Juan Carlos Moisés - Escribir en La Patagonia

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  • 8/17/2019 Juan Carlos Moisés - Escribir en La Patagonia

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    Escribir en la Patagonia

    Por Juan Carlos Moisés 

    Escribir en la Patagonia es, supongo, como escribir en cualquier otro lugar. Las

    herramientas de la escritura, las herramientas de la poesía propiamente son, en todocaso, las mismas para un patagónico y para un norteño, para un colombiano y para unmarroquí.Hoy que el tiempo histórico nos iguala y nos aplana a todos más o menos de igual modo(a algunos de peor modo, hay que decirlo), el lugar de nacimiento, o el lugar dondeelegimos vivir puede, sin embargo, seguir siendo determinante para construir el espaciode creación, el ámbito desde donde reflexionaremos, o, si se quiere, desde dondepoetizaremos.En primer lugar, es interesante tener en cuenta aquello que dijo Oliverio Girondo, que "lanacionalidad es algo tan fatal como la conformación de nuestro esqueleto". Esto, queparece un clisé, me ha servido, sin embargo, para hacerme unas cuantas preguntas yobtener, a cambio, unas pocas respuestas, las necesarias.

    Es posible que las imágenes de la infancia sean las que marquen a fuego a una personapara toda la vida. Lo han sido para Wallace Stevens, quien escribió: "El mundo del poetadepende del mundo que ha contemplado". Y si, en consecuencia, esa persona deviene enalguien que escribirá poesía -una persona a la que ampulosamente llamamos poeta- esasimágenes primerizas serán definitorias. Por lo menos en mi caso así ha sucedido, parabien o para mal, de modo que a esas imágenes me voy a referir.Esos fotogramas son como secuencias de una película, una película que ocurreposiblemente en sueños. Nunca sabemos ni sabremos dónde se ubica la realidad máspura. Esos fotogramas, sin dudas, se reducen a pequeñeces. Ahora los veo como tomasreducidas, sólo que cargados de intensidad y de sentido.Por ejemplo. La visión de un insignificante hormiguero, el torpe y seguro trajinar de lashormigas. El cuerpo de las hormigas observadas a pocos centímetros, tal vez de panzaen la tierra. La carga pesada que llevan esas hojas verdes, seccionadas, manejadas conincreíble facilidad. La elevación en círculo de los granos de arena alrededor del hueco pordonde entran y salen, trajinando, estos seres llenos de patas.Otra imagen. Un flaco canal de riego entre dos hileras de álamos, unos pequeños palosque hacen las veces de barquitos. Los barquitos corriendo carreras náuticas comoverdaderas embarcaciones. Varios ojos fijos siguiendo ese rápido avanzar y lasvolteretas, algunas perfectas, algunas peligrosas y fatales.Otra imagen. Un gallinero. Y después, las gallinas sueltas, en la quinta. El modo de correrde los pollitos. Unos picotazos. La sólida violencia de esos picotazos en un lomodesplumado. El gallo que pisa a una gallina con habilidad y firmeza. Después, el canto delgallo. A esa hora, o acaso temprano en la mañana.Otra imagen. Un caballo sudado que acaba de galopar. El caballo que resopla. El olor delcaballo. La mano que toca su pelaje y siente que bajo la palma hay, mágicamente, uncaballo.Otra imagen. Una liebre que corre por el campo y un perro que va detrás, disparado. Ladesesperación de la liebre, las gambetas de la liebre. La tenacidad del perro.Otra imagen. Una vaca pariendo en la nieve. Pariendo con ayuda de unas personas. Elvaho caliente de la vaca. Las manos del chico que mira, hirviendo de frío.Entonces tenemos ya algunas imágenes primerizas, y tenemos, concretamente algunossustantivos: hormiga, barquito, gallina, caballo, liebre, perro, vaca. Esto es común a todoojo que mire, que haya mirado. Con sólo mirar podríamos entender. Pero todavía no

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    hablamos de lo particular, de lo circunstancial, ni siquiera de la dramatización de esasimágenes, de todo lo cual se encargarán más tarde verbos y adjetivos.¿En estas pocas cosas está cifrada la Patagonia? ¿Cada una de ellas, o acaso todas

     juntas, son o resumen la esencia de lo que es para nosotros la Patagonia? Sí y no. Sólopodríamos afirmar que son fragmentos, partes de un todo. No obstante, podemos decirque para ese chico esas imágenes son el mundo. Son las pocas imágenes que pueden

    caber en el mundo en ese momento. Porque así de inmensas son las imágenes de lainfancia, agigantadas, digamos, por esos ojos deslumbrados, que, también, pueden serengañosamente los de hoy, pero que siempre serán los de ayer. Y esos ojos, que tendrándificultad para traducir lo que, antes, el subconsciente ha retenido, se detendrán reiteraday obsesivamente en esas imágenes simples, que serán una especie de sello, de improntaimborrable a resolver con el tiempo, como una especie de rompecabezas de difícil y talvez imposible resolución.Un día, cuando somos capaces ya de levantar los ojos, descubrimos otro mundo: loscerros, el río, tal vez el lago, o el mar, la extensión de la meseta, las matas repetidas, elsilencio de la tierra. Y lo otro, el viento, esa presencia continua, infinita, como unpersonaje más. Porque los personajes comienzan a ser como nosotros, entran en nuestradimensión. Por ejemplo: la paisana del atado de leña, el viejo andrajoso, el vecino huraño

    que odia a los chicos, los amigos de la cuadra. Hasta que la cuadra deja de ser el mundodefinitivamente, y el mundo se ensancha. Es entonces cuando ya somos de un lugar.Somos de un lugar, al menos por el momento.Es así que ya tenemos las imágenes, las suficientes. Son las imágenes reales. Pero apartir de ahí lo real y lo imaginario, confusamente, avanzarán sobre nosotros como en uncampo de batalla. En el tramado de las interferencias, los "puetas" vienen a ser algo asícomo las arañitas que se empeñan en tejer un lenguaje que resista y que sirva paraatrapar los elementos de la realidad.El poeta es, entre otras cosas, un ojo que mira. Mira como la rosa de los vientos. Y miraráen especial aquellas imágenes primeras. Las mirará sin mirar, las amasará como a unpan. Hasta que las palabras vengan a interponerse entre él y las imágenes. Será unaespecie de escollo, algunas veces, y de vehículo, otras.

     Aquellas imágenes no necesariamente serán trasladadas al papel de manera literal. El ojodel poeta, que es un ojo deforme, traducirá esos detalles en materia verbal, buscarárelaciones, romperá las partes, armará nuevas, hasta lindar con lo abstracto, si se quiere.Pero aquellas imágenes serán y seguirán siendo el sustento de su poesía. En los límitespuede, también, reducir la inmensidad, el vasto mar, los grandes valles, a una líneainsignificante, como nos enseña el colibrí del norte o el traslúcido sol del otoño del sur.Podemos seguir diciendo que no hay temas. Mucho menos, grandes o pequeños temas.La existencia puede caber en un puño.Puede ser un puño juguetón, levemente irónico; puede ser un puño dramático, trágico.Como somos parte de un tiempo v de un lugar, será difícil sustraerse a ello. Hasta en laomisión habrá referencias, huellas, marcas visibles de lo vivido y del mundo.Me pregunto: ¿Qué poesía escribiremos en consecuencia? Es posible que pronto

    sepamos qué poesía no escribiremos. Es posible, sí, y es deseable saber cuanto antesqué pecados contra la poesía no vamos a cometer, bajo pena de morir decapitados porlas brujas desalmadas de la retórica.La cosa es cómo pasar de la imagen, de la vivencia de la imagen, al poema. En esetraspaso está, creo, el secreto y la razón de ser de la personita desamparada que se hapuesto a escribir poesía.Juanele Ortiz, por ejemplo, en la forma y en el movimiento de las nubes veía eldramatismo de la guerra.El poeta alemán Gunter Eich, en el paso de las aves contemplaba su propia

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    desesperación. Acá cerca, en Chile, el espectacular Raúl Zurita ve a la cordillera y a las playas comometáforas de las pasiones humanas.Me animo a decir, y antes a creer, que la Patagonia es un espejo múltiple del mundo. Quela Patagonia contiene al mundo. De hecho, hasta un grano de arena puede contenerlo.Pero la Patagonia es capaz de reproducir el infinito, el tiempo, hasta de detenerlo y fijarlo

    más o menos fielmente como una fotografía. Es lo que ve, al menos, el ojo que mira,cuando mira y siente, porque cuando no mira ni siente todo puede ser la nada, y ni lapoesía vale la pena.Volviendo a Raúl Zurita, que viene a ser algo así como uno de los más recientes modelosde la desmesura humana, quiero leer un pasaje de su poema HOMENAJE DE AMOR DELAS LLANURAS NEVADAS. "Amadas planicies nevadas. Sueño un mar nuevo, unanueva planicie,/ un blanco que se extiende y extiende/ al Sur de este mundo./ Sueño conunos ojos nuevos, con una nueva vida, con el aire humano silbando/las orillas delventisquero y la Patagonia". Con ecos de Neruda, y volviendo a los grandes temas, sepropone recuperar cierta dimensión heroica y pasional de la vida.Wallace Stevens, en cambio, provoca otra mirada cuando dice que "la imaginaciónaplicada a la totalidad del mundo es insípida en comparación con la imaginación aplicada

    al detalle".De lo pequeño a lo inmenso y de lo inmenso a lo pequeño, el ojo que mira selecciona eltamaño y la medida adaptando su lente. Si tercia el pudor -como es mi caso-, el ojo podrárecurrir a aquellas mínimas imágenes del hormiguero, del caballo sudado, de la vacapariendo, de la soledad y el estoico dolor de la paisana del atado de leña. Es así quealgunos vivimos en lo mínimo, nos aferramos a lo mínimo, para poder resistir lo inmenso,la desmesura, lo inabarcable. Varias veces vamos a preguntarnos por esa inmensidadque aparece y desaparece ante nuestra mirada. Al vértigo de lo inmenso se lo aplaca conlo pequeño. Así pasa. Pero la poesía, al decir de Juanele Ortiz (a quien nunca es posibledejar de citar) "la poesía es la intemperie sin fin". Y la respuesta es la poesía misma, queno tiene respuestas.En estos tiempos, sabido es que la poesía se ha recluido, se ha doblado sobre sí misma,

    cuando al mundo se le han acabado las grandes preguntas. Recordemos a lossurrealistas que en su momento se alzaron contra la idea de una verdad última. Lapoesía, ahora y siempre se ha debatido en silencio. La poesía, que es movimiento,fragmento, música y después silencio.Estábamos en la Patagonia. Es más: escribíamos o tratábamos de escribir en laPatagonia, que es el título de estas reflexiones. Salvo crónicas de viajeros, la literaturaque se ha escrito en la Patagonia es literatura fundacional. No hay tradición. No haymodelo. De hecho, en la Patagonia se escribe sobre la nada, sobre una tierra inapresablepero siempre inquietante. Y en esto, creo, radica el desafío. La nada es el desafío. Lanada es como la hoja en blanco: produce vértigo. Y ante la hoja en blanco todo nos estápermitido, hasta equivocarnos. Todo siempre comienza con un impulso que después traeotro impulso que a su vez trae otro. Basta enfrentar el vacío, que es nuestro propio vacío,

    al cabo. Y como la poesía anida finalmente en la palabra, cabe preguntarnos: ¿Entre laspalabras y la Patagonia qué? ¿Entre nosotros y las palabras qué?Decía Enrique Linh: "Hay que pensar con la poesía, no utilizarla para transmitirpensamientos". Y nunca el fin de la poesía será ni podrá ser, para nosotros, un espaciogeográfico llamado Patagonia, es claro, sino eso más intrincado que es vida o es muerte.

     Al fin de cuentas es probable que toda escritura poética exista a partir de una sola ydefinitiva pregunta: ¿existe la muerte? Aunque, después, nunca hablemos de la muerte.Un poeta siempre debe decir: no renunciaré a mi nacimiento.Y es así que el presente copia al pasado, eternamente, pero lo copia mal, para bien de la

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    poesía.

    Juan Carlos Moisés nació en 1954 en Sarmiento, Chubut, donde vive con su familia ytrabaja como docente de literatura y teatro. Cuando tenía 20 años su poesía llamó laatención de Raúl Gustavo Aguirre, con quien mantuvo larga correspondencia y clara

    amistad. Aguirre lo incluyó como uno de los poetas más jóvenes en su insuperada"Antología de la poesía argentina" en tres tomos (Ediciones Librerías Fausto, 1979).Su obra publicada es breve: "Poemas encontrados en un huevo" (La Cachimba, Rosario,1977), "Ese otro buen poema" (El Lagrimal Trifulca, Rosario, 1983) y "Querido Mundo" (ElLagrimal Trifulca, 1988). Tiene inédito, entre otros libros de poesía y narrativa breve, eltomo de poemas "Animal teórico", con planes de publicación para el año en curso.Volcado decididamente al teatro entre 1991 y 1997, escribió y dirigió las obras "La casavieja", "Pintura viva", "Muñeco, un cuento de locos", "El tragaluz" y "Desesperando". Elelenco que se formó con su impulso, "Los comedidosmediante", obtuvo importantespremios en los ámbitos provincial y nacional. Posteriormente escribió "La oscuridad", obraque el grupo "La Contrapartida", de Comodoro Rivadavia, estrenó en el 2002.En una entrevista para "La Danza del Ratón", revista que dirigía el poeta Javier Cófreces,

    Moisés explicó por qué permanecía en Sarmiento, en los siguiente términos: "Podríaradicarme en Rosario o en Buenos Aires, pero mi esencia va a estar en mi pueblo. Noporque yo lo quiera. Y esa esencia no es literaria, evidentemente. Las palabras le dan unaforma, son una parte. Y el ojo se deforma artísticamente hasta adquirir una cualidad paraver las cosas".Sobre esta idea, Moisés enhebró las sutiles y pedagógicas reflexiones de su ensayo"Escribir en la Patagonia", que ofrecemos en estas páginas. El texto fue escritoespecialmente para una exposición que ofreció en el XVII Encuentro Patagónico deEscritores de Puerto Madryn, en febrero de 1994.