Jorge Valdés Díaz-Vélez Poemas

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Diplomático y poeta mexicano. De manera silenciosa construye su obra y recibe premios.

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Jorge Valdés Díaz-Vélez

CUANDO AMANECE

Las primeras palabras del poema

las escribe la muerte, y enseguida

se adueñan de la página. Nos besan

las mejillas, los ojos, desplegando

su invisible poder sobre las cosas.

Una imagen oculta en la memoria

el párrafo inicial: «Cuando amanece

oigo a un niño que llora sin remedio

en una habitación desconocida».

Se apaga el cielo falso, nos encienden

en silencio una lámpara. En el pecho

hay un sudor de fiebre. Alguien murmura

las últimas palabras: «Ya nos vamos».

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MATERIA DEL RELÁMPAGO

Calculaste al detalle cada paso,

sutil, desde hace siglos. Finalmente

tu esposo está de viaje y tus pequeñas

se fueron a dormir con sus abuelos.

Así que ahora estás sola y con euforia

te has vuelto a maquillar y te has vestido

de negro riguroso y perfumado

tu mínima porción de lencería.

Estás temblando, te dices, pero nada

te hará volver atrás. Miras tu imagen

alzada en los tacones, desafiante.

Tú y la noche son jóvenes y hermosas

como una tempestad que se aproxima.

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EL CUBISTA

Para Luis Alberto de Cuenca

Aquel cuadro de Klimt que te gustaba

tocar en las facciones de Sofía,

o la Venus con brazos que era Helena;

Beatriz, con su blancura Modigliani

reclinada en un manto que ni Goya;

o Ángela, morena de Rivera;

la Romero de Torres, la gitana

Esperanza que hablaba con el fuego.

O Pilar, melancólica y fragante

con sus gasas de baile a lo Toulouse

Lautrec. Adónde se habrán ido aquellas

muchachas que son ya tan sólo un cuadro

abstracto de neón, algún dibujo

trazado con sanguina sobre lienzos

de un espectro que tiñe su agonía.

Con quién habrán partido, en qué momento

se hicieron humareda, por qué diablos

vinieron hasta aquí sin ser llamadas.

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RÍO ARRIBA

Fuera de foco

se aproxima la luz,

parte una sombra.

Sólo segundos

sobre el vitral ahumado

la lluvia dura.

Guarda en los ojos

la noche navegable

sin puerto fijo.

Haces memoria

del odio, del amor

embarcadero.

Tú, con un vaso

medio lleno, te ahogas

en tierra firme.

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TE QUEDASTE

Reluciente, con la mirada

puesta en los altos ideales

de una primera juventud,

en el anuario, al fondo, atrás

de la Enciclopedia Británica

y los cuadernos con poemas

de amor oscuro que enmohecen

junto a medallas y trofeos,

al final de la estantería

tocando el cielo raso, allá

entre las páginas dobladas

por las esquinas de tu nombre,

encima de los soldaditos

de plomo, sobre un álbum donde

tímidas manos recortaron

los perfiles de tu nobleza,

debajo del polvo, debajo

del agua inmóvil de los atlas

donde jamás habrás de hallarme.

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LOS SONÁMBULOS

Y, cuando duermen,sueñan no con los

ángeles sino con los mortales.Xavier Villaurrutia

Se despertó al oír un ruido

a sus espaldas, un murmullo

de frondas embozado. Abrió

los ojos y rozó en silencio

sus brazos recogidos entre

la nervadura de la sábana.

Qué sucede, por qué no duermes

le preguntó mientras el alba

ya era otra forma en los espejos.

Me soñaba contigo dijo

sin mirarle. Y se dio la vuelta,

cerró los párpados del sueño

para buscar la piel que huía

desde sus yemas, luz adentro.

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PUERTA DEL SOL

Lleva una camiseta

que alguna vez fue blanca

y el pelo sobre un rostro

de belleza sombría.

No puede caminar

ni levantarse. Quiere

seguir ahí, oyendo

la calle movediza

debajo de los pasos

fantasmas que la ignoran.

En su brazo desnudo

cuelga la jeringuilla

de un mundo superior

girando en cada gramo

a precio de oro. No

ha llegado a los 20,

tal vez no ha de inyectarse

otro verano. Ciega

de angustia, sólo pide

por un auto sin luces

que doble al fin del cielo,

y que todo ese vértigo

solar, en un segundo

le otorgue consistencia

de pájaro a sus manos.

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LAS FLORES DEL MALL

Las jóvenes diosas, nocturnas

apariciones (ropa oscura,

plata quemando sus ombligos)

en la cadencia de la pista,

comenzarán a despintarse

con la premura de los años,

los problemas, quizá los hijos

que no tienen aún. Ahora

miran tus ojos con un claro

desprecio (ya tienes cuarenta)

y piensas en ciertas palabras

de Baudelaire que les darías

como si fueran frutas tuyas

(si al menos se acercaran), si

supieran quién es el poeta.

Pero ellas danzan, te rodean

sin importarles lo que callas.

Envejeciendo solas, brincan

sobre tus textos (tan perpetuas

y frágiles), deidades nuevas,

ellas, que bailan retiradas

de tu florero de Lladró.

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PURPLE RAIN

Para Ana Istarú

entre piadosos,remotos murmullos de tormenta

Rubén Bonifaz Nuño

Fuera de sí, de todo cuanto

existe, acaso inadvertida

por la lluvia, toma su copa

con brusquedad y habla con alguien

por el móvil sin que le importe

que la vean llorar. Agita

el húmedo cabello, cierra

y abre las manos en su sombra

para escuchar al que no está

con ella. Le tiemblan los labios

y el corazón tal vez le tiemble

al sollozar, cuando la voz

del otro lado la maldice

o le reclama, o quizá llora

también, pidiéndole perdón;

o suspire y caiga en silencio

lejos de aquí, desde el vacío

de algún solar inhabitado

bajo la piel fugaz del trueno.

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LOS ARGONAUTAS

Para Esther y Leandro Arellano

Han venido a cantar «Las golondrinas».

Llegarán a Nogales en tres días.

A Chicago, tal vez, en dos semanas.

Tienen familia allá, del otro lado.

Son de Minatitlán o Villahermosa.

Otros, de El Salvador y Nicaragua.

Su imagen de Illinois es una estatua.

Un campo de maíz la de Chicago.

Conocen el desierto sólo en fotos.

Van a seguir las huellas del coyote.

No levanta la niebla en la otra orilla.

Gibraltar se distingue a duras penas.

Son del Magreb y el sur de Cabo Verde.

Van a echar al oleaje su fe ciega.

Cruzarán en silencio todos juntos.

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ENTRE PARÉNTESIS

En la luz que custodia secretas alegrías

del tiempo de los niños. Debajo de los últimos

frontispicios de Baalbek o Menorca. En la brisa

de un balcón entreabierto a la fresca inocencia

de la yedra o el círculo virtuoso de una fuente.

Olvidados de sí, del mundo aparte, acaso

con unas cuantas páginas de sílabas en llamas

que agiten su ebriedad igual que un himno. Al sur

o al norte, en algún mapa jamás desenterrado

de las ruinas cubiertas de azules frisos griegos.

La cerveza bruñida contra el calor, desnudos

como yemas del árbol que crece en las laderas

del júbilo. En abril o en verano, sin más

porvenir que no sea la piel de un día encendido

con pájaros. A orillas de un beso. En otra tierra.

En otra vida. Todos quisiéramos estar

en un lugar distinto, distante, sin vestigios

ni agónicas memorias de la melancolía

o el tedio que destila con odio su ponzoña.

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PRO NOBIS

Para José Emilio Pacheco

De nuevo abrió sus fauces calientes el Averno.

Vienen las pesadillas y el terror a morir

si el sueño al invadirlo se vuelve flama negra,

si al dormir se lo llevan a él, al lujurioso

lagar de los demonios. El niño enmudecido

contempla su silueta y llora. En la oscuridad

de su cama se sabe maligno si no reza

y no implora el perdón del Espíritu Santo

por los remordimientos que atiza el mismo Diablo.

Por todos sus pecados pide misericordia

y dice sus oraciones, otra vez y otra,

rogando por su alma enlodada y por la indigna

vecina de su calle que besa sus pestañas

cada vez que le mira; por su prima Rebeca

con quince años cumplidos a orillas de unos pechos

de miel y de serpiente; por su hermana, que guarda

revistas de pin-ups al fondo de su armario;

por las chicas del aula olorosas a jazmín

y a densa primavera, por todas las actrices

que torturan su espíritu la tarde de los sábados

después del catecismo. Por su culpa grandísima,

tan sólo por su culpa dice perdón mil veces,

hasta que llega el sueño narcótico y se pierde

en esos espejismos que vive en carne propia

y en nombre del Amor que hirió al jurar en vano.

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NOSTRUM VII (Kavafis)

Malherido de muerte por óxido y petróleo,

un pájaro agoniza sin trinos en la arena

que vio partir a Ulises, entre bolsas de aceite

y alambres enroscado. Lo levanto y me mira

desde su orilla lejana por última vez,

sin advertir que contemplo mi miedo en su frío,

sin comprender lo que significan las Ítacas,

sin saber que la brea o la plástica ponzoña

nos hicieron el viaje más largo hasta Fenicia,

sin saber de los Cíclopes ni de los Lestrigones

o del ámbar y el ébano de aquellas tierras altas,

cuando mar y destino fueron la misma cosa,

la frágil travesía del ojo a su deleite,

la emoción de salir al puerto gris del alba

y el viento a la deriva o con rumbo hacia el abrazo

de un sol sin herradura, ni pausas, como el mar.

Sin pausas como el mar, el pájaro en el cuenco

negruzco de mis manos se aleja, poco a poco,

hasta ser una mancha de tóxico el paisaje.

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AQUEL AHORA

Las posibilidades de volverte a encontrar

eran remotas. Una entre un billón. Y habiendo

infinitos lugares dispersos por los números

de un cálculo improbable, quién imaginaría

que te iba a ver en esa cantina, transformándote

en luz de aquel entonces feliz, o eso quisieron

creer años atrás aquellos dos que fuimos.

Estabas allí, tú de pronto y sin aviso

previo, con una tímida sonrisa, recargada

en el hombro de un tipo de aspecto deleznable

que podría haber sido yo. No reconociste

mi rostro entre la gente del bar. Aunque tal vez,

supongo, pretendías saber adónde y cuándo

miraste mis facciones, en qué sitio más joven

hiciste un alto, bajo qué extrañas circunstancias

coincidiste con alguien que se me parecía

de lejos. Pero no recordaste, si acaso

lo intentabas, a quien le prometiste un sueño

que no ibas a cumplir, cuando nos despedimos

tras una ventanilla. De vuelta en este ahora,

tu cara era la misma donde vi el resplandor

del ángelus y el tacto de un crepúsculo gris

y hermético. Llevabas rubor en las mejillas

y el cabello más negro que alguna vez tocaron

mis manos por el valle lunar de tu cintura.

La bienaventuranza fue nuestra compañera

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de viaje a las estrellas tan próximas al hambre

de nuestros corazones y su dolor difuso.

Era la edad del bronce pulido de tus pechos.

Las noches fueron lentas palabras inaudibles

del mundo que brotaba sin encajes. Bebíamos

la vida entre los versos de una poeta árabe

y bailaba desnuda la luz en la terraza.

Tú entonces te encendías y el viento iba contigo

por algún callejón a sórdidas tabernas,

levantando tu falda minúscula, mostrándome

las rutas que de súbito me alzaban al misterio.

Sin duda eras feliz de forma ingobernable.

También lo fui. Lo fuimos. Te dije, lo recuerdo

como si fuera ayer, que un dios haría suyos

los rasgos de tu nombre y el vino tu sabor

de almendra y paraíso. Sigues igual, incluso

me has parecido más hermosa, quizá menos

alegre que la imagen que de ti conservé

todo este tiempo en vano. Detrás de tu mirada

no encontré el resplandor de aquella chica insomne,

sino una palidez ceniza de rescoldos

que aún parecen guardar el vértigo del fuego.

No puedo asegurarlo. Y ya tan poco importa.

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LA MESA

Para Wislawa Szymborska

Me contemplo en las caras ocultas de la noche

sin rasgos de mi acento del sur, sin evidencias

de ser el extranjero que alarga un punto móvil

sobre una servilleta doblada en dos. Estoy

en medio de personas de las que no sé nada

y que hablan de lugares apócrifos, de valles

desterrados del tiempo, distancia o geografías;

me observo desde mi soledad, desde afuera

del aire, de las formas del sillón que soporta

el peso de las vidas que tuve y me contienen

al pie de nuestra mesa. Me reconozco aquí,

con la ingenua cautela con la que se vislumbran

animales fantásticos en un libro de viajes

cuya última página no depara emociones,

ni algún final feliz que salve la memoria

de un bar donde la dicha se mire al otro lado

de esta sombra entre tantas estólidas fronteras.

Jorge Valdés Díaz-Vélez, un poeta mexicano deslumbrante apegado a

las formas clásicas

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MIÉRCOLES, 02 DE SEPTIEMBRE DE 2009 Gregorio Martínez Moctezuma.Corresponsal Azteca 21

Durante el “IV Festival Internacional Letras en San Luis”, efectuado en la capital potosina del 18 al 21 de agosto de 2009, tuve un encuentro inusitado, de ésos que trastocan el curso de las horas: escuché al poeta JorgeValdés Díaz-Vélez dar lectura a varios de sus poemas y me impresionó la factura formal, la musicalidad, el tema de éstos, así como su voz deliciosamente alambicada al enunciarlos. En pocas palabras, como le dije después, me reveló a un poeta mexicano que desconocía, a un excelente poeta, para ser más preciso.

Luego me proporcionó su libro “Tiempo fuera” (1988-2005), aparecido en 2007 en la señera colección de la UNAM “Poemas y Ensayos”, donde reunió cinco de sus libros publicados (no todos): “Aguas territoriales” (UAM, 1988), “Cuerpo cierto” (El Tucán de Virginia, 1995), “La puerta giratoria” (Joaquín Mortiz-Planeta, 1998), “Jardines sumergidos” (Colibrí, 2003) y “Cámara negra” (Solar Editores, 2005). Los temas explorados por el poeta son el tiempo, el erotismo, el amor, la luz, la soledad, la muerte, la musicalidad, lugares; y siempre la constante del ejercicio de la forma, del metro.

Jorge Valdés Díaz-Vélez nació en Torreón, Coahuila, en 1955, y ha obtenido diversos premios literarios, como el Latinoamericano Plural 1985, el Nacional de Poesía Aguascalientes 1998 y el Internacional de Poesía Miguel Hernández-Comunidad Valenciana 2007. Es miembro de carrera del Servicio Exterior Mexicano. En entrevista, nos habla de su quehacer poético.

Jorge, ¿qué representa para usted la publicación de “Tiempo fuera” en la colección “Poemas y Ensayos” de la UNAM, muy reconocida y de una gran calidad literaria?

Es una colección célebre, que ha publicado una cantidad enorme de autores, lo mismo mexicanos que extranjeros, y para mí es un honor formar parte de la nómina de autores seleccionados en una muy puntual elección que año con año se va haciendo para fortalecer esta colección. Me siento muy complacido, como me siento cada vez que se hace un trabajo como éste, ya sea de un autor que conozco o desconozco, pero que me permite acercarme a su obra. En ese sentido, me siento contento porque sí hay una trayectoria que está ahí reunida y espero que siga fluyendo entre los lectores de poesía.

Me parece que su nombre es poco conocido en el ámbito actual de la poesía mexicana, pienso en Vicente Quirarte o Francisco Hernández, quizás se deba a su trabajo fuera del país...

Vicente Quirarte hizo la segunda de forros de “Tiempo fuera” y es un queridísimo, entrañable amigo, compañero de armas, amigo de muchos años, pero sí, creo que el estar alejado del país me ha impedido estar físicamente en reuniones como ésta o en recitales, a pesar de que anualmente publico en suplementos, lo cual hago de forma esporádica. Pero estoy muy concentrado tanto en el trabajo que me permite vivir como en la literatura, y eso de no ser

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muy conocido es muy relativo, no soy muy conocido físicamente, pero yo creo que hay trabajos míos que se siguen o que se empiezan a leer; en esto el público siempre es muy considerado.

Se lo decía porque yo no lo había leído y la lectura de sus poemas me ha revelado a un poeta auténtico... Además, al leer “Tiempo fuera”, me parece que es una antología que también muestra el desarrollo y la madurez de su voz poética.

El volumen reúne varios libros escritos desde 1988 hasta 2005, evidentemente uno va creciendo conforme van apareciendo los libros, uno va madurando, va envejeciendo, va adquiriendo una voz propia que es la voz de muchos, se va haciendo más consciente de este paso del tiempo. Borges lo expresó muy bien en aquel texto suyo en el que decía que después de muchos años de estar dibujando un mapa, el hombre se ve al espejo y se da cuenta de que ha estado bosquejando su propio rostro. Creo que la literatura también nos permite ir viendo la propia trayectoria personal, no nada más la de la región en la que uno nació y creció o en la que está viviendo, porque finalmente el escritor está en el lugar donde está la escritura.

En efecto, en su obra se pueden percibir ecos de varios autores de lengua española, como Paz, Gorostiza, quizás Sabines, y otros de otras literaturas, como se puede inferir de algunos epígrafes de sus poemas.

Sí, uno tiene deudas con muchos autores, sería imposible nombrarlos a todos, pero Gorostiza, Villaurrutia, Owen, todos los Contemporáneos, a los que yo he estudiado con mucha atención, pero también con Borges y Shakespeare. Yo tengo una deuda inmensa, entre otros muchos, con García Lorca, que fue el primer autor al que leí siendo todavía un niño, es inmensa la cantidad de autores que me han deslumbrado, que me siguen conmoviendo y a los que sigo recurriendo.

Sin duda, su propio devenir también está reflejado en este libro antológico con poemas que también pueden ser viñetas o cuadros, con la posibilidad de viajar mediante la imaginación, con la posibilidad de ser una invitación a completarlos...

Es el viaje como un recurso, como un símbolo, como lo hacía Odiseo Elitis, que es otro de mis acreedores literarios, es decir, los temas siempre son universales y son los mismos, el viaje, la vida, la muerte, el viaje como un trayecto hacia la muerte, entre el amor y el desamor, y son símbolos, son momentos que no siempre se corresponden con la realidad del poeta, es lo que decía Villaurrutia: “vámonos inmóviles de viaje”.

Me place encontrar en su obra poética el erotismo como tema recurrente y la experimentación de diferentes formas poéticas...

Experimento mucho, es decir, trabajo con metros, casi todo lo que está en “Tiempo fuera” está en versos eneasílabos, endecasílabos, en heptasílabos o en alejandrinos, las formas clásicas, pues. Experimento con ellas, me ajusto a ellas, es una forma también de trabajar con el lenguaje, finalmente, la poesía es el laboratorio del idioma, y yo lo hago con mucho cuidado y me esmero en tratar de que así suceda.

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