Jóvenes y Sexualidad
Embed Size (px)
Transcript of Jóvenes y Sexualidad
-
Programa Nacional de
Salud Sexualy Procreacin Responsable
JVENES Y SEXUALIDAD
Una mirada sociocultural
SECRETARA DE PROGRAMAS SANITARIOS
-
Presidente de la NacinDr. Nstor Carlos Kirchner
Ministro de SaludDr. Gins Gonzlez Garca
Secretario de Programas SanitariosLic. Walter Valle
Programa Nacional de Salud Sexual y Procreacin ResponsableCoordinadoraM. Valeria Isla
Investigacin y DesarrolloLic. Alejandra De Gatica
AutoraLic. Ana Laura Garca
Procesamiento DidcticoLic. Ana Laura GarcaLic. Alejandra De Gatica
cuenta1Typewritten Text
cuenta1Text BoxPresidenta de la NacinDra Cristina Fernndez de Kirchner
Ministra de saludLic. Graciela Ocaa
Subsecretario de Salud ComunitariaDr. Aldo Marconetto
Coordinadora del Programa Nacional de Salud Sexual y Procreacin ResponsableDra. Ana Ins Ferrarotti
Investigacin y DesarrolloLic. Alejandra De Gatica
AutoraLic. Ana Laura Garca
Procesamiento DidcticoLic. Ana Laura GarcaLic. Alejandra De Gatica
-
INTRODUCCIN
CAPTULO 1La dimensin cultural de los fenmenos sociales.
1. Una invitacin a pensar
2. Una perspectiva: el anlisis cultural; extraamiento y desnaturaliza-cin de lo real
3. La promocin de procesos de anlisis cultural de las problemticas de la sexualidad y la juventud
4. Hacia un enfoque multidisciplinario de la sexualidad y la juventud
5. Invitaciones para analizar y reflexionar
CAPTULO 2Adolescencias y juventudes: una perspectiva.
1. Qu es ser joven hoy? Pensar las juventudes y adolescencias como construcciones socioculturales
2. La mirada que hemos construido sobre los jvenes
3. Dependencias que instituyen adolescencias?
4. Los jvenes hoy: el riesgo y el peligro como construcciones cultu-rales
5. La introduccin de los plurales: las identidades y culturas juveniles
6. Invitaciones para analizar y reflexionar
CAPTULO 3Sexualidades
1. Sexualidad, educacin y los sujetos de la educacin sexual
2. Escuela, sexualidad y disciplinamiento de los cuerpos
3. Hacia una perspectiva de derechos en materia de sexualidad: la apro-piacin y la exclusin de los derechos sexuales
4. Invitaciones para analizar y reflexionar
5. Pelculas para mirar y analizar
A modo de cierre. Palabras finales.
BIBLIOGRAFA
NDICE
07
08
08
09
10
12
21
22
2222
23
2526
47
4848
5054
66
71
73
05
-
5
INTRODUCCIN
El Programa Nacional de Salud Sexual y Procreacin Responsable del Minis-terio de Salud de la Nacin a travs del rea de Investigacin y Desarrollo, contina en la lnea de trabajo que plantea el abordaje sociocultural de las diferentes problemticas de la salud sexual. En este marco Juventud y Sexua-lidad. Pensando a los sujetos desde una mirada sociocultural., constituye una publicacin en la que se aborda el tema de las adolescencias y los jvenes con referencias especficas a la problemtica de la sexualidad desde una dimen-sin social y cultural.
Una cita de T. Adorno nos permite explicar el propsito de este documento
A la pregunta qu hacer? Puedo contestar las ms de las veces en verdad slo con un no lo s. Slo puedo intentar analizar rigurosamente lo que hay. Aqu se me reprocha: -Cuando usted ejerce la crtica, tambin est obligado a decir cmo se deben hacer las cosas mejor. Esto es lo que por todos los me-dios entiendo como un prejuicio burgus. Ocurri muchas veces en la historia que los mismos trabajos que persiguieron metas puramente tericas transfor-maron la conciencia, y por ese medio tambin la realidad social1
La intencin en este trabajo es generar un espacio, entendido ste ltimo como una figura, una forma, un momento, de reflexin y anlisis. Reflexin acerca de las implicancias y repercusiones personales sobre los temas trata-dos y anlisis de situaciones que por familiares y cotidianas no son abordadas tericamente. Es por ello que se presenta una serie de interrogantes, pistas y argumentos que se proponen abrir el debate en torno a sentidos ya instalados y naturalizados como por ejemplo qu entendemos por joven? cules son nuestras representaciones sobre ellos? qu relacin planteamos entre jve-nes y adultos?
El anlisis a partir de estos interrogantes implica el abordaje cultural de stos fenmenos sociales. Es decir detenernos en donde se consolidan los condi-cionantes econmicos, sociales y polticos: en la cultura.
Es por ello que entendemos que para poder analizar las implicancias cultu-rales, se necesitan abordar objetos y artefactos en donde la trama cultural se hace perceptible. Por lo cual hemos privilegiado el uso de mltiples recursos que favorezcan procesos analticos antes que el desarrollo terico de concep-tos, sin por ello descuidar las categoras tericas imprescindibles para cual-quier anlisis riguroso.
1. Theodor w. Adorno. Citado en: Salvoj Zizek. Apropsito de Lenin. Poltica y Subjetividad en el
capitalismo tardo. Atuel/Parusa. (2003).
-
Retomando la cita de Adorno, la pregunta qu hacer? se nos torna persisten-te a todos aquellos que estamos en el campo de la prctica y la accin. Pero justamente es en este terreno donde el anlisis es vital. Dos conceptos como necesidad y orden permiten analizar crticamente las prcticas. La doctrina de la necesidad se impone en las prcticas y polticas sociales estableciendo la aceptacin a priori de leyes inamovibles que garantizan el equilibrio del orden legitimado. La inexorabilidad de la ley est tan presente en el transcurrir coti-diano como en las definiciones polticas. Ante la doctrina de la necesidad y el orden proponemos la doctrina de la probabilidad desde la cual iniciar la bs-queda de otro tipo de leyes, no determinantes, no causales ni estigmatizantes de los sujetos y las situaciones. Una visin diferente de la realidad introduce hoy una categora: la de desorden, cuya dinmica no lineal inaugura una lgi-ca que no intenta explicar los fenmenos segn una armona preestablecida sino interpretar el sentido de lo imprevisible, de lo indito, de lo posible.
En consecuencia, se espera aportar a los profesionales de la salud, docentes y la comunidad en general herramientas para trabajar sobre las representacio-nes y miradas que se ponen en juego sobre ese o esos otros adolescentes y jvenes y los espacios y dispositivos que se ofrecen como instancias de inscripcin y configuracin de las identidades y subjetividades.
Alejandra De Gatica y Ana Laura Garca
INTRODUCCIN
-
CAPTULO 1
La dimensin cultural delos fenmenos sociales
-
8
CAPTULO 1La dimensin culturalde los fenmenos sociales
1. UNA INVITACIN A PENSAR.
El tiempo de deconstruccin no es el tiempo del derruir, sino la preparacin del odo para hacer posible el despliegue deuna meloda futura2
Este material, este escrito, fue ideado como una invitacin a pensar y reflexionar. Por lo tanto, en su origen reside una intencionalidad poltica y edu-cativa.
Pensar sobre qu? Sobre algunas cuestiones que por su cercana y cotidianeidad son tomadas como naturales, es decir, que sus condicionantes cultura-les y polticos estn sustrados y el complejo pro-ceso de construccin histrico-cultural que los ori-gin se ha vuelto invisible. Sin embargo, que este proceso no se muestre, no significa que no exista. Justamente, que un fenmeno aparezca como na-tural cuando no lo es responde a un proceso de invisibilizacin y borramiento que es fundamental-mente poltico. En general, esto puede responder a una intencin de imponer visiones acordes a de-terminados intereses, pero tambin sabemos que, en gran medida, opera la contingencia y, en ese sentido, no todo poder es dominacin.
Interrogarnos a nosotros mismos e interrogar la realidad, intentar hacer visible lo que est invisible en lo cotidiano, interrumpir la accin para obser-varla con una mirada renovada son intervenciones educativas que, en tanto prcticas, conllevan inten-cionalidades y propsitos ligados al pensamiento crtico y a la emancipacin.
En este trabajo se propondrn desarrollos tericos sobre temas especficos referidos a la sexualidad y la juventud, los que irn acompaados de diferen-tes ejercicios y propuestas que deseamos puedan servir como puertas de entrada hacia la reflexin y el anlisis cultural. Para ello, nos hemos de valer del uso de diferentes soportes: expresiones artsti-
cas y literarias, films, canciones, etc.
Con esto queremos no slo volver a instalar la pre-gunta por el sentido de lo que hacemos en forma cotidiana y por las concepciones que hay en juego detrs de toda actividad, sino que, adems, poda-mos preguntarnos, imperiosamente, por lo que consideramos posible, deseable y justo realizar, asumiendo que esto implica situarse en una deter-minada posicin tica y poltica en la que se ma-nifieste un pensamiento tan diferente como para habilitarnos la construccin de otro futuro.
2. UNA PERSPECTIVA: EL ANLISIS CUL-TURAL; EXTRAAMIENTO Y DESNATURA-LIZACIN DE LO REAL.
La tarea que aqu proponemos parte del anlisis cultural como enfoque, lo que implica poner en juego una perspectiva de lectura de los procesos culturales entendidos como modos de vida o ex-periencia globales vividas por los grupos sociales, atravesadas por procesos de significacin social, relaciones de poder y dominacin. La preocupa-cin, por tanto, estar centrada en el anlisis de las relaciones entre cultura, significacin, identidad, poder, y en las interconexiones entre ellos.
Dicho anlisis, parte de la concepcin de que el mundo cultural y social se vuelve en la interac-cin social, naturalizado, es decir que su ori-gen social se olvida. La pregunta que se hace es: por qu lo cotidiano se volvi natural?, qu quiere decir que algo (ciertas prcticas sociales y culturales como puede ser una concepcin de-terminada de sobre la infancia o la adolescencia; un modo particular de organizar nuestros hbitos higinicos y hasta de comportarnos en la intimi-dad) se ha naturalizado? Centralmente, signifi-ca que se nos ha vuelto del orden de lo familiar, que ya nos ha dejado de sorprender o de extra-ar, que ya no nos formulamos ms preguntas sobre por qu ese algo se sigue sosteniendo en la cotidianidad de nuestras vidas3 (Poggi, M; 2002, 23).
2. Panesi, J. Jaques Derrida El Deconstructor, Revista Encrucijadas de la Universidad de Buenos Aires, Marzo 2005. Buenos Aires, p. 68.
3. Para profundizar la reflexin acerca de las nociones de naturalizacin/ desnaturalizacin desde diferentes abordajes, se sugieren algunos trabajos: Poggi, M. (2002) Instituciones y Trayectorias escolares. Replantear el sentido comn para transformar las prcticas educativas. Santillana. Coleccin Saberes clave para educadores. Buenos Aires; Marques, V. (1982) No es natural. Para una sociologa de la vida cotidiana. Barcelona. Editorial Anagrama. Captulo I. Uno, casi todo podra ser de otra manera; Heller, A. (1985) Historia y vida cotidiana. Mxico. Editorial Enlace. Grijalbo. Captulo II: La estructura de la vida cotidiana.
-
9
La tarea central del anlisis cultural consiste en deconstruir4, en revelar ese proceso de naturali-zacin y reinstalar la pregunta: es posible volver extranjero eso que hacemos todos los das, y que se nos volvi natural? Qu significa desna-turalizar las prcticas o las concepciones que te-nemos sobre algo? Siguiendo a Larrosa, la crtica consiste en conseguir ese efecto de extraeza5, de desfamiliarizacin. Se trata de suspender la evi-dencia de nuestras categoras y de nuestros mo-dos habituales de pensar y de describir las prcti-cas, por el mero recurso de intentar pensarlas de otro modo, a otra escala, con otras conexiones. (Larrosa; 1995, 13).
Desnaturalizar algunas prcticas y discursos, sin dudas, requiere la ampliacin de la racionalidad. Siguiendo a Cragnolini (1998; 51 y 52), desnaturali-zar las prcticas requiere poner en acto una razn imaginativa en la que estaran presentes el carc-ter estructurante y esquematizador de lo real pro-pio de la razn -que fija lo que es- pero a la vez y al mismo tiempo, el aspecto recolector de la imagi-nacin, y su cualidad singularizadora, recreadora, que puede multiplicar las perspectivas y jugar con las posibilidades de lo que an no es o de lo que es de infinitas formas y maneras. Segn M. Zatonyi, (1993; 250) analizar es poner en juego esa capa-cidad de preguntarse sobre los fenmenos, acer-cndose a ellos desde todos los posibles ngulos y experiencias intelectuales, generando preguntas con el objetivo de construir una dimensin ms profunda y rica, una nueva realidad.
El anlisis cultural consiste entonces, en mostrar los orgenes, la historia de esas invenciones socia-les que se volvieron cotidianas, descubrir situa-ciones por medio de la interrupcin del proceso de la accin y mostrar las razones por las cuales lo vivido se torn natural.
4. Para J. Derrida, la deconstruccin es transmutar, no invertir. La deconstruccin est ya en obra en el mismo sistema que se quiere deconstruir, en el mundo en que vivimos y en el discurso que hablamos. La deconstruccin no es un mtodo, pero algo tiene de camino, un camino de lectura que toma el texto del otro no tanto para destruirlo o demolerlo, sino para integrarlo selectivamente a una tarea infinita y futura.
La deconstruccion tiene una dimensin tica y tiene un sentido siempre incompleto y en devenir inestable, es un acto soberano que carece de certezas. La indefinible deconstruccin es una tarea de traduccin, en un sentido no restringido del trmino (traduccin de lenguas), sino la traduccin como tarea generalizada (de volver a dar sentido a las palabras que leemos sin orlas, sin entenderlas). El sentido vive y muere permanentemente de traducciones, que no son operaciones segundas o derivadas, sino originarias. (Panesi, J. Jaques Derrida El Deconstructor, Revista Encrucijadas de la Universidad de Buenos Aires, Marzo 2005. Buenos Aires, p. 68).
5. Resulta importante analizar la figura del extranjero haciendo referencia a esa actitud que el extranjero porta de interrogacin constante, de bsqueda de sentidos y fundamentos sobre lo que parece trivial, sobre lo que se hace cotidianamente. Mirada extran-jera que simultneamente recupera algo del orden de lo extrao y de lo familiar para volver extranjero lo familiar, para pensarlo, y as asegurar la inclusin de lo novedoso y lo extrao en lo cotidiano. (Frigerio, G y Poggi, M; 1996, 26). El tiempo de extranjera nos habla de la salida de la inercia, y remite a un trabajo de pensamiento que consiste en hacer presente lo ausente, trabajo de conocer partes de lo ignorado sin ignorar parte de lo que sabemos. (Frigerio; 2003; 11)
Para profundizar sobre el concepto de extranjeridad, se sugiere la lectura de Educacin y Alteridad. Las figuras del extranjero. Tex-tos multidisciplinarios. Frigerio, G y Diker, G. (2003) Novedades Educativas. Tomo 48. Buenos Aires y de Derrida, J y Dufourmantelle, (2006) La hospitalidad. Ediciones de la Flor. (segunda edicin)
Por tanto, su compromiso es explcitamente po-ltico. Los anlisis culturales nunca pretenden ser neutros o imparciales, en la crtica que realizan asu-men un compromiso frente al otro, una posicin, toman partido y pretenden modificar las relaciones de fuerzas dadas en la vida poltica y social.
3. LA PROMOCIN DE PROCESOS DE AN-LISIS CULTURAL DE LAS PROBLEMTICAS DE LA SEXUALIDAD Y LA JUVENTUD.
Promover procesos de anlisis cultural impli-ca asumir una serie de desafos metodolgicos, tareas y acciones que son propias del modo de construir una intervencin desde este enfoque. En este trabajo, imprimirn caractersticas parti-culares al anlisis de la problemtica de la sexua-lidad y la juventud:
En primer lugar, el anlisis cultural no busca como objetivo llegar a definiciones correctas, ca-tegoras verdaderas o informaciones certeras so-bre qu es la sexualidad, la identidad, los derechos sexuales, los jvenes, etc. Siguiendo a Larrosa, la crtica cultural no est fundada en ninguna ver-dad sobre nuestra naturaleza, en ningn dogma sobre nuestra razn, en ninguna ley sobre nues-tro universo, en ninguna promesa sobre nuestro destino, sino en la misma contingencia prctica y provisional de su ejercicio concreto; una crtica, por tanto, que no se piensa definitiva, ni siquiera garantizada, y que slo tiene sentido en tanto est constantemente reexaminada y radicalmente re-tomada. (Larrosa; 1995, 13).
Ms que ir tras verdades y definiciones, lo que se busca es cuestionar los procesos discursivos e institucionales simplificadores, las estructuras de significacin que definen lo que es correcto/ inco-
-
10
rrecto, lo normal/ anormal, lo moral/ inmoral.
El nfasis pedaggico de este trabajo, por lo tanto, no estar en la transmisin de informacin, sino en el desarrollo de una metodologa de anlisis y comprensin de la problemtica de la sexualidad y los jvenes, que sea capaz de estimularnos a cuestionar lo dado, a pensar lo que hasta hoy nos resultaba impensable, aventurndonos a explorar aquello que todava no se ha construido. Se pre-tende enfatizar el papel interpretativo, provisional y abierto a mltiples sentidos y significados, del conocimiento.
El anlisis cultural, aborda los mecanismos cul-turales como sistemas de significacin diversos implicados en la produccin de identidades, sa-beres y subjetividades, en el contexto de relacio-nes de poder. Trabaja con una mirada de la com-plejidad cultural, problematizadora, que no da por sentado ni clausura sentidos. Su trabajo se realiza a partir de las representaciones sociales y de los conocimientos de los sujetos, entendidos como formas de significacin cultural que expresan re-laciones de poder. Dichas representaciones socia-les son entendidas como significaciones sociales y culturales complejas que expresan un conjunto arraigado de intencionalidades, creencias y senti-dos atribuidos a la experiencia cotidiana por parte de los sujetos. Las representaciones sociales son construcciones culturales que hacen referencia a una visin compartida de la realidad circundante de los grupos sociales. Incluyen un conjunto es-tructurado de creencias, imgenes y percepciones internalizadas sobre diversos aspectos de la vida cotidiana, como pueden ser las visiones compar-tidas acerca del trabajo, la mujer, la familia, etc.
Se parte de la crtica entendida como accin en s misma, como forma de intervencin, de inte-rrupcin en el curso dado de las cosas, forma de accin cultural y, a la vez, de resistencia poltica y pedaggica. La crtica es ese cuestionamiento permanente que se realiza a las formas de expe-riencia que nos constituyen. La crtica no es un pretexto, ni un momento mediador, por el contra-rio, es un ejercicio permanente de contestar las evidencias, y de vivir y pensar las inseguridades del presente (Larrosa; 1995, 15).
Las problemticas de la sexualidad y la juventud, por la complejidad que revisten, no pueden ser abordadas de un nico modo ni de una vez y para siempre. El anlisis cultural de una problemtica compleja como la de la sexualidad requiere de la apertura de mltiples puertas de entrada. Se nu-tre del empleo de abordajes y lenguajes diversos (artsticos, literarios, flmicos, etc) que sirven para que las representaciones que hemos construido
histrica y socialmente sobre el mundo, sobre los otros y nosotros mismos, no se naturalicen o cris-talicen.
4. HACIA UN ENFOQUE MULTIDISCIPLINA-RIO DE LA SEXUALIDAD Y LA JUVENTUD.
Es preciso reconocer que el conjunto de factores y procesos que ataen a la cuestin de la sexuali-dad, los derechos sexuales y los jvenes requiere de un abordaje que no obedezca a la lgica de un nico campo disciplinar o de saberes. Se trata ms bien, de una cuestin que revela una multi-plicidad de factores, que incluyen los modos que una sociedad define un estado social, y dentro de ste, al sujeto y su lugar en el mundo.
Desde un enfoque multidisciplinario se trata de hallar herramientas tericas que necesariamente van a tensionar el espacio disciplinar, o mejor di-cho, que van a proponer moverse de las fronte-ras, sus lmites precisos y demarcaciones rgidas, para mejor comprender.
En el terreno de la sexualidad, gran parte de las li-mitaciones en los enfoques y modos tradicionales de abordar estas problemticas, obedece a que las perspectivas tericas dominantes amparadas en la ciencia- han enfatizado una dimensin biolo-gicista de la sexualidad y no han sido tributarias de una mirada compleja que sea capaz de conjugar y nutrirse de los aportes de diferentes perspectivas de anlisis que contribuyan a una comprensin de mayor alcance de las problemticas en juego.
En relacin con las problemticas de la sexua-lidad (y de la sexualidad de los jvenes), el dis-curso mdico logr constituirse histricamente como discurso hegemnico justamente porque fue capaz de dar respuesta al modo biologicista de entender la sexualidad -entendida como mera reproduccin y genitalidad-.
El discurso mdico configur el campo de la sa-lud y, a su vez, actu como el gran aglutinador y regulador de los otros campos sociales. Desde el saber mdico se fueron configurando alianzas con las familias, ensamblando y articulando discursos con las escuelas instituciones especializadas en la educacin y el cuidado de los nios-, los psic-logos, los trabajadores sociales, los profesionales encargados de impartir justicia, etc.
Siguiendo a P. Bourdieu (1999), sabemos que la configuracin de todo campo conlleva haber li-brado mltiples enfrentamientos, diferentes tipos de controversias y disputas por la constitucin de ciertas legitimidades sobre otras. La constitucin
CAPTULO 1La dimensin culturalde los fenmenos sociales
-
11
de los campos como lugares de relaciones de fuerzas, nos habla de luchas libradas y de intere-ses en juego, aunque las prcticas de los sujetos pudieran parecer desinteresadas, neutrales o tcnicas. En los campos, los sujetos y las insti-tuciones ocupan posiciones diferentes segn el capital especfico que poseen y elaboran distintas estrategias para defender ese capital.
En el campo de la salud, el modelo mdico logr ciertas configuraciones de poder sobre la base de un capital cultural especfico, el saber cientfico. Desde este saber asumido con rigor de verdad, se fueron definiendo histricamente cules seran las respuestas y conductas sexuales esperables por parte de los sujetos (jvenes), y aquellas no deseables o peligrosas, sobre las que se deberan ejercer o desplegar los mecanismos de control y seguridad.
La configuracin particular del campo, tambin marc un modo de entender el cuerpo propio y ajeno, la intimidad, las identidades sexuales, con el que hemos sido socializados en instituciones por las que transitamos a diario, como son la fami-lia o la escuela. De este modo, se fue conforman-do un imaginario social compartido que se des-pleg hasta llegar a regular la propia vida privada de los sujetos segn conductas y pautas sexuales definidas como correctas o incorrectas, y que hoy percibimos como naturales y legtimas.
Estos esquemas y disposiciones que han sido in-corporados por los sujetos como pautas de accin y percepcin de la sexualidad, nos disponen a ac-tuar, pensar y percibir el mundo de cierta mane-ra y no de otra. En cierto modo, estos habitus (Bourdieu, 1999) estn ligados a la definicin de lo posible/ no posible de hacer, de lo pensable/ no pensable para el sujeto.
Lejos de ser productos naturales, dados que resultan inmodificables, dichas configuraciones -a la vez singulares y sociales- se inscriben en una experiencia compartida, son producto de una his-toria, de cambios y permanencias, de rupturas y continuidades, y de fuertes pujas y disputas por instalar unos sentidos y significados sobre los otros. Si estas pautas de comportamiento que todava hoy se impulsan y desarrollan son produc-to de una historia, significa que es posible modi-ficarlas, podemos generar otros modos que nos permitan vivir ms a gusto nuestra sexualidad.
Entendemos que problematizar el modo de con-figuracin de ste campo, consiste en mostrar cmo ha venido operando el saber cientfico y el discurso mdico hegemnico en la definicin de la sexualidad como hecho biolgico, y entender
de qu modo esta definicin se volvi parte de la cultura internalizada para los sujetos, llegando a regular an hoy, gran parte de los intercambios referidos al afecto y a la sexualidad.
Recuperar una perspectiva multidisciplinaria, tie-ne que ver con la intencin de problematizar y de aportar otros sentidos al campo de lo posible y lo pensable sobre la sexualidad, sentidos que nos ubiquen ms all de las categoras con las que hemos venido pensando. Se trata de salir a la bsqueda de otros modos de conocimiento que se resistan a capturar la sexualidad, el cuerpo, el sujeto, se resistan a pensar todo desde un nico punto de referencia (lo biolgico), no pretendan cristalizarse de una vez y para siempre, y acepten ser cuestionados, revisados o desechados.
Bsqueda de una mirada abierta, mltiple, com-pleja pero no por ello completa. Que contemple la incertidumbre, que recupere diferentes pers-pectivas de anlisis, asumiendo la imposibilidad de conocerlo todo, de llegar a un conocimiento absoluto, certero, ya que esto resultara algo im-propio para pensar lo humano y, por lo tanto, la sexualidad.
-
12
5. INVITACIONES PARA ANALIZAR Y REFLEXIONAR.
El Arte y el trabajo de desnaturalizacin de lo cotidiano: un cruce posible.
Cuando la ciencia despus de hablar muy alto vuelve a susurrar prudentemente, el arte toma la palabra y asume mucho mejor que cualquier religin- la misin de reconectarse con el universo. 6
Las expresiones artsticas son representaciones sobre el mundo que juegan un importante lugar en la construccin de otras miradas y sentidos sobre lo social, lo subjetivo y hasta acerca de lo cotidiano. Son representaciones que trabajan sobre y con otras representaciones, las conmueven, las ponen en jaque, las interpelan.
Muchas veces, encontramos en el arte expresiones que nos sirven para re-flexionar acerca de lo que pensamos, acerca de lo que hacemos todos los das, y que por cotidiano, nos resulta natural u obvio. De este modo, nos ayudan a tomar distancia, nos convocan a un ejercicio de desnaturalizacin de lo familiar ofreciendo otras simbolizaciones acerca de lo cotidiano, ha-ciendo visible -por medio de esas creaciones artsticas- ciertos parmetros, creencias y valores que hemos internalizado y acompaan la experiencia cotidiana.
Estas expresiones que nos miran, funcionan como un espejo que nos de-vuelve una mirada sobre nosotros mismos, sobre nuestros modos de sentir, de pensar y de hacer, de lo que podemos valernos para reflexionar. Estas obras pueden funcionar al modo de una metfora, ya que condensan ml-tiples significantes, y al mismo tiempo permiten encontrar formas de simbo-lizar aquello que no se deja decir sobre el cuerpo, la intimidad, las relaciones con los otros, la vida misma. Configuran modos de pensarse a s mismo y a los otros, y por eso son una de las formas ms importantes de desarrollar la accin crtica entendida como acto poltico y cultural. Sobre todo, si de lo que se trata es de interrumpir el curso de la accin, distanciarse, redefinir, ampliar y reconstruir las premisas y nociones instaladas que acompaan tan-to la experiencia personal, como la experiencia colectiva.
A continuacin, presentamos algunas obras del artista plstico Victor Grip-po, que permiten seguir reflexionando sobre el trabajo de desnaturalizacin y extraamiento que aqu se propone.
6. Gabis. C. Armona funcional. Melos. Buenos Aires. 2006. Pg. 11
CAPTULO 1La dimensin culturalde los fenmenos sociales
-
13
GRIPPO, VCTOR (1936 - 2002)
Grippo es considerado uno de los mximos ex-ponentes del arte conceptual argentino. Naci en Junn, Provincia de Buenos Aires. Proviene de una familia de inmigrantes italianos, fue un hombre que se interes por la qumica, la alquimia, la biologa, la filosofa, la poesa y la literatura. Lo seducan los procesos de transformacin de los objetos, las imgenes y los materiales cotidianos. Su obra abarca la pintura, la escultura, grabado, objetos. Son representativas de distintos momentos: pro-puesta para un sistema modular; su serie de las Analogas (que comienza en 1971, donde utiliza por primera vez las papas); construccin de un horno popular para hacer pan (inaugurada en 1973 y clausurada a los tres das); la Valijita de panadero; la comida del artista.
Mesa. Sobre esta mesa, hermana de infinitas otras construidas por el hombre, lugar de unin, de reflexin, de trabajo, se parti el pan cuando lo hubo; los nios hicieron sus deberes, se llor, se leyeron libros, se compartieron alegras. Fue mesa de sastre, de planchadora, de carpintero. Aqu se rompieron y arreglaron relojes. Se derram agua, y tambin vino. No faltaron manchas de tinta que se limpiaron prolijamente para poder amasar la harina. Esta mesa fue tal vez testigo de algunos dibujos, de algunos poemas, de algn intento me-tafsico que acompa a la realidad. (Vctor Gri-ppo, 1978)
Encuentro de Confrontacin de obra- Buenos Aires 2000. En:http://proyectotrama.org/00/trama/2000-2004/CON-FRONTA/paginas/grippo.htm
Construccin de un Horno popular para hacer pan.
Intencin: Trasladar un objeto conocido en un de-terminado entorno y por determinada gente, a otro entorno transitado por otro tipo de personas.
Objeto: Revalorizar un elemento de uso cotidiano, lo que implica, adems del aspecto constructivo escultrico, una actitud.
Accin: a) Construccin del Horno b) Fabricacin del Pan c) Particin del Pan.
Resultante pedaggica: Describir el proceso de construccin del Horno y de la fabricacin del Pan. Distribuir una hoja. Ser posible la participacin del pblico mediante un intercambio de informacin. (Vctor Grippo, Jorge Gamarra, A. Rossi, 1972).Encuentro de Confrontacin de obra- Buenos Aires 2000. En:http://proyectotrama.org/00/trama/2000-2004/CON-FRONTA/paginas/grippo.htm
-
14
Grippo explora y pone de relieve el carcter construido de la realidad que le toca vivir, revelando el carcter cultural y social de los objetos y las repre-sentaciones del mundo con los que trabaja. Realiza una reflexin elemental, en la que retoma la observacin de signos que por cotidianos y antiguos nos pasan desapercibidos, para mostrarnos que all radica la posibilidad de la vida. Busca romper con la fijacin, con la cristalizacin de la vida cotidiana.
Elementos conocidos por todos nosotros, que forman parte de la vida do-mstica de todos los das, son sacados del contexto y escenario natural para poder mostrar su carcter social y cultural. Son puestos en otro esce-nario, en conexin y relacin con otros objetos y elementos que no forman parte del entorno cotidiano. Esto nos provoca una sensacin de profunda ex-traeza. Se vuelve visible lo invisible, lo familiar. Este movimiento nos hace reflexionar sobre la posibilidad que tenemos de hacer que las cosas puedan cobrar mltiples significados, hacer que sean otra cosa que lo que vienen siendo, en funcin de las significaciones que les otorgamos y las relaciones que les proponemos.
Qu otros artistas u obras literarias, cinematogrficas, musicales etc. que conocs representan o te hacen pensar en esta problemtica de la naturalizacin o de la desfamiliarizacin?
Te proponemos que selecciones alguna obra de arte (un cuadro, una novela o cuento, un film, etc.) en la que observes que se ponen en jaque los roles asignados a las mujeres y los varones, las identidades sexuales definidas en nuestra sociedad actual, la visin hegemnica acerca de algn actor social (nio, adolescente, madre, padre, etc.) y lo compartas con diferentes personas y recabes las diversas interpretaciones que pue-dan surgir:
A partir de los comentarios recabados te sugerimos que los analices intentando deconstruir los supuestos que los fundan; por ejemplo: qu interpretaciones responden a visiones naturalizadas de los sujetos?, qu aspectos son evaluados como negativos por mostrar una dife-rencia con lo culturalmente establecido?
Te sugerimos algunas novelas para poder compartir y analizar:
Mujercitas, De Luisa May Alcote (1968)
Sensatez y sentimiento. De Jane Austen (1811)
Orgullo y prejuicio. De Jane Austen (1813)
OTRAS MELODAS.
La msica, su ejecucin y apreciacin, es una expresin del arte sobre la cual, tambin, es posible observar cmo aquello que responde a una cons-truccin cultural se ha convertido en natural. Cules son los criterios que nos permiten afirmar que determinada combinacin de sonidos es msica o no lo es? A continuacin presentamos algunos apartados del libro Meloda funcional de Claudio Gabis7 que nos permite pensar sobre la construccin cultural de la msica.
7. Gabis. C. Ob. Cit.
CAPTULO 1La dimensin culturalde los fenmenos sociales
-
15
Convencionalmente todas nuestras sensaciones auditivas se clasifican en dos grandes categoras: sonidos y ruidos:
Se llama sonidos a las ondas sonoras que debido a su naturaleza vi-bratoria peridica, altura definida y origen claro nos producen sensacin auditiva agradable.
Se llama ruidos a las ondas sonoras que debido a su naturaleza vibratoria irregular, altura indefinida y origen incierto nos producen sensacin auditi-va desagradable.
Esta clasificacin es indudablemente subjetiva. Sin ir ms lejos nuestra cul-tura occidental considera hoy como agradable ciertos sonidos que hasta hace poco eran juzgados como ruidos insoportables. (Claudio Gabis. 2006)8
Y ACERCA DE LA AFINACIN PLANTEA:
Aunque la mayora de lo sistemas musicales no occidentales concibe la octava ms como una rampa que como una escalera (octava continua) en ge-neral reconocen en ella ciertos puntos de apoyo bastante afines con nuestros grados principales. Algunas variantes de la msica rabe utilizan un sistema de 17 notas, formado por las doce de nuestra escala cromtica y cinco espe-ciales que no corresponden a ninguno de nuestros sonidos temperados. En Turqua se llego a elaborar tericamente un sistema que divida la octava en 53 notas, de las cuales 36 eran de uso prctico... (Claudio Gabis. 2006)9
Esta explicacin tcnica de la afinacin musical revela la dimensin cultural de algo tan internalizado como nuestro sentido de la apreciacin musical. Ante esto Gabis nos advierte:
... En todos los sistemas musicales afinar significa lo mismo: poner en el tono justo los instrumentos musicales. Lo que difiere mucho de un sistema a otro es su idea de cual es ese tono justo. ... (Claudio Gabis. 2006)10
FORMAS DE VIDAS DIFERENTES.
Te proponemos leer una seleccin de fragmentos de un texto clsico de Vin-cent Marqus11 (1982) titulado: No es Natural. Para una sociologa de la vida cotidiana:
... Para mejor y para peor, las cosas podran ser de otra manera, y la vida cotidiana de cada uno y cada una sera bastante diferente. [] Las cosas no son necesariamente naturalmente como son ahora y aqu. Saberlo resul-tar til para contestar a algunos entusiastas del orden y el desorden que a menudo dicen que es bueno y natural esto y aquello, y poder decirles educadamente veamos si es bueno o no, porque natural no es.
Consideremos un da en la vida del seor Timoneda. Don Jos Timoneda I Martnez se ha levantado temprano, ha cogido su utilitario para ir a trabajar a la fbrica, oficina o tienda, ha vuelto a casa a comer un arroz cocinado por su seora, y ms tarde ha vuelto de nuevo a casa, despus de tener un pequeo altercado con otro conductor a consecuencia de haberse dis-trado pensando en si le ascienden o no de sueldo y categora. Ya en casa,
8. Gabis. C. Ob. Cit. Pg. 639. Gabis. C. Ob. Cit. Pg. 7810. Gabis. C. Ob. Cit. Pg. 76
-
16
ha preguntado a los cros, bostezando, por la escuela, ha visto un telefilme sobre delincuencia juvenil en California, se ha ido a dormir y, con ciertas expectativas de actividad sexual, ha esperado a que su mujer terminara de tender la ropa. Finalmente, se ha dormido pensando que el domingo ir con toda la familia al apartamento. Lo ltimo que recuerda es a su mujer dicindole que habr que hablar seriamente con el hijo mayor porque ha hecho no se sabe qu cosa.
ste parece ser el inventario banal de un da normal de un personaje nor-mal. La vida, la ley de la vida dicen. Pero atencin, [] el personaje normal si la sociedad fuera otra no tendra que ser necesariamente ste. Podra ser de otra manera.
[] El seor Timoneda podra haber trabajado en su casa. [] La mujer del seor Timoneda podra haber estado haciendo parte de la faena del taller y el hijo menor tambin, mientras aprende el oficio del padre. El ms pe-queo de los cros podra haber pasado el da en la calle o en casa de otros vecinos, sin noticia ni deseo de escuela alguna.
O bien, el seor Timoneda podra haber pasado el da cocinando para la co-muna, por ser el da que le tocaba el trabajo de la casa mientras los dems trabajaban en el campo, en la granja o en talleres- grandes o pequeos-, todos proporcionalmente a sus fuerzas y habilidades; y hacia el atardecer reunirse todos para rerse ante una televisin ms divertida o para discutir ante emisiones ms informativas.
O el seor Timoneda podra haber trabajado aquel da doce horas seis en las tierras del amo y seis en las que el amo le dejaba cultivar directamen-te- y haber regresado a la barranca donde vive amontonado con familiares diversos para comentar que el amo les haba vendido junto con las tierras y preguntarse que tal ser el nuevo seor. O escuchar al abuelo recitar his-torias, seguro de ser escuchado, seguro de ser el personaje principal de la familia.
El da del seor Timoneda podra haber sido, pues, muy distinto, y tambin el de las personas que lo rodean [] sin ser por ello ms humano o ms natural. Sera un error pensar que slo podra haber sido distinto de haber nacido en otra poca. Con el nivel tecnolgico actual son posibles diferen-tes formas de vida.
Por ultimo, [] el seor Timoneda se levanta cuando el satlite artificial se hace visible en el cielo de su ciudad. Antes de salir de su cpsula ma-trimonial mira a su compaero dormido todava, y se coloca la escafandra individual. [] Sale a la calle ya dentro de su aeromvil y choca enseguida con otro. Se matan los dos conductores y el viudo del seor Timoneda es obligado a seguir la costumbre de suicidarse en la pira funeraria. Es natu-ral eso?
Marqus, Vincent. (1982). No es Natural. Para una sociologa de la vida cotidia-na. Anagrama. Barcelona. (Cp. 1. Uno, Casi todo podra ser de otra manera).
Los relatos de diferentes formas de vida que V. Marqus trabaja -a travs los das y las diferentes situaciones del Seor J. Timoneda- nos ayudan a pensar que no existe una nica forma de entender la familia, el trabajo, la sexuali-dad, el lugar de la mujer, del hombre y de los nios en la organizacin de la vida cotidiana. El autor nos propone otras escenas que se alejan de la forma de vida tradicional que puede resultar ms familiar o conocida, de ah que podamos percibir algunas situaciones que plantea con total extraeza. Sin embargo, estas son solo algunas de las formas de vida posibles.
CAPTULO 1La dimensin culturalde los fenmenos sociales
-
17
Cmo imagins un da del Seor Timoneda, a partir de otras posibilida-des que el autor no contempl acerca de cmo entender la familia, la comu-nidad, el rol de la mujer y del varn, el trabajo, la sexualidad, las costumbres, etc.?
Te parece que hoy se sigue pensando como normal, natural o bue-no un determinado estilo de vida o comportamiento social? Cules son sus caractersticas? En qu se diferencia y en qu se asemeja con el estilo de vida narrado en el primer relato sobre el Seor J. Timoneda?
A partir de la lectura de los refranes que se proponen a continuacin: por qu crees que estos refranes expresan la idea de naturalizacin?, en qu sentidos?
Es la vida
Es la ley de la vida
Si siempre fue as
El que nace barrign es intil que lo fajen
Todo tiempo pasado fue mejor
rbol que nace doblado, jams su tronco se endereza
A buena mujer, poco freno basta
A la mujer en casa, nada le pasa
Amor de madre, es incomparable
El que mal anda, mal acaba
A la pereza sigue la pobreza
El hombre pobre, la cama se lo come.
A qu aspectos de la vida o a qu perspectiva de los diferentes sujetos refiere cada refrn? Por ejemplo, A qu visin acerca de la pobreza y/o el sujeto pobre responde el ltimo refrn?
Qu otros refranes o dichos populares conocs que expresen la idea de naturalizacin aludiendo a diferentes aspectos de la vida cotidiana?
HBITOS Y COSTRUMBRES: EL CUCHILLO Y EL TENEDOR.
Fragmentos seleccionados del libro: El proceso de la Civilizacin (1987) De: Norbert Elas. Fondo de Cultura Econmica. Mxico.
Un dato es caracterstico del empleo del cuchillo como utensillo para co-mer en la sociedad occidental contempornea: la enorme cantidad de pro-hibiciones y tabes de que est rodeado. (p 165) Lo mismo sucede con la utilizacin del tenedor. Por qu es ms civilizado comer con tenedor? Por qu es brbaro o incivilizado comer con la mano del plato propio? En realidad, comer con el tenedor tiene poco que ver con los peligros de la enfermedad o con los llamados motivos racionales. El tenedor no es otra cosa que la materializacin de una cierta pauta de emociones y de escr-pulos. Lo que opera es una cambio en la regulacin de los impulsos y las emociones. (p 168) Ciertas formas de comportamiento quedan prohibi-das no porque sean insanas sino porque producen una imagen desagrada-ble y conducen a asociaciones tambin desagradables. (p 169)
-
18
Norbert Elas, en este texto clsico del anlisis cultural explica el modo en que los hbitos y costumbres que hoy tenemos en la mesa, el uso que hace-mos del cuchillo y el tenedor, el comportamiento social que tenemos frente a otros, etc. han sido verdaderas invenciones sociales.
Estas costumbres, fueron incorporadas socialmente, llegando a percibirse hoy como hbitos naturales, normales y civilizados. La idea misma que te-nemos de civilidad o de comportamiento civilizado es una construccin social y cultural.
La hiptesis argumentativa de Elas es que el proceso civilizatorio consiste en la construccin de mecanismos de regulacin social de los comporta-mientos (aspecto sociogentico del proceso civilizatorio) y en el autocontrol o autocoaccin de las emociones (aspecto psicogentico del proceso civili-zatorio).
No hay nada dado o natural que nos haga comportarnos de un determinado modo en la mesa. Sino que estas pautas y comportamientos se fueron mol-deando en el interjuego de procesos de control social, de internalizacin de estas prohibiciones, de relaciones de poder entre los sujetos de una cultura y una poca.
CMO DESNATURALIZAR LO BIOLGICO?
Lo biolgico tambin es cultural en la medida en que constituye una cons-truccin discursiva y social. No existe nada exclusivamente natural, ni siquiera la propia concepcin de cuerpo o naturaleza. Es precisamente a travs de proce-sos culturales que definimos qu es o no es- lo natural11
En algn sentido, sabemos que la naturalizacin es algo necesario para los sujetos. Tendemos a no preguntarnos todos los das sobre lo que hacemos, percibimos y creemos para poder continuar con nuestras vidas y llevar ade-lante lo cotidiano. Sin embargo, el inters por desnaturalizar cobra especial relevancia en aquellos aspectos de la vida donde se instala un discurso con fuerza de verdad, como una visin sin fisuras, totalizadora, y que en muchos casos, nos conforma para dar respuestas a situaciones que de otro modo no podramos explicar o comprender del todo. Esto sucede muy a menudo, con la idea de lo biolgico, es decir, del cuerpo como si fuese algo natural o dado.
Te proponemos leer una seleccin de fragmentos de un trabajo titulado: In-dagaciones en torno a la problemtica de la sexualidad en el terreno de la educacin. Relevamiento de antecedentes tericos y programas de edu-cacin sexual. Autora: Canciano, Evangelina. (2007). PSSyPR. Ministerio de Salud de la Nacin. (Captulo I)
11. (Lopes Louro, 2000: 88). La construccin escolar de las diferencias sexuales y de gnero, En: Gentili, Pablo (coord.). Cdigos para la ciudadana. La formacin tica como prctica de la libertad. Santillana. Buenos Aires.
CAPTULO 1La dimensin culturalde los fenmenos sociales
-
19
... Lo biolgico como construccin cultural.
En general, () cuando hablamos en trminos de lo biolgico, pocas ve-ces recordamos que lo biolgico es un discurso y que, como todo discur-so, tambin es una construccin social que tiene fecha de nacimiento. Su origen puede situarse entre 1537 y 1543 cuando en el occidente cristiano Andrs Vesalio se atreve por primera vez a penetrar en la intimidad mate-rial del cuerpo humano (Schmucler, 2002: 12), y a expresar el deseo del hombre de estudiarse a s mismo. Que el hombre occidental haya logrado hacer de s mismo un objeto cientfico es uno de los hechos ms contun-dentes que pone en evidencia el carcter histrico de este discurso que -como resultado de un proceso de naturalizacin tanto de su creacin como posterior desarrollo- a travs del tiempo se ha impuesto como una verdad incuestionable. () En efecto, como pone en evidencia T. T Da Silva (1998), los argumentos biolgicos, es decir, aquellas interpretaciones que apelan a la naturaleza humana para explicar las caractersticas de lo humano, los procesos o acciones a seguir, no son menos culturales ya que las interpre-taciones biolgicas, antes de ser biolgicas, son interpretaciones.
Y qu ocurre con la sexualidad?
Referirnos a la construccin social y cultural de la idea que tenemos de lo biolgico, () implica un giro importante en las formas de comprender la sexualidad. Desnaturalizar lo biolgico, requiere tambin deconstruir () aquellos discursos que colocan en el centro de la definicin de la sexualidad la cuestin de la naturaleza humana ligada exclusivamente a la reproduccin de la especie y a la genitalidad y materialidad del cuerpo. Estos discursos remiten a la sexualidad como un conjunto de caractersti-cas biolgicas, lo que sin duda, constituye una simplificacin.
El discurso biolgico acerca de la sexualidad es una construccin cultural, que tiene una historia. () Las formas de comprender el cuerpo sexuado no fueron siempre las mismas, ya que se fueron modificando histricamen-te. Con el tiempo se modificaron las expectativas de vida, se alteraron y pluralizaron las formas de concebir, de nacer, de vivir y morir, se inventaron nuevas fases o etapas de la vida y se van adjudicando prcticas diferentes segn los contextos sociales y culturales.
Hoy, el reconocimiento de las mltiples formas de vivir la sexualidad y los fuertes cambios tecnolgicos y cientficos que llevan al lmite la idea mis-ma de lo que hasta hoy fue considerado lo biolgico y la posibilidad de intervenir en ello, nos llevan a cuestionar estos discursos normativos que se presentan como verdades, y que pretenden explicar de una vez y para siempre, las diferencias sexuales, las identidades de gnero, etc.
Por qu decimos que nuestro cuerpo y nuestra biologa estn construidos culturalmente?
-
20
EXTRAAMIENTO E IMPLICACIN
El barrio, la ciudad, el pueblo, eso que nos parece conocido, algo de todos los das, puede ser pensado y dicho de otra manera. Te proponemos un trabajo de extraamiento de ese lugar que transits todos los das, que ob-servs a menudo: el barrio.
En primer lugar, te proponemos que trates de hacer una descripcin por escrito lo ms detallada posible, de todo lo que hay en el recorrido que va desde la puerta de tu casa, hasta la primera esquina.
Si te animas, podes intentar describir la vuelta a la manzana, cules son los comercios, las casas, los edificios, los parques que records?
Por ltimo, realiz el recorrido, camin las cuadras comparando lo que ves, con las anotaciones. Registr los elementos que no reconociste, las cosas olvidadas, las diferencias con la descripcin escrita.
Si quers pods realizar el mismo recorrido con alguna persona amiga que no sea del barrio y registrar lo que observa. Que coincidencias y diferencias hay con tu observacin.
Analizando las observaciones, en distintos momentos y de diferentes perso-nas es posible rastrear los sustratos culturales de cada una, por ejemplo: lo que uno afirma como bello, valioso, positivo, negativo, etc.
CAPTULO 1La dimensin culturalde los fenmenos sociales
-
CAPTULO 2
Adolescencias y juventudes:una perspectiva
-
22
CAPTULO 2Adolescencias y juventudes:una perspectiva
1. QU ES SER JOVEN HOY?PENSAR LAS JUVENTUDES Y ADOLES-CENCIAS COMO CONSTRUCCIONES SO-CIOCULTURALES.
El mundo ha cambiado.
Tambin el mundo de los adolescentes.
La nocin misma de adolescencia que suele emplearse se transforma en el principal obstcu-lo epistemolgico para pensar nuevas maneras de sostener la responsabilidad pblica ante las nuevas generaciones, de hacerles, efectivamente lugar. (Nuez, 2004. 111)12
Pensar en los jvenes y los adolescentes hoy, es dar cuenta de modos de existencia de los sujetos que no se dejan atrapar por las categoras y nomi-naciones con los que hasta hace poco tiempo los venamos identificando y definiendo. Qu es ser joven hoy?, Qu es ser adolescente?, Cules son las experiencias que los constituyen?
Los tiempos actuales parecieran mostrar identi-dades que se construyen en condiciones relati-vamente ms mviles e impredecibles que las de aos atrs, escapando a nuestra voluntad de fijar, de definir, de clasificar.
El anlisis de estas categoras, desde una perspec-tiva sociocultural, implica realizar un movimiento reflexivo acerca de la mirada que hemos cons-truido sobre los jvenes, un movimiento sobre las nominaciones que hacemos, y advertir all, los efectos subjetivos y la eficacia simblica de estas inscripciones que se proponen.
2. LA MIRADA QUE HEMOS CONSTRUIDOSOBRE LOS JVENES.
Los modos de representarse a los adolescentes, a la mujer y al varn joven, son construcciones so-ciales e histricas que resultan de procesos de do-minacin y lucha tanto en el plano material como en el simblico.
Las formas de configuracin histrica de la juven-tud y la adolescencia no corresponden a un estado natural sino a una produccin social orientada a consagrar un estado de cosas, un deber de ser.
12 Nuez, Violeta. Polticas pblicas y adolescencias: adolescentes y ciudades. En: La transmisin en las sociedades, las instituciones y los sujetos. Un concepto de educacin en accin. Novedades Educativas. CEM. Buenos Aires. 2004.
Estos actos de institucin logran conferirles a los jvenes ciertos rasgos y marcas de identidad, atri-butos que hoy percibimos como normales. (Dus-chatzky; 2003, 46).
A su vez, la significacin construida acerca de los adolescentes y los jvenes se vincula con otras significaciones sociales y culturales instituidas, que configuran un modo particular de pensar a los adultos, a los nios, etc. Hasta no hace mucho tiempo, ser adulto en la forma que fuera, supona ocupar un lugar de portador en torno de la ley. Y ser joven, nio, hijo o alumno, era asumir el lugar complementario. (Duschatzky; 45).
En estas coordenadas, el lugar reservado para la adolescencia y la juventud as como para la infan-cia- supona una posicin de dependencia o hete-ronoma respecto del adulto. La juventud es perci-bida como una etapa de transicin hacia la adultez, de moratoria. Es un momento de trnsito entre un estado y otro, de pasaje.
De este modo, la caracterizacin de los jvenes que logra instalarse como hegemnica, coloca la especificidad del sujeto adolescente en el lugar de la espera, el pasaje, la transicin e inmadurez. En la definicin de la adolescencia, esta misma idea se vuelve mucho ms evidente, hacindose presente la idea de la carencia, de la falta.
3. DEPENDENCIAS QUE INSTITUYEN ADOLESCENCIAS?
La idea de los jvenes y adolescentes entendidos como sujetos carentes e inmaduros naturaliza la visin de que los jvenes no tienen deseos pro-pios (o no saben lo que quieren), no gozan de una sexualidad plena (entendiendo como sexualidad plena la sexualidad adulta), y son por naturaleza propensos a las crisis y a los cambios bruscos en los estados de nimo; expresiones negativas que se reflejan en la conocida frase popular que define a la juventud como la edad del pavo.
Estas mismas caracterizaciones y significaciones se amplan y difunden llegando a abarcar casi todas las reas de la vida de los jvenes y adolescentes: as se comienza a concebir y definir la inmadurez biolgica, y de all se deriva la existencia de una incomplitud sexual, una inestabilidad psicolgica, etc. independientemente de cualquier otra consi-deracin de lo que constituye a los jvenes.
-
23
Un aspecto a analizar, es la fuerte presencia del discurso biolgico en la justificacin y definicin de la adolescencia normal y de los comporta-mientos esperables por parte de los jvenes. La cuestin de la identidad juvenil qued -en con-secuencia- fuertemente asociada a las nociones de inmadurez, crecimiento, etapas del desa-rrollo como si solo se tratara de un organismo biolgico en crecimiento.
Esta visin de la juventud se encuentra fijada, cris-talizada, naturalizada en muchos de nosotros, en algunos casos impidindonos ver cules son las transformaciones que se nos presentan en ese paisaje cotidiano.
Hoy encontramos otras experiencias y formas de existencia que se alejan de los parmetros de la inmadurez, la incomplitud, la dependencia de los jvenes. Encontramos madres y padres jvenes, adolescentes que son el sustento del hogar, j-venes que gozan de total autonoma e indepen-dencia para manejarse solos en la vida, por dar algunos ejemplos. Sin embargo sabemos que muchas de estas experiencias de vida no son nuevas. Lo que sucede es que los jvenes, los adolescentes, sus gustos y necesidades han sido pensados y definidos durante mucho tiempo, en singular. Esto quiere decir que se construy una definicin abstracta -universal y ahistrica- del sujeto joven o adolescente como si fuesen todos iguales o idnticos.
Este singular, este homogneo, funcion como una norma para mirar al conjunto de los jvenes. La llamada adolescencia normal funcion como parmetro. Todo lo que se alejaba de esa norma, era considerado anormal, peligroso, disfun-cional, un desvo. De este modo, se delimitaron unas realidades como vlidas para el conjunto, ne-gando el reconocimiento de otras formas de vivir y ser adolescente.
La institucin de esta visin sobre los jvenes se pudo realizar en tanto se instituy al mismo tiem-po, el lugar del adulto como portador de la ley y la autoridad, portador del saber y garanta de pro-teccin y cuidado.
Esto quiere decir, que los jvenes pudieron ser inscriptos subjetivamente en ciertos lugares y posiciones (vinculadas a la dependencia e inma-durez en este caso) porque fueron los adultos (a travs de las familias, las escuelas, etc.), los que definieron y delimitaron el lugar que deban ocu-par en la sociedad.
Frente a esto cabe preguntarse: Qu cambios en-contramos hoy con respecto a la funcin adulta?, Qu espera hoy un adulto de un joven?, Estos cambios afectan la percepcin que los jvenes tie-nen de los adultos, y de s mismos?, Qu espera hoy un joven de un adulto? Y qu espera de s mismo?
4. LOS JVENES HOY: EL RIESGO Y EL PELIGRO COMO CONSTRUCCIONES CULTURALES.
Cuidado en el barriocuidado por la aceracuidado donde seaque te andan buscandoLos de la seguridadPeligro!Cuidado en el campocuidado en la fronteracuidado donde seaque van complotandoPeligroso est el barriode GuatemalaPeligroso esta el barriode Nicaragua ()Peligro!Ten cuidado!!Ten cuidado!!Mano Negra. (1989). Peligro.Putas fever.
Qu visin particular de la adolescencia y la ju-ventud encontramos en los discursos actuales acerca de los jvenes?, Cmo se nombra hoy a los jvenes?
Hoy, pareciera ser que los jvenes no siguen los mismos patrones de vida y de costumbres que aos atrs. Diferentes clasificaciones y catego-ras se han expandido en este ltimo tiempo en el espacio pblico, visibilizando a cierto tipo de jvenes que por sus conductas o expresiones, en-traron en conflicto con el orden establecido y el modelo de juventud definido como deseable.
Una lnea de anlisis al respecto, nos lleva a avan-zar en la reflexin sobre la propia idea de adoles-cencia y juventud como construcciones histricas y sociales. En este sentido, siguiendo a Reguillo (2000), puede decirse que la idea de juventud
-
24
tal como la conocemos hoy en da es una inven-cin de la posguerra13 momento en el que la sociedad comenz a reivindicar la existencia de los nios y jvenes, como sujetos de derechos y especialmente, en el caso de los jvenes, como sujetos de consumo. (Reguillo; 2000; 23). Segn esta autora, los tres procesos por los que los j-venes se volvieron visibles en la ltima mitad del siglo XX, fueron la reorganizacin econmica por la va del aceleramiento industrial, cientfico y tc-nico; la oferta y el consumo cultural y el discurso jurdico.
Pareciera ser que los jvenes de hoy, desbordan el modelo de la juventud que la modernidad occi-dental, en su versin latinoamericana, les tena reservado. (Reguillo; 2000; 20, 21, 22).
Segn R. Reguillo, hoy los jvenes solo se vuel-ven visibles cuando se los nombra como pro-blema social. Hay una suerte de concepcin epidemiolgica para mirar hoy a los jvenes, ya que adems de ser concebidos como problema social, se considera que existe la posibilidad de contagiarse de ellos.
Diferentes estudios e investigaciones, han re-flexionado acerca de los efectos que la mirada del riesgo o el peligro produce en los sujetos o en los grupos sociales. Lo que interesa es ana-lizar los efectos de la produccin social de nomi-naciones y clasificaciones sobre los sujetos, o de adjetivaciones como puede ser el caso de las llamadas madres solteras, jvenes en riesgo, chicos de la calle que devienen de etiqueta-mientos sociales.
Estas nominaciones y adjetivaciones tienden a naturalizar y esencializar ciertos atributos como si definieran de una vez y para siempre a los sujetos jvenes, negando la condicin siempre abierta, in-determinada e incierta de las identidades (juveni-les). Muchas veces el efecto que producen es que terminan por instituir lo que nombran, aportando a la produccin de clasificaciones sociales, sexua-les, culturales, etc. Esto implica, que al nombrar a los jvenes como peligrosos, al pensarlos como una amenaza del orden, lo que hacemos de al-gn modo es negarles su posibilidad de decirse y nombrarse de mltiples modos, de desplegar otros proyectos de vida, otros recorridos.
Segn Diker (2003), este modo de entender los
efectos de los actos de nombramiento nos lleva a analizar la produccin de la diferencia (de gnero, sexual, econmica, etc.) que se juega en el acto mismo de nombrar. En el acto mismo de nombrar se juega siempre una oposicin binaria, cuyos trminos son mutuamente interdependientes: in-cluido- excluido, pobre- rico, nativo- inmigrante, etc. El punto es que la diferencia se naturaliza, se hace invisible su existencia dentro de la relacin, porque lo no- diferente, el polo de la relacin que est funcionando como norma, se invisibi-liza: esto quiere decir que cuando elegimos un modo de nombrar tambin estamos calificando a su complementario y constituyndolo en norma. (Diker, 2003; 157).
Cabe preguntarse entonces; de qu modo las clasificaciones actuales sobre los jvenes como peligrosos invisibilizan el lugar de los adultos que funciona como norma/ parmetro de la nor-malidad?, es posible pensar que los adultos tambin estn atravesando cambios en las for-mas de vivir la autoridad, formas de vulnerabi-lidad e inseguridad, etc. que los mueven de ese lugar asignado?, cmo impacta esto en los j-venes, qu consecuencias trae?
Por otra parte, esta mirada del joven como figura que transgrede a travs de sus prcticas disrup-tivas, el orden social legtimo, como un temible enemigo interno, (Reguillo; 2000; 22) olvida -(silencia e invisibiliza)- que los jvenes han sido el grupo social que ms ha sufrido el impacto de la crisis socioeconmica de los ltimos aos en nuestro pas, y desde entonces vienen siendo, junto con los nios, el grupo social ms despro-tegido y expuesto a las consecuencias injustas de la crisis.
Es esta misma sociedad que convierte a los j-venes en sujetos peligrosos, la que guarda silencio respecto de los costos que los jvenes han tenido que pagar como consecuencia de una poltica social y econmica de ajuste que los ex-cluye crecientemente de los lugares y las posibi-lidades para incorporarse a la sociedad. Cuando la mirada se fija en los adolescentes, stos pasan a primer plano, oscurecindose la trama ciudada-na que los produce y, lejos as de albergarlos, se los expone como des-lindados, casi como peligro pblico o como adolescentes en riesgo. (Nuez, 2004, 112)
13 La autora se refiere a la juventud como invencin de la posguerra en el sentido del surgimiento de nuevas identidades juveniles en un nuevo orden internacional que se fue perfilando como resultado de la reconfiguracin de la geografa poltica, en la que los vencedores accedan a inditos estndares de vida e imponan sus valores y estilos. Es en la segunda postguerra cuando emerge una poderosa in-dustria cultural que ofertaba por primera vez bienes exclusivos para el consumo de los jvenes (el caso de la industria musical es el ms espectacular). Para el historiador Eric Hobsbawn, la cultura juvenil se convirti en la matriz de la revolucion cultural del siglo XX, visible en los comportamientos y costumbres, pero sobre todo en el modo de disponer del ocio. (Reguillo, ob cit, p 23 y 24)
CAPTULO 2Adolescencias y juventudes:una perspectiva
-
25
5. LA INTRODUCCIN DE LOS PLURALES: LAS IDENTIDADES Y CULTURAS JUVENI-LES
En un mundo cada vez ms excluyente, la juven-tud trata de hacerse un lugar, a travs de nuevas formas de intercambio, de bsqueda, de alterna-tivas, de comportamientos itinerantes y represen-taciones propias, que desde miradas conserva-doras a veces son ledas como pasividad, desvo, rebelda o desadaptacin social.
Al decir de Reguillo, los jvenes van configurando nuevos textos sociales que esperan ser desci-frados en clave de una actuacin poltica propia que escapa a los modos tradicionales de conce-bir el ejercicio poltico, actuacin que debe ser comprendida en el marco de transformaciones y reconfiguraciones ms amplias en las escenas po-lticas y sociales. (Reguillo; 2000)
Lo que queda en evidencia, cada vez ms cuan-do uno intenta leer y comprender estos textos sociales que producen los jvenes, es el carcter siempre dinmico, discontinuo y cambiante de las culturas e identidades juveniles. Identidades que se resisten a ser pensadas desde un nico punto de referencia, identidades que nos hablan de otros tiempos, de otros modos de ser (nios, adultos, jvenes) sujetos, de otros lugares.
Como expresa Stuart Hall, (2003) las identida-des vienen de algn lado, tienen historias. Pero, al igual que todo lo que es histrico, las identi-dades sufren una constante transformacin. Lejos de estar eternamente fijadas a un pasado escen-cializado (o a un presente que las escencializa), estn sujetas al juego de la historia, la cultura, el poder.
Esto implica reconocer que en la actualidad esta-mos atravesando una mutacin importante. La ju-ventud no constituye una categora homognea ni en esta poca ni en ninguna otra. Los jvenes de hoy en da no comparten los mismos modos de insercin en la estructura social, y sus esquemas de representacin (de lo que implica ser un joven, un hijo, una madre, o un alumno) configuran cam-pos de accin y valoracin bien diferenciados. (Reguillo, 2000; 30).
Hablar de jvenes en plural, es admitir la emer-gencia de identidades y culturas juveniles reco-nociendo su carcter histrico y contingente. Si-guiendo a Nez, V (2004) enfatizamos el empleo del plural para dar cuenta de lo mltiple sin degra-darlo. Si continusemos hablando de el ado-lescente, estaramos suponiendo una especie de normalidad, que en realidad consiste en nuestro
propio ideal. Frente a tal ideal, todo lo que a l no se ajuste pasa a ser adjetivado: adolescente de la calle, adolescente violento, etc. hablar de los adolescentes permite utilizar las categoras de manera no segregativa, proponemos alojar lo mltiple, entretejido en lugares mltiples, inte-reses mltiples, patrimonios mltiples. (Nez, 2004; p. 110).
Adolescencias en plural, como introduce Serra, S., es admitir, que el futuro no tiene un solo ca-mino, un solo modo de ser mujer, hombre, homo, hetero, ciudadano, trabajador, profesional, etc. Es ampliar y considerar las combinaciones de estos rasgos, y los mltiples modos de habitar-los. El plural de juventudes y adolescencias implica interrumpir la unidireccionalidad de todo proceso social y cultural que se presente como nico arquitecto de los modos de habitar una cul-tura. (Serra, 2003; 18)
-
26
CAPTULO 2Adolescencias y juventudes:una perspectiva
6. INVITACIONES PARA ANALIZAR Y REFLEXIONAR:
LITERATURA Y JUVENTUDES.
A continuacin proponemos leer algunos fragmentos de la novela Boquitas pintadas de Manuel Puig. (Editorial Sudamericana, 1969).
En este relato, una joven que viva en 1937 en la Provincia de Buenos Aires, llamada Mara Mabel Senz, comunica sus intimidades sentimentales a Maria Luisa Daz Pardo, redactora de la seccin correo del corazn, de la revista Mundo Femenino.
En el mismo cajn, debajo del papel blanco clavado con tachuelas que cubre el fondo, estn escondidos dos nmeros de la revista Mundo feme-nino, publicados en fechas 30 de abril y 22 de junio de 1936. En la seccin correo del corazn figuran consultas de una lectora que firma Espritu confuso y las respectivas respuestas de Mara Luisa Daz Pardo, redactora de la seccin. El texto del primer numero es el siguiente: querida amiga: hace ms de un ao que compro esta revista y siempre leo su seccin, por lo general apasionante. Pero no me imagin que un da tendra que recurrir a su consejo. Tengo dieciocho aos, soy maestra, recin recibida, y mis padres tienen una posicin desahogada. Me ama un muchacho bueno pero de incierto porvenir. Es muy joven todava, y puede cambiar, pero mi fami-lia no lo quiere. Trabaja como perito mercantil pero ha tenido discusiones con sus superiores por frecuentes ausentismos. Ha pasado una poca de resfros continuos y a menudo se siente cansado. Yo se lo creo pero la ver-sin circulante es que le gusta demasiado divertirse, que es muy mujerie-go, que por lo menos una vez a la semana se embriaga con sus amigotes. Me acompaa en paseos y bailes desde hace unos meses, al principio yo estaba segura de quererlo con toda el alma, pero cada da (l viene hasta la puerta de calle a la tardecita despus del trabajo, yo lo espero all as no tiene que entrar ni tocar el timbre, y merodeamos un poco por las calles del pueblo o por la plaza y si hace mucho fro nos quedamos refugiados en el zagun, que de ah no pasa nuestra intimidad) cuando se va y entro a casa, tengo que soportar los reproches de mis padres, reproches que cual gota de agua van horadando la piedra. As es que espero con agrado la llegada de l todos los das pero ni bien entreveo acercarse su apuesta figura ya estoy nerviosa pensando en que puede salir mi mam, o peor aun mi pap, y exigir a mi festejante alguna explicacin o hacerle alguna insinuacin hi-riente, todo lo cual hace que l me encuentre a menudo irritable. Yo le digo que es la nerviosidad natural de mi primer ao ejerciendo como maestra, nada menos que de quinto grado. Pero lo que me ha tornado irritable es la duda: lo quiero o no lo quiero? ltimamente ha surgido un nuevo per-sonaje en discordia: un joven estanciero de origen ingles, menos apuesto que l pero de trato agradable, se ha valido de su amistad con pap para introducirse en casa y dirigirme palabras galantes. Y he aqu la disyunti-va nos han invitado a m y a un acompaante (elegir a una ta materna) a pasar en su estancia los cuatro das feriados que tendremos a partir del prximo 25 de mayo y mis padres insisten en que vaya, a lo cual l se ha opuesto rotundamente. Yo he decidido ir, porque de ese modo sabr si lo echo de menos o no. Pero si cumple su palabra y no me mira ms como efectivamente me ha conminado?
Amiga, aguardo su consejo valioso, suya
Espritu confuso (Pcia. De Buenos Aires).
-
27
La respuesta de la redactora es la siguiente: Envidiable Espritu confuso: No te envidio la confusin del espritu sino lo mucho que tienes en la vida. Creo que a tu festejante no lo quieres tanto como para afrontar el rompi-miento con tus padres. Tu caso es tpico de las jovencitas crecidas en el seno de un hogar feliz y prspero. Seguir con tu amoro (perdname el trmino) significara romper esa armona familiar que ya sientes amenaza-da. Y creme que por un amoro no se paga semejante precio. Eres muy joven y puedes esperar la llegada de un prncipe azul al paladar de todos. Que lo pases muy bien en la estancia, estudia ingles y trata de aprender por ltimo, nunca la palabra yes, que significa s! Usando poco ese monoslabo conquistars al mundo y, ms importante an, asegurars tu felicidad y la de tus padres. Siempre a tus rdenes.
Mara Luisa Daz Pardo.(Fragmentos seleccionados, p. 33 y 34)
La literatura nos acerca diferentes modos de vivir la adolescencia y la ju-ventud, nos muestra que los jvenes no han sido siempre iguales, como as tambin sus preocupaciones, sus intereses, sus relaciones con los otros (adultos, nios, etc.). En diferentes pocas, y aun dentro de una misma poca histrica, existen diferentes modos de ser y vivir la adolescencia. Como bien lo relata Manuel Puig en sta novela, en 1930 podan existir jvenes como Mara, pero tambin nos presenta otras juventudes, a travs del personaje de Antonia Josefa Ramrez (sugerimos ver: p. 98), por ejemplo.
En este caso, la perspectiva de lo que significa la juventud en un caso o en el otro, no puede estar ajena a las valoraciones sociales de un determinado mo-mento histrico, a los modos de entender la sexualidad, el rol de la mujer y del varn, que se imprimen en unos contextos sociales bien diferenciados.
Deteniendo el anlisis en la respuesta de la redactora de la revista Mundo femenino. Cmo se encuentra reflejado el discurso social de una poca acerca de los jvenes?, Qu mirada hay sobre la juventud, sobre la mujer joven, sobre el varn joven, sobre la familia?
Cmo sera una respuesta de la redactora de una revista sentimental, pen-sando en las caractersticas de los jvenes de este tiempo?
-
28
CAPTULO 2Adolescencias y juventudes:una perspectiva
LAS INDUSTRIAS CULTURALES, LOS MEDIOS Y LOS JVENES HOY.
A continuacin, transcribimos una entrevista realizada a la Dra. Rossana Re-guillo Cruz, titulada La guerra contra los jvenes, en la que se presentan algunos elementos para pensar y reflexionar sobre la mirada actual acerca de los jvenes.
En: http://www.sitiocooperativo.com.ar/colsecor/online/reguillo.html
LA GUERRA CONTRA LOS JVENES
Rossana Reguillo es Maestra en Investigacin en el Departamento de Estu-dios Socioculturales del Instituto de Estudios Superiores de Occidente (ITE-SO), de Guadalajara (Mxico), doctora en Ciencias Sociales de la Universidad de Guadalajara, y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias. Actual-mente trabaja sobre juventud, culturas urbanas, comunicacin y medios ma-sivos, con especial inters en la relacin cultural entre la comunicacin y los derechos humanos.
Segn sus declaraciones: la sociedad le declar la guerra a los jvenes, una expresin por de ms provocativa. Cmo explica esta posicin?
- Vengo trabajando en el tema de los jvenes y las culturas juveniles durante ms de 20 aos, no solamente en Mxico sino tambin en diversos pases de Amrica Latina; a lo largo de estos aos, especialmente a mediados de la dcada del 90, se acelera un proceso social muy visible y muy dramtico que implica la acentuacin de la violencia ejercida contra los jvenes, eje-cutada por un aparato estatal que vulnera dramticamente los derechos de los jvenes, no de todos por supuesto, sino de los jvenes pertenecientes a los sectores ms desfavorecidos y vulnerables de la sociedad. Ese es un primer dato que me lleva a plantear la idea de la guerra de la sociedad contra sus propios jvenes, y todo esto se produce en un marco de generalizado silencio de la sociedad, que en trminos generales en Amrica Latina se ha comportado de forma no reflexiva y poco combativa para ofrecer garantas de inclusin a sus jvenes menos favorecidos. Por otra parte, hacia el final de la dcada del noventa, se incrementa lo que yo denomino el empobrecimien-to estructural de los jvenes latinoamericanos y que pasa precisamente por una enorme dificultad de acceso a condiciones dignas de vida, va laboral y va educativa, con diferencias segn distintos pases de Amrica Latina. Ar-gentina, por ejemplo, ha logrado mantener ciertas garantas de acceso edu-cativo, pero no es capaz de garantizar la inclusin va el mercado laboral.
Usted dice que hay un patrn similar de comportamiento por parte del Esta-do con respecto a los jvenes en distintas ciudades de Amrica Latina.
As es, quizs los casos ms graves en Amrica Latina son Brasil, Mxico y El Salvador. Estos tres pases tienen ms del 50% de sus jvenes en situacin de pobreza extrema y con dificultades objetivas y constatables, con estadsticas
-
29
oficiales que brinda el propio Estado, sin manipulacin de cifras, se puede comprobar esta exclusin estructural creciente. Entonces, la frmula de la guerra contra jvenes que tiene una connotacin provocativa, tambin pasa por un silencio cmplice de las sociedades frente a todas estas polticas del Estado y del mercado, y su eufemismo denominado flexibilizacin laboral, o sea la precarizacin del empleo, silencio cmplice frente a la respuesta de los jvenes por esta situacin, por la va de la propia inclusin en las redes del narcotrfico y del crimen organizado. Vemos cmo aparecen continuamente notas con contenido hipcrita, socialmente hablando, que hablan de los j-venes violentos, desviados, peligrosos, vinculados a las redes de la mafia, etc., pero el problema es que no se analiza de conjunto, que para muchos jvenes latinoamericanos, la nica alternativa de solucin y de inscripcin efectiva dentro de los marcos sociales es, precisamente, las redes del narco-trfico y del crimen organizado.
- En tiempos de la dictadura militar, ser joven era peligroso; a raz del fe-nmeno que est describiendo, puede constatar que existe miedo en la sociedad hacia los jvenes?
- Sin lugar a dudas, miedo generalizado y muy estimulado desde ciertos lu-gares del poder, y desde luego muy fuertemente vinculado al trabajo de las industrias culturales y mediticas.
- Si la juventud es el futuro, cul es, entonces, el futuro?
-Esta bonita frase de la juventud como futuro, que sigue siendo ret-rica favorita de polticos pequeos, medianos y grandes, es una fala-cia. En el sentido de que la aceleracin de este neoliberalismo, y de esta guerra de la sociedad contra sus jvenes, y contra sus pobres, lo que ha producido es la expropiacin de cualquier nocin de futuro para mu-chos de estos jvenes, cuya esperanza de vida no va ms all de los 20, 25 aos. En el caso de Brasil, la probabilidad que tiene un joven de mo-rir antes de los 25 aos es altsima, al igual que en el caso mexicano. - Cul es el rol de los medios de masas frente a esta problemtica?
- Creo que una muy grave, muy peligrosa, la sociedad debera dotarse de mecanismos para exigirle a los medios de comunicacin un trabajo ms serio, ms profundo, ms reflexivo, ya que los medios contribuyen a la sa-tanizacin de la figura de este joven pobre, villero, cabecita negra, bolita, peruano, etc.
Entrevista Hctor Carignano
Te proponemos observar en diarios y revistas, artculos periodsticos, no-tas y/o titulares donde se haga alusin al tema de los jvenes. Cmo se los nombra, de qu manera se habla acerca de ellos?
Cmo se refleja la visin de los jvenes asociada al peligro, al riesgo, a la violencia de la que habla R. Reguillo?
Qu es lo que se invisibiliza, se silencia o se oculta, segn Reguillo, como efecto de este discurso meditico que le declara la guerra a los jvenes?
-
30
CAPTULO 2Adolescencias y juventudes:una perspectiva
Las profundas mutaciones que afectan a la definicin misma de la juventud y la adolescencia, no podran comprenderse sin advertir que hoy tambin existen transformaciones y redefiniciones en lo que entendemos por adulto, por nio, por familia, etc.
Como categoras construidas histricamente y relacionadas entre s, los cambios en las definiciones de una de ellas, impactan en el resto y vicever-sa. Esto quiere decir que para entender cmo vemos y pensamos hoy a los jvenes y por qu sucede de esta manera, debemos tambin formularnos la preguntar acerca de la mirada actual sobre la infancia, sobre la adultez, sobre la vejez, y viceversa.
Es por esto, que presentamos en primer lugar, reflexiones acerca de las in-fancias a la luz de Mafalda, y de las imgenes que Quino nos propone en esas historietas. A continuacin, se trabajar con un estudio realizado por la Asociacin Periodismo Social, en el que se refleja cmo los principales me-dios grficos de nuestro pas miran y escriben sobre las infancias y adoles-cencias en la Argentina, y qu cosas, -en el mismo movimiento de construir noticias de actualidad-, omiten mirar y decir. Por ltimo, se abordar la cues-tin de la vejez y de los prejuicios que estn vinculados con la percepcin social de los ms viejos.
-
31
INFANCIAS Y ADOLESCENCIAS EN LA ARGENTINA
INFANCIAS EN PLURAL
El historiador Pablo Pineau, en un trabajo titulado Otra vez sopa: imgenes de infancia y escuela en Mafalda14, hace una rica descripcin de algunos modos de ser infante en los aos 60 en la Argentina, a travs de la historieta Mafalda, esa magnfica obra de Quino. En esa banda de amigos hay modos muy distintos de ser nio o nia. Manolito, el nio trabajador, es quien ms manifiesta su condicin de descendiente de inmigrantes y esto le juega en contra-; Mafalda impugna a los adultos que han hecho del mundo un lugar injusto, desigual y violento desde el lugar de la niez lucida y critica; Migue-lito, el infante inocente, permanece protegido de los desvelos de una vida adulta en un tiempo de juego; Susanita aparece como el prototipo de una concepcin conservadora y pueril de ser mujer; Libertad enuncia la politi-zacin de una generacin que pronto decidir intervenir activamente en los asuntos pblicos.
Mafalda nos ayuda a entender que hay modos distintos de experimentar la niez. La pluralidad de infancias es un elemento a destacar, en contra de una visin (escolar) que tendi a encerrar las experiencias infantiles en un armazn rgido que excluy formas de ser nio o nia que no encajaban en los parmetros. Pero adems hay que destacar que en el ltimo tiempo se suceden discursos tremendistas/ alarmantes/ severos sobre la infancia: la infancia en peligro por las nuevas tecnologas; la infancia en crisis (o la infancia finalizada, la infancia inexistente) por la irrupcin de los medios elec-trnicos y la transformacin de las familias; la infancia peligrosa, la infancia abandonada, la infancia cartonera, o la infancia de la calle, todas figuras que aparecen investidas de una falta de futuro y una falta de presente, difciles de asimilar ()
Interesa poder pensar, () infancias plurales, verlas en sus posibilidades, y no solo desde sus amenazas. Quisiramos pensar la infancia sin enarbolar el discurso del riesgo y del peligro inmediato. Buscando vincularnos con las distintas maneras de ser infante hoy, sin sentir que una amenaza inmediata se cierne sobre nosotros, y sobre la niez. Tambin, claro, hay que mante-ner el alerta sobre las consecuencias de las transformaciones que estamos viviendo.
Dussel, Ins y Southwell, Myriam.La niez contempornea.
En: Las infancias Hoy. Revista El Monitor de la Educacin, N 10, Verano 2006/2007. P 26 y 27.
14. Pineau, Pablo. Otra vez Sopa: imgenes de infancia y escuela en Mafalda. Conferencia en el VII Congreso Iberoamericano de Historia de la Educacin Latinoamericana. Universidad Andina Simn Bolivar. Quito. Ecuador. 2005.
-
32
CAPTULO 2Adolescencias y juventudes:una perspectiva
INFANCIAS Y ADOLESCENCIAS, UN ESTUDIO SOBRE LOS ME-DIOS EN LA ARGENTINA.
Estudio: Captulo Infancia Asociacin Periodismo Social.
Nota del Diario Pgina 12. Martes 7 de Junio de 2005. Sociedad.
COMO REFLEJAN LOS MEDIOS GRAFICOS LA SITUACION DE LA NIEZ. Existe una mirada distorsionada
Un monitoreo sobre 23 mil notas en 12 diarios nacionales y provinciales du-rante 2004 revel por primera vez qu, cunto y cmo se publica en el pas sobre chicos y adolescentes. Los temas ms tratados: violencia y educacin. Los prejuicios y los problemas olvidados.
El relevamiento fue llevado a cabo por el Captulo Infancia de la Aso-ciacin Civil Periodismo Social.
Por Andrs Osojnik
Lo que ms importa de los chicos es la violencia. La fuente ms consultada es la polica. Lo que menos importa es la mortalidad infantil, que los nios estn en la calle o el trabajo de los adolescentes. Esas son algunas de las ca-ractersticas de la forma en que se refleja la situacin de la niez en la prensa argentina. Por primera vez, un monitoreo en los principales medios grficos mostr qu, cunto y cmo se escribe sobre chicos y adolescentes en el pas. En los diarios hay, en general, una mirada distorsionada que a menudo reflej y termin convalidando por error u omisin los mismos prejuicios de la sociedad a la que se propusieron informar, advierte el informe. Pgina/12 se destac en varias categoras analizadas
El monitoreo fue elaborado por el Captulo Infancia de la Asociacin Civil Pe-riodismo Social, en alianza con UNICEF y con la metodologa de la Red Andi, un grupo de organizaciones sociales de diez pases de Amrica Latina unidas para promover los derechos de la infancia en los medios de comunicacin. La investigacin abarc el estudio de 12 diarios nacionales y provinciales: Pgina/12, Clarn, La Nacin, La Prensa, Crnica, Diario Popular, mbito Fi-nanciero, Infobae, La Razn, El Cronista, La Capital (Rosario) y La Voz del In-terior (Crdoba). En ellos fueron recopiladas 23 mil notas, de marzo a diciem-bre del ao pasado, analizadas segn la clasificacin de temas, las fuentes, el enfoque y otras categoras.
Una de las principales conclusiones fue que los temas ms referidos son violencia (en 26,1 por ciento de las notas) y educacin (18,5). El tem violencia abarca tanto las situaciones donde los nios son vctimas de ac-tos violentos como en las que son agentes. En el detalle, dentro de vio-lencia, las notas en los que algn nio o adolescente fue vctima (51,4 por ciento) cuadruplic a las que apareci como agente (12,6). Pero la bsqueda de un impacto noticioso alimenta luego la impresin contraria, advierte el informe. En ese tipo de notas, la principal fuente fue la polica (25,5 por cien-to), sin otra versin de los hechos.
Despus de violencia y educacin, en el ranking aparecen en tercer lugar los temas internacionales (siempre vinculados con la niez), con el 11,4%, seguido por derechos y justicia, con el 11,1. Sobre salud hubo apenas 7,8
-
33
por ciento del total de las notas publicadas. Lejos, al final de la tabla, apare-cen temas como situacin penal (2 por ciento), explotacin del trabajo in-fantil (0,5), mortalidad infantil (0,4) o situacin de calle (0,2), entre otros. Justamente, el trabajo llevado a cabo por el Captulo Infancia se propuso alertar sobre situaciones de postergacin de la niez que no encuentran es-pacio de difusin: Somos conscientes de la capacidad de los medios para instalar la agenda pblica, por eso buscamos colaborar con ellos para que incluyan una perspectiva de derechos en la cobertura de noticias sobre ni-os, nias y adolescentes, explic Alicia Cytrynblum, presidenta de Perio-dismo Social, al presentar ayer el informe. A su turno, el representante de UNICEF en la Argentina, Jorge Rivera Pizarro, destac la importancia de in-corporar esa perspectiva: Cuando hablamos de los derechos de los nios, estamos hablando de derechos humanos. Que lo apellidemos de los nios es porque se deben tener en cuenta particularidades en funcin de su grado de desarrollo. Pero son derechos humanos.
La investigacin tambin estudi la cita de fuentes en las notas. La mirada de los medios sobre la niez queda determinada, tambin en gran medida, por las fuentes a partir de las cuales se construye la noticia, seala el infor-me, y advierte que se observa un fuerte desequilibrio a favor de los poderes pblicos (40,9 por ciento del total de fuentes identificadas), en contraste con una dbil presencia de los nios y su entorno familiar y personal (17,3). Pero uno de los datos ms preocupantes es que en los textos sobre violencia hubo un predominio de la polica como fuente informativa: una de cada cua-tro notas tena como fuente esa institucin.
El monitoreo, que se repetir este ao, observ tambin el uso de trminos peyorativos, bsicamente la palabra menor en los textos periodsticos: en el 12 por ciento aparecieron formas negativas o despectivas para mencionar a nios y adolescentes. El trmino menor mereci un anlisis particular: Se trata de una concepcin que divide a la niez en dos universos antag-nicos, los menores los que estn en peligro o son sealados como peli-grosos y los nios los que aparentemente no tienen conflictos.
Qu vinculaciones podes establecer entre esta mirada distorsionada acerca de las infancias y adolescencias que reflejan los medios grficos en nuestro pas y la visin de los jvenes asociada al peligro, al riesgo, a la vio-lencia de la que habla R. Reguillo, refirindose a Amrica Latina?
Qu le preocupa a esta sociedad acerca de la infancia y adolescencia?, Qu devela y qu invisibiliza esta mirada distorsionada?, Cules son los silencios sociales que aparecen?
Los temas menos tratados o que quedan ltimos en la agenda que cons-truyen los medios, de qu situacin de la infancia y la adolescencia nos hablan?
Por qu crees que no aparece la opinin de los nios y adolescentes entre las fuentes de informacin de los medios?, Quines hablan en su lugar?, Qu vinculaciones tiene esto con la denominacin de menores15 que re-ciben por parte de los adultos, redactores o informantes?
15. La denominacin de los sujetos infantiles como menores, segn R. Gagliano (2000), remite a los orgenes mismos de la fundacin del Estado Nacin en 1880, cuando se comienza a clasificar a los suje-tos en nios propiamente dichos (en posiciones de sujeto vinculadas a su condicin de hijo de familia legtima y a su inscripcin como alumno del sistema de educacin pblica y nacional) y en menores (posiciones de sujeto relacionadas con la carencia de familia, hogar, recursos o desamparo moral, y con la proteccin y tutela por parte del Estado). El menor emergi como una externalidad inevitable a la constitucin tico- econmica de las familias tradicionales. (p 69-71)
-
34
CAPTULO 2Adolescencias y juventudes:una perspectiva
LA VEJEZ
Diario Clarn. Extrado de: http://www.clarin.com/diario/2000/04/03/i-01501d.htm.
Lunes 3 de Abril de 2000. OPINION.
TRIBUNA ABIERTA
Contra el gueto de la edad
Un modelo perverso, que exalta la juventud y slo ve a los ancianos como jubilados y enfermos, legitima el prejuicio y la discriminacin. Desperdiciar la experiencia de los mayores favorece el control social.
La jerarquizacin biolgica de los seres humanos, de la que el racismo es slo un captulo, es el embuste ideolgico que habilita la discriminacin por inferioridad, con frecuencia disfrazada de piedad, que justifica la tutela. Esta importa una privacin de derechos, pues sirve para que el generoso tutor reemplace la voluntad del inferior, supuestamente incapaz de decidir. Quin se anima a no ser piadoso con alguien que, por su inferioridad, no tiene capacidad para decidir correctamente? Esta perversa estructura ideolgica tutelar legitim durante siglos el patriarcado para la mujer, las encomiendas para los indios, la esclavitud para los africanos o, ms ampliamente, el co-lonialismo para civilizar a cualquiera, siempre invocando el propio beneficio del explotado, por no hablar de las refinadas oligarquas que apelaban al fraude patritico para sustituir la voluntad de sus poblaciones ignorantes, cuya inferioridad les impeda el ejercicio pleno de la democracia. El recurso simplista y reiterativo de disfrazar de tutela piadosa las empresas humanas de mayor crueldad no deja de tener xito incluso en nuestros das. A lo largo de la historia, su falacia se hizo manifiesta respecto de muchos segmentos humanos, pero funciona respecto de otros, donde an no se tom concien-cia de que algunas diferencias naturales no significan inf