JORGE LUIS BORGES, CON EL ALMA SIN BANDERASLos Cuadernos del Diálogo JORGE LUIS BORGES, CON EL ALMA...

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Los Cuadernos del Diálogo JORGE LUIS BORGES, CON EL ALMA SIN BANDERAS Juan Cruz Ruiz J uan Cueto acababa de ver un partido, Gijón-Atlético de Madrid, por ejemplo, y me había dicho, por el teléfono automá- tico: -Pregúntale a Borges por las banderas. -Borges, me gustaría preguntarle por las bande- ras, le dije, en el hotel, al escritor ciego. -¿Por qué no me pregunta por algo más con- creto?, me dijo él, acariciando el bastón de carey, de bambú, el bastón que acariciaba. -¿Sabe usted de dónde es este bastón?, me pre- guntó reiteradamente. -No lo sé -le dije para que me preguntara si lo adivinaba. -No lo sabe. Adivínelo, pues. -Puede ser de Japón. -No. Este bastón no es de Japón, me pece que no adivina -afirmó, adivinando. Pero tuve una certeza, una especie de inspira- ción, y cuando ya parecía insuperable el examen le dije: -Es de China. -Justamente -asintió, y pasó a otro tema, como quien lee el periódico. Cuando un personaje que mira a las moscas y a las motas de polvo que forma el aire de una habi- tación en penumbra prefiere pasar a otro tema, hay que buscar referencias en la luz. -Borges, qué joven está usted, qué luminoso su traje. -No sé de mi traje; todo me lo elige María, hasta las corbatas. ¿Qué traje tengo? -Nada. Todo muy bien entonado. Especial- mente la corbata. La corbata va muy bien ento- nada con el traje. -Me alegra que sea tan precisa. -Juega con venta. Usted está muy joven. -Dante dice nell mezzo del camino della nostra vita; yo creo que hay una triple ed, una termina en los 35 os. A los 35 años yo quería llegar a los 40. Quizá es que entonces ya era viejo. Pero, bueno, qué más da la edad. Mi padre murió en 1938, cuando se suicidó Lugones. -¿Y usted qué hacía para ganarse la vida cuando aún no tenía 40? -Trabajaba en una pequeña biblioteca, escribía. Tenía dificultades para publicar, me rechazaba todo el mundo: La Esfera, La Nación, Madrid, el New York Times ... Todos me rechazaban. (Habla sin puntos y comas, obsesivamente, pa- sando de un tema a otro, sin cesuras, como si estuviera solo, bajo el poder enorme de las luces incontroladas de la habitación). 46 Borges en la épo ca de la publicación «Fervor de Buenos Aires». -Haga el favor de cerrarme la luz cuando salga. No deje la luz abierta, que nadie la va a ver -dice, con los ojos mirando a las arañas inexistentes de la habitación despoblada; una maleta está abierta. Es azul celeste. La llama «la celeste». María lo tiene apuntado. Dice «celeste abierta» en su li- breta; para recordar y cerrar, supongo. (Las notas están desordenadas. Acaba de pasar la primera hoja del block. La segunda podría ser la decimoséptima. Modelo para armar. No había or- den. Nunca lo hubo. Ni lo habrá). -Borges, esto de no ver es una forma de sole- dad. -La ceguera está diluida por el recuerdo. -Sí, algunas cosas no podrán ser sustituidas por el tacto. -Me gustaría tanto poder ear un libro -dijo ojear y no hear, esa dulce y dramática sutileza de la hache muda. -He perdido -prosiguió- dos colores, el negro y el rojo. El mundo es, para mi suerte, de una cierta neblina luminosa. -Algún color habrá que distinga más. -Sí. El blanco se define. Gracias al blanco ahora no estoy nunca en la oscuridad. (Mira hacia ti con deferencia: te hace el favor de simular verte. Luego se despega de ti y se fija en el plato blanco. Tampoco lo ve pero, con justicia, le dedica más atención).

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Los Cuadernos del Diálogo

JORGE LUIS BORGES, CON EL ALMA SIN BANDERAS

Juan Cruz Ruiz

Juan Cueto acababa de ver un partido, Gijón-Atlético de Madrid, por ejemplo, y me había dicho, por el teléfono automá­tico: -Pregúntale a Borges por las banderas.

-Borges, me gustaría preguntarle por las bande-ras, le dije, en el hotel, al escritor ciego.

-¿Por qué no me pregunta por algo más con­creto?, me dijo él, acariciando el bastón de carey, de bambú, el bastón que acariciaba.

-¿Sabe usted de dónde es este bastón?, me pre­guntó reiteradamente.

-No lo sé -le dije para que me preguntara si loadivinaba.

-No lo sabe. Adivínelo, pues.-Puede ser de Japón.-No. Este bastón no es de Japón, me parece

que no adivina -afirmó, adivinando. Pero tuve una certeza, una especie de inspira­

ción, y cuando ya parecía insuperable el examen le dije:

-Es de China.-Justamente -asintió, y pasó a otro tema, como

quien lee el periódico. Cuando un personaje que mira a las moscas y a

las motas de polvo que forma el aire de una habi­tación en penumbra prefiere pasar a otro tema, hay que buscar referencias en la luz.

-Borges, qué joven está usted, qué luminoso sutraje.

-No sé de mi traje; todo me lo elige María,hasta las corbatas. ¿Qué traje tengo?

-Nada. Todo muy bien entonado. Especial­mente la corbata. La corbata va muy bien ento­nada con el traje.

-Me alegra que sea tan precisa.-Juega con ventaja. Usted está muy joven.-Dante dice nell mezzo del camino della nostra

vita; yo creo que hay una triple edad, una termina en los 35 años. A los 35 años yo quería llegar a los 40. Quizá es que entonces ya era viejo. Pero,bueno, qué más da la edad. Mi padre murió en1938, cuando se suicidó Lugones.

-¿ Y usted qué hacía para ganarse la vidacuando aún no tenía 40?

-Trabajaba en una pequeña biblioteca, escribía.Tenía dificultades para publicar, me rechazaba todo el mundo: La Esfera, La Nación, Madrid, el New York Times ... Todos me rechazaban.

(Habla sin puntos y comas, obsesivamente, pa­sando de un tema a otro, sin cesuras, como si estuviera solo, bajo el poder enorme de las luces incontroladas de la habitación).

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Borges en la épo ca de la publicación «Fervor de Buenos Aires».

-Haga el favor de cerrarme la luz cuando salga.No deje la luz abierta, que nadie la va a ver -dice, con los ojos mirando a las arañas inexistentes de la habitación despoblada; una maleta está abierta. Es azul celeste. La llama «la celeste». María lo tiene apuntado. Dice «celeste abierta» en su li­breta; para recordar y cerrar, supongo.

(Las notas están desordenadas. Acaba de pasar la primera hoja del block. La segunda podría ser la decimoséptima. Modelo para armar. No había or­den. Nunca lo hubo. Ni lo habrá).

-Borges, esto de no ver es una forma de sole­dad.

-La ceguera está diluida por el recuerdo.-Sí, algunas cosas no podrán ser sustituidas por

el tacto. -Me gustaría tanto poder ojear un libro -dijo

ojear y no hojear, esa dulce y dramática sutileza de la hache muda.

-He perdido -prosiguió- dos colores, el negro yel rojo. El mundo es, para mi suerte, de una cierta neblina luminosa.

-Algún color habrá que distinga más.-Sí. El blanco se define. Gracias al blanco ahora

no estoy nunca en la oscuridad. (Mira hacia ti con deferencia: te hace el favor de

simular verte. Luego se despega de ti y se fija en el plato blanco. Tampoco lo ve pero, con justicia, le dedica más atención).

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JACOBO SURED4

«Prisma», la revista fundada por E. G. Lanuza, Guillermo Juan y J. L. Borges.

J. L. Borges, diciembre 1961.

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-¿Cómo controla lo que le leen, Borges?-Son fieles lectores. Vienen a casa y me leen.

Leen mis ensayos. María discute mucho conmigo lo que escribo. Me gusta mucho que me discutan lo que escribo.

(A esta hora ya habíamos salido de la habitación -«cierre la luz, que nadie la va a ver»- pero, denuevo, el block de notas pasa de página y la nu­meración no está hecha. El caos y la necesidad).

-Algunos premios han sido justos. Kipling,Faulkner. Neruda estuvo bien.

-Y Gabriela Mistral. ¿Qué le pareció GabrielaMistral?

-No. No concuerda con la escritura latinoame­ncana.

(Aquí hay una duda: dice la nota, no magneto­fónica: «Gabriela Mistral, no». Luego hay una flecha descendente que dice: «concuerda con es­critura latinoamericana». Tampoco está claro que diga escritura y es probable que diga escritora. En cualquier caso, la respuesta es como Borges: la respuesta es la otra).

-Aleixandre, bien. Y Juan Ramón Jiménez esun gran poeta.

(Surge el recuerdo de Graham Greene, porque es el otro, es decir, el anglosajón que no lo saca: el Nobel frustrado de las islas: «Tuve un encuen-

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Los Cuadernos del Diálogo

tro desagradable». No hay más palabras en el block de notas. Improvisarán una explicación los que recuerden).

-Y usted, en Buenos Aires. ¿Con quién se, ve?-Conozco a algunos escritores. Pertenezco a la

Academia, pero no voy. -¿ Tampoco ve a los contemporáneos? ·-Y o no tengo contemporáneos.(El block cambia de página otra vez. Hay, en­

tonces, la primera referencia al menú de la cena. Alguien le dice, supongo que Pilar, que se sienta a su izquierda: «¿Nada más que la vichysoise?».«Nada menos», le responde él, y me mira como si estuviera concentrado en aquello que vislumbra su nariz, porque se ríe con la nariz, apuntándote sin verte).

-Y ahora acaba de tener un premio en Italia(acababa de_ tenerlo, pero como Cueto se empeña en no tener un diario, yo cuento esto con un lustro de distancia).

-Me eligieron. Increíblemente. Y o todos esospremios se los debo a Suecia. Es una asociación de ideas la que tienen. Piensan en Borges y les sale Suecia. Bueno, al revés: piensan en Suecia y les sale Borges.

(Hay un error en la respuesta anterior: en reali­dad, Borges no se equivocó; había dicho «Piensan en Suecia y les sale Borges». Al pasar a máquina la nota se extrapoló la respuesta y apareció la brÓma. La respuesta es una broma. Y o soy un bromatólogo del diálogo.)

(El premio era por la actividad filológica, entre otras, de Borges. Con aquel traje claro, él estaba, claro, como niño con zapatos nuevos y traje claro. La siguiente respuesta corresponde a otra zona, la inmediata, del block de notas.)

-Su actividad filológica, tan incesante.-Sí, lo ha sido tanto.-¿Qué descubrimientos ha hecho ahora?-Las raíces: tantas palabras, como ventana o

cual.quiera otra, que proceden del latín: todo pro­cede del latín o del griego.

(Le traen pan; debían traerle pan, porque en las notas se habla del pan sin razón aparente: Suecia no tiene nada que ver con el pan; tampoco tiene que ver la filología).

-Rico el pan. Es bueno, ¿eh? -dice el viejobibliotecario-. El pan en Inglaterra es malo. Es mejor en Estados Unidos. Pero lo empeoran uniéndolo a las hamburguesas, esa comida terri­ble.

-Usted sí que es privilegiado, con esa carneargentina.

(No hay respuesta directa aquí. La nota dice, escueta y exacta, como lo escueto (como Lo Es Cueto: homenaje privado, paga más o se acaban los homenajes): dice la nota: «Carne argentina, no le gusta». Y luego viene una elaboración borgiana, que guardo como buen hambriento):

-Nos la hacían comer tres veces al día.(Momento propicio -debía serlo- para hablar de

cubiertos. Borges comenta declinaciones alema-

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J. L. Borges y Adolfo Bioy Casares en Mar del Plata (1943).

nas y se extasía recordando que en alemán se dice «lo tenedor, lo cuchillo, el cuchara». Luego Pilar le alcanza el jamón. No dicen nada las notas del jamón).

(Hay otra referencia misteriosa, antes de que la nota pase de página. Dice: «Maestro, en Buenos Aires el jardinero». Debe hacer referencia a la manía latinoamericana de considerar maestro al que coloca, uno a uno los ladrillos. Es una manía razonable, parece que concedió Borges).

-O sea, que la filología.-Sí, siempre fue una obsesión. ¿No es hermoso

que pan y jabón se digan en Japón como en Es­paña, más o menos?

(En realidad, parece que fue una influencia ja­ponesa, resulta que recuerda Borges: xabón de­cían los portugueses, y con esa palabra fueron por el mundo. Y llegaron a Japón. Me resisto a poner entre paréntesis la reflexión de Borges. Así que la saco del paréntesis. Como Ferrero sacaría de cór­ner).

-Los portugueses se llevaron la cosa y la pala­bra. Fue lo que dijo Borges.

(Pide un plátano; debió haberlo pedido, porque está escrita así esta frase entre las notas: «En un soneto, plátano/no banana». Luego viene una larga discusión que la sabia memoria registra en esta simple reflexión: «Vocales, consonantes». Borges estaba para decir la frase y la mano fue diligente en la crónica de su idea: « ... suerte de magia que es el verso»).

(Pero, en realidad, tenía aquella noche -era do­mingo, con aguacero, un día del cual tengo ya el recuerdo- la obsesión filosófica, y decía: «Ve, usted, todo es igual. Dice usted se/ene y está diciendo moon. Todo es igual, hasta por el so­nido». La luna. Casi todo es femenino, le digo. El respondió y tampoco ahora voy a guardar entre

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Los Cuadernos del Diálogo

J. L. Borges.

los corchetes del paréntesis su respuesta son­riente. Dijo:)

-La mujer es más importante que el hombre.(Y luego:)-Bungalow: ve qué fácil. Casa hecha al estilo de

Bengala. -Voltaire lo dijo -dijo Borges más tarde-: las

vocales no cuentan y las consonantes muy poco. -Andalucía -afirmó poco después- viene de los

vándalos, el Mar de los Vándalos. (Es un batiburrillo: luego habla de la patria y

recuerda que todo viene de lo mismo, en todos los idiomas. Hay una nota que me gusta. Dice: «Len­guaje, poesía fósil». Más adelante, dice: «Náusea, navis, mareo de mar». Después se pregunta «de dónde viene brújula», concede que window (ven­tana en inglés) es «ojo del viento». Más tarde señala que margarita, la flor, es en inglés «ojo del día», daysy).

(Finalmente, hay una antología: Frases que sur­gen: «Episodio vergonzoso»; «¿cómo fue eso?»; «¿cómo andan las cosas en el País Vasco?», «¿cómo son los apellidos en Canarias?»; «el bas­tón costó dieciocho dólares»; «Pérez Galdós se hizo madrileño».)

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J. L. Borges durante su visita a la Universidad de Texas(U.S .A.) en 1961.

(Pero eso no es nada si se recuerda que, al término de la cena, ante la crema catalana, intu­yéndola, dijo: «La crema catalana es muy com­pleja».)

(No hay finalmente con Borges. Seguimos. «Pa­cifista. Descreo del Estado. No soy católico. De resto, pregúnteme lo que quiera. Me gustan las peleas de gallos porque a los gallos les gustan mucho. Es como un frenesí. Con las frases ajenas podría hacer mis obras completas. ¿Por qué me meto con Lorca? ¿Por qué no? Con Cervantes nunca me meto. Mi casa, usted está en ella cinco minutos, le dije a un visitante impertinente; yo la he soportado setenta años: no se queje. Me dijo -era mexicano: Octavio Paz no vive así. Le dije:Modestamente, yo soy Borges» .)

(Al final de las notas -debo decir algo: en el reverso de las notas hay otras notas, pero si uno no guarda el secreto sobre parte de Borges no guarda el secreto sobre el otro, y uno es siempre el otro- hay una reflexión doméstica. Dice: «Cuando nací, las casas eran terrenas. Tenían azoteas, algibes ».

Prosiguen las notas, entre paréntesis, con comi-llas:

«Yo me he llamado Beethoven alguna vez». «Yo prefiero no ir a los congresos». «Acepto ácidamente, con toda evidencia». «Mi abuela, siendo jovencita, asistió a la lectura

de un capítulo de Dickens, por Dickens. ,.-.. Cambiaba de entonación y de cara». �

Ahí se pierde el rastro. Lo otro es lo V otro.