Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

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xtn. B -81 ENSAYO SOBRE EL PRINCIPIO GENERADOR DE LAS CONSTITUCIONES POLÍ t ICAS. X

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En este ensayo, Joseph de Maistre explica la vanidad de pretender hacer una constitución política escrita y a partir de razonamientos abstractos. Las constituciones son el resultado de circunstancias imposibles de prever por los hombres, es en el decurso del tiempo que el orden se forma. En esto, la consagración de la fundación de una ciudad a la Divina providencia se muestra como la forma más plausible de hacer durar la sociedad. La soberanía del pueblo es una contradicción, porque se necesita un agente soberano para hacer cumplir la ley, por lo que el agente que hace la ley no podría aplicarla sobre sí mismo.

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x t n .B -81

E N S A Y OS O B R E

EL PRINCIPIO GENERADOR

D E L A S C O N S T IT U C IO N E S P O L Í t I C A S .

X

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(c) 2009 Real Academia de Jurisprudencia y Legislación

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S O B R E E L

PRINCIPIO GENERADOD E L A S C O N S T I T U C I O N E S P O L Í T I C A S

Y DEMAS I NSTI TUCI ONES HUMANAS:

E S C R I T O E N P R A N C E S

P O R E L C O N D E D E M A I S T R E ,

Y T R A D U C I D O A L C A S T E L L A N O

el Jáven difunto D. José Miguel Saenz de Manjarrés:

1

L O D A A L U Z SU H E R M A N O P O L Í t I C O

D O N J U A N P I O J A E N .¡H ijo s de los hombres! Hasta

cuándo os habéis de dexar arras­trar de la pasión que os domina ? Por qué os deleitáis en formar va­nos proyectos contra m í , cuando de ellos no sacais mas fruto que vuestro mismo engaño? Ps. IV. 3.

C O N l i c e n c i a :

P A M P L O N A : I M P R E N T A D E J A V I E R G A D E A 1 8 2 5 .

(c) 2009Pe;-i Acrídemia de Junsprudencia / Legislaciór

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N o t á d e l E d i t o r .

L a temprana y sensible muerte del joven traductor de este precioso opúsculo en los mismos dias que lo estaba corrigiendo no le permitió hacer este pequeño obsequio a los buenos Españoles , que como él odiaban el tan decantado sistema constitucional. A ni­mado de los propios sentimientos , jy movido de las instancias de algunos respetables ami­gos suyos y que conocen el mérito de esta her­mosa producción del C o n d e , d e M a i s t r e ,

acreditado ya por las otras que también han merecido traducirse a nuestro idioma me he determinado a publicar este E n s a y o por no frustrar las lisongeras esperanzas que de su lectura imparcial se prometia el TTra- ductor. í Plegue al cielo que ella sirva para desengaño de dlgunos jóvenes alucinados é infatuados con el falso brillo de las nuevas teorías 1

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I tCoj)ia de la censura que por comisión del Tribunal JEclesids-

tico de Pamplona dió d esta obrita el Doctor Don Ignacio

Rufino Fernandez , Presbítero , Canónigo de la misma S a n ta

Iglesia,

c la m ayor satisfacción he leído y exam inado el p re­

cioso opúsculo de M / el Conde de M aistre , titulado : Ensayo

sobre el principio generador ( ó creador ) de las Constituciones

políticas y y demas instituciones humanas , traducido al caste­

llano por e l joven difun to D , José M ig uel Saenz de M a n ­

ja r rés que V . S . se lia servido rem itirm e para su censura;

y no he hallado en él n in guna cosa que se oponga á nues­

tra Santa F é y buenas costum bres, antes bien su acreditado

A u to r descubre con la m ayor claridad la insensatez y íocW a

d'e tantos ilusos , que sé figuran poder constituir de n uevo

las N aciones según las ridiculas teorías de sus desorganizadas

c a b e z a s , escribiendo ciertos fo lle to s , que son el oprobio de

este decantado siglo de las luces. Por tan to soy de sentir que

puede im prim irse; con utilidad en nuestro idiom á con las apre-

ciables N o tas del T r a d u c to r , para desengaño de m uchos a lu ­

c in a d o s, á quienes parece que devora cierto prurito de in o-

varlo todo sia reflexionar sus tristes y naturales consecuencias.

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Coj)îa de ¡a censura que por acuerdo del Supremo Consejo d d

Reyno de N a v a r r a extendió D . José Francisco Lecm iberri,

Presbítero y Vicario de la Parroquia de S. N icolás de Pam ­

plona sobre este opúsculo.

III

ara desem peñar la h on rosa, aunque delicada com ision que

en el auto precedente tuvo á bien darm e el Suprem o C o n ­

sejo de este R e y u o , he leído despacio el m anuscrito trad u ­

cid o del francés é in titu lado : E n s a y o s o b r e e l p r i n c i p i ú

G E N E R A D O R D E Z A S CONSTITUCIONES P O L I T I C A S , & C . , f

despues de un detenido exam en , ju zgo conveniente prevenir,

com o fundam ento de mi censura , el m érito y la utilidad de

este opúsculo en g e n e ra l, por m edio de una sencilla esposi-

cion de su principal obgeto. Este es desvanecer las teorías abs­

tractas en m ateria de constituciones p o lít ic a s : teorías obscuras,

em brolladas y tan ru in o sas, que por un racim o de la vin a

de N a b o t , por una escudilla de len tejas, han alborotado á

todo el iiiiiverso ; han sacado de sus quicios todas las cosas

pííblicas , religiosas y c iv iles; han arrojado un d iluvio de males

sobre todos los pueblos en donde fueron acogidas y plantadas

á la bayoneta ; y especialm ente han tenido la loca pretensión

de derribar las dos supremas P otestades, que el m ism o D io s

estableció para gobierno de los hom bres , y de substituir en

su lugar estas dos palabras, Igualdad^ L ib e r ta d : dos palabras

que no tienen verdadero sentido , y que no obstante las h e ­

mos visto sentadas con .d esvergü en za , y con furor sobre las

magestuosas y venerables sillas de los P o n tífic e s, y de los

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R e y e s , p ro stitu yé n d o la s, pisándolas, y despedazándolas con

el fin de esclavizarnos bajo el solo im perio de la filosofía, de

la infernal filosofía. Es el obgeto principal del E n s a y o sos­

tener con toda justicia las soberanías R ea l y P o n tific ia , y ar­

rancar , si posible fuera , las armas de las manos á los en ­

carnizados enem igos del A ltar y del T ro n o . E s por ú ltim o

persuadir á los lectores , que toda inovacion hecha por los

pestíferos regeneradores del linage h u m a n o , tom ando la v o z

del pueblo súbdito ( im posible es que ni siquiera una v e z sea

soberano ) contra los derechos de su legítim o M on arca , efi

siem pre su b v ersiva , siem pre desastrosa , siem pre detestable;

pero siem pre tam bién estudiada por sus venenosos autores,

no solo para poner en práctica á beneficio suyo exclusivo

aquel com ún p rovèrb io , cum flúmen est túrhidum piscatorum

est Iticrum , sino ta m b ié n , com o ya h e d ic h o , para acabar

con todos los R eyes , exterm inar del m u n d o , no d igo la

verdadera R e lig ió n , sino toda R elig ió n por falsa que sea

( ni puede menos de serlo contra la católica ) , y reducir los

hom bres á andar en cuatro p ie s , á pacer y e r b a s , y com er

bellotas. P or lo cual soy de parecer que dicho m anuscrita

dado á lu z por la Im prenta , será grato á los católicos E s ­

pañ oles, y útil para confirm arlos en sus verdaderos p rin ci­

p io s , prim eram ente á favor del V ic a r io de Jesucristo , Pastor,

no solo de las ove.jas, sino de los Pastores mismos , según

la hermosa espresion del célebre francés San B e rn a rd o , y

superior á todos los O b is p o s , y á todos los concilios ; pues

claro está que todos ellos jun tos, no son ni pueden ser el

verdadero Pontífice R om an o j el succesor de San P e d ro , único

IV

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soberano de toda la cristiandad ; y en segundo lugar á favor

de nuestro A ugusto M onarca el Señor D on F e r n a n d o v i i ,

'd e sus legítim os sucesores en la C o r o n a , y de cuantos P rín ­

cipes tengan iguales derechos. T a l ve z desengañará á algunos

de los muchos que aun están ilusos y obstinados contra estos

puntos religiosos y p o lítico s; porque al fin despues de las es­

pantosas revo lu cio n es, y de los rios de sangre que han visto

correr sobre la t ie rr a , posible es que abran los ojos para ver

que no puede haber orden ni p a z en el m undo sino vo l­

viendo á los principios re lig iosos, y á las A utoridades le g í­

timas.%

V

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VII

A D V E R T E N C I A D E L E D I T O R F R A N C E S .

2 ^odo botnhre que de luena f é haya querido indagar la causa

de este espíritu inquieto que hace mas de treinta años tiene

agitado el universo, ha debido reconocer que ¡os sistemas prof

ducidos por la moderna fi lo s o fía , son los que ban dislocado q

destruido las verdaderas bases de la sociedad.

Una porcion de novadores atrevidos , entreteniendo a l hom*

hre con sus pretendidos derechos, y dexandole ignorar una p arte

de' sus mas principales deberes , han procurado lisongear su(

pasiones , inspirándole pretensiones inauditas , y le han con­

ducido bien presto a l estremo de poner en duda las preciosas

verdades que la esperiencia de todos los siglos habta confirr

mado. D esde entonces todo ha venido d ser problèma', las leyes

mas inviolaUes han desaparecido : el gobierno de ¡os Estados

no ha tenido ya una regla f ix a : la armonía política se ha

desconcertado , y ha sido forzoso recoger en el campo de la re~

volucion los frutos demasiado multiplicados de las nuevas doc­

trinas.

Los legisladores mas antiguos ponian sus leyes bajo ¡a sa l­

vaguardia de ¡os dioses , establecían ceremónias religiosas, y

habian reconocido ¡os principios constitutivos de ¡os Estados^

y s i bien muchos pueblos de aqueÜos remotos tiempos hriüaron

y desaparecieron succesivámente , esto fu é porque apoyándose

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V I I I ADVERTENCIA DEL EDITOR FJRANCES.

sobre religiones fa ls a s é insubsistentes , c are dan de una hase

sólida.

E l establecimiento del Cristianismo ha hecho menos f r e ­

cuentes las revoluciones, y solo d él debemos la fe lic id a d que

ha gozado la Francia por espacio de catorce siglos. S i la P ro­

videncia ha permitido que nuestra p a tr ia esperimentase tan

funestas catástrofes , es porque nos habíamos alejado de las

santas máximas de nuestros mayores, queriendo recordarnos

con esta lección terrible , que sin religión iodo es error y car

lamidad.E sta prim era verdad de donde se derivan todas las demás,

ha sido desenvuelta p or M r. M aistre con igual fu e r za que

lógica en su obrita titu lada: Ensayo sobre el principio g en e­

rador de las constituciones políticas. Aunque ya la habia es­

clarecido en sus C onsideraciones sobre la F ran cia , ha,creido

no obstante debia hacerla obgeto de un tratado separado , p a ra

darla todavia un nuevo carácter de evidencia, desnudándola

■de todas las circunstancias particulares que pare dan aplicarl¿l

únicamente d la revoludon francesa»

¿0--‘ R:..,; \ c d e nclá y

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IX

P R O L O G O »

L política i qne entre todas las ciencias puede decirse la

mas espinosa , en razon de las nuevas dificultades que á ca­

da paso se ofrecen para discernir lo que h ay de fixo ó de

m udable en sus e lem en to s, presenta un fenóm eno estraño á

la v e rd a d , y m u y propio para hacer tem blar á todo h om ­

bre sábio llam ado á la adm inistración de los Estados j á sa­

ber , que lo que el buen -sentido percibe en ella á prim era

vista com o una verdad e v id e n te , se halla casi siem pre , des­

pues de haber hablado la esp erien cia , no solo fa lso , si tam ­

bién perjudicial y funesto.

Y com enzando por las bases: si jamas se hubiese oido

hablar de gobiernos , y los hom bres hubiesen sido convoca­

dos para deliberar por exem plo sobre la monarquía heredita­

ria ó e le c tiv a , se m iraria justam ente com o un insensato el

que se decidiese á favor de la prim era , pues los argum entos

contra ella se ofrecen tan naturalm ente á la razon , que es

inútil recordarlos.

N o obstante , la história que es la política esperim ental,

nos demuestra que la m onarquía hereditaria es el gobierno

mas estab le, el mas f e l i z , el mas natural al hom bre j asi

com o por el contrario , la electiva es la peor form a de g o ­

bierno que se conoce.

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K PRÓLOGO.

E n punto de poblacion , de com ercio , de leyes p roh i­

bitivas y otros m il asuntos importantes , la mas plausible

teoría se h a lla casi siem pre en contradicción y anulada por

la esperiencia. Chitemos algunos exem plos.

¿ Cómo se h a rd poderoso un Estado ? = Es menester lo

prim ero ( s e d ir á ) favorecer la poblacion por todos los m e­

dios posibles. „ Por el contrariò , toda le y que tien de direc­

tam ente á favorecer la p oblacion , sin respecto á otras consi­

deraciones , es m ala. D e b e procurarse establecer en el Esta^

d o cierta fuerza m oral que propenda á dism inuir el núm ero

de los m atrim on ios, haciéndolos menos precipitados. L a ve n ­

ta ja ó exceso de los niños que nacen sobre los que m ueren,

n o prueba por lo com ún sino el num ero de los miserables.

L o s econom istas franceses hicieron en bosquejo la dem ostra­

ció n d e esta^ ve rd ad es,si bien los bellos trabajos de M .^ M a l­

thus han logrado acabarla.

< Cómo ie edita rd la carestía y el hambre ? = N o h a y

cosa mas sencilla al parecer : „ prohibiendo la exportación de

granos. „ = Pues al contrario , debe concederse un prem io á

aquellos que los exportan . E l exem plo y autoridad de I n ­

glaterra nos han forzado á convenir con esta paradoja.

2 Gómo se sostendrá el cambio en fa v o r de un pats\ - r

„Im p id ien d o ( se responderá ) la estraccion del num erario , y

velando por medio de leyes represivas y fuertes para que el

Estado no com pre mas de lo que vende. „ = T o d o al con­

trario ; pues cuantas veces se han em pleado estos m ed io s, su

resultado fu é hacer bajar el cam b io , ó lo que es lo m ism o,

aum entar la deuda de la nación ; y nunca se tomará el rum^

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bo o p u e sto , sin hacerlo subir , esto e s , sin patentizar el au-

xnento del crédito de la nación sobre sus vecinos.

P ero donde con mas frecuencia tiene lugar la observación

d e que se trata , es precisam ente en lo m as substancial y

fundam ental de la política , quiero d e c ir , en la constitución

m ism a de los im perios. H e oído decir , que los filósofos a le ­

m anes inventaron la palabra metapolüica por ser á la de /?o-

líiica , lo que la metafísica, es á la de fís ic a ; y en verdad

q u e no puede darse una expresión mas adecuada para sig n i­

ficar la m etafísifa de la política } porque es indudable qne

esta ciencia e x is te , y que m erece toda la atención de los o b ­

servadores.

U n escritor anónim o que dedicó gran parte de sus tarea^

i este género de observacion es, y i sondear los fundam en­

tos ocultos del edificio socia l, se cre y ó á fines del siglo p ar

sado con derecho de avanzar com o otros tantos axioma?

incontestables , las siguientes proposiciones diam etralm entc

opuestas á las teorías d el tiem po.

I .* N in g u n a Constitución pu ed e ser el resultado de una

^deliberación; los derechos de los p u e b lo s , ó no se han escrito

ja m a s, ó solo com o simples declaraciones de derechos ante­

riores no escritos ( i ) .

a.» L a acción hum ana está circunscrita para «stos casos

ftn térm inos de que los agentes son solo las circunstancias.

S»RÓtOGO. XI

(i) Sería preciso estar loco para preguntar ^ukn ha dado la libertad J las ciudades de Esparta y Roma. Estas rcpúblUas tío recibieron süs ^ t a s de los hombres. Dios y la na tur alexia se las dieron. ( Sydneí* Dise, spb. eJ gol^, tora« I , § 2 ). E l autor no es cierumente sospechoso.

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X I I p r ó l o g o ;

3.* L os derechos propiam ente tales de los p ueblos, traen

casi siem pre su origen de la concesión de los S ob eran os, y

entonces puede constar de ellos h istóricam ente; pero los de­

rechos del Soberano y de la aristocracia no tienen data ni

autores conocidos. •

4.* Estas mismas concesiones han sido precedidas constan­

tem ente de un estado de cosas que las ha necesitado , y que

no dependia dcl Soberano.

5.^ A u n q u e las leyes escritas no sean mas que declara­

ciones de derechos a n terio res, sin em bargo falta m ucho para

que todos estos derechas puedan escribirse.

6.® T a n to es mas débil una institución , cuanto mas se

escribe ( * ) . ..............

7 .a N in g u n a nación puede darse á sí misma la libertad,

si no la tiene ( i ) , pues la influencia hum ana n a se estien­

de mas que á desenvolver los derechos existentes.

8.a L os legisladores propiam ente tales son unos hombres

extrao rd in ario s, que sin duda solo pertenecen al m undo a n ­

tig u ó y a la prim era isdad de las naciones. i

9 .a Estos legisladores con todo su m aravilloso poder no

(*) La razón que da el autor es clara. Las leyes, dice , no son mas que declaraciones de derechos, y estos no se aclaran sino cuando son Atacados, de suerte que la multtfiícidad de leyes constitucionales escri­tas , solo prueba el (hoque y el peligro de una destrucción. Tor esta (ausa la institución mas vigorosa de la antigüedad profana fué. la dt

■ Lacedemonia, en la que nada constaba por ( Consid. sob. hFrancia, cap. V I , pag. 88 ). ^

( i) Véase el testimonio de Maquiabelo: Vn pcfpulo uso 4 viven sotto un principe, se per qualche accidente diventa Mero , con difficgita m n tim la lihrtd. (D isc. sopr. T it. L iv i, l ib i 'ig cap. 1 6 ;. - ^

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TROLOGO. X l l l

han hecho etra cosa que reunir los elementos preexistentes,

obrando siempre á nombre de la D ivin idad .

10 .a L a libertad en cierto sentido es un don de los R e ­

yes , pues por ellos fueron constituidas casi todas las naciones

libres ( i ) .

1 1 .a Jamas hubo una nación libre que no tuviese en sii

constitución natural el germ en de libertad tan antiguo com o

ella misma ; y n inguna ha pretendido eficazm ente desenvol­

ver por medio de leyes fundam entales escii ta s , otros derechos

que los que ya existían en su constitución natural.

12 .a U na asamblea cualquiera de hom bres no puede cons­

titu ir á una nación í sem ejante em presa debe ocupar un lugar

distinguido entre los actos mas extravagan tes de locura (2 ) .

( O Esta idea adquiere m ayor fuerza con respecto á las m o­narquías modernas : porque como toda franquicia ó esencion de esta clase, para ser legítima y sam a, debe partir del Soberano, cual­quiera violencia que se haga á su persona, merece notarse con el sello del anatèma. Escribir una ley , decia muy bien Demóstenes, fiada vale ; el asunto estd en hacerla querer. ( Olinth, JII ). Y si esto se dice con verdad del Soberano respecto al pueblo, ¿ qué diremos de una nación , ó hablando mas propiamente de un puñado de teoristas acalorados que tuviesen ia osadía de proponer una C ons­titución á su Soberano le g ítim o , como se propone una capitulación á un general sitiado? Esto sería indecoroso, absurdo , y sobre todo nulo {*).

(^) Este sería el atentad© mas escandaloso, la perfidia mas inau­dita , la infracción mas notoria de todas las leyes divinas y hu­manas que pueda cometerse en la sociedad de los hombres; pero ello es cierto que la católica España , la nación mas íiel y amantede sus R e y e s, ha visto en nuestros dias consumada esta iniquidadexecrable , cuyos tristes res ultados lloramos los que no tuvimos parte en ella. Traduci.

(2) E necessario che uno sta quello che dia il modo e della cuim m c dipenda qualunque simile ordinatione. ( Maquiab. ibid, cap. 4.

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X I V ÍROLOGO.

D esdp cl año 1 7 9 6 en que se hizo la primera edición de

la obra que citamos ( i ) , no creemos que haya ocurrido e a

e l m undo cosa que pudiese obligar al autor á retractarse de

su teoría. Creem os por el contrario que ahora mas que nun*

ca convendrá desenvolverla en todas sus partes y seguirla en

todas sus consecuencias, Y con efecto una de las mas im por*

tantes es sin duda la que se halla enunciada al capitulo X de

dicha obra en estos térm inos.

E l hom bre no puede constituir á un soberano. L o mas

que podrá es servir de instrumento para desposeerle, y tras­

ladar sus estados á manos de otro soberano hecho y a p rín ci­

p e. P or lo dem ás nunca h a existido una fa m ilia soberan a d la que p u ed a asignarse un origen plebeyo. S i apareciese un

fenómeno semejante , fo r m a r ía época en el mundo ( 2 ) .

R eflexionese que ju stic ia divina acaba de confirm ar es­

ta tesis del modo mas solem ne. Pero ¿ quién sabe si la ig ­

norante veleidad de nuestro siglo dirá todavia en tono g ra ­

ve : Si N ap okon hubiese querido , aun ser ía E m perador ds los fran ceses ? asi com o está repitiendo despues de dos siglos:

S i R icardo Cromwel hubiese tenido el genio de su p a d r e , hu hiera J íx a d o el protectorado en su fa m i l ia ; mas esto en subs

tancia quiere decir : S i esta fa m ilia no hubiese dexado dt reinar aun reinaría .

Escrito está : Y o s o r q v ien mago z a s soberanos ( 3 ) . Y

(1) Consideraciones sobre la Francia, cap. V I , edic. de Paris, 1822,(2) Consid. ib id ., pág. 189.(5) Per me Reges regnant. Prov. V I H , i j .

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ÍJO se píense que esta es an a frase de iglesia' , ó una m e­

táfora de predicador ; es Ia verdad lite ra l, sencilla y p alp a­

ble i es una ley del mundo político. Dios hace los R e y e s al

pie de la Jetra. E l prepara las estirpes re a le s , él las sazo­

na en m edio de una nube que oculta su origen : aparece»

luego coronadas de gloria y honor ; colocanse en el lugar que

Ies corresponde , y he aquí la señal mas grande de su le g i­

tim idad. Se avanzan com o por sí m ism as, sin violencia por

una parte , y sin deliberación m arcada por otra , con una

especie de tranquilidad magestuosa. que no es dado explicar.

Usurpación, legitima sería la expresión mas p r o p ia , si no p a ­

reciese demasiado a v e n tu rad a , para caracterizar el origen de

estas dinastías que el tiem po se apresura á consagrar.

N o nos dexem os pues deslumbrar con apariencias h um a­

nas por brillantes que sean. ¿ Q u ié n mas feliz en reunirías

que ese personage estraordinario, cu ya caída resuena todavia

h o y en la E uropa ? ¿ H ubo jamas una soberanía al parecer

mas afianzada , una reunión mas grande de m ed io s, un hom ­

bre en íin mas poderoso , mas a c t iv o , mas tem ible ? ¿N o v i­

mos por largo tiem po veinte naciones diferentes holladas ba­

jo sus pies sin atreverse á respirar , asombradas de terror y

«spanto ? < N o vim os su poder colosal echar unas raíces tan

profundas , que podian hacer desesperar d- la misma espe­

ranza ? C o n todo eso él c a y ó , y cayó ta n to , que al con­

tem plarlo , h u ye presurosa la com pasion por no sentirse co n ­

ino vida. Pero no nos desviem os del asunto.

E n cierta obrita conocida de m u y pocas personas en Pe-

tersbourg habia dicho el autor en 1 8 1 0 : Cuando dos p a r '

r-ÍLÓLOGO. X V

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X V I !próióG (5.

tidos chocan en una revolución , y se ven caer de la m d

parte preciosas •victimas , hien puede asegurarse que este par~

tido saldrá victorioso , d pesar de todas las apariencias con-

irarias.<Esta es una aserción cu ya verdad acaba de justificarse del

m odo mas brillante y menos previsto. E l orden moral tiene

sus leyes así com o el físico , y la investigación de estas leyes es

á la verdad m uy digna de ocupar la atención de un verdadero

filósofo. D espues de un siglo entero em pleado en futilidades

crim in ales, tiem po es y a de recordar lo que somos , y de

elevarnos hasta el verdadero origen de las ciencias. Esto es

lo que m ovió al autor de este opúsculo á perm itir que se e x -

tragese de su cartera , temeroso de haberlo detenido mas de

cinco años. L a amistad ha provocado su publicación según se

escribió en aquella época , y sin retocarse por el autor j mas

com o quiera que s e a , el espíritu que la ha dictado g oza de

un privilegio conocido. Podrá sin duda equivocarse sobre a l­

gun os puntos in d iferen tes, podrá tal ve z exagerar ó usar de

espresiones demasiado fu ertes, podrá finalm ente faltar á la pu­

reza del lenguage ó dcl buen g u s to : si asi fu e s e , la m alig­

na crítica lograrla esta ventaja ; pero siem pre quedará al au­

tor la esperanza mas bien fundada de no haber ofendido á

nadie , porque ama á todos sin escepcion ; y ademas la cer­

teza de interesar á una clase de hombres bastante numerosa

y m uy d igna de aprecio , sin perjudicar jamas ni á uno so-«

l o : esta persuasión tranquiliza sobre m a n e u el espíritu.

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17

E N S A Y O . ■ i

'S O B R E

EL PRINCIPIO GENERADOR

/D E L A S C O N S T IT U C IO N E S P O L IT IC A S /

y DEMAS INSTITUCIONES HUMANAS,

I . grandes errores del siglo que h izo p ro ­

fesion de to d o s , ha sido el creer que una constitución p o ­

lítica podia ser escrita y creada d p r io r i , m ientras que la ra»

zon y la esperiencia se reúnen para demostrar que una cons­

titución es obra de solo D ios , y que precisam ente lo mas

fundam ental y esencialm ente constitucional de las leyes de

una n a c ió n , no puede estar escrito.I L Suele preguntarse con gracia á los franceses ¿ en qué

libro se halla escrita la ley sálica^ Alas G eró n im o B ig n o n

ha respondido m u y apropósito y quizá sin conocer á fondo

todo el peso de su razón , que aquella ley estaba escrita, e»

- 'ó.

Page 22: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

i S

el corazon de ¡os franseses. (*) En efecto , supongam os que

una ley de esta im portancia no existe sino porque está es­

crita í es eviden te que cualquiera autoridad que la haya es­

crito , tiene el derecho de borrarla ; asi pues la ley no tendrá

aquel carácter de santidad é inm utabilidad que distingue las

leyes verdaderam ente constitucionales. L a esencia de una ley

fundam ental consiste en que nadie tenga derecho para a b o ­

liría ; siendo pues hecha por alguno ¿ cóm o podrá ser supe­

rior 4 todos E l acuerdo y conform idad del pueblo es im ­

posible ; y aun cuando asi no fuese , un acuerdo no es una

le y , ni puede por consiguiente obligar á nadie , si no h a y

una autoridad superior que la sancione, L o c k e h izo consis­

tir el carácter de la le y en la expresión de las voluntades

re u n id a s; mas -en- esto, solo encontró el carácter que precisa­

m ente' escluye la idea de ley» C o n e fe c to , las voluntades re­

unidas podrán form ar á lo mas un reglamento , mas no una

ley y la cual supone manifiesta y necesariamente una vo lu n ­

tad superior que se hace obedecer ( i ) . „ Eln el sistema de

H obbes “ ( que tan ta fortuna ha hecho en nuestro siglo ba»

j,o la pluma, de L o c k e ) „ la fuerza de las leyes civiles no se

(*) La ley sálica es una ley antigua y fundamental de Francia por la que son excluidas las hembras de la succesion á la corona,

( i ) „ E l hombre en el estado de naturaleza no tenía m asque.jjderechps.......Entrando en la sociedad, renuncia su voluntad pri-„ v a d a para conformarse á la ley que es la voluntad general,, — E i • Espectador francés se ha reído justamente de esta definición in­ventada por Locke para abrir el camino á los trastornos de su si­glo , y seguida despues por los democráticos para apoderarse del m ando, y oprinur á los pueblos.

Page 23: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

„d e riv a jin o de una có n v e n c io ñ ; pero l de qu¿ sirve hacer

„ le y e s , si no h a y una ley natural que m ande obedecerlas,?

„ L a s prom esas, los em p eñ os, los juramentos no son mas que

„palabras : con la misma facilidad que se form a este nudo

„ fr ív o lo , puede rom perse. Sin el dogm a de un D ios legisc

„ la d o r toda obligación moral es quim érica. V io le n cia por una

, , parte , debilidad por otra : he aquí todo el vínculo de lajp

„sociedades h u m an as.,, ( i ) .

L o que un sabio y profundo teó logo ha dicho aqui de

la obligación m oral , se aplica con igual verdad á la política

ó civil. L a ley no puede decirse propiam ente ley , ni adquie­

re una verdadera sanción , sino suponiéndola em anada de una

voluntad su p e rio r; de suerte que su carácter esencial es el no

ser la 'voluntad de todos. D e otro m odo las leyes no serán.,

com o acabamos de decir , mas que meros reglamentos j y c ó ­

m o dice el autor poco ha citado : „ L os que han tenido li-

„b erta d de hacer estas co n v e n c io n e s, no se han privado del

„p o d e r de revocarlas ; y sus descendientes que nin guna parr

„ t e han tenido en ellas , todavía están menos obligados á ob-

„ s e r v a r la s ,, ( 2 ) . D e aquí es que todo buen sen tid o , fe liz­

m ente anterior á los soíismas, ha buscado en todas partes la

sanción de las leyes en una potestad superior al h o m b re, y^

sea reconociendo que la soberanía viene de D i o s , ó y a v e ­

nerando ciertas, leyes no escritas com o emanadas de él.

i n . Los redactores de las leyes rom anas han introduci-

(0 Bcrgier. T ratado hist, y dogm . de la R elig io n , tom, III, cap. I V , pág. 550.

(2) B ergier, ibid, » . -

Page 24: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

ftOd o , sin ad vertirlo , en el primer capiíu lo de su coíeccion un

fragm ento de jurisprudencia griega m uy notable. E ntre las leyes que nos gobiern an , dice este pasage , unas están es­critas y otras no lo están. N ada mas sencillo ni mas p ro fu n ­

do. ¿ H a y por ventura alguna ley en T u rq u ía que perm ita

expresam ente al soberano enviar un hom bre al cadalso , sin

la decisión interm edia de un tribunal? «-'Hay alguna le y es ( f i t a , aun religiosa , que lo prohíba á los Soberanos de la

E uropa cristiana? ( i ) Sin embargo á un T u rco no le sor­

prende mas el ver que su Señor manda inm ediatam ente un

hom bre á la muerte , que verle ir á la m ezquita. E l cree con

toda la A sia y aun con toda la a n tig ü ed ad , que el derecho

de muerte exercido inm ediatam ente es una atribución le g íti­

m a de la soberanía. Pero nuestros Príncipes se estrem ecerían

á la sola idea de condenar por sí mismos un hom bre á m uer­

te ; porque según nuestro modo de ver , esta condenación

se miraria com o un asesinato abom inable; y no obstante y o

dudo que fuese posible el prohibírselo por una ley fun dam en­

tal escrita , sin acarrear al Estado m ayores males que Jos que

se quisiesen evitar.

J V . Pregúntese á la história rom ana , cuál era el po­

der del Senado j ella quedará enm udecida , por lo menos en

CO La Iglesia prohibe á sus hijos aun con mayor rigor que las leyes civiles , el hacerse justicia por sí mismos j y guiados de este espíritu los Reyes Cristianos, tampoco se la toman en los de­litos de lesa magcstad , sino que entregan â los delincuentes en roa­nos de los jueces para que los castiguen según las leyes y trámites de justicia» ~ (Pascal X IV . lettre prov.}.

Page 25: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

Q I

cuanto á fixar sus precisos lím ites. E n general nos d ic e , que

el poder del pueblo y el del Senado se balanceaban m utua­

m ente y que no cesaban de com batirse ; que el patriotism o

ó la apatía , la debilidad ó la violencia term inaban estas lu ­

chas peligrosas ; pero nada mas sabemos. R ecorriendo estas

grandes escenas de la historia , se siente uno á veces tenta­

do á creer que las cosas irían m ucho mejor , si hubiese le­

yes para circunscribir los poderes; mas este sería un gran de

error , porque semejantes le y e s , hallándose com prom etidas á

cada instante por casos inesperados y por excepciones fo rzo ­

sas , ó no hubieran durado seis meses , ó habrían trastorna­

do la república.

V . L a constitución inglesa com o mas cercana á nosotros

será la mejor prueba. Exam ínesela atentam ente , y se v e ­

rá que su marcha consiste precisamente en no marchar ( si

es perm itido este juego de p a la b ra s). E lla no se sostiene s i­

n o á fuerza de excepciones. L a ley del habeas corpus por

e x em p lo , (*■) ha sido tantas veces y por tanto tiem po suspen­

dida , que justamente ha podido dudarse si la excepción h a ­

bia venido á ser la regla. Supongam os por un m om ento que

los autores de este famoso acto hubiesen tenido la pretensión

de fixar los casos en que podia ser suspendido : ellos le hubie­

ran aniquilado por el m ism o hecho.

V L E n la sesión de la cámara de los comunes de 26 de

junio de 18 0 7 , citó un L ord la autoridad de un grande born­

ia ) Es una ley mediante la cual un preso por ciertos delitos en Inglaterra puede salir de Ja prisión dando fianzas. T u L

Page 26: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

bre de estado para p r o b a r , qu$ el Rey no tiene derecho de

disolver el parlamento mientras duran sus sesiones : esta opi­

n ió n fué desliechada al m omento. M as ¿con qué ley ? P ó n ­

gase a lguno á hacerla , y á íixar exclusivam ente por es-

xrito el caso en que el R e y tiene este d erech o; él p ro v o c a ­

rá una revolución. E l Rey , dixo entonces uno de los m iem ­

bros , tiene ese derecho en cualquiera ocasion de importancia^

p ero ¿ qué se en tie n d e , ó cuando se verifica esta ocasion im*

portante ? P ruébese a lguien á decidiila por escrito.

V II* P ero aun se encuentra otra cosa mas singular. T o ­

dos saben la gran cuestión agitada con tanto calor en In g la ­

terra el año i8 o 6 . D iscutíase sobre si el obtener a l mismo

tiempo un empleo de ju d ica tu ra , y una silla en el consejo p r i­

vado , era compatible ó no con los principios de la constitu­

ción inglesa. E n la sesión de esta misma cámara de ios com u­

nes del 3 de m arzo , u n miembro observó que la Inglater­

r a es gobernada por un cuerpo ( el consejo privado ) que la

constitución ignora. E lla no hace mas ( añadió ) que dexarh

■obrar.

V é a s e pues en la sabia y justamente alabada Inglaterra

u n cuerpo que g o b ie rn a , y que realm ente lo hace to d o ; pero

^ue la constitución no conoce. D elolm e se olvidó de este h e ­

cho , que y o pudiera apoyar con otros m uchos. E n vista de

esto , que ven gan á hablarnos de constituciones escrita s, y

de leyes constitucionales hechas 4 priori- N o se concibe cier­

tam ente cóm o un hom bre sensato pu ed e soñar la posibilidaJ

d e sem ejante chim era. Si se tratase de hacer una ley en In ­

g laterra para dar una existencia constitucional al<:onsejo pri-

Page 27: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

vado , y para reglar y circutiscfibir con precisión siis a tr i­

buciones y p r iv ile g io s , con las precauciones necesarias para

lim itar su influencia é im pedir el abuso de ella , llegaría á

arruinarse el Estado.

L a verdadera constitución inglesa es aquel espíritn público,

adm irable, ùnico en su e s p e c ie , in fa lib le , superior á to d o

elo g io , por el cual todo se d irige , todo se conserva y todo so

salva. L o que está escrito no vale nada ( i ) .

V i n . A fines del siglo pasado se gritó altam ente contra

«n m in istro , porque habia concebido el proyecto de introdu-

cir esta misma constitución inglesa ( ó lo que se llam aba con

este nom bre ), en un reyn o que estaba en convulsión, y qu©

con cierta especie de furor pedia una , cualquiera que fuese.

E l m inistro padeció en ello un e r r o r , si así quiere decirse,

aunque disim ulable , especialm ente cuando se cam ina de buena

f é , lo que ciertam ente debe suponerse en a q u e l, y y o lo

Creo con todo mi corazon . Pero pregun to , ¿quién tendría d e ­

recho para condenarle? V e l duo , vel nemo. E l no pretendía

destruir nada por sí m ism o; solam ente intentaba substituir una

cosa que le parecía razonable á otra que y a no sé q u ería , y que

aun de hecho y a no existía. S i por otra parte se supone co ­

m o sentado el principio ( y lo estaba en efecto ) , que el

hombre puede crear una constitución, este m inistro que tam ­

bién era hoftibre com o los í e m a s , tenia tanto y aun mas de-

( i ) Esta, constitución turbulenta, dice M. H um e, siempre fiuc- turne entre la prerrogativa y el pfivilegio, presenta una multitud de autoridades en pro'y en contra (H ist. de Inglat. jac . 1 ) Hume dice una verd ad , sin faltar por eso al respeto que debe á su pais.

Page 28: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

recho de hacer la suya que otro cualquiera. ¿ Las doctrinas

sobre este punto acaso eran dudosas ? ¿N o se creía en todas

partes que una constitución es obra del in g e n io , com o lo es

una oda ó una tragedia ? ¿ N o habia declarado el famoso T o ­

mas P ayn e con una profundidad que arrebataba la adm ira­

ción de las universidades , que una constitución no existe mien- i r a s no se p u ed a llevar en el bolsillo ? C o m o el siglo X V I I I

de nada se ha recelado , así también de nada ha dudado : baxo

este supuesto, no creo que haya producido un solo m ozalvete

de cualquier ta le n to , que al salir del colegio no haya hecho tres

cosas, á sa b e r; una neopédia ( * ) , una constitución y un m undo.

S i pues un hom bre en la madurez de la edad y del ju i­

cio , profundam ente versado en las ciencias económ icas y en

la filosofía del tiem po , no emprendiese sino la segunda de

estas tres cosas, y o le tendría por excesivam ente m oderado;

y confieso que me parece un verdadero prodigio de sabidu­

ría y m odestia , cuando le v e o , prefiriendo ( según é l creía )

la experiência á las locas teorías , pedir sumisamente una

constirucion á los in g le s e s , en vez de hacerla por sí mismo.

E sto no le e r a posible me dirán. Y o lo sé m uy b ie n , pe­

ro él lo ignoraba ; y ¿ cóm o lo habia de saber ? D ígasem e,

quien se lo habia de haber enseñado.

I X . C u a n to mas se exam ine el influxo de la acción h u ­

m ana en la form acion de las constituciones políticas , tanto

r«as se convencerá cualquiera de que ella solo entra de un

m odo infinitam ente subordinado , ó com o [un simple instrii-

lluevo modo di andar.

24

Page 29: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

m e n tó ; y no creo que quede la m enor duda acerca de la

incontestable verdad de las proposiciones sig u ie n te s:

1.a Q u e las raíces de las constituciones políticas existen

antes que toda ley escrita.

2.a Q u e una ley constitucional no es ni puede ser otra

cosa que el desarrollo ó la sanción de un derecho preexisten­

te y no escrito.

3 a Q u e aquello que h ay de mas esen cia l, mas intrinse-^

cam ente constitucional , y verdaderam ente fundam ental , ja­

mas se halla escrito , ni podria escribirse sin exponer el E s­

tado.

4 ,a Q u e la debilidad y fragilidad de una constitución es­

tán precisam ente en razon directa de la m ultitud de. artícjulos

constitucionales escritos ( i ) ( * ) .

25

( i ) Esto puede servir de comentario á aquel célebre dicho de T ácito : Péssimm Repúblicit plúrimA leges.

(*; H é aquí uno de los victos intrínsecos de que adolece la desean-* tada Constitución pohtica de la monarquía española , comprendida

nada menos que en 584 artículos : victo que contraxo de La comiitu- tion fran cesa de 1791 , 7 que d poca reflexión hace concebir la idea mas miserable actrca de su m érito , y de su permanencia. Una Constitución (permítaseme insertar aquí lo que dice un sábio español) no es otra cosa que el cimiento y los pilares que sostienen el Estado, y por eso se llama ley fundamental : así todo 1o que puede estar ó dexar de estar sin que el edificio faite ó se resienta, no es asunto de constitución; cuanto pertenece á 1a elegancia , á la comodidad, á la distribución, por interesante y precioso que sea, 110 puede coiisiderarse como cimiento , ni colocarse en el lugar del cimiento. A s í , una parte considerable de los artículos de la constitución, no puede tener cabida en e lla , á no ser que se crea que es lícito dar a todas las leyes el carácter de fundamentales.......Ni debe confun­dirse el cimiento con la tierra que lo soporta, porque Ja tierra

Page 30: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

X , V iv im o s engañados en este punto por un sofisma tan

natural , que enteram ente se escapa á nuestra atención. Se

persuade el h o m b re , que porque él obra , es él solo quien

obra, y porque conoce que es libre, olvida su dependencia. E n el

órden físico ya conoce la razón , pues conviene sin dificultad en

que aun cuando p u e d a , por exem p lo, plantar una b e llo ta , re ­

garla & c . , no es é l quien hace los e n cin o s, porque v é com o

crece y se perfecciona el árbol sin que el poder hum ano se m ez •

d e en nada j y por otra parte vé tam bién que la bellota no es

obra suya ; mas en el orden social como es presente y a g e n te , sc

persuade á que él es realm ente el autor directo de todo cuan­

to se execu ta por su m edio , y esto se parece en cierto mo*

¿ o á la llana del albañil que se creía arquitécto. E l hom bre

Cí6

es otra clase de cimiento mas general ; y de la misma manera hay otras leyes mas generales que las fundamcntaíes, y que son como quien dice la constirucion de las leyes fundamentales , que tam ­poco deben corifiindÍFse con elías por la misma razón ; y tales son los principios sociales y morales, que no son mas propios de la constitución española que de otra cualquiera , y que sin em­bargo se prescriben en e lla , como si necesitasen de su autoridad para obligar á ios españoles. Esta confusion de cosas ( prosigue ) , esta reunion de partes heterogéneas, y esta mescolanza tan mal combinada favorece poco al concepto de nuestros legisladores, y lío penmice considerarlos ir>sprrados de aqueí fuego celestial, que ha baxado en- todos tiempos á sancionar d e un modo ú o tro todas las grandes instituciones human-as. ( Reflex, sob. la Constit. polit. àe la mon. esp., pag. lo i y sig. ).

Ruego A fodo bm n español que procure hacerse cm esta preciosà ehtita y donde se demuestran con el major tino y evidencia los absurdos, m ores y contradicciones del fa ta l sistema constitm iond, qu£ tantos es- t r a p s ha causado en nuestra España, y causará mfaliblem ente, donde é¡uiita qm fttaèlex,ça» Irad^

Page 31: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

* r

es in te lig e n te , es l ib r e , es sublim e sin duda alguna j mas

no por eso dexa de ser un instrumento de D ios según la íiclíx

expresión de P lutarco en un herm oso pasage que por sí m is­

m o v ien e á colocarse, en este lugar.

„ N o hay que maravillarse , d ice , de q u e las mas b e -

„ lía s y mas grandes cósss del m undo sucedan pot la volun-

,,tad y providencia de D i o s , si se considera que en las ma^

,,yo re s y mas principales partes del universo h a y una alm a:

„ e l órgano é instrum ento del alm a es e l cuerpo , y esta al-

,,m a es el instrum ento de D io s. Y así com o el cuerpo tiene

„ d e suyo muchos m ovim ien tos, aunque la m ayor parle d^

„e llo s y los mas nobles proceden del alma ; así tam bién el a l-

„ m a executa ni mas ni menos algunas de tsus operaciones

„m o v id a por sí m ism a ; pero en otras se dexa d irig ir y ma-

„n e ja r por D ios según le place , siendo el órgan o mas bello,

„ y el mas d k s iro instrum ento de qu e puede servirse ; por-

„ q u e á la verdad sería bien extrañ o qüe el v ie n to , el agua,

„ la s nubes y lluvias fuesen instrum entos de D io s , con los

cuales cria y alim enta muchas cr ia tu ra s , destruye y pierde

„ á o tras, y que no se sirviese en m anera alguna de los a-

„nim aJes para executar una sola de sus obras. P or tanto es

m ucho mas verisím il , que atendida su total dependencia

„d e l poder de D ios sirvan i sus designios y egecuten sus vo-

„ lu n ta d e s , mas bien que los arcos se acom odan á los Scytas,

.„ y las liras á los G rie g o s „ ( i ) .

( i ) Plutarco, Banquete de los siete Sabios de Grecia. Traduc*» cion de Aroyot.

Page 32: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

N ad a puede decirse m e jo r ; ni creo que estas bellas re­

flexiones tengan en ninguna otra parte una aplicación mas

justa que en la form acion de las constituciones p o lítica s , don­

de puede decirse con igu a l verdad q ue el hombre lo hace to- do y no hace n ada,

X I . N o h a y una cosa mas sabida que la com paración

de C iceró n acerca del sistema de E picúro , quien pretendía

haberse form ado el m undo con el choque fortuito y casual de

los átom os en el ayre. u4 ntes me hartan creer , decia aquel

grande orador , que a rro jad as a l 'viento unas letras , se diesen con finar de t a l modo que a l tiemjjo de caer form asen m poem a. M illares de lenguas han repetido y celebrado este

pensam iento ; mas á pesar de e s to , observo que á nadie ha

ocurrido hasta ahora darle el com plem ento que le falta. P o r­

q u e , supongam os que de lo alto de una torre se dexan caer

á manos llenas unos caracteres de im prenta , y que llegan­

do k la tierra vienen á formar v. g . la A td lia de R acine :

< Q u é resultara de a q u í? Que una inteligencia superior h a p r e ­sidido d la ca íd a y convinacion de estos caracteres. E l buea

sentido jamas inferirá otra cosa.

X I I . R eflexionem os ahora sobre una constitución cual­

quiera , la de In glaterra por exem plo. Es cierto que ella

no ha sido creada d p r ior i. Jamas hubo una reunión de ’.hom­

bres de Estado que se dixeran : reíamos d crear tres poderes, y d balancearlos de ésta 6 de la otra m anera & c . nadie ha

pensado en tal cosa. A q u ella constitución es obra puram ente

de las circunstancias, y el numero de estas es infinito. Las

leyes ro m an as, las eclesiásticas, las feudales : las costumbres

28

Page 33: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

de los S a x o n e s, N orm andos y Daneses : los p r iv ile g io s , las

preocupaciones y pretcnsiones de todas las clases ; las g u e r­

ras , tu m u lto s, revoluciones , conquistas y cruzadas : todas las

v irtud es, los v ic io s , los co n o cim ien tos, los errores y las pa­

siones : todos los elementos en fin obrando juntos , y for^

m ando por su m ezcla y acción recíproca mil y m il convina-

ciones m u ltip licadas, han venido á producir al cabo de m u ­

chos siglos la unidad mas com plicada , el mas bello eq u ili­

brio de fuerzas políticas que jamas se v i é e n e l m undo ( i ) .

' ( O Tácito era de parecer que esta forma de gobierno nun­ca sería mas que una teoría ideal, ó una espericncia passgcra.

„ E l mejor de todos los gobiernos , dice ( siguiendo á Cicerón „ ( * ) como es notorio ) sería el que resultase de la niczcla de los „tres poderes balarKeados el uno con el otro 3 pero este gobierno „jam as tendrá existencia ; ó si Ja tiene , no será duradera. „ (Ann. IV . 55. ) Sin embargo el buen sentido ingles podrá hacerle durar mucho mas tiempo del que pudiera imaginarse, subordinan­do sin cesar ya mas ya menos Ja teoría, ó los que se llaman prin­cipios i Jas lecciones de Ja experiencia y de la moderación ; lo cual no podria verificarse si estos principios se hubiesen escrito.

(^) Cicerón ponderó también la excelencia del gobierno m ix­to. Stáítuo, decia , esse optmé comtitutam rempubltcám , qu<& ex tri bus genéribus iÚis. , regaü, o'pttmo, & populari modicé confusa. ( Frag- m ent).

N o ha faltado quien apoyándose en los pasages citados ha querido hacer á Cicerón y á T ácito partidarios del gobierno que lla­man reprensentativo. Pero aquelJos grandes hombres estuvieron muy kjos de pensarlo. Es cierto que prefirieron el gobierno m ixta , y que ambos querían que tuviesen intervención en el gobierno tan- to los grandes, como el R e y y el pueblo; pero nunca Jes ocur­rió que la intervención personal deJ pueblo pudiera suplirse por me­ros representantes su yo s, así como no pudieron figurarse que en lugar de la persona del R ey pudiera introducirse un mero repre­sentante del Rey. Los antiguos, p u es, no tuvieron idea de tal gobierno representativo , que tanto aclaman los sectarios de núes-

S

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Page 34: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

3<>X I I I . A h o ra bien : estos elem entos así arrojados en el

espacio , han form ado un compuesto tan bello , sin que en­

tre la m ultitud inum erable de hombres que han obrado en

este vasto cam po , uno solo siquiera h a ya sabido lo que hacia

con relación al todo , ni haya previsto lo que habia de re­

sultar ; de donde se sigue que dichos elem entos eran guiados

en su caída por una m ano infalible y superior al hom bre. L a

m ayor locura quizá del siglo de las locuras , fué el creer que

las leyes fundam entales pudieron escribirse d priori , cuan­

do ellas son evidentem ente la obra de una fuerza superior

al hom bre ; y cuando el arte mismo de escrib ir , com o una

invención m uy posterior á las leyes fu n dam en tales, es la m e­

jor señal de su nulidad.

X I V . Es m uy de notar que habiéndose d ign ad o D io s

hablar á los hom bres , ha manifestado por sí m ism o estas

verdades en las dos revelaciones que de su bondad tenemos

lecibidas. U n hom bre ingeniosisim o y que á mi parecer ha

hecho época en nuestro siglo, en razón de la oposicion que nos

presenta e n sus escritos, entre las preocupaciones mas terri­

bles del tiem p o, de la se c ta , de los h áb ito s, y las mas p o­

tros dias , y á cuya sombra se acogen para alborotar el mundo entero. Su origen, tom ado de los principios protcsrantes, no su­be mas allá de los siglos X V y X V I , si bien Locke en el pasa­do puede decirse propiamente su autor. Y no por esto se crea c uc el gobierno representativo tiene mas lugar en os pueblos ó nacio­nes m odernas, porque ni la Francia ni la Inglaterra misma tienen, hablando con propiedad, una verdadera representación nacional. (Léa­se el sabio disc. sob. la introd. del gob. represent. en Esp. donde se expone con toda amplitud esta materia).

Page 35: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

ras inten cion es, los m ovim ientos del corazon mas recto y

los conocim ientos mas preciosos ; este sabio, d igo , ha dado

por cosa sentada „ que una instrucción ^venida de D ios inme-

f^diatámente , ó dada j)or sola su orden, debía ante todas co-

^^sas certificar d los hombres la existencia de este S E R , „

Puntualm ente es todo lo contrario ; porque el prim er carác­

ter de esta in stru cción , es no haberse revelado en ella d i­

rectam en te, ni la existencia de D i o s , ni sus atrib u to s, sino

suponerlo todo esto conocido ya de antem ano sin saberse por

qué ni cóm o. A sí es , que ella en lugar de decir : N o hay mas

que un solo D io s , ó no creáis mas que en un D ios eterno

todo - poderoso & c . , com ienza por estas palabras en form a pu­

ram ente narrativa : A l principio crió D ios el cielo Scc, ; por

donde la misma revelación supone que h ay conocim iento del

d ogm a antes que de la escritura.

X V . Pasemos al cristianismo que es la mas grande de

todas las instituciones im ag in a b les, com o que es toda d iv i­

na , hecha para todos los hom bres y para todos los siglos.

V erém o sla som etida á la ley general. C iertam en te su d ivino

autor bien pudo com o dueño absoluto escribirla por sí m ism o

6 hacerla escribir ; sin em bargo no h izo ni lo uno ni lo otro,

por lo m enos en form a legislativa. E l N u e v o Testamento^

posterior a la m uerte del legislador y aun al establecim iento

de su re lig ión , presenta una narración de a v iso s, de preceptos

m o ra le s, de ex o rta cio n es, amenazas & c . ; pero de n in gú n

m odo una coleccion de dogm as enunciados en form a im pera­

tiva. A l referirnos los Evangelistas aquella ultim a cena en que

D ios nos dexó la m ayor prueba de su amor injinito , tenian la,»

31

Page 36: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

3^mas bella ocasion para trascribirnos nuestra creencia j ellos no

obstante se guardan bien de declarar ni ordenar cosa alguna.

E n su adm irable historia leem os; i d , : pero de nin­

gun a manera , enseñad esto ó aquello. Si el dogm a se pre­

senta alguna vez bajo la pluma del historiador s a g ra d o , es»

te lo enuncia sim plem ente como cosa y a anteriorm ente cono­

cida ( i ) . L os sím bolos que aparecieron despues no son mas

que unas profesiones de fé , hechas para reconocerse m utua­

m ente , ó para contradecir los errores del m om ento. Al l í se

lee : Nosotros creemos ; jamas nosotros creeréis. Es verdad que

nosotros los rezam os en p articu lar, los cantamos en los tem*'

píos con la lyra y el órgano ( 2 ) ; com o verdaderas súplicas

porque ellos son unas fórmulas de sum isión , de confianza y

de fé dirigidas á D io s , y no ordenanzas d irigidasá los h om ­

bres. M uch o gusto tendría y o en ver la confesion de Aus^

hurgo , ó los treinta y nueve artículos puestos en música : es*

to sería m uy gracioso ( 3 ) .

(r) Es bien notable que los mismos Evangelistas tardaron en tomar la plum a, y principalmente lo hicieron para contradecir las hisiórias falsas publicadas en su tiempo. Las epístolas canónicas nacie­ron también de causas accidentales : jamas entró la escritura en el plan primitivo de los fundadores. M ili, aunque protestante , lo ha reconocido espresamente ( Pre leg. in nov. test. gr<s.c ). Y Hobbes habia ya hecho la misma observación en Inglaterra ( Uqbbes s’ Tri- fo s , in three discourses ).

(2) In choráis & . organo. Ps. CL. 4.

(0 La razon no puede hacer mas que hahlar;e\amor es quien canta ; hé aquí porque nosotros cantamos nuestros símbolos; pues la fé no es otra cosa que unit creencia per amor : y así no so­lo reside en el entendimiento , sino que penetra y se radica en Ja

Page 37: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

L ejos de contenerse en los primeros símbolos todos nues­

tros d o g m a s, los cristianos de aquel tiem po hubieran por el

contrario m irado com o un gran crim en el enunciarlos iodos.

L o mismo sucede en las santas escrituras ; jamas hubo idea

mas vana que la de buscar en ellas la totalidad de los d o g ­

mas católicos ; no h a y una sola línea en aquellos escritos

que indique ni aun d exe percibir siquiera el proyecto de h a ­

cer un c ó d ig o , ó una declaración dogm ática de todos los ar­

tículos de fé.

X V I . Pero h a y mas todavía. Si algún pueblo poseyese

uno de estos códigos de creencia , se pueden teíier por segu­

ras tres cosas, i .a Q u e la relig ión de aquel pueblo es falsa:

2.a que solo en un acceso de íiebre ha podido escribir tal

código. 3.a que dentro de poco tiem po se burlará de e l la

misma nación , y que no puede tener fuerza ni duración. T a ­

les son por e x e m p lo , esos famosos artículos que se escriben,

mas de lo que se leen , y que se léen mas de lo que se créen,

( i ) Y no solo en el pais que le v ió nacer , se reputa por

nada ó casi nada semejante catálogo de d o g m as, sino que

aun en el concepto de los estrangeros es evidente , que los

ilustres poseedores de este p liego de papel se hallan con é l

m u y em barazados. B ien quisieran ellos que desapareciese.

33

voluntad. Un teólogo filósofo ha dicho con mucha verdad y fíhü-i ra : „Entre creer, y juzgar que es necesario creer , hay una no­table diferencia.,, A lm i eji creciere , aliud judicare esse credendum ( León. Laúí Opúscula. lu gd. 1651 Prttdejlmatione ).

( i ) GMofiy en sus M em orias, tom. 1. cap. 6, traducción frau- cesa.-

Page 38: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

porque solo sirve para atormentar el buen sentido nacional

¡lustrado por el tiem po , y para recordarles un origen desgra­

ciado ; pero la constitución está escrita»

X V I I . L os m ism os ingleses no hubieran pedido cierta­

m ente la gran c a rta , á no haber sido violados los p riv ile­

gios de la nación ; pero tam poco la habrían pedido , sí estos

no hubiesen existido antes que la carta. L o mismo que del

Estado sucede respecto de la Iglesia ; pues si nunca hubiese

sido atacado el cristianismo , nunca hubiera necesitado escribir

para fixar el d ogm a , y si este se ha íixado por escrito , es por­

que y a anteriorm ente existia en su natural estad o, que es el de

la jja labra.

Los verdaderos autores del concilio de T ren to no son pro­

piam ente sino los dos grandes novadores del siglo X V I ( i ) .

Sus d iscíp u los, menos acalorados y a , nos han propuesto des­

pues borrar esta le y fu n dam ental, porque contiene a lg u ­

nas palabras difíciles para ellos ; y han hecho algunos en­

sayos al in te n to , dem ostrando com o posible á este precio

una reunión que en lugar de hacernos a m ig o s , nos haría

cóm plices : mas esta pretensión ni es teológica ni filosó­

fica. Ellos mismos introdugeron tiempo há en el idiom a re­

ligioso las mismas palabras que tanto les fatigan. L o que de«

searnos es que aprendan h o y á pronunciarlas. L a fé sería mil

veces mas angélica , si la sofistica oposicion no la hubiese fo r-

34

(0 Esta misma observación puede hacerse remontándonos has­ta A rrío ; la Iglesia jamas ha procurado escrifcár sus dogmas ; siem- pi'e se ha visto obligada á hacerlo por la necesidad.

Page 39: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

3S3ado á e scrib ir ; ella no puede menos de lam entarse de tan-

tas decisiones arrancadas por la reb e lió n ; decisiones qwe Síem-

pre deben mirarse com o verdaderas desgracias, pues que to­

das ellas suponen la duda ó el a ta q u e , y de consiguiente no

han podido nacer sino en m edio de las mas peligrosas con-

m ocion es. £ l estado fatal de la guerra fue quien le va stó es»

tos venerables reductos en torno de la verdad .* ellos seguramen*

te la defienden , pero tam bién ía ocultan : hacenla inconquis-^

table , pero por la misma razón m enos accesible. *, A h ! no es

esto lo que ella busca ; lo que sí quisiera es poder estrechar en»-

tre sus brazos i todo el linage hum ano.

X V I I I . H e hablado del cristianism o com o si fuera un sis

tem a de creéncia : ahora v o y á considerarle com o soberaní«

en la mas numerosa ascciacion. T o d o s saben que esta es

m onárquica , ni puede dexar de serlo ; porque atendida la na^

turaleza de las co sa s, es tanto m as necesaria la m onarquía,

cuanto es mas num erosa la sociedad que abraza. C ierta len­

g u a , aunque im pura , m ereció no obstante la aprobación en

nuestros d ia s , cuando d ixo , que la Francia era geograji^a' mente tnonárquica. C o n efecto : no puede darse una verdad

mas incontestable ni m ejor expresada. Y si á la extensión

de la F ran cia repugn a la sola idea de otra especie de g o ­

bierno que el m onárquico , con m ucha mas razón re p u g ­

nará á esta soberanía de que se trata , com o que por 1

esencia misma de su constitución tendrá siempre súbditos en

todos los puntos del g lobo : la experiencia en este particu­

lar se halla de acuerdo con la teoría . E s to su p u esto : ¿quien

»0 creería que en una moní^rquía se me jaiite habían de estar

Page 40: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

determinadas y circunscritas con mas precisión que en todas

las demas las prerrogativas de su xefe ? Sin em bargo suce­

de todo lo contrario.

Léan se los innum erables volúm enes producidos por las

guerras y a in testin as, y a estrangeras, y se verá que de to ­

das partes no se citan mas que h e c h o s ; siendo lo mas nota­

ble que el tribunal suprem o haya constantem ente dexado dis­

putar sobre la cuestión mas fundamental que se presenta á los

ojos de to d o s, sin haberla querido decidir jamas por m edio

de una ley formal ; y así debia suceder si yo no me en ga­

ñ o m ucho , á causa de la importancia fundam ental de la cues*

tion. Es verdad que algunos hombres sin misión , y tem era­

rios por debilidad , intentaron decidirla en 16 8 2 á despecho

de un grande hom bre ; pero esta fu é una de las mas so­

lemnes im prudencias que se han com etido en el mundo..

S6

(*) El Iluftre M / de Fenelon, Arzobispo de Cambray.Adviértase como se explica sobre este proycdo el S, P. Pío

V I. al fin de su Bala dogmática Auñdrem fidei de 1794* „ Ni „d eb e pasarse en silencio aqueüa grande temeridad del Sínodo Tde

„ P iíto y a ) llena de fraude, con que se atreve no solo á cele- „b rar con grandísimas alabanzas la declaración de la Asamblea Ga«« „licana de 1682 , reprobada por la Sede Apostólica, sino también ,,á incluirla insidiosamente en el decreto que intitula de Ja Fé , á

„ad o p tar abiertamente los artículos < ue en ella se contienen, y i „sellar con la pública y solemne confesion de estos artículos cuan’*,,to enseña en diversos parages de este mismo decreto..... Por lo„cual habiendo en uso de su Apoftóiico ministerio reprobado , rcs- „cindido y dado por nulas y de ningún valor dichas Acias de Ja „Asam blea Galicana luego que se dieron á luz nueílro venerable , , predecesor Inocencio X I en sus letras en forma de Breve de n „ d e Abril de 1682 , y despues mas expresamente Alexandro VIII5,en su constitución Inter multí^ikes de 4 de A gosto de i6po í con

Page 41: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

E l m onum ento que de ello nos lia quedado , es conde­

nable bajo todos aspectos i pero sobre todo lo es por la par­

te que hasta ahora nadie ha advertido , á pesar de que pre?

senta el flanco mas que ninguna otra á una crkica ilustrada.

L a famosa declaración osó decidir por escrito y sin necesidad^

aun aparente ( lo cual hace subir la im prudencia hasta lo

s u m o ) , una cuestión que debia estar constantem ente abando­

n ad a á cierta sabiduría p rá c tic a , esclarecida por la concien­

cia U N I V E R S A L .

Este es el único punto de vista que tiene conexion con

el designio de esta o b ra ; pero él es m u y d igno de las m e­

ditaciones de todo espíritu justo , y de todo corazon bien

dispuesto.

X I X . N i son estrañas á los filósofos de la antigüedad es­

tas ideas tomadas así en general : ellos han conocido bien la

d eb ilid ad , mejor diré la nulidad de la escritura en las gran ­

des instituciones ; pero nadie ha visto ni espresado esta ver­

dad m ejor que P laton , á quien siem pre se le halla el prim e­

ro en la senda de las grandes verdades. E n su concepto „ el

„h o m b re que debe toda su instrucción á lo escrito , nunca ten-

y^drd mas que ¡a apariencia de sabiduría, ( i ) . L a palabra,

37

„m ayor razón exige de Nos la solicitud pastoral que reprobemos „ y condenemos la reciente apropiación tan viciosa de eíh s A d as a,hecha por el Sínodo , como temeraria , escandalosa é injuriosa ,,en gran manera á la Sede Apoftólica , especialmente despues de „publicados los decretos de nueftros predecesores , como por eíta „presente conftitucion nueítra la reprobamos y condenamos, y que- „rem os sea tenida por reprobada y condenada. Tradu¿i,. (O ‘ Plat, in Phsdr. O pp. tom. X .

6

Page 42: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

„ a ñ a d e , es á k escritura lo que un hom bre es á su retrato.

„ L a s producciones escritas se presentan á nuestros ojos como

„ v i v a s ; pero si se las hace una pregunta , guardan silencio

„ c o n dignidad : L o propio sucede con la escritura , jpues ni

fuella sabe lo que ha de decir d un hombre, ni lo que ha

y de ocultar d otro. S i algun o quiere atacarla injustam ente ó

„ in s u lta r la , no puede defenderse; porque el que le dió el ser

„«0 estd a llí p a r a sostenerla. D e m an era , que el que se im a-

„ g in a poder establecer únicam ente por escrito una doctrina

„c la ra y d u ra b le , es «« insigne mentecato» S i este tal pose-

„ y e s e realm ente el gérm en de la verdad , se guardaría bien

„ d e creer que con un poco de licor negro y una plum a habia

„ d e extenderla por el U n iv e rso , defenderla contra la incle-

„m e n cia dé los tie m p o s, y com unicarle la eficacia necesaria.

„ E n cuanto á aquel que se pone á escribir leyes 6 constituí'

^yciones c iv iles , figurándose que solo con escribirlas, ha podi-

,,d o darles la evid en cia y estabilidad co n v en ien te s, sea quien

„ fu e re este hom bre , particular ó le g is la d o r, téngasele ó no

„ p o r t a l , y a ha perdido el con cep to; pues con ello ha d a-

„ d o una prueba de que no sabe d istinguir la inspiración y

„ e l delirio , lo justo y lo injusto , el bien y el mal } y esta

„ign oran cia es ciertam ente una ignom inia , aun cuando sea a-

„p lau d íd o de la masa entera del vu lgo ( i ) .

( i) Ibid. H e aquí com o piensa un filósofo gentil acerca de los fabrica­dores de conftituciones políticas. § Qpé diría si hubiese vivido en el siglo pasado ó el presente, tan fecundos en obras conftitu- cicnales ? Ciertamente no hallaría términos con que ponderar Ja arro­gante ignorancia, el sumo aturdimiento de nueíbros Jegisladoreí jr

Page 43: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

X X . D espues de haber oído á k sabiduría de las na­

ciones , pienso que no será in ú til oir todavía la filosofía cris­

tiana., , H ubiera sido m uy de desear ( dice el mas elocuente d^

,,]cs Padres g r i e g o s ) , que nunca hubiésemos tenido necesidad

„ d e la escritura , y que los preceptos d ivinos solo estuviesen

„escritos en nuestros corazones por la gracia , asi com o io

,,,están en los libros con la tin ta ; pero supuesto hem os per*

,,d id o esta gracia por nuestra cu lpa , tenemos que asirnos por

„necesidad d una tabla en lugar de la nave , aunque sia

„o lv id a r por eso la superioridad del prim er estado. D ios

„n u n ca reveló cosa alguna por escrito á los escogidos del an-

„ t ig u o T estam en to : siem pre les h abló directam ente , porque

y,veía la pure;sa de sus co ra zo n es; mas habiéndose p recip ita-

„ d o el pueblo hebreo en el abism o de los v ic io s , fué preci­

o s o echar m ano de los libros y de Iaj> leyes. Esta m ism a

„m a rc h a se ha repetido bajo el im perio de la nueva revela-

.,\CÍon ; pues Jesu-cristo no ha dexado ni un solo escrito á

„su s Ápóstolés. E n lugar de libros les prom etió el Espíritu

„S a n to . E l e s , jes d ixo , quien os hispir ara lo que habéis d

^ydecir, Pero com o en la sucesión de los tiem pos los hombres

„s e hicieron cu lp ab les, revelándose contra ios dogm as y coa-

„ t r a - la m o ra l, fué indispensable servirse de lib ros.„ ( i )

reformadores. | Y esos son no obftante los que pretenden dirigir todavía la iluñracion d d siglo ! Pero por fortuna la experiencia ha enseñado á todo hombre juicioso lo que puede esperarse de seme­jantes cabezas. Jradu¿l.

( i) Chrysüft. Hom . in Máth. I , i .

39

Page 44: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

X X L H e aquí reunida toda la verdad en estas dos au­

toridades. Ellas muestran la profunda im becilidad ( usando el

len gu age de Platón que nunca se a lte ra ) , la profunda in­

sensatez , digo , de esas pobres gentes que se im aginan que

los legisladores son hombres ( i ) ; que las leyes son de papel,

y que se pueden constituir con tinta las naciones. E llas por

el contrario nos d em uestran , que el recurrir á la escritura es

siem pre una señal de debilidad , de ignorancia ó de peligro;

que cuanto es mas perfecta una institución , tanto menos esr

cribe ; de manera que la única verdaderam ente divina no ha

escrito una sola letra al tiem po de establecerse , para hacer­

nos conocer que toda ley escrita no es mas que un mal ne­

cesario, producido por la fragilidad ó por la malicia hum a­

na ; y que nada v a le , si no ha recibido una sanción anterior

y no escrita.

X X ir. A q u í es donde se debe g em ir sobre el paralogis­

m o fundam ental de un sistema que tan desgraciadam ente tie­

ne dividida la E u rop a. Los partidarios de este sistema han d i­

cho : N osotros no creemos sino d la p a la b r a de D io s ...........

¡ Q u é abuso de expresiones ! ¡ Q u é estraña y funesta ign or

rancia de las cosas divinas ! Nosotros solos somos los que

creemos d la p a l a b r a , mientras que vosotros os obstináis

en no creer sino d la escritura', com o si D ios hubiese po->

(i) Entre varios rasgos admirables que brillan en los Salmos de ‘ D a v id , se diítingue el siguiente : Conftitue , Domine legislatorem 'super eos , ut sciantquom am homines sunt es decir: , , Poned, Se- j jñ o r , uü legislador que les presida , para que sepan que son hom- ,>bres.„ Hspresiones bellas porcierto.

40

Page 45: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

dido ó querido mudar la naturaleza de las cosas de que es

autor , y com unicar á la escritura la vida y eficacia que no

tiene ! Pues qué ¿ la Santa Escritura dexa de ser escritura

por ser sama ? i N o ha sido trazada con una plum a y un poco de licer n egro} \ S ah e lo que, conviene decir .d un hom­bre y ocultar d otro.i l L eib n itz y su criada no leían en ella

unas mismas palab'ras i’ ¿ Puede ser esta Escritura otra cosa que

el retrato del Verbo ? Y aunque infinitam ente d igna de v e ­

neración bajo este asp ecto ; sí se la quiere pregun tar a lg u ­

na cosa ¿n o g u a r d a r á un silencio divino' . F in alm en te si se.

la ataca ó insulta ip o d r d defenderse estando ausente el que la engendró} ( i ) . G loria á la verdad ! Si p a la b r a eter­

nam ente viva no vivifica la escritura , ésta jamas llegará

á ser p a la b r a y esto es v id a . In voquen otros enhorabuena

cuanto quieran la p a la b r a muda ; nosotros nos reirém os de

esta f a l s a d eid ad ; aguardando siem pre con una tierna im p a­

ciencia el m om ento en que sus partidarios y a desengañados

quieran arrojarse en nuestros b ra zo s , abiertos desde tres siglos.

, X X I I L T o d o buen espíritu acabará de convencerse en es­

te punto , á poca reflexión que haga sobre un axiom a ig u a l­

m ente sensible por su im portancia que por su universalidad,

á saber. Q U E N I N G U N A C O S A G R A N D E T I E N E

.G R Ál^’ D E S P R I N C I P I O S , í^ o i's e hallará en la historia

de todos, los siglos una. sc la ,esc?pcion á esta le y . Cresdt oc­

culto mlut. arhor < 0, : .tal es, la eterna divisa de toda gran­

de institución , y de aquí v ien e que toda institución falsa es-

(O Véase la pagina 58,

41

Page 46: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

4^cribe m ucho , porque siente su debilidad y busca donde apo^

yarse. D e esta verdad que acabo de an u n ciar, resulta la in-

destructible con secu en cia , de que ninguna institución grande

y real puede estar fundada sobre una ley escrita ; pues qu?

los mismos hom bres, instrumentos succesívos del establecim ien­

t o , ign oran lo que ha de venir á se r; y porque en todo ór<»

den de cosas el increm ento insensible es la señal verdadera

de su duración. M uchos escritores han gastado desde el sí»

g lo X V I un prodigioso fondo de erudición para p ro b a r, re=-

m ontándose hasta la cuna del cristianismo , que los O bispos

de R om a no eran en los primeros siglos lo que fueron des^

pues ; suponiendo de esta manera com o un punto acordado,

que todo lo que no se encuentra en los tiempos prim itivos es

u n abuso. Pues y o d ig o sin el meriOr espíritu dé co n tien d a , y

sin ánim o de ofender á nadie , que en esto muestran tanta

filosofía y verdíídero saber , com o si se empeñasen en medir

por la estatura d e un niño las verdaderas dimensiones del

hom bre y a form ado. L a soberanía del cristianism o ha nacido

com o las demas , y ha ido crecieíído lo -mismo q u e las de*

mas. Es ciertam ente una lástimjt ver á tantx^s excelentes in ­

genios com o se atorm entan para probar por la in fa n c ia , que

el estado viril es un abuso ; no- debiendo ignorar , que supo­

ner una institución cUal^uié^íá adalta en su nacimiento^ es el

m ayor de los-absurd os, y ; una verdadera coútradiccicin Í¡ógi*

ca. Si los ilustres y generosos ene-migos* dé esta potestad (q u e

á la verdad los tiene en grande abundancia ) , exam inan ía

cuestión baxo este punto de vista , com o encarecidamente les

suplico , no dudo que todas esas obge(;iones tomadas de la

Page 47: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

antigüedad , desaparecerán á su vísta cóm o «na. ligera niebla»

C o n respecto á los ab u so s, no debo ocuparm e de ellos

en este lugar. Solo diré ( ya que mi pluma toca este pun»

to ) , que hay m ucho que rebajar de las declamaciones que e a

el ùltim o siglo se han hecho en esta m ateria. T ie m p o v e n ­

drá en que los Papas contra quienes mas se ha g rita d o , ta ­

les por exem p lo com o G reg o rio V I I , serán mirados en to ­

dos los países , com o los am igos , los tutores y salvadores

del género hum ano , com o los verdaderos, génios co n stitu yen ­

tes de la E u rop a. N ad ie dudará dé esto desde que los sa­

bios franceses sean cristian os, y los sabios ingleses se hagan

c a tó lic o s , lo que ciertam ente no tardará en verificarse.

• X X I V . M as I con qué palabras , por pen’fetrantes que

fuesen , podría y o en este m om ento hacerme entender de un

sig lo infatuado con los escritos y em brollado con las palabras,

hasta el punto de creer que los hom bres pueden crear consti­

tuciones , lenguas y aun soberanías : de un siglo para q u ien

todas las realidades son m entiras, y todas Jas mentiras rea li­

dades; que ni siquiera v é lo que pasa delante de sus ojos;

que alim entándose de libros va ú buscar lecciones equívocas

en T ucídides ó T ito L iv io , cerrando enteram ente los ojos

á la verdad que resplandece hasta en las gacetas de nuestros

dias ?

Si los votos d e un sim ple m ortal fuesen dignos de o b te­

ner de la Providencia uno de aquellos decretos memorables

que form an las grandes épocas de la historia , y o le supli­

caría que á cualquiera nación poderosa in sp irase, en castigo

de alguna grave ofensa c o m e tid a , e l orgulloso pensainiento

43

Page 48: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

de constituirse políticam ente á sí m ism a'com enzando desde las

bases.‘ Y si á pesar de 'mi indignidad m e fuese perm itida la

fam iliaridad de un a n tig u o 'P a tr ia rca , e x c la m a ría : ,, ¡G on ce-

,,ded todo á este p u e b lo ! D adle ta le n to , sabiduría., ri^ue«

, , z a s , valor ; sobre todo una confianza desmesurada . en sí

, , mismo , y aquel gen io dócil y . em prendedor á la vez , que

„ e n nada se detiene y nada le acobarda. D estruid su gobier*

„ n o antiguo , borrándole hasta su m em oria : saciad todos sus

, , deseos : esparcid el terror y espanto en derredor suyo : ce-

,,ga d á sus e n e m ig o s: ordenad á la victoria que vele sobre

„tod as sus fro n te ra s , de manera que nin guno d esú s vecinos

„p u e d a mezclarse en sus ..asuntos, ni turbarle en sus opera-

,,ciones. Q u e sea ilustre en las cien cias, rico en filosofía , em -

„b riag ad o de poder h u m a n o , libre de toda p reocu p ación , de

„ to d a sugecion y de toda influencia superior. D a d le cuanto

„p u e d a a p e te c e r , sin tem or de que a lgú n dia pueda quejar-

„ s e y d e c ir : esto me f a l t a 6 aquello me incomoda j que obre

,,en fin librem ente con tanta inm ensidad de m e d io s, para que

„ d e este m odo lleg u e á s e r , bajo vuestra protección in exo-

„ ra b le , una lección eterna á todo el g én ero humano.!!! „

X X V . N o puede esperarse á la verdad una reunión se­

m ejante de circu n stan cias, porque esto sería un m ilagro al

pie de la le tra ; pero con todo , no dexan de presentarse en

la historia , especialm ente en la de nuestros dias' , aconteci­

m ientos del mismo o rd e n , aunque m enos c o n s id e r a b le s q u e

si bien no tienen esta fuerza ideal con que acabo de pintar­

los , tam poco dexan de encerrar grandes instrucciones. N oso­

tros mismos hemos sido testigos del poderoso esfuerzo que

44

Page 49: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

hora 25 años se ha hecho para regenerar una gran nación

m ortalm ente enferm a. Este era el prim er ensayo de la g ra n ­

de obra , y com o el prefacio, digám oslo así, del espantoso li*

bro que despues nos han hecho leer. Todas las precauciones

se tom aron al in ten to . L os sabios del país creyeron debian con ­

sultar á la m oderna divinidad en su santuario estrangero. E scri­

bieron á Delfos , y dos famosos P on tífices respondieron so­

lem nem ente ( 1 ) . L os oráculos que pron unciaron en esta oca-

sion no fueron com o en otro tiem po unas hojas ligeras que

se las lleva el viento : ellos están en cu ad ern ad o s,

.........Quidque hí¡ec Sapientia pessit^

Tune p a tu it...,,,,.

Es preciso no obstante hacer ju s tic ia , confesando que en

aquello que la nación no debia sino á su p rop io buen senti­

do , habia cosas que aun h oy pueden adm irarse. T o d o s los

medios se reunían sin duda en la sabia y augusta cabeza lia*

m ada á tomar las riendas del gobierno : los principales in­

teresados en el sosten de las antiguas leyes hacian volun ta­

riam ente un generoso sacrificio al público , y para fortificar

la A utoridad suprem a se prestaron á cam biar un epiteto de

la soberanía. Pero ay ! L a sabiduría hum ana quedó burlada,

y todo vino á concluirse por la m uerte.

X X V L A lgu n o s dirán : Bien conocidas nos son las cau­

sas que desconcertaron la empresa. 5 C ó m o ? < Se quiere

acaso que Dios en vie áiigeles en figura humana encargados de

(O M abiy y Rousseau.

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Page 50: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

hacer pedazos .una constitución í Siem pre será menester em ­

plear las causas segundas , mas el que sea ésta ó aquella ¿ qué

im porta ? T odos los instrumentos son excelentes en manos

de un grande artífice : pero es tal la ceguedad de los hom ­

bres , que si m añana por exem plo viniesen unos forjadores

de constituciones á organ izar un pueblo , y á constituirle

can un poco de licor negro , se apresurará la m ultitud á dar

crédito al m ilagro anunciado. Dirá nuevam ente : N a d a f a l ­

ia en esta constitución ; todo estd sabiamente escrito ; cuando

el mismo hecho de hallarse todo p rev isto , discutido y es­

crito , sería una prueba demostrativa de que la constitución es

nula , y de que no presenta á la vista mas que una apa­

riencia efím era.

X X V i l . R ecuerdo haber leído en alguna parte , que hay

muy pocas soberanías en estado de poder ju s t^ ca r la legiti­

midad de su origen. Adm itam os la justicia de esta aserción,

seguros de que no resultará la menor tacha contra los suc-

cesores de un xefe cuyas acciones pudieran sufrir alguna ob*

gecion : la nube que ocultase mas ó menos el origen de su

autoridad no sería m as que un ligero inconveniente , conse­

cuencia necesaria de una ley del m undo m oral. D e otra suer­

te , se seguiria que ‘Un soberano no podria reinar legitim a-

m ente sino en virtud de una deliberación de todo el pueblos

C9 d e c ir , por gracia del pueblo i lo que no sucederá jamas,

porque nada hay tan cierto como lo que dixo el autor de

las Consideraciones sobre la Francia ( i ) , á saber , que el

(i) Cap. IX p3g, 147. edic, de P arís, 1822,

46

c; 2C- -9

Page 51: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

puehh aceptara, pero nunca elegird por s í d los que le han

de m a n d a r . Siem pre es preciso qu$ el origen de la soberanía

se muestre superior á la esfera del poder hum ano , de m a­

nera que los mismos hombres que parecen m ezclarse d irecta­

m ente en e l la , no tienen otro carácter que el de meras cir­

cunstancias. Por lo que hace á la legitim idad , si en un p rin ­

cipio ha podido parecer am bigua , D ios se explica por m e­

dio de su prim er m inistro cerca de el departam ento de este

m u n d o , que es el tiempo. N o h a y duda que á veces cier­

tos presagios coetáneos dan m argen á equivocaciones para los

que son capaces de observarlos , pero los detalles sobre este

punto serían ob geto mas prop io de una obra separada.

X X V I I I . T o d o , p u e s , nos conduce á esta regla gene»

ral : E l hombre no puede hacer una Constitución ; y ningu­

na Constitución legítima puede ser escrita. se ha escrito , ni

se escribirá jamas i priori y d com plexo de leyes fundam enta­

les que deben constituir una sociedad , sea civil ó religiosa.

C u a n d o h sociedad se halla y a constituida sin que pueda

decirse de qué m o d o , solo se podrá hacer declarar ó explicar

por escrito ciertos artículos particu lares; mas tales declaracio­

nes casi siempre son el efecto ó la causa de gravísim os m a­

les , y siem pre cuestan á los pueblos mas de lo que valen .

X X I X . A está regla general que ninguna Constitución pue­

de escribirse 6 forrm rse d priori , no puede oponerse mas

que una ex cep ció n , y es la legislación de M oysés. E lla sola

fué arrojada com o una estátua , d igám oslo asi , y escrita has­

ta en los mas menudos detalles por Un hombre prodigioso á

quien le bastó decir un f í a t , sin que su obra haya tenido

47

Page 52: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

despues acá necesídacJ de ser corregida , suplida ó modifica­

da ni por é l ni por nadie. Ella es la única que ha podido

desafiar á los t ie m p o s, porque nada les debia y nada espera­

ba de ellos : ella sola ha subsistido por espacio de 1500

a ñ o s , y no obstante haber pasado despues otros 1 8 s ig lo s , y

haber caído sobre ella el grande anatem a en el p lazo prefi­

xado ; la vemos viv ir aun con una segunda v id a , estrechar

con no sé qué lazo misterioso , que no tiene n o m b re , las d i­

ferentes fam ilias de un pueblo que todavía perm anece disper­

so sin estar desunido ; de manera que semejante á la fuerza

de atracción obra á larga distancia , y form a un to d o , de una

m ultitud de partes inconexas entre sí. E s pues evidente á to ­

do entendim iento ilustrado , que esta legislación sale del cír­

culo trazado al poder del hombre ; y esta magnífica e x c e p ­

ción de una ley general que no ha cedido mas qué una so­

la v e z , y esta únicam ente á su a u to r, demuestra por sí m is­

m a la misión divina del gran legislador de los H e b re o s, mas

bien que e l libro en tero de aquel prelado ingles , que a u n ­

que dotado del m ayo r talento y de una erudición in m en sa , tu­

v o no obstante la desgracia de apoyar una gran verdad sobre el

mas triste paralogism o.

X X X . A h ora bien : Supuesto que toda constitución es

divina en su p rin cip io , se sigue que el hombre nada puede

hacer en este gén ero sino es apoyado por D ios , de quien

viene á ser entonces un mero instrum ento ( i ) . Esta es una

48

(i) Y aun puede generalizarse esta aserción sin temor de errar. Que ninguna injiitucion, cualquiera que sqa, puede ser durable^ si nQ ejta fundítda sobre la religión*

Page 53: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

Terdad i la que todo el gén ero hum ano en masa no ha c e ­

sado de dar el mas brillante testim onio. Abram os la historia

que es la política ex p e rim e n ta l, y hallarem os la cuna de las

naciones rodeada constantem ente de sacerd otes, y la D iv in i­

dad llam ada siem pre en socorro de la debilidad y flaqueza

hum ana ( i ) . L a fábula , harto mas verdadera que la historia

antigua para los ojos bien d isp u estos, corrobora todavia mas

la dem ostración. Siem pre es un oráculo el que funda las c iu ­

dades ; quien anuncia la protección d iv in a , y los sucesos del

héroe fundador. Los R eyes prin cipalm en te, X efes de los im pé-

rios n acien te s, siem pre son designados , y com o marcados

por el cielo de un m odo extraordinario ( 2 ) . ¡C u a n to s hom-

49

( i) Platón en un pasage admirable habla de cierto tiempo pri­mitivo en que Dios habia confiado el eftablecinúento y régimen de los imperios , no d la dirección de hombres sino de genios tutelares: ha­blando Juego de Ja dificuJtad de crear constituciones permanentes, añade: Es innegable que si Dios no ha presidido al efiablecimiento de una Ciudad, y solo ha tenido un principio humano , no puede li­brarse de los mas grandes males. Debe pues procurarse por todos los medios imaginables imitar el régimen primitivo; y confiadas en lo que el hombre tiene de inmortal debemos fundar las casas y los efiados consagrando como leyes las voluntades de la suprema inteligencia. Pues si un Ejiado {cualquiera que sea su form a) efid fundado sobre el vi* C í o y gobernado por gentes que atropellan la juji-aa , ya no le rejla medio alguno de salvarse. ( Plat. de Leg, T oin . VIH . Edit. Bip. p. 180 , 1BI. )

(i) Suele hacerse un grande uso en la controversia de la fa­mosa regla de Ricardo de San V i d o r : Qued semper, quod ubique quod ab ómnibus &c. Cíla regla general pudiera explicarse asi: To­da cree'ncia confiantemente universal es verdadera , y siempre que sepa­rando de una creencia cualquiera , ciertos anículos peculiares d ütfe rentes naciones rejia alguna cosa de común d todos jéjíe algo es tam-, bien una verdad.

Page 54: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

bres superficiales se han reído de la santa am polla , sin refle­

xionar que la santa am polla no es mas que un gero glifico , y que

no se trata sino de saber leer ! ( i )

X X X I . L a consagración de los R e y e s trae el mismo ori­

gen . Jam as hubo una ceremonia , m ejor diré , una profesion

de fé mas significativa ni mas digna de respeto. Siem pre el

dedo del pontífice tocó la frente de la soberanía en su na­

cim iento. L os ¡numerables escritores que en tan augustas ce­

rem onias no han visto sino miras ambiciosas , y un convenio

expreso entre la superstición y la tiranía , han hablado con ­

tra la verdad , y casi todos aun contra su misma conciencia.

Este punto debería exam inarse con otra detención. U nas v e ­

ces los mismos Soberanos han solicitado el con sagrarse, otras

la religión ha buscado á los S ob eran os; tam bién se ha visto

algun a v e z reusar estos la consagración com o una señal de

dependencia. N o me faltan hechos suficientes para poder ha­

cer un juicio sano en esta materia ; pero sería m enester dis­

tin guir con cuidado los hom bres, los tiem pos , las naciones

y los cultos. Basta por ahora insistir sobre la opinion gene-

ta l , que constantem ente ha reclamado la potestad divina para

el establecim iento de los imperios.

X X X I L Las naciones mas famosas de la antigüedad, es*

50

(r) T o d a religión produce naturalmente una mytología seme­jante á ella. La de la religión Criftiana es por lo mismo siempre p u ra , siempre ú t i l , y muchas veces sublime , sin que por eño se confunda jamas con la religión misma ; y asi en ve2 de ser per­judicial ningún rito cristiano , merece frcGuentemenie toda la aten­ción del observador.

Page 55: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

pecíalm cntc las mas graves y sabias , com o los E p ig cio s ,

los E truscüs, los Lacedem onios y los Rom anos tenían preci­

sam ente las constituciones mas religiosas ; y la duración de los

im perios fu é siem pre proporcionada al grado de influencia que

el principio religioso habia adquirido sobre la constitución p o ­

lítica. L os pueblos y naciones mas inclinadas a l culto di'üim

han sido siempre las mas durables y las mas sabias , a si

como los siglos mas religiosos han sido los que mas se han

distinguido j)or el genio ( i ) . ( * )

X X X I I I . E s constante que las naciones no han sido c i ­

vilizadas sino por la re lig ión . N in g ú n otro instrum ento co­

nocido tiene la virtud de conquistar al hom bre salvage. S in

recurrir á la a n tig ü e d a d , que es la m a s decisiva en este pun*

t o , vemos una prueba sensible de ello en la A m érica . T r e s

siglos hace que llevam os allá nuestras le y e s , nuestras artes,

nuestras c ien cias, nuestra civilización , nuestro com ercio y nues­

tro lu x o ; pero \ q u é ventajas hem os conseguido sobre el esta­

do de aquellos salvages ? N in g u n a absolutam ente. L o que h a­

cem os es destruir á estos infelices con el y e rr o , y el a g u a r­

diente ; rechazándoles poco á poco al interior de los desier**

t o s , hasta que por fin desaparecen en teram en te, víctim as de

nuestros vicios y de nuestra cruel superioridad.

X X X I V . I A qué filósofo se le ha pasado ¡amas por la

im aginación el dexar su patria y sus p lacere s, para ir á los

(i) Xenofbnte , Memor. Socr. i , 4 , 16.(*) la palabra genio puede significar la deidad que svponian los gen­

tiles ásifiia d cada persona \ como también la natural disfosicion y buen gujlo para las ciencias artes, &C. T ra d u d .

Page 56: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

bosques de A m érica en busca de s a lv a g e s , inspirarles aver­

sion á todos los vicios de la barbarie, y enseñarles una mo­

ral ? ( i ) . Pero bien lexos de eso, los filósofos han compuesto

libros m u y hermosos para p ro b ar, q u e el estado natural del

hom bre es el sa lv a g e , y que no podíamos apetecer m ayor f e ­

licidad que asemejarnos á él. Condorcet se ha dexado decir que

Jos misioneros no llevaron a l A s ia y d la América mas que

vergonzosas supersticiones (2 ). Rousseau ha dicho con una

locura verdaderam ente inconcebible , que los misioneros no son

d su parecer mas sdhios que ¡os conquistadores (3 ) . En fin

el corifeo de aquellos ha tenido valor para vom itar el mas

grosero sarcasmo contra estos pacíficos conquistadores, á q u ie­

nes la antigüedad habría ciertamente d ivin izad o (4 ) ,

■ X X X V , Estos misioneros son , no obstante , los que han

obrado una m aravilla tan excesivam ente superior á las fuer-

(1) Condorcet nos ha prometido que los filósofos se encarga­rían incesantemente de la civilización y felicidad de las naciones bárbaras. ( Bosquejo de un cuadro biftorico de los progresos del espí" ritu humano, en ^ ° pag 555.) Aguardamos que ellos S. S. tengan á bien dar principio á una obra tan memorable.

(2) Bosquejo & c. ( Ibid pag. ).(3) Carta al Arzobispo de París.(4) Eh ! a?nigos núos, ^para qué os habéis tomado tanta moleflia

no ejiabais mejor en vuejira patrtal Es cierto que en ella no hubie­rais encontrado diablos , pero st hubierais hallado otras tantas bobertas ( Voltaire , Ensayo sobre las costumbres & c. Introduce, de la má- gta. )

2 Puede darse m ayor sinrazón , mas indecencia , y mas mal güito ? Pocos capítulos de este libro están esentos de rasgos se­mejantes ; y sin embargo á efta pomposa fruslería es á lo que nues­tros modernos entusíaílas no se avergüenzan de llamar un monumenti del espíritu humano.

Page 57: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

zas y ’auíi i la voluntad hum ana. Ellos solos han recorrido

de una extrem idad á otra el vasto continente 'de h A m érica

con el fin de form ar hombres. E llos solos han hecho lo que la

política ni aun hubiera osado im aginar. Pero nada'puede co m ­

pararse en este género á las misiones del P aragu ay i a líí es

donde se ha manifestado de una m anera mas sen sib le-la atrto-

ridad y poder exclusivo de la relig ión para 'la civilización de

los hombres. M uch o se ha ensalzado este p ro d ig io ., mas no

lo bastante. E l espíritu del sig lo X V I I I en unión con otro

espíritu su cofrade' ( * ) , han logrado sufocar en parte la v o z

de la ju stic ia , y aun de la adm iración. D ia vendrá qu izá

( porque debemos esperar que tan grandes y nobles trabajos

vuelvan á em p ren d erse), que en e l seno de una opulenta c iu ­

dad situada sobre una antigua y dilatada pradería , se levan*

te una estatua al padre de estos m ision eros, en cu y o pedes­

tal se lea esta inscripción : “

A L O S I R I S C R I S T I A N O ,

C u y o s enviados han recorrido la tierra

para arrancar á los hom bres de la m iséria, ¡

del em brutecim iento y de la ferocidad,

enseñándoles la agricu ltura,

. D A N D O L E S L E Y E S ,

instruyéndoles en el conocim iento y servicio de D ios,

amansando de este m odo al desgraciado salvage

(*) El Jansenismo, heredero fideicomisario de los reformado­res del siglo X VI.

8

Page 58: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

v N O P O R L A F U E R Z A D E L A S A R M A S ,

porque nunca necesitaron servirse de ellas,

; sino con la dulce persuasión , to n los cantos morales,

y con la •virtudpoderosa de los bymnos^

; í3é suerte ^ t je . fueron reputados por unos A n geles ( i ) .

. 4

(.1) Ostris Hfij de ^glpíQ , fué el primero que liberto d los igjp. "iios de la nda miserable, trabajosaj¡ salvage que llevaban ^enseñan- '■d'olfs d sembrar y plantar ; les dio leyes, y Íes inftruyo en el modo

de honrar y venerar d los Dioses ; tuaríbando despues per toda el 'mundo le suavizo las (ojhmbres, sin emplear en manera alguna la ''fuérxJ'A de las armas, sino atrayendo y ganando la mayor parte de ios pH(f>ios con dulces persuasioiies, con operas y representacianes púa- tas en todo genero de música , por lo cual le tuvieron los Griegos par el mismo Dios Baca. ( Plutarco de Isis y O siris).

En una isla del rio Pénobscot se encontro' poco ha una población salvage , que todavía cantaba una gran porcion de cánticos piadosos é injiruciiS os' en indio , d imifación de U música de nuejiras iglesias ; con

■ttna .precision qm 4p£nas h halla.ria en nuefiros Coros mas bien arre,, glados : una de las mejores arias de la iglesia de Bojion h4 venido de efios indios (quienes la habian aprendido de sus macítrós hace mas de 40 a ñ o s ) , sin qtíe desde entonces ¡rayan tenido aqtfellos infelices ningún género de injiruccion. ( Mere, de Francia 5 Julio dje 1806 ),

El padre Salvatierra ( propio nombre de misionero ) llamado juftamenif el apojiol de la. California , se atrahia los salvages mas intratables que se han conocido hafta aq u i, sin otra arma que un laud que tocaba piímórosainénte. Poniase á cantar : In voi ere* do d Dio mió! ikc. y al instante se veía rodeado de una multi­tud de hombres y mugeres que le cÜaban escuchando con el mayor silencio. Muratori dice., hablando de eíVe hombre admi­rable : Pare fdvola quella d'Orfeo ; ma chi sd che non sia succeduto in simi{ •casQ' . Los misionepos son los únicos que han comprendido y demoílrado la verdad de (¡ia fdbula. Qbsprvas^ tafn^iien que ellos habian descubierto aquejia clase de música digna de asociarse á eftas grandes creaciones. „ Enviadnos v escribían á sus amigos de Europa ), enviadnos las árias de los grandes maeftros jle Italia essm armmiosissimi , senzia tanti iwbrioglidt vitltni obligatti. (M u ­rato ri, en¡tianeumo felice &C,. cap. 1 2 , p. 284) .

M

Page 59: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

X X X V r . A h o ra ^ u es v al consiítóráf que ès'te: O rd en bgi§-i

ládér q ü s refftaba en el P aragu ay por el ascendiente ú6ico

de las virtudes y d« los ta le n to s , sin separarse ¡amas de la

sum isioa y obediencia debidas á la autoridad legítim a por le-

xana que estuviese ; al r-eflexionar, d igo , que este orden ve-

pía á arrostrar eit nuestras cárceles, en nuestros hospitales y

lazaretos, todo cuanto la miseria , la enferm edad y la deses*

peracion tienen de mas terrible y de mas repugn an te ; quó.

estos mismos h om b res, que al prim er aviso corrían á recostar--

se sobre la pa-¡a al lado dé la indigencia , se d ex áb a n ver íü©-*'

g o en los cíícos y asambleas ma« brillan tes, Como los mismos

naturales del país j que subían á los cadalsos^^#^<« d a ir las-

nhimas pala bras á las víctim as de la justicia hH m ana, y quo;

desde estos feaK íos de horror volaban á b s púlipítos para tr o ­

nar allí ante la presencia de los R eyes ( i ) ; qu& m anejaban

tíi p in cel en k C h in a y el telescopio en nuestros obsérvate-

r ío s , la lira dé O ífé o e n m edio de los salvages , y que ha*

bi’árt fbímád'o t<3kio el siglo de L u is X I V : cuafldo^ se piensa*

cil fin q-üe ünáv detestable coalicfG^n de ministros pcf?versos de

m<agií^rádós‘ diéíiiíaíííÉes y de vifes- sectarios, ha podido destruir

eft ntíéstros ^^as e s t i ñwrá^villosa ifisííkifcion, y vánagíoríáfse

del triuáfiO', ¿rlé^ uno è^ai^'viendó a^ítól fafiitíSo locó , que

ponià mufy lífano el pite; sobre on de fáitfiquera , d i*,

deftdole : te'^uit'aré lás g^andé di - Hacer mas timido. P ero

' ( i > Loí^eóar de tefi'moñüi' tms m conspectu re^ m ¡ & non con- ftmdebar. Ps. G X V ÍU , 46, Efta es la inscripción que se haJia d e ­bajo del retrato de Bourdaioue, y que han merecido muchos de sus xluítres concóie^s.

#

SI

Page 60: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

¿qué es Io que d igo ? U n loco no es culpaSíe.

X X X V I I . H e debido insistir principalm ente sobre la for­

m ación de los im perios com o obgeto el mas im portante; pe­

ro todas las instituciones humanas están igualm ente sugetas á

la misma r e g la , y todas ellas serán nulas ó peligrosas si no

descansan sobre la base fundamental de toda existencia. B a ­

jo este incontestable principio , ¿ qué hem os de pensar de una

generación que todo lo ha puesto en el a ir e , hasta las ba­

ses mismas del edificio social, haciendo que la educación sea pu-.

ram eníe científica.^ Parecia imposible llegar i engañarse de

un m odo mas terrible ; pues todo sistem a d i educación

que no repose sobre el principio religioso caerá al, menor im ­

p u ls o , ó no hará mas que derramar el veneno en el E sta­

do , siendo la religión el balsamo que impide la corrupción .ds

las ciencias , com o adm irablem ente dixo el canciller B acon,

X X X V I I L Suele; preguntarse m uchas veces: : < V òr qué ba

de haber una misma escuela de Teología en todas las univer^

sidades ? L a respuesta es bien sencilla : Porque a s í conviene

p a r a que subsistan , y. no se corrompa la enseñanza» Vxim{*

tivam ente las universidades no e ran ,sin o unas, escuelas, teo ló ­

g ic a s , á las que vinieron á reunirse las demas, facultades co­

mo subditas cerca de una, reyna. E l edificio de ;la iíistruccioñ

publica colocado; sobre b a s e h a b ia .,d u r a d o hasta nuestros,

dias. L os que le ha.n ,;a|>rujpado.ij3n',,su p a ís, ta l-, ve z se arre­

pentirán de ello por largo tiempo , aunque ¡nutilm ente. P a ­

ra abrasar una ciudad no es menester m asq u e un niño ó un

in sen sato; m as'para volverla á edificar se necesitan arquitectos^

m ateriales, o b rero s, millones y sobre to d o , tiem po. ,,

S<5

Page 61: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

X X X I X . L os que se han contentado con corrom per so­

lam ente las instituciones a n tig u a s , conservando sus formas e x ­

teriores , han hecho quizá tanto mal ¿1 linage hum an o; puesto*

que ya es manifiesta la influencia de las modernas universi­

dades sobre las costumbres y el espirita nacional, en una gran

p arte del continente de Europa; ( i ) . ' Las universidades d e In ­

glaterra han conservado en esta parte mas reputación que las

o tr a s , bien sea porque lo? ingleses saben m ejor callar ó en­

salzarse cuando les co n v ie n e , ó bien porque el .espiritu p u ­

b lic o , que á la verdad tiene en aquel pais una fuerza e x ­

traordinaria , h a sabido preservar m ejor que en otras partes

estas escuelas venerables del anatem a general. N o obstante

ellas tam bién deben sucum bir ; pues en este particular la fran-

57

( i ) N o hablaré y o , por mas a preciables que sean los cono­cimientos que pudiera publicar; pero permítaseme reproducir lo que cñá ya im preso, haciendo hablar á un aleman acerca de su país. Asi se explica sobre las universidades de Alemania un hom ­bre á quien nadie tachará seguramente de eftar infatuado con ideas antiguas ó ráncias.

„T o d a s las universidades de Alemania sin exceptuar las mejo- ,,res, necesitan de grandes reformas en punto de coftum bres.....,..' „A u n las mas acreditadas, no son otra cosa que un golfo don- ,,de se pierde sin remedio la inocencia , la salud y la futura feli- „cidad de una multitud de jovenes., y de donde salen arruina- jjdos en el cuerpo y en él alma , sirviendo mas de carga que „d e provecho á la sociedad & c. ¡ Plegue á Dios que eílas pági- „nas sirvan de pressrvativo para los jovenes ! ¡ ü xalá puedan Jeer jjSobre las puertas de nuetiras universidades la inscripción siguien- , , t e : Mira joven l aquí es donde vmthos de tus semejantes perdieron „ítt dicha juntamente con la inocencia.,, ( M . Campe, Colecc. de via- ges para inftrucc, de la juvent. T o m . II p. 129^.

Page 62: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

q u cza de G ib b o n nos cs.cusa de oÉras pruebas cxírañas (1 ) ,

F inalm en te para no salir de gen eralid ad es; si no volvem os i

k s m áxim as a n tig u a s, si no se confía la educíicion al esta­

do eclesiástico, y si las ciencias no ocupan en todas partet

©1 segundo lugar , son incalculables los males, que nos aguar­

dan : quedarem os eriibrutecidos con la misma ciencia , que es

e l ultim o grado del em brutecim iento.

X L . N o solo no es dado al poder del hom bre el crear

in stitu cion es, sino que aun para mejorar las y a establecidas

necesita de una jyarticular asistencia. S i algo hay evidente

en es^e m u n d o, es la existencia de dos fu erza s opuestas que

se están combatiendo sin intermisión. E l m al desíigura y a l­

tara todo lo bueno , asi com o el bien com prim e y ataca cuan»

to h ay de malo , progresando siempre todo lo que existe á

un estado mas perfecto ( 2 ) . Estas dos fuerzas se encuentran

«■^■■1 I J M i l ■ .1 . 1 I ............ ■t il ■■ ■! I I I i; i « > I * » ii I

' (i), Véanse sus M em orias, en lasque despues de habernos he­cho muy bellas revelaciones sobre las universidades de su pais, di-'> ce en particular de la de O xford : Bkn ^ucM renunciartííe por hiJo\ sttyo , de tan buena gana cmo jo la renuncw por mAdre _ N o duda que efta tiprna m adre, sensible como debia á una declaración seme-*' jante , habrá mandado ponerle un magnífico epftáfio í itibens métito,

( i) Pata advertir la oposición y contrapeso de eítás dos fuer­zas no se necesita mas que abrir los ojos. Bl bien es contrario d m al, j/ la vida d U tnuerte .. Examínense todas tas obrai del simo , y se hallaran así: dos j dos: opueftos el uno al- otro ; Ecíé^* X X X IÍI.

De aqui nace ( para decirlo de paso ) la regh del bella ideal» C o m o en la natura eza no hay una cosa que sea cual debe ser, el verdadero y único artífice que puede decir r Ejl Detis in mbis, tiene solamente e l misterioso poder de discernir los rasgos aun me­nos alterados, y reunirlos para formar con ellos , unos todos per- fedos que no exiüei> sino en su entendimiento, -

5:3

Page 63: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

en todas p a ftw . Igualm ente se las v e en la vegetación de

las plantas com o en la generación de los anim ales } en 1»,

form acion de las lenguas y en la de los im perios ( cosas

ambas inseparables ) & c. E l poder hum ano apenas se extien ­

de mas que á rem over ó á com batir el mal para sacar de

é l el bien , dexandole expedito á ün de que pueda brotar

y difundirse según su nvituraleza. E l celebre Z a n o tti ha d i­

cho : E s di/ífultoso mudar '■las cosas d mejor ^ejiado E s­

te pensam iento , bajo la apariencia de una gran se n c ille z , eur

cierra un sentido m uy profun da. E l concuerda perfecta me ut

te con aquel otro dicho de O rígen es , que .por sí salo vale

tan to com o un precioso libro. JSfada.y dice , puede.cambiat-r

se entre los hombres con utilidad , I M D I V J N A M E N T E ,

( 2 ) T o d o hom bre sientse ren sí m ism o esta verdad , aunque

no se halle en estado de poder dar :1a razón de e lla . D e aj*

qui esta aversión m aquinal de todo rbuen espíritu á las inno?

vaciones. L a palabra reforma en sí misma y antes de todo

exam en , será siem pre sospechosa ¿á todo verdadero sabio , y

la experiencia de todos los siglos justifica esta especie de ins­

tinto. B ien á nuestra costa hemos llegado á saber qual ha sido

íbI fruto de las mas bellas especulaciones en este género. ( 3 )

(1) DifjicHe eji mutare in rnelius. Zanotti citado en el Trassunto "della R. Accademia di Torino. 1788^ 89 in 8.0, pag. 6.

(2) O 'si se quiere expresar eila idea con mas claridad , y desnu- 'da de toda licencia gramatical , Sin la ayuda de Dios, nada fuedg & c. G rig. adv. Cels. i. 6,<-(0 'Nihil matum ex antiquo pébahile eji. T it. Liv. X X X IV , 55.

(*) N o ha sido menos ceítosa la lección que se ha dado á los españoles en nueftros dias. Sin recordar los horribles eftragos que

Page 64: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

X L I . Si aplicam os estás máximas generales^: á nn caso

particular , aunque y o no me considero capaz de dar un v o ­

to decisivo y razonado sobre la gran cuestión de la reforma

parlam entària , que tan violentam ente y por tanto tiem po trae

agitados los espíritus en In g la te rra , solo al con siderarei e x ­

trem o p eligro que ofrecen las innovaciones fundadas sobre sim­

ples teorías h u m a n a s , me siento arrastrado á creer que esta

idea ha de ser m u y funesta para los in g le se s , y que si se

entregan á ella con demasiado c a lo r , tendrán por últim o que

arrepentirse. P ero los abusos , me dirán los partidarios de la

reform a ( porque este es su grande argVimento ) , los abusos son y a dem asiado chocantes é incontestables ; y qué < un abu^ so , un 'vicio r ea l y 'verdadero puede acaso ser ' constitucionalÍ Sin duda que puede serlo ; porque toda constitución política

tiene d efed os esenciales anexos á su naturaleza , é insepa­

rables de ella : y lo que debe hacer tem blar á todo reform a­

dor , es el considerar que estos defe¿i:os pueden cam biar coa

las circunstancias ; de manera que no por demostrar que son

6o ' .

de medio síí Io acá eílá causando en la Europa el gènio revolu­cionario veítido con rrage de reformas , tenemos k -prueba rna« dolorosa en la España conftitucional, durante ellos cuatro últimos años que ha dominado aquel infernal prurito. Hemos viíto sus efec­tos: aun palpamos sus consecuencias en k alteración de los'prin­cipios sociales, en la división de ánimos., en el trallorriQ c(e fami­lias , en k corrupción espantosa de cqftum breSjen el abatimiento de la Religión & c. Sin embargo de, todo eíio no nos desenga­ñamos : todavía hay españoles fanáticos que siguen adelante con sus errados proyedós de reforma d lo Itberd , y que trabajan por envolver tercera vez á su patria en un abismo mayor de calami­dades. Ju d ,

i

Page 65: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

n u e v o s , SC prueba qtie no sean necesarios ( i ) . ¿Q u é hom ­

bre sensato no se estremecerá al poner manos á la obra ? L a

harm onía social está sugeta á la le y del temperamento , asi

com o lo está la harm onía propiam ente dicha en el teclado

general. Si se tem plan las quintas rigorosam ente , las octa'vas

desafinarán , y asi respeétivam ente en las demas consonancias.

Siendo pues inevitable la disonancia ; en v e z de quitarla en­

teram ente , lo que no podria conseguirse , se ha de procurar

atem perarla , haciendo la distribución ( * ) . A sí que , el de-

feeto en uno y otro caso es un elemento de ¡a perfección p o si­

ble. Esta proposicion solo es una paradoxa en la apariencia,

P ero ¿ dónde efld la regla ( me replicarán todavía , ) p a r a

dissernir los defectos puramente accidentales , de los que son

6i

( I ) Es menefter, dicen , recurrir d las leyes fundamentales y pri­mitivas que ha abolido una cofiumbre injufia; mas eíle es un juego seguro para perderlo tcdo : nada se h aliara jufio en efia balanz,a: m objiante el pueblo prejia con gujlo sus oídos d semejantes discursos ( Pascal pensanj. i. part. art. 6. )

N o puede decirse cosa mejor ; pero [ ó ceguedad de los hom ­bres ! El autor de efta obsei vacien y la horrible seda á que per­tenece el Jansenismo (,.....), no han cesado de jugar dejie juego infali­ble para perderlo todo ; y con e fe d o , tal ha sido el éxito de eftc juego. Voltaire ha hablado en eíte punto lo mismo que Pascal. 5,Eí una idea bien xana d ic e ,^ un trabajo bien ingrato, querer rol-

¡verlo todo d los usos antiguos , “ & c ( ¿nsayo scbie las costumb. cap. 85 ). Oígast lc en seguida hablar de los Papas, y se verá qué bien ha observado su máxima.

Los que tengan un conocimiento perjfedo del modo d e a - finar el teclado , entenderán el sentido de eíla expresión. Por fal­ta de aquel conocimiento sucede , que muchos Dunca aciertan á templar bien el Forte-piano aunque gañen horas enteras por con- seguirlo; la diáculiad ya la apunta el autor. lradu¿t.

Page 66: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

intrínsecos d ta misma naiurahz,a üe ías m a s , y t¡\íe m st

puedsn evitar ? M as esta clase de pregun tas solo son propias

de h o m b re s, á quienes la naturaleza no ha dado mas que

orejas materiales : e l hom bre de oído delicado c a l la , y baja

la cabeza,

X L I I . D eb e tenerse ademas gran c u id a d o , cuando se tra­

ta de a b u so s , en no juzgar de las instituciones políticas si­

no por sus efe ílo s con stan tes, y nunca por sus causas cuales­

quiera que ellas sean , porque nada significan ( i ) : menos

aun debe juzgarse por ciertos inconvenien^tes colaterales ( si,

puedo esplicarm e asi ) , que con facilidad deslumbran los ojos

débiles, im pidiéndoles ver el todo. Efe(ílivam ente no debien­

do tener 1a causa , segú n la hipótesis probada , n inguna rela­

ción lógica con el efecílo ; y no siendo los inconvenientes de

una institución buena en s í , com o acabo de decir , otra

cosa que una disonancia inevitable en el teclado g e n e r a l i có­

m o podrá hacerse ju icio perfcdlo de las institucioíies única-*

m ente por las cansas y los i neo avenientes \ V o lta ire , que p o í

espacio d e un siglo ha hablado de todo , sin herir jamas la

corteza de una d ificah ad , ha hecho un gracioso razon am ien­

to sobre la venta d e los oficios de m agistratura q u e se per­

m itía en F ran cia ; y ningún exem p lo se hallará tal v e z mas

adequado para hacer sentir la verdad de la teoría q^ue v o y

exponien do. L a prueba , d i^ e, de que esta venta es un abu^

6a

( i ) A l menos por lo que respeta al mérito de la< ififtitucionj porque bajo otros puntos de vista, puede ser muy imporcaiKc el ocuparse de ellas.

A\

Page 67: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

JO , es qut ella no fr é producida sino 'per otro atuso ( i ) .

V o ltílire no se engaña aquí com o cualquiera hom bre que es­

tá sugeto á engañarse. E l com ete un y^rro m uy vergonzoso»

y que piiede decirse un eciipse ceRtral del sentido comua*

¡Todo lo que nace de un abuso es también un abuso l A l contra­

rio se diría mas bien ; pues una de las leyes mas generales

y mas evidentes de aquella fuerza y a se csib le , y a o cu lta , pero

que obra y se dexa percibir en tcd o lu g a r , es que el rem e­

dio del abuso nace del ab u so , y que el mal en llcg:ando á

un cierto punto , se destruye por sí mismo . com o debe su­

ceder ; porque siendo el m al una pura carencia , tiene por

m edidas de dim ensión y de duración las jriismas del ser al

que está unid o , y al que necesaTÍamente va aniquilando. E l

m al existe com o la g iangrena, q u e no puede consumir sino

acabandose ella misma. M as en aquel instante una nue-

Vá realidad viene á ocupar el lugar de la que desaparece,

jorque la naturaleza tiene horror a l vacío , y el b ien ... Pero m e

v o y alexando demasiado de V o lta ire . ^

X L I I I . E l error pues de este grande éscHtor provenía de

que dividido entre veinte ciencias d ijlintas com o él lo confie­

sa de sí mismo , y por otra parte ocupado continuam ente

en instruir al u n iv e rso , no le quedaba sino m u y poco tiem -

jpo para m editar.

„ U n a corte voluptuosa y disipadora , reducida á los iil <

„tim os apuros por sus dilapidaciones , trata de vender los

„oficios de magistratura , creando de esta manera ( lo que

^3

(2) Resumen del siglo de Luis X V cap. 4 1 ,

Page 68: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

„jam as habría hecho librem ente y con conocím ienfo á c cati-

,,sa ), creando , d igo , una magistratura r ic a , inam ovible é in-

„depen d ien te ; de suerte que el poder Inlinito , que se en-

y tretiene con las cosas de efte mundo ( i ) , se sirve de la cor-

„ru p cion misma para crear tribunales incorruptibles „ ( en

cuanto lo perm ite la flaqueza humana ) . N o hay en verdad

cosa mas p lau sib le , ni mas digna de la meditación de un

verdadero filósofo ; nada mas conform e á las grandes analo­

gías , y á aquella ley incontestable que hace que las institucio­

nes mas im portantes no sean jamas e l resultado de una d e­

liberación , sino de las circunstancias. H e aquí un p ro ­

blem a casi resuelto no bien se propone , com o sucede á to ­

dos los demas. ¿ Un p a is como la Francia podía ser juzga-'

do mejor que por magijlrados hereditários ? Si se d e c id e , co:

m o supongo , por la a firm ativa , es preciso proponer en se­

guida el segundo problem a en esta form a. ¿ Habiendo de ser

hereditaria la magijlratura , hay un medio mas ventajoso p a ­

ra conjlituirla primero , y , perfeccionarla despues , que el que

atesorando milknes a l mas bajo precio en las arcas del

Soberano, asegura a l mismo tiempo la riqueza , la indepen*

dencia y aun la nobleza de los jueces superiores} N o consi­

derándose la venalidad sino como un m edio de heredar , t o ­

do espíritu justo se tranquiliza , m irandola bajo este punto de

vista que es el verdadero. E l profundizar mas la cuestión

no es propio de este lugar ; basta lo dicho para probar que V o l ­

taire ni siquiera llegó á divisarla.

5^

( i ) lu á m in orbe tm m m , Prov, V I I I , 51,

Page 69: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

« sX L I V , Supongam os ahora puesto al frente de los n e g o ­

cios un hom bre com o el mismo V o lta ire , reuniendo por

una in feliz com binación la ligereza , la incapacidad y la te ­

m eridad ; él obrará ciertam ente según sus locas teorías de le­

yes y de abusos. Tom ará dinero prestado con interés de q u in ­

ce por ciento para resarcir á los m agistrados titulares a-

creedores al cincuenta ; irá preparando los espíritus con una

m ultitud de escritos pagados para insultar la m agistratura y

privarla de la confianza publica. B ien pronto la protección,

m il veces mas nécia que la fortuna , abrirá la lista eterna

de sus desaciertos; el hom bre distin guido , no viendo y a en

la m agistratura hereditaria un contrapeso á los trabajos que

le a b ru m a n , se retirará para siem pre ; y los grandes tribu­

nales serán entregados á cualquier aventurero sin nom bre,

sin fortuna y sin consideración, en lugar de aquella m agistratu­

ra venerable , en quien la virtud y la ciencia habian lle g a ­

do á ser h ered itárias, así com o sus d ig n id a d e s: verdadero sa­

cerdócio que las naciones estrangeras pudieron envidiar á

la F ran cia , hasta el m om ento en que el filosofismo , despues de

excluir la sabiduría de todos los lugares que antes frequentaba,

term inó tan brillantes hazañas arrojándola fuera de su seno.

X L V . T a l es la im agen natural de la m ayor parte de

las reform as; p o rq u e , com o he dicho a n tes, no solo la crea­

ción no com pete al hom bre , mas la reform a misma no le

pertenece sino de un m odo secundario , y con una m ultitud

de restricciones. Partiendo de estos principios incontestables,

cada cual puede juzgar de las instituciones de su pais con

entera se g u rid a d ; puede sobre tpdo apreciar en su justo va-

Page 70: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

lor todos esos creadores , legisladores y rejlauradores de las

n a cio n es, tan amados de nuestro siglo , y á quienes la pos­

teridad m irará con lástima , si no y a con horror. Preciso es

decirlo : E n E u rop a y fuera de ella se han fabricado torres

de viento. L os detalles serían tal vez odiosos , pero y o no

creo faltar al respeto de n a d ie , suplicando sinceramente á los

hombres q u e reflex ion en , y que juzgu en al menos por los

resultados , y a que se obstinan en rehusar otro género de

instrucción. E l hom bre constituido en relación con su C r ia ­

dor , es sublim e y su acción es creadora : por el contrario,

luego que separándose de D ios obra con solas sus fuerzas,

aunque es verdad que no dexa de tener p o d e r , porque este es

un p rivilégio de su naturaleza ; pero su acción es entonces ne­

gativa , y solo se d irige á destruir.

X L V I . N o se hallará en la historia de todos los siglos

un solo hecho que contradiga estas m áxim as. N in g u n a insti­

tución hum ana puede ser durable , si no está sostenida por la

m ano que sostiene todas las cosas; es d e c ir , si no se la co n ­

sagra de un m odo especial en su o rig en . C u an to m ayor parte

tenga en ella el princip io d iv in o , tan to mas larga seri

su duración. ; Estraña ceguedad por cierto la de los hom bres

de nuestro siglo ! E llos hacen alarde de sus lu c e s , cuando to­

do lo ignoran , pues se ignoran á sí mismos. N i saben lo

que son , ni lo que pueden. U n org u llo indom able los arras­

tra de continuo á trastornar todo lo que no ha nacido de

e l lo s ; y para obrar nuevas creaciones se separan del princi­

p io de toda existencia. E l mismo Ju an Santiago Rousseau ea

m edio de sus <estravagantes errores ha dicho m uy b ie n :

356

Page 71: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

Ire fequeñe y vano , tnuéjlram tu foier , y yo te mnjìraré tu fla queza. C o n igual verdad aunqüe con mas provecho pu-*

diera decirse : Hombre vano y desprecia-bk , confiesame tu

fla queza , que yo te mojlraré tu poder. C o n efesító : desde

el m om ento en que el hom bre reconoce su nulidad , ya tie*

ne m ucho a d ela n ta d o , porque está m uy próxim o á buscar ü a

ap oyo en el que lo puede todo. E5>tG es precisam ente lo con­

trario de lo que ha hecho el sig lo que acaba de pasár : (ah!

/ la lástim a es que no pasó sino en el calendario ! ) . E jta*

niinense todas sus ertjpresas , t^das sus instituciones cuales­

quiera que sean , y se le verá constantem ente ocupado en se^

pararlas de la d ivin id ad . E l hom bre se ha creído un ser in^

dependiente , y ha profesado un verdadero ateism o prácti­

co , mas perjudicial quizá y mas culpable que el especula­

tivo .

X L V I I . D istrahido por sus v a n as ideas de la &nica cien­

cia que realm ente le in teresa , se h a persuadido que ten ia en sí m ism o el poder de c re a r , cuando ni siquiera tiene el de

imponer nombres á las cosas. S in habilidad para producir un

in s e c to , ó una pequeña y e rb e c illa , ha llegado á Creer que

era nada menos que el autor inm ediato de la Soberanía i es

d e c ir , d e la cosa mas im p o rta n te , la mas sagrada y la mas

fundam ental del m undo m óral y político ( i ) > conjo tam ­

i i ) El principio de que todo ptder legítimo yiene del ptcblo aun- ue noble y cspeiioso en sí mismo , sin embargo ejiá desmentido por

todo el peso de la hifiorÍA-y de la esprkncia . H u m e, hift. dé higU Carlos 1. cap. L iX . *

(*) Pudiera añadirse también j por todo el peso de las Santás Isíri- turas y aun de la raz on. Trad,' ‘

Page 72: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

bien , que tal ó cual dinastía reyna porque así lo ha queri­

do este ó aquel pueblo ; cuando está cercado de pruebas in­

contestables de que toda fam ilia soberana reyna por haber si­

do escogida por un poder superior. S i é l no vé estas prue­

bas , es porque cierra los o jo s , ó porque las mira m uy de

cerca. T am b ién ha creído ser el inventor de las le n g u a s, pu-

diendo ver fácilm ente que toda len gu a se aprende , pero no

se inventa ; y que ninguna hypótesis im aginable en el cír­

cu lo del poder h u m a n o , puede explicar con la menor apa­

riencia de prob ab ilidad , ni la formacion ni la diversidad de

las len guas. H a creido que podia, constituir las naciones, ó

en otros térm inos , que podia crear aquella unidad nacional^

en virtud de la cual una nación no es la otra. F in a lm e n ­

te ha creido que así com o estaba en sus facultades el crear

in stitu cion es, con m ucha mas razon podría pedirlas prestadas

á otros R e y n o s , y trasladarlas á su pais , aun con el m is­

m o nom bre que tenian en aquellos p u e b lo s , para participar

com o ellos de las mismas ventajas. L os papeles franceses me

sum inistran un exem p lo singular sobre este punto,

X L V I I L H ace algunos aííos que ocurrió á los franceses

la idea de establecer en París ciertos cxercicios ó carreras, á

las que en algunos periódicos se les d ió el nombre de ju e­

gos olímpicos. E l raciocinio de los que inventaron , ó mas

bien copiaron este bello nombre , no era á la verdad m u y

com plicado. "En otro tiempo ( dirían e llo s ) se hadan carreras á

p ie y d caballo sobre las orillas dcl rio A ¡feo : hoy se ha-

cen también sobre las del S en a ; luego lo mismo es une qus

otro. N o h ay cosa mas sencilla j pero sin preguntarles por

68

Page 73: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

qué no llam aban á estos juegos parisienses , en lugar de lla­

marlos olímpicos , habría que híicer otras muchas observacio­

nes. Para instituir los juegos olímpicos se consultó á los o rá­

culos : los dioses y los héroes tuvieron tam bién intervención

en ellos : nunca se com enzaban sin que precediesen los sa­

crificios y otras cerem ónias religiosas ; en fia estos juegos se

m iraban com o los grandes comicios de la G r e c ia , y com o la

cosa mas augusta. Y p re g u n to , gantes de establecer los p a ­

risienses sus carreras ó juegos tomados de los griegos , fue­

ron á R om a límina apojlolorurn consultar al Papa?

2 Antes de lanzarse á la carrera para divertir á los especiado-

í e s , hacian por ventura cantar la misa m ayor Ì ¿ Q u é d e ­

signio político se proponían en semejantes exercícios ? ¿

mo se llam aban sus fundadores ? Pero esto es pedir dem asia­

do : todo buen sentido , por vu lgar y ordinario que s e a , co­

noce desde luego la nada y aun lo, ridículo de esta im ita­

ción.

X L I X . Sin em bargo en un diario publicado por h om ­

bres de espíritu ilu strado, y que no ten ía n ,otra falta , ú otra

d esgracia , que el profesar las doctrinas m od ern as, se leía h a ­

ce algunos años con relación á aquellas carreras el pasage s i­

guiente , que solo pudiera ser dictado por el mas loco e n ­

tusiasmo \ Y o lo pronojiíco : los juegos olímpicos de los fr a n ­

ceses atraerán algún dia la Europa a l campo de M a rte.

iQ u e olma ta?i f r ía y tan poco sensible es preciso tener p a ­

ra no advertir aquí mas que unas meras carreras ! Vor lo

^ue d mí hace , yo veo en ellas ün espeBdculo , qual nunca

ofreció el mundo otro semejante desde la s de E lid a en donde

10

69

Page 74: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

ia Grecia servia de espeSidcuh d la misma Grècia.

circos de los romanos , los torneos de nuejìra antigua caballería

en nada se parecían d ejlos ( í ) .

Pues y o por m i parte creo y aun a se g u ro , que ninguna

institución hum ana es duradera, si no tiene una base reli*

giosa ; y s i ademas ( ruego que se íix e la atención en es­

to ) , no tiene un nombre recibido de la lengua d d p a ís , y

como nacido de s í mistfio, sin Hinguna deliberación anterior y

conocida,

L . L a teoría dé los nombres es tam bién uii obgeto de

grande im portancia. L o s nombres de ninguna manera son ar*

bitrários, cóm o lo han afirmado tantos hombrés que -perdie­

ron el suyo.

Solo D ios se llattia : Y O SO JT ; y toda ériátura Sé lla­

m a : JTo soy ejlo. C o m o el nombre de un ser ¿spiritual de^

be íefeíirse necesariáníénte' á su a c c ió n , que e í su cualidad

distintiva ; de ahí viene que entre los antiguos el m ayor ho­

nor para una divinidad era lapolyoñymia, esto e s , la p lurali­

dad de nombres, que anunciaba la de las funciones , ó áeá

la estension del poder. L a antigua m yto iogía fíos presenta á

7^

( O Década fílósofica , O dubre 1 7 9 7 , n. i . pag« (1809), Efte pásdge considerado por su fechá reciénfe', tiene el doble mé­rito de ser eminentemente ridículo y digno de ser meditadov Por él se vé con qué ideas se entretenían entonces eftos n iñ o s ,y qué es lo que ellos sabían acerca díé lo que principalmente debe saber el hombre. Desde entonces acá un nuevo Orden dé cosás ha re* futado suficientemente eítas bellas imaginaciones ; y si toda la Euro­pa es hoy anaftrada d Parts, no lo es ciertamente para los juega, Qlímpicos ( 1 8 1 4 ) .

Page 75: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

P U iía , c«$fìd0 aun w a ní6a , pldienáo i J íip iter este h o ­

nor , y en los ver so« atribuidos á O.fjíéo es celjebrada aque­

lla diosa bajo el nom bre d s .demoniopoJyoítymo .( géoio dp mu^

chos nom bres) ( i ) . Es;tjo quier,^ d^cir en sustancia q.u,e á soIq

D io s pertenece .el d erfch p de dar m mm¡?re E l es ffté liva .-

m en te quien Jo im puso á todas las e«>sas, cpni.o que las crio

i todas. E l ha dad^ nombres á Jas e t o U a s ( 2 ) y á los espí­

ritus , sin que entre esitos ultinvos h.aga njeneion la E scritu ­

ra sino de tres, y todos tr^s reb tivo s al destino de estos

ministrjos. L o ánismo sucede co n ;los hambres .á q,iii<enes D i ^

ha querido dar nom bre por sí m ism o i los nom bres siem pre

ge refieren i las funciones *(3), ¿ N o tiene dicho que en su

reyn o venidero dará i los vencedores un nombre nuevo ( 4 ) ,

proporcionado ;á sia« hazañas ? Y honabtes hechos d

semejanza de D ios ¿ han haljlado ika?sta ahora un modo mgs

solexnne de -recompensar á los vencedores , que e l de darlas

m nuevo nombre^ el mas h o o o r if ic o j juicio de Ips hom bres,

cual es el d e las naciones veacidas ( 5 ) . S iem p je ^que un

(1) Véase la nota so'bre el 7.^ verso del hyipno á Piana de Callimaco { edición de Span'heim ) ; y á Lanzi , Sagto di letteram- r a ‘etrmca Síc. in ‘8.” tom. II pag. 241, nota. -Los hymnos de Ho> rièro no son otra cosa en el fondo que colecciones de epítetos , lo cual coincide con el mismo principio de la pljonjmia.

(2) isaias X L . 2 ;.. ,(^) Tráigase á la memoria el nombre mas augnilo que se ha

dado .divina y direétamente a un hombre ( Jesu Cristo ) . 'La razón •del norabr-e seidió en efte caso con el mismo nom bre, el cual ex- ipresa el,deftino , ó lo qye yicne ,á ser lo mismo , la poteftad de que se halla reveftido.

(4) ADocal. ÍÍL 12.(5 Eíta observación es del autor .anónimo , aunque bien co-

7^

Page 76: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

hom bre va á mucîar de v id a , y á recibir un nuevo carácter,

por lo regular recibe tam bién un nuevo nombre. Esto se vé

en el b au tism o , en la confirm ación, en la filiación de los

so ld ad os, en el ingreso de alguna relig ión , en el rescate

de los esclavos & c; en una p alabra, el nombre de cada co­

sa espresa lo que ella e s , y en todo esto nada h ay de arbi­

trario . L a espresion vu lgar ejle tiene un nombre , aquel no le

tiene , es m uy justa y m uy expresiva ; com o que nadie pue­

de ser contado entre los que son llamados d las asambleas y que

tienen un nombre ( i ) , si su familia no está marcada con una se­

ñal que la distingue de las demas,

L L L o que se ha dicho de los individuos puede aplicar­

se igualm ente á las naciones : entre estas hay algunas quff

absolutamente carecen de nombre, H erodoto observa , que la

T rà c ia sería el pueblo mas poderoso del universo si estuvie­

sen unidos sus naturales ; pero ejla union, añade , no puede

verdea rse , porque todos tienen un nombre diferente entre sí.

( 2 ) Esta es una observación muy im portante. H a y tam bién

pueblos modernos que no tienen nombre , así com o h ay otros

que tienen m u c h o s ; \z. polyoñymia es tanto mas funes­

ta para las naciones , cuanto se considera mas honorífica pa^

ra los genios.

nocido , del libro aleman intitulado: D’ie Siegsgeschichte der chrißU- eben Religion , in einer gemeinnütz,igen Erklärung der Offenbarung. Johannis in 8.® N urem berg, 1795) p. 85).Contra efta pagina nada hay que decir.

( í ) N um . X V I. 2.(2) H erqd, Terpsic. V . 5,

Page 77: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

L U . Siencîo pues cierto que en les nombres nada h a y

de arb itrario , y que traen su o r ig e n , com o todas las cosas,

iDas ó menos inm ediatam ente de D ios ; no debe creerse

que el hom bre tiene derecho ilim itado de im pon érselo, se g u a

la idea que se form a , aun á aquellas cosas de que en a lg u a

m odo puede mirarse como su autor. D io s se reserva en esta

parte una especie de jurisdicción que es im posible descono-

cer ( i ) .

/ O mi querido H erm ógenes ! L a imposición de los nom­

bres es una cosa muy sublime , que no puede pertenecer a l

hombre malo , ni aun al hombre 'vulgar».,, E jle derecho so­

lo es propio de un creador de nombres ( onom aturgo ) , ejlo

es , de solo un legislador ; pero lo mas raro de todos los crea­

dores humanos , es un legislador ( 2 ) .

L U I . A pesar de esto nada gusta mas al hom bre que el

im pon er nombres. Esto es lo que hace cuando por exem plo,

aplica á las cosas epítetos significativos ; talento que distingue

al gi'ande escritor y especialm ente al gran poeta. L a im posi­

ción feliz de un epíteto ilustra un sustantivo , haciéndole c é ­

lebre bajo este nuevo signo ( 3 ) . L o s exem plos abundan en to ­

das las lenguas ; mas para contrahernos á la de este pueblo,

73

(1) Orig. adv, Cels. I- » 8 , 24.(2) Plato in Crat, Opp- T o m . l l l . p. 244,

„P o r manera que (com o lo ha observado Dionisio de Ha- licarnaso) , si el epiteto es dijiintivo y natural, tiene la misma fu er- z,a y valor en el discurso que un nombre.^, ( De la poesía de H o­mero cap. 6.

Y aun en cieno modo puede decirse que vale m as, porque lleva el mérito de la creación, sin tener eí vicio del neologismo.

Page 78: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

que se ha 'dado'a si m ism o tin nombre tan g ra n d e , |)iicsto que de

él sc deriva la palabra franqueza ó ingenuidad-; ¿ literato

ign ora los epítetos de „ íavar^ Achéron , les coursiers at*

Untifs , U lit effronte , les timides siepplivaíions , le frem isje-

mcnt argenté , le dejlructeur rapide , íes f á k s adulateurs krd

( « ) (■)E l hom bre nunca olvidará sus derechos prim itivos ; y aun

puede decirse en cierto sentido que siem pre los exercerá : p e­

ro ] cuanto los ha Testría'gído su propia degradación / V é a ­

se aguí una le ' tan verdadera como el m ism o D ios que la

h a hecho:

A l hombre le e f ld prohibido im>pmer grandes nombres d

Jas cosas de -que es autor , aunqm las considere como tales ;

P>ero s i ha obrado legítimamente , el nombre mulgar de la co-

ka serd ennoblecido por ella y vendrá d ser grande con el

tiempo»

L I V . Sea que se trate de creaciones materiales ó politi­

zas , la Te>gla es la mism a. N o hay una cosa mas sabida en

ía hrstória gríeg'a que la palabra cerámico ( * ) : era la mas

augusta que se conocia en Aténas. V iv ie n d o A ttico len aque­

lla capital , m ucho despues de haber esta perdido sus graa-~

^ y su existencia -política , escribia preocupado en cierta

74

(*) Estas expresiones perderían tod o sa mérito si se ^ r -tiesen a nuestro idioma.

( í) N o recuerdo de ningún epíteto iluílre de Vokaire , puede ser ■que consífta en mi fdlta de memoria.

( =» ) El lugar en que se enterraban con la mayor pompaT á colla d¿l público, los que morían en defensa de la patria.

X

Page 79: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

ocasión á su ilustre am igo ; Hollándome el ofro día en el

Cerám ico , & c . y C iceró n no obstarte le zahirió en su res­

puesta repitiendo sus mismas expresiones ( i ) , Q u é significa

en sí m ism a, aquella otra tan célebre de (2}.? N o

h ay una cosa mas vu lgar ; pero las cenizas de los héroes

iBezcladas con la tierra que sirve de cim iento á aquel palacio,

la habian co n sagrad o , y la tierra ha consagrado el nom bre;

siendo bastante singular que despues de una tan larga distaría

cia de tiem pos y lugares , esta misma palabra T idU ría s , ^

mosa antiguam ente com o nom bre de un lugar de sepulcro,

h aya sido ilustrada de nuevo con e l nom bre de un palacio.

L a poderosa autoridad que fu é á habitar las Tulletías , no

pensó en darles un nom bre im ponente que tuviese algun a

j^roporcion con ella. Si hubiese com etido un yerro semeja«^

te , no habria razon para quejarse de que al siguiente d ia filó­

se habitado este Itfgaí por estafadores y rameras,

L V . H a y tam bién o tra razón que aunque-tom ada de un

o r ig é a m enos alto , debe no obstante hacernos desconfiar de

todo nom bre pom poso im puesro d priori ; y consiste en qufe

com o la conciencia d cl hom bre le advierte casi siem pre lös

defedlos de la obra que acaba de producir , no pndíendo cft-

ganarle k sí mismo su propio o r g u llo , busca á lo menos co«

75

(1) Para contcftar á vueflra frase ; halUndome el otro dia en el cérainico , digo , & c. Cic. ad Att. í. 10.

(2) Palacio y járdin suntuoso en Paris , así llamado porque eti tiempos pasados se fabricaron texas en aquel sitio. Véase el Diccio nario francés verb. Les TuiUries, En un sentido Jato íigniíica también haxtlU de bm o. T rád .

Page 80: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

m o engañar á los d e m a s, inventando un nombre honorífico

g u e precisam ente supone el mérito c o n tra r ío ; de manera que

en vez de testificar realm ente la excelencia de la obra , es

una verdadera confesion del vicio que la distingue. E l siglo

X V I I I , tan rico y abundante en todo lo que se puede im a­

g in ar d e falso y d e ridículo , ha subministrado en esta par­

te una m ultitud de exem plos curiosos en los títulos de libros,

en e p íg ra fe s , en inscripciones y otras cosas de este generó.

A s í pues , si v . g . leemos en una de las principales obras de

este sig lo :

Tantum series jm Buraque p o lk t’.

Tantum de medio sumpis accedit honoris.

D esde luego podem os borrar tan presuntuoso epígrafe,

• sustituyendo en su lugar , aun antes de abrir e l l ib r o , y sin

■ el m enor tem or de ser in ju sto s: ^

'R u dis indige¡laque moles\

N on leñé junBarum discordia semina rerum. .

C o n efe¿lo : el caos es la im agen verdadera de este li-

.bro , y el epígrafe espresa em inentem ente aquello mismo q u t

em inentem ente falta á la obra. Si leem os á la cabeza de otro

l ib r o : H ijló ria filosójica y política , y a sabemos , sin leer

la historia anunciada por el título , que ni es filosófica ñipo-

lítica y y sabremos ademas despues de haberla leído , que es

la obra de un frenético. Atrévese un hombre á escribir ba*

jo su propio retrato : V itam impendere vero ? Pues ya se p u e­

de asegurar sin necesidad de informaciones que es el retrato

de un mentiroso ; y él mismo lo confesará si alguna vez le

dá la manía de decir lá verdad. C ó m o podrá leersp al pie

7*5

Page 81: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

idc otro retrato : Postgenitîs hic charus ■ erît mnc charusam i-

- m ; sin recordar al m om ento aquel verso tan felizm ente ro­

bado al original para pintarlo de un m odo algo diferente :

•J'eus des adorateurs è ' neus p a s un a m iì Pues que à la

verdad , acaso no ha existido jamas un hom bre literato m e ­

nos aproposito para sentir la a m is ta d , y menos d ig n o de ins­

pirarla , & c . & c .

L as obras y empresas de cualquiera o tro gén ero dan lu ­

gar á la misma observación. Si sucede por exem plo , que la

m úsica llega en una nación célebre á ser de repente un ne^

g ocio de estado ; si el espíritu del siglo , ciego en toda cla­

se de materias , concede á este arte una falsa protección é

im p o rtan cia , bien diferentes de las que pudiera n ecesitar; si

finalm ente se erige un tem plo á la n¡úsica bajo el antiguo y

m agnifico nom bre de G D E O N (*') ; es una prueba infalible

de que el arte está en decadencia , y nadie deberá admirarse

de oir á un célebre crítico d e -e ste p a is , publicar en seguida

con estilo bastante vigoroso , que sin ningún inconveniente se

puede escribir en la portada del tem plo este aviso : Cuarto ds

alquiler ( i ) .

77

(#) Especie de teatro que hubo antiguamente en Atenas. Trrfí/. ( i ) „L a s mismas piezas executadas en el Odeon no producían

,,en raí la sensación que esperimentaba en el Teatro de mú-donde las oíd arrebatado en éxtasis. Nueítros artiftas han

„ p e rd id o la tradición de aquella obra macílra ( el Stabat de Per- „golési) ; para ellos eftá escrito en lengua eftranger.'i ; dicen las

„n o ta s sin conocer el espíritu ; su cxecucion es sumamente fria, „desnuda de alm a, de sentimiento y de espresion. La O rqutíta »jniisma juega m aquinalm cnie, y con uua languidez que deíhuye

II

Page 82: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

L V L P ero todo esto , com o he d ic h o , no es m as qüe

una observación de segundo orden : volvam os al principio

general ; Que el hombre no tiene derecho para imponer nom­

bres d las cosas ( por lo menos en el sentido que llevo e x ­

plicado ) . R eflexionese atentam ente y se v e r á , que los nom-

bres mas respetables tienen en todas las lenguas un origen

vu lgar. Jamas el nom bre es proporcionado á la cosa ; por

e l contrario la cosa es la que siempre ilustra e l nom bre. Es

necesario que el nom bre nazca y germ ine , d igám oslo asi,

pues sin esta circunstancia será falso. ¿ Q u é significa la pala­

bra Trono en su o rigen ? U n a silla , ó escabel. ¿ Q u é la de

cetro Ì un bastón para apoyarse ( i ) . M as el bastón de los

78

,,el efedo. La música antigua era la rival de la mas sublime poe- ,jSÍa , la nueftra no lo es sino del gorgéo de los pájaros. Gesen, „ p u e s , nueftros virtuosos modernos de zaherir las composijciones „sublim es...., y sobre todo no se burlen de Pergolési, que íes de- „m asiado papel para ellos.“ ( Diario del Im p erio ,28 marzo 1812) ( * )

(*) Sin duda que cuando el autor insertó efta nota en apoyo de su opinion acerca de la música de aquel tiempo , habr/a lle­gado á perderse en Francia el buen gufto de dicho arte ; pues de otra manera no se atreviera á decir que solo era la rival del gor-

^géo de los p á ja ro s , cuando todos saben que desde que el inmor­tal B ajdn dió una nueva vida á la música , se ha ido perfeccio­nando sucesivamente hafta nueftros dias. No pretendo rebajar el mérito de Pergolési , pero tampoco creo que se le haría ningún agravio comparándolo con nueftro Rossini : ese hombre singular, que hoy dia eftá recorriendo las Córtes de Europa , y arrebatando la admiración de eftas con la sublimidad y exquisito gufto de sus composiciones. Traduót.

(f) En el libro 2 .° , de la Iliada, quiere impedir Ulíses á los Griegos el que renuncien cobardemente su empresa. Si en medio del tumulto excitado por los descontentos se encuentra-con un rey;

Page 83: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

R ey es se d istinguió bien pronto de todos los demas , y este

nom bre subsiste en su nue'va significación despues de tres m il

años. I H a y cosa mas noble en la literatura y mas baxa en

su origen que la palabra tragedia ? Y el nombre casi fétido

de drapeau ( trapo ) , levantado y ennoblecido por la lanza

de los guerreros qué fortuna no ha hecho en la lengua

francesa ? O tros m uchos nombres v ien en , y a mas ya menos,

en a p oyo del mismo p r in c ip io , com o por exem plo : Sena-

do , diUador , cónsul, emperador , iglesia , cardenal , m a­

riscal , & c . T erm inem os por los de condestahle y canciller^

que se dan á dos em inentes dignidades de los tiempos m od er­

n o s; el prim ero no significa en su origen prim itivo mas que

e l G efe de la caballeriza ( i ) , y el segundo el hombre que

estd detrás de una reja ( para no ser atropellado por la m ul­

titud de suplicantes ) .

79

ó con un noble , le dirige palabras dulces para persuadirle ; mas si algún plebeyo tiene la desgracia de caer' en' sus' maiios , lo m kíé á fulos fuertemente con un cetro. ( Iliad. II. 198,'1.99 ,)

En otro tiempo se hizo 3 Sócrates un crimen por haberse apro­piado los versos que pronuncia Ulíses en eíla ccasion , y por ha­berlos citado para probar al pueblo que nada es y que nada sabe. { Xenof Memor Soír. I. II. 20. )

Píndaro puede citarse aquí á proposito cuando, nos refiere lá anécdota de aquel antiguo rey de Rodas , que íiv'átó'á palos‘á uií cuñado suyo en la p laza, sacudiéndole en un momento de cólera y sin mala intención , con un cetro que se encontro' p r una fatal casualidad hecho de un palo muy duro. ( O lym p. V Jli v. 49. 55. ) ] Bella lección por cierto para aligerar el peso délos cetros!

(1) Condefiable es una contracción del latin Comes Stahul't ; el íompanero q mimbro del Frímipe cuando ya. d visitar Us (Aballe- rhast

Page 84: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

L V I I . T en em os pues dos reglas infalibles para juzgar de

todas las creaciones h u m an as, de cualquier género que seanj

á sab er, la y el nombre : bien entendidas estas dos re­

glas , nos dispensan de toda aplicación odiosa. S i la base es

puram ente humana , el edificio no puede sostenerse ; y cuan­

tos mas hombres intervengan , cuanta mas parte tenga la

deliberación , la c ie n c ia , sobre todo la escritura , y en fin

los medios humanos de toda clase , tan to mas frágil será la

institución. Por esta regla principalm ente se debe hacer jui­

cio de cuantas empresas se han intentado y realizado , sea por

los Soberanos ó por asambleas de h o m b res, con el fin de civi*

l i z a r , co n stitu ir, ó regenerar los pueblos,

-L V I II . Por la razon in v e rsa , cuanto mas tiene de d iv i­

na una institución en sus b ases, tanto es mas perm anente y

duradera. Para su m ayor claridad conviene observar, que el

principio religioso es por esencia creador y conservador de dos

maneras. E n prim er lu g a r , como obra con mas fuerza que

p tro/niiigim o, sobr^, el espíritu humano , obtiene de él unos

esfuerzos prodigiosos,. A sí por exem plo , persuadido el h o m ­

bre por ios' dogm as de la religión que profesa , de la g ran

ventaja que consigue.^en que después,, de muerto sea conser­

vado su cuerpo en toda la integridad posible , sin que n in ­

gun a inanp ^jndiscret-a ó profana se atreva á tocarle ; este hom ­

b r e , d ig ó , despues de haber agotado los recursos del arte

de embalsamar , acabará por construir las pirám ides de E g ip '

to. E n segu n d o -lu g a r , el principio religioso aunque tan efii-

caz por lo que obra , lo es infinitam ente mas por lo que im ­

pide , á causa del respeto que infunde sobre todo lo que ta-

8o

Page 85: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

m a bafo su proteccion. Si un sim ple guijarro llega á consa­

g ra rse , hay desde luego una razon para que se libre de las

n a n o s que pudieran destruirle ó desnaturalizarle. E l m undo,

está lleno de pruebas de esta verdad. L os vasos etruscos por;

e x e m p lo , conservados por la religión de los sepulcros , d ps-í s a r de su fr a g i l id a d han durado h a s ta nuestros d ias en mu­cho mayor numero , que los monumentos del bronce y del m ár­mol de la s m ismas épocas Si queremos pues conservarlo to d o , consagrémoslo toáo ,

L I X . L a segunda regla que es la de los nom bres, no es.

á mí parecer menos clara ni menos decisiva que la preceden­

te. Si el nom bre se im pone por una asam blea: si se estable­

ce por una deliberación antecedente , de suerte que preceda

á la cosa : si el nom bre es pom poso ( 2 ) : si tiene úna pro--

8 i

( i) Mercurio de Francia, 17 junio 1809.

(a) Así es que sí un hombre , no siendo soberano, se llama á sí mismo legislador^ es una prueba cierta de que no lo es ; y si una asamblea se atreve á llamarse legisladora , no solamente será eíta una prueba de que no lo e s , sino de que ha perdido el jui­cio , y que muy en breve será entregada ai ludibrio , y befa de todo el mundo (*).

(*) B é aqui anunciado de antemano por el autor el éxito que na~. turalwente debían tener míe jiras últimas Cortes de Vspaffa : eli a s se llamaban soberanas , conítituyentes, congreso augufto, respetable, legislativo , & c. Vero ¿ de qué les han servido todos ejlos pomposos diclados y sino de grangearse la risa y el desprecio de todo hombre jui~ doso español y eJtrangero\ P ues, l e l santuario de las leyes , aquel sagrado recinto donde se congregaban nuejiros legisladores , para eruc­tar tantas necedades y fanfarronadas, en que ha venido a parar? Pregúntesele al pueblo de Madrid. Irad,

Page 86: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

porcion gram atical con el obgeto que debe representar : fi­

nalm ente , si es tom ado de una lengua estrangera , y sobre

todo an tigu a í todos los caraiíléres de nulidad se hallan reu­

nidos , y se puede asegurar que el nom bre y la cosa nom ­

brada desaparecerán dentro de m uy poco tiem po.

L as suposiciones contrarias anuncian la leg itim id ad , y por

consiguiente la duración de una institución. D ebe tenerse m u­

ch o cuidado en no pasar ligeram ente sobre este obgeto, U a

verdadero filósofo jamas debe perder de vista el idiom a , ba-

lóm etro perfecto cuyas variaciones anuncian infaliblem ente el

bueno y el mal tiempo. Y ciñendom e al asunto de que tra­

to , es evid en te que la introducción desmesurada de voces es­

trangeras , aplicadas especialm ente á las instituciones nacionales

de cualquier gén ero , es una de las señales mas infalibles de la

degradación moral de un pueblo.

L X . S i la form acion de todos los im perios , los progre­

sos de la civilización , y el concierto unánim e de todas las

historias y de todas las tradiciones, no fuesen aun bastantes

para convencernos , la ruina misma de los im perios conclui­

ria la dem ostración com enzada por su nacim iento. A si com o

t i principio religioso es el que todo lo ha cread o , asi tam ­

bién la carencia de este mismo principio es la que todo lo

iia destruido. L a sedla de Epicuro , que justamente pudiera

llamarse la antigua incredulidad^ d egradó desde lu e g o , y

b ien pronto destruyó los gobiernos que tuvieron la des­

gracia de darle acogida. Lucrecia en todas partes anuncia

César. Pero todas las esperiencias pasadas desaparecen á

vista del exem plo espantoso que nos acaba de dar e l úJtimo

82

Page 87: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

sig lo ( * ) . Em briagados aun los hom bres con sus vap o res, están

m u y lexos todavía ( por lo menos en g e n e ra l) de tener toda U

serenidad que se requiere para contem plar este exem plo en

su verdadera lu z , y sobre todo para sacar de é l las conse-

(*) E fedivam ente; el siglo 1 8 formará la época mas memora­ble en la hiftoiia d élas revoluciones, y la poüeridad no podrá menos que admirar, la profunda inmoralidad , el loco frenesí dei í.iglo llamado de las luces. La Francia fué el teatro principal don-¿ de se executaron las horribles escenas fraguadas por sus humaní­simos regeneradores. Propagada por ellos la deftructora filosofía, desde los primeros rangos h aík las ínfimas clases , desde la corté haíta las aldeas y caseríos, habia fascinado con su ilusión y be^ lias promesas á grandes y á pequeños, á ricos y pobres , haít^ aquellos á quienes habia resuelto exterminar ; y concurriendo así el pueblo francés á las ideas de los filósofos, logró ver consuma­da en su seno la grande obra de la revolución. Patria , humani­dad , pudor , religión , trono , altares, sacerdotes, nobleza.........todo desapareció en un momento , y eledrizados ios jacobinos con el triunfo , no paró su encono revolucionario baila proscribir en cuerpo a f eílado eclesiáüico, y á todo francés amante de su R e­ligión y de su R ey . En España no hemos lleg a d o , es verdad , á tal extrem o: la filosofía no ha hecho entre nosotros los progre«. sos que hizo en Francia; pues si se exceptúan algunos cuerpos li- terários bien conocidos, y ciertas clases del eílado, en quienes la corrupción de coílumbr’es habia preparado el camino al trailorno de ideas; la inmensa mayoría de la nación no solo se ha preser­vado del contágio , sino que lo ha mirado con horror , hacien­do los mas heroicos esfuerzos para sacudir el infame yugo de la revolución que la tenia encadenada. Sin embargo la España ( es preciso confesarlo aunque con dolor y oprobio nueftro) , ha en trado también en los inicuos planes de la filosofia regeneradora, y recoge y a con usuras los amargos frutos de su imprudente amor á las fatales dodrinas , que artificiosamente han logrado esparcir ios apóftoles del error en sus; penádicos, libros y folletos. R e ­cientes eftán aun los teftimonios de que nueftra amada patria ha sh do sobradamente afligida en eftos últimos tres años de cruel me- n^oria. Sin hacer mérito de la fiera persecución suscitada coi)ir*i d

83

Page 88: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

cuencias necesarias ; es pues m uy esencial'el d irigir todas nues­

tras miradas sobre aquella escena terrible.

L X I . C o m o siempre ha habido religiones sobre la tierra,

é im píos que las han combatido , asi tam bién la im piedad

siem pre fue un crimen ; porque asi com o no puede haber una

religión falsa sin que tenga algo de verdadero , tam poco n in ­

gu n a im piedad dexa de com batir alguna verdad divina mas

ó menos desfigurada ; pero im piedad verdadera solam entepue- de h a lla rse en e l seno de la v erd ad era religión ; y por una

consecuencia necesaria ¡amas ha podido la im piedad producir

en los tiempos pasad os, los males que ha producido en nues­

tros d ia s ,, pues ella es siempre culpable en proporcion de las

luces que la rodean. Por esta regla se ha de juzgar del si­

g lo X V I I I ; porque bajo este punto de vista no se parece á

otro nin guno. C om un m ente se o y e decir que todos los siglos se asem ejan , / que los hombres han sido siempre unos mis- tnos ; pero no debe darse crédito á estas m áxim as generales^

inventadas por la desidia ó la ligereza para dispensarnos de

reflexionar. Por el contrario , todos los siglos y todas las n a ­

ciones manifiestan un carácter particular y distintivo (* ) que

éftado cclesiáftico secular y regular , y sin contar las innumerables W¿éÍTias de españoles fieles de. todas clases , barbaramente sacrifi­cadas al furor de nueíiros filantrópicos sedários, con las demas particularidades que á ia hiíioria pertenece describir; solo la atro­cidad inaudita, y lös crueles asesinatos cometidos en mi Vinmsa, en un Goffim . en un Elia, y en uu Ohispo de Vich baíhrian para haéer eternamente execrable la memoria de aquellos y su idolatra­do Siítema. Trad. '- >{*) El itidiferemismo reiigÍQSo \)Ucde decirse que es el siftema

d el si^Io ¡títe €s el blanco á donde solapada^

84

Page 89: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

%

<!ebe considerarse cnídadosám ente. Es cierto que siem pre h a

habido vicios en el m undo ; mas estbs vicios pueden variar en

cuantidad , en naturaleza , en su , calidad dom inante , y en su

intensión ( i ) . A hora bien ; aunque nunca han faltado im ­

píos , sin em bargo jamas se habia visto antes del siglo X V i l I ,

y én seno del cristianism o una insurrección contra Dios;

jamas se habia formado una conjuración sacrilega de todos los

talentos contra su autor j y esto es cabalm ente lo que hemos

presenciado en nuestros dias. L o mismo se ha blasfem ado en

la tragedia q u e en las c o p la s , en las fábulas y n o ve las, co­

m o en la historia y en la física. L os hom bres de este siglo

han prostituido el ingenio á la irrelig ió n , y según la admi-'

rabie espresion de San L u is al tiem po de morir : Ellos han

hetho la guerra d D ios con sus mismos dones ( 2 } . L a im ­

piedad an tigu a nun ca se a ltera ; algunas veces explica sus con ­

ceptos con razones ; ordinariam ente es festiv^a y chocarrera,

pero siem pre sin acrim onia. E l mismo L u crecio casi nunca se

propasa al insulto ; y á pesar de que su tem peram ento som^

mente van á parar tpdos los tiros de nueftros reformadores. El. nombre solo de intolerancia les irrita ; claman eternamente contra la YAnk', mas apenas se apoderan del gobierno, ellos son los mas in ­tolerantes y tiranos. Trad.

( i) Tam bién debe considerarse la mezcla de las virtudes con los vicios, cuya proporcion varía infinitaraente. Demoítrandose Jos mismos géneros de excesos en tiempos y lugares diferentes, ya se creen algunos autorizados para concluir magiítralmente que los hombres han sido siembre los mismos No hay un sofisma mas grose­ro ni mas común.

(2 ) Joinvilie, en la coleccion de materias relativas i k hifto- iria de-Francia. £n 8.^ tom. 1 1 -p. 160.

12

Page 90: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

brío y m elancólico le conducía á v e r las cos^s obscuram ente,

aun cuando acusa á la relig ión de haber producido grandes

m a le s , lo hace con calma y sangre fria. Las religiones a n ti­

guas no valian la pena de que la incredulidad de su tieniT

po se irritase contra ellas. *

L X Í L D esd e que el E van gelio se extendió por el uni­

verso , e l ataque vin o á ser mas vio lento ; pero no obstante

sus enem igos guardaron siempre cierta circunspección y m e­

dida. S i aparecen alguna vez en la h istó ria , es de tarde en

ta r d e , y constantem ente aislados. N u n ca se Ies vió hacer una

reunión ó una lig a fo r m a l; jamas, se entregaron al furor de

que hemos sido testigos. Baile m ism o , el padre de la incre­

dulidad m oderna , no se parece á sus succesores. A u n en sus

mas dam nables estravios no se advierte un grande em peño e a

persuadir , m ucho menos el tono de irritación ó el espíritu

de partido : él duda mas bien que niega : produce las ra zo ­

nes en pró y en c o n tr a , y muchas veces es aun mas elo­

cuente en favor de la buena que de la m ala causa ( i ) .

L X I I L A sí pues hasta la prim era mitad del siglo X V I I I ,

la im piedad no lleg ó á ser realm ente una potencia. D esd e

esta época se ha extendido por todas partes con una rapidez

asombrosa. D e sd e el palacio hasta la mas pobre c a b a ñ a , se

introduce suavem ente y todo lo infesta. E lla anda por cam i­

nos en cu b ierto s, obra con una actividad oculta pero infaji**

ble ; de m anera que el mas atento observador , aunque vea

S6

( i) En prueba de ello véase con qué lógica tan fuerte ha com ’< batido el materialismo en el artículo Leuáp de su dicdonatio.

Page 91: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

Jos c f e í lo s , no siem pre sabe descubrir los medios. Por urt

prestigio inconcebible se hace amar de aquellos mismos de

quienes es su mas m ortal enem igo ; y hasta la autoridad que

está á punto de ser inm olada por su feroz cuchilla > la acari­

cia estúpidam ente antes de recibir el g o lp e B ien pron'*

to un sim ple sistema , lleg a á ser una ascciacion form al , que

rapidam ente se convierte en úna facción , y por fin en uua

horrible conjuración , que se extiende por toda la E uropa.

L X I V . Entonces es cuando se dexa ver por prim era ve z

este caraóicr de la im piedad , que solo es propio del sigiò

X V I I I . N o es y a aquel tono frió de la indiferencia , ó á lo

mas aquella ironía m aligna del scepticism o ; es un odio m or­

tal ; es e l ton o ahanero de la c ó le r a , y m uchas veces el de

la desesperación. L os escritores de e á a época , al menos los

m as distinguidos , no consideran ya el cristianism o com o uii

error hum ano y sin consecuencia ; ellos le persiguen com o á

un enem igo ca p ita l; le com baten con todas sus fu e rza s ; le

hacen una guerra de m u erte ; y lo q u e parecería increíble si

no tuviésemos á la vista su tristes pruebas , es que murhos

de estos escritores que se llam aban filósofos , pasaron desde el

òdio del cristianismo hasta el òdio personal de su divino A u ­

O Parecería iñcreible á lá verd ád , si no lo hubiésemos viflo con nueftros mismos o jo s, que la revolución niveladora habia de tener tantos prosélitos; en las clases diftinguidas; pero el preftígio se desvanecerá cuando sé Considere que la licencia de sus coftum- b re s , unida al espíritu de ínteres y del bajo egoismo que las te- nian dominadas muy de antemano , eran los resortes mas á pro­posito para franquear la entrada al siftema alha^üeño de Ja liber­tad y de las pasiones. Traduót.

Page 92: Joseph de Maistre, Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas

tor. E llos llegaron á aborrecerle realm ente , com o se puede

aborrecer á un enem igo viviente. D o s hombres sobre todo,

que para siem pre se verán cubiertos de los anatemas de la

posteridad , se han distinguido por este género de perfidia,

que parecía exceder á las fuerzas de la naturaleza hum ana mas

depravada.

L X V . A pesar de e s to , habiendo sido civilizada por el

cristianism o toda la Europa , y obtenido sus ministros en to-

.dos jos países una grande existencia política , las institucio­

nes civiles y religiosas se habian miezclado y com o am alga­

m ado de una m anera adm irable; de suerte que podia decirse

de todos los estados de Europa , con mas ó menos verdad,

io que G ibbon h a dicho de la F ran cia : qu& este Reyno ha^

hia sido formado por los Obispos, E ra pues inevitable que

la filosofía del sig lo no tardase en odiar las instituciones so»

cíales , de las que no le era posible separar el fundam ento

religioso. Esto es lo que sucedió ; T odos los gobiernos y es­

tablecim ientos de Europa le disgustaron porque eran cristia>.

nos% y á m edida que lo eran , se apoderaba de todas las car

bezas un desconcierto de opiniones y un descontento un iver­

sal. E n F ran cia principalm ente .la rabia filosófica, y a no cono­

c ió lím ite s ; y bien pronto formándose una sola voz form id a­

ble de tantas voces reu n idas, se la o yó gritar eo m edio de la

culpable E u ro p a :

L X V I . „ A p á r t a t e de nosotros ( i ) ! Q u é < siem pre he-

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( i) Díxerunt Deo : Recede á .nobis j^scíetmam ymum tuarum tiQr Imnus, ( Job. X X I. 14 . . .

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),mos de tem blar delante de los sacerdotes, y recibir de ellos

„ la instrucción que quieran darnos ? L a verdad sc halla obs-

„cu recida en toda la E uropa por el hum o del incensario : y a

„ e s tiem po que salga de esta nube fatal. Y a no habla-

„rém os de ti á nuestros hijos ; á ellos les toca , cuando lle-

„g u e n á ser hombres , el averiguar si tu existes , lo que

„ « r e s , y lo que pretendes de ellos. C u a n to h ay en el m u n­

i d o nos desagrada , porque en todo está escrito tu nom bre.

, , N osotros querem os destruir y volver á edificar de nuevo to-

„d a s las cosas sin necesidad de ti. H u y e inm ediatam ente de

„nuestros consejos ; a léxate de nuestras academias y de nues-

„tro s hogares ; para nada te querem os ; nosotros sabremos obrar

solos ; /a razón nos b asta ; d éxan os! „

M as \ cóm o ha castigado D io s este execrable delirio ? D e

el mismo m odo con que crió la lu z ; él há dicho esta

sola palabra ; H A G A S E ; y el m undo político se ha des­

plom ado. V é a s e pues cóm o se reúnen ambas dem ostraciones

para herir los ojos menos perspicaces. Por una parte el p rin ­

cipio religioso preside á todas las creaciones p o lítica s, y por

otra todo desaparece desde el m om ento en que aquel se retira.

. L X V I L L a Europa es delincuente por haber cerrado los

ojos á estas grandes v e rd a d e s, y ahora está sufriendo la p e­

na de este delito. E lla sin em bargo todavia se resiste á la

lu z , y desconoce el brazo que la castiga. Pocos hombres h a y

de esta generación m aterial , que se hallen en estado de co­

nocer \2i. fe ch a la naturaleza y la enormidad de ciertos c r í­

menes com etidos por los individuos , por las naciones y por

soberanías ; menos todavía pueden com prehender la cla^e

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de expiación que estos crímenes necesitan , y el prodigio ado­

rable con que se v é forzado el m al á desm ontar con sus

propias manos el terren o, que el soberano artífice del universo

tiene ya destinado para sus m aravillosas construcciones. L os

hombres de este sig lo han tom ado ya su partido. S e han j u ­

rado d s i mismos de no mirar ja m a s sino d la tierra, ( i ) .

P ero sería inútil y quizás peligroso el entrar en m ayores d e­

t a l le s , habiéndosenos profesar la verdad con amor

( 2 ) . Es ademas preciso en ciertas ocasiones no profesarla s i­

no con respeto ; y á pesar de todas las precauciones im ag i­

nables , el pasar adelante sería arriesgado aun para el escri­

tor mas pacífico y de mejor intención. E l m undo por otra

parte cuenta siem pre con una m ultitud innum erable de h o m ­

brés tan p erversos, tan profundam ente corrom pidos, que si

pudiesen poner en duda ciertas cosas , podrían tam bién aü-»

m entar su perversidad , y hacerse culpables , digám oslo asi,

á manera de los ángeles rebeldes : A h ! p legu e á D ios que

su em brutecim iento se refaerze todavia m a s , si es posible , á

fin de que no lleguen á ser tan culpables com o p u e­

den serlo los hom bres 1 L a ceguedad es sin duda un castigo

terrib le; sin em bargo á veces d exa entrever el a m o r*H é aquí

lo que he creído íitíl decir por e l m om ento.

M a y o 18 0 9. <FIN. .

(O Occtílos suds statacrunt declinare in terram. Ps. X V I* 2.. (2) Ephes. IV . 15. La expresión que usa el texto griego no puede traducirse. La Vul^ata queriendo mas bien hablar con

que^ con , elegancia dice ; F m én n s em ití fhariíaie*

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