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1 JESÚS DE NAZARET. APROXIMACIÓN HISTÓRICA Y PASTORAL. ÍNDICE. 0. Introducción: ¿Qué es la Cristología? 1. Balance de los logros de la reflexión cristológica en los últimos años. 2. Los nuevos escenarios de la Cristología: Ø Cultural Ø diálogo interreligioso Ø la nueva conciencia ecológica Ø la revolución feminista Ø el horizonte ético Ø la nueva investigación histórica de Jesús de Nazaret. 3. La Resurrección de Jesucristo como punto de partida. 4. Conocer a Jesús a través del seguimiento. 5. Los títulos cristológicos asignados a Jesús: Ø Mesías Ø Hijo del hombre Ø Sumo sacerdote Ø Señor Ø Hijo de Dios. 6. Las causas de la muerte de Jesús. 7. Prioridad teológico-pastoral de la pneumatología hoy.

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JESÚS DE NAZARET.

APROXIMACIÓN HISTÓRICA Y PASTORAL. ÍNDICE.

0. Introducción: ¿Qué es la Cristología?

1. Balance de los logros de la reflexión cristológica en los últimos años.

2. Los nuevos escenarios de la Cristología: Ø Cultural Ø diálogo interreligioso Ø la nueva conciencia ecológica Ø la revolución feminista Ø el horizonte ético Ø la nueva investigación histórica de Jesús de Nazaret.

3. La Resurrección de Jesucristo como punto de partida.

4. Conocer a Jesús a través del seguimiento.

5. Los títulos cristológicos asignados a Jesús:

Ø Mesías Ø Hijo del hombre Ø Sumo sacerdote Ø Señor Ø Hijo de Dios.

6. Las causas de la muerte de Jesús.

7. Prioridad teológico-pastoral de la pneumatología hoy.

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Observaciones. A menudo se suele hacer una lectura demasiado dogmática de la figura de Jesucristo. Surge el dilema sobre el abismo que hay entre lo que hemos estudiado en la cristología y lo que tenemos que predicar para que el pueblo nos entienda. ¿Hasta dónde podemos hablar de Jesús? ¿Cómo remover nuestra formación para no hacer una división entre cristianos expertos y otros que viven creyendo literalmente lo que oyen sobre Jesús? Para san Agustín la teología es el intento de comprender aquello en lo que ya se cree. Jesús es el Cristo tanto del nuevo como del antiguo testamento. La pregunta inicial no debería ser para qué vino Jesús (soteriología), sino ¿Quién fue Jesús? (historia), ¿Qué testimonios tenemos de él? Analizaremos su condición judía, que es en lo que más se ha centrado el método histórico-crítico. Ello facilita mucho el diálogo con el judaísmo. Martin Buber (1075-1965), el gran filósofo existencialista judío afirmaba que la fe de Jesucristo nos une, pero que la fe en Jesucristo nos separa. Cuanto más descubramos la condición humana de Jesús, más descubriremos lo que puede hacer Dios.

Tendríamos que comenzar el credo desde el misterio de la resurrección, pues sólo desde este misterio se comprenden todos los demás. El pasaje de los discípulos de Emaús es esclarecedor en este sentido. Ningún historiador entra en la resurrección, se quedan en la muerte y sepultura. Nadie es testigo directo e inmediato del hecho histórico de la resurrección. Se trata de un acontecimiento meta histórico que tiene efectivamente consecuencias históricas. Profetas como Jesús han habido muchos a lo largo de los siglos y en diferentes tradiciones, pero la resurrección es un rasgo distintivo de él. Todas las religiones creen en la vida del más allá. Quitar la esperanza de las religiones suponer reducirlas a un compendio de normas éticas.

El misterio trinitario de Dios es simple. Dios no sería Dios sin el otro, por ello es trino. Es el Espíritu santo quien actualiza a Jesús. En GS 22 se nos recuerda que Jesús es una persona que da sentido, que nos hace ser distintos y nos revela nuestra propia humanidad. Cristo, el Hombre nuevo. En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Porque Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir, es decir, Cristo nuestro Señor, el nuevo Adán. En la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, Cristo manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación. Nada extraño, pues, que todas las verdades hasta aquí expuestas encuentren en Cristo su fuente y su corona.

El que es imagen de Dios invisible (Col 1,15) es también el hombre perfecto, que ha devuelto a la descendencia de Adán la semejanza divina, deformada por el primer pecado. En él, la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada también en nosotros a una dignidad sin igual. El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado. Cordero inocente, con la entrega libérrima de su sangre nos mereció la vida. En él Dios nos reconcilió consigo y con nosotros; y nos

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liberó de la esclavitud del diablo y del pecado, por lo que cualquiera de nosotros puede decir con el Apóstol: “El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal 2,20). Padeciendo por nosotros, nos dio ejemplo para seguir sus pasos y, además abrió el camino, con cuyo seguimiento la vida y la muerte se santifican y adquieren nuevo sentido. El hombre cristiano, conformado con la imagen del Hijo, que es el Primogénito entre muchos hermanos, recibe las primicias del Espíritu (Rom 8,23), las cuales le capacitan para cumplir la ley nueva del amor. Por medio de este Espíritu, que es prenda de la herencia (Ef 1,14), se restaura internamente todo el hombre hasta que llegue la redención del cuerpo (Rom 8,23). Si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos dará también vida a vuestros cuerpos mortales por virtud de su Espíritu que habita en vosotros (Rom 8,11).

Urge al cristiano la necesidad y el deber de luchar, con muchas tribulaciones,

contra el demonio, e incluso de padecer la muerte. Pero, asociado al misterio pascual, configurado con la muerte de Cristo, llegará, corroborado por la esperanza, a la resurrección. Esto vale no solamente para los cristianos, sino también para todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón obra la gracia de modo invisible. Cristo murió por todos, y la vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, la divina. En consecuencia, debemos creer que el Espíritu santo ofrece a todos la posibilidad de que se asocien a este misterio pascual.

Este es el gran misterio del hombre que la Revelación cristiana esclarece a los fieles. Por Cristo y en Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte, que fuera del Evangelio nos envuelve en absoluta oscuridad. Cristo resucitó; con su muerte destruyó la muerte y nos dio la vida, para que, hijos en el Hijo, clamemos en el Espíritu: Abba!,¡Padre!

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INTRODUCCIÓN. ¿Qué se entiende por cristología? Tratado teológico que reflexiona sobre el significado de Jesucristo para la fe cristiana. Conocimiento personal en torno a Jesús que nace de una relación, también personal, con él. Se trata de responder a la pregunta ¿Quién decís que soy yo? y de averiguar cómo Jesús llegó a ser llamado “Mesías” o “Cristo” y qué significado tenían en aquél momento esas denominaciones. A Jesús se le llamó de muchas formas: “rabí”, “profeta”…etc ¿Qué significados tenían aquellas palabras y qué significados tienen hoy? Como ya sabemos la cristología tiene dos dimensiones:

a) Ascendente: Parte desde abajo valorando a Jesús sin incluir necesariamente su divinidad (Maestro, mesías, profeta…)

b) Descendente: Parte desde arriba y comprende algún término en relación con su divinidad (sobretodo en el evangelio de Juan): “Señor, hijo de Dios, Dios”.

Es importante reseñar que ambas dimensiones están contenidas en todos los

evangelios y en todo el nuevo testamento. Es decir, en un mismo evangelista es posible encontrar tanto la cristología ascendente como la descendente, aunque en dicho evangelio esté acentuada una más que la otra. Un ejemplo de ello lo tenemos en Lc 1,35 y 3,22 comparándolo con Lc 7,16.

La fe cristiana clásica sistematizada en el siglo IV nos dice que Jesús es igual al Padre, pero no nos dice cómo muchos creyentes del siglo I habían llegado a esa conclusión. Lo que ocurre en el concilio de Calcedonia era imposible que ocurriera en el siglo I. Es verdad que una formulación del dogma no puede contradecir al nuevo testamento, pero precisamente en los primeros tiempos no se hicieron las preguntas que ahora nos planteamos; una formulación dogmática puede haber ido más allá de lo que estaba claramente afirmado en tiempos del nuevo testamento. La dogmática y la escritura tienen que trabajar juntas. Hay un proceso evolutivo y contextual sin el cuál la figura de Jesús queda desdibujada y aparece de forma sesgada. Se trata de combinar de forma armónica y equilibrada dos métodos fundamentales:

a) La hermenéutica del método histórico-crítico que nos lleva a una lectura en contexto.

b) La hermenéutica del canon bíblico nos lleva a una lectura espiritual. Un paso fundamental es reconocer que la fe supone una evolución. La fe es fruto de un proceso, no un acontecer repentino que aparece al margen de las leyes naturales que rigen nuestra condición natural y humana. El pensamiento religioso cristiano, al implicar la comprensión de Jesús por seres humanos, se desarrolló y estuvo sujeto a cambios como cualquier otro pensamiento humano. Cierto que los cristianos sostienen que hubo una revelación divina sobre la identidad de Jesús, pero eso no quiere decir que los creyentes entendieran la revelación en su totalidad o de una sola vez. El hecho de confesar que Jesús era el Mesías, el Hijo de Dios vivo, porque el Padre de Jesús que está en los cielos se lo había revelado (Mt 16), no se contradice con una comprensión de la fe que respete las reglas del entendimiento humano, siempre en evolución. No olvidemos que se llega a la fe a través de un proceso.

¿Por qué hay que recuperar a Jesús de Nazaret? ¿No existe una cierta tendencia a ignorar a Jesús? “No es lo mismo aceptar a Cristo en quien se puede creer (hasta los

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demonios creen) que al Jesús a quien hay que seguir”. (Jon Sobrino). Hay que volver a Jesús como renovación de la Iglesia. “Optar por Jesús exige optar por la libertad y no desear seguridad”. (Christian Ducoq en “Jesús hombre libre”). Sin Jesús de Nazaret desaparece lo central del cristianismo, desaparecen las bienaventuranzas.

¿Ha habido una irrupción de Jesús en la Iglesia? La irrupción de Jesús lleva a una opción clara por los pobres, la praxis de su liberación, cargar con su miseria… Lleva a replantearnos por qué Jesús acaba así. No sólo hay un elemento soteriológico, sino también una realidad histórica. Esto hace reinterpretar el martirio. Pasar de un martirio que proviene sólo del odio a la fe, a incluir el martirio por causa del odia a la justicia y la defensa de los pobres. Muchos han muerto por ser la voz de los que no tienen voz.

La verdadera cristología nos debe llevar a la centralidad de la cruz para comprender a Jesús de Nazaret. Sin la cruz los relatos serían un relato sin coherencia, y el estilo de Jesús se queda deslucido. Sin la cruz, la misión de los cristianos se aburguesa, puede ser domesticada e incluso hipócritamente aplaudida. Sin la cruz también se desvirtúa el anuncio central de la resurrección. Pedro repetirá machaconamente en el libro de los hechos “a quienes vosotros crucificasteis injustamente, Dios lo resucitó”. Insiste en que Jesús no murió sino que lo mataron. Sin la cruz, la resurrección sería la reviviscencia de un cadáver, mostraría un poder de Dios apabullante, pero no mostraría la justicia que Dios hace a una víctima.

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TEMA 1.

BALANCE DE LOS LOGROS DE LA REFLEXIÓN CRISTOLÓGICA

EN LOS ÚLTIMOS AÑOS.

“El desarrollo de la labor teológica de los últimos tiempos ha suscitado ya la esperanza de que con él se están poniendo los fundamentos de una época cristológica” (A. Grillmeier, Cristo y la tradición cristiana, Ed Sígueme. Salamanca 1997). El concilio provocó una riqueza, una recuperación de los santos padres y una revalorización de la biblia. También desde las ciencias humanas se ha aportado mucho al conocimiento de Jesús. La recuperación de la humanidad completa de Jesús es uno de los logros más decisivos. Tal recuperación no pone necesariamente en cuestión la confesión de fe en su condición divina, sino más bien ayuda a precisar su alcance y significación, al demandar que la afirmación de la divinidad no se haga nunca a costa de reducir de forma ilegítima su condición de ser humano. Hemos descubierto la religiosidad, la vida mística de Jesús. “Jesús, el hombre viviente” Schilebeckx.

El teólogo Karl Rahner advirtió con preocupación que buena parte del pueblo cristiano era inconscientemente monofisista al negar de hecho la humanidad de Jesús por considerarla enteramente absorbida por su divinidad. El peligro del monofisismo estriba en alejar a Jesús de nosotros, arrojarlo a la esfera del mito, incapacitarnos para asumir lo que los relatos evangélicos nos dicen de él y también, en consecuencia, para forjarnos una espiritualidad cristiana concebida fundamentalmente como espiritualidad del seguimiento. El auténtico desafío de la cristología actual no radica ya tanto en descubrir que Jesús es realmente hombre, sino en descubrir qué tipo de hombre es Jesús. Mientras se nos escape hacia lo universal y lo abstracto, el discurso sobre Jesús acabará acomodándose a nuestros prejuicios, sin cambiarnos ni cambiar nada, porque lo abstracto permanece cualesquiera que sean las circunstancias históricas. Sólo la particularidad de Jesús, su conducta concreta en sus circunstancias, es verdaderamente reveladora.

Veamos algunos logros de la investigación histórico crítica más recientes sobre Jesús. Dentro de los aportes de dicha investigación podremos señalar los siguientes:

v la preocupación por reintegrar a Jesús en su hogar de origen, arraigándolo así en el seno de su pueblo judío y rechazando el perfil antijudío de Jesús.

v Un mejor conocimiento del contexto socio-histórico en el que vivió Jesús, especialmente Jerusalén y Galilea, gracias a las últimas investigaciones arqueológicas.

v Una mayor atención a la literatura apócrifa judía y cristiana. Algunos investigadores recientes, especialmente J.D Crossan, conceden especial importancia al evangelio de Tomás, encontrado en la localidad egipcia de Gag Hammadi.

v La existencia de numerosos estudios sobre Jesús desde una perspectiva multidisciplinar. En ellos se concede un papel importante a los datos que pueden proporcionar las ciencias sociales, sobre todo la sociología y la antropología cultural.

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Queremos conocer al Jesús real e histórico que nos transmiten los evangelios, otros

textos no cristianos y los apócrifos, sobretodo el evangelio de Tomás. El conocimiento de Jesús hombre nos ayuda a profundizar en nuestra fe.

Las raíces de Jesús. Tiene su interés porque nos acerca a lo terreno, humilde, sencillo de Jesús. Nos acerca a Dios mismo. Nace hacia final del reinado de Herodes el Grande, que murió en el año 4 a.C, así lo sugerirían las historias (legendarias y simbólicas) de los magos y la matanza de los inocentes (Mt 2, 1-23) así como Lc 1,5. El año cero lo calculó mal un monje (Dionisio el exiguo) del siglo VI d.C a partir de la compilación de noticias: Lc 3,1… Lc 3,23ss. Todos estos textos son post-pascuales, aunque existe un rastro histórico. Dionisio entendió que Jesús tenía 30 años cuando inició su actividad profética (año 15 de Tiberio). La noticia de Lc 2,1 según la cual Jesús habría nacido durante el censo de Quirino no hace más que complicar el asunto…

Duración de su actividad.

Lucas sitúa en el año 15 de Tiberio la predicación de Juan y el inicio de la actividad pública de Jesús; ese año corresponde al 28 o 29 d.C. Jesús tendría entre 33 o 35 años. Su ministerio duró entre año y medio según los sinópticos y dos y medio o tres según Jn. Su actividad pública fue extremadamente breve. Seguramente tuvo contacto con grupos judíos antes de lanzarse a predicar el reino de Dios. Lo único casi seguro es la fecha de su muerte. El año 30, un viernes (Mt 15,42). Era el día de la preparación de la pascua y estaba comenzando el sábado (Lc 23, 54; Jn 19,31).

El marco geográfico.

El marco geográfico de Jesús está delimitado por estos tres nombres: Nazaret, Cafarnaúm y Jerusalén. Toda tradición evangélica coincide en afirmar que Jesús procedía de Nazaret. Marcos y Juan presuponen implícitamente que Jesús nació allí (Mc 1,24; 10,47; 14,67; 16,6) y califica a Nazaret como su pueblo (Mc 6,1). Felipe dice a Natanael (Jn 1,45): “Es Jesús, el Hijo de José, el de Nazaret”. El hecho de que procediese de Nazaret le restaba credibilidad a los ojos de los jefes judíos (Jn 7, 52). Sin embargo, las tradiciones de Mt y Lc refieren que nació en Belén. Son prácticamente los dos únicos lugares donde el NT lo indica. Estos datos provienen de tradiciones independientes. Mt y Lc no se copian sino que recogen cada uno por su lado una tradición que necesariamente es anterior a ambos. Pero incluso Mt y Lc en todos los demás lugares hablan de “Jesús de Nazaret”. El único lugar del NT fuera de los relatos de la infancia donde aparece Belén es Jn 7, 42 que se trata de un texto muy ambiguo.

¿Cómo pudo surgir, entonces, la tradición de que era de Belén? Belén, en la tradición bíblica, es la ciudad de David y existía la creencia de que el mesías, el hijo de David, debía de nacer en Belén. La tradición sobre el nacimiento de Jesús en Belén habría nacido seguramente a partir de la fe en un Jesús que es Mesías y por tanto el hijo de David. Belén es pues una ficción teológica que proviene de una interpretación posterior. Jesús nació seguramente en Nazaret. Era un poblado judío que se alzaba sobre

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una ladera montañosa de Galilea. El poblado era de tan escasa relevancia política y económica que nunca aparece en las fuentes. ¿Perdemos la carga espiritual que tiene Belén? No, pues sigue teniendo un sentido teológico y simbólico que es imprescindible. Lo importante no es dónde se nace físicamente, sino lo que Jesús nos hace soñar y esperar.

¿Qué formación recibió Jesús? Jesús a pesar de ser de familia pobre, parece probable que supiese leer. Aparece en el evangelio enseñando y discutiendo sobre la escritura. Jn 7, 15. Dentro de su familia Jesús habría recibido una formación religiosa intensa y profunda, incluido el aprendizaje del hebreo bíblico, al menos para leer. La lengua hablada era el arameo, que se parecía al hebreo como el español al latín. Además de José, tal vez la sinagoga de Nazaret desempeñó una labor alfabetizadora. Se puede suponer que ya en aquella época funcionara una especie de escuela elemental religiosa, aunque no hay certeza. Jesús procede de un ambiente campesino pero es capaz de leer las escrituras, situándose por encima del nivel cultural del mundo grecorromano de la época. Habla arameo, conocía el hebreo y seguramente también el griego. Que era carpintero sólo se cita en Mc 6,3. Un “manitas” de todo. En Mt 13, 55, copia de Mc, también se dice que era el hijo del carpintero. ¿Cómo habrían inventado los cristianos algo así? El carpintero (teknon) fabricaba y arreglaba aperos. En realidad era un artesano. Su vida cotidiana era humilde pero no era una pobreza humillante; no era ni más ni menos pobre que el resto del pueblo. Vive una situación difícil sin llegar al extremo de la pobreza del jornalero que sólo ganaba para vivir el día que trabajaba.

La familia de Jesús. El nombre de Jesús significa “Dios ayuda”. Su nombre es ya toda una cristología. Es un nombre común en aquella época. El historiador Flavio Josefo menciona en sus escritos unos 20 personajes llamados Jesús; al menos 10 de ellos pertenecen a la época de Jesús de Nazaret. Por lo tanto, tuvo un nombre muy común. También podemos ahí encontrar una lección. Los nombres de sus familiares más próximos recuerdan a los patriarcas, al éxodo de Egipto y a la entrada en la tierra prometida. Este hecho tampoco es casual.

Su padre se llamaba José, nombre de uno de los 12 hijos de Jacob. Su madre Myriam, el nombre de la hermana de Moisés. Sus cuatro hermanos se llamaban Santiago (Jacob), José, Simón (Simeón) y Judas (Judá). Todos estos nombres son reveladores de la atmósfera que respiraba Jesús entre los suyos. Pero Jesús llegará a una concepción de la familia muy comprometida y delicada en su época, superando el sentido endogámico que tenía en aquella época. Empieza a reconstruir su familia desde los que estaban rechazados en el sistema. Algunos autores señalan que este “exceso” pudo pesar a la hora de su muerte.

Surge ahora una pregunta importante: ¿Tuvo Jesús hermanos? ¿De dónde sacamos eso? Esta cuestión no es una invención moderna. Lo dicen muchos textos del nuevo testamento y el mismo historiador Flavio Josefo. El evangelista Mc nos da incluso los nombres (Mc 6,3). Cuatro hermanos y más de una hermana. Ver también (Mt 13, 55-66). ¿Serán primos hermanos o hermanastros, hijos de un matrimonio anterior de José como dice la tradición ortodoxa? Si eran hijos de María, ¿Dónde queda

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su virginidad? ¿Y si llegáramos a la conclusión de que Jesús tuvo hermanos, hijos de un mismo padre y madre… ello no quitaría nada a nuestro hermano Jesús, ni a nuestra hermana y madre María ni al buen José? Sobre esto afirma Gerd Theissen en su obra “sociología del movimiento de Jesús”: La amplitud de la tradición es impresionante. Aparecen hermanos carnales del Señor dentro del cristianismo, en diversas franjas… 1 Cor 9,5 Gal 1,19. Flavio Josefo cuenta cómo lapidaron a Santiago, el hermano del Señor. Mc 3, 31ss… Mc 6,3 y Mt 13, 55-56. En Jn 2,12 y 7,3; 7,5; 7,10; Hc 1,14. ¿Se trata de hermanos de verdad o primos hermanos? Según los exégetas, no se tratan de los primos de Jesús; esta es la interpretación tardía de san Jerónimo (siglo IV). En griego hay una palabra para decir hermano (adelfos) y otra para decir primo (anepsios). En los evangelios se usa la primera.

Maeier en “Jesús, un judío marginal”, afirma que “hermano” no significa “primo”, ni siquiera “hermanastro”. En arameo sí que un mismo término puede significar hermano y primo, pero no en griego y los que escriben los evangelios conocían muy bien el griego. Conclusión: Si prescindiendo de la fe y de la doctrina posterior de la Iglesia preguntamos al historiador y al exégeta, la opinión más extendida es que los hermanos y hermanas de Jesús lo eran verdaderamente. La opinión más plausible desde un punto filológico e histórico también llega a la misma conclusión. Hasta finales del siglo IV era la opinión dominante. Esta conclusión queda confirmada por el hecho de que tras la pascua los hermanos de Jesús siguieran con el movimiento de Jesús, y que Santiago, que no era de los 12, se equiparara a Pedro como líder de la Iglesia de Jerusalén. Recordemos que hay tres “santiagos”: dos pertenecen al grupo de los doce y el tercero es el hermano del Señor, que fue el gran jefe de la Iglesia de Jerusalén, autor de la carta a Santiago. ¿Perdería algo Jesús si tuviese hermanos? Según José Arregui no perdería nada; ganaría en consanguinidad con nosotros. La verdadera virginidad no es cuestión biológica, sino tener un corazón libre y entero. María no sería menos por haber tenido relaciones sexuales. En dos versículos se habla de la concepción virginal de María. Mt, 1,18 y Lc 1,35. Son, en todo caso, cuestiones abiertas. ¿La fe literal en la concepción virginal biológica de Jesús sería elemento irrenunciable de la fe cristiana, por el mero hecho de que la Iglesia (mayoritariamente) lo ha creído así durante muchos siglos? No olvidemos que en los orígenes del cristianismo hubo iglesias (la mayoría) que no pensaban así. ¿Qué quiere decir el relato del evangelio? Que Jesús no es cualquiera, que Dios se nos regala en El, que Dios nos hace en El hijos e hijas.

La postura oficial católica afirma que Jesús nació y fue concebido de una manera extraordinaria. El ser humano concebido en el seno de la virgen madre pertenece inmediatamente, desde sus orígenes a la divinidad de Dios. Por eso el creador actúa aquí de modo transcendente a las causalidades humanas ordinarias. Para mostrar la especial y única pertenencia de Jesús a la divinidad de Dios. La concepción virginal de Jesús le muestra como Hijo de Dios, en su humanidad, desde la raíz y el comienzo de su ser como criatura. De modo que se pueda decir que Jesús no es Hijo de Dios por haber sido concebido virginalmente, sino que a la inversa, que fue concebido de forma virginal porque es Hijo de Dios. La concepción virginal no es de dominio público, pertenece al misterio íntimo de María y de José. Ni ellos mismos lo podían explicar.

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La cruz de Jesús.

Vamos a avanzar considerando los logros de la exégesis de los últimos tiempos. Hemos de situar la cruz de Jesús en su doble relación: con la historia de su vida y con su resurrección. La pregunta clave es ¿Qué ocurre cuando la cruz queda separada de la historia y la vida entera de Jesús? La tesis es que corre el riesgo de ser vinculada directamente a la voluntad del Padre. Esta teoría del sacrificio, basada en la teología de san Anselmo (teoría de la satisfacción vicaria), ha influido mucho en la religiosidad popular: el pecado del hombre había sido muy grande y por ello era necesario aplacar la ira de Dios con una víctima reparadora. Pero Jesús muere porque lo matan los seres humanos. Dios reconcilia al mundo consigo mismo a través de su mismo hijo al mismo tiempo quedan al descubierto los mecanismos perversos de los poderes que ven cuestionados su status o sus intereses.

La superación de una concepción “puntualista” de la cruz. Un logro importante de la etapa postconciliar es la determinación de salir del

secuestro apologético al que se había sometido la resurrección. La teología preconciliar apenas hablaba de la resurrección de Jesús, relegando este misterio a la mera apologética. No se veía la continuidad entre la vida de Jesús y su resurrección. La teología que impulsa el Vaticano II ha puesto de manifiesto la relación entre cruz y resurrección tratando de superar así el peligro del monofisismo práctico que erosiona la naturaleza humana de Jesús.

Otro de los logros más significativos de la reflexión cristológica de las últimas décadas es el hecho de situar la cruz de Jesús en una doble relación: con toda la historia de su vida y también con su resurrección. La cruz, separada de la historia y de la vida de Jesús corre el riesgo de ser vinculada causal y directamente a la voluntad del Padre que reclama la sangre de Jesús para que el orden alterado por el pecado pueda ser convenientemente restaurado. La cruz queda así convertida en una categoría explicativa que es expresión del castigo de Dios que recae sobre el hombre Jesús, quien se solidariza con nosotros, sustituyéndonos como víctima.

El verdadero sentido de la cruz.

Cuando a la cruz se la sitúa en continuidad con la vida entera de Jesús no puede invocarse sacralmente como justificación de tantas otras cruces injustas que se suman a la suya. Recuperada la historia, al contemplar a Jesús juzgado, condenado y crucificado injustamente por los poderosos de su tiempo, quedan al descubierto los mecanismos perversos de los poderes civiles y religiosos, y queda denunciada proféticamente la actitud de todos los que, en cualquier circunstancia, para defender los intereses de su propio status, o por taimada prudencia política, ocasionan la muerte injusta de los inocentes. La cruz recobra así su fuerza crítica y liberadora como juicio contra el pecado de los poderosos que crucifican al justo y se convierte en invitación apremiante a la lucha contra la perversión de todo poder que siga ocasionando la muerte de las víctimas inocentes a lo largo de la historia.

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La superación del secuestro apologético de la resurrección.

Hoy tenemos pocas dudas sobre el lugar central que la resurrección de Jesús ocupa en la confesión de la fe cristiana. Pero esta recuperación ha sido realizada en las últimas décadas. Antes del Vat II la teología católica no hablaba prácticamente de la resurrección de Jesús ni en la cristología ni en la soteriología, sino que lo relegaba a la apologética, como portento sin igual (J. Sobrino, La fe en Jesucristo. Ensayo desde las víctimas. Madrid 1999). La superación de ese secuestro apologético, tan largamente mantenido, es otro de los logros significativos de la cristología.

Algunos logros positivos de esta superación del secuestro apologético. El principal es haber puesto de manifiesto que la resurrección de Jesús sólo puede entenderse bien si se relaciona con su muerte en la cruz y, si a su vez, esa misma muerte se relaciona con toda su vida, al ser precisamente su resultado. El resucitado es el que fue crucificado por vivir como vivió (continuidad entre el Jesús pre-pascual y el post-pascual).

La humanidad de Jesús como tema central en la cristología africana. El teólogo dominico camerunés Eloi Messi Metogo parte de esta constatación: el olvido de la humanidad de Jesús compromete la predicación del evangelio de la salvación en Africa. Esto se observa en muchas de las iglesias afro-cristianas. La figura de Cristo que domina en ellas es la de un taumaturgo y curandero capaz de neutralizar las fuerzas mágicas responsables de la enfermedad y de la muerte. Sin embargo, en el corazón del evangelio se da una paradoja que conviene tomar en serio: el taumaturgo mismo muere, y sus adversarios se burlan de él. “a otros ha salvado, que se salve a sí mismo, si es el hijo de Dios” (Lc 23, 35).

Hay que evitar una falsa interpretación de la muerte de Jesús. Para Messi Metogo, Jesús el Cristo lleva su obra de salvación y manifiesta su relación con Dios por medio de su vida, sus palabras y sus actos. La presentación habitual de la muerte de Jesús escamotea su vida pública y su ministerio, que son el corazón del evangelio. Se trata de evitar una falsa interpretación de la muerte de Jesús. La afirmación dogmática según la cual Jesús murió para salvarnos, da a entender que para eso vino al mundo. Pero Jesús no vino para morir, sino para anunciar el Reino de Dios. Con razón observa el teólogo Wolfahrt Pannenberg que “la vida de Jesús no es el cumplimiento de las predicciones de la pasión contenidas en los evangelios; una concepción así sería mitología y vaciaría de sustancia el mensaje. Jesús no lleva a cabo como un autómata un programa fijado por Dios.

La cruz de Jesús no se debe separar de lo que hizo, enseñó y vivió, porque fue precisamente eso lo que le valió la condena a muerte. Es el desenlace lógico de una vida dada por amor a Dios y a los seres humanos. No es la muerte de Jesús como tal la que nos salva, sino su fidelidad y su obediencia. Utilizar esas expresiones al margen de este punto de vista, anulan el compromiso personal de Jesús y hacen de Dios un horrible verdugo. Por eso la resurrección viene a ratificar todo su compromiso de vida. Dios da la razón a aquel que se hizo ejecutar bajo la acusación de impiedad y blasfemia y revela

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su identidad. Así, salvado de la muerte a causa de su obediencia, Jesús se convierte en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen.

Hay que afrontar con honradez el peligro del monofisismo: la credibilidad y la actualidad del anuncio de salvación dependen de que se tome en serio la humanidad de Jesús y su combate personal contra el mal. Por ese motivo el teólogo camerunés Metogo critica y denuncia a su vez el monofisismo, que es el pedestal de las cristologías centradas en los prodigios y los milagros de curación. El significado de los milagros en la vida de Jesús. No se pueden separar de la enseñanza y del comportamiento de Jesús. Ayudaban a integrar a los excluidos en la sociedad; significan e inauguran el Reino de Dios, pero son también un llamamiento a la fe en él, a comprometernos con él en la predicación del Reinado de Dios, cueste lo que cueste. Los milagros son ambiguos. Jesús se negaba a veces a hacerlos, y sabemos que no entrañaban automáticamente la fe. Creemos que nuestros milagros hoy en día son existencias concretas como las de monseñor Girardi, Madre Teresa de Calcuta…etc

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TEMA 2.

LOS NUEVOS ESCENARIOS DE LA CRISTOLOGÍA

Introducción

La cristología es uno de los campos de la exégesis y de la teología donde se han producido avances más significativos Esto ha tenido su influencia tanto en los criterios como en la praxis así como en la orientación general del cristianismo en sus relaciones con otras religiones, en la organización…etc. Se ha dado el paso de los tratados clásicos sobre el verbo encarnado antes del Vat II a los actuales estudios sobre Jesús de Nazaret. Los tratados sobre el verbo encarnado operaban en el plano nocional de la filosofía griega; sus principales categorías eran: naturaleza, persona, sustancia, accidente, esencia, subsistencia, unión hipostática (la unión de la naturaleza divina y la naturaleza humana en una sola persona: Jesús de Nazaret o que Dios se humaniza en la persona de Jesús), La satisfacción vicaria etc… Estos términos tienen gran valor y señalan la autonomía teológica sin oposición a la biblia. Al margen de la palabra canónica está la palabra humana que despliega con sus propias categorías la revelación para ser entendida y explicada. Ese mismo derecho de los padres de la Iglesia y de los grandes teólogos de la antigüedad que comprendieron y explicaron la fe con las categorías griegas, romanas y con la mentalidad medieval ¿no asiste acaso a los teólogos de todos los tiempos?

Los estudios post conciliares se sitúan en el horizonte de la cultura moderna y crítica de la religión y en el contexto de la civilización de la pobreza, cada vez más extendida, desmitificadora del Cristo espiritualista y a-histórico. La pretensión fundamental de la teología neo-escolástica era salvaguardar la divinidad con la consiguiente merma de su humanidad. Las cristologías actuales no son ajenas a la divinidad de Jesús, pero el acento se pone en la humanidad, en las actitudes y en la praxis liberadora de Jesús como mediaciones históricas de la salvación. Y es aquí donde se intenta descubrir la manifestación de Dios.

Pero debemos de dar un paso más. Si una cristología quiere ser históricamente significativa, hoy y en el futuro, debe estar muy atenta a los actuales conocimientos culturales, religiosos, ecológicos, sociales y de género. Es decir, la cristología debe ubicarse en los nuevos escenarios. Vamos a detenernos en seis.

2.1 El clima cultural. Interés y fascinación por Jesús.

En una época en que el cristianismo está en crisis, incluso dentro de la cultura occidental, crece sin embargo el interés por la figura de Jesús, que adquiere relevancia y protagonismo en los diferentes pliegues de nuestra cultura. En este sentido presentamos algunos testimonios: M. Gandhi decía: “el espíritu del sermón de la montaña ejerce sobre mí casi la misma fascinación que la Bahagavad Gita. Ese sermón es el origen de mi afecto por Jesús”. El filósofo Ernst Bloch decía de Jesús: “aquí aparece un hombre bueno con todas las letras, en toda la extensión de la palabra, algo que no había ocurrido nunca”. Albert Camus expresó: “Yo no creo en su resurrección pero no ocultaré la emoción que siento ante Cristo y su enseñanza”.

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Pero no sucede lo mismo con el cristianismo, que es objeto de las más severas

críticas. Basta el durísimo y despiadado juicio del filósofo Nietzche: “yo llamo al cristianismo la única gran maldición la única gran corrupción…” Y si del cristianismo pasamos a la Iglesia la crítica arrecia todavía más. Veamos un ejemplo: “las ideas que Cristo nos legó son tan buenas que hubo necesidad de crear toda la organización de la Iglesia para combatirlas” (Augusto Monteroso). El cine no es ajeno al impacto y la fascinación de Jesús de Nazaret: el evangelio según san Mateo de Pasolini, el carácter lúdico y festivo de Jesús en Jesucristo superstar… La ultima tentación de Cristo, Jesús de Nazaret de Franco Zefirelli o la pasión de Gibson. En la literatura, El evangelio según Jesucristo de Saramago o la novela Frei Betto “entre todos los hombres” con la que pretende humanizar a Dios.

2.2 El escenario del diálogo interreligioso.

La visión excluyente occidental ha impedido un diálogo con las otras religiones. Su visión se ha impuesto en otras culturas como única y válida sin atender a las peculiaridades de cada Iglesia. Este escenario es el mayor desafío para el cristianismo y la Iglesia. No es sólo el diálogo con el ateísmo, también con otras religiones. Cristo fue un hombre para los demás; hacemos muy mala cristología si ponemos a Cristo contra los demás. El peligro es la indiferencia y el relativismo que la “Dominus Iesu” señaló tan bien. El diálogo está relacionado con el anuncio. Si da todo igual y todas las religiones tienen la misma validez, ¿Qué sentido tiene anunciar a Jesús de Nazaret? ¿Puede haber diálogo sin identidad? No, pero esta identidad ha de ser abierta y no excluyente, como lo era Jesús. Estamos llamados a convivir y a dialogar con los otros. “Sin diálogo el ser humano se asfixia y las religiones se aniquilan” (Raimond Panikkar).

La cristología católica y las relaciones entre Cristo y las religiones han sufrido una importante evolución a lo largo de 20 siglos. Pueden resumirse en cinco paradigmas:

a) Cristo contra las religiones (Karl Barth). Sólo el cristianismo tiene el derecho a misionar. Al final Barth tuvo que asumir que quien no está contra Cristo está con El.

b) Cristo presente en las religiones (Karl Rahner): Cristo está presente a través del Espíritu. Las religiones como preparación del cristianismo…

c) Cristo sobre las demás religiones. d) Cristo con las religiones. e) Normatividad de Cristo mediante la praxis liberadora en diálogo con las otras

religiones.

2.3 El escenario de la nueva conciencia ecológica.

Destacar la importante aportación del papa Francisco a este escenario con su encíclica “Laudato si”, sobre el cuidado de la casa común. En este documento ha colocado a la Iglesia ante los dos retos mayores de la humanidad actual: la destrucción de la tierra y la liberación de los pobres. En las cartas paulinas leemos: “Todo fue creado por él y para él”. El papa hace suyo el llamado de la conciencia ecológica para buscar un nuevo comienzo. En el nº 207 de la encíclica se propone la

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reverencia ante la vida y lucha por la paz y la justicia… Según el papa todavía no hemos desarrollado una conciencia universal que lo haga posible. Desarrollar la capacidad de salir de sí, reconocer el valor de las criaturas, cuidar algo para los demás y evitar el sufrimiento de los pobres o el deterioro de los que nos rodean es el propósito de la nueva encíclica. Desde hace un siglo la ecología se ha convertido en una disciplina académica. Con ella se pretende superar todo “antropocentrismo”: la centralización en el hombre como dueño y amo de la humanidad. La ecología además no puede reducirse a un movimiento verde con cierta tonalidad rupturista ni un movimiento que busca solo la protección de especies en peligro de extinción. Se trata más bien de una cosmovisión con una profunda inspiración ética: a) Cuestiona en su raíz el modelo de civilización científico-técnica hoy imperante. b) Propone un paradigma alternativo capaz de salvaguardar de manera armónica

los derechos de la humanidad y los de la naturaleza.

Las aportaciones de Jürgen Moltmann y Leonardo Boff son importantes en este campo. Boff ha reclamado al ser humano que sea ángel de la guarda y celoso cultivador de la tierra y no el “satán de la tierra” que, además de homicida y “etnocida”, puede transformarse en “biocida” y genocida. El nuevo paradigma cosmocéntrico entiende el ser humano no en competencia con la naturaleza sino en diálogo y comunicación simétrica. Debemos dar el salto en la cristología de un Cristo liberador del hombre al Cristo liberador de la naturaleza. “Es toda la creación la que espera la redención con dolores de parto”, nos recuerda san Pablo.

2.4 El escenario de la renovación feminista.

Una cristología que quiera tener relevancia en el futuro, atendiendo al horizonte de género debe estar atenta a los desafíos que le plantea el feminismo. Se da y se ha dado discriminación de la mujer de la esfera pública, de la actividad laboral extra-doméstica, de acceso a la cultura… pero queda una discriminación más, la más difícil de quitar porque pretende apoyarse en la revelación divina como su fundamento inamovible: la discriminación religiosa. La teología feminista considera a las mujeres como protagonistas de la historia, portadoras de gracia y agentes de liberación. La mujer sigue estando presente en la teología y en la Iglesia. Así lo expresa muy atinadamente el título de la revista Concilium de 1985. En todas las Iglesia cristianas hay excelentes teólogas: Ivone Guebara de Brasil, la mujer de Jürgen Moltmann, Elisabeth Moltmann o Rosemary R. Ruether…

La teología feminista pertenece a la familia de las teologías de la liberación. Más aún, ella misma es una teología crítica de esta teología porque llega más tarde. La liberación de Jesús no radica en su masculinidad sino en haber renunciado al sistema de dominación patriarcal, en haber puesto en marcha un discipulado donde hombres y mujeres son iguales, en haber optado por las personas y colectivos empobrecidos (entre los que se encuentran preferentemente las mujeres) y en encarnar en su persona la nueva humanidad. Una teóloga que ha hecho grandes aportaciones en este campo es Rosemary R Ruether. Para ella Cristo supone la kénosis del patriarcado, el anuncio de una nueva humanidad.

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2.5 El escenario del horizonte ético.

Se trata de una dimensión muy presente en las diferentes tradiciones evangélicas y que no se ha tenido en cuenta en la teología tradicional que privilegiaba el carácter dogmático del cristianismo. Esto ha llevado a dialogar con otras éticas, o a destacar la convergencia entre la ética de Jesús y la ética marxista, sobretodo en la lucha por una sociedad más justa. La aportación marxista nos ha ayudado a encontrar un filón interesante sobre la liberación; pero evidentemente no cualquier lectura es cristiana. El cristianismo no es solamente una ética (ortopraxis), es también una escatología.

La ética de Jesús posee estas características:

a) es una ética de la alteridad, cuyo principio es el reconocimiento y la acogida del otro como otro, como distinta con su identidad y dignidad inalienables. (Levinas, Buber).

b) Es una ética de la compasión, regida por el principio de la misericordia, que se muestra sensible al sufrimiento de las víctimas yendo también contra las estructuras que provocan dicho sufrimiento.

c) Es una ética de la liberación que tiende a eliminar opresiones de carácter cultural, étnico, social, económico, religioso… que se cargan sobre las personas y los grupos marginados.

d) Es una ética de la solidaridad, defensora de un universalismo moral que intenta suprimir las fronteras impuestas por la nación, la clase…etc

El pobre como lugar teológico es lo que le exige este horizonte ético a la cristología.

2.6 El escenario de la nueva investigación histórica sobre Jesús de Nazaret.

“La investigación histórica no depara sólo dificultades de fe, sino que significa también una ganancia para ella”. Así se expresaba Albert Schweitzer en 1950, en el prólogo a la sexta edición de su obra “historia de la investigación sobre la vida de Jesús”. ¿A qué ganancia se refiere? Ayudar a descubrir el fundamento histórico y la dimensión liberadora del cristianismo.

No podemos olvidar el aspecto histórico de Jesús de Nazaret; sería una contradicción contra el cristianismo. La historia es un lugar teológico, morada del hijo de Dios. No rehuimos la historia, la abrazamos para encontrarnos con Dios hecho hombre. Schweitzer afirma que los estudios históricos sobre Jesús y los evangelios suponen el mayor esfuerzo jamás realizado por la razón crítica en el campo religioso. Nos hemos atrevido a un estudio histórico crítico con la biblia pero todavía no con la tradición. Es una tarea pendiente. El día que nos atrevamos superaremos muchos prejuicios.

Especialmente hay que tener en cuenta la tercera vía o etapa de investigación sobre el Jesús histórico, pero sin pasar de largo las otras dos. Sin embargo junto con Mario Pesce y otros destacados autores creemos que debe ser radicalmente cuestionada la presentación que divide la historia de la investigación histórica sobre Jesús en tres etapas o fases.

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a) La primera vía o etapa (o old quest). Intento de escribir vidas de Jesús. Comenzando por Reimarus (1774-1778) llega hasta Schweitzer y Bultmann, que certificarían la imposibilidad o inutilidad de la investigación histórica sobre Jesús. Para este último lo importante es la fe, pues lo otro sería pretender investigar para no aceptar la pura gracia. Este primer momento se hace las siguientes preguntas: ¿Se puede escribir una vida sobre Jesús? ¿Son los evangelios documentos de los que nos podemos fiar para conocer a Jesús? ¿No habría que liberar al Jesús de la historia del secuestro al que le había sometido la Iglesia? Aquí habría que citar a nombres tan importantes como Renan, Adolf von Harnack, Strauss…

El balance de toda la investigación la hizo Albert Sshweitzer en “historia de la investigación sobre la vida de Jesús”, constatando que cada nueva época de la teología recreaba sus propias ideas. También los individuos lo recrearon a la medida de su propia personalidad. No hay ninguna tarea histórica más personal que escribir una historia o vida de Jesús por lo que se concluye que esta empresa es decepcionante. La investigación pensaba que iba a encontrar a un Jesús aceptable para su época pero lo único que hacía era proyectar su propia imagen. Rudolf Bultmann, sostiene que la fe en Cristo no puede estar a expensas de la investigación histórica, por su propia naturaleza siempre hipotética y cambiante. Para ello pone dos argumentos:

1. Los evangelios han sido elaborados a partir de formas literarias que han

conocido un largo proceso de trasmisión y reelaboraciones, a la luz de la fe, en el seno de las comunidades cristianas y no permiten saber prácticamente nada sobre el Jesús terrestre. Aunque también es verdad que Bultmann sí concede valor histórico a algunas palabras de Jesús y por eso escribió su obra “Jesús” en 1926. Lo que para Bultmann es imposible es conocer el marco cronológico de su vida, la evolución psicológica y la pretensión personal de Jesús.

2. En la más pura línea luterana afirmaba que la fe es confianza absoluta en la palabra de Dios que sale al encuentro en el kerigma de Cristo sin tener que buscar apoyatura histórica alguna.

La posición de Bultmann se puede resumir así: la historia de Jesús pertenece a la historia del judaísmo, no del cristianismo. Este gran profeta judío tiene ciertamente un interés histórico para la teología del NT pero no tiene ninguna significación ni puede tenerla para la fe cristiana, pues (y esta es la tesis sorprendente) el cristianismo comenzó por primera vez en Pascua” . Esto se podría decir de otros “fundadores” relilgiosos. ¿A quien se le ocurriría decir que el Islam comenzó después de la muerte de Mahoma o el budismo después de la muerte de Buda?

b) La segunda etapa o vía o (New quest).

Comienza en los años 50 del siglo pasado entre los discípulos de

Bultmann, que reaccionaron contra el desinterés teológico de su maestro, aunque compartían su minimalismo histórico y su antropología existencial. Esta etapa se inicia con la crítica al escepticismo histórico de Bultmann. Destaca la figura de

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Kasemann, quien en una conferencia en 1953 arguye que podemos conocer algo sobre el Jesús histórico y debemos de estudiarlo si no queremos contentarnos con una fe en un señor mitológico. Hay que investigar la continuidad entre el mensaje del Jesús terreno y el kerigma del Señor glorificado en la primitiva Iglesia; en consecuencia hay que indagar si el Señor resucitado está en continuidad con el Jesús de Nazaret, ya que la comunidad primitiva ni pudo ni quiso encerrarse en su fe pascual ni separar al Jesús histórico del Cristo de la fe.

Otra figura e Ers Fuchs quien se fija en la conducta de Jesús como el

auténtico contexto de su predicación. Es la conducta de un hombre que se atreve a actuar en lugar de Dios. Implica un poder divino, latente en la conducta de Jesús, lo que provoca la oposición de los fariseos y la muerte. Jesús no fue un simple profeta. Otro autor es Conzelmann (discípulo de Bultmann) con su libro sobre Lucas: “el centro del tiempo” (1974 versión española). Los evangelios no son tanto obras históricas que nos cuenten la historia de Jesús para que sepamos lo que hizo, cuanto escritos para que creamos en él. Ahora bien, aunque no nos dan la historia de Jesús sí podemos conocerlo lo suficiente como para saber quien fue y qué hizo. El evangelista, al redactar el evangelio, tiene en su mente un hilo conductor, una teología para hablarnos de Jesús.

Al éxito de este resultado han contribuido muchos factores: • Los trabajos de los post bultmannianos, especialmente J. Jeremías. • La entrada de la exégesis católica y anglicana. • El mejor conocimiento de la literatura judía contemporánea de Jesús y de la

comunidad primitiva, así como de sus procedimientos exegéticos y literarios. • El descubrimiento del Qumrán y los recientes estudios de sociología del

cristianismo primitivo.

Desde el punto de vista teológico tenemos claro que la historia de Jesús es relevante para nuestra fe. Si, como opina Bultmann, no importa lo que sepamos de Jesús, toda la fe sería un mito y de alguna manera una invención. Como sostiene Maur Pesce, “Aún no se ha hecho una historia completa de la investigación histórica sobre Jesús, pero destaca las circunstancias históricas que hicieron que, desde el humanismo y su interés por el pasado y el estudio de las lenguas antiguas, se multiplicasen las obras sobre Jesús”

c) Tercera vía o etapa. La investigación actual.

Las características.

v Recurre a textos extra canónicos, especialmente algunos apócrifos, donde creen

encontrar tradiciones similares o una mayor antigüedad a la de los evangelios canónicos, lo cual puede contribuir a un mejor conocimiento del Jesús histórico. Suelen ser investigadores al margen de la Iglesia y del ámbito anglosajón.

v Así, J.D. Croosan considera que hay que preferir las fuentes extra canónicas y no utiliza ninguno de los evangelios canónicos para su estudio del Jesús histórico, por ser “interesados” o “tendenciosos”. En cambio se sirve del estrato más antiguo del evangelio de Tomás, del evangelio de los hebreos, de la fuente de los “logia”, así como de un hipotético “evangelio de la cruz” que él

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reconstruyó a partir del evangelio apócrifo de Pedro. Parece que él cree tener el antídoto para no ser interesado o tendencioso en las reconstrucciones que hace.

v La inserción de Jesús de Nazaret en el judaísmo. Ha sido un logro de los estudios recientes. Son significativos los autores judíos D. Flusser (1968) y G. Vermes (1973); entre los cristianos destaca E.P Sander con su libro “Jesús y el judaísmo” (1985).

Mientras mayor sea el conocimiento del variado judaísmo del siglo I después de

Cristo y los métodos de la exégesis judía, mejor se conocerá al Jesús histórico, con tal de no olvidar lo distintivo de su predicación y su persona que dio lugar a algo más que una secta o grupo judío. “La fe DE Jesús nos une con los judíos, la fe EN Jesús nos separa (M. Buber)”.

En el estudio de las fuentes se analizan e integran interdisciplinarmente los diferentes aspectos: sociológico, religioso, económico-político, antropológico-cultural, teológico…etc. Se concede gran importancia a los descubrimientos arqueológicos, pues si bien no ofrecen datos nuevos de la biografía de Jesús, sí proporcionan rigurosas y detalladas informaciones sobre el judaísmo de su tiempo y sus diferentes corrientes, así como sobre el mundo mediterráneo.

Hay un doble desplazamiento del escenario de la investigación bíblica y de la reflexión teológica. El centro ya no es Europa (y en concreto Alemania) sino los EEUU. Las instituciones donde se llevan a cabo las investigaciones no son, por lo general, confesionales sino que tienen un carácter laico. Destacamos a JD. Crossan, Sanders y JP Meier, que defienden a Jesús como un judío marginal. Crossan reclama hacer historia y que esta no sea un terreno abonado para hacer teología, llamándole falsamente “historia” o para hacer autobiografía y llamarle “biografía”. Sin embargo, ¿No hace también Croosan con ello teología?

Finalmente otro aspecto de la nueva investigación histórica es la reubicación de Jesús en el judaísmo de su tiempo, caracterizado por tendencias plurales. Dicha pluralidad se refleja en las imágenes que de Jesús ofrecen los investigadores. El biblista Vermes lo presenta como un carismático galileo y como un judío fiel a la Torá. Sander lo considera un profeta escatológico que sintoniza con las esperanzas de su pueblo y anuncia la inminente restauración de Israel. Crossan (miembro del “Jesus seminar”) lo caracteriza como un campesino judío cínico itinerante. Prescinde de los evangelios sinópticos para emprender un singular estudio del Jesús histórico. Apoyándose principalmente en los apócrifos de Tomás y Pedro y en el evangelio secreto de Marcos, postula a Jesús como un “campesino mediterraneo judío”. Según lo imagina Crossan, el Jesús histórico estaba menos ocupado con el reino de Dios de su padre de lo que se piensa. J. Meier le hace una crítica: Crossan representa a Jesús como un revolucionario social enfrentado a los poderes… como feminista igualitario… subversor de las estructuras jerárquicas practicando la magia como alternativa al culto… El “Jesus seminar” tiende a negar toda escatología. Meier concluye que para ser honrados hay que decir que no todos los miembros del “Jesus seminar” comparten estas conclusiones. El tono gnóstico y cínico que atribuyen a Jesús son cuestionables pues chocan con otras fuentes. J.P Meier define a Jesús como un judío marginal, significando con ello que es una persona irrelevante a los ojos de los historiadores, que es empujado a los márgenes de la sociedad y de la propia religión y considerado peligroso, despreciable, que es un laico pobre procedente de una zona rural y revolucionario en Galilea.

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Como dato final destacamos que es importante observar la enseñanza de la DV

12 a cerca de la necesidad de interpretar la Palabra de Dios desde el mismo Espíritu con que fue escrita parece obviarse en estas reflexiones.

El “Jesus seminar”

Es uno de los foros de discusión e investigación que ha contribuido a reavivar el interés por el estudio de la figura de Jesús. Fundado en 1985, agrupa unos cien miembros y se propuso como meta un programa de cinco años para discutir y votar sobre la autenticidad de todos los dichos atribuidos a Jesús en los evangelios y otras fuentes cristianas primitivas, publicando una nueva edición en colores (según el grado de historicidad) de los cinco evangelios, incluyendo el evangelio de Tomás. A través de este singular sistema de votación democrática llegaron a resultados sorprendentes y polémicos. Según algunas votaciones analizadas por Butts, una mayoría (30 sobre 39) dijeron que dudaban que Jesús esperara el fin del mundo durante su vida o la vida de sus contemporáneos. Para Jesús, el Reino de Dios no era un acontecimiento escatológico ni apocalíptico. El análisis de las votaciones acerca de los dichos de Jesús asociados con su muerte, que hizo Borg, manifiesta que ninguno de esos dichos incluidos en los relatos de la pasión recibió más de una tercera parte de los votos afirmativos.

John Paul Meier. Profesor de la facultad de teología católica de América en New York escribió la investigación más amplia que conocemos sobre el “Jesús histórico”. Se confiesa católico pero quiere hacer una investigación exclusivamente histórica cuyos resultados puedan ser admitidos por creyentes de otras religiones o por agnósticos. Estudia ampliamente todas las fuentes históricas disponibles y sus conclusiones son más bien restrictivas. Los cuatro evangelios canónicos son los únicos que contienen bloques suficientemente importantes para un estudio histórico. El resto de documentos ofrecen pequeños fragmentos, sobretodo en las cartas de san Pablo. El único estudio no canónico más o menos útil son los escritos de Flavio Josefo aunque haciendo algunas correcciones críticas por las interposiciones cristianas que sufrió a lo largo de los años.

A diferencia de algunos eruditos, Meier no cree que el material rabínico, los evangelios apócrifos y los códices de Nag Hammadi (en especial el evangelio de Tomás) ofrezcan información relevante. Define a Jesús como un judío marginal, irrelevante a los ojos de los historiadores que es empujado a los márgenes de la sociedad y de la propia religión y considerado peligroso y despreciable. Jesús no sería más que un laico pobre procedente de una zona rural y revolucionaria (Galilea). Su estudio consta de tres tomos. En el primer tomo Maier emprende un riguroso examen histórico de los orígenes de Jesús: lengua, educación, posición socio-económica, familia, estado civil, condición laica y cronológica…etc. El segundo volumen, mucho más amplio, trata de Juan el Bautista, de Jesús y del Reino de Dios así como de los milagros. El tercer volumen trata sobre la confrontación de Jesús con las autoridades religiosas y políticas de su tiempo, su proceso, muerte y los testimonios sobre su resurrección. A Meier debemos agradecer los criterios de historicidad que se tienen en cuenta en la investigación actual para evaluar el grado de historicidad del contenido de las fuentes literarias.

1. El criterio de dificultad, según el cual gozan de credibilidad histórica los hechos, actuaciones o dichos de Jesús que difícilmente habrían sido creados o

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inventados posteriormente por los cristianos, pues les habría creado dificultades. Por ejemplo, la historicidad del bautismo de Jesús por Juan el Bautista.

2. El criterio de discontinuidad por el que se atribuyen a Jesús los hechos y palabras que no pueden derivarse del judaísmo de su tiempo ni de la Iglesia primitiva posterior; Por ejemplo, su invocación a Dios como Abba, sus comidas con publicanos y pecadores, su llamada a entrar en el reino de Dios… Este criterio es muy útil para conocer lo más original e irreductible de su mensaje y actuación, pero no para abarcarlo todo. Sería absurdo utilizarlo de manera absoluta y exclusiva, pues nos quedaríamos con un Jesús irreal. Reducido al mínimo, aislado de su pueblo y desconectado del movimiento de seguidores que nació de él. Para aplicar este criterio tal vez hay que conjugarlo con otro posible criterio de plausibilidad.

3. Criterio de testimonio múltiple por el que se valora si los hechos y palabras se conservan en más de una forma literaria independiente: por ejemplo, las curaciones. Con todo, hay que advertir que una tradición puede ser auténtica aunque haya quedado sólo recogida en una fuente, por ejemplo la invocación a Abbá (Mc 14,36).

4. El criterio de coherencia. Una vez obtenido un conjunto de materiales en conformidad con los criterios anteriores, se pueden aceptar otros hechos y dichos que encajan bien en esta base de datos ya establecida, pues tienen gran probabilidad de ser históricos. Puede suceder que algunas frases muy coherentes no sean suyas, sino de misioneros muy familiarizados con su predicación.

5. Criterio de rechazo y crucifixión. Puesto que nadie duda de la crucifixión, es normal que los historiadores se pregunten por el mensaje y los hecho que pueden justificar esta ejecución. Sería inverosímil un Jesús cuya enseñanza no guardara relación con su muerte en la cruz.

Conclusión: para resumir la investigación sobre el Jesús histórico podemos decir con JP Meier que a pesar de los discutibles métodos del “Jesus seminar”, esta investigación ha provocado siete avances con respecto a las investigaciones anteriores.

1. La investigación sobre el Jesús histórico (tercera vía) tiene un carácter ecuménico e internacional.

2. Clarifica las cuestiones de las fuentes fiables. 3. Presenta un cuadro más preciso del judaísmo del siglo I 4. Emplea nuevos caminos para profundizar a través de la arqueología, la filología

y la sociología. 5. Clarifica la aplicación de los criterios de historicidad. 6. Concede la debida atención a la tradición de los milagros. 7. Toma con toda seriedad la “judeidad” de Jesús.

Estas investigaciones han dado más importancia al estudio de la región de Galilea

para conocer a Jesús. La atención se centra en el grado de posible helenización de la región, la situación socio-económica, los tributos, la presencia de fariseos, los maestros de la ley…etc. Recientemente, James Dunn ha recordado dos cuestiones que la investigación moderna del Jesús histórico ha descuidado:

a. No se trata de llegar a un Jesús puro, sino captar de la manera más clara posible el impacto que de hecho dejó en sus seguidores.

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b. Habituados a la cultura escrita, los investigadores modernos no siempre tienen en cuenta la importancia que tiene en Jesús la tradición oral, sin conocer su funcionamiento ni sus rasgos característicos.

Los resultados de los historiadores mas serios confirman que, a pesar de todo el

desarrollo que la tradición haya podido experimentar, la imagen que presentan los evangelios sobre Jesús está sustancialmente basada en lo que sucedió realmente en su vida y actividad. Es lo que con otras palabras dice la DV 19: “La santa madre Iglesia firme y constantísimamente ha mantenido y mantiene que los cuatro referidos evangelios, cuya historicidad afirma sin vacilar, comunica con fidelidad lo que Jesús, Hijo de Dios, viviendo entre los hombres realmente hizo y dijo…”

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TEMA 3

EL SEGUIMIENTO DE JESÚS.

CONOCER A JESÚS A TRAVÉS DEL SEGUIMIENTO

consecuencias para la Iglesia.

No es suficiente acumular información sobre Jesús, ni conocer y adherirse a él, a su vida o a su mensaje únicamente con la mente. Lo decisivo es seguir a Jesús viviendo de acuerdo con su propia visión de las cosas, uniéndose así vital y prácticamente a su programa de vida.

“La historia de Jesús no terminó con su muerte. Continuó en el grupo de sus seguidores. La única reliquia auténtica de Jesús es la comunidad viva. Jesús nos dejó una comunidad de seguidores, que es memoria viviente de su historia. Nos dejó sobre todo el Espíritu Santo como la gran herencia. Después con la experiencia de la resurrección comenzó la segunda etapa del seguimiento de Jesús, la definitiva” (Edward Schillebeeckx. Cristo y los cristianos. Gracia y liberación).

Observaciones preliminares.

¿Cómo presentan los evangelios el inicio de la actividad de Jesús?¿Fue lo primero una predicación sobre lo que Jesús quería o la narración de una curación…? En el evangelio de Marcos la primera narración concreta es la llamada a sus discípulos. Una escena parecida figura en Mt. También Juan inicia su evangelio con la llamada de los discípulos (Jn 1,25-51). Lucas sin embargo presenta otra estructura: Jesús inicia su actividad pública con un servicio de lectura en la sinagoga de Nazaret donde presenta su programa mesiánico de vida. Mc, Mt y Jn han comprobado algo decisivo. Quizá comprenden que no hay ninguna actividad de Jesús sin la llamada al seguimiento. De hecho, el seguimiento es algo fundamental. Sin él no habría evangelio ni habría agrupación de Israel; no habría Iglesia. El seguimiento tiene una importancia tan fundamental como la proclamación del reino de Dios, la predicación o sus milagros y curaciones.

El término “Seguir” aparece en los evangelios unas 80 veces, casi siempre en sentido teológico. Nunca como sustantivo, sino como verbo. No hay un seguimiento abstracto. No figura como una realidad conceptual, sino como acontecimiento concreto, palpable, visible. Supone sobretodo una ruptura, un ponerse en marcha, no una mera reflexión intelectual. Según esto, debemos imaginarnos el seguimiento de los discípulos de Jesús de una manera enteramente gráfica, en el sentido de “ir detrás”, lo que se puede ver todavía en oriente, donde el de menor grado camina siempre detrás del mayor. Así era también en tiempos de Jesús. Textos de la tradición rabínica posterior señalan que los discípulos debían caminar detrás del maestro, siendo una cuestión de modales.

El modelo histórico de seguimiento de los discípulos habría sido la relación rabínica “maestro-discípulo”, sobretodo porque tras el término “discípulo” subyace la palabra griega Mathetes. Jesús llamó a “discípulos” para que le siguieran. ¿Fueron sus discípulos iguales al de los rabinos? La expresión genuina para definir la entrada de un discípulo judío en un centro de enseñanza no era “seguir”, sino “aprender la torá”. De

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Pedro y Andrés no se dice esto. Jesús ve a Simón y a Andrés que estaban trabajando; Jesús les invita a dejar las redes para ser pescadores de hombres. Es decir, no siguen a Jesús para aprender la Torá, sino para convertirse en pescadores de hombres. Entre los rabinos no existe ni un solo relato donde el rabino busca a sus discípulos; eran los discípulos quienes buscaban un buen maestro. Existe otra diferencia: A los discípulos de los rabinos se les enseñaba que debían de servir a sus maestros. Existe toda una literatura concreta sobre ello. El discípulo debe de estar a los pies del rabí, como un siervo con su amo. Esto es parte del estudio de la Torá. Pero en el caso de Jesús las cosas son diferentes. El hijo del hombre no vino a ser servido sino a dar la vida en rescate por todos. ¿Quién es mayor, el que está a la mesa o quien sirve? Lo que condensan los evangelios es lo que Jesús ha practicado con sus discípulos, un nuevo modo de convivencia. Juan simboliza esto en el lavatorio de los pies, ocupando el lugar que otros evangelios tiene la Eucaristía. En Jesús la Torá queda transformada en el mensaje de la venida del Reino de Dios. Por eso Jesús no exhorta al estudio de la Torá, sino que establece un nuevo signo de convivencia. Bajo el signo del Reino que ahora comienza debe surgir una nueva sociedad, que era justamente lo que la Torá siembre había pretendido.

Una diferencia más: Para los rabinos era fundamental la transmisión constante de la tradición doctrinal. Exigía un lugar estable y una actividad sistemática. Esto suponía una organización concreta. Pero en Jesús no existía un estamento establecido, sino un seguimiento dinámico y creativo con situaciones siempre nuevas. Jesús no busca una fundación ni una estabilidad, sino que trabaja como itinerante, siempre en camino, recorriendo los caminos y dando respuestas a las diferentes situaciones que van apareciendo. No hay un programa concreto previamente planificado.

Aportaciones de algunos teólogos. A. Johann Baptist Metz. (padre de la teología política).

El cristianismo es una praxis que hay que vivir de la forma más radical posible. Esta práctica mesiánica del seguimiento, de la conversión, del amor y del sufrimiento no es una adición posterior de los cristianos, sino una expresión real de la fe. La fe debe ser creída de modo que acabe en la praxis mesiánica del seguimiento. Toda cristología se encuentra bajo el primado de la praxis. Cristo siempre debe ser pensado de modo que nunca sea solamente “pensando”. El saber cristológico no se constituye ni se transmite en el concepto, sino en los relatos de seguimiento. Por eso también él, al igual que el discurso teológico de los cristianos en general tiene un carácter narrativo-práctico. B. Dietrich Bonhöffer.

Nace en 1905 y muere en un campo de concentración en 1945 a manos de las SS. Teólogo protestante para el que hablar de vida cristiana sin seguimiento es abaratar la gracia de Dios (el precio de la gracia. El seguimiento). La gracia barata es el enemigo mortal de la Iglesia y hoy combatimos en favor de la gracia cara. La gracia barata es la predicación del perdón sin arrepentimiento, el bautismo sin disciplina eclesiástica, la eucaristía sin confesión de pecados, la absolución sin confesión personal, la gracia barata es la gracia sin seguimiento de Cristo, la gracia sin cruz, la gracia sin Jesucristo vivo y encarnado. La gracia cara es el tesoro oculto en el campo por el hombre que vende todo lo que tiene, la perla preciosa por la que el mercader entrega todos sus

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bienes. Es el reino de Cristo por el que el hombre se arranca el ojo que le escandaliza, es la llamada de Jesucristo que hace que el discípulo abandone sus redes y le siga. Es cara porque llama al seguimiento de Jesucristo, le cuesta al hombre la vida. A Dios le ha costado cara la muerte de su Hijo; por ello no puede resultarnos barato a nosotros. Dios no ha considerado a su hijo demasiado caro como para devolvernos la vida. Dos veces escuchó Pedro la llamada. Es la primera y última palabra dirigida a sus discípulos. La primera vez al lado del lago de Genesaret. La última vez, también en el mismo lago, pero esta vez entre un Cristo resucitado y un Pedro que ha conocido la Pascua y que es invitado a un discipulado más profundo. Esta experiencia se resume en el “Sígueme” de ambas llamadas (Mc 1,17 y Jn 21,22). Entre ambas llamadas se desarrolla toda una vida de seguimiento de Cristo. El cristianismo no es una religión del libro sino de una persona. Jesús no ha dejado una reliquia, sino una comunidad viva. Para Bonhöffer la gracia barata es el enemigo mortal de la Iglesia. Lo que cuesta el Hijo al Padre es su misma muerte por nosotros. Eso no podemos abaratarlo.

Para Bonhöffer con la extensión del cristianismo y la secularización creciente de la Iglesia, la noción de gracia se perdió gradualmente. Pero fue de enorme importancia que el monaquismo no se separase de la Iglesia y que la prudencia de la Iglesia soportase al monaquismo. En este lugar, en la periferia de la Iglesia, se mantuvo la idea de que la gracia es cara e implica el seguimiento. Unos hombres, por amor a Cristo, se desprendían de todo e intentaban seguir en la práctica diaria los severos preceptos de Jesús. La vida monacal se convirtió en una protesta viva contra la secularización del cristianismo y el abaratamiento de la gracia. La Iglesia predicó, administró los sacramentos a bajo precio, confirmó y absolvió los pecados a todo un pueblo, pero la llamada al seguimiento se escuchó cada vez menos. No queremos negar que nos encontramos en una situación de verdadero seguimiento de Cristo, que somos miembros de una Iglesia ortodoxa que profesa una doctrina pura de la gracia, pero al mismo tiempo no podemos negar que somos miembros de una Iglesia que sigue a Cristo, que debe intentar volver a comprender la gracia y el seguimiento en sus relaciones mutuas. Cada vez resulta más claro que lo que hoy preocupa a nuestra Iglesia es: ¿Cómo podemos vivir cristianamente?

Dietrich Bonhöffer presenta lo más central de su doctrina sobre un seguimiento

bajo la forma de un comentario al sermón del monte. Todo se decide por el sermón de la montaña. ¿Es el seguimiento una exigencia para unos privilegiados? Bonhöffer subraya que el error del monacato no consistió en recorrer el camino de la gracia en un seguimiento estricto sino en alejarse de lo cristiano al dejar que su camino se convirtiera en la proeza aislada y libre de algunos pocos al reivindicar para esta conducta un carácter meritorio particular. Su tesis es que cuando el seguimiento de Jesús se presenta como exigencia exclusiva para unos cuantos privilegiados heroicos, el cristianismo se prostituye por abaratamiento de la gracia para los que no dan la talla. C. Ignacio Ellacuría:

La cristología latinoamericana entiende la vida cristiana como seguimiento y hace de la moral cristiana una praxis del seguimiento. Ellacuría fue alumno de Karl Rahner y Xabier Zubiri. ¿Qué significa para todo cristiano de Latinoamérica seguir a Jesús hoy? En la lucha entre el Dios de la vida y los ídolos de la muerte, el cristiano no puede ser neutral; no se puede sacrificar a Dios y a los ídolos de los demonios (1Cor

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10,21). Toda postura irenista, a la corta o a la larga, desembocará en una alianza con los dioses de la muerte. El problema no es el ateísmo sino la idolatría.

El Dios de la vida es un tema muy querido en Aparecida. Toda la misión de

Jesús se orienta hacia la vida. Ha venido para que los hombres tengan vida plena y abundante. Esto le lleva a ponerse al lado de los privados de la vida y a defenderlos frente a las amenazas de muerte de los poderosos, y al mismo tiempo a desenmascarar las falsas divinidades del poder del dinero. La muerte de Jesús es el resultado de este conflicto entre el Dios de la vida y el dios de la muerte. Cuando Puebla habla de la “opción preferencial por los pobres” (1134-35) como una de las prioridades de América latina está señalando una opción por los que tienen la vida amenazada, por los condenados a muerte por descalificar a los que asesinan lentamente al pueblo débil, sacrificándolos a los nuevos “baales” de la historia de hoy. A nadie le puede extrañar que esta opción sea conflictiva y pueda conducir hasta la muerte, como lo demuestra el ya amplio martirologio latinoamericano de estos últimos años. El martirio de monseñor Romero es un símbolo preclaro. Por otra parte, esta opción por los condenados a muerte es fruto de la fe en la resurrección de Jesús: el resucitado es la gran señal de esperanza para los crucificados de este mundo y en cambio es una mala noticia para todos los Pilatos, Caifás, Herodes y saduceos de este mundo que desean que las cosas no cambien nunca.

Otro aspecto novedoso en Ellacuría y la teología latinoamericana es la afinidad entre el seguimiento y el Espíritu santo. Siguiendo la línea de la teología de san Juan, tanto la verdad de Jesús como el que introduce en toda esa verdad es el Espíritu. El problema es ver cómo convergen seguimiento y Espíritu en el conocimiento de Jesucristo. El Espíritu no inventa la estructura del seguimiento a lo largo de la historia, sino que esa estructura ya está dada en Jesús. En la conceptualización de Ellacuría, lo fundamental de esta estructura puede ser descrito como hacerse cargo de la realidad (estar activamente en la realidad: encarnación), encargarse de la realidad (anunciar el reino y combatir el antirreino: la praxis, la misión), cargar con la realidad (conflictos, persecuciones, la cruz…) y dejarse cargar por la realidad (la gracia utopizante: la resurrección). Estos conceptos los toma de Xavier Zubiri, quien le dirigió su tesis doctoral con él.

La tesis de los teólogos latinoamericanos puede formularse así: el seguimiento

de Jesús es el cauce que hay que recorrer (dimensión cristológica); y el Espíritu es la fuerza para recorrerlo actualizadamente (dimensión pneumatológica).

Las llamadas de Jesús al seguimiento.

Jesús llamó para seguirle. Llama a personas determinadas, cuyos nombres nos constan: Simón y Andrés su hermano (Mc 1,16-18), Santiago y su hermano Juan (Mc 1,19-20), Leví el cobrador de impuestos (Mc 2,24). Otras veces se dirigen en general al círculo limitado de sus discípulos (Mt 24), a las diferentes gentes que le rodean (Mc 8,34) o simplemente a todos los que quisieran oírle (Lc, 9,23). Las investigaciones histórico-críticas actuales permiten afirmar que tales llamadas se remontan al mismo Jesús de la historia: La llamada de Jesús a seguirle no puede deducirse del judaísmo ni atribuirse al cristianismo primitivo…. Más bien el fenómeno hay que atribuirlo a Jesús mismo. Esto lo dicen M. Hengel en su obra “Seguimiento y carisma”.

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¿Cuáles serían los momentos fundamentales? Ø La invitación a seguirle, hecha por Jesús con plenitud de autoridad, dirigida a la

persona o personas a quien llama y que figura siempre como punto de partida. Ø La exigencia de obediencia incondicional, con todas las renuncias que lleva

consigo dicha invitación o llamada. Ø La unión íntima con Jesús que implica asemejarse a él, comulgar con su ideal y

su causa, su vida y su destino. Ø El envío o misión para proseguir de hecho su causa de servicio a la historia, con

todo lo que eso puede significar de conflictividad y de cruz. Aclaraciones a los momentos indicados Lo prioritario está en la llamada de Jesús y no en la respuesta de la persona o

personas llamadas. Mientras que los rabinos judíos eran elegidos por sus discípulos, en nuestros relatos es Jesús quien elige a los suyos. Resuenan en estas llamadas de Jesús los relatos de vocación del A.T (referidos a Abraham, Samuel…) en los que igualmente se subraya la prioridad de la llamada gratuita de Dios, que adquiere carácter de puro don (1Sam 3,1-14). En los relatos de seguimiento es Dios quien llama en Jesús o, si se quiere, es Jesús mismo quien llama “en lugar” de Dios o como lugarteniente suyo. El seguimiento de Jesús exige una rendición sin condiciones al estar dotadas sus llamadas de una incondicionalidad cruda que conduce a la inseguridad total. El motivo de tal radicalidad remite a la conciencia que Jesús tenía de que estaba irrumpiendo el Reino de Dios como don que salva (Mt, 6,33; 1cor 7, 29-37).

Hay una exigencia del seguimiento: Jesús llama con la finalidad última de ponerse

al servicio del Reino que llega. Pero ese servicio del Reino exige una entrega sin condiciones, traducida en una serie de renuncias que la hagan posible. La conversión que implica la entrega servicial al reino sólo se hace verdadera en la renuncia a todo lo que se tiene. Lucas pone esto en labios de Jesús (lc 14,33): Aquel de vosotros que no renuncia a todo lo que tiene no puede ser discípulo mío. ¿En qué consiste ese todo? Renunciar al dinero y a todos los bienes de fortuna. (Lc 18, 22-25). Establece Jesús así una antinomia irrenunciable entre la riqueza concretada en el dinero (el ídolo mammón) y el servicio a Dios y a su reino (Mt 6, 24b): No podéis servir a Dios y al dinero. La enseñanza de Jesús sobre el dinero está bien resumida en la primera carta a Timoteo (6,6-10): el amor al dinero es la raíz de todos los males…Renunciar al apego a nosotros mismos, a la propia vida, a la instalación cómoda. (Mt, 10,39; Lc 9,57-58). Con la formulación de estas exigencias concretas Jesús quiere ver a sus discípulos gozando de libertad total, sin estar atados a nada ni a nadie, incluyendo los vínculos familiares que pueden entorpecer el seguimiento (Mt 10, 35-37; Lc 14, 26; Lc 9, 61-62; Lc 9,59-60)

El sentido de las renuncias y de la entrega está en que nos concede la posibilidad de

estar en comunión con Jesús y asumir y prolongar en la historia su causa, poniéndonos al servicio del Reino, que es su causa. Lo decisivo no se sitúa en la renuncia, sino en el tesoro escondido o en la perla preciosa a los que tales renuncias nos permiten acceder. No radica en el “vende cuanto tienes”, sino en el “ven y sígueme”. El seguimiento está vinculado a la tarea evangelizadora, unida a la conflictividad y a la cruz, que genera un Reino que es buena noticia para los excluidos… Mt, 10, 16. Mt, 10, 17-25. Discipulado y misión son realidades unidas. El discipulado lleva a la misión.

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¿El seguimiento está reservado a unos pocos? Eso parece, pero no es así. La

dimensión cristológica, con ser indispensable, no es suficiente para hablar de auténtico seguimiento de Jesús. El Espíritu, al mismo tiempo que nos ata a Jesús nos desata de él para unirnos a la novedad de la historia y en consecuencia a los nuevos desafíos que van surgiendo y se van dando con el discurrir del tiempo. ¿Cómo vivir el seguimiento incorporando el propio presente histórico, la situación actual de la sociedad?

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Tema 4.

LOS TÍTULOS CRISTOLÓGICOS

Tal vez Jesús no se atribuyó ninguno y si lo hubiera sería el de “Hijo del hombre”. La comunidad cristiana, al ver que todas las profecías se habían cumplido en él, le atribuyó más de 30 nombres. Definen a Jesús con categorías propias de su época, pero ¿Son válidos esos nombres en la tarea pastoral de hoy? ¿Qué títulos cristológicos deberíamos usar hoy para que la mayoría de personas nos entienda desde un punto de vista pastoral? Bonhöffer lo definió como “hombre para los demás”. ¿No deberíamos nosotros de tratar de buscar unos nombres de la misma manera que lo hizo la Iglesia en los orígenes? ¿Qué títulos le daríamos a Jesús hoy para que podamos darlo a conocer de forma clara al mundo de hoy en todos sus ámbitos? Tendrían que ser títulos comprensibles para la sociedad actual. Esto sin duda sería muy bueno para la pastoral.

¿Cómo definieron a Jesús aquellos que convivieron con él? Definir a una persona tiene muchos riesgos; depende de la percepción personal que se tenga de ella. A Jesús le preocupó también eso: ¿“Quien dice la gente que soy yo”? Es una respuesta de la propia comunidad creyente a la luz de la resurrección que da un sentido nuevo a todos los títulos. A nivel humano es muy difícil entrar en la definición de una persona.

¿Por qué el tema de la dignidad de Jesús es siempre tema de debate? Los títulos son fruto de una evolución de los discípulos sobre su persona. El proceso de la fe esclarece lo que antes no se había entendido, hasta confesar que en él vieron la presencia de Dios mismo. Los títulos de Jesús son fruto de la maduración de la fe de los discípulos, los que fueron capaces de captarlo incipientemente primero y de forma clara después.

La cristología debería tratar de cómo Jesús llegó a ser llamado Mesías o Cristo y qué se entendió con esa denominación (Raymond Brown). Tras la muerte y resurrección de Jesús los discípulos se cuestionaron quién era realmente el maestro con quien habían vivido, cómo dirigirse a él, cómo describirle y cómo hablar con él, cómo expresar lo que él era, Qué misterio se encerraba en ese hombre al que ni la misma muerte había logrado vencer. ¿Quién era realmente? ¿Cuál era su verdadera identidad? ¿Qué nombre, qué adjetivos, qué palabras, qué términos podrían ser los más apropiados para dirigirse a él?

Para expresar la realidad más íntima de Jesús, los discípulos debieron de acudir desde el principio a algunos términos que conocían por la tradición judía: Mesías, Siervo, Justo, Santo, Hijo del hombre, Maestro y profeta. Pero a lo largo de los primeros 70 años la comunidad cristiana fue aplicando otros más variados, porque el misterio de su figura no podía ser expresado en un sólo nombre. Cada uno lo iluminaba desde un ángulo distinto, pero ninguno le abarcaba en toda su riqueza, ya que la realidad superaba todas las palabras.

No hay acuerdo entre los especialista en cuanto al número de títulos atribuidos a Jesús en el N.T. Brown señala más de 40. Algunos se refieren a Jesús en sí mismo y otros a su relación con nosotros. Cada título es una respuesta a la pregunta sobre su identidad. Sólo contemplándolos en su conjunto podemos saber quién fue Jesús para

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nosotros y lo que él significa para nosotros. Afrontar este tema supone adentrarse en la “auto comprensión” de Jesús, lo que está demasiado ligado a la auto consciencia; si apenas nos atrevemos a decir nada sobre los pensamientos íntimos de una persona de nuestro entorno, mucho menos sobre la autoconciencia y la vida interior de Jesús. Jesús escogió una pedagogía para revelarse de forma evolutiva.

Con el biblista Gerhard Lohfink podemos afirmar que sería más acertado hablar de la “reclamación de excelsitud de Jesús”. Lo correcto sería la pregunta: ¿Qué reclamación eclesial se trasluce en las palabras y obra de Jesús?

Ya era patrimonio de los primeros cristianos la confesión de la divinidad de Jesús, y no una imposición tardía de elementos externos y deformadores de la fe apostólica. Recurriendo a Martin Hengel diremos que en las dos primeras décadas del cristianismo pasaron más cosas desde el unto de vista cristológico que en los siglos siguientes. (“El Hijo de Dios” de Martin Hengel). Jesús no reivindica títulos, pero convive con ellos hasta en su muerte. En los textos del evangelio vemos escenas y palabras que son reconocidos por la investigación histórica como auténticos y no añadiduras tras la resurrección. Hay cuatro pretensiones en las que se percibe su divinidad desde un punto de vista bíblico:

a. El poder de perdonar pecados que aparece en diversos textos evangélicos. Esta pretensión escandaliza a los oyentes. Jesús enseña que su actitud ante los pecadores es la misma que tiene Dios.

b. Corregir por su propia cuenta la ley de Moisés. (las grandes antítesis del sermón de la montaña). Estas palabras pronunciadas con autoridad no son las de un simple intérprete. Jesús se entendía como voz de Dios.

c. Dejarlo todo para seguirle. La decisión que se toma respecto a él, tiene valor escatológico, a favor o contra Dios.

d. La reivindicación de una relación filial única con Dios. No se trata de un título religioso, sino de un comportamiento de hijo por excelencia, lo cual se demuestra en la palabra “abbá”. Este término expresa el carácter único de la relación entre Dios y Jesús. Es un término presente no sólo en Jn, sino también en Mt y Lc.

Desde un planteamiento más dogmático, “el Hijo” no es solamente un título, sino sobretodo la expresión de una experiencia única. Es un término capital y expresa un origen y una relación. El no se presenta como un segundo Dios, sino como el que viene de Dios, con una vida al servicio de la misión que Dios padre le ha confiado… por ello se le llama “Hijo”. Esta palabra tiene otra variante: “Hijo del hombre”. Los estudios reconocen que esta palabra se remonta a Jesús mismo, ya que no se entiende por qué la tradición eclesiástica posterior la hubiera puesta en sus labios si Jesús realmente no la hubiera mencionado. Dan 7,13 habla del hijo del Hombre como una figura profética y apocalíptica. Algún autor afirma que Jesús pudiera haber encontrado en esta figura de Daniel la expresión más limpia de su propia figura. Es un profeta con dimensión escatológica. Pero Jesús no se identifica como el “hijo del hombre”. Sólo será tal cuando haya cumplido la misión que Dios le ha confiado.

En la confesión de la divinidad de Jesús antes de su muerte, vemos cómo es

reconocido por los suyos como profeta, pero no como un profeta cualquiera, sino

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diferente a todos los demás profetas.. no como el último de los profetas, sino como el profeta definitivo sin el cual no puede haber otro.

4.1 La conciencia de Jesús. ¿Qué conciencia tenía Jesús acerca de sí? ¿Qué pensaba de su relación con Dios, de la misión encomendada por Dios? Más de una vez se le plantearon estas cuestiones, pero él no dio una respuesta clara. ¿Acaso podía darla? Aún en el caso en que Jesús hubiera respondido con claridad las preguntas, los evangelios no lo recogieron. Recordemos que los evangelios no se propusieron informarnos sobre la psicología de Jesús sino sobre la fe de las primeras comunidades. ¿Acaso nos importa aproximarnos a la conciencia y a la autoconciencia de Jesús? ¿Cómo no nos va a interesar esto como discípulos? Queremos conocer esto no para saber más de Jesús, sino para seguirle mejor, para aprender a vivir con él. No es tanto lo que dijo de sí mismo sino su enseñanza y vida lo que determina los nombres que recibirá. Lo fundamental no es saber con seguridad lo que Jesús dijo, sino conocer qué y cómo enseñó acerca del reino o reinado de Dios, cómo se comportó con los pecadores, qué actitud adoptó frente a las autoridades… La conciencia que Jesús tenía de sí se manifiesta sobretodo en su carisma personal.

4.2 Jesús “Mesías” (mesianismo)

¿Se ha designado Jesús a sí mismo, en su predicación ante la mansedumbre del pueblo, en una especie de auto comprensión como Mesías? Rotundamente no. En Mc y a diferencia de Mt, hay un solo texto en el que alguien proclama a Jesús como Mesías. Se trata de la curación del ciego Bartimeo en Jericó. Cuando este ciego oye que Jesús pasa le dice: “Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí”. (Mc 10,47). Es una confesión mesiánica porque sólo al mesías se le podía designar también como el hijo de David. En Israel, además de la opinión de que Jesús era un profeta, se barajaba la suposición de que Jesús era también el mesías esperado. Jesús acepta la confesión y cura al ciego; en cambio, aunque admitió la confesión de Pedro (por él mismo provocada) de “Mesías”, encareció inmediatamente a los discípulos que no hablaran de él como “Mesías” (cfr. Mc 8,27-30). En aquella ocasión se encontraba a solas con sus discípulos. Si se analizan los dos textos juntos puede concluirse lo siguiente: Jesús no consideró que fuera incorrecto usar el calificativo de Mesías pero no quería que se usase de forma irreflexiva y antes de tiempo (F. Lohfink).

4.3 Origen del término “Mesías”

¿Cuál es el origen de este término? Proviene del hebrero masiah que significa ungido. En Griego es “Cristo” (son sinónimos). Ambos se refieren al ungido prometido y esperado. En concreto, en el A.T eran ungidos los reyes, profetas y sacerdotes, que eran los que tenían que realizar una misión especial en favor del pueblo. Pero al hablar del Mesías todos entendían que se refería al gran legado divino que habría de instaurar el reino de Dios en los últimos días. La esperanza de la llegada del Mesías comenzó a hacerse sentir de una manera especial con la profecía de Natán al rey David (2Sam 7,12-16). Fueron los profetas los que contribuyeron de forma decisiva en la espera del Señor, concretamente Isaías (7,14). En los días de Jesús la expectación había llegado a su culmen. Palestina estaba dominada por los romanos y el pueblo esperaba al

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libertador. Casi todas las descripciones que tenemos de él coinciden en presentarlo como un redentor o libertador político-nacional que debía establecer un reino de Dios en la tierra, un guerrero fuerte y poderoso cuya primera preocupación sería vencer a todos los enemigos de Israel. Casi con toda seguridad los primeros discípulos tuvieron originalmente esta idea.

¿Tuvo conciencia Jesús de ser el Mesías? La crítica racionalista lo ha negado rotundamente, pero los evangelios no pueden ser pasados por alto fácilmente. ¿Cómo hubiera podido llegar la comunidad cristiana a la idea de Jesús como el Mesías si no hubiera habido algún indicio en su vida? Es cierto que Jesús nunca se aplicó abiertamente este título, sino que fue la gente quien se lo atribuyó. El sabía que era un titulo ambiguo y confuso para expresar su misión. No lo rechazó, pero siempre tuvo muchas reservas en su uso llegando incluso a prohibir hablar de ello. Las resonancias políticas y nacionalistas así se lo hacían ver como lo más prudente. Jesús no quiso llamar a engaño a nadie a cerca de la finalidad de su misión. El verdadero mesías tendría que pasar por la pasión y muerte y por ello rechazó un mesianismo político. Su reino no era de este mundo. Sin embargo, cuando el sumo sacerdote le interroga (según Marcos 14, 62) él dice que es él. En Mt sin embargo la respuesta es más reservada (Tú lo has dicho), usando una forma evasiva. Prefirió designarse como “hijo del hombre”, un término con menos equívoco para expresar su misión.

Sólo a la luz de la resurrección, la comunidad cristiana reconoció en El al mesías prometido y enviado por Dios (Hc 2,36). El título de Mesías se constituyó en el título por excelencia para los cristianos. Ningún otro ha tenido el honor de entrar a formar parte de su nombre. Con esta profesión se expresaba con claridad que Jesús, el hombre de Nazaret, era al mismo tiempo el salvador del mundo, el “sí” de Dios, el “amén”, el ungido de Dios. El había llegado y ya no había que esperar a nadie más. ¿Qué más se podía esperar que un triunfo sobre la muerte?

4,4 Jesús, “Hijo del Hombre”

Estamos ante un título muy importante porque es el que se dio a sí mismo Jesús. Resulta significativo que la comunidad cristiana no siguiera refiriéndose a él con ese nombre y usara otros como Mesías, Señor o hijo de Dios. Los orígenes de este término hay que buscarlos en Ez 1,26-28 y Dn 7,13-14 dónde se representa una figura vinculada a lo divino que viene para juzgar e instaurar el Reino. Aunque la expresión (“Bar nasá” en arameo) designa a un hombre, Jesús lo emplea con un artículo determinado (no “un hijo de hombre” sino “el hijo del hombre”) . Por otro lado encontramos tres características:

a) El hijo del hombre futuro. (P.e en el juicio ante Caifás) b) Identificado con la propia persona de Jesús. Lc 12,8 c) Ligado sobretodo al sufrimiento (el título que aparece en la pasión).

En cuanto a esta tercera característica (la pasión), la opinión que Jesús tiene de sí

mismo es diferente a las expectativas judías predominantes cuando indica el camino que debe recorrer el hijo del hombre a través de la pasión. Esta imagen de un hijo del hombre que va a la muerte y resucitará en la línea del siervo de Is 52 resulta inaceptable para Pedro que conmina a Jesús como si se tratase de un demonio y que es conminado a

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la vez por Jesús que lo llama Satanás. Para Jesús, Pedro y los discípulos participan del camino del mal negándose a reconocer el camino que debía seguir el “hijo del hombre”.

Hay un estudio exhaustivo de Juan Mateos y Fernando Camacho: “el hijo de hombre. Hacia la plenitud humana”, El Almendro, Córdoba 1995. Para ambos autores, la expresión designa al hombre en su plenitud, que incluye la condición divina. Jesús como prototipo de la condición humana, englobando a los que van en camino de esa plenitud.

Es en la humanidad misma de Jesús donde estamos aprendiendo a ver el rostro del Padre y por tanto el sentido auténtico de su divinidad. L. Boff expresó bien la nueva situación: “El hombre Jesús de Nazaret reveló en su humanidad tal grandeza y profundidad que los apóstoles y los que lo habían conocido, al final de un largo proceso de desciframiento, sólo pudieron decir que tan humano como Jesús sólo podía serlo Dios mismo; comenzaron entonces a llamarlo Dios. No es por tanto en el análisis abstracto de su “divinidad-humanidad” como entendemos quien es Jesús, sino que es viendo, conviviendo, invitando y descifrando a Jesús como llegamos a conocer a Dios y al hombre. Cuanto más hombre se presenta Jesús, tanto más se manifiesta en El Dios. Cuanto más Dios es Jesús, tanto más se revela el hombre (Jesucristo liberador, pp. 193-195).

4.5 Jesús, Hijo de Dios.

En el AT encontramos personajes denominados de esa manera; por ejemplo los “seres de la corte celestial” del salmo 29,1, los reyes: “tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy” (sal 2,7). Así se le llama también a Israel: Ex 4, 22 y Dt 14 1: “Sois hijos del señor vuestro Dios”. “Así dice el Señor: Israel es mi hijo”. También a los justos se les llama “hijos de Dios” (Sir 4,10). Por otro lado es curioso que los títulos cristológicos son compartidos por Jesús con nosotros. Su condición de “Hijo” la comparte con la humanidad, aunque fuera algo propio.

En el Qumrán se les llamaba “hijos de Dios” a los miembros de la comunidad y esperaban que al final de los tiempos todos serían “hijos de Dios”. Es un título que pretende poner de relieve la cercanía del personaje y Dios, aunque hay que señalar que en la biblia no se trataba de una realidad biológica, sino simbólica o figurada. En el mundo romano encontramos el caso de Octavio Augusto, que acuñó monedas y grabó inscripciones con el título de “divi filius”, “hijo de Dios o del divino” refiriéndose a Julio César, su padre adoptivo.

En el caso de Jesús parece que se aplica a sí mismo la figura del hijo en la parábola de los viñadores homicidas (Mc 12, 1ss). Así mismo, según Mc 14, 61-61, Jesús asume este título en el diálogo con el sumo sacerdote. En otras versiones evangélicas no aparece con tanta rotundidad: “Tú lo has dicho” (Mt 26, 64) o “si os lo digo no creéis” en Jn. Por otra parte hay que recordar la forma peculiar de dirigirse a Dios como “Abba”, Padre, lo cual significaría entenderse a sí mismo como hijo. En el evangelio de Juan es interesante ver cómo Jesús distingue entre “mi” Padre y “vuestro” padre, refiriéndose a los discípulos. Todo esto nos lleva a pensar que, a pesar de que en los evangelios nunca vemos a Jesús aplicarse el título “hijo de Dios’ (siempre son los otros los que lo llaman así), si debió de tener la convicción de sentirse singularmente vinculado al Padre. Por eso los cristianos pudieron emplear el título para expresar esa

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relación tan estrecha entre ambos y dar razón de ella. Incluso nosotros le ponemos una mayúscula a la palabra “hijo” para subrayar su absoluta singularidad (Jn hablará de “unigénito” en Jn 1, 14-18).

Volvemos a hacernos la pregunta: ¿Creía Jesús que era hijo de Dios? La perspectiva de Jesús no era ontológica o metafísica, sino existencial e histórica. Esto quiere decir que Jesús, en el fondo de su conciencia, percibía y tenía certeza fundamental que era hijo de Dios, que Dios era su padre, la fuente y la meta cálida de todo su ser, el cimiento de toda su esperanza, el dinamismo de todas sus palabras y acciones, el descanso de sus penas y trabajos. Esa conciencia no la tuvo desde el principio o de golpe, sino que fue desarrollándola, madurándola, ahondándola y percibiéndola a través de un proceso psicológico y sociológico (Lc 2,52). Esta es justamente la verdad más ontológica de Jesús así como el aporte metafísico último de su conciencia. Jesús no se consideró en exclusiva como hijo de Dios, sino que Dios es padre/madre de todos sus discípulos, y todos los discípulos son hijos e hijas de Dios. Son también hijos e hijas de Dios los pacíficos (Mt 5,9), los que aman a su enemigo (Mt 5,44-45), todos los que cumplen la voluntad de Dios (Mc 3,34-35). Jesús enseñó a todos a orar diciendo “Padre nuestro”. Por eso dirán también “Padre” los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios; esos son hijos de Dios (Rom 8,14). La prueba de que sois hijos de Dios es que Dios envió….(Gal 4,6)

Es verdad que en los evangelios Jesús dice a Menudo “vuestro padre”, pero parece que esa manera de hablar no era parte del Jesús histórico, según algunos autores. Jesús tenía conciencia muy honda y especial de su filiación, pero no necesariamente una conciencia de filiación especial. Su conciencia de filiación no se aleja de nadie sino que lo acerca a todos. No quita a nadie el lugar en el corazón de Dios sino que abre un lugar para todos. En la teología ortodoxa se dice que “Dios se hace hombre para divinizar al hombre”.

A la hora de hablar de los títulos cristológicos se dice mucho a cerca de lo inabarcable de la riqueza de Jesús. Son títulos atribuidos por la comunidad. En los estudios de cristología nunca se separa de la teología trinitaria. La pneumatología es una perspectiva muy interesante en la vida de Jesús y en la Iglesia, así como en la pastoral. Quitar de un plumazo el misterio de la trinidad abriría las puertas de nuevo al arrianismo en nuestro pensamiento. Reduciendo a Jesús como alguien meramente humano (sin ser Dios), es decir, quitándole su dimensión trinitaria, ¿Qué quedaría del cristianismo? No tendríamos que cargar sobre nuestros hombros una doctrina tan difícil, nos situaría con mayor facilidad al lado del monoteísmo que interpreta la trinidad como una forma del politeísmo, pero terminaríamos destruyendo nuestra propia identidad. Tal vez sería más fácil el diálogo con las religiones asiáticas, porque Jesús sería un camino más para la salvación. Si la Iglesia cae o se levanta con la justificación y con el tema de la divinidad de Jesús, en este misterio trinitario cae o se levanta la fe cristiana. Hay que tomar muy en serio no sólo la segunda persona de la trinidad, sino verle en relación con el Padre y con el Espíritu. Sin esta relación no se entendería tampoco como ser humano. No sólo desparecería su divinidad, también su humanidad quedaría irreconocible. Esto no nos lleva a ser arrogantes con otras religiones, pero con esa humildad hemos de aportar nuestra fe trinitaria.

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Tema 5.

LAS CAUSAS DE LA MUERTE DE JESÚS.

Está bien que se diga que Jesús muere por nuestros pecados (muerte sacrificial y

soteriológica), pero a eso hay que llegar después de una experiencia. Su vida tuvo unas causas y unas consecuencias. Eso es tomar en serio la vida de Jesús. Es cierto que el pecado es la causa de todos los males y que eso hay que mantenerlo, pero para llegar ahí hay que seguir todo un proceso que no podemos obviar sin vaciar el cristianismo de contenido. La paz y la libertad tienen un precio que hay que pagar.

Jesús y la conciencia de su muerte.

Jesús tenía conciencia de su muerte y su forma de actuar le llevó a ella. No se puede entender el proceso de Jesús, su pasión y muerte sin tener en cuenta su honda y peculiar experiencia de Dios. Jesús no es un maestro teórico, ni el promotor de una ideología, ni un mero itinerante que presta servicios sanadores. Su motivación última es la comunicación de la cercanía de Dios que él expresa con palabras, gestos y actitudes. En pocas palabras, Jesús es el intérprete de Dios.

La experiencia religiosa de Jesús.

No se puede entender en absoluto a Jesús sin tener en cuenta su honda y peculiar experiencia de Dios como su Padre. Es más que probable que Jesús tuviera experiencias místicas incuestionables y que los discípulos fueran testigos de ellas. El momento del bautismo pudo ser muy bien una ocasión de una experiencia especialmente decisiva e intensa en la que Jesús tomara conciencia de su misión y vinculación con Dios. Su experiencia de Dios como Padre le lleva a estar rodeado de pecadores y publicanos y le mantuvo en una polémica durísima con las autoridades religiosas. Acusa a estas autoridades de una forma ceguera y oración hipócrita además de fuente de explotación; de poner la ley por delante de los hombres, de usar el templo para enriquecerse y legitimar la injusticia; de preocuparse de los diezmos más insignificantes y despreocuparse de la fe. En otras palabras, que se despreocupan del Dios de la vida y se construyen un ídolo de muerte. Esta valentía y lucidez, como ya hicieron los profetas, sólo se explica por una profunda experiencia de Dios.

Jesús vivió en continuo conflicto.

Jesús vivió en un continuo conflicto y su forma de hablar de Dios le llevó a la muerte. No es suficiente afirmar que Jesús muere por nuestros pecados (es evidente que toda cristología acaba en soteriología), también hay que pensar en las causas estructurales. La reflexión de la muerte por los pecados nace del evento de la resurrección. Creemos que hay que asumir con todo realismo las causas históricas que llevaron a Jesús a la muerte. Hoy hay que interrogarse ¿por qué muere Jesús? ¿Por qué le matan? ¿Quiénes son los responsables de su muerte? Aquí hay divergencia incluso entre los mismo evangelios. Para Mateo fueron todos los judíos (¿También la virgen María?) (Mt 27,25).

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Los anuncios de la pasión en la vida de Jesús.

En Lc 12,50. Jesús afirma que tenía que pasar la prueba del bautismo. En Lc 13,33 los fariseos piden a Jesús que se marchara pero Jesús responde con dureza a Herodes que seguiría su misión. Según Lc 17,25 en el momento en el que se discute la venida del reino, Jesús dice que primero el hijo del hombre tiene que sufrir mucho y ser rechazado por la gente de hoy. ¿Acaso no tuvo María conciencia de la pasión de su hijo desde el oráculo de Simeón y Jesús mismo desde el comienzo del ministerio? (Lc 2,34-35).

Lc 4,16-29, hace referencia al rechazo que experimenta Jesús con sus paisanos de Nazaret, cuando les dice que ningún profeta es bien recibido en su propia tierra. Lc 18,31-34 siguiendo a Mc 10, 32-34 hace alusión al tercer anuncio solemne de la pasión de Jesús. Añade también que se trata del cumplimiento de un designio. Sin embargo, los discípulos no entienden estas palabras que hablan del sufrimiento de Jesús; su incomprensión sólo se verá vencida por el Señor resucitado y la acción del E.S. Así encontrarán los discípulos la plena comprensión y aceptación del plan de Dios (Lc 24, 26-27.32.45-46).

¿comprendieron los discípulos los anuncios de Jesús durante su vida pública o fue sólo tras la resurrección cuando lo hicieron? Siguiendo a Schillebeckx y Julio Lois es posible que hubiera tanto una continuidad como una discontinuidad. Es decir, entendieron algo pero no todo.

Los responsable de la muerte del Mesías.

Mateo afirma que fue todo el pueblo judío (Mt 27,25). Lucas, en los anuncios de la pasión no pretende repartir responsabilidades entre los judíos y romanos. Unas veces menciona a las autoridades de Jerusalén, otras a los jefes de los paganos o se contenta con señalar la función de los seres humanos o la de esta generación (Lc 9,22; Lc 9,44; Lc 13,3; Lc 17,25; Lc 24,7). Benedicto XVI dice en su libro sobre Jesús de Nazaret que no se puede culpar a todo el pueblo judío de la muerte de Jesús, pues habría que culpar también a María y a los discípulos.

La cuestión del templo.

Durante la última semana de la vida de Jesús hubo un incidente que parece haber precipitado su muerte. Se trata del sistema cultual del templo, que parece haber implicado un gesto simbólico de Jesús contra él (Mc 11, 18; Lc 19,47; Lc 19, 45-47). Jn narra este hecho al comienzo del ministerio de Jesús (2,13-22).

Las palabras de Jesús en la cruz.

Manifiestan de nuevo su misericordia, que llega incluso a los que le han condenado (Lc 23,34). Es un rasgo propio de Lc y el mensaje de Jesús sobre el amor al enemigo. Lc insiste en el sermón de la llanura (Lc 6,27-35), haciéndose ejemplar en esta

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escena de la cruz. Las palabras de Jesús en la cruz manifiestan de nuevo su misericordia, que aquí llega incluso a los que le han condenado: “Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34). Esto que acabamos de señalar es un rasgo propio de Lc. El mensaje de Jesús sobre el amor al enemigo es un tema en el que Lucas insiste en su sermón de la llanura (Lc 6, 27-35). En la cruz esto se hace ejemplar. A juicio de los padres de la Iglesia, el mandamiento de amar al enemigo es un “propium et novum” cristiano, tanto frente al A.T como frente a la filosofía pagana. La segunda carta de Clemente afirma: “Quien no ama a quien odia, no es cristiano”. Tertuliano denomina “ley fundamental” al amor a los enemigos y Juan Crisóstomo la considera la suprema quintaesencia de la virtud.

Jesús fue sepultado.

Es José de Arimatea, un hombre justo, el encargado de llevarle a la tumba. Mc y Lc no dicen que fuera discípulo de Jesús, aunque Lc lo diferencia del resto del consejo de los ancianos (cfr. Lc 23, 50-53). Lc 23, 50-53 describe tanto José de Arimatea como la forma del enterramiento. Mc 15, 42-43 también describe a José de Arimatea. Mt y Jn lo identifican como discípulo: Jn 19, 38 y Mt 27, 57-60. Jn 19,38 también lo sitúa como discípulo de Jesús aunque en secreto por miedo a los judíos. En cualquier caso, José de Arimatea pidió el cuerpo de Jesús probablemente para liberarlo de la fosa común y para cumplir con la obra de misericordia de enterrar a los muertos, incluso a los condenados (Dt 21,22s)

Presencia de las mujeres en la cruz.

Este hecho prepara el anuncio de la resurrección, pues ellas serán las primeras que reciban el mensaje pascual. Muerte y resurrección forman las dos caras del mismo misterio. Pero esta presencia revela una vez más la importancia de la mujer, sobretodo en Lc; refleja el papel que ellas tenían en su comunidad pagano-cristiana.

El mensaje de la pasión, cruz y resurrección para la Iglesia de hoy.

El proceso y la muerte en cruz de Jesús es consecuencia del estilo de vida que él vivió. Se mata a quien estorba (Mons Romero). El seguimiento de Jesús es lo que caracteriza al cristiano. Si el cristiano es sincero puede recibir también persecuciones y muerte porque no hay amor más grande que el que da la vida por los hermanos. La cruz exige a la Iglesia que se cuestione con quien está, quienes nos alaban y quienes nos critican. La Iglesia, cuando es perseguida, recibe la señal de que ha tomado en serio a Jesús. Pero los cristianos no buscan el martirio, sino que se encuentran con él por coherencia de vida. La religión existe para dar vida, y es lo que hizo Jesús. Su experiencia de Dios Padre, llevar adelante el proyecto del Reino, le acarreó que varias veces las autoridades quisieran acabar con él. A partir de la interpretación de Lc sabemos que la pasión de Cristo es un espectáculo en el que todos estamos llamados a implicarnos (Lc 23, 48). En Lc la pasión es un hecho que nos lleva a la conversión.

Jesús fue un hombre de una vida de oración muy intensa. Ora en los momentos

difíciles del huerto de los olivos y en la cruz. Encomienda su espíritu al Padre y perdona a los verdugos. Dentro de la pasión hay que destacar la cena de despedida de Jesús. Al

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despedirse, trasmite a los suyos su legado. En la cena, Jesús muestra una vez más su amor. El a menudo mostró la misericordia de Dios con los pecadores en medio de una comida; culminó su amor entregándose a sus discípulos en el signo del pan y del vino. El anhelaba muchas veces tomar esta cena pascual con sus discípulos (Lc 22,15) y entregarles el legado de su amor en el signo del pan y del cáliz. Lc 22,24-27 (en la línea de Jn) destaca que la eucaristía nos lleva a una actitud de servicio. El más importante es el que sirve (Lc 22, 27). Se trata de estar siempre como el que sirve. La buena nueva que Lc quiere compartir con nosotros es esta.

Jesús es el redentor. Para explicarlo emplea la imagen del Justo, una imagen

muy querida en la cultura griega que Lc adapta para que pueda ser entendido. El no dice que sea el hijo de Dios, como Mt y Mc, sino que dice que era JUSTO. Jesús nos hace justos y desde este ser justos tenemos que entender el sentido de la redención, la liberación y la salvación. Nos tenemos que hacer las siguientes preguntas: ¿Qué supuso para Jesús su vida intensa de oración? ¿Qué consecuencia le trajo el programa de vida que presentó en la sinagoga de Nazaret y en las bienaventuranzas? ¿No se hizo Jesús samaritano de todos los heridos? ¿No fue su ideal ser misericordioso como el Padre? No cualquier liberación es cristiana (Pablo VI en la Envangelii Nuntiandi). Por eso, el martirio y la mística son una manera de testimoniar la verdad del cristianismo. Hoy diríamos que son como el control de calidad de nuestro bautismo y de nuestra condición de cristianos y consagrados. Mística y martirio definen la vida de Jesús. A partir de aquí comprenderemos que el resucitado es el crucificado y el crucificado es el resucitado. La vida de Jesús sigue adelante en la historia, pero tal y como la vivió.

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TEMA 6.

PRIORIDAD TEOLOGICO-PASTORAL

DE LA PNEUMATOLOGIA HOY.

Introducción.

No podemos quitar al E.S de la creación, de la encarnación, de la vida de Jesús. Su ausencia en la pastoral es terrible y causa de muchas dificultades. Somos conscientes de la centralidad de Cristo en el cristianismo y en la teología católica. Los primeros concilios fueron cristológicos (Nicea, Calcedonia…), pero la debilidad pneumatológica influye negativamente en la misión y en la relación con otras religiones. Hoy no se puede hacer teología sin una dimensión pneumatológica. Este olvido tiene unas consecuencias muy graves: reducir a una trilogía Dios-Cristo-Iglesia o Dios-Cristo-María lo que tendría que ser Padre-Hijo-Espíritu santo. Las consecuencias han sido la prevalencia de lo doctrinal, moral y ritual sobre lo experiencial y vital. La pérdida de lo simbólico y lo poético.

La primera pregunta que nos tenemos que hacer son las consecuencias negativas

cuando en la Iglesia y en la pastoral se margina al E.S. “Sin El, Dios está lejos, Jesucristo queda en el pasado, el evangelio es letra muerta, la Iglesia una simple organización, la autoridad un despotismo, la misión una propaganda, el culto un mero recuerdo, el actuar una moral de esclavos”

(Patriarca Atenágoras.)

Las consecuencias positivas cuando tomamos al E.S en serio son: “En el Espíritu El cosmos se levanta y gime hasta que dé a luz el reino; el hombre lucha contra la carne, Cristo resucitado está aquí presente, el evangelio es poder de vida, la Iglesia significa comunión trinitaria, la autoridad es un servicio liberador, la misión un nuevo pentecostés, la liturgia un memorial y una anticipación, el actuar humano es divinizado” (Patriarca Ignacio de Antioquía en la conferencia inaugural de la IV asamblea del consejo ecuménico de Iglesias, en la ciudad de Upsala (Suecia) 1968.

Puede ser una contradicción que la Iglesia ortodoxa dé tanta importancia al Espíritu y viva en un régimen de cristiandad. Falta quizá la dimensión profética, pero no hay que olvidar el contexto de persecución comunista del que vienen y en el mundo actual en el que viven.

También de eclesiocentrismo y cristocentrismo ha sido objeto de crítica, tanto la teología pastoral como algunas corrientes teológicas. De esta debilidad pneumatológica ha sido criticada la teología de la liberación latinoamericana. Algunos teólogos como Josep Comblin, Víctor Codina, L. Boof y la teóloga María José Caram afirman que “si Benedicto XVI pudo decir en Aparecida que la opción por los pobres estaba implícita en la cristología (DA 393), podemos añadir que la opción por los pobres forma parte de

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nuestra fe pneumatológica”. No podría ser de otra manera porque el Espíritu es el que nos lleva a Jesús y en la vida de Jesús de Nazaret se discierne el verdadero Espíritu del Señor.

Podríamos afirmar que la irrupción volcánica del Espíritu en América latina en

estos años no ha sido suficientemente tematizada en una pneumatología reflexiva y sistemática. Hay una riqueza de vida, de experiencia espiritual, de compromiso, pero poco tematizada sobre la relación entre Espíritu y liberación (Víctor Codina). Si de verdad quiere ser una teología “in fieri” (indica algo que está e vías de hacerse o haciéndose. Teología siempre haciéndose, innovadora y creativa), la teología y más en concreto la teología pastoral tendrá que completar su cristología y eclesiología con la pneumatología.

El cristocentrismo de la fe eclesial.

Jesucristo constituye la identidad básica de la fe cristiana, de la Iglesia, de la evangelización y de la misión. Fuera de él no hay salvación (Hc 4.12), él es camino, verdad y vida (Jn 14, 6). Los primeros concilios fueron cristológicos para defender la divinidad del Hijo y la verdad de su encarnación en Jesús de Nazaret. Hay que distinguir entre des-occidentalizar, des-helenizar el cristianismo y descristianizar el cristianismo o limitarse a una cristología light. Esto ayudaría positivamente en el diálogo interreligioso frente aquellos que ven el peligro de relativizar el misterio de Cristo en la historia de la salvación. La cristología se ha desarrollado y renovado ampliamente en la segunda mitad del siglo XX, profundizando sus raíces bíblicas, integrando el Cristo de la fe con el Jesús de la historia, redescubriendo la centralidad del Reino y de la opción por los pobres en su praxis mesiánica, resaltando la importancia de la resurrección en su misión salvífica. Esta fe cristológica se ha enmarcado siempre en un contexto trinitario. Jesús es el Hijo del Padre, la palabra hecha carne, el que nos promete y confiere el Espíritu (Jn 14-16. Lc 24,49). Todo esto nos sirve como piedra de toque para discernir cualquier corriente o movimiento espiritual, pues en confrontación con la vida, muerte y resurrección de Jesús se disciernen todos los espíritus (1Jn 4).

El olvido de Espíritu Santo.

El centralismo de Cristo, o un cierto “cristomonismo” (Nikos Nissiotis) ha llevado a cierto olvido del E.S. ¿Qué consecuencias ha tenido este olvido en la Iglesia latina?

A) Ha reducido la teología trinitaria a la teología: Dios-Cristo-Iglesia.

B) Lo más negativo ha sido en la praxis cristiana: prevalencia de lo doctrinal, moral y ritual sobre la vivencial y experiencial; inflación de lo jurídico, lo institucional y lo estructural de la Iglesia sobre lo comunitario, lo carismático y místico; la pérdida de lo simbólico y poético, inflación del magisterio eclesiástico con poco respeto al “sensus fidelium” del pueblo de Dios; centralismo universalista romano frente a la legítima autonomía y sinodalidad de las Iglesias locales; guerras religiosas, cruzadas, inquisición y antisemitismo; posturas apologéticas y proselitistas en la misión, inmovilismo, arrogancia eclesial y cerrazón frente al mundo secular y sus avances modernos; favorecimiento de un cristianismo puramente sociológico y cultural; divorcio entre teología y espiritualidad con el

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consiguiente debilitamiento de la fe del pueblo; alejamiento de la Iglesia y de la fe por parte de grandes sectores de la sociedad (intelectuales, científicos, obreros, políticos, jóvenes y actualmente las mujeres).

C) Por otra parte, este olvido del Espíritu espontáneamente suscita sucedáneos y provoca reacciones contrarias, con riesgo de “pneumatonomismo” con una pastoral y una espiritualidad que deja en la sombra la encarnación del Hijo y el compromiso cristiano que de ahí se deriva.

D) El riesgo de una “mariolatría”. Muchas veces el pueblo cristiano atribuye a

María las características del Espíritu: rostro materno y femenino de Dios, que visibiliza la misericordia y ternura compasiva de Dios, consoladora, defensora de los fieles ante el juez Cristo y el Padre. Es la devoción exagerada de la figura de María, debido a una falta de evangelización realmente trinitaria sobre Cristo, el Espíritu y el amor del Padre, persisten en el pueblo sencillo. No se trata simplemente de criticar la devoción popular por María, sino de explicitar las dimensiones cristológicas, pneumatológicas y trinitarias que se contienen en el icono de María, de modo que no se convierta en un sucedáneo del Espíritu, sino una imagen simbólica y en un signo visible que revela la acción del Espíritu en la historia de la salvación y en toda la vida cristiana.

E) Existe otra desviación: el pentecostalismo. Existe un auge del pentecostalismo

en todo el mundo, que algunos comparan con el surgimiento de la reforma del siglo XVI. (sobretodo Corea, EEUU, Latinoamérica…). El pentecostalismo es un tema muy estudiado por teólogos: (revista Concilium nº 342 de 2011). Nos limitamos a constatar que este acontecimiento, en medio de su gran pluralismo, es una crítica seria a una religiosidad excesivamente racional, fría, poco humana y poco sensible a los problemas y necesidades vitales del pueblo en un mundo tan duro y cruel. Víctor Codina piensa que “todos estos movimientos pentecostales necesitan ser discernidos a la luz del misterio de Jesús de Nazaret. Pero esto no impide reconocer su importancia en el desafío pastoral y teológico que representa para las Iglesias. En el fondo postulan un mayor reconocimiento teórico y práctico del Espíritu en la vida cristiana de hoy:

F) La nueva era. Es una palabra ligada al paso de la constelación piscis a acuario

(cambio de sociedad). Este fenómeno cultural es una crítica a una espiritualidad fría desencarnada, racionalista y voluntarista y por otra parte es una anhelo de experiencias y realidades que desde la fe cristiana podemos identificar como una búsqueda anónima del Espíritu. Pero esta realidad es un toque de atención que nos lleva a tomar conciencia que nuestra teología y praxis cristiana necesita una profunda reformulación y complementación desde una pneumatología más verdadera. Hay que volver a recuperar el Espíritu.

Necesidad de una complementación pneumatológica.

Codina pide una revolución pneumatológica en la teología y en la pastoral: lo más novedoso sería no sólo elaborar una especie de pneumatología fundamental que se limitase a reconocer la presencia del Espíritu en la Iglesia, sino profundizar también en la clave pneumática como condición necesaria de acceso a Cristo como mediación que prepara los caminos del Señor en la creación… Esta idea la refuerza la obra del teólogo

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Pedro Tringo: lo que al hablar de la trinidad en si va en último lugar, al hablar de nuestra relación a ella ocupa el primero. Por ello la actualidad de E.S debe tener primacía en la actualidad. Se trata de dar una prioridad teológico-pastoral a la pneumatología en la Iglesia de hoy, lo cual seguramente contrasta con una visión de una evangelización prioritariamente kerigmática, de anuncio de la palabra… ¿No vivimos una inflación de doctrinas, palabras, magisterio…etc, frente un déficit de experiencia espiritual, interioridad, iniciación, silencio contemplativo y mistagogia?

Aproximación bíblica

En el AT se afirma que el Espíritu planeaba sobre el mundo (Gn 1,1). Que el hombre recibe el Espíritu de Dios (Gn2,7). Tb los ancianos de Israel reciben el Espíritu en el desierto (Nm 11,7), igualmente en los jueces que guían al pueblo (Jue 3,10), en los reyes como David (1Sam 16), y en los profetas como Isaías (Is 6, 11) o Jeremías (Jr 2-3). Todos ellos recibieron el Espíritu. Ezequiel habla de la necesidad de un nuevo Espíritu (Ez 36, 24-29). En resumen, se manifiesta como el Espíritu de la promesa que sólo en el NT se manifestará totalmente (Joel 3,1-3).

En el NT primero hablamos de las manifestaciones del Espíritu en la vida misma

de Jesucristo. El Espíritu vendrá sobre María porque el engendrado vendrá del Espíritu santo (Lc 1,35 y Mt 1,20). En el bautismo de Jesús también vendrá sobre él (Mt 3,16; Mc 1,10; Lc 3, 21; Jn 1,32). Posteriormente fue llevado al desierto por el Espíritu para vencer al tentador, preanunciando lo que será a expulsión de los demonios en su vida pública ( Mt, 12, 28) Lc 4,1 y Mt 4,1). Jesús es el Cristo, el ungido por el Espíritu santo, el enviado en misión por el Padre (Lc 4,18). El Espíritu hace de Jesucristo buena noticia liberadora. Es el que antecede y prepara los caminos del Señor. San Juan liga estrechamente al Espíritu de Jesús (Jn 7,39; 19,20; 20,22). No obstante es acertado decir que una visión que redujese el Espíritu a después de la resurrección de Jesús no daría cuenta cabal del misterio del Espíritu en la creación y en la historia. En palabra de Denis Edwards: “No deberíamos pensar que el Espíritu viene sólo después de la resurrección. El está en cada etapa de la historia de la salvación”.

Aproximación patrística

Algunos padres de la Iglesia unen estrechamente pneumatología y cristología e insinúan una precedencia del Espíritu en orden a acceder a Cristo. San Ireneo habló de las dos manos del Padre con la que Dios nos crea y acompaña siempre. El mismo Ireneo, para explicar por qué el hijo no se encarnó al principio, insinúa que Dios tenía que acostumbrarse a la humanidad y la humanidad tenía que acostumbrarse al modo de actuar divino, ya que Dios no es violento, no quiere imponer la comunión divina, sino que pedagógicamente espera el tiempo oportuno para cumplir su designio salvador recapitulándolo todo en Cristo. Para san Basilio: “El Espíritu precede la venida de Cristo. La encarnación es inseparable del Espíritu. Las acciones milagrosas, los carismas de curación se dan por medio del El. El diablo es rechazado ante la presencia del Espíritu. La redención de los pecados se da en la gracia del Espíritu. En san Agustín el Espíritu es el que nos lo va enseñando todo.

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Ultimo fundamento trinitario

Toda cristología es pneumatológica, pues Jesús de Nazaret es el ungido por el Espíritu y es constituido mesías y cristo. Toda cristología es a su vez también trinitaria. Jesús nos lleva al Padre y nos revela la acción del Espíritu en El. El Espíritu que procede del Padre (versión oriental) es el Espíritu que procede del Padre y del Hijo (filioque) en la tradición occidental. Oriente no acepta esta visión y desde 1050 será una de las causas de la ruptura entre oriente y occidente. Nos hallamos ante dos teologías diversas de la trinidad. La de occidente que desarrolla san Agustín mostrando que el Espíritu es el lazo de comunión… y la oriental que resalta la monarquía del Padre y no limita el Espíritu a ser el vínculo de la comunión trinitaria. Actualmente, algunos teólogos de oriente como Evdokimov llegan a admitir que el filioque se puede aceptar si se completa con el Spirituque, es decir, con la afirmación de que el Hijo es generado por el Padre con la presencia amorosa del Espíritu. También, FX Durrwell (católico) afirma que Dios es Padre y engendra al Hijo por el Espíritu y eso se manifiesta en la teología económica o ad extra en cuanto Jesús da el Espíritu y es resucitado por el Espíritu.

Actualidad pastoral del tema ¿Cómo influye la pneumatología en la acción pastoral? Victor Codina lo hace a través de las tres dimensiones del Espíritu: La mística, la profético-etica y la cósmica.

A. Mística: la vida cristiana nace de un encuentro y de acompañar a los otros a una experiencia de Dios. Es preciso poseer una paciencia pedagógica e histórica. El Espíritu Ha llegado siempre antes que los misioneros. No hay por tanto prisa por ganar adeptos, no hay que hacer proselitismo. Esto tiene influencia en la evangelización, en el diálogo ecuménico, en la experiencia de Dios, en ser críticos con la propia fe al constatar cómo en lugares que hay un mayor número de cristianos es donde a veces más injusticias existen. La vida cristiana nace de un encuentro y de acompañar a los otros a una experiencia de Dios. Es preciso poseer una paciencia pedagógica e histórica. El Espíritu ha llegado siempre antes que los misioneros. Esta actitud está muy lejos del proselitismo y de la prisa por ganara nuevos adeptos. La pneumatología tiene unas consecuencias en la evangelización, en el diálogo con las otras religiones, en la experiencia de Dios, en ser críticos con la propia fe.

B. La dimensión profética. El Espíritu no nos encierra en un misticismo interiorista y alejado de la realidad. El Espíritu que habló a los profetas y que ungió a Jesús es el que lo impulsa a evangelizar a los pobres y lleva la buena noticia a los que sufren . Ese mismo impulso nos debe mover a nosotros. El Espíritu no nos encierra en un misticismo interiorista y alejado de la realidad. El Espíritu que habló por los profetas, el que ungió a Jesús de Nazaret y le impulsó a evangelizar a los pobres y llevar la buena nueva a los pobres, es el mismo impulso que nos lleva a nosotros a proseguir el camino de Jesús. Sin el Espíritu no se entendería la resonancia que Jesús adquirió en la historia posterior. Fue el Espíritu quien llevó a las comunidades a descubrir que por debajo de aquel hombre débil se escondía en realidad el Hijo encarnado del Padre. Este descubrimiento lo sigue haciendo cada generación hasta el día de hoy. Solamente lamentamos que no se respete la forma cómo el Hijo del Padre se reveló en la historia: desde el anonimato y en la humildad. Comenzaron a

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enaltecerlo de forma tan exagerada que ya no se reconoce a Jesús de Nazaret. El Cristo de la fe se tragó al Jesús de la historia. Esto ha traído problemas hasta el día de hoy. El E.S nos ayuda a rescatar a Jesús de Nazaret. La encarnación del Hijo del Padre en nuestra miseria. El fue un pobre entre los pobres y no un sacerdote entre los sacerdotes ni escriba entre los escribas. Podemos decir lo que queramos de Cristo pero no podemos nunca negar el hecho y a la realidad. C. La dimensión cósmica. El Espíritu nos compromete en el respeto hacia la

naturaleza y a la reflexión teológica de la ecología. El precepto no matarás, incluye hoy también por ejemplo, salvar la selva tropical. El teólogo norteamericano Thomas Berri afirma: tenemos una respuesta bien desarrollada al suicidio, al homicidio y al genocidio, pero ahora nos encontramos confrontados con el “bioicidio”, el asesinato del planeta. Hacen falta desarrollos más profundos en nuestro sentido de la relación que nos une al mundo natural. Nos faltan principios éticos y morales. El papa Francisco en Laudato si llama la atención sobre una compleja crisis socio ambienta. (nº 139): no hay dos crisis separadas, una social y otra ambiental, sino una única crisis socio-ambiental. Requiere una solución integral para combatir la pobreza, devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza.

Conclusión. Tiempo de adviento.

Recuperar la pneumatología, aceptar la importancia de destacar que el E.S, desde la creación, nos conduce a Cristo y lleva a cabo su misión. Desde la fuerza del Espíritu debemos iniciar una pastoral mistagógica, profética y cósmica, que seguramente muchas veces deberá preceder al anuncio del kerigma. Rey-Mermet: “Cuando la Iglesia empieza a olvidar al E.S se pone enferma. Clericalismo, autoritarismo, juridicismo, minimalismo moral…” “el Espíritu santo es nuestra vida” Sal terrae 1985. P.100

El Espíritu es el estilo de Dios. El NT suele ver este estilo en lo que más tarde se

llamaría por Nicolás de Cusa “armonía de contrarios”. Algunos ejemplos que podemos poner:

o Unidad en la pluralidad. Lo que mata a la Iglesia es la uniformidad. Recordemos la imagen del “cuerpo” en san Pablo: diversidad de órganos con un mismo Espíritu.

o El espíritu de Dios significa también la máxima LIBERTAD y la máxima entrega y obediencia. No hemos recibido un espíritu de siervos sino de hijos. En la carta a los hebreos se señala que Jesús se entregó hasta el final por la fuerza del Espíritu (9,14).

o Transformación de lo material: no su negación. No se aparta de la carne sino que es derramado sobre la carne (Hec 2,17)

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o Presencia en la ausencia. San Juan no teme decir: os conviene que yo me vaya para que venga el paráclito. No tiene ningún afán de protagonismo. En esa ausencia reconocemos a Jesús como Señor y nos atrevemos a llamar a Dios “Padre” con la fuerza del Espíritu que nos conducirá a la plenitud de la verdad (Jn 16,13).

o El Espíritu es el huésped del alma. Lo más rico y más profundo de nuestra interioridad, y por eso es lo más comunitario de nosotros. Se le llama con acierto en huésped del alma.

o El Espíritu hace de Jesús un recuerdo vivo. No es sólo enseñar sino recordar. Es un don del mismo Jesús aunque proceda del Padre, que no dirá nada diferente o nuevo que no haya dicho Jesús, pero sí que hace que el seguimiento y la obediencia no sean una mera mímesis o imitación literal, sino un seguimiento creativo. Ya los evangelios narran la vida y palabras de Jesús de forma creativa. No lo que dijo e hizo al pie de la letra… sino lo que haría y diría en el momento en el que se escriben. Por eso se dice que están escritos desde la Pascua.

o Jesús no fue un espiritual en sentido piadoso. Muchas personas entienden mal la expresión “lleno del Espíritu”. El problema es querer reducir la novedad a lo viejo de siempre. La letra mata mientras el Espíritu vivifica (2Cor 3,6). La fuerza del Espíritu creador es el don que capacita la presencia de Dios en medio de su ausencia, tomando esta en serio y sin camuflarla con falsas apariciones, nuevas revelaciones, milagrerías y otras presencias engañosas del Dios ausente. En esa ausencia, el Espíritu enseña a vivir teologalmente en el seguimiento creativo de Jesús y en el trabajo o nueva humanidad, que es otro modo de traducir lo que Jesús llamaba Reinado de Dios.

o El Espíritu y el don del perdón. Según san Juan el primer don del Espíritu es el perdón. El perdón no es una absolución personal sino factor de comunión y de unidad. Sin el perdón, la humanidad es como el caos informe que precede a la creación, según el mito del Génesis. Quizás ahora empezamos a comprender por qué H. Mühlen definió al E.S como “experiencia social de Dios”. No olvidemos que nos persignamos también en nombre del Dios de la vida, de la solidaridad y de la libertad máxima.

o La revolución pneumatológica. A la vez que se ha dado una revolución cristológica, esperamos que nazca una auténtica revolución pneumatológica. Esta podría ser una tarea importante para la teología del hoy y del mañana.

Estamos todavía en tiempo de adviento.

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