sermón por Roy Gustafson

Al aprender más acerca de Dios o compartir con otros acerca de Él, usted podría preguntarse qué

significa exactamente la palabra "evangelio". Y ¿cómo se puede entender? Aquí hay 10 cosas que

usted debe saber sobre el Evangelio.

1. La definición

¿Qué es el Evangelio? En I Corintios 15:1-5, el apóstol Pablo escribió: "Ahora, hermanos, quiero

recordarles el evangelio que les prediqué, el mismo que recibieron y en el cual se mantienen

firmes. Mediante este evangelio son salvos, si se aferran a la palabra que les prediqué. De otro

modo, habrán creído en vano. Porque ante todo les transmití a ustedes lo que yo mismo

recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que

resucitó al tercer día según las Escrituras, y que se apareció a Cefas, y luego a los

[discípulos]." Cristo se les apareció a otros, pero el punto principal es que Él murió por nuestros

pecados y resucitó para que pudiéramos tener vida eterna.

2. Es muy sencillo

Se cuenta muy rápido de que el Evangelio se compone de dos partes: en primer lugar, Cristo murió

por nuestros pecados, en segundo lugar, Cristo resucitó de entre los muertos.

3. No es una religión

La religión es la búsqueda de Dios por el hombre. El Evangelio es el Dios busca hombres y mujeres

perdidos a través del Salvador Jesucristo. La religión sólo puede producir una reforma exterior, el

Evangelio crea una transformación interna.

4. Es gratis

Nadie puede comprar la salvación. Se presenta como un don gratuito; por la gracia de Dios a

través de la fe en Cristo.

5. Es para todos y cada uno

Es llamado el "Evangelio de nuestra salvación", porque es "poder de Dios para la salvación de

todos los que creen" (Romanos 1:16).

6. Le hará libre

Es llamado el "Evangelio de la paz", ya que, por medio de Cristo, se hace la paz entre el pecador y

Dios. Cristo es el puente para llevarnos a Dios.

7. Sucedió una vez para siempre

Cristo murió una vez por nuestros pecados. Fue un evento singular y proporciona una manera de

tener vida eterna hoy y para siempre.

8. Es único

La diferencia fundamental entre la fe sobrenatural y otras religiones del mundo es la resurrección

de Jesucristo de entre los muertos.

9. Su propósito se ha cumplido

Un joven pastor le preguntó a una anciana que estaba por morir si ella había hecho algo para estar

en paz con Dios. "No, yo no necesito hacer nada para estar en paz con Dios, y no tengo miedo de

morir", dijo. "Ya ves, yo no necesito hacer algo porque Jesús lo hizo hace 2.000 años, a través de

la sangre de su cruz, y yo simplemente estoy descansando en aquello que Él hizo. "

10. Usted lo puede recibir

Si usted va a recibir a Cristo, Él le recibiré, y usted encontrará que este Evangelio, que nos habla

de Su muerte, sepultura y resurrección, es el poder de Dios para la salvación eterna.

"Más a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de

Dios." (Juan 1:12).